IGLESIA Y LITURGIA
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SUMARIO: I. Introducción - II. Correlación entre eclesiología y liturgia - III. Iglesia y liturgia en el Vat. II - IV. La iglesia en la eucología: 1. La iglesia en el plan de Dios; 2. "Ecclesiae mirabile sacramentum"; 3. Una iglesia necesitada de purificación; 4. Liturgia e iglesia local - V. La iglesia en las celebraciones litúrgicas: 1. La iglesia reunida en asamblea; 2. La iglesia en oración; 3. La iglesia que celebra la eucaristía y los sacramentos - VI. Conclusión.


I. Introducción

Con sus ritos y sus palabras, con la unidad y multiplicidad de sus formas, la liturgia es una especial epifanía de la iglesia: expresión y realización de su misterio de comunión y salvación. Es sobre todo en las celebraciones litúrgicas donde más clara y eficazmente aparece la iglesia "como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG 1), "que manifiesta y a veces realiza el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45).

La constitución SC, en la introducción, incluso antes de llegar a definir la liturgia en el ámbito de la -> historia de la salvación, subraya una de sus propiedades esenciales: el manifestar la genuina naturaleza de la verdadera iglesia, el ser epifanía de la iglesia con sus características, aparentemente contradictorias, pero vitalmente unificadas en el plano del misterio, presentadas según una ley de subordinación que señala una jerarquía de valores. Al edificar día a día a los que están dentro de la iglesia para ser templo santo y al robustecer sus fuerzas para predicar a Cristo, la liturgia presenta a los que están fuera a la iglesia "como signo levantado en medio de las naciones, para que bajo él se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor" (SC 2).


II. Correlación entre eclesiología y liturgia

El tema es complejo y hasta sugestivo: aquí sólo podemos ahondar en alguno de sus aspectos para no entrar en el ámbito de otras voces [-> infra, VI]. Una mirada retrospectiva a la tradición nos va a servir para valorar un primer tratamiento sobre la correlación, constatable a lo largo de toda la historia del cristianismo, entre la eclesiología y la liturgia, entre el modo de comprenderse a sí misma y de realizarse la iglesia y el modo de comprender y realizar su liturgia, en especial la celebración eucarística.

A.L. Mayer-Pfannholz, que ha dedicado varios estudios a las relaciones entre el cambio de imagen de la iglesia y la historia de la liturgia, escribe acertadamente: "... existe siempre un destino común entre la iglesia y la liturgia; en ambos procesos históricos uno solo es el problema: cómo interpretan y viven los hombres de un determinado tiempo el misterio de Cristo y de su iglesia"'. Más recientemente, H. Fries ha intentado efectuar una síntesis sobre el desarrollo de la idea acerca de la iglesia en las diversas épocas hasta nuestros días. Este Kirchenbild es ante todo una representación vital, una idea expresiva de lo que la iglesia ha pensado ser o deber ser, pero también la figura concreta que en las distintas épocas ha presentado ella misma al observador, y presenta por tanto hoy al estudioso. Se da aquí una constante relación interactiva y confluencial entre los dos aspectos: la iglesia concreta se organiza conforme a la imagen que tiene de sí misma, se expresa exactamente en la concreción histórica de su actuarse y su formarse; mas, por otra parte, esta imagen que la iglesia tiene de sí misma depende de su figura histórica efectiva y de su realidad concreta'. Tal reflexión implica igualmente a la liturgia tanto en sus textos como en sus ritos.

No son pocas las fuentes de la tradición que pudieran documentar esa correlación entre eclesiología y liturgia: bastaría citar la relación iglesia local-celebración eucarística en la Didajé, en las cartas de Ignacio de Antioquía, en la Traditio apostolica de Hipólito, en el Itinerarium Egeriae; la iglesia como asamblea litúrgica en los escritos de san Cipriano de Cartago; la concepción de la iglesia subyacente en el Ordo Romanus primus; los presupuestos eclesiológicosde la formación y difusión del misal plenario en el medievo; la relación entre los aspectos eclesiológicos y litúrgicos en las posiciones de la reforma; el desarrollo paralelo de la reflexión eclesiológica y litúrgica en el -> movimiento litúrgico (Beauduin, Casel, Guardini); los méritos y las medidas comunes de las encíclicas Mystici corporis y Mediator Dei (Pío XII); los fundamentos eclesiológicos de la SC y los desarrollos litúrgicos de la LG (Vat. II); y las influencias de la eclesiología conciliar en la reforma litúrgica de Pablo VI.

