FAMILIA
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SUMARIO: Introducción - I. Aspectos de la tradición: 1. Influencias judías; 2. La primitiva tradición cristiana; 3. La edad patrística (ss. tv-v) - II. Nuevas perspectivas teológicas y litúrgicas: 1. Perspectivas teológicas; 2. La reforma litúrgica y la familia - III. Propuestas pastorales. Conclusión.


Introducción

La familia, en estos últimos años, ocupa el centro de la reflexión, del compromiso pastoral y de la misma experiencia de la iglesia. El Sínodo de los Obispos de 1980 trató de las "tareas de la familia cristiana en' el mundo de hoy": de él brotó la exhortación apostólica Familiaris consortio (= FC), de Juan Pablo II (1981), que corona toda una serie de intervenciones significativas del más reciente magisterio de los papas y la investigación pastoral de las iglesias locales

Pero más allá del magisterio oficial y de los programas pastorales de las iglesias, o quizá como primer fruto de ellos, en el contexto de perplejidad y de esperanzas que rodean a la familia en nuestra sociedad, se está delineando un hecho nuevo, que asume proporciones notables: los cristianos de hoy redescubren cada vez más la familia, no sólo para comprometerse concretamente en la solución de sus muchos problemas, sino para vivirsu vida familiar como una experiencia de iglesia.

A partir de esta renovada conciencia eclesial y del compromiso de muchas familias cristianas de vivir como iglesias domésticas se plantea en términos nuevos y más existenciales el problema de la relación entre familia y liturgia, bien en el sentido de una participación de la familia como tal en las celebraciones litúrgicas de la iglesia (tal vez celebradas en su misma casa), bien en el sentido de una preparación y de una prolongación en el ambiente doméstico del culto de la iglesia.

El tema de esta contribución nuestra se abre a varias perspectivas, en parte nuevas: comenzaremos preguntando a la más antigua tradición de la iglesia, a la luz de la tradición judía, para después afrontar la posibilidad pastoral que se abre hoy a la vida religiosa de las familias cristianas, llamadas, también en este aspecto, a interpretar y presentar nuevos modelos de experiencia cristiana, adaptados y crelbles para el mundo de hoy.


I. Aspectos de la tradición

El redescubrimiento de muchos aspectos de la tradición más antigua ha estado en la base de la reciente -> reforma litúrgica, pero todavía son insuficientes y parciales las investigaciones sobre la liturgia y la oración familiar en el pasado: poco se sabe de la antigüedad cristiana, casi nada del medievo y de la experiencia de la reforma protestante, mientras que se ha prestado escasa atención a la tradición oriental. Estamos muy lejos de poder componer en una sola imagen los datos parciales recogidos. No se trata de volver la mirada al pasado para traspasar nuestras preocupaciones a las generaciones más antiguas, ni de interpretar fragmentos destacados de la experiencia cristiana con nuestra mentalidad actual. Nuestro interés por los primeros siglos está determinado por la convicción de que son ,decisivos para asistir al nacimiento de una oración y de una liturgia en el seno de la comunidad y de la familia cristiana y, por tanto, para captar en su sentido originario algunos modelos dignos de ser recuperados y conservados.

En los orígenes del cristianismo es con frecuencia un hogar doméstico el origen y punto de partida de la evangelización y de la formación de una comunidad eclesial, por lo que la iglesia nace como una gran familia. Por tanto, no resulta extraño que pueda haber "simetría y mimetismo entre la vida espiritual de la comunidad familiar y de la comunidad eclesial, entre la liturgia de una y otra asamblea"'. Pero para comprender los aspectos familiares del culto cristiano de los orígenes, nos parece indispensable detenernos, al menos brevemente, sobre el ambiente religioso en que se desarrolló inicialmente el cristianismo.

1. INFLUENCIAS JUDÍAS. Aludimos solamente a la existencia de un culto familiar en la antigua civilización religiosa grecorromana, sobre todo en su forma originaria, cuando cada familia tenía sus dioses, su culto de los muertos, sus ritos, sus fiestas, sus fórmulas de oración, con el pater familias como sacerdote único y árbitro de la vida religiosa de la familia. Esta tradición, en absoluto unívoca en el área mediterránea antigua, ha tenido dos tipos de influjos, que representan solamente un aspecto de la relación más general entre las formas religiosas paganas y la liturgia cristiana: una cierta continuidad religiosa, aunque profundamente repensada; y la formación de una praxis cristiana alternativa.

Mayor importancia ha tenido para la liturgia cristiana la tradición judía, en la que el culto familiar ha conservado siempre una importancia fundamental, a través de lo que se llama las sucesivas formas de aparición del pueblo de Dios

El ámbito familiar es, en el período del nomadismo, el único lugar de culto: estrechamente unidos a la familia están el sacrificio, la alianza, la circuncisión, las bendiciones divinas, la misma concepción del "Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob". En el sucesivo desarrollo religioso de este pueblo se imponen otros dos lugares de culto (el templo y, después, la sinagoga), pero la familia y el clan siguen siendo el centro de la vida religiosa. "Estas células sociológicas primitivas... —escribe N. Füglister— en todos los estadios de la historia de Israel han sido las unidades primarias más o menos claramente visibles, según las ocasiones. Esto puede apreciarse, entre otras, en la fiesta de la pascua. Aunque ella celebre el recuerdo de la liberación, que constituye el ser y el devenir del pueblo de Dios, también su ambiente vital propio y originario es la familia. Análogamente, en el NT, la iglesia se concreta en las diversas comunidades familiares, y no es el último motivo de esto el hecho de que se celebre en las casas particulares el rito de la eucaristía, concebida en analogía con la pascua.

