VI

EL ORDEN


1. La renovación de la liturgia del sacramento del orden

En la antigua liturgia de la ordenación sacerdotal se decía: Accipe potestatem offerre sacrificium. Hoy día nos resulta difícil considerar el sacramento del orden principalmente bajo el aspecto de la trasferencia de autoridad. Es cierto que en este sacramento actúa algo sobre el que lo recibe, que debe contemplarse también como trasferencia de autoridad, y que no afecta de la misma manera al sacerdocio real de todos los bautizados, pero que debe ponerse en relación con 61222. La trasferencia de autoridad se vuelve peligrosa para la imagen del sacerdote en el momento en que se desprende del contexto eclesial al que, necesariamente pertenece, y se constriñe a la donación de una potestas personal al receptor 223. La renovación conciliar, en cambio, ha puesto de relieve la dimensión eclesial de las órdenes 224: el ordenado no recibe ninguna autoridad para consagrar y otorgar la absolución independiente de la comunidad con la que está relacionado, sino que «la Iglesia es el signo eficaz de la gracia en toda su esencia, en toda su estructura, y también, precisamente, en el ministerio establecido en ella» 225.

Sin embargo, también el mismo rito reclamaba su renovación. Según Kleinheyer, algunos elementos del rito antiguo de ordenación sacerdotal era

  1. Cfr. LG 10, 2: «El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio del ministerio, es decir, el jerárquico, aunque se diferencien por su esencia y no sólo por su grado (licet essentia et non gradu tantum differant), sin embargo, se pertenecen mutuamente...» Cfr. también Catecismo n. 1538.

  2. Respecto a la «interpretación parcialmente sacerdotal» del ministerio conferido por la ordenación «en el pasado» cfr. Lengeling, Theologie des Weihesakramentes 157ss.

  3. Cfr. Lengeling, Theologie des Weihesakramentes 158-160: Die Rückkehr zum Neuen Testament im Vaticanum 1I.

  4. L. Müller, Weihe, en R. Ahlers/L. Gerosa/L. Müller (Dirs.), Ecclesia a Sacramentis. Theologische Erwägungen zum Sakramentenrecht. Paderborn 1992, 103-124, aquí 120.

decididamente más cuestionables que, p. ej., algunos elementos del rito de la misa anteriores a la reforma, y habían oscurecido el auténtico significado del rito. Desde el conocimiento de la historia, debía trazarse el «camino a un futuro fructuoso desde el punto de vista litúrgico-pastoral» 226. El Concilio ha abierto ese camino, que en realidad tampoco ha llegado a su fin con la segunda edición del fascículo del Pontificale Romanum sobre el sacramento del orden227.


2. Historia y presente del rito de la ordenación

Ya en época neotestamentaria, la imposición de manos y la oración constituían los elementos centrales de la ordenación (cfr. Hch 6, 6) 228. Esto tiene validez también en el caso de la ordenación eclesiástica de Hipólito, donde –como diferencia característica con excepción de la ordenación de diáconos–los obispos presentes en la ordenación episcopal participan en la imposición de manos; los sacerdotes, en la sacerdotal 229. La imposición de manos es un gesto epiclético 230, que Kleinheyer, con razón, valora de forma diferente cuan-do se refiere a la que todos los obispos presentes ejecutan sobre el candidato, a cuando se refiere a la imposición de manos colegial del presbiterio. En la ordenación de diáconos, sólo el obispo impone las manos, porque el diácono non in sacerdotio ordinatur, sed in ministerio episcopi, ut faciat quae iubet el 231. La oración consagratoria 232 contenida en la Traditio Apostolica es la más antigua atestiguada y sirvió de modelo para la oración de ordenación de obispos del Pontificale Romanum de 1968. Como día de la ordenación Hipólito menciona el domingo. El obispo recién ordenado preside la acción de la ordenación233. En el capítulo VIII de las Constituciones Apostólicas que, influenciadas por Hipólito, aparecen en Siria en torno al 380, se atestigua, por primera vez, que, en la ordenación de obispos, dos diáconos le colocan al candidato un evangeliario sobre la cabeza 234, lo que un siglo más tarde atestiguan también para el sur de

  1. B. Kleinheyer, Überlegungen zu einer Reform des Priestenveiheritus, en LJ 14 (1964), 201-210, aquí 202.

  2. Pontificale Romanum: De ordinatione episcopi, presbyterorum et diaconorum. Editio typica altera. Roma 1990.

  3. Respecto a lo cual se discute si la imposición de manos que se lleva a cabo en la ordenación judía de los rabinos podría haber influido en ella. No parece posible hacer derivar de modelos judíos la oración que se pronuncia en su celebración, cfr. Kleinheyer, Ordinationen 25.

