III. Ocaso del rito y pervivencia de su liturgia

 

 

Con la disolución del reino visigodo, el rito hispano pasa a conocer un nuevo contexto histórico. El Occidente europeo se encamina hacia la feudalización. En la Península aumentan las rivalidades de familias y grupos influyentes. El episcopado hispano en vano intenta reunirse en concilios plenarios.

 

I. LA DOMINACIÓN ÁRABE Y LA RECONQUISTA CRISTIANA.

 

Con motivo de la invasión árabe se registran dos hechos documentados que nos revelan la nueva situación creada en la Península, concretamente en relación con el culto. El gobernador cristiano del territorio de Orihuela por el pacto que firma con Abdelazid (a. 730), pasa de depender de Toledo a depender de Damasco, como único medio de mantener su gobierno y de que los derechos religiosos de su población fueran más respetados en adelante. En el tratado se estipula específicamente: "No se quemarán sus iglesias, tampoco se les prohibirá el culto de su religión". Pero poco después de la muerte de Teodomiro el territorio pasaría a ser provincia islámica dependiente de Córdoba, perdiendo su estatuto especial.

Por otro lado, un resto del reino visigodo se reduce a Asturias, donde el rey Alfonso restaura, y con cierto esplendor, la liturgia hispana (a. 790). La liberación de la Península se empieza a producir desde esta región y, como empresa del resto de Europa, desde los Pirineos.

 

a) Los mozárabes. A pesar de las dificultades: impuestos especiales, no acceso a cargos públicos y las numerosas defecciones..., no se extingue la vitalidad del resto del pueblo cristiano. Muchos fieles confiesan su fe con el martirio, destacando especialmente san Eulogio, presbítero de Córdoba, arzobispo electo de Toledo (j' 859), compositor de textos litúrgicos, como el himno al mártir hispanorromano de Córdoba san Aciselo.

 

Los escritorios de los monasterios que subsistían en la zona árabe y en las zonas que iban siendo liberadas trabajaron activamente en la copia de libros litúrgicos; tenemos noticia del abad de Albelda, Salvo (t 962), que compuso algunos textos eucológicos.

 

Los musulmanes llamaban a los cristianos de sus ciudades nasramés = nazarenos, rumíes = romanos, dimmíes = tributarios; sin embargo, los otros cristianos de las zonas recuperadas acuñaron para llamarlos la palabra, entre despectiva y acusatoria, musta árab = el que se hace el árabe.

 

b) Supresión del rito. Con el avance de la reconquista, desde los Pirineos entraban en España los movimientos religiosos y políticos europeos: la reforma cluniacense y la influencia unificadora de Roma. El papa Gregorio VII (a. 1073-85), en cartaa dirigida a los reyes Alfonso de León y Castilla y Sancho de Aragón, les hacía saber: "No de la toledana ni de cualquier otra, sino de la iglesia romana es de donde debéis recibir la Liturgia y el rito... haciéndolo así, no seréis una nota discordante en el concierto de los reinos de occidente septentrión..." Sucesivas legaciones pontificias, tendentes a lograr estos propósitos, culminan con el decreto de abolición por un concilio de Burgos (a. 1080) del rito gótico y su sustitución por el rito romano, en su versión franco-germánica. Con este echo se produce en España el caso más radical de reforma litúrgica que registra la historia de la iglesia latina antes de Lutero.

 

2. LA CELEBRACIÓN EN LA CAPILLA MOZÁRABE DE TOLEDO.

 

Cinco años después del decreto de Burgos, reconquista Toledo Alfonso VI (a. 1085) y concede a los mozárabes de la ciudad una serie de privilegios perpetuos: civiles, económicos, jurídicos y religiosos, como reconocimiento a su resistencia secular y a su colaboración en la lucha contra los árabes. Entre los privilegios religiosos, les concedió seguir celebrando su antigua liturgia en las seis parroquias entonces existentes. En las nuevas que se crearan se celebraría, sin embargo, la liturgia romana. Estos privilegios no fueron después respetados del todo, hasta el punto de que cada vez se hacían más difíciles a la comunidad mozárabe las condiciones para celebrar en su liturgia.

