PROFESIÓN RELIGIOSA
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SUMARIO: I. La vida religiosa en la iglesia - II. El rito de la profesión religiosa en la tradición litúrgica: 1. Las primeras trazas de un rito de profesión monástica; 2. La profesión monástica en la tradición benedictina; 3. La profesión en las órdenes canonicales; 4. La profesión en las órdenes mendicantes; 5. La profesión en la Compañía de Jesús; 6. El rito de la profesión desde el s. xvi hasta nuestros días - III. El rito de la profesión religiosa renovado por disposición del Vat. II: 1. El nuevo "Ordo Professionis Religiosae"; 2. Estructura del rito de profesión; 3. Contenido doctrinal del rito de profesión - IV. Problemas de adaptación.


I. La vida religiosa en la iglesia

La institucionalización de los -> ministerios y del monacato condujo muy pronto a una doble distinción de las vocaciones en la iglesia: por lo que se refiere a los ministerios, entre clérigos y laicos; por lo que se refiere a los géneros de vida, entre religiosos y seglares. Por una parte, la estructura jerárquica de la iglesia; por otra parte, la variedad de formas de vida cristiana.

El Espíritu vivifica siempre a la iglesia suscitando, incluso en nuestros días, nuevas formas de ministerio y de vida religiosa. Las varias vocaciones o dones particulares están ordenados a la común edificación de la iglesia (cf 1 Cor 14,12). El elemento eclesiológico es, pues, fundamental para comprender la vida cristiana, y esta variedad se explica solamente relacionándola con la comunidad eclesial'. Consiguientemente, el Vat. II afirma que "los consejos evangélicos, mediante la caridad hacia la que impulsan, unen especialmente con la iglesia y con su misterio a quienes los practican" (LG 44). Muy pronto la iglesia y los religiosos sintieron la necesidad de sacramentalizar esta elección de vida cristiana en un gesto simbólico y festivo, cumplido en el seno de la comunidad eclesial. Nacieron así los ritos de la profesión monástica y de la l consagración de vírgenes.

[-> Virginidad consagrada en la iglesia].


II. El rito de la profesión religiosa en la tradición litúrgica

1. LAS PRIMERAS TRAZAS DE UN RITO DE PROFESIÓN MONÁSTICA. El primer rito completo de profesión monástica llegado hasta nosotros se remonta al Pseudo-Dionisio Areopagita, que vivió probablemente entre los ss. v y vi. En el c. 6 de la Jerarquía eclesiástica el Pseudo-Dionisio describe y comenta brevemente el "misterio de la consagración monástica". Según la concepción del autor, a los tres órdenes consagrantes de la jerarquía eclesiástica: diáconos, sacerdotes y obispos, con sus respectivos oficios de purificar, iluminar y perfeccionar, corresponden los tres estados de consagrandos, es decir, de los que han de ser purificados (catecúmenos), iluminados (fieles) y perfeccionados (monjes). El rito de la profesión monástica es presidido por el sacerdote, y se celebra ante el altar: después de una invocación consagratoria o epíclesis por el monje, el sacerdote interroga al candidato sobre su voluntad de renunciar al pecado y lo exhorta a vivir una vida perfecta. Cuando el candidato ha ratificado sus empeños, el sacerdote lo signa con el signo de la cruz y le corta el cabello invocando a la Trinidad; lo despoja de su vestido y le impone uno nuevo; y, después de haberlo abrazado, lo hace partícipe de los divinos misterios. Los elementos principales de este rito son: la epíclesis consagratoria, la promesa oral, la tonsura y la imposición del hábito. Aunque se trata de un rito que pertenece a la tradición oriental, es de gran interés para comprender los primeros rituales monásticos de profesión. En efecto, el Pseudo-Dionisio ha ejercido un influjo notable tanto en Oriente como en Occidente, incluso en el campo de la vida monástica.

El Areopagita nos ofrece un rito ya muy evolucionado y casi perfecto. Pero en los primeros tiempos, el ingreso en la vida monástica se realizaba con gran simplicidad y sin ritos particulares. En sus orígenes, la vida monástica ignoraba lo que nosotros llamamos promesa, voto, fórmula de profesión, empeño, etc. Los primeros monjes manifestaban la voluntad de perseverar hasta la muerte en su género de vida con la simple vestición del hábito, como, por su parte, los clérigos con la recepción de la tonsura, y las vírgenes con la imposición del velo se consagraban definitivamente al servicio de Dios. Las expresiones professio religiosa, propositum sacrum, votum religionis y semejantes no indicaban aún el acto de la promesa concretado en una fórmula precisa, sino el compromiso público en uno de los tres estados consagrados o su aceptación, o también estos estados en cuanto diferían de la vida cristiana ordinaria (professio christiana). Afirma por ejemplo san Ambrosio: "Prophetavit ataque Symeon, prophetaverat copulata coniugio, prophetaverat virgo, debuit etiam vidua, ne qua aut professio deesset aut sexus"'. A pesar de que después del s. vnl el término professio tomará el significado de una declaración solemne de compromiso en la vida monástica, conservará aún algo de su antiguo significado.

Una antiquísima fórmula de compromiso en la vida monástica se encuentra en la llamada homologhía pros Theón ("pacto con Dios"). El objeto de este pacto está tomado de los lugares del evangelio en que Cristo exige a sus discípulos la renuncia a todo (cf Mt 10,37s; 16,24; 19,12; Mc 10,21; Le 9,23.25), y es conocido con la palabra apótaxis o apotaghé (abrenuntio, conversio). Las fuentes monásticas hablan de renuncia al mundo, a la familia, a la propiedad, a sí mismos... Después, en sentido positivo, se habla de la imitación de Cristo y de las obligaciones inherentes a ella. Subrayando uno u otro aspecto de este proyecto de vida y explicitándolos en forma de promesas particulares, nacieron las diversas fórmulas de profesión monástica.

