ECUMENISMO
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SUMARIO: I. Aspectos litúrgicos del ecumenismo: 1. Cristo, centro de unidad; 2. Un solo misterio celebrado; 3. En las iglesias divididas; 4. Confesiones de la fe; 5. "Lugar. teológico" - II. Problemas en discusión: 1. Concepto de iglesia; 2. Ministerios ordenados; 3. Sacramentos - III. Desarrollos recientes: 1. Palabra y sacramento; 2. Memorial; 3. Eucaristía; 4. Para el crecimiento cristiano - IV. Disposiciones actuales: 1. El bautismo; 2. La eucaristía: a) Comunión cerrada, b) Comunión abierta, c) Plena intercomunión, d) Posición católica actual; 3. Los matrimonios mixtos: a) Aspectos generales, b) Promesas, c) Forma canónica, d) Forma litúrgica, e) Los testigos, J.) Indicaciones pastorales; 4. Enfermedad y muerte: a) Enfermedad, b) Unción de los enfermos, c) Exequias; 5. Oraciones comunes: a) Forma de la celebración, b) Lugar de la celebración - V. Conclusión.


Se llama ecumenismo el complejo de los esfuerzos que los cristianos realizan, por impulso de la gracia del Espíritu Santo, con la oración y con las obras, por acercarse a aquella plenitud de unidad que Jesucristo quiso para su iglesia. "Por movimiento ecuménico se entienden las actividades e iniciativas que, según las variadas necesidades de la iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos" (UR 4).

La convergencia en la doctrina y en la comunión de vida se realiza a través del diálogo. En el intercambio recíproco los cristianos aprenden "a progresar juntos en la partici-pación de la realidad del misterio de Cristo y de su iglesia; a partir de aquí podrán descubrir convergencias entre sus diversos modos de afrontar el misterio revelado y de traducirlo en el pensamiento, en la vida, en el testimonio"


I. Aspectos litúrgicos del ecumenismo

Aquí nos ocuparemos del ecumenismo solamente en el sector particular de la' vida litúrgica de la iglesia. En la -> liturgia, la iglesia prolonga en el tiempo y actualiza la redención realizada por Cristo: en ella los hombres se insertan, mediante el -> bautismo, en el -> misterio pascual de Cristo, reciben el espíritu de hijos adoptivos, se convierten en adoradores del Padre en espíritu y en verdad; en la lectura de la Escritura y en la celebración de la eucaristía se anuncia la palabra de salvación y se representa la victoria pascual; en la asamblea litúrgica se alaba al Padre por la salvación que nos ha dado en Cristo. "La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la iglesia, y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC 10).

Estos elementos de la vida litúrgica, en toda su plenitud, constituyen un bien de la iglesia católica, en la cual subsiste la iglesia de Cristo(LG 8). Sin embargo, en diversa medida, se encuentran también fuera de los confines visibles de la iglesia católica. "Los hermanos separados de nosotros practican también no pocas acciones sagradas de la religión cristiana, las cuales, de distintos modos, según la diversa condición de cada iglesia o comunidad, pueden, sin duda, producir realmente la vida de gracia, y hay que considerarlas aptas para abrir el acceso a la comunión de la salvación" (UR 3).

1. CRISTO, CENTRO DE UNIDAD. El ecumenismo se funda en la unidad que existe entre los cristianos y Cristo. El es la fuente y el centro de toda unidad y comunión de los hombres y de las cosas. A todos los bautizados, Cristo les comunica su filiación divina; es para ellos la cabeza y el mediador de la nueva alianza establecida en su sangre; es el que reúne a los creyentes en su cuerpo, que es la iglesia. Todos los que creen en el nombre de Jesús, sea cual sea la iglesia o comunidad a que pertenezcan, "justificados en el bautismo por la fe, están incorporados a Cristo y, por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos, y los hijos de la iglesia católica los reconocen con razón como hermanos en el Señor" (UR 3).

Por la fuerza del bautismo todos los cristianos, animados por el Espíritu Santo, están capacitados para presentar al Padre el nuevo culto. De hecho, toda comunidad cristiana, cuando se reúne en el nombre del Señor, experimenta su presencia (Mt 18,20) y su gracia que salva. Cristo, sacramento primordial de salvación, es accesible a todos. El culto y la adoración de los bautizados están insertos en la oración del único mediador. "El Espíritu Santo, que habita en loscreyentes y llena y gobierna a toda la iglesia, realiza esa admirable unión de los fieles y tan estrechamente une a todos en Cristo, que es el principio de la unidad de la iglesia. El es el que obra las distribuciones de gracias y ministerios, enriqueciendo a la iglesia de Jesucristo con variedad de dones para la perfección consumada de los santos en orden a la obra del ministerio, a la edificación del cuerpo de Cristo (Ef 4,12)" (UR 2).

2. UN SOLO MISTERIO CELEBRADO. En la liturgia de las iglesias se celebra el mismo e idéntico acontecimiento de salvación: Cristo Jesús. Para toda comunidad de la gran familia cristiana Cristo es la gran figura histórica, en la que el acontecimiento de la comunicación absoluta de Dios está presente para los hombres en modo definitivo y universalmente eficaz. Cristo es el corazón del mundo, el centro de la adoración filial, la fuente de toda gracia, el sacramento del encuentro con Dios. El designio salvífico del Padre adquiere en Cristo una forma sensible, visible, pública. Toda celebración de los cristianos se refiere objetivamente al misterio único de la salvación realizada por Cristo, representado en el memorial que ellos celebran. Es una sola historia de salvación de hecho, un solo designio de gracia perseguido con sabiduría y paciencia por el Señor de los siglos.

En el culto los bautizados proclaman las obras maravillosas de Dios, que los ha rescatado y los ha constituido estirpe elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo de su propiedad (1 Pe 2,9). "El culto cristiano celebra la poderosa acción de Dios en Jesucristo y nos lleva a la comunión con él. Cualquier forma que éste asuma, su realidad depende de la presencia de Cristo en él, en la palabra leída y recitada y en los sacramentos. Jesucristo es el centro y, a través del Espíritu Santo, es él quien nos capacita para el verdadero culto'''.

Liturgia y ecumenismo convergen en un único centro. La división en que se encuentran las iglesias no se refiere a su relación con Cristo, sino a la relación horizontal de los cristianos entre sí: son hermanos "entre sí preparados" (UR 1). Cristo sigue .siendo siempre la fuente de salvación y el principio de unidad.

En el culto la unidad existente es afirmada por el puesto importante que las iglesias atribuyen a la palabra de Dios. La Sagrada Escritura es el lugar en que los cristianos encuentran a Cristo, conocen la voluntad salvífica del Padre, experimentan la asistencia del Espíritu santo, que los introduce progresivamente en la "verdad plena" (Jn 16,13). Anunciada en la comunidad cristiana, la palabra de Dios es escuchada como regla suprema de la fe, voz del Espíritu Santo: en ella "el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual" (DV 21). El evangelio es "poder de Dios para la salvación de todo el que cree" (Rom 1,16). A la Escritura la iglesia le presta su palabra interpretativa, mediante la cual, con la predicación, la actualiza y la hace plenamente adecuada a la situación histórica de los hombres de una determinada época. La predicación durante el culto, y en particular la -> homilía, normalmente versa sobre la palabra de Dios que en el mismo se proclama.

3. EN LAS IGLESIAS DIVIDIDAS. La iglesia, insertada en su cabeza, llena del Espíritu Santo y dotada de medios aptos para la unión visible y social, ha sido constituida "sacramento visible de la unidad salvífica" (LG 9). A ella se le ha encomendado la tarea de regenerar al género humano y de reunirlo todo él en Cristo.

