Sábado

2a semana del

Tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: 2 Samuel 1,1-4.11-12.17.19.23-27

En aquellos días, David, que había vuelto de batir a los amalecitas, estuvo dos días en Sicelag. 2 Al tercer día, llegó un hombre del campamento de Saúl con la ropa desgarrada y la cabeza cubierta de polvo. Al llegar junto a David, se postró rostro en tierra. 3David le preguntó:

Él respondió:

Y él contestó:

11 Entonces David se rasgó las vestiduras, y todos los que estaban con él hicieron lo mismo. 12 Hicieron duelo, llorando y ayunando hasta la tarde por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, que habían caído a espada.

17 David entonó esta lamentación por Saúl y por su hijo Jonatán:

19 ¡Ay, Israel!
¡Tu gloria ha sido herida
sobre tus montes!
¡Cómo han caído los héroes!
23 ¡Saúl y Jonatán, tan amados y queridos!
No se separaron ni en vida ni en muerte,
más raudos eran que águilas,
más fuertes que leones.
24 Hijas de Israel, llorad por Saúl,
que tan lujosamente
os vestía de púrpura
y recubría con adornos de oro
vuestros vestidos.
25 ¡Cómo han caído los héroes
en medio del combate!
¡Jonatán, sobre tus montes herido!
26 ¡Qué angustia me ahoga,
hermano mío, Jonatán!
¡Cómo te quería!
Tu amor era para mí más dulce
que el amor de las mujeres.
27
¡Cómo han caído los héroes,
cómo han perecido los guerreros!


Emprendemos hoy la lectura del segundo libro de Samuel, tras haber leído, de una manera un tanto sumaria, el primero. El texto presenta la derrota de Saúl o, mejor, el sincero lamento de David por este triste acontecimiento. El canto fúnebre parece una elegía guerrera desprovista de elementos religiosos. En realidad, el acontecimiento tiene que ver, en primer lugar, con las vicisitudes del pueblo del Señor, el pueblo liberado de Egipto, constituido por una relación de alianza con Dios y suspendido siempre del hilo de su gracia y su juicio. Todos los hechos que acaecen a este pueblo influyen en su relación con Dios y con su misterio. El lamento de David es la toma de conciencia de la situación irredenta en la que vive Israel en ese momento, dependiente aún del filisteo.

Por otra parte, el canto revela la nobleza de ánimo del elegido del Señor: preocupado por el pueblo, capaz de admitir la relativa grandeza de su adversario, capaz de sentir ternura fiel hacia su amigo Jonatán. Toda lamentación del pueblo es releída por el Señor como invocación en una dura prueba de fe.


Evangelio: Marcos 3,20ss

En aquel tiempo, 20 volvió Jesús a casa, y de nuevo se reunió tanta gente que no podían ni comer. 21 Sus parientes, al enterarse, fueron para llevárselo, pues decían que estaba trastornado.


La presencia y la actividad del Señor, después de las primeras escaramuzas descritas en las secciones precedentes, adquieren una resonancia notable. Con todo, el clamor y la atención de la gente no conducen necesariamente a la fe. Ahora debe hacer frente Jesús a los primeros rechazos serios. En primera fila aparecen los mismos familiares y parientes, que, preocupados por el buen nombre de la familia, emprenden medidas drásticas para resolver una situación que resulta, por lo menos, embarazosa. No basta la consanguinidad para crear una simpatía con el Evangelio; es preciso formar parte de la consanguinidad por la gracia. El amigo de Dios deberá encontrar, necesariamente, aislamiento y hostilidad; a veces, le vendrá la desconfianza de donde menos podía esperarla.


MEDITATIO

¡Qué doloroso es sentirse juzgados mal por nuestros propios seres allegados! Se hacen añicos las expectativas de los familiares o de los amigos porque somos diferentes de como ellos nos habrían querido y se nos «marca» como personas extrañas, como afectadas por alguna perturbación psíquica... No es raro ser «víctimas» -o «artífices»- de un amor posesivo que no soporta que el amado sea él mismo. Se trata de una experiencia de esclavitud: somos prisioneros de nuestros propios sentimientos infantiles o de los sentimientos infantiles de los otros.