En la segunda mitad del s. Iv el compromiso de las vírgenes, hasta entonces probablemente privado, se convierte en un acto público unido a una celebración litúrgica. Más tarde, el ambiente monástico sufrirá un proceso semejante de institucionalización.

2. LA PROFESIÓN MONÁSTICA EN LA TRADICIÓN BENEDICTINA. La profesión como rito auténtico tardó bastante en difundirse. La Regula Magistri, poco anterior a san Benito (480-547), no conoce aún este rito específico, sino sólo una agregación de hecho a la comunidad: el candidato, que ya conduce una vida ejemplar, se incorpora a la comunidad monástica con la tonsura y la vestición. Sólo el primero de estos gestos, que es realizado por el abad en el oratorio, es descrito sumariamente.

En Occidente, del que nos ocupamos principalmente aquí, encontramos un rito de profesión monástica perfectamente constituido sólo en el s. v] con san Benito. La descripción del rito está en el c. 58 de la Regla: si el novicio da pruebas de estar firmemente dispuesto a vivir en el monasterio, después de un período de doce meses, durante los cuales se le hace conocer la Regla, es admitido en el monasterio con el siguiente rito: en el oratorio, delante de todos, el novicio promete estabilidad, vida religiosa (conversio morum) y obediencia. Esta promesa es escrita en forma de petición por el mismo novicio, que la firma y la deposita sobre el altar. Sigue inmediatamente el canto del versículo 116 del salmo 118: "Suscipe me, Domine, secundum eloquium tuum et vivam, et ne confundas me ab exspectatione mea". La comunidad entera repite tres veces este versículo, terminándolo con el Gloria. Seguidamente el neoprofeso se postra a los pies de cada uno de los monjes pidiéndoles que rueguen por él. Por fin, es despojado de sus vestidos y revestido con prendas propias del monasterio. La Regla benedictina no habla de la celebración eucarística; pero si consideramos cuanto se dice en el c. 59 sobre la oblación de los niños, es lógico pensar que también la profesión monástica se hacía durante el ofertorio de la misa. La tradición benedictina es firme y unánime en este punto.

Por su cercanía al altar y a la eucaristía, la profesión benedictina es llamada professio super altare. Ella expresa el carácter de la vida monástica como consagración, como oblación santificada por el altar y enraizada en algún modo en él; y al mismo tiempo expresa la relación de la vida monástica con la eucaristía: el monje se entrega a Cristo, el cual lo incorpora a su propia oblación. La profesión super alzare tiene puntos de contacto con la tradición oriental, que, como hemos visto en el Pseudo-Dionisio, subraya el momento de la epíclesis consagratoria. En efecto, en las antiguas fuentes monásticas latinas la profesión es llamada ordinatio, benedictio o consecratio. Probablemente con esta terminología se quiere expresar una concepción más bien mistérica que voluntarista de la profesión monástica.

El rito de profesión benedictina consta de los siguientes elementos principales: promesa de perseverar en el monasterio bajo la obediencia del abad y entrega de la petición que ratifica esta promesa; oración; vestición. Los rituales sucesivos seguirán fieles a la sobriedad de la celebración prevista por san Benito, aunque desarrollarán los diversos elementos.

En muchos rituales, la profesión del monje viene precedida de una serie de preguntas que tienen por objeto cerciorarse de la libertad con la cual el candidato hace su elección. Así, por ejemplo, el Ordo ad faciendum monachum del Pontifical Romano-Germánico del s. x exige que el novicio sea interrogado sobre la libertad con la cual renuncia al mundo'. A este propósito reviste particular interés un ritual de Montecasino de fines del s. xi. Se trata de un Ordo ad faciendum monachum en el que se subraya en modo particular la relación existente entre profesión monástica y bautismo. Las preguntas dirigidas al novicio toman la forma de un cuestionario bautismal

La promesa puede ser equiparada a una fórmula de profesión, con la cual el novicio se compromete a observar la stabilitas, la conversatio morum (más tarde conversio morum) y la obedientia. La tradición benedictina permanecerá fiel a esta tríada. Pero en las fórmulas concretas de profesión se introducen muchas variantes: se añade, por ejemplo, secundum Regulam s. Benedicti; algunas vez se habla sólo de estabilidad y de obediencia; otras veces, de estabilidad y de conversio morum; encontramos también sólo la conversio morum o sólo la obediencia. Una fórmula típica de profesión benedictina es la de Cluny: "Ego frater promitto stabilitatem monachi, et conversionem morum meorum, et obedientiam secundum regulam s. Benedicti, coram Deo et sanctis ejus in hoc monasterio quod est constructum in honore bb. apost. Petri et Pauli; in praesentia domini N. abbatis"'.

La promesa es formulada oralmente por el novicio, el cual inmediatamente después deposita un ejemplar de la misma sobre el altar. En una época más reciente, la promesa escrita en forma de petición será utilizada para pedir a la comunidad, con una cierta antelación, la admisión a la misma profesión. El acto de colocar la fórmula escrita sobre el altar es un gesto de ofrenda que subraya la relación íntima que existe entre la oblación del monje y la de Cristo, renovada sacramentalmente sobre el altar. El versículo del salmo 118 "suscipe me, Domine..." que sigue inmediatamente, avalora este simbolismo.