La iglesia católica refleja de modo concreto y fiel la estructura sacramental querida por Cristo para su iglesia: "Unicamente por medio de la iglesia católica de Cristo, que es el instrumento general de salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación" (UR 3). Las otras iglesias históricas, en cuanto fundadas en Cristo y en cuanto que viven en comunión con él, proporcionalmente a su capacidad expresiva de la sacramentalidad eclesial, "de ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el misterio de la salvación. Porque el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la iglesia católica" (UR 3).

El cabeza única y mediador salva por medio de las diversas comunidades de culto y los medios salvíficos que toda iglesia pone a disposición del Salvador. Por esta razón, reconocida la sacramentalidad general de las comunidades cristianas, las afirmaciones sobre los diversos elementos que la expresan se enuncian teniendo presente la condición particular de cada iglesia. También desde el punto de vista litúrgico es válida la distinción del capítulo 3 del decreto UR, que agrupa a las iglesias y comunidades eclesiales separadas en tres tipologías: las iglesias orientales, la comunión anglicana y las iglesias nacidas de la reforma.

4. CONFESIONES DE LA FE. El diálogo ecuménico hace referencia a la liturgia de las iglesias porque en la liturgia de la fe profesada se expresa de modo cualificado y vívido. "El conjunto de las acciones litúrgicas constituye el humus en que al mismo tiempo se profesa la verdad de fe, se formula el acto de fe tanto personal como comunitariamente, se actualiza el contenido de la fe, se manifiesta la eclesialidad de la fe, se realiza la historicidad de la fe"'. Alabando y dando gracias a Dios, celebrando sus misterios de la salvación, las iglesias se colocan públicamente a la vista del mundo y de sí mismas expresando lo que creen. La confesión y el anuncio de fe se refieren de modo objetivo al acontecimiento salvífico celebrado. Las iglesias los revisten de su palabra humana, de las categorías teológicas y culturales que les son más connaturales, según las contingencias de tiempos, lugares, lengua e historia particular. En la liturgia de las iglesias la fe cristaliza a veces en fórmulas simplemente bíblicas y, otras, en categorías teológicas y filosóficas de escuelas particulares. No rara vez la urgencia por defender la ortodoxia de la fe ha sugerido la introducción de fórmulas antiheréticas. Muy importantes son las expresiones de fe tomadas directamente del NT y las elaboradas en la iglesia primitiva, en cuanto que contienen los elementos esenciales de la fe en la Trinidad, la salvación en Cristo, la obra santificadora del Espíritu, la naturaleza de la iglesia y el destino escatológico del hombre.

La liturgia, según la afirmación de Pío XI, es el órgano más importante del magisterio ordinario y didascalía de la iglesia (DPILS 1, p. 70s). Pero la liturgia no se agota en una doctrina: la liturgia es dogma hecho oración, experiencia espiritual vívida de la fe proclamada. Laformulación conceptual que reviste la fe es superada por la realidad mistérica y por el acontecimiento a los que la liturgia se refiere y que intenta expresar, ya que el misterio que en ella se celebra trasciende los ritos y fórmulas que lo enuncian. "Donde se anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor"'.

5. "LUGAR TEOLÓGICO". La teología dogmática no cubre todo el arco de la expresión de la fe. Tiene necesidad del suplemento de la experiencia cristiana que se realiza en el culto. Este aspecto existencial caracteriza a la liturgia considerada como lugar teológico, fuente en la que se vive y de la que se extrae la genuina fe de la iglesia, sobre todo en la dimensión activo-subjetiva (lides qua creditur). La relación entre liturgia y dogma está descrita también en la fórmula de Próspero de Aquitania: Legem credendi lex statuat supplicandi, entendida en su verdadero sentido, es decir, en el de que la liturgia es el lugar hermenéutico de la fe: la liturgia expresa la fe divina ya explicitada, hace que los creyentes la vivan y la fortalece en ellos. En algunos casos, además, la liturgia precede a la explicitación de la fe divina expresada en los enunciados dogmáticos. El dogma tiene que estar siempre abierto a la aportación dinámica de la liturgia, y debe ser incesantemente iluminado por la creciente autocomprensión que la iglesia tiene de sí misma en la celebración del misterio de Cristo.

Pero el axioma lex orandi-lex credendi puede ser insuficiente y ambiguo si la liturgia no está siempre regulada por la palabra de Dios, alimentada por la fe apostólica y sostenida por la comunión de fe con la tradición de las generaciones pasadas. Sin este contacto vivo con las fuentes puras de la fe, la liturgia puede convertirse en vehículo de fermentos que contaminen la autenticidad del dogma. La renovación litúrgica de las iglesias tiende a llevar hacia una mayor pureza la expresión de la fe de que es depositaria la liturgia.


II. Problemas en discusión

El acuerdo existente entre las iglesias acerca del papel de la liturgia en la vida cristiana se fragmenta cuando se consideran sus aspectos particulares, tales como las estructuras celebrativas del culto, el cometido de los ministros ordenados, la extensión del concepto de sacramento. En vez de detenernos en los problemas particulares, que son objeto de la actual discusión teológica entre las iglesias, dedicaremos nuestra atención a los puntos más importantes que motivan el contencioso en el sector litúrgico.

1. CONCEPTO DE IGLESIA. Las divergencias más profundas en la vida litúrgica surgen, de manera más o menos directa, de una diversa comprensión de la iglesia y sus estructuras. Los problemas eclesiológicos que se reflejan en la vida litúrgica derivan principalmente de la diversa acentuación que se dé a la palabra, a la comunidad y al sacramento. Todas las confesiones reconocen como signos específicos de la iglesia y fundamentos de su unidad la pura doctrina y la correcta administración de los sacramentos. Sigue habiendo graves divergencias doctrinales acerca del concepto de sacramentalidad de la iglesia y de su extensión, acerca del concepto de gracia y de la institución de los sacramentos por Cristo.

2. MINISTERIOS ORDENADOS. La vida litúrgica de la iglesia está íntimamente vinculada al ejercicio de los ministerios ordenados. En las iglesias nacidas de la reforma, los ministerios y los sacramentos surgen esencialmente de la palabra y están ordenados a su servicio. La tradición católica y oriental pone el acento en el poder sagrado de los ministros ordenados jerárquicamente en sucesión directa de los apóstoles y de sus sucesores: el poder de administrar los sacramentos y de anunciar la palabra compete propiamente a quienes participan en el sacerdocio ministerial o jerárquico, que difiere del sacerdocio común de los fieles no sólo en grado, sino en naturaleza (LG 10). En las iglesias católicas y orientales sólo el obispo y los sacerdotes consagrados tienen el poder de celebrar la eucaristía. Esta acentuación del poder ministerial proviene de la idea de que el ministerio, ordenado en la iglesia y para ella, se funda no en la iniciativa humana, sino en la acción salvífica de Dios. La conexión de los ministerios con su origen se realiza mediante la cadena de los ministros y de las comunidades a lo largo de los siglos, y no directamente en la palabra fijada en la Escritura. Para estas iglesias, la palabra no existe más que como palabra confiada a la iglesia y custodiada por ella. Esto da sentido a la consagración en la sucesión ministerial, y expresa el hecho de que la comunidad se conserve en su identidad a través del tiempo.

3. SACRAMENTOS. La discusión versa también sobre el aspecto exterior y sobre el número de los sacramentos. La iglesia católica y las iglesias orientales reconocen siete. Las iglesias nacidas de la reforma no reconocen más que dos —y según su acepción— el bautismo y 1a santa cena. Aplicando el principio general de la autoridad doctrinal absoluta de la Escritura, los reformados reconocen como sacramentos los actos de la iglesia que comunican la gracia de Cristo, que hayan sido instituidos expresamente por Jesús mismo y que estén fundados clara e indiscutiblemente en la Escritura. El principio de que los sacramentos deben haber sido instituidos por Cristo mismo para ser verdaderamente medios de gracia es aceptado por todas las iglesias. Sigue controvertida la interpretación de los textos bíblicos que fundamentarían los sacramentos no aceptados por los reformados. La orientación actual de la investigación exegética está menos preocupada que en el pasado por buscar la prueba bíblica a propósito del número de los sacramentos, en parte debido a que la exégesis y la teología bíblica han puesto en guardia frente a la tentación de identificar la actual noción de sacramento, tal como se ha venido explicitando a través de los siglos, con los puros datos escriturísticos.

