Segunda Parte.

Las Anáforas de Estructura Indiferenciada.


A
nte el gran número y la diversidad de anáforas existentes, es necesario encontrar algún criterio de clasificación que oriente el abajo. Tratándose éste de un estudio teológico, parece más adecuado utilizar un criterio no exclusivamente cronológico o geográfico. Y como el campo de esta investigación abarca principalmente la sección inicial de la anáfora, desde el final del diálogo introductorio hasta la anamnesis inclusive, parece justificado que sea precisamente esta sección la que sirva de base para una sistematización del tema.

Así, pues, teniendo en cuenta su sección inicial, podemos distinguir tres tipos de anáfora diferentes1: anáforas en las que la sección inicial está perfectamente diferenciada, con una primera parte de alabanza a Dios en sí mismo (celebración divina) y otra consistente en una conmemoración 2 de la Historia de la Salvación, que enlaza, a su vez, con la narración de la institución eucarística y la anamnesis; las dos partes suelen estar separadas por el Sanctus; a este tipo pertenece la gran mayoría de las anáforas; p.ej.: la de San Basilio y Santiago en todas sus recensiones, la anáfora del libro VIII de las Constituciones apostólicas, etc. Componen otro gran grupo aquellas anáforas en las cuales la sección inicial es más Indiferenciada, es decir, no se da con tanta claridad la separación de las dos partes que hemos señalado. En este grupo podemos distinguir, a su vez, dos tipos: aquellas en que la celebración divina y la conmemoración no sólo no están separadas por el Sanctus, sino que se yuxtaponen desde el principio y están como indisolublemente unidas (esquema complejo); así, p.ej., las anáforas siríacas de los Doce Apóstoles, bizantina de San Juan Crisóstomo, Addai y Mari, alejandrina de San Marcos, etc. Finalmente, señalemos el grupo de anáforas en las que la celebración divina ni siquiera existe, siendo toda la plegaria una conmemoración de la Historia de la Salvación centrada fundamentalmente en Cristo, con carencia del Sanctus (esquema lineal); a este grupo pertenecen la anáfora de Hipólito y la griega de Epifanio, entre otras.

Comenzando ahora por las anáforas de estructura más simple, el entramado básico de nuestro estudio queda establecido como sigue:

I. Anáforas de estructura indiferenciada y esquema lineal. II. Anáforas de estructura indiferenciada y esquema complejo. III. Anáforas de estructura diferenciada.

Los grupos así logrados, sobre todo el II y el III, son, sin embargo, muy amplios todavía. Con el fin de lograr una mayor diferenciación de las anáforas dentro de ellos y dado el objetivo teológico de este estudio, es oportuno hacer entrar aquí en juego un criterio de carácter teológico. El más adecuado, a mi juicio, ya que comporta, además, una connotación cronológica, es el del desarrollo teológico reflejado en la anáfora.

Según esto, podríamos distinguir en el interior de cada grupo una triple categoría3: aquellas anáforas en las que aún no se manifiestan las preocupaciones y desarrollos teológicos posnicenos (p.ej.: la anáfora de la Tradición Apostólica, de Hipólito, Addai y Mari, siríaca de los Doce Apóstoles, Santiago de Jerusalén, alejandrinas de San Marcos y San Basilio, etc.); el grupo de las grandes anáforas teológicas, que han incorporado a las antiguas estructuras nuevos desarrollos, los cuales llegan, a veces, a constituir verdaderas catequesis (p.ej.: las anáforas bizantinas de San Basilio y San Juan Crisóstomo, la copta de San Gregorio, anáfora de las Constituciones apostólicas, de Serapión, etc.); finalmente, aquel grupo de anáforas que, si bien no presentan una síntesis teológica original y pueden entrar en la categoría de "compilaciones teológicas," son, sin embargo, de gran riqueza teológica por el modo como han elaborado y sistematizado los diversos elementos en el conjunto del esquema tradicional (p.ej.: las anáforas de Nestorio, Teodoro de Mopsuestia, etc.).

Naturalmente, dentro de estos criterios se procurará, siempre que ello sea posible, agrupar las anáforas de un mismo tipo en el contexto de sus familias litúrgicas4.

 

 

La Plegaria Eucarística de Hipólito y otros Testimonios Afines.

En realidad, la única anáfora completa y original que poseemos con estructura indiferenciada y esquema lineal es la atribuida a Hipólito. No se conservan otras plegarias eucarísticas escritas de la misma época y tipo que ella. Los textos que a continuación se propondrán como pertenecientes a la misma línea, aunque generalmente más tardíos, presentan siempre, sin embargo, dos características que les acercan a la anáfora de Hipólito: carecen de Sanctus y su conmemoración es netamente cristológica. Aparte este denominador común, pueden apreciarse bastantes diferencias entre unos y otros. Así, la anáfora del Testamento del Señor es una elaboración de la contenida en la Tradición Apostólica; la de Epifanio supone, al menos en su recensión actual, una cristología más evolucionada; el "esquema" de anáfora incluido en la homilía XVII de Narsés apunta ya un inicio de conmemoración veterotestamentaria; la reflejada en el fragmento arriano pertenece propiamente a la tradición occidental, y se incluye aquí a modo de excepción, dada la carencia de documentos de este tipo.

 

La Plegaria Eucaristica de Hipólito.

La primera anáfora escrita que hasta ahora se conoce aparece englobada en un conjunto de normas y disposiciones escrito a principios del siglo III y que hoy se identifica comúnmente con la Traditio Apostólica, de Hipólito5. Los problemas previos que esta obra plantea son, como dice L. Bouyer, fundamentalmente cuatro: acerca del texto, del título, del autor y de su procedencia.6 No es nuestro objeto discutir aquí sobre esos temas, por lo que nos limitamos a exponer la situación tal y como hoy se plantea, siguiendo la sentencia más común.

En cuanto al texto, dom Botte ha demostrado que nos es imposible llegar hasta el original, irremisiblemente perdido, y que lo más que puede hacerse es intentar reconstruir el arquetipo más antiguo, cuyo testimonio más cercano y más fidedigno es la traducción latina, fragmentaria a veces, que ha conservado el palimpsesto de Verona, editado por Hauler y separado de la obra original griega sólo por un siglo de distancia.7

Ninguno de los documentos conocidos lleva por título el de Tradición Apostólica. Fueron E. Schwartz y R. H. Connolly8 los que llegaron a la conclusión de que las supuestas Constituciones de la Iglesia Egipcia, como hasta entonces se calificaba a este conjunto de cánones y normas, eran la base de otras colecciones y debían identificarse con la Tradición Apostólica, obra cuyo título aparecía, entre otras obras atribuidas a San Hipólito, en la base de una estatua de éste encontrada en 1551 junto al Campo Verano y hoy en la Biblioteca Vaticana de Roma.9

La personalidad de San Hipólito, probable autor de la Tradición Apostólica, no está, sin embargo, bien definida. La opinión común sostiene que se trata de un sacerdote habitante en Roma que se opuso al papa Calixto y fue desterrado más tarde con el papa Ponciano a Cerdeña, donde parece que se reconciliaron antes de la muerte; tras ella fueron trasladados los cuerpos de ambos a Roma, y allí venerados como mártires en la fecha del 13 de agosto, día del traslado. Sin embargo, esta opinión ha sido cuestionada por P. Nautin.10 Dom Botte resume, tras la controversia surgida, la opinión hoy común de esta manera:

 

1. El autor de la Tradición Apostólica es el titular de la estatua romana.

2. Este autor vivía en Roma y gozaba de una cierta consideración, ya que se le ha erigido una estatua.

3. Este autor se llamaba Hipólito; los indicios de la tradición literaria concuerdan con los datos arqueológicos que se refieren a la estatua.

4. La posición equívoca de Hipólito, jefe de una comunidad disidente, explica las fluctuaciones de la tradición; pero se trata ciertamente del mártir romano festejado el 13 de agosto junto al papa Ponciano.

 

En realidad, estas cuestiones previas tienen importancia, sobre todo, para establecer el origen y el valor de la Tradición Apostólica. Así, en concordancia con lo anteriormente dicho, la opinión común sostiene que la liturgia de Hipólito representa en su conjunto la liturgia romana del siglo ni, pero no al estilo de lo que será más tarde el Sacramentarlo gregoriano del siglo VI, con sus fórmulas fijas, sino como uno de tantos modelos en que está aún viva la creación litúrgica11. Esta opinión no es, sin embargo, universalmente compartida, y se han buscado las raíces de la Tradición Apostólica también en Alejandría y Siria.12

Más unanimidad parece existir acerca de determinadas características de la Tradición Apostólica, y en concreto de su anáfora: ésta es un texto propuesto como modelo en cuanto a la ortodoxia, pero en ninguna manera como fórmula única,13 se supone, ciertamente, una intervención personal de Hipólito,14 pero refleja, al menos en cuanto a su contenido y partes principales, una tradición antigua,15 que ha tenido mucha influencia posterior en el Oriente cristiano, como lo manifiestan las traducciones y adaptaciones a través de las cuales ha llegado hasta nosotros.

Sobre la Eucaristía trata la Tradición Apostólica en tres distintas ocasiones: hacia el final, hablando del respeto debido a las especies eucarísticas (n.36-38); hacia la mitad, después de exponer el ritual del bautismo (n.21-22), y al comienzo, tras la ordenación del obispo (n.4). Sólo en este último caso se da la plegaria eucarística. He aquí una traducción personal, siguiendo de cerca el ensayo de reconstrucción de dom Botte 16:

 

"Una vez hecho obispo, que todos le den el beso de paz y le saluden, porque ha sido constituido en dignidad; que los diáconos le presenten la oblación, y que él, extendiendo las manos sobre ella con todo el presbiterio, diga dando gracias:

E1 Señor esté con vosotros";

y que todos respondan:

Ύ con tu Espνritu."

"Levantad vuestros corazones";

"Los tenemos levantados hacia el Señor."

"Demos gracias al Señor";

"Es justo y necesario"17.

"Te damos gracias, ¡oh Dios!,

por tu Siervo muy amado Jesucristo,

a quien en los últimos tiempos tú nos enviaste

como salvador, redentor y mensajero de tu designio;

el cual es tu Verbo inseparable,

por quien has hecho todas las cosas

y a quien, en tu complacencia, enviaste desde el cielo al seno de una

virgen;

quien, habiendo sido concebido, se encarnó

y se manifestó como Hijo tuyo,

naciendo del Espíritu Santo y de la Virgen;

quien, para cumplir tu voluntad y adquirirte un pueblo santo,

extendió sus brazos mientras sufría

para librar del sufrimiento a los que en ti confían.

El cual, cuando se entregaba a la pasión voluntaria

para destruir la muerte y romper las cadenas del diablo,

para aplastar al infierno y llevar a los justos a la luz,

para fijar el término y manifestar la resurrección,

tomando pan, pronunció la acción de gracias y dijo:

"Tomad y comed; esto es mi cuerpo, partido por vosotros."

Del mismo modo, el cáliz, diciendo:

"Esta es mi sangre, derramada por vosotros.

Cuando hacéis esto, hacedlo en memorial mío."

Por eso, haciendo memoria de su muerte y resurrección,

te ofrecemos este pan y este cáliz,

dándote gracias por habernos hecho dignos

de estar ante ti y de servirte como sacerdotes.

Y te suplicamos que envíes tu Espíritu Santo

sobre la oblación de la santa Iglesia;

congregándo(les) en unidad,

da a todos los que participan en tus santos misterios

la plenitud del Espíritu Santo

para confirmación de su fe en la verdad,

a fin de que te alabemos y glorifiquemos

por tu Siervo Jesucristo,

por quien se da a ti la gloria y el honor,

con el Espíritu Santo, en la santa Iglesia

ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Amén.

 

A primera vista, este texto se presenta como una plegaria única y sin fisuras, al contrario de lo observado en la Didajé y en los Hechos apócrifos de Juan. Tampoco encontramos en ella una parte dedicada a la alabanza de Dios y la acción de gracias por la creación, como habíamos observado en las referencias de San Justino. Desde el punto de vista formal, se trata de una acción de gracias única, comenzada por un εύχαριστουμεν (equivalente de la fσrmula bendicional judía modim), seguida por una serie de proposiciones de relativo, que subrayan los motivos de la acción de gracias, y terminada en una doxología. El motivo de la acción de gracias es, sin embargo, único y precisamente, otra novedad, cristológico. Toda la plegaria está centrada en la institución eucarística, que es como su base: a ella confluye y de ella fluye la plegaria entera. Otras novedades con respecto a las plegarias analizadas hasta ahora son la formulación de una anamnesis, fundada en el mandato del Señor de hacer la Eucaristía, y la primera formulación de una epiclesis. En suma, se trata de una plegaria eucarística que, al menos en cuanto a su contenido, es netamente cristiana. Su estructura es muy sencilla: acción de gracias o conmemoración cristológica, narración de la institución, anamnesis, epiclesis, doxología.

La acción de gracias, concebida con una gran unidad, está presidida por la idea de salvación, y ésta se va realizando de un modo progresivo en tres estadios: la misión o envío del Verbo preexistente, la pasión, la institución de la Eucaristía.

El primer estadio nos describe al Verbo preexistente, inseparable del Padre, concreador con él, enviado en estos últimos tiempos a los hombres. Este envío se concreta en la encarnación y el nacimiento de María y el Espíritu Santo, por medio del cual el Verbo se manifiesta plenamente como Hijo, Salvador, Redentor y Mensajero del designio de salvación del Padre.18

El segundo estadio se centra en la pasión de Cristo, que es presentada, con rasgos que evocan diversos textos bíblicos, como la condición necesaria para la salvación. El envío de Jesús por el Padre no tiene, por tanto, como finalidad la pasión en cuanto tal, sino la pasión como medio de salvación, es decir, la pasión salvadora de Jesús.

Esta pasión, concretizada en la crucifixión de Cristo,19 se presenta, en primer lugar, como el cumplimiento pleno de la voluntad del Padre. La referencia al evangelio de San Juan es clara. Según éste, la voluntad del Padre es el alimento de Jesús (Jn 4:34), que nunca buscó su voluntad, sino la de quien le ha enviado (cf. 5:30; 6:38). Y ésta es la voluntad del Padre: "que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día" (6:39; cf. también 1 Tim 2:4; 4:10). La única condición por parte del ser humano es que crea en el Hijo (Jn 6:40). Esta conexión entre salvación y fe, también subrayada en el último miembro de este párrafo de la anáfora, es conectada por fin, al igual que en la anáfora, con la muerte del Señor: "Y como Moisés levantó la serpiente del desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna" (Jn 3:14-15).20

El otro tema de esta sección, la adquisición de un pueblo santo, recuerda el pasaje de 1 Pe 2:9, pero también el de Heb 13:12, donde la santificación del pueblo se pone en conexión con la muerte de Jesús: "por eso, Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta."

Teniendo en cuenta estos antecedentes bíblicos, nuestro texto sitúa la pasión de Cristo en el centro de la Historia de la Salvación, llevada a cabo por el Señor; en efecto, sufriendo la pasión y muerte, Jesús cumple la voluntad del Padre, que es la salvación de los hombres, y adquiere para él un pueblo santo, la Iglesia; dicho de otro modo, en la pasión, Cristo cumple la voluntad eterna de Dios, que se ha ido manifestando a lo largo de la historia, y prolonga esa voluntad de salvación, una vez hecha realidad, en el tiempo de la Iglesia. A partir de ahora, ya pueden librarse de la muerte todos los que creen en Dios Padre, es decir, los fieles.

Esta "centralidad" salvadora de la pasión de Cristo es la que en el párrafo siguiente de la anáfora se pone de relieve en contacto con la Eucaristía. Efectivamente, Jesús se entrega a su pasión voluntariamente, porque con ella se conseguirá la destrucción de la muerte, la liberación de los que estaban en el infierno21 y la posibilidad de resucitar con Cristo.

Al mismo tiempo, la Eucaristía queda íntimamente conectada con la pasión y muerte de Cristo, porque el relato institucional, que está tan estrechamente enlazado con el relato de la potencia salvadora de la pasión de Cristo, es ahora, para el participante en la celebración eucarística, el momento en que aquella pasión salvadora se hace sacramentalmente presente. No se trata, pues, al presentar el relato institucional, sólo de conmemorar un acontecimiento histórico-salvífico más, situado cronológicamente después de la pasión (aunque también sea esto), sino que se trata de presentar el núcleo central de la plegaria eucarística, donde aquella salvación, que se ha conmemorado a lo largo de diversas etapas históricas, se hace presente 22. Este dato se expresa claramente en la continuación de la plegaria, en la anamnesis, donde se manifiesta expresamente la dimensión de memorial actualizador del misterio pascual que tiene también la plegaria eucarística.

De este modo, el relato institucional se convierte en el centro de toda la plegaria eucarística: punto de llegada y clímax de la acción de gracias, punto de partida de la anamnesis, e incluso de la epiclesis, la cual en este contexto histórico-salvífico nos recuerda y presencializa el acontecimiento salvador de la Iglesia, vivificada y unida por el Espíritu Santo. Pero, además, el relato institucional es el eje sobre el que gira toda la plegaria eucarística, porque en él se inicia algo nuevo: termina el memorial literario, el recuerdo agradecido de los beneficios del Señor, y se inicia el memorial cultual, la reactualización sacramental de esos beneficios, resumidos y concentrados en el máximo gesto salvador de Cristo, su pasión salvadora, es decir, su muerte-resurrección.

La anamnesis que sigue es consciente, en efecto, de este cambio de lenguaje y actitud. Como tal, ella es respuesta obediente al mandato del Señor inmediatamente antes formulado: "haced esto." Mediante tres acciones ha comprendido esta plegaria lo que Jesús manda hacer: "memores, offerimus, gratias agentes." El primer verbo explícita la dimensión de memorial de la celebración eucarística: ésta es el memorial de la muerte y resurrección del Señor. Deberíamos volver a repetir ahora todo lo que ya hemos dicho sobre el memorial cultual bíblico como representación y reactualización en clave sacramental de un acontecimiento salvífico pasado con todas sus virtualidades; en este caso, del núcleo del misterio pascual; pero la misma anáfora lo hace por nosotros, explicitando en categorías sacrificiales el significado del memorial objetivo; en efecto, la reactualización de la muerte salvadora de Cristo es el fundamento que hace posible el que la Iglesia ofrezca al Padre, mediante el ofrecimiento del pan y del vino, a Cristo mismo muerto y resucitado, y se sienta así movida a dar gracias, porque Dios mismo le da la posibilidad de ejercer el ministerio sacerdotal.23 La Iglesia, pues, no ofrece un sacrificio distinto del sacrificio de Cristo, y la Eucaristía es sacrificio en tanto que es memorial, es decir, presencialización sacramental de la muerte salvadora del Señor, de su misterio pascual.

Ahora puede entenderse por qué en esta anáfora todo converge hacia la institución eucarística y por qué ésta es presentada en estrecha unión con el acontecimiento salvífico central: la muerte-resurrección de Cristo. La razón es que la institución eucarística, al ser el memorial de la pasión salvadora, hace a ésta presente y eficaz. Por tanto, la anamnesis no presencializa la última cena, aunque los gestos del banquete eucarístico y el pan y el vino nos la recuerden, sino el misterio pascual de salvación contenido en la muerte y resurrección del Señor. Toda la Historia de la Salvación evocada anteriormente iba ordenada a este momento y tiene su razón de ser en esto, incluso la misma creación. Por ello, en el misterio pascual, rememorado por la anamnesis, se concentra y actualiza virtualmente y de un modo eminente toda la Historia de la Salvación anterior. Este dato, aquí solamente señalado, será explicitado posteriormente en otras anáforas, las cuales añadirán nuevos momentos de la vida de Jesús a la muerte y resurrección aquí expresamente nombradas.

La plegaria eucarística se continúa con una invocación al Padre para que haga descender al Espíritu Santo sobre los dones ofrecidos, es decir, con una epiclesis24. En ella, sin precisar cuál sea la acción del Espíritu sobre las ofrendas, se pide expresamente que los participantes en la Eucaristía sean congregados en la unidad25 y reciban la plenitud del Espíritu Santo para confirmación de su fe en la verdad. La idea de "congregación en la unidad" parece estar sugerida por el simbolismo del pan y el vino, en los que el trigo y los racimos han formado un solo elemento; y aunque la petición va dirigida al Padre, resuena en el fondo la acción vivificante del Espíritu.26

Qué tipo de epiclesis tenemos delante, es difícil de precisar. Por una parte, es cierto que el texto no formula ninguna acción explícita del Espíritu sobre la oblación misma, mientras que sí se hace con respecto a los fieles participantes, lo que haría pensar en una epiclesis, que podríamos calificar como equivalente a las posteriores epiclesis "de comunión."27 Por otra parte, debemos guardarnos de querer distinguir demasiado claramente en el siglo III entre epiclesis "de comunión" y epiclesis "de consagración" aplicando a un texto primitivo criterios surgidos de textos más evolucionados.28 Además, parece claro que, aunque no se diga expresamente, si se pide el descenso del Espíritu sobre los dones ofrecidos, es para algo, y ese algo no puede ser más que una acción consagratoria de los mismos; acción que se prolonga en los fieles mediante la participación en estos dones, sobre los que ha actuado el Espíritu.

Por tanto, la conclusión más lógica, a mi modo de ver, sería que nos encontramos ante una epiclesis de tipo muy primitivo, que aún no formula expresamente su acción consagratoria, pero en la que no se puede excluir esta acción.29

Desde el punto de vista de la Historia de la Salvación, la unidad de los participantes y su plenitud de Espíritu Santo son la continuidad de las "maravillas de Dios" en el hoy de la Iglesia y la anticipación de la reunión definitiva en el Reino escatológico, donde será verdaderamente plena la participación en el Espíritu. Esta idea es claramente subrayada por el modo de unirse la epiclesis con la doxología sin solución de continuidad, con lo que somos de nuevo situados en el contexto de alabanza y acción de gracias de toda la plegaria; una "eucaristía" que no termina nunca, sino que debe ser constante y habrá de continuarse hasta el final de los tiempos "por los siglos de los siglos."30

 

 

Otros Testimonios del Mismo Tipo.

 

a) La Anáfora del "Testamento del Señor."

De corte netamente cristológico y sin Sanctus es la anáfora que nos ha llegado en la obra siríaca del siglo v, de origen probablemente antioqueno, Testamento del Señor.31 Se trata de una relectura de la anáfora de la Tradición Apostólica que introduce largos desarrollos, cuyo origen es difícil precisar."32

Desde nuestro punto de vista, interesa, sobre todo, observar los desarrollos en la presentación de la Historia de la Salvación, que esta anáfora lleva a cabo sobre la base de la anáfora de Hipólito. Tras una primera observación atenta, puede afirmarse que se trata siempre de ampliaciones y detalles, permaneciendo la misma orientación cristológica, centrada en la narración de la institución, que hemos visto en el texto anterior. De estos detalles me parecen interesantes, para el propósito de este trabajo, los siguientes:

"Dios Padre es calificado, al comienzo de la anáfora, con tres apelativos, que hacen alusión a su acción salvadora entre los hombres: "Fortalecedor de nuestras almas, dador de nuestra vida, tesoro de incorruptibilidad."33

El calificativo de Cristo como "mensajero de tu designio" provoca una aclaración sobre el plan divino: "Tu designio es, en efecto, que seamos salvados por ti"34. Se trata, pues, del designio salvífico de Dios, del que Cristo es el mensajero.

El último párrafo de la acción de gracias describe a Dios con referencia a su labor creadora y conservadora. El es el creador del mundo celestial y, lo que es más interesante, todo lo ha hecho, en vistas a su designio o plan salvador, mediante Cristo.35 En este contexto viene a ser como una glosa al "per quem omnia fecisti" de la anáfora de Hipólito, haciendo de la creación entera como un primer paso para su obra salvadora.

En la narración de la institución eucarística este texto sigue muy de cerca al de la Tradición Apostólica. Como allí, también aquí la institución de la Eucaristía es presentada como centro y eje de toda la plegaria. Y al igual que en la anáfora de Hipólito, en ésta la pasión y muerte de Cristo es situada en el centro de toda la Historia de la Salvación; una historia presentada también en línea cristológica, aunque con nuevos detalles:

 

"El cual, cuando se entregaba a la pasión voluntaria, para levantar a los que habían caído, para volver a encontrar a los que se habían perdido, para dar la vida a los que estaban muertos, para destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, para llevar a cabo el pensamiento del Padre, para aplastar los infiernos, para abrir el camino de la vida, para llevar a los justos a la luz, para fijar el término e iluminar las tinieblas, para sacar a los siervos (del infierno) y manifestar la resurrección, tomando pan, lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomad, comed. Esto es mi cuerpo, partido por vosotros en remisión de los pecados. Cada vez que hacéis esto, hacéis mi resurrección." Igualmente, el cáliz de vino, que mezcló (con agua), lo dio como tipo de la sangre, que ha sido derramada por nosotros."36

 

Con las adiciones que este pasaje hace al paralelo de la anáfora de Hipólito, parece querer exponerse aquí más completamente la acción salvadora que Jesús llevó a cabo con su pasión, acción que es revivida en cada eucaristía. En efecto, se trata de una triple victoria o salvación: del pecado (levantar a los caídos, volver a encontrar a los perdidos), de la muerte (vivificar a los muertos, que también podría referirse al perdón de los pecados, destruir la muerte) y del diablo (romper las cadenas,37 aplastar los infiernos, etc.). Y con todo ello poner de manifiesto la resurrección, impedida por el triple dominio del pecado, la muerte y el diablo.38

 

 

b) Anáfora Fragmentaria Griega de Epifanio.

Un manuscrito del siglo XIV que contiene una interesante colección de textos andármenos, ha conservado fragmentos de una anáfora traducida del armenio al griego, la cual tiene muchos puntos de contacto con la anáfora de Hipólito.39 Las partes conservadas son la acción de gracias, la narración de la institución y la segunda parte de la epiclesis. He aquí una traducción al castellano:

 

"Es justo y necesario, Dios nuestro, darte gracias sin cesar por todos los beneficios que gratuitamente nos has dado; ante todo, por habernos enviado de los cielos a tu santo Siervo, que está sentado contigo en el trono de tu Reino; tu Hijo coeterno, Dios Logos; el cual, viniendo en los últimos tiempos y asumiendo nuestra humanidad y sin sufrir cambio alguno, Verbo hecho carne, tomando, por obra del Espíritu Santo, cuerpo y alma racional y todo lo que es propio del hombre, excepto el pecado, no como si hubiera habitado en un hombre, sino siendo él mismo en todo el Dios Logos perfectísimo, perfectamente encarnado, sin cambiar la naturaleza humana, sin ser dos, sino un solo Rey, un solo Cristo, un solo Señor en la humanidad y en la divinidad, tras confirmar con señales divinas que era Dios, tras atestiguar con sufrimientos humanos que era hombre, cuando estaba a punto de ir por nosotros a la muerte voluntaria, gloriosa y vivificante, tomando pan en sus santas y puras manos, mostrándotelo, elevándolo hacia ti, santificando, lo dio a sus discípulos, los santos apóstoles, diciendo:

 

"Tomad, comed; esto es mi cuerpo,

partido por vosotros para el perdón de los pecados";

del mismo modo, acabada la cena,

tomando un cáliz y mezclando los dos elementos, el zumo de la vid y

el agua,

signó el cáliz de inmortalidad

y lo dio a sus discípulos, diciendo:

"Bebed todos de él; ésta es mi sangre de la nueva alianza,

derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados."

... para que este pan, una vez transformado,

se convierta en cuerpo de Cristo;

cuerpo divino, cuerpo salvador de las almas y los cuerpos;

y lo que se halla mezclado en este cáliz,

en sangre de Cristo;

sangre de la nueva alianza, sangre de nuestra salvación;

para que todos nosotros participemos de tus santos misterios

con espíritu nuevo y no con la letra vieja." (cf. Rom 7:6)

 

Todo el primer gran párrafo de esta anáfora, que comprende la conmemoración de la Historia de la Salvación y la narración de la institución, está construido de un tirón, con una sola frase. Si a esto unimos la frase introductoria άξιον και δίκαιον εστίν y el inciso πρώτον μεν, se llega fαcilmente a la conclusión de que se trata del comienzo de una anáfora y no de una parte de ella. Puede afirmarse, por tanto, que se trata de una plegaria eucarística sin Sanctus y de neto contenido cristológico, como la de Hipólito. La designación de Cristo como "Siervo" (παις) es una nueva nota del arcaνsmo del texto y de su proximidad a la anáfora de la Tradición Apostólica. Por otro lado, la cristología que refleja esta anáfora exige que la redacción llegada hasta nosotros no pueda ponerse antes del concilio de Calcedonia. 40 Se podría pensar con Dom Botte que el "calcedoniano" que ha compuesto esta anáfora habría tomado una más antigua, de estilo arcaico al modo de la de Hipólito, y en ella hubiera desarrollado la cristología41. El texto original parece haber sido griego y su procedencia siria. 42

Desde el punto de vista de su contenido histórico-salvífico, notemos lo siguiente:

 

El primer motivo de acción de gracias es general: los beneficios recibidos de Dios Padre. Es posible que aquí esté incluida la creación y la economía de salvación del AT. Este último aspecto parece sugerido por la frase έπ” εσχάτων των ήμερων, “en los ϊltimos tiempos," que recuerda, como la de Hipólito, Heb 1,2 y 1 Pe 1,20, en que la manifestación de Cristo se sitúa como la coronación del plan salvador de Dios, decidido desde siempre, actuado a lo largo de la historia y llevado a su cumplimiento "en los últimos tiempos" con la venida de Cristo.

A continuación se conmemora también el envío del Hijo por el Padre y la encarnación del Verbo, que se glosa con diversas precisiones teológicas. Sigue la conmemoración de la muerte de Cristo, que es calificada de "voluntaria," al igual que en la anáfora de Hipólito: "gloriosa y vivificante"; dos apelativos estos últimos que enfocan la muerte de Cristo desde la perspectiva de la resurrección, conteniéndola y connotándola. 43

La institución de la Eucaristía ocupa en esta anáfora, como en la de Hipólito, el mismo lugar central de toda la plegaria, como muestran la compacta construcción gramatical de toda esta parte de la anáfora, que prácticamente consta de una sola frase principal, y el hecho de que esté situada en su contexto histórico, inmediatamente antes de ir a la muerte "por nosotros." Este apelativo pone de relieve el carácter salvífico de la pasión y muerte de Cristo; carácter salvífico que será actuado por la celebración de la Eucaristía, donde vuelve a ponerse de relieve el aspecto salvífico en la repetición del "por vosotros," apuesto al pan-cuerpo y al cáliz-sangre.

Aunque el texto no nos ha conservado la anamnesis, que complementaría esta visión del relato institucional, puede, sin embargo, afirmarse, con los datos señalados, que la mención de la institución eucarística tiene la misma misión que en la anáfora de Hipólito: pasamos con ella del memorial literario al memorial cultual. Dicho de otra manera: al repetir la Iglesia el mismo gesto que Jesús realizó en la cena "por vosotros," "para el perdón de los pecados" (ambas frases se dicen dos veces), actualiza esa salvación que nos viene de la muerte vivificante de Cristo.

La celebración eucarística hace así presente hoy esa salvación mediante la acción del Espíritu (probablemente invocado en la primera parte de la epiclesis, que no nos da el texto actual), al hacer del pan "el cuerpo salvador de las almas y de los cuerpos," y del vino mezclado con agua, "la sangre de nuestra salvación."

 

c) Anáfora Contenida en la Homilía XVII de Narsés.

M. A. Smith ha llamado recientemente la atención sobre un texto citado en la homilía XVII de Narsés, en medio de una descripción de la Eucaristía 44. El autor de la homilía, al hablar de la cena del Señor, afirma lo siguiente: "Que él dio gracias y bendijo, está escrito en el Evangelio, fuente de vida; lo que dijo a los santos apóstoles no nos lo ha dado a conocer. El gran maestro e intérprete Teodoro ha transmitido la tradición de que nuestro Señor, al tomar el pan, habló de esta manera."45 La mención de una tradición de Teodoro de Mopsuestia (t 428) hizo pensar a Connolly en una cita del Libro sobre los misterios, atribuido a él por el nestoriano Ebedjesu (siglo XIV).46 Pero, como Smith constata, no se encuentra tal cita en la obra de Teodoro, por lo que se debe pensar en otra fuente, probablemente anterior a él, a quien solamente se le hace su transmisor. En la homilía, el texto que sigue es puesto en boca de Jesús. Pero con un leve cambio obtenemos una plegaria eucarística bastante reconocible, similar en su forma a las de Hipólito y Epifanio, constituida por una conmemoración cristológica sin Sanctus, la narración de la institución con el mandato memorial, una anamnesis reconocible, quizá en parte englobada en el anterior mandato, y la mención de una epiclesis consagratoria. He aquí la traducción al castellano de este texto con las variantes propuestas por Smith47:

 

"Digna es tu naturaleza divina de toda gloria, confesión y alabanza, ¡oh Señor del universo!, pues a lo largo de todas las generaciones tú has actuado y llevado a término tu obra para la salvación y redención de los hombres. Y aunque ellos se mostraron desagradecidos en sus obras, tú no has cesado de ayudarles en tu misericordia. Para poder llevar a término la redención y renovación de todos, tomaste a Jesús (a mí), que era de la naturaleza de Adán48, y le (me) uniste a ti.

En él (mí) se realizarán los misterios y figuras prefigurados en los justos de antiguo.

Y pues él (yo) vivió sin mancha y cumplió plenamente toda justicia, por él (mí) quitas tú de raíz todo pecado del género humano; y porque él (yo) muere sin falta ni ofensa alguna, en él (mí) dispones tú una resurrección del cuerpo para todo ser."

A este propósito, el Hijo del Altísimo proclamó la alabanza a su Padre y cuando dio su cuerpo y su sangre pronunció estas palabras:

 

"Esto," dijo él, "es mi cuerpo,

que he entregado por los pecados del mundo";

y a continuación; "Esta es mi sangre,

que he querido fuese voluntariamente derramada por los pecados.

Quienquiera que coma con amor de mi cuerpo

y beba mi sangre,

vive para siempre, y habita en mí y yo en él.

Haced así como memorial mío en medio de vuestras Iglesias

y recibid mi cuerpo y mi sangre con fe."

Ofrecemos (ofreced) pan y vino, como él nos enseñó (os enseñé), y tú llévalo (yo lo llevaré) a perfección y hazlo (lo haré) cuerpo y sangre. Hazlo (lo haré) cuerpo y sangre mediante la presencia y la acción del Espíritu Santo."

 

El contenido histórico-salvífico de la conmemoración de la anáfora reflejada en este texto presenta las siguientes notas propias:

Carece de conmemoración de la creación, mientras que se da una referencia a la economía veterotestamentaria, presentada como una antítesis entre la misericordia de Dios y la ingratitud de los hombres, en la que sale triunfante con Cristo la primera. El tema, como veremos, es ampliamente tratado por las anáforas posteriores, especialmente las siroantioquenas, y hunde sus raíces en la piedad litúrgica judía. Aquí se trata simplemente de una indicación.

Toda esta acción misericordiosa de Dios alcanza su pleno cumplimiento en Cristo Jesús: anticipo de todo lo prefigurado en el AT, por cuya justicia y santidad se logra la anulación del pecado de los seres humanos, con cuya muerte él nos conquista la resurrección.

No es posible con seguridad establecer la conexión exacta entre conmemoración y narración de la institución eucarística. Subrayemos, sin embargo, el aspecto de voluntariedad de la muerte, expresado en las palabras sobre el cáliz, y que coincide con lo ya notado en las anteriores anáforas. La doble repetición "por los pecados" se conecta con la misma idea en la conmemoración y los efectos de la comunión son aquí descritos con terminología joanea.

Una breve nota sobre la posible anamnesis y la epiclesis. Ni una ni otra están aquí plenamente formuladas. Su existencia no deja, sin embargo, duda. La anamnesis se deja entrever en el "ofrecemos pan y vino, como él nos enseñó," que podríamos transmitir de la siguiente manera: "cumpliendo el mandato de hacer el memorial del Señor, como nos enseñó, ofrecemos pan y vino." La fórmula, de responder a la realidad, estaría muy próxima a la de la anáfora de Hipólito, y tendríamos la misma traducción del memorial bíblico en términos sacrificiales. En cuanto a la epiclesis, que se deja adivinar, parece aquí netamente de carácter consagratorio.

 

d) La Anáfora del Fragmento Anónimo Arriano.

Un último testimonio de este tipo de anáforas debe todavía ser citado. Se trata de un fragmento anónimo arriano, editado por primera vez por el cardenal Mai y sobre el que llamó la atención G. Mercati.49 Su autor no comprende cómo los "católicos" afirman por su fe una identidad entre el Padre y el Hijo, a la vez que en su liturgia anteponen éste a aquél. Para demostrarlo aduce varios testimonios: uno de la liturgia del bautismo, otro de la confirmación y dos comienzos de plegaria eucarística. Tanto Mercati como antes el cardenal Mai ya sospecharon que podía tratarse de fragmentos de canon eucarístico y no de prefacios, debido a que la terminación del segundo pasaje citado se conecta con la misma fórmula del Te igitur romano. Para dom G. Dix, esto no ofrece duda alguna.50 Nos encontraríamos así ante un comienzo de anáfora occidental cuya conmemoración tiene un neto carácter cristológico y sin Sanctus. La segunda plegaria eucarística fragmentaria suena en castellano como sigue:

 

"Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias por encima de todas las cosas, Dios todopoderoso y eterno, pues por la incomparable nobleza de tu bondad te dignaste hacer resplandecer la luz en las tinieblas al enviarnos a Jesucristo, liberador de nuestras almas.

El cual, humillándose a causa de nuestra salvación, se sometió a la muerte

para devolvernos la inmortalidad que Adán había perdido y hacernos hijos y herederos suyos.

No pudiendo con alabanzas darte gracias suficientes por esta misericordia, pedimos que con tu grande y condescendiente clemencia aceptes este sacrificio que te ofrecemos en pie ante la presencia de tu divina piedad. Por Jesucristo, Señor y Dios nuestro, por quien pedimos y rogamos..."

 

El contenido de esta conmemoración describe la salvación llevada a cabo por Cristo en los dos momentos históricos de la encarnación y la muerte mediante temas bíblicos claramente identificables. Así, Cristo ha venido como "luz que resplandece en las tinieblas": con la misma imagen describen la encarnación Lc 1:78-79 (cf. Mal 3:20; Is 9:1) y Jn 1:4. Cristo se ha humillado y sometido a la muerte (cf. Flp 2:8), y por ello hemos conseguido la victoria sobre la muerte y la participación en el mismo destino de Jesús como hijos de Dios y herederos con Cristo (cf. Rom 8:17). Finalmente, la Eucaristía es descrita como el sacrificio, único medio capaz de dar gracias por la salvación: es el sacrificio de alabanza o de acción de gracias.

 

 

Historia de la Salvación y Eucaristía: Primeros Datos.

Se trata ahora de recoger brevemente algunas orientaciones teológicas encontradas en el estudio de estos textos sobre los contenidos de la Historia de la Salvación y las aportaciones que ello ofrece para la inteligencia de la Eucaristía. Dado que el tipo base, y, a su vez, el más primitivo de todos ellos, es el de la anáfora de Hipólito, de ésta ha de partir la reflexión teológica. Los datos que los otros textos aportan sirven para matizar la comprensión que la Iglesia ha ido logrando tanto de la Historia de la Salvación como de la misma Eucaristía, pues no es indiferente el que ella haya escogido este modo de celebrar el sacrificio eucarístico. Sin embargo, y dada la escasez de testimonios de este tipo de plegaria eucarística, no puede precisarse aún de un modo muy determinado la línea de evolución teológica. Por eso, estas primeras deducciones no son definitivas, y habrán de valorarse más tarde en el conjunto de este trabajo, permaneciendo ahora como conclusiones parciales y provisionales.

Teniendo en cuenta los dos objetivos de este estudio, dos son también los puntos en que centramos nuestra atención: aportaciones para una comprensión de la Historia de la Salvación (apart. a, b y c) y aportaciones a la teología eucarística (apart. d) .51

 

a) Una Visión Cristológico-Trinitaria de la Historia de la Salvación.

La primera observación que se impone al leer la anáfora de Hipólito es su marcado carácter cristológico. Toda la Historia de la Salvación conmemorada en ella se presenta desde el ángulo visual de Cristo; todo parte de él y a él converge. La misma visión cristológica englobante se advierte en TestDni, aunque aquí está algo más desdibujada debido a la introducción de otras plegarias, con lo que no se logra la bella unidad de Hip. Epif y Fragm están en la misma línea de Hip. Cristo es también la conmemoración de la redención es precedida por una breve referencia a la obra veterotestamentaria, que alcanza su plenitud en Cristo.

En todas estas plegarias, la acción de gracias se dirige al Padre por Cristo. El Espíritu Santo completa el marco trinitario en que se encuadra la anáfora tanto en Hip como en TestDni52 y Hom; es probable que también se mencionase en Epif, cuya epiclesis no se nos ha transmitido, sin embargo, completa53. La presentación que se hace de las tres personas es predominantemente salvífica, es decir, se definen y describen por los hechos salvíficos a cada persona atribuidos, y que serán detallados a continuación. Son una excepción a esta regla algunos detalles mínimos en Hip, que reflejan la teología de Hipólito, y las precisiones dogmáticas sobre el Verbo en Epif, las cuales pueden haber sido añadidas a una anáfora más antigua, que se ha revisado así dogmáticamente a la luz de Calcedonia.

 

b) Dimensión Horizontal de la Historia de la Salvación.

Establecido el marco en que las plegarias sitúan su conmemoración de la Historia de la Salvación, pasamos ahora a un análisis de los contenidos de la misma tal y como aparecen en estos textos. Este análisis se efectúa en un doble plano: horizontal (dimensión histórica de la salvación) y vertical (actualización de la salvación en el hoy de la Iglesia)54. Empezamos con el primero.

Existe un plan salvador en Dios. Esta es la primera constatación. La decisión de actuar la salvación a lo largo de las generaciones es anterior a la historia, es un proyecto divino, del cual es mensajero Cristo (Hip: "ángelus voluntatis tuae").55 Este proyecto, "dispensación" o "economía" es descrito acertadamente por TestDni al glosar el pasaje citado de Hip: "Tu designio es efectivamente que seamos salvados por ti."

El designio salvador de Dios comprende, en primer término, la creación. Pero no se trata de rellenar simplemente por lógica o cronología el primer cuadro de un esquema de historia, ni de prepararle el espacio adecuado o el punto de partida. La creación está vista en estas anáforas desde una perspectiva exclusivamente salvífica, y más concretamente, cristológica. En realidad, el primer capítulo de la Historia de la Salvación es contemporáneamente eterno al designio divino de salvación; es Cristo mismo, desde siempre engendrado por el Padre, preexistente a todas las cosas, punto de partida y culminación del desgranarse histórico de los hechos salvadores, "salvador" y "salvación," como explica el obispo a los fieles en la mistagogia que precede a la celebración eucarística según el Testamento del Señor56. Esta es la razón por la cual la creación se conmemora en Hip con la escueta frase "por él, tu Verbo inseparable, has hecho todas las cosas." La creación es, pues, una obra atribuida al Padre, que éste realiza en vistas a la redención de Cristo. Así lo ha comprendido también TestDni, que, recogiendo el mismo dato de Hip, además de explicitar algo más ampliamente la labor creadora del Padre, expresa felizmente esta idea con las siguientes palabras: "Padre de los reyes, tú gobiernas y sostienes todas las cosas con tu poder en vistas a tu economía por tu Hijo Jesucristo, que fue crucificado por nuestros pecados." Epif traduce el dato de la preexistencia de Cristo con categorías bíblicas ("enviaste de los cielos a tu santo Siervo") y con categorías teológicas ("era en todo el Dios Logos perfectísimo"), y probablemente alude a la creación, obra del Padre, al dar gracias "por todos los beneficios que gratuitamente nos has dado." La idea de la preexistencia de Cristo está incluida también en la idea del envío que desarrolla Fragm, aunque aquí no se menciona la creación. Finalmente, Hom es el único testimonio de esta serie que, dada su peculiar teología adopcionista, hace intervenir a Jesús en un momento concreto de la historia salvífica, ya comenzada por el Padre; es posible, sin embargo, que la creación, en este caso atribuida solamente al Padre, sin intervención del Hijo, se halle implícitamente contenida en el título con que se califica a Dios: "Señor del universo."

