NUEVAS PLEGARIAS EUCARISTICAS
NDL


SUMARIO: Prólogo: El enriquecimiento anafórico del Misal Romano - I. El motivo pastoral de la variedad de textos y la carta circular "Eucharisticam participationem" - II. La composición y autorización de nuevas anáforas: 1. La plegaria eucarística del "sínodo suizo": a) La composición del texto y su difusión, b) Su lenguaje y estructura, c) El tema y sus variantes: la plegaria para un "sínodo"; 2. Las tres plegarias eucarísticas "para misas con niños": a) Las primeras adaptaciones de la anáfora a los niños, b) El "Directorio para misas con niños", c) Los tres modelos de plegaria para la misa con niños: talante y contenido; 3. Las dos plegarias eucarísticas "sobre la reconciliación": dos tematizaciones del memorial. Conclusión: Plegarias para celebrar en nuestro caminar creyente.


Prólogo: El enriquecimiento anafórico del Misal Romano

El intenso trabajo de renovación de la celebración litúrgica, acometido por la reforma del Vat. II, tenía que desembocar en el problema del Canon Romano. Texto venerado y precioso por doctrina y espiritualidad, pero deficiente en cuanto a una claridad de expresión y a un desarrollo congruente que facilitase una participación activa y comprensible por parte de la asamblea.

Ya el sínodo de los obispos de 1967 se había hecho eco del deseo manifestado por fieles, sacerdotes y liturgistas de una reforma al respecto. Pero, no admitiendo el texto una corrección plena sin deteriorarlo fundamentalmente, prevaleció la tesis de recuperar la tradición y facilitar el significado del memorial eucarístico, enriqueciendo el Misal con tres nuevas plegarias.

En la carta del 2-6-1968 de Bugnini, presidente del Consilium, a las conferencias episcopales de todo el mundo con "indicaciones para facilitar la catequesis de las nuevas anáforas", se estipula como cometido de ellas "poder cantar mejor las grandezas divinas y recordar mejor la historia de la salvación en la parte central de la celebración eucarística". Y en el n. 4 afirma que "si se considera la variedad de las anáforas de la tradición de la iglesia universal y el valor de cada una, se da uno cuenta de que una sola anáfora no puede contener toda la riqueza pastóral, espiritual y teológica deseable. Es necesario suplir con múltiples textos los límites de cada uno. Es lo que han hecho siempre las iglesias cristianas, a excepción de la romana. La iglesia ha querido dar así a la liturgia romana más riqueza pastoral, espiritual y litúrgica.

No se trata, pues, de un arqueologismo acrítico, sino de inspirarse en toda la tradición, que ha sabido decir, con excepcional riqueza de voces y acentos, el significado de la celebración eucarística, a fin de consentir a la liturgia de la iglesia expresarse de una manera más rica y articulada, más capaz de comentar el misterio. Una liturgia que sepa también confesar la fe en diálogo con la reflexión teológica de la iglesia actual. El propio Bugnini interpretaba así la variedad de textos introducida en la plegaria del Misal: "La reforma entra ahora en la fase de la creatividad, una vía que ha sido abierta por el mismo santo padre —Pablo VI—con estas palabras: Debemos tender a lo que es mejor, que no a lo que es nuevo (..). Esto no quiere decir que los labios de la iglesia se hayan cerrado hoy o que ella no pueda cantar un cántico nuevo suyo propio, siempre que el soplo del Espíritu le inspire a hacerlo °. Y he aquí que en las tres nuevas plegarias eucarísticas nosotros tenemos las tres estrofas de este canto nuevo... El canto nuevo ha comenzado y no cesará más. La vida genera vida y las primeras estrofas de este nuevo canto reclamarán otras estrofas, otros himnos, otros innumerables e incesantes cantos: los cantos de la liturgia perennemente joven".

Estas tres nuevas plegarias que se añadieron al Canon Romano tienen, sin embargo, una característica que les es propia: son las primeras en toda la tradición cristiana que han sido compuestas para ser utilizadas en la iglesia universal. Las demás plegarias eucarísticas de la tradición habían nacido en una iglesia particular. Su uso se extendía después con el paso del tiempo.

De ahí que también recupere Roma el uso antiguo al autorizar ahora a los episcopados locales plegarias eucarísticas nuevas, previa petición oportuna: son concedidas ad experimentum y para un uso determinado y circunstancial. La unidad eclesial es así salvada por el reconocimiento oficial de estas plegarias por parte de la Santa Sede. Pero se reconoce así también el fundamento de una sana diversidad; y por eso no son de momento incluidas en el misal. De este modo, dichos textos mantienen su valor propio: son fruto de una necesidad particular y nacen para una situación ocasional. Con su autorización son considerados conformes con la fe católica; con su no inclusión momentánea en el misal, su provisionalidad particular, hasta evaluar su extensión y frutos con el paso del tiempo


I. El motivo pastoral de la variedad de textos y la carta circular "Eucharisticam participationem"

Ya la constitución sobre la sagrada liturgia del Vat. II había fundamentado y urgido el principio pastoral de la participación consciente y activa de los fieles en la acción litúrgica' [-> Participación]. Se tomaba conciencia de que el celebrante no dice, sino que celebra con su pueblo. Ello le exigía hacer comunidad con los fieles, hablando un lenguaje inteligible para ellos y sintonizando con sus situaciones y deseos'. La decisión, pues, de 1968 de retornar a la pluralidad de anáforas obedece, de hecho, a unos criterios y preocupaciones pastorales derivados de esta exigencia de participación por parte de la comunidad concreta que celebra la eucaristía. Tales criterios se irían clarificando y explicitando a lo largo del proceso posterior, en torno a la adaptación de la anáfora.

Aun antes de la publicación de las tres nuevas anáforas en el Misal de Pablo VI había aparecido ya el fenómeno de la libre composición de anáforas, que se extendían e intercambiaban de unos países a otros afines °. Algunos episcopados (holandés, belga-flamenco, etc.), intentando eliminar o atenuar al menos la proliferación abusiva, analizan y escogen algunos de estos textos; los incluyen en la publicación del Ordo Missae y permiten oficialmente su uso. El fenómeno, sin embargo, continúa desordenadamente. Los obispos son presionados, por un lado, para instaurar la observancia de la legislación litúrgica; pero, por otro, sienten la exigencia de quienes los usan, reivindicándolos como textos mejor entendidos por los fieles, menos densos teológicamente, y que responden mejor a la lengua y cultura de nuestro tiempo que los del Misal. Muchos piensan que lo mejor sería disponer de más plegarias oficiales.'

Ante lo preocupante del fenómeno, la Sagrada Congregación para el culto solicita al papa el estudio de la situación. A mediados de 1971 recibe del santo padre la misión de "examinar todos los aspectos del problema y tratar de poner remedio a esta grave forma de indisciplina en el campo litúrgico" En septiembre se constituyó un grupo de estudio, que examinó detenidamente el problema, tratando de buscar posibles soluciones. Tras varias fases de indagación, reflexión y estudios competentes, y siguiendo siempre las directrices del santo padre, llegó a poder publicar el 27-4-1973 la carta circular Eucharisticam participationem sobre las plegarias eucarísticas, que envió a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo. En ella se describía la situación constatada (n. 4) y, reconociendo la motivación pastoral de la variedad de textos, se fijaban las condiciones y los criterios (n. 2) para la composición de nuevos textos de plegaria eucarística:

a) Por un lado, la necesidad de conservar el sentido de la unidad eclesial en la oración litúrgica por excelencia y la preocupación por garantizar su naturaleza de acción de gracias sobre todo, y de oración presidencial, hace que la Sede Apostólica considere oportuno actualmente (cf n. 5) reservarse el derecho de decidir en este capítulo de la praxis litúrgica: "La Sede Apostólica, impulsada por el amor pastoral hacia la unidad, se reserva el derecho de pronunciarse sobre un asunto de tanta importancia como es justamente la disciplina de las oraciones eucarísticas. Respetando la unidad del rito romano, no rehusará considerar las peticiones legítimas, y juzgará con benevolencia las solicitudes que le dirijan las conferencias episcopales para la eventual composición e introducción en el uso litúrgico, en circunstancias particulares, de una nueva oración eucarística; y propondrá las normas a seguir en cada uno de los casos" (n. 6).