Para comprender en toda su riqueza de significado estas correlaciones, es preciso tener muy en cuenta algunas orientaciones metodológicas: 1) Desde el momento en que, durante el último siglo, madura la reflexión sistemática y explícita sobre el concepto de -> liturgia, puede constatarse una verdadera correlación entre la profundización del concepto de iglesia y el de la liturgia. Durante los siglos anteriores se trata más bien de comprobar cómo viene a comprenderse y realizarse la celebración litúrgica, dentro de la perspectiva señalada por H. Fries. 2) Como observa J. A. Jungmann, la celebración litúrgica se nos presenta como autorrevelación de la iglesia, no tanto ni sólo en los textos y en las rúbricas contenidas en sus libros litúrgicos oficiales: en la celebración de una comunidad concreta es donde la iglesia se define localmente al concentrarse en un lugar determinado; donde se realiza en el pleno sentido de la palabra; donde se hace un acontecimiento, un hecho. Es la acción litúrgica concreta la que nos ofrece una imagen viva de la iglesia como sacramento de la salvación de Cristo'. 3) La iglesia misma, parábola y sacramento del reino, por el simple hecho de su existencia y según las modalidades de tal existencia, está ya expresando en el misteriolas realidades últimas de dicho reino. Pero son demasiado ricas estas realidades para hallar su expresión adecuada en un rito particular y con el sello de una cultura determinada; de ahí la necesidad de apelar a todas las creaciones litúrgicas de Oriente y Occidente y de realizar un estudio comparativo a fin de lograr una visión sinóptica de lo que la iglesia, con la conciencia que ella se ha formado de sí misma e intenta expresar en su liturgia'. 4) La observación anterior de Jungmann no significa que se haya de subestimar la gran aportación que puede hacer a la eclesiología un estudio profundo y sistemático de la eucología cuando se estudian los textos litúrgicos con método apropiado, en su contexto originario y en conexión con la celebración a que pertenecen, buscando en tales textos no unos dicta probantia mediante esquemas preconcebidos, sino las grandes perspectivas teológicas por las que se siente animada la oración de la iglesia. Como en seguida mostraremos [-> infra, IV], queda uno sorprendido al comprobar que las oraciones de los antiguos sacramentarios romanos aparecían continuamente inspiradas en las dimensiones eclesiológicas más vitales que hoy hemos redescubierto y que siguieron teniendo eco en las comunidades cristianas aun dentro de contextos eclesiales muy distintos.


III. Iglesia y liturgia en el Vat. II

"Entre los factores, al menos los principales, que han cooperado a despertar la nueva conciencia eclesiológica, habría que otorgar el primer puesto al -> movimiento litúrgico. Desde comienzos del nuevo siglo se manifestaba cada vez más la necesidad de una liturgia viva en la que la comunidad entera de creyentes pudiese tener parte activa. Quizá alprincipio la vinculación de tal movimiento litúrgico con la eclesiología no resultase muy clara... ni consciente. Pero pronto se manifestaría su gran importancia: significaba activar todo el cuerpo de la iglesia..., despertar en los fieles el sentido de cómo son ellos la iglesia reunida que adora a su Señor."

Aun siendo el primer documento del Vat. II, y como tal el único en los comienzos de una reflexión y de un intercambio de ideas que caracterizó todo el desenvolvimiento del concilio, la constitución SC estaba ya inspirada en una eclesiología de comunión y participación que iba mucho más allá de los documentos anteriores del magisterio eclesiástico. Pueden ante todo recordarse sus afirmaciones fundamentales sobre la iglesia: la liturgia muestra a la iglesia en su naturaleza divina y humana, la edifica día tras día para ser signo de la unidad querida por Cristo (n. 2); en el ámbito de la historia de la salvación, del misterio pascual de Cristo nació "el sacramento admirable de la iglesia entera" (n. 5); para realizar la obra de nuestra redención "Cristo está siempre presente a su iglesia... Asocia siempre consigo a su amadísima esposa la iglesia"; en la liturgia es donde "el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica es obra de Cristo y de su cuerpo, que es la iglesia" (n. 7); las acciones litúrgicas son "celebraciones de la iglesia, que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos... Tales acciones pertenecen a todo el cuerpo de la iglesia, lo manifiestan y lo implican" (n. 26); incluso la "principal manifestación de la iglesia" tiene lugar cuando todo el pueblo de Dios participa en la liturgia, especialmente en la eucaristía, bajo la presidencia del obispo, rodeado de su presbiterio y ministros (n. 41).