No se hace mención expresa de la economía veterotestamentaria en Hip, centrado, como hemos visto, en una visión cristológica de la Historia de la Salvación; el mismo caso se repite en TestDni y Epif. Al contrario en Hom, donde expresamente se habla de la actuación de la economía salvífica a lo largo de todas las generaciones, haciendo protagonistas de esta historia a la misericordia de Dios y al pecado de los hombres, en una contraposición dramática, vencida al final por la suprema misericordia divina, Cristo. Pero quizá esta memoria de la acción salvadora de Dios no se halle del todo ausente en Hip, TestDni y Epif; en efecto, al principio de la acción de gracias de estos tres documentos se afirma que Cristo ha sido enviado como salvador y redentor "en los últimos tiempos." Como hemos notado al estudiar Epif, el texto evoca Heb 1:1-2, donde se afirma que Dios, "después de haber hablado muchas veces y en diversas formas a los padres antiguamente por medio de los profetas, en estos últimos días57 nos ha hablado por el Hijo." Parece, pues, que están conmemorados también, al menos implícitamente, esos "tiempos anteriores," ese "antiguamente," cuando Dios manifestó su misericordia, entre otros modos, por medio de la palabra transmitida al pueblo de Israel por los profetas; tiempos imperfectos y ordenados a Cristo, en el cual encuentran su plenitud. Implícitamente, también se recuerda al otro gran protagonista de la Historia de la Salvación nombrado por Hom, el pecado, ya que el envío de Cristo por el Padre a los seres humanos es siempre presentado como una victoria sobre el pecado y la muerte, existentes y dominantes en el hombre.

A partir de este momento, la conmemoración de la Historia de la Salvación se centra en la obra realizada por Cristo. Las etapas recordadas, de un modo o de otro, en todas estas anáforas son la encarnación, la pasión y muerte y la resurrección.

El contenido salvífico de la encarnación es bellamente expresado por Fragm con el recurso a las imágenes de luz y libertador, que se encuentran en el Benedictus de Lc. Hom conmemora también la vida de Jesús en una lograda contraposición: con su vida sin mancha nos liberó del pecado. Por otra parte, el tema de la pasión y la muerte es ampliamente desarrollado. La muerte de Cristo es definida, en primer término, con el rasgo de "voluntaria" (Hip, TestDni, Epif, Hom)58; con ella, Cristo cumple la voluntad, el designio del Padre (Hip, TestDni), que la ha decidido no por el valor que en sí tiene, sino porque es salvadora; en efecto, por ella Cristo adquiere un nuevo pueblo (Hip, TestDni), es vivificante (Epif), nos conquista la resurrección (Hom), la inmortalidad, haciéndonos hijos y herederos (Fragm). Por eso puede ser calificada como muerte digna de ser cantada, es decir, gloriosa (Epif), y se conmemora unida a la resurrección.

Tanto Hip como TestDni y Epif sitúan la institución de la Eucaristía en el centro de los hechos salvíficos conmemorados. El valor salvífico de la Eucaristía y su referencia a la cruz está subrayado en todas las narraciones de la institución con los términos, tomados indistintamente de las diversas fuentes neotestamentarias: "partido por vosotros," "derramada por vosotros," "para el perdón de los pecados," que se repiten insistentemente y con diversas variaciones.

Pero es en Hip y TestDni donde la peculiar función del relato institucional es puesta más de relieve. En efecto, como ya hemos notado, la institución de la Eucaristía no es presentada sólo como un hecho salvífico más (aunque esto, sobre todo en Hip, dada su presentación tan unitaria y lineal, no se pueda excluir del todo), sino como el punto central de la plegaria, en el que se pasa a la acción cultual. A partir de este momento, la plegaria se hace plenamente acción, celebración cultual, y entramos en lo que hemos llamado dimensión vertical de la Historia de la Salvación.

En estos dos textos puede observarse también un particular modo de proceder en cuanto a la presentación de los hechos salvadores, especialmente en Hip. Efectivamente, en esta anáfora parece haberse seguido un orden cronológico meditado: desde la creación hasta la pasión, en la conmemoración; la institución eucarística, en el centro, y la muerte y resurrección, expresamente citadas en la anamnesis. Dada la estrecha unidad con que está construida esta anáfora y aunque, como veremos a continuación, la anamnesis tiene su significado propio, la dinámica misma de la plegaria exige situar también estos dos últimos acontecimientos en el conjunto de la conmemoración histórico-horizontal de la Historia de la Salvación.

En resumen, estas anáforas nos dan una visión esencial del contenido de la Historia de la Salvación, que puede esquematizarse del siguiente modo: designio salvífico de Dios; creación por Cristo; desarrollo de la salvación en los tiempos veterotestamentarios como una confrontación entre la misericordia de Dios y el pecado del ser humano, que alcanzará su desenlace definitivo en Cristo; encarnación, pasión, muerte y resurrección de Cristo, que logran incorporar al ser humano al mismo destino glorioso de él.

 

c) Dimensión Vertical de la Historia de la Salvación.

La plegaria eucarística no solamente evoca y recuerda una historia de salvación pasada que tiene sus virtualidades hoy (memorial literario), sino que actúa esa salvación de un modo concreto en el hoy de la Iglesia que celebra. Esta actualidad de la salvación es expresada por la plegaria eucarística en el relato institucional, la anamnesis y la epiclesis. Veamos cómo.

En cuanto al relato institucional, ya hemos dicho cuál es propiamente su función. Esta viene explicitada sobre todo en la anamnesis, con la que forma una unidad literaria y de contenido al menos en Hip. Y digo "al menos" porque los textos utilizables para el estudio de la anamnesis son desgraciadamente muy escasos en este grupo de anáforas; en realidad se reducen a uno solo, el de la anáfora de Hip. De hecho, la anamnesis de TestDni coincide sustancialmente con Hip, salvo en que está dirigida a Cristo. Pero éste es un dato cuya explicación, visto el continuo cambio de personas a las que se dirigen las oraciones en esta anáfora, debe buscarse en influencias más bien textuales que doctrinales y no tiene relevancia para nuestras conclusiones. Se trata, pues, de un único testimonio que se remonta a la Tradición Apostólica. Epif y Fragm son inutilizables en este punto, pues su anamnesis no ha llegado hasta nosotros. Hom es un testimonio peculiar. La expresión "ofrecemos pan y vino, como él nos enseñó," ligada al anterior "haced así como memorial mío," es un testimonio indudable de la existencia de una anamnesis en la anáfora que refleja esta plegaria. La glosa propuesta: "cumpliendo el mandato de hacer el memorial del Señor como él nos enseñó, ofrecemos pan y vino," nos acercaría a una anamnesis del tipo de la de Hip. Pero la peculiar formulación del mandato-memorial del Señor a base de textos joaneos presenta una dificultad grande para lograr su recta interpretación. Es preferible, por tanto, dejarlo aparte y limitarnos a la anamnesis de Hip, bien atestiguada textualmente.

Esta se halla íntimamente unida, incluso gramaticalmente, al mandato del Señor, que pide renovar la celebración eucarística: "Cuando hacéis esto, hacedlo en memorial mío. Por eso, haciendo memoria... te ofrecemos... dándote gracias..." La anamnesis describe, pues, en primer lugar, la Eucaristía como memorial, después como sacrificio y luego como acción de gracias.

En conexión con lo dicho sobre el memorial cultual, debemos ahora repetir que éste no se refiere sólo a un recuerdo psicológico, interno, sino que comporta una realidad objetiva, un hacer presente de alguna manera el objeto conmemorado. Este objeto es aquí la muerte y resurrección del Señor, es decir, su misterio pascual. Como antes hemos explicado59, la misma anáfora pone de manifiesto el carácter objetivo del memorial al explicitarlo en categorías sacrificiales; el hecho de que la anamnesis haga presente la muerte y resurrección del Señor, lleva consigo que nuestra ofrenda de pan y vino sea en realidad la ofrenda del sacrificio pascual de Cristo. De este modo, el recuerdo de los acontecimientos históricos salvíficos (dimensión de pasado) cristaliza en una presencialización real y objetiva del núcleo de la Historia de la Salvación, el misterio pascual, en el hoy sacramental de la Iglesia (dimensión de presente), y sus efectos salvíficos se dejan sentir en la historia de la Iglesia como una garantía de la plenitud de participación en el misterio pascual de Cristo en la parusía (dimensión de futuro).

Como pone de manifiesto L. Bouyer,60 se ha verificado aquí una traducción en términos sacrificiales61 del contenido semítico del memorial. El significado sacrificial es todavía más subrayado al ser descrito como acción "sacerdotal" de la Iglesia. La expresión "servirte como sacerdotes" es posible que haga referencia al contexto en que se celebra esta eucaristía, la ordenación del obispo, que concelebra con los presbíteros, pero no excluye una referencia más general al servicio sacerdotal de la Iglesia entera, incluidos los fieles.

En conclusión, la anamnesis es el momento de la plegaria eucarística que, en unión con el relato institucional, expresa la irrupción sacramental del núcleo de la Historia de la Salvación en el momento presente de la Iglesia celebrante; es la presencialización sacramental del sacrificio pascual con todas sus virtualidades, y lleva por ello consigo una fundamental actitud de acción de gracias.

En cuanto a la epiclesis, contamos para su estudio, en primer lugar, con la formulada en Hip, que es asumida en sus líneas sustanciales por TestDni. Epif ha conservado la segunda parte de su epiclesis, sin que podamos saber con seguridad si existía una invocación por la venida del Espíritu Santo. Hom testifica la existencia de una epiclesis consagratoria del Espíritu Santo; pero la fórmula que posiblemente estuviera en la base del texto no ha llegado hasta nosotros.

En la epiclesis de Hip existe en realidad una doble súplica al Padre por el envío del Espíritu Santo: sobre los dones y sobre los fieles. La primera, sin especificar la acción del Espíritu Santo, puede ser testimonio de cómo nacieron algunas posteriores epiclesis de consagración. De hecho, Hom y Epif son testigos de ellas. El Espíritu, en estos casos, sin poder asegurarlo de Epif, se hace presente para posibilitar a la Iglesia la realización, la celebración del sacrificio pascual, ordenado a la salvación del ser humano, como especifica Epif. De este modo, la Iglesia, con la fuerza del Espíritu, hace la Eucaristía.

La súplica pone además de manifiesto una acción específica atribuida al Espíritu: realizar la unidad de la Iglesia62 y confirmar en la fe a los fieles para que, impulsados por esta fuerza motriz, prosigan una alabanza que ha de prolongarse hasta la parusía, donde llegará a total perfección. El Espíritu Santo se hace, pues, presente en la Iglesia, que es construida y alentada hasta su meta final mediante la Eucaristía. Dicho de otra manera: la Eucaristía hace la Iglesia.

En conclusión, y a pesar de los pocos elementos que este tipo de anáforas nos ofrece sobre la epiclesis, podemos afirmar que ésta se presenta como el momento de la celebración eucarística en que se expresa la conversión del pan y el vino en fuente de salvación para la Iglesia: es la presencialización sacramental de la acción salvadora del Espíritu en la Iglesia.

 

d) Aportaciones a la Teología de la Eucaristía.

Baste aquí una simple enumeración de algunos temas teológicos que han de ser profundizados en una reflexión posterior cuando contemos con más datos.

En primer lugar, la Eucaristía celebrada por la Iglesia se presenta como un lugar privilegiado del acaecer de la salvación. No es sólo un recuerdo de la salvación pasada, sino que es un acontecimiento de la vida de la Iglesia en el que toda la Historia de la Salvación se presencializa sacramentalmente en su núcleo: el misterio pascual; un acontecimiento en el que la salvación se hace presente y actuante, en el que sucede la salvación.

La Eucaristía es sacrificio en cuanto que es memorial, es decir, en cuanto que hace presente el sacrificio glorioso de Cristo en la cruz y ofrecido por la Iglesia al Padre. No es un nuevo sacrificio, sino la presencialización sacramental del único sacrificio de Cristo. De una manera especial es considerada por Hip, TestDni y quizá Epif, como la anamnesis de la pasión y resurrección del Señor, y por ello se sitúa la institución eucarística en el centro de la plegaria, uniendo a ella los efectos redentores de la pasión-resurrección de Cristo, especialmente la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo, y la conquista de la inmortalidad mediante la resurrección.

La dimensión de acción de gracias en la Eucaristía es algo esencial a ella. Esta dimensión no surge solamente de una consideración de las misericordias que Dios hizo con nosotros en el pasado, sino que toma también su aliento de la presencialización en el hoy de la Iglesia del núcleo de esa historia salvífica, es decir, del sacrificio pascual de Cristo que la Iglesia ofrece. Por eso, la acción de gracias puede identificarse incluso con este mismo sacrificio, tomando ella misma una connotación sacrificial. Así se deduce por lo menos de tres testimonios: la anamnesis de Hip, en que se da gracias por el ejercicio del ministerio sacerdotal; la oración que engloba la primera parte de la epiclesis en TestDni, donde, sin más, se dice: "Te ofrecemos esta acción de gracias, eterna Trinidad"63; el tercer párrafo del Fragm, en que se efectúa la transición de la acción de gracias al aspecto sacrificial de la Eucaristía, calificando el sacrificio eucarístico de la única alabanza capaz de dar cumplidamente gracias por la misericordia de la salvación.

La Eucaristía comporta una dimensión eclesiológica y escatológica. Eclesiológica en un doble sentido: en cuanto que se celebra en la Iglesia bajo la acción potenciadora del Espíritu y en cuanto que esta misma acción del Espíritu construye la Iglesia en su unidad. Escatológica, en cuanto que el memorial del sacrificio de Cristo que se celebra es la garantía de la plena salvación, hacia la que la Iglesia camina, y en cuanto que el Espíritu construye y reúne esa Iglesia, mediante la Eucaristía, hasta su congregación final, cuando cantará el cántico perfecto sin interrupción. Este doble aspecto se expresa bien con los enunciados clásicos: la Iglesia hace la Eucaristía, la Eucaristía hace la Iglesia.

De la interpretación de la anamnesis como respuesta de la Iglesia a lo que el Señor mandó hacer en memorial suyo, se deduce que lo que se debe hacer no es simplemente evocar un recuerdo, sino ofrecer el sacrificio de Cristo y participar del pan y el vino eucarísticos. Este último aspecto, la comunión, es subrayado en la epiclesis de Hip al pedir la plenitud del Espíritu Santo para "los que participan en tus santos misterios." TestDni es aún más explícito en este lugar, pues llama al pan y al vino "comida y bebida" y pide al Espíritu Santo gracias para los que "participando reciben tus santos misterios."64 Es en esta línea, probablemente, como hay que entender la peculiar formulación del mandato de Jesús que presenta Hom: "Haced así, como memorial mío en medio de vuestras Iglesias, y recibid mi cuerpo y mi sangre con fe."

Finalmente, al presentar Hip una estructura tan unitaria y sin fisuras desde el comienzo de la acción de gracias hasta el final de la narración de la institución y al carecer de una epiclesis que exprese claramente el momento consagratorio, parece ser un ejemplo de plegaria, en la cual la consagración no puede situarse en ningún momento concreto, sino atribuirse, más bien, a la plegaria entera.65 Tal idea parece adquirir fuerza por el gesto de imposición de manos del obispo a lo largo de toda la plegaria, tal y como se deduce de la introducción a la misma: "que los diáconos le presenten la oblación (al obispo), y que él, extendiendo las manos sobre ella con todo el presbiterio, diga dando gracias..." Con dom G. Dix, se pueden evocar a este respecto los ritos similares en la ordenación del obispo (n.2), el exorcismo prebautismal (n.20) y la confirmación (n.21). Para él, en todos estos casos tal gesto de bendición "corno la preparación a recibir una gracia sacramental.66 Sin embargo, con más justeza se ha notado recientemente que en estos casos se trata, mejor, de una consagración.67 Para el caso de la plegaria eucarística debemos aún citar un pasaje en que se alude a su carácter consagratorio general. Se trata de la misa tras la administración del santo bautismo:

 

"Entonces será presentada al obispo la oblación por los diáconos, ν él dirá la acción de gracias: sobre el pan, para que sea representación (άντίτυπος) Ώel cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado con agua, para que sea imagen (ομοίωμα) de la sangre, que ha sido derramada por todos los que creen en él."68

Prescindiendo del exacto significado de los términos griegos, que hemos traducido por "representación" e "imagen," y que ciertamente no es un mero significado simbólico (consúltese, p.ej., el respeto debido a las especies eucarísticas,69 lo que nos interesa constatar es la expresión de finalidad consagratoria de la plegaria eucarística, sin distinguir ninguna de sus partes, que aquí se deja claramente ver. Como dice L. Maldonado a propósito de este texto, "la bendición berakática implica siempre, y como primer paso, un "porqué" (ότι); pero tambiιn, si bien más inmediatamente, un "para qué."70

 

 

1 Esta terminología y clasificación de las anáforas está tomada de L. ligier (Célébration divine et anamnése dans la premien partie de l'anaphore ou canon de la Messe oriéntale: Gregorianum 48 [1967] 225-252 = EOO II 139-178). Por anáfora entendemos en este trabajo la parte correspondiente en la liturgia oriental al canon de la misa romana (así dom F. cabrol, Anaphore: DACL I 2,1808-1809). Comprende, por tanto, desde el "Estemos atentos" del diácono hasta la doxología que precede al padrenuestro (cf. también A. raes, Anaphora: LTK I 488; A. baumstark, Anaphora: RAC I 422-425). M. rranz, en su estudio L'économie du sa/ut dans la priére du Post Sanctus des anaphores de e antiochiéen: LMD 106 (1971) 46-75, propone una clasificación de las anáforas siro-antioquenas a partir del tema central de la conmemoración de la salvación (que él nomina Post-Sanctus, según la terminología de la liturgia hispano-galicana), determinaos textos bíblicos, que él considera centrales. Aunque la intuición es interesante, tiene aquí en cuenta porque se refiere sólo a una familia litúrgica y deja de lado los elementos estructurales de la anáfora que son importantes para nuestro estudio.

2 La terminología se separa aquí un poco de la usada por L. Ligier en el artículo antes él se denomina a esta sección "anamnesis en sentido amplio," para distinguir la anamnesis en sentido estricto," situada tras la narración de la institución nanum, o.c., 225 nt.l). En castellano, el término conmemoración tiene casi todas las del término anamnesis, ya que es una traducción del anterior y pone claramente ese recuerdo o llamada de atención de las maravillas realizadas por Dios, es decir, significa y subraya suficientemente el carácter anamnéti-Harnadesía parte. de la anáfora Por otro lado, evita el tener que estar constantemente 0 'a atención sobre de qué anamnesis se trata.

3 La clasificación ha sido sugerida por I. H. dalmais (Quelques granas themes tbéologiques des anaphores orientales: EOO, II 179-195, esp. 182-183).

4 Para la clasificación de las siguientes tradiciones y familias litúrgicas orientales pueden consultarse las siguientes visiones generales: J. M. hanssens, Institutiones liturgicat de ritibus orientalibus. III. De Missa orientalium (Roma 1932); sobre la anáfora cf. 345-485; S. salaville, Liturgies orientales. II. La Messe (París 1942); I. H. dalmais, Les liturgies d"Orient (París 1959) (trad. esp.: Las liturgias orientales, Andorra 1961); Β. βοττε, Ritos} familias litúrgicas, en A. G. martimort, La Iglesia en oración. Introducción a la liturgia (Barcelona 1965) 45-46. Uno de los mejores trabajos sigue siendo el de A. baumstark, Anaphora: RAC I 418-427. La historia de la identificación de la Tradición Apostólica y de su atribución a Hipólito le verse en J. quasten (Patrología I 470-473, con amplia bibliografía) y en el "rologo de la edición de B. Borre (La Tradition Apostolique de Saint Hippolyte. Essai de reconstituían: LQF 39 [Münster W. 1963] I). Sobre esta obra cf., entre otras, la recensión : E. C. ratcliff, en JTS 15 (1964) 402-407. 6 Cf. L. bouyer, Eucharistie 158-169.

5 La historia de la identificación de la Tradición Apostólica y de su atribución a Hipólito le verse en J. quasten (Patrología I 470-473, con amplia bibliografía) y en el 'rologo de la edición de B. Borre (La Tradition Apostolique de Saint Hippolyte. Essai de reconstituían: LQF 39 [Münster W. 1963] I). Sobre esta obra cf., entre otras, la recensión : E. C. ratcliff, en JTS 15 (1964) 402-407.

6 Cf. L. bouyer, Eucharistie 158-169.

7 Cf. B. botte, La Tradition XVII XLIV; ibid., A propos de la "Tradition Apostolique": RechThéolAncMéd 3 (1966) 177-186. El palimpsesto de Verona fue editado por E. hauler (Didascaliae apostolorum fragmenta veronensia latina, Leipzig 1900). La lista de fuentes y de ediciones críticas puede consultarse en la edición antes señalada de B. botte, V. Se deben añadir: B. botte, Hippolyte de Kome. La Tradition Apostolique: SC 11 (París 21970); J. M. hanssens, La liturgie d"Hippolyte. Documents et études (Roma 1970) (sinopsis de los documentos emparentados con la Tradición Apostólica). Una buena descripción de las fuentes también en J. M. hanssens, La liturgie d"Hippolyte. Les documents, son tita/aire, ses origines et son caractére (Roma 1959; repr. 1965); sobre esta obra cf. B. botte, en BullThéolAncMéd 8 (1960) 575-577, y la respuesta de hanssens, en Gregorianum 42 (1966) 177-186.

8 E. schwartz, Über die pseudoapostolischen Kirchenordnungen (Estrasburgo 1910); R. Η connolly, The so-called Egyptian Church Order and derived Documents: Texts and Studies VIII 4 (Cambridge 1916).

9 Aunque no puedo estar totalmente de acuerdo con sus conclusiones, es conveniente citar aquí la reciente obra, de J. magne, Tradition Apostolique sur les charismes et Diataxeis des Saints Apotres. Identification des documents et Analyse du rituel des Ordinations (París 1975). El autor defiende que el "documento x" (lo que actualmente se entiende por Tradición Apostólica) no es una obra de Hipólito, sino una compilación anónima que contiene elementos de diferentes épocas. Esta compilación merece, por su contenido, el título que le da el fragmento descubierto por M. richard (cf. Quelques fragments des Peres antenicéens et nicéens: Symbolae Osloenses 38 [1936] 76-83), y que el autor ha llevado al título mismo de su obra. Lo más importante que nos dice este trabajo es que las cuestiones en torno a Hipólito y la Tradición Apostólica están lejos de haberse solucionado completamente. Proporciona, además, una bibliografía completísima sobre toda la problemática en torno a la Tradición Apostólica y problemas conexos, ordenada por orden cronológico de aparición de los distintos estudios y con breves resúmenes sobre su contenido. La discordancia de este autor con dom Botte es total. Cf. la recensión de I.-H. dalmais, en LMD 129 (1977) 166-167.

10 P. nautin, Hippolyte et josipe (París 1947); bibliografía sobre esta controversia en J. quasten, Patrología I 454 y 456.

11 Así, con pequeñas variantes, J. A. jungmann, El sacrificio de la misa 46-51; cf. también en este sentido las últimas puntualizaciones de B. botte, Tradition Apostolique et Canon Romain: LMD 87 (1966) 52-61; trad. esp. en El canon de la misa (Barcelona 1967, 223-234) y en el prólogo de su segunda edición de la Tradición Apostólica en la colección SC, cit. en nt.7.

12 El origen alejandrino es defendido por J. M. hanssens (cf. bibliografía en n.7). Últimamente, y al menos por lo que se refiere a la anáfora, se inclina por un origen sirio M. A. smith (The Anaphora of "Apostolic Tradition" re-considered: Studia Patrística X/I; TU 107 [1970] 426-430). El argumento de este último autor se basa en que las anáforas conocidas hasta ahora de las mismas características que la contenida en la Tradición Apostólica son todas de origen sirio y suponen haber sido creadas en alguna parte de la Siria de lengua griega. Por esta solución parece también inclinarse L. bouyer (Eucharistie 168), aunque dando gran importancia a la intervención personal de Hipólito.

13 "Episcopus autem gradas agat secundum quod praediximus. Nullo modo necessa-rium est ut proferat eadem verba quae praediximus, quasi studens ex memoria, gratias agens deo; sed secundum suam potestatem unusquisque oret. Si quidem aliquis habet potestatem orandi cum sufficientia et oratione solemni, bonum est. Si autem aliquis, dum orat, proferí orationem in mensura, ne impediatis eum. Tantum oret quod sanum est in orthodoxia" (B. botte, La Tradition 28).

14 Cf. H. elfers (Die Kirchenordnung Hippolyts von Rom. Paderborn 1938), quien sólo para la anáfora pone de relieve seis casos (p.50-54); R. H. connolly (The Eucharistic Prayer of Hippolytus: JTS 39 [1938] 350-369) aduce también varios testimonios.

15 Esto se debe deducir, al menos, de una obra que se presenta en Roma con el nombre mismo de su autor y con la intención clara de resucitar una tradición probablemente ya casi perdida; cf. Traditio Apostólica n.\. (Aquí, como en el texto, seguiré, a partir de ahora, la numeración de la edición de B. botte, La Tradition, o.c.)

16 La Tradition 10-17; el texto latino de la anáfora según la edición de hauler (o.c., 106-107) puede además consultarse en FP 29-30; TEP 116-123 ofrece una selección de los textos eucarísticos de la Tradición apostólica en latín y castellano; la anáfora también en PE 80-81.

17 Sobre el diálogo introductorio, que aquí no estudiamos, cf. en general, entre otros trabajos, J. A. jungmann, El sacrificio de la misa 659-665; C. A. bouman, Variants in the introduction to the Eucharistic Prayer: Vigiliae Christianae 4 (1950) 94-115; A. baumstark Liturgie comparte 92,94. L. bouyer ve en la fórmula de Hipólito "Gradas agamus Domino," fórmula judía de introducción a la acción de gracias del banquete festivo con menos de diez personas, un dato sobre el tipo de liturgia que Hipólito quería resucitar: la liturgia de épocas turbulentas, cuando sólo unos pocos cristianos podían reunirse a celebrar la eucaristía; cf. Eucharistie 181.

18 Este pasaje manifiesta con bastante claridad la cristología de Hipólito, de tendencia claramente subordinacionista. En efecto, Hipólito concibe la generación del Verbo como un desarrollo en tres tiempos: Verbo concebido por el Padre antes de la creación del mundo, interno e inmediato a él; Verbo preferido por el Padre, mediante el cual crea todas las cosas, y, finalmente, el Verbo encarnado, con lo que se hace y se manifiesta Hijo perfecto; cf. B. capelle, Le Logas, Fus de Dieu, dans la tbéologie /Hippolyte: RechThéolAnc-Méd 9 (1937) 109-124; J. quasten, Patrología I 487-488. Por otra parte, la expresión "mensajero de tu designio" contiene, probablemente, una alusión a Is 9,6: μεγάλης βουλής άγγελος; segϊn el pasaje del Comentario a Daniel II 32, se le designa así al Hijo porque nos anuncia los misterios del Padre; cf. R. H. connolly, The Eucharistic Prayer 356, donde se encontrarán testimonios paralelos de San Ireneo y San Justino. En cuanto a la expresión "ex spiritu sancto et virgine natus," Connolly afirma que en el contexto de ideas de Hipólito no habría que interpretarse del Espíritu Santo, sino, más bien, como del Logos, a quien Hipólito en otros pasajes llama también πνεύμα; cf. ibid., 358-359. La afirmaciσn, sin embargo, no parece probada; véanse las objeciones que hacemos más adelante a J. Betz, que defiende proposiciones semejantes.

19 La expresión "extendit manus cum pateretur" es una alusión a la muerte en la cruz de Jesús, por medio de la cual somos librados de los pecados y reconciliados con el Padre; la misma idea se encuentra en la Epístola de Bernabé, San Justino y San Ireneo; cf. R. H. connolly, o.c., 360.

20 "This verse emphasizes the unique manner of his exaltation, which is not to be in clouds of glory but upon the cross (...). (...) The purpose of the Son of man"s exaltation is the salvation of those who believe" (C. K. barret, The Cospel according to St. John [Londres 1965; reimpr. de la 1.a ed. de 1958] 178-179); cf., igualmente, R. schnacken-burg, Das ]ohannesevangeliutn (Friburgo Br.-Basilea-Viena 1965) I 407-411.

21 Las expresiones "et vincula diaboli dirumpat," "et infernum calcet et iustos inluminet," en paralelo con Trad. Apost. n.41 (Β. βοττε, La Tradition 91-92), cuando habla de la oración a la hora nona, hora en que Dios, tras la muerte de Jesús, se acordó de los justos que estaban en el infierno y les envió su Verbo para conducirles a la luz, son una alusión al descenso de Jesús al hades, desde donde condujo a los justos a la luz. En este contexto, la expresión "terminum figat" parece que se deba interpretar como "fijar el término" de la detención de los justos en el hades; cf. R. H. connolly, o.c., 361-362; otra interpretación en H. lietzmann (Messe und Herrenmahl 160-161; ed. ingl. 130-131).

22 G. Dix habla también del relato institucional como centro de la plegaria eucarística, pero desde otra perspectiva. Para él, la institución eucarística queda integrada en la misma realización del designio salvador de Dios como un acontecimiento de salvación; más aún: como el acontecimiento central al que converge toda la plegaria: "Hippolytus regards only holy communion as the means by which Christ "abolishes death" and "rends the bonds of the devil" in the faithful communicant. It is a means of "enlightenment" and "a demonstration of the resurrection" (cf. John VI,53-57)" (The Shape of the Eitury 160-161). Aunque esta interpretación es gramaticalmente posible, sin embargo, el puesto central de la pasión y muerte del Señor, puesto claramente de relieve en el párrafo anterior tal y como hemos subrayado, parece que debe mantenerse también aquí.

23 La expresión latina "adstare coram te et tibí ministrare" es una traducción insuficiente del palimpsesto veronense; tanto la versión etiópica como la reelaboración del Testamentar" Domint confirman el término conservado por Const. Apost. VIII: ιερατρευ-ειν, es decir, la traducciσn latina sería: "adstare coram te et tibi sacerdotium exhibere"; cf. Β. βοττε, La Tradition 17 nt.3. La expresión se refiere principalmente al obispo y sacerdotes concelebrantes, dado el contexto; pero no parece excluir una más amplia referencia a la Iglesia general; cf. L. bouyer, Eucharistie 178.

24 Sobre la autenticidad de esta epiclesis, negada por G. Dix (The Treatise on the Apostolic Tradition ofSt. Hippolytus afeóme [Londres 1937] 75-78), cf. C. C. richardson (The so-called Epiclesis in Hippolytus: The Harvard Theological Review 40 [1947] 101-108) y, sobre todo, Β. βοττε (L"épiclese de l"anaphore (ftíippolyte: RechThéolAnc-Méd 14 [1947] 241-251), donde muestra que en el Testamentum Domini, si se hace una cuidadosa retroversión del siríaco al griego, aparece también la epiclesis primitiva de la Tradición Apostólica. Sobre las objeciones que L. bouyer (Euchari"stie 170-177) ha puesto a este trabajo, cf. la respuesta de dom Borre en A propos de la Tradition Apostoli-que 183-186.

25 El objeto de "in unum congregans" no puede ser la oblación, sino la Iglesia o los participantes; la razón principal es que la frase original que subyace a esta traducción debe ser εις |ν συνάγων, eco de Jn 11,52; cf. B. Borre, L"épiclese 249; R. H. connolly, The Eucharistic Prayer 363-364.

26 La idea es semejante a la de Did. 9,4, pero la fuente de este modo de pensar debe buscarse en San Ireneo, como advierte R. H. connolly (o.c., 364-367), quien estudia expresamente en este sentido el pasaje de Adversus haereses III 10; se habla en él de un modo expreso de la acción unificadora del Espíritu, recogiendo el simbolismo de unidad encerrado en el pan eucarístico, probablemente de 1 Cor 10,17; connolly afirma a este propósito: "The eucharistic bread then, by its composition, is a symbol of the unión of the faithful in Christ, und further ¡Ilústrales the working of the Holy Spirit, in the faithful, by which this unión is effected" (p.365). Estas ideas, como el mismo autor muestra a continuación, se reflejan, en varios casos, en las obras de Hipólito. La conclusión es que "Hyppolytus in the prayer does not expressly say, as Irenaeus does, that the gathering together of the faithful "into one" is the work of the Holy Spirit; but there can be little doubt that that is the underlying thought" (p.366).

27 Así piensa R. H. connolly: "Reading the "Epiclesis" of our prayer in the light of contemporary ideas, I am unable to find in it a petition for any action of the Holy Spirit on the oblation itself. The only action of the Holy Spirit which it speaks of, or implies, has for object the minds and hearts of the faithful communicants, while the constituent elements of the oblation, as already unified, suggest what that action should be to bring God"s people together "into one"" (o.c., 367). La misma afirmación en Β. βοττε (L"épiclese 251).

28 La evolución de la epiclesis, tanto literaria como teológicamente, aparece de modo claro, aunque el artículo no trate directamente del tema, en B. schultze (Die dreifache Herabkunft des Heiligen Geistes in den ostlichen Hochgebeten: OtskS 26 [1977] 105-143).

29 Así piensa, con razón, A. raes en su recensión a la edición de la Tradición Apostólica de Borre (en OChP 31 [1965] 451-453). Por su parte, J. betz (Die Eucharistie in der Zeit 336-341) sostiene que entre la epiclesis del Espíritu de Hipólito y la epiclesis del Logos, según él atestiguada ya en esta época, no se da una diferencia de contenido, sino sólo de terminología. Emplea para ello un doble argumento. En primer lugar, la concepción peculiar que tiene Hipólito del Espíritu, a quien no adjudica el término de "persona," sino el de obra que equivale a la constitución del Logos como Hijo en la encarnación; por tanto, pneuma es, para Hipólito, el Logos, en cuanto que manifiesta a los hombres su divinidad en la obra es decir, en su encarnación en las entrañas de María. Consecuentemente, la epiclesis de Hipólito equivale a una epiclesis del Logos, y es por ello consecratoria, en cuanto que la súplica del Espíritu sobre los dones ofrecidos pone de manifiesto la encarnación sacramental del Logos, que es la presencialización de la encarnación histórica. El segundo argumento se basa en que una epiclesis del Logos existe desde el comienzo de la cristiandad primitiva y se continúa hasta el siglo iv; la epiclesis de la anáfora de Hipólito se situaría en este contexto. La interpretación de Betz parece, sin embargo, tener algunos inconvenientes. Así, siguiendo su lógica interpretativa hasta el final, la segunda parte de la epiclesis, que pide la plenitud del Espíritu Santo para los fieles, debería interpretarse también del Logos, e igualmente la mención del Espíritu en la doxología, íntimamente unida a la epiclesis. Sin embargo, en estos dos últimos casos es claro que no se habla del Logos, aunque pueda seguir manteniéndose la peculiar pneumatología de Hipólito. En consecuencia, siguiendo la interpretación propuesta por Betz, habría que admitir que en la misma epiclesis se habla de un envío del Logos sobre la oblación y de un envío del Espíritu sobre los fieles, es decir, de dos personas diversas. No creo que este modo de hablar pueda fundamentarse en ningún texto de la época. Por eso me parece más ajustada a la realidad del texto la suposición de dom Botte, quien piensa en la probabilidad de que la epiclesis con que concluye la anáfora haya sido añadida para completar el esquema trinitario de la misma; cf. Tradition Apostolique et canon romain 58-59 (trad. esp. 230). Tampoco parecen completamente probativos los testimonios que J. Betz propone para probar la existencia de una epiclesis del Logos anterior a Hipólito. La invocación del Nombre (Jesús) en la Didajé no es una epiclesis aún en sentido estricto, como tampoco la invocación Maranatha; en cuanto al testimonio de Justino, puede interpretarse de otra manera, como hemos aludido en la primera parte de este trabajo (cf. p.64). Los demás testimonios aducidos, anteriores y posteriores, salvo el de la anáfora del eucologio de Serapión, no son claros y pueden recibir otras interpretaciones igualmente probables.

30 Sobre los rasgos peculiares de esta doxología, que revelan la mano directa de Hipólito, cf. R. H. connolly, o.c., 368-369.

31 El texto siríaco con traducción latina puede verse en la edición de I. E. rahmani, Testamentan Domini nostri lesu Christi (Maguncia 1899) 39-45 (rahmani); texto latino y bibliografía en FP 235-237; PE 219-222. Sobre la tradición documentaría y el valor del texto en relación con la Tradición Apostólica, cf. B. botte, La Tradition XXVI-XXVH y XLII, quien demuestra que el Testamentum Domini no remonta al original de la Tradición Apostólica, y, por tanto, hay que guardarse de ver en él un texto más puro de la obra de Hipólito.

32 M. A. smith (The Anapbora of Aposto/te Tradition reconsidered 430) propone que el Testamentum Domini habría adoptado un procedimiento semejante a la asunción de pasajes de la Didajé por la anáfora del eucologio de Serapión o del papiro Der-Balyzeh, aunque la anáfora estaría basada en una plegaria del estilo de las de Constituciones apostólicas (VII 33-38); éstas habrían sido insertadas en dos momentos concretos en el texto tomado de la Tradición Apostólica. La anexión de textos en esta anáfora resulta evidente de un examen atento de su estructura, sobre todo por el constante cambio de las personas divinas a quienes la plegaria se dirige. Comienza la anáfora con una conmemoración formada por tres partes bien distintas: una acción de gracias a Dios Padre por la salvación que nos viene de Cristo; una alabanza y súplica dirigida a Cristo; una acción de gracias dirigida nuevamente al Padre, creador, por la encarnación y pasión de Cristo. Unida a la anterior acción de gracias sigue la narración de la institución. La anamnesis, a continuación, va dirigida a Cristo, y, por lo demás, casi coincide en todo con la de Hipólito. Sigue la primera parte de la epiclesis, englobada en una oración-ofertorio, dirigida esta vez a la Trinidad. Tras unas intercesiones dirigidas al Padre, sigue la segunda parte de la epiclesis y la doxología, también dirigidas al Padre y casi igual a las de Hipólito.

33 rahmani 39; PK 219.

34 rahmani, 39; PE 220. Esta ampliación está en la misma línea de la que hemos expuesto al comentar el texto equivalente de la anáfora de Hipólito a partir de Jn 6,39 y 1 Tim 2,4.

35 "Tu, Domine, fundator excelsorum, tu rex thesaurorum lucidorum, tu inspector Sion caelestis, rex ordinum archangelicorum, dominationum, laudum, thronorum, indu-mentorum, luminum, laetitiarum deliciarumque; Pater regum, qui cuneta manu tua tenes et moderaris per consilium tuum, per Filium tuum unigenitum, qui crucifixus est pro peccatis nostris. Tu, Domine, Verbum tuum, Filiumque tuae existentiae, per quem omnia fecisti, cum in ipso comp/acueris, in uterum virginalem misisti..." (RAHMANI, 41; PE 220). El subrayado indica lo coincidente con la anáfora de Hipólito.

36 rahmani, 41-43; PE 220. Lo subrayado indica las coincidencias con Hipólito. La extraña fórmula del mandato memorial podría provenir de una confusión entre ανάστα-σις y άνάμνησις; otra explicaciσn da R. D. richardson (Introduction and Supplemen-tary Essaj, en H. lietzmann, Mass and Lora"s Supper 416-417).

37 Alusión al hades; cf. p.83 nt.21.

38 No pocas de las ideas aquí expresadas se encuentran más ampliamente expuestas en la mistagogia con la que el obispo debe instruir a los fieles antes de la celebración de la Eucaristía; "ut sciant cuiusnam participes fiant in sacris mysteriis et cuiusnam memoriam agant per eucharistiam" (rahmani, 67; toda la mistagogia en p.58-67). En esta bellísima exposición de la Historia de la Salvación, la perspectiva es absolutamente cristológica, recorriéndose toda la vida de Cristo desde su envío por el Padre hasta la ascensión; en ella se orienta claramente toda la acción salvífica de Cristo como una liberación del pecado, de la muerte y del diablo. Nótese en esta formulación cómo la Eucaristía celebra el memorial de la pasión salvadora.

39 La ed. en G. garitte, Un opuscule grec traduit de farménien sur l"addition d"eau au vin eucharistique: Le Muséon 73 (1960) 297-310. Se trata del manuscrito 1699 del Sinaí; trad. lat. en PE 262-263.

40 Cf. B. botte, Fragments d"une anaphore inconnue attribuée a S. Epiphanie: Le Muséon 73 (1960) 311-315; a las mismas conclusiones sustancialmente llega H. engberding (Zur griechischen Epiphaniusliturgie: ibid., 74 [1961] 135-142) tras una comparación de esta anáfora con la siríaca del patriarca Timoteo de Alejandría. En cuanto a la datación, dada la cristología calcedoniana que refleja este texto y la ausencia de los argumentos del concilio de Trullo (680) contra los que condenan la mezcla del agua con el vino eucarístico, dom botte la sitúa entre el 450 y el 680, inclinándose más hacia la primera fecha; este dato es confirmado por dom engberding al mostrar que la anáfora de Epifanio ha sido usada por la de Timoteo de Alejandría, compuesta posiblemente por el patriarca Timoteo III (518-535) o quizá por el anterior patriarca Timoteo II Aelurus.

41 Fragments 315.

42 Esto parece deducirse de las puntualizaciones de botte y engberding y es explícitamente afirmado por M. A. smith (The Anaphora 428).

43 El adjetivo ζωοποιός, aplicado a la muerte de Cristo, se encuentra en la narraciσn de la institución de la anáfora griega de Santiago (ed. mercier, 200,27; PE 246). Los tres adjetivos, unidos y aplicados a la muerte de Cristo, en la anáfora de San Basilio bizantina (ed. brightman, 327; PE 234). "Gloriosa" traduce aquí άοίδιμον, “digna de ser cantada.”

44 M. A. smith, The Anaphora 428-430. Como afirma el autor, la cuestión de si la homilía es auténtica o no de Narsés no afecta a este pasaje.

45 "That He gaves thanks and blessed is written in the Cospel full of Ufe: what He said the chosen Apostles have not made known to us. The great teacher and interpreter Theodorus has handed down the tradition that our Lord spoke thus when He took the bread"; trad. ingl. del texto siríaco por R. H. connolly, The liturgical Homilies of Narsai, translated into english; with an appendix by E. Bishop: Texts and Studies VIH 1 (Cambridge 1909) 16.

46 Cf. R. H. connolly o.c., XLIX; cf. también J. quasten, Patrología II 427.

47 Cf. la traducción inglesa de connolly (o.c., 16-17).

48 Esta expresión, con sabor adopcionista, recuerda la teología del "assumptus homo" de Teodoro de Mopsuestia (cf. J. quasten, Patrología II 434-436, con bibliografía) y puede ser un indicio más de que esta cita es anterior al concilio de Efeso (431).