En el judaísmo del tiempo de Jesús este carácter familiar es típico de las principales manifestaciones del culto judío: la celebración de la pascua está unida al templo de Jerusalén, pero tiene lugar en el ámbito familiar y según modalidades familiares (cf funciones del cabeza de familia; preguntas del niño y haggadáh; versículos alternados, etc.); las comidas (sobre todo la del sábado), cuyo constante carácter religioso se explicita del mejor modo en las bendiciones, que reconocen los alimentos y las bebidas como un don de Dios, creador de todas las cosas; las bendiciones: ocupan un lugar importante no sólo en las comidas, sino en toda la vida del judío piadoso, que reconoce y agradece a Dios origen de todo, actuando como sacerdote de la creación; la oración, elemento constante del culto familiar judío, sobre todo el shemá por la mañana y por la tarde, la profesión de fe del pueblo de Dios: Dan 6,11 y Sal 55,18 nos dan testimonio de la oración tres veces al día; Tob 8,5-7 nos presenta el ejemplo de la oración de dos esposos la noche del día de su matrimonio; es significativa, a partir del exilio, la costumbre de orar vueltos hacia el templo de Jerusalén y la unión de la oración de Israel con el triple sacrificio del templo, que encubre una concepción de la oración como sacrificio espiritual; los ritos domésticos: desde el gesto materno de encender la lámpara de la tarde al mezuzá (estuche del shemá sobre los dinteles), a las costumbres familiares unidas a las fiestas de Israel (tabernáculos, expiación, año nuevo, dedicación, purim, semanas).

Igualmente en el judaísmo contemporáneo llama la atención la importancia que conservan la familia y la casa como lugares de culto, pero también el continuo entrelazarse del culto oficial con la vida familiar en sus varios momentos,

2. LA PRIMERA TRADICIÓN CRISTIANA. Jesús vivió en todos sus aspectos la vida familiar cultual judía, así como participó en las fiestas y peregrinaciones de su pueblo.

Jesús acoge y reconoce la familia humana, pero la supera y perfecciona en una comunidad donde los hombres son hijos de Dios y donde los lazos del Espíritu Santo cuentan más que los de la sangre (cf Le 2,49; 8,21; 11,28). La comunidad de los discípulos gravita al principio en torno al cenáculo (He 1,13s; 2,1; 12,12); la fracción del pan se celebra en las casas (He 2,46), y "todos los días no cesaban de enseñar y anunciar la buena nueva de Cristo Jesús en el templo y en las casas" (He 5,42).

La expresión "iglesia doméstica" se remonta a san Pablo, unida a un método apostólico centrado en la familia: "las comunidades del primer cristianismo se organizaron en familias, en grupos familiares emparentados y en casas: la casa era a la vez núcleo comunitario y lugar de encuentro".

Por otra parte, como ha señalado A. Hamman, de las cartas de Pablo y de los Hechos de los Apóstoles brota la "estructura eucarística del hogar cristiano": Pablo pone los fundamentos para comprender la relación entre eucaristía y matrimonio (cf EF 5,25); los Hechos enlazan las comidas de los cristianos con la alabanza a Dios (He 2,47); la actitud eucarística, así como el compromiso de la comunión y la esperanza cristiana, en el recuerdo y la espera del Señor, impregnaban toda la vida de la familia y se expresaban con mayor fuerza en la fracción del pan y, en general, en toda experiencia convival cristiana: "Aun separada del banquete, la eucaristía conserva la cualidad del banquete, y el banquete cristiano, cualidad eucarística..., éste es el fundamento de la vida espiritual del hogar, y se expresa a través de diferentes gestos litúrgicos.

Cuando las comunidades crecen y se encuentran lugares estables de culto, la celebración doméstica de la eucaristía subsiste en circunstancias particulares, quizá unidas a una comida (cf Cipriano, Ep. 57,3; 63,15), mientras se desarrolla la praxis de llevar a casa el pan consagrado (cf, por ejemplo, Tertuliano, De or. 19). El agape, pronto separado de la eucaristía mayor, es experiencia de caridad y de comunión: el uso de textos de bendición subraya su unión con la eucaristía, a veces con el lucernario (cf Trad. ap. 25).

Ya entre los judíos el banquete tenía siempre un cierto carácter sagrado; pero para los primeros cristianos todo banquete familiar estaba transido del recuerdo de los banquetes de Jesús con los suyos; casi como una prolongación de la eucaristía, asumía valor de signo de comunión eclesial y de esperanza cristiana.

