Cuarta Parte.

Conclusiones Generales.

 

Tras el largo camino recorrido, llega el momento de recoger los resultados que se obtuvieron. Brevemente, sin repetir las exposiciones y pruebas realizadas en el curso del estudio, estas conclusiones quieren ser un esbozo de síntesis de las cosas más importantes que se han tratado, remitiendo para su comprobación a lo dicho en cada caso y en cada anáfora.

Las conclusiones se sistematizan en cuatro apartados: una síntesis de la Historia de la Salvación en su dimensión horizontal tal y como se puede deducir de los textos revisados; otra de su dimensión vertical, o aspecto de presencialización actual de la salvación; la relación entre Historia de la Salvación y plegaria eucarística, y, finalmente, alguna breve sugerencia teológica referente a temas clásicos de la teología eucarística.

 

El Tiempo y el Acontecer Salvífico.

 

a) Evolución histórica de los textos

La conmemoración de la Historia de la Salvación en la plegaria eucarística hunde sus raíces en la última cena de Jesús, quien asumió y probablemente usó en ese momento la bendición judía con su carácter anamnético, uniendo así celebración eucarística y conmemoración histórico-salvífica por primera vez1. El contenido de esta conmemoración va poco a poco perfilándose. El documento más antiguo que conocemos acerca de la celebración eucarística es la Didajé, donde ya se hace una conmemoración de la Historia de la Salvación en contexto eucarístico, comprendiendo la creación, la redención por Cristo y una clara percepción de la salvación escatológica definitiva.2 Más desarrollada y clara es la expresión del mismo hecho encontrada en las referencias eucarísticas de San Justino; de todos los datos que hemos podido recoger, parece deducirse que en la celebración eucarística se hacía una conmemoración ya de la creación, el pecado del hombre y la redención; esta última, presentada bajo la categoría de liberación del pecado, comprende la encarnación, la pasión y la resurrección de Cristo. Existe, además, una alusión al tiempo salvífico del AT al afirmarse que esta acción salvadora había sido ya revelada por el Espíritu profético. Por otra parte, es claro en él que aún no poseemos la plenitud de la salvación al afirmar que estamos en camino hacia la plena participación en la resurrección del Señor.3

En conjunto, podemos ya encontrar en esta primera etapa una concepción relativamente sencilla de la Historia de la Salvación. Es evidente que la salvación se realiza en diversos momentos y que estos momentos van siendo determinados cada vez con más precisión. En principio podemos afirmar que ya a fines del siglo II se conectaba con la Eucaristía una conmemoración histórico-salvífica que concebía la salvación como desarrollada en un amplio marco de tiempo, es decir, en una historia; este tiempo histórico venía definido por dos momentos propiamente no históricos: la creación, principio de esa historia salvífica, y la parusía, final de ella. El punto central es Cristo y su obra redentora. Pero también el tiempo del AT comienza a considerarse siempre en función de la obra de Cristo.

Tal presentación alcanzará un primer desarrollo prácticamente completo, aunque todavía muy sobrio, en la anáfora de Hipólito y textos afines 4. Es notable en esta serie de textos el acentuado cristocentrismo con que toda la Historia de la Salvación se presenta. Desde la perspectiva de Cristo, ya se inauguran en realidad todos los temas que posteriormente aparecerán en la plenitud de su esplendor. Desde la decisión divina de establecer un plan salvador, es decir, el plan de una obra salvadora en el tiempo, hasta el cumplimiento definitivo de este plan con la incorporación de los seres humanos al destino glorioso de Cristo, todos los temas están ya presentes aquí, traspasando la entera plegaria eucarística y situando como punto culminante de toda la Historia de la Salvación a la muerte y resurrección de Cristo.

Estos temas serán desarrollados en toda su plenitud por la Eucaristía siró-occidental, la más rica e interesante desde la perspectiva de una descripción de la Historia de la Salvación en su dimensión horizontal. No sucede, sin embargo, lo mismo en otras tradiciones. Así, la anáfora de Addai y Mari presenta la Historia de la Salvación centrada en los dos grandes temas creación-encarnación, interpretando esta última como una nueva creación y describiendo más los efectos de ella que las diversas etapas de la acción salvadora de Cristo.5 Y la tradición alejandrina primitiva carecerá de una conmemoración lineal de la historia salvífica o bien la sugerirá solamente desde la perspectiva de una progresiva revelación del conocimiento y experiencia de Dios salvador, como sucede en la anáfora de Serapión.6 Posteriores composiciones pertenecientes al ámbito de estas dos tradiciones incorporarán plenamente una conmemoración histórico-salvífica; pero en todos los casos puede afirmarse que su desarrollo se debe a las influencias de la liturgia siró-occidental. Solamente dos características permanecerán en algunos casos como propias de las tradiciones alejandrina y siró-oriental; en la primera predominará, o al menos será casi siempre perceptible, una temática centrada en el conocimiento (p.ej.: la anáfora alejandrina de San Basilio); en la segunda seguirán siendo centros de la conmemoración salvífica la creación y la encarnación, aunque la importancia de este último tema deberá mucho a la doctrina de Teodoro de Mopsuestia acerca de la economía de Cristo tal y como se expone en sus catcquesis.

En la tradición armenia, los temas serán todos los ya conocidos, a base generalmente de una elaboración sincretista, que toma todos los elementos importantes de la tradición siró-occidental7; y en la tradición etiópica, o bien se revestirán los temas clásicos, tomados de anáforas anteriores, con adornos no siempre pertinentes, o bien se perderá prácticamente la perspectiva histórico-salvífica, envuelta en una abundancia de expresiones que hará difícil la identificación de sus últimas huellas.8

No parece que tras el siglo VI existan modelos originales distintos a los ya plenamente elaborados durante los dos siglos cumbres de la creación de la plegaria eucarística: del IV al VI.

En resumen, el proceso de ampliación o explicitación de la conmemoración histórico-salvífica, tal como puede observarse en estas anáforas, puede describirse como un crecimiento a partir de un núcleo central: Cristo y su obra, especialmente el binomio encarnación-muerte gloriosa. En función de este tema central ha sido ampliada la descripción de la Historia de la Salvación, enriqueciéndose en cuatro direcciones: el tema de la creación, el tema veterotestamentario, el tema de la vida de Jesús y el tema de los misterios gloriosos de Cristo.

 

b) Extensión de la Historia de la Salvación

Al delimitar la amplitud con que se describe la Historia de la Salvación en las anáforas orientales, es preciso notar como dato importante que tanto la creación como la parusía de Cristo son dos elementos que aparecen ya en los textos más antiguos.9

Son las creaciones siró-occidentales o las influenciadas por esa tradición las que nos ofrecen una visión más completa de todo el proceso histórico-salvífico. Este se desarrolla en las siguientes etapas principales: creación del mundo y del hombre, pecado del hombre, ayudas de Dios (ley natural, santos varones, ley y profetas, ángeles), Cristo (encarnación y nacimiento, vida, palabras y obras, muerte, resurrección, ascensión), parusía final (última venida victoriosa de Cristo, juicio final).

Los límites de la Historia de la Salvación, si tenemos en cuenta el pleno desarrollo que ofrece de ella la tradición siró-occidental, son, por tanto, la creación y la parusía final. Como hemos observado, estos límites pueden encontrarse incluso en anáforas muy primitivas, lo que muestra que, con mayor o menor explicitud, existe la convicción en las anáforas de que la Historia de la Salvación abarca todo el tiempo medible. En este sentido y desde esta perspectiva, encontramos aquí un apoyo más para afirmar que todo el tiempo, y máxime el tiempo en que el hombre existe, es Historia de la Salvación. Dicho de otro modo, toda la "historia" de lo creado y no sólo la historia del hombre es Historia de la Salvación.10

Tanto la creación como la parusía no son momentos pertenecientes a la historia, sino, más bien, lo que podríamos llamar momentos "metahistóricos." Pero reciben un carácter histórico desde la perspectiva de Cristo, centro de la historia. En efecto, la primera está ya orientada hacia él y la segunda es consecuencia de su obra. Así, el hecho y la persona de Cristo, en el centro de la historia, divide a ésta en dos partes perfectamente cualificadas: la anterior a él está dirigida hacia ese punto central, la subsiguiente es determinada cualitativamente por él.

 

c) El AT y el tiempo de la Iglesia

Entre el momento de la creación y la persona de Cristo se extiende, pues, un tiempo de preparación: el tiempo del AT.

El auténtico señor de este tiempo es el pecado, que no puede ser definitivamente vencido por ninguno de los medios o ayudas que se proporcionan al hombre: ley natural, varones santos, ley de Moisés, profetas, ángeles. Hay una progresión cualitativa en el modo de presentar, según un orden de menos a más, las ayudas ofrecidas al ser humano. De esta manera se va marcando, incluso dramáticamente, el momento de la ayuda definitiva, la venida de Cristo, a la vez que se va preparando pedagógicamente su llegada.

Con estos procedimientos quedan plenamente subrayadas las características principales del tiempo del AT y su relación con Cristo, con el NT. El AT es, pues, un tiempo aún señoreado por el pecado y la muerte, pero no por la desesperación; la esperanza de vencer a estos enemigos del hombre y causantes de su perdición va creciendo hasta llegar el momento definitivo en que se convierte en realidad. A la vez se va preparando poco a poco el tiempo del NT y la figura de Cristo, poniendo cada vez más de relieve la necesidad de su obra salvadora.

En consecuencia, estas tres características, tiempo del señorío del pecado y la muerte, tiempo de esperanza y tiempo de naturaleza pedagógica, definen al AT según nuestras anáforas y lo ponen en intensa relación de unidad con el NT, que será el tiempo de la Iglesia, que es, sobre todo, el tiempo del Espíritu. Cierto, las anáforas no hablan directamente de este período de tiempo, al menos desde la perspectiva horizontal de la Historia de la Salvación que estamos analizando. Se refieren a él, sin embargo, indirectamente, en cuanto que la salvación de Cristo es actuada sacramentalmente en el hoy de la Iglesia por el Espíritu. Dicho de otra manera, el tiempo de la Iglesia es presentado como un tiempo en el que la salvación conseguida por Cristo se actúa por el Espíritu mediante la acción sacramental.

Por eso se sitúa este tiempo, más bien, dentro de la perspectiva vertical de la historia salvífica. Ahora bien, nada impide que desde una perspectiva general de la anáfora pueda considerarse toda la sección que sigue al relato institucional como la parte anamnética, en sentido estricto, de la anamnesis litúrgica, y la epiclesis, como la conmemoración de un acontecimiento que, al realizarse en la acción sacramental, pertenece al tiempo de la Iglesia y está integrado en esa perspectiva horizontal de toda la Historia de la Salvación.

En esta misma línea habría que situar también las conmemoraciones de la Virgen María, los apóstoles y los santos, conectadas con las intercesiones, que hemos dejado fuera de nuestro estudio.11

 

d) Historia particular e Historia general de la Salvación

De lo dicho hasta aquí se deduce que la visión predominante en las anáforas orientales es la que, en palabras de la investigación teológica actual, se denomina "Historia particular de la Salvación" 12. Pero no faltan en ellas algunos puntos de apoyo para conectar Historia general e Historia particular de Ja Salvación.

En efecto, el tema de la creación y del pecado son enfocados como válidos para todos los hombres, no sólo para Israel. Y las ayudas que Dios ofrece para superar el pecado son ayudas que, si bien se concretizan en un pueblo determinado, Israel (así la ley y los profetas), son, sin embargo, destinadas a todos los hombres. Esto se pone aún más de manifiesto en algunas anáforas, que presentan a la ley natural y al conocimiento de Dios por la creación entre esas ayudas de Dios. Así, la anáfora de las Constituciones Apostólicas, donde además se afirma claramente que todas las ayudas del AT y NT son para el género humano sin distinción, cosa esta última que puede hacerse extensiva a todas las otras anáforas estudiadas en las que se toca este tema.

Además, cuando en la exposición de la parte final de Ja Historia de la Salvación se habla de la parusía y el juicio último, también aquí se hace referencia a todos los hombres. Y la acción salvadora de Cristo mismo es puesta varias veces en relación y referencia a la acción perjudicial de Adán, con lo que se establece una contraposición entre Adán, representante de la humanidad pecadora, y Cristo, que trae la salvación y crea una nueva humanidad.

Bien es verdad que hechos de por sí ambiguos como la creación son aquí presentados desde la luz de la revelación, que aclara su significado, haciendo posible que forme parte de la Historia particular de la Salvación, por lo que propiamente no se puede hablar de Historia general de la Salvación a base sólo de los textos de las anáforas.

