IV

EL CICLO FESTIVO DE NAVIDAD

 

La historización de la navidad como fiesta del nacimiento del Señor es, «exactamente igual que con cada uno de los días de la celebración pascual, una evolución posterior; en su núcleo y origen, el ciclo de navidad celebra el mismo proceso fundamental, el mismo acontecimiento pleno de redención que la pascua» 208.


1. El adviento

El adviento surgió en 1as liturgias de Galia y España en el siglo IV; tres se-manas de acrecentada religiosidad precedían a la fiesta de la epifanía. Hay fuentes galas que, poco tiempo después, atestiguan un período de ayuno, que comenzaba con la fiesta de san Martín (11 de noviembre, Quadragesima Sancti Martini). La fecha de conclusión de este período de ayuno no era la de la navidad, sino la fiesta más antigua de la epifanía; si entre la fiesta de san Martín y la epifanía, se cuentan, según el modelo oriental, sólo los días de ayuno propiamente dichos, y se excluye, por consiguiente, en estas ocho semanas, aparte de los domingos, también los sábados que en oriente no conocen el ayuno, en ese caso resultan, entre el 11 de noviembre y el 6 de enero, cuarenta días de ayuno 209. Al menos en atención a las diferencias regionales, la fiesta de la epifanía era más importante que la navidad, especialmente como plazo bautismal al que le había de preceder un período preparatorio de cuarenta días 210. También los sermones

  1. Berger, Ostern und Weihnachten 6.

  2. Cfr. Jungmann, Advent und Voradvent 242ss.

  3. Cfr. o.c.,, 246ss. Jungmann hace referencia también aun ordo de Gregorio Magno según el cual los bautizos fuera del plazo de la pascua tenían que llevarse a cabo paenitentia ac abstinentia quadraginta diebus indicta, Ep. 8, 23, PL 77, 925 A.

de penitencia de los misioneros irlandeses que anunciaban la venida de Cristo sobre todo como juez de la consumación de los tiempos, conllevó la conformación del adviento -que está dedicada al que vuelve- como periodo de penitencia y ayuno 211. A la plena configuración de la cuaresma de epifanía se contra-ponía, en cambio, la rápida evolución de la fiesta de navidad desde la ciudad de Roma: «Una cuaresma que, en medio de su trascurso, era interrumpida por una solemnidad a la que quizá le había de seguir también una celebración posterior ya no era una auténtica cuaresma». Hacer terminar la cuaresma de san Martín el 25 de diciembre significaba la pérdida del número completo de los cuarenta días de ayuno. El espacio de tiempo del ayuno de adviento era muy diverso; su comienzo podía remontarse desde el 15 de noviembre hasta septiembre 212. La liturgia se correspondía ampliamente con la de la cuaresma pascual. La venida de Cristo ocupaba el centro neurálgico, pero no en relación con la fiesta de navidad, la venida en su condición carnal, sino el regreso, que exigía penitencia y conversión, de Cristo como severo juez al final de los tiempos 213.

Absolutamente distintas eran las circunstancias en Roma, donde, para el período más antiguo, faltan por completo las fuentes que atestigüen alguna clase de adviento. Antes de navidad, se encuentra la semana de las témporas de diciembre, que, por su contenido, no se distinguen de las demás temporas del año. El despliegue del adviento se puede datar, para Roma, en el siglo VI: la regla de san Benito no lo conoce todavía, mientras que las homilías de adviento redactadas por san Gregorio Magno datan de finales de siglo. «Mientras que, por lo tanto, para el teritorio galo las fuentes atestiguan, al principio, una celebración ascética del adviento, y sólo muy posteriormente también una litúrgica, para el ámbito de Roma se da, al principio y relativamente pronto, sólo noticia de una celebración litúrgica de la solemnidad» 214. El adviento romano oscilaba entre cinco y cuatro domingos; esta condición así como la ausencia del ayuno muestran que aquí no existía ningún tipo de paralelismos con la cuaresma pascual.

Con la adopción de la liturgia romana en el reino franco se configuró una mescolanza del adviento romano y la cuaresma gala de adviento. Desde allí, esta forma mixta retornó, bajo influencia alemana, a Roma para convertirse en la norma de toda la cristiandad occidental. En el norte se acogieron los cuatro, o, al principio, -hasta el siglo XI- cinco domingos de adviento así como los textos de la liturgia romana de adviento, «desde otro punto de vista, el norte ha salido vencedor con su concepción cuadragesimal del adviento» 215. Esto tiene