49 A. mai, Scríptorum veterum nova collectio e vaticanis codicibus edita III (Roma 1828) 2 : ML 611B-612B). El fragmento es reproducido y brevemente comentado por G. mercati, Antiche reliquie liturgiche Ambrosiane e Romane. III Frammenti liturgici latini tratti da un anónimo arriano del sec. IV- V: Studi e Testi 7 (Ciudad del Vaticano 1902) 47-56. Ha sido también editado por L. K. mohlberg, Sacramentarium Veronense (Rerum ecclesiaticarum documenta, series maior. Fontes I) (Roma 1956) 202. El texto se encontrará también en PE 422.

50 Cf. G. mercati, o.c., 53 nt.33; G. Dix (The Shape 539-542), que afirma lo siguiente: "The date of this document can unfortunately only be fixed vaguely, between c. AD. 380 and 450 (or even a little later). It probably comes from N. Italy as Mai suggested. The Arian last evidently got hold of the sacramentary of the local baptism and confirmation (...), but alternative eucharistic prayers (like the Eastern rites and (?) the African collection of Milevis). Both of these N. Italien prayers are related to the Román canon, but probably as "brothers" rather than ancestors." Un poco más adelante, refiriéndose al segundo fragmento de plegaria eucarística que el texto nos ha conservado, afirma: "In the latter the remains of the oíd "thanksgiving series" are plain in (1) and (2) (los dos primeros párrafos). And it is continued far enough for us to be sure by a comparison with the Román prayer that it reached the equivalent of the Te igitur, paragraph without any "preface" (in the later sense) or sanctus at all" (p. 540-541). Los subrayados y demás signos son todos del autor.

51 Para aligerar el texto se usan en él las siguientes abreviaturas:

anáfora de Hipólito: Hip;

anáfora del Testamentum Doraini: TestDni;

anáfora de Epifanio: Epif;

anáfora contenida en la homilía XVII de Narsés: Hom;

anáfora del fragmento anónimo arriano: Fragm.

52 La especial concepción que Hipólito tiene del Espíritu Santo no afecta a esta visión trinitaria, que se reasume en la doxología; cf. R. H. connolly, The Eucharistic Prayer 368. TestDni menciona varias veces a las tres personas e incluso una vez a la Trinidad; pero la estructura trinitaria básica de la plegaria es fundamentalmente la de Hipólito, aunque hay que suponer una cristología y pneumatología más avanzadas.

53 Nada podemos deducir de Fragm; tampoco se pueden deducir de ello argumentos negativos.

54 La terminología está tomada de la discusión acerca de la Historia de la Salvación entre Cullmann, que acentúa la dimensión horizontal-temporal-histórica de la Historia de la Salvación, y Bultmann y la escuela bultmaniana, que ponen el acento en la dimensión vertical-trascendental-existencial de la misma; sobre esta dimensión, y usando esta terminología, cf. L. malévez, Le message de jesús et l"histoire du salut: NRT 89 (1967) 113-114.

55 Equivalente expresión en TestDni. También de un modo expreso menciona la "economía" Hom: "a lo largo de todas las generaciones, tú has actuado y llevado a término tu economía."

56 "Credentes confitemur, ipsum esse lucem, salutem, salvatorem, protectorem, auxiliatorem, doctorem, liberatorem, remuneratorem, adiutorem, confirmatorem, murum nostrum" (Testamentum Domini I 28; rahmani, 6

57 έπ” εσχάτου των ήμερων τούτων: se trata de un genitivo epexegιtico, que M. zerwick traduce: "in fine, i.e. diebus his"; podría tratarse también de un genitivo de tiempo, y en ese caso la traducción sería: "novissime, diebus istis" (Analysis philologtca Novi Testamenti [Roma 31966] 492). El tema que está en la base, tanto del texto bíblico como del de las anáforas que comentamos, es el de la plenitud de los tiempos; cf. P. lamarche, Plenitud: VTB 619-620.

58 La perfecta libertad de Jesús es uno de los rasgos del relato joánico de la pasión; cf. 10,18; 13,1-3; 19,11-28. La terminología es fluctuante en los textos que estamos comentando; así, Hip, y con él TestDni, aplican el adjetivo de "voluntario" a la pasión; Epif a la muerte; Hom habla, en la narración de la institución, de la sangre voluntariamente derramada. La idea es siempre la misma.

59 Cf. p.84-85.

60 Eucharistie 177-178.

61 El término offerimus de la anamnesis tiene un significado sacrificial estricto y no amplio, como sucede a continuación en la ofrenda de aceitunas y queso (n.5 y 6). Así lo exige el contexto anterior, en que se habla del obispo, el cual con la ordenación adquiere la posibilidad de ser "offerentem tibi odorem suavitatis" (n.3); según el AT, "odor suavitatis" es equivalente a "sacrificium in odorem suavitatis"; cf. Ex 29,18; Lev 1.9-13.17; 2,2.9 et passim.

62 Aunque la acción es atribuida directamente al Padre, se deja percibir este efecto como proveniente del Espíritu Santo; cf. nt.25. La "congregado in unum" se debe entender en el sentido de la reunión de la Iglesia de que habla la Didajé, con un sentido profundamente escatológico.

63 rahmani, 42-43; PE 221.

64 rahmani, 42-43.44-45; PE 221-222.

65 Así opina O. casel en su recensión a la obra de H. elfers sobre la Tradición Apostólica: ArchivLitWiss 2 (1952) 115-132.

66 Cf. The shape of the Liturgy 125-126.

67 Cf. J. de watteville, Le sacrifice 171-173. El autor deduce, con razón, de estos textos la fuerza consgratoria de la plegaria eucarística de Hipólito, aunque parece querer localizar esta acción consagratoria en la primera parte de la epiclesis, que pide el descenso del Espíritu Santo sobre la oblación; en consecuencia, concluye que no se debe aceptar la distinción entre epiclesis consecratoria y epiclesis de comunión en Hipólito. A mi modo de ver, no es necesario llegar a estas conclusiones, ya que es toda la bendición la que es consecratoria tanto en los casos antes citados como en la plegaria eucarística, sin que sea necesario puntualizar en un instante determinado este hecho; en cuanto a la denominación de epiclesis "de consagración" o "de comunión," no se hace porque en ellas acaezca la consagración o la concentración de los beneficios por la participación en la Eucaristía, sino porque en ellos se expresan estos hechos. Si la epiclesis es verdaderamente consgratoria o no, es otra cuestión que no depende del nombre.

68 B. Borre, La Tradition 54-55; la traducción está hecha siguiendo las indicaciones críticas del autor en p.55 nt.2.

69 Así claramente en los n.37 y 38 sobre el respeto debido a las especies eucarísticas (B. botte, La Tradition 84-85): "Omnis autem festinet ut non infidelis gustet de eucharistia, aut ne sorix aut animal iud, aut ne quid cadeat et pereat de eo. Corpus enim est Christi edendum credentibus et non contemnendum. alicem in nomine enim dei benedicens accepisti quasi antitypum sanguinis Chisti. íropter nolito effundere, ut non spiritus alienus, velut te contemnente, illud delingat. u?sd K San8u'nis. tanquam qui spernit praetium quo comparatus est."

70 L. maldonado, La plegaria eucarística 357.

 

 

2. La Anáfora de la Tradición Siró-Oriental.

Conforme a la descripción hecha al comienzo de esta parte segunda, se estudia a continuación un grupo de anáforas cuya sección inicial no presenta una clara distinción entre la celebración divina y la conmemoración de la Historia de la Salvación (estructura indiferenciada); ambas secciones más bien se yuxtaponen desde el principio y están indisolublemente unidas (esquema complejo). Los tres grupos objeto de esta parte del trabajo representan, asimismo, tres grandes tradiciones litúrgicas de Oriente: la tradición siró-oriental, la tradición egipcio-alejandrina y la tradición antioqueño-constantinopolitana. A cada una dedicamos un capítulo.

 

1. El Rito Siró-Oriental.

El rito siró-oriental ha nacido entre las comunidades cristianas de lengua aramea que vivían en Mesopotamia en la amplia zona que va desde Edesa en dirección sudeste hasta la desembocadura del Tigris y el Eufrates en el golfo Pérsico, pasando por Seleucia-Ctesifónj. Las particulares condiciones de aislamiento que afectaron a esta zona, determinadas por el lenguaje semítico (el griego apenas penetró en esta región), la geografía y las circunstancias políticas (sobre todo, la oposición entre Roma y Persia), han configurado de un modo especial las Iglesias allí establecidas y su liturgia. Dependientes del Patriarcado de Antioquía, aunque más en la teoría que en la práctica, su liturgia tiene rasgos propios característicos, con influencias en algunos casos siró-occidentales. Lo que más ha llamado la atención de los estudiosos ha sido el notable aspecto semítico de esta liturgia, suscitándose enseguida el interés de todos los investigadores por la posibilidad de encontrar aquí alguno de los anillos primitivos que unen el nacimiento de la Eucaristía en las comunidades neotestamentarias con la evolución posterior de la anáfora en las distintas regiones eclesiásticas.

Tras el concilio de Efeso, estas Iglesias siguieron, en gran parte, fieles a la antigua cristología nestoriana, acentuándose así su aislacionismo; un aislacionismo, sin embargo, que estaba sostenido más por razones de subsistencia política (aceptar ciertos dogmas significaba ponerse del lado del imperio romano frente a los persas, reales dominadores de estos pueblos) que de convicción dogmática. La extensión y acción misionera de la Iglesia nestoriana se dirigió, en consecuencia, hacia su otro punto natural de expansión: el Extremo Oriente a través de la abertura natural del golfo Pérsico. Es así como nacen en la India las comunidades de cristianos malabares, florecientes aún hoy día.2

Tras la reforma litúrgica de Isoyab III (siglo VII), la Iglesia siró-oriental usa solamente tres anáforas, que han llegado hasta nosotros bajo los nombres siguientes: de los Santos Apóstoles, atribuida a Addai y Mari (tradicionales evangelizadores de esta Iglesia), Teodoro el Intérprete y Nestorio.3 La primera es usada aún hoy por las tres ramas de esta Iglesia: nestorianos, caldeo-católicos y malabares4.

 

 

2. Las Anáforas de Addai y Mari y del Apóstol San Pedro (Sarar).

Hasta 1965, los manuscritos conocidos que contenían la liturgia siró-oriental eucarística no eran muchos y, sobre todo, ninguno remontaba el siglo XVII5. Con relación a la anáfora de Addai y Mari, presenta una buena visión general hasta esa fecha D. Webb6. W. F. Macomber ha logrado descubrir recientemente varios manuscritos que son sensiblemente más antiguos, con los cuales ha preparado la única edición crítica de esta anáfora conocida hasta ahora7. El manuscrito base de esta edición es datado por el mismo autor entre los siglos X y XI y pertenece al hudra de la Iglesia de Mar Esaya, en Mosul. Este será la base de nuestra traducción.

Por otro lado, el patriarca siró católico Ignacio Efrén Rahmani llamó la atención a finales del siglo pasado sobre el estrecho parentesco existente entre la anáfora siró-oriental de Addai y Mari y la usada por los maronitas bajo el nombre del apóstol San Pedro o de los Doce Apóstoles.8 Ha sido recientemente editada por J. M. Sauget según el manuscrito París siríaco 71, de la Biblioteca Nacional de París, escrito el año 1453, colacionado con otros varios manuscritos.9 De esta edición traduzco los pasajes situados en paralelo con la anáfora de Addai y Mari.

 

Anáfora de los apóstoles (Addai y Mari AP) 10

(Kusapa 1)

(I) Gebanta: Es digno de alabanza con todas nuestras bocas y de acción de gracias con todas nuestras lenguas el Nombre, digno de adoración y gloria,

del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, que ha creado el mundo por su gracia, y a los habitantes de él por su clemencia, y ha redimido a los hombres por su misericordia,

y ha hecho a los mortales una inmensa gracia

(II) Miles y miles de seres celestiales y millares de millares de ángeles adoran, Señor, tu majestad, y los ejércitos de seres espirituales, los ministros de fuego y de espíritu, con los santos querubines y serafines, glorifican tu Nombre, (Kanuna) mientras claman y dan gloria [incesantemente, proclamando unos a otros a coro:

Santo, santo, santo es el Señor omnipotente; llenos están el cielo y la tierra de sus alabanzas. (Si es fiesta: Hosanna en las alturas. Bendito el que viene y vendrá en el nombre del Señor. Hosanna al Hijo de David.)]12 (Kusapa 2)

 

(III). Gehanta: Y con estos ejércitos celestiales

te damos gracias, Señor13, también nosotros, tus pobres siervos

débiles y míseros,

porque nos diste una gracia inmensa

que con nada se puede pagar,

pues te has revestido de nuestra

humanidad

para vivificarnos por tu divinidad,

nos has levantado de nuestra humillación,

has reconstruido nuestra ruina,

has resucitado nuestra mortalidad,

has perdonado nuestras deudas,

has justificado nuestra culpabilidad, has iluminado nuestra inteligencia, has vencido, Señor nuestro y Dios nuestro, a nuestros enemigos, hiciste triunfar la pequeñez de nuestra débil naturaleza por las abundantes misericordias de tu gracia 14.

(Kanuna) Y por todas [tus ayudas y tus gracias en favor nuestro te rendimos alabanza a ti, y honor, y confesión, y adoración ahora y siempre y por ¿os siglos.

Amén]. (Kusapa 3)

(IV) Gehanta: Señor, por tu mucha misericordia, que no puede narrarse, haz memoria buena

de todos los padres piadosos y justos que han sido agradables a tus ojos en la conmemoración del cuerpo y la sangre de tu Cristo que te ofrecemos sobre el altar puro y santo, como tú nos enseñaste;

y danos tu tranquilidad y tu paz todos los días del siglo. Amén.16

(V) Para 18 que te conozcan todos

los habitantes de la tierra, pues tú eres el único Dios, Padre verdadero, y tú el que enviaste a nuestro Señor Jesucristo, Hijo tuyo y amado tuyo; él mismo, Señor y Dios nuestro, nos enseñó, por medio de su Evangelio vivificante, toda la pureza y santidad de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, de los obispos, de los sacerdotes, de los diáconos y de todos los hijos de la Iglesia santa y católica que han sido sellados con el sello vivo K del santo bautismo.

(VI) Y también nosotros, Señor (tres veces), tus pobres servidores, débiles y míseros, que estamos congregados20 y asistimos ante tu presencia en este momento,21 (y)22 hemos recibido por tradición el que han sido sellados con el sello del bautismo propiciatorio y a los que has hecho partícipes de tu santo cuerpo.

(Siguen las intercesiones.)

ejemplo (typos) que viene de ti, alegrándonos, glorificando, exaltando, conmemorando y alabando23, y celebrando este misterio (raza) grande y tremendo 24 de la pasión, de la muerte y de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

(VII) Y25 venga, Señor, tu Espíritu Santo 26

y j descienda21 sobre esta oblación de tus siervos

a fin que nos sea, Señor, para remisión de las deudas y perdón de los pecados, para la gran esperanza de la resurrección

de los muertos

j para la vida nueva en el Reino de los cielos

con todos los que han sido agradables a tus ojos.

(VIII) Y por toda tu admirable28 economía

en favor nuestro te damos gracias

y te alabamos sin cesar en tu Iglesia, redimida con tu sangre preciosa de tu Cristo, en alta voz y descubiertos los rostros (Kanuna), dirigiendo [la alabanza, el honor, la confesión y la adoración a tu Nombre viviente, santo y vivificante.

ahora j siempre y por los siglos

de los siglos.

Amén].

Anáfora del apóstol Pedro (Sarar)

Alabanza a ti,

Nombre digno de adoración y gloria del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo,

que has creado el mundo por tu gracia, y a los habitantes de él por tu misericordia, e hiciste redención a los mortales por tu gracia.

Miles y miles de ángeles celestiales adoran, Señor, tu majestad y millares y millares de ejércitos de ministros de fuego y de espíritu con temor (le) glorifican con los querubines y serafines, que unos a otros bendicen, sacrifican y claman y dicen,

también nosotros, Señor, por tu gracia

y tu misericordia, seamos hechos dignos de decir con ellos tres veces:

Santo, santo, santo...

Te damos gracias, Señor, nosotros tus siervos pecadores,

porque nos diste una gracia que con nada se puede pagar: te has revestido de nuestra humanidad para vivificarnos por tu divinidad, nos has levantado de nuestra humillación, has reconstruido nuestra ruina, has resucitado nuestra mortalidad, has justificado nuestra culpabilidad has perdonado nuestras deudas, has iluminado nuestra inteligencia, has vencido a nuestros enemigos, has hecho triunfar nuestra debilidad.

Y por todas estas gracias tuyas te rendimos alabanza y honor a ti en tu santa Iglesia ante tu altar propiciatorio ahora [y siempre por los siglos. Amén].

Señor, por tu mucha misericordia, haz memoria buena de todos los padres piadosos y justos en la conmemoración de tu cuerpo

y de tu sangre que te ofrecemos sobre tu altar

vivo y santo,

como tú, esperanza nuestra, nos enseñaste

por tu santo Evangelio y dijiste: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo

para que tengan vida por mí los mortales"17.

Escúchame, Señor (tres veces), y venga, Señor, tu Espíritu vivo y santo y descienda y habite sobre esta oblación de tus siervos a fin que les sea a los participantes para remisión de las deudas y perdón de los pecados, para la bendita resurrección de los muertos

y para la vida nueva en el Reino de los cielos por los siglos.

Y por tu gloriosa economía en favor nuestro te damos gracias nosotros tus siervos pecadores,

redimidos por tu sangre inocente, en alta voz que da gracias en tu santa Iglesia ahora [y siempre y por los siglos

de los siglos.

Amén].

 

 

Una primera observación del texto de AP nos descubre que la anáfora está compuesta, siguiendo la tradición siró-oriental, de tres gehanta (oraciones en voz alta cuyas primeras y últimas palabras se repiten), concluidas por sus respectivos kanuna o doxologías: I-II, III, IV-VIII. En las ediciones del textus receptus, a cada gehanta precede una kusapa (oración del sacerdote, en voz baja, con un sentido penitencial predominante); en el texto de Mar Esaya faltan totalmente estas oraciones. A través de un análisis de los manuscritos, el P. Macomber llega a la conclusión de que las kusapa no estaban universalmente introducidas en la liturgia caldea antes de finales del siglo XIII, aunque lo estuviesen en algunas localidades particulares 29. De este modo se afirma la conclusión de Ratcliff, que, mediante observaciones literarias, las excluyó de la plegaria original30.

Una segunda observación nos descubre la estructura de esta anáfora en dos grandes bloques, terminados cada uno con una doxología. El primero (I-III) consta de una acción de gracias y alabanza por la redención y creación en general, coronada por el Sanctus y continuada en una conmemoración más detallada de la redención, que, como ya se ha dicho, desemboca en una doxología. El segundo bloque (IV-VIII) está compuesto de varias intercesiones (IV-V), una posible anamnesis (VI), una invocación epiclética (VII) y una conclusión doxológica (VIII).

Llama la atención en esta estructuración la ausencia de relato institucional; desde el punto de vista formal, no es difícil además reconocer en varios rasgos, sobre todo la teología del Nombre y los paralelismos del primer bloque, un carácter semítico, que hace pensar en una comunidad poco helenizada, con una teología de tipo judeo-cristiana, como el ámbito en que una tal plegaria haya podido nacer.

Otra observación que se impone es la estrecha conexión entre AP y Sarar. Se trata, evidentemente, de algo más que una coincidencia fortuita. Sin embargo, mientras que Sarar parece dirigirse con cierta uniformidad a la segunda persona, al Hijo, en AP no aparece tan claro el destinatario de la plegaria. Más aún, da la sensación de un cambio de personas. En efecto, la primera gehanta se dirige a la Trinidad (I-II); la segunda (III) parece, más bien, hacerlo al Hijo, de quien se pregona su labor redentora; por su parte, la tercera gehanta parece comenzar dirigiéndose al Padre (IV-V), para cambiar al Hijo (VI) y volver, dentro de esta misma oración, al Padre.

 

3. Estado Actual de la Cuestión.

Todas estas observaciones han movido el interés de los investigadores hacia el estudio de esta anáfora, sobre todo en los últimos cincuenta años. La impresión que, sin embargo, deja una lectura de estos trabajos no es precisamente de unanimidad31. La mayoría de los intentos de reconstrucción del texto primitivo de la anáfora siró-oriental de Addai y Mari han girado en torno al hecho de que pudiera haber existido o no en el original un relato institucional, que falta en todos los documentos antiguos de esta plegaria eucarística, y con él una verdadera anamnesis. Los resultados han sido muy dispares, y la valoración de la anáfora, consecuentemente, también. Reduzcamos a un resumen los principales.

La drástica reducción efectuada por Ratcliff le lleva a situar en la base de la anáfora una supuesta "eucaristía" a medio camino entre el ágape y la misa.32 La misma reducción básica conduce a Dix, que aporta algunas modificaciones no independientes de sus ideas previas sobre el contenido teológico de la Eucaristía primitiva, a concluir que tenemos un equivalente del relato institucional en la misma anáfora y que en ella predomina una visión de la Eucaristía como anticipación de la segunda venida del Señor, y con no pocas coincidencias respecto a Hipólito33. En un agudo análisis, B. Botte cree descubrir en la anáfora una verdadera anamnesis y, exigido por ella, un relato institucional, que estaría en la misma tradición del primitivo perdido; la consecuencia es que nos encontramos ante una anáfora completa, si bien con peculiaridades especiales y un fuerte sabor primitivo a teología eucarística poco desarrollada, todavía dentro de un ámbito semítico.34 En la misma línea se sitúan L.

Bouyer y L. Maldonado,35 el primero, además, cree poder prescindir de parte de la epiclesis y llegar a una conexión entre esta plegaria y la birkaf ha-mapn judía, concluyendo que tenemos ante nuestros ojos una plena eucaristía primitiva en que predomina una teología semítica del memorial sacrificial, todavía no explicitada en términos occidentales. H. Engberding, por su parte, somete todas estas construcciones a una crítica radical al reconstruir las primitivas intercesiones comunes a Addai y Mari y Sarar, al considerar la "anamnesis" de la primera como un añadido secundario y al concluir que tanto esas intercesiones comunes como la epiclesis son primitivas, mientras que, probablemente, nunca hubo un relato institucional en el original de Addai y Mari.36 J. Vellian ofrece, como pista de solución, la conexión de esta anáfora, según el texto del manuscrito de Mar Esaya editado por W. F. Macomber, con la liturgia judía de las berakoth precedentes al Sema; así aplica a la anáfora la teología de la santificación o consagración de la misma berakah, sin que haya necesidad de concretizarse esta consagración en un relato institucional o en una epiclesis concretos.37 Finalmente, dejemos también constancia de una hipótesis de A. Raes, de que luego hablaremos más ampliamente, según el cual la sección que Botte considera una anamnesis, aun en el caso de que perteneciera primitivamente a la plegaria eucarística, no tendría necesariamente que ser tal, pues podría interpretarse, a la luz de los comentaristas sirios de la Eucaristía, como una oración introductoria a la epiclesis.38 Sin duda, en todos los estudios aquí sumariamente señalados, así como en otros varios que han tenido menor resonancia,39 hay elementos válidos, aunque la diversidad de opiniones indica que la cuestión debe aún considerarse abierta.

Teniendo en cuenta que para nuestro trabajo, fundamentalmente teológico, no es, sin embargo, indiferente el texto que tengamos delante, se propone un intento de reconstrucción del texto primitivo común a las anáforas de Addai y Mari y de San Pedro, base de donde partirán nuestras observaciones. Este intento presupone dos cuestiones: la de la ausencia del relato institucional en la anáfora siró-oriental y la de su relación con la birkat ha-mazom judía. Por ellas vamos a empezar.

 

4. El Relato Institucional de Addai y Mari.

La intuición de que parte este nueva tentativa de reconstrucción del texto original y del iter posterior de AP es del P. Macomber: ¿no nos podríamos acercar al original común de AP y Sarar al suponer que esta última anáfora habría conservado, en su relato institucional y en las oraciones que siguen, al menos los elementos esenciales primitivos comunes a una y a otra?40 La hipótesis se apoya en una conclusión del trabajo, tantas veces citado, de Engberding: teniendo en cuenta que la plegaria eucarística que está en la base de AP y Sarar provendría de la zona de lengua aramea del Patriarcado de Antioquía, donde eran conocidas anáforas con relato institucional y anamnesis, y suponiendo además que, por muy aislada que estuviera esta región, al menos los obispos debían de conocer tales anáforas, parece justificado el a priori de que la versión maronita nos haya conservado lo esencial de la institución y anamnesis primitivas mientras no haya razones a posterior i para rechazarlo.

No todo es antiguo, naturalmente; así, la plegaria a la Virgen y la precedente oración del incienso41, que interrumpen la narración, no parecen antiguas. Hay que admitir que el modo de introducir la narración institucional, tras una conmemoración de difuntos, es por lo menos extraño..., pero quizá encontremos luego una explicación de ello; además, no está del todo claro que en la sección IV de Sarar comiencen las intercesiones; y el hecho de que las secciones IV y V estén separadas en ambas fuentes puede ser un indicio de que así era en el original.

Hasta aquí el camino señalado por Macomber. Ciertamente parece una hipótesis en sí misma y como tal aceptable. Su comprobación exigiría un estudio a fondo de estos pasajes. Sin haber llegado a ello, presento a continuación brevemente algunas constataciones a que he llegado en un primer intento comparativo tanto de la narración institucional como de las dos plegarias de oblación que siguen.

Aunque he tenido presente el texto siríaco, para mayor facilidad de lectura se usa aquí la traducción latina de J. M. Sauget.

Comencemos con el relato institucional. He aquí la traducción latina del texto de Sarar: "Facimus, Domine, memoriam passionis tuae sicut docuisti nos: Nocte in qua tradebaris crucifixoribus, accepisti, Domine, panem in manus tuas puras ac sanctas, et aspexisti in caelum ad Patrem tuum gloriosum, benedixisti fet signasti fsanctificastit, Domine, et fregisti et dedisti discipulis tuis, apostolis beatis, et dixisti eis: "Hic est pañis corpus meum, illud quod pro vita mundi frangitur et traditur, et erit accipientibus illud in propitiationem debitorum et in remissionem neccatorum; accipite, mandúcate ex hoc et in remissionem peccatorum; accipite, mandúcate ex hoc et erit vobis in vitam aeternam."

Et etiam super calicem similiter gratias egisti et glorificasti et dixisti, Domine: "Hic calix (est) sanguis meus ille testamenti novi, qui pro multis effunditur in veniam peccatorum; accipite, bibite ex eo vos omnes, et erit vobis in propitiationem debitorum et in remissionem peccatorum; accipite, mandúcate ex hoc et in remissionem peccatorum; accipite, mandúcate ex hoc et erit vobis in vitam aeternam."

(Populas:) Amen.

Et dicit: "Quotiescumque enim ex corpore hoc sancto manducaveritis et ex cálice hoc vitae et salutis biberitis, mortis et resurrectionis Domini vestri commemorationem facietis usque in diem magnam adventus eius"42

Comparando este texto con el de la anáfora siró-oriental de Teodoro,43 se nota una coincidencia en lo sustancial. Especial relieve adquiere la coincidencia en situar las palabras explicativas de Jesús ("Hoc est corpus," "Hic est sanguis") antes de la invitación a comer y beber, que Teodoro sitúa unidas al final de todo el párrafo. El texto de Teodoro, por lo demás, es notablemente más simple. El mandato memorial está formulado de una manera totalmente distinta, y éste es otro dato importante, porque aquí Teodoro parece haber conservado una fórmula de la tradición siró-oriental.

Comparando el texto ahora con formularios siro-antioquenos,44 se observan las mismas coincidencias que con la anáfora de Teodoro, excepto la manera de citar las palabras explicativas de Jesús, que en todas ellas vienen después de la invitación a comer el pan y a beber el cáliz. Tampoco se encuentra en ellas la fórmula sobre el pan "quod pro vita mundi." La fórmula de Sarar ofrece, además, con estas anáforas las siguientes coincidencias, no halladas en Teodoro: más apelativos honoríficos sobre las manos de Jesús, la expresión "sancti-ficasti," la mención de "discipulis et apostolis," el añadido "frangitur et datur" y, sobre todo, el binomio final, casi siempre repetido tanto en la fórmula sobre el pan como en la fórmula sobre el vino, "et in remissionem peccatorum et vitam aeternam," que parece una característica de este tipo de anáforas. Además, el mandato memorial coincide también con esta tradición.

En la tradición alejandrina45 encontramos la expresión "aspexisti in caelum ad Patrem tuum" y la calificación de "beatis" a los apóstoles. Como rasgos que parecen no tener correspondencia en Sarar con otras anáforas, en cuanto yo he podido ver, quedan los siguientes: "crucifixoribus," "signavit," "et erit accipientibus illud in propitiationem debitorum" (dos veces), "et glorificasti," "Hio pañis est," "Hic calix est." De estos rasgos, la calificación de la comunión como propiciación o redención por los pecados parece redaccional, pues esta idea está insistentemente repetida en la anáfora, sin casi coincidencia con AP46. Las demás expresiones no parecen ser otra cosa sino concreciones de un posible texto más sobrio, es decir, añadidos secundarios, excepto, quizá, "signavit," atestiguado por San Efrén47.

En consecuencia, y a la espera de una más profunda investigación de esta sección, las observaciones que surgen tras esta primera aproximación al texto del relato institucional de Sarar son las siguientes: este relato parece haber sido compuesto sobre un esquema cercano al de la anáfora de Teodoro, con fuerte influencia posterior siro-antioqueña y algún contacto con la liturgia alejandrina. Se aprecian en él algunas elaboraciones secundarias que podrían pertenecer a un momento de revisión de la anáfora, en que se puso de relieve el carácter propiciatorio de la Eucaristía. Faltan en él los temas del ejemplo (typos) y del misterio (raza), que parecen característicos de la tradición siró-oriental. Si quisiéramos intentar una posible reconstrucción de un texto cercano al original teniendo en cuenta las observaciones hechas, sería, más o menos, lo que sigue: "Nocte in qua tradebaris (crucifixoribus) accepisti panem in manus tuas sanctas, benedixisti (et signasti) et fregisti et dedisti discipulis tuis et dixisti: "Hoc est corpus meum quod pro vita mundi frangitur in remissionem peccatorum. Accipite, mandúcate ex hoc omnes."

Et super calicem similiter gratias egisti et dixisti: "Hic est sanguis meus novi testamenti qui pro multis effunditur in veniam peccatorum. Accipite, bibite ex eo vos omnes. (Quotiescumque congregabimini, commemorationem meam facietis)"48.

Para completar este análisis, intentamos también una aproximación a las dos plegarias de oblación, consideradas por Macomber con posibilidades de guardar elementos antiguos. El procedimiento aquí ha sido comparar este texto con el equivalente de la anáfora de Teodoro y con el conjunto de las partes comunes de Sarar y AP. Veamos primero la traducción latina del texto actual: "Adoramus te, Unigenite Patris, primogenitae naturae, agne spiritualis, qui descendisti de supernis ad inferiora ut esses sacrificium propitiatorium pro ómnibus hominibus (ita) ut sumeres delicta eorum voluntarle, et condonares per sanguinem tuum peccata, et santificares per inmolationem tuam immunda. Vivifica nos, Domine, per vitam tuam veram, et purifica nos per expiationem spiritualem, et concede nobis ut lucremur vitam per mortem tuam vivificatricem et stemus coram te cum púntate et ministremus tibí cum sanctitate et offeramus oblationem hanc divinitati tuae, et placetur in ea beneplacitum maiestatis tuae, et effundatur misericordia tua super nos omnes, Pater" 49.

"Ita, quaesumus a te, Unigenite Patris, per quem promúlgala est pro nobis pax Filii Altissimi per quem pacificata sunt superiora cum inferioribus, "Pastor bone qui posuisti animam tuam pro ovibus tuis" et salvasti eas "a lupis rapacibus" (cf. Jn 10:11-12), Domine misericors, qui elevasti vocem in cruce et congregasti nos de errore vanitatis. "Deus, Deus spirituum et omnis carnis" (Núm 16:22; 27:16), ascendant orationes nostrae ad te et descendat misericordia tua super petitiones nostras, et acceptabilis fíat oratio ista coram te, in cuius memoriam passionis offerimus illam super altare tuum propitiato-rium. Placetur per eam divinitas tua, et expleatur per illam voluntas tua, et condonentur per illam delicia nostra, et remittentur per illam peccata nostra, et commemorentur in illa defuncti nostri. Et confitemur tibi et adoramus te et laudamus te et "Patrem tuum qui misit te propter salutem nostram" (cf. Jn 3:17) et Spiritum tuum vivum et sanctum, nunc (et in saecula saeculorum. Amen)."50

La primera observación sobre el texto se impone inmediatamente: refleja una cristología bastante distinta de la del resto de la anáfora. Mientras la sección III se expresa en términos casi adopcionistas ("vestiste nuestra humanidad"), en la primera oración se habla de descenso de Cristo en términos totalmente distintos a los de una cristología del "assumptus homo."

Una segunda observación se refiere a la teología sacrificial reflejada en estos textos, que es mucho más evolucionada que la de todo el resto de la anáfora. Esta teología sacrificial tiene muchos puntos de contacto con la anáfora de Teodoro51 y desarrolla ampliamente la idea del sacrificio propiciatorio, que, como antes notamos, parece ser una idea propia de esta anáfora ya revisada.

Las citas de la Escritura, casi literales, parecen, en general, signos de elaboración posterior.

La mención, en la segunda oración, de la conmemoración de los difuntos, así como la única mención de la conmemoración de la pasión, parecen conectar con el posible comienzo de las intercesiones en la sección IV. Esto nos lleva a pensar que las oraciones de la oblación son posteriores a las intercesiones, al menos como actualmente están.

Si intentamos ahora una reconstrucción de los elementos primitivos de esta plegaria teniendo en cuenta las observaciones hechas, debemos atenernos a las coincidencias con la anáfora de Teodoro, que no representen ni una cristología ni una concepción sacrificial avanzadas. Parece buen método también dar preferencia a las expresiones que tengan semejanzas con las encontradas en las secciones más antiguas de la anáfora Sarar y, a la vez, sean coincidentes con AP (secciones I, III, IV, V, según la reconstrucción de Engberding, y VIII). Por hipótesis prescindimos también de la epiclesis. El resultado es el siguiente:

Adoramus te: coincidencia entre Sarar, Teodoro y Nestorio, lo que supone una tradición común siró-oriental;

agne spiritualis: tema coincidente con Teodoro; qui condonasti per sanguinem tuum peccata: coincidencia probable con la sección VIL vivifica nos per vitam tuam veram: coincidencia con la sección III; et concede nos ut lucremur vitam per mortem tuam vivificatricem: coincidencia con la sección III;

et stemus coram te et ministremus tibi: coincidencia con Sarar, AP, Nestorio; la idea puede considerarse, pues, común a AP y Sarar, aunque en AP sólo se encuentre en la sección VI; per quem pacificata sunt superiora cum inferioribus: coincidencia con Teodoro;

qui congregasti nos: es posible, quizá, que encontremos aquí la idea de la reunión, que parece tradicional y específicamente siró-oriental; coincidencia con Teodoro y la sección VI de AP; In cuius memoriam passionis offerimus oblationem super altare tuum: la frase tiene muchos puntos de contacto con la sección IV.

Et confitemur tibi et adoramus te et laudamus te nunc et in saecula saeculorum: coincidencia con el kanuna de la anamnesis de Teodoro. El hecho de que esté situado aquí nos hace pensar en la posibilidad de una sola oración de oblación, reforzada esta posibilidad por el hecho de que el "ita quaesumus" parece una fórmula de unión forzada por una prolongación de la plegaria, que comienza con la expresión "Adoramus te."

Reconstruyendo la plegaria con los elementos dichos, nos encontraríamos con una plegaria que habría conservado todos los temas fundamentales de una anamnesis siró-oriental. En consecuencia, y a la espera de un estudio más en profundidad sobre el tema, puede afirmarse que la hipótesis de Macomber parece viable y ofrece posibilidades para una reconstrucción del iter de la anáfora de Addai y Mari, como a continuación intentaremos.

 

5. Addai y Mari y la "Birkat Ha-Mazon."

La semejanza existente entre AP y las bendiciones judías es un hecho hoy generalmente admitido y ya hemos reseñado algunas de las aproximaciones intentadas. La última por orden de aparición ha buscado un intento de acercamiento entre AP y las dos bendiciones previas al Sema2. Sin embargo, AP parece estar construida desde el principio por tres gehanta claramente perceptibles, las cuales sugieren, más bien, un acercamiento a la estructura tripartita de la antigua birkat ha-mazon. Además, en la hipótesis de una relación AP - Sema no se tiene en cuenta suficientemente la estructura de las bendiciones del Sema: ¿por qué se prescinde de la tercera? L. Ligier, siguiendo a J. Heinemann, recuerda, una vez más, que no se puede hacer abstracción de algunas bendiciones integradas en un todo y con el que forman una estructura completa53. A esto habría que añadir otra observación: las aproximaciones que en el caso dicho se hacen entre uno y otro texto muestran, a mi juicio, sólo una cierta comunidad de temas; pero, salvo en el caso del Sanctus, no se da prácticamente ninguna coincidencia verbal, y la epiclesis queda totalmente fuera del campo de la comparación.

Parece, en consecuencia, que es más eficaz volver sobre la estructura tripartita de la birkat ha-mapn, sobre todo en su forma pascual, con relación a la cual el P. Ligier ha dado serias razones para proponerla como esquema inspirador de la anáfora54. En el análisis que este autor hace de las tres bendiciones judías tras la comida, subraya varios hechos que han de ser tenidos en cuenta. El primero, comprobado por el estudio sobre la tefillah judía de Heinemann, ya citado, es que, en los primeros siglos, los acontecimientos de la birkat hamazon tienen todavía un texto flexible y además cada una de ellas puede pasar con cierta facilidad de una estructura litúrgica a otra; así, p-ej., la birkat Yerusalajim se encuentra en las Semoneh-Esreh y también en otros dos lugares55. Un segundo dato es también importante: para precisar el sentido de las tres narraciones de la birkat ha-mazon en tiempos de Cristo y en los primeros siglos hay que tener en cuenta no sólo los temas subrayados por su cláusula -el universo, la tierra, Jerusalén-, sino, más aún, el movimiento marcado por su incipit: bendición del Dios creador, acción de gracias por la alianza, súplica y recuerdo56.

Una tercera constatación es también importante y forma la base de nuestra hipótesis, que en este punto sigue fielmente a Ligier: la birkat ha-mazon admite varios embolismos, como asimismo otras bendiciones. Este autor resume así su investigación: "En la birkat ha-mazon de Pascua, el embolismo eucarístico, relato-anamnesis, puede encontrarse en dos lugares. Por razón de su tema institucional y narrativo, puede, en primer lugar, hallarse en la segunda narración o birkat ha-aretz, en donde se insertan los embolismos institucionales. Pero en razón de su tema escatológico pueden estar también atraídos por la súplica de la tercera narración, en conjunción con el embolismo del recuerdoyaaleh ive-yabho"57. Nótese finalmente que, en el día de Pascua, el tema escatológico-epiclético, ya reforzado por este embolismo, está aún subrayado por la presencia de los versículos de la copa de Elías, que piden la intervención de la cólera divina, y seguían con bastante probabilidad, en tiempos de Jesús y en los primeros siglos, a la tercera bendición.

Comparando después este mismo autor la estructura de la birkat ha-mazon con AP y Sarar, comenta: "Sus tres secciones o gehanta hacen inmediatamente pensar en las tres referencias de la birkat ha-mayon en tiempos de Jesús. La primera tiene por objeto a Dios, creador y redentor del universo. La segunda, por su incipit y su conclusión, es exactamente una acción de gracias. Exalta y enumera los beneficios de la obra de salvación. Como la birkat ha-aretz de la mesa (la anáfora) conduce al final hacia el tema inicial de la acción de gracias mediante este kanuna significativo: "y por todas tus ayudas y tus gracias..." La última, gehanta es una súplica que presiona al Padre para que tenga un recuerdo benévolo de los antepasados, los fieles bautizados y todos los habitantes de la tierra58. Los temas se suceden exactamente en el mismo orden de la oración judía de la mesa: bendición al Dios creador del Universo, acción de gracias, súplica-recuerdo. ¿En dónde se colocará el embolismo eucarístico? (...) La anáfora maronita Sarar lo sitúa en el interior de la tercera sección, corno conclusión de la súplica-recuerdo. Sería, pues, esta "súplica," en una palabra, la tercera referencia de la oración judía de la mesa la que habría introducido el memorial de Cristo. Después de haber dicho, en efecto, al Padre: "Haz memoria de nuestros padres, de los fieles bautizados...," la oración introduciría el relato de esta forma: "En cuanto a nosotros, hacemos memoria..."59

La conclusión a que llega Ligier a partir de la estructura de la birkat ha-mazon, coincide con la intuición de Macomber para quien Sarar habría guardado el sitio exacto del bloque narración-anamnesis en la tercera gehanta, precisamente entre las secciones IV y V, que son las más divergentes en la tradición textual de Sarar y AP. ¿Cómo habría sido entonces el texto primitivo de estas dos anáforas? Intentemos una reconstrucción.

 

6. Intento y Reconstrucción del Texto Primitivo.

La primera gehanta habría sido modulada sobre la birkat ha-mazan, como una bendición al Dios cristiano bajo el apelativo, propio de la teología judeo-cristiana, del "Nombre." De aquí eliminamos la enumeración de la Trinidad, claramente posterior, y el Sanctus con su introducción.

La segunda gehanta lo habría sido, a su vez, sobre la birkat ha-aretz, resultando una acción de gracias por los efectos de la salvación traída por Cristo.

La tercera gehanta debía de estar compuesta por la súplica, cuya forma primitiva comprendería las intercesiones de las secciones IV y V en la forma propuesta por Engberding, más la doxología o sección VIII. El contenido es perfectamente equivalente a la birkat ha-Yerusalajim. Ha sido en esta tercera gehanta donde a modo de embolismo se ha introducido la narración-anamnesis, y precisamente en el lugar en que la sección IV se ha separado de la sección V. El resultado habría sido el siguiente60:

 

(I) "Alabanza a ti,

Nombre digno de admiración y alabanza, que ha creado el mundo por su gracia, ν a los habitantes de él por su clemencia,

ha redimido a los hombres por su misericordia, ha hecho a los mortales una inmensa gracia.

(ΊΙΙ) Te damos gracias, Seρor, nosotros tus siervos,

porque nos hiciste una gracia inmensa e impagable:

te has revestido de nuestra humanidad

para vivificarnos por tu divinidad,

nos has levantado de nuestra humillación,

has reconstruido nuestra ruina,

has resucitado nuestra mortalidad,

has perdonado nuestras deudas,

has justificado nuestra culpabilidad,

has iluminado nuestra inteligencia,

has vencido a nuestros enemigos,

hiciste triunfar nuestra debilidad.

Y por todas tus gracias

te rendimos alabanza y honor a ti

ahora y siempre y por los siglos.

(IV-V) Tú, Señor, por tu misericordia,

haz memoria buena de todos los padres piadosos y justos

en la conmemoración del cuerpo y la sangre

que te ofrecemos sobre el altar puro y santo,

como tú nos enseñaste por tu santo Evangelio:

La noche en que eras entregado, tomaste pan en tus santas manos, pronunciaste la bendición y lo partiste, lo diste a tus discípulos y dijiste: "Esto es mi cuerpo, partido por la vida del mundo en remisión de los pecados; tomad, comed todos de él." E igualmente sobre el cáliz hiciste la acción de gracias y dijiste: "Esta es mi sangre de la nueva alianza, derramada por muchos en perdón de los pecados; tomad, bebed todos vosotros de él. (Cada vez que os reunáis, haréis mi memorial.")

