Los Libros Apócrifos

Apócrifos del Antiguo Testamento

El término "apócrifos" (que en gr. es un plural neutro del adjetivo apokryfos, ‘escondido’) es un término técnico vinculado con la relación de ciertos libros con el canon del AT, y que significa que, sin bien no se aprueban para la lección pública, no obstante tienen valor para el estudio y la edificación privados. Es un término que abarca una cantidad de agregados a los libros canónicos en la forma en que se encuentran en la LXX (a saber, Ester, Daniel, Jeremías, Crónicas), y a otros libros, de carácter legendario, histórico, o teológico, muchos de ellos originalmente escritos en hebreo o en arameo, pero preservados o conocidos hasta hace poco únicamente en griego; figuran en el canon vagamente definido de la LXX, pero fueron rechazados por el canon hebreo en Jamnia. El uso y el concepto cristianos sobre su posición fueron más bien ambiguos hasta el siglo XVI, cuando doce obras fueron incluidas en el canon de la iglesia católica romana por el concilio de Trento; pero el pensamiento protestante (por ejemplo Lutero, y la iglesia anglicana en los "Treinta y nueve artículos") los admitió sólo para la edificación privada. Otras obras, no incluidas entre los doce que aquí se consideran, se denominan generalmente hoy en día "seudoepígrafos", Estas, también, fueron libremente utilizadas antes del siglo XVI en las distantes iglesias orientales en cuyas lenguas han sido exclusivamente conservadas (por ejemplo el etíope, el armenio, el eslavo).

Apócrifos del Nuevo Testamento

Es más difícil determinar el número de apócrifos del NT que del AT. El término se limitará aquí a obras no canónicas atribuidas a Cristo o a los apóstoles, o que pretenden aportar información extracanónica sobre ellos. Se excluyen así las obras escritas sin esa pretensión, aun cuando durante un tiempo gozaran de una posición cuasi canónica en algunas iglesias (Patrística, Literatura ); así también en el caso de atribuciones cristianas a personajes del AT (o versiones cristianizadas de obras atribuidas a ellos) (Seudoepígrafos), y de la interpolación o reacondicionamiento de textos del NT con material extraño (Textos y versiones, sección relativa al NT).

Queda una voluminosa literatura, parcialmente preservada en griego y en latín, pero aun más en copto, etíope, sir., ár., eslavo, y aun en anglosajón e idiomas europeos occidentales contemporáneos. Algunas obras que se sabe que fueron de mucha influencia se han perdido casi completamente, y muchas de las más importantes existen actualmente sólo en estado fragmentario. Sin embargo, continuamente se hacen descubrimientos, a menudo de gran importancia para la historia del cristianismo primitivo. Frecuentemente surgen complejos problemas literarios, porque muchas de las obras apócrifas se prestaban a reelaboración, interpolación, y plagio.

Los Libros Apócrifos del Antiguo Testamento

Pasemos a sintetizar el contenido y los principales problemas críticos de los doce libros que componen lo que hoy conocemos como los apócrifos.

1 Esdras es 2 Esdras en la recensión luciánica de la LXX, y 3 Esdras en la Vg. de Jerónimo. Este libro ofrece un relato paralelo de acontecimientos registrados en Crónicas-Esdras-Nehemías, con un agregado grande (a saber, el "Debate de los tres jóvenes" en 3.1–5.6). 1.1–20, 23–25 = 2 Cr. 35.1–36.21; 2.1–11 = Esd. 1.1–11; 2.12–26 = Esd. 4.7–24; 5.7–17 = Esd. 2.1–4.5; 6.1–9.36 = Esd. 5.1–10.44; 9.37–55 = Neh. 7.72–8.13. El "Debate de los tres jóvenes" es adaptación de un cuento persa, y en sus detalles pueden encontrarse todavía pruebas de esto: ha sido adaptado como el medio por el cual Zorobabel, que pertenecía a la guardia de Darío, al vencer en un debate acerca del poder más fuerte (¿el vino, las mujeres, o la Verdad?), obtiene así la oportunidad de recordarle al monarca persa su obligación de permitir la reedificiación del templo. La comparación detallada de ella con el Esdras de la LXX pone de manifiesto que son traducciones independientes del TM: 1 Esdras es probablemente el más antiguo de los dos. Presentan contrastes no sólo de texto sino también en cuanto al orden cronológico de los acontecimientos y el de los reyes persas. En una cantidad de casos los entendidos siguen indecisos en cuanto a cuál seguir. Por cierto que en algunos casos 1 Esdras ofrece buenas pruebas textuales. Se trata de una traducción libre e idiomática, y era conocida por Josefo.