  4. Cfr. TradAp. 2. ed. Geerlings 214-217; 7 (Geerlings 230ss.), 8 (Geerlings 232ss.).

  5. Hipólito menciona expresamente el silencio de la congregación durante la imposición de manos propter discensionem spiritus, Geerlings 216.

  6. TradAp. 8, ed. Geerlings 232, cfr. Kleinheyer, Ordinationen 26ss.

  7. TradAp. 3, ed. Geerlings 216-221.

  8. Cfr. TradAp. 2, ed. Geerlings 214ss.; TradAp. 4. Geerlings 220-223.

  9. Apostolische Konstitutionen VIII, 4, 6 - SChr 336, 142ss.

la Galia los Statuta Ecclesiae antiqua 235, y cuyo conocimiento en Roma se puede constatar desde el siglo VI. «Como en el caso de los sacerdotes y los diáconos, el obispo que les ha impuesto las manos es el signo permanente de su nombramiento ministerial, así, en el caso del obispo, cuyos ministros consagrantes no permanecen presentes, el evangeliario es el recuerdo continuamente presente de la recepción del Espíritu en la celebración de la ordenación»236.

Hasta la adopción del Pontificale Romano-Germanicum redactado en Maguncia en torno al 950, también en Roma los Ordines Romani constituyeron, así como los sacramentarios de la ciudad de Roma, las fuentes del ritual de ordenación. Se detallan los preparativos para la ordenación de un obispo (foráneo) en Roma: el viernes el candidato declaraba bajo juramento estar libre de impedimentos para la ordenación. El sábado, el papa hacía constatar la legitimidad de la elección que había tenido lugar a cargo del clero y el pueblo de la Iglesia local y presidía el «examen»: les hacía preguntas al candidato sobre su vida, sus circunstancias familiares así como el canon de los libros bíblicos leídos en su Iglesia local. Se instruía al candidato acerca de sus obligaciones ministeriales futuras. Desde Gelasio 1(492-496), la ordenación de presbíteros y diáconos ya no tenía lugar el domingo, sino la vigilia del sábado de témporas 237, después de que el lunes de la semana de témporas, también en esta ordenación, los candidatos tuvieran que declarar bajo juramento su condición de estar libres de impedimentos para la ordenación, y de que, el miércoles y el viernes de la misma semana, se hubiera proclamado la ordenación mediante el llamamiento para denunciar los impedimentos contra la administración del sacramento que, eventualmente, se conociesen; la falsa denuncia se amenazaba con la excomunión 238. En la liturgia de la ordenación, desde Hipólito, se cumplía la tradición de que el recién ordenado presidiera, inmediatamente, la celebración eucarística. La ordenación se emplazaba de manera que el mismo recién ordenado asumiese la celebración como principal tan pronto como fuera posible. Por ello, la ordenación de obispos romanos –contrariamente a la TraditioApostolica que sitúa la ordenación antes del ofertorio– tenía lugar inmediatamente después de la introducción, mientras que los candidatos foráneos eran ordenados entre el

  1. Los Statuta Ecclesiae antiqua, de la segunda mitad del siglo V, se remontan, probablemente, al presbítero provenzal Genadio. Los editó Ch. Munier: Les Statuta ecclesiae antiqua. Edition-Etudes critiques. París 1960 (Bibliothéque de I'lnstitut de droit canonique de l'Université de Strasbourg 5). Cfr. Kleinheyer, Priesterweihe 89-93.

  2. Cfr. Kleinheyer, Ordinationen 29, en referencia al Ordo Romanus 40A, 5.

  3. Cfr. Kleinheyer, Priesterweihe 36-38, respecto a la fecha de ordenación en primavera además de las témporas de diciembre, que eran preferenciales, cfr. 38-47.

  4. Cfr. ibid., 47-52: el juramento de los quattuor capitula y el interrogatorio de la comunidad. Cfr. Kleinheyer, Ordinationen 30ss.

gradual y el aleluya. También la ordenación de sacerdotes y diáconos seguía a la última lectura antes del evangelio.