El mismo Bugnini explicaba así el sentido de esta disposición: "La comunidad cristiana como tal exige, y con razón, que se salvaguarden y defiendan sus derechos a la autenticidad de lo que ha sido instituido por Jesús, y al carácter sagrado de su expresión de fe (cf EP 11). Y esto es hecho, en primer lugar, por la autoridad de Roma"

En concreto, pues, las iglesias, locales aportarán la formulación adaptada a sus circunstancias, bajo la orientación de la Santa Sede, que ha de juzgar, en definitiva, la identidad entre tal formulación y el sentido de la acción en la que la iglesia celebra el don recibido de su Señor.

b) Por otra parte, la variedad de textos ha de responder al deseo de adaptar todavía más la celebración a la comunidad concreta que la participa; de manera que la posibilidad de anunciar bajo muchas formas el misterio de Cristo ayude a que todos lo experimenten mejor (cf EP 2).

Dada, pues, la posibilidad de introducir ulteriores ángulos de visión para releer la historia de la salvación, de la que la eucaristía es memorial, dos criterios de fondo conducen la formulación de nuevas plegarias:

1) La estrecha relación que debe darse entre el texto de la anáfora y las condiciones de la asamblea reunida para la eucaristía; de forma que incluso el formulario quede sintonizado con el contexto cultural en que se celebra.

2) La oportunidad de conectar el texto de la anáfora con acontecimientos eclesiales particularmente significativos. De forma que, tematizando la eucaristía con contenidos, cuya percepción esté facilitada y sensibilizada por las circunstancias en que se celebra, favorezca una participación más intensa. Es decir, una acción de gracias apropiada a la asamblea en aquel momento; de suerte que la comunidad pueda sentir su propia vida íntimamente enmarcada en la historia de la salvación, y pueda obtener mayores frutos de la celebración eucarística (cf EP 8).

Desde estos criterios, y teniendo en cuenta algo que es típico del rito romano, se invita también explícitamente a la introducción de oportunas variantes o fórmulas infra actionem en el texto de las plegarias del Misal. Tales variantes "destacarían mejor el recuerdo del misterio del Señor en las principales solemnidades del tiempo litúrgico" y "serían útiles para suscitar la atención y la piedad con un matiz particular que resaltaría el contexto eclesial en que se celebra" (EP 10). Añadir estas variantes —normalmente en el postsanctus y en las intercesiones— sería facultad de las conferencias episcopales o del propio obispo, con aprobación de la Sede Apostólica. Es decir, tendrían una función similar y complementaria de la que desempeña el prefacio variable de la misa romana. Podrían ser como su eco posterior; pero, eso sí, discreto y en el seno de aquellos elementos estructurales donde no suponga romper la trama singular de la plegaria en cuestión.

En definitiva, la carta Eucharisticam participationem, al propio tiempo que prohibe la utilización de textos no aprobados, invita explícitamente a unos espacios de creatividad al servicio de la participación más consciente y activa e intenta crear las condiciones para un paso ulterior de la reforma.


II. La composición y autorización de nuevas anáforas

La propia Santa Sede no tardó en ejemplificar la aplicación de los criterios expuestos con la publicación y ofrecimiento a toda la iglesia de tres modelos de plegaria eucarística "para misas con niños", donde se pretende una adaptación a las condiciones de la asamblea; y de dos plegarias eucarísticas "sobre la reconciliación", con motivo del año santo, donde se pretende sintonizar la eucaristía con un acontecimiento eclesial significativo.

Al mismo tiempo, también ha ido aprobando nuevas anáforas a diversos países y para determinadas circunstancias o grupos particulares de fieles. En todas ellas late el deber de conectar litúrgicamente, de un modo más adecuado, la riqueza mistérica del memorial eucarístico con la vida de la iglesia.

Veamos en concreto el talante y contenido de aquellas que tienen autorización oficial para ser utilizadas litúrgicamente en nuestro país.

1. LA PLEGARIA EUCARÍSTICA DEL "SÍNODO SUIZO". a) La composición del texto y su difusión. A finales de 1973, los liturgistas suizos son los primeros en solicitar una nueva plegaria eucarística, y dirigen a la Sagrada Congregación para el culto divino su instancia de que a los obispos de su nación les parecía adecuado calificar el Sínodo de los católicos de su país de "circunstancia peculiar" para poder componer una anáfora apropiada al efecto, según Eucharisticam participationem. La Congregación responde pronto, y el 14 de febrero de 1974 les da el papa la facultad de preparar una anáfora especial para el Sínodo. La composición del nuevo texto se ultimó a mediados de dicho año ". Examinado por la Congregación para la doctrina de la fe, fue aprobado con algunas observaciones el 25 de julio de ese mismo año, y por el santo padre el día 5 del mes siguiente. Tres días después, por un decreto de la Congregación para el culto, fue declarado idóneo para ser estampado.

La nueva plegaria atrajo pronto hacia sí el interés de otras iglesias europeas como Luxemburgo, Austria, Strasburgo, Francia e Italia, que solicitaron su utilización, que les fue siempre concedida por la Sede Apostólica.

b) Su lenguaje y estructura. Con un lenguaje de talante actual, poético y evocativo, apropiado a la dimensión del misterio que se celebra, expresa el memorial eucarístico con una nueva sensibilidad cristológica, eclesiológica y antropológica. En él se funden admirablemente un lenguaje bíblico-existencial y el de la doctrina conciliar del Vat. II en su consideración de la relación de la iglesia con el mundo —en especial LG y GS.

Siguiendo de cerca el esquema de la PE II del Misal, conserva la estructura tradicional con los elementos específicos de la plegaria eucarística, definidos en la OGMR 54-55; y sobre el soporte de una sola plegaria, con un motivo central de fondo, se establecen cuatro variantes significativas en el prefacio que inicia la plegaria y en las intercesiones que aplican a la situación actual de la iglesia ese motivo peculiar aclamado en el prefacio. Son simples acentos discretos y de feliz expresión que, manteniendo sin ruptura la dinámica evocativa de esta plegaria, la diversifican en cuatro aspectos o variantes que matizan y completan el tema peculiar desde el que esta plegaria proclama el memorial del Señor.

c) El tema y sus variantes: la plegaria para un "sínodo': No se puede olvidar la circunstancia para la que se compuso esta plegaria: un "sínodo" (ho synodos = caminar juntos, acompañar). La imagen del camino, como categoría de interpretación de la historia de la salvación, prevalece en las insinuaciones bíblicas en las que es contemplada la obra y persona de Cristo. Esta anáfora pretende proclamar cómo "el Señor camina con nosotros, iglesia peregrina, en esta tierra': La celebración eucarística es presentada así como momento especial del encuentro y compañía del Señor en nuestro camino.