Es significativa, sin embargo, la importancia que las presentaciones de la Historia de la Salvación de algunas anáforas conceden a la γνώσις, ο revelaciσn otorgada por Dios al hombre. Así, en la Didajé se da gracias por el "conocimiento." En la anáfora de Serapión se alaba a Dios por su misericordiosa revelación, por la comunicación del "conocimiento"; conocimiento y experiencia de un Dios salvador que por la manifestación-encarnación de su Hijo Jesucristo hace partícipes a los hombres de los frutos de salvación. En Ja anáfora de Santiago, la Historia de la Salvación se concibe, en parte, como una pedagogía, mediante la ley y los profetas, para conocer al verdadero salvador. En el prefacio de la anáfora bizantina de San Basilio se formula toda una economía de la revelación y el conocimiento. Y en la conmemoración histórico-salvífica de la anáfora alejandrina de San Basilio se presenta la Historia de la Salvación como un proceso de iluminación, un esfuerzo para sacar al hombre del error y conducirlo a la verdad, aspecto que ha permanecido, en parte, en la misma conmemoración de la recensión bizantina de esta anáfora.13

Todos estos datos subrayan la importancia de la revelación, concebida aquí como palabra iluminadora de Dios que nos descubre la dimensión salvífica de la historia, la única Historia particular de la Salvación, para facilitar al ser humano su integración en ella. Y, a la vez, suponen un estadio previo, que podríamos, en cierto modo, situar como perteneciente a la Historia general de la Salvación.

En conclusión, se puede decir lo siguiente: si bien la óptica desde la que se presenta la historia salvífíca en las anáforas es siempre, como es lógico, una óptica estrictamente cristiana, y, en consecuencia, centrada en una presentación de la Historia particular de la Salvación, no se excluye, a pesar de ello, la existencia de una Historia general de la Salvación que afecta a todos los hombres. Es importante, además, notar que la Historia particular de la Salvación no se presenta nunca como un coto cerrado para privilegiados, sino como una concreción de la Providencia divina salvadora, la cual, si concretiza los medios de salvación en un pueblo, lo hace no como si la salvación fuese cosa exclusiva suya, sino porque, al manifestarse la salvación en la historia, ésta ha de revestir unas formas determinadas y concretas.

Esto, por tanto, no excluye una oferta de salvación a todos los seres humanos antes bien posibilita el que la acción de Cristo llegue a los demás por medio de aquellos que son depositarios conscientes de la salvación traída por él. En cuanto a que esa salvación se actúe por otros cauces y cuáles sean ellos, salvo los datos ya notados, nuestras anáforas no plantean directamente la cuestión, aunque dejan la puerta abierta a un estudio de los mismos al enfrentar a Cristo con el representante de todos los hombres: Adán.

En este sentido es notable la superación que algunas anáforas hacen de la noción "tiempo" mediante la noción de "solidaridad." Así, p.ej., la anáfora alejandrina de San Basilio, y más aún la de San Gregorio Nacianceno, perteneciente a la misma tradición litúrgica, presentan la Historia de la Salvación, más que como una sucesión de tiempos y espacios, en un momento y lugar determinado de los cuales el ser humano, yo, aparezco para participar en ella, como un todo que se me hace presente, que me concierne en su totalidad desde su primer momento hasta el último. El ser humano de hoy ya está presente, según esta visión, como ser solidario en el primer Adán, y, consecuentemente, en el segundo, Cristo. Esta solidaridad con Adán y Cristo rompe, de algún modo, los moldes de tiempo y espacio y crea la convicción de que ya hemos vivido en ellos la peripecia de la salvación, que es revivida en el hoy litúrgico mediante la Eucaristía.14 Algo parecido ocurre, sin la fuerza dramática propia de estas dos anáforas, en todas aquellas que presentan, de un modo u otro, el tema de los dos Adán en su conmemoración histórico-salvífica.

 

e) Perspectivas de presentación de la Historia de la Salvación y elementos conmemorados.

A primera vista, la Historia de la Salvación, tal y como aparece en las anáforas, parece poder describirse como una historia lineal y constantemente en progresión. Esta impresión, sin embargo, no es verdadera. Después de nuestro estudio hemos podido observar que la presentación más frecuente de la historia salvífica en estas anáforas es una presentación dialéctica, con avances y retrocesos dentro de la línea general que conduce a Cristo.

Si exceptuamos la tradición alejandrina primitiva, que carece de toda conmemoración histórico-salvífica, en todos los demás textos anafóricos podemos encontrar esa dimensión dialéctica. En Addai y Mari se halla implícitamente, desde el momento en que el tema de la redención por Cristo y sus efectos es presentado como una reconquista de la vida, el perdón y el conocimiento, perdidos después de que Dios crease al hombre. Más claramente, aunque todavía sin llegar a su pleno desarrollo, descubrimos esta dimensión en la anáfora de Hipólito, cuyo esquema ampliado pone este dato de manifiesto.15.

Pero donde aparece con toda claridad este modo de enfocar la Historia de la Salvación es en las anáforas de la tradición siró-occidental, a partir de la anáfora de las Constituciones Apostólicas. La fuerza y riqueza de esta visión histórico-salvífica ha pasado también a anáforas de todas las otras tradiciones, y se encuentra ya en un texto tan antiguo como la primitiva anáfora alejandrina de San Basilio.

Desde esta perspectiva, la Historia de la Salvación se presenta como un diálogo o una dialéctica entre Dios y el hombre en la historia. El esquema general de esta relación dialéctica lo hemos ya descrito varias veces: misericordia de Dios, pecado del hombre (respuesta libre), castigo justo de Dios, nueva misericordia divina. Este esquema básico, presentado con mayor amplitud según las anáforas, proviene originariamente del AT y se ha introducido en las anáforas, al menos en sus máximas expresiones literarias, a través de la liturgia judía16. Su importancia radica en que nos descubre más profundamente el contenido y significado de la Historia de la Salvación y nos proporciona una clave para comprender la elección de los elementos escogidos para su expresión.

En efecto, lo primero que se pone de relieve es la iniciativa gratuita y misericordiosa de Dios, no ya al principio de la historia, sino en todos sus momentos. Dios hace una oferta de comunión de vida al hombre desde el principio, y la reitera a lo largo de la historia a pesar de las negativas del hombre a aceptarla. Esta oferta de comunión encuentra su máxima expresión en Cristo, en quien tal oferta se hace definitiva e indestructible.

En segundo lugar, se manifiesta la manera de actuar libre del hombre. Esta libertad humana, respetada siempre por Dios, es el otro elemento fundamental de la Historia de la Salvación. Y es también el origen de la respuesta negativa del hombre, del pecado, que es lo contrario de la salvación: la perdición, respuesta repetida una y otra vez a lo largo de la historia. En Cristo, hombre libre, es acogida la oferta divina plena y libremente, y así el pecado, la perdición, queda superado y vencido.

Cristo es, pues, la síntesis entre la oferta de salvación hecha por Dios y la respuesta libre del hombre que la acoge, convirtiéndose así en el centro y culmen de esa dialéctica que constituye la Historia de la Salvación. En este contexto es natural el cristocentrismo acusado que domina en todas las exposiciones de la historia salvífica de las anáforas. Y es lógico el optimismo de estos textos, que evidencian la posibilidad real de lo que parecía imposible: una comunión de vida entre el hombre y Dios fundada en la realización de la misma lograda por y en Cristo. A partir de este momento central, el hombre tendrá ya posibilidad de aceptar libremente, superando el pecado, la oferta de salvación hecha por la misericordia de Dios. Como veremos después, esta posibilidad, que no es todavía plenitud, se hace real, entre otras maneras, en el sacramento de la Eucaristía que la Iglesia celebra.

A partir de esta presentación global, todos los elementos conmemorados en las distintas anáforas adquieren una luz que especifica su significado salvífico. Por una parte, se insistirá en las distintas ofertas nacidas de la misericordia de Dios, como la creación y las ayudas de la ley, los profetas, etc. La creación no es, por tanto, sólo el comienzo que posibilita una Historia de la Salvación, sino ya la primera oferta misericordiosa hecha por Dios. Y no sólo la creación del hombre, sino también la creación de todo el universo, que se hace para el hombre, y que en esta perspectiva adquiere su sentido pleno desde Cristo y con la aparición del hombre. Por otra parte, el pecado no es otra cosa sino el resultado de la posibilidad que tiene el hombre de rechazar la oferta de salvación divina, es decir, la perdición. En este sentido, el pecado es también y de hecho protagonista de la Historia de la Salvación y pone de relieve, al igual que la sombra resalta la luz, la inmensa misericordia de Dios.

Los demás acontecimientos escogidos están en función de expresar la misericordia de Dios (ley, profetas, ángeles) o de manifestar el rechazo del hombre (los distintos pecados o actitudes negativas enumerados en algunas anáforas). Esta observación nos permite afirmar que la Historia de la Salvación no se reduce a los hechos aquí mencionados, sino que éstos no son otra cosa más que la expresión de una de estas dos realidades: oferta misericordiosa de salvación por parte de Dios, rechazo o acogida por parte del hombre. Por tanto, todo acontecimiento que pueda manifestar una u otra actitud en y fuera de la historia de Israel y de la Iglesia puede, de suyo, ser tomado para expresar la dinámica de la Historia de la Salvación ayer y hoy.

De aquí podemos ya deducir una descripción de la Historia de la Salvación en su dimensión horizontal, tal y como aparece en las anáforas: es la sucesión en el tiempo de las ofertas de salvación hechas por Dios al hombre, que encuentran su plenitud en el acontecimiento Cristo, y de las distintas respuestas del hombre a esas ofertas. Esta Historia de la Salvación comienza por iniciativa libre y misericordiosa de Dios y adquiere su plenitud en Cristo, quien hace posible la aceptación libre de la oferta de salvación por parte del hombre. Termina con la última venida de Cristo, cuando juzgará la respuesta dada por cada hombre a la oferta divina de salvación. Al posibilitar Cristo esta salvación, el hombre está ya radicalmente salvado. Al seguir en juego la libertad humana, el hombre puede de nuevo cerrarse a la salvación. De aquí la tensión inherente a la Historia de la Salvación hoy, en la que el hombre ya está salvado, pero todavía no posee esa salvación en plenitud y puede correr el riesgo de perderla.

Partiendo de esta concepción global de la Historia de la Salvación, las anáforas desarrollan otros aspectos particulares de ésta, que enriquecen su comprensión y completan desde distintas perspectivas su visión. Así, se subraya en algún caso el aspecto pedagógico de toda la Historia de la Salvación anterior a Cristo (especialmente en la anáfora de Santiago); se describe el caminar hacia la salvación como una progresiva recuperación de la imagen de Dios, borrada por el pecado (p.ej.: en la anáfora de Santiago), o como la consecuencia de una reconciliación entre el hombre y Dios por Cristo (anáfora de las Constituciones Apostólicas); se presenta como el paso de la vieja criatura hacia la nueva creación, de la muerte a la vida, del error y engaño al conocimiento, del destierro a la reconquista del paraíso (anáfora bizantina de San Basilio y en parte la alejandrina), o como la conquista de la vida perdida (alejandrina de San Gregorio), etc. Todos estos aspectos se integran, sin embargo, en la visión general ya descrita y la complementan y enriquecen, tal y como se ha mostrado en sus lugares respectivos.

 

La Dimensión Vertical del Tiempo Salvífico.

Como hemos podido ver a lo largo de todo el estudio, las anáforas orientales no solamente presentan la Historia de la Salvación como una sucesión de hechos pasados, presentes y futuros, en un momento determinado de los cuales se inserta el hombre de cada tiempo. Hay además unos determinados momentos en los que el hombre se siente interpelado directamente por la salvación. En las anáforas que estudiamos se tiene conciencia de que acaece uno de estos momentos; un momento sacramental que hace presente de un modo global toda la Historia de la Salvación en sus rasgos fundamentales al cristiano que participa en el culto.

Estos momentos, en los cuales se hace presente la historia salvífica al hombre en el hoy de la Iglesia, son lo que se ha llamado en este estudio la dimensión vertical de la Historia de la Salvación,17 expresada litúrgicamente por el conjunto relato institucional-anamnesis-epiclesis. A esta sección de la anáfora nos vamos a referir ahora.

 

a) Del "ayer" al "hoy" de la Iglesia: los párrafos de transición al memorial cultual.