2 Esdras es 4 Esdras en la Vg.; se conoce también como Apocalipsis de Esdras o 4 Esdras. Esta versión, como aparece actualmente en latín antiguo, es una ampliación por escritores cristianos de una obra apocalíptica judaica original que se encuentrá en los capítulos 4–14. Los otros capítulos, los agregados cristianos, faltan en algunas versiones orientales. El cuerpo original del libro consiste de siete visiones. En la primera (3.1–5.19) el vidente exige una explicación para el sufrimiento de Sión, cuyo pecado no es mayor que el de su opresor. El ángel Uriel contesta que esto no puede entenderse, pero que la era a poco de iniciarse brindaría salvación. La segunda (5.20–6.34) trata de un problema similar: por qué Israel, pueblo elegido de Dios, ha sido entregado en manos de otras naciones; esto, también, resulta incomprensible para el hombre, según la declaración. La era por venir ha de continuar a partir de la presente sin intervalo, precedida por señales del fin y una época de conversión y salvación. Esto debería proporcionarle consuelo al vidente. La tercera visión (6.35–9.25) pregunta por qué los judíos no poseen la tierra; la respuesta que se da es que la heredarán en la era por venir. Se tratan diversos asuntos adicionales relacionados con la vida más allá y la era por venir, incluyendo el tema del número limitado de los elegidos. La cuarta visión (9.26–10.59) es la de una mujer enlutada que relata sus penas y es luego transformada en una ciudad gloriosa. Se trata de un símbolo de Jerusalén. La quinta visión (10.60–12.51) es la de un águila de doce alas y tres cabezas, símbolo de Roma, la cual, según declara explícitamente el ángel intérprete, es el cuarto reino de Dn. 7. El Mesías ha de reemplazarla. Según la interpretación más probable, esta visión ha de fecharse en el reinado de Domiciano. La sexta visión (13.1–58) es la de un hombre que surge del mar, y que aniquila a una multitud antagónica. Esta es una adaptación de la visión del Hijo del Hombre de Dn. 7. La visión final (14) trata de la cuestión de la restauración por parte de Esdras de los libros sagrados de los hebreos, por medio de una visión y con el auxilio de escribas ayudados sobrenaturalmente. Dichos libros son 94 en total, a saber, los 24 del canon hebreo y 70 obras esotéricas o apocalípticas.

Tobías (o "Tobit") es un cuento devoto acerca de un hebreo piadoso de la cautividad norteña, Tobit, y su hijo Tobías. Tobit sufre persecución y privaciones debido a que socorre a sus compatriotas los israelitas bajo la tiranía de Esar-hadón. Al final queda ciego accidentalmente; y para vergüenza suya, su mujer se ve obligada a sostenerlo. En oración pide morir. Al mismo tiempo, ofrece oración una joven mujer hebrea de Ecbatana, de nombre Sara, que es atormentada por el demonio Asmodeo, el que ha matado siete pretendientes la noche que debían casarse con ella. El ángel Rafael es enviado "a sanar a los dos". Tobías es enviado por su padre a traer diez talentos de plata dejados en Media. Rafael adopta la forma de Azarías, que es contratado como compañero de viaje. En el Tigris toman un pez, y su corazón, hígado y bilis son guardados por Tobías por consejo de Azarías. Tobías llega a Ecbatana y se compromete con Sara, que resulta ser prima de él. La noche de bodas quema el corazón y el hígado del pez, el hedor de los cuales hace que el demonio se vaya a Egipto. Al regresar a su casa (precedido por su perro), donde ya se lo daba por perdido, Tobías unge los ojos de su padre con la bilis del pez y le restaura la vista. Este relato se originó, aparentemente, durante el exilio babilónico o persa, y es posible que su lengua original haya sido el arameo. Se conocen tres recensiones griegas, y se han encontrado fragmentos en hebreo y en arameo cerca del mar Muerto.

Judit cuenta la historia de una valiente joven judía, viuda, y la derrota de las huestes de Nabucodonosor mediante su estratagema. Oriunda de Betulia, asediada por Holofernes, lo visita en su campamento, haciéndole creer que le daría a conocer secretos militares; luego comienza a seducirlo con su encanto, hasta que por fin, encontrándose los dos solos realizando una fiesta una noche, tiene la posibilidad de decapitarlo. Vuelve entonces con la cabeza a la ciudad, donde es recibida con júbilo. El ejército asirio (!) se retira al descubrir que su general ha sido asesinado. Judit y las mujeres de Betulia se regocijan con un salmo delante de Dios. El relato es pura ficción—de otro modo los datos inexactos resultarían inaceptables—y pertenece al siglo II a.C. El original estaba en hebreo, y una traducción griega en cuatro recensiones nos lo ha conservado.

Agregados a Daniel aparecen en la LXX y en la traducción de Teodoción. Al capítulo 3 se le agrega la Oración de Azarías pronunciada en el horno, y el Cántico de los tres jóvenes santos (paidoµn, ‘sirvientes’) cantado a la gloria de Dios mientras se paseaban en el fuego. Es el benedícite del culto cristiano. Evidentemente estos dos agregados existieron en un original hebreo. Como prefacio a Daniel en Teodoción, pero al final en la LXX, se encuentra la historia de Susana. Es la hermosa y virtuosa mujer de un judío acaudalado en Babilonia. Dos ancianos del pueblo que la codician la encuentran bañándose y le ofrecen la posibilidad de ceder a sus deseos o enfrentar una falsa acusación de adulterio. Ella elige lo segundo; todos creen a sus detractores, y ella es condenada a pesar de que insiste en su inocencia. Daniel, a pesar de no ser más que un joven, se pronuncia en contra de esta injusticia, y en un segundo proceso en su presencia se descubre la mentira y la mujer sale justificada.

Los relatos de Bel y el dragón fueron escritos evidentemente para ridiculizar la idolatría. Daniel demuestra que los sacerdotes de Bel, y no la imagen del dios, son los que devoran las ofrendas de alimentos colocadas todas las noches; en consecuencia el rey destruye la imagen. Daniel destruye un poderoso dragón que se adoraba en Babilonia. Daniel es arrojado a la fosa de los leones y se mantiene vivo durante seis días; en el sexto el profeta Habacuc es transportado milagrosamente de Judea para darle de comer; en el séptimo es liberado por el rey. Estos dos relatos probablemente fueron traducidos de un original semítico, pero la cuestión no está totalmente dilucidada. Estos agregados son ejemplos de adornos piadosos de tipo legendario agregados al relato de Daniel, y datan de alrededor del 100 a.C.