La acción de ordenación propiamente dicha comenzaba con una invocación a la oración por parte del obispo dirigida a los candidatos, la oración de la comunidad la constituía una letanía del kyrie. Mientras tanto, el consagrante principal, los candidatos y todo el clero se postraban delante del altar. Como acciones centrales, seguía la imposición de manos y la oración de ordenación. La disposición del concilio de Nicea de que al menos tres obispos tuviesen que participar en la imposición de manos (c. 4) da testimonio de que la costumbre de la imposición de manos de todos los obispos presentes en la ordenación episcopal había dejado de practicarse. En Roma, la disposición del concilio de Nicea tenía validez en caso de que el papa no asumiese en persona la ordenación del obispo; si la administraba personalmente, era el único que imponía las manos sobre el candidato. Por lo demás, tanto el mínimo como el máximo de celebrantes que participaban en la imposición de manos se cifraba, por igual, en tres. Análogamente a la ordenación que realizaba el papa en persona, también en la ordenación de sacerdotes era éste el único que efectuaba la imposición de manos, después de que, con anterioridad, tres cardenales sacerdotes hubiesen participado en la imposición de manos 239. Otros ritos de la misa de ordenación eran el de la pax después de la oración consagratoria, la predicación del evangelio a cargo de un diácono recién ordenado, mientras que los neopresbíteros participaban, a lo sumo, para dar la comunión. A cambio de ello, los sacerdotes recién ordenados de la ciudad de Roma marchaban en una procesión solemne a su iglesia titular donde tenía lugar su primera misa como sacerdote 240. Las fuentes no son homogéneas respecto a la entrega de las vestiduras e insignias, que en Roma era menos importante, puesto que la llevaba a cabo el archidiácono antes de la ordenación propiamente dicha 241.

El rito romano de ordenación no dejó de recibir la influencia de las liturgias occidentales de ordenación no romanas. La Iglesia franca enriquece el rito romano de ordenación con otros elementos. De la liturgia de ordenación celto-irlandesa o hispánica antigua, del siglo VI/VII, se introdujeron las unciones. Se confirió un mayor valor a la entrega de 1as vestiduras, que, en la España del siglo VII, efectuaba el mismo obispo con unas palabras introductorias; igualmente en España está atestiguada la entrega de las insignias ministeriales (Traditio instrumentorum). Al parecer, la acción central consistente exclusivamente en imposición de manos y oración consagratoria no

  1. Cfr. Kleinheyer, Priesterweihe 58-67; idem, Ordinationen 32ss.

  2. Cfr. Kleinheyer, Priesterweihe 71-74.

  3. Cfr. Kleinheyer, Priesterweihe 74-82; idem, Ordinationen 35ss.

era, conforme a la concepción de la Edad Media, lo suficientemente expresiva, los nuevos elementos debían aportar mayor expresividad, pero desplazaban lo esencial a un segundo plano 242. Con el Pontificale Romano-germanicum es-tos nuevos elementos se introdujeron también en Roma y contribuyeron a su posterior evolución. La influencia del Pontifical de Maguncia habría de ex-tenderse, a través de los pontificales del siglo XII, el Pontificale Romana curiae, el de Guillermo Durando y, finalmente, el Pontificale Romanum de 1596, hasta la reforma del concilio Vaticano II. En cualquier caso, según el criterio del historiador de la liturgia, el cardenal Tommasius (+ 1713), el Pontificale Romano-germanicum era más bien una farrago diversorum rituum, una compilación desordenada de los ritos más diversos. Se trataba de una recopilación de material compuesta a partir de la tradición romana y no romana más que de un libro adecuado para la práctica litúrgica, lo que, según Kleinheyer, también se ajusta a los ritos de ordenación 243.

Esta compilación poco orgánica de ejecuciones rituales, a la que, además, se le atribuyó una importancia basada en criterios muy diversos, conllevó que las acciones centrales verdaderamente sencillas de la imposición de manos y la oración consagratoria no fueran reconocibles en su significación propia y, se «hundieran» en la totalidad de la acción de ordenación. En la ordenación episcopal, la imposición de manos iba acompañada de una fórmula verbal (Accipe Spiritum Sanctum), y la oración consagratoria se interrumpía con el himno de Pentecostés y, a continuación, la unción sobre la cabeza 244. También en la ordenación sacerdotal, había una fórmula verbal que se pronunciaba con la imposición de manos: Accipe Spiritum Sanctum, quorum remiseris peccata, remittuntur eis, et quorum retinueris, retenta sunt (Jn 20, 23). Estas palabras ya no se pronunciaban, en cambio, en la imposición de manos (antiguamente una sola) en el centro de la celebración, sino que acompañaban a una segunda imposición de manos en un segundo ámbito ritual después de la comunión, en el que la casulla desplegada, que hasta entonces se había llevado recogida y atada sobre la espalda, se interpretó, en compañía de esta segunda imposición de manos, como «consumación» de la ordenación sacerdotal mediante la trasmisión del perdón de los pecados. Sólo al final de este segundo ámbito ritual prestaban los recién ordenados el voto de obediencia mediante el rito del Handgang (acto