Una de las constataciones más interesantes de este trabajo ha sido la de que en determinadas anáforas, todas ellas pertenecientes a la tradición siró-occidental o influenciados por ella, inmediatamente antes del relato institucional o mezclado con él, existe una pasaje que expresa el cambio del memorial literario al memorial cultual.18 Como hemos señalado en su lugar, estos pasajes sitúan al texto que sigue en un contexto de significación diferente a todo lo anterior: de una conmemoración literaria de la Historia de la Salvación se pasa ahora al memorial cultual, en que la salvación es actuada sacramentalmente.

Estos textos permiten confirmar la interpretación que hemos dado a las secciones equivalentes en otras anáforas que carecen de una introducción clara a este respecto, en la misma línea que las anteriores.19

La función de este párrafo puede resumirse en las siguientes palabras: la Eucaristía se conecta con el memorial de la pasión y muerte de Jesús. La Iglesia, fundada en las palabras de Jesús, que repite, lleva a cabo el mandato-memorial del Señor. De esta manera, lo que ofrece ya no es pan y vino, sino al mismo Cristo, muerto y resucitado, que se hace presente en la celebración de la Eucaristía por la fuerza del Espíritu Santo.

 

b) El espacio y el tiempo salvífíco-sacramental.

El dato observado permite establecer ya, desde la misma estructura de la plegaria eucarística, que el conjunto relato-anamnesis-epiclesis forma una unidad en sí, un conjunto expresivo de la dimensión vertical de la salvación en la historia.

Se crea así un nuevo espacio y un nuevo tiempo salvífico, una nueva dimensión. En efecto, la comunidad celebrante, y, a través de ella, la Iglesia entera, se encuentra con el misterio salvador central de un modo directo. El conjunto relato-anamnesis-epiclesis se convierte, por tanto, en el espacio litúrgico cumbre, en el que la salvación se hace sacramentalmente presente. Y la comunidad de los fieles participantes se transforma en el espacio cúltico y eclesial en el que se hace presente la salvación.

El tiempo de la celebración se convierte así también en el tiempo de la presencia salvífica de Cristo. Ya no es sólo el tiempo del recuerdo de lo pasado o de la evolución del futuro, ni siquiera el tiempo de tomar conciencia de la salvación presente. Es el momento en que el pasado, el presente y el futuro de la salvación se funden, se actualizan y se hacen eficaces. Lo característico de este tiempo salvífíco-sacramental es que trasciende las categorías de la duración temporal, concentrando toda la Historia de la Salvación y su eficacia en un punto central y haciéndola presente.20

Debemos, sin embargo, evitar el describir este momento como realizado en un instante puntual determinado. Y no parece tampoco posible asignar distintas etapas de la presencialización de la salvación a cada uno de los elementos que forman el triple conjunto relato-anamnesis-epiclesis. El hombre no puede expresar un momento tan denso sólo en un instante, y lo hace usando de su capacidad analítica, descriptiva y simbólica. Numerosas veces hemos subrayado, a lo largo del trabajo, la inconveniencia y la imposibilidad de describir en las anáforas orientales esta irrupción vertical de la salvación en la historia con expresiones demasiado matemáticas. La estructura simbólico-lingüística del sacramento nos exige expresar esta realidad en momentos concretos y sucesivos, pero esto no quiere decir que podamos determinar el instante en que ello sucede.

Ciertamente, cada elemento del conjunto expresa un ángulo de esta realidad, pero eso no quiere decir que la realidad esté matemáticamente sujeta a la expresión de sus distintos contenidos. No obstante, y dada nuestra limitación expresiva, podemos intentar un análisis de estos elementos, para comprender mejor la realidad entera.

 

c) La presencialización del núcleo pascual: el núcleo relato-anamnesis.

Dentro del triple conjunto relato institucional-anamnesis-epiclesis, podemos afirmar, tras la investigación que hemos llevado a cabo en los textos, que relato institucional y anamnesis forman una estrecha unidad entre sí y son como el desarrollo de una misma realidad: la acción de Jesús en la última cena, junto con la conciencia que tiene la Iglesia de cumplir el mandato-memorial del Señor. La carencia de uno de estos elementos en una anáfora deberá, por tanto, ser explicada.

Desde la perspectiva que estamos ahora resumiendo, podemos afirmar que es un hecho prácticamente universal, en todas las tradiciones litúrgicas orientales de la Eucaristía, el memorial del núcleo pascual de Cristo, centrado en el misterio inseparable de su muerte-resurrección, de su muerte gloriosa, por emplear una expresión que une los dos aspectos de muerte y resurrección. Este núcleo de la salvación, este momento central y nuclear, es ampliado diversamente en las anáforas, hasta llegar en alguna, como la alejandrina de San Gregorio Nacianceno, a la misma encarnación de Cristo. En realidad, como hemos pretendido demostrar, los hechos conmemorados en la anamnesis litúrgica concentran toda la Historia de la Salvación en su dimensión de pasado y futuro. Toda la preparación de este momento, que antes se ha recordado y evocado en la conmemoración salvífica, ha quedado integrada en el memorial del momento culminante de la salvación, que es, a la vez, la garantía de que la salvación de Cristo está ya actuando y de que podemos mirar con confianza al futuro. Así se manifiesta en la antigua anáfora de Hipólito y quizá en la de Addai y Mari,21 así se expresa en la anamnesis formal de la anáfora alejandrina de San Marcos,22 y más claramente en las demás anáforas de la tradición siró-occidental o influenciadas por ella en este punto.23

Esto nos lleva a concluir que, si bien la plegaria eucarística conmemora toda la Historia de la Salvación, sin embargo, toda ella se concentra en la muerte-resurrección de Cristo, y es la presencia del Cristo glorioso, glorioso porque muerto y resucitado, la que actualiza el sacramento de la Eucaristía. Mejor, es el misterio pascual de la muerte-resurrección de Cristo, con toda su carga salvadora, lo que se hace presente a la comunidad.2.

 

d) El tiempo del Espíritu y de la Iglesia: la epiclesis.

Ahora bien, no son sólo las palabras del sacerdote las que llevan a cabo esa actualización de la salvación en el hoy de la Iglesia celebrante. Es el Espíritu el que actúa siempre en la Iglesia, es el Espíritu el que nos da la plena comprensión de las palabras de Cristo (cf. Jn 16:12) y es él quien continúa la obra de Cristo en su Iglesia. La epiclesis especifica esta función del Espíritu en la Iglesia.

Desde la perspectiva de la Historia de la Salvación, el Espíritu comunica a la Iglesia su fuerza para que la salvación conmemorada se actúe. Así, es la Iglesia por el Espíritu la que "hace la Eucaristía." Pero además es al Espíritu al que se invoca para que esa salvación actúe sobre los fieles, construyendo la Iglesia en su unidad y en su caminar hacia la plenitud del Reino: la Eucaristía "hace, pues, la Iglesia."25

Esta acción del Espíritu, que se menciona en diversos momentos en la plegaria eucarística según las distintas tradiciones litúrgicas, no es, volvemos a repetir, una acción anterior o posterior a la expresada en el relato institucional y la anamnesis, sino el desdoblamiento analítico de una acción conjunta, cuyo resultado es el encuentro del cristiano participante en la Eucaristía con la salvación, presencializada en el hoy histórico de la Iglesia.

En definitiva, es el Espíritu el que lleva a cabo esta tarea de actualizar en el tiempo de la Iglesia la salvación. Así, el tiempo intermedio de la Iglesia es tiempo del Espíritu y, por él, tiempo de salvación.

 

e) La Iglesia celeste y la Iglesia terrestre: el "Sanctus."

Dentro de la perspectiva vertical de la Historia de la Salvación, el Sanctus tiene también una función especial. Según las formulaciones que hemos ya examinado 26, podemos describir el Sanctus como la irrupción de la Iglesia terrestre en el culto de la Iglesia celestial. Ciertamente, esto se realiza aquí "en figura," y no se puede probar una actualización sacramental de esa unión entre liturgia terrestre y celeste al estilo de la que se realiza en el momento central de la plegaria eucarística, en el núcleo relato-anamnesis-epiclesis. Pero de algún modo, al menos así lo ha entendido la tradición oriental, el Sanctus pertenece también a la dimensión vertical de la Historia de la Salvación, y debe interpretarse como una anticipación en figura de la última etapa escatológica, de la Iglesia triunfante, ya definitivamente salvada por Cristo.

 

f) La tensión escatológica.

Una última nota debemos aún añadir al resumen de los resultados obtenidos en nuestro análisis de la plegaria eucarística. Se trata de una cuestión que hemos planteado varias veces a lo largo del estudio: si la plegaria eucarística acentúa de tal manera la actualización de la salvación por Cristo en el hoy de la Iglesia, si esta salvación ya se nos hace presente, si ya estamos salvados, ¿cómo puede hablarse aún de una salvación futura y de un riesgo de perdición presente?

La cuestión planteada pone en relación el tema de la Historia de la Salvación con el de la escatología, y ha sido profundamente estudiada por O. Cullmann.27 Otra vez, las conclusiones de este autor son confirmadas por el análisis de nuestras anáforas.

En efecto, como hemos podido ver,28 es cierto que se insiste en la realidad de la salvación presente en nuestras anáforas, en el "ya" de la salvación: ya estamos salvados, ya han sido vencidos el pecado y la muerte por Cristo. Pero también es verdad, y lo hemos hecho notar, que la plegaria eucarística oriental no olvida que esta salvación, ya realizada y presente, aún no es definitiva.

Desde la perspectiva horizontal de la Historia de la Salvación, el cambio de planos al llegar al relato institucional nos advierte que la Historia de la Salvación conmemorada no ha terminado todavía. Pero es sobre todo la epiclesis, continuada muchas veces por una súplica para que el Espíritu Santo construya la Iglesia, donde se pone de manifiesto claramente que no todo ha terminado. La necesidad de que el Espíritu vaya edificando día a día la Iglesia y aplicando los frutos de la Eucaristía a los fieles, nos pone en guardia frente a un exagerado optimismo. "Todavía no" poseemos plenamente la salvación definitiva. Las intercesiones que completan casi todas las plegarias eucarísticas son un testimonio más de esta manera de pensar: ¿por qué pedir la comunión con los santos, por qué ese interés por las necesidades de la Iglesia, si todo estuviera ya concluido?

El acontecimiento salvador Cristo es único, no se repite más, ni siquiera en la Eucaristía. Cristo ha muerto y resucitado una sola vez, y con él "todo ha sido consumado." El ya está sentado a la derecha de Dios y todo lo ha reconciliado. Empleando palabras de O. Cullmann, podemos decir que "toda la Historia de la Salvación presente en el plan divino está virtualmente contenida en este único acontecer"29; todas las etapas de la historia salvífica, pasadas, presentes y futuras, están referidas a ese acontecimiento único. Pero la plenitud de su realización aún no ha llegado, todavía no estamos plenamente salvados. La tensión entre la fe en lo ya realizado y la esperanza en lo que todavía no ha llegado, marca la Historia de la Salvación, y es expresada también en la anáfora, especialmente en la epiclesis, que es así como un desarrollo del grito de las primeras comunidades: Maranatha; se expresa, a la vez, la presencia salvadora de Cristo en la Eucaristía y la esperanza en su venida y salvación definitivas.

La Eucaristía, al hacer constantemente presente el momento salvífico fundamental, ofrece a los cristianos en el presente la salvación definitiva del pasado y les comunica su fuerza, que proviene del Espíritu, para caminar hacia la salvación futura y plena.

 

Historia de la Salvación y Plegaria Eucarística.

Si quisiéramos ahora resumir la concepción de Historia de la Salvación que nos proponen las anáforas orientales, podríamos decir lo siguiente:

En un principio, Dios Padre, por su propia iniciativa, ofrece la salvación al hombre. El hombre no ha aceptado esta oferta, ha pecado, y Dios le ha dado su justo castigo. Pero no ha retirado su oferta de salvación, que se ha ido manifestando a lo largo de la historia de determinadas maneras. Con Cristo, el Hijo de Dios, la oferta de salvación es fundamentalmente aceptada por el hombre, con lo que éste queda radicalmente salvado. Ahora bien, esta salvación debe actuarse en cada momento para cada hombre. Uno de los momentos privilegiados es el culto sacramental, y especialmente la Eucaristía. En este momento, tiempo intermedio de la Iglesia, por la fuerza de la palabra y el Espíritu, toda la Historia de la Salvación se hace sacramentalmente presente en su núcleo, Cristo muerto y resucitado, e interpela al hombre de hoy, que con la ayuda del Espíritu va caminando hasta la plenitud de esa salvación.