  1. Cfr. Croce, 290ss.

  2. Cfr. Jungmann, Advent und Voradvent 250-259.

  3. Cfr. o.c., 260ss.

  4. O.c., 265.

  5. O.c.,, 268ss.

validez para el ayuno 216, aunque también para la liturgia: el Gloria de la misa, como el Te Deum, se omite desde el segundo milenio, en relación al canon de los colores, el color violeta (o negro) de las vestiduras se corresponde al uso cuaresmal. Esto no puede impedirnos observar que «todos estos rasgos, concertados en relación a la penitencia, de la liturgia de adviento se encontraban más en un nivel superficial. A la larga, el ayuno no había logrado abrirse paso. En una capa más profunda la liturgia del adviento siguió siendo profundamente distinta incluso de la cuadragesimal. El tono fundamental es la esperanzada expectativa del que ha de venir entonces. Así, la evolución se quedó parada a medio camino; esta pátina de influencia gala trasformó sólo en cierto modo la imagen exterior de la liturgia de adviento» 217. El adviento galo se conservó sobre todo en las lecturas de las últimos domingos después de Pentecostés, para los que Jungmann, en analogía con el período precuaresmal, utiliza el concepto de «preadviento» 218.

La reforma de las rúbricas de 1955 y el Codex Rubricarum de 1960 han ele-vado el rango de los cuatro domingos de adviento, el nuevo ordo propiamente dicho se elaboró sólo con el concilio Vaticano II. «El tiempo de adviento comienza con la primera víspera del domingo que cae en 30 de noviembre o lo más cerca posible a esa fecha. Concluye antes de la primera víspera de navidad» 219. «El tiempo de adviento tiene un carácter doble: por una parte es tiempo de preparación a las solemnidades navideñas con su conmemoración de la primera venida del Hijo de Dios al hombre. Por otra parte, el tiempo de adviento guía los corazones, en cierto modo, a través de esa conmemoración hacia la espera de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Bajo ambos puntos de vista, el tiempo de adviento es un tiempo de espera abnegada y gozosa» 220. Ambos aspectos se suceden mutuamente: desde el primer domingo de adviento hasta el 16 de diciembre, ocupa el centro de la liturgia la venida escatológica del Señor, mientras que «los días entre semana desde el 17 al 24 de diciembre están ordenados inmediatamente en relación a la preparación para la navidad» 221. Esta segunda fase lleva la impronta de las antífonas de las vísperas de esos días 222.

El 15 de noviembre, el día posterior a la fiesta del apóstol Felipe, comienza, según el calendario de la Iglesia bizantina, el ayuno de navidad 223, que como

  1. Cfr. o.c., 269-272.

  2. O.c., 276.

  3. Cfr. o.c., 286-294.

  4. NUALC 40, Kaczynski n. 1311.

  5. NUALC 39, Kaczynski n. 1310.

  6. NUALC 42, Kaczynski n. 1313.

  7. Cfr. al respecto Th. Schnitzler, Die 0-Antiphonen, en HID 29 (1975) 145-154.

  8. Cfr. Edelby, Liturgikon 678ss. El 15.11. está además dedicado a la conmemoración de los mártires Gurias. Samonas y Habib. No se da ninguna caracterización especial de este día como comienzo del ayuno de navidad si bien también se pueden relacionar las lecturas con este ayuno (Ef 6, 10-17 y Lc 20, 46-21, 4).

«ayuno de san Felipe» tiene su testimonio más antiguo en el patriarca bizantino Niceforo (806-815) y dura cuarenta días hasta la nochebuena 224. No hay ninguna otra impronta propia del adviento en el tiempo que viene después; ésta resuena, a lo sumo, en el «domingo de los antepasados del Señor», que se celebra entre el 11 y el 17 de diciembre y que representa, por medio de la celebración de los «santos antepasados de Cristo conforme a su naturaleza camal» así como de los patriarcas del Antiguo Testamento, que predicen la venida de Cristo, una especie de preparación, con las características propias del adviento, a la fiesta del nacimiento 225. Este domingo se repite en el «domingo de los padres», el último domingo antes de navidad226.


2.
Navidad (25 de diciembre)

El testimonio más antiguo para la fiesta de navidad en 25 de diciembre se encuentra en el cronógrafo romano del año 354. Los datos que se indican permiten sacar la conclusión de que la navidad ya se celebraba en los años 335/337227. Contra la hipótesis basada en el cómputo, se ha impuesto la tesis fundamentada en la historia de la religión para explicar la fecha del 25 de diciembre: este día, que el emperador Aureliano en el año 275 dispuso como festividad del nacimiento del sol invicto, es la cristianización de esta fiesta pagana como celebración del nacimiento del verdadero sol, Cristo. Una segunda vez, se menciona la celebración del nacimiento en el 25 de diciembre, a la cabeza de la «lista de la Depositio Martyrum», en la que están contenidas las celebraciones anuales. Según Berger, éste es, para la teología romana inicial de la fiesta de navidad, de suma importancia. En las fiestas de los mártires enumeradas en este registro, no se trata, en primera línea, del día de la muerte del mártir, sino que éste es puesto de relieve conforme a la fecha del encuentro de la comunidad en honor del santo que vive ahora en la gloria de Dios. Como en el caso de las fiestas de los mártires, también en la navidad el verdadero nacimiento de Cristo, de su madre María es «sólo el punto de partida, la fecha de la celebración que aparece en el calendario; sin ninguna duda, el contenido de la celebración trasciende esos límites. Se recuerda el acontecimiento del nacimiento, pero se celebra lo que resultó como consecuencia de él, se celebra