En la formulación de los elementos fijos, ya el postsanctus presenta la reunión eucarística como un encuentro provocado por Cristo. El excelente recurso al pasaje de Emaús (Lc 24,32) en la introducción al relato ayuda a comprender la misa, por el modo mismo de referirlo, en la línea de la doctrina conciliar sobre la celebración eucarística, como acción centrada en torno a dos mesas: ambón y altar. Es el Señor el que da sentido y sostén a nuestro caminar con su palabra y con su pan. Se trata, por otra parte, de una evocación interesante de la primera comida de los discípulos con el Resucitado, tipo de la comida eucarística. La epíclesis es invocación de la presencia del Espíritu, para hacer presente a Cristo junto a nosotros y en nosotros. El memorial y la oblación hacen patente la pascua de Cristo y los efectos de su sacrificio con una expresión sugerente y nueva del tránsito "a través del sufrimiento y la muerte" a la glorificación. Precisamente con su sacrificio, "Jesús nos abre (ien presente! = actualización sacramental) el camino hacia el Padre". Y, por fin, la plenitud de la vida en la resurrección, en la conclusión escatológica, es considerada como acogida de Dios en su reino, al final de nuestra peregrinación por este mundo.

Las variantes desarrollan el tema central de la compañía de Dios en nuestro camino en sus cuatro aspectos comprehensivos: la llamada y presencia providente de Dios en nuestro caminar (variante A); Cristo como camino y compañero (variante B); el amor desinteresado como ley del camino en seguimiento de Cristo (variante C); la reunión de todos en la perfecta unidad del reino de Dios, como término de nuestra peregrinación (variante D).

En resumen, pues, se trata de celebrar el memorial del Señor en el contexto de esa compañía poderosa (A), luminosa (B), amorosa (C) y acogedora (D) con la que Dios conduce a su iglesia hacia sí.

Veamos ahora, en concreto, cómo están formulados los matices peculiares de cada una de estas variantes:

• Variante A: "Dios guía a su iglesia"

El prefacio canta las manifestaciones de la presencia operante de Dios en el sendero de la vida: reconociendo su origen en la acción creadora de Dios, que la sostiene y enriquece con sus dones, contempla su término definitivo a la luz de la pascua de Cristo. Esta es proclamada, bajo la figura del éxodo antiguo, como apertura del camino de la vida al gozo perfecto del reino, adonde Dios conduce hoy a su iglesia a través de este mundo con la fuerza de su Espíritu.

La descripción histórico-salvífica de la actuación de Dios ensambla muy bien la proclamación de la dimensión trinitaria de su misterio con la condición histórico-existencial, en la que se extiende y experimenta el hombre actual: el Espíritu y el Hijo son explicitados como mediación divina en el acompañamiento del Padre a la salvación. Queda también excelentemente proclamada la continuidad de la presencia especial de Dios en la economía de Israel y en la plenitud de la de la nueva alianza en la peregrinación de su iglesia.

En la confianza de esa presencia poderosa y cercana de Dios en la marcha de su pueblo, la intercesión por la iglesia se concreta en la petición del fortalecimiento de la unidad que provoca el compartir el pan de su mesa; es decir, ser sus compañeros junto con los que también participan de su mismo banquete. Así, en el camino de la esperanza que éste anuncia y festeja con alegría, y de la fe que afirma y fortalece, la iglesia irradiará en el mundo el gozo del evangelio a que nos impulsa como quehacer.

• Variante B: "Jesús, nuestro camino':

Reconociendo a Dios en su señorío creador sobre el cielo y la tierra, el prefacio inicia la acción de gracias bendiciéndolo porque con su sabiduría dirige el camino de la historia hacia su destino, y con su amor cuida de cada hombre. Se proclama e invoca, pues, a Dios en la insinuación del misterio trinitario que late en su actuación histórico-salvífica.

Esa sabiduría y ese amor de Dios se revelan plenamente en el misterio salvador de Cristo. Este es alabado como palabra sabia de Dios, cuya escucha da sentido a la vida humana: por esa palabra, que es el mismo Cristo, nos ha llamado a la reunión de la iglesia para que, afirmados en la fe verdadera, le sigamos fielmente. Pues se trata del Hijo que nos revela y conduce hacia él, el Padre (cf Jn 14,5: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí"). De ahí que Cristo sea celebrado como camino salvador de nuestra propia existencia, porque precisamente en él descubrimos la verdad que da sentido y posibilidad a nuestra libertad (cf Jn 8,32: "Si os mantenéis en mi palabra..., conoceréis la verdad y la verdad os hará libres") y horizonte de esperanza gozosa a nuestra vida (cf Jn 16,22: "Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón").

Todo esto es cantado como maravilla del gran amor que nos tiene Dios y que se ha manifestado en su Hijo amado: en él, palabra de vida, nos llama, nos reúne, nos afirma y nos conduce hacia sí, ofreciendo sentido y contenido a nuestra libertad con su verdad y llenando nuestra vida de gozo con su amor.

Así, con un lenguaje sensible al talante existencial, en el que el hombre de hoy articula las preguntas trascendentes de su caminar personal e histórico, se proclama el misterio de Cristo como respuesta a esas profundas aspiraciones, abriendo el camino de la esperanza en la fe que se celebra. Dicha respuesta consiste en afirmar, con un lenguaje aprendido del IV evangelio, que Cristo es el camino que nos conduce al Padre por la verdad y la vida realizadas en el amor, y que discurre a través del panorama evocado por el plan salvador de Dios.

En correspondencia con lo celebrado en el prefacio, las intercesiones por la iglesia ruegan a Dios que fortalezca, por el cuerpo y la sangre de su Hijo, la unidad en la fe y en el amor, para que con entrañas de misericordia, sensibles a toda necesidad humana, y atentos a los gestos concretos, seamos capaces de construir la iglesia como recinto de libertad en la verdad y de paz en el amor, donde todos encuentren un hogar de esperanza.

• Variante C: "Jesús, modelo de caridad".

El prefacio canta el amor bondadoso y fiel del Padre, que se nos ha manifestado en la palabra y obra de su Hijo: Jesús es reconocido como fruto y don del amor del Padre al mundo, como espejo e imagen de la bondad y fidelidad de su amor y como fuente del amor fraterno.

En cuanto revelación del amor del Padre y modelo de fraternidad, Cristo es celebrado, con imágenes recogidas del evangelio de Lucas, como el buen samaritano del mundo, que acoge a pequeños y pecadores; que siente ternura hacia los pobres y los enfermos.

En congruencia con la calidad del amor de Dios celebrado en el prefacio, la intercesión por la iglesia ruega al Padre que fortalezca la fidelidad de su pueblo al evangelio con el cuerpo y sangre de su Hijo, renovando a todos a su imagen. De tal forma que, movidos por su amor y por su ejemplo, atinen a descubrir en los signos de los tiempos (cf Mt 16,3 y GS 4) las angustias y tristezas, las alegrías y esperanzas de los hombres (cf GS 1) y, compartiéndolas en la caridad, les muestren el camino de la salvación.

De este modo, la condición y misión de la iglesia se concreta, con un lenguaje asumido del Vat. II, en ser para el mundo el espejo del amor de Cristo, que es imagen del amor del Padre.

Esta variante, pues, concreta el seguimiento tras Cristo del caminar cristiano en la imitación de su amor compasivo.

• Variante D: "La iglesia en camino hacia la unidad

El prefacio da gracias al Dios del universo por la bondad mostrada en la creación constante de la iglesia, a cuya unidad conduce incesantemente a hombres de toda raza y cultura.

Marcado por la teología de la LG, evoca el misterio de la iglesia como una realidad viva, en una perspectiva trinitaria y en un lenguaje contemporáneo. Dios se muestra operante en la edificación de la iglesia, por la mediación del Hijo y del Espíritu: por medio del evangelio de su Hijo, convoca sin cesar a hombres de todo pueblo y condición a la reunión en un solo pueblo y ofrece a todos los hombres la esperanza de la felicidad de su reino; por el don del Espíritu la unifica como testimonio de su amor en el mundo.

Conforme aun con la doctrina del Vat. II sobre la iglesia, este prefacio la define y describe en su condición sacramental como signo del amor y de la salvación de Dios ofrecida al mundo en el testimonio de su unidad.

