I. GÉNESIS Y DESARROLLOS

 

 

Las liturgias de las iglesias orientales son designadas con frecuencia con el insatisfactorio término de rito, que comenzó a usarse en la iglesia romana para situar la multiplicidad y la licitud de las tradiciones litúrgicas orientales, en el sentido, frecuentemente limitativo, de aspecto ceremonial o uso peculiar. En realidad, es necesario acudir al primitivo conjunto de normas y tradiciones institucionales y culturales que forman la base de la vida de cada iglesia oriental en particular.

 

La génesis de estas liturgias debe buscarse en la ordenación patriarcal antigua. Éste es un fenómeno de condensación administrativa eclesiástica basada en las iglesias locales de los primeros siglos, que se centraliza primero en torno a un gran número de metrópolis y después en torno a un número más restringido de centros patriarcales. La cabeza de éstos se llama, dentro del imperio romano, patriarca (Alejandría, Antioquía, Constantinopla Jerusalén), fuera de él, katholikos (Seleucia-Ctesifonte para los siro-orientales, Armenia, Georgja). El sistema patriarcal es centralizador, y determina una unificación cada vez mayor en los campos legislativo y disciplinar. La autonomía patriarcal concierne a la creación de sedes episcopales, a la elección o traslado de los obispos, a la fijación de la vida litúrgica (Introducción de formularios y de fiestas, determinación de fechas y costumbres, reglas de ayuno, etc.), a la disciplina del clero, así como de los laicos.

 

La autonomía de las provincias eclesiásticas es la matriz de particularismos que explican el origen de las provincias litúrgicas. Sin embargo, el sistema patriarcal de los siglos IV y V no cubre exactamente el número de éstas, porque dentro de un mismo patriarcado ha habido regiones con una vida litúrgica muy particular e influyente, como en Éfeso o en Capadocia absorbidas después por la preponderante liturgia de Constantinopla. La iglesia de Jerusalén, convertida en patriarcado sólo después del concilio de Calcedonia (451), influyó en la liturgia de otras iglesias desde el siglo IV, cuando era todavía una iglesia local dependiente del metropolita de Cesares Marítima.

 

 

II. ÉPOCA ARCAICA (SIGLOS III-V)

 

Al principio podemos distinguir dos ramas litúrgicas principales, correspondientes a dos áreas geográficas bien distintas: rama siro-antioquena; rama alejandrina.

 

1. RAMA SIRO-ANTIOQUENA.

 

Abraza todas las regiones influidas históricamente por Antioquía, donde convergen elementos semíticos y helenísticos. Aquí distinguimos:

 

a) la liturgia de Antioquía-Jerusalén;

 

b) oriental siro-oriental en Mesopotamia -Persia;

 

c) la liturgia asiático.

 

Los documentos que atestiguan el paso de la fase de transmisión oral a la escrita son muy limitados. Los más antiguos son la Didajé, la Traditio apostolica, las Constituciones Apostolorum, el Testamentum Domini y ciertas anáforas de tipo antioqueno, cuya redacción más antigua la poseemos sólo por las reconstrucciones de B. Botte, A. Raes y A. Tarby. Los testimonios patrísticos mas antiguos para la región antioqueno-jerosolimitana se encuentran en las catequesis bautismales de San Juan Crisóstomo, en las homilias catequéticas de Teodoro de Mopsuestia ,en el Itinerario de Egeria (cc. 29-45), en las catequesis bautismales y mistagógicas de san Cirilo de Jerusalén y en las homilías de Narsai.

 

Las lenguas litúrgicas son el griego, dominante en los territorios occidentales, en las ciudades, y el arameo usado en Siria y Mesopotamia, bajo el influjo de Edesa y Nísibe. Las Anáforas que pueden remontarse al siglo IV son sobrias tienen una estructura emparentada con la berakah hebrea, la doctrina cristológica está todavía débilmente desarrollada y pone de relieve sobre todo la misión del Logos, la historia de la salvación, la gloria divina y el pensamiento eclesiológico. Los códices antiguos que las conservan son muy posteriores a la fecha de composición. Todos estos documentos arcaicos contienen de forma diversificada numerosas informaciones sobre el año litúrgico, las fiestas, la jornada litúrgica, los oficios, la disciplina de los sacramentos y del ayuno, la catequesis y la jerarquía eclesiástica.