De este modo, la Historia de la Salvación en todas sus dimensiones temporales es presentada como un diálogo de las personas de la Trinidad con el hombre; diálogo cuyo final debe ser la participación plena del hombre en la vida trinitaria, es decir, la salvación. Las consecuencias que de aquí se derivan son iluminadoras para una comprensión de la plegaria eucarística y de su estructura.

Así, la conmemoración histórico-salvífica, el memorial literario, nos descubre su finalidad: se trata de insertar al sacramento de la Eucaristía en su contexto histórico-salvífico exacto. Es verdad que este hecho puede descubrirse en otras plegarias que no contienen tal conmemoración. Pero es más claro en aquellas que constan de él: Dios ha preparado desde siempre el encuentro salvador que supone la participación en la Eucaristía. Esto se acentúa aún más en aquellas anáforas, como las alejandrinas de San Basilio y de San Gregorio, en las cuales se expresa, incluso gramaticalmente, la solidaridad del participante en todas las etapas de la Historia de la Salvación. Pero está presente en toda anáfora, al expresar la participación de los fieles en la Historia de la Salvación según su dimensión vertical, mediante la actualización del momento fundamental de la muerte-resurrección de Cristo, síntesis de toda la Historia de la Salvación pasada, presente y futura.

Descubrimos también la función del Sanctus, no como una mera alabanza a Dios, sino como una anticipación de la alabanza definitiva y plena junto con la Iglesia celeste, hacia la que tensamente caminamos.30

El papel de la narración de la institución eucarística en la anáfora aparece también claro. No es presentado el relato institucional como un hecho salvífico más, sino que, en unión inseparable con la anamnesis señala el momento en que el memorial literario se hace memorial cultual. Las palabras del conjunto relato-anamnesis, repitiendo los gestos y palabras de Jesús en la última cena, son el cumplimiento del mandato memorial de Jesús en la fuerza del Espíritu Santo (epiclesis).

Son, pues, palabras sacramentales, memorial objetivo y cultual, que presencializan lo conmemorado (fundamentalmente, a Cristo muerto y resucitado, al Cristo glorioso) y hacen presente la salvación en el hoy celebrativo de la Iglesia. La epiclesis, pues, no añade nada, sino que expresa un aspecto fundamental de la acción sacramental: la necesaria intervención del Espíritu.

La Eucaristía se presenta así con una referencia directa a Cristo, su fundador, el cual, por su presencia sacramental, hace posible hoy una comunión directa y personal con él, así como la participación en los beneficios de su salvación-redención. A la vez, se presenta la Eucaristía como una acción de la Iglesia que en virtud de la fuerza que proviene del Espíritu, que habita en ella y la vivifica, transforma la mera palabra humana en palabra sacramental, que lleva a cabo y presencializa lo que narra.

 

Algunas Notas Sobre la Teología de la Eucaristía.

A partir de lo que llevamos dicho en este capítulo de conclusiones y recapitulación de todo el trabajo, surge una serie de orientaciones y sugerencias de interés a la hora de reflexionar teológicamente sobre la Eucaristía. Ciertamente, no se trata de conclusiones que puedan presentarse como absolutamente probadas. Nuestra reflexión ha partido de un campo limitado de la tradición y vida de la Iglesia, y en una reflexión global sobre la Eucaristía deben tenerse en cuenta otros campos; así, un estudio más completo de la tradición neotestamentaria, de la tradición patrística. Ni puede pretenderse que expongamos ahora las grandes líneas de un tratado teológico sobre la Eucaristía, cosa que no está incluida en nuestros objetivos, mucho más limitados, al elaborar este trabajo.

Se trata simplemente de sugerir algunas perspectivas sobre determinadas cuestiones teológico-eucarísticas; perspectivas que han de ser estudiadas más a fondo y que aquí se proponen como campos abiertos a una ulterior investigación en profundidad.

 

a) Sacramentos e Historia de la Salvación

En una perspectiva general de teología sacramentaría aparece la necesidad, tras el estudio que hemos hecho, de integrar a los sacramentos en una teología de la Historia de la Salvación. De esta manera, los sacramentos serían presentados como momentos concretos de la irrupción de la única salvación que Cristo nos consiguió por su muerte y resurrección en el hoy de la Iglesia celebrante.

En efecto, el sacramento de la Eucaristía se nos presenta en las anáforas orientales como un encuentro con Cristo salvador en la Iglesia, que se realiza mediante la posición de un memorial cultual, llevado a cabo con símbolos y palabras. La virtualidad del sacramento de la Eucaristía deriva, por tanto, de la actualización de la muerte y resurrección de Cristo en la Iglesia por la virtud del Espíritu Santo. Es de esta manera como se hace presente a los participantes la salvación en la celebración eucarística.

En la misma línea parece posible intentar una fundamentación del "opus operatum" que supere una presentación del sacramento como causativo de la gracia, lo cual puede dar, a veces, la impresión de ser algo añadido en la Iglesia a la obra salvadora de Cristo, que es única. Efectivamente, si el sacramento se inserta en una perspectiva histórico-salvífica, parece poderse explicar mejor cómo la gracia que de él deriva procede del único y decisivo acto salvador de Cristo, que se hace presente, se actualiza en la Iglesia.31

 

b) Eucaristía como sacramento y sacrificio.

En no pocos tratados acerca de la Eucaristía es clásica la división metodológica en dos grandes capítulos: Eucaristía como sacramento, Eucaristía como sacrificio.

Desde la perspectiva histórico-salvífica parecen poderse integrar mejor estos dos aspectos, mediante la recuperación plena para la teología de la categoría de memorial sacrificial, tal y como ha sido expuesta en el curso de este trabajo.

En efecto, resulta bastante claro de nuestro estudio que la Eucaristía es sacramento, en cuanto que, mediante la acción del sacerdote sobre el pan y el vino, es figura o tipo de una realidad superior: la muerte-resurrección de Cristo. Ahora bien, esta acción coincide, según hemos podido ver en las anáforas, con la posición de un memorial objetivo cultual por el sacerdote. Este memorial hace presente, actual, a Cristo muerto y resucitado, que nos comunica la salvación. De este modo, podríamos decir que la Eucaristía es sacramento, por ser el memorial objetivo de la muerte-resurrección de Cristo, y es sacrificio, porque este memorial presencializa sacramental-mente (no renueva ni repite) la muerte sacrificial de Cristo y su ofrenda sacrificial perenne como resucitado y gloriosamente sentado a la derecha del Padre.

 

c) Eucaristía y escatología.

Con las anáforas orientales, se puede insistir en que la salvación de Cristo "ya" está presente en la Iglesia por los sacramentos, aunque no exclusivamente por ellos, y especialmente por la Eucaristía. Y de acuerdo con estas anáforas, se debe poner también de relieve que esa salvación "todavía no" es plena, puesto que su plenitud solamente se logrará en la venida última de Cristo, por lo que la Eucaristía oriental subraya la tarea de construcción progresiva y continua de la Iglesia, efectuada por el Espíritu mediante la Eucaristía.

En este campo, la praxis eucarística debe recuperar el espíritu de las comunidades primitivas cristianas, manifestado en el grito Maranatha: viviendo ya de la presencia actual sacramental de Cristo salvador en la Eucaristía, mirar hacia la salvación definitiva, la última venida de Cristo Salvador, que "todavía no" se ha llevado plenamente a cabo y que se construye día a día en la Iglesia. La doble traducción posible de este grito de alegría y esperanza nacido del corazón de la primera Iglesia, no se contrapone, sino que más bien se complementa, expresando a la vez la compleja realidad de la salvación presente y la futura esperanza. Porque es verdad que en la Eucaristía "el Señor viene," y es también cierto que en ella y por ella la Iglesia grita esperanzada, con la mirada puesta en la definitiva liberación: "¡Ven, Señor!"

 

1 Cf. p.27-28.

2 Cf. p. 54-56.

3 Cf. p.65-67.

4 Cf. p.97-102.

5 Cf. p. 133-136.

6 Cf. p.!54s.

7 Cf. p.401ss.

8 Para el primer caso cf. la Anáfora de nuestros santos padres los apóstoles y otras recensiones de anáforas clásicas en PE 144ss; para el segundo, cf. las anáforas de San Epifanio y San Atanasio en p.404ss.

9 Los temas están ya, con más o menos claridad, en textos como la plegaria eucarística de la Didajé (p.54-56), San Justino (p.65-67), Hipólito (p.lOls), Constituciones Apostólicas (p.262s). Como es lógico por lo ya dicho, faltan en la primitiva tradición alejandrina y no aparecen los dos con toda claridad en la anáfora de Addai y Mari.

10 Empleo en este caso el término "historia" en un sentido muy amplio, que se identifica prácticamente con la existencia de lo finito. En qué medida y por qué se pueda aplicar el término "historia" a esta realidad, véase a continuación.

11 Esta apreciación aparece más clara en aquellas anáforas que presentan a lo largo de todo su texto la Historia de la Salvación en línea continua, como p.ej., la anáfora de Hipólito, la bizantina del Crisóstomo y la de Santiago. Y es más difícil de apreciar en aquellas otras cuyas intercesiones van colocadas antes del relato institucional.

12 "La Historia de la Salvación abarca todo acontecimiento relacionado con la salvación (y con la perdición) dondequiera que se dé en la historia de la humanidad, es decir, la historia de todas las experiencias de la humanidad en torno a la salvación." Este es el concepto general de Historia de la Salvación. "Para hablar de historia particular de la salvación se requiere que Dios, mediante su palabra en la historia, único elemento constitutivo de la Historia de la Salvación, interprete un conjunto de hechos o acontecimientos de la historia profana de por sí ambiguos, destacando su carácter de salvación o perdición. Los hechos así interpretados vienen a formar parte de la única historia, separados del resto de la historia, y entran en la Historia de la Salvación propiamente particular y explícita" (A. darlapp, Historia de la Salvación, en H. fríes, Conceptos fundamentales de teología II [Madrid 1966] 228-229.231); cf. para una visión más amplia de esta cuestión, del mismo autor, Teología fundamental de la Historia de la Salvación, en Mysterium Salutis I 1,94-105.126-132.

13 Didajé p.51-52; Serapión, 154; Santiago, 216-218; San Basilio, 266ss; cf. otros posibles testimonios en p.67ss.

14 Cf. p.276-278.285-286.

15 Cf. p.134-135.100 respectivamente.

16 Cf. p.213-216.242-246. Desde otro punto de vista, J. heller descubre el mismo esquema en el AT (Die Etappen der alttestamentlichen Heilgeschichte, en Oikonomia. Heilgeschichte ais Thema der Theologie 3-11).

17 La terminología "dimensión vertical y horizontal" de la Historia de la Salvación toma su origen de las discusiones sobre el tema entre R. Bultmann y O. Cullmann. Para Bultmann no existe propiamente una Historia de la Salvación, sino sólo una serie de "encuentros puntuales" con lo "totalmente otro," que exigen del cristiano una "decisión existencial." Es decir, no se da una dimensión horizontal de la Historia de la Salvación, sino sólo una actualización vertical y puntual de la salvación, sin historia. Con Cullmann, especialmente según se expresa en su última gran obra sobre el tema, nuestras anáforas ponen de manifiesto que estos encuentros se dan, pero hay que situarlos en el conjunto de la Historia de la Salvación. Este encuentro se realiza de un modo especialmente intenso y claro en el culto sacramental, y más en concreto en la Eucaristía; cf. R. bultmann, Heilgestbicbtc und Geschichte, u O. Cullmann "Christus unddie Zeii": TLZ 73 (1948) 659-666; O. cullmann, La Historia de la Salvación (Barcelona 1967) 46-47.188-190.353-359; cf. sobre las distintas posiciones de Cullmann y Bultmann los trabajos de E. rasco, Dos estudios sobre la Historia de la Salvación: Gregorianum 48 (1967) 326-339, y L. malavez, Le message de Jesús et l"histoire du salui: NRT 89 (1967) 113-134. Una visión de las posibilidades ecuménicas del pensamiento de Cullmann aplicado a los sacramentos, en P. Y. emery, Histoire du Salut et sacraments sous Fangle de la marche des chrétiens vers Funité, en Oikonomia. Heilgeschichte ais Thema der Theologie 310-321.

18 Así en Constituciones Apostólicas (p.258-260), San Basilio alejandrino y bizantino (p.303-306), Gregorio Nacianceno (p.336-338), catcquesis de Teodoro de Mopsuestia (p.352-353), katholikos Sahak armenia (p.402), entre otras.