Pero si aparecen subrayadas algunas afirmaciones explícitas, no son menos notables las perspectivas eclesiológicas de fondo, confirmadas después y desarrolladas en los siguientes documentos: la idea de la unidad continuamente destacada; la iglesia como comunidad de salvados (dignidad eclesial de los laicos, sentido espiritual de la institución, significado eclesial de las asambleas cristianas); la iglesia asociada a la obra divina de la salvación (finalidad salvífica de la acción de la iglesia; espíritu misionero, exigencia eclesial de una participación activa); la iglesia como estructura de salvación: estructura colegial, estructura de las funciones, estructura-> tiempo: ritmo ternario (conversión, celebración, compromiso), correspondiente a la triple misión de la iglesia. La eclesiología litúrgica de la SC recibirá de la LG unos fundamentos más sólidos y homogéneos, así como una mayor amplitud de perspectivas. La concepción de la iglesia como misterio y como pueblo de Dios ha dado lugar a una visión más bíblica, más sacramental, más antropológica, más escatológica. La manifestación de la iglesia en la celebración como unidad diversificada y orgánica resulta más evidente con una comprensión más honda de la asamblea cristiana y del ejercicio de los ministerios. Algunos temas, ya implícitamente presentes en la SC, se reasumen y se tratan de una manera más completa: el tema del sacerdocio común, con una visión más equilibrada de la relación vida-culto ritual (cf LG 10; II; 34); la iglesia como sacramento de la salvación de Cristo (cf LG 1; 9; 48; GS 45: A G 5); la iglesia local (cf LG 23; 26; 28); la catolicidad de la iglesia, con una mayor atención a las múltiples tradiciones y a las diversas culturas en el seno de lamisma iglesia: reconocimiento, valoración, asimilación, adaptación (cf igualmente GS 44; 58).

En el posconcilio la correlación entre eclesiología y liturgia, documentable en todo el arco de la historia de la iglesia, ha tenido nuevas expresiones y muy significativas. Ante todo se puede observar cómo todas las temáticas eclesiológicas más vivas del concilio han inspirado la reflexión litúrgica más reciente, así como no pocos textos litúrgicos creados por la reforma: cf, por ejemplo, el influjo del tema iglesia-sacramento sobre la eucología del Misal de Pablo VI y de la liturgia de las Horas. Pero más interesante es todavía constatar cómo los rasgos más señalados de la nueva imagen de la iglesia son los que marcan más vigorosamente la problemática litúrgica de nuestros días: la iglesia-sacramento; la iglesia local; la iglesia-comunión, la relación iglesia-mundo, etc.

La reflexión sobre la iglesia, extraordinariamente rica y a la vez respetuosa ante el misterio, que el Vat. II nos ha proporcionado con la visión múltiple y complementaria de las diversas imágenes bíblicas, abre nuevos horizontes a nuestra comprensión de la liturgia de la iglesia. La recuperación teológica de la Mediator Dei (1947), que tenía sus raíces en la Mystici corporis (1943), había llevado al descubrimiento de la liturgia como "culto integral del cuerpo místico de Cristo"; pero al mismo tiempo había dado lugar a una concepción estática, demasiado alejada del hombre y de la historia. Tomando como punto de partida las muchas valencias de la contemplación de la iglesia como pueblo de Dios, es más difícil abrir la reflexión y la praxis litúrgica a algunos aspectos que son hoy de enorme actualidad:

a) la dimensión bíblica, que subraya la continuidad de la iglesiacon Israel, contemplándola en una historia concreta y dominada por un designio divino de alianza y salvación en proyección hacia su plenitud escatológica. Ello no sólo ha llevado a una valoración litúrgica del AT nueva y fructífera, sino que ha propiciado además una mejor comprensión de las diversas realidades litúrgicas a la luz de la tradición bíblica: piénsese en la eucaristía, particularmente en la plegaria eucarística;

b) la dimensión histórica, que nos hace más sensibles a la evolución de la iglesia a lo largo de los siglos, evolución mediante la cual llegan a madurar más plenamente no pocos aspectos de su fe y de su vida, pero sobre la cual se han dejado sentir igualmente condicionamientos espacio-temporales y humanas limitaciones. De ahí la necesidad —particularmente notoria en la liturgia— de una audaz reforma de ciertas fórmulas históricas de la institución, así como de un continuo esfuerzo de adaptación y de nueva creatividad;

c) la dimensión antropológica, que presenta la realidad concreta de una iglesia constituida por hombres, de una comunidad de fieles que caminan por las vías de la salvación. De ahí, en el terreno litúrgico, una atención más acentuada a los aspectos celebrativos, a los problemas de los signos y del lenguaje, así como un mayor interés por la contribución, por parte de las ciencias humanas, a la relación liturgia-vida.