Agregados a Ester aumentan considerablemente el tamaño de la versión griega del libro. Hay seis pasajes adicionales. El primero se refiere al sueño de Mardoqueo y su prevención de una conspiración en contra del rey; precede al capítulo 1. El segundo es el edicto del rey relacionado con la destrucción de todos los judíos en su reino. Este pasaje viene después de 3.13 en el hebreo. El tercero contiene oraciones de Ester y Mardoqueo que siguen al capítulo 4. El cuarto describe la audiencia de Ester con el rey, que se agrega a 5.12. El quinto es el edicto del rey permitiendo a los judíos que se defiendan, y viene a continuación de 8.12. El sexto incluye la interpretación del sueño de Mardoqueo; y una nota histórica que da la fecha en que la versión griega pasó a Egipto. La mayoría de los eruditos considera que todo esto es en realidad agregado a la obra más breve del canon hebreo, y que parte, si no todo, fue compuesto en griego. Los entendidos que se someten a Roma y una minoría de los demás sostienen, sin embargo, que el hebreo es una síntesis de una obra más larga, en hebreo o arameo, de la que el griego es una traducción. El colofón afirma que la obra fue traducida en Palestina algún tiempo antes del 114 a.C., por un tal Lisímaco, hijo de Tolomeo, que era jerosolimitano.

La oración de Manasés pretende ser la que se menciona en 2 Cr. 33.11–19. En la opinión de la mayoría de los entendidos es una composición judaica, y probablemente fue escrita originalmente en hebreo. Comoquiera que sea, recibe su primera confirmación en la Didascalia siriaca (siglo III d.C.), y se encuentra también entre las odas (himnos del AT y el NT utilizados en el culto cristiano) agregadas a los Salmos en algunos manuscritos de la LXX, tales como el códice alejandrino.

La epístola de Jeremías es un típico ataque helenístico-judaico a la idolatría, bajo la apariencia de una carta de Jeremías a los exiliados en Babilonia. Es similar a la que se menciona en Jer. 29. Se ridiculizan los ídolos; se ponen al descubierto los males y las necedades relacionados con ellos, y a los judíos cautivos se les dice que no deben adorarlos ni temerles. Está escrito en buen griego, pero puede haber tenido un original arameo.

El libro de Baruc es, según se afirma, obra de un amigo y escriba de Jeremías. La obra es breve, pero, según la opinión de la mayoría de los entendidos, se trata de una obra compuesta, que se atribuye diversamente a dos, tres o cuatro autores. Se divide en las siguientes secciones.
(a) 1.1–3.8. En el marco del exilio babilónico del 597, se presenta a Baruc dirigiéndose a los exiliados, elaborando una confesión de pecados, una oración de perdón, y una oración pidiendo salvación.
(b) 3.9–4.4. Esta sección presenta las alabanzas de la Sabiduría que puede encontrarse en la ley de Moisés, y sin la cual los paganos han fracasado, pero mediante la cual Israel será salva.
(c) 4.5–5.9. Lamento de Jerusalén por los exiliados, seguido de una exhortación a Jerusalén para que se consuele, ya que sus hijos han de ser devueltos a su hogar. La primera parte fue claramente escrita en hebreo, y, si bien el griego de las dos secciones posteriores es más idiomático, puede sostenerse con éxito que corresponden a un original hebreo.

Eclesiástico es el nombre que se le da en su forma griega a la Sabiduría de Josué ben-Sirá. Este era un palestino que vivía en Jerusalén, y partes de su obra sobreviven en el hebreo original en manuscritos de la Guenizá de El Cairo. La obra aparece en griego entre los apócrifos en la traducción hecha por su nieto, quien ofrece detalles cronológicos en un prefacio. La fecha más probable para Ben-Sirá mismo es ca. 180 a.C., por cuanto su nieto aparentemente emigró a Egipto en el reinado de Tolomeo VII Evergetes (170–117 a.C.). El autor compuso su obra en dos partes, capítulos 1–23 y 24–50, con un breve apéndice, capítulo 51. Como los libros sapienciales, comprende consejos para una vida exitosa concebida en el sentido más amplio; el temor del Señor y la observancia de su ley están aliados en la experiencia y la enseñanza del autor con la "sabiduría" práctica adquirida tomando como base la observación y el cultivo de la misma en su propia vida. La piedad personal se expresa en la observancia de la ley, en la que se revela la Sabiduría; y en el vivir diario la moderación constituye la tónica de todos los aspectos de la vida. El segundo libro concluye con la alabanza de hombres famosos que integran una lista de personas respetables de Israel, la que termina con Simón II, el sumo sacerdote (ca. 200 a.C.), conocido también por la Misná y por Josefo. Este libro representa los comienzos del ideal del escriba, como Ben-Sirá mismo, que se convirtió en tipo para los judíos ortodoxos: consagrado a Dios, obediente a la ley, de vida sobria, y que tenía en la más alta estima el conocimiento de la ley. Se convirtió en un libro cristiano favorito, como lo demuestra su título ("El libro de la iglesia"); y aun cuando no fue incluido nunca entre los libros canónicos por los judíos, era tenido en gran estima por ellos, y ocasionalmente los rabinos lo citaban como si fuese parte de las Escrituras. La versión siriaca es de origen judaico y se basa en el texto hebreo.