La Regla benedictina prevé en este momento que el neoprofeso se postre a los pies de cada uno de los hermanos pidiéndoles que rueguen por él. En el s. vii aparecen diversas oraciones destinadas a ser recitadas sobre el profeso; algunas de ellas nos han sido transmitidas por los antiguos sacramentarios romanos. La Oratio pro renuntiantibus saeculo del Gelasiano antiguo' es evidentemente una oración utilizada en esta ocasión. El texto de la oración destaca las relaciones existentes entre vida monástica y bautismo; en efecto, algunas de sus expresiones están tomadas de los formularios gelasianos del bautismo y, en particular, del ritual de admisión al catecumenado

El rito concluye con la vestición del hábito monástico. Con todo, la expresión hábito monástico no se encuentra en toda la Regla benedictina; se trata más bien de despojarse de los vestidos propios para vestir prendas pertenecientes al monasterio. Es un signo expresivo y una consecuencia de la total desapropiación. San Benito no prescribe fórmula alguna para esta ceremonia. Pero con el correr del tiempo aparecerán fórmulas que darán al gesto de la vestición un simbolismo pascual y bautismal. El ritual de Montecasino, de fines del s. xi, prescribe la bendición del hábito monástico y, además, la siguiente fórmula: "Exuat te, Dominus Jesus Christus veterem hominem cum actibus suis... Et induat te novum, qui renovatur in agnitionem secundum imaginem eius qui creavit eum".

En general, los autores creen que originariamente la profesión benedictina se hizo en forma de preguntas y respuestas. Por ello algunos historiadores opinan que el ritual primitivo de la profesión benedictina se inspiraba de algún modo en la stipulatio del derecho romano. La stipulatio era un contrato oral y tenía varias aplicaciones: en el derecho público era usada para concluir paces y alianzas; en el derecho familiar, para prometer la hija en matrimonio... Cuando la stipulatio era compleja, redactada por escrito con todas sus cláusulas, era leída por el futuro estipulante al futuro prometedor, y se concluía con la pregunta: "Ea quae supra scripta sunt, promittis?", a la cual el prometedor respondía: "Promitto".

3. LA PROFESIÓN EN LAS ÓRDENES CANONICALES. Con el movimiento canonical de los ss. xi-xu aparecen los elementos de la professio in manibus. Uno de los testimonios más antiguos de la misma se refiere a una donación del obispo Hugo a los canónigos regulares de la iglesia de San Jorge, de Grenoble, alrededor del año 1084: "Fratribus... qui in manu nostra saeculo abrenuntiaverunt et sub canonica professione decreverunt servire" ".

En los ss. x-xII, época clásica del feudalismo, la immixtio manuum era el gesto simbólico más característico del contrato feudal: cuando el junior o vasallo se entregaba al servicio del senior, colocándose bajo su protección (commendatio), arrodillado, ponía sus manos juntas en las manos de éste (immixtio manuum) y le prometía fidelidad. El senior, en señal de aceptación, daba al vasallo el beso de paz (osculum). De este modo el junior se convertía en el vasallo (homo ligius) del señor del territorio, el cual estaba obligado a ejercitar con él la defensa o tuitio.

Los elementos de la commendatio feudal fueron introducidos, en un primer momento, en el rito de incorporación o admisión al noviciado de algunos institutos canonicales. Véase, por ejemplo, el esquema del rito de incorporación tal y como lo describe el ritual de la abadía de San Víctor, de París, en el s. xn: 1. Adductio in capitulum. 2. Prostratio cum petitione. 3. Erectio ad iussum abbatis. 4. lnterrogatio cum promissione. 5. Immixtio manuum. 6. Promissio obedientiae. 7. Oratio pro perseverantia. 8. Concessio societatis. 9. Osculum. 10. (Vestitio)

Es claro el paralelismo con la commendatio del derecho feudal. El lugar de la ceremonia no es la iglesia, sino la sala capitular; más que una ceremonia sagrada, es considerada un acto simbólico de carácter social. Al principio de la ceremonia, el candidato manifiesta su deseo de ser recibido en la comunidad por medio de la postración y de la petitio oral, generalmente en forma de oración. Sigue el interrogatorio, en el que el candidato promete cumplir las obligaciones de la vida monástica. Hemos visto [l supra, 2, nota 6] que un uso análogo se encontraba en algunos rituales de profesión de la tradición benedictina posteriores al s. x. La immixtio manuum es el gesto central del rito de incorporación; el postulante lo cumple al mismo tiempo que pronuncia la promesa de obediencia. Como signo de acogida fraterna en la comunidad, el rito se cierra con el beso de paz del abad y de todos los hermanos. Acabada la ceremonia, el encargado del vestuario da al nuevo novicio todo lo necesario para vestirse y calzarse.

Hay que notar que los institutos canonicales, aunque introducen los elementos del contrato feudal en la ceremonia de admisión al noviciado, conservan el rito de profesión con las características de la tradición benedictina. Por lo mismo, su profesión era siempre una professio super alzare ". Con el pasar del tiempo, la professio in manibus se unió con la professio super alzare, bien como rito previo que tenía lugar en la sala capitular, bien como rito celebrado durante la misa.