No faltan textos de oración cristiana antes, durante y después de las comidas, donde se perciben los ecos de las oraciones de la Didajé

Fuera de la sinaxis eucarística y de su resonancia convival, algunos testimonios esporádicos dejan transparentar una experiencia de oración familiar, en casas frecuentemente señaladas con inscripciones que pedían la presencia del Señor e invocaban su bendición, y marcadas en el muro oriental con una cruz, signo bautismal y escatológico, que determinaba también un lugar y una orientación para los orantes. Los cristianos de los orígenes concebían la oración como una condición, un estado ininterrumpido; pero expresaron también muy pronto la convicción, continuando con la tradición judía, de que determinados tiempos fuertes podían representar una realización cualificada del mandato del Señor de orar siempre ". En la oración cristiana, además de la orientación ternaria de la tradición judía (tercia, sexta, nona), aparece pronto la revalorización e interpretación cristiana de la mañana y de la tarde (las legitimae orationes de Tertuliano), en relación con Cristo, "sol y día" (Cipriano), mientras la oración nocturna, atestiguada por la Trad. ap. y Tertuliano, asume un típico carácter conyugal. Entre los contenidos de esta oración, junto con la lectura de la palabra, identificamos ante todo el padrenuestro (Didajé), que Tertuliano llama breviarium totius evangelii; después los salmos, pero también creaciones nuevas cristianas (himnos y cánticos espirituales), como sabemos ya por san Pablo (cf, por ejemplo, Col 3,12-17).

La oración de la tarde se debió unir muy pronto al rito de encender la lámpara (cf el antiquísimo himno Fós hilarón, atestiguado por Basilio), mientras la Trad. ap. (c. 36) testimonia la existencia de una reunión litúrgica por la mañana, en la que podían participar los fieles.

Podemos sacar algunas indicaciones significativas de los tres primeros siglos: la centralidad de la eucaristía y su irradiación en la convivalidad y en toda la vida familiar; la tendencia a situar el día cristiano, no santificado todavía normalmente por la eucaristía, bajo el mismo signo de la eucaristía dominical, como todo el año bajo el signo de la pascua; entre el culto público de la iglesia y la oración familiar y privada los confines se difuminan y las influencias son recíprocas: "No existe todavía la dolorosa ruptura que caracteriza la oración familiar del medievo, obligada, ante una liturgia clericalizada e incomprendida, a construirse otro mundo de oración, más comprensible, más simple y significativo".

3. LA EDAD PATRÍSTICA (SS. IV-V). En los siglos siguientes, cuando la liturgia de la iglesia se institucionaliza y se celebra establemente en edificios de culto [-> Lugares de celebración], tenemos testimonios de tres formas religiosas que conservan un carácter familiar: la oración de la mesa; una cierta simbiosis entre la realización pública y familiar de la oración de la mañana y de la tarde; reuniones de oración kerigmática, inspiradas en la lectura de la palabra de Dios.

Es sobre todo precioso el testimonio de san Juan Crisóstomo sobre la experiencia religiosa de la familia cristiana como "pequeña iglesia". Citamos los textos más significativos:

a) Será obligación constante de los padres crear en su casa un clima profundamente religioso: "El marido... no busque otra cosa, en las acciones y palabras, que el modo de llevar su propia familia a una mayor piedad; también la madre custodiará la casa, pero tendrá una preocupación mayor que ésta: que toda su familia haga lo que se refiere al reino de los cielos"

b) Particularmente exhorta san Juan Crisóstomo a hacer de la propia casa una iglesia mediante la lectura y meditación de la palabra y la transmisión a los familiares de loque se escuche en la iglesia: "Vuelto a casa, prepara una doble mesa, una de alimentos, otra de la sagrada lectura. Que el marido repita lo que se ha dicho, y la mujer acoja la enseñanza. Haz de este modo de tu casa una iglesia..." ". Esta transmisión de la palabra de Dios se ilustra con imágenes delicadas y eficaces: el hombre, que lleva a casa las flores más bellas de su paseo; la golondrina, que alimenta a sus pequeños... Todos, hasta los más pequeños, deben sentirse activamente comprometidos a recibir la palabra de Dios para vivirla juntos.

c) La casa es iglesia cuando se hace lugar de encuentro para la oración: "Haz de tu pequeña casa una iglesia. En efecto, donde están el salmo, la oración, los cánticos de los profetas, no fallará quien quiera llamar iglesia a tal reunión". "Cristo mismo se hará presente en una mesa familiar que sea momento de oración... Así también este lugar se transformará en una iglesia". El santo vuelve con frecuencia a la oración de las comidas, exhortando a dar gracias al Señor: "Una mesa donde nos sentamos y de donde nos levantamos rezando nunca carecerá de nada y será para nosotros fuente inagotable de todo tipo de bienes... Así pues, es necesario dar gracias a Dios al principio y al final". 

d) Menores, pero significativos, son los testimonios de san Juan Crisóstomo sobre la oración de la mañana y de la tarde: "Antes de dormir y al despertaron, dad gracias a Dios"". "Los iniciados saben que cada día se recitan oraciones, por la mañana y por la tarde, por el mundo entero..."''. Incluso habla él de la oración nocturna, hecha en casa por el hombre y la mujer, y en la que son también invitados a participar los hijos: "He aquí lo que tengo que decir a los hombres y a las mujeres: doblad las rodillas, gemid, pedid al Señor que os sea propicio. El se deja convencer con más facilidad por estas oraciones nocturnas, cuando transformáis el tiempo dedicado al reposo en tiempo de lágrimas... Hacedlo también vosotros, los hombres, y no sólo las mujeres... Si tenéis hijos, despertadlos y que vuestra casa se haga realmente una iglesia durante la noche" 22.

Si hubiésemos de resumir los datos más significativos, deberíamos hacer resaltar la unión de la oración familiar con la eucaristía; el año litúrgico y la liturgia de las Horas; una interacción profunda entre oración/liturgia y vida.