La sabiduría de Salomón representa quizá el momento culminante de la literatura sapiencial judía. Sus raíces se hunden en la corriente de la literatura sapiencial que encontramos en el AT y en los apócrifos, pero aquí bajo la influencia del pensamiento griego adquiere mayor formalidad y precisión que otros ejemplos de este tipo literario. Se trata de una exhortación a buscar la Sabiduría. Los capítulos 1–5 declaran las bendiciones que corresponden a los judíos que buscan la Sabiduría; los capítulos 6–9 expresan alabanzas a la Sabiduría divina objetivada en un ser celestial femenino, que ocupa el primer lugar entre las criaturas y los sirvientes de Dios; los capítulos 10–19 repasan la historia del AT como ilustración del tema de que en su transcurso la Sabiduría ha ayudado a sus amigos los judíos, y ha obtenido el castigo y la condenación de sus adversarios. Esta obra puede, por lo tanto, interpretarse como una palabra de aliento para que los judíos no abandonasen su fe ancestral, pero no falta tampoco el motivo misionero tan evidente en el judaísmo helenístico. El autor echó mano a fuentes en hebreo, pero parece estar claro que la obra como la conocemos fue compuesta en griego, por cuanto su métrica es griega, hace uso de términos filosóficos griegos, y se vale de la versión griega del AT. La descripción de la Sabiduría, en la que se emplean términos estoicos y platónicos, y las convicciones del autor acerca de la inmortalidad del alma, son los puntos en los que su dependencia del pensamiento griego se evidencian más claramente. En opinión de la mayoría de los entendidos no existen argumentos concluyentes para subdividir la paternidad de este libro, pero puede discernirse la existencia de diversas fuentes. El autor es desconocido, pero lo más probable es que sea de origen alejandrino.

Hay varias obras que se titulan Macabeos; de ellas, dos figuran entre los apócrifos que aparecen en las versiones castellanas católicas. Se trata de los libros históricos 1 y 2 Macabeos.
1 Macabeos comprende acontecimientos que tuvieron lugar entre el 175 y el 134 a.C., la lucha con Antíoco Epífanes, las guerras de los asmoneos, y el gobierno de Juan Hircano. Termina con un panegírico sobre Juan, y evidentemente fue escrito poco después de su muerte en el 103 a.C. Fue escrito originalmente en hebreo, y está traducido en el estilo literal de partes de la LXX. El propósito de la obra es el de glorificar a la familia de los Macabeos vistos como campeones del judaísmo.
2 Macabeos es una obra de origen diferente; su tema abarca buena parte de la misma historia que el libro anterior, pero no continúa la historia más allá de las campañas y la derrota de Nicanor. Su autor desconocido recibe a veces el nombre de "epitomista", ya que buena parte de su libro ha sido extractado de la obra de Jasón de Cirene, por lo demás desconocida. Hay una cantidad de discrepancias en cuestiones cronológicas y numéricas entre las dos obras, y se suele otorgarle mayor confianza a 1 Macabeos. Se discute también el valor histórico de las cartas y edictos que aparecen en ambas obras. No obstante, ninguna de las dos obras ha de ser ignorada como fuente histórica.
3 y 4 Macabeos aparecen en una cantidad de manuscritos de la LXX. El primero es un relato de los pogromos y los contrapogromos bajo Tolomeo IV (221–204 a.C.), y se parece al libro de Ester en tono y carácter. 4 Macabeos no es un relato sino una diatriba o tratado sobre la superioridad de la razón sobre las pasiones, ilustrada mediante relatos bíblicos y los relatos de mártires de 2 Mac. 6–7. El autor procura dar realce a la ley, aunque se ve grandemente influido por el estoicismo.

Los Libros Apócrifos del Nuevo Testamento

Una gran proporción de la literatura apócrifa cae dentro de una de las formas literarias del NT: evangelios, hechos, epístolas, apocalipsis. Pero a menudo esta similitud formal va acompañada de una gran diferencia conceptual. Esto resulta particularmente evidente en los evangelios; tenemos evangelios sobre la infancia, evangelios sobre la pasión, documentos con dichos y meditaciones teológicas; pero (si excluimos los evangelios fragmentarios primitivos, de los que de todos modos tenemos insuficiente información) es difícil encontrar obras que, como los evangelios canónicos, se ocupen de las palabras y obras del Señor encarnado. Los documentos que relatan hechos forman una clase numerosa, y probablemente la más popular, sin duda por la gran atracción no sectaria de muchos de los relatos. Las epístolas no son comunes a pesar de que casi todas las obras del NT que a veces se han considerado seudoepigráficas son epístolas. En cuanto a los apocalipsis, existían precedentes judíos para atribuirlos a alguna celebridad del pasado.

Hubo otra clase de literatura que adoptó algunas de las características de la apócrifa: las disposiciones eclesiásticas de Siria y Egipto. Estas colecciones de cánones sobre la disciplina y la liturgia en la iglesia, de las cuales Constituciones apostólicas es la más popular, y que pretenden representar la práctica apostólica, llegaron por convención a pretender origen apostólico; y la más audaz, denominada Testamento de nuestro Señor, trata de pasar por un discurso de Cristo posterior a la resurrección. Quizás la costumbre fue estimulada por su éxito en la Didascalia del siglo III, y el equívoco sobre la pretensión de apostolicidad de la Tradición apostólica de Hipólito (dos obras que fueron muy saqueadas), junto con, en algunos casos, la popularidad del cuento clementino.