  1. Cfr. Kleinheyer, Ordinationen 36-43.

  2. Cfr. Kleinheyer, Priesterweihe 143-146.

  3. Cfr. Pontificale Romanum 109-117. Análogamente, también en la consagración de diáconos se interrumpía la oración consagratoria, aunque, aquí, para emprender la misma imposición de manos, que se ejecutaba sólo con la mano derecha e, igualmente, iba acompañada de una fórmula verbal: «Accipe Spiritu Sanctum, ad robur, et ad resistendum diabolo, et tentationibus eius. In nomine Domini». Cfr. Pontificale Romanum 84.

en el que el candidato ponía sus manos entre las del obispo, una costumbre tomada del simbolismo jurídico germánico y el feudalismo). Con ello, podía darse la impresión de que, sólo de ese modo, la autoridad para consagrar y dar la absolución se insertaba eclesiológicamente. Cuán amplio fue el desplaza-miento de las acciones centrales, apartándose de la imposición de manos (en silencio) y la oración consagratoria, lo mostraba la interpretación errónea de la entrega del cáliz y la patena con los dones preparados (Traditio instrumentorum) como elemento esencial (forma sacramenti) de la celebración de la ordenación. Esta falsa interpretación, que también se manifiesta en su fórmula verbal 245, quedó fijada por escrito en el concilio de Florencia de 1439, en el Decreto por los armenios (DH 1326), hasta la corrección de Pío XII, según la cual la imposición de manos y la oración consagratoria volvió a constituirse como acción claramente central, y la Traditio instrumentorum pasó a formar parte de los ritos interpretativos 246. «Con esta declaración, quedaba establecida la línea directriz más importante para la renovación posconciliar de la liturgia de la ordenación» 247.

En la liturgia de la ordenación renovada, solicitada por el Concilio (SC 76), del Pontificale Romanum de 1968 248 ocupan el lugar central en las tres ordines la imposición de manos y la oración consagratoria 249.

  1. «Accipe potestatem offene sacrificium Deo. Missasque celebrare, tam pro vivis, quam pro defunctis. In nomine Domini». Pont. Rom. 93.

  2. Análogamente, también en la entrega del evangeliario que tenía lugar durante la consagración de diáconos se celebraba la trasferencia de la «potestas»: «Accipe potestatem legendi Evangelium in Ecclesia Dei, tam pro vivis, quam pro defunctis. In nomine domini». Pontificale Romanum 85.

  3. Cfr. la Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis del 30.11.1947, DH 3857-3861; Kleinheyer, Ordinationen 47.

  4. Cfr. la Constitución Apostólica Pontificalis Romani del 18.06.1968, Kaczynski, nn. 1080-1088.

  5. Según Kleinheyer, Ordinationen 48.

 

La misa de ordenación con sus ritos preparativos concurre en las acciones centrales que suceden al evangelio. Tras la presentación del candidato (o los candidatos), tiene lugar la lectura del mandato apostólico (mandatum apostolicum) 250 en la ordenación de obispos, o, en el caso de los candidatos a la ordenación diaconal y sacerdotal, la elección por el obispo. Como constatación que es de la solicitud de la ordenación, en cuya ejecución también participa el pueblo siendo interrogado, sigue constituyendo una pequeña remembranza de la elección canónica del clero, al igual que la aclamación de la comunidad con el «demos gracias a Dios». Para cada una de las tres ordenaciones hay un modelo de alocución que está caracterizada con motivos bíblicos y declaraciones del concilio Vaticano II. Se omite la admonición al pueblo, que anteriormente es-taba contenida en la ceremonia, para que manifestase su postura respecto a la elección de los candidatos. A continuación de las alocuciones, siguen los votos del candidato (o los candidatos) y -en la ordenación diaconal y sacerdotal— la promesa de obediencia con el gesto de juntar las manos entre las del obispo. En la ordenación de obispos se integraba en el voto el «examen» previo; en la de diáconos se introdujo como elemento nuevo en virtud de la concepción del diaconado como un grado independiente de ordenación. El hecho de que la promesa de obediencia se añada inmediatamente a continuación del voto es, por decirlo en una palabra, consecuente: el ejercicio del ministerio sacerdotal y diaconal sólo es posible en una Iglesia local concreta que representa el obispo

250. CIC/1917 c. 953 es corroborado por CIC/1983 c. 1013: «A ningún obispo se le permite ordenar a otro como tal si, previamente, no se constata el mandato apostólico».

que administra la ordenación 251. En la letanía preparatoria de las acciones centrales, los tres ruegos por el candidato (o los candidatos), que antes de la reforma cantaba el mismo obispo al tiempo que bendecía a los elegidos, se han encajado en la nueva edición del fascículo del pontifical de una forma más orgánica, de manera «que, con ello, se presta una oposición todavía más intensa a la tentación de perseverar en la práctica antigua, y dejar que el obispo can-te personalmente las tres invocaciones» 252.