Pero la categoría pueblo de Dios nos ha proporcionado además un subsuelo muy fecundo para llevar adelante el discurso sobre la función presidencial y la ministerialidad, así como sobre los carismas; ha favorecido nuevas valoraciones catequéticas y hecho posibles nuevas confrontaciones y convergencias ecuménicas, incluso en el terreno litúrgico.


IV. La iglesia en la
eucología

La liturgia manifiesta a la iglesia ante todo, como veremos [-> infra, V], en sus celebraciones, que son culmen et fons de su vida y, por tanto, también su expresión más significativa. Y asimismo se abren incesantemente a sorprendentes horizontes doctrinales sobre el ministerio de la iglesia los textos de las oraciones, tanto los de las diversas tradiciones litúrgicas del pasado como los de los actuales libros litúrgicos. "La liturgia —se ha escrito— es fundamentalmente celebración del misterio de Cristo. Es el misterio mismo, en el que un esfuerzo teológico ahondará desarrollando sus coincidencias e implicaciones en una determinada cultura. Pero la liturgia lo expresa a su manera: evocativa, poética, simbólicamente y de forma directamente existencial. Verdad es que los textos litúrgicos aparecen formulados siempre dentro de una -> cultura y reflejan necesariamente una teología; pero su finalidad primaria es expresar la fe y celebrarla...

En su oración es donde la iglesia se autocomprende, se expresa con particular eficacia, dibuja de sí misma una imagen particularmente viva: "Cuando la liturgia —escribe A. Stenzel— proclama con grandiosa monotonía la unidad del plan de salvación en los dos Testamentos...; cuando de la misma manera hace comprender la historia de la salvación con su tensión orientada entre una promesa inicial y su cumplimiento definitivo; cuando realiza a la iglesia como pueblo de Dios y cuerpo de su cabeza, como un reino de reyes y sacerdotes, como comunidad de santos, nadie puede negar que su función en lo relativo a esta y demás verdades es la de un magisterio de carácter especial y muy precioso" '.

Para valorar los textos litúrgicos como locus theologicus en el sentido más pleno, sería menester aplicar un método comparativo a través de una verificación teológica con las demás expresiones de la fe y de la vida de la iglesia, tanto en el pasado como en el presente ". Nosotros nos vamos a limitar a algunas sugerencias en torno a la riqueza doctrinal eclesiológica contenida en los sacramentarios Veronense y Gelasiano.

1. LA IGLESIA EN EL PLAN DE DIOS. No es difícil constatar cómo diversas oraciones romanas de las más antiguas, en especial las salidas del scriptorium lateranense del s. v, están inspiradas en una profunda meditación sobre la carta a los Efesios: se contempla a la iglesia en la dispensatio del plan divino de salvación, en el mysterium paulino, del que incluso es un momento y una realización.

Analizaremos brevemente la oración n. 921 del sacramentario Veronense: "Dirige, Domine, quaesumus, ecclesiam tuam dispensatione caelesti; ut quae ante mundi principium in tua semper est praesentia praeparata, usque ad plenitudinem gloriamque promissam te moderante perveniat". Se invoca a Dios como pastor (dirige, moderante) de su iglesia (ecclesia Patris). El término dispensatio no podría traducirse simplemente por gracia, como si se invocase una intervención ocasional: es un término en el que se sobrentiende la concepción histórico-salvífica de san Pablo y la reflexión teológica de León Magno y de Agustín. A la luz de la carta a los Efesios se contempla a la iglesia en relación íntima con el "mysterium" paulino, desde su presencia en el plan de Dios antes de la creación del mundo —ante mundi principium / in tua semper est praesentia praeparata— hasta su plenificación escatológica: usque ad plenitudinem gloriamque promissan / te moderante perveniat.

Esta visión mistérica y dinámica de la iglesia, que se evoca en tantos textos agustinianos representa hoy una de las adquisiciones más fecundas de la eclesiología del Vat. II: "La idea de pueblo de Dios introduce algo dinámico en la doctrina de la iglesia. Este pueblo posee una vida y un camino hacia un término establecido por Dios... (un pueblo) elegido, instituido y consagrado por Dios para ser su siervo y su testimonio..."'°