Motivos

Ya en tiempos apostólicos había comenzado la creación de literatura apócrifa; aparentemente Pablo debe autenticar su firma a causa de falsificaciones que circulaban (2 Ts. 3.17). En el siglo II la literatura alcanza el nivel que le corresponde, y a partir de ese momento adquiere un auge vertiginoso, especialmente en Egipto y Siria. Prosigue hasta la Edad Media (época en la que todavía se apreciaban las leyendas antiguas) y, ocasionalmente, a impulso del sentimentalismo o de la simple excentricidad, o debido a una opinión preconcebida, hasta nuestros propios días. Los diferentes motivos que hay detrás de esta tendencia se relacionan así con el curso total de la historia cristiana y subcristiana; pero algunos de los motivos que influyeron al comienzo son particularmente importantes.

a. La literatura novelesca y el impulso literario

Se evidencia de diferentes maneras. Se manifiesta el deseo de satisfacer la curiosidad en asuntos sobre los que el NT nada dice. Se produce una inundación de evangelios sobre la infancia de Jesús, sin valor alguno, que cubren los años de silencio entre Belén y el bautismo. A medida que el tema de la virgen María adquiere prominencia en la teología y la devoción, obras seudoapostólicas describen su nacimiento, su vida, y, finalmente, su asunción al cielo. Un lector de Col. 4.16 consideró que le correspondía aportar la carta aparentemente perdida a los laodicenses. El impulso literario aparece sobre todo en los "hechos" novelísticos y en algunos de los evangelios, grotescos y fétidos, pero repletos de maravillas y anécdotas; sin embargo, con todos sus defectos, muchos de ellos tienen una cierta animación. Podremos entender mejor este movimiento si lo consideramos como una rama de la literatura cristiana popular, y, si lo estudiamos desde este punto de vista, encontramos que los libros más primitivos revelan algunos de los temas que preocupaban a las congregaciones en los siglo II y III: las relaciones con el estado, controversias con los judíos, discusiones sobre el matrimonio y el celibato; además, dada su agresiva insistencia en los milagros, ponen de manifiesto que la verdadera era de los milagros ya había pasado. Las obras son toscas y aun vulgares; pero sus autores conocían a su público. Para muchos deben haber reemplazado la literatura erótica pagana popular, y en muchos casos con un verdadero deseo de edificar. No cabe duda de que a los autores les resultaría muy difícil diferenciar sus propios motivos o intenciones de los de autores del siglo XX tales como el de El manto sagrado. No es necesario cuestionar la sinceridad del presbítero asiático que fue expulsado por publicar los Hechos de Pablo cuando dijo que lo había hecho "por amor a Pablo", que había muerto cien años antes. Esto ayuda a explicar cómo ciertos cuentos y hasta libros enteros originados en círculos heréticos mantuvieron y aumentaron su popularidad en círculos ortodoxos. Fueron los maestros heréticos los que primero hicieron uso efectivo de este tipo de literatura; y tuvieron tal éxito que otros trasmitieron, expurgaron e imitaron las formas concebidas como vehículos de su propaganda.

b. La inculcación de principios que, según el autor, no estaban enunciados con suficiente claridad en los libros del Nuevo Testamento

Naturalmente, aun cuando fuese una obra escrita "por amor a Pablo", cualquier desproporción o aberración doctrinal del autor pasaba a su obra; más aun, es posible que parte de su propósito edificativo fuese justamente el de inculcar dicha aberración: el presbítero asiático, por ejemplo, tenía una obsesión en lo que respecta a la virginidad, lo que hace que su obra, que de otro modo es más o menos ortodoxa, esté alejada del espíritu evangélico. Pero hay muchas obras cuyo propósito es deliberadamente sectario: el de promulgar un cuerpo de doctrina complementario de la doctrina de los libros canónicos, o que la remplace. Estos fueron fundamentalmente el resultado de los dos grandes movimientos reaccionarios del siglo II, el gnosticismo y el montanismo. Las "Escrituras" montanistas surgieron casi por accidente, y en nuestro sentido no eran estrictamente apócrifas, porque, aunque pretendían preservar el testimonio vivo del Espíritu Santo, no eran seudónimas; prácticamente han desaparecido. Escritos que representan las múltiples expresiones del gnosticismo, sin embargo, existen en gran cantidad. Obras como el Evangelio de la verdad, meditación en términos gnósticos que refleja el lenguaje de las Escrituras canónicas, son menos comunes que las obras que seleccionan, modifican e interpretan dichas Escrituras en una dirección sectaria (comparece el Evangelio de Tomás de Nag Hammadi), las que audazmente profesan contener doctrinas secretas que no se encuentran en ninguna otra parte (comparece el Apocrifón de Juan), y las que simplemente atribuyen al Señor o a los apostóles las trivialidades de la doctrina gnóstica. Y por todos estos fines la forma literaria apócrifa se volvió convencional.