Ya no se interrumpe en ningún momento la oración consagratoria con otra acción, ya sea central (como la imposición de manos en el antiguo rito de la ordenación diaconal) o un signo interpretativo (como la unción sobre la cabeza en la ordenación episcopal). Al efectuarse la imposición de manos, tampoco se pronuncia ninguna fórmula verbal, pues la misma oración consagratoria es el «fórmula verbal». Del mismo modo, también la segunda imposición de manos se omitió en la ordenación sacerdotal con el segundo ámbito ritual después de la comunión. En la ordenación episcopal, todos los obispos presentes imponen sus manos: el número tres ya no constituye el límite máximo. Como en Hipólito, la diferenciación de los tres grados de consagración se pone de manifiesto, al efectuarse la imposición de manos, mediante la diversidad de los que participan en ella. Se conservó la imposición del evangeliario en la ordenación de obispos, aunque hoy día vuelve a ser claramente una imposición sobre la cabeza del elegido y subraya el carácter epiclético de la acción central. Kleinheyer considera problemático que, en las oraciones consagratorias, todavía reciban un especial relieve las verba essentialia253. La refundición de la ordenación sacerdotal en la segunda edición del fascículo del pontifical De ordinatione de 1990 es más amplia que la que corresponde a la ordenación de diáconos 254.

Los ritos interpretativos se habían de configurar de tal modo, que volviesen a resaltar la acción central y no la menoscabasen. Conforme a esto, no se consideraba tan importante que las vestiduras ministeriales las entregase el obispo, como que, convirtiéndose en interpretación visible del grado recibido de la consagración, los recién ordenados se mostrasen con ellas ante el obispo y la comunidad. También las unciones (administradas, como es lógico, de nuevo con el crisma una vez que se hubo reparado el «accidente rubricístico», que hasta la reforma estipulaba óleo de los catecúmenos; iban dirigidas a la per-

  1. Cfr. al respecto también la argumentación de L. Müller, Weihe, en R. Ahlers/L. Gerosa/L. Müller (Dirs.), Ecclesia a Sacramentis. 103-123, especialmente 113-120: Das Sakrament der Weihe in der kirchlichen Communio.

  2. Kleinheyer, Ordinationsfeiern 94.

  3. Cfr. Kleinheyer, Ordinationen 50, especialmente n. 42.

  4. Cfr. Kleinheyer, Ordinationsfeiern 104-106, 115ss.

sona y no a una especial «habilidad de las manos para benedicere, santificare, consecrare» 255) y las acciones de entrega se manifiestan hoy día claramente como acciones indicativas e interpretativas; ya no hay ningún momento en el que el texto y la acción indicativa de la liturgia renovada den la impresión de que lo esencial de la liturgia de ordenación se cumpliese en este espacio. Lo que Kleinheyer designa como «ósculo de paz», merece, con mayor objetividad, el calificativo de «beso de acogida». Así, p. ej. una disposición facultativa de la ordenación de diáconos, según la cual los diáconos presentes podían igual-mente dar el ósculo de paz, se trasforma, en la segunda edición del ritual renovado de la ordenación de 1990, en la constatación: Similiter faciunt omnes vel saltem nonnulli diaconi praesentes 256. Conforme a esto, ese beso se ha de entender claramente como beso de acogida al nuevo grado de ordenación por parte de los que pertenecen a la misma jerarquía 257.

Kleinheyer plantea la cuestión de si el rito de ordenación de diáconos, que, propiamente, parte de la premisa de que el receptor ejerce su ministerio de por vida o, al menos, a lo largo de un gran período de tiempo, y que, con ello, afecta primordialmente al diaconado permanente 258, puede aplicarse también, sin trasformarlo, a los candidatos del presbiterado que ejercen su ministerio diaconal sólo durante un breve período de tiempo 259.