2. "ECCLESIAE MIRABILE SACRAMENTUM". La segunda oración que vamos ahora a analizar proviene del sacramentario Gelasiano (GeV 432), pero es muy parecida a la anterior y está igualmente muy próxima al pensamiento leoniano. Es una oración de la vigilia pascual —donde la ha resituado la reciente reforma como oración después de la séptima lectura—, que tiene su origen en una tradición litúrgica muy compleja, y que revela una clara dependencia de la carta a los Efesios, en especial de Ef 1,9-12.22 y 3,3-10 ": "Deus, incommutabilis virtus, lumen aeternum, respice propitius ad totius ccclesiae tuae mirabile sacramentum et opus salutis humanae, perpetuae dispositionis effectu, tranquillus operare, totusque mundus experiatui et videat deiecta erigi, inveterata novari, et per ipsum [Christum] redire omnia in integrum, a quo sumpseret principium". En la primera frase (respice ad totius ecclesiae tuae mirabile sacramentum) el término sacramentum no posee ciertamente la riqueza que hoy se le atribuye, pero se refiere claramente a la iglesia, está calificado con el adjetivo mirabile (frecuentemente referido a las obras de Dios en la historia de la salvación) y preparado con dos apelativos referidos a Dios (Deus, incommutabilis virtus, lumen aeternum). La segunda frase: et opus salutis humanae, / perpetuae dispositionis effectu, / tranquillus operare, muestra el enlace del sacramentum ecclesiae con la obra salvífica de Dios y con la perpetua dispositio que en ella y por medio de ella se actúa. En la frase final, la idea explícita, cargada de resonancias bíblicas, es que el mundo entero llegue a restaurarse según la situación originaria anterior al pecado, por medio de Cristo, en quien tienen su origen todas las cosas.

El texto es de una relevancia extraordinaria en relación con la moderna concepción de la iglesia como sacramento de la salvación de Cristo. Llevando adelante la reflexión patrística y dejándose guiar por la evolución del pensamiento paulino, el autor de GeV 432 ha visto en la iglesia un signo concreto de la acción salvífica de Cristo, el lugar donde se puede constatar la obra renovadora de Dios, el comienzo de la nueva creación en Cristo.

3. UNA IGLESIA NECESITADA DE PURIFICACIÓN. Con el fermento de ideas que han hecho madurar la eclesiología en el Vat. II, adquiere un destacado relieve la renovada atención a la dimensión antropológica de la iglesia, tan bien expresada con la categoría bíblica de pueblo de Dios. Como han observado algunos estudiosos', es la liturgia, con sus textos y sus signos, la que ha venido a mantener vivo este sentido concreto de la iglesia como una comunidad de pecadores animada por un incesante anhelo de purificación y de crecimiento en el amor y en la fidelidad. Nos limitamos aquí a analizar dos colectas, afines por su contenido y origen (GeV 1213 y 1218), que en el Misal de Pablo VI vienen asignadas, respectivamente, al martes de la segunda semana y al lunes de la tercera semana de cuaresma.

Los dos textos resultan muy semejantes en estructura y contenido, pero con preciosas variantes para la interpretación global de ambas oraciones. "Custodi, Domine, quaesumus, ecclesiam tuam propitiatione perpetua, et quia sine te labitur humana mortalitas, tuis semper auxiliis et abstrahatur a noxiis et ad salutaria dirigatur". "Ecclesiam tuam, Domine, miseratio continuata mundet et muniat, et quia sine te non potest salva consistere, tuo semper munere gubernetur". La iglesia entera (ecclesiam tuam) se confiesa continuamente necesitada del perdón y de la misericordia de Dios (propitiatione perpetua; miseratio continuata); de que la guarde (custodi), purifique (mundet) y fortalezca (muniat). Si en el primer texto se dice que sin la intervención de Dios (sine te) nuestra mortal condición (mortalitas) no puede sostenerse (labitur), en el segundo tal debilidad se atribuye directamente a la iglesia (non potest salva consistere). Por eso se confía a la ayuda (auxilio) y protección (munere) del Señor, a fin de verse libre de cuanto puede perjudicarla (abstrahatur a noxiis) y saberse guiada con firmeza hacia la salvación (ad salutaria dirigatur).

La imagen de la iglesia que se percibe en estas dos oraciones es fuertemente antropológica: acosada por la tentación y el pecado, la iglesia se pone en estado de penitencia y confía enteramente en la bondad de Dios, a fin de participar, "con una renovada juventud espiritual", en el misterio pascual del Señor.

4. LITURGIA E IGLESIA LOCAL. El Sacramentarium Veronense por su particular origen, como colección de "libelli missarum", transcritos en los archivos lateranenses, nos ofrece el extraordinario ejemplo de una eucología que respira la vida y los problemas de una iglesia local, cuya cultura, por otra parte, refleja en su misma expresión literaria. Los textos del Veronense se abren frecuentemente a horizontes eclesiológicos muy ricos, que en parte se han recogido en el nuevo Misal: cf, por ejemplo, los nn. 921, 1130, 951, 478, 657, etc. Aquí queremos más bien atraer la atención sobre una serie de textos que son de inspiración típicamente ligada al espacio y al tiempo, expresión de la iglesia local de Roma en los ss. v-v1: no deja de ser sintomático que tal modelo de textos se encuentre sólo en esta fuente, como se puede comprobar por el instrumental que al pie de página recoge Mohlberg.