 

a) Desde e! humanismo renacentista hasta la reforma litúrgica del Vat. ll. En el año 1499 es nombrado arzobispo de Toledo el cardenal Cisneros, consejero de la reina Isabel e iniciador de la reforma eclesiástica en España. Según él mismo confesó, había quedado impresionado en una visita que realizó a la catedral toledana, antes de su inesperado nombramiento, al ver el estado lamentable en que se encontraban en el archivo los antiguos códices litúrgicos. Una de las primeras obras que realiza como arzobispo es la fundación, en la catedral, de la capilla mozárabe con el fin de que la liturgia de los mozárabes no se extinguiese. Encarga al canónigo Ortiz la edición del Misal y del Breviario, y para ello se cuenta con la ayuda de un grupo de párrocos mozárabes. En 1500 se imprime el Misal, y dos años más tarde el Breviario. En 1508, mediante bula del papa Julio II, concede constituciones a los capellanes mozárabes de la catedral, que desde entonces mantendrán viva la celebración de la liturgia hispana.

 

A finales del s. XVIII, el card. Lorenzana arzobispo de Toledo, figura destacada de la ilustración en España, reedita (a. 1722-1804) los libros impresos por Cisneros, y, debido a la difusión que obtienen, se inicia fuera de España el interés científico, cultural y propiamente litúrgico por nuestro rito, que perdura hasta el presente. La capilla mozárabe de la catedral de Toledo ha sido objeto de protección por parte de sucesivos concordatos y acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español.

 

En 1936 los ocho capellanes mozárabes de la catedral toledana fueron víctimas de la persecución religiosa, y el 17 de diciembre de 1940, con nuevos capellanes, se reanudó solemnemente el culto en la capilla ante el nuncio apostólico en España.

 

Con la constitución conciliar Sacrosanctum concilium del Vat. II y la subsiguiente reforma litúrgica, se abre una nueva etapa a la pervivencia de nuestra antigua liturgia.

 

b) La revisión actual de la liturgia hispana. La aplicación de la reforma litúrgica en España no podía dejar de afectar también a la celebración de la liturgia hispana en nuestros días en cuanto a su revisión y revitalización.

 

Por encargo de la Conferencia episcopal española y con apoyo de la Santa Sede, el cardenal primado de Toledo, don Marcelo González, en cuanto "superior mayor responsable" de nuestra venerable liturgia, constituye oficialmente en julio de 1982 una comisión para la revisión de los libros litúrgicos hispanos compuesta por los liturgistas españoles que mejor los conocen y que, a su vez, gozan de reconocido prestigio científico teológico y pastoral. Fue designado para presidir la comisión el padre Jorge Pinell, monje benedictino de Montserrat y catedrático del Pontificio Instituto anselmiano de Roma.

 

La constitución conciliar de liturgia da principios y normas generales de reforma para todos los ritos y propone normas prácticas sólo para los temas importantes. Por otra parte, desea también que las revisiones íntegras que necesariamente haya que hacer se realicen con prudencia, en continuidad con la mejor tradición y con sentido pastoral de la realidad histórica actual (cf SC 3-4).

 

De la aplicación de este programa, realizado con la metodología propia que la presente situación de la liturgia hispana requiere, se obtendrá sin duda el deseable nuevo esplendor de nuestra venerable liturgia y el fortalecimiento de la misión sacramental en España.

 

El punto de partida de los trabajos de la comisión es necesariamente de tipo técnico, ya que se ha marcado como objetivo inmediato la indispensable edición del Misal y de los Rituales. Toda esta actividad requiere paciencia y ambición al mismo tiempo, ya que sólo así podrá lograr con coherencia y garantías bien fundadas una revisión durable y fructífera.

 

Las experiencias de la revisión oficial de la liturgia romana, prácticamente concluida, y de la liturgia I ambrosiana, en revisión muy avanzada, servirán sin duda de mucho para acertar en la recuperación de los elementos objetivamente más importantes de la liturgia hispana. Ello representará, por último, la consecución de una reforma litúrgica local que sea ejemplar desde el punto de vista no sólo de las formas litúrgicas externas, sino también de la teología, de la espiritualidad y de la práctica pastoral.

 

 

IV. Conclusiones

 

I. TEOLÓGICO-PASTORALES. Como ya es sabido, no se puede entender la cultura europea sin tener en cuenta el fenómeno del cristianismo. Ciñéndonos a España, el culto cristiano y su manifestación autóctona están en la base de una serie de hechos culturales, como la música antigua y medieval (mozárabe), la literatura latina tardoantigua y medieval, la arquitectura y las artes plásticas visigótico-mozárabes; artes que sólo se entienden en torno al culto y que constituyen una auténtica joya original de nuestra cultura. A través de este testimonio cultural podemos comprender mejor ciertos hechos históricos, políticos, sociales y, en cierto sentido, hasta la misma idiosincrasia española.