 

3. RAMA ALEJANDRINA.

 

Los documentos sobre la liturgia egipcia arcaica son mucho menos abundantes que los del ambiente antioqueno. Los padres alejandrinos parecen no prestar excesiva atención a los ritos litúrgicos, ocupándose principalmente de la doctrina. De ellos, sintomáticamente, no nos ha llegado literatura litúrgico-mistagógica. Aquí y allá se encuentran detalles sueltos sobre la orientación del bautismo y de la eucaristía, suficientes para mostrar su originalidad, y en los que se reconoce la extrema popularidad de que gozaba en Egipto la Traditio apostolica de Hipólito. Un manuscrito del Monte Athos, conocido con el nombre de Eucologio de Serapión de Thmuis, amigo de san Atanasio, es la única fuente para la liturgia alejandrina del siglo IV; junto a rasgos típicamente alejandrinos, se encuentran otros que no tienen lugares paralelos seguros en la tradición egipcia posterior. El papiro de Der Balizeh es el más importante de los raros restos eucológtcos egipcios. Escrito en el siglo VI, utiliza fuentes más antiguas, como Clemente, Hermas, Serapión y la Didajé, donde el famoso versículo sobre los trigos esparcidos presenta variaciones que transforman su sentido eclesiológico en sentido eucarístico. El texto de la anáfora contiene la doble epíclesis (petición de la consagración y epíclesis de comunión después de la narración de la institución), que es una constante específicamente alejandrina. El estilo y la elección de la eucología de esta obra tiene un cierto carácter de libertad y resulta una muestra del origen heterogéneo de los fragmentos.

 

 

III. FASE DE ESTRUCTURACIÓN DEFINITIVA

(DEL SIGLO V EN ADELANTE)

 

Las familias litúrgicas orientales se fueron formando sobre la organización territorial de la iglesia antigua, calcada en la civil y política, y enriquecida con la aportación de las iglesias particulares (Jerusalén, Capadocia); en el siglo V comienzan a diversificarse y a fragmentarse bajo el impulso de nuevos e inconciliables factores doctrinales, culturales y sociales. Los siro-orientales (erróneamente llamados nestorianos) no aceptan el concilio de Éfeso y se aíslan en Mesopotamia y Persia, más allá de los confines del imperio romano. Los siro-occidentales, coptos y armenios no aceptan el concilio de Calcedonia, soportan mal la preponderancia política e intelectual del helenismo bizantino, crean una tradición propia con el uso progresivo de las lenguas nacionales y tienden a la creación de una doble jerarquía, donde los fieles se dividen entre quienes acatan la obediencia calcedoniana (ortodoxos) y anticalcedoniana (llamados monofisitas). A pesar del fraccionamiento de las unidades litúrgicas precedentes, estas familias siguen siendo en un cierto sentido complementarias: conservan caracteres e instituciones comunes, derivadas de una larga experiencia pastoral, de los concilios más antiguos y de las fuentes teológicas de los cuatro primeros siglos. A pesar del desdoblamiento jurisdiccional de los patriarcados de Alejandría y Antioquía, en el plano litúrgico se nota una continuación del influjo antioqueno sobre varias iglesias, fenómeno que se prolonga también en el medievo, cuando el grupo alejandrino-etíope es remodelado bajo el influjo antioqueno. Jerusalén no cesa de contribuir al enriquecimiento o a la reforma de las iglesias armenia, georgiana y constantinopolitana. Constantinopla, prestigiosa capital del imperio romano y guardiana de los concilios, extiende también su influjo más allá de los confines imperiales. Tenemos así, después de los cismas de los siglos V-VI, los siguientes grupos litúrgicos principales:

