NIÑOS
NDL


SUMARIO: I. Los niños en la situación actual - II. El "Directorio": 1. Significado y finalidad del documento; 2. Valor jurídico; 3. Contenido; 4. Participación y exteriorismo; 5. Participación y expresión; 6. La familia - III. Las adaptaciones de la celebración - IV. El "Leccionario" y las plegarias eucarísticas: 1. El Leccionario; 2. Las plegarias eucarísticas: a) Plegaria eucarística primera, b) Plegaria eucarística segunda, c) Plegaria eucarística tercera - V. Conclusión.


I. Los niños en la situación actual

El mundo de hoy se caracteriza por un evidente pluralismo cultual e ideológico; de aquí se sigue una notable variedad de horizontes y de valores, que se imponen a los niños en la familia y en la escuela, a través del cine y, sobre todo, a través de las revistas infantiles y la televisión. Se trata de visiones del mundo sumamente heterogéneas, con las que muy pronto se tiene que encontrar el niño.

Precisamente por tratarse de visiones del mundo heterogéneas, el niño aprende pronto a no ser puramente receptivo y pasivo. Aprende a elegir; debe adoptar una actitud personal, madurando a base de decisiones frecuentemente implícitas y a veces inconscientes.

Para el niño, precisamente por obra del pluralismo existente, ser cristiano no puede consistir en adoptar simplemente la religión de todos dejándose llevar de la costumbre. La formación del niño de hoy no va de ningún modo por esos caminos; ni siquiera puede ser así en el ámbito de la fe. Si consideramos seriamente lo que los niños, a su nivel, muestran en sus actitudes, debemos admitir que son capaces de compromiso y de opciones personales. Tienen la capacidad de responder a la llamada del Señor con una fe viva y con una activa y consciente participación en los sacramentos. Aunque vivan en diálogo con la familia y con el mundo de los adultos en general, los niños forman un mundo del tgdo particular. Hablan y reaccionan diversamente con concepciones propias de su edad y de su generación; podemos decir que tienen su vida propia. El niño, por tanto, debe ser considerado en sí mismo por lo que ya es, y no sólo por lo que llegará a ser. En efecto, las ciencias humanas ya no aceptan la definición de niño como un adulto in fieri aunque la psicología científica tienda con frecuencia a considerar al niño según los criterios del adulto'. Además, debemos decir que los niños viven y reciben los cambios de la sociedad mucho más que los adultos. Su modo de ver las cosas es decididamente nuevo: participan de una cultura nueva. Por muy integrado que esté en un contexto familiar bien definido y de gran importancia para su formación, el niño de hoy no es reducible a la familia o al ambiente del que forma parte.

Por lo que se refiere a la celebración litúrgica, se debe tener presente que los niños, miembros ya de la iglesia por el bautismo, forman parte por derecho de la asamblea litúrgica; se trata, por tanto, de buscar el modo de participación que les permita insertarse plenamente. Con más exactitud, se trata de hallar el itinerario adecuado a los niños y los caminos de acceso a una participación activa y consciente en la liturgia. La iglesia es el sacramento universal de salvación en que cada uno encuentra su propio papel: por eso reconoce y respeta la realidad de la actual situación de los niños y atiende a esta situación con un documento a propósito, el Directorio para las misas con niños (= DMN).


II. El "Directorio
"

Este documento se dirige a los niños que no han entrado todavía en la preadolescencia, o sea, de los siete a los doce años aproximadamente.