3. La celebración de la atribución de los ministerios 260

En realidad, esto no pertenece a las celebraciones de ordenación, como ya muestra la fuente litúrgica más antigua para la liturgia de atribución del ministerio: ya en Hipólito el nombramiento tanto para el subdiaconado como para el lectorado se diferencia de la ordenación 261 de obispos, presbíteros y diáconos por el siguiente hecho: en ellas no tiene lugar la imposición de manos, y, en el caso del lectorado es la entrega de un objeto característico, aquí el libro 262, la que define, por primera vez, la adscripción a su ministerio. En suma, para la ins-

  1. Kleinheyer, Ordinationen 56.

  2. Pontificale Romanum... De ordinatione Episcopi, Presbyterorum et Diaconorum. Editio typica altera. Roma 1990, 125.

  3. Cfr. el comentario de Kleinheyer a la segunda edición: Ordinationsfeiern 95.

  4. Cfr. N. Trippen: Die Erneuerung des Ständigen Diakonats im Gefolge des 11. Vatikanischen Konzils, en J.G. Plöger/H.J. Weber (Dirs.), Der Diakon. Wiederentdeckung und Erneuerung seines Dienstes. Friburgo-Basilea-Viena 1980, 83-103.

  5. Cfr. Kleinheyer, Ordinationen 58.

  6. Cfr. cap. 2. 10. 3. La articulación de la comunidad litúrgica: las funciones litúrgicas especiales.

  7. Conforme a los Statuta Ecclesiae antigua, es incluso el archidiácono el que instruye en su ministerio a los acólitos, cfr. Kleinheyer, Ordinationen 63.

  8. Cfr. TradAp. 13 y 11, ed. Geerlings 242-243.

trucción del ministerio, la Traditio instrumentorum (leccionario, libro de exorcismos para los exorcistas, candelabro procesional para los acólitos así como cáliz y patena para el subdiácono), se convierte en la acción central. Ya en el Pontifical romano-germánico de mediados del siglo X se pone de manifiesto el ascenso del subdiaconato a una ordenación «más elevada»; proceso que se con-suma en el pontifical del siglo XII. Algunos elementos rituales de la liturgia de ordenación (p. ej. letanía, ritos de entrega de las vestiduras) fueron acogidos en la «ordenación de subdiáconos» 263, «sólo hay un aspecto que sigue siendo inalterable: "Non imponetur manus", no hay ninguna imposición de manos» 264. Esta evolución, que también se puede observar en las otras «órdenes menores», se explica porque éstas se conciben como grados previos al sacramento de la ordenación que se administra al final de la preparación y, con ello, como «emanaciones» de ésta 265

Según el motu proprio de Pablo VI «Ministeria quaedam» del 15.8.1972266, las «órdenes menores» así como la tonsura 267 quedan abolidas como ingreso a la clerecía en favor de los servicios institucionalizados del lector y el acólito. Sólo los tres grados de ordenación sacramental forman parte del clero. Los servicios encomendados afectan, por lo tanto, a los laicos que los ejercen conforme a la dignidad del sacerdocio real 268. Las contradicciones internas de este motu proprio y la práctica que deriva de él (reintroducción de facto de las «órdenes menores» para los candidatos al ministerio sacerdotal, exclusión de las mujeres) ya se han tratado en otro lugar269. Correlativamente al nuevo ordo, el rito para la trasmisión de las funciones del lector y el acólito junto con el de la admisión entre los candidatos al presbiterado y diaconado así como el de la promesa del celibato constituye una parte del Pontificale Romanum renovado 270. La

  1. Cfr. Jounel, Ordinations: Martimort III, 186-187.

  2. Kleinheyer, Ordinationen 62.

  3. Cfr. Maas-Ewerd, Nicht gelöste Fragen 152ss. A partir de la idea de que las órdenes menores son emanaciones del sacramento del orden, argumentaba Th. Schnitzler antes de la reforma litúrgica consecuentemente que también el oficio de los acólitos era, en realidad, un oficio de clérigos, y el sacristán un delegado del sacerdote, cfr. art. «Ministranten»: LThK VII, 4292, «En el mejor de los casos, los clérigos deben asumir las misiones encomendadas a los acólitos».

  4. Cfr. Kaczynski nn. 2877-2893.

  5. Sobre el corte ritual del cabello cfr. Ph. Gobillot: Sur la tonsure chrétienne et ses prétendues origines paiennes, en Revue d'histoire ecclésiastique 21 (1925), 399-454.

  6. Cfr. Kaczynski nn. 2880, 2883.

  7. Cfr. Maas-Ewerd, Nicht gelöste Fragen 160-164. Respecto a la exclusión de las mujeres del servicio institucionalizado de los acólitos cfr. Nußbaum, Lektorat und Akolythat 23; es interesante la explicación de A.G. Martimort, que, en cualquier caso, no por ello la hace más razonable: La question du service des femmes ñ l'autel, en Notitiae 162 (1980), 8-16, particularmente 15.