Las iglesias orientales y católica, a pesar de la estrecha semejanza de los sacramentos, defienden que la vida sacramental tiene una variedad de formas y una diferenciación que no permiten la fusión y la reducción numérica de los actos sacramentales. Pero no todos los sacramentos obligan en la misma medida.

Incluso para los dos sacramentos aceptados como tales por todas las iglesias (bautismo y eucaristía) no se ha alcanzado todavía un consenso doctrinal completo sobre todos los aspectos y una praxis celebrativa única.

El bautismo es reconocido por los cristianos como el sacramento que inserta en el misterio pascual de Cristo y agrega a la iglesia. La doctrina católica considera a la iglesia como una comunidad que Cristo ha dotado de una constitución jurídica precisa. El bautismoincorpora al bautizado de manera irrevocable a esta comunidad jurídica. De este principio se derivan consecuencias canónicas, que se reflejan en el matrimonio y en los demás sacramentos dependientes del concepto de jurisdicción.

Tampoco la praxis ritual del bautismo es siempre compartida. El baño bautismal se practica mediante la inmersión, la infusión y la aspersión. Las iglesias orientales (como también, en Occidente, la liturgia ! ambrosiana) y baptistas se atienen a la costumbre antigua de la inmersión, que es la que mejor expresa la curva simbólica de la salvación de muerte y sepultura (bajada a la pila bautismal) y de resurrección y vida nueva en Cristo (emersión). En las iglesias occidentales se practican preferentemente la aspersión y la infusión, si bien no sólo no es desconocido, sino en cierto modo está más aconsejado y valorado el rito de inmersión 6. El debate sobre el bautismo de los niños ha puesto de relieve la importancia del camino de fe, que sólo la comunidad cristiana y la ! familia pueden asegurar al niño. Para algunos, por ejemplo los baptistas, el bautismo debe ir precedido por la confesión de la fe cristiana y acompañado por una aceptación de responsabilidades estrictamente personal.

Las iglesias orientales han conservado la praxis de administrar, con el bautismo, la crismación y la eucaristía, aun tratándose de niños, y están en desacuerdo con la costumbre de diferir estos dos sacramentos hasta la adolescencia o juventud, porque se rompería el estrecho nexo que debe existir entre los tres sacramentos de la iniciación. A los orientales les resulta también incomprensible la praxis occidental de retrasar la -> confirmación, situándola más tarde que la eucaristía.

La celebración de la eucaristía es uno de los nudos del diálogo ecuménico. Además del Consejo mundial de las iglesias', se han ocupado de ellas las comisiones mixtas anglicano-católica, católico-luterana, católico-medotista y católico-reformada. Los puntos controvertidos siguen siendo la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas y el carácter sacrificial de la eucaristía. Sobre estos problemas se va delineando un cierto consenso, como diremos en seguida. Entre los puntos cruciales está el problema del ministro de la eucaristía. Algunas iglesias reformadas no consideran indispensable que la santa cena deba ser presidida por un ministro ordenado. Incluso en relación con las iglesias en que la eucaristía es presidida por un ministro ordenado, por parte de la iglesia católica continúa habiendo reservas acerca de la validez sacramental de la ordenación de los pastores a causa de la interrupción de la sucesión que tuvo lugar en los primeros ministros protestantes, de los que derivan las demás ordenaciones. A esta dificultad se añade la praxis innovadora de algunas denominaciones protestantes y de la comunión anglicana de ordenar -> mujeres para el ministerio. Católicos y ortodoxos rechazan tal innovación por discordar con la tradición eclesial que deriva de la tradición apostólica. Un cambio de esta envergadura no debería realizarse separadamente en las confesiones particulares, sino que debería ser el resultado de una común reinterpretación del ministerio ordenado a la luz de los datos bíblicos y de la evolución posterior.

En el diálogo actual se insiste en que la práctica eucarística ponga de relieve los elementos fundamentales afirmados por todos. A los católicos se les pide que eviten la celebración sin participación de pueblo, que aseguren la predicación de la palabra en toda celebración eucarística, que den la comunión bajo las dos especies. Se desearía que los reformados tendiesen a una celebración más frecuente de la santa cena, normalmente el domingo o una vez por semana; que implicasen a toda la comunidad, incluidos los niños, en una mayor participación; que evidenciasen el nexo existente entre el servicio de la palabra y el sacramento.

Para el mundo ortodoxo los problemas de la celebración se refieren sobre todo a una mayor correspondencia entre las formas del culto bizantino y el hombre contemporáneo. Esto exigiría una revisión de los actuales libros litúrgicos, un mayor espíritu de simplicidad, una más intensa actividad homilética y catequética y la adopción de la lengua hablada por el pueblo.

La iglesia ortodoxa y las denominaciones protestantes encuentran discutible la piedad de los católicos que se expresa en la adoración de la eucaristía fuera de la misa y centran la atención en el carácter convivial de la eucaristía. La finalidad principal de la sagrada reserva es la distribución a los enfermos y a los ausentes.

Las iglesias de Oriente han conservado el estrecho lazo de unión entre los sacramentos de la iniciación (bautismo, confirmación, eucaristía) y los administran siempre juntos, incluso tratándose de niños.


III. Desarrollos recientes

El diálogo interconfesional versa con mucha frecuencia sobre problemas de carácter litúrgico, aunque insertos en un contexto teológico más amplio. El esfuerzo del ecumenismo consiste precisamente en eliminar la fragmentación de lostemas que separan, para resituarlos en el marco de conjunto de los principios doctrinales y de la vida cristiana concreta. El método específico del ecumenismo tiende a eliminar las posiciones contradictorias recurriendo a proposiciones bíblicamente fundadas, en las que la fe común converge con la fidelidad confesional. Señalemos algunas perspectivas de interés para el tema litúrgico.

1. PALABRA Y -> SACRAMENTO. En el pasado se quiso distinguir el cristianismo católico del protestante definiéndolo como iglesia del sacramento, contrapuesto a la iglesia de la palabra. Hoy ninguna confesión cristiana admite una contraposición entre estas dos realidades. Palabra y sacramento no se consideran ya como elementos yuxtapuestos y como dos maneras diferentes e independientes con que la gracia de Dios se comunica. Se compenetran recíprocamente. Ningún sacramento puede ser concebido como medio eficaz de gracia sin la palabra, que anuncia de modo personal la salvación. Sin embargo, los sacramentos extienden la eficacia de la palabra a la dimensión corporal del hombre.

También la doctrina sobre la eficacia de los sacramentos ha adquirido algunas clarificaciones importantes en el diálogo teológico reciente. La doctrina protestante parte del principio fundamental de que la salvación y la gracia pueden llegar al hombre sólo mediante la fe: los actos sacramentales de la iglesia no son eficaces más que por la fe. Esto no significa que la realidad de los sacramentos dependa de la fe. La iglesia católica enseña que los sacramentos son eficaces por sí mismos (ex opere operato), por el mero hecho de su administración. Esto no significa que los sacramentos sean acciones independientes de Dios, con valor en sí mismos. El ex opere operato del sacramento subraya la acción soberana de Dios omnipotente; la presencia de Cristo no depende de nosotros y no es fruto de nuestro esfuerzo, ni siquiera de nuestra fe, sino simplemente un don gratuito. La doctrina católica no implica ninguna magia inmanentista, ni tampoco un automatismo de la materia. El sacramento actúa por el solo poder de Dios. También en la concepción católica la fe tiene una importancia vital: los sacramentos "no sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por eso se llaman sacramentos de la fe" (SC 59). La actual teología sacramentaria está más atenta a subrayar la íntima concatenación entre palabra, fe y sacramento.