La razón no es difícil de encontrar. En la era subapostólica y posteriormente, debido a la inmensa expansión de la iglesia, a la intensificación del peligro de persecución, y a la proliferación de doctrinas falsas, la apostolicidad se convirtió en la norma de fe y de práctica; y a medida que decrecía el recuerdo viviente de los apóstoles, la apostolicidad se fue centrando cada vez más en las Escrituras del NT, sobre la mayor parte de las cuales había unanimidad en la iglesia. Por lo tanto, para que se generalizara una nueva forma de enseñanza, era necesario establecer su apostolicidad. Comúnmente se lograba esto declarando poseer una tradición secreta procedente de un apóstol, o del propio Señor por medio de un apóstol, ya sea como complemento de la tradición abierta de los evangelios, o como correctivo. El apóstol favorecido variaba; muchas sectas tenían inclinaciones judaicas, y Jacobo el justo, y, curiosamente, Salomé, eran frecuentes fuentes de tradición; Tomás, Felipe, Bartolomé, y Matías también aparecen constantemente. En el Evangelio de Tomás, por ejemplo, es Tomás el que demuestra haber comprendido mejor la persona del Salvador (Mateo y Pedro –quizás por ser los apóstoles vinculados a la confección de los dos primeros evangelios de la iglesia– aparecen en desventaja). La obra Pistis Sofia, más fantástica aun, concibe una especie de congreso de los apóstoles y las mujeres con el Señor, pero indica que Felipe, Tomás y Matías tenían que escribir los misterios. Probablemente algo contribuían a la selección del apóstol ciertos factores locales: todos los mencionados estaban relacionados con Siria y el Este, algunos de los lugares más fértiles para este tipo de literatura; y las especulaciones acerca de Tomás como el mellizo del Señor ofrecían un motivo adicional de fascinación. El proceso trajo aparejado un renovado interés en el período posterior a la resurrección, en el que se solía ubicar discursos del Señor; esto es significativo, porque poco se dice de este período en los evangelios reconocidos, a la par que era característica constante de los gnósticos subestimar la humanidad del Señor encarnado. Es digno de tener en cuenta que, si bien las sectas sincretistas que adoptaron algunos elementos cristianos podían obtener sus revelaciones en cualquier parte, el gnosticismo cristiano tenía que mostrar que su conocimiento derivaba de fuentes apostólicas.

c. La preservación de la tradición

Resultaba inevitable que, en la primera época de la iglesia, algunos dichos del Señor fuesen trasmitidos fuera de los evangelios canónicos. Como consecuencia, algunos probablemente se transformaron hasta llegar a ser irreconocibles, mientras que otros fueron adulterados tendenciosamente. El célebre prefacio de Papías, que lo muestra recolectando oráculos del Señor para sus Exposiciones, nos revela cuán conscientes estaban los cristianos ortodoxos a principios del siglo II de la existencia de estos materiales circulantes, y los problemas que ofrecía la tarea de reunirlos. Cualesquiera hayan sido sus limitaciones, Papías fue escrupuloso al estudiar su material; sin embargo, los resultados no siempre fueron felices, y quizás no todos sus contemporáneos hayan tenido tantos escrúpulos. Es posible, entonces, que a veces se haya preservado material genuino junto con otro que ni siquiera es digno de mención.

De igual manera, es probable que el recuerdo de la vida y la muerte de los apóstoles se haya mantenido vivo por algún tiempo, y los "hechos" apócrifos, aun cuando teológicamente fueran dudosos, a veces podían preservar tradiciones genuinas o reflejar situaciones adecuadas.

El deseo de trasmitir dichos recuerdos sin duda ejerció influencia en la producción de la literatura apócrifa; pero no podía vencer la tendencia a inventar, ampliar, mejorar, o reorientar. Cualquier tarea de selección resulta, por lo tanto, peligrosa; y como bien sabían eruditos tales como Orígenes, ya era peligroso en la época patrística. En consecuencia, se reconoció universalmente la necesidad de basarse únicamente en los documentos indiscutibles.

La literatura apócrifa en la iglesia primitiva

La presencia de tan variados escritos bajo nombres apostólicos cuando la apostolicidad constituía la norma hizo imperioso determinar cuáles eran los verdaderos escritos apostólicos, y a los primeros eruditos cristianos no les faltaba ni visión ni talento crítico. (Canon del Nuevo Testamento). Pero es admirable cuán poco se ve afectada la lista de libros generalmente considerados canónicos por las discusiones sobre la literatura apócrifa. Algunas iglesias tardaron mucho en aceptar libros que actualmente se consideran canónicos. Algunas dieron un lugar de prominencia a obras como 1 Clemente y el Pastor de Hermas. Pero casi ninguno de los libros en, digamos, el Apocryphal New Testament de M. R. James fueron alguna vez "libros excluidos del NT" en ningún sentido. Estaban más allá de toda consideración. La literatura petrina ocasionó mayor preocupación que otras. En la época de Eusebio, la discusión, con excepción de la concerniente a 2 Pedro, ya estaba cerrada, pero hay pruebas positivas de que al menos el Apocalipsis de Pedro fue empleado durante un tiempo en algunas partes.

A este respecto resulta de interés la carta de Serapión, obispo de Antioquía, a la congregación en Rosón ca. 190 d.C. La iglesia había empezado a utilizar el Evangelio de Pedro. Evidentemente había habido oposición, pero Serapión, satisfecho de la estabilidad de la congregación, había autorizado su lectura pública después de una breve inspección. Pero luego hubo problemas. Serapión leyó el evangelio más cuidadosamente y encontró que no sólo lo habían aceptado iglesias cuyas tendencias eran sospechosas, sino que también reflejaba en algunos puntos la herejía docética (que negaba la realidad de la humanidad de Cristo). Según su propio resumen, "la mayor parte pertenece a la verdadera enseñanza de nuestro Señor", pero algunas cosas (de las cuales agregó una lista) le habían sido añadidas. Dice también: "Aceptamos a Pedro y los otros apóstoles como a Cristo, pero como hombres de experiencia sometemos a prueba los escritos que falsamente se les atribuye, sabiendo que tales cosas no nos fueron trasmitidas.