Esta relación vital y este equilibrio, que siguieron siendo típicos de la tradición oriental, no se han conservado en Occidente.

Los desarrollos de la tradición en el medievo y en las épocas recientes han sido poco estudiados. Pensamos que sería interesante investigar estos sectores: la oración por la mañana y por la tarde; la oración en las comidas; los ejercicios piadosos y, en particular, el rosario y el angelus; las resonancias familiares del año litúrgico; los aspectos domésticos de la celebración de los sacramentos y de las exequias; las diversas formas de bendición familiar; las experiencias de lectura y oración bíblica en familia, especialmente en los ambientes de la reforma protestante.

La ->I secularización y los cambios sociológicos que han atacado a la familia en los países occidentales han puesto en peligro numerosas formas de oración tradicional, pero otras se están difundiendo por efecto de una nueva concepción eclesial de la familia cristiana y de una pastoral renovada.


II. Nuevas perspectivas teológicas y litúrgicas

En la renovación general de ideas y posturas pastorales, que han sido causa y efecto del Vat. II, en las últimas décadas han podido madurar nuevas perspectivas teológicas y litúrgicas sobre los principales valores en torno a la oración y a la liturgia familiar.

1. PERSPECTIVAS TEOLÓGICAS. El primer aspecto indicado es una de las señales más notables que se puede captar en el pueblo de Dios: un número cada vez mayor de familias cristianas tienden a comprenderse y experimentarse como iglesias domésticas. Ya lo subrayaba Pablo VI: "Nos alegramos de que este sentimiento eclesial de la familia cristiana se vaya despertando y difundiendo en la comunidad cristiana doméstica, frecuentemente de manera ejemplar y edificante"',. Es un gran descubrimiento, que ha ido hallando cada vez nuevas expresiones significativas en el magisterio de los más recientes pontífices.

La primera raíz de una comprensión eclesial de la familia nace del descubrimiento de los grandes valores bíblicos del pueblo de Dios (elección, alianza, consagración, promesa, etc.) en la específica actuación familiar, y se desarrolla en la consideración de la familia como imagen de la Trinidad, célula del cuerpo místico de Cristo, lugar de carismas y servicios recíprocos, pequeña iglesia doméstica, expresión original, aunque incompleta, de la gran iglesia.

El segundo aspecto es el concepto de liturgia del Vat. II como "ejercicio del sacerdocio de Jesucristo", en el que "asocia siempre consigo a su amadísima esposa la iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno" (SC 7).

Un tercer aspecto es la profundización del sacerdocio universal de los fieles, ejercitado por todo el pueblo cristiano en la vida cotidiana y en la participación en la liturgia, que encuentra una actuación específica en el sacramento del matrimonio, del que nace la familia cristiana. "Este es —subraya Juan Pablo II el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede y debe ejercer en íntima comunión con toda la iglesia, a través de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar. De esta manera la familia cristiana es llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo" (FC 55).

Aun teniendo presente que la familia es una realización incompleta de la iglesia y que no posee ministerios ordenados, la comprensión de la familia como iglesia doméstica y de la liturgia como culto de la iglesia (y por tanto ejercicio del sacerdocio cristiano) ya ha contribuido a poner nuevas bases para el discurso acerca de una liturgia familiar, que puede abrirse todavía a perspectivas más amplias.

2. LA REFORMA LITÚRGICA Y LA FAMILIA. Ciertamente se puede afirmar que la reciente reforma litúrgica ha tenido una consideración de la familia demasiado reductiva como sujeto de la liturgia de la iglesia o, en cualquier caso, como comunidad que toma parte en las celebraciones de la iglesia. A este respecto es muy interesante lo que afirma Juan Pablo II: "Una finalidad importante de la plegaria de la iglesia doméstica es la de constituir para los hijos la introducción natural a la oración litúrgica propia de toda la iglesia; en el sentido de preparar a ella y de extenderla al ámbito de la vida personal, familiar y social. De aquí deriva la necesidad de una progresiva participación de todos los miembros de la familia cristiana en la eucaristía, sobre todo los domingos y días festivos, y en los otros sacramentos, de modo particular en los de la iniciación cristiana de los hijos. Las directrices conciliares han abierto una nueva posibilidad a la familia cristiana, que ha sido colocada entre los grupos a los que se recomienda la celebración comunitaria del oficio divino. Pondrán asimismo cuidado las familias cristianas en celebrar, incluso en casa y de manera adecuada a sus miembros, los tiempos y festividades del año litúrgico" (FC 61).

Vamos a pasar revista a los rituales renovados, para señalar los aspectos familiares de la celebración y de la participación litúrgica.

En el Ritual de la iniciación cristiana de adultos se atribuye una importancia particular a los familiares en la introducción de los catecúmenos (Observaciones generales 7), y en particular al padrino, que es como una "extensión espiritual de la misma familia" y "ayudará a los padres para que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida" (ib, 8).

En el Ritual del bautismo de niños, mientras se excluye, salvo en peligro de muerte, la celebración del sacramento en casas privadas, se ponen de manifiesto continuamente las responsabilidades de los padres al pedir el bautismo y prepararse para él, la necesidad de una participación consciente, las tareas que se les confían, el compromiso de guiar a los niños a la maduración de la fe y a la futura participación de la confirmación y la eucaristía.