2. -> MEMORIAL. Cristo, con todo lo que ha realizado por los hombres y por la creación mediante la encarnación, el ministerio, la enseñanza, el sufrimiento, el sacrificio de la muerte en cruz, la resurrección, la ascensión y pentecostés, está presente en el memorial-anamnesis de la iglesia. Este es además anticipo de la parusía y de la realización del reino. En la liturgia no se trata, pues, sólo de recordar espiritualmente los acontecimientos del pasado y su significado. Se hace una proclamación efectiva de la gran obra de salvación acontecida en Cristo. Mediante la comunión con él la iglesia participa en esta realidad que se representa en el culto. La anamnesis, como representación y anticipación, se realiza en la acción de gracias y en la intercesión. Proclamando ante Dios la gran obra de la redención, la iglesia está unida a Cristo sumo sacerdote e intercesor, y le pide que aplique a todo hombre el beneficio de la salvación. Por eso la anamnesis de Cristo es el fundamento y la fuente de toda oración cristiana.

Este concepto general de memorial se particulariza en los diversos sacramentos de la iglesia y en el ciclo de las fiestas litúrgicas distribuidas a lo largo del año.

3. -> EUCARISTÍA. La eucaristía, instituida por Jesucristo como memorial de toda su vida, pero sobre todo de su cruz y resurrección, hace eficaz en la iglesia la obra redentora del misterio pascual. "El concepto de memorial, tal como se entendía en la celebración pascual en tiempos de Cristo (hacer eficazmente presente un acontecimiento del • pasado), ha abierto el camino a una mejor comprensión de la relación entre el sacrificio de Cristo y la eucaristía. La muerte de Cristo en la cruz, culminación de toda su vida de obediencia, constituye el sacrificio único, perfecto y suficiente por los pecados del mundo. No puede haber repetición de este sacrificio, ni complemento a lo que Cristo realizó de una vez por todas. El lazo de unión entre sacrificio de Cristo y eucaristía y la eficacia de la obra redentora de Cristo en la cruz son expresión en modo condensado del concepto de memorial celebrado por la iglesia". Esta afirmación proyecta nueva luz sobre las tradicionales divergencias acerca de la presencia real de Cristo y el carácter sacrificial de la eucaristía. Los cristianos, en la actualidad, están de acuerdo en afirmar que en el sacramento eucarístico está Cristo presente de modo único, y no reducible a otras formas de presencia. Los cristianos de tradición protestante querrían que no se fuera más lejos en los enunciados y que se afirme simplemente el misterio de la presencia sin pretender comprenderla y definirla con categorías filosóficas.

La teología católica ha intentado explicar este modo particular de presencia con el concepto de transustanciación.

El carácter sacrificial de la celebración eucarística está mencionado explícitamente en todos los acuerdos confesionales más recientes. El sacrificio de Cristo "no puede ser ni continuado ni repetido, ni sustituido ni completado; pero puede y debe ser eficaz de modo siempre nuevo en su comunidad". La iglesia católica es particularmente sensible al carácter verdaderamente sacrificial de la misa. Por su unidad con el sacrificio de la cruz (cruento, satisfactorio y meritorio de modo pleno y definitivo), la misa es plenamente sacrificio propiciatorio por el hecho de que en la eucaristía Cristo se ofrece a Dios no sólo en su disposición de espíritu, sino de modo ritual y sacramental por las manos del sacerdote. "Por eso la oblación es legítimamente ofrecida, según la tradición de los apóstoles, no sólo por los pecados, las penas, las satisfacciones y las demás necesidades de los fieles vivos, sino también por los que han muerto en Cristo y que todavía no han sido plenamente purificados". Los cristianos de la reforma temen que esta concepción ofusque el carácter único y plenamente suficiente del sacrificio de la cruz y la mediación única de Cristo. Para ellos la cena del Señor tiene el sentido de un sacrificio de acción de gracias y de alabanza por el sacrificio de la cruz presente en el sacramento. Las posiciones se acercan cuando se aplica el concepto de memorial.

4. PARA EL CRECIMIENTO CRISTIANO. El desarrollo de la vida bautismal en las iglesias se significa mediante algunas celebraciones (confirmación, matrimonio, unción de los enfermos) que para las iglesias católica, ortodoxa y viejocatólica constituyen sacramentos. Las iglesias de la reforma los conservan casi siempre como ritos eclesiásticos, sin atribuirles la dignidad de sacramentos.

Las investigaciones recientes de teología sacramental están atentas a la evolución histórica de los ritos y a los diversos itinerarios recorridos por las iglesias en la formación de estas celebraciones. Se procura evitar proyectar la praxis litúrgica actual sobre la situación en que vivía la iglesia de los primeros siglos. El principio de la fundamentación neotestamentaria de la praxis sacramental es exacto, con tal de que no se le tome con tal rigidez que se reconozca como esencial para la iglesia sólo lo que pueda reducirse a afirmaciones de Cristo fijadas literalmente en el NT o a una praxis plenamente desarrollada en la iglesia apostólica. También en el ámbito de los sacramentos se debe reconocer la validez de una evolución vital en la historia de la iglesia, que ha dado mayor claridad a celebraciones que en su origen estaban sólo esbozadas y condensadas en ciertos ritos (por ejemplo, la imposición de las manos, la unción, la bendición).

Pero en la actual concepción de los ritos que acompañan al cristiano en el curso de su vida después de los sacramentos de la iniciación, las diferencias entre las iglesias no son solamente de naturaleza morfológica: las posiciones se basan en enunciados teológicos diferentes. Los diversos modos de entender la penitencia, la confirmación, el matrimonio y la unción de los enfermos se refieren al problema de los signos y medios sacramentales mediante los cuales se actualiza la salvación. Desde el punto de vista católico y ortodoxo, está claro que el protestantismo ha producido una atrofia de los gestos sacramentales; por locual, a excepción del bautismo y la eucaristía, los ritos que acompañan a la vida cristiana no presentan una forma plenamente sacramental. Pero esto no significa que estén privados de valor salvífico o que no sean signo eficaz de la fe de la iglesia. Desde el punto de vista católico se reconoce la presencia de la única iglesia de Cristo incluso fuera de la iglesia católica y, por tanto, la manifestación del sacramento global o radical de la iglesia en los ritos de las otras comunidades cristianas.