"En otras palabras, la lista de libros apostólicos ya era tradicional. Podían leerse otros libros, siempre que fueran ortodoxos. El Evangelio de Pedro entre otros no era tradicional; su uso en Rosón era resultado de un pedido específico, pero hubo oposición. Al principio Serapión nada había hallado que justificase una prolongada controversia: dado el caso que fuera espurio, al menos era inofensivo. Cuando una mejor inspección reveló sus tendencias, se prohibió su uso en cualquier forma en la iglesia.

Parecería que es posible entender mejor el curso de los acontecimientos si, siguiendo el ejemplo del proceder de Serapión, admitimos que el reconocimiento de que un libro era espurio no comprendía necesariamente una completa prohibición de su lectura pública, siempre que fuera de algún valor devocional y no tuviera tendencias heréticas: una especie de posición intermedia análoga a la de los apócrifos en el sexto artículo anglicano. Pero aun un libro herético, si tenía otros aspectos positivos, podía, no obstante, leerse privadamente, y ser objeto de los elogios correspondientes. De esta manera la literatura apócrifa llegó a ejercer influencia duradera sobre la devoción medieval, y el arte y la historia cristianos.

Sin embargo, nada hay que sugiera que formaba parte aceptada de la práctica universal del siglo I o II el compilar libros en nombre de un apóstol, procedimiento que insinúan algunas teorías sobre la paternidad de ciertos libros del NT, y el caso del autor de los Hechos de Pablo es un ejemplo de acción drástica contra este tipo de publicaciones.

Al pasar de cualquiera de los escritos del NT a los mejores escritos apócrifos neotestamentarios (que realmente emanaron de la comunidad cristiana primitiva) nos introducimos en un mundo diferente. Si 2 Pedro (para tomar el libro del NT que más comúnmente se asigna al siglo II) formara parte del apocrifón, se trataría de un libro único entre los apócrifos.

Algunas obras representativas

Podemos mencionar algunas de las formas apócrifas más representativas. Hablando en general, se trata de algunas de las obras más antiguas y de mayor importancia. En pocos casos existen textos completos; para algunos de ellos dependemos de citas de escritores de épocas primitivas.

a. Evangelios apócrifos primitivos

Escritores de los siglo III y IV citan una cantidad de fragmentos de estos primeros evangelios. Todavía se debate acerca del carácter y las interrelaciones de dichos evangelios. El Evangelio según los hebreos era conocido por Clemente de Alejandría, Orígenes, Hegesipo, Eusebio, Jerónimo, quien dice (aunque no siempre se le cree) que lo tradujo al griego y al latín (De Viris Illustribus 2) del arameo en caracteres hebreos, y que lo usaron los nazarenos, que constituían una secta judeocristiana. La mayor parte de las personas, dice, erróneamente lo tomaron por el original hebreo del Evangelio de Mateo mencionado por Papías, lo cual recuerda que Ireneo conocía sectas que sólo utilizaban Mateo. Por cierto que algunos de los extractos que nos han llegado tienen puntos de contacto con Mateo; otros vuelven a aparecer en otras obras, siendo la más reciente de ellas el Evangelio de Tomás. Tiene un fuerte tono judeocristiano, y registra una aparición después de la resurrección a Jacobo el Justo. Eusebio menciona un relato, que se encuentra tanto en Papías como en el Evangelio de los hebreos, de una mujer acusada de muchos pecados ante Jesús. A menudo se la ha considerado como la historia de la mujer adúltera que figura en muchos manuscritos de Jn. 8.

Este evangelio probablemente refleja la actividad de judeocristianos de Siria que empleaban una tradición de Mateo (el evangelio "local") y otras tradiciones locales, algunas de ellas indudablemente válidas. Los nazarenos lo llamaban "El evangelio según los apóstoles", título sospechosamente beligerante.

Epifanio, un autor siempre confuso, menciona una versión mutilada de Mateo utilizada por la secta judeocristiana que él llama "ebionita". Se lo ha tomado como el Evangelio de los hebreos, pero los extractos ofrecen una versión diferente de la natividad y el bautismo, e indudablemente se trata de una obra sectaria y tendenciosa. Puede tratarse del Evangelio de los doce apóstoles mencionado por Orígenes.

El Evangelio de los egipcios se conoce principalmente a través de una serie de citas en el Stromateis de Clemente de Alejandría. Algunos gnósticos lo usaron, y sin duda se originó en alguna secta egipcia. Las porciones que aun permanecen se refieren a un diálogo entre Cristo y Salomé sobre el repudio a las relaciones sexuales. Se incluye un documento con el mismo título en la biblioteca de Nag Hammadi, pero no está relacionado con la obra que conocía Clemente, sino que se trata de un tratado gnóstico esotérico.

Los papiros nos han dado una cantidad de fragmentos de evangelios no canónicos. Los más celebres, designados, serán considerados posteriormente bajo el Evangelio de Tomás. El que le sigue en interés es el llamado Evangelio desconocido publicado por H. I. Bell y T. C. Skeat en 1935, que describe incidentes al modo sinóptico, pero con diálogos y vocabulario propios de Juan. Este manuscrito, fechado ca. 100 d.C., es uno de los más antiguos manuscrito griego que se conocen. Según algunos se basa en el cuarto evangelio, y quizás también en uno de los sinópticos, mientras que otros consideran que es un ejemplo primitivo de literatura cristiana popular independiente de aquellos (Lc. 1.1).

b. Evangelios sobre la pasión

El evangelio más importante del cual contamos con una porción considerable es el Evangelio de Pedro de (mediados [?]) del siglo II, del cual existe un gran fragmento copto que abarca desde el juicio hasta la resurrección (El fragmento Akhmim). Se lo ha equiparado con las "memorias de Pedro", quizás mencionadas por Justino, pero esto es inapropiado.