Te adoramos, cordero espiritual, "e redimiste con tu sangre los pecados; danos la vida por tu vida verdadera Y concédenos

la vida por tu muerte vivificante

y estar en tu presencia sirviéndote a ti,

por quien han sido reconciliados los cielos con la tierra,

que nos has congregado en asamblea,

en memoria de cuya pasión ofrecemos la oblación sobre tu altar

Te confesamos, te adoramos y te alabamos

ahora y por los siglos de los siglos.

(Haz memoria) de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, de los obispos, de los sacerdotes, de los diáconos y de todos los hijos de la Iglesia santa que han sido sellados con el sello del bautismo.

(VIII) Y por toda tu gloriosa obra en favor nuestro

te damos gracias en tu Iglesia,

redimida con la sangre de tu Cristo,

en alta voz, ahora y siempre

y por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Analicemos cada una de las partes.

La primera gehanta tiene pocas dificultades en cuanto a la selección del texto. Obsérvese que he conservado el cambio de persona propio de las bendiciones hebreas, que comienzan dirigiéndose a Dios en segunda persona, para seguir después en tercera. Este podría ser el origen de la diferencia en esta parte entre Sarar y AP. Mientras AP habría reducido todo a tercera persona, Sarar habría hecho lo mismo, pero en segunda. La vacilante teología primitiva del nombre de Dios reflejada por la anáfora da lugar a esta doble posibilidad. El hecho de que Sarar construya toda la sección en segunda persona, supone ya una reflexión teológica posterior, aunque tenga para ello que atribuir a Cristo la creación, en contraposición con la tradición más amplia, que la atribuye a Dios Padre, y con el origen judío de esta sección, siempre dirigida a Dios, el creador del universo.

La segunda gehanta tampoco ofrece mayor dificultad. I "Señor" equivale al "Nombre." La misma indeterminación teológica, que puede explicarse perfectamente tanto del Padre, en una primitiva teología monarquiana, como del Hijo, en una teología más conocedora del misterio trinitario.

La misma indeterminación se observa en el texto base de la tercera gehanta, el núcleo primitivo de las intercesiones. Parece, pues, evidente que nos encontramos ante una formulación primitiva, la cual, con el tiempo y la profundización e misterio trinitario, era fácilmente nivelable reduciendo toda plegaria a la segunda persona. Como esto supone ya y reflexión, he preferido dejar en la doxología la expresión "con la sangre de tu Cristo," probablemente más antigua que la de Sarar. Se observará también que el relato institucional puede insertarse perfectamente en segunda persona sin tener que cambiar nada del texto anterior. Esto me hace suponer que pudo ser redactado primitivamente en esta persona.

Dos dificultades mayores se presentan en esta tercera gehanta. La plegaria de oblación, cuya reconstrucción puede ser discutible, es la primera. Este texto no puede presentarse tal cual como primitivo, pero puede dar una idea de los temas de la primitiva anamnesis: la memoria, el sacrificio, el servicio sacerdotal litúrgico y la alabanza. La segunda dificultad se refiere a la conexión de la segunda parte de la birkat Yerusala-yim con el contexto anterior. Es una dificultad que debieron de sentir ya los mismos compositores de la anáfora, y que se refleja en las distintas formulaciones de AP y Sarar en el final de la sección IV y el comienzo de la V. Personalmente, me inclinaría por señalar como más cercana al original la de Sarar: "Ofrecemos, Señor, ante ti esta oblación en memoria de los padres piadosos y justos..." En realidad no se trata más que de retornar al comienzo de la berakah: "Señor..., haz memoria de todos los padres piadosos y justos..." Es una solución perfectamente lógica tras una interrupción tan larga. El comienzo "Ofrecemos" podría incluso ser primitivo e ir conectado con la misma oración de la oblación o, mejor, con el final de la sección IV. Sin embargo, la solución dada en el texto, siendo prácticamente la misma, no quiere prejuzgar en este caso sobre ninguno de los dos textos.

 

7. La Evolución Posterior del Texto.

Hasta aquí el primer estadio del texto. Un segundo enriquecimiento del mismo debió de venir en seguida. Se trata de la incorporaron del Sanctus con su introducción y de la epiclesis. El primero parece derivar en este caso de la qedusa de la bendición Yotser antes del Sema. Las identificaciones hechas por J. Vellian parecen demostrarlo. J hecho de que esté introducido sin ningún nexo gramatical con lo medente confirmaría su proveniencia de otra fuente litúrgica a la birkat ha-mazon. La observación antes hecha acerca de los cambios flexibles de una bendición concreta a otra estructura litúrgica no es suya, aumenta la probabilidad de esta suposición y nos eucaristía hace pensar que esto hubo de suceder bastante pronto61.

Por su parte, la epiclesis parece haberse incorporado también en seguida, pues es de un tipo semejante a la de Hipólito. El lugar donde lo hace es perfectamente explicable: tras la tercera berakah (quizá por influencia de la súplica epiclética sobre el cáliz de Elías, quizá como complemento cristiano del movimiento de súplica de esta misma tercera berakah}, pero, naturalmente, no antes de la doxología, que debe cerrar la plegaria. Nótese que la epiclesis tiene la misma indeterminación de persona que el resto de la plegaria, al igual que el Sanctus. No se puede decir lo mismo de la plegaria con que comienza AP la sección V: la preocupación por distinguir al Padre y al Hijo es indicio de elaboración tardía.

Siguiendo ahora la cronología propuesta por, Macomber62, la introducción de la mención de la Trinidad en la primera gehanta debe de haberse hecho en la región de la Siria de lengua aramea en que nació la plegaria y probablemente al comienzo de las controversias trinitarias del siglo IV, y ciertamente antes del concilio de Efeso, en el 431. La razón es que la adición es común a ambas anáforas, la caldea y la maronita, y que las discusiones cristológicas que dieron lugar al concilio efesino no se reflejan en el texto.

Con esto tenemos reconstruido el iter común a ambas versiones de la anáfora. Hacia finales del siglo IV o principios del V, cuando las relaciones entre la Siria oriental y la Siria occidental todavía eran relativamente fáciles, habría sido introducida la anáfora en la Iglesia caldea. Macomber sugiere la fecha del 410, cuando se decidió en el primer sínodo de la Iglesia caldea que la liturgia debía celebrarse según "el rito occidental que los obispos Isaac (Katholikos caldeo) y Marutas (de Maipherqat) nos han enseñado"63.

Una vez adoptada la anáfora por la Iglesia caldea, ésta se convirtió en su anáfora normal. Fundándose en la evolución sufrida en este período por el diálogo introductorio y sus conexiones con el diálogo de la consagración del agua bautismal, Macomber propone los años finales del siglo VI, a más tardar, como fecha en que el diálogo introductorio de la anáfora ha tomado ya su forma actual64.

En este siglo tenemos testimonios de que, al menos en algunas anáforas, el relato institucional no parece ser considerado de gran importancia. Tal parece ser el caso de la anáfora fragmentaria persa de la Iglesia nestoriana65. A principios del siglo siguiente, antes de la reforma litúrgica del patriarca Isoyab III (649-659), Gabriel de Qatraya, comentando la plegaria eucarística, cita las palabras de Jesús sobre el pan, pero atribuye la consagración tanto a éstas como a la gracia del Espíritu 66. Se nota, pues, un aumento de la importancia de la epiclesis sobre la narración de la institución, que, si en este autor no está quizá del todo claro, sí lo está en los demás comentaristas67.

Parece, pues, natural que Isoyab III, en su obra de reforma, al resumir la anáfora de Addai y Mari68, lo hiciese en el sentido de suprimir el relato institucional junto con su anamnesis, sustituyéndolo por una plegaria cuyos elementos principales son de las anáforas de Teodoro y Nestorio, las otras dos liturgias aprobadas para explicar y preparar el sentido de la epiclesis en la línea de los comentaristas antes aludidos. Esta plegaria sería la sección VI actual de AP, inexistente en Sarar, y que resume excelentemente esta idea, como explica Raes: "El Señor ha dado el ejemplo de la celebración de los misterios; este ejemplo nos ha sido transmitido por sus discípulos; en alabanza y exultación, nosotros conmemoramos y realizamos el gran misterio de la pasión y resurrección del Señor. ¿Y cómo realizamos este misterio? Ved: el sacerdote extiende las manos sobre la oblación y dice: "Que venga tu Espíritu Santo, que descienda sobre la ofrenda de tus siervos a fin de que nos sea para remisión de los pecados," etc. La idea es, por tanto, la siguiente: como nuestro Señor en. la cena ha celebrado el misterio de su muerte y su resurrección transformando el pan y el vino en su cuerpo y su sangre por sus palabras, así el sacerdote le imita, realiza el mismo misterio, obtiene la misma transformación por fe y gracia, en la invocación del Espíritu Santo"69.

Con tal significado es natural que esta plegaria, cuyo aspecto de anamnesis provendría de la fuente de que habría tomado los materiales, sea situada no en el lugar que ocupaba el bloque institución-anamnesis, sino inmediatamente antes de la epiclesis70. El espacio dejado por aquél entre las dos partes de la tercera gehanta ha sido completado de la siguiente manera: el de la sección IV, con una frase final de la plegaria de oblación de la anáfora de Teodoro un poco transformada ("ut habitet in medio eius tranquillitas et pax tua cuhctis diebus saeculi")71; el comienzo de la sección V, con un resumen de un pasaje de las intercesiones de la anáfora de Teodoro, que viene casi a continuación72.

Engberding parece, pues, tener razón al afirmar que toda la sección VI de AP no es original; su única inexactitud, quizá, es la de calificarla de "intercesión por los vivos." El carácter que tiene, el porqué de su composición y la razón del lugar que ocupa en AP actualmente parecen quedar más claros en la explicación que, siguiendo al P. Raes, acabamos de proponer.

En cuanto a la posterior evolución de Sarar, no entramos aquí en detalles, pues no es esencial para nuestro estudio. Baste con apuntar que, bajo el influjo de la liturgia siro-antioqueña, de una cristología claramente antinestoriana y tras una profundización mayor en la naturaleza del sacrificio propiciatorio, ha sufrido esos influjos en su bloque relato-anamnesis, que hemos descubierto al analizarlo más despacio. El hecho de que además haya incorporado una serie de intercesiones de neto corte antioqueno, es una prueba más de la real influencia siro-antioqueña a que ha sido sometida esta anáfora.

En resumen, la anáfora de Addai y Mari, cómo la anáfora maronita Sarar, son un ejemplo del real influjo de la vida de la Iglesia local en su plegaria, a través de la cual cada Iglesia en cada época intenta renovar, con pobres palabras y acciones humanas, el mandato único del Señor: "Haced esto en memorial mío."

 

8. Historia de la Salvación y Eucaristía.

La estrecha conexión de esta oración eucarística con el mundo de la bendición judía es una invitación a descubrir de nuevo, ahora ya bajo una interpretación cristiana en profundidad, el mundo de la Historia de la Salvación evocado, conmemorado y hecho presente por la berakah.

 

a) Una Historia de la Salvación Centrada en lo Esencial.

La primera bendición de nuestra anáfora se desarrolla en la línea esencial de la birkat ha-zan: es una bendición al Dios creador. El sentimiento de alabanza y admiración es aquí predominante. El objeto de esta alabanza es el Dios creador del universo y los hombres, el Dios dador de la vida. Pero, desde una perspectiva cristiana, la creación se prolonga en una obra aún más maravillosa, la obra de la redención, que en este contexto viene considerada como una nueva creación. Ambas obras son fruto de la gracia de Dios, es decir, son gratuitas, no exigibles por el ser humano. Ante este hecho, ante la maravilla de Dios puesta en manos del ser humano, éste no puede hacer otra cosa que devolverle esa creación hecha homenaje de alabanza.

Por otra parte, la bendición va dirigida al Nombre de Dios. Toda la profundidad de la teología del Nombre de Dios, pasada desde el AT a los primeros cristianos a través del judaísmo, está aquí encerrada. Conocer el Nombre de Dios en el AT es poder sentir y tener a este Dios presente en medio del pueblo. Dios mismo ha dado a conocer su Nombre, y este Nombre significa que Dios está presente en medio de su pueblo: él es Yahveh (cf. Ex 3:13-16; 6:3)73. Es, pues, perfectamente lógico que los primeros cristianos, al descubrir en Cristo la perfecta presencia de Dios entre los hombres, le designasen también con el apelativo de "el Nombre": Cristo es, en efecto, el Nombre que está sobre todo nombre (Flp 2:9; Ef 1:20-21); un Nombre nuevo (Ap 3:12), que no es distinto del de Dios (Ap 14:1; 22:3-4) y participa de su misterio (Ap 19:12). Por eso pueden los apóstoles declararse sumamente gozosos de haber sido "juzgados dignos de sufrir por el Nombre" (Hech 5:41) y se ponen los misioneros en camino "por el Nombre." (3 Jn 7)

No quiere decirse con esto que la plegaria eucarística esté necesaria y claramente dirigida a Cristo. La realidad es, probablemente, más compleja. La clave puede dárnosla, quizá, un texto de San Clemente Romano al comenzar precisamente su oración de alabanza a Dios Padre con palabras cuyo trasfondo judío es innegable:

 

"Nos llamaste a esperar en tu Nombre, principio de vida de toda criatura Abriste los ojos de nuestro corazón para conocerte a ti, el solo Altísimo en las alturas, el Santo que reposa entre los santos. A ti que abates la altivez de los soberbios, deshaces los pensamientos de las naciones, levantas a los humildes y abates a los que se exaltan. Tú enriqueces y tú empobreces, tú das la muerte y das la vida, Tanto en el texto de San Clemente como en la primera bendición que compone esta anáfora, es Dios, presente y vivificante en la Iglesia que celebra los misterios, el destinatario de la plegaria. No hemos de precisar con categorías teológicas más estrictas el contenido del Nombre. Dios, hecho máximamente presente por Cristo, es el Nombre; Dios, dador de vida por Cristo, es el Nombre. En este sentido es probable que tenga razón dom Botte cuando habla de un "monarquianismo no agresivo"75. Pero aun esta misma categoría es en sí inadecuada por anacrónica y deriva, más bien, de nuestro deseo de claridad y de nuestra dificultad de hombres modernos y teólogos para expresar globalmente el misterio de Dios en Cristo, cuya anchura, longitud, altura y profundidad sólo puede llegarse a comprender cuando, por la acción del Espíritu en el hombre interior, Cristo habita por la fe en los corazones (cf. Ef 3:16-18).

La alabanza se expande ahora en acción de gracias cuando la segunda berakah, como la birkat ha-aretz, se extiende en conmemorar los beneficios de la nueva alianza. La conmemoración no se centra tanto en los hechos histórico-salvíficos cuanto en sus efectos: la encarnaciones descrita aquí mediante una teología primitiva del "assumptus homo," cuya calificación de nestoriana sería tan anacrónica como la de monarquianismo a la teología del Nombre que "revela la primera bendición. Dios se hace hombre para divinizar al ser humano: tal es el sentido de la primera frase. Como antes, tampoco aquí se precisa si es Cristo o Dios Padre. Estamos aún en un estadio teológico primitivo, previo a las grandes discusiones teológicas. La encarnación tiene como objeto la vida, el perdón, el conocimiento. En realidad, todo es lo mismo: la muerte, el pecado, la ignorancia, son la impotencia de participar en la verdadera vida, de estar en su cercanía. Aquí se canta la redención del nuevo pueblo de Dios con acentos todavía rastreables en el mismo NT:

"has mirado la humillación de tu esclava," "enaltece a los humildes," "es la salvación que nos libra de nuestros enemigos," "la salvación a su pueblo, el perdón de sus pecados" que anunciará Juan el Bautista; la entrañable misericordia de Dios nos envía el sol que nace de lo alto "para iluminar a los que viven en tinieblas." (Lc 1:48;52;71;77-79)

Estas citas del Magníficat y del Benedictos son el testimonio más exacto del ambiente y la idea central de la acción de gracias de esta anáfora; en ella se canta la liberación del nuevo pueblo de Israel, realizada por medio de la obra redentora de Cristo, quien ha cambiado nuestra muerte en vida, nuestra ruina en edificio nuevo, nuestro pecado en perdón y reconciliación, nuestra ignorancia en capacidad de conocer a Dios, en conocimiento de su misterio salvífico; nuestra derrota en victoria. Los temas son, por consiguiente, los mismos de la birkat ha-aretz, pero desde una perspectiva cristiana: un nuevo pueblo en una nueva tierra, una nueva alianza, una nueva ley (conocimiento del misterio de Cristo), una nueva vida. La conclusión es idéntica a la de esa bendición: por todas estas gracias que nos has hecho te rendimos alabanza y honor por siempre.

Desde esta perspectiva es perfectamente comprensible el giro de la tercera berakah (birkat Yerusalayim) y de la especificación y ampliación cristiana en la anáfora: se trata de una súplica para que se continúe la acción creadora y redentora de Dios, que en nuestros días ha encontrado su pleno cumplimiento en Cristo. Como pone de relieve L. Bouyer apoyándose en J. Jeremías, esta bendición, sobre todo con su embolismo festivo, descubre claramente que "el "memorial" no es ya simplemente "conmemoración." Es una prenda sagrada dada por Dios a su pueblo, y que éste conserva como su tesoro espiritual por excelencia. Esta prenda implica una continuidad, una permanencia misteriosa de las grandes acciones divinas, de los mirabilia Oei conmemorados en las fiestas (...). En este sentido es en el que la "memoria" de las acciones divinas, que el pueblo conserva fielmente, puede incitar a Adonai a tener "memoria" del pueblo(...) De aquí esa fórmula de oración tan característica, y que habría de pasar de la Sinagoga a la Iglesia: Haz memoria, Señor, de nosotros."76

En este mismo principio reside la raíz sacrificial del memorial y, por consiguiente, de la Eucaristía tal y como es expresada en la plegaria eucarística: nosotros presentamos ante Dios este memorial del cuerpo y la sangre de Cristo no como un recuerdo del pasado, sino como un hecho real y objetivo que él acepta. Por eso es legítima la formulación que introduce aquí la anáfora. En efecto, la expresión "te presentamos, Señor, el memorial del cuerpo y la sangre de Cristo" encuentra una legítima traducción en esta otra: "te ofrecemos, Señor, la conmemoración, el memorial del cuerpo y la sangre de Cristo." Y como la Eucaristía no es sólo palabra, sino fundamentalmente acción, el relato institucional y la anamnesis hacen viva en el presente, de un modo sacramental, la muerte y resurrección de Cristo, es decir, su misterio pascual, el núcleo mismo de la Historia de la Salvación.

No se trata, pues, ya de una evocación del pasado, sino de una irrupción de la salvación redentora de Cristo en el presente; es lo que en otra parte hemos llamado verticalidad de la salvación en un momento concreto de la historia de la Iglesia actual. Esa salvación se hace presente al hacerse presente el núcleo y fuente de la misma: el misterio pascual. La palabra se ha hecho así acción eficaz, y la muerte redentora y gloriosa de Cristo presencializa eficazmente la salvación antes cantada: perdón de los pecados, vida nueva, recreación·total en la reconciliación de cielos y tierra. Es muy posible que la peculiar formulación de la anamnesis en esta anáfora (como en la de Teodoro) haya sido afectada por el rito de súplica de la plegaria judía que está en su base. En todo caso, esta súplica es una súplica que se sabe escuchada y realizada, prolongada a todos los estamentos del nuevo pueblo de Dios sellado con el bautismo. Por eso, la conclusión, que vuelve a dar el tono de acción de gracias de esta triple bendición, establece el hecho concreto de que esa salvación ("toda tu obra") se realiza en la Iglesia, redimida por la sangre de Cristo.

En resumen: desde la perspectiva más esencial y judeo-cristiana, la Historia de la Salvación es aquí descrita como la acción de Dios en Cristo (recuérdese el doble contenido de la noción "Nombre"), por la cual la salvación, comenzada en la Creación, se completa en la redención por Cristo, superando el estado negativo del ser humano (pecado, muerte, ignorancia), y se actualiza en el hoy de la Iglesia, que sabe asegurado su futuro al haber recibido de Dios el memorial del cuerpo y la sangre del Señor (dimensión escatológica).

 

b) Profundización de la Historia de la Salvación: el Tiempo Salvífícos.

La introducción del Sanctus y de la epiclesis en esta plegaria eucarística permiten detectar un proceso de profundización en la comprensión teológica de la Historia de la Salvación.

El Sanctus (prescindamos de si es trinitario o cristológico; recordemos que se trata de una proclamación de la santidad del "Nombre") expresa y acentúa la eliminación de los dos espacios del verdadero culto a Dios: no hay ya dos lugares de culto, el cielo y la tierra. La tierra, la Iglesia en ella, se une al culto angélico de alabanza a Dios. Por la redención de Cristo, el cielo y la tierra han sido reconciliados; la Iglesia se asocia al culto celeste de la "eucaristía" perfecta, que se ofrece al Padre por el Cordero sacrificado cuando celebra la Eucaristía.

La epiclesis expresa y acentúa la superación de los tiempos de salvación: no hay una salvación antes y una salvación ahora; es la misma que se hace presente por la fuerza del Espíritu, que desciende sobre la ofrenda y hace presente la salvación del misterio pascual de Cristo en la Iglesia ("para remisión de las deudas y perdón de los pecados"), haciendo, a la vez, dirigir la mirada de los participantes hacia la plenitud de esa salvación ("para la gran esperanza de la resurrección de los muertos y para la vida nueva en el Reino de los cielos")77. De esta manera, la presencialización de la salvación de Jesús en el hoy de la Iglesia, expresada por la anamnesis y la epiclesis (dimensión vertical de la salvación), se prolonga en la plenitud de salvación que preludia ya la parusía, en una versión plena del Maranatha de las comunidades prepaulinas.

 

c) ¿Una Plegaria Sin Relato Institucional?

La supresión del relato institucional y la anamnesis, que es probable, como hemos dicho, tuviera lugar en AP posteriormente, plantea el problema de si es posible que esta plegaria eucarística exprese todo el contenido que como tal debe guardar para ser considerada como verdadera plegaria eucarística. En otras palabras: la anáfora de Addai y Mari actual, tal y como ha llegado hasta nosotros hoy, ¿sigue siendo el memorial de la muerte del Señor?

Para abordar este problema debemos recordar la función del bloque relato-anamnesis en la plegaria eucarística tal y como hemos intentado explicarlo. La explicitación de las.77 Sobre esta doble dimensión de la epiclesis, invocación o súplica y llamamiento que preludia una manifestación, cf. L. ligier, De la cene de Jesús, o.c. (trad. esp. palabras del Señor y su conexión con el mandato que él nos dejó expresan el paso del memorial literario al memorial cultual, del recuerdo de la salvación pasada a la realización de la salvación presente: nuestra acción es así la misma acción del Señor, realizada sacramentalmente en la Iglesia; es decir, fiados en su palabra, renovamos su gesto, y con él el misterio de su muerte en la cruz y de su resurrección, núcleo del misterio pascual y garantía de nuestra plena participación futura en él.

Esto permite formular la solución del problema en los siguientes términos: solamente si la acción de la Iglesia es la acción del Señor, según su mandato, celebra la Iglesia verdaderamente la Eucaristía. Si seguimos ahora la interpretación que Raes, con el apoyo de los comentaristas siró-orientales a la Eucaristía, da de la sección VI de AP, hemos de concluir que el sentido de este pasaje inmediatamente antes de la epiclesis es el siguiente: como nuestro Señor en la última cena ha celebrado el misterio de su muerte y su resurrección transformando el pan y el vino en su cuerpo y su sangre por sus palabras, así el sacerdote, siguiendo su ejemplo, realiza el mismo misterio, obtiene la misma transformación por la invocación del Espíritu Santo que sigue.

Puede discutirse que éste sea el modo más apropiado o no para seguir fielmente el mandato del Señor, pero no que ésa sea la intención de la Iglesia siró-oriental en esta anáfora. En este sentido tiene razón de nuevo dom Botte al haber visto en este pasaje una "anamnesis": si bien técnicamente puede discutirse que lo sea o no, no puede negarse que es efectivamente la expresión de la Iglesia de hacer lo que hizo el Señor: en alegría, alabanza y exaltación conmemorar y celebrar el gran misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, haciéndolo presente por la acción del Espíritu, que es quien da la fuerza a las palabras y gestos de la Iglesia, para conseguir el fruto de la remisión de los pecados y la gran esperanza de la resurrección. Desde esta perspectiva, en consecuencia, parece preciso afirmar que la anáfora de Addai y Mari, bien que su forma actual nos choque y parezca extraña y aunque el procedimiento usado sea discutible, es fiel en lo sustancial al mandato del Señor: es una verdadera plegaria eucarística.

 

1 Bajo el nombre de rito siró-oriental se comprenden aquí los ritos caldeo y persa. Sobre el origen de estos ritos cf. la reciente aportación de W. F. macomber, A Theorj orí the Origins of the Syñan, Maronite and Chaldean Rifes: OrChP 39 ,(1973) 235-242. Sobre la Iglesia nestoriana y su liturgia en general, cf. E. tisserant, L'EgJise nestorienne: DThC Π (1931) 157-323; A. A. K.ING, Liturgie d'Antioche. Rite syrienne et rite chaldéen (París 1960] 145-287.

2 Sobre la Iglesia siro-malabar y su liturgia en general, cf. H. leclercq, art. Malabar: DACL 10 (1931) 1260-1277; E. tisserant, Église syro-malabar. IX. Liturgie: DThC 14 (1942) 3155-3161 (= Recueil Cardinal Eugene Tisserant II [Lovaina 1956] 427-433); J. vellian (ed.), The Malabar Cburcb (Roma [OchA 186] 1970).

3 Sobre la reforma de Isoyab III cf. J. M. hanssens, Institutiones liturgicae III 627-628. Anterior a esta reforma es la anáfora persa fragmentaria del manuscrito Add. 14669 del Museo Británico, descubierta por G. Bickel, publicada en una traducción latina del mismo en Brightman, 511-518. Ha sido reeditada en siríaco con traducción latina, en una revisión más cuidadosa, por R. H. Connolly (5 ' ixth-Century Fragmente of an East-Syrian Anaphora: OCh n.s. 12-14 [1923-1924] 99-128).

4 Sobre el actual rito malabar cf. P. of S. joseph, The Presení syro-malabar Liturgy: Meneyan or Rocían?: OChP 23 (1957) 313-331. Más completo, G. vavanikunnel, Die eucharistische Katechese der Anaphora der Apaste/ Mar Addai und Mar Mari in der syro-toalabarischen Kirche gestern und heute (Würzburgo 1976) 3-28, con bibliografía. La versión tohca adaptada de la anáfora de los apóstoles puede consultarse, en una traducción "na de la Sagrada Congregación para las Iglesias Orientales, PE 405-409. Una visión |en"a' sobre Tas tres anáforas siró-orientales (Addai y Mari, Teodoro y Nestorio) en botte, Les anaphores sjriennes orienta/es: EOO II 7-24.

5 Una visión general ofrecen A. baumstark, Geschichte der syrischen Literatur (Bonn 1922) esp. p. 199-200; brightman, LXXVII-LXXXI.

6 La liturgie nestorienne des Apotres Addai et Mari dans la tradition manuscrite: EOO II 25-49.

7 W. F. macomber, The Oldest Known Text of the Anaphora of the Aposties: OChP 32 (1966) 335-371. Este autor presenta la lista de manuscritos existentes más completa hasta el momento sobre esta anáfora, así como una buena selección de ediciones impresas en que se encuentra. Ello nos ahorra el repetirlas aquí. A continuación este trabajo se citará: macomber. Cf. también, del mismo autor, A List of the knoivn Manuscripts of the Chaldean Hudra: OChP 36 (1970) 120-134 (se trata de los manuscritos conocidos de los Hudra o libros que contienen el ciclo litúrgico del año en el rito siró-oriental; en varios de ellos, además de otras cosas, se hallan las tres anáforas del rito caldeo).

8 Esta primera apreciación se encontrará en I. E. rahmani (Testamentum Domini nostri lesu Christi [Maguncia 1899] 190-191). Ulteriormente comparó ambas anáforas detalladamente en Les liturgies orientales et occidentales (Beirut 1929) 317-332. H. engber ding dedicó también un profundo y documentado estudio de liturgia comparada a estas dos anáforas: Urgestalt, Eigenart und Enttvicklung eines altantiochenischen eucharischen Hochgebetes: OCh 29 (1932) 32-48. Otros trabajos posteriores sobre el tema se irán citando sucesivamente en sus respectivos lugares.

9 Anaphora syriaca Sancti Petri Aposto/i tertia: AS II 3 (Roma 1973) 275-327. La anáfora lleva en este códice el título Anaphora discipulorum in mortem genetrícis Dei. Se la suele conocer también, generalmente, con el nombre Sarar, que es el incipit de la primera parte de la preanáfora.

10 Traduzco el texto del manuscrito de Mar Esaya, menos el diálogo introductorio. Las partes acotadas entre paréntesis cuadrados [ ], solamente iniciadas en el manuscrito, son completadas con la edición de J. E. Y. kelaita (The liturgy of the Church of the East [Mosul 1928] 21-35), salvo que se diga otra cosa. Otras traducciones de fácil consulta: PE 375-380 (trad. lat. completa, con las tres kusapa u oraciones dichas en secreto por el sacerdote; texto latino a base de la ed. de kelaita); brightman, 282-288 (trad. ingl. de la ed. de Urmia); renaudot, II 582-586 (trad. lat. de un manuscrito hoy perdido). A pie de página, en notas, anotamos algunas variantes importantes con la valoración dada por el editor P. macomber. Se omiten en nuestra traducción las tres kusapa, inexistentes en este manuscrito. En cuanto a la anáfora de San Pedro III, traduzco de París Siríaco III, manuscrito base de la edición de sauget, que me sirve de guía. Añadimos en nota alguna variante de otros manuscritos, sobre todo cuando coinciden con Mar Esaya. Además de la traducción latina que acompaña la edición de sauget, este mismo autor compuso otra sobre el mismo manuscrito anteriormente para PE 410-415. Cf. sobre esta anáfora, y en general sobre la liturgia maronita, también M. hayek (Liturgie Maronite. Histaire et textes eucharistiques, Tours 1964), quien en p.259-269 da una traducción francesa de nuestro texto. Los subrayados indican coincidencia verbal entre una y otra anáfora, salvo mínimas diferencias, que no he tenido en cuenta. He procurado, en general, reflejar estas coincidencias en la traducción, dentro de los límites de lo posible.

11 "por tu misericordia... gracia"] "por tu clemencia, y has redimido a los hombres P°r tu misericordia, y has hecho tu gracia a los mortales": los restantes manuscritos.

12 Lo comprendido entre paréntesis cuadrados es una fórmula de MS de Mar Esaya, pero en la anáfora de Teodoro de Mopsuestia (cf. macomber, 363 nt.9).

13 El misal de Mosul, en sus dos ediciones de 1901 y 1936, añade aquí el relato institucional.

14 Aquí insertan la narración institucional la edición de 1890 del misal de Urmia y el misal malabar de 1960.

15 "Mucha"] escrito por una mano, que parece la misma del manuscrito, encima de la línea.

16 "Amén."] aunque está en MS, es omitida por muchos otros MSS; esta omisión es preferible (macomber).

17 Cf. Jn 6,51.

18 La edición de Kelaita comienza esta sección así: "Así, pues, Señor, Dios nuestro, danos tu tranquilidad y tu paz todos los días del siglo para..." (sigue como el texto).

19 "vivo" o "vivificante"] segunda mano de la época.

20 "que estamos congregados"] así Mar Esaya y Diabekir Hudra, los dos testigos más antiguos; en los demás + "en tu nombre."

21 ."en este momento"] así Mar Esaya; falta en muchos MSS antiguos; probablemente, no primitivo (macomber).

22 "y"] no en Mar Esaya; está en todos los demás menos en uno; posiblemente, primitiva (macomber).

23 "alabando"] está en Mar Esaya; poco sostenida por otros MSS; probablemente, no primitivo (macomber).

24 "tremendo"] está en Mar Esaya; falta en Diabekir Hudra; quiza no primitivo (macomber).

25 "y"] no en Mar Esaya; sí en otros MSS numerosos; probablemente, primitivo (macomber).

26 "santo"] la gran mayoría de MSS coincide con Sarar: "vivo y santo."

27 "descienda"] + "y habite": en MS antiguo.

28 "admirable"] "gloriosa": dos MSS antiguos; quizá ésta sea la palabra originariamente primitiva (macomber). La lectura de Urmia: "por toda esta economía," no parece ser original (macomber 371).

29 W. F. macomber, The Oldest Known Text 344-347. Los textos de las kusapa traducidos pueden verse cómodamente en PE y Brightman, cf. la cita en nt.10.

30 E. C. ratcliff, The original Form of the Anaphora of Aodai and Mari: JTS 30 (1928-1929) 23-32. A esta conclusión llega tras una comparación de AP con la anáfora eucarística que comenta Narsai en su homilía XVII (cf. esp. p.26-27).

31 Sobre el estado actual de la cuestión véanse los recientes trabajos: W. F. macomber, The Mannite and Chaldean Versions of the Anaphora of the Apostles: OChP 37 (1971) 55-84; E. J. cutrone, The Anaphora of the Apostles: Implications of the Mar Esa ja Text: Theological Studies 24 (1973) 624-642. El largo estudio de R. J. galvin (Addai and Mari revisited: the State of the Question: EphLit 87 [1973] 383-414) (= The Dunwoodie Review 10 [1970] 3-31) es bastante incompleto; además de pasar por alto algún trabajo fundamental de H. engberding, no tiene en cuenta ni todos los trabajos de B. botte ni los cambios que éste ha hecho a lo largo de ellos. No he podido consultar H. A. J. wegman, Pleidooi voor een tesust, De Anaphora van de apostelen Addai en Mari: Bijdragen 40 (1979) 15-43.

32 Cf. E. C. ratcliff, The Original Form of the Anaphora of Addai and Mari: JTS 30 (1928-1929) 23-32.

33 Cf. G. Dix, The Shape of the Liturgy 173-187.

34 Los principales trabajos de B. botte sobre esta anáfora son: LAnaphore chaldéenne des Apotres: OChP 15 (1949) 259-276; Problémes de l'Anamnése: Journal of Ecclesiastical History 5 (1954) 16-24; L'épiclése dans les liturgies syriennes orientales: Sacris Erudiri 6 (1954) 48-72; Problémes de l'anaphore syrienne des apotres Addai et Mari: L'Orient Syrien 10 (1965) 89-106. Dom botte no ha mantenido siempre en sus artículos la misma opinión, ni siquiera el mismo texto anafórico. Especialmente han variado sus apreciaciones acerca de las intercesiones y de la epiclesis, no así su afirmación de la existencia de una verdadera anamnesis en esta anáfora, y la exigencia, por tanto, de un relato institucional, cosas éstas en las que siempre ha permanecido firme.

35 L. bouyer, Eucharistie 146-158; L. maldonado, La plegaria eucarística 368-390.

36 H. engberding, Zum anaphorischen Fürbittgebet der ostsyrischen Liturgie der Aposte/ Adda(i) and Mar(i): OCh 41 (1957) 102-124.

37 J. vellian, The anaphoral Structure of Addai and Mari compared to the Berakoth preceding the Shema in the Sjnagogue morning Service: Le Muséon 85 (1972) 201-223.

38 A. raes, Le récit de I'institution eucharistique dans l'anaphore chaldéenne et malabare des Apotres: OChP 10 (1944) 216-226; véase también el reciente trabajo, del mismo autor, The Enigma of the Chaldean and Malabar Anaphora of the Apostles, en J. vellian (ed.), The Malabar Church 1-8.

39 Dos autores quisiera citar expresamente. En primer lugar, B. H. jones (t 1957), para quien AP sería el resultado de la revisión y acotamiento de la anáfora de Nestorio, habiendo existido como tal en el siglo vil por primera vez. Tal suposición, sin embargo, aparte de la crítica que se pueda hacer a los argumentos propuestos por el autor, parece difícil que pudiera ser admitida, pues dejaría sin explicar, entre otras, las siguientes cosas: el carácter semítico de una plegaria, que sería, según esta hipótesis, la abreviación de un texto cuyo original es griego; los cambios de persona observados en ella, inexistentes en Nestorio; pero, sobre todo, en una anáfora del siglo VII resultan inexplicables las sorprendentes coincidencias con Sarar; cf. The Quest for the Origins of the Christian Liturgia: The Anglican Theological Review 46 (1964) 5-21; The History of the Nestorian Liturgies: ibid., 155-176; The Sources of the Nestorian Liturgy: ibid., 414-425; The Formatinn of the Nestorian Liturgy. The Great Conflation: ibid., 48 (1966) 276-306; The Liturgy of Nestoritis. The Structural Pattern: ibid., 397-411; un resumen de sus teorías en R. J. galvin, Addai and Mari revisited 383-414. El segundo autor, W. E. pitt, afirma que la anáfora de Addai y Man, como todas las anáforas siro-antioquenas del siglo IV, habría consistido originariamente en sólo un himno de alabanza, que se concluía con el cántico del Sanctus. Los argumentos que este autor utiliza, a base de la catequesis mistagógica V de San Cirilo, no son, a mi juicio, convincentes; y el estudio que hace de la anáfora de San Basilio es muy incompleto desde el momento en que ignora, entre otros, trabajos tan fundamentales como los α Engberding, acerca del texto primitivo de esta anαfora, y el de Botte, sobre la epiclesis de la misma anáfora, en un estudio sobre las epiclesis siró-orientales; cf. The Anamneses ana Institution Narrative in the Liturgy of Apostolic Consiitutions Boo/k VIH: The Journal of Ecclesiastical Histoty 9 (1958) 1-7; The Qrigtn of the Anaphora of the Liturgy of St. Basi/e·' ibid., 12 (1961) 1-13.

40 Cf. W. F. macomber, The Maronite and Chaldean Versions 77-78.

41 Cf. AS II 3,302-305; PE 413-414.

42 Ibid., 301-303.

43 He aquí la fórmula de Teodoro en la traducción de renaudot, 613: "Qui cum apostolis suis ea nocte qua traditus est, celebravit mysterium hoc magnum, tremendum, sanctum et divinum: accipiens panem benedixit et fregit, deditque discipulis us et dixit: 'Hoc est corpus meum quod pro vobis frangitur, in remissionem peccaiorum . Similiter et calicem: Gratias egit, et dedil illis dixitque: 'Hic est Sanguis meus Novi estamenti, qui pro multis effunditur in remissionem peccatorum. Accipite igitur vos nes, edite ex hoc pane, et bibite ex hoc cálice, et ita facite quotiescumque congregabi-lni in mei memoriam'. SIcut praeceptum nobis est ita congregad sumus, nos serví mi humiles, imbecilli et rmi, ut cum bona venial gratiae tuae, celebremus mysterium magnum, tremendum, tum et divinum, per quod facta salus esl magna universo humano generi nostro. nmusque simul laudem, honorem, confessionem, et adorationem, Pairi et Filio et 5Pmtui Sancto nunc et semper."

44 comparación ha sido hecha con las siguientes anáforas: Doce Apóstoles I (PE 278-279 Santiago (PE 270), Timoieo de Alejandría (PE 278-279), Severo de Antioquía (PE 278 Ignacio de Antioquía (PE 289).

45 Concretamente, en la anáfora alejandrina de San Marcos (PE 113) y el papiro Manchester (PE 121); sólo parciales coincidencias en este punto con el papiro Der-Balizan (PE 127) y Cirilo copto (PE 136-137).

46 En la anáfora se califica de propiciatorio el altar (sección III); se habla también de "bautismo propiciatorio" (sección V); en las plegarias de oblación se dice "sacrificio propiciatorio" (cf. el texto más adelante); en las intercesiones propias se ruega "in propitiationem animarum nostrarum" (AS II 3,307); en la sección VII se usa la expresión "para remisión de las deudas" (única coincidencia con AP); en la sección VIII se vuelve a hablar de "altar propiciatorio." Fuera de la anáfora propiamente dicha, todavía se usan las siguientes expresiones: "partícula propiciatoria" (en la consignado), "víctima propiciatoria" (letanía diaconal), "altar propiciatorio" (oración a la inclinación de cabeza). En todos los casos se emplea la misma raíz siríaca.

47 La expresión es usada por San Efrén en su sermón IV de Semana Santa, 4: "Accepit lesus in manibus suis merum in initio panem et benedixit, signavit ac sanctificavit eum" (TEP I 263).

48 La fórmula "hoc est corpus meum quod pro vobis frangitur ad remissionem peccatorum," muy próxima a la de nuestro relato, está atestiguada por Gabriel de Qatraya, que escribió su comentario probablemente antes de la reforma de Isoyab III (cf. S. hermiz jammo, Gabriel Qatraya et son commentaire sur la liturgie chaldéenne: OChP 32 [1966] 42-43). En cuanto al mandato memorial, el tema de la reunión sale después en la plegaria de oblación; los demás elementos son comunes a Sarar y Teodoro.

49 En lugar de "Pater," que parece aquí fuera de lugar, pues la oración está dirigida al Hijo, otros manuscritos ponen: "Domine noster et Deus noster tibi gloria"; cf. AS II 3,303 en el aparato.

50 AS II 3,303.

51 He aquí un panorama de posibles aproximaciones entre estas plegarias, la anáfora de Teodoro y las partes comunes de AP y Sarar: Primera oración: Adoramus te: Adoramus te (Teod, 3.a gehanta; PE 384). Agne spiritualis: mysterium agni Dei (Teod, ibid.). qui descendisti de superáis ad inferiora: posible reflejo de la cristología de Teod en el Post-Sanctus, fundada en Flp 2,11. condones per sanguinem tuum peccata: redempti per sanguinem tuum innocentem (AP, Sarar, sec. VIII). vivifica nos Domine per vitam tuam veram: ut vivificares nos per divinitatem tuam (AP, Sarar, sec. III). ut lucremur vitam per mortem tuam vivificatricem: vivificasti (= resuscitasti) mortalitatem nostram (ibid.). stemus coram te... et ministremus: stamus coram te (AP, sec. VI). dignos praestitisti nos administrandi coram te ministerium hoc (Teod, 3.a gehanta; PE 384). offeramus oblationem: offerimus... sacrificium hoc vivum (Teod, ibid.). et placetur in ea...: ut complaceat, Domine (Teod, ibid.). Segunda oración: pax Filii tui Altissimi, per quam pacificata sunt superiora cum inferioribus: pacificavit per sanguinem crucis suae, quae in caelis et quae in terris sunt (Teod, anamnesis; PE). congregasti nos de errore vanitatis: sicut praeceptum nobis est, ita congregati sumus (Teod, anamnesis; PE 383). in cuius memoriam passionis offerimus illam (oblationem) super altare tuum propitiatorium: in commemoratione corporis tui et sanguinis tui quae offerimus tibi super altare tuum vivum et sanctum (AP, Sarar, sec. IV). placetur per eam divinitas tua: ut complaceat tibi, Domine (Teod, 3.a gehanta; PE 384).

52 Cf. la nt.37 anterior.

53 L. ligier, Les origines de la priére eucharistique 188; J. heinemann, Prayer in the Perica of the Tanna'im and the Amara'im, Its Nature and its Pattern (Jerusalén 1964; 2.a ed. 1966).

54 De la cene de jesús a fanaphore de FÉglise: LMD 87 (1966) 7-49 (trad. esp. en El canon de la misa [Barcelona 1967] 139-200; esp. 169-181); cf. también el artículo complementario De la cene du Seigneur a l'Eucharistie, en Assemblées du Seigneur, 2.a serie, 1 (París 1968) 1" (trad. esp. en Escucha, Israel 1 [Barcelona 1970] 29-82; sobre todo p.46-60). Ligi" utiliza como base de su estudio el texto de la birkat ha-mazon del seder R. Saadia Gaon (siglo x); cf. PE 10-12. La propuesta de L. Ligier es confirmada por T. J. Talley (The Eucharistic Prayer 151-155).