Así, la iglesia aparece como sacramento de la fidelidad del "Padre de bondad" a su alianza, en cuanto pueblo universal, convocado por el poder del evangelio de su Hijo y reunido por la fuerza de su Espíritu; resplandece como sacramento de la acción del Espíritu en cuanto signo de la unidad de todos los hombres, testimoniando así su amor; y se manifiesta como sacramento de Cristo resucitado, su esposo, en cuanto signo profético de la unidad gozosa futura, ofreciendo la esperanza del banquete nupcial de su reino.

La unidad de la iglesia es, pues, celebrada como don original de Dios que la constituye; como signo que la define; como testimonio que la compromete en su misión reconciliadora, y como anticipo escatológico que la mantiene en la esperanza y en el anuncio del término feliz de la historia.

En consonancia con el agradecimiento a Dios por el don incesante de la unidad que canta el prefacio, la intercesión por la iglesia se dirige al Padre con el ruego de que la renueve constantemente a la luz del evangelio y con nuevos impulsos vitales de su Espíritu, consolidando así los vínculos de unidad entre el pueblo y sus pastores, y de éstos entre sí. De esta forma, la iglesia, "sacramento de la unidad del género humano y de los hombres entre sí" (LG 1), podrá ser, en medio de nuestro mundo dividido por guerras y discordias, instrumento de unidad, de concordia y de paz, cumpliendo de este modo su misión en la historia.

Es significativa la concreción inicial de esta intercesión a la iglesia local, ampliando progresiva y acertadamente su comunión a los demás horizontes eclesiales en forma de círculos concéntricos: siendo la unidad una nota donde la iglesia se expresa y revela como sacramento de salvación, le conviene ser concretamente visible; es decir, palpable en la comunidad concreta que sacramentaliza, de hecho y expresamente, todo el misterio de la iglesia, como es la iglesia local. Por esta razón, la unidad se concreta significativamente también en los mismos miembros que en su ministerio pastoral representan la unidad de todos los miembros.

Esta variante D contempla y describe, pues, el camino de la iglesia con una marcha progresiva en la consolidación de la unidad entre sus distintos miembros, a que conduce el impulso del Espíritu, y en la convocación y acogida, a que la destina el mensaje de paz del evangelio de Jesucristo.

2. LAS TRES PLEGARIAS EUCARÍSTICAS "PARA MISAS CON NIÑOS". a) Las primeras adaptaciones de la anáfora a los niños. Ya la constitución Sacrosanctum concilium insistía en varias exigencias para que la celebración litúrgica fuese activa y provechosamente participada (cf n. 11): tener en consideración la edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa (n. 19); ordenar los textos y los ritos de modo que puedan ser fácilmente comprendidos y participados (n. 21), adaptando incluso las plegarias que el sacerdote dice en nombre de todos los fieles a la capacidad de éstos (nn. 33 y 34), y dejar así lugar a legítimas diversidades, según las diferentes comunidades (nn. 37-40).

En el sínodo de los obispos de 1967 se detectó el deseo de muchas conferencias episcopales de unas adaptaciones especiales para la misa con niños. Se dieron entonces unas directivas en este sentido, sin tratar de formar un rito peculiar, sino más bien determinar los elementos que se habían de retener, abreviar, omitir o escoger para mejor adaptación'.

Por su parte, la OGMR preveía que las conferencias episcopales estableciesen las normas para la adaptación de la misa a las diversas tradiciones e índoles de fieles (n. 6).

La importancia de la formación litúrgica de los niños, y en particular su iniciación a la misa, como momento fundamental de toda la educación cristiana (cf SC 19 y Grav. educ. 2) va creciendo en interés central en las publicaciones 22 y en la preocupación pastoral". Se insiste cada vez con más convicción en el principio de que la liturgia es la mejor pedagogía para la participación de los fieles en la liturgia misma; y que, por tanto y en el fondo, los niños no pueden ser iniciados en la liturgia sin liturgias de iniciación 2d. Por ello se reclama una mayor posibilidad de adaptación de la misa a los niños ". Algunos episcopados, como el alemán, publican orientaciones aprobadas "ad experimentum" para las misas con niños 26, con adaptaciones incluso de la plegaria eucarística. Y, ante la petición de algunos episcopados, la propia Santa Sede aprobó algunas plegarias eucarísticas para estas misas, aun antes de publicar la carta Eucharisticam participationem: a Alemania, "para misas con niños sordomudos", el 26-6-70; a Filipinas, "para la misa de primera comunión", el 16-3-71; a Suiza, una abreviación del Canon Romano y de la PE IV "para misas con niños", el 6-12-71; a Australia, "para misas con niños durante el Congreso internacional eucarístico de Melbourne de 1973 (y otra "para la población aborigen").

De los estudios y documentos que abordaban el problema se podían deducir los siguientes principios: en general, una celebración más breve y con un ritmo adaptado a su psicología, en un clima gozoso y fraternal, de ritos y lenguaje más simples y con más intervenciones. En concreto, y con respecto a la plegaria eucarística, se afirma que los textos actuales hacían difícil la participación de los niños en la parte central de la misma. Eran, pues, necesarios nuevos textos que, conservando la estructura fundamental y su forma presidencial, tuviesen estas características: brevedad, sencillez de lenguaje, aunque conservando los necesarios términos técnicos; flexibilidad y adaptabilidad a las circunstancias ocasionales de la vida de los niños (por ejemplo, motivos de acción de gracias en los prefacios), y más facilidad para una participación activa por parte de los niños.

b) El "Directorio para misas con niños". El 10 de marzo de 1971 la Congregación para el culto decide enviar una circular a más de cien presidentes de las comisiones nacionales de liturgia, preguntándoles su parecer acerca de la adaptación de la misa a los niños. Se les rogaba que informasen también acerca de las iniciativas eventuales en su país y de las propuestas y publicaciones que en el mismo hubiesen aparecido.

En la respuesta, las comisiones de liturgia pedían, en general, una estructura más simple de los tres elementos fundamentales: liturgia de la palabra, plegaria eucarística y comunión. En particular, y con referencia a la plegaria eucarística, se insinuaba que pudiese prepararse una especial o un esquema fundamental, y que el sacerdote presidente la desarrollase, adaptándola a los niños concretos con los que celebre. Se insistía en que se previesen más intervenciones de los niños en la plegaria.

De las propuestas conclusivas de la encuesta, la Congregación del culto constataba que la iglesia esperaba un Directorio que indicase las posibilidades concretas de adaptación, sobre las que pudiesen apoyarse las conferencias episcopales. Se formó una comisión internacional; se fijaron unos puntos concretos y, a mediados de marzo de 1972, se hizo la segunda encuesta a peritos de todo el mundo. En junio del mismo año pudieron discutirse en el grupo de estudio los resultados obtenidos. Entre las cuestiones que surgían, se comprobaba que la simple adaptación de las plegarias actuales no resolvía el problema: era necesaria la composición de nuevas plegarias eucarísticas.

Se acometió en seguida la preparación del Directorio, cuyo primer esbozo se envió en julio a todos los miembros y peritos. En otoño se redactó el segundo esquema con todas las observaciones presentadas, y de nuevo fue repartido a toda la comisión: En noviembre se presentó el resultado en la sesión plenaria de la Congregación, y en diciembre se pudo hacer la tercera redacción, que se envió también a las congregaciones romanas interesadas (Doctrina, Clero y Propaganda de la fe). Revisado desde las observaciones de éstas, fue presentado el esquema definitivo al papa en mayo de 1973. Varios puntos no fueron aceptados: que los niños expresasen los motivos de acción de gracias tras el diálogo del prefacio; que se utilizasen diapositivas en la celebración; que el acto penitencial se situase tras la homilía, y que se compusiesen plegarias eucarísticas particulares.