  1. Cfr. Jungmann, Advent und Voradvent 250.

  2. Cfr. Edelby, Liturgikon 713.

  3. Edelby, Liturgikon 720: «Esta fiesta es una prolongación de la fiesta del domingo de los antepasados de nuestro Señor. La Iglesia honra esta vez a todos los que antes de Cristo "han sido gratos a Dios". Sirve de preparación inmediata a la fiesta de navidad».

  4. Así se afirma en Auf der Maur, Feiern ini Rhythnlus der Zeit I, 166.

en su actual estado al que entonces nació» 228. Por este motivo, la fiesta tampoco se denomina, al principio, in nativitate Domini sino «sencilla y simplemente natale Domini, y ocho días después, octava Domini, no octava natalis Domini. La celebración conmemora precisamente no sólo el momento del nacimiento, sino que celebra al nacido entonces como al actual Señor. Por ello, no es en absoluto tan extraño que los textos de la misa romana antigua de navidad, nuestra misa "in die", aborden sólo escasamente el acontecimiento externo en Belén», sino que coloquen mucho más en el centro de la celebración el hecho de que el logos eterno del Padre haya asumido nuestra carne. Análogamente, también ocupa la posición central de la liturgia bizantina de navidad la proskynesis de los reyes magos ante el que se hizo hombre, mientras que el acontecimiento mismo del nacimiento constituye el tema de la vigilia 229.

Desde Roma, se propagó la fiesta, en primer lugar, a África y el norte de Italia; el sínodo de Zaragoza del 380 lo atestigua para España, mientras que en la Galia sólo podría haberse conocido a finales del siglo V. También en oriente se propagó el 25 de diciembre rápidamente hasta mediados del siglo VI 230.

Según las homilías de León I, en Roma el contenido de la fiesta de navidad es la encarnación de Cristo, que, conforme a la teología de la fiesta exhibida por Berger, abarca el acontecimiento de la anunciación y el nacimiento, mientras que la adoración de los magos y la matanza de los niños de Belén ya pertenecían a la celebración de la epifanía —por razones similares, ambos motivos constituían en el norte de Africa, como lo indica Berger para la teología roma-na de la fiesta, todavía aspectos de la fiesta de navidad. De origen romano son también las tres misas de navidad, que se celebran en la noche (in nocte), en la madrugada (in aurora) y de día (in die) como lo atestigua Gregorio Magno 231. La más antigua de estas misas de navidad es la -en origen única— misa del papa por el día. Muy probablemente, correspondiendo al modelo de la Iglesia de Jerusalén de los siglos IV y V, que durante la nochebuena (ientonces la noche del 5 al 6 de enero!) marchaba hacia Belén, se celebraba también en la Roma del siglo VI una eucaristía a medianoche en Santa María la Mayor, en cuya cripta

  1. Berger, Ostern und Weihnachten 7ss. Berger cita para ello un fragmento extraído de un sermón de navidad de León 1 (Serme 26, 2, PL 54, 213 AB), «Aunque toda su condición de niño, que el hijo de Dios pese a su magnificencia no rechazó, haya madurado entretanto en la completa condición de hombre a través del crecimiento propio de la edad, y aunque, entretanto, la marcha victoriosa de la pasión y resurrección se haya cumplido y todas las acciones de la humildad asumida por amor a nosotros hayan pasado, sin embargo, la celebración de la fiesta actual nos renueva los santos comienzos de Jesús, tal como nació de María la Virgen».

  2. Cfr. Berger a.c., 8-10.

  3. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 166-168.