55 Cf. J. heinemann, Prayer in the Period 39-41.49-51.

56 De la cene de jesús, o.c. (trad. esp. 175-176).

57 De la cene de Seigneur o.s,

58 Tambien el incipit coincide, prácticamente, con el de esta bendición, que comienza "reo con las palabras rahem Adonai: "ten misericordia, Señor"; el incipit siríaco de P"egaria es: "anat mari berahmeka: "tú, Señor, por tu misericordia."

59 De la cene du Seigneur, o.c. (trad. esp. 56-57).

60 La reconstrucción del texto que sigue tiene en cuenta las lecturas preferencia!1 señaladas por Macomber en su edición de Addai y Mari. Suprimo de esta reconstruccior además, aquellos pasajes no coincidentes con Sarar y que no tienen otras razones fuerte para ser considerados como primitivos.

61 Hay tres quedusa en la liturgia judía: la de la Refü/a, la del Yotser y la qedusa de-Sidra bogen, Der jüdische Gottesdienst in seiner geschichtlichen Entwicklung [Francfort pL anast. Hildesheim 1967] 61-67). Sobre cuál de estas tres es la más antigua, no se ha llegado aún a un acuerdo; J. heinemann considera las tres igualmente antiguas (Prayer in the Period 189-191). Un resumen de la cuestión en L. ligier (Magnae orationis eucharisticae seu anapbora origo et signiftcatio [Roma 1964] [ad usum prívatum auditorumj 96-103) y en L. maldonado (La plegaria eucarística 310-315). En ambos textos se pueden ver las distintas hipótesis sobre su relación con el Sanctus de la plegaria eucarística.

62 The Maronite and the Chaldean Versions 79-84. Nuestra reconstrucción confirma en lo esencial la teoría propuesta por este mismo autor acerca del posible origen no antioqueno de los ritos caldeo y maronita; cf. A Theory on the Origins, o.c., en nt.l de esta sección.

63 J. B. chabot, Synodicon oriéntale, ou recueil des synodes nestoriens (París 1902) p.27.266-267 (can. 13).

64 W. F. macomber, The Maronite and Chaldean Versions 58-66.

65 Cf. PE 402; sobre esta anáfora véase la bibliografía de la nt.3 de este capítulo.

66 "Quaemadmodum enim Dominus noster lesus Christus, quando tradidit Mysteria, benedixit, gratias egit et dixit, ita similiter Ecclesia, secundum mandatum eius, designat unum sacerdotem ut sit benedicens et gratias agens in similitudinem (demuta) Christi Domini nostri, per recitationem notum faciens se verba domini nostri dicere, nempe: "Hoc est corpus meum quod pro vobis frangitur ad remissionem peccatorum." Et simul ac (también: et postquam) recitat sacerdos et benedicit panem et vinum, fiunt exinde corpus et sanguis Christi, non natura sed operatione" (S. hermiz jammo, Gabriel Qatraya 43).

67 Así resume A. Raes la idea de estos comentaristas (Abraham bar Lipheh, Juan bar Zobi, Abdiso, homilía XVII de Narsai, Timoteo II): "Voyez le prétre, designé par l"évéque pour célebrer les mystéres, qui entre dans le sanctuaire et s"approche de l"autel; il s"incline, reconnaít son indignité; il va prendre la place du Christ, il est le typos, la figure du Christ et il s"appréte a célebrer comme Luí les mystéres du Christ et il s"appréte a célebrer comme Luí les mystéres du pain et du vin. Car, la nuil de la trahison, II prit du pain dans ses mains, le bénit, le rompit, le donna a ses disciples disant: "Ceci est mon corps." Et II prit aussi le cálice, rendit gráces, le bénit, et le donna a ses disciples et II dit: "Ceci est mon sang pour vous." Et puis II leur ordonna de faire cela en sa mémoire. Et le prétre obéit a ce commandement —ce sont les commentateurs qui continuent— quand il "fait la récitation" des paroles sacrées par la vertu du Saint-Esprit. II n"est pas dit que ees paroles sacrées soient la répétition des paroles du Christ; par elles est designée toute l"oraison Post-Sanctas et surtout l"épiclese" (Le récit de I"institution 221). Nótese que ya Narsai (siglo v) es testigo de una marcada evolución de la epiclesis y, sobre todo, de una notable importancia de ella, aunque es verdad que la autenticidad de su homilía XVII es discutida; cf. un breve comentario al pasaje de Narsai (ed. connolly, Texts and Studies VIII 1, o.c., 16-17) en S. hermiz jammo, Gabriel Qatraya 49-51. Sobre los comentaristas de la Eucaristía siró-oriental, cf. G. vavanikunnel, Ote eucharistische Katechese 29-140.

68 La reforma de Isoyab III (f 658) se basa en el testimonio dado por Ibn AlpTayyib (t 1043) en su obra jurisprudencia cristiana. "La anáfora de los Apóstoles fue compuesta por Addai y Mari, pero el katholikos Isoyab la abrevió, usándola para decir la misa. Después, los Padres de Oriente mandaron, en honor de los Padres exiliados de Occidente Teodoro, Nestorio y Crisóstomo, servirse de sus anáforas"; cf. W. HoENERBACH-O. spies, Ibn Αί-Taijib, Fiqh An-Nasramija: CSCO vol.168: Scriptores Arabici 19 (versión) (Lovama 1956) 93.

69 Le récit de l"institution 224; cf., también, del mismo autor, The enigma of the Chaldean and Malabar Anaphora of the Apost/es, cit. en nt.38 de este capítulo.

70 Dom Botte tendría razón al considerar esta plegaria en relación con la anamnesis de la anáfora de Teodoro; pero, a nuestro juicio, no parece que el texto en juicio sea primitivo en AP. Por su parte, dom Engberding tendría razón en considerarle un añadido, pero no en su apreciación de que se trata de una intercesión por los vivos del tipo del "Nobis quoque peccatoribus" del canon romano.

71 Cf. PE 384; Engberding nota que la formulación "todos los días del siglo" es exclusiva de Teodoro; cf. Zum anaphorischen Fürbittgebet 111-113.

72 Cf. PE 385. La comparación de estos dos textos, así como la prueba de que las ideas de este añadido son de Teodoro, en el artículo y páginas anteriormente citados.

73 Cf. VTB 521.

74 I Clem. 59,3; D. Ruiz bueno, Padres Apostólicos 232.

75 B. botte, L"anapbore chaldéenne des Apotres 266.

76 L. bouyer, Eucharistie 87-88.

 

 

3. La Eucaristía de la Tradición Egipcia.

 

La Eucaristía Egipcia: Contexto y Documentación.

El carácter peculiar de la Iglesia de los primeros siglos en Egipto lo ha recibido de su más importante ciudad: Alejandría. Presenta la cristiandad alejandrina, ya desde su comienzos, un estilo muy distinto del que hemos encontrado en el extremo de Mesopotamia, que acabamos de estudiar. Ciertamente, a finales del siglo I o comienzos del II, época en que verosímilmente se introduce el cristianismo en esta zona del imperio , ya no es Alejandría la gran ciudad cosmopolita de los tres siglos anteriores que vio nacer al helenismo. Pero aún sigue siendo un notable centro cultural, donde el pensamiento oriental, egipcio, griego y judío continúan dándose cita. Esto hace que en Alejandría surja un grupo de cristianos que manifiestan su interés por los problemas de tipo teórico, dando origen al primer contacto conocido en la historia de la Iglesia entre Evangelio y filosofía. El carácter intelectual y ecléctico de la cultura alejandrina y la influencia de judaísmo y helenismo, junto con la mezcla de religión oriental y filosofía griega, que dio origen al gnosticismo ya casi a raíz de la fundación de la ciudad por Alejandro Magno (331 a.C.), nos dan el contexto en que nace la liturgia de esta Iglesia2.

La más representativa anáfora de esta Iglesia es la llamada "de San Marcos." Tras el concilio de Calcedonia (451 d.C.) y de la condenación del patriarca alejandrino Dióscoro, se dividió la Iglesia egipcia en dos partes. Los calcedonianos, apoyándose en la autoridad del emperador, siguieron usando el griego en la liturgia; los fieles a la confesión monofisita se apoyaron, por el contrario, en el pueblo, y, aunque usando la misma liturgia, la tradujeron al copto bajo el nombre de liturgia de San Cirilo Alejandrino. Estas vicisitudes se reflejan, lógicamente, en las distintas versiones de la anáfora alejandrina que han llegado hasta nosotros. R.-G. Coquin, que ha escrito el estudio más completo hoy existente sobre el texto de la anáfora de San Marcos, divide los manuscritos conocidos en tres grupos: los procedentes de los griegos melquitas, los que contienen la versión copta-bohaírica y unos pocos manuscritos fragmentarios más antiguos3.

Los manuscritos griegos melquitas nos presentan un texto muy influido por la tradición siró-occidental, resaltando particularmente las influencias de la anáfora de Santiago 4. La versión bohaírica, conocida bajo el nombre de San Cirilo, parece haber tenido su propia historia, pues encierra desarrollos y modificaciones que nada tienen que ver con el texto melquita griego. Eliminando las partes en que el texto griego y el texto copto no coinciden, obtenemos una recensión de la anáfora de San Marcos que puede hacerse remontar a los siglos VII-IX.5 Afortunadamente, y es éste un caso único en la historia de la liturgia, poseemos también una serie de testimonios muy antiguos, aunque incompletos. Son éstos el papiro griego 254, de Estrasburgo (siglo IV-V)6; el papiro 2037 E. F., del Museo Británico (siglo VI-VII)7, y el papiro 465 John tylands, de la Biblioteca de Manchester (siglo VI)8. A éstos se debe añadir la tablilla Nr. 54036 del Museo Británico, escrita en copto sahídico (siglo VII-VIII)9.

Todos estos testimonios permiten hacernos una idea de lo que fue, desde tiempos muy antiguos, la anáfora clásica alejandrina, aunque resulte imposible remontarse al mismo origen de ella.

Pero junto a este representante principal de la anáfora egipcia deben estudiarse también otros antiguos documentos, testigos probablemente de usos locales, cuya función en este trabajo es doble: por un parte, nos sirven para controlar mejor el texto clásico de la anáfora de San Marcos, pues algunos de sus pasajes coinciden con ella; por otra, nos ofrecen una panorámica, no por limitada menos interesante, de la riqueza anafórica de una Iglesia en la que la capacidad creadora, si bien dentro siempre de un marco tradicional más o menos respetado, subsistió, al menos, hasta los siglo VI y VII Estos documentos, que estudiaremos sólo desde la perspectiva de este trabajo, son principalmente la anáfora del eucologio atribuido a Serapión de Thmuis (ca. siglo VI)10, la anáfora contenida en el papiro Der-Balizeh (siglo VI-VII)11, un fragmento escrito en copto de la Biblioteca de Lovaina (siglo VI)12 y restos de otra anáfora contenida en dos ostraka del Museo Británico y uno del Museo del Ermitage, de Leningrado, todos escritos en copto sahídico13.

La Iglesia copta utiliza hoy, además, las anáforas de San Basilio y San Gregorio Nacianceno, pero se trata de anáforas de origen antioqueno. Tengo entendido que hoy utilizan la de San Marcos y fundamentalmente la de Santiago como los siriacos monofisitas, ya que en sus Dípticos (Canon de los Padres en Vida) tienen peticiones por los patriarcas Shenuda II (alejandría, copto) y el Yacoub Iwaz III(antioquía, siriaco). ) Esto se corrobora en la nota 10 del final del capítulo, donde supone que podría haber una influencia de la liturgia de San Basilio, pero que el autor considera en definitiva desconocido. Algunos textos de origen egipcio de menor importancia serán aducidos a lo largo del estudio 14.

 

La Anáfora de San Marcos.

La estructura de la anáfora de San Marcos presenta varias particularidades, de las cuales las dos más notables son la colocación de las intercesiones entre la acción de gracias primera y la introducción al Sanctus y la presencia de dos epiclesis, una inmediatamente anterior al relato institucional y otra tras la anamnesis Todos sus elementos son ordenados de la siguiente manera: acción de gracias - intercesiones - introducción al Sanctus - Sanctus · embolismo del Sanctus y epiclesis I - relato institucional - anamnesis - epiclesis II - doxología.

En cuatro grandes párrafos presentamos el texto y un breve comentario a los puntos que más interesan en esta anáfora desde nuestra perspectiva.15 La acción de gracias, en primer lugar, es como sigue:

 

"En verdad es digno y justo, santo y noble, y útil para nuestras almas,

el que eres, Dominador, Señor, Dios Padre todopoderoso, cantarte, celebrarte en himnos, darte gracias, confesarte de día y de noche,

con νοz incesante y labios que no callan y corazσn que no enmudece; a ti que hiciste el cielo y cuanto en el cielo hay, la tierra y cuanto en la tierra se halla, los mares y las fuentes, los ríos y los lagos y cuanto en ellos se mueve;

a ti que hiciste al hombre a tu propia imagen y semejanza,

a quien diste en regalo las delicias del paraíso

y no despreciaste ni abandonaste cuando prevaricó,

antes bien, Dios bueno,

lo volviste a llamar por medio de la ley,

lo instruíste por medio de los profetas,

lo restauraste y renovaste por medio de este tremendo,

vivificante y celestial misterio.

Y todo lo hiciste por medio de tu Sabiduría, la luz verdadera,

tu unigénito Hijo, Señor, Dios y Salvador nuestro Jesucristo; por él, a ti, con él y el Espíritu Santo, dando gracias, te ofrecemos este culto espiritual e incruento0, que te ofrecen, Señor, todos los pueblos desde el oriente hasta el ocaso, del septentrión al mediodía; porque grande es tu nombre entre todos los pueblos y en todo lugar se ofrece incienso a tu nombre y un sacrificio (θυσία) puro, un sacrificio (έπιθυσία) y una oblaciσn (προσφορά).

 

El estado fragmentario de los papiros en el comienzo no nos permite conocer cómo empezaba la anáfora antigua. No obstante, Coquin cree poder afirmar con seguridad que ésta contenía, al menos, un verbo de alabanza y otro de acción de gracias. El motivo de la acción de gracias es único: la creación del mundo y del hombre por Cristo, sabiduría de Dios y luz verdadera (cf. Sab 9:1; Jn 1:9). La anáfora de Marcos no hablaba, por tanto, primitivamente, de la obra de salvación antes del relato institucional. Esto explica el añadido de los manuscritos melquitas, texto tomado, bastante libremente, de la anáfora griega de Santiago.

Otra peculiaridad interesante es que la anáfora de San Marcos formula explícita y directamente en este lugar la ofrenda, y lo hace de una manera solemne. Es éste un dato que puede considerarse clásico en Egipto 17. La modificación efectuada por el texto melquita en este lugar es, por tanto, intencionada, como se nota comparando el texto S y Cirilo, y se explica perfectamente por lo inhabitual de este hecho en este lugar para quien estaba habituado a usar anáforas sirias. Por otro lado, la cita de Mal 1,1 al final de la acción de gracias no quita fuerza al significado sacrificial de este pasaje, pues a ella se añaden dos palabras finales que precisan muy bien su sentido: se trata de un sacrificio (έπιθυσία) espiritual de alabanza y de una ofrenda (προσφορά) incruenta: el cuerpo y la sangre del Seρor.

A continuación siguen las intercesiones, que en los papiros de Estrasburgo y Londres no están completas. Las de la anáfora de San Marcos presentan complejos problemas, que ha estudiado, con su competencia habitual, dom Engberding18.

En este trabajo prescindimos de esta parte de la anáfora, pues su aportación concreta a la teología de la Historia de la Salvación es más bien escasa.

La introducción al Sanctus, seguida de éste, nos ha sido transmitida solamente por el texto melquita y el texto copto de San Cirilo:

 

Tú estás por encima de todo principado, potestad, autoridad y señorío, y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este siglo, sino también en el que viene. Te asisten millares y millares, miríadas y miríadas de ejércitos de santos ángeles y arcángeles. Ante ti están los dos venerabilísimos vivientes, los querubines de muchos ojos y los serafines de seis alas; con dos se cubren el rostro, con dos los pies y con las otras dos vuelan; unos a otros pregonan con voces que no callan, con divinas palabras incesantes,

el himno triunfal del trisagio,

cantando, clamando, glorificando,

pregonando y diciendo a tu magnífica gloria:

"Santo, santo, santo, Señor Sabaoth;

llenos están el cielo y la tierra de tu santa gloria.

 

(En voz alta:)

Todos los seres proclaman incesantemente tu santidad;

con todos los que proclaman tu santidad

recibe también, soberano Señor, nuestra proclamación de

santidad, cantando y diciendo con ellos:

 

(Pueblo:)

"Santo, santo, santo,

Señor Sabaoth;

llenos están el cielo y la tierra

de tu santa gloria."

 

Desde el punto de vista textual, una comparación de este texto con Serapión y Der-Balizeh muestra que en esta sección de la anáfora tienen el mismo esquema y muchas veces casi el mismo texto. El esquema está formado por tres partes: un preámbulo con la cita literal de Ef 1:21; un centón de reminiscencias bíblicas que describen la liturgia celeste de alabanza (cf. Dan 7:10; Ez 1:5-18; Ap 4:6, Is 6:2) y una frase no bíblica que expresa la asociación de la liturgia terrestre a la celeste, pidiendo a Dios que acepte esta liturgia humana. Tal coincidencia nos lleva a constatar que el esquema estaba ya en vigor al menos en el siglo V y que Marcos parece ser el texto que ha conservado elementos más primitivos. La parte no coincidente con Cirilo copto es una adición tomada de la anáfora de Santiago por los manuscritos melquitas, que provocan así una inconveniente repetición del Sanctus.

Este sigue literalmente a Is 6:3, sin añadir las frases comunes en otras anáforas: "hosanna en las alturas, bendito el que viene en nombre del Señor." Este hecho, tradicional en Egipto, confiere al Sanctus, en la anáfora de San Marcos, una dimensión puramente latréutica. Por lo demás, el acento no recae en la "gloria," sino en la palabra "llenos" (πλήρης), que sirve de transiciσn y punto de apoyo para unir el embolismo del sanctus y la epiclesis I que siguen, precediendo al relato institucional y la anamnesis, como puede observarse a continuación:

 

"En verdad están llenos (πλήρης) el cielo y la tierra

de tu santa gloria3

por la manifestación (επιφάνεια) del Seρor, Dios b y Salvador

nuestro Jesucristo.

Llena (πλήρωσαν) tambiιn, ¡oh Dios!, este sacrificio

con la bendición que de ti procede

mediante la venida de tu santísimo Espíritu.

Porque (ότι) el mismo Seρor, y Dios, y Salvador, y Rey nuestro absoluto Jesucristo,

la noche en que se entregaba d a sí mismo por nuestros pecados y soportaba la muerte en su carne por todos, mientras estaba recostado con sus santos discípulos y apóstoles,

tomando pan en sus santas, puras e irreprensibles6 manos,

elevando los ojos al cielo, hacia ti, Padre suyo,

Dios nuestro y Dios de todos los seres,

dando gracias, bendiciendo, santificando, partiéndolo,

lo dio a sus santosf y bienaventurados

discípulos y apóstoles, diciendo:

 

"Tomad, comed;

esto es mi cuerpo,

partido 8 por vosotros

y distribuido h para el perdón de los pecados."

Del mismo modo,

tomando el cáliz después de comer

y mezclando el vino con agua,

elevando los ojos al cielo, hacia ti, Padre suyo,

Dios nuestro y Dios de todos los seres,

dando gracias," bendiciendo, santificando," llenándolo del

Espíritu Santo,

lo pasó a sus santos

discípulos y apóstoles k, diciendo:

"Bebed todos de él;

ésta es mi sangre de la nueva alianza,

derramada por vosotros" y por muchos

y distribuida1 para el perdón de los pecados.

Haced esto en memorial mío,

pues cuantas veces comáis este pan

y bebáis de este cáliz

anunciáis mi muerte,

confesáis mi resurrección y ascensión

hasta que lo vuelva."

 

Anunciando, Soberano y Señor todopoderoso, Rey celestial"1, la muerte de tu unigénito Hijo, Señor, y Dios," y Salvador nuestro Jesucristo, y confesando0 su bienaventurada resurrección de los muertos al tercer día, y su ascensión a los cielos, y la instauración en su trono a tu derecha p, Dios y Padre, y esperando su segunda venidaq, estremecedora j terrible, en que vendrá a juzgar a los vivos j a los muertos con justicia y a retribuir a cada uno según sus obrass trátanos con miramiento, Señor, Dios nuestro—, te hemos ofrecido" en tu presencia, de los tuyos, estos dones."

 

El Post-Sanctus alejandrino, en contraposición al siro-antioqueña, se desarrolla a partir del πλήρης del Sanctus y no del άγιος; por otra parte, en las anαforas siro-antioquenas, el Post-Sanctus suele referirse a las tres personas divinas e introduce una conmemoración más o menos amplia de la Historia de la Salvación, cosa que falta en las anáforas egipcias (Der-Balizeh ni siquiera lo tiene), donde parece servir nada más para introducir la epiclesis I, que retoma el mismo tema: "Llena también, ¡oh Dios!... (πλήρωσαν).” Los manuscritos melquitas añaden, además, una referencia a la encarnación (δια της επιφανείας; cf. 2 Tim 1:10; Tit 2:13), quizα en paralelo a la conmemoración de la creación del comienzo19.

Nótese la insistencia de esta anáfora en la mediación de Cristo: por él se realiza la creación, por él se ofrece la oblación, por él están llenos los cielos y la tierra de la gloria del Señor Concretamente en el caso de la oblación, parece una real manifestación de arcaísmo, que conviene poner en relación con la expresión de Orígenes: "La oblación se hace a Dios todopoderoso siempre por Jesucristo" 20. En la misma línea de mediación parece estar situado el Espíritu Santo en la epiclesis. Como afirmábamos al hablar de la epiclesis de la anáfora de Hipólito, la epiclesis de Marcos parece ser, más bien, un primer ensayo de expresar el papel del Espíritu Santo en el misterio eucarístico21.

El relato institucional es introducido, como igualmente sucede en la anáfora de Serapión, por una conjunción casual: “ότι. La comparación con esta misma anáfora indica que este ότι debe relacionarse con la ofrenda expresada en la acción de gracias22. R.-G. Coquin pone de relieve el significado de esta conexión con las siguientes palabras: "El recuerdo de los gestos y palabras de Jesús a lo largo de su última cena es la justificación específica de la oblación hecha por la asamblea cristiana; el relato de la institución adquiere así, en la anáfora de Marcos, un relieve y una fuerza mucho más grandes que las otras anáforas, donde no interviene más que como una parte de la conmemoración de los magnalia Dei."23.

La anamnesis, como en casi todas las anáforas, se desarrolla en un triple movimiento: transición, conmemoración, ofrenda. La transición se hace aquí a base de 1 Cor 11:25-26. Tiene particular interés la variante de Cirilo copto: "hacéis mi memorial" (también en Der-Balizeh, Basilio y Gregorio coptos). La expresión, que subraya el carácter de memorial de la Eucaristía en un contexto de proclamación 24, parece propia de Egipto, aunque no primitiva, pues falta en los documentos más antiguos. Este carácter de proclamación es el que predomina en la sección conmemorativa de los hechos salvadores de Jesús. En efecto, el desarrollo de la anamnesis no parte aquí del μεμνημήνοι, como en las anαforas siró-occidentales, sino de un desarrollo de la frase paulina, con lo que la anamnesis se transforma en proclamación y confesión de fe. Este aspecto se halla aún más subrayado en la anáfora copta de San Cirilo, que antes de esta ceremonia incluye la siguiente proclamación del pueblo:

 

"Tu muerte, Señor, anunciamos, confesamos tu santa resurrección y ascensión. Te cantamos, te bendecimos, te damos gracias, Señor, y te rogamos suplicantes."25

 

La plegaria de oblación es también particular: no se trata aquí de hacer una oblación propiamente dicha, como sucede, p.ej., en las anáforas bizantinas, sino que, habiéndose ya formulado la ofrenda del "sacrificio espiritual" antes del Sanctus, en Marcos no se hace más que una referencia a ella (προεθήκαμεν, en aoristo)26. Finalmente, la expresión "de los tuyos, estos dones" (τα σα [om J y Cirilo εκ των σων δώρων) plantea diversos problemas. No es absolutamente seguro en primer lugar, que sea de origen egipcio estricto 27. En segundo lugar, no está claro a qué dones se refiere. En el caso de que la epiclesis II hubiese sido posteriormente introducida, cuestión que está en discusión, es posible que no se refiriesen, exclusivamente al menos, a la oblación eucarística, sino también a las ofrendas de los fieles. Una vez introducida esa epiclesis, siempre en la hipótesis de que no fuese original, las palabras se refieren claramente a las especies eucarísticas. Esto es lo que especifican con claridad algunas anáforas al precisar que estos dones son el pan y el cáliz28. L. Bouyer ha subrayado, acertadamente, que no se podría expresar más felizmente la naturaleza sacrificial del memorial que con esta frase. En efecto, al presentar a Dios esos dones que provienen de él, se los presentamos como el don que Dios mismo nos hace, prenda de su misterio salvador, para que nosotros se lo representemos en la acción de gracias, y así recibamos el efecto permanente de este misterio, que tiende a su propio cumplimiento: a la gloria de Dios29.

La anáfora concluye con una amplia epiclesis y una breve doxología:

 

"Y te rogamos y te suplicamos,

Amigo de los hombres, (Dios) bueno, envía

desde tus santas alturas,

desde tu bien dispuesta morada,

desde tus interioridades sin límite,

al Paráclito mismo,

al Espíritu de la verdad, al Santo,

al Señor, al Dador de vida,

al que habló en la ley, j en los profetas,

y en los apóstoles;

al que está presente en todas partes

y lo llena todo,

al que obra la santificación en los que quiere no como ministro,

sino por su propia virtud y según su beneplácito,

al que es simple en su naturaleza y multiforme en su actividad,

manantial de los divinos dones,

consustancial contigo,

al que de ti procede y contigo condivide el trono,

y con tu Unigénito,

el Señor, Dios y Salvador nuestro Jesucristo;

mira sobre nosotros

y envía sobre estos panes y estos cálices2 a tu Espíritu Santo

para que los santifique y perfeccione como Dios omnipotente

y haga de este pan el cuerpo b,

y de este cáliz, la sangre de la nueva alianza

del mismo Señor, y Dios, y Salvador, y supremo Rey

nuestro0 Jesucristo";

que nos sean a todos los que de ellos participamos

para (conseguimiento de) fe, sobriedad,

salud, sabiduría, santificación,

renovación del alma, del cuerpo y del espíritu,

comunicación de felicidad, de vida eterna y de inmortalidad,

glorificación de tu santísimo Nombre,

remisión de los pecados.

Para que en esto como en todo

sea glorificado, celebrado en himnos y santificado

tu Nombre santísimo, precioso y glorioso,

con Jesucristo6 y el Espíritu Santo,

como era, y es, y será

de generación en generación

y por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Las diferencias de redacción en este pasaje son muy notables en las fuentes que podemos usar. El texto más sobrio nos lo dan el papiro de Manchester y la tablilla sahídica; Cirilo copto es muy amplio, sobre todo al principio, que incluye una larga plegaria del género apología30; el texto melquita sigue un camino medio. La epiclesis desarrolla, fundamentalmente, dos temas: una teología del Espíritu Santo y una exposición de los efectos de su venida sobre los dones y los participantes; esta última muy cercana al pasaje paralelo de la anáfora de Santiago. El tema más antiguo, pues está ya presente en el papiro y en la tablilla, es el del realismo eucarístico y los efectos eucarísticos sobre los participantes. Pero aún aquí estos antiguos documentos parecen haber sufrido la influencia de la anáfora de Santiago, si bien en una recensión más primitiva que la llegada hasta nosotros. La epiclesis más primitiva de Marcos, teniendo en cuenta los datos dichos y tras una serie de comparaciones, es reconstruida por Coquin aproximadamente de esta manera:

 

"Y te rogamos y suplicamos

que envíes

al Espíritu Santo

sobre nosotros y sobre tus dones presentados

y los santifiques y transformes

para que nos sean a todos los que de ellos participamos

para conseguimiento de fe..."31

 

En cuanto a la doxología, viene a ser la misma que se encuentra en las anáforas alejandrinas de San Basilio y San Gregorio, sin nada común esta vez con la de Santiago. En realidad, como opina Coquin, no solamente no parece ser ésta la primitiva doxología de San Marcos, sino que ni siquiera es propiamente una doxología, ya que se trata, más bien, de una plegaria que pide la glorificación del nombre divino mediante la participación en la Eucaristía ("en esto"). La doxología de San Marcos en su redacción original debía de ser, más bien, del tipo de las documentadas por Serapión y Der-Balizeh: "por nuestro Señor Jesucristo... en (o con) el Espíritu Santo..."

 

Las Anáforas del Eucologio de Serapión y del Papiro Der-Balizeh.

La actitud más indicada hoy ante la anáfora del eucologio de Serapión debe ser la de prudencia. Tras el entusiasmo suscitado por su publicación a finales del siglo pasado, estudios posteriores han ido situando este texto en su más justas dimensiones. Dom B. Capelle, en un valioso estudio, ha puesto de relieve que nos hallamos ante un texto cuyo margen de elaboración personal parece ser bastante notable32, y últimamente dom B. Botte ha expresado serias dudas sobre su atribución a Serapión, obispo de Thmuis en el siglo IV y gran amigo de San Atanasio33. Por lo que se refiere a la anáfora, ésta sigue siendo de gran interés; pero no como testigo universal de la tradición egipcia en el siglo IV, sino, más bien, como testimonio de la Eucaristía celebrada en una Iglesia local.

Comencemos por la traducción castellana de la primera parte de esta plegaria hasta el Sanctus inclusive34:

 

"Es digno y justo a ti,

Padre increado del unigénito Jesucristo,

alabarte, cantarte himnos, glorificarte.

Te alabamos (αίνούμεν), Dios increado,

inescrutable, inefable,

incomprensible a toda naturaleza creada.

Te alabamos a ti, que eres conocido por el Hijo unigénito,

por quien has sido expresado, interpretado,

manifestado a la naturaleza creada.

Te alabamos a ti,

que conoces al Hijo y revelas a los santos las glorias

que le pertenecen; a ti,

que eres conocido por el Verbo

que has engendrado; a ti,

que te revelas y das a conocer a los santos.

Te alabamos, Padre invisible,

dador de la inmortalidad;

tú eres la fuente de vida, la fuente de la luz,

la fuente de toda gracia y verdad;

amigo de los hombres y amigo de los pobres,

que te has reconciliado con todos

y te ganaste a todos con la venida de tu Hijo bienamado.

Te suplicamos: haznos hombres vivientes,

danos (el) Espíritu de la luz para conocerte a ti,

el Verdadero, y a tu enviado Jesucristo.

Danos (el) Espíritu Santo

para que podamos narrar y exponer tus inefables misterios.

Hable en nosotros el Señor Jesús,

y (el) Espíritu Santo por nosotros te celebre en himnos.

 

Porque tú estás por encima de todo principado y potestad, de toda fuerza y señorío, de todo nombre que es nombrado no sólo en este siglo, sino también en el que viene. Te asisten millares y millares, miríadas y miríadas de ángeles y arcángeles, de tronos y dominaciones, de principados y potestades. En tu presencia están los dos venerabilísimos serafines de seis alas, que con dos alas se cubren el rostro, con dos los pies y con otras dos vuelan, y que proclaman tu santidad; unidos a ellos, recibe también nuestra proclamación de santidad mientras decimos:

 

"Santo, santo, santo, Señor, Dios Sabaoth; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria."

 

Esta primera parte de la anáfora está compuesta por una primera acción de gracias peculiar, junto con la introducción al Sanctus y el mismo Sanctus. Estas dos últimas secciones caen plenamente dentro de la tradición egipcia. H. Lietzmann ha analizado excelentemente la acción de gracias 35: tras dirigirse a Dios como al totalmente incomprensible, subrayando así su trascendencia a base de tres apelativos pertenecientes a la teología apofática, se le alaba porque ha sido conocido por el Hijo, y mediante él ha sido manifestado a la naturaleza creada y a los santos (a los iniciados). El resultado es que Dios nos es ahora conocido por Cristo como el dador de inmortalidad, vida, luz, gracia y verdad y como aquel que por la encarnación del Logos ha efectuado la reconciliación y restauración de la humanidad. Esto suscita en el iniciado la imperiosa necesidad de alabarle y manifestarle, lo que sólo se puede hacer mediante el don de su Espíritu Santo (siempre sin artículo). A las afinidades de este texto con el NT (cf. Jn 10:15; 12; 32; 1 Cor 8:3; Gal 4:9) se une, eclécticamente, un inequívoco parentesco con las plegarias de los escritos herméticos y de las bendiciones judías36, centrándose el himno eucarístico en una alabanza y acción de gracias por la gnosis, cuyos efectos son la luz y la vida. Me parece, sin embargo, ver, a través de este prisma dominante, una acción de gracias, cuyo tema subyacente es la revelación (verdadera gnosis) y los efectos de la encarnación, temas ya desarrollados, aunque desde otra perspectiva, en las anáforas de Hipólito y Addai y Mari, ya estudiadas.

La plegaria eucarística se continúa, a la manera alejandrina, mediante el tema de la plenitud, que sirve de enlace entre el Sanctus y la primera oración epiclética:

 

"Lleno está el cielo y la tierra está llena de tu magnífica gloria,

Señor de las potencias.

Llena también este sacrificio de tu potencia y comunicación,

pues a ti hemos ofrecido (προσηνέγκαμεν) este sacrificio viviente,

oblación incruenta.

Te hemos ofrecido este pan, signo (ομοίωμα) del cuerpo de tu Unigιnito.

Este pan es signo de su santo cuerpo,

porque (ότι) el Seρor Jesús,

la noche en que era entregado,

tomó pan, y lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo:

"Tomad y comed; esto es mi cuerpo, partido por vosotros para perdón de los pecados."

 

Por eso, también nosotros,

realizando el signo (ομοίωμα ποιουντες) de su muerte,

hemos ofrecido el pan y pedimos suplicantes: por este sacrificio,

vuélvete hacia nosotros y senos propicio, Dios de la verdad;

y así como este pan estaba antes disperso sobre las colinas y después de recogerlo se hizo uno, del mismo modo congrega también a tu santa Iglesia de entre toda nación y país, de toda ciudad, aldea y casa, y haz una sola Iglesia, viva y católica.

Te hemos ofrecido también el cáliz,

que es signo de su sangre, porque el Señor Jesús,

tomando un cáliz después de cenar, dijo a sus discípulos:

"Tomad, bebed; ésta es la nueva alianza, que es mi sangre, derramada por vosotros para el perdón de los pecados."

 

Por eso te hemos ofrecido también nosotros este cáliz presentando el signo de la sangre. Venga, ¡oh Dios de la verdad!, tu santo Verbo sobre este pan para que el pan se convierta en cuerpo del Verbo, y sobre este cáliz, para que el cáliz se convierta en sangre de la Verdad.

Y haz que todos los que participan obtengan el remedio de vida, para curación de toda enfermedad y consolidación de todo progreso y virtud, y no para condenación, ¡oh Dios de la verdad!, ni para afrenta y oprobio.

Te invocamos a ti, el Increado, por mediación de tu Unigénito, en (el) Espíritu Santo;

ten piedad de este pueblo, hazle digno de progreso; sean enviados ángeles que asistan al pueblo para destrucción del maligno y edificación de la Iglesia. Te rogamos también por todos los que se han dormido,

de los cuales hacemos memoria;

(dice los nombres): santifica estas almas, pues tú les conoces a todas;

santifica a todos los que se durmieron en el Señor y cuéntalos entre tus santas potencias; dales un lugar y una morada en tu Reino.

Recibe también la acción de gracias del pueblo,

bendice a cuantos te han presentado la oblación y la acción de gracias,

y concede salud, integridad, alegría y prosperidad

completa de alma y cuerpo

a todo este pueblo

por tu único Hijo Jesucristo

en el Espíritu Santo,

como era, y es, y será de generación en generación

y por todos los siglos de los siglos.

Amén.

 

La epiclesis I está formulada de modo indeterminado, al igual que la de San Marcos, lo que aboga por su antigüedad. La formulación de la ofrenda, en aoristo, quizá evoque la presentación de los dones ante el altar; pero es indudablemente, en cuanto al tiempo del verbo, una elección personal del autor, pues no encuentra equivalente en el papiro de Estrasburgo, donde se formula en presente; ni en ningún otro documento egipcio37. El punto fundamental, sin embargo, es la ausencia aparente de una verdadera anamnesis. Pero en este punto, aun con sus propias singularidades, esta anáfora es testigo también de la tradición egipcia, en que la anamnesis se centra principalmente en su aspecto kerigmático, en su aspecto de anuncio de la obra salvadora de Cristo, sin que se exprese en ella la ofrenda eucarística y sin acentuar el aspecto de memorial.

 

Las palabras claves aquí son éstas:

 

"Te hemos ofrecido este pan, signo (ομοίωμα) del cuerpo de tu Unigιnito. Este pan es signo de su santo cuerpo, porque (ότι) el Seρor Jesús... Por eso (δια τούτο), tambiιn nosotros, realizando el signo (ομοίωμα ποιουντες) de su muerte, hemos ofrecido el pan... Te hemos ofrecido tambiιn este cáliz, que es signo de su sangre, porque (δτι) el Seρor Jesús... Por eso (δια τοΰτο) te hemos ofrecido tambiιn nosotros este cáliz, presentando (προσάγοντες) el signo de la sangre.”

 

Como subraya dom Capelle, el δια τοΰτο και ημείς no se comprende sin un previo supuesto: "haced esto en memorial mío." Y, en efecto, este supuesto se halla incluso expresado por escrito, aunque con diversa terminología: porque (ότι) el Seρor Jesús realizó, en la noche de la cena, una determinada acción, por eso (δια τοΰτο) hacemos nosotros lo mismo. Dicho de otro modo: lo que nosotros hacemos está motivado por las palabras y acciones de Jesús (δια τοΰτο) y quiere reproducir lo que él hizo (και ημείς). “Realizar el signo de su muerte” es, pues, equivalente al “haciendo memoria" de otras anáforas, con una probable intención doctrinal en el autor, a saber, la de subrayar el aspecto de acción que tiene el memorial eucarístico 38.

Una nueva originalidad de este pasaje de la anáfora debe ocupar un momento nuestra atención. Se trata de la cita de Did. 9,4 que en él se ha introducido. El sentido primitivo que estos célebres versos tienen se ha cambiado aquí un tanto. Si en la Didajé se suplicaba por la reunión escatológica de la Iglesia, aquí esta reunión se solicita claramente para el tiempo presente. Se adivina que el autor está pensando en la división operada por la herejía arriana en el seno de la Iglesia; herejía que ha seducido a tantos pueblos, regiones, ciudades, aldeas y casas. Pero la Eucaristía es el sacramento de la unidad; por eso la súplica: que por esta θυσία consigamos todos la reconciliaciσn y el perdón y que la única Iglesia católica reúna en su seno al universo dividido. Se podrá discutir la oportunidad del lugar en que se ha insertado la súplica, pero no la exacta comprensión de la Eucaristía como sacramento constructor de la unidad de la Iglesia, ni la solicitud pastoral del posible obispo que compuso o arregló esta plegaria eucarística.

Un tema sobre el que no vamos a entretenernos es el de la epiclesis del Logos. El estudio detenido a que han sometido este pasaje dom Capelle y dom Botte pone serios reparos a la existencia de una epiclesis del Logos como algo tradicional en Egipto hacia la mitad del siglo IV. A pesar de la frecuencia con que el Espíritu Santo es nombrado en esta anáfora, algunos detalles nos hacen pensar en la cierta intencionalidad del autor para dejarle en una sombra de indeterminación un tanto sospechosa. No solamente es nombrado siempre sin artículo, dando pie, al menos, a una cierta ambigüedad sobre su naturaleza personal, sino que en otros lugares del eucologio en que su presencia actuante y plena parecía deber ser esperada (p.ej.: en la invocación sobre las aguas bautismales, sobre el crisma consagrado, sobre el óleo de los enfermos), es siempre sustituido por el Verbo39. El pasaje no parece, pues, ser demasiado claro como para apoyar en él ninguna conclusión teológica, y menos con valor general para la Iglesia egipcia.

Dirijamos ahora una breve mirada a la anáfora contenida en el papiro Der-Balizeh. Según sus últimos editores, se trata de un texto que ha conservado elementos antiguos, pero que en su conjunto no es testigo más que del tiempo en el que el papiro fue escrito, es decir, hacia finales del siglo VII40. El texto que poseemos comienza con la introducción al Sanctus, que se hace mediante el procedimiento tradicional en Egipto de la cita literal de Ef 1:21 41:

 

… "porque tú eres quien está sobre todo principado y autoridad, sobre toda potencia y señorío, sobre todo nombre nombrado no sólo en este siglo, sino también en el que viene.

Te asisten miríadas de santos ángeles y ejércitos de ángeles sin número; ante ti asisten los querubines de muchos ojos y a tu alrededor están los serafines de seis alas, que con dos se cubren el rostro, con dos los pies y con las otras dos vuelan;

todos proclaman en todas partes tu santidad. Con todos ellos, que proclaman tu santidad, recibe también nuestra proclamación mientras decimos:

"Santo, santo, santo, Señor Sabaoth. Lleno está el cielo y la tierra de tu gloria."

Llénanos también a nosotros de tu gloria y dígnate enviar a tu Espíritu Santo sobre estas criaturas; y haz de este pan el cuerpo de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo; y de este cáliz, la sangre de la nueva alianza del mismo Señor nuestro, Dios y Salvador, Jesucristo.

Y así como este pan,

disperso en otro tiempo por los montes, colinas y valles, tras haber sido recogido, se ha convertido en un solo cuerpo; así como este vino, que manó de la santa viña de David, y este agua, brotada del Cordero inmaculado, tras haber sido mezclados, se han convertido en un único misterio, del mismo modo, congrega a la Iglesia católica de Jesucristo.

El mismo Señor Jesucristo, en efecto (γαρ), la noche en que se entregaba a sν mismo, tomando pan en sus santas manos, bendiciendo, santificando, partiéndolo, lo dio a sus discípulos y apóstoles, diciendo:

"Tomad, comed todos de él; esto es mi cuerpo,

entregado por vosotros para perdón de los pecados." Del mismo modo, después de cenar, tomando un cáliz, bendiciendo y bebiendo (de él), se lo dio, diciendo:

"Tomad, bebed todos de él; ésta es mi sangre,

derramada por vosotros para perdón de los pecados. Cuantas veces comáis este pan y bebáis de este cáliz anunciáis mi muerte, (proclamáis mi resurrección)42, hacéis mi memorial." Tu muerte anunciamos, proclamamos tu resurrección

y rogamos…

... y concede (lo) a nosotros tus siervos,

para conseguimiento de (la) fuerza de i) Espíritu Santo,

confirmación y crecimiento de fe,

esperanza de la vida eterna futura,

por nuestro Señor Jesucristo,

con el cual a ti, Padre, la gloria,

junto con el Espíritu Santo,

por los siglos.

Amén.

