LITURGIA HISPANA

 

 

 

NOMBRE: Los sustantivos / liturgia y rito, restringidos a una de sus posibles acepciones, se vienen utilizando tanto para designar con un adjetivo apropiado el conjunto de textos litúrgicos y formas externas de celebrar el culto como para nombrar las disposiciones canónico-litúrgicas de una determinada iglesia.

 

En documentos directamente relacionados con la fase de plenitud del conjunto cultual que tratamos (siglo VII), hallamos referencias a él con expresiones como in Spaniarum eccleiis, que vienen a decirnos que se trata de un rito perteneciente no a una iglesia local, sino al conjunto de iglesias formado por la iglesia metropolitana y las sufragáneas de cada provincia que la administración civil del impero de Roma había creado en la Península Ibérica.

 

Ya en el siglo X, cuando el rito estaba formado y llevaba más de dos siglos en vigor, un documento hispano, compuesto a raíz del reconocimiento de la ortodoxia y legitimidad de su liturgia por parte del papa, utiliza el término técnico Officium Hispanae Ecclesiae. Más adelante, un cronista español del siglo XIII se refiere a él llamándolo Officium Isidori et Leandri. A partir del siglo XVI, reducida la celebración de esta liturgia a la capilla mozárabe de la catedral de Toledo e impresos los textos del Misal y del Oficio, comienzan a aplicársele una serie de adjetivos inadecuados: isidoriana, mozárabe, gótica, visigótica, toledana, etc., que sólo expresan una relación parcial con el conjunto.

 

El adjetivo hispana es el que califica correctamente su personalidad, y fue el primero que se le dio cuando estaba ya formada y en pleno vigor para contradistinguirla, de un modo concreto, de la liturgia de la iglesia romana.

 

CONCEPTO: Asignado el adjetivo apropiado a este conjunto cultual, vamos a distinguir ahora los términos rito hispano y liturgia hispana.

 

• Por rito hispano entendemos el conjunto jurídico-eclesial propio y, en cierto modo, autónomo de la iglesia hispana. Fue el último que se formó en la iglesia latina (siglos VI-VII). Alcanzó su máxima expansión territorial cuando el reino visigodo comprendía toda la Península y, al otro lado de los Pirineos la provincia narbonense. A falta de otras pruebas definitivas, estaría en vigor en alguna parte de la Península hasta el fallecimiento del último obispo mozárabe, por lo tanto hasta el siglo XII.

 

El rito hispano fue entre los ritos latinos el único que siguió al romano en conocer las fases de formación histórica propias de todo rito [cf. J. Pinell,/ Liturgias locales antiguas].

 

• Por liturgia hispana entendemos el depósito eucológico y el modo de celebrar las acciones litúrgicas que formaron parte de aquel rito. A partir del siglo XI, su marco canónico se lo fue prestando de modo progresivo el rito romano, sustentándose de esta forma su legitimidad.

 

Esta liturgia es la única de las latinas que pervive en su estado original perfecto, debido a la situación de aislamiento que conoció en el largo período mozárabe, poco después que se concluyera la formación del rito y, por tanto, el conjunto de su propia producción eucológica.

 

Su oficio y misa se celebran a diario en la mencionada capilla de Toledo y su forma y parte de sus textos fueron adoptados por la IERE (Iglesia española reformada episcopal) para su liturgia desde su fundación en 1880. No obstante la IERE no utiliza el texto completo de la Misa Mozárabe.

 

 

I. Raíces histórico-salvíficas. 

El cambio de Iberia en Hispania

 

Consideramos esta breve exposición de la liturgia hispana en el marco de la prehistoria-historia de la Iglesia en España como historia de la salvación actuada en sus gentes. Tenemos por ello en cuenta el devenir histórico de esta liturgia a través de épocas culturales en las que se ha encarnado e influido, y a las que a veces ha transformado. Toda liturgia cristiana nace con esta misión. La conversión al evangelio y al culto cristiano fue precedido por el cambio religioso-cultural que transformó a los iberos en hispanos, integrándolos en la corriente universal de la civilización. Este proceso, la romanización, es el primer hecho importante que posibilitará el origen de una liturgia hispana.