  4. Horn. 8, 1, PL 76, 1103ss.

se encontraba una representación del pesebre del nacimiento, por lo que también se llamaba Santa Maria ad praesepe. La más reciente de las tres misas de navidad es la celebrada al amanecer, y su iglesia estacional, situada en el Pala-tino, «Santa Anastasia» –una mártir cuya fiesta se celebra el 25 de diciembre y es sumamente venerada en el oriente bizantino– explica su surgimiento: de madrugada, en el camino de regreso de Santa María la Mayor a San Pedro el papa pasaba por esta iglesia y celebraba en ella «probablemente por deferencia hacia los funcionarios bizantinos en el palatino» una celebración de la eucaristía. También se desconoce «si en esa mañana se celebró jamas una misa completa dedicada a santa Anastasia. En cualquier caso, los formularios que se nos han conservado son navideños, y la conmemoración de los santos se limita a las oraciones» 232. Las tres misas fueron acogidas en los sacramentarios y se propagaron a través de la liturgia de Roma por todo occidente, sin que, al principio, se prescribiesen obligatoriamente las tres estaciones diferentes. La mística medieval puso en relación las tres misas de navidad con un triple nacimiento del Señor. Así, Tauler establece una distinción entre el nacimiento, anterior al tiempo, celebrado durante la noche, del logos, partiendo del Padre, y el nacimiento del Hijo, acontecido en la madrugada, de su madre, la Virgen María, así como el celebrado por el día, que está aconteciendo todo el tiempo, de Dios en el alma creyente 233.

El número de las tres misas lo acoge el misal de 1970, en cualquier caso como proposición y ya no como obligación. La misa por la noche lleva el cuño del evangelio del nacimiento del Señor (Lc 2, 1-14). La misa de madrugada sigue al evangelio (Lc 2, 15-20); en ella, se hace patente el simbolismo de la luz más intensamente que en la primera misa 234. En la tercera misa de navidad, el prólogo de san Juan (Jn 1, 1-18) domina la atmósfera de la celebración y, de este modo, eleva en gran manera la fiesta de la navidad en su significación para la redención del hombre por encima de su problemática tendencia romantificadora y de su orientación consumista que falsifica su esencia. Igualmente, forma parte de la liturgia de navidad la misaa in vigilia, la misa vespertina del 24 de diciembre conteniendo el árbol genealógico de Jesús (Mt 1, 1-25) como evangelio, que es el mismo todos los años de los ciclos de lectura. En la parroquia, esta misa, que realmente pertenece a la fiesta de navidad (es decir, se celebra después de la primera víspera de navidad, que presenta el Gloria y pasajes intercalados en el canon) y ya no se considera, como en el pasado, la última misa de adviento de la mañana del 24 de diciembre, es problemática

  1. Auf der Maur, 170

  2. Cfr. Adam, Kirchenjahr 105.

  3. Cfr. ihid., 107.

porque, desgraciadamente, se ha ido asentando cada vez más la tendencia a preferir la misa in nocte sobre una misa en la víspera de la navidad.

La fiesta bizantina de la navidad tiene lugar –contrariamente a una opinión no infrecuente–, desde la asunción del 25 de diciembre en oriente a finales del siglo IV 235, como es lógico, en esa fecha. No obstante, por motivo de la diferencia temporal entre el calendario gregoriano y el (rezagado) juliano, el 25 de diciembre cae, según el cómputo temporal juliano (el «estilo antiguo»), hoy día en el 7 de enero del «nuevo estilo» (es decir, del calendario gregoriano), después de que durante todo el siglo XIX cayera en 6 de enero, lo que impulsó la creencia de que la ortodoxia, o la Iglesia bizantina, no conoce la fiesta de la navidad 236. El servicio divino de la vigilia de navidad en la tarde del 24 de diciembre es una liturgia de san Basilio unida a una primera parte de las vísperas (si el día cae en sábado o domingo, una liturgia de san Juan Crisóstomo), en la que con el evangelio se proclama el nacimiento del Señor (Lc 2, 1-20). El día de navidad mismo –que lleva el título de «Nacimiento de nuestro Señor, Dios y redentor, Jesucristo, conforme a su naturaleza carnal», para distinguirlo de su nacimiento a partir del Padre antes de todos los tiempos– se celebra la liturgia de san Juan Crisóstomo con el evangelio de la adoración de los reyes magos (Mt 2, 1-12) 237.


3. La octava de navidad

Además de la pascua, en la liturgia renovada sólo la navidad tiene una octava. El día mismo de la octava coincide con el del año nuevo, que está representado desde la reforma del calendario de Julio César del año 46 a. de C. por el 1 de enero. Ya el nombre del mes hace referencia al Dios romano de doble rostro Jano, que se celebraba en el día de año nuevo por medio de tradiciones supersticiosas. Algunos Padres de la Iglesia y algunos sínodos contrapusieron la penitencia y el ayuno de los cristianos al desenfrenado ajetreo de los paganos. La Iglesia romana dispuso una fiesta de María en el 1 de enero, aniversario (Natale) de la Virgen María. Probablemente, aquí se dio una influencia de Bizancio, que inmediatamente después de una fiesta o en la octava de las grandes solemnidades conoce las así llamadas «fiestas concurrentes» (synaxis) que se dedican a los personajes que están singularmente unidos a la persona principal

  1. Con toda razón, Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 168 dice al respecto: «Hay que constatar aquí que el intercambio de fiestas de occidente a oriente, como aconteció en relación a la navidad, representa en la historia de la liturgia un fenómeno sumamente infrecuente».

