Jaume Boada i Rafí O.P.
Pequeñas cosas
Es imposible, hermano, encerrar todo un plan de amor, sus exigencias, sus implicaciones, en unas pocas palabras. Lo que he venido diciendo es sólo indicativo, lejano indicio de una realidad profunda y amplia.
Yo quisiera ahora hablarte de "pequeñas cosas", sí. Son cosas significativas, son propuestas de camino y las hago en forma de admonición fraterna. Con estas "pequeñas cosas" quiero invitarte a descubrir el plan de amor y a vivirlo con fidelidad. Comprenderás que es una invitación que hago con toda humildad.
Pequeñas cosas
Olvídate de ti mismo, vacía tu corazón de ti mismo. No pienses demasiado en ti, en tus cosas, en lo que te dicen o en lo que te hacen.
Busca vivir con un corazón libre. El plan de amor de Dios para ti requiere unas alas siempre dispuestas a arrancar el vuelo hacia donde Él quiera y como Él quiera.
Busca en todo la paz, la paz de alma, la paz de dentro. La verdad de tu abandono y de tu fidelidad al plan de amor del Padre se conocerá cuando "Nada te turbe, nada te espante... Sólo Dios basta".
Una tercera búsqueda: en todo intenta ser pobre, incluso en el aspecto material sé sencillo, simple, transparente.
Ama el silencio, la capacidad de atención y de escucha, la gratuidad y el alegre desasimiento.
Ten una gran capacidad de amistad, de amor, libre, generoso, desprendido y muy fiel.
No te hagas notar en nada. No busques destacar. No hagas nunca nada por quedar bien o por respetos humanos. Aprende a ser libre incluso en esto.
- No te defiendas, no discutas con ira, no pretendas tener la razón. ¿No te parece que es más importante saberte amado por Dios, saber que eres objeto de su plan de amor?
De la misma manera que te digo que no te defiendas a ti mismo, lucha por defender a los demás; con gran desinterés, por amor, por fidelidad. Pero respeta siempre el misterio en Dios que es cada una de nuestras vidas y ayuda a valorar y respetar este misterio.
Por lo mismo debes dejar a un lado los juicios y prejuicios. Descubre el lado positivo de las personas, de las cosas, de los acontecimientos.
Ama la cruz. Agradece en tu corazón que el Señor te permita experimentarla. No la rehuyas nunca. Pero ten cuidado de hacerlo siempre, no por la cruz, sufrir por sufrir, busca hacerlo por amor a Cristo, creyendo que murió en la cruz, que te redimió en la cruz, que fue obediente al Padre en el misterio de la cruz, pero sabiendo que ya ha resucitado y que vive, y vive en ti. Si lo haces así, te será más fácil reconocer el rostro de Cristo en los hermanos.
Sé siempre solidario con la cruz de los demás: asúmela y estarás asumiendo su vida. La cruz es siempre signo de la presencia del plan de amor del Padre en una vida.
Sé muy cercano y solidario con los pobres, los desheredados, los pocos valorados en la vida. Entre nosotros, y en nuestras comunidades, permíteme este paréntesis, a veces hay quien puede vivir -silenciosa u ostensiblemente- esta experiencia, la dolorosa experiencia de sentirse poco valorado.
Busca la fidelidad en todo, también en las cosas pequeñas, que han de merecer para ti una atención especial, pero hazlo siempre por amor, nunca por perfeccionismo.
Pídele al Padre, con gran audacia y confianza, que te haga pobre, y dale las gracias cuando te permita experimentar tu pobreza. Ama toda experiencia de pobreza que no nazca de tí. Alégrate cuando la vida o los hermanos te ofrezcan ocasiones para experimentar tus límites. Busca vivirlo todo con paz.
Disfruta de lo bueno, lo agradable, lo que te hace ilusión. Descubrirás que todo es un don del amor del Padre. Vive, con alegría y optimismo. También con esperanza. El desencanto y la decepción no entran en el plan de amor del Padre.
Abandónate al designio de amor del Padre. Vívelo todo con la actitud constructiva de quien se deja amar por el Amor.
No es necesario que programes tu vida espiritual. No planifiques. Deja, de verdad, que el Amor mueva tu vida. Acepta las "improvisaciones" de Dios y deja siempre algo a la imprevisible imaginación y providencia del Padre. Nunca se agota.
Deja que el Amor mueva tu vida, te inunde y te desborde. Tu oración será verdaderamente una experiencia del amor del Padre, un vivir en el plan de amor del Padre cuando nazcan espontáneamente en tu vida la alabanza y la adoración.
Sé valiente y dile al Señor: "Padre, ¿qué quieres de mí?". Dile también: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición", o repite, con verdad y con vida, la respuesta de Pedro a la pregunta inquietante del Señor: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo".
Y unas últimas pequeñas cosas: haz de tu vida un don de amor absoluto, abandónate en las manos del Padre y no pongas límite alguno al Amor, a su amor.