 

Terminadas las guerras cántabras, queda pacificada Hispania y se produce su reorganización administrativa (siglo 7 antes de Cristo), hechos que coinciden con el censo que llevó a María a dar a luz a Jesucristo en Belén (Lucas 2,1-7).

 

I. RELIGIONES PRECRISTIANAS.

 

En la consideración de esta preparación histórica al cristianismo recordamos las respuestas que las religiones precristianas, y más concretamente sus cultos, daban a los interrogantes más profundos del hombre, como el dolor, la muerte, el más allá.

 

a) Los cultos ibéricos. Por la epigrafía y los colonizadores griegos y latinos conocemos algunos rasgos de la religiosidad de los indígenas. Ellos que en las fuentes literarias vienen descritos como inquietos, belicosos, tribales, dedicados a la agricultura, a la caza, al pastoreo, capaces de despeñar a sus ancianos y suicidarse por fidelidad a sus héroes (Fides, devotio iberica), adoran a deidades de la fecundidad y de la fertilidad de la tierra, las diosas madres, a dioses infernales, a la luna, al sol, al caballo, al toro, al ciervo, a los árboles, a las fuentes, a los montes... Crean santuarios; fabrican ídolos, amuletos y exvotos; practican la adivinación y ritos mágicos, las danzas funerarias, las ofrendas de productos agrícolas; sacan los enfermos a los caminos para que algún viajero con poderes divinos los cure. Todo el panteón indígena recibirá por los colonizadores fenicios, griegos y romanos sucesivamente la interpretado oportuna. Por último reciben el influjo cultual de las religiones mistéricas.

 

b) El culto del imperio romano. Todos los dioses del panteón romano reciben culto en Hispania. Sus medios de difusión son el ejército y el comercio. El culto al emperador comienza aquí tempranamente. Se pasa en seguida a dar culto también a las virtudes imperiales, como la eternitas, pietas, salus, providentia, tanto a nivel local como doméstico. El culto imperial unificó religiosamente de modo progresivo a los pobladores de Hispania. Unidad religiosa que alcanzó su plenitud en el cristianismo.

 

c) El culto judaico: Hispania en el Antiguo Testamento: Además de señalar las raíces histórico-salvíficas extrabíblicas, queremos fijarnos en algunos datos que relacionan a Hispania con la historia del pueblo de Israel; en ella hunde principalmente sus raíces todo el culto cristiano. Apodícticamente, no consta que existieran comunidades judías en Hispania antes del cristianismo. Sin embargo, es muy revelador que en el libro primero de los Macabeos se cite el nombre de Hispania, trate de sus minas y se haga eco del hecho reciente (210 a. C.) con el que había empezado la conquista romana, la victoria sobre los cartagineses en la toma de Cartagena (cf 8,3). Por otra parte, una versión de un texto de Flavio Josefo sitúa en Hispania el destierro (a. 39) de Herodes Antipas (tetrarca de Galilea [4 a.C.]; cf Lc 3,1) y Herodíades. Finalmente, una noticia talmúdica del s. 1 afirma que tapiceros del templo de Jerusalén, después de su destrucción por Tito (a. 70), emigraron a Hispania.

 

2. LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN.

 

a) Hispania en el Nuevo Testamento: Como en la mayoría de las iglesias antiguas, el primer anuncio del evangelio en Hispania carece de datación. El primer proyecto documentado es el referido en la carta que san Pablo escribe desde Corinto a los cristianos de Roma (15,24.28) por el verano del 57. San Pablo expresa su decidido propósito de visitar aquella provincia del imperio. Por estas mismas fechas el libro de los Hechos de los Apóstoles ( l8,12-17) sitúa la comparecencia de Pablo, a instancias de los judíos, ante el gobernador de Acaya, el cordobés Galión, hermano de Séneca, el filósofo, que residía a la sazón en Corinto ".

 

En el a. 63, el Apóstol fue liberado de su cautividad en Roma; pero hasta la fecha no hay pruebas concluyentes de que llevara a cabo su propósito de visitar Hispania.