  2. Cfr. P. Plank, Zeitrechnung und Festdatierung als ökumenisches Problem 185.

  3. Cfr. Edelby, Liturgikon 727-737.

de la celebración, o desempeñan un importante papel en el acontecimiento celebrado. Esta es, en relación al nacimiento del Señor, su Madre, María, cuya fiesta, según el calendario bizantino, es el 26 de diciembre 238. Esta fiesta es, en realidad, la fiesta de María más antigua; sus raíces se remontan hasta la época del concilio de Efeso 239,

Pero cuando, igualmente procedentes del oriente bizantino, en el siglo VII llegaron a Roma más fiestas dedicadas a Mara, la fiesta mariana celebrada el octavo día después de la solemnidad del nacimiento pasó a segundo plano y le hizo sitio a la celebración de la octava propiamente dicha. En España y la Galia, en cambio, se había asentado en este día la fiesta de la «circuncisión del Señor», que acabó por provocar una duplicación de fiestas, como lo indica todavía el misal de 1570 en el título para el 1 de enero: In circumcisione Domini et octava Nativitatis. Desde la renovación litúrgica se vuelve a celebrar el 1 de enero una fiesta de María: In octava Nativitatis –Sollemnitas sanctae Dei genetricis Mariae 240. Adam lamenta con razón que la liturgia del día no tenga en cuenta el comienzo del nuevo año, es decir, no en la medida en que la sensibilidad vital del hombre actual lo espera 241.

El domingo en la octava de navidad es la fiesta de la sagrada familia. En el año 1921, fue acogido por Benedicto XV en el calendario general y adscrito al primer domingo después de epifanía, una vez que León XIII en el año 1893 hubiese configurado su celebración a solicitud de las diócesis y las órdenes, y la hubiese emplazado en el tercer domingo después de epifanía; es una fiesta de devoción o ideas, que tiene sus raíces en la veneración barroca de la sagrada familia que en el siglo XIX experimentó un auge a escala mundial, y que, según Adam, surgió en Canadá 242. Según la opinión crítica, absolutamente considerable, de Auf der Maur, no se había «tenido el valor», en la realización de la reforma litúrgica, «de suprimir estos idilios romántico-burgueses» y, además de eso, fue adscrita a la octava de navidad243.

Aun antes de que estuviese configurada la octava de navidad, había ya una serie de fiestas de santos, que se celebraban en la semana posterior a ella. La Edad Media dio a estos santos el nombre de «séquito (convites) de Cristo» 244: el primer mártir, Esteban (26.12), el apóstol y evangelista san Juan (27.12), los

  1. Cfr. ibid., 737: «La sináxis de la santísima Madre de Dios». Además, el 26.12 está dedicado a la conmemoración de san Eutimio de Sardes, obispo y mártir.

  2. Cfr. Adam, Kirchenjahr 129.

  3. Con el añadido que presenta NUALC 35ss.: «Conmemoración del día en el que el redentor recibió el nombre de Jesús».

  4. Cfr. Adam, Kirchenjahr 118ss.

  5. Cfr. ibid., 121.

  6. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 164.

  7. Así p. ej. Durando, Rationale div. Off. VII, 42, 1.

santos inocentes como víctimas de la matanza de Belén (28.12) así como los días conmemorativos que no eran de precepto del santo mártir y obispo, Thomas Becket (t 1179 Canterbury, 29.12) y del santo papa Silvestre I (31.12) 245. La veneración de san Esteban experimentó un impulso intenso con el hallazgo de sus reliquias en el año 415 en Jerusalén; la causa de que el 26 de diciembre sea la fecha de esta fiesta sigue sin aclararse. La fiesta del apóstol san Juan era, en origen, también una fiesta de su hermano, Santiago el mayor; en Roma la fiesta tomó carta de naturaleza desde la primera mitad del siglo VI. Sólo desde la reforma de las rúbricas de 1960, la fiesta de los santos inocentes se ha equiparado a las fiestas de los mártires, después de que, anteriormente, tuviera más bien un carácter de duelo que el color violeta y la omisión del Gloria ha-cían patente. Según Adam, parece «haberse configurado en occidente. Se menciona por primera vez en el calendario de la ciudad norteafricana de Cartago en el año 505, después de que ya anteriormente numerosos Padres de la Iglesia hubiesen ensalzado el martirio de estos niños» 246.