La Sagrada Congregación presentó entonces al papa un elenco de los requerimientos de los obispos y conferencias episcopales que las solicitaban, insistiendo en la petición de poder crear una o dos fórmulas de plegarias eucarísticas para misas con niños, y de poder proponerlas a toda la iglesia. Se acogerían así los requerimientos de los episcopados y se resolvería una problemática generalmente sentida.

El 23 de octubre, el santo padre aprobaba el Directorio para misas con niños y daba permiso para componer dos o tres anáforas para tales misas.

Comienza el Directorio con una introducción (nn. 1-7), donde presenta el propio objetivo: dar unos principios fundamentales para adaptar la misa a esta situación particular, y señalar los medios y modos para educar a los niños en la comprensión del misterio eucarístico, a fin de que puedan inserirse plena y conscientemente en él. Con ello se pretende que, en su día, puedan llegar a la meta a que aspiran estas misas: llegar a participar de un modo pleno en la celebración eucarística de toda la comunidad cristiana. Se describen, además, en esta introducción las circunstancias y los principios que han llevado a la publicación del Directorio.

El capítulo I (nn. 8-15) trata de "la introducción de los niños en la celebración eucarística". Para ello desempeña función indispensable la familia, la comunidad cristiana —en especial algunos de sus miembros: padrinos y catequistas— y la propia catequesis especial sobre la eucaristía, a fin de que alcancen a entender su significado a través de sus signos: ritos y oraciones. Se insinúan y recomiendan también otras celebraciones apropiadas de introducción.

El capítulo II (nn. 16-19) trata de cómo deben ser tomados en cuenta los niños en la misa de los adultos, donde participan también algunos de ellos.

El más desarrollado es el capítulo III (nn. 20-54), donde trata más específicamente de la misa con los niños en la que participan algunos adultos. Se aplican los principios de la pedagogía religiosa a la educación en la comprensión de los signos y la celebración del misterio, de forma que la participación exterior más adaptada esté siempre en función de una participación interior más consciente. Aconseja respetar lo más posible la estructura específica de la misa, sin diferenciarla excesivamente de la de los adultos, pues prepara para incorporar mejor en ella. Se aconseja, por ello, especialmente para días feriales, más que domingos, donde la celebración pide que sea de toda la comunidad. De la plegaria eucarística dice en concreto: "En la eucaristía que se celebra con los niños corresponde la mayor importancia a la plegaria eucarística, el momento culminante de toda la celebración. Depende mucho del modo como el sacerdote proclama esta plegaria y de cómo participan los niños escuchando y aclaman" (n. 52).

En definitiva, el Directorio, más que soluciones para casos concretos, lo que ofrece son principios e indicaciones; exhortaciones y sugerencias. Muestra así cómo la liturgia renovada puede ser sabia y útilmente adaptada a las situaciones reales de los creyentes, para facilitar su participación gozosa, consciente, activa y piadosa de los divinos misterios, para crecer en la fe y anunciar a Cristo a los demás.

Es interesante resumir brevemente cómo concibe el Directorio la educación e iniciación eucarística de los niños: considera la educación a la eucaristía dentro del conjunto de la vida cristiana, y por eso ayuda con sus adaptaciones a acercar la eucaristía a los niños y anima a saberlos acercar a la eucaristía; concibe esta educación eucarística como una iniciación a la celebración, que debe hacerse precisamente en la experiencia litúrgica vivida (mistagogia gradual); y tal iniciación supone la introducción en las grandes actitudes que forman el contenido de la eucaristía: nos reunimos (n. 12), escuchamos (nn. 14, 41 y 49), damos gracias (nn. 9, 13 y 52) —que es la actitud básica de la plegaria eucarística—, recordamos y ofrecemos (n. 52), comemos y bebemos (nn. 9, 53 y 54) y nos despedimos (nn. 15 y 55).

c) Los tres modelos de plegaria para la misa con niños: talante y contenido. El grupo de estudio formado para el caso examinó treinta y ocho textos de plegarias para niños, redactadas y aparecidas en diversas lenguas. En la primera reunión de la Comisión, en noviembre de 1973, se seleccionaron sólo tres textos: PE I, un texto belga en francés; PE II, una de las preparadas por la comisión para textos litúrgicos en lengua francesa, y la PE III, un texto preparado por los alemanes. Se enviaron a cuarenta y nueve especialistas de todo el mundo. Con sus respuestas se redactaron definitivamente en enero de 1974 y fueron traducidas al latín, para ser enviadas a las diversas congregaciones implicadas. Tras diversas observaciones, y no sin previas vacilaciones' h, fueron al fin publicados estos textos 1-2-74, en el original francés y su traducción latina, y enviados a las conferencias episcopales de todo el mundo con algunas restricciones: cada episcopado podría solicitar para su uso sólo un modelo de los tres propuestos; se concedería sólo ad experimentum por tres años y, por tanto, no podían incluirse en el Misal. Ambas condiciones fueron desapareciendo posteriormente: en enero de 1975 se concedió que pudiesen ser solicitados por cada episcopado todos los textos; en 1977 se concedió otra prórroga por tres años; y en 1980 se concedía sine die, hasta ser de hecho incluidas ya en las nuevas ediciones del Misal (caso de Italia).

En los Praenotanda que introducen estas plegarias" se describen las características desde la finalidad que pretenden:

- Son textos "adaptados a los niños", pero "para ayudarles y predisponerlos a participar con mayor fruto en la misa de los adultos" (n. 1). Por eso conservan con fidelidad la estructura fundamental y los elementos tradicionales de toda plegaria eucarística. "Desde pequeños se acostumbran así a una plegaria, en la que no falta ni la bendición agradecida al Padre, ni el memorial de Cristo, ni la invocación sobre las ofrendas, ni el lazo de comunión con toda la iglesia: las cuatro partes principales de toda plegaria"

- No se han de considerar como textos típicos, sino como esquemas o modelos fundamentales, que deben servir de base para composiciones originales en lengua viva. Por eso, reservándose Roma la confirmación definitiva, la traducción quedaba a cargo de cada conferencia episcopal, con la indicación expresa de que se hiciese con cierta libertad, pensando en la índole propia y peculiar de su propia lengua y cultura.

- Intentan un lenguaje concreto accesible al mundo del niño y a su experiencia religiosa, pero conservando la dignidad de la plegaria y evitando, por tanto, un lenguaje infantil en la parte reservada al presidente. Se evita así también que exista demasiada diferencia entre estas plegarias y las de los adultos, y se favorece, en cambio, una participación activa que respete el carácter presidencial de esta oración.

- Se ha preferido publicar tres para impedir monotonía y repetición, y presentar así composiciones en armonía diferente, adaptadas a diversas condiciones de niños (n. 15). Sin embargo, cada una ofrece el mérito de una gran unidad de composición: los elementos no están yuxtapuestos, sino fundidos en un mismo movimiento de acción de gracias, que expresa y provoca una atmósfera familiar y gozosa —aun en la aspiración escatológica—. Se procura, de este modo, que la parte central de la misa sea "festiva, fraterna y acogedora", como requiere el n. 23 del Directorio.

- Ofrecen un aumento del número de aclamaciones, que favorecen la participación intensa y activa de los niños e invitan al canto.

- El verdadero problema al que intentan responder es hacer capaz "la participación interna de los niños en la celebración eucarística"; y para reavivarla es necesario hacerla preceder y seguir de una competente catequesis. Especialmente para textos como éstos, "puestos, como están, en el corazón mismo de la celebración eucarística" (n. 21).

Así pues, esta renovación eucológica de la misa de los niños, vista en el horizonte más amplio de la iniciación y educación litúrgica, tiene, como se ve, el mismo objetivo por el que fue preparado el Directorio (cf n. 55).