4. LA PROFESIÓN EN LAS ÓRDENES MENDICANTES. La professio in manibus fue adoptada por las nuevas órdenes desde el s. xii al xvl, y fue peculiar sobre todo de las órdenes mendicantes. Un tipo de professio in manibus es la de los frailes predicadores. Parece ser que los dominicos en un principio tuvieron una estructura canonical, y por lo tanto usaron también la professio super altare. Pero adquirida plena conciencia de su misión apostólica universal, abandonaron muy pronto la estructura canonical, adoptando hacia el 1220 la professio in manibus. En efecto, la donación a una iglesia, elemento característico de la profesión canonical (correspondiente a la stabilitas monástica) no era conforme al género de vida de los dominicos, obligados a emprender frecuentes viajes apostólicos. Para evitar esta contradicción evidente entre rito y vida, fue necesario eliminar la oblatio super aliare, que simbolizaba la donación a la abadía o a la iglesia, y dar al rito de la profesión el significado de una promesa de obediencia, de un compromiso personal con el capítulo, con el maestro general o con su representante. Precisamente es éste el tenor de la fórmula de profesión que encontramos ya en las constituciones primitivas: "Ego N. facio professionem et promitto obedientiam Deo et beatae Mariae et tibi N., magistro ordinis Praedicatorum, et successoribus tuis, secundum regulam beati Augustini et institutiones fratrum ordinis Praedicatorum, quod ero obediens tibi tuisque successoribus usque ad mortem"

El ritual tenía que acomodarse a la nueva fórmula de profesión. Así la immixtio manuum, que en la tradición canonical era el gesto característico de la promissio de la ceremonia de ingreso al noviciado, se convertirá en el gesto característico de la profesión religiosa.

La professio in manibus es propia también del rito de profesión de los franciscanos. Damos a continuación el texto de la fórmula de profesión tal y como la encontramos en las constituciones narbonenses de 1260: "Ego, frater N., voveo et promitto Deo et beatae Mariae Virgini et beato Francisco et omnibus sanctis et tibi, Pater, toto tempore vitae meae, servare regulam fratrum minorum per dominum Honorium papam confirmatam, vivendo in obedientia, sine proprio, et in castitate".

En esta fórmula de profesión se habla por primera vez de voto (voveo et promitto Deo). Nos encontramos sin duda ante el concepto de voto religioso público de pleno sabor escolástico. Hay otra novedad todavía más importante: la fórmula franciscana hace mención explícita de los tres consejos evangélicos. No es claro cuándo y en dónde aparece por primera vez la tríada obediencia, pobreza y castidad. Parece ser que la encontramos por primera vez en una fórmula de profesión del año 1148, en la abadía de los canónigos de Santa Genoveva, de París. Su abad Odón escribe así: "In professione igitur nostra quam fecimus, tria, sicut bene nonti, promisimus, castitatem, communionem, obedientiam. La communio sería la vida común fundada en la pobreza. Esta tríada es una versión canonical de la tríada benedictina: estabilidad, vida religiosa, obediencia. En todo caso, parece cierto que la mayor parte de las órdenes religiosas, incluso las antiguas órdenes monásticas, aceptaron, a lo largo del s. xIII, la inclusión de los tres consejos evangélicos en sus fórmulas de profesión. En este proceso es evidente el influjo personal ejercido por el papa Inocencio III (1198-1216).

En el rito de la professio in manibus se expresa con claridad el carácter de la profesión como contrato entre el religioso y la comunidad que lo recibe. En cambio, la professio super alzare contiene sólo una promesa del candidato a la comunidad. En la tradición benedictina, la comunidad monástica no corresponde a la stipulatio del novicio con una restipulatio; le ofrece solamente, y a petición (petitio) suya, una casa en la que él pueda satisfacer su deseo de seguir a Cristo más de cerca. En cambio, la professio in manibus expresa también el compromiso de la comunidad. El característico gesto de la immixtio manuum sirve para ilustrar en modo adecuado los dos aspectos de la profesión: ofrecimiento de la mano y aceptación de la misma, es decir, promesa y societas.

5. LA PROFESIÓN DE LA COMPAÑIA DE JESÚS. San Ignacio de Loyola (1491-1556) introdujo en la Compañía de Jesús un nuevo tipo de profesión: la llamada professio super hostiam, que tiene lugar antes de la recepción de la comunión eucarística, y precisamente en el momento en el que el sacerdote presenta la hostia consagrada. Aunque el texto de las constituciones ignacianas dice: "Ubiendo celebrado en la yglesia públicamente", estas palabras han sido interpretadas, desde el principio, en el sentido antes indicado, es decir: "después de la comunión" (del sacerdote celebrante) ".

El origen de la professio super hostiam hay que buscarlo probablemente en usos muy antiguos. Ya en el s. III el cismático Novaciano, antes de dar la comunión a sus secuaces, les exigía el juramento de fidelidad

En el alto medievo se exigían manifestaciones semejantes a los que comulgaban en la misa que precedía a las pruebas ordálicas. Dos siglos antes de san Ignacio encontramos una disposición del capítulo general de los franciscanos celebrado en Perpiñán en 1331 según la cual la emisión de los votos tenía que preceder inmediatamente a la recepción de la santísima eucaristía. Pero este uso fue revocado en el capítulo general sucesivo, celebrado en Asís el año 1336 ". La inspiración inmediata le vino a san Ignacio probablemente del juramento practicado en alguna orden militar y muy enraizado en la tradición española. Los votos pronunciados por Ignacio y los otros seis compañeros el 15 de agosto de 1534 en la pequeña iglesia de san Dionisio de Montmartre fueron votos privados de pobreza, castidad y de peregrinar a Jerusalén. Ya en esta ocasión tales votos fueron pronunciados antes de la comunión de la misa, celebrada por Fabro, el único sacerdote del grupo.

El ritual de la profesión de la Compañía era muy simple. Afirma J. Nadal que en la primera congregación general se tomó en consideración la eventualidad de introducir otras ceremonias en el rito de profesión; pero se decidió "constitutiones esse servandas, nec ceremonias addendas". Sabemos, con todo, que el candidato a jesuita, después de haber leído la fórmula de profesión, entregaba el escrito al superior, el cual colocaba la fórmula sobre el altar; "quae consuetudo —añade Nadal— videtur necessario introducta, ut repraesentetur vota in manus recipi". Por lo mismo, encontramos en algún modo presentes en el rito de la Compañía los elementos característicos de las tradiciones precedentes.