  8. Pontificale Romanum.... De institutione Lectorum et Acolythorum, de admissione inter candidatos ad Diaconatum et Presbyteratum, de sacro caelibato amplectendo. Roma 1972. Sobre las diferentes recepciones en las Iglesias particulares cfr. Kaczynski n. 2924.

designación la lleva a cabo el obispo; la instrucción ministerial, hoy como en el pasado, se realiza mediante la Traditio instrumentorum (leccionario, o en su caso, patena Hostienschale y cáliz Weinkanne). La designación para los servicios encomendados a perpetuidad a cargo del obispo trae a la memoria tanto más las órdenes menores, cuanto más se las compara con la instrucción para el servicio de los asistentes de la comunión 271 a cargo del párroco local. Tampoco constituye una «ordenación» la celebración de admisión entre los candidatos al presbiterado o al diaconado. Hasta el nuevo ordo 272, mediante la tonsura se ingresaba en la clerecía y, como consecuencia de ello, se pasaba a ser candidato a la recepción de las órdenes. Con el nuevo ordo de los servicios (institucionales) «se consideró razonable introducir, en adelante, en lugar del ritual "De clerico faciendo" una celebración de la "admisión entre los candidatos a los ministerios"» 273. La celebración de la «admissio», que no puede ir unida a ninguna ordenación o nombramiento, la dirige el obispo al que los candidatos anuncian públicamente su decisión de querer servir a «Dios y la Iglesia a través de las santas órdenes». Conforme a la segunda edición del fascículo del pontifical De ordinatione de 1990, la promesa del celibato para futuros presbíteros y candidatos solteros al diaconado es, en lo sucesivo, una par-te del voto en la ordenación de diáconos 274.


4. La liturgia bizantina de ordenación

En las «ordenaciones» del «portador de los candelabros» (acólito), del cantor, lector y subdiácono del rito bizantino, también existe una imposición de manos, que, por contraposición al sacramento de la ordenación, no se califican como «cheirotonía» sino como «cheirothesía» 275. Además, el lugar de su administración (el altar) distingue a 1as «órdenes mayores» de las «menores» (en la nave de la iglesia). También son varios los candidatos a los que se instruye para un ministerio, mientras que la liturgia de ordenación sólo va dirigida a un candidato 276.

  1. Asistentes de la comunión en el sentido de la Instructio «Immensae caritatis» del 29.1.1973, cfr. Kaczynski nn. 2967-2982.

  2. Mediante el motu proprio «Ad pascendum» del 15.8.1972, Kaczynski, nn. 2894-2912 y el fascículo «De institutione Lector un» del Pontificale Romanum del 3 de diciembre de 1972. El motu proprio dice claramente: «Ingressus in statum clericalem et incardinatio alicui dioecesi ipsa ordinatione Diaconali habentur». Kaczynski n. 2910.

  3. Kleinheyer, Ordinationen 59.

  4. Cfr. Kleinheyer, Ordinationsfeiern 111.

  5. Cfr. A. von Maltzew, Die Sacramente der Orthodox-Katholischen Kirche des Morgenlandes. Deutsch und slawisch unter Berücksichtigung des griechischen Urtextes. Berlín 1898, 304 y 314. Según Hotz –Sakramente 252– el concepto de «cheirotonía» todavía hace referencia a la acción de votar a mano alzada en la asamblea del pueblo, es decir, a un acto electoral del pueblo.

  6. Cfr. Maltzew, Sacramente 301 ss.

Todas las liturgias de ordenación tienen la misma estructura fundamental «de extrema sencillez» 277 1. Las llamadas «imperativas» marcan el comienzo de la acción consagratoria propiamente dicha, unidas a la presentación de los candi-datos a la recepción de las órdenes. 2. La procesión triple de los candidatos en tomo al altar. 3. La genuflexión del candidato ante el altar tocándolo con la frente. 4. Imposición de manos a cargo del obispo con la fórmula de la theía cháris. 5. Primera oración epiclética en silencio a cargo del obispo mientras el clero y la comunidad cantan las invocaciones del kyrie. 6. Segunda oración epiclética a cargo del obispo mientras el diácono canta con la comunidad la ekténia de paz. 7. Imposición de las vestiduras ministeriales del recién ordenado junto con las invocaciones del «áxios» a cargo del obispo, el clero y la comunidad.