IV. Disposiciones actuales

El progreso del movimiento ecuménico, los frecuentes encuentros de estudio, la colaboración pastoral y, en muchas ocasiones, la convivencia en el mismo territorio ha llevado a las iglesias a reflexionar sobre la posibilidad de una cierta comunicación en la actividad y en la vida espiritual. En la iglesia católica, hasta la promulgación de la primera parte del Directorio Ecuménico (14-5-67), la communicatio in sacris estaba regulada por el CDC del año 1917 (cáns. 731,2; 1099; 1102; 1258; 1325; etc.), que reflejaba el planteamiento de una eclesiología superada por el Vat. II. Reconociendo que entre los cristianos hay bastantes e importantes bienes espirituales que son comunes, provienen todos de Cristo y conducen a él (UR 3), el concilio establece el principio de que la communicatio es posible en la medida en que manifieste la unidad de la iglesia y haga participar en los medios de gracia (UR 8). La manifestación de la unidad presupone un mismo fundamento eclesiológico y sacramental. Desde este punto de vista, la communicatio queda limitada a las iglesias con las que existe una comunión de fe, de vida sacramental y un verdadero fundamento eclesiológico común. Pero el decreto conciliar tiene también presente el hecho de que la communicatio a veces es exigida por la necesidad de participar en los medios de gracia. El decreto OE (24-29) prevé una aplicación particular de la communicatio entre los orientales católicos y las iglesias orientales no en comunión con la sede romana: "Pueden administrarse los sacramentos de la penitencia, eucaristía y unción de enfermos a los orientales que de buena fe viven separados de la iglesia católica, con tal que los pidan espontáneamente y tengan buena disposición. Más aún: pueden también los católicos pedir esos mismos sacramentos a miriistros acatólicos de iglesias que tienen sacramentos válidos, siempre que lo aconseje la necesidad o un verdadero provecho espiritual y sea física o moralmente imposible acudir a un sacerdote católico" (OE 27). Está también permitida "la comunicación en las funciones, cosas y lugares sagrados entre los católicos y los hermanos separados orientales cuando exista alguna causa justa" (OE 28). El decreto UR advertía que no se debe "considerar la comunicación en las funciones sagradas como un medio que pueda usarse indiscriminadamente para restablecer la unidad de los cristianos" (UR 8). El Directorio Ecuménico adopta una actitud más amplia: la comunicación en los bienes espirituales comunes se considera oportuna para impetrar la gracia de la unidad, manifestar y reforzar los vínculos con que los católicos están todavía en comunión con los otros hermanos (n. 25). La communicatio in spiritualibus comprende "todas las oraciones comunitarias, la utilización conjunta de cosas o lugares sagrados y la propia y verdadera llamada comunicación en las funciones sagradas. Hay comunicación en las funciones sagradas cuando uno participa en el culto litúrgico o en los sacramentos de otra iglesia o comunidad eclesial" (nn. 29-30). E igualmente el Directorio Ecuménico, en el n. 38, cita UR 8: la comunicación en cosas sagradas "depende sobre todo de dos principios: de la significación obligatoria de la unidad de la iglesia y de la participación en los medios de la gracia. La significación de la unidad prohibe la mayoría de las veces esta comunicación. La necesidad de procurar la gracia la recomienda a veces". El Directorio determina con precisión los casos de esa posible comunicación, teniendo en cuenta las finalidades pastorales de la vida sacramental. Toda esta normativa ha quedado recogida en el nuevo CDC de 1983, can. 844.

Las posibilidades de comunicación entre las iglesias están en dependencia del grado de comunión que exista en materia de fe, de eclesiología y de doctrina sacramental. La diversa medida en que las iglesias estén en posesión de los bienes de Cristo determina el diverso grado de comunión posible.

1. EL BAUTISMO. El elemento primordial y el fundamento de la comunión entre todos los cristianos está constituido por el sacramento del bautismo: éste es necesario para la salvación y no puede administrarse más que una sola vez. Por estas razones la dignidad y el modo de administrarlo son de máxima importancia para todos los discípulos de Cristo".

No se puede dudar de la validez del bautismo administrado por los cristianos orientales. Con él es administrada también, legítimamente por el sacerdote, la confirmación (crisma).

Por lo que se refiere a las otras iglesias y comunidades eclesiales, el bautismo se valora desde sus rituales y su praxis: debe considerarse válido si se ha administrado con agua y con invocación de la Trinidad. La fe insuficiente del ministro "por sí misma jamás invalida el bautismo"; en cuanto a la intención, "con tal que no exista un serio motivo de duda sobre la intención del ministro en hacer lo que hacen los cristianos, ha de presumirse intención suficiente en el que administra el bautismo" . Se desaprueba el uso adoptado por algunas iglesias de rebautizar bajo condición indiscriminadamente a todos los que pasan de una iglesia a otra. Para la iglesia católica vale el criterio según el cual el bautismo administrado en las otras iglesias es válido mientras no conste lo contrario. La reiteración del bautismo bajo condición tiene que venir exigida por la duda persistente y fundada acerca de la validez, después de haber realizado una seria investigación. En ese caso, el ministro dará las oportunas explicaciones sobre las razones y sobre el significado del bautismo bajo condición y lo administrará de forma privada. Cf CDC de 1983, can. 869 §§ 2-3. Los que han nacido y han sido bautizados fuera de la comunión visible de la iglesia católica, y luego piden espontáneamente entrar en ella, son admitidos en su plena comunión simplemente tras hacer la profesión de fe según las normas establecidas por el ordinario del lugar.

La liturgia bautismal puede adquirir un aspecto ecuménico si es llamado a desempeñar el papel de padrino o madrina un cristiano de diversa confesión de la del bautizado. De por sí, el padrino debería ser tomado de la misma comunidad en que se realiza el bautismo, ya que su oficio es representar "a la iglesia madre...". "Este padrino le habrá ayudado al menos en la última fase de preparación al sacramento...". "Interviene en la celebración del bautismo para profesar, juntamente con los padres, la fe de la iglesia en la cual es bautizado el niño". También para este caso las normas de la iglesia católica distinguen entre orientales y protestantes.

A causa de la estrecha comunión de fe entre la iglesia católica y las iglesias orientales separadas de ella, en el bautismo de un niño o de un adulto católico se puede admitir, por una justa causa, junto con el padrino católico, también a un fiel de las iglesias orientales que sea apto. Igualmente, a un fiel católico no le está prohibido hacer de padrino en el bautismo administrado en una iglesia oriental. En estos casos la obligación de proveer a la educación cristiana es ante todo del padrino o madrina miembro de la iglesia en que se administra el bautismo. La iglesia viejocatólica, aunque no está expresamente mencionada en el Directorio Ecuménico, es asimilada a las iglesias orientales.

Las diferencias en la profesión de fe entre católicos y protestantes son más profundas; por eso mismo las normas son más restrictivas. "A un cristiano de una comunión separada no le está permitido, salvo lo prescrito en el n. 48, ejercer el oficio de padrino, entendido en su sentido litúrgico y canónico: ni del bautismo ni de la confirmación. En efecto, el padrino no provee a la educación cristiana del bautizado únicamente como pariente o amigo, sino que se hace responsable de la fe del neófito en calidad de representante de la comunidad de fe"". Sin embargo, "por razón de parentesco o amistad", un protestante creyente en Cristo puede ser admitido al oficio de padrino "como testigo cristiano de aquel bautismo" junto con un padrino católico. Igualmente el católico puede desempeñar la misma función para con un protestante. En tales casos la educación cristiana incumbe al padrino fiel de la iglesia en la que el niño ha sido bautizado. Cf CDC de 1983, cáns. 874, § 2, y 893, § 1.

2. LA EUCARISTÍA. El misterio de la iglesia está íntimamente vinculado al misterio de la eucaristía. El sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo contiene realmente lo que es el fundamento del ser y de la unidad de la iglesia. "La celebración de la misa, en cuanto acción de Cristo y del pueblo de Dios jerárquicamente ordenado, constituye el centro de toda la vida cristiana para la iglesia, tanto universal como local, y para cada fiel" 25. En el sacrificio de la misa, al celebrar el misterio de Cristo, la iglesia celebra su propio misterio y manifiesta en concreto su unidad. La comunidad reunida en torno al altar representa la comunión del pueblo de Dios unida en la profesión de la misma fe. La comunión eucarística presupone la comunión de los miembros de la iglesia con Cristo, su cabeza, y entre sí. Esta es posible entre iglesias locales que comparten la misma fe y la misma concepción de la iglesia: en este caso la comunión sacramental coincide con la comunión eclesiástica.