Las constituciones de los jesuitas prevén dos fórmulas de profesión: la primera, además de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, contiene un cuarto voto de obediencia al sumo pontífice "circa missiones"; en cambio, para los admitidos solamente a pronunciar los tres votos tradicionales, se propone una segunda fórmula idéntica en el contenido, pero sin la mención del voto especial de obediencia al pontífice.

La professio super hostiam de la Compañía ha sido adoptada después por la mayor parte de las congregaciones modernas, sobre todo femeninas. En el s. xix, la Sagrada Congregación de los ritos prohibió varias veces que se pronunciaran los votos ante la hostia antes de comulgar; esta postura se basaba en una respuesta anterior de la misma congregación (del 16-1-1677), en la cual se prohibía interrumpir la santa misa para recitar oraciones con motivo de calamidades públicas. Pero bajo el influjo de un consultor jesuita, un decreto de la misma congregación romana, emanado en fecha 14-8-1894 y aprobado por el papa León XIII, declaraba de nuevo la licitud de tal uso.

Es evidente que cada uno de los tres tipos de profesión que hemos analizado representa un ambiente cultural y espiritual claramente caracterizado. Pero hay en la historia del rito de profesión un proceso hacia una concepción cada vez mayormente voluntarista y jurídica de la misma profesión, que contrasta con la concepción prevalecientemente mistérica de la tradición oriental. En este proceso, la professio super hostiam, expresión de una piedad fuertemente individualista, representa un punto de llegada.

6. EL RITO DE LA PROFESIÓN DESDE EL S. XVI HASTA NUESTROS DÍAS.

Hemos trazado las grandes líneas de los tres principales ritos de profesión: la professio super alzare, típica de la tradición benedictina; la professio in manibus, consolidada en las órdenes canonicales y acogida después por otros muchos institutos (frailes predicadores, frailes menores, conventuales, capuchinos, carmelitas, pasionistas, salesianos, etc.), de tal modo que se convierte en la forma más difundida; la professio super hostiam, promovida por la Compañía de Jesús y adoptada por otros institutos, principalmente femeninos. Todos estos ritos, con sus variantes, están en algún modo presentes en los rituales particulares de numerosos institutos religiosos.

El Pontificale Romanum no ha sufrido cambios sustanciales desde su primera edición en 1485 hasta la reforma del concilio Vat. II. Este Pontifical no contiene un rito verdadero y propio de profesión monástica o religiosa. Pero encontramos en él, junto al rito de bendición del abad, las ceremonias que se tendrían que realizar en el caso del todo anacrónico en el que el abad, inmediatamente antes de su bendición, tuviera que emitir sus votos monásticos. El rito de la profesión monástica formaba parte, en cambio, de la antigua ordenación del Pontifical, como testimonia la tradición manuscrita que nos ha llegado, la cual abraza sobre todo el período que va desde el s. xu al s. xv.

La falta de una ordenación litúrgica a nivel eclesial favoreció una progresiva decadencia del ritual de profesión. Se perdió poco a poco la simplicidad y la objetividad de los tiempos antiguos, y se fueron introduciendo el subjetivismo ascético y el espíritu legalista. Los ritos de profesión se hicieron más prolijos, incluyendo ceremonias que añadían un cierto patetismo a su significado fundamental, pero sin enriquecerlo en sus elementos sustanciales. Sucesivamente, la proliferación de los institutos religiosos comportó la multiplicación de los rituales de profesión, que se alejaban cada vez más de la simplicidad y del equilibrio de los antiguos ritos monásticos. En general abundan los símbolos que acentúan unilateralmente el aspecto negativo de la renuncia al mundo del pecado. Los hay también más o menos melodramáticos, y tal vez incluso desagradables para los familiares del novicio, sobre todo de la novicia: ataúd con velas y paño mortuorio, campanas que tañen a muerto, corona de espinas, cruz, etc. Algunos rituales, generalmente en el s. xix, época de teología particularmente decadente, prescriben que la novicia, durante el canto de una larga letanía, se extienda sobre el pavimento cubierta con un paño fúnebre, mientras a sus lados arden algunas velas, como si se tratara de un catafalco, y las campanas tañen a muerto...

Sería demasiado arduo catalogar aquí los numerosos ritos de profesión, nacidos sobre todo en el siglo pasado. En general, se puede aplicar a todos ellos el juicio negativo que acabamos de expresar.


III. El rito de la profesión religiosa renovado por disposición del Vat. II

El estado de decadencia que hemos descrito en cierto modo ha persistido hasta nuestros días. De ahí que el concilio Vat. II decidiera promulgar algunas normas relativas al rito de profesión. El concilio (SC 80) dispone que se redacte un rito-tipo de profesión religiosa y de renovación de votos que contribuya a obtener en este campo mayor sobriedad y dignidad y a restablecer una unidad fundamental que deje, con todo, la puerta abierta a las legítimas diferencias. Este futuro rito-tipo es presentado como obligatorio para "aquellos que realizan la profesión o renovación de votos dentro de la misa, salvo derecho particular".

1. EL NUEVO "ORDO PROFESSIONIS RELIGIOSAE" (= OPR). Fue promulgado por la Sagrada Congregación para el culto divino el 2-2-1970. Se inspira abundantemente en las fuentes de la tradición occidental, y hace frecuente recurso a los libros de la Escritura, a la doctrina patrística y a los documentos del Vat. II.