También el Ritual de la confirmación repite que "... a los padres cristianos corresponde ordinariamente mostrarse solícitos por la iniciación de los niños a la vida sacramental" y que ellos manifiesten también esta conciencia "por medio de su activa participación en la celebración de los sacramentos" (n. 3). Es sobre todo la familia la que representa al pueblo de Dios (cf n. 4).

La constitución SC ha llamado la atención sobre la especial relación existente entre la eucaristía y el matrimonio, pidiendo que éste se celebre "habitualmente... dentro de la misa" (n. 78). "La eucaristía —reafirma Juan Pablo II— es la fuente misma del matrimonio cristiano... Y en el don eucarístico de la caridad, la familia cristiana halla el fundamento..." (FC 57).

El Directorio para las misas con niños reafirma que la formación litúrgica de los niños "a la familia cristiana corresponde principalmente" (n. 10). "Si después los mismos niños, al participar en la misa, tienen junto a ellos a sus padres y otros miembros de la familia, quedará fuertemente consolidada la espiritualidad familiar" (n. 16).

La Instrucción de la misa para grupos particulares (1969) considera la posibilidad de la eucaristía celebrada en casa, con las adaptaciones establecidas en el documento, también para los "grupos familiares reunidos en torno a personas enfermas o ancianas, impedidas para salir de casa" (A. Pardo, o.c., 200), o para los "grupos familiares reunidos para velar a un difunto o por alguna otra circunstancia religiosa excepcional" (ib).

"El espíritu cristiano de las familias se desarrolla poderosamente si los niños participan en estas misas en compañía de sus padres y de otros miembros de la familia" (n. 16) (A. Pardo, Liturgia de la eucaristía, col. Libros de la comunidad, Ed. Paulinas, etc., Madrid 1979, 229).

En el Misal de Pablo VI hallamos referencias explícitas a la familia en la fiesta de la sagrada Familia y en un formulario ponla familia en las misas por diversas circunstancias. De la fiesta de la sagrada Familia, ahora más significativamente relacionada con el misterio de navidad (domingo en la octava de navidad), y del conjunto de las lecturas y oraciones surgen tres ideas fundamentales: Dios, autor y fundamento de la vida familiar, y, por tanto, la familia en la historia de la salvación; la asunción, en el misterio de la encarnación, de la misma experiencia familiar, a la que se propone como modelo la familia de Nazaret; la constante orientación de la liturgia a no considerar la familia cristiana en sí misma, sino siempre en el más amplio contexto de la familia Dei.

El ritual del Sacramento del matrimonio, sacramento que fundamenta y expresa el pacto nupcial entre los esposos haciéndolo "símbolo de la unión de Cristo con la iglesia", invoca sobre la pareja la bendición dada por Dios a la "primera comunidad humana, la familia" (n. 35), y se refiere repetidamente en la oración, en perspectiva de futuro, a la familia que nace, a su comunión de vida, a su misión en la iglesia y en el mundo.

En el ritual para la Ordenación del obispo, de los presbíteros y de los diáconos se prevé que los ordenados administren la comunión bajo las dos especies a los fieles.

La dimensión comunitaria del pecado y de la reconciliación, resaltada en el nuevo Ritual de la penitencia (n. 5), tiene una gran relevancia familiar, como aparece en los mismos esquemas de examen de conciencia propuestos en el apéndice. Esta importante perspectiva vuelve a recobrarla Juan Pablo II: "La celebración de este sacramento adquiere un significado particular para la vida familiar. En efecto, mientras mediante la fe descubren cómo el pecado contradice no sólo la alianza con Dios, sino también la alianza de los cónyuges y la comunión de la familia, los esposos y todos los miembros de la familia son alentados al encuentro con Dios, `rico en misericordia', el cual, infundiendo su amor más fuerte que el pecado, reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y la comunión familiar" (FC 58).

Por su parte, el Ritual de la unción y de la pastoral de los enfermos subraya que en el servicio de caridad prestado a los enfermos, "...tanto en la lucha contra la enfermedad y en el amor a los que sufren como en la celebración de los sacramentos de los enfermos... la familia de los enfermos tiene una parte primordial" (nn. 33-34). Por otra parte, tanto el rito de la unción como el de la comunión de los enfermos y del viático se celebran normalmente en casa, con la participación amorosa y consciente de los familiares.

El Ritual de exequias prevé una "vigilia en casa de los difuntos", en la que se ora varias veces por los familiares que sufren, mientras que el inicio del verdadero y propio rito fúnebre puede comenzar en la casa del difunto, con una atención afectuosa a los familiares. En los Praenotanda, en efecto, se establece que, "al preparar la celebración de las exequias, los sacerdotes considerarán... también el dolor de los familiares y las necesidades de su vida cristiana" (n. 18) (A. Pardo, o. c., 267).

Es significativa la afirmación de la Ordenación general de la liturgia de las Horas: "Conviene, finalmente, que la familia, que es como un santuario doméstico dentro de la iglesia, no sólo ore en común, sinoque además lo haga recitando algunas partes de la liturgia de las Horas cuando resulte oportuno, con lo que se sentirá más insertada en la iglesia" (n. 27) (A. Pardo, o.c., 309). Y Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis cultus (= MC), de 1974, tras citar este texto, añade: "No debe quedar sin intentar nada para que esta clara indicación halle en las familias cristianas una creciente y gozosa aplicación" (n. 53). Por otra parte, en las preces de laudes y vísperas, en las que se capta de forma tan inmediata el pulso de nuestro tiempo, la temática familiar aflora con bastante frecuencia.