- La plegaria eucarística 1 para misas con niños Es una plegaria sencilla, positiva, que pone el acento sobre la acción de gracias a partir de los sentimientos de admiración y reconocimiento, en un clima de alegría y de fiesta, alabando a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros. Tal acción de gracias entrelaza las maravillas de la naturaleza y las de la gracia, que culminan en la obra de la salvación realizada por Jesucristo.

Su principal característica es la división del prefacio de alabanza en tres fases creación, Cristo, iglesia—, concluidas, respectivamente, por los tres versos del Sanctus en orden inverso al normal, tratando así de armonizar las tres aclamaciones con el respectivo contenido-motivación de la acción de gracias: por eso, cuando el sacerdote da gracias a Dios por las bellezas de la creación, los niños responden con el verso "llenos están los cielos y la tierra de tu gloria, hosanna..."; cuando declara a Dios la gratitud porque nos ha enviado a su Hijo, los niños proclaman entonces: "Bendito el que viene en nombre del Señor, hosanna...", y cuando la alabanza se reconoce unida a la de toda la iglesia, la peregrina y la celeste, por la comunión que hay entre los santos, los niños aclaman: "Santo, Santo, Santo es el Señor...".

Es de notar cómo la disposición de este último bloque del prefacio ha anticipado aquí felizmente el recuerdo de los santos, y no hacia el final de la plegaria, en la perspectiva escatológica, como en las otras plegarias. Por eso mismo, la mención del papa y del obispo propio que se hacen en este contexto no tienen la forma de una intercesión "por ellos", sino de orar "con ellos" (sentido de comunión de los santos), como decía el Canon Romano: "una cum famulo tuo...".

Sorprendentemente no se nombra al Espíritu Santo en la epíclesis de consagración de los dones; quizá por hacer un tránsito más directo y sencillo al relato. Resulta, de todas formas, más abstracta su expresión "impersonal". Algunas traducciones (por ejemplo, italiana) han corregido, explicitando al Espíritu.

El relato de la institución asume un lenguaje descriptivo, sencillo y concreto.

Se introduce una novedad en la aclamación del memorial, que afecta a las tres plegarias de niños, y cuya razón se explica en los Praenotanda (n. 3): después del relato, y antes de las palabras del mandato "haced esto...", se añade, en tono aún de relato: "Y les dijo también". Y, además, el sacerdote anticipa por su parte las palabras del memorial; y sólo después de que él ha hecho la conmemoración del misterio pascual de Cristo cantan los niños la aclamación. Se quiere así hacer ver el nexo de "obediencia" que nuestra celebración tiene con respecto al encargo de Jesús. Y también se quiere motivar más de cerca la aclamación-memorial de los niños, haciendo que el presidente haya explicitado ya el contenido de la misma 41. Tal aclamación, por otro lado, es nueva, con un talante de expresión de fe en el misterio pascual salvador de Jesucristo.

Es llamativo el carácter afectuoso, humano y concreto de las intercesiones, que permiten incluso nombrar a padres, amigos, etc., según parezca oportuno.

La plegaria concluye, antes de la doxología final habitual, en correspondencia con su inicio tras el diálogo introductorio del prefacio: allí comenzó con el deseo, manifestado ante al Padre, de "aclamarte y expresarte nuestra admiración"; y ahora concluye: "Viendo todo lo que haces por medio de tu Hijo, nos quedamos admirados y de nuevo te aclamamos". Este binomio de términos, que como un paréntesis abre y cierra esta plegaria, expresa toda la tónica y objetivo de ella: provocar un sentimiento de admiración, favoreciendo así la participación interna de los niños, e inducir la aclamación como expresión de tal sentimiento, secundando y posibilitando su participación externa, comunitaria y activa.

Por sus peculiares características es ésta una plegaria apta para niños que inician su experiencia en la vida eucarística.

• La plegaria eucarística II "para misas con niños". La idea central de esta plegaria es celebrar el amor que el Padre nos ha manifestado a lo largo de la historia de la salvación (prefacio), que Jesucristo nos ha enseñado con su vida y con su entrega (postsanctus, relato y memorial), y que el Espíritu derrama en nuestros corazones, construyendo la iglesia (epíclesis de comunión e intercesiones).

El prefacio, articulado por la triple repetición de la aclamación "gloria a ti, Señor, porque nos amas"; proclama la alabanza al amor de Dios desde la triple manifestación de su amor: la creación del mundo, el don de su Hijo y la reunión en la iglesia.

El postsanctus establece un acertadísimo puente de tránsito hacia la epíclesis de consagración de los dones y el relato de la cena. En concreto, es una alabanza proyectada hacia Jesucristo, intentando glosar el último verso del Sanctus, "Bendito el que viene...": por un lado, con un lenguaje concreto y sencillo, muestra a Jesucristo como modelo y fuente del amor a Dios y a los hombres, preparando ya así el tránsito al relato de la cena, como gesto supremo de su amor; por otro lado, concluye con su promesa del Espíritu, cuya misión y obra describe con sencillez el texto, preparando así con fluidez su invocación sobre los dones. Y, para redondearla, concluye esta ejemplar pieza de transición con la repetición aclamada del verso del Sanctus glosado en ella.

Es típico de esta plegaria que dentro del relato, tanto después de la consagración' del pan como después de la del vino, los niños aclamen cantando la entrega de Cristo. Los mismos Praenotanda lo interpretan como un toque meditativo comunitario del misterio eucarístico (n. 24). Se trata de una auténtica profesión de fe, derivada de las palabras de Jesús, que expresan en este momento el sentido de la cena y de la cruz: "Señor Jesús, tú te entregaste por nosotros".

El memorial recuerda el misterio pascual y su significado para nosotros hoy ("sacrificio que ahora te ofrecemos") en un lenguaje bíblico llano y simple (cf Ef 5,2).

La segunda epíclesis invoca al "Espíritu de amor", como fundamento de la comunión eclesial. Tal comunión se desarrolla oracionalmente en tres niveles: el pueblo que peregrina en la tierra con sus pastores; la mantenida con los difuntos por los que rogamos, y la que nos vincula a los santos del cielo, con quienes esperamos ser reunidos. La triple aclamación que jalona estas intercesiones explicita y ratifica el contenido eclesial de ellas: "Que todos seamos un solo cuerpo para gloria tuya".

Es una plegaria adecuada para niños de confirmación y niños que ya tienen una cierta práctica de celebración.

• La plegaria eucarística III `para misas con niños': En cuanto al contenido característico de esta plegaria, se da ya una progresión respecto a las anteriores: no se proclama sólo la historia de la salvación o el amor de Dios, sino que se incluyen referencias continuas también a nuestra misión dentro de esa historia y a nuestras actitudes concretas ante el amor de Dios: o sea, nuestras respuestas de fe a la acción de Dios, que han de conformar nuestras relaciones con el mundo y con los demás.

La característica específica de esta plegaria es que, como aconsejan los Praenotanda (n. 25), admite variantes, según los tiempos litúrgicos: en el prefacio, dando gracias al Padre por el don que especifica para nosotros hoy la fiesta; en la prolongación del prefacio, ampliando lo que Cristo Jesús significa para nosotros en el contexto del misterio que de él recordamos ocasionalmente, y en la segunda invocación epiclética, especificando lo que el Espíritu quiere obrar en nosotros como fruto y en el sentido de la celebración del día. Son variantes que quieren dimensionar, pues, el misterio que celebramos, según la impronta del tiempo litúrgico, en su sentido trinitario.

En la conclusión a todas las variantes cristológicas del postsanctus atribuye la reunión eucarística a Cristo, "porque quiere que hagamos lo mismo que él hizo con sus apóstoles". Nos introduce así directamente en el relato. Por eso, la primera epíclesis resulta una interpolación que, de hecho, no existe en la traducción latina. En las versiones actuales no se ha querido, sin embargo, prescindir de esta epíclesis de consagración, que resulta sencilla, escueta y sin mención del Espíritu para no romper demasiado la dinámica expresiva y lineal de la anáfora.