En las relaciones entre cristianos miembros de confesiones separadas entre sí se plantea el problema teológico y pastoral de la intercomunión. Las soluciones actualmente adoptadas por las iglesias son diferentes y se pueden agrupar en cuatro posiciones.

a) Comunión cerrada. Se da cuando una iglesia permite participar en la eucaristía solamente a sus propios miembros. Esta praxis se basa en el principio de que la comunión eucarística es posibledonde hay una comunión total de vida, que incluye unidad de doctrina, de ministerio y de amor; la comunión eucarística es en ese caso la expresión culminante de la comunión total que ya existe. Cuando se produce una ruptura en la doctrina, en el ministerio y en la comunión eclesial, las comunidades se separan y la comunión eucarística se hace imposible entre ellas. Esta concepción es compartida por la iglesia ortodoxa, las iglesias orientales antiguas, la iglesia católica y algunas iglesias baptistas.

b) Comunión abierta. Los reformados, los congregacionalistas, los metodistas y algunas iglesias baptistas son partidarios de la mesa abierta para todo cristiano. Justifican esta praxis con la afirmación de que la eucaristía, antes que ser cena de la iglesia, es la cena del Señor. Para participar en ella lo único necesario es la comunión de amor con Dios y los hermanos, comunión garantizada por Dios, que nos amó primero. El acuerdo doctrinal entre las iglesias y las cuestiones de orden ministerial son considerados secundarios en importancia. Si la intercomunión sucede sólo en casos de necesidad o por acuerdos extraordinarios, como con ocasión de encuentros ecuménicos, se habla de comunión abierta circunscrita. Si una iglesia, por propia circunscripción y sin acuerdo con otras iglesias, decide permitir que los propios fieles comulguen en otras iglesias o admite a los huéspedes, se tiene comunión abierta unilateral. Si, por el contrario, mediante un acuerdo unilateral entre dos o más iglesias, se acoge a los miembros de las otras iglesias y se autoriza a los propios miembros a comulgar en ellas, se realiza la comunión abierta recíproca, que es la intercomunión propiamente dicha.

c) Plena intercomunión. Se realiza cuando se permite el libre acceso a la eucaristía, incluyendo también la comunión celebrativa de los ministros. En el mundo protestante, en iglesias afines por doctrina y estructura eclesiástica, la plena intercomunión se da sin especiales acuerdos. En otros casos se ha llegado a ella mediante acuerdos, como entre las iglesias reformadas y la iglesia luterana de Francia y Holanda, entre las iglesias anglicanas y la iglesia viejocatólica, la iglesia protestante del Palatinado y la iglesia congregacionalista de Inglaterra, la iglesia luterana de Dinamarca y la iglesia anglicana de Inglaterra.

d) Posición católica actual. Por su naturaleza, la celebración de la eucaristía requiere en sus participantes la plenitud de la profesión de fe y de la comunión eclesial. Este principio no queda oscurecido por la admisión a la comunión eucarística, en casos particulares, de "cristianos que manifiestan una fe conforme a la de la iglesia (católica) acerca de este sacramento y sienten una verdadera necesidad espiritual del alimento eucarístico, pero no pueden recurrir al ministro de la propia comunión eclesial por un' período prolongado de tiempo y por ello espontáneamente piden este sacramento"

Para las iglesias orientales separadas "hay fundamento eclesiológico y sacramental para no sólo permitir, sino incluso aconsejar, `dadas las oportunas circunstancias y con la aprobación de la autoridad eclesiástica', cierta participación en las funciones sagradas con esas iglesias, sin excluir el sacramento de la eucaristía "Para aconsejar la comunicación en los sacramentos, puede considerarse causa justa, además de los casos de necesidad, la posibilidad material o moral de recibirlos en la propia iglesia, por especiales circunstancias, durante un período demasiado largo de tiempo, a fin de no privar sin justo motivo a los fieles del fruto espiritual de los sacramentos". El que participa en los sacramentos en iglesia oriental debe atenerse a su disciplina acerca del ayuno eucarístico y a la costumbre de la confesión antes de la comunión.

El católico que asiste en domingo a la liturgia eucarística de orientales separados cumple con el precepto dominical. "Si los católicos se vieren impedidos con justa causa de asistir a misa en una iglesia católica, es igualmente conveniente que en esos días asistan a ella, si les resulta posible, con los hermanos orientales separados"

Para que la comunicación en las cosas sagradas con los orientales alcance el objetivo de hacer estable la unidad realizada, se requiere una legítima reciprocidad. Esta sólo es posible con las iglesias que han conservado la sustancia de la eucaristía, el sacramento del orden y la sucesión apostólica. Generalmente las iglesias ortodoxas no aceptan la intercomunión, ni siquiera con la iglesia católica. El sínodo de la iglesia de Grecia, en la carta encíclica n. 1423, de abril de 1967, dirigida a la jerarquía, insiste con firmeza en "que no se proceda a contactos con las otras iglesias heterodoxas más allá de aquellos exigidos por las obligaciones sociales y las costumbres, descartando toda especie de comunión en el culto". La convicción prevalente entre los ortodoxos es que la iglesia ortodoxa no se reconoce en la fe, en la predicación y en las acciones de las otras iglesias. El acuerdo dogmático y eclesiológico debe preceder a la celebración común de la eucaristía, porque el misterio eucarístico es el fin de la unidad y no el medio para alcanzarla. Pero el sínodo de la iglesia ortodoxa rusa, en sesión de 16 de diciembre de 1969, decidió que "en los casos en que viejos creyentes y católicos se presenten en las iglesias ortodoxas para recibir los sacramentos, éstos no deben serles negados".

Para las iglesias que no comparten la misma fe acerca de los sacramentos y carecen de la sucesión apostólica en los ministerios ordenados, la participación en la eucaristía, en la penitencia y en la unción de los enfermos está prohibida. Sin embargo, ya que los sacramentos son, al mismo tiempo, signos de unidad y fuentes de la gracia (UR 8), la iglesia católica, por motivos suficientes, puede permitir que se admita a ellos cualquier hermano separado en peligro de muerte o por necesidad urgente (en caso de reclusión en cárcel, de persecución), si el fiel no tiene acceso a un ministro de su iglesia y si espontáneamente pide los sacramentos a un sacerdote católico, con tal que manifieste una fe conforme a la de la iglesia católica acerca de estos sacramentos y esté bien dispuesto. En otros casos semejantes de urgente necesidad decide el ordinario del lugar o las conferencias episcopales Los casos de urgente necesidad no son solamente las situaciones de opresión o de peligro. Los amplios movimientos de las poblaciones por motivos de trabajo, de estudio, de seguridad política, ponen a muchos cristianos no católicos en situaciones de diáspora en regiones católicas. Con frecuencia se encuentran privados de asistencia por parte de las propias comunidades y no pueden recurrir a ellas sin grandes esfuerzos y gastos cuantiosos. Si cumplen las demás condiciones previstas en el Directorio Ecuménico, pueden ser admitidos a la comunión eucarística. Corresponde al obispo del lugar examinar cada caso ".

El fiel católico, en semejantes circunstancias, no puede pedir los sacramentos sino a un ministro que haya recibido válidamente el sacramento del orden ".

Para todo el punto d), cf CDC de 1983, can. 844.

Durante la celebración de la misa no se permite a los hermanos protestantes hacer de lector o de predicador, y tampoco a los católicos durante la santa cena o el principal culto litúrgico. Una cierta participación activa está permitida, con el consentimiento del ordinario católico y de la autoridad protestante, en otras acciones litúrgicas ".