¡Qué liberadora resulta, en cambio, una verdadera relación de amistad! El amigo se muestra disponible y abierto a hacer suyos las alegrías y los sufrimientos del otro, sin segundas intenciones, sin intereses egoístas. El amigo sabe ver al otro en su verdad y no pretende plegarlo, forzarlo, asimilarlo a sí mismo. El amigo exalta la calidad del otro. El dolor de David por la muerte de Saúl y de Jonatán nos muestra la intensidad del vínculo de amistad que vivía, un vínculo que se había fortalecido a través de las dolorosas o exaltadoras vicisitudes por las que aceptó pasar. La amistad tiene como precio la entrega de nosotros mismos, una entrega continua, reafirmada en cada momento crucial de la existencia. Y tiene una ganancia inconmensurable: la experiencia del amor.


ORATIO

Te doy gracias, oh Dios, por todos aquellos que me has dado como amigos y por todos aquellos de quienes me has hecho amigo: hombres y mujeres que, con su presencia fiel, me han hecho conocer algo de mí mismo y algo de ti.

Te doy gracias por la alegría que han proporcionado a mis días y también por el dolor que hemos soportado juntos. Con ellos he aprendido que todo lo que comparto resulta multiplicado y que «dar» sin esperar nada a cambio se transforma en un «recibir» rebosante.

Te doy gracias por todos y cada uno de mis amigos, cada uno con su particular modo de ser luz de amor y de esperanza en mi historia. Y quisiera pedirte por quienes no han conocido la amistad o ya no consiguen fiarse después de una experiencia de amistad traicionada. Hazte reconocer -siempre- a cada amigo herido tal como eres: como el Amigo. Jesús, haz resonar en el corazón de todos aquellas palabras que dijiste un día a los discípulos: «Os he llamado amigos».


CONTEMPLATIO

[Los signos] que brotan de los corazones que aman y se sienten amados, y se expresan con la conducta, con las palabras, con la mirada y con mil gratísimos gestos, funden juntos como una llama los ánimos y de muchos hacen uno solo. Estas son las cosas que amamos en los amigos, y las amamos de tal modo que nos sentimos culpables en conciencia si al amor no le respondemos siempre con el amor. De ahí el luto cuando muere un amigo, las tinieblas del dolor, la dulzura que se transforma en amargura, el corazón henchido de llanto y el sentido de muerte que arrebata a los vivos por la pérdida de la vida del que muere.

Bienaventurado quien te ama y en ti ama al amigo y al enemigo en tu nombre. Sólo él, en efecto, es quien no pierde nunca a ninguna persona querida, porque quiere a todos en aquel a quien no perdemos nunca, a saber: nuestro Dios (Agustín de Hipona, Le confessione, Milán 61993, p. 132 [edición española: Las confesiones, Ediciones Palabra, Madrid 1988]).


ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

«Concédeme, Señor, el bien precioso que es un amigo» (cf. 2 Sm 1,26).


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

...Después está la gracia de la amistad, el don, o el drama, de la amistad; el sufrimiento, la cruz, la búsqueda, la necesidad biológica de la amistad. [...] Fijaos en el riesgo de las soledades más pavorosas y sórdidas de los hombres que están en el poder: la soledad que sienten, a veces, los obispos, los sacerdotes... ¡Dios mío, qué desiertos! Todos los que están en torno al poder son amigos inútiles y enemigos terribles. No hay ni uno que sepa en quién puede confiar en quién no; ni tú sabes distinguir cuándo son amigos verdaderos. Pensad en la soledad de un pontífice, en la soledad de un emperador...

Nadie es verdadero hermano hasta que no se convierte en amigo del hermano. Y es que la amistad pertenece al orden del Espíritu, mientras que la fraternidad, la paternidad, la maternidad, la filiación y cualquier tipo de parentesco pertenecen al orden de la sangre o, al menos, también al orden de la sangre. Nada, nada resulta más insidioso que la sangre, nada resulta más interesado, ambiguo e incierto (al contrario que la amistad). Desconfiad de la sangre, de la familia de la sangre; desconfiad de los instintos, y también de la razón (no desconfiéis nunca de la inteligencia, ni de la sabiduría, ni de la intuición).

Los santos son todos amigos: amigos de Dios y amigos del hombre. «¡Aquél es un amigo!» «Nadie es más amigo que quien da la vida por el hermano.» Lo supo David –para seguir dentro de la corriente de la Biblia– cuando perdió a Jonatán: «Jonatán... tu amistad era para mí más dulce que el amor de las mujeres. Oh montes de Gelboé, que ni el rocío ni la lluvia os bañe ni os riegue...» porque ha muerto el amigo. Lo supo Cristo, que buscó un amigo durante toda su vida y no lo encontró... (D. M. Turoldo, Amare, Cinisello B. 1990, pp. 75-77).