Lunes

13ª semana del
Tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: Amós 2,6-10.13-16

6 Así dice el Señor:

A Israel, por tres pecados,
y por el cuarto, no le perdonaré.

Porque venden al inocente por dinero
y al pobre por un par de sandalias;
7 porque aplastan contra el polvo de la tierra a los humildes
y no hacen justicia a los indefensos;
porque hijo y padre
se acuestan con la misma muchacha,
profanando así mi santo nombre;
8 porque se echan junto a cualquier altar
sobre ropas tomadas en prenda
y beben en la casa de su dios
vino comprado con multas.
9 A pesar de todo,
yo exterminé ante ellos a los amorreos,
altos como los cedros
y fuertes como las encinas;
destruí su fruto por arriba
y sus raíces por abajo.
10 Yo os saqué de Egipto
y os conduje por el desierto
durante cuarenta años,
hasta ocupar la tierra de los amorreos.
13 Pues yo haré que os atasquéis,
como se atasca una carreta
cargada de gavillas.
14 El veloz no podrá huir,
ni el fuerte valerse de su fuerza,
ni podrá salvarse el valiente;
15
el arquero no resistirá,
el de ágiles piernas
no conseguirá escapar,
el jinete no logrará salvarse,
16
y el más intrépido entre los valientes
huirá desnudo aquel día.


Con el más típico procedimiento de la sabiduría, es decir, mediante la sucesión numérica progresiva del tres y el cuatro, que sirve para indicar la medida colmada del delito, aparece solemnemente en Amós el
«juicio contra la nación» de Israel. Un procedimiento que tuvo gran fortuna en la literatura profética posterior. Aquí, a la denuncia del pecado le sigue el recuerdo de los beneficios divinos y, por último, la amenaza del castigo. El pecado constituye la alteración de las relaciones de justicia y de respeto entre los hombres, la sustitución de las personas por cosas, la opresión del pobre, la pérdida de la dignidad en las relaciones. La profecía no puede dejar de recordar todo lo que Dios había garantizado a Israel, dándole este último la espalda. Ahora llama Dios la atención sobre la vanidad del cierre de Israel; nadie podrá resistir por sus propios méritos si se ha sustraído a la relación con Dios, una relación que se afianzará en el día establecido.

La petición de perdón por la infidelidad del pueblo atraviesa la denuncia del salmo conexo, que se cierra aludiendo a la feliz relación entre Dios (que muestra la salvación) y el hombre que honra a Dios (caminando por el camino recto).



Evangelio: Mateo 8,18-22

En aquel tiempo, 18 viendo Jesús que le rodeaba una multitud de gente, mandó que lo llevaran a la otra orilla. 19 Se le acercó un maestro de la Ley y le dijo:

20 Jesús le dijo:

-Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.

21 Otro de sus discípulos le dijo:

22 Jesús le dijo:


El pasaje del evangelio de hoy se abre con la orden de Jesús de «que lo llevaran a la otra orilla». Sin embargo, la ejecución de la orden está interrumpida por dos episodios que faltan en el evangelio de Marcos y que están colocados en otro lugar en el de Lucas. Ambos ilustran las condiciones requeridas para seguir a Jesús, las exigencias de la fe. La posibilidad del seguimiento debe asumir el sufrimiento, las adversidades y la pasión como paso obligado. La frase «las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» está construida siguiendo el uso oriental de hacer seguir una imagen negativa a dos positivas: el término «Hijo del hombre», que tampoco tiene un significado unívoco, indica aquí la precariedad de Jesús, su carecer de casa y de raíces, de referencia y de refugio. La contraposición entre Jesús y los «muertos» expresa de manera adecuada la ruptura que «el que vive» inserta en la trama de la experiencia del hombre.

Aquel que es la «Vida» indica el «Camino». No tener dónde reclinar la cabeza (para dormir o para morir) es la condición para restituir su verdad a la vida.