 

b) Las primeras comunidades cristianas. Además de las afirmaciones genéricas de san Ireneo (a. 180) y de Tertuliano (204-212) sobre la existencia de cristianos en la Península, la carta 67 de san Cipriano, obispo de Cartago (a. 254), nos confirma la madurez de las comunidades cristianas de Astorga, Mérida y Zaragoza.

 

Cinco años más tarde conocemos la comunidad de Tarragona por el martirio de su obispo san Fructuoso. Por el concilio de Elvira (Granada, a. 300) tenemos noticia de una floración de comunidades radicadas especialmente en el sureste. Las actas de otros mártires nos revelan comunidades cristianas en otras ciudades de Hispania.

 

La figura de trascendencia eclesial universal es, sin duda, Osio -nombre netamente hispano-, obispo de Córdoba (hacia 256-357). Osio participó en el concilio de Elvira, fue víctima de las últimas persecuciones, asesoró al emperador Constantino, presidió el concilio de Nicea, I ecuménico (a. 325), y el de Sárdica (a. 343), en los que se condenó el arrianismo, y tuvo parte primordial en la redacción del símbolo niceno. El calendario de la iglesia griega celebra su fiesta el 27 de agosto.

 

3. LOS PRIMEROS TESTIMONIOS DEL. CULTO CRISTIANO.

 

a) Documentos escritos. En las actas del martirio de san Fructuoso († 258) encontramos la práctica de la statio (una de las primeras palabras de la latinidad cristiana), que se refiere al ayuno de carácter litúrgico, probable resonancia de los dípticos de la misa y el testimonio más antiguo de la veneración de las reliquias de los mártires Península.

 

I papa san Dámaso (305-384), originario de Hispania, introdujo el latín en la liturgia romana, hasta entoces en griego, mientras que en Hispania como en África se celebran ya en latín.

 

La carta del papa Siricio (10-IX-385) en respuesta a las consultas que le había dirigido Himerio, obispo de Tarragona (carta que le pide dé a conocer a los obispos de las provincias hispanas), trata sobre el catecumenado, el bautismo, la disciplina penitencial, las ordenaciones, el monacato y los arrianos. San Paciano de Barcelona (347-391);escribió sobre la penitencia y el monacato y el bautismo.

 

El obispo de la comunidad de Elvira (Granada), san Gregorio († 393), destacó por su producción literaria. De él se conservan, entre otras obras, homilías y comentarios exegéticos sobre libros de la Sagrada escritura, como el Cantar de los Cantares, Génesis, salmo 91...

 

Un seglar, poeta cristiano, Prudencio (†405), que sirvió a la administración romana con el primer emperador cristiano, Teodosio, igualmente hispano, contribuyó con su obra a popularizar las gestas de los mártires hispanos con la intención catequética de que el culto a ellos reemplazara al de los dioses y héroes locales paganos. Algunos de sus himnos serían incorporados más tarde a los libros de las liturgias latinas.

 

Documentos arqueológicos. De entre los muchos catalogados: sarcófagos, epigrafías, necrópolis..., destacamos el mejor conservado de los edificios, el Mausoleo de Centcelles (Tarragona), de factura tradicional romana, así como el Martyrium de la Alberca (Murcia), que denota influjo oriental y estuvo dedicado al culto de algún mártir importante para la región. Ambos testimonian un floreciente culto cristiano en el S. IV.

 

Los restos de iglesias y baptisterios de los siglos IV-VI que se encuentran en la Península indican que la difusión del cristianismo se había producido rápida e intensamente, y que las necesidades cultuales a que responden suponen ya una práctica habitual y muy regulada de la liturgia cristiana.

 

c) Legislación conciliar hispana del 300 al 589. El sínodo de Llíberis (a. 300?) tiene un carácter eminentemente disciplinar, tendente a evitar los peligros de la idolatría y del judaísmo. Participó en él Osio, obispo de Córdoba.