3. Los MATRIMONIOS MIXTOS. Las normas para los fieles católicos que contraen matrimonio con un miembro de otra iglesia o comunidad eclesial están contenidas en el motu proprio de Pablo VI Matrimonia mixta, del 31 de marzo de 1970: este documento establece la ley-marco para toda la iglesia católica. A las conferencias episcopales queda confiado el determinar algunos aspectos, teniendo en cuenta las situaciones locales y en orden a crear la uniformidad en cada territorio nacional. La Conferencia Episcopal Española promulgó las normas para la aplicación del motu proprio sobre los matrimonios mixtos para España el 25 de enero de 1971.

a) Aspectos generales. Las iglesias no ignoran que los matrimonios interconfesionales presentan particulares dificultades, que se oponen a la perfecta unión de los esposos precisamente en la esfera más profunda de la persona. A éstas se añaden las opiniones contrastantes de las iglesias acerca de la naturaleza sacramental del matrimonio y del significado peculiar de las nupcias celebradas por la iglesia, acerca de la interpretación de algunos principios morales referentes al matrimonio y a la familia y acerca de la exacta extensión de la obediencia debida a la autoridad eclesiástica en materia matrimonial. Por eso la iglesia católica "desaconseja los matrimonios mixtos". "Pero puesto que es un derecho natural del hombre contraer matrimonio y engendrar descendencia, la iglesia con sus leyes (...) procura regular las cosas de modo que por un lado quede garantizado el absoluto respeto de los preceptos de derecho divino y por otro sea tutelado el mencionado derecho a contraer matrimonio". En los planos doctrinal y canónico se distingue el matrimonio entre bautizados y el que se realiza entre un católico y un no bautizado. "Esto significa que, en el caso de nupcias entre bautizados --que son un verdadero sacramento , se establece una cierta comunión de bienes espirituales, que en cambio falta en el matrimonio contraído por cónyuges de los cuales uno está bautizado y otro sin bautizar". En el primer caso no se contrae lícitamente matrimonio sin previa dispensa del ordinario del lugar; en el segundo, dicha dispensa se requiere para la validez . Cf CDC de 1983, cáns. 1124, 1086, 1078.

b) Promesas. Las normas católicas ponen de relieve la responsabilidad de la parte católica de profesar la propia fe y transmitirla a los hijos como exigencia inherente a la fe misma. La declaración de la parte católica de que está "dispuesta a alejar de sí el peligro de perder la fe" y la promesa sincera de hacer "todo cuanto esté a su alcance para que toda la prole sea bautizada y educada en la iglesia católica" deben hacerse normalmente por escrito en presencia del ordinario o de su delegado, que puede ser el párroco, quien las pondrá en conocimiento de la parte no católica. Cf CDC de 1983, cáns. 1125-1126. Las obligaciones de conciencia del cónyuge católico deben compaginarse con el respeto por las convicciones religiosas del otro cónyuge, de manera que ninguno sea inducido a obrar en contra de su conciencia.

c) Forma canónica. Los matrimonios mixtos, para ser válidos, deben contraerse en la debida forma pública, según la forma canónica, es decir, deben celebrarse en presencia de un sacerdote o diácono católico que tenga competencia para ello, y en presencia .de dos testigos. El ordinario puede dispensar de la forma canónica "sólo cuando existan graves motivos de impedimento de la celebración ante el ministro católico, evitando todo peligro de escándalo de los fieles. Son considerados motivos graves para la dispensa el vínculo de parentesco o especial deber de relaciones sociales y de amistad de una de las partes con el ministro acatólico, o la resistencia válidamente fundada de la parte no católica en relación con la celebración del matrimonio en la forma canónica"''. La parte católica está obligada a transmitir el atestado del matrimonio celebrado al propio párroco, que se responsabilizará de su anotación en los registros prescritos por el derecho canónico 36. Cf CDC de 1983, cáns. 1108; 1127, §§ 1-2; 1121, § 3.

d) Forma litúrgica. El Ritual del Matrimonio (= RM, edición castellana 1971. Para los Praenotanda del OCM [= Ordo Celebrandi Matrimonium], véase A. Pardo, Liturgia de los nuevos Rituales y del Oficio divino, col. Libros de la Comunidad, ed. Paulinas, etc., Madrid 1971, 141-144) prevé diversas posibilidades. Si se trata de dos bautizados, está prevista, con el consentimiento del ordinario, una celebración inserta en la misa (OCM, Praenotanda 8, o.c., 142; RM 18); en tal caso, para la distribución de la comunión vige la regla de la intercomunión; o bien una celebración en el marco de la liturgia de la palabra, con el intercambio de los consentimientos y la bendición de los esposos (RM 109-127). El matrimonio entre un católico y un no bautizado tiene un rito particular (RM 128-141; cf también los nn. 17-18).

Está prohibida la celebración del matrimonio ante el ministro católico y el ministro acatólico que celebren simultáneamente el rito respectivo. Está también excluida, sea antes o después de la celebración católica, otra celebración religiosa del matrimonio en que se formule o se renueve el consentimiento matrimonial 39. Sólo el ministro de la iglesia en que se celebre el matrimonio debe ser autorizado para recibir el consentimiento de los esposos. Nada prohibe, sin embargo, que esté también presente el ministro de la otra iglesia "como signo de un servicio que se quiere prestar a la realización de un proyecto unitario de vida cristiana

Según las normas generales la participación del ministro de diversa confesión, especialmente en el rito del matrimonio sin celebración eucarística, puede extenderse a las oraciones, a las lecturas, al sermón y a las intercesiones °'. Cf CDC de 1983, can. 1127, § 3.

e) Los testigos. En la celebración del matrimonio en la iglesia católica se puede admitir como padrinos o testigos oficiales a los fieles de las iglesias orientales y de las iglesias evangélicas. Igualmente les está permitido a los católicos desempeñar el mismo oficio en el matrimonio debidamente celebrado en las otras iglesias °".

f) Indicaciones pastorales. El aspecto litúrgico-canónico de los matrimonios mixtos debe ser integrado en una visión pastoral de conjunto, que busca en la situación particular de los cónyuges el verdadero bien espiritual de la familia. Ante todo hay que excluir toda forma de proselitismo y de coacción moral. La acción concorde de los pastores de las dos confesiones debe tender a suscitar parejas interconfesionales sólidamente fundadas en la fe y en el testimonio cristiano, las cuales, en un leal intercambio de puntos de vista y en el respeto de las razones y de las convicciones religiosas de la otra parte, tomen decisiones que ambos cónyuges puedan aprobar. La solución de los problemas inherentes al matrimonio mixto depende en gran parte de la madurez espiritual de la pareja, que hará de los elementos comunes de fe la estructura sustentadora del matrimonio.

La pastoral de preparación al matrimonio deberá ser compartida por los pastores y por las comunidades desde el principio, estableciendo oportunas relaciones, informándolas de sincera lealtad y sabia confianza. La asistencia pastoral de los matrimonios mixtos continuará a lo largo de toda la duración del matrimonio y, en particular, estará orientada a asegurar la educación cristiana de los hijos. "La educación pondrá de relieve sobre todo los valores cristianos comunes (biblia, fe en Jesucristo, bautismo, espíritu de oración, etc.). Los orientará luego a la participación en la vida de la iglesia en la que están insertos, abriéndolos al mismotiempo al conocimiento y al respeto de los valores particulares propios de la otra confesión religiosa y favoreciendo en ellos la maduración de convicciones personales de fe" °'.

4. ENFERMEDAD Y MUERTE. a) Enfermedad. Los enfermos son los protagonistas de la vida de fe en la condición de dolor: son los miembros sufrientes del cuerpo de Cristo. Todos los bautizados están llamados a participar en el ministerio de Cristo que conforta a los enfermos (LG 28) y al mutuo servicio de caridad tanto en la lucha contra la enfermedad y en el amor solícito hacia los enfermos como en la celebración de los sacramentos de los enfermos (Ritual de la Unción y de la Pastoral de Enfermos, edición castellana 1974, nn. 32-33).