Citemos al menos tres aspectos de la iglesia de Roma que destacan en tales textos: a) una iglesia con fuerte conciencia de su misión y de sus prerrogativas en la iglesia universal: cf n. 307, comparándolo con los "sermones" de León Magno; b) una iglesia afligida con problemas disciplinares y pastorales muy agudos: cf los nn. 530 y 620, entre los que se alude probablemente a los lupercales en tiempo del papa Gelasio I "; c) una iglesia preocupada por las vicisitudes y circunstancias de índole político-militar, con una clara tendencia a identificar su propio destino con el del imperio: cf los nn. 553, 660, 590 y 872, y establézcase un cotejo con Eusebio, Agustín, cartas de los papas, etc. " Tras el análisis de textos como los citados, se llega a dos conclusiones que iluminan nuestra actual problemática: por una parte, se admira la frescura de una liturgia que interpreta una situación eclesial, que expresa una iglesia local; por otra parte, en dichos textos, tan desbordantes de actualidad, aparecen propiamente documentados los peligros de una improvisación litúrgica que carece de esa universalidad, de esa reserva escatológica, de ese espíritu que debiera respirar siempre profundamente la liturgia de la iglesia.

Nos hemos limitado a algunos textos de la más antigua tradición; pero sería fácil comprobar la riqueza eclesiológica de la eucología del nuevo Misal de Pablo VI, tanto en los textos recobrados o adaptados de las fuentes antiguas (por ejemplo, el prefacio dominical 1), como en las nuevas composiciones inspiradas en textos bíblicos, patrísticos y conciliares, entre las cuales merecen mencionarse las relativas a la sacramentalidad de la iglesia (cf en particular el formulario Pro sancta ecclesia).


V. La iglesia en las celebraciones litúrgicas

Si la eucología puede ofrecernos testimonios eucológicos de gran interés, más preciosos son aún los resultados que pueden obtenerse estudiando "la concreta actitud litúrgico-vital propia de una comunidad cristiana, la cual, al constituirse en asamblea (= ecclesia), visibiliza y concreta, en determinadas coordenadas de tiempo y espacio, a la iglesia" Un estudio orgánico del actuar litúrgico en la iglesia podría proporcionarnos una eclesiología dinámica con fuerte impulso y aliento. Nos limitaremos a alguna anotación sobre ciertos aspectos de la vida litúrgica de la iglesia.

1. LA IGLESIA REUNIDA EN ASAMBLEA. La celebración litúrgica manifiesta a la iglesia ya por el hecho mismo de estar exigiendo —como signo y como su mejor realización— una comunidad formada y reunida: lo deja entender el Vat. II (SC 14; 16ss; 4lss) y lo supone la liturgia misma en sus textos y sus ritos. Por otra parte, si analizamos los textos del NT relativos a acciones cultuales, constatamos cómo lo primero y fundamental en toda celebración cristiana es la reunión de los fieles en asamblea. La celebración constituye el acto que revela la primacía de la acción de Dios, que hace operante la salvación de Cristo, que representa el paso de la vocación a la realización: de la iglesia convocada a la iglesia reunida. La l asamblea litúrgica es convocación del pueblo de Dios —en medio del cual se hace Cristo presente (Mt 10,10)—, que realiza en sí el "Qahal Jahweh" del AT y, como tal, es máxima expresión de la comunidad local, hecho concreto de la iglesia universal, preanuncio y anticipación de la Jerusalén celestial. En orden a la convocación de la asamblea cristiana y a su crecimiento en la fe, no deja de desempeñar un papel fundamental la proclamación de la palabra de Dios, ya que Cristo "está presente en su palabra, pues cuando se lee en la iglesia la Sagrada Escritura es él quien habla" (SC 7).

En la asamblea litúrgica es sobre todo donde se expresa la iglesia como communitas sacerdotalis. En efecto, si es verdad que el sacerdocio del pueblo cristiano se ejerce primariamente en la vida (1 Pe 2,9), en la asamblea cristiana en acto de celebración es donde se manifiesta y se realiza este carácter sacerdotal de todo el pueblo de Dios, que se ofrece y da gracias al Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo. La celebración constituye, efectivamente, la puesta en práctica más específica del sacerdocio de todos los fieles, ya que es entonces cuando se ejercen plenamente las funciones sacerdotales de los distintos miembros del pueblo de Dios: laicos y ministros consagrados.