El relato es muy similar al de la PE II del Misal.

El memorial está más desarrollado y prolongado de lo habitual. En él quedan primeramente globalizadas la ofrenda del sacrificio de Cristo por parte de la Iglesia y nuestra unión a tal ofrenda. Luego prolonga la memoria periódicamente, según los modos de hacerse presente y patente la pascua de Jesús: el pasado de su muerte y resurrección (históricamente); su presencia viva hoy entre nosotros (sacramentalmente), y la proclamación de su venida futura en gloria (escatológicamente). Cada una de estas etapas de la presencia eficazmente salvadora de la pascua de Cristo (realización histórica, actualización-participación sacramental y consumación gloriosa) es marcada por una misma aclamación, donde los niños pueden sentir y expresar el carácter de alabanza y agradecimiento de toda la plegaria, como respuesta a la salvación operada por Dios en la pascua de Jesús, y de la que la eucaristía es memoria proclamada, presencia celebrada y anuncio gozoso, como prenda anticipadamente gustada: "Señor, tú eres bueno, te alabamos, te damos gracias".

En la segunda epíclesis, la comunión con el cuerpo de Cristo, a que nos ha llamado el Padre y a la que nos lleva la reunión en el Espíritu, es concebida como fuente del dinamismo para la vida cristiana.

El contenido y talante de esta tercera plegaria supone ya unos niños acostumbrados a la celebración y capaces de opciones responsables. Es, en particular, recomendable su utilización en los tiempos fuertes del año litúrgico, dada su posibilidad de variantes oportunas.

3. LAS DOS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS "SOBRE LA RECONCILIACIÓN": DOS TEMATIZACIONES DEL MEMORIAL. Si con la formulación de las tres plegarias "para misas con niños" se pretendía una adaptación a las condiciones de la asamblea, con estas dos plegarias eucarísticas "sobre la reconciliación", que se publicaron junto a aquéllas, se pretendía sintonizar la eucaristía con un acontecimiento eclesial significativo: el año santo de 1975. En las mismas condiciones que aquellas de los niños, fueron aprobadas estas dos plegarias, tematizadas desde la perspectiva que ofrecía el tema de la reconciliación, que conformaba doctrinal y espiritualmente la celebración del año santo. Pero de tal modo que se pudiese extender su uso también a todas las celebraciones donde el rasgo de la reconciliación o la penitencia fuese particularmente significativo

Dentro, pues, de la sustancial unidad temática y de estructura, ambos textos sostienen tono y colorido diverso: el primero impacta los elementos peculiares de la anáfora eucarística con oportunos reflejos de la doctrina bíblica sobre la renconciliación. En ellos es contemplado el proyecto de reconciliación que Dios ha desarrollado en la historia salvífica; el segundo expresa el memorial eucarístico en el lenguaje de las experiencias concretas de división y reconciliación que se comprueban entre los hombres de nuestro mundo. En ellas es reconocida y celebrada la actuación reconciliadora de Dios.

Como notas ejemplares de estas plegarias podemos resaltar:

a) Manteniendo una estructura fiel a la sancionada por la reforma conciliar, el tránsito de un elemento a otro sostiene un desarrollo lineal, y de tal congruencia que no da nunca la impresión de un conjunto de oraciones yuxtapuestas, sino de una sola prez, donde se van explicitando paulatinamente los cuatro componentes esenciales de la plegaria: alabanza, memorial, acción del Espíritu y súplica. Estas sustanciales formas de oración corren a lo largo de toda la plegaria, entrelazándose sin cesar, como las diferentes voces de una partitura: cada una toma oportunamente la voz cantante, mientras las demás siguen modulando el acompañamiento y permitiendo, a su tiempo, la entrada dominante de otra voz.

b) Utilizando el tema de la reconciliación-paz-unidad como motivo central de la historia salvífica y como clave hermenéutica donde se contempla la obra y persona de Cristo, configura la plegaria sin dañar el contenido específico de ella en cada uno de sus elementos. Con ello presenta la perspectiva de la reconciliación como capaz de dar vida a una anáfora, iluminando así con singulares y nuevos acentos algunos aspectos de la insondable riqueza del misterio, del cual la eucaristía es memorial.

c) Teniendo presente el drama humano de la división y la discordia, lo mantiene sólo como telón de fondo, para poder resaltar mejor los rasgos del amor de Dios por nosotros. Deja así espacio a una celebración entusiasta y sugestiva de la obra divina, de tono ideal. La inspiración eucarística y festiva constituye siempre el alma más profunda de la anáfora, porque ello es lo que le permite penetrar en la contemplación del plan del amor gratuito de Dios por nosotros"

• La plegaria eucarística I "sobre la reconciliación': Con un sabio lenguaje bíblico °', esta plegaria gira en torno al tema de "la alianza nueva establecida definitivamente por Jesucristo, como fuente de reconciliación con Dios y con los hermanos".

El prefacio abre la alabanza, confesando la iniciativa divina del perdón y la reconciliación, que Dios ofrece al pecador para que "se acoja con confianza a su clemencia". Luego lo confirma, reconociéndolo en la actuación de Dios en la historia de su alianza: establecida por él, rota muchas veces por el hombre, la ha establecido de un modo nuevo y definitivo por medio de Jesucristo, para unirse en él a la humanidad y unir así más fuertemente a todos los hombres consigo; y vuelve a ofrecerla "ahora" a su pueblo, animándolo en Cristo con la fuerza del Espíritu Santo.

Ante esta propuesta de Dios, el hombre no aparece pasivo: la ha de acoger, encaminándose hacia su experiencia singular en "la entrega al servicio de todos los hombres".

De esta forma, el prefacio introduce a los celebrantes en la invitación a la alabanza coral del Sanctus, como respuesta gozosa a la invitación actual (sacramental y ocasional: "Ahora mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y reconciliación") del amor de Dios.

Cabe hacer notar también cómo el misterio trino de Dios es cantado en esta clave histórico-salvífica de la alianza establecida por el Padre, realizada por Jesucristo y obedecida en el Espíritu.

El postsanctus repite sintéticamente el reconocimiento de la iniciativa y fidelidad perpetua de Dios en su oferta de salvación, proclamada en el prefacio, y prolonga expresivamente la aclamación de la santidad de Dios del Sanctus, poniéndola en relación directa con la santidad del hombre: es decir, manifestada en su llamada y concurso permanente a la santificación del hombre (cf Mt 5,48: "Sed santos, como vuestro Padre celestial es santo"). Resulta así explicitado lo que sólo es aludido en las plegarias II y III del Misal.

La epíclesis consecratoria toma pie de ese interés gratuito de Dios por la santificación del hombre para suplicarle la fuerza de su Espíritu sobre los dones, manifestando así su amor paterno. De ahí que no sólo los dones, sino también los oferentes, son motivo para la invocación del Espíritu.

El relato de la cena va precedido por un párrafo introductorio que sirve de transición y tematización oportuna: tomando pie también del reconocimiento de la persistencia con que Dios procura la santificación del hombre, confesada en el postsanctus, lo glosa y concreta en el amor mostrado en "la entrega de su Hijo en nuestras manos" para establecer su alianza definitiva y hacernos así capaces "de volver a él". De esta forma, el relato queda encajado en el contexto temático de esta plegaria: la pascua de Cristo es celebrada como lugar de la reconciliación del hombre con Dios y signo de alianza eterna. Por otro lado, como elemento de unión estructural, queda ensamblado con el prefacio y la epíclesis precedentes. Además, al evocar la cruz como signo de la alianza (con una imagen similar a la recogida en la PE II de la tradición de Hipólito), conecta muy bien la entrega sacrificial de Cristo, la cena y la eucaristía precisamente en este momento de la celebración. También antes de la consagración del vino volveremos a escuchar un oportuno eco de esto al presentar la reconciliación como fruto de "su sangre derramada en la cruz".