 

Es indudable que la unidad de culto ha influido en la unidad espiritual, e incluso geográfica, imprimiéndole un sentido universalista.

 

Esta liturgia ha producido gérmenes y ha dado vida a formas y estilos de encarnación del evangelio en nuestro tejido cultural y social y en nuestro espíritu; gérmenes que se revelaron como comienzos y fundamentos de una síntesis nueva y duradera de vida cristiana. Ella constituye una etapa miliar y un punto de referencia esencial en el proceso histórico de cristianización en nuestro tiempo, y esta llamada a proponer una nueva síntesis creativa entre evangelio y la vida, entre mensaje evangélico y liturgia.

 

Esta liturgia, por tanto, merece un cocimiento científico más profundo, continuando lo que hace ya tiempo se empezó a hacer desde el extranjero. Merece una protección nacional, incluso a nivel europeo.

 

Sus textos más representativos están cuidadosamente elaborados. Su vocabulario es rico y variado, con tendencia en ocasiones a formas retóricas y artificiosas, con gran cúmulo de sinónimos y adjetivación ampulosa y recargada. Algún texto aventura alegorías míticas. Encontramos también resonancias de poetas latinos clásicos. Los temas los tratan con dramatismo y viveza. Cuidan la forma de expresión, que en ocasiones llega a la artificiosidad. Sus recursos estilísticos son variados expresivos: retruécanos, ritmo interno en el verso, antítesis, paralelismos ingeniosos... Su vis poética la consiguen gracias a una exquisita delicadeza y calor poético. Sin embargo, en ocasiones los textos describen el detalle con realismo y presentan cierta dureza de expresión.

 

Entre sus características teológicas destaca su marcado cristocentrismo y su densidad dogmática de corte antiarriano, e incluyen profundas meditaciones de la obra de la redención, con expresiones a veces de tierna veneración a la humanidad de Cristo.

 

Todo este conjunto cultual es testimonio de que la iglesia hispana asimiló plenamente la tradición sacramental apostólica: lo recibido por tradición se ha convertido en algo propio.

 

Su celebración es muestra viva de fe experimentada en toda suerte de situaciones de la vida de la iglesia en España.

 

Hasta llegar a una fase de plenitud, el rito hispano va incorporando valores de otros ritos. Una vez asimilados, nuestra antigua liturgia adquiere una misión de catolicidad al influir en el resto de las liturgias occidentales.

 

Es éste nuestro patrimonio eclesial más venerable, que se abre como un tesoro teológico-cultural.

 

2. PERSPECTIVAS PASTORALES.

 

En la visita pastoral que realizó Juan Pablo II a España, con motivo del IV centenario de la muerte de santa Teresa, se refirió en Toledo (4-XI-82) a la ilustre comunidad mozárabe, "heredera de los heroicos cristianos de hace siglos", "cuyos feligreses mantienen vivo el patrimonio espiritual de su venerable liturgia, de gran riqueza teológica y pastoral".

 

Esta riqueza pastoral reconocida por el santo padre abre perspectivas para establecer una más estrecha relación entre liturgia y religiosidad popular, pues algunas celebraciones del antiguo rito pueden enmarcar efemérides y acontecimientos religiosohistórico-culturales. El interés que tales celebraciones suscitan en muchos cabe ser aprovechado para evangelizar y catequizar.

 

Por otra parte, algunos textos y rúbricas de la liturgia hispana podrían incorporarse como elementos facultativos a la liturgia actual para algunas celebraciones especiales. Textos y rúbricas que destacarían otros aspectos teológicos y espirituales. Servirse de esta variedad de ritos y textos está de acuerdo con el sentido pastoral de la reforma litúrgica del Vat. II, así como con la necesidad de inculturación reconocida en el mismo concilio.

 

Un pueblo sin memoria es un pueblo sin identidad, sin conciencia de sí mismo, sin libertad. Esta liturgia constituye, en definitiva, un testimonio del designio salvífico de Dios sobre nuestra historia, ya que ha sido el soporte y expresión de la fe cristiana de tantas generaciones. "Su tradición viva -afirmaba el papa en la referida ocasión- alimenta vuestra fe e impulsa vuestra responsabilidad de cristianos". El mayor conocimiento de esta liturgia permitirá a la iglesia española ofrecer una eficaz catequesis desde la historia a la cultura de la increencia, tan interesada en interpretar la historia desde su perspectiva.