1. SIGNIFICADO Y FINALIDAD DEL DOCUMENTO. Este acto de la reforma litúrgica se refiere a la celebración eucarística en la que intervienen también los niños. Debe sufrir todas las adaptaciones necesarias para que se dé una celebración activa, consciente y fructuosa por parte de los niños (DMN 1; 3; 12; 55). Por tanto, se trata de un documento que quiere regular y guiar la creatividad al respecto, para que la celebración pueda explicitar su propia eficacia formativa (SC 33), y así,permita participar en el misterio de la fe por los ritos y la oración (SC 48). La participación de la celebración eucarística debe estar motivada por el valor mismo que toma la celebración en la vida del niño; no puede hallar su primera justificación en una norma externa, aunque esté sancionada y determinada por la autoridad eclesiástica y familiar. Si no es así, la crisis de las normas, que acompaña a la llegada de la adolescencia, arrastrará también la celebración eucarística, dando lugar al conocido abandono masivo. Por el contrario, una buena iniciación al misterio cristiano permitirá un desarrollo armónico de la fe del niño hacia una dimensión plenamente adulta, dado que "la psicología moderna demuestra con qué profundidad marca a los niños la experiencia religiosa de la infancia y de la niñez en virtud de la especial receptividad religiosa de que ellos gozan" (DMN 21). Se trata de adaptar la celebración a la capacidad de participación de los niños, pero esto no significa crear una liturgia infantil. Adaptación significa, para salir de la ambigüedad del término, individualizar y potenciar los elementos comunes a la experiencia del adulto y del niño. Este principio vale tanto para la liturgia eucarística cuanto para la liturgia de la palabra; de lo contrario "es de temer algún daño espiritual si los niños en la iglesia realizan una y otra vez cosas que apenas entienden" (DMN 2).

2. VALOR JURÍDICO. El DMN es un documento litúrgico particular, puesto que no contiene rúbricas o textos litúrgicos. Quiere ser una suma de principios e indicaciones que, guiando la creatividad, generen una verdadera adaptación del MR. El documento no puede considerarse un mero subsidio litúrgico pastoral, dado que se presenta "como suplemento" a la Ordenación general del Misal Romano (DMN 4). Por lo tanto, tiene el mismo valor jurídico y teológico que el MR.

3. CONTENIDO. El DMN se divide en una introducción y tres capítulos. El primero trata de los criterios generales para llevar a los niños a la celebración eucarística; el segundo examina las misas, sobre todo dominicales y festivas, en las que toman parte los niños junto con los adultos, que son mayoría; el tercer capítulo, más amplio y detallado, trata de las misas con niños cuando hay sólo pocos adultos. La asamblea, antes que 'receptora, es la celebrante de la acción litúrgica. Sobre este dato de eclesiología eucarística se basa el Directorio para afirmar que "la eucaristía es siempre acción de toda la comunidad eclesial; por eso es de desear la participación al menos de algunos adultos", puesto que no es pensable la autosuficiencia de los niños a nivel celebrativo; los adultos intervendrán "no como vigilantes, sino como orantes y que ayuden a los niños cuando sea necesario" (n. 24). En consecuencia, la asamblea no debe ser demasiado numerosa: "Cuando el número de los niños que celebran juntos la eucaristía sea excesivo, resultará más difícil conseguir una participación atenta y consciente" (DMN 28). Podemos concluir que no nos parece estar de acuerdo con estas normas el esquema celebrativo de la llamada misa con niños, que consiste en reunir a todos los niños de la parroquia en una única celebración, dirigida por algunos adultos con funciones de asistentes.

4. PARTICIPACIÓN Y EXTERIORISMO. Con la preocupación de formar a los niños para la celebración de la eucaristía con soltura y alegría, el DMN sugiere hacer activos a los niños dándoles diferentes tareas y papeles. Pero como es siempre posible que una participación exterior esté disimulando la ausencia de adhesión interior, el DMN se preocupa de educar para la interiorización a través de los medios expresivos. Aun a su modo, los niños son verdaderamente capaces de meditar (DMN 37); y por eso se insiste en el sagrado l silencio como parte constitutiva de la celebración (DMN 22; 37), para no dar excesiva importancia a la acción exterior. El exteriorismo es un peligro siempre presente y no hay un método pedagógico que pueda obviarlo. Las acciones externas quedarán sin fruto, más aún, serán nocivas, si no sirven para la participación interior (DMN 22; 29). Frente a toda acción que se les proponga a los niños como participación activa, es necesario preguntarse qué fruto de participación interior se pretende obtener. La fe, sobre todo la del niño, es siempre un misterio personal que escapa a toda valoración. A priori no se puede pretender que a determinado gesto o acción corresponda necesariamente una determinada actitud de fe. Los símbolos no son unívocos ni siquiera para los niños.