No podemos olvidar el tema de las -> bendiciones, acciones de la iglesia en las que se alaba a Dios por sus beneficios y se invoca su salvación sobre los hombres. Algunas están reservadas a los ministros ordenados, pero otras son confiadas también a los laicos, y muchas de éstas —en forma tradicional o nueva— son de carácter familiar: piénsese en las bendiciones de la mesa, en las bendiciones dadas a los hijos antes de irse a descansar o en la de año nuevo. La iglesia romana ha introducido en su praxis litúrgica renovada el libro titulado De Benedictionibus (= El Bendicional), que dedica su primera parte, capítulo primero, a las bendiciones en la vida de familia. Al introducir este tipo de bendiciones en un libro litúrgico oficial, "entra en la liturgia de la iglesia un fragmento de las costumbres familiares"".

En la celebración anual de los misterios de Cristo siempre ha tenido una gran función pedagógica y espiritual la preparación y la resonancia que los diversos momentos del -> año litúrgico tienen en la vida familiar. Es necesario admitir que la reforma litúrgica se preocupó poco de este sector; por eso nos parece también de gran actualidad la ya citada orientación de Juan Pablo II: "Pondrán asimismo cuidado las familias cristianas en celebrar, incluso en casa, de manera adecuada a sus miembros, los tiempos y festividades del año litúrgico" (FC 61).

La reforma litúrgica ha dado también principios generales para un replanteamiento de los ejercicios piadosos en armonía con la sagrada liturgia (cf SC 13). Algunos de ellos forman tradicionalmente parte de la vida religiosa de la familia. Pablo VI, por ejemplo, ha recomendado a las familias particularmente el rosario, "vástago germinado sobre el tronco secular de la liturgia cristiana", notando que "no es difícil comprender cómo el rosario es un piadoso ejercicio inspirado en la liturgia y que, si es practicado según la inspiración originaria, conduce naturalmente a ella sin traspasar su umbral" (MC 48).

Más en general, la profundización de la concepción de la iglesia y de la oración misma han puesto en claro la exigencia de que se difunda, renovando la praxis tradicional, una auténtica experiencia de oración familiar, "zona intermedia entre la oración comunitaria del culto público y la oración privada" 28. Ya el Vat. II había presentado la oración común como un momento irrenunciable de la vida de una familia que se autoconsidera iglesia: "La familia ha recibido directamente de Dios la misión de ser la célula primera y vital de la sociedad. Cumplirá esta misión si, por la mutua piedad de sus miembros y la oración en común dirigida a Dios, se ofrece como santuario doméstico de la iglesia" (AA 11). Y Pablo VI insiste: "... porque si fallase este elemento, faltaría el carácter mismo de la familia como iglesia doméstica. Por eso, debe esforzarsepara instaurar en la vida familiar la oración en común" (MC 52).

Este análisis de los nuevos rituales y de las más recientes directivas del magisterio, a la luz de la recuperación de los valores fundamentales de los que hemos tratado, permite articular el tema familia/ liturgia a diferentes niveles.

a) La familia como sujeto de la liturgia, en un triple sentido: cuando celebra sola una acción litúrgica (como en el caso de la liturgia de las Horas o de ciertas bendiciones); cuando participa como tal en una acción litúrgica, celebrada quizá en su misma casa (eucaristía, penitencia, unción de los enfermos, ritos fúnebres, etc.); cuando la familia prepara, prolonga o revive en su propio ámbito la liturgia de la iglesia (año litúrgico, sacramentos, etcétera).

b) La familia como objeto de la liturgia: en el sentido de que a ella se refiera algún rito litúrgico o se efectúe para ella, se ore por ella o se trate de ella, sobre todo en la t eucología, proponiendo una interpretación, una imagen o un modelo de familia cristiana.

c) Finalmente, el discurso se refiere también a algunas formas de -> religiosidad popular de carácter familiar, animadas por el espíritu de la liturgia, especialmente en relación con el año litúrgico; y, en general, a las diversas expresiones de la oración familiar, inspirada por la lectura de la palabra de Dios.


III. Propuestas pastorales

El desarrollo de una relación más profunda entre familia y liturgia puede madurar solamente a partir de una auténtica espiritualidad familiar que sepa ser cada vez más consciente y creativa 29. Nace de la palabra de Dios y tiene su expresión más fuerte en la participación litúrgica y en la oración común, y pretende realizar en la vida concreta el espíritu de .las bienaventuranzas. Está animada por la convicción de los padres y los hijos de ser llamados, con una única vocación, a vivir juntos la alianza, el pacto de amor de Dios con su pueblo y a ser testigos del evangelio en la propia situación concreta, comprendida como un momento de la historia de salvación. Sintiéndose iglesia doméstica, se comprometen a ser "un solo corazón y una sola alma", creciendo juntos en la fe, en la esperanza y en la caridad, ayudándose y edificándose unos a otros.

Pero si la familia cristiana tiende con intensidad particular a hacer suyo el ideal de la comunión eclesial, no se sentirá menos llamada a participar de la misión de la iglesia, haciéndose cada vez más protagonista de la pastoral y de la vida de comunidad cristiana parroquial con su palabra, su acción y su mismo testimonio.