 

La riqueza celebrativa de nuestra venerable liturgia está llamada a beneficiar la presente y futura vida cultual de la iglesia en España. Es su colegio episcopal el primer convencido de que "las viejas raíces, bien cultivadas con esfuerzo pastoral, son capaces de dar hoy una cosecha tan espléndida como la que dieron en un pasado glorioso".

 

 

V. Canto mozárabe

 

El adjetivo mozárabe aplicado al canto no lo califica, antes bien señala el espacio, medio y hombres que lo practican: los mozárabes. Los hispanoárabes llamaban así a los cristianos que vivían dentro de su propia sociedad musulmana practicando abiertamente su propia religión. Eran los mozárabes, esto es, los no árabes por excelencia comunidad cuya existencia era tolerada, como la de los judíos, por estar basada en un libro, según el propio Corán.

 

El canto que hoy llamamos mozárabe no está, empero, circunscrito al ámbito de esta comunidad cristiana que vive en tierra de moros, sino que designa mucho más, por sinécdoque, el canto litúrgico de los cristianos anterior a la implantación en España del canto gregoriano, propio de la liturgia galorromana, a finales del siglo XI. Y también designa este mismo canto practicado en algunas iglesias de Toledo llamadas por tradición mozárabes, aun después de la entrada del rey Alfonso VI en la capital imperial (1085). Como quiera que los mozárabes de Toledo vieron reformada su liturgia por el cardenal Jiménez de Cisneros a fines del siglo XV, y el canto, quizá porque ya estaba corrompido en la tradición oral, no tiene relación formal con el que aparece en los códices más primitivos, hoy día llamamos canto mozárabe no sólo al canto practicado en la liturgia paleocristiana, visigótica y mozárabe propiamente dicha, esto es, al practicado con anterioridad a la implantación del gregoriano, sino también al canto mandado reformar por el cardenal Cisneros. Son, pues, dos repertorios, dos cantos distintos. Claro está, el que más nos interesa es el primero por su originalidad, por su, antigüedad y por el misterio que todavía en gran parte lo rodea. El segundo aparece escrito en estupendos libros de la época y su estudio no ofrece dificultad para el investigador.

 

La historia de la música debe resignarse a ser, lamentablemente, la historia de la música escrita. Lo mejor de la creación musical, a lo largo y ancho de la vida de la humanidad, ha podido no llegar hasta nosotros, pereciendo con el propio creador, por ser la música un arte fugaz, que no queda plasmado en una realización plástica perdurable. (La invención del gramófono ha hecho, evidentemente, cambiar las cosas en nuestros días.) La música comienza a escribirse sistemáticamente, en línea de continuidad hasta hoy, cuando va a declinar el primer milenio de nuestra era. Ahí se inicia la verdadera historia de la tradición musical escrita en Occidente. Todo lo anterior, y posterior no escrito, pertenece a la prehistoria documental, por más que tengamos noticias sobre la técnica y la filosofía de la música.

 

El canto mozárabe se halla extraordinariamente vivo en la encrucijada que supone la transición de una tradición oral muy rígida, mediante la cual se transmite de generación en generación el canto litúrgico, a la tradición escrita, representada en códices de gran valor documental. Lo que se escribe en estos códices es la práctica litúrgica y musical de las iglesias hispánicas de los siglos IX, X y XI. Esta práctica musical era de hecho universal y muy homogénea en la Península, ya en tierra de moros, entre los mozárabes, ya en tierra cristiana, porque había sido fuertemente establecida desde la época paleocristiana y ampliamente consolidada por los visigodos (ésta es la razón por la que algunos historiadores prefieren hablar de música hispánica o visigótica antes que mozárabe). Los primitivos concilios hispánicos, especialmente el IV de Toledo, del año 633, se ocuparon de la liturgia. San Isidoro de Sevilla (†636) dedicó cinco capítulos de su De Officiis ecclesiasticis a los elementos cantables de la liturgia. El propio San Isidoro escribió todo un tratado sobre la música, inserto en su obra monumental de las Etimologías, tratado que tendría honda repercusión en todos los tratadistas medievales europeos.