 

La introducción al Sanctus y éste siguen la línea tradicional de la Iglesia egipcia. La epiclesis primera presenta, sin embargo, la doble peculiaridad de ser consagratoria y de pedir la plenitud de gloria sobre los oferentes, con lo que se pide la agregación de los participantes al cielo y la tierra que proclaman esta gloria. Sigue la ya conocida cita de Oíd. 9,4, cuyo acento recae aquí más en el aspecto eucarístico que en el eclesial, aun sin faltar éste. Según dom Capelle, este desarrollo tendría el significado siguiente: si el pan se ha convertido en cuerpo, y el vino, mezclado con agua, en un solo misterio, brotado de la santa viña y del Cordero inmaculado, es porque (γαρ) el Seρor, la noche en que se iba a entregar, dijo: "Esto es mi cuerpo..."43. Sin embargo, esto exige que se considere la mención sobre la reunión de la Iglesia como una intrusión, lo que no es fácil, dado que pertenece al texto original de la Didajé. Teniendo en cuenta el modo de comenzar el relato institucional, αυτός γαρ σ κύριος ημών “ Ιησούς Χριστός, la referencia parece, mαs bien, dirigirse a la epiclesis I, y el significado sería: haz de este pan el cuerpo de Cristo, y de este cáliz, la sangre del mismo Señor Jesucristo, pues (γαρ) el mismo Seρor Jesucristo, la noche de la traición, tomando pan, dijo... No obstante, la interpretación no es segura, pues el ότι en la anαfora de San Marcos se refiere a la plegaria de ofertorio que sigue a la acción de gracias, y que aquí no existe.

Lo que sí parece cierto es que esta partícula (γαρ) es un reflejo del tradicional δτι egipcio y que el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre del Seρor por el recuerdo y la acción de las palabras de Jesús en la última cena; es decir, como acertadamente nota J. Betz, todo el conjunto es equivalente al memorial de la muerte salvadora del Señor, la cual, en consecuencia, se anuncia y proclama, siguiendo el estilo kerigmático de la formulación de la anamnesis egipcia44.

Finalmente, el verbo δεόμεθα que sigue a la proclamaciσn de los misterios salvíficos del Señor, parece introducir a una plegaria epiclética, lo cual, por otra parte, presenta la dificultad de que nos encontramos ante una anáfora cuya epiclesis conocida ha invocado ya al Espíritu sobre los dones y sobre los fieles. Queda también la hipótesis de que se trate de una introducción a diversas intercesiones; de hecho, las intercesiones de la anáfora de San Marcos son introducidas por un verbo semejante. La dificultad proviene ahora de que también parecen haberse ya presentado todas las peticiones antes del Sanctus en esta anáfora. No obstante, tenemos el caso de la anáfora de Serapión, donde aparecen repartidas antes del Sanctus y al final de la plegaria. La solución al interrogante de qué hay tras este verbo podrá encontrarse únicamente en un nuevo documento que nos lo aclare45.

 

Eucaristía e Historia de la Salvación en la Primitiva Anáfora Egipcia.

El contenido teológico de las anáforas de la Iglesia egipcia en relación a la teología de la Historia de la Salvación que presenta y a los puntos conectados con ella, tiene, como en tantos otros casos, la dificultad de que estamos ante un texto, la anáfora de San Marcos, de larga historia, y, en consecuencia, muy evolucionado. Los otros textos estudiados, aunque no representen la tradición egipcia general, sirven para matizar y enriquecer algunas de sus perspectivas. En todo caso, hemos de imponernos un límite, que es, en primer lugar, cronológico: los aspectos que a continuación se resalten pueden considerarse todos anteriores al siglo VII y, en lo esencial, ya constituidos en el siglo IV. En segundo lugar, este límite quiere ser cualitativo, es decir, nos centramos en lo que es específico de esta tradición.

 

a) La Presentación Histórica de la Salvación: Dimensión Horizontal.

El primer dato que se impone al observador es la carencia de una conmemoración lineal de la Historia de la Salvación en la primera mitad de la anáfora, antes del relato institucional. La alabanza y acción de gracias, aunque con un claro predominio de la alabanza, se centran únicamente en la creación, presentada como obra del Padre por Cristo Jesús. El aspecto subrayado no es tanto el de una alabanza o acción de gracias a Dios por la creación cuanto el de una alabanza a Dios con la creación celeste y terrestre. Es éste el primer signo de la naturaleza kerigmática de la anáfora en esta tradición. En efecto, la plegaria eucarística egipcia es, en primer lugar, un sacrificio de alabanza, un sacrificio de acción de gracias. Y esto, que es común a toda anáfora, es aquí particularmente perceptible. Más aún: la introducción del Sanctus, probablemente posterior al origen de la anáfora, y su peculiar estructura en esta tradición subrayan el mismo aspecto: criaturas terrestres y criaturas celestes dan gloria a Dios, proclaman su santidad; con ellos entra en coro el participante en la Eucaristía, el cristiano, que ofrece así a Dios, en perfecto sacrificio de acción de gracias, lo que de él ha recibido como don, haciendo volver la creación a su punto de origen. Como ya hemos notado y en otros casos volveremos a notar, el Sanctus en estos casos es como una rotura de la dimensión horizontal de la historia salvífica, de su presentación lineal, para convertirse en kairós de esa salvación, en momento privilegiado en que esa salvación se significa como presente: la común alabanza de los ángeles y los hombres al Dios creador por Cristo es ya un signo de la reconciliación de los cielos y tierra llevada a cabo por Dios Padre mediante Cristo; es decir, es signo y hace realidad sacramental uno de los frutos o dones de salvación que nos han sido conquistados por Cristo, presencializándolo en el hoy de la Iglesia.

Merece la pena subrayar el intento de progresión significativa que la anáfora de Serapión representa en este campo. La alabanza ya no se centra aquí en la creación como tal, sino en Dios mismo, el incomprensible, y en su misericordiosa revelación a los hombres por Cristo , su Logos. Ahora bien, esta manifestación divina no es la comunicación de un puro conocimiento intelectivo de Dios, sino el conocimiento y la experiencia de un Dios salvador que por la manifestación-encarnación de su Hijo Jesucristo nos hace partícipes de los frutos de la salvación; el verdadero conocimiento (γνώσις), que supone iluminación y vida, gracia y verdad, restauración de la situación de "ignorancia" respecto a Dios (pecado) y reconciliación total con él mediante su Hijo. En el fondo, pues, la acción de gracias de esta anáfora tan peculiar es una acción de gracias centrada en los efectos de la salvación, que nos llegan de Dios por Cristo, al estilo de como es descrita en la anáfora de Addai y Mari y en el núcleo central de la anáfora de Hipólito.

Un tercer estadio será introducir una conmemoración de la Historia de la Salvación en la acción de gracias de la anáfora de San Marcos. Pero es ya muy tardío, aprendido de la tradición antioqueña, y, por consiguiente, ajena a su propia naturaleza originaria y al período a que hemos querido limitarnos.

El mismo aspecto kerigmático y sencillo se refleja en la teología trinitaria, sobre todo, de la anáfora de San Marcos. El Padre es el Creador y el Salvador, y a él se dirige la alabanza y la gloria. El Hijo y el Espíritu son siempre mediadores. Es notable en este aspecto la insistencia de la anáfora de San Marcos en la función mediadora de Cristo: mediante él ha sido hecho todo lo creado, mediante él llega nuestra ofrenda al Padre, mediante él participamos ya de la gloria divina. En la misma línea es situado el Espíritu Santo: mediante él, Dios santifica los dones eucarísticos y a los participantes. Esta santificación-consagración de los dones es, más bien, un modo de expresar el realismo eucarístico del pan y el vino que una concretización del momento de la consagración eucarística. Este no es nunca determinado en la primitiva tradición egipcia. No olvidemos que es posible que la epiclesis de consagración II sea de importación siria y que, incluso tras admitir ésta dentro de la anáfora, la tradición alejandrina seguirá manteniendo la epiclesis I y, en su lugar propio, la expresión de la oblación, justificada siempre por las palabras de Jesús (ότι,)46.

 

b) Presencialización de la Historia de a Salvación: Dimensión Vertical.

Si esta tradición eucarística no es muy rica, más bien es pobre, en su presentación lineal de la Historia de la Salvación es, por el contrario, extremadamente expresiva de la presencia-lización del núcleo histórico-salvífico en la celebración eucarística de la Iglesia.

La anamnesis no se reduce aquí a una conmemoración objetiva de la muerte-resurrección del Señor tras el relato institucional, sino que se extiende y abarca todo el núcleo de la anáfora. En la de San Marcos se distribuye en tres momentos distintos, pero unidos entre sí. Primeramente, tras la acción de gracias se formula la oblación. A continuación, el relato institucional justifica esta oblación con la renovación de las palabras y gestos de Jesús. El relato institucional se presenta así con extraordinario relieve en esta tradición. Sería inconcebible una anáfora egipcia sin narración institucional, pues faltaría el fundamento, la razón última de la ofrenda presentada en acción de gracias. Al contrario de lo que en otras anáforas sucede (cf., p.ej., la anáfora bizantina de San Juan Crisóstomo), el relato institucional no sólo no es presentado aquí como un hecho salvífico más en la lista de conmemoraciones salvíficas (de la que, por lo demás, carece esta anáfora), sino como la realización en el presente de la Iglesia del mandato de Jesús y la única razón de la actualización de su sacrificio en la cruz, y, por consiguiente, de la presencialización de su misterio pascual. En este contexto enlaza con perfecta lógica, en tercero y último lugar, una anamnesis formal que expresa a los cuatro vientos, en gozosa actitud kerigmática, esa presencialización de la muerte-resurrección de Cristo y cierra el ciclo con una referencia a la oblación ya formulada. Podrá discutirse si esto es un modo pedagógico y claro de presentar el carácter de memorial que tiene la Eucaristía, sobre todo después del Sanctus con su introducción, pero no podrá negarse la unidad, simple y grandiosa a la vez, de toda la plegaria eucarística bajo la categoría fundamental de memorial.

Con sus peculiaridades específicas, ésta es, sin embargo, la misma concepción eucarística de la anáfora de Serapión y la razón probable de la no existencia en ella de una anamnesis formal. Según esta anáfora, ofrecemos los signos de la muerte de Cristo; y este ofrecimiento es factible porque el pan y el vino son signos que contienen la realidad profunda que significan; esto es, a su vez, posible porque renovamos la acción de Jesús en la última cena. Sólo el aspecto de anuncio gozoso parece quedar un poco en la penumbra; pero quizá podamos descubrirlo en esa petición de Espíritu divino para poder "narrar y exponer los inefables misterios de Dios" con que concluye la acción de gracias inicial.

Der-Balizeh se enmarca en la más pura tradición egipcia: realizando los gestos y renovando las palabras de Jesús, hacemos lo mismo que él hizo y proclamamos a todas partes el misterio pascual y salvador de su muerte y resurrección.

Se adivina ya, en una concepción tan unitaria de la plegaria eucarística, lo ficticias que pueden ser tantas determinaciones acerca del "momento de la consagración." Y se entrevé la solución a este ficticio problema en la naturaleza anamnética que toda la plegaria eucarística en conjunto tiene, y que ninguna tradición subraya con tanta fuerza como la que estamos estudiando. En resumen: la plegaria eucarística, porque renueva la acción de Jesús en la cena, presencializa en signos (sacramentalmente) el misterio salvífico de Cristo y es su anuncio y confesión gozosa. Este gozo es el que impulsa no a olvidar la cruz, sino a poner el acento en los aspectos gloriosos del misterio en el momento del anuncio anamnético.

Hagamos, finalmente, otra observación. El aspecto sacrificial de la Eucaristía aparece aquí claramente entrelazado con su aspecto anamnético: los dones que Dios nos da, renovados en la Iglesia, según su mandato, por la acción y palabras de Cristo, son ahora el signo verdadero, el sacramento de la muerte de Cristo, Al ofrecer el pan y el vino eucaristizados, la Iglesia ofrece a Cristo mismo, muerto en la cruz. Y su sacrificio no es sólo sacrificio de Cristo, sino también sacrificio de la Iglesia, pues estos dones, ese pan y ese vino, no son únicamente algo que proviene de Dios, sino algo que por Dios ha sido donado a la Iglesia, y por ello le pertenece. Ciertamente, no se trata de un nuevo sacrificio distinto del de la cruz, pues la Iglesia no ofrece pan y vino, sino los signos de la única muerte de Cristo, hecha presente sacramentalmente mediante ellos en virtud de la palabra y gestos de Jesús.

 

c) La Eucaristía Construye la Iglesia.

Un último aspecto particularmente vivo en esta tradición quisiera subrayar: la acción salvadora de Cristo en la Eucaristía afecta directamente a la Iglesia. El dato en sí mismo no es original, pero sí antiguo en la tradición egipcia. La anáfora de San Marcos no lo expresa más que de un modo general en la epiclesis II, al pedir el envío del Espíritu sobre los participantes y explicar sus efectos. Pero esta epiclesis II podría ser influencia jerosolimitana, aunque está atestiguada ya, al menos, en el siglo IV (papiro de Manchester). Más tradicional parece la expresión de esta idea mediante la inclusión de la cita de Did. 9,4 en Serapión y Der-Balizeh. En ambos, aunque más acentuado en el primero, la idea central es la misma, aunque con diversos matices.

En la anáfora del eucologio de Serapión, la súplica se relaciona inmediatamente con el sacrificio eucarístico: que, mediante este sacrificio, la unidad significada por el pan y el vino eucaristizados construya la unidad de la Iglesia, destruida por la herejía (el arrianismo probablemente). La misma idea presidirá la epiclesis y la súplica que sigue: que esta Eucaristía sea para salvación y no para condenación (epiclesis); que sean enviados ángeles (¿obispos?; cf. Ap 1:20.8.12.18, etc.) que asistan al pueblo, es decir, que le mantengan en unidad; que esta eucaristía sea para destrucción del maligno (¿herejía?) y construcción de la Iglesia (súplica siguiente)47. Incluso la súplica por los difuntos que sigue a continuación debe mirarse desde esta perspectiva: que los fieles, vivos y difuntos, logren vivir en la unidad de la Iglesia en la tierra y conseguir la participación en el Reino después. Hay como una obsesión por la unidad en la Iglesia y una convicción de que la Eucaristía, sacramento del pan reunido, construye, a la vez, la reunión de ella.

La misma convicción, aunque menos subrayada, expresa la anáfora del papiro Der-Balizeh. Constatación de la Eucaristía como sacramento constructor de la unidad de la Iglesia, que será además expresada en toda su plenitud por las anáforas siró-occidentales en su epiclesis, atribuyéndosela a la acción del Espíritu. Encontramos aquí ya, como antes en la anáfora de Hipólito, un apunte de este desarrollo que se presenta como una manifestación de la salvación de Cristo actuada por la Eucaristía en el tiempo concreto de la Iglesia.

 

1 No se sabe con certeza cuándo se introdujo el cristianismo en Alejandría ni quiénes fueron sus primeros evangelizadores. El único dato que tenemos es de Eusebio: "Este Marcos dicen (φάσιν) que fue el primero en ser enviado a Egipto, y que allν predicó el Evangelio que él había puesto por escrito y fundó iglesias, comenzando por la misma Alejandría" (Historia eclesiástica II 16,1; ed. y trad. de A. velasco delgado, Eusebia de Cesárea: Historia eclesiástica, 2 vols. [Madrid (BAC 349-350) 1973] I 89). La referencia a una mera tradición oral sin más documentación, parece significar que Eusebio no está muy convencido de ello; cf. L. W. barnard, Saint Mark and Alexandria: The Harvard Teológica! Review 57 (1964) 149. Sobre los orígenes de la cristiandad de Alejandría pueden consultarse M. hornschuh, Die Anfdnge des Christentums in Aegyptem (Bonn 1958); R. kasser, Les origines du christianisme égyptien: Revue de Théologie et de Philosophie 12 (1962) 11-28; cf. también H. leclercq, Alexandrie: DACL I 1 (1924) 1098-1106.

2 Cf. J. quasten, Patrología I 243ss.305ss, con amplia bibliografía. Sobre el origen y desarrollo posterior de la liturgia alejandrina y egipcia en general, además de las obras generales, cf. H. leclercq, Alexandrie. II. Liturgie: DACL I 1 (1924) 1182-1204.

3 Cf. R.-G. coquin, L"anaphore alexandrine de Saint Marc: Le Muséon 82 (1969) 307-356. Lo sustancial de este trabajo, aunque sin el texto de la anáfora, es reproducido en EOO II 51-82.

4 Los principales son: griego 177 de Mesina (siglo xn), Vaticano griego 1970 Rossanense (siglo xn), ed. por renaudot (I 131-142) y brightman (125-134; repr., con trad. lat. en PE 101-115); Vaticano griego 2281 (año 1207). Estos tres códices fueron editados cuidadosamente en columnas paralelas por C. A. swainson (The greek Liíurgies chiefly from original authorities [Cambridge 1884] 2-73). Trad. cast. de toda la anáfora de San Marcos en GOE 164-176.

5 coquin usa para su estudio la edición ortodoxa de esta anáfora hecha por Los Hijos de la Iglesia (El Cairo 1960), colacionada con el manuscrito Parts copto 82 (año 1307), del que da una traducción latina literal. Puede consultarse también la traducción latina del mismo hecha por renaudot (I 39-48; en PE 135-139). Recientemente, W. F. macomber presentó y editó un códice, al que denomina Karmarcik por el nombre de su propietario, que contiene la versión griega de las anáforas coptas de Marcos, Basilio y Gregorio. Puede datarse del año 1283 y muestra que la Iglesia copta siguió usando el griego en su liturgia hasta muy tarde en algunos sitios; cf. The Karmarcik Codex. A 14th Century Greek-Arabic Manuscript of the Coptic Mass: Le Muséon 88 (1975) 391-395. Kh. samir, tras estudiar el códice, corrigió la fecha de composición en OChP 44 (1978) 89. La anáfora griega de Marcos ha sido editada por Macomber en OChP 45 (1979) 85-98. De una primera y rápida confrontación con el texto copto de la anáfora de Cirilo, puede concluirse provisionalmente: representa un texto sustancialmente coincidente con él; proüferan las amplificaciones de adjetivos, sin variar el sentido; acepta pasajes del texto melquita, si bien al margen, en árabe, suele añadirse: "no se dice"; tiene alguna pequeña omisión interesante. En resumen, a mi juicio, se trata de un texto medio entre París copto 82 y los manuscritos melquitas de la anáfora de Marcos. No afecta sustancialmente a las conclusiones de nuestro estudio. Tanto los melquitas como los coptos utilizan otras anáforas, pero pertenecen a la tradición siró-occidental aunque hayan recibido algunas modificaciones de la tradición alejandrina. Una visión reciente de conjunto en G. viaud, La liiurgie des captes d"Égipte (París 1978).

6 Editado por M. andrieu - P. collomp, Fragments sur papyrus de fAnaphore de Saint Marc: RScRel 8 (Estrasburgo 1928) 489-515; cf. también K. gamber, Das Papyrusfrag-ment %ttr Markusliturgie und das Eucharistiegebet im Clemensbrief: OstkS 8 (1959) 31-45. Texto griego y trad. lat. en PE 116-119; trad. cast. en GOE 159-160. Contiene: acción de gracias (menos dos líneas del comienzo) y parte de las intercesiones, terminadas con una breve doxología.

7 Cf. S. G. mercati, L"anáfora di San Marco riconosciuta in un fragmento membranáceo del Museo Britannico: Aegyptus 30 (1950) 1-7. Contiene: acción de gracias, parte de las intercesiones; en muy mal estado.

8 Editado por C. H. roberts, Catalogue of the Greek and Latín Papyri in the John Rjlands Library Manchester (Manchester 1938) III 25-28; texto griego y trad. lat. en PE 120-121. Contiene: Post-Sanctus, epiclesis, relato institucional, anamnesis, epiclesis II, doxología.

9 Editado, con trad. alem. por H. quecke, Ein Saidischer Zeuge der Markusliturgie (Brit. Mus. Nr. 54036): OChP 37 (1971) 40-54. El texto contiene el mismo pasaje que el manuscrito anterior, excepto la doxología. La epiclesis es más corta. Parece ser un testimonio de la misma tradición que el papiro de Manchester.

10 Se trata del manuscrito griego del monasterio de Monte Athos Laura 149 (siglo xi), que contiene una colección de 30 plegarias litúrgicas. Editado primeramente por G. wobbermin (Altchristliche liturgische Stücke aus der Kirche Agyptens: TU, NF II 36, Leipzig 1898), puede consultarse cómodamente en la ed. de F. S. funk (Didascalia et Constitutiones Apostolorum II [Paderborn 1905] 158-207; texto griego y trad. lat.). La anáfora es reproducida de esta edición en PE 128-133.

11 Se trata de un papiro griego de tres hojas, divididas en varios fragmentos, actualmente en la Biblioteca Bodleiana bajo la cota MS. Gr. Lit. d 2.4 (P). Publicado por primera vez en 1909 por el benedictino P. de puniet; la mejor edición actual ha sido preparada por C. H. RoBERTS-B. capelle (An early Euchologium. The Der-Ealieh Papyrus enlarged and reedited, Lovaina [Bibliothéque du Muséon 23] 1949). Lo que se cree puede ser la anáfora puede consultarse cómodamente, con una trad. lat., en PE 124-127.

12 Se trata del fragmento copto n.27, editado con retroversión griega por L. Th. lefort (Coptica lovaniensia: Le Muséon 53 [1940] 1-66; texto en 22-24); una trad. lat. en PE 140. Contiene: final del Sanctus, epiclesis, relato institucional.

13 Los dos primeros fueron editados por W. E. crum (Coptic Ostraca. Special Extra Publication of the Egypt Exploration Fund, Londres 1902) con los n.4 y 7; de aquí ha sido traducido al latín el n.4 en PE 141. Tanto la edición como la trad. lat. están superadas por la edición de H. quecke (Das anaphorische Dankgebet auf den koptischen Ostraka B.M.Nr. 32799 und 33050 neu herausgegeben: OChP 37 [1971] 391-405). Los dos ostraka, cuya nueva cota se da en el título, no son más que dos pedazos pertenecientes al mismo; en este mismo artículo se da su traducción alemana, en colación con el ostrakon editado por O. von Lemm (Ein Ostrakon der Kaiserlichen Ermitage [San Petersburgo (Kleine Koptische Studien 58) 1912] 137-146). Contenido: acción de gracias, introducción al Sanctus. Para un estudio litúrgico de los ostraka editados por Quecke, cf. K. gamber, Das koptische Ostraka London B.M.Nr. 32799 und 33050, und seine liturgie-geschichtliche Bedeutuñg: OstkS 21 (1972) 298-308.

14 Me refiero aquí a la liturgia en árabe del Testamento del Señor publicada por A. baumstark (Eme agyptische Mess- und Taufliturgie vermuilich des 6. Jahrhunderts: OCh 1 [1901] 1-45; cf. DACL I 2,1906-1908) y a algunos fragmentos del Eucologio del Monasterio Blanco, editados por E. lanne (Le grande Euchologe du Monastére Blanc. Texte capte edité avec traducían franfaise, en Patrología Orientalis 28 [1958] 265-407); cf. también E. lanne, Les textes de la liturgie eucharistique e" dialect sahidique: Le Muséon 68 (1955) 5-16, y H. engberding, Ontersuchungen %u den jü"ngst veroffentlichten Bruchstücken saidischer Liturgie: OCh 43 (1959) 59-75. Los fragmentos en sahídico dan desgraciadamente sólo las intercesiones. Recientemente, H. quecke ha reeditado un nuevo fragmento copto, que, sin embargo, no presenta interés para nuestro estudio (Ein neues koptisches Anaphora-Fragment (Bonn, Univ.-Bibl So 267): OChP 39 [1973] 216-223).

15 La presentación sigue muy de cerca el trabajo de Coquin, de quien se toma la mayoría de datos del aparato crítico (cf. nt.3 de este capítulo). La traducción se hace sobre el texto griego del Rossanense. La negrita indica que esas frases no están en la versión copta de San Cirilo; la cursiva, que esas frases no están en el papiro de Estrasburgo o de Londres, para la acción de gracias; en el papiro de Manchester o en la tablilla copta del Museo Británico, para el resto. Prescindimos de las intercesiones, como es norma casi general en nuestro trabajo; tampoco se traduce el diálogo introductorio ni las intervenciones del diácono. Algunas variantes más interesantes van al pie del texto, donde se usan las siguientes abreviaturas:

L Papiro de Estrasburgo.

S Papiro de Londres.

J Papiro John Rylands, de Manchester.

C Tablilla copto-sahídica de Londres.

Cirilo Anáfora copta de San Cirilo (trad. lat. del París copto 82).

16 Cf. R.-G. coquin, 318-319; en la nt.27a se considera como imposible la reconstrucción del comienzo hecha por K. gamber en el papiro de Estrasburgo (cf. Das Papyrus %ur Markusliturgie, o.c.). La misma apreciación de R.-G. coquin acerca de los dos temas, alabanza y acción de gracias, perfectamente reconocibles, aunque aquí yuxtapuestos, hace L. ligier (Célébration divine et anamnése 229) (EOO II 145); cf. también ledogar, Acknowiedgment 35 y 162.

17 Testigos de esta formulación sacrificial son también: el fragmento de Lovaina, que formula la ofrenda en el embolismo del Sanctus ("offerentes tibí tuas creaturas, panem huno et hunc calicem": PE 140) y Serapión (formulada tras la epiclesis I y en tiempo pasado: "te hemos ofrecido"; sobre esto cf. más adelante); no parece tener formulación sacrificial antecedente el papiro Der-Balizeh. Nótese que una fórmula sacrificial de este tipo en las anáforas clásicas de Santiago, Basilio y Crisóstomo se encuentra solamente en la anamnesis (cf. R.-G. coquin, 321). En la anamnesis de San Marcos sólo se hace referencia en pasado a la ofrenda aquí formulada.

18 H. engberding, Das anaphorische Ftirbittgebet der griechischen Markusliturgie: OChP 30 (1964) 398-446. Como el mismo título indica, el autor no estudia más que los manuscritos melquitas. Según él, estas intercesiones han sido notablemente ampliadas por relación a las intercesiones que en la liturgia copta se encuentran tras el evangelio; algunas peticiones han sido tomadas de la anáfora de Santiago griega y, a su vez, ampliadas. Es difícil saber si la estructura misma ha sido modificada. L. bouyer (Eucharisíie 195-198) opina que el esquema actual sigue siendo el primitivo y coincide con el orden de las plegarias de la Tefillah judía, especialmente con la fórmula particular que se encuentra en el libro VII de las Constitutiones apostólicas, las cuales, según este autor, tienen ya la señal de haber sido utilizadas por cristianos y parecen también de origen alejandrino.

19 Es posible que este término haya atraído también el de la epiclesis "mediante la venida (έπιφοιτήσεως) del Espνritu Santo." Así parece al menos opinar J. godart al afirmar que en esta epiclesis se ponen en relación la encarnación y la "irrupción" del Espíritu; cf. Traditions anciennes de la grande priere eucharistique. III. La tradition d* Alexandrie: QLP 48 (1961) 214-216. Sin embargo, las observaciones de Godart no parecen válidas para la anáfora primitiva de San Marcos, ni siquiera para el texto de los siglos VII-IX (coincidencia entre Marcos griego y Cirilo copto) por falta de apoyo textual. Tampoco parece probable su interpretación del Sanctus en apoyo de esta idea; precisamente en el Sanctus alejandrino falta toda referencia a Cristo, como hemos visto. Por otra parte, el autor parece demasiado optimista cuando afirma que la anáfora de San Marcos "ne pose pas des grands problémes textuels" (ibid., 211), y un poco inexacto al hacer suponer al lector que la anáfora del papiro Der-Balizeh contiene, como el fragmento de Estrasburgo, partes de la anáfora alejandrina (ibid.).

20 J. scherer, Entretien d"Origéne avec Héraclide (París [SC 67] 1960) 62. Según J. A. jungmann (Die Stellung Christi im liturgischen Gebet, Münster W. [LQF 19-20] 21962) este dato parece revelar que la anáfora de San Marcos podría haber sido compuesta antes de las disputas antiarrianas, excluyendo, evidentemente, la epiclesis larga (cf. R.-G. coquin, 328-329). La tablilla sahídica de Londres corroboraría esta opinión, pues en el texto de la anáfora nunca aplica el apelativo de "Dios" a Cristo (cf. aparato); pero también podría interpretarse este dato, dada la fecha de la tablilla, en sentido contrario: como una tendencia arrianizante.

21 De este mismo tipo parece ser la epiclesis I de Serapión. Por su parte, la epiclesis I de Der-Balizeh y del manuscrito copto de Lo vaina son de tipo claramente consagratorio. Parece ser que este tipo de epiclesis ha sido introducida bajo la influencia siria: unas anáforas habrían añadido este tipo de epiclesis tras la anamnesis (Marcos, Serapión), otras habrían desarrollado la primera (Der-Balizeh, Lovaina copto).

22 El texto de Serapión dice: "Te hemos ofrecido este pan, signo del cuerpo de tu Unigénito; este pan es signo de su santo cuerpo, porque el Señor Jesús, la noche en que era entregado..."; cf. el texto más adelante. La expresión "llenándolo del E.S." no existe en el códice Karmarcik, por otra parte tan lleno de amplificaciones secundarias. Posiblemente no sea primitiva, sino una "contaminación" de la primera epiclesis.

23 R.-G. coquin, 334.

24 Coquin subraya, acertadamente, este matiz: no se trata de "hacer esto en memorial" de Jesús, sino de "hacer su memorial," de conmemorarle, subrayando el aspecto de "confesión de fe," tan característico de la anamnesis egipcia, aunque se encuentre también en Siria; cf. o.c., 340 nt.73.

25 R.-G. coquin, 338. La primera parte es antigua en Egipto, pues se encuentra en Der-Balizeh; también se halla en otras anáforas sirias. La segunda está probablemente tomada de las anáforas bizantinas; cf. ibid., 340-341.

26 Esta formulación se encuentra también en la recensión sahídica (primera mitad del siglo iv) de la alejandrina de San Basilio (cf. J. DoRESSE-E. lanne. Un témoin archai"que de la liturgie capte de Saint Easile [Lovaina (Bibl. du Muséon 47) 1960] 18), mientras que el texto posterior tiene προσφέρομεν, al igual que la tablilla sahνdica de Londres. Serapión tiene una forma parecida a Marcos: προσηνέγκαμεν, que segϊn dom capelle, evoca rnás explícitamente la procesión inicial de la presentación de las oblatas (cf. L"anaphore de Serapión. Essat Jexégése: Le Muséon 59 [1946] 435).

27 Así opina A. raes de toda la fórmula "te hemos ofrecido lo que es tuyo de tus dones" con respecto a la anáfora alejandrina de San Basilio (cf. Un nouveau document de la ¡iturgie de S. Basile: OChP 26 [1960] 403).

28 Así la tablilla sahídica y las anáforas, también en sahídico, de Basilio (cf. J· DoRESSE-E. lanne, o.c., 20) y Mateo (cf. E. lanne, Le Grana Euchologe du Monastére Blanc 356).

29 Eucharistie 210.

30 Parece inspirada en la anáfora de Santiago; cf. sobre ella A. raes, Une oraison deplacée dans les anaphores syriennes: Angelicum 20 (1943) 261-264.

31 R.-G. coquin, 353, donde da el texto griego hipotético. Habría que hacer notar que la segunda parte: "para que sean...," no está en la tablilla sahídica; aunque no sabemos si es que el copista no la conocía o simplemente cortó aquí su escrito porque le parecía suficiente.

32 B. capelle, L"eucohge de Serapión en la nt.I33; aunque no todo parece elaboración personal ni siquiera en la acción de gracias. Así, L. bouyer nota justamente que el tema central, la acción de gracias por el conocimiento y por la vida, es ya un tema bíblico central en las bendiciones judías (cf. Eucharistie 204-205).

33 B. botte, L"eucologe de Serapión, est"il authentique?: OCh 48 (1964) 50-56. Sobre las relaciones de Serapión de Thmuis con San Atanasio, cf. J. leblon, Atbanase dAlexandrie. Lettres a Serapión (París [SC 15] 1947) 12-17. Según dom botte, el redactor de este eucologio sería un arriano, o al menos arrianizante, y seguramente un pneumatómaco. La crítica interna revelaría también que estas plegarias no han podido ser compuestas hacia los años 350-360 por un niceano convencido como era Serapión. Que yo sepa, nadie hasta ahora ha contestado los argumentos de este autor.

34 Traduzco de la edición de funk, II 173-177.

35 Cf. H. lietzmann, Messe und Herrenmahl 149-154 (ed. ingl. 121-125).

36 Compárense, p.ej., entre otros textos, Poimandres 27-32 (ed. W. scott, Hermética, The ancient greek and latín writings which contains religious or phiíosophic teachings ascrtbed to Hermes Trismegistos, 3 vols. [Oxford 1924-1926] I 130-133) y Asclepius III 40d-41b (ed. scott, I 372-377); trad. cast. de estos dos textos en GOE 51-56. En cuanto a las bendiciones, el tema del conocimiento es muy tradicional; cf., p.ej., en las Semoneh Esreh (ed. I. hedegard, Seder R. Amram Gaon [Lund 1951] I 34-38; trad. esp. GOE 78-85) la bendición Binah, seguida de la bendición Tesubah. El tema de la acción de gracias por la luz es particularmente intenso en el Yotser (ed. D. W. staerk, Altjüdische liturgische Cébete, en Kleine Textefur theologische und philologische Vorlesungen und Übungen 58 [Bonn 1910] 4-7; trad. esp. GOE 76-79); también es común el tema de la acción de gracias por la vida; cf., p.ej., la Birkat ha-aret de la Birkat ha-mapn (ed. hedegard, n.78; trad. esp. GOE 68). Todos estos textos judíos pueden consultarse cómodamente en la trad. lat. de PE 46, 36 y 10 respectivamente. Merece la pena también citar dos pasajes de Filón de Alejandría a este respecto: De plantatione 126-131 (ed. L. cohn, P. wendland, J. reiter, Philonis Alexandrini opera quae supersunt, 1 vols. [Berlín 1896-1930] II 158) y De specialibus legibus I 210-211 (ed. cohn, wendland, reiter, V. 50-51; trad. esp. de estos dos textos en GOE 88-91).

37 H. lietzmann (Messe und Herrenmahl 186-197; ed. ingl. 152-160) ha concedido la máxima importancia a este aoristo, llegando a la conclusión de que ni el relato institucional ni la epiclesis II son originarias de la anáfora, por lo que ésta primitivamente no tendría ninguna expresión sacrificial. La anáfora de Sérapion se convierte así en uno de los pilares de su teoría sobre el doble origen de la Eucaristía. B. capelle (L"anaphore de Sérapion 430-434) ha demostrado la identidad de mano y estilo de toda la anáfora y de ésta con todo el eucologio, con lo que la afirmación de lietzmann queda desposeída de fuerza por lo que se refiere a la anáfora de Sérapion. Por su parte, A. D. nock (Litúrgica/ Notes. I. The Anaphora of Sérapion: JTS 30 [1929] 390) ha mostrado que la frase de esta anáfora en aoristo debe entenderse como un antiguo testimonio de la tendencia, que más tarde se manifestará umversalmente, a glorificar las oblatas por una anticipación de lo que se cree sucede en el rito. Recientemente, K. gamber (Die Sérapion-Anaphora ihrem a/testen Bestand nach untersucht: OstkS 16 [1967] 33-42) vuelve a afirmar que la anáfora de Sérapion constaría, antes de que fuera rehecha por Sérapion mismo, solamente de una acción de gracias con un cuádruple αϊνούμεν y de una plegaria sobre el pan, tratαndose de una plegaria eucarística propiamente dicha, pero sólo sobre el pan; aparte de las aproximaciones que el autor hace, no siempre exactas del todo, prescinde totalmente del trabajo de dom capelle, en que éste, como hemos dicho, demuestra la unidad de estilo y autor de todo el eucologio y, sobre todo, de la acción de gracias con la epiclesis II. A mi juicio, mientras no se demuestre que las apreciaciones de dom capelle son inexactas, no se puede volver a la afirmación de lietzmann de que la epiclesis II no perteneció primitivamente a la anáfora del eucologio de Sérapion. Por lo demás, en el trabajo de gamber, como en otros del mismo autor, está siempre en el fondo la idea, tan querida a este autor, de que las bendiciones sobre el pan y sobre el vino han permanecido separadas hasta muy tarde en la vida litúrgica de la Iglesia, lo cual está muy lejos de haber sido demostrado.

38 Cf. B. capelle, L"anaphore de Sérapion 436. A. D. nock afirma que no existe una anamnesis formal en esta anáfora, porque no es necesaria ninguna fórmula; aquí tendríamos, más bien, el siguiente orden: una invocación, el equivalente formal de una anamnesis y el relato institucional, en lugar del orden clásico habitual: institución, relato institucional, anamnesis (cf. o.c. en la nota anterior, 385-386). Sobre este asunto puede verse también O. casel (Faites ceci en mémoire de moi [París 1962] 13-14). Por su parte, J. betz, tras repasar el concepto ομοίωμα y su uso en la filosofνa platónica y en San Pablo, afirma que significa algo visible, en lo cual se nos presenta una realidad más profunda; en consecuencia, los dones del pan y del vino, en virtud de la plenitud recibida por la fuerza de Dios, se convierten en la manifestación (ομοίωμα) del cuerpo y la sangre de Jesús, y su ofrecimiento, en una imagen del acontecimiento del Gólgota; en este ofrecimiento y en los dones, plenificados por la virtud de Dios, se hace presente la muerte de Cristo. Por tanto, se puede apreciar en este lugar, con toda justeza, una verdadera anamnesis, que subraya enérgicamente la relación de la cena del Señor, lo que se celebra, con su muerte (cf. Ote Eticharistie in der Zeit 180-181). Como dice L. maldonado acertadamente, aquí "el memorial se realiza muy principalmente a través de la posición de un signo, o, visto por el lado contrario, el signo es proclamación y memorial" (La plegaria eucarística 444).

39 Cf. los artículos citados de B. capelle (L"anaphore de Sérapion 439.443) y B. botte (L"eucMoge de Sérapion 54-55). En contra, aunque con razones no muy convincentes, L. bouyer (Eucharistie 205).

40 Cf. C. H. roberts - B. capelle, An early Euchologium, o.c., 52.

41 La traducción que sigue está hecha a base de la edición de roberts-capelle, ya citada en la nt.ll de este capítulo. Tras la publicación de esta edición, J. van haelst ha revisado en un reciente artículo el orden de los folios del papiro que habían establecido los editores Roberts-Capelle, sacando la conclusión de que la anáfora no sería tan fragmentaria como parece a primera vista. Según este autor, el orden exacto sería, en efecto, el siguiente: fol.l verso, fol.l recto, fol.2, fol.3; el resultado sería que en fol.l verso tendríamos un fragmento de la plegaria para el beso de la paz (lín.1-10), seguida de la acción de gracias por la creación (lín.11-30); en el fol.l recto, lín.1-26, tendríamos el comienzo de las intercesiones; entre el fol.l y el fol.2 habría que suponer un folio perdido con la continuación de las intercesiones, que seguirían en el fol.2 recto actual (cf. Une nouvelle reconstituían du papyrus liturgique de Der-Balieh: Ephemerides Theologicae Lovanienses 45 [1969] 444-445).

Según esta reconstrucción, la anáfora comenzaría del siguiente modo:

"Te invoco (σε επικαλούμαι), Dominador todopoderoso, celestial vigilante, omnipotente Dios de la verdad, el Dios y Padre de nuestro Seρor Jesucristo, que has hecho todas las cosas del no ser y a todas las has conducido al ser, que abarcas todo y sólo tú eres inabarcable, que has trazado las medidas del cielo y la tierra y sus límites, así como los de las mares, las fuentes, los ríos, las corrientes de agua. El cual, asimismo, tomando polvo de la tierra y modelando al hombre según su imagen,

por Jesucristo, nuestro Señor,

el Unigénito Hijo del Padre,

por quien y con quien

a ti la gloria y el poder con el Espíritu Santo ahora y siempre y en los siglos eternos. Amén."

Seguirían a continuación una serie de intercesiones, que en la hipótesis de este autor habrían de ser muy largas (ocuparían el folio 1 recto y un folio perdido, más el comienzo del folio 2 recto, para enlazar con la introducción del Sanctus).

Aunque la hipótesis es sugestiva, pues haría comenzar la anáfora con una conmemoración de la creación, según la tradición alejandrina no parece haber sido suficientemente probada por su autor. En efecto, no se halla del todo explicada convincentemente la presencia de una doxología en esta sección, pues no hay paralelo equivalente. Tampoco esta demostrada la existencia de una longitud tan grande como la que supone van haelst para las intercesiones, pues no es evidente que la lagura sea tan grande: si comparamos la longitud del folio 1 verso con la del folio 2 recto verso, es poco más o menos igual; y si bien es verdad que la anáfora de San Marcos en su recensión melquita posee largas intercesiones, también lo es que otros documentos más antiguos, como el papiro de Estrasburgo, las poseen bastante más cortas. Por todo ello prefiero prescindir aquí, en este trabajo, de la reconstrucción ofrecida.

42 Probablemente omitido por homoteleuton, Cf. ed. roberts - capelle, 51.

43 Cf. roberts - capelle, 49.

44 Cf. J. betz, Ote Eucharistie in der Zeit I 182.

45 J. van Haelst apunta la solución de que quizá se trate de una larga plegaria por los frutos de la comunión, apoyándose en la descripción que se ha hecho de la anáfora del papiro de Barcelona, todavía desgraciadamente sin publicar (Une nouvelle reconstituían 451-453). Pero su hipótesis parece caminar sobre un pie forzado al no poder suponer que se trate de intercesiones, pues éstas, según la reconstrucción que él hace del papiro Der-Balizeh, ocuparían plenamente el lugar tradicional en la anáfora alejandrina, es decir, todas estarían antes del Sanctus. Para una noticia sumaria acerca del papiro de Barcelona, cf. la nota de R. roca puig, Sui papiri di Earcellona. Anáfora greca secando la liturgia di San Marco: Aegyptus 46 (1966) 91-92.

46 Prescindimos en este contexto de apoyarnos en la anáfora del eucologio de Serapión. Aunque ciertamente hay aspectos primitivos en la expresión del misterio trinitario, la sospecha de que hayan podido ser manipulados en una dirección semiarriana justifica esta actitud.

47 La identificación del "maligno" con la herejía o apoetasía aparece ya en la interpretación que la comunidad cristiana primitiva daba a la última petición del padrenuestro tal y como nos ha sido transmitida por la tradición de Mateo (Mt 6,13): "La última petición del padrenuestro ("no nos dejes caer en la tentación") quiere decir, pues: "¡Oh Señor!, guárdame de apostatar." Y así lo ha entendido la tradición de Mateo, porque a esta súplica de la salvación final frente al poder del maligno, que busca precipitar al hombre en la eterna condenación, añade: "mas líbranos del malo"" (J. jeremías, Palabras de Jesús [Madrid 21970] 163) (trad. esp. de Das Vater-Unser im Lichte der neueren Forschung, Stuttgart 31956).

 

 

4. La Eucaristía de la Tradición Antioqueño-Constantinopolitana.

De entre las anáforas de estructura indiferenciada y esquema complejo sobre las que venimos trabajando, nos quedan por estudiar dos bellos textos pertenecientes a la tradición siró-occidental, cuyo lugar de nacimiento y desarrollo se sitúa en las dos grandes Iglesias orientales de Antioquía y Constantinopla1.

 

Las Anáforas de San Juan Crisóstomo y de los Doce Apóstoles: Documentos y Textos.

La anáfora denominada "de San Juan Crisóstomo," actualmente la más comúnmente usada en la celebración eucarística de la Iglesia bizantina, nos ha sido transmitida por numerosos códices manuscritos, de los cuales el más antiguo, el famoso "eucologio Barberini," pertenece a los últimos años del siglo VII o primeros del IX2.

La anáfora siríaca "de los Doce Apóstoles" tiene indudables relaciones con la anterior, como puede apreciarse comparando simplemente ambos textos en paralelo. El texto que traducimos es el de un manuscrito del siglo X, base de la edición crítica de A. Raes3.