La profundización y difusión de una experiencia familiar cristiana más marcadamente eclesial podrá hacer surgir con mayor intensidad la familia en el movimiento litúrgico, dando vida a una fase más típicamente familiar en la renovación litúrgica. Dentro de ciertos límites, compartimos lo que escribe P. Dufresne: "Las familias en particular, una vez convencidas de la necesidad de tener una expresión propia, deben dar vida a una liturgia asimismo propia. Les toca a ellas tomar la iniciativa, intentar experiencias, redescubrir símbolos que sean realmente significativos para ellas en el mundo de hoy. En este trabajo de creación de una liturgia familiar toca a los pastoresla misión de abrir pistas, indicar posibilidades, dar orientaciones, establecer los puntos de partida, suscitar iniciativas y coordinar las experiencias, confrontándolas con las de los demás y con la herencia del pasado"

Pero esta postura, a nuestro parecer, no carece de ambigüedad: no nos parece que tenga en cuenta lo incompleto de la familia como realización de la iglesia, con los consiguientes límites intrínsecos de cara a la concepción de una liturgia familiar. Más aún, precisamente en la participación en la liturgia es donde la familia se realiza en la más amplia dimensión eclesial. Esto, sin embargo, no es óbice para que se reconozcan espacios más amplios para toda la dimensión familiar de la vida litúrgica, que se expresa en los diferentes niveles mostrados por el análisis de los rituales, y que puede ciertamente hallar expresión más espontánea y rica.

En este sentido, los datos más significativos de la tradición pueden representar la base para futuros desarrollos. Trataremos de poner en claro algunas perspectivas:

a) Un redescubrimiento de la relación originaria entre eucaristía y comensalidad cristiana podría llevar en algunas circunstancias a la recuperación del agape (carácter memorial, social, eclesial, escatológico); pero sobre todo podría inspirar más profundamente la oración de las comidas, con una atención particular a su dimensión eucarística. Esta oración de la mesa puede asumir diversas modalidades, experimentadas por muchas familias: fórmulas fijas o variadas, recitadas por el cabeza de familia o por otros miembros, como, por ejemplo, el hijo más pequeño; breves versículos dialogados, un momento de silencio cerrado por una oración; oraciones espontáneas por turno, un canto, etc.

b) La participación en la eucaristía, en que la familia se realiza más plenamente como iglesia doméstica, puede abrir posibilidades diversas a una liturgia familiar: ante todo, la eucaristía dominical en la parroquia, en la que toman parte juntos todos los componentes de la familia; en circunstancias particulares, como en las más hermosas fiestas familiares, también la eucaristía ferial; la misa doméstica, celebrada en casa de una familia que invita y acoge a otras familias, en circunstancias particulares o como momento fuerte en el camino de fe de un grupo de familias que se reúne en torno a la palabra de Dios. Tales celebraciones podrán asumir algunas modalidades familiares típicas: preparación del altar, participación de grandes y pequeños en la oración universal, colecta de ofrendas para alguna finalidad particular, presentación de motivos de agradecimiento y compromiso, canciones y oraciones de carácter familiar, etc. "

c) La liturgia de las Horas ha sido presentada por Pablo VI como "cumbre a la que puede llegar la oración doméstica" (MC 54). Esta indicación merece ser comprendida y acogida mejor a la luz de ciertas consideraciones. La primera es ésta: la familia que se reúne para la celebración de la liturgia de las Horas se hace ella misma y por sí misma sujeto de una acción litúrgica de la iglesia; a pesar de las apariencias y prejuicios contrarios, esta forma de oración eclesial, además de ser muy significativa por su riqueza de inspiración y de contenido, se presta bien a una interpretación familiar, por su carácter dialógico y coral, por la posibilidad de participar con intervenciones diferentes, por su misma estructura abierta a la oración espontánea y a la meditación silenciosa. Pero, pese a estas constataciones verificadas por la experiencia, estamos de acuerdo con los que piden y buscan, para una valoración familiar de la liturgia de las Horas, un mayor espacio de adaptación recordando lo que prevé la Ordenación general: "Importa, sobre todo, que la celebración no resulte rígida ni complicada, ni preocupada tan sólo de cumplir con las normas meramente formales, sino que responda a la verdad de la cosa. Hay que esforzarse en primer lugar por que los espíritus estén movidos por el deseo de la genuina oración de la iglesia y resulte agradable celebrar las alabanzas divinas" (OGLH 279. Véase en A. Pardo, Liturgia de los nuevos rituales y del oficio divino, col. Libros de la comunidad, Ed. Paulinas, etc., Madrid 1980, 354).

d) También la participación en algunos sacramentos y sacramentales puede tener un carácter doméstico y familiar: pensemos ante todo en los ritos que se celebran en casa, como la unción de enfermos, la comunión de enfermos, la vigilia en casa del difunto o el primer momento del rito fúnebre; el. aspecto familiar del sacramento de la penitencia, que se puede expresar también en familia por una preparación y acción de gracias comunitarios; la resonancia familiar de los sacramentos de la iniciación cristiana, de la misa de primera comunión: momentos de la historia de una familia que ofrecen a todos sus componentes la posibilidad de asociarse a un camino de fe y vivir un sacramento como un acontecimiento de gracia para toda la familia, esforzándose por superar los problemas, condicionamientos y dificultades diversas que con frecuencia comprometen el significado más profundo de estas experiencias cristianas ".