 

 

1. GRUPO SIRO-ORIENTAL.

 

Desde el 362 se encuentra políticamente bajo el influjo persa; canónicamente autónomo desde el 410 (concilio de Seleucia-Ctesifonte), rechaza el concilio de Éfeso (431). Desde el 484 decide conservar la doctrina de Teodoro de Mopsuestia. Se cierra en un aislamiento eclesiástico respecto del Occidente siro-helénico que dura casi ocho siglos, aunque gracias a su intensa actividad misionera comienza a difundirse en muchos países de Asia. La liturgia conserva rasgos arcaicos.

 

2. GRUPO ANTICALCEDONIANO.

 

Está más diversificado, porque está compuesto por siro-occidentales, armenios, coptos y etíopes. Mientras las instituciones y la doctrina reflejan siempre un cierto influjo antioqueno, la liturgia continúa registrando un influjo bizantino, especialmente entre los sirios y los armenios. Tiene rasgos muy originales, que se van identificando progresivamente con la nación.

 

3. GRUPO CALCEDONIANO.

 

Comprende el patriarcado de Constantinopla, de Jerusalén (geográficamente circundado por la órbita anticalcedoniana de Siria y Egipto, pero que permanece siempre ortodoxo), y las partes de los patriarcados de Antioquía y Alejandría que se adhieren a Calcedonia. La liturgia sufre profundas transformaciones, las tradiciones locales se atenúan y va tomando cada vez más cuerpo la liturgia bizantina, cuyos orígenes se conocen claramente. Se persigue un calcedonismo muy fuerte, expresado en himnos litúrgicos compuestos por una pléyade de himnógrafos. En el tiempo de la iconoclastia, el ambiente monástico palestinense influye definitivamente en la organización litúrgica bizantina.

 

IV. LAS FAMILIAS DE LAS ANÁFORAS

 

Las anáforas usadas por las familias litúrgicas orientales merecen una clasificación aparte, porque el uso práctico no se corresponde con las divisiones territoriales, jurisdiccionales y confesionales. Se da, por ejemplo, el caso de anáforas de estructura antioquena usadas entre los coptos o los etíopes; la anáfora alejandrina de san Marcos, que los coptos llaman anáfora de san Cirilo, en cambio casi ha desaparecido del uso egipcio corriente.

 

Según los tipos de estructura litúrgica, se aceptan comúnmente tres grupos fundamentales:

 

1) tipo antioqueno (anáfora de los X11 apóstoles, de san Juan Crisóstomo, etc.);

 

2) tipo siro-oriental (Addai y Mari);

 

3) tipo alejandrino (san Marcos).

 

Existen también otras clasificaciones más discutidas, pero no carentes de argumentos convincentes, como la propuesta por L. Ligier:

 

1) anáfora de estructura indiferenciada (Traditio apostolica, Epifanio), donde la celebración-glorificación de Dios y la anamesis no están todavía sepadadas;

 

2) anáfora de estructura diferenciada, en la que la celebración divina se ha convertido en una parte distinta que precede al sanctus (XII ,apóstoles, Addai y Mari, san Juan Crisóstomo, san Marcos);

 

3) anáfora con anamesis universal de la economía de la salvación entre el sanctus y la narración de la institución (Santiago, san Basilio bizantina, Santiago de Sarug, etc.).

 

Otra clasificación distingue:

 

1) autores no sirios, pseudoepígrafes de los siglos VI-VII (XII apóstoles, san Gregorio Nacianceno, san Cirilo de Jerusalén, etc.) y las originalmente siriacas, pero de autores no sirios (san Juan Crisóstomo, san Marcos, etc.);

 

2) autores sirios posteriores al año 1000 y varios pseudoepígrafes posteriores.

 

La primera clasificación es más fácilmente aceptada por todos.