4. Epifanía (6 de enero) y bautismo del Señor

Los orígenes de la fiesta de la epifanía (o fiesta de la teofanía; «aparición del Señor», es decir «aparición de la divinidad del Señor» 247 residen en Egipto; Clemente de Alejandría (+ 215) informa que la comunidad gnóstica de los basilidianos celebraba una vigilia nocturna el seis de enero, en la que se conmemoraba el bautismo de Jesús 248. Según la concepción gnóstica, el logos,en el acontecimiento bautismal, tomó posesión del hombre Jesús y, de este modo, apareció sobre la faz de la tierra. Otros dos motivos se unen al bautismo en el río Jordán: él es el engendramiento y nacimiento del aión perfecto y de la luz en uno, así como las Santas Nupcias como fusión de la naturaleza humana de Jesús con el logos divino. Nickolasch cuenta con el hecho de que la fiesta de la epifanía que la Iglesia celebra surgió como reacción a esta fiesta de los basilidianos 249. No obstante, detrás de esta fecha de la fiesta de este grupo gnóstico se esconden todavía otros dos niveles de fuentes para la fiesta de la epifanía. En la noche del 5 al 6 de enero, se celebraba en Egipto el nacimiento del Dios

  1. Cfr. NUALC 35, Kaczynski n. 1306. En 35e el 29, 30 y 31 de diciembre reciben el calificativo de «días de la octava».

  2. Cfr. Adam, Kirchenjahr 1 I9ss.

  3. Cfr. J.A. Jungmann, Der Gottesdienst der Kirche auf dem Hintergrund seiner Geschichte. Innsbruck-Viena-Munich 1955, 231 ss.: En la epifanía se dirige la mirada más bien a la magnitud divina del niño; en navidad, se pone más de relieve el descenso de la divinidad.

  4. Stromata 1, 147, 1, PG 8, 887ss.

  5. Cfr. F. Nikolasch, Zum Ursprung des Epiphaniefestes, en EL 2 (1968) 393-429.428.

del sol aión de la virgen Kóre, como atestigua Epifanio de Salamina (t 403) 250. El mismo testigo informa de un culto del Nilo el 6 de enero, en el que se sacaba agua del río; en este culto también desempeñaba un papel la idea de que, en esa noche, algunas fuentes emanaban vino en vez de agua251. En cualquier caso, Epifanio informa en tomo al 375 de que la Iglesia de Egipto celebraba el 6 de enero el nacimiento del Señor y, al mismo tiempo, su primer milagro en Caná 252, lo que apoya la tesis de que la Iglesia había utilizado los mismos elementos de celebración para reinterpretar ortodoxamente una fiesta gnóstica. Desde Egipto, esta fiesta se propagó por todas partes.

El nacimiento en Belén junto con la visita de los reyes magos, el bautismo en el río Jordán y el milagro del vino en Caná, acabó por constituir el conglomerado del contenido de la fiesta de la epifanía que se quebró con el surgimiento de la fiesta de navidad el 25 de diciembre. Según el informe de Egeria, el seis de enero, en Jerusalén, se celebraba, sólo el nacimiento de Jesús, por lo que la comunidad también marchaba a Belén para el servicio divino nocturno 253. Sólo cuando Jerusalén a finales del siglo V acogió el 25 de noviembre, el bautismo de Jesús se desplazó al seis de enero como tema de la fiesta. Algo similar tiene validez para Antioquía, Siria, Constantinopla y Capadocia. También en la Galia el bautismo en el Jordán, además de la adoración de los reyes magos y el milagro del vino en Caná, sigue siendo, en seis de enero, el objeto de la fiesta, después de que el contenido del nacimiento hubiese pasado al 25 de diciembre. Algo similar tiene validez para España y el norte de Italia 254. Según las homilía de León I (440-461) la adoración de los reyes magos constituye en Roma el único motivo de la fiesta; éste pudo imponerse también cuando en el reino franco se acogió la liturgia romana, aunque en todo caso se mencionen los tría miracula (reyes magos, bautismo, milagro del vino) de las tradiciones, de influencia oriental, de la liturgia gala, como antífonas al Benedictus y el Magníficat en el oficio divino. Desde el traslado de sus supuestas reliquias de Milán a Colonia, la fiesta de los «tres reyes magos» pasó a ocupar de tal modo el primer plano en la celebración de la fiesta de la epifanía en el dominio de lengua alemana, que se corrió el peligro de malinterpretar el seis de enero como la fiesta dedicada a ellos 255.

  1. Panarion haeresion 51, 22, ed. K. Hol!, II, Leipzig 1922, 285ss. ¡El pasaje no está recogido en la PG!

  2. Panarion haeresion 51, 30, PG 41, 941 A.

  3. Panarion haeresion 51, 16, PG 41, 920 B - C; 51, 29, PG 41, 940 A - B.

  4. Egeria, Peregrinatio 25, donde, en cualquier caso, falta el folio sobre las ceremonias en Belén, sin embargo, según su editor Maragal, éstas pueden completarse a partir del leccionario armenio, cfr. al respecto las observaciones de Maraval pp. 250ss., nota 2.

  5. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit 1, 158ss.