e) La iglesia doméstica vive el año litúrgico en comunión con la gran iglesia, no sólo como un factor sumamente eficaz de formación permanente, sino como un itinerario de vida cristiana, en el que Cristo nos hace participar de sus misterios para asemejarnos cada vez más a él y para unirnos cada vez más a su iglesia. Todo esto se realiza por la participación en las celebraciones de la iglesia, pero con una irradiación en la vida familiar que inspira no solamente costumbres tradicionales y muchos aspectos del folclore, sino también encuentros de oración, ritos domésticos, celebraciones familiares centradas en la palabra de Dios: piénsese, por ejemplo, en el tiempo de navidad, en la "corona de adviento", en la novena de navidad en familia, encuentros de oración para la inauguración del belén o del árbol de navidad, etc. En cambio, no nos parece oportuno, en las situaciones eclesiales normales, favorecer celebraciones alternativas a las de la iglesia, como cuando se habla de "vigilia pascual en familia". Otra cosa muy diferente es una integración e interpretación familiar de la liturgia de la iglesia. Aquí se pueden valorar elementos tradicionales o dar espacio a una nueva -> creatividad que exprese la vitalidad religiosa y las particulares exigencias de la familia.

f) También pueden ser un desarrollo de la liturgia familiar las bendiciones, a través de las cuales, en particulares circunstancias de la vida doméstica, se alaba al Señor y se le da gracias por sus beneficios, implorando también para el futuro su protección paterna. La bendición no se agota necesariamente en una oración, sino que ésta podrá ser precedida por la palabra de Dios y acompañada por un pequeño rito (imposición de manos, signo de la cruz, aspersión con agua bendita): será un ejercicio del sacerdocio universal y del ministerio conyugal de los padres, que da significado a determinadas circunstancias de la vida familiar, las cuales se convierten en ocasión para volverse hacia Dios, dándole gracias y pidiendo su ayuda.

g) Más en general se puede aludir al problema de la oración familiar entendida como experiencia cotidiana de una familia cristiana. Es un problema, ante todo, de fe y de sentido eclesial; pero es también un problema práctico: de organización, de formas concretas, de ritmos justos, adecuados a las condiciones de vida de personas diferentes que viven juntas. Ya hemos aludido a la liturgia de las Horas, a la oración de la mesa y a la tradición del rosario en casa. Todavía podemos hacer referencia, entre las formas más comunes, a la oración de la mañana y de la tarde, y quizá más fácilmente a esta última: hay pocas fórmulas breves que sirvan de marco a un momento de oración más personal y espontánea, inspirada en la jornada transcurrida, introducida por una breve lectura bíblica. Pero algunas familias prefieren dar a su oración común un ritmo menos frecuente; por ejemplo, una frecuencia semanal, a través de un encuentro en torno a la palabra de Dios que se hace reflexión, revisión de vida, intercambio de experiencias y de dones espirituales, y programación común de un compromiso cristiano, vivido en la multiplicidad de las experiencias cotidianas, pero con "un solo corazón y un alma sola". "Sabemos muy bien —anota Pablo VI— que las nuevas condiciones de vida delos hombres no favorecen hoy momentos de reunión familiar y que, incluso cuando esto tiene lugar, no pocas circunstancias hacen difícil convertir el encuentro de familia en ocasión para orar. Difícil, sin duda. Pero es también una característica del obrar cristiano no rendirse a los condicionamientos ambientales, sino superarlos; no sucumbir ante ellos, sino hacerles frente. Por eso, las familias que quieren vivir plenamente la vocación y la espiritualidad propia de la familia cristiana, deben desplegar toda clase de energías para marginar las fuerzas que obstaculizan el encuentro familiar y la oración en común" (MC 54).


Conclusión

Hemos presentado muchas posibilidades, sin proponer opciones y determinaciones concretas. En efecto, pensamos que se trata de recuperar e indicar modelos y fragmentos de experiencia que puedan entrar en una búsqueda que sólo las familias particulares pueden hacer, construyendo día a día su camino de fe y de vida eclesial.

Como es verdad que "la sagrada liturgia no agota toda la actividad de la iglesia" (SC 9), así es también evidente que la familia es iglesia doméstica sólo cuando celebra, ora y escucha la palabra; pero estos momentos cualificados de realización eclesial, buscados con amor y frecuentemente con verdadera imaginación creadora, cuentan entre las expresiones más significativas y prometedoras de un nuevo sensus ecclesiae, que ya muchas familias cristianas viven con una intensidad y conciencia que quizá las generaciones precedentes no han conocido.

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D. Sartore

BIBLIOGRAFÍA: Iceta M., Hogares en oración, Ed. SM, Madrid 1979; Galdeano J.G., Calendario y liturgia familiar, Perpetuo Socorro, Madrid 1976; Ledogar R., Bendición de la mesa y eucaristía. Cuestiones planteadas desde las ciencias sociales, en "Concilium" 52 (1970) 272-285; Llabres P., La oración familiar. Orientación y valoración litúrgica, en "Phase" 48, 536-542; Pratt I., Oración en el hogar. Testimonio de una madre de familia, en "Concilium" 52 (1970) 253-258. VV.AA., Oraciones y cánticos en familia del hombre de nuestros días, en "Concilium" 52 (1970) 286-302.