Es igualmente en la asamblea cristiana donde sobre todo "florece el Espíritu", como subrayaba Hipólito él unifica a todos los fieles enun solo cuerpo, suscita diversos carismas al servicio de todos, hace eficaz la palabra proclamada y presente y operante a Cristo en la comunidad y en los sacramentos de la iglesia.

Se puede igualmente afirmar que toda celebración litúrgica expresa algo de la iglesia: sería fácil ilustrarlo mediante los diversos tipos de celebración. Nos limitamos aquí a subrayarlo en relación con los diferentes modos de realizar la celebración misma. Una comunidad revela sintomáticamente la concepción que tiene de la iglesia y de su pertenencia a la misma en la manera misma de celebrar su liturgia.

El renovado sentido de la asamblea que resurge en las comunidades cristianas no es sólo efecto de una recuperada visión teológica, sino también de una distinta situación socio-religiosa, en la que se profesa y se celebra la fe, y donde congregarse en asamblea es ya una opción y un testimonio. Hoy, en una iglesia misionera que vive en medio de un mundo secularizado, la asamblea encuentra un nuevo significado, ya que prácticamente sólo en la asamblea cristiana es donde los fieles se encuentran como cristianos en nombre de su fe. De ahí la creciente importancia de la asamblea litúrgica como signo actual de pertenencia a la iglesia'".

2. LA IGLESIA EN ORACIÓN. Con frecuencia, la comunidad cristiana se congrega para orar, consciente de que "la oración pública y comunitaria del pueblo de Dios figura con razón entre los principales cometidos de la iglesia" (OGLH 1), y de que el ejemplo y el mandato del Señor y de los apóstoles de orar siempre e insistentemente "pertenecen a la esencia íntima de la iglesia, la cual, al ser una comunidad, debe manifestar su propia naturaleza comunitaria también cuando ora" (OGLH 9).

Es sobre todo la -> liturgia de las Horas, celebrada en la comunidad local, el tipo y la plena realización de la oración cristiana, entendida como respuesta a la escucha de la palabra de Dios, como ejercicio del sacerdocio de Cristo y como actuación y manifestación de la iglesia. Las comunidades cristianas es ahí donde se han reconocido desde los primeros siglos, enriqueciéndola además progresivamente con tesoros de reflexión y de vida y dándole una significativa estructura y un aliento verdaderamente universal, para que pudiese ser así "sacrificio espiritual" de todo el pueblo de Dios, "fruto de los labios que confiesan su nombre" (Heb 13,15). En esta oración llega a comprender la iglesia que su vocación a ser cuerpo de Cristo y esposa suya define su característica fundamental de orante y portavoz de la humanidad llamada a la redención de Cristo.

La comunidad cristiana congregada en oración se realiza y manifiesta como iglesia en su estructura unitaria y orgánica, en unión espiritual con el pueblo de Dios de los tiempos pasados y del que ahora peregrina en todas las naciones, pero también en comunión con toda la iglesia celeste de los ángeles y los santos, concreta realidad de toda la iglesia católica y universal.

En un profundo e incitante tratado sobre la oración común, el teólogo protestante J.-J. von Allmen, respondiendo a la pregunta ¿qué hace la iglesia cuando ora?, da la siguiente triple contestación: a) expresa su identidad más profunda, mostrando visiblemente lo que ella es misteriosamente: pueblo de Dios congregado en su presencia; se hace iglesia local, revelándose, sin embargo, en una dimensión mucho más amplia, en el espacio y en el tiempo; b) obedece asu Señor, y llega por tanto a ser más plenamente iglesia de Cristo. Obedeciendo, contribuye a hacer llegar el reino; viene a ser más eficazmente agente de realización del designio de Dios sobre el mundo; c) se presenta ante Dios en nombre del mundo, ejerce su sacerdocio real, sustituyendo al mundo a fin de que pueda éste perdurar en la paciencia divina, y mostrando de este modo que sitúa en la oración el -> compromiso mayor de su responsabilidad política y su más fuerte preocupación por la llegada del reino

3. LA IGLESIA QUE CELEBRA LA EUCARISTÍA Y LOS SACRAMENTOS. La reflexión eclesiológica que hemos hecho sobre la iglesia presente en la comunidad reunida y organizada adquiere una verdad más plena al considerar a la iglesia misma en el acto de celebrar los sacramentos, y sobre todo cuando celebra la eucaristía.