Los ministros de la iglesia tienen el deber de visitar personalmente y de acompañar a los enfermos en el proceso de la enfermedad. Por eso "en los hospitales y demás instituciones similares dirigidas por católicos, procuren sus directores avisar con tiempo a los ministros de las comunidades separadas de la presencia de fieles suyos y permitirles visitar a los enfermos y ayudarles espiritual y sacramentalmente""

b) Unción de los enfermos. Las iglesias protestantes no atribuyen a la unción de enfermos el carácter de sacramento propiamente tal, pero tanto los jefes ministeriales como los laicos de dichas iglesias practican la visita a los enfermos, y con esta práctica atestiguan una presencia oficial de la iglesia. Oran con el enfermo y por el enfermo; imploran de Dios la fuerza para superar de modo cristiano la situación en que vive; suplican al Señor que perdone los pecados, y prometen al enfermo, en el nombre del Señor, laayuda para la salvación. Aunque tal promesa sea garantizada sólo a través de la palabra, ello no quiere decir que en las oraciones y en los gestos litúrgicos de las iglesias protestantes esté excluida una participación del sacramento global y radical de la iglesia misma.

La iglesia católica, fundándose en Sant 5,14 y otros pasajes bíblicos, considera que la unción de los enfermos está suficientemente justificada como don saludable especial del Señor a la iglesia, y por tanto como sacramento. La virtud salvífica particular de este sacramento está en el hecho de que el enfermo, en cierto modo, es consagrado a Cristo; la enfermedad es como absorbida en la victoria del Señor Jesús sobre el dolor y sobre la muerte; el enfermo recibe la fuerza necesaria para asumir la enfermedad y, en su caso, la muerte, como elementos de su camino hacia la resurrección con Cristo y la plena realización de su fe.

c) Exequias. La participación en las exequias de los cristianos miembros de otras iglesias está permitida implícitamente en el Directorio Ecuménico. A los ministros invitados a la celebración se concede el puesto adecuado a su dignidad.

En la iglesia católica está permitida la celebración pública de la misa en sufragio de hermanos de otras iglesias. El decreto Accidit in diversis (11 de junio de 1976), de la Congregación para la doctrina de la fe, derogando la norma general acerca de la celebración de misas públicas en sufragio por difuntos acatólicos 50, permite tal celebración cuando sea pedida explícitamente por familiares, amigos o súbditos del difunto por motivo religioso y, a juicio del ordinario, en ello no haya escándalo para los fieles. Pero está prohibido "mencionar el nombre del difunto en la plegaria eucarística, porque esto presupone la plena comunión con la iglesia católica". Cf CDC de 1983, can. 901 (junto con los cáns. 1183, § 3, y 1185).

5. ORACIONES COMUNES. Las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, junto con la conversión del corazón y la santidad de vida, se deben considerar como él alma de todo el movimiento ecuménico (UR 8). Modelo de todas las oraciones es la contenida en Jn 17, que Jesús pronunció la víspera de su muerte para implorar del Padre la unidad de cuantos habían de creer en su nombre. A ésta se añade el padrenuestro, en que se reconoce la paternidad universal de Dios, se implora la venida de su reino, se expresa la adhesión de la voluntad del hombre a la divina y el compromiso del perdón recíproco.

El Directorio Ecuménico aconseja intensificar la oración por la unidad en períodos particulares, como la semana del 18 al 25 de enero, los días entre la ascensión y pentecostés, los días en torno a la epifanía, el triduo sacro, las ocasiones de encuentros o de acontecimientos que afectan al camino ecuménico de las iglesias. Se llama la atención de los católicos para que las oraciones por la unidad se introduzcan en la celebración eucarística, particularmente en la oración de los fieles; para que se celebre la misa votiva "por la unidad de los cristianos" y se empleen aquellos "ritos que contienen especiales oficios litúrgicos de súplica, como las oraciones llamadas `Litia' y `Moleben' o similares'''.

Se dan además otras ocasiones en las que es deseable que los católicos se unan en oración con los hermanos separados: "por las necesidades comunes, en las que pueden y deben cooperar; por ejemplo, promoción de la paz, la justicia social, la mutua caridad entre los hombres, la dignidad de la familia y otras semejantes. A estos casos se equiparan aquellas ocasiones en que una nación o comunidad determinada dan colectivamente gracias a Dios o impetran su ayuda, como, por ejemplo, en las fiestas nacionales, tiempos de calamidad o luto nacional o día destinado a honrar el recuerdo de los muertos por la patria. Esta oración común se recomienda asimismo, en la medida de lo posible, para cuando entre cristianos se organizan asambleas de estudio o acción".

a) Forma de la celebración. Hay que distinguir dos tipos de oración por la unidad: la practicada por una comunidad, a la que se unen como invitados cristianos de otras confesiones, y las organizadas conjuntamente por miembros de diversas iglesias. Las primeras se desarrollan según el culto prescrito por los libros litúrgicos y otras costumbres de una determinada iglesia. Las otras se preparan con la aprobación y la colaboración de todos los participantes. Estas últimas, para que sean "un medio extraordinariamente eficaz para impetrar la gracia de la unidad y expresión genuina de los lazos" con que los cristianos están unidos entre sí (UR 8), deben prepararse y celebrarse verdaderamente en común, con un solo corazón y una sola alma. Para evitar encontrarse con sorpresas, se deben determinar previamente las tareas de los participantes, los textos bíblicos, los cantos, las oraciones y las intervenciones homiléticas. Los contenidos de la celebración deben ser tales

b) Lugar de la celebración. La iglesia o el templo de una u otra comunidad, con el consentimiento del ordinario, pueden elegirse como lugar de la celebración. Pero nada impide que el encuentro pueda tenerse en otro lugar, con tal que "en él todo sea digno y apto para el fomento del espíritu religioso" 54. Téngase presente que los hermanos orientales consideran la iglesia como el lugar más apto para la oración pública.

También tratándose de la oración en común hay que tener en cuenta el criterio de la gradualidad. Los hermanos protestantes aceptarán con dificultad iniciar y encontrarse en esporádicos momentos de oración. La comunión que se realiza practicando con constancia la escucha común de la palabra de Dios abre los corazones a la confianza recíproca y, con el correr del tiempo, a espacios de oración cada vez más amplios.


V. Conclusión

La liturgia está adquiriendo un papel cada vez más importante en el camino de reconciliación entre las iglesias, en primer lugar por lo que en ella se realiza: el acontecimiento de salvación en Cristo se celebra y se hace presente en el culto de las comunidades cristianas. Aun siendo diferentes las expresiones sacramentales de las diversas iglesias, en ellas "el culto cristiano celebra la poderosa acción de Dios en Jesucristo y nos lleva a la comunión con él. Cualquier forma que este revista, su realidad depende de la presencia de Jesucristo en él, en la palabra leída y recitada y en los sacramentos. Jesucristo es el centroy, a través del Espíritu Santo, es quien capacita para el verdadero culto" 95. En la acción cultual de las iglesias se confiesa la fe, se actualiza la palabra salvífica y se edifica la asamblea en iglesia de Dios. Sin embargo, las estructuras del culto de las diversas confesiones y las fórmulas eucológicas se han resentido, con el correr del tiempo, de preocupaciones dogmáticas y apologéticas. El diálogo teológico interconfesional puede tocar, desde la liturgia, nuevos aspectos, hasta llegar a reformular el juicio teológico sobre puntos doctrinales controvertidos, y al mismo tiempo ayuda a la liturgia a reformarse desde el contacto con la exégesis bíblica, las fuentes de la iglesia antigua y los problemas pastorales del mundo contemporáneo.

Las declaraciones doctrinales de consenso, elaboradas en los últimos años por las comisiones mixtas oficiales y no oficiales, prestan una valiosa contribución a la superación de las viejas controversias. En dichos documentos la atención a las tradiciones propias de cada iglesia se une al deseo de convergencia hacia una comunión doctrinal cada vez más plena.

La praxis litúrgica de las iglesias no refleja siempre el grado de consenso teológico alcanzado. Para el futuro es deseable que el reconocimiento de la eclesialidad de las otras comunidades cristianas se traduzca en una más amplia colaboración en la evangelización, en la catequesis y en la promoción humana como auténtica cooperación ministerial, fundada en la recíproca aceptación de los carismas y de las formas ministeriales.

P. Tamburrino