Todas las tres órdenes mayores (cheirotoníai) tienen lugar dentro de la celebración de la eucaristía. La ordenación diaconal se administra después de la Anáfora Eucarística; la sacerdotal, después de la Entrada Mayor; la episcopal, después del trisagio 278: el recién ordenado tiene que desempeñar personalmente sus nuevas funciones ministeriales en la liturgia de ordenación 279. Relicto de una elección canónica de los ministros la constituyen las llamadas «imperativas» de los diáconos dirigidas al clero y al pueblo congregado, con las que Ios exhortan para acometer la acción consagratoria280. La imposición de manos a cargo del obispo va acompañada de la «fórmula de la theía cháris», diferente en cada caso al mencionarse el grado de ordenación. En la diaconal el texto es el siguiente: «La gracia divina, que en todo tiempo sana lo endeble y reemplaza lo defectuoso, promueve a N., el piadoso subdiácono a diácono; ¡oremos por él, para que la gracia del Santísimo Espíritu descienda sobre él!»281

Algunos consideran la «fórmula de la theía cháris» como la misma oración consagratoria para todos los grados de ordenación. En otras Iglesias orientales sólo es el anuncio del acto consagratorio, que proclama el archidiácono, así como la ratificación de la elección efectuada legítimamente 282. En cambio, Trembelas considera que ya el interés por querer fijar las verba essentialia del ritual de ordenación es una latinización ilegítima; «la epíclesis consagratoria está esparcida por toda la ceremonia y, sobre todo, en las oraciones» 283. La forma del sacramento de ordenación la constituyen, según Hanssens, las dos

  1. Así, J.M. Hanssens, La forme sacramentelle dans les ordinations sacerdotales de cite grec, en «Gregorianum» 5 (1924), 208-277, 6 (1925), 41-80; aquí 218ss.

  2. Cfr. Heitz III, 217, 221, 229. Maltzew, Sacramente 319, 333, 442; Kucharek, Mysteries 297ss.

  3. Cfr. Hotz, Sakramente 253.

  4. Cfr. Kucharek, Mysteries 298.

  5. Maltzew, Sacramente 322ss.

  6. En estos términos se expresa F. Heiler: Urkirche und Ostkirche. Munich 1937, 276 contra Hotz, Sakramente 252ss.

  7. Trembelas 327ss.

oraciones que siguen a la imposición de manos en silencio y que el obispo reza en voz baja todavía en el momento del acto de esa imposición de manos; a ambas oraciones las acompaña una ekténeia diaconal en la que se dice: «Por el siervo de Dios N., que ahora es ordenado como diácono, y por su salvación oremos al Señor» 284. En realidad, resulta problemático ver únicamente en la «fórmula de la theía cháris» la fonna sacramenti, aunque así fuera como se definió para la Iglesia unionista de Ucrania. Es mejor estimar la fórmula con las dos oraciones episcopales rezadas en silencio como una unidad, con lo que constituye sólo el preludio a las dos oraciones deprecativas del obispo285.

Siguen los «ritos interpretativos», la entrega de las vestiduras ministeriales con las invocaciones del áxios, que el clero y el pueblo repiten después del obispo, en lo que Heiler ve una participación activa de todos los presentes en virtud del sacerdocio real 286. Según la tradición griega, a continuación se presenta al recién ordenado, y el obispo le da el beso de admisión en la frente. Entre los eslavos se pueden constatar «huellas de la errónea teoría de los escolásticos latinos, según la cual la materia del sacramento del orden consiste en la entrega de los instrumentos, p. ej. en Gabriel Severo y Pedro Mogila» 287. Así, al diácono recién ordenado se le entregan los rhipídia; al nuevo presbítero, el eucologio (sacramentario) o, incluso, los utensilios litúrgicos 288.

  1. Heitz III, 219.

  2. Cfr. J.M. Hanssens, La forme sacramentelle 75ss.

  3. Maltzew, Sacramente 329ss. Heiler 277: «En la ordenación diaconal y sacerdotal también cooperan los laicos en virtud del sacerdocio común, al corroborar, por su parte, con la fórmula del "áxios" (es digno) la invocación del obispo y la subsiguiente aclamación de los clérigos, que expresan también con la fórmula "áxios"».

  4. F. Heiler, Urkirche und Ostkirche. Munich 1937, 275.

  5. Cfr. Maltzew, 330 y 342; igualmente, Heitz, Mysterium III, 220 menciona la entrega del rhipídion. Cfr. también Kucharek, Mvsteries 299: «The priest is given a service book to guide him in the holy ministry. In some churches, he is also handed a chalice and diskos (paten)».

Michael Kunzler
La Liturgia de la Iglesia

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