19 Así, p.ej., en la anáfora de Hipólito (p.84), de San Juan Crisóstomo bizantina (p.189), siríaca de los Doce Apóstoles (p.189), Santiago (p.226-227), siró-oriental de Teodoro (p.371-373), Nestorio (p.377-379), anáfora persa del siglo VI (p.385-386). La tradición alejandrina primitiva es peculiar a este respecto, pues como no hay propiamente una conmemoración de la Historia de la Salvación horizontal, no existe transición. Sin embargo, la expresión de la anamnesis a lo largo de todo el núcleo central de la anáfora subraya fuertemente, quizá más que ninguna otra tradición, la característica de presencialización de la Historia de la Salvación en su dimensión vertical (cf. p. 164-166).

20 Hablando de la relación entre culto divino e Historia de la Salvación, O. Cullmann se expresa del siguiente modo, con el que coincido plenamente: "Todo culto divino del que oímos hablar en la Biblia es actualización del pasado y del futuro. Esto vale ya del culto divino de los judíos. Pero como la historia salvífica neotestamentaria se caracteriza esencialmente por la tensión entre el "ya" y el "todavía no," entre el cumplimiento del pasado y la expectación de la consumación, en el ámbito de la comunidad cristiana es perfecta la correspondencia entre el tema de la Historia de la Salvación y la realización del culto divino. Pues aquí se viven como presente el cumplimiento del pasado y 1* expectación de la consumación" (La Historia de ¡a Salvación 355).

21 Cf. p.85-86 y 135-136. En cuanto a la anáfora de Addai y Mari, todo depende, naturalmente, de que se acepte o no la interpretación y reconstrucción que hemos hecho en este trabajo del núcleo-anamnesis posiblemente original.

22 Recordemos que la anamnesis en esta anáfora abarca en sus diversos tiempos todo el núcleo de la plegaria eucarística, pero que la dimensión de presencialización de la salvación se descubre en la anamnesis formal, tras el relato institucional, de contenido kerigmático, que anuncia esa presencialización de la muerte-resurrección de Cristo. En parte, y con las variantes en su sitio anotadas, lo mismo vale para la anáfora de Serapión (cf. p. 155-156).

23 Así en la bizantina de Crisóstomo y la antioquena de los Doce Apóstoles (p.187-189), la de Santiago (p.226-228), Constituciones Apostólicas (p.257-260), San Basilio (p. 303-307), Gregorio Nacianceno (p.336-339), en las catcquesis de Teodoro (p.352ss), en las siró-orientales de Teodoro (p.368ss), Nestorio (p.377s), persa del siglo VI (p.385-387) y en las armenias del katholikos Sahak y Cirilo Alejandrino (p.402ss), así como en la etiópica de San Atanasio (p.406.409).

24 La presencialización de Cristo glorioso en el culto ha sido subrayada justamente por O. cullmann (La Historia de la Salvación 356-357); pero no debemos olvidar que si Cristo glorioso está sentado a la derecha del Padre, eso es porque ha muerto y resucitado. Por tanto, me parece más exacto afirmar que la Eucaristía hace presente sacramentalmente el misterio pascual de Cristo, su muerte-resurrección, inseparablemente unidas. De hecho, el mismo autor subraya también este dato al afirmar que "corresponde a la institución de la cena el que entre los acontecimientos histórico-salvíficos de Cristo se actualice de manera especial la muerte de Cristo" (ibid., 357). Cf. también la relación entre Historia de la Salvación y Eucaristía tal y como la propone el concilio Vaticano II en la Constitución sobre la liturgia 6.

25 Cf., p.ej., la anáfora de Hipólito (p.85-86), la tradición alejandrina (p. 166-167), Crisóstomo y antioquena de los Doce Apóstoles (p. 190-192), Santiago (p.228-230), Basilio (p.307ss), catcquesis de Teodoro (p.359ss).

26 Cf., p.ej., Addai y Mari (p.137), San Marcos alejandrina (p.162-163), Santiago (p.206-207), Basilio (p.270-272), etc.

27 La Historia de la Salvación 187-206; cf. también E. lanne, L"Histoire du Salut dans la liturgie byanttne, en Oikonomia. Heilgeschichte ais Thema der Theologie 140-154.

28 Cf., p.ej., Hipólito (p.105), Addai y Mari (p.136-137), Crisóstomo y Doce Apóstoles (p.!85-186.191s), Santiago (p.207-208.229-231), Constituciones Apostólicas (p.309), Basilio (p.331.332), Gregorio Nacianceno (p.262ss), etc.

29 todo el capítulo "La tensión histórico-salvífica

30 La misma visión ha sido puesta de relieve por el Vaticano II respecto a toda la liturgia; cf. Constitución sobre la liturgia 8.

31 En esta perspectiva son presentados los sacramentos por E. schillebeeckx, Cristo, sacramento del encuentro con Dios (San Sebastián 1965) esp. 77-103; cf. también el artículo de P. Y. emery citado en la nt.17 de esta última parte. Asimismo, R. schulte, Los sacramentos como acontecimiento salvíftco eclesial, en Mysterium Salutis IV,I 116-158; L. M. múgica, Los sacramentos de la humanidad de Cristo (Zaragoza 1975).

32 Eucaristía como sacramento: sesión XIII (DS 1635ss); Eucaristía como sacrificio: sesión XXII (DS 1738ss).

33 Sobre las perspectivas ecuménicas de esta visión del sacramento de Eucaristía, cf. el artículo de P. Y. emery citado en la anterior nt.17.

34 Cf. sobre la riqueza teológica del memorial sacrificial los sugestivos artículos de L. M. chauvet, La dimensión sacrificielle de la Eucharistie: LMD 123 (1975) 47-78 y J. M. R. tillard, Le Memorial dans la vie de Église: LMD 106 (1971) 24-45.

 

 

 

 

1 Sobre la Jerusalén de esta época y sus monumentos, la obra fundamental continúa siendo el estudio de A. ViNCENT-F. M. abel, Jérusakm. Recherches de topograpbie, d"archéologie et d"histoire (París 1912-1926), 2 vols. con fotografías; lo esencial se encontrará en F. M. abel, Jérusalem: DACL VII 2304-2374.

2 Sobre la liturgia de Jerusalén en la segunda mitad del siglo IV nos informan tres fuentes principales: las catcquesis de San Cirilo, el Itinerario de Égeria y un antiguo leccionario usado tal vez por una comunidad de monjes armenios. Las primeras han sido editadas, entre otros, por A. A. touttée, Cyrilli Hierosolymitani opera (Venecia 1763), ed. del texto griego con trad. lat., reproducida en MG 33. Otros datos y ediciones más adelante. Del Itinerario de Égeria señalamos tres ediciones: Itinerariut" Egeriae. Editio critica cura et studio A. FRANCESCHiNi-R. weber, en Corpus Christianorum CLXXV (Tournholt 1958); Ethérie. Journal de voyage. Texte latín, introduction et traduction de H. pétré (París [SC 21] 1948), y la recentísima de A. arce Itinerario de la virgen Égeria (Madrid [BAC 416] 1980), que no he podido usar. El leccionario armenio fue editado primeramente por F. C. conybeare como apéndice II de su Riíua¿e Armenorum (Oxford 1905) 507-527, según un manuscrito de la Biblioteca Nacional de París. Recientemente se descubrió otro manuscrito en la Biblioteca de Santiago, de Jerusalén, que completa las deficiencias del anterior; cf. A. renoux, Un manuscrit du vieux lectionnaire arménien de Jérusalem: Le Muséon 74 (1961) 361-385; cf. también Le Muséon 75 (1962) 385-398. Un buen estudio sobre la liturgia de Jerusalén en esta época es el de C. garcía del valle: Jerusalén: un siglo de oro de vida litúrgica (Madrid 1968), donde se podrá encontrar más bibliografía sobre el tema.

3 "Illud autem hic ante omnia valde gratum fit et valde admirabile, ut semper tam ymni quam antiphonae et lectiones nec non etiam orationes, quas dicet Episcopus, tales Eucaristía 8 pronuntiationes habeant, ut et diei, qui celebratur, et loco, in quo agitur, aptae et convenientes sint semper" (Itinerarium 47,5; ed. pétré., 262); cf. también la descripción de la Semana Santa en los c.31-39 (ibid., 220-244). Estas referencias al lugar y al tiempo son también muy frecuentes en las catcquesis de San Cirilo; cf., p.ej., catcquesis XIII 4.21.38 (MG 33.775B.797B.817A) y constantemente. Este dato lo ha observado y comentado bien C. garcía del valle, Jerusalén 140 (con relación a la Eucaristía) 289-295 (en las conclusiones generales).

4 Sobre este tema de las peregrinaciones a Jerusalén pueden consultarse H. leclercq (Pélérinages aux lieux saints: DACL XIV 65-176) y la introducción de H. pétré a su edición del Itinerario de Egeria, cit. en la nt.2.

5 La expresión en el memento de vivos de la anáfora de Santiago (PE 251-272).

6 Sobre las fechas de la vida de San Cirilo y sus distintas vicisitudes, cf. el resumen de quasten (Patrología II 378-379, con bibliografía) y los artículos de G. bardy (Cyrille de jérusalem, en Dictionnaire de Spiritualité 2 [1953] 2683-2687, y en Dictionnaire d"Histoire et de Géographie Ecclésiastique 13 [1956] 1181-1185). Un buen resumen de todas estas cuestiones en la introducción a la edición crítica de las catcquesis mistagógicas, A. piédagnel, Cyrille de Jérusalem. Catécheses mystagogiques (París [SC 126] 1966) 9-14.

7 Esta es la opinión, p.ej., de quasten (Patrología II 382-383) y de piédagnel (o.c., en nota anterior), que da un resumen muy completo de las discusiones sobre el tema en p. 18-40.

8 Nuestra traducción está hecha sobre el texto griego de A. Piédagnel, única edición verdaderamente crítica de las cinco catcquesis mistagógicas hoy existente. Manuscritos y ediciones son reseñados cuidadosamente por el autor en su introducción (p.41-65); da traducción francesa. En castellano, texto griego y traducción de las catcquesis mistagógicas cuarta y quinta en TEP I 322-337. Para las demás catcquesis, las no mistagógicas, seguimos la edición de touttée, reproducida en MG 33. La traducción castellana de todas las catcquesis hecha por A. ortega (San Cirilo de Jerusalén. Las catcquesis, 2 vols., Madrid 1945) es muy fragmentaria; suprime párrafos enteros de las catcquesis sin avisar con ninguna nota, lo cual reduce grandemente la utilidad de su uso. La numeración que damos de capítulos y párrafos es la de piédagnel, que reproduce la de touttée.

9 G. Dix, The shape of the Liturgy 197-198. F. G. Cutrone, aceptando este argumento de Dix, añade uno nuevo para defender que la anáfora comentada por Cirilo pasa directamente del Sanctus a la epiclesis. Según este autor, San Cirilo utiliza en sus catcquesis mistagógicas el método explicativo que denomina "eikon-mímesis," a saber: al imitar en el culto los hechos salvíficos de Cristo, el participante se convierte, en cierto modo, en imagen de Cristo y recibe sus gracias. Este método, prosigue, empleado en las tres catcquesis sobre el bautismo, no lo puede emplear Cirilo en la catcquesis V sobre la Eucaristía, porque el texto, carente de narración institucional y anamnesis, no da pie para ello. De aquí que haga preceder a esta catcquesis de otra, la IV, que no comenta el rito eucarístico, en la cual él expresa todo lo que no puede decir a propósito de la celebración; cf. Cyril"s Mystagogical Cathecheses and the evolution of the Jerusalem Anapbora: OChP 44 (1978) 52-64.

10 Cf. J. quasten, Patrología II 379; la nota de algunos manuscritos que habla expresamente de cómo estas catequesis fueron recogidas taquigráficamente se halla reproducida y traducida en A. piédagnel, o.c., 14 nt.3.

11 He aquí el cuadro de partículas de la catequesis mistagógica V en sus distintos párrafos (numerados):

Ritos preparatorios

2. Lavatorio de las manos.

3. εΐτα: beso de paz. Diálogo introductorio

4. μετά τούτο: “΅Arriba los corazones!” είτα: “Los tenemos hacia el Seρor."

5. εϊτα: “Demos gracias al Seρor,” εΐτα: “Es justo y necesario.”

Plegaria eucarística

6. μετά τούτο: Alabanza a Dios por lo creado. Sanctus.

