CONCLUSIÓN

A lo largo de esta reflexión hemos trabajado, en primer lugar, cada una de las dimensiones en sus diferentes momentos (objetiva, subjetiva, y de trascendencia de la realidad empírica), para en un segundo momento, analizarlas transversalmente.

Así, hemos visto desde la perspectiva de la objetividad cómo se relaciona la dimensión ética con cada una de las otras dimensiones, y de igual modo lo hicimos con las otras perspectivas.

Sin embargo, en la vida de la persona no es posible distinguir esos niveles entre sí de manera clara, ni mucho menos establecer sus vinculaciones solamente en un modo horizontal (por ejemplo, perspectiva objetiva ética con perspectiva objetiva afectiva), sino que todas se influyen entre si en un movimiento constante, que es fruto de una única vivencia y de una única praxis.

Por ello, se podría analizar el modo en que, por ejemplo, los propios ideales influyen en la perspectiva objetiva de la afectividad (cómo se "siente" la realidad, qué nos indigna y qué nos entusiasma de ella), así como podríamos también analizar de qué modo la autoindignación que surge de la subjetividad afectiva influye en el modo objetivo de actuar sobre la realidad de la dimensión ética.

Sin embargo, un análisis cruzado no nos adelantaría mucho en el propósito práctico de esta reflexión, ya que si bien ahondaría en la ilustración de las vinculaciones, no aportaría elementos radicalmente nuevos que permitan distinguir entre las diferentes dimensiones de un mismo acto o de una misma vivencia.

No debemos perder de vista que el horizonte que motiva esta reflexión es el de brindar elementos de análisis a la propia persona (y a los educadores con quienes estamos realizando la reflexión), de manera que permitan una mayor apoyatura en la construcción de la propia identidad  y del desarrollo de su dimensión ética, que es la perspectiva desde la que hemos realizado toda esta reflexión.

Antes de terminar con el presente análisis, una pregunta general: ¿Sería válido que en situaciones de crisis la persona se apoyara más en una dimensión que en las demás, incluso de manera consciente y deliberada, para compensar la carencia en una dimensión?

Es decir, si por ejemplo una persona se encuentra en una crisis ética (entendida como proyecto de vida, es decir, si se le desarma el proyecto de vida) normalmente se considera válido el apoyarse mucho más fuertemente en su dimensión espiritual, porque del fortalecimiento del sentido de vida (global o de áreas) es que puede surgir el aliento necesario para reconstruir el proyecto de vida.

Ese sería un ejemplo claro donde una carencia en la dimensión ética es válidamente compensada por la dimensión espiritual. Esto siempre teniendo en cuenta que no se trata de sustituir una dimensión por la otra, ya que se caería en un espiritualismo, y de que esa compensación (llamémosla provisoriamente de este modo) sea por un lapso reducido.

Sin embargo, la pregunta se nos plantea en un ejemplo diverso: en caso de crisis de la dimensión espiritual ¿Sería válido apoyarse más fuertemente en la dimensión psico-afectiva? Es decir, en caso de que el sentido de la propia vida como utopía se encuentre ciertamente debilitado ¿sería válido sustituirlo momentáneamente por deseos?

O en otro caso, ¿sería válido sustituir esa dimensión espiritual de sentido por la dimensión relacional de encuentro, es decir, sustituir la utopía por la empatía en horizonte de comunión?

La respuesta a estas preguntas, que obviamente en muy matizada, resultar relevante en esta época en la que se percibe un desplazamiento del sentido de vida hacia lo que en general la gente llama “sentido”, pero que en realidad responde mucho más a los "deseos" de la dimensión psico-afectiva.

Desde la dimensión ética, aventuro la posibilidad de que ciertamente pueda compensarse momentáneamente el modo correspondiente a una dimensión por el modo correspondiente a otra.

Pero esto solamente lo afirmo en los modos de trascender la realidad empírica, no en la perspectiva de subjetividad o de objetividad. Porque confundir o sustituir la “autenticidad” con la “fe”, o con el “sentirse en la realidad” ciertamente sería  desastroso para la persona.

De igual modo, la objetividad sobre la actuación y sus resultados en la realidad, más allá de las intenciones del sujeto (dimensión ética), no puede ser confundida sustituida por el conocimiento formal de la realidad, o con el sentir la realidad.

No obstante, en el modo de trascender la realidad, sí sería válido este tipo de compensación. A modo de ejemplo: en caso de crisis del “proyecto de vida” por incapacidad o imposibilidad momentáneas de construcción del mismo, podría ser válida su complementación por la “utopía” de la dimensión espiritual, que ya hemos mencionado. O también, lo sería por la “fantasía” de la dimensión psico-cognitiva (hablamos de fantasías de afirmación de sí), o por los “deseos” de la dimensión psico-afectiva o, finalmente, por la “empatía” en horizonte de comunión de la dimensión relacional.

Esta complementación del proyecto de vida por cualquiera de los otros modos de trascender la realidad empírica, ciertamente no sería válido en una sustitución total, ya que, por ejemplo, la fantasía no debe nunca confundirse con el proyecto de vida.

No obstante, la fantasía puede generar una distancia crítica tal que estimule al sujeto hacía una renovación de su propio horizonte vital, y así ayudarlo a poder reconstruir un proyecto de vida éticamente válido.

Finalmente, reiteramos una vez más, que éste no es un planteamiento cerrado, sino que se trata exclusivamente de una reflexión abierta a la discusión. Lo que en definitiva buscamos es colaborar en la realización plena de los seres humanos, y ello no será fruto de buenas publicaciones, sino que exclusivamente será resultado de lo que cada una de las personas y los grupos humanos puedan incorporar como herramientas y acervos, y eso sólo se logrará a través de su propia reflexión.

Así, en la medida en que este material genere reflexión, habrá cumplido su misión.