5. PARTICIPACIÓN Y EXPRESIÓN. El aburrimiento es otro peligro explícitamente indicado (DMN 27). Este lleva al niño a la incomodidad, que después se proyecta sobre la celebración, frente a la que nacen mecanismos de defensa que pueden llegar a la aversión. Y de la aversión puede originarse el dejar-de-creer en la utilidad personal, y por tanto en el valor, de la celebración eucarística. Este camino parte del aburrimiento y desemboca en el juicio existencial de valor negativo: no se trata de un itinerario puramente hipotético, si queremos enfrentarnos al fenómeno de los creyentes no practicantes desde el punto de vista de la liturgia. Para evitar que suceda esto, es necesario que los adultos no abandonen a los niños a sus propias fuerzas, sino que participen con ellos activamente en la liturgia. En esta comunión y unidad de acción se comunica y transmite el valor del misterio que celebramos juntos; buscar la verdad de la asamblea significa buscar la verdad del signo fundamental de toda acción eclesial, y frente a la verdad del signo no puede nacer ese desinterés que desemboca en el rechazo. Es sobre todo válida para la iniciación la afirmación que dice que la iglesia se construye con el testimonio recíproco.

Adaptar la celebración significa crear un estilo de celebración que permita a los niños sentirse miembros de la asamblea con pleno derecho, y por tanto actores de la celebración. Considerada la naturaleza de la liturgia, acción de todo el hombre, y considerada también la psicología de los niños, el DMN manda favorecer al máximo la participación a través de los gestos y actitudes corporales (nn. 22; 33; 34). Esto vale también para los elementos visuales (nn. 35-36) y musicales (nn. 31-32), puesto que el niño es más sensible que el adulto a la expresión simbólica. El niño piensa con todo su ser; todo su cuerpo está concentrado en el pensamiento: los músculos, los miembros y la misma posición del cuerpo. Bajo la guía de una atenta presidencia, es necesario dejar libre la expresión verbal y no verbal de los niños. Esto significa hacerles posible un lenguaje que supera lo que ellos han comprendido intelectualmente: el niño, expresándose, se hace, y "regiones áridas de su ser empiezan a vivir"'.

El medio que hace al niño capaz de entrar en el mundo de los símbolos es la expresión. La expresión simbólica vivida en plenitud libera las energías profundas, crea una nueva síntesis entre los diferentes niveles de la personalidad y abre eficazmente nuevos espacios al encuentro en el otro. Así entendida, la expresión no es un fin en sí misma o un simple medio de comunicación; se hace anamnesis, en cuanto que está orientada a la celebración del misterio de salvación. Por fin, el DMN señala el peligro de dar a la misa una índole excesivamente didáctica (nn. 13; 23), puesto que el modo más usual que tiene el adulto de acercarse al niño es el de la enseñanza y la exhortación moral.

6. LA FAMILIA. La formación litúrgica y eucarística no debe separarse de la educación general, humana y cristiana (DMN 8); por tanto, la 1 familia adquiere un relieve determinante en este camino litúrgico (DMN 10). Para que esto sea posible, es necesario que la familia encuentre en la comunidad cristiana, sobre todo la parroquial, esa válida inserción formativa que permite una celebración del misterio más profunda en virtud del más amplio contexto eclesial. La familia es determinante cuando se trata de hacer experiencia de los valores humanos y cristianos contenidos en la celebración, pero sobre todo en la formación para la oración, que ha de tener lugar gradualmente, compartiendo los diversos momentos (DMN 10). La capacidad de participación en la eucaristía está directamente relacionada con esta formación previa en la oración; la experiencia demuestra que los momentos de mayor dificultad en la misa con niños son los momentos de oración, y sobre todo la anáfora. Y esto no depende de los temas o del texto de la anáfora, sino de la escasa formación para la oración.