7. είτα: Plegaria epiclιtica.

8. εΐτα: Intercesiones por los vivos.

9. εΐτα: Intercesiσn por los difuntos.

10. Por qué hay que pedir por los difuntos. Pater noster

11. εΐτα μετά ταΰτα: Inicia la explicaciσn del padrenuestro. 12-18. Explicación del padrenuestro.

Presentación de las ofrendas

19. μετά ταύτα: “Las cosas santas, para los santos.” εΐτα: Respuesta del pueblo.

Comunión

20. μετά ταΰτα: Cαntico de comunión.

21. Procesión de comunión.

22. Comunión del cuerpo de Cristo.

estα: Comunión de la sangre de Cristo.

esta: Acción de gracias comunitaria.

Este cuadro nos muestra, esquemáticamente, el desarrollo de la celebración eucarística en Jerusalén hacia finales del siglo IV, pero nos dice también con bastante claridad que no podemos esperar de una tal exposición el que se nos den todos los detalles y todas las oraciones de esa celebración. Es, pues, al menos arriesgado tomar al pie de la letra el esquema de anáfora y suponer un esquema anafórico constituido por la alabanza inicial con el Sanctus, una epiclesis y unas intercesiones, sobre todo cuando no tenemos otros casos del mismo esquema en la tradición anafórica de la Iglesia. Así, las descripciones de las anáforas que suponen los escritos de San Juan Crisóstomo y de Teodoro de Mopsuestia nos dan siempre una plegaria eucarística en la que no falta este bloque central; cf. para el primero F. van de pavero, Zur Geschichte der Messliturgie 362-365; para el segundo cf. p.341-363 de este estudio. En cuanto a las tradiciones egipcia y siró-oriental, cf. lo dicho en p.llSss y 148ss de este mismo estudio.

12 Cf. G. kretschmar, Die frühe Geschichte der jerusalemer Liturgie: Jahrbuch für Liturgik und Himnologie 2 (1956) 22-46, esp. 28-33. En un reciente artículo, G. J. Cuming sugiere la posibilidad de que la anáfora reflejada en esta catcquesis tenga su origen, más que en el ámbito de la liturgia siria, en el de la liturgia egipcia. Para este autor es claro que la anáfora de San Cirilo tenía un relato institucional, pues en su catequesis mistagógica IV el texto de la cena de Jesús que cita y expone no es estrictamente bíblico, sino un entrelazado de Pablo y Mateo. El relato institucional iría situado entre la epiclesis y las intercesiones. Como prueba de esto se aduce el vocabulario usado por San Juan Crisóstomo en sus escritos, los cuales dicen que las palabras institucionales de Jesús "realizan" (άπαρτισθήναι) el sacrificio espiritual, lo completan. Es el mismo vocabulario usado por San Cirilo en su catcquesis V. Por tanto, en la anáfora que refleja la última catcquesis mistagógica tendríamos una estructura de tipo egipcio, con la epiclesis situada antes del relato institucional. El único cambio importante establecido por San Cirilo sería el de haber colocado las intercesiones a continuación, en vez de nacerlo antes del Sanctus, como es habitual en la tradición egipcia. El autor explica esta variante a base de una comparación con la anáfora de Serapión, donde ya se inicia tal variante. Menos satisfactoria es, sin embargo, la solución que el autor da a la no mención de anamnesis en esta catcquesis: teniendo en cuenta que en la tradición egipcia la anamnesis original se reduce prácticamente a una proclamación de la muerte y resurrección de Cristo hecha por la asamblea, sería explicable —arguye este autor— la omisión de ella por San Cirilo. Sin embargo, existe una importante objeción: Cirilo comenta ampliamente las intervenciones del pueblo en la anáfora, y, por tanto, tendría que haber comentado también ésta. En consecuencia, la hipótesis general merece ser estudiada más a fondo, pero no parece totalmente convincente, por lo que en las conclusiones teológicas de este estudio prefiero atenerme estrictamente a los datos que la catequesis da; cf. Egyptian Elements in the jerusalem Liturgy: JTS 25 (1974) 117-124.

13 Cat. mist. V 5; ed. piédagnel, 152;

14 Compárense los siguientes temas: la redención como una gracia inmensa ("porque nos diste una gracia inmensa, que con nada se puede pagar"; Addai y Mari, Sarar: cf. p.lll; PE 377.412); la redención como una llamada tras el pecado (anáfora siríaca de los Doce Apóstoles I: cf. p.169-170; anáfora de las Constituciones apostólicas: PE 86; Santiago griega y siríaca: PE 246.270; griega de San Marcos: PE 102); la redención como una reconciliación con Dios Padre llevada a cabo por Cristo (anáforas de Serapión: cf. PE 128; de las Constituciones apostólicas: ibid., 90; siró-oriental de Teodoro: ibid., 383). Sólo el tema de la filiación adoptiva, que surge probablemente por referencia a Rom 5,ΙΟΙ 1; 8,15, no lo he encontrado en la conmemoración salvífica de ninguna anáfora.

15 Así San Juan Crisóstomo; cf. De coem. et de cruce 3: MG 49,397-398; TEP I 491-492, donde se utiliza el mismo término έφάψηται, “tocar”; cf. la selecciσn y explicación de textos de San Juan Crisóstomo en F. van de pavero, Zur Geschichte der Messliturgie 315-331, así como la lista de autores que consideran la epiclesis en la concepción de San Juan Crisóstomo como verdaderamente consagratoria, en ibid., 332 nt.8. Lo mismo piensa Teodoro de Mopsuestia en su homilía XVI (cf. ed. tonneau-devreesse, 552-553); cf. también para otros textos R. devreesse, Essai sur Théodore de Mopsueste (Ciudad del Vaticano [Studi e Testi 141] 1948) 124. Igualmente San Efrén en su Himno sobre el sacerdocio (cit. por FP VII 2,101, según la ed. de I. E. rahmani, / Fasti della Chiesa Patriarchale Antiochena [Roma 1920] VII-XIX): "Sacerdos vocat ex alto Spiritum, qui illabitur descenditque super sacrificium... Patrem alloquitur dicens: "Da mihi Spiritum, ut adveniens descendat super altare et sanctificet panem positura, ut fíat Corpus unigeniti tui"." San Basilio parece opinar lo mismo en su tratado De Spiritu Sancto 27,66 (TEP, I 404-405). De las catcquesis mistagógicas de San Cirilo, cf. además sobre la epiclesis I 7 (ed. piédagnel, 94-95); III 3 (ibid., 124-125). Sobre las relaciones entre la epiclesis de San Cirilo y la de la anáfora de Santiago cf. más adelante.

16 Sobre el valor propiciatorio del sacrificio eucarístico véase más adelante, al tratar de la anamnesis de la anáfora de Santiago.

17 Así parece deducirse de la catcquesis mistagógica IV. Esta conclusión es independiente de las conclusiones elaboradas por Cuming en su artículo, según el cual San Cirilo, como San Juan Crisóstomo, habrían atribuido la consagración tanto al relato institucional como a la epiclesis; cf. Egyptian Elements en nt.12, 118-119, donde este autor compara el comienzo de la catcquesis mistagógica V (V 8) con De proditione ludae I 6 (cf. TEP, I 481).

18 Sobre la atribución de esta anáfora a Santiago cf. G. khouri-sarkis, L"anaphore syriaque de Saint Jacques. Introduction. Traduction: LOrient Syrien 4 (1959) 385-448, aquí 390-391; A. tarby, La priére eucharistique de fÉglise de Jérusalem (París 1972) 26. Sobre su origen jerosolimitano cf. A. tarby, o.c., 26-28, con la completa bibliografía de la nt.4. Sobre el palimpsesto del siglo VIh cf. O. heiming, Palimpsestbruchsiücke der syrischen Versión der jakobusanaphora aus dem 8. Jahrhundert in der Handschrift add. 14615 des British Museum: OChP 16 (1950) 190-200.

19 La lengua griega, lengua oficial de la Iglesia desde el principio, era la lengua litúrgica de Jerusalén en los tiempos de Egeria, aunque había siempre un traductor al siríaco, que solía ser un sacerdote (cf. Itinerario de Egeria; ed. pétré, 261-263). Los argumentos de Khouri-Sarkis para suponer un original arameo de esta plegaria no son del todo convincentes, pues se apoyan en expresiones semíticas que fueron desde el principio acervo común de todas las Iglesias (cf. L"anapbore syriaque de Saint ]acques 406-408).

20 lm priére eucharistique 28-44.

21 Del texto griego, B. ch. mercier, La liturgie de Saint Jacques. Édition critique du texte grec avec traduction latine: Patrología Orientalis 26,4 (París 1944) 121-249. Del texto siríaco hay dos buenas ediciones: A. rücker, Die syrische jakobusanaphora nach der Recensión des jaquob (h) von Edessa (Münster W. [Liturgiegesch. Forschungen 4] 1913); O. heiming, Anaphora syriaca lacobi fratris Domini: AS II 2 (Roma 1953) 109-179. Una valoración de estas ediciones se encontrará en la obra de Tarby, páginas citadas en la nota anterior, donde también resume el estudio de la tradición manuscrita hecho por los editores de la anáfora.

22 El texto al que corresponde nuestra traducción, en mercier, o.c., 189-222 (repr. con la trad. lat. en PE 244-261); el texto siríaco que se tiene en cuenta es el de la edición de heiming, o.c., 140-170 (repr. de la trad. lat. en PE 269-275); en nota doy, traducidos de esta fuente, los textos que varían notablemente. Como es habitual en este trabajo, no se traducen ni el diálogo inicial ni las intercesiones. Una traducción francesa de toda la anáfora en sentido amplio, en su recensión siríaca, con el texto del "ordo communis," en G. khouri-sarkis, o.c., 425-448; este autor traduce del misal usado actualmente por los siró-católicos: Missale iuxta ritum Eccíesiae Apostolicae Antiochenae Sjrorum (Roma 1922), ed. por I. E. rahmani. Sobre el uso actual de esta anáfora cf. el mismo artículo en p.412-415. Una reconstrucción de un supuesto texto más primitivo que el de las ediciones críticas, en A. tarby, o.c., 45-70.

23 Cf. lampe, 342.

24 San Cirilo aplica el término δημιουργός tanto al Padre (Cat. 4,4: MG 33,460) como al Hijo (Cat. 11,21: MG 33,717), a quien también se aplica el término ποιητής (Cat. 11,24; MG 33,721).

25 Estudiando detenidamente el vocabulario de esta anáfora en su versión siríaca, así como las equivalencias griegas, R. J. ledogar llega a la conclusión de que no se pueden encontrar equivalencias claras; cf. Acknowledgment 20-22. Como la versión siríaca no da en esta sección más que cinco verbos de alabanza en lugar de los seis del texto griego, se propone la cuestión de cuál habría que suprimir. R. tarby, siguiendo a A. rücker (Ote syrische jakobusanaphora, o.c., 9), opta por suprimir "celebrarte en himnos" (ύμνεΐν), pero advirtiendo que esta omisión no es totalmente segura (Lapriére eucharistique 49 nt.9). Por otra parte, el mismo Ledogar ha demostrado, tras analizar el vocabulario de varias anáforas, que en esta sección anafórica no es posible delimitar el sentido de cada verbo individualmente. Parece que primitivamente había sólo un verbo, que se ha ido posteriormente ampliando cada vez más. En esta ampliación habría habido como una búsqueda consciente de un cierto orden en la serie de verbos de alabanza; perece claro que los verbos "celebrar en himnos" (ΰμνεΐν) y “alabar” (α”ινεΐν) ocupan un lugar preeminente, en primera posiciσn, mientras que "dar gracias” (εύχαριστεΐν), “glorificar” (δοξολογεΐν) ο “confesar” (άνθομολογεΐσθαι) aparecen sσlo en posición subordinada. Esta conclusión valdría para las anáforas de San Basilio en sus distintas recensiones, San Juan Crisóstomo, San Marcos y Santiago, por lo menos. En consecuencia, el sentido fundamental de esta sección es el de alabanza (cf. Acknotvledgment 13-28; cf. también sobre este tema. L. LlGlER, Magnat orationis eucharisticae origo et significado 92-96).