La iglesia, manifestación histórica de la salvación realizada por Cristo, es iglesia en su sentido más eficaz cuando actúa y se autorrealiza como sacramento de Cristo en el mundo, sobre todo a través de las siete modalidades de gracia con que los hombres entran en contacto con el I misterio pascual del Señor en el espacio y en el tiempo. Pero todos los sacramentos están orientados a la eucaristía como a su consumación y su fin: "La celebración de la misa, como acción de Cristo y del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, es el centro de toda la vida cristiana para la iglesia, universal y local, y para todos los fieles individualmente" (OGMR 1), ya que "la unidad del pueblo de Dios... está significada con propiedad y maravillosamente realizada por este augustísimo sacramento" (LG 11). La eucaristía es por excelencia el sacramento "quo in hoc tempore consociatur ecclesia" (san Agustín, Contra Faustum 11, 20: PL 42, 265).

Ningún otro sacramento estructura con más eficacia a la iglesia; ningún acto de la iglesia la manifiesta con mayor plenitud en su misión evangelizadora y santificadora, en su vocación de pueblo peregrino hacia la consumación escatológica, en la plural presencia de Cristo que se le ha dado, en su realidad ya actual de cuerpo de Cristo y templo del Espíritu. Por lo que el Vat. II nos amonesta y recuerda cómo "ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la santísima eucaristía" (PO 6). En la eucaristía, como cima y fuente de toda la vida de la iglesia, convergen todos los demás sacramentos; y todos, de alguna manera, vienen significativamente celebrados en el cuadro de la misa.

En los sacramentos de la t iniciación cristiana, la iglesia se realiza como misterio y sacramento de la salvación de Cristo para los hombres: injerta a éstos en el cuerpo de Cristo transmitiéndoles el don del Espíritu, los edifica como morada de Dios en el mundo, los hace reino sacerdotal y pueblo de Dios, los mantiene y guía con su misma fe. Por eso, como subrayan los nuevos rituales, toda la comunidad cristiana, con sus distintos ministerios y carismas, está llamada a representar "a la iglesia madre" (RICA, Praenotanda, n. 8, con referencia al padrino del bautismo). En el sacramento del -> orden, la estructura ministerial y orgánica del pueblo de Dios se expresa y realiza en línea de continuidad con el bautismo y la confirmación. En el sacramento de la reconciliación(-> Penitencial, la iglesia "santa y necesitada de purificación", que "avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación" (LG 8), se revela como sacramento de nuestra reconciliacióncon Dios en Cristo, como manifestación terrena de la misericordia de Dios para con los hombres, y "colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones" (LG 11). En el sacramento de la l unción de los enfermos, la iglesia revela su solicitud ante los sufrimientos de los enfermos; ruega por ellos; los ayuda a tomar parte en la pasión de Cristo por su cuerpo; es el signo de la victoria del Señor sobre la muerte y sobre la enfermedad, que continúa en la iglesia como comienzo y promesa del reino futuro. El sacramento del -> matrimonio inserta en la alianza la unión conyugal entre el hombre y la mujer, y la convierte en signo y participación de la relación esponsal de la iglesia con Cristo, por lo que la familia cristiana bien puede denominarse iglesia doméstica, iglesia que se congrega en la casa (LG 11).

El septenario sacramental aparece así como la actuación de la plural misión del pueblo de Dios en el mundo: cada sacramento nos introduce en una propiedad esencial de la iglesia, como presencia terrena de la salvación; cada sacramento nos revela un aspecto del misterio de la iglesia.


VI. Conclusión

Nos hemos detenido un poco en los sacramentos, si bien nuestra reflexión hubiera podido extenderse a todos los aspectos de la liturgia de la iglesia; en particular al 1 año litúrgico, en el que la iglesia celebra "con un sagrado recuerdo" los misterios de la redención de tal suerte que "en cierto modo se hacen .presentes en todo tiempo" (SC 102) y "venera con amor especial" a la virgen 1 María, contemplando en ella "lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ver" (SC 103); o también en otros ritos menores, como las -> exequias, la -> dedicación de iglesias o la -> profesión religiosa.

La liturgia no agota ciertamente toda la actividad de la iglesia: reclama la l evangelización y la conversión y compromete en todas las obras de caridad, piedad y apostolado (SC 9); pero es "la cumbre a la cual tiende la actividad de la iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC 10).

"La iglesia concentra su vida en la liturgia y por medio de la liturgia. La obra de la salvación proseguida y actualizada por la iglesia se realiza en la liturgia. La iglesia se edifica y se consolida a través de su participación en la liturgia, es decir, a través de la participación plena y activa del pueblo santo de Dios en las celebraciones litúrgicas, sobre todo en la eucaristía."t'

D. Sartore


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