El Directorio establece que el significado de la misa está comprendido a través de los principales ritos y oraciones, y se refiere en particular a la oración eucarística y a las aclamaciones con que los niños toman parte en ella (n. 12). Podemos sugerir que las anáforas para niños entren en las familias como instrumento privilegiado de catequesis y formación para la oración, creando así un nexo preciso entre celebración eucarística y formación para la oración. Para subrayar este importante nexo, el DMN favorece decididamente las misas en que participan los niños junto a sus padres y otros miembros de la familia (n. 20).


III. Las adaptaciones de la celebración

Se proponen las adaptaciones para las misas en las que intervienen los niños reunidos en grupos poco numerosos junto a algunos adultos (DMN 28). Ha de tenerse presente que estas celebraciones deben llevar gradualmente a los niños hacia las misas de adultos, sobre todo hacia aquella en la que la comunidad participa los domingos (DMN 21); se trata, por tanto, de liturgias de iniciación, hecho éste bastante nuevo, dado que en la tradición cristiana la misa con la mistagogia representa no una etapa de acceso, sino el término y la conclusión de la iniciación. De todas formas se imponía un cambio por el estilo.

La primera adaptación se refiere al rito inicial de la misa, del que se puede omitir algún elemento para dar mayor relevancia a otros; esto se debe a la excesiva abundancia de ritos prevista por el ordinario de la misa (DMN 40).

Nunca debe faltar la lectura bíblica, aunque, si se puede, debe ser adaptada a las capacidades de los niños tanto en lo referente al número cuanto a la extensión de las perícopas. En caso de que hubiera una sola lectura, ésta debe tomarse del evangelio (DMN 41-43). El Leccionario Romano sigue siendo normativo, pero se permite tomar las lecturas directamente de la biblia si los textos del día se consideran poco adecuados. Obedeciendo a la norma del Directorio, la CEE ha preparado un Leccionario adecuado como subsidio litúrgico-pastoral, que, sin embargo, no dispensa al pastor de su tarea de juicio y elección de los textos más adecuados. Esta elección obedece al criterio de la cualidad más que al de la cantidad: no se sigue de ello que una lectura breve sea preferible a una larga, o viceversa; es de gran utilidad pastoral el criterio de juicio que se propone: "Todo depende de la utilidad espiritual que la lectura pueda aportar a los niños" (DMN 44). Como servicio a la comprensión de la palabra de Dios tienen gran importancia las moniciones y la didascalía, de modo que los niños lleguen a asimilar cada vez más el texto sagrado, fuente de conversión.

Antes de llegar a las misas con los niños es oportuno tener verdaderas celebraciones de la palabra de Dios, para respetar el principio de la gradualidad, que exige la correspondencia entre la progresiva evolución espiritual de los niños y las celebraciones litúrgicas en las que toman parte (DMN 14).

El principio de la eficacia espiritual vale también para la homilía, y por tanto puede pedirse a un laico que la haga, si el ministro ordenado no logra adaptarse a la mentalidad de los niños (DMN 24). Con los niños la homilía podría a veces convertirse en diálogo para implicar más a los participantes en la proclamación del misterio; pero esto no significa que la homilía se pueda transformar en una lección de catequesis o, peor todavía, cree un clima de tipo escolar. La homilía es una parte de la celebración y recibe de ella su especificidad. Durante la homilía es cuando pueden tener gran peso los elementos visuales, especialmente las imágenes y los dibujos hechos por los mismos niños durante la preparación de la misa (DMN 36). También tiene su valor la llamada dramatización; pero no es fácil de usar, y exige determinadas precauciones para que no quede en segundo plano de hecho en la estimación de los niños la lectura del texto bíblico.