26 Célébration divine et anamnése 236-237 (EOO 154-156). Semejante modo de enfocar la alabanza presenta la anáfora siriaca de San Cirilo de Jerusalén (o de Alejandría): "Tibí enim veré et iustissime decet et convenit gloria, et tibi debetur adoratio, quia benedictus es et opifex universi et Deus universi. Glorificat te, Domine, caelum quod est sedes maiestatis tuae, et térra, scabellum quod est sub pedibus tuis. Terra quidem adorat et honorificat nomen tuum sanctum in hac Ecclesia, quae canit tibi laude in ore filiorum suorum..." (A. raes, Anaphora syriaca Cyrilli Hyerosolimitani vel Cyrilli Alexandrini: AS I 338-339; PE 285). Cf. también la formulación de la anáfora de los 318 Padres ortodoxos (PE 168): "Eum ipsum (Deum) laudant caeli et térra cum mundo eorum universo, mare et ilumina et omnia quae in iis sunt...."

27 Probablemente, se reflejan aquí las polémicas antignósticas, sobre todo anti-marcionitas, acerca del verdadero sentido y valor de lo creado, polémicas que tienen un claro lugar en las catcquesis de San Cirilo; cf. textos y explanación de este tema en R. tarby, La priere eucharistique 115-117.

28 Sobre este tema del nombre "sacerdote de la creación," cf. O. clement, Le dimanche et la joie e"ternelle: Vigiliae Christianae 79 (1966) 99-124, esp. 113; J. mouroux, Faites ceci en mémoire de moi (París 1970) 54.

29 Cf. A. tarby, La priere eucharistique 117. La anáfora de San Cirilo de Jerusalén siríaca muestra esta función del "homo liturgicus" más claramente, si cabe; cf. el texto en la nt.26.

30 Para C. spicq, se trataría de los ángeles (cf. L"Epltre aux He"breux, 2 vols. [París 1953] 2,407); para A. feuillet, se trataría de los hombres (cf. Les 24 vieillards de FApocalypse: RB 65 [1958] 5-32, esp. 23-24); la misma opinión tiene J. lécuyer (El sacrificio de la Nueva Alianza [Barcelona 1969] 72-74), para quien esta expresión vendría a significar lo mismo que "Jerusalén celeste": todos los cristianos, ya en el cielo o aún en la tierra.

31 Cf. J. lécuyer, Théologie de l"anaphore 397. En cuanto al origen del Sanctus en esta anáfora, si bien parece que el conjunto "introducción al Sanctus - Sanctus - embolismo" es, desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento de esta anáfora, un enclave, no hay, sin embargo, base textual para apoyar la hipótesis de que la anáfora de Santiago existiese escrita y como tal sin él; cf. A. tarby, o.c., 79-80. Nótese además que el Sanctus ya está atestiguado por la catcquesis mistagógica V de San Cirilo.

32 "y Padre"] atestiguado por el MS siríaco de heiming, pero omitido en un fragmento del siglo ix-x, al cual tarby da preferencia (cf. priere eucharistique 53).

33 "siempre virgen"] atestiguado por el SM siríaco de heiming, pero ignorado por fragmentos sirios excepcionalmente antiguos (siglo VIII-IX cf. Anaphorae Sjriacae, o.c., II 2,145, apart. nt.9), los cuales traen sólo "virgen." Probablemente sea ésta una lección más primitiva. Así tarby, o.c., 55.

34 "dando gracias"] atestiguado por el MS siríaco de heiming, pero ignorado por un fragmento más antiguo (cf. AS II 2,147, apart. nt.6). tarby piensa que esta lección es preferible en razón de la asimetría con el relato del pan; cf. o.c., 59. Sobre la expresión siguiente, "llenándolo del Espíritu Santo," exclusiva del texto griego de Santiago y de la anáfora de San Marcos, probablemente influida por la anterior, cf. ibid.

35 "del Hijo del hombre"] el MS siríaco de heiming trae el pronombre "mí" en lugar de esta expresión: así también otras versiones, menos la georgiana, que coincide con el texto griego. Nótese que, a pesar de las apariencias, la expresión del texto griego exige que estas palabras sean consideradas como palabras de Cristo o puestas en boca de Cristo, no como dichas en tercera persona; cf. A. tarby, o.c., 60.

36 tarby ha visto con claridad este aspecto complejo y rico de la teología trinitaria de esta plegaria mostrando su desacuerdo, a mi juicio con razón, respecto a la visión demasiado esquemática que L. bouyer reprocha a esta anáfora; cf. A. tarby, o.c., 90-92; L. bouyer, Eucharistie 270-271.

37 La expresión del embolismo "por quien has hecho todas las cosas" falta no sólo en el texto siríaco, sino en todas las demás versiones. La encontramos casi igual en la conmemoración de la anáfora de las Constituciones apostólicas (cf. ed. funk, I 498 lín. 6-7). Notar la expresión paralela de los símbolos: "por quien todo ha sido hecho" (έγένετο); cf. DS 41 (sνmbolo reconstruido a base de las catcquesis de San Cirilo de Jerusalén), 125 (niceno), 150 (constantinopolitano). Probablemente, no pertenece al fondo primitivo de la anáfora. Por otra parte, dado el lugar en que se encuentra, no forma parte de la conmemoración. La frase "a tu imagen y semejanza" es atestiguada sólo por el texto griego y la versión georgiana. Se puede dudar si pertenece al texto primitivo. En todo caso es un testimonio de cómo estas dos recensiones han comprendido la importancia del tema teológico de la imagen, completando el tema de la creación del hombre a base de barro de la tierra (Gen 2,7) con la cita de Gen 1,26.

38 vl. lossky, Essai sur la théologie mjstique de FÉglise dOrient (París 1944) 121. Véase en tarby (o.c., 128) un resumen sobre las distintas ópticas de la antropología occidental y oriental; más ampliamente, M. Lox-BoRODlNE, lm déification de fhomme (París 1970) 188-191, P. evdokimov, LOrthodoxie (Neuchátel 1959) 57-58. Sobre las relaciones entre la participación en la vida divina y el don de incorruptibilidad de Adán en el pensamiento griego-oriental, cf. I. H. dalmais, Divinisation, en Oictionnaire de Spiritualité III 2,1376.

39 El verbo εκπίπτω es usado tιcnicamente para designar la caída original de los ángeles y de los hombres; cf. lampe, 436.

40 La ley es presentada varias veces como la llamada de Dios al pueblo, sobre todo con la expresión "Escucha, Israel" (Dt 4,1; 5,1; 6,4; 9,1; Sal 50,7; Is 1,10; Jer 2,4; cf. Os 2,16; 4,1). Particularmente interesante es el texto de Dt 4,36, en donde la ley es presentada como una llamada desde el cielo para instrucción del pueblo de Dios.

41 La misma expresión se usa en un contexto semejante y con el mismo sentido en Mt 25,3 (parábola de los viñadores), donde significa la venida última del Hijo.

42 Cf. S. mowinckel, The Psalms in Israe/"s Worship, 2 vols. (Oxford 1962) II 111-118.

43 G. von Rad ha llamado la atención sobre un tipo de sermón o predicación, de carácter exhortativo y de contenido histórico-narrativo, puesto en boca de Moisés en primera persona de singular, y que es una conmemoración de los hechos realizados por Dios en favor de su pueblo a lo largo de la marcha por el desierto desde la salida de Egipto y de las diversas reacciones, más bien negativas, del mismo pueblo. Este autor señala tres discursos en esta línea: Dt 1-3; 4,9-31; 9,6-29; cf. Oeuteronomy. A Commentary (Londres 1966) 21 (trad. del alem. Das fünfie Buch Mose: Deuteronomium, Gotinga 1964).

44 Particular interés tienen el Targum palestinense a Dt 1,1 (cf. la edición crítica de A. diez macho, Biblia Polyglotta Matritensis. Sectio IV: Targum Palestinense in Pentateu-chum. Adduntur Targum Pseudoionatam, Targum Onkelos et Targum palestinensis hispánica versio. Líber 5: Deuteromium, caput I, Madrid 1965). Haciendo una serie de paráfrasis sobre los nombres geográficos de Dt 1, el Targum expone todos los acontecimientos del éxodo de Israel por el desierto según el siguiente esquema:

misericordia de Dios:

la ley, milagros en general; respuesta del pueblo:

rebeliones junto al mar Rojo, en Paran, a causa del maná y la carne, en la

construcción del becerro de oro; justicia divina que castiga:

no entrar en la tierra, castigo de las serpientes (falta en Neophyti I, pero aparece

en otras versiones), cadáveres en el desierto, decisión de aniquilar al pueblo; misericordia final:

en memoria de los patriarcas, de la tienda de la reunión y del arca, Dios perdona al pueblo.

(Cf. más detalles en J. M. sánchez caro, Las recensiones targúmicas. Estudio de T. Deut. 1,1: Salmanticensis 19 [1972] 605-634, esp. 605-614; Tradiciones del Targum palestinense a Dt 1,1: Salmanticensis 26 [1979] 109-124).

45 Cf. los datos en J. M. sánchez caro, Tradiciones del Targum 121-123.

46 Véanse las precisiones necesarias más adelante, cuando tratemos de la anáfora de las Constituciones Apostólicas.

47 Cf. san cirilo de jerusalén, Cat. 6,16, 16,4, donde refuta el dualismo marcionita y se afirma con insistencia la unidad de ambos Testamentos.

48 Cirilo llama a Dios φιλάνθρωπος en Caν. mist. V 4.7.10. Usa también el término φιλανθρωπία, aplicado a Dios, en Caν. mist. V 1.11.16. Particularmente interesantes son estos dos últimos textos, que describen la filantropía de Dios como su amistad hacia los hombres, no sólo gratuita y libre, sino que incluso, a pesar de nuestros pecados, le lleva, además de a perdonarlos, a concederles que le llamen Padre (comentando el comienzo del padrenuestro): "¡Oh grandísima filantropía de Dios! A los que le abandonaron y cayeron en las peores maldades ha dado tal perdón de sus males y tal participación de su gracia, que quiere ser llamado incluso Padre" (Cat. mist. Vil; TEP I 331). (Comentando la petición "Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores"): "Las ofensas hechas contra nosotros son pequeñas, leves y fáciles de borrar; las hechas por nosotros contra Dios son grandes y sólo capaces de ser absueltas por su filantropía" (Cat. mist. V 16; TEP 333). Es interesante observar que de todas las catcquesis mistagógicas, sólo en la última, dedicada a la explicación de la celebración eucarística, aparece este término. Sobre el tema de la filantropía divina en los Padres griegos, cf. N. egender, La filantropía de Dios en los Padres griegos, en Asambleas del Señor 57 (Madrid 1966) 59-72.

49 Cf. lampe, 995-996. Nótese que en este mismo sentido se utilizaba la palabra παιδεία por la liturgia de Santiago (cf. mercier, o.c., 168 lín.8). Un buen resumen sobre el tema de la educación en la Biblia, en VTB 219-223.

50 Cf. lampe, 696.

51 Véase la gran cantidad de testimonios en este sentido citados por lampe, 915, bajo la palabra παιδαγωγέω, 2, y παιδαγωγία; igualmente en p.921, bajo la palabra νδμος, 8.h.4.

52 Commentarii in lo 1,7, ed. F. preuschen, en GCS 4 (1903) 12 lín.6; MG 14.36C. Eusebio de Cesárea señala a Moisés y a los profetas como los pedagogos e introductores al misterio de la Trinidad (De Eclesiástica Theologia, ed. E. klostermann, en GCS 4 [1906] 127 lín.26; MG 24,949D).

53 clemente de alejandría, Paedagogus 1,7: GCS 1 (1905) 123 lín.5; MG 8.316B.

54 Caí. 12,5: MG 33,732.

55 A. tarby, L·a priére eucbarisüque 125-134.

56 Precisiones sobre cómo entienden esta pérdida los Padres orientales, cf. en A. tarby, o.c., 126 nt.2, con buena bibliografía.

57 A. tarby, 130.

58 Ibid.

59 Esta explicación me parece más ceñida al contexto de la anáfora y al impulso dinámico de su presentación de la historia salvífica que la dada por Tarby. El hace coincidir el proceso de renovación de la imagen divina en nosotros con el proceso de divinización del hombre. Aunque este tema sea muy querido y fundamental en la teología de los Padres griegos y aunque aquí no esté de suyo excluido, la anáfora no lo explícita.

60 Así, como veremos, la anáfora de las Constituciones Apostólicas llega hasta la sesión del Señor a la derecha del Padre (PE 90); igualmente, la anáfora bizantina de San Basilio, que nombra incluso el juicio final (PE 284); la anáfora armenia de San Atanasio se para en la muerte en la cruz (PE 321); la armenia del katholikos Sahak llega hasta la muerte y enumera los efectos de ella (PE 334); las anáforas copta y griega de San Gregorio llegan hasta el juicio final (PE 362; para la versión copta cf. más adelante); la siró-oriental de Teodoro, hasta la resurrección (PE 383); la siró-oriental de Nestorio, hasta la sesión a la derecha (PE 390).