MEDITATIO

Profeta es quien deja un nuevo espacio a la Palabra de Dios, quien permite que Dios pueda volver a hablar, hacerse oír aún, llegar a ser de nuevo significativo. Esta palabra, que es palabra de libertad y de amor, es también, por necesidad, una palabra exigente. Puesto que el hombre olvida los beneficios de Dios, su liberación, los cuidados que le ha dispensado, y prefiere celebrar el odio, la injusticia, el abuso. Ante a la declaración: «Yo os saqué de Egipto», los hombres oscilan entre dos excesos: «Antes estábamos mejor», o bien: «Siempre hemos sido libres».

La infidelidad a la libertad recibida como don se parece mucho a la facilidad (casi a la manera «facilona») con que se piensa la posibilidad de la fidelidad. Seguir a nuestro Maestro por donde vaya -como pretendía el maestro de la Ley- significa alcanzar arduamente lo que se requiere para el Reino de Dios. Ahora bien, ese empeño, ofrecido de manera gratuita y asumido de manera responsable, es la libertad de la fe, la gratuidad de la obediencia, la resurrección a través de la cruz.


ORATIO

Oh Dios, que has liberado a tu pueblo y le has dado el gusto de la libertad, tú eres eterno porque nunca nos falta tu amor fiel. En el Espíritu de tu Hijo unigénito, Jesús, que nació, vivió y murió por nosotros, sancionaste tu fidelidad no sólo para todos los tiempos y para todos los hombres, sino que tomaste también sobre ti el compromiso de tu indefectible compañía en el trabajo de nuestra respuesta, haciendo ligera nuestra carga.

Oh Señor, tu gracia nos sorprende, esa gracia unida a la respuesta obediente de tu siervo Jesús, que, en el Espíritu, ha sido otorgada a todo cristiano: ambas, unidas, iluminan la oscuridad de nuestra infidelidad, convierten las angustias de nuestra insensibilidad y nos ponen tras los pasos del Resucitado, con el justo desprendimiento de todo aquello que ha podido distraernos de su seguimiento.


CONTEMPLATIO

¡Ea!, pues, Señor Dios mío, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte. Señor, si tú no estás aquí, ¿dónde te buscaré ausente? Si estás en todas partes, ¿por qué nunca te veo presente? [...]. Mira, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Vuelve a darte a nosotros para que estemos bien: sin ti estamos muy mal. Ten piedad de nuestras fatigas, de nuestros esfuerzos para contigo: sin ti no valemos nada.

Enséñame a buscarte y muéstrate cuando te busco: no puedo buscarte si tú no me enseñas, ni encontrarte si tú no te muestras. Que yo te busque deseándote y te desee buscándote, que te encuentre amándote y te ame encontrándote (Anselmo de Canterbury, Proslogion, 1).


ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

«El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20b).


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

¿Cómo podría llegar a darse cuenta el hombre del mal y cómo podría llegar a tomar en serio, con toda su gravedad, su pecado y el de los demás, por muy claro que pueda estar ante sus ojos? [...]. La respuesta está en la cruz. El peso del pecado, la atrocidad de la corrupción humana, la profundidad del abismo en que va a precipitarse el hombre que hace el mal, pueden medirse por el hecho de que el amor de Dios ha podido y querido responder al pecado, superarlo y eliminarlo, y salvar así al hombre, sólo entregándose a sí mismo en Jesucristo, sacrificándose para ejecutar el juicio sobre el hombre haciéndose juzgar en su lugar y dejando que muera en su persona el hombre viejo del pecado.

Sólo cuando se ha comprendido esto, es decir, cuando se ha comprendido que Dios nos ha reconciliado consigo al precio de sí mismo, en la persona del Hijo, sólo entonces deja de haber lugar para la confortable ligereza que quisiera ver nuestra maldad limitada por nuestra bondad (K. Barth, Dogmatica ecclesiale, Bolonia 1980, pp. 140ss).