Ambos textos, de una bella sobriedad, presentan todas las características del esquema anafórico siró-occidental: tras un diálogo inicial, su sección primera, en la que se entremezclan la celebración divina y la conmemoración de los hechos salvíficos, está dividida en dos partes por el Sanctus con su introducción; siguen el relato institucional, la anamnesis, la epiclesis, las intercesiones y, finalmente, una breve doxología, que termina la anáfora propiamente dicha.

A continuación se presenta la traducción de ambos textos en paralelo con las secciones coincidentes subrayadas4:

 

Anáfora de San Juan Crisóstomo Bizantina (= CB)

Es digno y justo

celebrarte en himnos, darte gracias, adorarte en todo lugar de tu soberanía,

pues tú eres un Dios inefable, incomprensible, invisible, inaprehensible,

siempre existente, el mismo eternamente,

tú, y tu Hijo unigénito, y tu Espíritu Santo.

Tú nos condujiste de la nada al ser; y cuando habíamos caído, de nuevo nos volviste a levantar, y no te has dado reposo basta conducirnos al cielo y darnos gratuitamente tu Reino venidero. Por todas estas cosas te damos gracias a ti, y a tu unigénito Hijo, y a tu Espíritu Santo; por todos tus beneficios, por los que conocemos y los que no conocemos,

por los manifiestos y los ocultos realizados en favor nuestro.

Te damos gracias también por esta liturgia,

la cual dígnate aceptar de nuestras

manos a pesar de que te asisten

millares de arcángeles y miríadas de ángeles,

los querubines y los serafines de seis alas

y numerosos ojos, que están en vilo, alados;

y, proclamando el himno de triunfo,

cantan y gritan, diciendo: "Santo, (santo, santo,!

Señor Sabaoth;

llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Hosanna en las alturas.

Bendito el que viene en nombre del

Señor.

Hosanna en las alturas)!."

Con estas potencias, también nosotros,

Soberano, Amigo de los hombres,

clamamos y decimos: Santo eres y santísimo,

y también tu unigénito Hijo,

y tu Espíritu Santo;

santo eres y santísimo,

y magnífica es tu gloria:

tú que de tal modo amaste a este mundo tuyo,

que entregaste a tu Hijo unigénito

para que todo el que cree en él no perezca, sino tenga vida eterna.

El cual, cuando vino, y tras haber cumplido a la perfección toda la economía

(planeada) en favor nuestro,

la noche en que se entregaba a sí mismo,

tomando pan en sus santas,

inmaculadas e irreprochables manos,

dando gracias y bendiciendo,

lo partió y dio a sus santos discípulos

y apóstoles, diciendo:

"Tomad, comed; esto es mi cuerpo por vosotros."

 

Del mismo modo, acabada la cena,

(tomó) el cáliz diciendo:

"Bebed iodos de él; ésta es mi sangre, la de la nueva alianza, derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados."

 

P. Amén.

Así, pues, al recordar (μεμνημένοι) este mandato salvador

y todo lo acaecido por nosotros:

la cruz y la sepultura,

la resurrección al tercer día,

la ascensión a los cielos,

la instauración en el trono a la derecha

la segunda y gloriosa parusía,

ofreciéndote lo que es tuyo

de lo que es tuyo en todo y por todo:

P. Te alabamos (te bendecimos,

te damos gracias, Señor,

y te rogamos, Dios nuestro,

que nos seas propicio,

Dios bueno, y tengas piedad de nosotros).

Te ofrecemos también este culto

espiritual e incruento

y te invocamos, rogamos y suplicamos:

envía tu Espíritu sobre nosotros

y sobre estos dones presentados;

y haz de este pan el cuerpo precioso de tu Cristo,

transformándolo por tu Espíritu Santo,

Amén,

y de lo que hay en este cáliz,

la sangre

preciosa de tu Cristo,

transformándolo por tu Espíritu Santo,

Amén,

de modo que les sea a los participantes

para sobriedad de espíritu,

para perdón de los pecados,

para comunicación de tu Espíritu

Santo,

para plenitud del Reino,

para confianza filial ante ti

y no para reprobación o castigo.

Te ofrecemos también este culto espiritual

por todos los que descansan en la fe:

por los padres, los patriarcas, los profetas,

(Intercesiones)

 

... y envía sobre nosotros tu misericordia y concédenos que con una sola voz

y un solo corazón

glorifiquemos y alabemos tu Nombre,

digno de todo honor y grandeza

del Padre, del Hijo y del Espíritu

Santo,

ahora (y siempre y por los siglos de los siglos).

 

P. Amén.

Anáfora siríaca de los Doce Apóstoles (= SA)

Es digno y justo

adorarte y glorificarte

a ti, que eres el Dios verdadero;

y a. tu Hijo unigénito y al Espíritu Santo,

pues tú nos condujiste de la nada al ser;

y cuando habíamos caído,

de nuevo nos volviste a llamar,

y no te has dado reposo

hasta conducirnos al cielo

y darnos gratuitamente el Reino venidero.

Por todas estas cosas te damos gracias

a ti, y a tu unigénito Hijo,

y a tu Espíritu Santo.

 

(En voz alta)

En tu presencia y en derredor tuyo asisten los querubines de cuatro caras y los serafines de seis alas, que a una con todos los coros celestiales,

con bocas que no enmudecen y voces

que no callan, glorifican, gritan y claman

la alabanza de majestad5, diciendo: "Santo, santo,..."

y tu unigénito Hijo y tu Espíritu Santo; santo eres y santísimo, y la magnificencia de tu gloria:

tú que de tal modo amaste al mundo,

que entregaste por él a tu Hijo unigénito

para que todos los que creen en él

no perezcan, sino tengan vida eterna.

 

(En voz alta.)

El cual cuando vino,

tras haber cumplido a la perfección

toda la economía (planeada) en favor

nuestro,

la noche en que fue entregado,

tomó pan en sus santas manos y levantándolas al cielo, bendijo, santificó,

(lo) partió y dio a sus discípulos los apóstoles, diciendo:

"Tomad, comed todos de él; esto es mi cuerpo

partido y entregado por vosotros y por muchos para el perdón y para la vida eterna."

 

 

 

 

 

 

 

 

Del mismo modo, acabada la cena,

(tomó) el cáliz,

mezcló el vino y el agua,

bendijo, santificó,

y, tras haberlo probado,

lo dio a sus discípulos los apóstoles,

diciendo: Tomad, bebed todos de él;

ésta es la sangre de la nueva alianza,

derramada por vosotros y por muchos

y entregada para el perdón de los

pecados

y para la vida eterna.

Haced esto en memorial mío.

Cuantas veces comáis este pan

y bebáis de este cáliz,

anunciaréis mi muerte

y proclamaréis mi resurrección

hasta que yo venga.

P. Tu muerte, Señor, (anunciamos,

y proclamamos tu resurrección,

y esperamos tu segunda venida.

Tu misericordia sea sobre todos nos-

otros).

 

(Voz baja?)

Así, pues, al recordar, Señor, el mandato salvador (otros MSS + tuyo)

y toda tu obra instituida en favor nuestro: la cruz6,

tú resurrección al tercer día de entre los muertos,

la ascensión a los cielos,

la instauración en el trono

a la derecha de la majestad del Padre

y tu segunda y gloriosa parusía,

cuando vendrás a juzgar a los vivos

y a los muertos

y a retribuir a cada hombre

según sus obras con benevolencia,

por lo que la grey de tu Iglesia te suplica a ti,

y contigo al Padre, diciendo:

Ten piedad de mí,

P. Ten piedad...

S. También nosotros, Señor, que hemos recibido tus beneficios,

te damos gracias por todos y por todo7:

P. Te alabamos (te bendecimos, te damos gracias, Señor, y te rogamos,

Dios nuestro, que nos seas propicio,

Dios bueno, y tengas piedad de nosotros).

Te rogamos ahora, Señor omnipotente

y Dios de las santas potencias,

postrados ante tu presencia,

que envíes a tu Espíritu Santo

sobre las oblaciones presentadas;

 

(Voz alta.)

y pon de manifiesto que este pan es el venerable cuerpo de nuestro Señor Jesucristo,

y que este cáliz es la sangre

de nuestro Señor Jesucristo,

de modo que les sea a los participantes para la vida y la resurrección, para la remisión de los pecados y la salvación del alma y el cuerpo, para la iluminación de la mente,

y para la seguridad ante el terrible tribunal de tu Cristo, y para que ninguno de tu pueblo se pierda, Señor,

antes bien, haznos dignos ahora a todos

de gozar de tus misterios celestes,

inmutables y vivificantes,

sirviéndote en paz,

permaneciendo a tu servicio todos los días de nuestra vida por tu gracia,

y tu misericordia, y tu benevolencia.

P. Amén.

Te ofrecemos, pues, Señor todopoderoso,

este sacrificio espiritual

por todos los hombres, por tu Iglesia entera,

(Intercesiones)

 

.. y sea sobre nosotros tu misericordia este mundo y en el otro, para que también en esto, como en todo,

sea glorificado tu Nombre bendito

con el de Jesucristo y del Espíritu Santo.

P. Como era

(y es por todas las generaciones de generaciones pasadas, presentes y futuras. Amén!)

 

La Investigación Hasta 1970.

No es tarea nuestra delinear aquí detalladamente las delicadas relaciones entre una y otra anáfora. Pero como de la postura que ante este dato se tome depende también la valoración cronológica, y, por tanto, la teológica, de ambas anáforas, parece útil presentar un breve resumen de la situación de la investigación en este campo. La elección de la fecha límite de esta sección, 1970, viene dada por la aparición, a partir de este año, de dos estudios, de los cuales uno, al menos, se aparta sustancialmente de la más común opinión de los autores. Por otra parte, como la importancia de la anáfora siria de los Doce Apóstoles (SA) se ha puesto de relieve en el curso del estudio de sus relaciones con la anáfora bizantina de San Juan Crisóstomo (CB), partimos de los estudios relacionados con esta última.

La opinión general entre los liturgistas y patrólogos hoy es resumida por dos grandes patrólogos con estas frases: "es apócrifa la llamada liturgia de Crisóstomo 8; "en su forma actual es muy posterior al tiempo del santo cuyo nombre lleva"9. Esta opinión refleja claramente los resultados de la investigación en los últimos setenta y cinco años, de la cual ha hecho con claridad el punto, primero A. Raes10 y después G. Khouri-Sarkis.11

El primer argumento en favor de este estado de opinión es la ausencia de testimonios externos. Así, el testimonio atribuido al patriarca Proclo (434-446), en el cual, a su vez, se atribuye a San Juan Crisóstomo una liturgia, no es auténtico, y, todo lo más, testimoniaría en favor de la atribución en el siglo VII a San Juan Crisóstomo de una liturgia más breve que la de San Basilio, aunque quizá ni esto pueda afirmarse12.

Tampoco Leoncio de Bizancio, que hacia el año 540 acusa a Teodoro de Mopsuéstia de haber osado suplantar con su propia anáfora la de los Apóstoles y la compuesta por San Basilio, menciona para nada una liturgia del Crisóstomo 13. El mismo silencio guarda el sínodo de Trullo (692) en su canon 32, donde, al reprochar los bizantinos a los armenios el no mezclar en la eucaristía el agua y el vino, se citan como testimonios la liturgia de Santiago y la de San Basilio14.

La misma conclusión se deduce de un examen de los tres más antiguos e importantes manuscritos que contienen la liturgia de San Juan Crisóstomo, a saber: el códice Barberini (siglo VIII-IX), el códice Leningradense gr. 226, que contiene el eucologio de Porfirio (ca. siglo X), y el códice Sevastianov 474. (siglo X)15 Solamente el eucologio de Porfirio tiene, al comienzo de la liturgia del Crisóstomo, un título que se la atribuye íntegramente. No así los otros dos, sobre todo el más antiguo, que sólo le atribuyen plegarias concretas: la plegaria de los catecúmenos y la plegaria del ofertorio (ευχή της προσκομιδής),-” el cσdice Sevastianov le atribuye, además, la plegaria "de detrás del ambón," con la que se termina la sinaxis eucarística. Partiendo de la disposición de la liturgia de San Juan Crisóstomo en estos manuscritos, P. de Meester hacía observar que en realidad estas plegarias indicaban el comienzo de la primera y segunda parte de la misa de los fieles y el final de la celebración, con lo que en realidad se trataba de una atribución de toda la liturgia, en sus partes más importantes, a este Santo Padre; después, en manuscritos posteriores, se habría extendido esta denominación también a toda la liturgia eucarística en general, poniendo el título atributivo ya al comienzo del manuscrito16. Con los mismos datos, A. Raes llega, sin embargo, a muy distintas conclusiones: en realidad sólo una oración, la del ofertorio, parece haber sido primitivamente atribuida a Crisóstomo; esta atribución se habría ido desde aquí ampliando a otras oraciones, abarcando cada vez pasajes más amplios de esta liturgia, hasta llegar a atribuciones generales, permaneciendo, además, las antiguas denominaciones ante oraciones concretas17.

Tampoco encontró eco entre los investigadores la opinión de A. Baumstark, según el cual San Juan Crisóstomo habría abreviado la liturgia de Constantinopla, mientras que Nestorio habría refundido esta liturgia, ya abreviada, con la de San Basilio, resultando la anáfora siró-oriental que lleva su nombre18. Ni se ha aceptado en general como válido el intento de mostrar que CB está en consonancia con las descripciones de la liturgia eucarística contenidas en las homilías de este santo Padre 19.

Más éxito ha tenido, sin embargo, el estudio de las relaciones entre CB y SA. Los trabajos más importantes en esta línea se los debemos a dom H. Engberding, aunque ya anteriormente a él había sido señalada la relación entre ambos textos 20. El sabio investigador benedictino, tras un detenido estudio comparativo de ambos textos, llega a las siguientes conclusiones:

SA representa el instrumento de ayuda más eficaz hoy conocido para el estudio de CB; es muy verosímil que el texto más corto de SA sea anterior al texto griego de CB; la parte anterior al Sanctus de SA tiene todos los rasgos de los textos primitivos, por lo que es posible que parte de esta anáfora existiese ya en griego en el siglo IV; el texto actual de SA supone un texto previo griego, que estaría también en la base de CB; al ser traducido al siríaco, probablemente hacia el siglo VI, se introdujeron en el modelo algunas expresiones propias de las liturgias siró-occidentales; el todo fue revestido con pasajes de una antigua anáfora siríaca, de la que también nos quedan restos en la anáfora maronita de los Doce Apóstoles; a la vez fue recargada con otro material secundario21.

 

Estas matizadas conclusiones del sabio benedictino han sido después prolongadas y concretizadas por otros estudios. Así, A. Raes, en conclusión del artículo dedicado a este tema, aceptando sustancialmente los resultados dichos, acentúa la existencia del fondo común, griego en su origen, el cual provendría de la región siria y podría remontar al siglo IV. Precisando aún más esta fecha, el P. Raes subraya la sencillez de las ideas evocadas, así como su expresión igualmente sencilla, y, sobre todo, la ausencia de toda referencia a la controversia pneumatológica, que provocó ampliaciones en la epiclesis; la ausencia, asimismo, de referencias a las controversias cristológicas e incluso la probabilidad grande de que la primera plegaria de la anáfora, antes del Sanctus, estuviese primitivamente dirigida sólo al Padre y no a la Trinidad, podría hacernos pensar, al menos por lo que se refiere a la acción de gracias y conmemoración antes y después del Sanctus, en una fecha en torno al primer cuarto del siglo IV e incluso en los años finales del siglo III22.

En la misma línea, y centrándose principalmente en SA, G. Khouri-Sarkis afirma, al final de su largo estudio comparativo, que la anáfora antioqueña representaría la liturgia de Antioquía en el siglo IV, donde habría sido conocida y probablemente practicada por San Juan Crisóstomo cuando era allí sacerdote y doctor de catecúmenos (381-397). Según este autor, la comparación entre SA y CB revela no sólo un parentesco, sino una identidad de ideas fundamentales y frecuentemente incluso de expresiones; donde hay diferencias, la mayoría de las veces se trataría de deterioro o amplificación del texto crisostomiano. La conclusión más probable es, por consiguiente, que San Juan Crisóstomo habría trasladado a Constantinopla, cuando fue enviado allí como obispo en el 398, la misma liturgia que conocía y a la que estaba habituado en Antioquía23.

 

Nuevas Aportaciones.

El año 1970 aparece la obra de Franz van de Paverd, que somete a una seria revisión crítica todos los testimonios de San Juan Crisóstomo que reflejan la liturgia eucarística de Antioquía y Constantinopla hacia finales del siglo IV24. Aunque el autor se limita a un análisis crítico de los textos de San Juan Crisóstomo, recogidos principalmente por F. Probst y F. E. Brightman25, se estudian también los principales testimonios de San Cirilo (Juan) de Jerusalén, Teodoro de Mopsuestia y las Constituciones apostólicas, con lo que, al menos para Antioquía, surge así una imagen bastante completa de la misa en aquella época. Dos puntos tienen especial interés para nuestro tema.

El primero es el siguiente: de los datos que ofrecen los escritos de San Juan Crisóstomo en su época antioqueña, parece claro que en el siglo IV no existía una anáfora única con un texto definitivamente fijado en la Iglesia de Antioquía. Parece más probable una cierta libertad de composición o, todo lo más, diversos formularios, construidos según líneas estructurales antioqueñas propias. No se puede pensar, por tanto, en la posibilidad de reconstruir "la anáfora" de San Juan Crisóstomo a base de sus escritos26. Esta constatación lleva necesariamente a matizar la afirmación de que Crisóstomo "trasladó" a Constantinopla la liturgia que había conocido en Antioquía27.

Si establecemos, en segundo lugar, una comparación entre los datos sobre la anáfora recogidos de las obras del Santo Padre y entre nuestras dos anáforas, el resultado es, en cierto modo, decepcionante, aunque hay detalles significativos. Así, Crisóstomo califica la acción de gracias con que inicia la anáfora de "eucaristía"28, lo que parece estar de acuerdo con CB, que utiliza en esta parte el verbo “darte gracias” (εύχαριστεΐν), cosa que no se encuentra en SA. Pero el dato es poco significativo, pues la expresiσn también aparece en esta anáfora tras la enumeración de los beneficios de la creación y la redención: "Por todas estas cosas, te damos gracias...," aparte de utilizarse en el diálogo introductorio de ambas anáforas la expresión "Demos gracias..."

El contenido de esta acción de gracias es descrito con rasgos demasiado generales en los escritos de Crisóstomo para poder establecer ninguna comparación29. En la descripción del Sanctus, con su introducción, hay algunos datos que acercan particularmente ésta a CB: Crisóstomo subraya la importancia de este canto, para señalar a sus oyentes que se encuentran en compañía de los ángeles; el triple Sanctus es descrito como un "himno de victoria"; y junto a los querubines y serafines se mencionan también los ángeles, los arcángeles y las potencias 30. Todos estos detalles encuentran correspondencia en CB y no en SA.

Es prácticamente imposible establecer una comparación detallada en las demás partes de la anáfora. El único dato que parece coincidir también con CB es la terminación de la doxología tal y como es atestiguada por San Juan Crisóstomo31.

La conclusión a la que llegamos es que nuestras dos anáforas responden sustancialmente al esquema conocido por San Juan Crisóstomo y otros escritores del siglo IV, pero difícilmente puede considerarse a cualquiera de las dos como representativa de la anáfora antioqueña del siglo IV, si es que alguna hubo que tal fuese. En cuanto a algunos pequeños detalles, parecen reflejarse más claramente en CB que en SA.

Tres años después aparece un estudio de G. Wagner, que propugna, en contra de la corriente general, la autenticidad de la anáfora atribuida a San Juan Crisóstomo32.

El libro está dividido en cuatro grandes secciones. La primera es una valoración de los testimonios externos sobre CB33. Según el autor, la falta de testimonios externos en general es poco significativa para este formulario, ya que en la época de San Juan Crisóstomo todavía era normal la redacción de nuevas anáforas, y, por tanto, el hecho de que un obispo compusiese una nueva no era acontecimiento noticiable. En cuanto a los testimonios que hablan de otras liturgias, y que deberían referirse a la de Crisóstomo bizantina, se da una explicación de este silencio. Así, sobre todo, el silencio del concilio Trullano se explica por la finalidad de su canon 32: se trata en él de probar, contra la práctica armenia, que las liturgias autorizadas testimonian la costumbre litúrgica de mezclar agua y vino; ahora bien, CB nada dice de esto, mientas que sí lo dicen las liturgias aducidas, la anáfora de Santiago y la de San Basilio. Es, por tanto, natural que no se hable de una liturgia de San Juan Crisóstomo. Por otra parte, en relación al testimonio de Leoncio de Bizancio, G. Wagner afirma que, según el contexto de este pasaje, se habla de Teodoro de Mopsuestia y de un nuevo formulario litúrgico que éste habría introducido no en Constantinopla, sino en Mopsuestia de Cilicia, en la Siria del Norte, donde Teodoro era obispo. La aplicación de este texto a Constantinopla provendría de un error de P. de Meester, que supone que aquí se habla de Nestorio, obispo de Constantinopla, y no de Teodoro 34.

En la segunda parte se estudia la tradición manuscrita35. La aportación más interesante de esta sección es que "anáfora" y προσκομιδή son originariamente sinσnimos, lo cual se prueba por el hecho de que, tras el título de los manuscritos: "Plegaria de la proskomidé de San Juan Crisóstomo," siguen una serie de plegarias eucarísticas que comprenden la anáfora propiamente dicha y que están relacionadas entre sí, formando como un solo grupo en los manuscritos. Además, en manuscritos de otras liturgias, la notación "comienzo de la proskomidé" señala, o las plegarias inmediatamente anteriores a la anáfora propiamente dicha, o incluso la misma anáfora 36.

La tercera parte está dedicada a un estudio comparativo entre CB y otras tres anáforas: la siró-occidental de los Doce Apóstoles y las siró-orientales de Teodoro y Nestorio. Con relación a la anáfora antioqueña de los Doce Apóstoles, G. Wagner constata dos reglas de interés: en primer lugar, se da una sorprendente coincidencia entre CB y SA en aquellos pasajes que, según el esquema común de las liturgias siró-occidentales, son recitadas en voz alta, mientras que, al contrario, se aprecia una notable divergencia en los pasajes que, según la rúbrica siria, han de ser recitados en voz baja. La segunda regla es enunciada como sigue: donde ambos textos coinciden, la recensión siria es siempre más corta; por el contrario, donde se separan, la recensión siria presenta un texto más amplio37.

Teniendo presentes estas dos constantes, las observaciones surgidas del estudio comparativo se resumen del siguiente modo38:

En su estructura general, SA supone el común esquema siró-occidental con sus secciones propias, según que las rúbricas manden recitar la plegaria en voz baja o en voz alta. El método seguido por el redactor sirio sería el siguiente: el nuevo material proveniente de CB habría sido introducido en las secciones dichas en voz baja; en las secciones recitadas en voz alta habría predominado, sin embargo, la costumbre de la tradición siria.

No hay signos en las partes coincidentes de que SA haya conservado un texto que refleje una versión más antigua del original griego; por otra parte, no siempre el relato más corto es el más antiguo; esta regla admite excepciones, que se constatan precisamente en anáforas siró-occidentales39.

De hecho, se da otro caso en que el material de la anáfora bizantina de Crisóstomo ha sido reelaborado por una anáfora siró-occidental: la anáfora de San Ignacio40.

Con relación al apelativo "anáfora de los Apóstoles," se debe afirmar que, dado el hecho de que son varias las anáforas que lo tienen, no es en sí muy significativo de antigüedad, y el hecho de que este nombre coincida con el dado por Leoncio de Bizancio a otra anáfora es pura casualidad.

La conclusión general es, por tanto, que no sólo parece imposible mantener que SA sea testigo independiente del texto primitivo de CB, sino que todas las pruebas están por lo contrario: SA dependería de CB4."

La última y más amplia parte de este estudio42 está dedicada a mostrar cómo en las obras de San Juan Crisóstomo se encuentran numerosas coincidencias teológicas y terminológicas con la anáfora bizantina del mismo nombre. El método seguido es el de contraponer a las distintas partes de la anáfora pasajes y expresiones de las obras del Santo Padre en gran número. Es imposible hacer ni siquiera un resumen de todo este vasto material. En nuestro comentario a la anáfora estudiaremos los pasajes más importantes. La conclusión de esta comparación es que CB, tal y como ha llegado a nosotros en los testimonios manuscritos más antiguos, con pequeñas variaciones de detalle, es fruto de la redacción de San Juan Crisóstomo43.

 

Dos Anáforas Paralelas.

Hasta la publicación del trabajo de G. Wagner, la opinión admitida generalmente era que la anáfora bizantina de San Juan Crisóstomo no podía pretender tal paternidad y que más bien estaba en dependencia de la anáfora antioqueña de los Doce Apóstoles, en la cual se nos ofrecía su modelo más primitivo conocido por nosotros. Esta misma anáfora era considerada como la traducción siríaca, con diversos añadidos, de un original griego muy antiguo, algunas de cuyas partes llegarían incluso hasta el siglo II. Es mérito del autor arriba mencionado haber replanteado la cuestión desde una nueva base y con abundante documentación. ¿Se puede sacar, sin embargo, la conclusión de que la anáfora de San Juan Crisóstomo tiene a este Padre como autor?

En primer lugar, pienso que su estudio sobre los testimonios externos es concluyente, excepto el que se refiere al silencio de Leoncio de Bizancio, como muestra Van de Paverd en su recensión a esta obra.44

En cuanto a los manuscritos no puedo juzgar. Pero creo que los argumentos dados por este autor acerca de la identificación entre "plegaria de la proskomidé" y "anáfora" merecen un estudio atento y tienen muchas posibilidades de ser válidos.

En cuanto a la comparación entre SA y CB, la decisión es más difícil. Ciertamente son importantes las observaciones hechas acerca de la relación entre las rúbricas que mandan recitar SA en voz alta y voz baja y las coincidencias y discrepancias de SA con CB, así como las diversas longitudes de las distintas partes de SA. Estas constataciones me han llevado a releer con especial cuidado el magistral trabajo de H. Engberding, que está en la base de todas las posteriores investigaciones sobre las relaciones mutuas entre estas dos anáforas. Una primera observación es que el sabio benedictino es más cauto y prudente en sus conclusiones sobre los análisis de las distintas secciones que los que después de él han estudiado el tema. La segunda observación es que los datos puestos de relieve en el trabajo de Engberding no son tan contrarios a las constataciones de G. Wagner.

En efecto, si quisiéramos resumir los resultados de Engberding prescindiendo de sus propias conclusiones finales, llegaríamos a las siguientes formulaciones:

— donde SA y CB coinciden, el texto griego parece haber conservado, en general, mejor original45;

— en aquellas secciones existentes en las dos anáforas y no coincidentes, CB parece haber conservado rasgos más cercanos al original46.

 

En consecuencia, el único argumento fuerte para considerar a SA como texto más primitivo que CB y como más cercano al posible modelo original, se reduce a aquellos pasajes de CB que faltan en SA. Ahora bien, aquí es precisamente donde el trabajo de Wagner aporta un elemento sustancial: en estos pasajes, las coincidencias entre CB y los escritos de San Juan Crisóstomo son particularmente numerosas y probativas 47.

Teniendo en cuenta estos datos, creo que se puede llegar a unas conclusiones concretas, que yo escalonaría en tres grados distintos de certeza: las dos primeras me parecen probadas científicamente; la tercera es una hipótesis verosímil, al menos, tanto como cualquier hipótesis contraria:

1. San Juan Crisóstomo ha conocido esta anáfora y ha trabajado en ella, dejándonos claras muestras de su teología. Es muy probable que algunos pasajes de CB remonten originariamente a la pluma de este Santo Padre4."

2. La anáfora de San Juan Crisóstomo ha incorporado algunas frases, añadidas posteriormente a la muerte del Santo Padre49.

3. Es más difícil decidir la cuestión de la relación mutua entre las partes comunes a CB y SA. El argumento de G. Wagner para establecer la dependencia de SA con respecto a CB no parece conclusivo. Afirma este autor que el material proveniente de CB habría sido introducido por SA en las partes recitadas en voz baja, mientras que en las recitadas en voz alta habría prevalecido la tradición siria. Pero también se puede dar a este hecho otra interpretación: las secciones recitadas en voz alta podrían haber conservado los textos más antiguos, por estar menos expuestas a los cambios litúrgicos del momento, mientras que en las otras habría prevalecido la tradición siria, más acorde con el contexto litúrgico conocido por el pueblo. De hecho, los mayores desarrollos se encuentran en esta sección, y todos en la línea de acomodación a la tradición siró-occidental, como ha mostrado Engberding, lo que favorece esta otra interpretación del hecho.

 

Por lo demás, no debemos olvidar que ser "autor" de una anáfora no significaba en este tiempo (siglo IV y principios del V) crearla desde el principio hasta el fin, sino redactarla y acomodarla a una Iglesia partiendo de textos y esquemas tradicionales50. Por tanto, la hipótesis más verosímil es la de un texto común a ambas anáforas en griego "rehecho" por San Juan Crisóstomo, y en el cual es posible que el mismo Padre de la Iglesia haya modificado algunas cosas e insertado otras nuevas. El procedimiento sería parecido al de San Basilio en la anáfora bizantina que lleva su nombre. Y no es imposible que SA proceda del mismo original a través de vicisitudes diversas, de las cuales la más constatare es la influencia de la tradición siro-antioqueña en ella.

En conclusión, San Juan Crisóstomo podría llamarse autor de la anáfora que lleva su nombre, si entendemos este término en el sentido amplio que le acabamos de dar. En todo caso, tampoco es imposible que el Santo Padre refleje en sus escritos rasgos de esta anáfora, aunque fuese sustancialmente, o toda, anterior a él. Ambas hipótesis justifican el que para la interpretación de la anáfora a él atribuida podamos utilizar sus escritos51.

 

Historia de la Salvación y Eucaristía.

El análisis teológico de estas dos anáforas en lo que se refiere a toda la primera sección, relato institucional inclusive, puede hacerse conjuntamente, teniendo en cuenta, sin embargo, que CB ha sido revisada, y quizá por San Juan Crisóstomo. Esta revisión ha dado a CB una factura unitaria y hasta cierto punto más lógica: todos los elementos se hallan concatenados por la idea, que se repite varias veces, de la acción de gracias y la alabanza. A la vez, la anáfora ha sido enriquecida con elementos que reflejan claramente preocupaciones teológicas de San Juan Crisóstomo. SA, por su parte, contiene los mismos elementos originales, pero han permanecido, al menos en la primera parte, en un estadio menos elaborado: las distintas partes de esta anáfora no han sido conectadas entre sí y permanecen como oraciones casi independientes; en el Sanctus y en el relato institucional de ella se advierte la influencia de la tradición siró-occidental.

 

a) Alabanza y Acción de Gracias al Dios Incomprensible y Existencial.

Es posible, como han subrayado Engberding y Raes52, que la acción de gracias hasta el Sanctus esté formada por un núcleo muy primitivo de procedencia judeo-cristiana, cuyo contenido sería una bendición a Dios por la creación y la redención. La mención de las tres personas, unidas mediante la sola conjunción copulativa, puede ser antigua y muy cercana a la composición de la misma bendición53.

CB hace preceder a la motivación histórico-salvífíca de alabanza y acción de gracias una alabanza-acción de gracias centrada en la incomprensibilidad de Dios. La conexión entre este pasaje y la actitud de San Juan Crisóstomo contra los anomeos parece clara54. Dios es presentado, según el Crisóstomo, como aquel cuya esencia es radicalmente incomprensible incluso después de la revelación; y no sólo al hombre, sino a los mismos ángeles. Esta incomprensibilidad de Dios afecta no sólo a su esencia, sino también al misterio de la obra divina. Por eso, la ignorancia es el camino y la verdadera ciencia ante Dios; la verdadera γνώσις es la άγνωσία, la cual no nos conduce al escepticismo, sino al verdadero y único conocimiento posible de Dios: "El conocimiento parcial (del que habla San Pablo) es el de saber que Dios es, pero ignorar su esencia; es saber que Dios es sabio, pero ignorar en qué medida. No se ignora que él es grande, sino cuánto lo es; ni se conoce qué es su majestad. Se sabe que su providencia sostiene con precisión todas las cosas, pero el cómo lo hace se ignora"55. El conocimiento que tenemos de Dios es, por tanto, y según Crisóstomo, un conocimiento existencial, no teórico, al que llegamos a través de la experiencia de la fe. Y la actitud ante este conocimiento por parte del ser humano no es la investigación, sino la admiración religiosa, porque nos sentimos implicados y afectados por la existencia y la acción de ese Dios.

 

 

1 Sobre la historia de la Iglesia antioqueña en los primeros siglos, cf. la obra fundamental de R. devreesse, Le Patriarcal d"Antioche depuis la paix de F Église jusqu"a la conquéte árabe (París 1945); además, F. honigmann, "The Patriarchate of Antioch, A Revisión of Le Quien and the "Notitia Antiochena": Traditio 5 (1947) 135-161; y la importante contribución de G. downy, A History of Antioche in Sjriafrom Seleucus to the Arab Conquest (Princeton 1961). Una visión global acerca del desarrollo de la liturgia antioquena, con especial referencia a la Eucaristía, en M. H. shepherd, The Formation and Influente of the Antiochene Ltturgy: Dumbarton Oaks Papers 15 (1961) 23-44.

2 Una descripción y datación de los códices que contienen esta liturgia, en A. jacob, La tradition manuscrite de la liturgie de saint ]ean Chrysostome (VIlle - XII" siécles): EOO II 109-138; cf. también F. E. brightman, LXXXI-CI.

Bajo el nombre de San Juan Crisóstomo existen otras anáforas; así, una etiópica (cf. PE 189-193) y otra siro-jacobita, editada por H. W. codrington, en AS I 2 (Roma Í 940). Estas anáforas no tienen de común con la bizantina más que el nombre; sobre la primera cf. las notas a la edición etiópica de S. euringer, Ote athiopische Anaphora des hl. johannes Chrysostomus: Der Katholik 4.a serie, 11 (1913) 406-414; sobre la segunda, aparte la edición arriba señalada, cf. H. engberding, Die westsyrische Anaphora dei Hl. johannes Chrysostomus und ihre Probleme: OCh 39 (1955) 33-47.

3 Se trata del Brit.Mus. n.286, Add. 14493; la edición de raes en AS I 2: Anaphora syriaca XII Apostolorum prima et secunda 203-263; la anáfora que aquí nos interesa es la señalada como primera.

4 Traduzco la anáfora de San Juan Crisóstomo de la edición de brightman, 321-336, que reproduce el texto del códice Barberini; este mismo texto, con la traducción latina de J. goar (Euchologiun sive Rituale Graecorum [Venecia 21730; reprod. Graz 1960] 60-63), en PE 223-229.

La anáfora siríaca de los Doce Apóstoles la traduzco de la edición de AS I 2,214-223. La versión latina de este autor es reproducida en PE 265-268.

En ambas traducciones suprimo el diálogo inicial y las intercesiones. Sobre las intercesiones de la anáfora bizantina y su relación con las de la anáfora siríaca, cf. H. engberding, Das anaphorische Fürbittgebet der by antinischen Chrysostomusliturgie: OCh 45 (1961) 20-29; sobre el tema de las intercesiones, cf. también G. winkler, Die Intersecionen der Chrysostomusanaphora in ihrer geschichtlichen Entwicklung: OChP 36 (1970) 301-336; 37 (1971) 333-383.

5 "de majestad" "de victoria"; otros MSS.

6 "la cruz"] + "tu muerte, tu sepultura": 2MSS; + "tu sepultura": otros 2MSS.

7 Traduzco según la corrección del mismo A. Raes a su traducción latina en PE 267.

8 B. altaner, Patrologie. Leben, Schriften und Leí/re der Kirchenvater (Friburgo-Basilea-Viena ?1964) 328 (ed. esp.: Patrología [Madrid 41956] 287).

9 J. quasten, Patrología II 494.

10 A. raes, L·"authenticité de la liturgie byzanüne de saint lean Chrysostome: OChP 24 (1958) 5-16.

11 G. khouri-sarkis, L"origine syrienne de Fanapbore byantine de saint Jean Chrysostome: L"Orient Syrien 7 (1962) 3-68. La misma opinión mantienen L. bouyer (Eucharistie, °-c., 272-277) y L. maldonado (La plegaria eucarística, o.c., 408-415).

12 El texto del Tractatus de traditione divinae Missae, del Ps.-Proclo, en MG 65,849-852; sobre la verdadera atribución de este "tratado," cf. F. J. leroy, Proclus "de traditione Missae."- un faux de C. Paleocappa: OChP 28 (1962) 288-299; más completo, Uhomilétiqw de Proclus de Constantinople: Tradition manuscrite, Inédits, Études connexes (Ciudad del Vaticano 1967) 329-354; cf. recensión de esta obra por M. aubinau en Revue des étude grecques 84 (1972) 572-596; según leroy, se trataría de una falsificación de C. Paleocappa en el siglo xvi.

13 Adv. Nest. et Euthich. III 19; cf. MG 86, 1368C.

14 Cf. mansi, II 956. A. raes (L’authenticité 6-7) cita todavía una carta de Carlos el Calvo al clero de Ravenna escrita en el 877, también reticente en este punto, aunque con menos fuerza probativa. Los textos de todos estos documentos pueden encontrarse cómodamente en J. M. hanssens, Insiitutiones liturgicae III 569-575.

15 Véase la descripción de estos manuscritos, así como ulterior bibliografía sobre el tema, en A. jacob, La tradition manuscrite 114-123 y 126-128.

16 P. de meester, Les origines et les développements du text grecde la liturgie de saint Jeafí Chrysostome, en Chrysostomika. Studi e ricercbe interno a S. Giovanni Crisóstomo (Roma 1907) 245-357, esp. 260-261.

17 A. raes, L’authenticité 7-8; igualmente G. khouri-sarkis, L’origine syrienne 7-10.

18 Cf. A. baumstark, Die Chrysostomusliturgie und die syrísche Liturgie des Nestorius, en Chrysostomika 771-857; Zur Urgeschichte der Chrysostomusliturgie: Theologie und Glau-be 5 (1913) 299.313; en contra T. schermann Zur Herkunft der Anaphora der Chrysostomusliturgie: ibid., .392-393); respuesta de baumstark a la crítica anterior en ibid., 394-395. La historia de la cuestión puede verse en J. M. hanssens (Institutiones liturgicae III 631-632). Las modificaciones a su hipótesis y su última postura tras los trabajos de engberding, en la obra de A. baumstark, Liturgie comparte 62-63.

19 Esta opinión ha sido sostenida por P. de meester en el trabajo citado.

20 El primero que señaló el parentesco de ambas anáforas fue P. lebrun en su Explication de la Messe (Lieja 1788) IV 377 (2." ed. 1843, II 322); más detalladamente se refirió a esta interrelación el patriarca I. E. rahmani; primero, en la edición de una conferencia tenida en Roma (I Fasti della Chiesa Patriarcale Antiochena [Roma 1920] XXVI); después, en su obra Les liturgies orientales et occidentales (Beirut 1929) 288.403.712. Los trabajos más importantes de H. engberding en esta línea son: Die syrísche Anaphora der yvolf Apostel und ihre Paralleltexte: Oriens Christianus 3.a serie 12 (1937) 213-243, y el citado en la nt.4 de este capítulo. En esta misma línea, los trabajos de A. raes y G. khouri-sarkis citados en las nt.10 y 11.

21 H. engberding, Die syrische Anaphora 244-247. La anáfora maronita de los Doce Apóstoles a que engberding hace referencia es la editada por A. raes con el nombre de Anaphora XII Apostolorum secunda.

22 A. raes, L’autbenticité 14-15.

23 G. khouri-sarkis, L’origine syrienne 68.

24 F. van de pavero, Zur Geschichte der Messliturgie in Antiocheia und Konstantinopel gegen Ende des vierten jahrhunderts. Analysis der Quellen bei ]ohannes Chrysostomos (Roma 1871 1970).

25 F. probst, Die antiochenische Messe nach den Schriften des heiligen Johannes Chrysostomos dargestellt: Zeitschrift für Katholische Theologie 7 (1883) 250-303; brightman, 470-481.

26 F. van de pavero, Zur Gescbichte 270-271.276.362-363. Una conclusión parecida, al tnenos la constatación de que no se puede hablar en esta época de una "anáfora constantinopolitana," se deduce de los escritos de San Juan Crisóstomo en su época de Constantinopla, así como de otros escritos contemporáneos; cf. ibid., 493. Sobre la existencia y datación de formularios eucarísticos no fijos, cf. C. hanson, The Liberty ofthe Bisbop to Improvise in the Eucharist: Vigiliae Christianae 15 (1961) 173-176.

27 Cf. la opinión de G. khouri-sarkis antes mencionada.

28 F. van de pavero, Zur Geschichte 226.362.

29 Ibid., 362-363.

30 Ibid., 287.363.

31 Ibid., 360-361.

32 G. wagner, Der Ursprung der Chrysostomusliturgie (Münster W. [LQF 59] 1973).

33 Ibid., 1-10.

34 Cf. P. de meester, Origines du text grec 254; este error ha sido corregido primero por H. lietzmann (Messe und Herrenmahl 5 nt.l, ed. ingl. 4 nt.l) y después por el mismo de meester (DACL VI [1925] 1592).

El argumento de G. wagner es, sin embargo, criticado por F. van de pavero en su recensión a la obra del primero (OstkS 24 [1975] 70-71). En general, toda la recensión se muestra muy reservada acerca de los argumentos presentados por wagner, prefiriendo atenerse a la tesis tradicional de la no autenticidad de la anáfora bizantina del Crisóstomo.

35 G. wagner, Der Ursprung 11-29.

36 Cf. testimonios en ibid., 29. El mismo significado parece tener la palabra en las disposiciones legales litúrgicas del tiempo de Justiniano, cuando, por otra parte, parece haber quedado fijada definitivamente en lo sustancial la tradición eucarística bizantina; cf. ibid., 29-42.

37 Cf. ibid., 47-49.

38 Cf. ibid., 49-51.

39 El autor aduce como comprobante la afirmación de H. fuchs, según el cual en la zona de influencia de la liturgia siró-occidental eran particularmente estimados, incluso en una época más bien temprana, formularios más bien cortos, los cuales hacían algunas veces la competencia incluso a la anáfora normal de Santiago; cf. Die Anaphora des monophysitischen Patriarchen Johannen L, herausgegeben, iibersett und in usammenbang der gesamten jakobitischen Anaphorenliteratur untersucht (Münster W. [LQF 9] 1926) LV.LVII-

40 Cf. PE 288-290; las coincidencias con CB son: fórmula trinitaria antes del Sanctus, cita de Jn 3,16 en el Post-Sanctus, fórmula introductoria al relato institucional y alguna frase de la epiclesis.

41 "Diese Feststellungen führen auf alie Falle zu dem Ergebnis, dass die westsyrische Apostel-Anaphora ais unabhángiger Zeuge für eine mógliche Urgestalt der Chrysosto-rnus-Anaphora entfá"llt. Die Untersuchung hat vielmehr von der überlieferten griechi-schen Textgestalt auszugehen" (G. wagner, Der Ursprung 51). Los resultados del estudio que este autor hace sobre las anáforas de Teodoro y Nestorio en relación con CB no interesan de momento. Baste aquí decir que wagner piensa que la anáfora de Teodoro podría remontar sustancialmente a Teodoro de Mopsuestia, el compañero de estudios de San Juan Crisóstomo, y que la anáfora de Nestorio usa CB. Por consiguiente, es pensable una actividad anafórica también en San Juan Crisóstomo y que CB debía de existir ya, sustancialmente, en el siglo VI; cf. ibid., 51-72.