61 La voluntariedad de la entrega de Jesús a la muerte se pone de relieve en la anáfora griega de Santiago con el verbo καταδέχομαι (aceptar) y con el inciso “mejor, la noche en que ιl mismo se entregaba." Aunque este inciso sea secundario (no figura ni en la versión siríaca ni en ninguna otra), el dato de voluntariedad es también subrayado por el siríaco: "cuando estaba a punto de aceptar la muerte voluntaria por nosotros..." (ed. heiming, 144-145). Por tanto, el dato, sea lo que fuere de sus modos de expresarlo, parece debe ser considerado como primitivo. De hecho es un dato muy antiguo, como lo demuestra el que ya lo encontramos en la anáfora de Hipólito en el mismo lugar (cf p.81-83).

62 Aunque estas dos líneas no se hallan en el texto siríaco, la misma tradición se encuentra en San Cirilo (Caí. 16,4): "Sabemos que el Espíritu Santo habló por boca de los profetas y descendió el día de Pentecostés, en forma de lenguas de fuego, aquí, en Jerusalén, en la Iglesia superior de los apóstoles" (MG 33,920C). La expresión que hemos traducido en la anáfora por "habitación alta" (ύπερώον) es la misma usada en Hech 1,13; 9,37.39; 20,8 para designar el cenáculo, aunque este lugar en tiempos de San Cirilo todavía no había sido identificado como el lugar de la última cena (cf. C. garcía del valle, Jerusalén: un siglo de oro de vida litúrgica 42). Sin duda, ha sido de esta tradición de donde tal expresión ha pasado a la anáfora.

63 La fuente en que se han basado las anamnesis para ir añadiendo a la conmemoración de la muerte del Señor (1 Cor 11,25-26) y a la adición primitiva de la resurrección (anáfora de Hipólito) los demás misterios de la muerte y la gloria del Señor, parece haber sido los antiguos símbolos de fe, y especialmente el de Constantinopla I (DS 150), como señala dom Borre (Problémes de l"Anamnése: Journal of Ecclesiastical History 5 [1954] 22). La hipótesis de dom O. casel, según la cual la anamnesis habría ido añadiendo los misterios celebrados a lo largo del año litúrgico, no parece válida, pues en la anamnesis se conmemoran varios misterios que no son celebrados en ninguna fiesta litúrgica; cf. Faites ceci en mémoire de moi 43-44. La hipótesis de H. fuchs, según el cual la conmemoración de la cruz y la sepultura serían originarias de Jerusalén y se habrían introducido en la anáfora a partir de las celebraciones locales, pierde mucho de su fuerza al no encontrarse en la versión siríaca conmemoración de estos hechos; cf. Ote Anaphora des monophysitischen Patriarcha Joha"nnan 1 XXII. Sobre las relaciones entre plegaria eucarística y símbolo de la fe, cf. A. hammam, Du sjmbole de la foi a fanapbore eucharistique 835-843; B. bobrinskoy, Confession de foi trinitaire et consécrations baptismales et eucharistiques dans les premien siécles, en La liturgie, expresión de la foi (Roma 1979) 57-67.

64 Ed. heiming, 146-148. La sección entre paréntesis no figura en el manuscrito. Sobre la traducción literal de la acción de gracias del sacerdote, cf. R. J. ledogar, Acknotvledgment 40-41; sobre la solución que hemos dado a la difícil frase "en todo y por todo," uniéndola con la aclamación siguiente, cf. A. raes, Katapanta kai diapanta, En tout et par tout: OCh 48 (1964) 216-220.

65 Sobre este género cf. F. cabrol, Apologies: DACL 1,2591-2601; J. A. jungmann, El sacrificio de la Misa 102-103.

66 Ed. PlÉDAGNEL, 154.

67 Según Β. βοττε, comparando la epiclesis griega de Santiago con la de la anáfora de San Gregorio Nacianceno griega, resulta claro que la primera es producto de dos epiclesis, la segunda de las cuales está comprendida más completamente en la anáfora de Gregorio. Esta última anáfora sería, por tanto, la fuente de este añadido; cf. ÍJépiclése dans ¡es liturgies sjriaques orientales: Sacris Erudiri 6 (1954) 48-72. No obstante, cf. en contra lo que se dirá al tratar de esta anáfora.

Por su parte, la epiclesis siríaca de Santiago ha desarrollado ampliamente los apuestos al pan y al vino. He aquí la traducción de esta sección:

"para que descendiendo haga de este pan

el cuerpo vivificante, el cuerpo salvador, el cuerpo celestial,

el cuerpo que libera a nuestras almas y cuerpos,

el cuerpo de nuestro Señor, Dios y Salvador, Jesucristo,

para perdón de los pecados y vida eterna de los que lo reciben. Amen. P. Amén.

Y haga de lo que hay mezclado en este cáliz

la sangre de la nueva alianza, la sangre salvadora,

la sangre que libera a nuestras almas y cuerpos,

la sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador, Jesucristo,

para perdón de los pecados y vida eterna de los que lo reciben. Amén.

P. Amén" (ed. heiming 150-152). Cf. B. D. spinks,

The Consecratory Epiklesis 29-33, donde defiende la originalidad y antigüedad del texto siríaco sobre el griego.

68 Esta fórmula sería muy antigua y característica de las liturgias de Jerusalén y Siria; atestiguada en este lugar por otras anáforas (p.ej.: la de San Gregorio Nacianceno, griega y copta), se encuentra también, ampliada, en la liturgia de las horas; cf. sobre ello L. ligier, Pénitence et eucharistie en Orient; théologie sur une interférence de priére et rite: OChP 29 (1963) 5-78, esp. 18-24.57.

69 Sobre la evolución y proceso de las doxologías, cf. J.-A. jungmann, Die Stellung Christi ;"ot liturgischen Gebet 151-178; sobre las doxologías dirigidas al "Nombre de Dios," su origen probablemente judío y la extensión desde aquí al Nombre del Hijo y del Espíritu Santo por influencias doctrinales, cf. R. J. ledogar, Acknowledgment 48-56.58.

70 Sobre la relación entre el significado del misterio de la ascensión y la irrevocabilidad del sacrificio de Cristo, idea fundamental de la carta a los Hebreos, cf. A. tarby, L·a priére eucharistique 141-143.

71 Cf. testimonios en A. tarby, o.c., 144 nt.26; añadir a los testimonios citados los siguientes: entre las anáforas griegas, la bizantina de San Basilio (PE 234), la griega y copta de San Gregorio (PE 362); entre las anáforas sirias, la de los Doce Apóstoles I (PE 267) Timoteo Alejandrino (PE 279), Ignacio Antioqueno (PE 290), Clemente Romano (PE 301) y Julio, papa romano (PE 304-305)

72 Cf. testimonios en A. tarby, o.c., 146 nt.31; añádase el testimonio de Marcos griego (PE 103; cf. papiro de Estrasburgo: PE 116); aunque la formulación original de este pasaje parece haber sido "sacrificio espiritual y culto incruento" (cf. más atrás, p.143, aparato crítico), formulación que ha conservado la anáfora copta de San Cirilo, la idea es la misma. Nótese que esta formulación de la ofrenda fuera del lugar de la anamnesis litúrgica no está, sin embargo, desconectada con ella, como hemos ya explicado (cf. más atrás p.!49s). La misma expresión se encuentra también en la epiclesis de la anáfora bizantina de San Juan Crisóstomo (PE 227).

73 La catequesis mistagógica V de San Cirilo ya testimonia este espíritu al comentar en el comienzo de la anáfora la expresión "arriba los corazones": "verdaderamente en esta hora tremenda (φρικωδέστατη) conviene levantar el corazón a Dios" (V 4; ed. piédagnel, 150; TEP 328); tras la plegaria de intercesión por los difuntos, se explica que estas oraciones es útil ofrecerlas "ante la víctima santa y tremenda (φρικωδέστατης... θυσίας) que estα presente" (V 9; ed. piédagnel, 158; TEP 330). Sobre este tema, además de lo dicho al tratar de la anáfora de San Juan Crisóstomo, cf. J. quasten, Mysterium tremendum. Eucharistische Fromigkeitauffassungen des vierten Jahrhunderts vom christlichen Mysterium (Dusseldorf 1951) 66-75. El tema volverá a salir al tratar de las catcquesis de Teodoro de Mopsuestia y de las de Narsés sobre la Eucaristía.

74 Asi lo defiende E. bishop, Fear and aive attaching to the Eucharistie Service, en R. H. connolly, The Litúrgica! Homi/ies of Narsai 92-97, y G. khouri-sarkis, Notes sur l"anaphore syriaque de Saint jacques 374-375. La cuestión no está tan clara desde el momento en que no está determinada la fecha de las catcquesis mistagógicas de San Cirilo.

75 Ed. piédagnel, 156; TEP 329-330.

76 Ed. piédagnel, 158, 160; TEP 330.

77 O.c., 152-181. Las páginas particularmente importantes, y que comparto plenamente, son 164-173.

78 Esta sección es única en la tradición anafórica, exceptuando la epiclesis griega de San Marcos, que, como hemos dicho, ha sido tomada precisamente de esta anáfora.

79 Ver los numerosos testimonios aducidos por Tarby y la correspondencia de los datos que se encuentran en las catequesis de San Cirilo con el plan de la epiclesis de Santiago (o.c., 167-169). Cómo en esta epiclesis y en otras de anáforas sirias aparece una visión de toda la economía de la salvación a través de la acción del Espíritu, se puede ver en I.-H. dalmais, L"Esprit-Saint et le mystére du salut dans les épicleses eucharistiques syriennes, en L"Esprit-Saint et le mystére du salut dans la liturgie (Roma 1977) 55-64.

80 tarby, o.c., 172.

81 Tarby, consecuentemente con esta visión, se plantea la cuestión de si puede decirse que toda la plegaria eucarística sea consagratoria. Su respuesta es afirmativa en un doble sentido: en cuanto que la plegaria eucarística forma un todo inseparable en torno al conjunto relato-epiclesis, que es la cumbre; en cuanto que es un solo y único misterio el que se revela y realiza a lo largo de toda la plegaria eucarística: la venida de Cristo en acto de salvación en el poder del Espíritu; cf. o.c., 172. Sobre la relación relato-epiclesis puede consultarse, además, P. evdokimov, L"orthodoxie 250; M. thurian, Le pain unique (París 1967) 47; J. mateos, L"action du Saint-Esprit dans la liturgie díte de Saint Jean Chrysostome; POCh 3 (1959) 199; J.-J. von allmen, Essai sur le repas du Seigneur (Neuchátel 1966) 34-36. Cf. también, para las relaciones entre Eucaristía y Espíritu, J. M. R. tillard, L"Eutharistie et le Saint-Esprit: NRT 100 (1968) 363-387. Según este autor, la visión pneumática de la Eucaristía puesta de relieve por la tradición oriental es no sólo esencial para una teología integral del memorial del Señor, sino también primordial. Y el delicado problema del agente de la "conversio eucharistica" sólo parece encontrar suficiente respuesta a la luz de una visión global de las relaciones Señor-Espíritu en el acontecimiento eucarístico.

82 La referencia a Mt 16,13-20 es clara. En este sentido, la expresión "roca de la fe" podría interpretarse de Pedro, la "roca"; sin embargo, aquí, al menos gramaticalmente, la fundación de la Iglesia parece atribuirse al Padre más que a Cristo. Nótese también que, según Cirilo (Caí. IV 5), la participación en la Eucaristía "santifica el alma y el cuerpo" (ed. piédagnel, 138; TEP 324). Sobre la acción del Espíritu Santo en la liturgia, y concretamente en la Eucaristía, cf. la bella síntesis de B. bobrinskoy, Quelques ríflexions sur la pneumatologie du cuite, en Le Saint-Esprit dans la liturgie 29-38 (Mélanges Liturgiques B. Botte [Lovaina 1972] 19-29).

 

 

 

 

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Ed edición, editor.

Esp especialmente.

MS manuscrito.

MSS manuscritos.

n. número.

nt. nota.

NT. Nuevo Testamento.

o.c. obra citada.

ρ. pαgina.

p.ej. por ejemplo.

s. siguiente.

Ss siguientes.

 

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