IV. El "Leccionario"
y las plegarias eucarísticas

1. EL "LECCIONARIO". Las comisiones episcopales españolas de Liturgia y de Enseñanza y Catequesis han ofrecido a las comunidades cristianas de España un Leccionario para las misas con niños que fuese un instrumento útil y coherente con su proceso de educación en la fe. La existencia de este Leccionario, adaptado a los niños, está prevista en el DMN 43. Uno de los cuidados que la iglesia, siguiendo a su Maestro, debe prestar a los niños, es la iniciación en la celebración eucarística, en cuya doble mesa, de la palabra de Dios y del cuerpo de Cristo, están llamados a participar.

El Leccionario para las misas con niños ha sido elaborado con una finalidad principalmente pastoral: favorecer la participación plena y adecuada a su edad. Este objetivo general ha presidido los criterios seguidos al seleccionar y ordenar los textos: a) Siguiendo el año litúrgico, el Leccionario ofrece un formulario de lecturas para cada uno de los domingos de adviento, cuaresma —doble ciclo— y pascua. Completa este itinerario un elenco de lecturas para el tiempo ordinario y otro para las fiestas de los santos. El Leccionario incluye también formularios para misas de tema penitencial o eucarístico. Y además, el Leccionario contiene una introducción general a todo el año litúrgico y breves introducciones a los tiempos litúrgicos, que subrayan sus dimensiones bíblica, litúrgica y catequética. b) El Leccionario ha tenido presente el proceso catequético adoptado en el plan de los Catecismos para la comunidad cristiana publicados por la CEE para la infancia. c) Cada formulario consta de una primera lectura, un salmo responsorial, un verso del Aleluya y un evangelio. Se ha procurado que los textos guarden relación entre sí y permitan un tratamiento catequético y homilético orgánico y armónico dentro de cada tiempo litúrgico. d) Las lecturas del Antiguo Testamento suelen estar centradas en la figura de los personajes más importantes de la historia de la salvación. También hay primeras lecturas tomadas de pasajes sencillos de las cartas de san Pablo y de los Hechos de los Apóstoles. Los textos evangélicos están tomados de los Sinópticos, pero también están presentes las páginas fundamentales del evangelio de san Juan. e) El Leccionario contiene moniciones a la primera lectura, al salmo responsorial y al evangelio, procurando que las tres vayan desarrollando aspectos complementarios de un mensaje fundamental, a partir de los propios textos. f) Si las lecturas señaladas para un día determinado no van a ser captadas por los niños, se puede elegir otra lectura bíblica, con tal de que ésta respete el espíritu del tiempo litúrgico. g) El Leccionario está pensado para los domingos, aunque puede ser usado también en los días entre semana.

2. LAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS. Las anáforas son la parte más significativa de esta reforma verdaderamente singular, dado que la Congregación para el culto divino ha promulgado un texto que no debe traducirse tal y como está, sino que debe servir para inspirar la libre composición del texto anafórico directamente a la lengua viva; tan sólo este último es considerado texto litúrgico en sentido estricto. El texto latino determina la finalidad, la sustancia y la forma general de estas oraciones: será misión de cada una de las conferencias episcopales la creatividad suficiente para tener textos verdaderamente apropiados.

a) Plegaria eucarística primera. Sin caer en el infantilismo, es la oración más sencilla en cuanto a contenidos y lenguaje; muy lineal, comienza con la constatación de que la asamblea se ha reunido para la acción de gracias. La asamblea toma conciencia de sí misma. Viene a continuación la acción de gracias por la creación entera, y se enumeran "todas las cosas bellas y grandes" que son: la luz, la tierra y todos los hombres que la habitan. No es difícil ver aquí un influjo de la anáfora alejandrina de san Marcos. Esta enumeración concibe la creación como "signo maravilloso" del amor de Dios, y cada cosa se pone en relación con la realidad espiritual de la que es signo. Todo es referido a la alegría que hay en el corazón del hombre.