 

Los visigodos fueron sin duda quienes dieron a la liturgia y al canto hispánicos su fisonomía propia, la que aparece en los códices escritos en el umbral del segundo milenio de nuestra era. San Ildefonso de Toledo († 667), en su interesante libro De viris illustribus, nos relata la labor musical de algunos eclesiásticos antecesores suyos. Así, por ejemplo de Conancio ( 639), obispo de Palencia, dice expresamente: "melodías soni multas noviter edidit". Otro obispo ilustre, Juan de Zaragoza († 631), en opinión del mismo san Ildefonso, compuso melodías con elegancia, aptas por su sonido y convenientes para la oración: "In ecclesiasticis officüs quaedam elegantes et Bono et oratione composuit". Pero el gran reformador del canto litúrgico fue san Eugenio de Toledo (fi 657), de quien dice el mismo autor, sucesor suyo en la sede toledana, que corrigió del canto todo lo que le parecía aberrante y de mal gusto: "Cantus pessimis usibus vitiatos melodiae cognitione correxit".

 

Como se ve, a los padres visigodos del siglo VIII les parecía ya viejo y corrompido por el uso el canto litúrgico de las iglesias hispánicas. El prestigio conseguido por este canto, gracias a su venerable antigüedad y a los santos padres que intervinieron en su creación y reforma, fortaleció el apego que los hispánicos tuvieron hacia él en los duros momentos en que peligraba su existencia, debido al expansionismo galorromano o carolingio. Durante los siglos X y XI, los scriptoria de los reinos cristianos desarrollan una actividad febril para copiar en valiosísimos códices, "ne pereat", la música propia de la liturgia hispánica. Así, por ejemplo, en vano buscaríamos en los archivos europeos un manuscrito tan extraordinario por su perfección gráfica y por su densidad semiológica como el antifonario de León o algunos códices salidos del scriptorium del monasterio de Silos.

 

El arraigo del canto autóctono en las iglesias hispánicas no impidió su brutal supresión y su sustitución por el canto galorromano o gregoriano en un momento en que en toda Europa se estaban haciendo esfuerzos para conseguir que la notación neumática pudiera comunicar no sólo el ritmo y la articulación de los sonidos, sino también su posición en una escala o su altura melódica. El concilio de Burgos de 1081 culminó un proceso de sustitución del canto hispánico por el gregoriano al ordenar el cambio radical de liturgia. De esta manera, mientras la nueva práctica litúrgica y musical empieza a escribirse en notación aquitana, gracias a la cual podemos conocer la posición melódica de los sonidos, la vieja música hispánica queda apresada en los bellísimos neumas mozárabes, que sólo reflejaban la altura relativa de los sonidos.

 

El amplísimo repertorio musical mozárabe, más extenso que el repertorio gregoriano, por cuanto la liturgia mozárabe es mucho más prolija que la romana, está contenido hoy en algo más de cuarenta manuscritos, entre códices completos y fragmentos. Pero sólo una veintena de piezas han podido ser transcritas, gracias a que la vieja notación hispánica fue en ellas sustituida por la aquitana. Habría que ver lo que en la nueva tradición musical impuesta quedó de la tradición sustituida; sin duda muy poco.

 

De todos modos, el canto mozárabe es uno de los ejemplos más significativos y más amplios de la tradición ritual occidental anterior al gregoriano o galorromano. Nada sabemos de lo que pudo ser el canto pregregoriano en las Galias, o en Inglaterra, o en Italia, salvo el canto milanés o ambrosiano y unas pequeñas muestras del canto viejorromano y beneventano. Pero es mucho, aunque todavía insuficiente, lo que sabemos del canto hispánico y lo que podemos aún descubrir en la importante tradición manuscrita conservada.

 

NOTAS: Los adjetivos compuestos (visigótico-mozárabe, hispano-mozárabe, etc.), aunque pueden servir para identificar esta liturgia, dada la forma anterior de llamarla, induce a error al hacer pensar que se celebra en dos lenguas, como en el caso de la liturgia bizantina, bizantina-eslava y bizantina-griega, siendo así que la única lengua típica de nuestra liturgia fue siempre el latín, y precisamente en su variante hispana. Por otra parte, la forma "hispana" en vez de "hispánica" parece más de acuerdo con la distinción que ya los romanos establecían entre ambas formas del adjetivo; por ejemplo, Legio hispana se refería a una legión compuesta por nativos de Hispania, mientras que Legio hispaniensis a una legión compuesta no por hispanos, pero que estaba en Hispania (cf R. Grosse, Fontes Hispanioe Antiquae III, Barcelona 1959, 80).

 

 

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