  6. Cfr. Adam, Kirchenjahr 123.

En el rito bizantino, el bautismo del Señor en el río Jordán es el contenido determinante de la fiesta del seis de enero. La fiesta tiene una vigilia (paramoné), en cuya misa los textos (el tropárion y el evangelio Lc 3, 1-18) tienen como tema el bautismo de Juan. El mismo evangelio de la liturgia de la fiesta informa del bautismo de Jesús a manos de san Juan (Mt 3, 13-17), con lo cual no es definitivo el acontecimiento bautismal mismo, ¡sino la voz que constata la divinidad del Hijo! De este modo, el bautismo del Señor es, según el tropárion de la fiesta, la revelación («epifanía») de la presencia del Hijo de Dios, venido en su naturaleza carnal, y de la Trinidad 256. Este día es puesto de relieve especialmente por la Consagración solemne del agua en memoria del bautismo en el río Jordán, en la que una cruz sujeta a una cuerda es sumergida en un lago, río o dársena. También el seis de enero, tiene un sináxis al día siguiente, una fiesta concurrente que está dedicada a un personaje cercano al acontecimiento salvífico celebrado de Cristo. En la sináxis del siete de enero, éste es san Juan Bautista 257.

Con la limitación occidental del contenido de la fiesta a la adoración de los reyes magos, el bautismo del Señor fue puesto a salvo el día de la octava de la epifanía. Supuestamente, la concurrencia de la fuerte tradición gala (bautismo de Jesús-adoración de los reyes magos-Caná-multiplicación del pan) con la tradición romana (adoración de los reyes magos) condujo al fracciona-miento del tema de la fiesta: adoración de los reyes magos, el seis de enero; bautismo en el río Jordán, en el día de la octava. También se ve en este contexto el evangelio del milagro del vino en Caná el segundo domingo después de epifanía (hoy: segundo domingo del tiempo ordinario, año de lectura C) 258. La reforma del año del Señor acercó todavía más la fiesta del bautismo del Señor al seis de enero, por el hecho de que el domingo que le sigue se estableció como fecha de la fiesta259.

Desde la reducción de los día festivos, como se proclamó por primera vez en el siglo XVIII y, a partir de entonces, nunca dejaría de practicarse, la epifanía se convirtió, cada vez con mayor frecuencia, en una solemnidad celebrada en un día laboral normal. Esto se ha tenido en cuenta: «Donde esta solemnidad no sea día festivo de precepto, se traslada al domingo entre el 2 y el 8 de enero» 260.

  1. Cfr. Edelby, Liturgikon 761-770. El troparion de la fiesta (Edelby 768) reza del siguiente modo: «En tu bautismo en el río Jordán, Señor, se reveló la Trinidad digna de adoración. Pues la voz del Padre dio testimonio por Ti, puesto que te llamó Hijo amado, y el Espíritu, en forma de paloma, corroboró la certeza de la palabra, Cristo, Dios que apareció e ilumina el mundo, ¡alabado seas!»

  2. Cfr. Edelby, Liturgikon 770-773.

  3. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit 1, 160.

  4. Cfr. NUALC 38, Kaczynski n.1309.

  5. NUALC 37, Kaczynski n. 1308.


5. La presentación del Señor (2 de febrero)

Egeria informa de esta fiesta como dies quadragesima de epiphania 261, que tenía lugar cuarenta días después del nacimiento del Señor —que en tiempos de la peregrina se celebraba en Jerusalén el seis de enero—, conforme a ello, el 14 de febrero. En ese caso, la fecha de la fiesta del 2 de febrero se corresponde también al cuadragésimo día después del 25 de enero. En oriente, a partir del encuentro del Señor con Semeón y Ana como los representantes del pueblo de la alianza que le está esperando, la fiesta lleva la denominación de Hypapanté. El misal de 1570, dio acogida a la denominación procedente de la tradición romana, muy susceptible de ser malinterpretada, de «purificación de María/In Purificatione B. M. V.», mientras que en el misal de 1970 se optó por el de «Presentación del Señor/In Praesentatione Domini», a fin de subrayar que se trata de una fiesta del Señor y no de María. De la característica procesión de las candelas, que hace alusión a la «luz para ser revelada a los gentiles» del cántico de alabanza de Simeón (Lc 2, 32), lleva la fiesta su nombre en las lenguas europeas modernas Lichmefí, candlemas, candelore, chandeleur, candelaria. La procesión de las velas ya se conocía a mediados del siglo V y desplazó en Roma una procesión penitencial pagana, que cada cinco años tenía lugar a comienzos de febrero como procesión por la ciudad (Amburbale). El misal de 1970 prevé dos formas de procesión: o una procesión que, partiendo de una estación con bendición de los cirios, marcha hacia la iglesia en la que se celebra la eucaristía, o una entrada a la celebración de la eucaristía, en la que se incorpora la bendición de los cirios 262. La fiesta bizantina de la hypapanté el dos de febrero tiene una vigilia, a la que al día siguiente le sigue la «synaxis en honor de Simeón, santo y justo, llamado Theodochos, y de la santa profetisa, Ana» 263.