El nuevo OPR consta de las partes siguientes. Comienza con una introducción, en la que se trata de la naturaleza y del valor de la profesión religiosa, de la misa que se debe celebrar en el rito de la profesión y de las adaptaciones que cada instituto puede introducir. Siguen a continuación los ritos de profesión, primero de los religiosos y luego de las religiosas. Tanto los unos como los otros comprenden: el rito de iniciación en la vida religiosa, el rito de la profesión temporal dentro de la misa, el rito de la profesión perpetua dentro de la misa, el rito de la renovación de los votos dentro de la misa y además una serie de textos bíblicos y eucológicos que se pueden utilizar, a discreción, en los ritos de la profesión religiosa. En tercer lugar se encuentran tres esquemas del rito de la promesa, según que éste tenga lugar en una celebración de la palabra de Dios, en la celebración del oficio divino o dentro de la misa. Al final se encuentra un apéndice que recoge un ejemplo de fórmula de profesión religiosa, tres formularios de misas (para los días de la primera profesión, de la profesión perpetua y de la renovación de votos) y la memoria de los neoprofesos, que se introduce eventualmente en la plegaria eucarística de la misa.

La Sagrada Congregación para el culto divino, con fecha 5-7-1970, envió dos cartas: la primera, dirigida a los obispos presidentes de las comisiones litúrgicas nacionales, da normas para la traducción del OPR a las diversas lenguas; la segunda, dirigida a todos los superiores y superioras generales, acompaña algunas normas dadas por la misma Congregación romana en orden a orientar y facilitar a los diversos institutos la adaptación del OPR a la propia espiritualidad e índole. El nuevo OPR contiene el rito-tipo, que ha de ser respetado (cf OPR 12-13). Las peculiaridades de las diversas familias religiosas han de introducirse de tal modo que quede a salvo la estructura general del rito. En este modo se garantiza, por una parte, la libertad de expresar en el rito la espiritualidad específica de cada instituto y, por otra, la sustancial unidad (SC 80) de los diversos ritos de profesión (OPR 14).

La versión castellana del OPR ha sido publicada conjuntamente con la del Ordo Consecrationis Virginum, promulgado por la Sagrada Congregación para el culto divino el 30-5-1970. Esta versión tiene como título Ritual de la profesión religiosa y consagración de vírgenes y fue publicada en 1972 (= RPR).

2. ESTRUCTURA DEL RITO DE PROFESIÓN. Tomamos como prototipo el rito de profesión perpetua (RPR, c. III), por ser el más caracterizado teológicamente y el más completo ritualmente.

El rito se desarrolla dentro de la misa, después de la proclamación del evangelio, como ya se había establecido para el rito de ordenación de obispos, presbíteros y diáconos [-> Orden/Ordenación], el rito de la confirmación [-> Confirmación], etc. En este modo no se altera el orden de la celebración de la misa, cuyas dos partes quedan claramente respetadas y separadas. Además, la homilía se presta a ser un óptimo lazo de unión entre la liturgia de la palabra y el rito de profesión, del cual ella forma parte en cuanto exhortación o alocución a los profesandos. Las familias religiosas que en virtud del derecho particular celebran el rito de profesión en otro momento de la misa pueden conservar esta costumbre. Con todo, está desaconsejado hacer la profesión "delante del santísimo sacramento" antes de la comunión, porque es menos conforme con el verdadero sentido litúrgico; este uso está formalmente prohibido en adelante a las nuevas familias religiosas (RPR, Praenotanda 15).

Por lo que se refiere propiamente al rito de profesión, encontramos los siguientes elementos estructurales:

a) Llamada o petición de los candidatos, que puede omitirse si se juzga conveniente.

b) Homilía o alocución que, partiendo de las lecturas bíblicas, instruye al pueblo y a los que van a profesar sobre la naturaleza y excelencia de la vida religiosa.

c) El interrogatorio, por el cual el celebrante o superior se asegura de que los que van a profesar están dispuestos a entregarse a Dios y avanzar por la senda de la caridad perfecta, según la regla de la familia religiosa. Las preguntas hechas tocan los temas siguientes: las íntimas relaciones existentes entre la profesión religiosa y el bautismo; el seguimiento de Cristo en una vida de perfecta castidad, obediencia y pobreza, característica de la vida religiosa; la caridad perfecta para con Dios y el prójimo como meta fundamental de la vida religiosa y, finalmente, el significado apostólico de la misma.

d) Sigue la oración litánica, por la que se ruega a Dios Padre y se pide la intercesión de la Virgen y de todos los santos. Esta oración litánica suple la oración de los fieles en la misa.

e) Profesión. Es el momento central del rito. Cada familia religiosa es libre de usar la fórmula de profesión que juzgue más adecuada (el RPR ofrece una en el apéndice). Esta fórmula, que el candidato ha escrito previamente de su puño y letra, es leída por él mismo públicamente ante el superior legítimo del instituto y ante los hermanos ya profesos que asisten de pie, actuando como testigos, según la costumbre de la familia religiosa. Luego el neoprofeso se acerca al altar y coloca sobre él la fórmula de profesión. Sigue el canto de la antífona "Recíbeme según tu promesa..." ("Suscipe me, Domine...": salmo 118,116), que ya hemos encontrado en la Regla de san Benito y en la tradición occidental posterior [-> supra, II, 2].

f) Bendición solemne o consagración del profeso. Es una fórmula larga, hermosa y de rico contenido (hay dos, a discreción), con la clásica estructura de las oraciones solemnes de bendición. Por ella la iglesia confirma la profesión religiosa con la consagración litúrgica, rogando al Padre celestial que derrame con abundancia los dones del Espíritu Santo sobre los nuevos profesos. La introducción de esta oración epiclética es una novedad importante en la tradición occidental, la cual había olvidado frecuentemente la dimensión mistérica de la profesión religiosa.

