Éxodo.

La palabra griega exodos, en español éxodo, significa “camino de salida”; de ahí “acción de salir, partida”. En la Biblia designa especialmente la salida de los hebreos fuera de Egipto, o según una acepción más amplia, la larga peregrinación de cuarenta años que los condujo de Egipto a la tierra prometida a través del desierto (Éx 3,7-10) y cuyas diversas etapas se cuentan en el Pentateuco (Éx, Núm, Dt). Este acontecimiento vino a ser para el pensamiento judío y cristiano el tipa y la prenda de todas las liberaciones efec tuadas por Dios en favor de su pueblo.

AT.

El primer éxodo.

El éxodo marcó el verdadero nacimiento del pueblo de Dios, efectuado en la sangre (Ez 16,4-7). Entonces fue cuando engendró Dios a Israel (Dt 32,5-10) y, todavía mejor que Abraham, vino a ser para él un padre lleno de amor y de solicitud (Os 11,1; Jer 31,9; Is 63,16; 64,7). Signo del amor divino, el éxodo es por esto mismo prenda de salvación: Dios, que libró una vez a su pueblo de la cautividad de Egipto, lo salvará todavía en cl momento del peligro asirio (Is 10, 25ss; Miq 7,14s) o babilónico (Jer 16,14s; Is 63-64; cf. Sal 107,31-35; Sab 19). A esta solicitud divina, manifestada por los prodigios del éxodo, no respondió Israel sino con ingrátitud (Am 2,10; Miq 6,3ss; Jer 2,1-8; Dt 32; Sal 106; cf. el Popule meus durante la adoración de la cruz el viernes santo), en lugar de mantenerse fiel a la vida ideal que llevaba en el desierto (Os 2,16; Jer 2,2s).

2. El nuevo éxodo.

Al pueblo nuevamente cautivo en Babilonia por razón de sus infidelidades se le anuncia la liberación como una renovación del éxodo. De nuevo va Dios a rescatar a su pueblo (Is 63,16). Que todos los lisiados y débiles recobren fuerzas para prepararse a la partida (Is 35,3-6; 40,1s; 41,10; 42,7-16; Sof 3,18ss). Se trazará un camino en el desierto (Is 35,8ss; 40,3; 43,19; 49, 11; 11,16); Dios hará brotar allí el agua como en otro tiempo en Meriba (ls 35,6s; 41,18; 43,20; 44,3; 48,21: cf. Éx 17,1-7) y el desierto se convertirá en un vergel (Is 35,7; 41,19). El Éufrates, como en otro tiempo el mar .Rojo, se dividirá para dejar pasar a la caravana del nuevo éxodo (Is 11,15s; 43,16s; 51,10), a la que Dios llevará sobre sus alas (Is 46, 35: 63.9: cf. F.x 19,4; D'L 32,11) y cuyo guía será él mismo (Is 52,12; cf. Éx 14,19).

NT.

La tradición apostólica, viendo en Juan Bautista “la voz de aquel que clama: En el desierto preparad el camino del Señor” (Mt 3,3 p; Is 40,3) quiso afirmar que la obra de redención efectuada por Cristo era el cumplimiento del misterio de salvación prefigurado por el éxodo. Con la misma intención consideró a Jesús como el nuevo Moisés anunciado por Dt 18,18 (Áct 3,15.22; 5,31; 7,35ss).

1. San Pablo se limita a rozar ligeramente el tema: Jesús es el verdadero cordero pascual inmolado por nosotros (1Cor 5,7) y los prodigios del éxodo (paso del mar Rojo, maná, roca) fueron las figuras de las realidades espirituales aportadas por Cristo (1Cor 10,1-6).

2. San Pedro desarrolla el tema en una perspectiva más eclesial. Los cristianos, rescatados por la sangre del cordero sin mancha (1Pe 1,18s; cf. Éx 12.5.; Is 52,3), han sido “llamados” (1,14s; cf. Os 11,1), de. las tinieblas a la luz (2,9; cf. Sab 17-18). Han sido liberados de la vida disoluta que llevaban en otro tiempo en el paganismo (1,14.18; 4,3), de modo que constituyan el nuevo pueblo de Dios (2,9s; cf. Éx 19,6; Is 43,20s) regido por la ley de santidad (1,15s; cf. Lev 19,2). Purificados por la aspersión de la sangre de. Cristo, están ya consagrados a la obediencia para con Dios (1,2.14.22; cf. Éx 24,6ss), ofreciéndole un culto espiritual (2,5; cf. Éx 4,23). Con los lomos ceñidos (1,13; cf. Éx 12,11), están dispuestos a caminar por el camino que ha de conducirlos a su verdadera patria del cielo (1,17).

3. San Juan presenta una teología más elaborada. Los cristianos, liberados de la servidumbre del diablo por la sangre del cordero pascual (Jn 1,29; 8,34ss; 19,36; Jn 3,8), van de camino hacia el reino de los cielos.

Son alimentados por Cristo, pan vivo bajado del cielo (Jn 6,30-58; cf. Éx 16); su sed se apaga con el agua que brota de su costado (7,37s; 19,34; cf. Éx 17,1-7). Heridos, quedan curados “mirando” a Cristo elevado en la cruz (3,14; 19, 37; cf. Núm 21,4-9). Siguiéndole a él, que es la luz del mundo (8,12; cf. Éx 13,21s), llegarán un día cerca del Padre (12,26; 13,8; 14,3; 17,24). En efecto, Jesús, en el momento de su resurrección, efectuó el primero su pascua, su “paso de este mundo al'' Padre” (13,1), de donde, “elevado de la tierra”, atrae a sí a todos los hombres (12,32); y éstos, a su vez, realizarán su éxodo definitivo cuando “pasen” de este mundo de abajo al mundo de lo alto (5,24).

4. El Apocalipsis ofrece una perspectiva bastante análoga a la de la 1a carta de Pedro. Los cristianos han sido rescatados de la “tierra”, del mundo malo sometido a Satán (Ap 14,3), por la sangre_ del cordero, para formar el reino de sacerdotes anunciados por Dios en Éx 19,6 (Ap 5,9s). Es la renovación de la antigua alianza (11,19; cf. Éx 19,16). f Apócálipsis, escrito en tiempos de persecución, suena como un canto de victoria. El recuerdo del mar Rojo (15,3ss; cf. Éx 14-15) evoca el cercano desastre de los enemigos del pueblo de Dios, aniquilados por la palabra de Dios, como en otro tiempo los primogénitos de Egipto (19,11-21; cf. Sab 18, 14-18). Dios, viniendo a residir en medio de su pueblo (21,1-3), le da la victoria porque se llama “Él es”, mientras que toda criatura es pura nada (11,17; 16,5; cf. Éx 3,14). Actualmente, durante la noche pascual, evocan los cristianos esta epopeya del éxodo mediante el canto del Exsultet.

MARIE-ÉMILE BOISMARD