 

El canon 42 prescribe dos años de catecumenado como mínimo tres para los flámines (c. 4), sacerdotes del culto provincial de Roma y del emperador. Cinco para la mujer casada con un hombre que haya abandonado a su primera mujer (c. 11), y lo mismo para el delator (c. 73). El bautismo se demora hasta el fin de la vida a la catecúmena que hubiere cometido adulterio y aborto (c. 68). Reprueba la costumbre de algunos recién bautizados de echar monedas en la piscina bautismal para evitar el peligro de simonía (c. 48). Para atajar posibles peligros de idolatría, se prohíben las representaciones pictóricas en las iglesias (c. 36). Prohíbe a los hortelanos que reciban la bendición de sus frutos por judíos (c. 49), las nupcias con éstos, y a todos comer con ellos (c. 50). Reserva al obispo la reconciliación del penitente que ha cometido pecado grave (c. 32).

 

• El concilio antipriscilianista de Zaragoza (a. 380) prohíbe ayunar los domingos, prescribe la observancia de la cuaresma (c. 2) y del tiempo que precede a la epifanía (c. 4), con lo cual se apunta ya la práctica del tiempo de adviento.

 

• El concilio I de Toledo (a. 400), motivado también por el priscilianismo, establece para los clérigos la obligación de participar todos los días en la misa (c. 5), declara competencia exclusiva del obispo la consagración del crisma, que puede hacer en cualquier momento, pero señalando como fecha más adecuada una inmediatamente anterior a la pascua. En ausencia del obispo y por mandato suyo puede administrar el crisma el presbítero (c. 20). El sínodo denuncia el hecho de aquellos fieles que van a misa y no comulgan, determinando para ellos que si comulgan reciban la penitencia (c. 13).

 

• Concilio de Tarragona (a. 516, sexto del reinado de Teodorico II). Es el primero que establece en Hispania un turno semanal para presbíteros y diáconos de modo alternativo, pero con la condición de que los sábados se reúna todo el clero para las vísperas, a fin de asegurar su presencia en las celebraciones del domingo y de garantizar que todos los días celebren las vísperas y los laudes matutinos (c. 7).

 

• Concilio de Gerona (a. 517). Establece para toda la provincia tarraconense que en la celebración de la misa y del oficio se siga el ritual de la iglesia metropolitana (c. 1) y que concluyan los laudes y vísperas con la oración dominical (c. 10 bis). Excluye la práctica penitencial de la abstinencia durante el tiempo pascual (c. 3). Indica el día de pascua y de navidad como días idóneos para la administración del bautismo. Sólo a los enfermos se les podía bautizar otros días (cc. 4-5).

 

• Concilio de Barcelona (a. 540). Manda respecto al oficio que el salmo 50 se recite al principio de los laudes matutinos (c. 1), y que al final, como en vísperas, se dé la bendición a los fieles (c. 2). Que los presbíteros reciten por orden las oraciones en presencia del obispo, oraciones que pueden referirse tanto a las colectas de los salmos como a las de las antífonas (c. 5).

 

Como vemos, estos tres concilios anteriores fueron de gran importancia para la configuración del oficio hispano y completan la legislación del anterior concilio narbonense de Agde (a. 506) sobre la liturgia de las Horas.

 

Por último, el concilio legisla sobre los que hacen la penitencia pública (cc. 6-7).

 

• Concilio de Lérida (a. 546). Participa Justo, obispo de Urgel, compositor de textos litúrgicos.

En los planteamientos de este sínodo se aprecia el interés por evitar la infiltración arriana. Repetirán el catecumenado los rebautizados en el arrianismo (c. 9).

 

• Concilio de Valencia (a. 546). Regula los funerales del obispo (cc. 2-4) y reafirma la estructura fundamental de la liturgia de la palabra de la misa, destacando la importancia pastoral y misionera de la predicación del obispo (c. 1). Fue presidido por Celsino, metropolitano de Cartagena, que ya era base militar del área de dominio bizantino (católico) en Hispania.

 

Los siguientes concilios del reino suevo, recién convertido al catolicismo (Bracarense I [a. 561] y II [a. 572]),tienen como denominador común su preocupación por los restos del priscilianismo,del arrianismo y aun del paganismo, y manifiesta su propósito de unificar y ordenar el culto según la liturgia romana, siguiendo el deseo del papa Vigilio expresado en su carta a Profuturo de Braga (a. 538).