g) Si es costumbre de la familia religiosa, se entregan las insignias de la profesión, por las que se significa externamente la dedicación perpetua de Dios. Para los religiosos no se propone ninguna concreta insignia. Para las religiosas se indica el anillo como expresión del vínculo perpetuo de la esposa de Cristo.

h) El rito concluye con unas palabras apropiadas del celebrante (o del superior), o también mediante el abrazo de paz entre los neoprofesos y los demás hermanos de la comunidad. Mientras tanto, el coro con el pueblo canta la antífona "Ved: qué dulzura, qué delicia..." ("Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum"), con el salmo 132 u otro canto apropiado. (Pala las religiosas: antífona "Qué deseables son tus moradas...", "Quam dilecta tabernacula tua, Domine virtutum! Concupiscit et deficit anima mea in atria Domini", y salmo 83.) Sigue inmediatamente la misa con la preparación de los dones: algunos de los neoprofesos llevan al altar el pan, el vino y el agua para el sacrificio eucarístico. En la plegaria eucarística se hace conmemoración de la oblación de los profesos con las fórmulas correspondientes. Al final de la misa se pueden emplear las fórmulas especiales de bendición propuestas para esta ocasión.

Como es fácil constatar, la estructura del rito es simple y lineal. Los elementos más típicos y tradicionales se han conservado o restaurado. No encontramos ya nada de melodramático o de mal gusto.

No hemos hablado de la vestición, uno de los elementos tradicionales del antiguo rito de profesión monástica. Desde los comienzos del medievo, la vestición del hábito fue gradualmente anticipada al comienzo del noviciado, costumbre que se extendió de tal modo que el rito de ingreso al noviciado y a la vida religiosa tomó ordinariamente el nombre de vestición del hábito. El nuevo

RPR restaura el uso antiguo, según el cual el hábito se entrega en el rito de la primera profesión (RPR, Praenotanda 5). En tal modo aparece como signo de vida consagrada.

3. CONTENIDO DOCTRINAL DEL RITO DE PROFESIÓN. Este contenido hay que buscarlo ante todo en los textos bíblicos y eucológicos que enriquecen el rito. Estos textos hay que interpretarlos como los demás textos litúrgicos, los cuales, por su misma naturaleza, tienden a expresar de modo sintético, universal y vital, pero no sistemático ni necesariamente completo, una realidad cristiana, en nuestro caso la profesión religiosa y la vida religiosa en general. Sin embargo, el valor de estas fórmulas es siempre grande, porque constituyen la expresión más auténtica del pensamiento de la iglesia. Hemos recordado [-> supra, 1] que el RPR es un rito-tipo, a partir del cual las diversas familias religiosas pueden elaborar sus propios ritos de profesión. Ello significa que los textos del rito contienen y expresan la perspectiva y los elementos comunes que definen y constituyen la vida consagrada en general. Véamoslos.

a) La vida religiosa está ante todo enmarcada en el cuadro general del designio salvífico en favor del hombre, actuado por Dios a lo largo de la historia de la salvación. Los textos eucológicos que expresan mejor esta inserción de la vida consagrada en la historia de la salvación son las solemnes fórmulas de bendición o consagración del profeso, de auténtica profundidad doctrinal, con las que la iglesia confirma la plena disponibilidad del religioso a donarse al Señor. Estos textos, que están redactados según el esquema clásico de las oraciones de bendición, recorren de modo rápido las etapas de la historia salvífica, contemplada unitariamente desde su centro, que es Cristo, y presentan el carisma del seguimiento de Cristo según la forma específica de la vida religiosa desde la perspectiva de esta unidad histórica y teológica. Así, por ejemplo, la primera de estas oraciones de bendición (para los religiosos: RPR 67) comienza proclamando a Dios fuente y origen de toda santidad que, a pesar del pecado de Adán, resplandece y se irradia ya desde los tiempos del AT en la inocencia de Abel y en los santos personajes suscitados por Dios en el seno del pueblo elegido. Entre estos personajes descuella la figura de la Virgen santísima, de la cual nace Cristo, modelo supremo de santidad. A su vez, Cristo, por su misterio pascual, redime al mundo y santifica a su iglesia, enriqueciéndola continuamente con los dones del Espíritu. Bajo la inspiración del Paráclito, innumerables fieles son atraídos hacia el seguimiento de Cristo: dejan todas las cosas y se unen a él con el vínculo de caridad y se ponen al servicio de Dios y de los hermanos.

b) La vida religiosa, a pesar de ser una novedad estrictamente cristiana, ha sido preparada y prefigurada, juntamente con todo el misterio de Cristo, en la historia sagrada del AT. Recorriendo los textos eucológicos y las lecturas bíblicas del RPR, encontramos en la etapa veterotestamentaria de la historia salvífica una serie de tipos o figuras de la vida consagrada. Se trata de algunos personajes de la antigua alianza, en los que vemos realizados anticipadamente algunos aspectos de la vida religiosa: Abel, ejemplo de vida inocente (RPR 67); Abrahán, Samuel, Elías, Eliseo (RPR, las cuatro primeras lecturas del AT, pp. 193-196), de los cuales la Escritura subraya la prontitud y fidelidad en seguir y llevar a término la llamada divina; pero sobre todo María, totalmente disponible a los planes de Dios, perfecta imitadora de Cristo casto, obediente y pobre, y eminente en santidad de vida. Por ello, entre las lecturas evangélicas para el rito de la profesión de las religiosas es propuesta la perícopa de la anunciación: Le 1,26-38 (cf RPR, Leccionario, Evangelios VII, 229-230).