Esta primera sección de la anáfora se concluye con el Santo, que se divide a su vez en tres partes: cada una cierra un sector del texto.

Después viene la sección cristológica, que comienza con la alabanza al Padre por sus atenciones hacia el hombre, enumeradas en crescendo. El Padre es presentado como quien no olvida a nadie y, finalmente, manda a Jesús como salvador. Es interesante sobre todo la conclusión: Jesús es el que ha dado su vida por nosotros.

La tercera sección es eclesiológica, y se nombran las diversas categorías de personas con las que la asamblea está en comunión. La unión de toda la iglesia, celeste y terrestre, actúa como telón de fondo del último de los tres versículos del Santo.

La anáfora sigue con la introducción a la primera epíclesis, y se define así la acción que se efectúa: "Porque queremos mostrarte nuestro agradecimiento". Esto permite al niño entender toda la misa como eucaristía. Tras la narración de la institución tenemos la anamnesis, que sigue el modelo de las liturgias occidentales no romanas, las cuales frecuentemente se basan más en el haced esto que en el en memoria mía. Esta elección es particularmente feliz, dada la importancia que el hacer tiene para el niño.

La segunda epíclesis, con su sentido eclesiológico, lleva a las intercesiones, que se concluyen con el tema de la acción de gracias, que cierra la anáfora con la doxología.

b) Plegaria eucarística segunda. Se recomienda por su carácter dialogal. El texto está intercalado con las diversas aclamaciones que mantienen viva la participación de los niños, sobre todo si se cantan. Son aclamaciones de respuesta a la anáfora, que no pierde su carácter presidencial. Excepto el Santo y las aclamaciones después de la anamnesis, todas las demás aclamaciones son facultativas. El contenido teológico de esta anáfora coincide en gran medida con el del texto precedente. Un dato característico de fácil adquisición por parte de los niños es la mediación de Cristo en la oración de la asamblea.

c) Plegaria eucarística tercera. Es el texto más rico y variado, y por eso el más indicado para los muchachos más crecidos. Tiene un buen carácter dialogal por las aclamaciones en la segunda parte de la anáfora. Su característica está en la posibilidad de adaptarse al tiempo pascual. De hecho, nos hallamos frente a dos anáforas diversas, aunque construidas sobre un fondo común. El contenido teológico más relevante está en la teología del memorial, que aparece con toda claridad en la anamnesis.

Estas tres plegarias eucarísticas están todavía aprobadas ad experimentum "hasta que la Sede Apostólica no disponga otra cosa" (cf Carta circular de la S. Congregación para los sacramentos y el culto divino de 15 de diciembre de 1980, en RL 68/4 [1981] 558-559).


V. Conclusión

Ciertamente, se puede discutir sobre estas tres plegarias eucarísticas, sobre algunas opciones hechas, sobre otras soluciones que se habrían podido adoptar según modelos y experiencias conocidas de otras naciones. De todas formas, todo esto resulta precioso por el lenguaje fácil, por las aclamaciones introducidas, por la misma presencia de los elementos fundamentales de la oración eucarística, que facilita la inserción de los niños en la celebración normal. También es apreciable la pequeña variación de estructura (en relación al mandamiento de Jesús: Haced esto..., introducido por una frase de transición: "Y les dijo también", que subraya el carácter de anamnesis de la celebración eucarística.

No podemos creer que basten los nuevos textos bíblicos y eucológicos y las mismas posibilidades de adaptación introducidas por el Directorio para resolver el delicado problema de una participación activa y fructífera de los niños en la eucaristía. Pero este providencial y esperado desarrollo de la reforma litúrgica ciertamente ha situado mejor y facilitado un discurso más amplio de iniciación y formación litúrgica de los niños, para que ellos "con alegría puedan en la celebración de la eucaristía caminar juntos al encuentro de Cristo y estar con él en la presencia del Padre" (DMN 55).

[-> Familia; -> Formación litúrgica, IV, 1-2].

E. Mazza


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