6. La anunciación del Señor (25 de marzo)

En el nuevo ordo del año eclesiástico, el tiempo de navidad acaba con el domingo después de la epifanía del Señor 264. A causa de su relación de con-tenido con la fiesta de navidad, la fiesta de la anunciación del Señor, que se encuentra ya fuera de este ciclo festivo, ha de tratarse en este lugar. Surgió a mediados del siglo VI en Constantinopla y, desde allí, en primer lugar se ex-tendió por oriente; en el calendario festivo bizantino, tiene una vigilia y una

  1. Egeria, Peregrinatio 26, ed. Maraval 254.

  2. Cfr. Adam, Kirchenjahr 126-128; Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit I, 176-179.

  3. Cfr. Edelby, Liturgikon 802-811.

  4. NUALC 33. Kaczynski n. 1304: «EI tiempo de navidad se extiende desde la primera víspera del nacimiento del Señor hasta el domingo después de epifanía, es decir, inclusive el domingo después del 6 de enero».

fiesta concurrente al día siguiente, la sináxis del arcángel san Gabriel 265. En el siglo VII, está atestiguada para Roma y España, mientras que en las liturgias de Milán y la Galia no aparece en este período, aparte de que el contenido de la fiesta allí donde se celebra se ha de adscribir todavía por completo a la preparación para la navidad; en la Galia se adoptó la fiesta por primera vez en el siglo VII. Después de que en torno al segundo milenio también España hubiera adoptado la liturgia romana, la fiesta se celebró en todo occidente el 25 de marzo. Anteriormente, en España la anunciación del Señor se celebraba, desde el Sínodo X de Toledo (en tomo al 656), el 18 de diciembre.

Con mucha probabilidad, el 25 de marzo es la fecha más antigua de la fiesta, máxime cuando, en inmediata cercanía al equinoccio de primavera, contiene múltiples aspectos bíblicos: como primer día de la creación, como día de la concepción, día del nacimiento y día de la muerte en la cruz. «Sigue sin explicarse qué motivos condujeron a celebrar finalmente en esta fecha la fiesta de la anunciación en la que en atención a las diversas tradiciones tuvieron lugar varios acontecimientos de la vida de Jesús. Dado que la fiesta de navidad el 25 de diciembre es más antigua, se podría suponer que dentro de la tendencia a una historización creciente, la celebración de la anunciación se situó en el día que no sólo caía nueve meses antes, sino que, además, desde el punto de vista del cálculo del calendario, entre otras cosas, también contenía el acontecimiento de la concepción» 266. El misal de 1570 prescribe para la celebración de la misa del día el prefacio de María, que ya era habitual desde el siglo XI, y que alude al desplazamiento del acento de la fiesta del Señor a la de María267. El misal renovado le vuelve a dar a la fiesta su denominación más antigua de «anunciación del Señor» y un nuevo formulario de la misa con un prefacio propio. La relación con la fiesta de la navidad se manifiesta en el hecho de que la comunidad, ateniéndose a la rúbrica, se arrodille, como en navidad, en la profesión de fe al pronunciarse las palabras et incarnatus est. Sin embargo, es precisamente la permanente relación con la fiesta de la navidad y la cercanía a la Semana Santa y la fiesta de la pascua, la que, según Adam, ha impedido una evolución mayor de esta fiesta 268.

  1. Cfr. Edelby, Liturgikon 848-856.

  2. Cfr. Auf der Maur, Feiern im Rhythmus der Zeit 1, 193.

  3. Así, también en el título de la fiesta en el misal de Pío V: Infesto Annuntiantionis B. M. V., que ha entrado en las lenguas modernas: «Maria Verkündigung, Maria Boodschap, Annuntation of the Blessed Vi gin Mmn'». Este desplazamiento está fundamentado, con seguridad, también en la denominación más temprana de la fiesta en el oriente griego: «Euangelismós tes Theotókou» en el siglo VI en Constantinopla; hoy día: Anunciación de nuestra santísima Madre de Dios y siempre Virgen María, cfr. Edelby, Liturgikon 849.

  4. Adam, Kirchenjahr 104: «El contenido originario de la fiesta de navidad es la encarnación del Dios hombre, su "aparición bajo su aspecto carnal", es decir, tanto concepción como nacimiento. Por ello, también es comprensible que la fiesta, que se añade en el siglo VII, de la anunciación del Señor (25 de marzo) no se pudiera imponer como fiesta de precepto, máxime cuando está a la sombra de la cercana tiesta de la pascua, o de la Semana Santa».

 

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