42 Ibid., 73-133.

43 "(Es) zeigen sich bei der Untersuchung der einzelnen Gebetstexte unseres Formu-lars so deutliche Parallelen zum unbestritten authentischen Werk des Chrysostomus, dass wir hier die Lósung fínden für die Frage nach dem Ursprung der Chrysostomusliturgie. In der Tat besteht der innere Kern des Formulare aus einer Reihe von Gebeten, die uns im wesentlichen in der Gestalt überliefert sein müssen, wie sie Johannes Chrysostomus ais Bischof von Konstantinopel gesprochen hat. Nach ihrem charakteristischen Gestalt —und bis in die konkrete Formulierung hinein— gehóren die Aussagen dieser Texte deutlich genug in den Kontext der Werke des Chrysostomus. Manche individuellen Zügen weisen eindeutig auf Chrysostomus zurück, manche auf die Tradition seiner theologischen Lehrer (...). Wir erhalten so eine klare Bestátigung für jene Angabe, die sie seit alters in den Handschriften über dem zentralen Teil unseres Liturgieformulars findet: "Eucharistiegebet des heiligen Johannes Chrysostomus": Ευχή της προσκομιδής του άγιου Ιωάννου του Χρυσοστόμου" (ibid., 133).

44 Cf. la cita en anterior nt.34.

45 El párrafo antes del Sanctus ("Tú nos condujiste... tu Espíritu Santo") coincide tan plenamente, que no se puede decidir cuál es el primitivo (H. engberding, Die syrische Anaphora 236); lo mismo ocurre con el párrafo coincidente tras el Sanctus ("Santo eres y santísimo... vida eterna") (ibid., 239); en cuanto al relato institucional, en SA se notan influencias de Santiago sirio, por lo que CB habría guardado un texto más cercano al original (ibid., 242); finalmente, sucede lo mismo con la anamnesis (ibid., 243). Nótese que estos pasajes son, en criterio de Engberding, no meras coincidencias formales, sino que se trata del mismo texto.

46 En la introducción de la acción de gracias, la expresión σοι εύχαριστεΐν parece pertenecer al original; por otra parte, la introducciσn de SA parece seguir un camino de evolución común a muchas anáforas antioquenas y maronitas, convirtiendo la acción de gracias inicial en una alabanza de carácter más bien doxológico (ibid., 238). En la introducción al Sanctus, SA acusa, a pesar de la brevedad del texto, muchas coincidencias con Santiago sirio; la colocación de los adjetivos tras lo querubines y serafines en CB, apartándose de la Sagrada Escritura, parece más primitiva (ibid., 238-240). A esto habría que añadir que la mención de los ángeles y arcángeles, aunque pueda reflejar una intento de acomodación a Dan 7,10, como afirma Engberding, responde mejor a los datos de la tradición anafórica antioquena recabados de los escritos de San Juan Crisóstomo por Van de Paverd. Con relación a la epiclesis, se constata una gran coincidencia entre SA y la anáfora maronita de los Doce Apóstoles (ibid., 244).

47 Así el tema de la adoración a Dios en todas partes (cf. G. wagner, Der Ursprung 73-75); la alabanza al Dios incomprensible e inefable (ibid., 75-78), la referencia a los beneficios manifiestos y ocultos de Dios (ibid., 92-97), la primera frase de la introducción al Sanctus (ibid., 97-101), la introducción a la epiclesis con sus tres verbos de súplica (ibid., 112-113).

48 Estos pasajes serían, al menos, los señalados en la nota anterior.

49 Parecen ser éstas: el final de la anamnesis, con la fórmula "ofreciéndote lo que es tuyo de lo que es tuyo" (el origen sería aquí una influencia de la liturgia de San Basilio; cf. H. engberding, Die syrische Anaphora 243-244); la expresión de la epiclesis "transformándolo por tu Espíritu Santo. Amén" (cf. G. wagner, Der Ursprung 113-114) y la doxología final, común con la anáfora de San Basilio (cf. brightman, 337).

50 El mismo G. Wagner es consciente de este dato; cf. o.c., I nt.4.

51 Por lo demás, hablar de la anáfora antioquena de los Doce Apóstoles como de la "anáfora representativa de Antioquía" está fuera de lugar. Como hemos dicho, en el siglo IV hay todavía en Antioquía libertad de creación o, al menos, no existe aún una anáfora fija y normativa, sino orientaciones generales, cuyo esquema representa la tradición de determinadas Iglesias.

52 H. engberding, Die syrische anaphora 245; A. raes, L"authenticité 15-16.

53 A. raes ha subrayado la carencia de todo reflejo de disputa cristológica en la primera parte de la acción de gracias de esta anáfora (L·"authenticité 15); G. wagner, por su parte, piensa que la fórmula trinitaria de esta anáfora no es ajena a las disputas trinitarias del siglo iv en Antioquía y representaría la fórmula defendida por Diodoro, después maestro de Crisóstomo, y Flaviano como expresión de la ortodoxia nicena en torno al 350 d.C. No obstante, fórmulas de este tipo existen ya desde muy antiguo, como lo demuestran Mt 28,19 y algunos símbolos de fe de primitiva construcción; cf., p.ej., DS 1-6; 11; más complejos DS 40-42,

54 Los antecedentes de esta doctrina se encuentran ya en San Basilio, San Gregorio de Nisa y San Cirilo de Jerusalén; algunos de éstos los conoció, sin duda, Crisóstomo. No son ajenas a esta terminología y contenido las obras de Filón de Alejandría y San Clemente de Alejandría; cf. J. daniélou, L·"incompréhensibilité de Dieu d"apres saint jean Chrysostome: RSR 37 (1950) 176-194; A. M. malingrey - R. flacelliére, S. Jean Chrysostome: Sur I"incompréhensibilité de Dieu (París [SC 28 bis] 1970) 1-63 (Introduction de J. daniélou). Textos de San Juan Crisóstomo que coinciden con el de la anáfora, G. wagner señala principalmente estos dos: De incomprehensibili contra anomeos 3.1: (MG 48,720a, SC 28 bis,190-191) y Ad eos qui scandaliati sunt c.2: (MG 52,484c; SC 79,70-73).

55 De incomprehensibili I 4 (MG 48,707a; SC 28 bis,126-127); cf. J. daniélou L·"incompréhensibilité de Dieu 186.

 

El texto de la anáfora refleja claramente esta teología de la incomprensibilidad de Dios, que exige una actitud de adoración religiosa "comprometida" más que de investigación científica inútil y arrogante, soberbia en definitiva. Dos aspectos se subrayan además en ella: esta incomprensibilidad se extiende a toda la Trinidad y es objeto además de acción de gracias. Este último aspecto refleja una actitud espiritual del mismo Crisóstomo cuando comenta el salmo 138,1456 y cuando habla contra los anomeos57.

Por tanto, el primer objeto de alabanza y acción de gracias es Dios mismo, en cuanto que conocemos su existencia y su actuación salvadora, en cuanto que existe y es origen de la Historia de la Salvación, es decir, en cuanto que nos concede la verdadera gnosis. En esta línea, que se une a una tradición muy antigua eucarística, la acción de gracias por el conocimiento, hemos de situar ahora la breve descripción que sigue de la Historia de la Salvación.

 

b) Una Visión Sintética de la Historia de la Salvación.

El centro de la acción de gracias es la obra que Dios ha hecho con el ser humano. Con pequeños detalles diferentes, coinciden aquí sustancialmente las dos anáforas que comentamos. La acción salvadora de Dios es presentada en tres tiempos. El primero es la creación, obra exclusiva de Dios, de su gracia y bondad, como acentúa ese "de la nada," "del no ser"58. El segundo tiempo está formado por la respuesta del ser humano a esta primera misericordia, el pecado, la caída, y la nueva misericordia de Dios, que nos vuelve a "levantar" ("llamar" en SA). El tercero y último se refiere a la definitiva salvación y entrada en el Reino. La acción es, pues, progresiva, tiene una estructura dialogal, y en ella tanto la iniciativa como el triunfo final corresponden a Dios. Probablemente hay en esta perspectiva una alusión a la acción de Dios a través del tiempo del AT hasta llegar a la definitiva salvación ofrecida en los tiempos del NT59. El texto que parece estar en la base de esta esquemática concepción de la Historia de la Salvación es Ef 2,5-7. Y la idea directriz parece ser la de aplicar a los cristianos lo que en Cristo han supuesto la resurrección y la ascensión60. El es el primogénito, la primicia, el representante de la humanidad entera y, a la vez, el garante de la definitiva salvación para todos en el Reino; salvación escatológica que ya ha comenzado, pues ese Reino futuro nos ha sido ya otorgado gratuitamente, aunque no en su plenitud, en la Iglesia.

La plegaria se cierra con un giro típicamente judío: "por todas estas cosas, te damos gracias..." El contenido claramente cristiano de esta plegaria y su presentación completa de la Historia de la Salvación parecen indicar que estamos ante una bendición judeo-cristiana; probablemente, anterior a la misma plegaria eucarística en que ha sido incluida o quizá material base de la misma61.

CB continúa la acción de gracias con un añadido que tiene todos los visos de proceder de la pluma de San Juan Crisóstomo, y en el que se insiste en la acción de gracias por todos los beneficios conocidos y desconocidos62.

 

c) Una visión cristológica de la Historia de la Salvación.

A partir del Sanctus, que CB incorpora a la acción de gracias general, se describe la Historia de la Salvación bajo un prisma estrictamente cristológico y de una forma lineal, que va desde la cita de Jn 3,16 hasta el final de la anamnesis. En realidad se trata de una perspectiva distinta al resumen que se nos ha dado anteriormente. Allí se han acentuado, sobre todo, los efectos de la acción salvadora de Dios en los hombres; ahora se enumeran, más bien, hechos concretos: Dios entrega a la muerte a su Hijo por amor a los hombres; Jesús se entrega a sí mismo voluntariamente a la muerte (la voluntariedad no es señalada por SA) e instituye la Eucaristía, que es presentada claramente como acontecimiento salvífico, al menos en CB; sigue "todo lo acaecido por nosotros" ("toda la obra," según lo califica SA): la cruz, la sepultura, la resurrección al tercer día, la ascensión, la instauración en el trono, la segunda y gloriosa parusía63.

Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta la presentación lineal que de la obra de Cristo hace la anáfora, la anamnesis propiamente dicha puede ser considerada también como una continuación de esa presentación lineal de la Historia de la Salvación, acentuando aún más el exclusivo color cristológico de toda la plegaria y poniendo un acento notable en los aspectos gloriosos del misterio de Cristo, lo cual no impide que la anamnesis deba ser interpretada principalmente en su significado específico, como haremos en el siguiente apartado.

Por lo demás, es difícil decidir si este texto de la anamnesis deba ser o no interpretado desde las obras de San Juan Crisóstomo. Notemos, sin embargo, que es característico de este Padre de la Iglesia el uso de σταυρός en el sentido de crucifixiσn y que tanto la cruz como la sepultura son considerados por él como acontecimientos salvíficos y gloriosos, lo que conecta bastante claramente con el contexto en que son presentados en la anáfora64.

 

 

d) Dimensión Vertical de la Historia de la Salvación.

Desde otra perspectiva puede también ser considerada la anamnesis de CB65. En ella la celebración eucarística viene, en efecto, claramente descrita como un memorial del Señor y de toda su obra salvífica, que se concentra en los misterios de la cruz, sepultura, resurrección, ascensión, sesión a la derecha del Padre y segunda venida. Este memorial se lleva a cabo mediante la ofrenda de los dones que provienen de Dios, y especialmente del don que Dios mismo ha entregado para nuestra salvación: Cristo. Tal ofertorio o sacrificio constituye una alabanza y acción de gracias, así como el fundamento de la súplica epiclética que sigue. La misa, según esto, hace presente el sacrificio glorioso de Cristo y, concentrado en él, todo su misterio salvador. Por ello es, a la vez, el perfecto sacrificio de acción de gracias. Toda la Historia de la Salvación se concentra y hace presente en la Eucaristía en virtud de su dimensión de memorial presentado por la Iglesia al Padre. En consecuencia, la fórmula "ofreciéndote lo que es tuyo de lo que es tuyo" es una acertada traducción, en términos sacrificiales, del memorial eucarístico, el cual contiene ya en sí este significado sacrificial66.

Por su parte, la anamnesis de SA, desde el punto de vista teológico, presenta prácticamente el mismo contenido y significado, sin la expresa mención del aspecto sacrificial. Esto nos plantea el problema de si existe en esta anáfora una expresión

sacrificial del memorial y, de rechazo, el otro problema de la expresión sacrificial original de CB.

Si nos atenemos a los datos, resulta en primer lugar que la expresión sacrificial de la anáfora bizantina "ofreciéndote lo que es tuyo de lo que es tuyo," probablemente haya sido tomada de la anáfora de San Basilio67. En segundo lugar, observamos una clara expresión sacrificial, coincidente en ambas anáforas tras la epiclesis, al comienzo de las intercesiones: "Te ofrecemos (προσφέρομεν) tambiιn este culto espiritual por todos los que..." (CB); "Te ofrecemos (raíz: qrb), pues, Señor todopoderoso, este sacrificio (debhta) espiritual por todos los hombres..." (SA). Esta expresión es recogida con pocas variantes en CB al comienzo de la epiclesis y hacia la mitad de las intercesiones. Dada la diferencia que existe entre las intercesiones de CB y SA, de fuente muy diferente 68, llama poderosamente la atención esta coincidencia. Es, pues, muy posible que ésta sea la primitiva expresión sacrificial de ambas anáforas, y podría ser que primitivamente su lugar fuese precisamente al comienzo de la epiclesis, con lo que sería casi una continuación de la anamnesis primitiva69.

Por lo demás, la anamnesis de SA acentúa, sobre todo, el aspecto de acción de gracias por la redención, característico de la Eucaristía y que ya hemos encontrado en Hipólito, y tiene un desarrollo propio acerca de la misericordia de Cristo el día del juicio, con posibles influencias, en este punto, de la anáfora siria de Santiago, que estudiaremos.

Desde esta perspectiva, podemos ahora decir una palabra acerca del relato institucional de estas dos anáforas. Es evidente, en efecto, que ambas anamnesis hacen referencia y están directamente conectadas al relato institucional: en SA, mediante la expresión explícita del mandato-memorial del Señor; en CB, mediante su expresión implícita. En consecuencia, "hacer el memorial de Cristo" consiste en celebrar la eucaristía, repetir la institución eucarística como memorial de Cristo; un memorial que comprende toda su obra de salvación y que expresa su contenido sacrificial en CB mediante la fórmula "ofreciéndote lo que es tuyo," y en SA y CB primitivo, mediante la ofrenda sacrificial formulada un poco más adelante. En todo caso, se observará la estrecha unión existente entre relato institucional y anamnesis; es evidente, pues, que la narración de la institución eucarística en estas anáforas, como por lo demás en muchas otras, por no decir en todas, no tiene como función la mera conmemoración del pasado momento fundacional de la cena, aunque no lo excluya, sino la de ser ya celebración sacramental de la muerte gloriosa del Señor en el hoy de la Eucaristía celebrada por la Iglesia.

En la epiclesis de nuestras dos anáforas se concretiza el otro momento de irrupción de la salvación en el acto cultual de la Eucaristía. Ambas pueden dividirse, como sucede en otras muchas epiclesis, en dos grandes partes: una súplica por el descenso del Espíritu Santo sobre los dones y otra sobre los participantes70.

En la primera parte de la súplica se pide claramente la consagración de los dones eucarísticos. En ambas anáforas, la epiclesis es como la conclusión natural del movimiento lineal de la plegaria. Hablando de CB, J. Mateos afirma: "La epiclesis en este caso no es otra cosa sino la misma consagración, considerada, más bien, desde el punto de vista de la acción divina que aquí se desarrolla. Es el doblete dogmático del relato histórico. Son éstos dos aspectos de una misma realidad: con uno se pone de relieve el rito visible; con el otro, la acción invisible"71. La expresión de SA "pon de manifiesto" añadiría al "haz" de CB la expresión de la dimensión de signo72.

La segunda parte es una súplica por los por la asamblea participantes,. La participación en la Eucaristía por la acción del Espíritu Santo se traduce en CB en una actitud de apertura de espíritu, de prontitud para recibir la inspiración y los dones del sacramento, que nos son hechos accesibles en virtud del Espíritu: es un estado de alerta, consecuencia de la sobriedad de vida73, y una capacidad de participar en los dones del Espíritu; esta misma acción en la Eucaristía lleva consigo el perdón de los pecados y la κοινονία del Espνritu, que es la introducción, mediante la acción del Espíritu Santo, en la esfera de la caridad divina para unirnos íntimamente a la santa Trinidad74; introduce, además, más plenamente en el Reino, ya actuante en la tierra, es decir, en la Iglesia75, y crea en nosotros la actitud filial de confianza ante el Padre, que disipa todo temor de condenación (παρρησία).

La descripción de los efectos que la participación en la Eucaristía produce en los cristianos mediante la acción del Espíritu Santo, es descrita de forma algo diferente en SA, que insiste más en la seguridad de la salvación futura y describe la participación en la plenitud del Reino con categorías joánicas de "vida" y "resurrección," insistiendo, sobre todo, en la seguridad de la salvación futura, de la que es garantía y anticipo el gozo que ahora estos misterios (la Eucaristía) nos producen en la celebración litúrgica (el "servicio" permanente al Señor que se prolongará en la eterna liturgia del cielo).

De esta manera, y dentro de la línea antioqueña de la teología de la epiclesis, estas dos plegarias son el momento que señala la invisible actividad del Espíritu en la celebración eucarística, convirtiéndose en signo eficaz de la presencia de Cristo, muerto y resucitado en la Iglesia y en garantía de nuestra participación en su gloria ya desde ahora76.

Un tercer aspecto de presencialización de la Historia de la Salvación debe ser notado, aunque sólo sea brevemente. En CB, la introducción al Sanctus y el embolismo siguiente subrayan la comunión en el culto entre los ángeles y los hombres de un modo notable. La comunidad terrestre se presenta como incorporada a los ejércitos celestiales que rodean el trono de Dios. Esta presentación, que no es tan clara en SA, coincide plenamente con la doctrina de San Juan Crisóstomo sobre el Sanctus. A él se refiere frecuentemente el Santo Padre para señalar a sus oyentes que se encuentran en compañía de los ángeles; el triple Sanctus se convierte así en un himno de victoria entonado por la Iglesia terrestre y celeste conjuntamente77. Los fieles, la Iglesia, está, de alguna manera, presente en este momento ante el trono de Dios junto con los ángeles y la Iglesia triunfante, y este hecho es un signo ante la Iglesia y los seres humanos de cómo la muerte y resurrección de Cristo han reconciliado ya los cielos y la tierra78.

 

1 Sobre la historia de la Iglesia antioqueña en los primeros siglos, cf. la obra fundamental de R. devreesse, Le Patriarcal d"Antioche depuis la paix de F Église jusqu"a la conquéte árabe (París 1945); además, F. honigmann, "The Patriarchate of Antioch, A Revisión of Le Quien and the "Notitia Antiochena": Traditio 5 (1947) 135-161; y la importante contribución de G. downy, A History of Antioche in Sjriafrom Seleucus to the Arab Conquest (Princeton 1961). Una visión global acerca del desarrollo de la liturgia antioquena, con especial referencia a la Eucaristía, en M. H. shepherd, The Formation and Influente of the Antiochene Ltturgy: Dumbarton Oaks Papers 15 (1961) 23-44.

2 Una descripción y datación de los códices que contienen esta liturgia, en A. jacob, La tradition manuscrite de la liturgie de saint ]ean Chrysostome (VIlle - XII" siécles): EOO II 109-138; cf. también F. E. brightman, LXXXI-CI.

Bajo el nombre de San Juan Crisóstomo existen otras anáforas; así, una etiópica (cf. PE 189-193) y otra siro-jacobita, editada por H. W. codrington, en AS I 2 (Roma Í 940). Estas anáforas no tienen de común con la bizantina más que el nombre; sobre la primera cf. las notas a la edición etiópica de S. euringer, Ote athiopische Anaphora des hl. johannes Chrysostomus: Der Katholik 4.a serie, 11 (1913) 406-414; sobre la segunda, aparte la edición arriba señalada, cf. H. engberding, Die westsyrische Anaphora dei Hl. johannes Chrysostomus und ihre Probleme: OCh 39 (1955) 33-47.

3 Se trata del Brit.Mus. n.286, Add. 14493; la edición de raes en AS I 2: Anaphora syriaca XII Apostolorum prima et secunda 203-263; la anáfora que aquí nos interesa es la señalada como primera.

4 Traduzco la anáfora de San Juan Crisóstomo de la edición de brightman, 321-336, que reproduce el texto del códice Barberini; este mismo texto, con la traducción latina de J. goar (Euchologiun sive Rituale Graecorum [Venecia 21730; reprod. Graz 1960] 60-63), en PE 223-229.

La anáfora siríaca de los Doce Apóstoles la traduzco de la edición de AS I 2,214-223. La versión latina de este autor es reproducida en PE 265-268.

En ambas traducciones suprimo el diálogo inicial y las intercesiones. Sobre las intercesiones de la anáfora bizantina y su relación con las de la anáfora siríaca, cf. H. engberding, Das anaphorische Fürbittgebet der byantinischen Chrysostomusliturgie: OCh 45 (1961) 20-29; sobre el tema de las intercesiones, cf. también G. winkler, Die Intersecionen der Chrysostomusanaphora in ihrer geschichtlichen Entwicklung: OChP 36 (1970) 301-336; 37 (1971) 333-383.

5 "de majestad" "de victoria"; otros MSS.

6 "la cruz"] + "tu muerte, tu sepultura": 2MSS; + "tu sepultura": otros 2MSS.

7 Traduzco según la corrección del mismo A. Raes a su traducción latina en PE 267.

8 B. altaner, Patrologie. Leben, Schriften und Leí/re der Kirchenvater (Friburgo-Basilea-Viena ?1964) 328 (ed. esp.: Patrología [Madrid 41956] 287).

9 J. quasten, Patrología II 494.

10 A. raes, L·"authenticité de la liturgie byzanüne de saint lean Chrysostome: OChP 24 (1958) 5-16.

11 G. khouri-sarkis, L"origine syrienne de Fanapbore byantine de saint Jean Chrysostome: L"Orient Syrien 7 (1962) 3-68. La misma opinión mantienen L. bouyer (Eucharistie, °-c., 272-277) y L. maldonado (La plegaria eucarística, o.c., 408-415).

12 El texto del Tractatus de traditione divinae Missae, del Ps.-Proclo, en MG 65,849-852; sobre la verdadera atribución de este "tratado," cf. F. J. leroy, Proclus "de traditione Missae."- un faux de C. Paleocappa: OChP 28 (1962) 288-299; más completo, Uhomilétiqw de Proclus de Constantinople: Tradition manuscrite, Inédits, Études connexes (Ciudad del Vaticano 1967) 329-354; cf. recensión de esta obra por M. aubinau en Revue des étude grecques 84 (1972) 572-596; según leroy, se trataría de una falsificación de C. Paleocappa en el siglo xvi.

13 Adv. Nest. et Euthich. III 19; cf. MG 86, 1368C.

14 Cf. mansi, II 956. A. raes (L’authenticité 6-7) cita todavía una carta de Carlos el Calvo al clero de Ravenna escrita en el 877, también reticente en este punto, aunque con menos fuerza probativa. Los textos de todos estos documentos pueden encontrarse cómodamente en J. M. hanssens, Insiitutiones liturgicae III 569-575.

15 Véase la descripción de estos manuscritos, así como ulterior bibliografía sobre el tema, en A. jacob, La tradition manuscrite 114-123 y 126-128.

16 P. de meester, Les origines et les développements du text grecde la liturgie de saint Jeafí Chrysostome, en Chrysostomika. Studi e ricercbe interno a S. Giovanni Crisóstomo (Roma 1907) 245-357, esp. 260-261.

17 A. raes, L’authenticité 7-8; igualmente G. khouri-sarkis, L’origine syrienne 7-10.

18 Cf. A. baumstark, Die Chrysostomusliturgie und die syrísche Liturgie des Nestorius, en Chrysostomika 771-857; Zur Urgeschichte der Chrysostomusliturgie: Theologie und Glau-be 5 (1913) 299.313; en contra T. schermann Zur Herkunft der Anaphora der Chrysostomusliturgie: ibid., .392-393); respuesta de baumstark a la crítica anterior en ibid., 394-395. La historia de la cuestión puede verse en J. M. hanssens (Institutiones liturgicae III 631-632). Las modificaciones a su hipótesis y su última postura tras los trabajos de engberding, en la obra de A. baumstark, Liturgie comparte 62-63.

19 Esta opinión ha sido sostenida por P. de meester en el trabajo citado.

20 El primero que señaló el parentesco de ambas anáforas fue P. lebrun en su Explication de la Messe (Lieja 1788) IV 377 (2." ed. 1843, II 322); más detalladamente se refirió a esta interrelación el patriarca I. E. rahmani; primero, en la edición de una conferencia tenida en Roma (I Fasti della Chiesa Patriarcale Antiochena [Roma 1920] XXVI); después, en su obra Les liturgies orientales et occidentales (Beirut 1929) 288.403.712. Los trabajos más importantes de H. engberding en esta línea son: Die syrísche Anaphora der yvolf Apostel und ihre Paralleltexte: Oriens Christianus 3.a serie 12 (1937) 213-243, y el citado en la nt.4 de este capítulo. En esta misma línea, los trabajos de A. raes y G. khouri-sarkis citados en las nt.10 y 11.

21 H. engberding, Die syrische Anaphora 244-247. La anáfora maronita de los Doce Apóstoles a que engberding hace referencia es la editada por A. raes con el nombre de Anaphora XII Apostolorum secunda.

22 A. raes, L’autbenticité 14-15.

23 G. khouri-sarkis, L’origine syrienne 68.

24 F. van de pavero, Zur Geschichte der Messliturgie in Antiocheia und Konstantinopel gegen Ende des vierten jahrhunderts. Analysis der Quellen bei ]ohannes Chrysostomos (Roma 1871 1970).

25 F. probst, Die antiochenische Messe nach den Schriften des heiligen Johannes Chrysostomos dargestellt: Zeitschrift für Katholische Theologie 7 (1883) 250-303; brightman, 470-481.

26 F. van de pavero, Zur Gescbichte 270-271.276.362-363. Una conclusión parecida, al tnenos la constatación de que no se puede hablar en esta época de una "anáfora constantinopolitana," se deduce de los escritos de San Juan Crisóstomo en su época de Constantinopla, así como de otros escritos contemporáneos; cf. ibid., 493. Sobre la existencia y datación de formularios eucarísticos no fijos, cf. C. hanson, The Liberty ofthe Bisbop to Improvise in the Eucharist: Vigiliae Christianae 15 (1961) 173-176.

27 Cf. la opinión de G. khouri-sarkis antes mencionada.

28 F. van de pavero, Zur Geschichte 226.362.

29 Ibid., 362-363.

30 Ibid., 287.363.

31 Ibid., 360-361.

32 G. wagner, Der Ursprung der Chrysostomusliturgie (Münster W. [LQF 59] 1973).

33 Ibid., 1-10.

34 Cf. P. de meester, Origines du text grec 254; este error ha sido corregido primero por H. lietzmann (Messe und Herrenmahl 5 nt.l, ed. ingl. 4 nt.l) y después por el mismo de meester (DACL VI [1925] 1592).

El argumento de G. wagner es, sin embargo, criticado por F. van de pavero en su recensión a la obra del primero (OstkS 24 [1975] 70-71). En general, toda la recensión se muestra muy reservada acerca de los argumentos presentados por wagner, prefiriendo atenerse a la tesis tradicional de la no autenticidad de la anáfora bizantina del Crisóstomo.

35 G. wagner, Der Ursprung 11-29.

36 Cf. testimonios en ibid., 29. El mismo significado parece tener la palabra en las disposiciones legales litúrgicas del tiempo de Justiniano, cuando, por otra parte, parece haber quedado fijada definitivamente en lo sustancial la tradición eucarística bizantina; cf. ibid., 29-42.

37 Cf. ibid., 47-49.

38 Cf. ibid., 49-51.

39 El autor aduce como comprobante la afirmación de H. fuchs, según el cual en la zona de influencia de la liturgia siró-occidental eran particularmente estimados, incluso en una época más bien temprana, formularios más bien cortos, los cuales hacían algunas veces la competencia incluso a la anáfora normal de Santiago; cf. Die Anaphora des monophysitischen Patriarchen Johannen L, herausgegeben, iibersett und in usammenbang der gesamten jakobitischen Anaphorenliteratur untersucht (Münster W. [LQF 9] 1926) LV.LVII-

40 Cf. PE 288-290; las coincidencias con CB son: fórmula trinitaria antes del Sanctus, cita de Jn 3,16 en el Post-Sanctus, fórmula introductoria al relato institucional y alguna frase de la epiclesis.

41 "Diese Feststellungen führen auf alie Falle zu dem Ergebnis, dass die westsyrische Apostel-Anaphora ais unabhángiger Zeuge für eine mógliche Urgestalt der Chrysosto-rnus-Anaphora entfá"llt. Die Untersuchung hat vielmehr von der überlieferten griechi-schen Textgestalt auszugehen" (G. wagner, Der Ursprung 51). Los resultados del estudio que este autor hace sobre las anáforas de Teodoro y Nestorio en relación con CB no interesan de momento. Baste aquí decir que wagner piensa que la anáfora de Teodoro podría remontar sustancialmente a Teodoro de Mopsuestia, el compañero de estudios de San Juan Crisóstomo, y que la anáfora de Nestorio usa CB. Por consiguiente, es pensable una actividad anafórica también en San Juan Crisóstomo y que CB debía de existir ya, sustancialmente, en el siglo VI; cf. ibid., 51-72.

42 Ibid., 73-133.

43 "(Es) zeigen sich bei der Untersuchung der einzelnen Gebetstexte unseres Formu-lars so deutliche Parallelen zum unbestritten authentischen Werk des Chrysostomus, dass wir hier die Lósung fínden für die Frage nach dem Ursprung der Chrysostomusliturgie. In der Tat besteht der innere Kern des Formulare aus einer Reihe von Gebeten, die uns im wesentlichen in der Gestalt überliefert sein müssen, wie sie Johannes Chrysostomus ais Bischof von Konstantinopel gesprochen hat. Nach ihrem charakteristischen Gestalt —und bis in die konkrete Formulierung hinein— gehóren die Aussagen dieser Texte deutlich genug in den Kontext der Werke des Chrysostomus. Manche individuellen Zügen weisen eindeutig auf Chrysostomus zurück, manche auf die Tradition seiner theologischen Lehrer (...). Wir erhalten so eine klare Bestátigung für jene Angabe, die sie seit alters in den Handschriften über dem zentralen Teil unseres Liturgieformulars findet: "Eucharistiegebet des heiligen Johannes Chrysostomus": Ευχή της προσκομιδής του άγιου Ιωάννου του Χρυσοστόμου" (ibid., 133).

44 Cf. la cita en anterior nt.34.

45 El párrafo antes del Sanctus ("Tú nos condujiste... tu Espíritu Santo") coincide tan plenamente, que no se puede decidir cuál es el primitivo (H. engberding, Die syrische Anaphora 236); lo mismo ocurre con el párrafo coincidente tras el Sanctus ("Santo eres y santísimo... vida eterna") (ibid., 239); en cuanto al relato institucional, en SA se notan influencias de Santiago sirio, por lo que CB habría guardado un texto más cercano al original (ibid., 242); finalmente, sucede lo mismo con la anamnesis (ibid., 243). Nótese que estos pasajes son, en criterio de Engberding, no meras coincidencias formales, sino que se trata del mismo texto.

46 En la introducción de la acción de gracias, la expresión σοι εύχαριστεΐν parece pertenecer al original; por otra parte, la introducciσn de SA parece seguir un camino de evolución común a muchas anáforas antioqueñas y maronitas, convirtiendo la acción de gracias inicial en una alabanza de carácter más bien doxológico (ibid., 238). En la introducción al Sanctus, SA acusa, a pesar de la brevedad del texto, muchas coincidencias con Santiago sirio; la colocación de los adjetivos tras lo querubines y serafines en CB, apartándose de la Sagrada Escritura, parece más primitiva (ibid., 238-240). A esto habría que añadir que la mención de los ángeles y arcángeles, aunque pueda reflejar una intento de acomodación a Dan 7,10, como afirma Engberding, responde mejor a los datos de la tradición anafórica antioqueña recabados de los escritos de San Juan Crisóstomo por Van de Paverd. Con relación a la epiclesis, se constata una gran coincidencia entre SA y la anáfora maronita de los Doce Apóstoles (ibid., 244).

47 Así el tema de la adoración a Dios en todas partes (cf. G. wagner, Der Ursprung 73-75); la alabanza al Dios incomprensible e inefable (ibid., 75-78), la referencia a los beneficios manifiestos y ocultos de Dios (ibid., 92-97), la primera frase de la introducción al Sanctus (ibid., 97-101), la introducción a la epiclesis con sus tres verbos de súplica (ibid., 112-113).

48 Estos pasajes serían, al menos, los señalados en la nota anterior.

49 Parecen ser éstas: el final de la anamnesis, con la fórmula "ofreciéndote lo que es tuyo de lo que es tuyo" (el origen sería aquí una influencia de la liturgia de San Basilio; cf. H. engberding, Die syrische Anaphora 243-244); la expresión de la epiclesis "transformándolo por tu Espíritu Santo. Amén" (cf. G. wagner, Der Ursprung 113-114) y la doxología final, común con la anáfora de San Basilio (cf. brightman, 337).

50 El mismo G. Wagner es consciente de este dato; cf. o.c., I nt.4.

51 Por lo demás, hablar de la anáfora antioqueña de los Doce Apóstoles como de la "anáfora representativa de Antioquía" está fuera de lugar. Como hemos dicho, en el siglo IV hay todavía en Antioquía libertad de creación o, al menos, no existe aún una anáfora fija y normativa, sino orientaciones generales, cuyo esquema representa la tradición de determinadas Iglesias.

56 Adv. lud. 1,1 (MG 52,404a), comentando la versión griega de este versículo: έξομολογήσομαι σοι, ότι φοβερώς έθαυμαστώθης, da gracias a Dios υπέρ της Ώκαταληψίας (cf. G. wagner, Der Úrsprung 77).

57 De incomprehensibili 1,4 (MG 48,705c; SC 28 bis,118-119): εύχαριστώσα, φησί, δια τούτο, ότι άκατάληπτον έχω δεσπότην. G. Wagner subraya con acierto el paralelo con el Gloria in excelsis: "Gratias agimus tibí propter magnam gloriam tuam” (δια την μεγάλην σου δόξαν); cf. o.c., 77 nt.14.

58 Éstos aspectos son también subrayados por Crisóstomo; cf. las citas en G. wagner (o.c., 87).

59 Expresiones parecidas en la anáfora persa del siglo VI ("ut... per ascensionem suam gloriosam (ad regnum) supernum elevaret nos glorióse": PE 401); anáfora armena de San Atanasio ("novo opere terram caelum effecit"; PE 321); Nestorio ("ut nos ad caelum ascenderé feceris et regnum venturum... dederis"; PE 388); Katholikos Sahak ("propter bonitatem tuam in regnum tuum caeleste et inexhaustum [eum] ανήγαγες”: PE 333). Estos dos ϊltimos textos pueden depender de CB.

60 Paralelos de esta manera de pensar se encuentran también en las obras de Crisóstomo; cf. G. wagner (Der Urspritng 88-90), el cual nota una especial predilección de este autor por el verbo άναγεΤν, referido a la elevaciσn de la naturaleza humana por Cristo.

61 Cf. sobre este punto L. ligier, De la cene de Jesús a Fanaphore de l"Église (trad. esp. 178-180).

62 El texto más sorprendente de San Juan Crisóstomo a este respecto es la "plegaria de un santo varón," que él cita en su homilía 10 a los Colosenses c.3: PG 62,368-369; G. piazzino, S. Giovanni Crisóstomo. Omelie sulla lettera di S. Pao/o ai Colossesi. Testo con versione, introduzione e note (Corona Patrum Salesiana, serie graeca, 6) (Turín 1940) 350-353. He aquí una traducción castellana de esta bella plegaria, subrayando las partes coincidentes con la anáfora:

"Conozco a un santo varón que oraba de esta manera (...): Damos gracias por todos tus beneficios concedidos a nosotros, indignos, desde el primer día hasta el presente; por los que conocemos y los que no conocemos, por los manifiestos j los ocultos, por los realizados con obras o con palabras, según nuestra voluntad o en contra de ella; por todos los realizados en favor de nosotros, indignos; por las tribulaciones y los alivios, por la gehenna, por el castigo, por el Reino de los cielos. Te rogamos que guardes puro nuestro espíritu, con una conciencia pura y un fin digno de tu amor a los hombres. Tú que nos has amado hasta entregar por nosotros a tu Unigénito, concédenos ser dignos de tu amor; danos sabiduría en tu palabra y en tu temor, Cristo unigénito; inspira(nos) la fuerza que viene de ti; tú que has entregado a tu Unigénito por nosotros y has enviado a tu Espíritu Santo para el perdón de nuestros pecados; si hemos pecado voluntaria o involuntariamente, danos el perdón y no lo tengas en cuenta; acuérdate de todos los que nos quieren bien y de los que nos quieren mal, pues todos somos hombres." F. van de Paverd reconoce que existe alguna conexión entre este texto y CB (Zur Geschichte, o.c., 493-497); G. Wagner llega más allá, y cree que ésta es la fuente del texto correspondiente en CB (Der Ursprung o.c., 94-97). Sobre el posible origen de esta plegaria en los mismos medios antioqueños frecuentados por Crisóstomo, cf. este último autor en las páginas citadas.

63 Como hemos dicho (cf. nt.45), CB ofrece aquí el texto más cercano al primitivo, mientras que SA ha sido claramente influida por la tradición siria, lo que se refleja también en la dirección de la anamnesis al Hijo y no al Padre.

64 Cf. G. wagner, Der Ursprung 109-111. Por otra parte, A. baumstark señala que este significado de σταυρός, asν como el uso de τάφος por sepultura y la “sesiσn a la derecha," sin más determinaciones, son características de esta anáfora (Zur Urgeschichte 308). Es posible, por tanto, que haya intervenido la mano de Crisóstomo en este lugar. En cuanto al carácter de acontecimiento salvífico y glorioso de la cruz en San Juan Crisóstomo, cf. P. stockmeier, Theologie una Kult des Kreues bei Johannes Chrysostomus. Ein Beitrag um Verstandnis des Kreuesirn. Jahrhundert (Tréveris 1966) esp. 92-116.230-238 y la conclusión en p.255-256: "Für Chrysostomus integriert sich die góttliche Heilsver-anstaltung und das Erlósungswerk im Kreuz."

65 Es notable en CB la falta de mandato memorial de Jesús tras el relato institucional. Por otra parte, el comienzo de la anamnesis en esta anáfora presupone su existencia. G. wagner propone la siguiente solución: es normal en los antiguos manuscritos que las partes comunes de las anáforas de Basilio y Crisóstomo se escribiesen sólo en la primera, mientras que en la segunda o no se escribían o, todo lo más, se ponía una breve indicación. Cuando después se comenzaron a rellenar los espacios de CB, lo que probablemente sucedió es que este hueco se quedó sin rellenar. Por tanto, la falta del mandato memorial sería accidental en CB y habría que suplirla por el texto de Basilio bizantino (Der Ursprung 108-109).

66 Compárese esta fórmula con la de la anáfora alejandrina de San Marcos, estudiada en p.150. El contenido de esta anamnesis es fundamentalmente idéntico al de la anáfora de Hipólito. Sobre el carácter sacrificial de la Misa en los escritos de San Juan Crisóstomo, cf. A. NAGLE, Die Eucharistielehre bei Johannes Chrysostomos (Friburgo Br. 1900) 148-232; F. batiffol, Études /histoire et de théologie positive, 2.a serie (París 1920) 408-410; G. fittkau, Der Begriffdes Mysteriums bei Johannes Chrysostomos (Bonn 1953) 169-171; J. betz, Die Eucharistie in der Zeit 190-192; P. stockmejer, Théologie und Kult des Kreuzes 231-234.

67 Así H. engberding, Die Angleichung der byantinischen Chrjsostomusliturgie an die byantinische Basiiiusliturgie; OstkS 13 (1964) 118-119. Para la traducción que damos a las palabras siguientes a esta expresión cf. A. raes, Kata panta kai día panta. En tout et pour tout: OCh 48 (1964) 216-220.

68 Cf. H. engberding, Die syrische Anaphora 244.

69 Aunque no hay pruebas apodícticas para ello, es posible que esta expresión estuviese primitivamente situada al comienzo de la epiclesis y como conclusión de la anamnesis, aunque no gramaticalmente unida a ella. Así parecen sugerirlo los siguientes datos: la misma frase se encuentra en este lugar en CB y es prácticamente una repetición que la expresión sacrificial ya formulada en la anamnesis; SA pide el descenso del Espíritu sobre las "oblaciones (qurbana) presentadas," lo que parece aludir a una ofrenda sacrificial previamente formulada; en este lugar se hace la ofrenda sacrificial en dos anáforas de origen siro-antioqueno: la de Teodoro (PE 378) y la de Nestorio (PE 392).

70 En relación a la epiclesis de CB, G. wagner (Der Ursprung 112-116) señala como características de San Juan Crisóstomo la serie de verbos "te invocamos, y rogamos, y suplicamos" y su predilección por la expresión νήψις ψυχής. Estos datos podrían hacer pensar que el Santo Padre haya retocado la epiclesis originaria, pero no son suficientes para demostrar que toda la epiclesis haya sido redactada por él. La expresión "te ofrecemos también este culto incruento" es dudoso que pertenezca al original primitivo, pues se repite otras dos veces en las intercesiones casi con las mismas palabras (cf. brightman, 331,12; 332,25) y en un contexto más conveniente. Es posible que haya sido de las intercesiones de donde haya pasado a la epiclesis. En todo caso, parece que está fuera de lugar en la epiclesis.

71 J. mateos, L"action du Saint-Esprit dans la liturgie díte de S. ]ean Chrysostome: Proche-Orient Chrétien 9 (1959) 193-208; aquí p.199. No entramos en la discusión sobre el momento consagratorio en la plegaria eucarística según San Juan Crisóstomo. Un buen resumen de las discusiones sobre el tema en F. van de pavero, Zur Geschichte 315-340, con análisis de los principales textos en cuestión.

72 Cf. G. khouri-sarkis, U origine sjrienne 49. En cuanto a la expresión de CB: "transformándolo por tu Espíritu Santo. Amén," que introduce en la anáfora el término técnico μεταβάλλειν, parece no ser original, pues la tradiciσn manuscrita no es uniforme en este punto. Debe, sin embargo, ser bastante primitiva, pues ya se encuentra en la anáfora de Nestorio (cf. PE 395); cf. G. wagner, Der Ursprung 113-114.

73 La palabra νήψις, tomada del lenguaje ascético, significa, en primer lugar, "sobriedad" por oposición a "embriaguez." El significado de "estado de alerta," "vigilancia," es derivado. Ambos significados son atestiguados por San Juan Crisóstomo (cf. lampe, 913 ad verbum). J. mateos, cree, sin embargo, que se trata en la anáfora de una corrupción por νίψις, literalmente "limpieza," referida aquí a la purificación del alma; cf. L"action du Saint Esprit 200 nt.65. En contra G. wagner, Der Ursprung 115.

74 Cf. J. mateos, o.c., 197-198.

75 Ibid., 201.

76 Cf. J. lécüyer, La théologie de l"anaphore selon les Peres de fecole d"Antioche: L"Orient Syrien 6 (1961) 385-412, esp. 407-410.

77 Cf. Los testimonios en F. van de pavero, Zur Geschichte 276-287.

78 Cf. J. Lécuyer, Le théologie de l"anaphore 397.