c) Contemplando la vida religiosa encuadrada en la historia de la salvación, es normal que se vea en ella la acción de Dios trino, autor y animador de toda la obra salvífica. Así, el Padre es presentado como el origen primero de la vida religiosa. El llama, suscita e inspira este particular seguimiento de Cristo, el cual a su vez es el supremo ejemplar del religioso, sobre todo en su vida de pobreza, obediencia y castidad. Finalmente, es cometido del Espíritu Santo hacer crecer y desarrollar el propósito de perfección del religioso [-> supra, a].

d) Si la vida religiosa está injertada en la historia de la salvación, forma parte consiguientemente de la vida de la iglesia, realidad que caracteriza la etapa actual de la historia salvífica. La presencia y la intervención de la iglesia en la profesión del religioso es indicada continuamente en los textos del rito. Nos detenemos brevemente sólo en el fundamento ontológico de esta eclesialidad de la vida consagrada, que percibimos a través de la relación que ésta tiene con los sacramentos constitutivos de la misma iglesia: bautismo (confirmación) y eucaristía.

Por lo que se refiere a la relación con el bautismo, la vida religiosa pretende abrazar las exigencias bautismales con todas sus consecuencias. El RPR (nn. 57; 62) los expresa claramente en la primera pregunta del interrogatorio: "Queridos hijos (hermanos), ya que por el bautismo habéis muerto al pecado y estáis consagrados al Señor, ¿queréis ahora consagraros más íntimamente a Dios con la profesión perpetua?" Las dos oraciones colectas (a discreción) de la misa para el día de la profesión perpetua contienen la misma idea. Encontramos además, entre las lecturas bíblicas del rito, uno de los pasajes bautismales más característicos del NT: Rom 6,3-11.

En el nuevo rito es muy evidente la relación existente entre eucaristía y vida religiosa, sobre todo por el hecho de que la profesión religiosa está insertada en la celebración de la misa; pero también por la presencia de otros ritos menores, como la colocación de la fórmula de profesión sobre el altar —elemento típico de la professio super altare [1 supra, II, 2] y la introducción de una fórmula especial de intercesión por los neoprofesos en la misma plegaria eucarística. Pero el fundamento de estas relaciones está en la oblación santa del Salvador, presente sacramentalmente en la eucaristía, de la cual la oblación del religioso recibe todo su valor. Esta doctrina está indicada, más o menos explícitamente, en algunas lecturas del evangelio de Juan propuestas por el RPR: Jn 12,24-26; 15,1-8; 15,9-17.

e) Finalmente, la vida religiosa es presentada como compromiso moral, que impone al que la abraza un continuo progreso en el fervor de la caridad y en la perfección del culto divino (cf LG 44). En el momento de la entrega del libro de la regla o de las constituciones, durante el rito de la primera profesión, el RPR (n. 32) propone la fórmula siguiente: "Recibe la regla de nuestra congregación, para que, observándola fielmente, vivas siempre en caridad". En el rito de la profesión perpetua el celebrante dirige a los candidatos esta significativa pregunta: "¿Queréis esforzaros con firmeza y constancia por alcanzar la caridad perfecta para con Dios y el prójimo, siguiendo fielmente el evangelio y observando vuestra regla?" (RPR 57). De tenor semejante son las solemnes bendiciones de los profesos, en donde encontramos un auténtico programa de vida de perfección, que debe conducir a los religiosos hacia la meta de la santidad.


IV. Problemas de adaptación

El nuevo RPR se inspira en los antiguos rituales monásticos y, en cierto modo, codifica en su contenido y estructura la más auténtica tradición de las diversas familias religiosas. Pero, al mismo tiempo, el RPR se presenta como un rito-tipo, que las familias religiosas pueden y deben adaptar de forma que exprese mejor la naturaleza y el espíritu de cada instituto (RPR 14).

El RPR representa, pues, un punto de referencia seguro para los diversos rituales de profesión religiosa. Encontramos en él los elementos más característicos de los tres tipos de profesión tradicionales en Occidente [t supra, II, 2-5]. La inserción del rito entre la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística de la misa y la colocación de la fórmula de profesión sobre el altar son típicas de la professio super alzare. La fórmula de profesión propuesta por el RPR se acerca mucho a la tradición de la professio in manibus: se trata, en realidad, de una profesión "ante los hermanos aquí presentes, y en manos de... [del superior]". El RPR desaconseja la profesión "delante del santísimo sacramento" antes de la comunión, porque es menos conforme con el verdadero sentido litúrgico. Pero la relación existente entre la eucaristía y la consagración religiosa está ampliamente ilustrada por los textos del rito, como hemos visto anteriormente.

El eclecticismo del RPR no se opone a una adaptación inteligente del mismo a la naturaleza y al espíritu de los diversos institutos, es perfectamente posible hacer una selección de elementos, pues como dice el mismo RPR (Praenotanda 14), en la adaptación del rito operada por las diversas familias religiosas, no hay inconveniente en omitir algunas partes del mismo.

M. Augé

BIBLIOGRAFIA:

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2. Otros estudios de carácter histórico

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3. Algunos trabajos de carácter doctrinal

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4. Estudios monográficos sobre algunos rituales particulares de profesión

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5. Por lo que se refiere a los ritos orientales véase

Raffin P., Les rituels orientaux de la profession monastique, Le Saulchoir 1966.

6. Algunos comentarios y estudios sobre el nuevo "Ordo professionis religiosae" de la liturgia romana

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