El memorial es celebrado como "nuestra pascua y nuestra paz definitiva" (cf Ef 2,14), que es una forma de expresar la pascua como nuestra "reconciliación" decisiva. Reconciliación que es efectuada precisamente por la oblación eucarística: pues "al celebrar la muerte y resurrección de Cristo" (memoria del pasado) "en la esperanza del día feliz de su venida" (en tensión hacia el futuro), "te ofrecemos a ti, Dios verdaderamente fiel (actitud en su alianza), la hostia que reconcilia a los hombres en tu gracia" (oblación presente santificadora). Y es precisamente esta actualización sacramental la que nos permite `participar del único sacrificio de Cristo, que es fuente de la reconciliación y comunión, para la que pedimos al Padre la fuerza de su Espíritu en la epíclesis de comunión que sigue: tal epíclesis, compuesta en paralelo con la primera epíclesis sobre los dones y con el misterio cantado en el prefacio, se apoya en la "llamada del Padre" a unirse a él (reconciliación con Dios) por la 'Participación en el sacrificio de Cristo'' (celebración eucarística), a fin de que los concelebrantes formen, "por la fuerza del Espíritu Santo, un solo cuerpo, en el que no haya ninguna división" (reconciliación con los hermanos en la iglesia).

Esta reconciliación, situada ya en clave eclesial, nos dispone para continuar sin ruptura con la plegaria de intercesión por la iglesia: ésta se centra en la idea de comunión invisible ("de mente y corazón") y visible ("con el papa y nuestro obispo") en la aspiración a consumarse junto a los santos del cielo y a nuestros hermanos difuntos.

Y puesto que para efectuar esta comunión se invocó la fuerza del Espíritu Santo en la precedente epíclesis, se subraya ahora la efectiva colaboración del hombre en la "preparación de la venida de su reino, hasta que estemos junto a él, santos entre los santos del cielo". Así, el camino de la vida cristiana que alimenta la eucaristía es un crecimiento en la comunión con Dios y con los hermanos: es una forma de dejar abierto el camino hacia la comunión eucarística.

Concluye con la visión gloriosa de la humanidad redimida, que "canta la acción de gracias a Cristo, que vive eternamente": se insinúa, pues, que nuestra eucaristía es anticipo y prenda de la eucaristía ("acción de gracias") definitiva. La plegaria termina así remitiéndonos a la tarea de la reconciliación en nuestra vida, bajo el sentido y el impulso de su consumación escatológica.

La plegaria eucarística II "sobre la reconciliación': Con un lenguaje existencial y descriptivo de las situaciones que conforman nuestra experiencia actual en el mundo, esta plegaria quiere celebrar "el camino que Dios nos ha,abierto en la entrega de Jesucristo para alcanzar la paz auténtica".

"En el seno de nuestra humanidad, aún desunida y desdichada", el prefacio canta los deseos y esfuerzos por la paz y concordia, que se comprueban entre los hombres, como "obra del amor de Dios", reconociendo en ellos "el trabajo de su Espíritu en el corazón de los hombres": él estimula continuamente hacia el amor y la reconciliación.

El postsanctus invoca al "Dios del universo", como eco de la primera aclamación del Sanctus; y luego deriva del "bendito el que viene en nombre del Señor", para explicitar a qué ha venido, evocando la obra de la reconciliación: esta reconciliación efectuada por Jesucristo es descrita asumiendo los esfuerzos de los hombres por la paz descritos en el prefacio, pero superándolos radical y absolutamente. Y pasa entonces a proclamar por qué Cristo ha venido a ser "nuestra paz": el amor del Padre lo ha entregado en sacrificio, como lugar de retorno a él y fuente de paz con él y entre los hombres. Y así concluye lógicamente que también nosotros podemos "ahora" (actualización eucarística) "celebrar, como motivo de acción de gracias, el misterio de la reconciliación que él nos ha obtenido" con su sacrificio. De esta manera queda la vía explícita para introducir el relato-memorial como cumplimiento del mandato de Cristo, que entraña en su movimiento la epíclesis de consagración y permite establecer la unidad entre el prefacio y su prolongación, por una parte, y la narración de la institución, por otra.

El relato se describe en un ambiente y de una forma original: en la ofrenda de Cristo, vivida y celebrada en la acción de gracias al Padre, se actualiza la verdadera liberación. La cena se pone así en estrecha relación con el sacrificio de Cristo, entendido como causa de nuestra liberación. El rasgo de la misericordia del Padre, como motivo de la acción de gracias de Cristo al tomar "la copa de la bendición entre sus manos", resalta elocuentemente la actitud fontal de la reconciliación divina y de toda reconciliación.

El memorial está inspirado en la conciencia del inmenso don recibido de la "bondad del Padre" ("esta ofrenda que viene de ti") y del amor de su Hijo: la propia ofrenda eucarística como sacrificio de reconciliación. Por eso, como respuesta agradecida a este don, le pedimos que nos acepte "con su Hijo amado". Así, la reconciliación con Dios en Jesucristo es expresada ligando la ofrenda de Cristo y la de los cristianos en un mismo movimiento ascendente, que quiere ser respuesta al don celeste recibido de Dios. Es el doble movimiento por el que Dios se da al hombre y el hombre a Dios, en Cristo Jesús, para consumar su sacrificio en la reconciliación y en la comunión.

Restablecida, pues, la reconciliación con Dios por el don sacrificial de Cristo, se pide en la segunda epíclesis el don del Espíritu por la comida eucarística, para que, "haciendo desaparecer todas las causas que nos dividen" (eco de la función pacificadora atribuida al Espíritu en el prefacio), podamos reconciliarnos con los demás en la comunión de la iglesia, por la fuerza de su caridad. Así podrá hacer de su iglesia "signo visible de unidad y servidora de la paz": expresiones ambas tomadas del Vat. lI (SC 47 y GS 77). En ello se centra y concreta la aspiración que da forma a la intercesión por la iglesia de esta plegaria. La intención de la epíclesis y la del ruego por la iglesia han quedado perfectamente fundidas, identificadas y abiertas al sentido de la comunión del cuerpo y la sangre del Señor. Esto se profundiza aún más en la aspiración escatológica que concluye el texto de esta plegaria para la eucaristía: ésta es presentada, como prefiguración de la bienaventurada paz futura, en los términos de una conciliación universal de hombres de toda lengua y nación, de toda raza y cultura, compartiendo el único "banquete del reino". Así, la "reunión" y "comunión" en torno a la mesa de Cristo, que aquí celebramos, son anuncio y pregustación de la reconciliación definitiva adquirida por nuestro Señor, e impulso y sentido de la tarea a que ella nos destina en nuestro peregrinar creyente.


III. Conclusión: Plegarias para celebrar en nuestro caminar creyente

Estas plegarias subrayan el interés por centrar la acción de gracias en Cristo y en el amor quc lo ha conducido a la pascua. Inspirándose, por otra parte, en la reforma conciliar, es relevante la presencia de referencias a textos bíblicos y a la percepción de la historia salvífica; pero una historia de salvación que continúa hoy en sus efectos liberadores. En este sentido se intenta conectar con la valoración del mundo actual y sus exigencias, según la visión ofrecida por el concilio en la Gaudium et spes. Es el deseo de sintonizar el espíritu vertical de la liturgia con el horizontalismo de las preocupaciones y búsquedas del hombre de nuestra sociedad. Por eso, la atención al valor histórico-salvífico de la fe se actualiza en la celebración con la marcada presencia de acentos que pertenecen a nuestro caminar creyente en nuestra historia concreta, a fin de que en ella vayamos creciendo en el sentido y a la medida del don de Cristo.

M. Carmona García