Martes

2a semana del
Tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: 1 Samuel 16,1-13

En aquellos días, 1 el Señor dijo a Samuel:

2 Samuel preguntó:

4 Samuel hizo lo que le había dicho el Señor. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron preocupados a su encuentro y le dijeron:

Él purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrifico.

6 Al entrar ellos, vio a Eliab y se dijo: «Seguramente, éste es el ungido del Señor».

7 Pero el Señor dijo a Samuel:

8 Después, Jesé llamó a Abinadab y le hizo pasar delante de Samuel, que dijo:

- Tampoco es éste el elegido del Señor.

9 Jesé hizo pasar a Samá, pero Samuel dijo lo mismo:

10 Jesé hizo pasar a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel le dijo:

- A ninguno de éstos ha elegido el Señor.

11 Entonces, Samuel preguntó a Jesé:

- ¿Son éstos todos tus muchachos?

Él contestó:

12 Jesé mandó a por él. Era rubio, de hermosos ojos y de buena presencia. El Señor dijo:

13 Samuel tomó el cuerno del aceite y lo ungió en presencia de sus hermanos. El espíritu del Señor entró en David a partir de aquel día. Samuel se puso en camino y volvió a Ramá.


Samuel, afligido por el fin miserable de Saúl, representa al hombre desalentado que añora el pasado y se deja dominar por el abatimiento. Dios le anima y emprende con él una nueva historia. El profeta, de manera semejante a Abrahán, debe partir sin saber a dónde va, mostrándose disponible a las indicaciones de la voluntad de Dios que se le manifiesten. El Señor no nos rechaza ni nos vuelve la espalda.

Dios actúa con absoluta libertad, suscitando la sorpresa. Sólo El conoce el corazón de los hombres y los valora con verdad. Y no sólo esto: también puede actuar a través de personas desaventajadas, por motivos sociales, culturales e incluso por motivos morales (como hará con san Pablo).


Evangelio: Marcos 2,23-28

Sucedió que 23 un sábado pasaba Jesús por entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas según pasaban. 24 Los fariseos le dijeron:

25 Jesús les respondió:

27 Y añadió:


Este breve relato pretende resaltar la autoridad definitiva de Jesús. Marcos no se muestra claro en absoluto al establecer el objeto de la transgresión de los discípulos. Quizás no hubieran debido trabajar en sábado para prepararse la comida, sino haber previsto ya esto el día anterior. De todos modos, es a Jesús, más que a los discípulos, a quien se pone en tela de juicio. Por otra parte, aparece una comparación entre él y David. Si, por motivos superiores, el antiguo rey podía pasar por encima de la Ley, mucho más puede hacerlo Jesús. Más aún, Jesús posee una autoridad tal que puede abrogar el sábado y sustituirlo por otro día de fiesta. Todo esto no está precisado con claridad, aunque se capte con claridad en los pliegues del discurso.


MEDITATIO

Dios se revela como el Señor del tiempo y de la historia: es libertad absoluta, no reducible a ninguna medida humana, ni siquiera religiosa. La libertad soberana de Dios coincide con su amor, un amor que se manifiesta en la predilección por los más pequeños, en mirar más allá de las apariencias, en el reconocimiento del primado de la persona humana afirmado en la creación y nunca desmentido. Me pregunto si me muestro en mi vida realmente como hijo de este Dios, si acojo su libertad esclava del amor y la hago mía.

Las decisiones de Dios me desorientan cuando infringen -o por lo menos ponen en crisis- el statu quo. Es más sencillo referirme a reglas claras y precisas que poner en el centro a la persona, a toda persona, cada una con sus exigencias, con sus características, que pueden resultarme instintivamente desagradables, que puedo considerar inadecuadas... La Palabra de Dios me invita y me provoca hoy a ser capaz de discernir la verdad de las cosas, recordándome que Dios es Señor de todo.


ORATIO

Ven, Espíritu Santo. Me confío a tu soplo: enséñame a moverme en los espacios de Dios, donde los pequeños son los mayores, donde la atención al otro vale más que la Ley escrita. Ayúdame a discernir lo que cuenta, más allá de cualquier apariencia, bajo cualquier resplandor inmediato, más allá de cualquier voz seductora o convincente.

Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, que no me quede prisionero de mis ideas sobre el hombre o sobre Dios, hasta el punto de que, por miedo a tener que modificarlas, pueda dejar de encontrar al hombre, de encontrar a Dios...


CONTEMPLATIO

Comprendo que los más pequeños acontecimientos de nuestra vida están dirigidos por Dios. [...] Cuando nuestra buena Madre me propuso convertirme en su ayudante, lo confieso, hermano, me quedé vacilante. Considerando las virtudes de las santas carmelitas que me rodean, me parecía que la Madre habría servido mejor a sus intereses espirituales escogiendo a otra hermana en vez de a mí; sólo el pensamiento de que Jesús no se habría fijado tanto en mis obras imperfectas como en mi buena voluntad me hizo aceptar el honor de participar en sus trabajos apostólicos. No sabía entonces que había sido él mismo, nuestro Señor, que se sirve de los instrumentos más ineptos para llevar a cabo sus maravillas, quien me escogió (Teresa de Lisieux, Lettere, en Gli scritti, Roma 1970, p. 693 [edición española: Cartas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1954]).


ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

«El hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón» (1 Sm 16,7).


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Todos los movimientos naturales están regidos por leyes análogas a las de la gravedad material. Sólo la gracia constituye una excepción. Es preciso esperar siempre que las cosas sucedan en conformidad con la gravedad, salvo intervención de lo sobrenatural.

Gravedad. En general, lo que esperamos de Ios otros está determinado por los efectos de la gravedad en nosotros; lo que recibimos de ellos está determinado por los efectos de la gravedad en ellos. En algunas ocasiones (por casualidad), ambos hechos coinciden; con frecuencia, no. [...] El hombre tiene la fuente de su energía moral, así como la de su energía física (alimento, respiración) en el exterior. Por lo general, la encuentra, y eso le crea la ilusión –incluso respecto a su propio físico– de que su ser lleva en sí mismo el principio de su propia conservación. Sólo la privación hace sentir la necesidad. Y, en caso de privación, no se le puede impedir dirigirse hacia cualquier objeto comestible. Existe un solo remedio: una clorofila que le permita alimentarse de luz. No juzgar. Todas las culpas son iguales. Existe una sola culpa: no tener la capacidad de alimentarse de luz.

Porque, una vez abolida esta capacidad, son posibles todas las culpas. Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envía. No existe el bien fuera de esta capacidad (S. Weil, L'ombra e la grazia, Milán 31996, pp. 15-17 Ledición española: La gravedad y la gracia, Editorial Trotta, Madrid 1994]).