Se destaca el elemento milagroso. La guardia ve tres hombres que salen de la tumba, dos cuyas cabezas llegan hasta el cielo, y uno que lo sobrepasa. Una cruz los sigue. Una voz del cielo exclama, "Les has predicado a los que duermen", y una voz desde la cruz responde, "Sí" (1 P. 3.19). Se reduce la culpa de Pilato, y a la vez se destaca la de Herodes y los judíos; quizás se refleja aquí tanto una apologética favorable al estado como una controversia con los judíos.

El fallo de Serapión no estaba equivocado; la mayor parte es sensacionalista, pero no peligrosa. Pero hay frases reveladoras: "Mantuvo silencio, como el que no siente dolor", y la interpretación del grito de abandono: "Mi poder, me has abandonado," seguido por el emocionado "fue levantado", demuestran que el autor no valoraba adecuadamente la humanidad de nuestro Señor.

Evangelio de Nicodemo es el nombre que se le dio a la obra compuesta que existe en varias recensiones en griego, latín, y copto, del cual los principales elementos son "Los hechos de Pilato", que pretende ser una versión oficial del juicio, la crucifixión y la sepultura, una síntesis de los debates y las investigaciones del sanedrín, y una relación sumamente colorida del "Descenso al infierno". Hay diversos apéndices en las diferentes versiones; uno de ellos, una carta al emperador Claudio, podría constituir el ejemplo más antiguo de los "Hechos de Pilato". Apologistas tales como Justino apelan confiadamente a los registros del juicio, en la suposición de que existen. Tertuliano conocía relatos sobre los informes favorables de Pilato a Tiberio acerca de Jesús. Dichos "registros" habrían de aparecer en su momento, especialmente cuando un gobierno perseguidor ca. 312 d.C., utilizó informes falsificados y blasfemos del juicio con fines de propaganda. Nuestro libro de "Hechos" podría ser un documento destinado a oponerse a los mencionados. El "Descenso al infierno" puede pertenecer a una época bastante posterior en el mismo siglo, pero ambas partes de la obra probablemente se sirven de materiales más antiguos. La característica sorprendente es la virtual vindicación de Pilato, sin duda por motivos políticos. Cuando estos relatos entraron a formar parte de las leyendas bizantinas, Pilato se convirtió en santo, y la iglesia copta todavía rememora su martirio. No hay ningún texto crítico adecuado.

c. Evangelios sobre la infancia

El Protoevangelio de Jacobo adquirió gran popularidad; existen muchos manuscritos en muchos idiomas (aunque ninguno en latín), y ha tenido una profunda influencia en la mariología posterior. Orígenes lo conocía, de modo que debe ser del siglo II. Nos brinda el nacimiento y la presentación de María, su casamiento con José (un anciano con hijos) y el nacimiento milagroso del Salvador (una partera corrobora su virgnidad en el momento del parto). Fue escrito, evidentemente, en apoyo de ciertas teorías sobre la virginidad perpetua. El supuesto autor es Jacobo el justo, aunque en determinado momento José se convierte en el narrador.

El otro evangelio influyente de la antigüedad relacionado con la infancia es el Evangelio de Tomás, que ofrece algunos relatos bastante repulsivos sobre los años de silencio. La versión que tenemos parece haber sido expurgada de sus discursos gnósticos. Es distinta de la obra existente en Nag Hammadi del mismo nombre; a veces resulta difícil saber con seguridad a qué obra se refieren los escritores patrísticos.

d. Los evangelios de Nag Hammadi

En la biblioteca de Nag Hammadi hay varios evangelios en copto que no se conocían anteriormente, además de nuevas versiones de otros (Quenoboskión).

Uno de los textos comienza así: "El evangelio de la Verdad es un gozo" (frase inicial y no título), y continúa con una verbosa y a menudo oscura meditación sobre el plan de la redención. Es evidente la terminología gnóstica del tipo de la escuela valentiniana, pero no en la forma evolucionada que vemos en Ireneo, Alude a la mayoría de los libros del NT de una manera que sugiere el reconocimiento de su autoridad. Comúnmente se piensa que es el "Evangelio de la Verdad" que Ireneo atribuye a Valentino, aunque esto se ha negado. Van Unnik presentó la atractiva proposición de que fue escrito antes del rompimiento de Valentino con la iglesia de Roma (en la que una vez fue candidato a un obispado), cuando estaba tratando de establecer su ortodoxia. Esta obra constituiría así un testimonio importante para la lista de libros autorizados (sustancialmente similar a la nuestra) en Roma ca. 140 d.C.

El hoy famoso Evangelio de Tomás es una colección de dichos de Jesús, que suman aproximadamente 114, con poca organización aparente. Una elevada proporción se asemeja a los dichos en los evangelios sinópticos (inclinándose más hacia Lucas), pero casi siempre con diferencias significativas que a menudo adoptan una dirección gnóstica; y entre otros temas gnósticos se minimiza el AT y se destaca la necesidad de eliminar la conciencia del sexo. Se cree que se trata del evangelio utilizado por los gnósticos naasenos, pero se ha puesto en duda su carácter originalmente gnóstico, y algunos están dispuestos a ver en él tradiciones independientes de cierto valor. Para G. Quispel las variantes son de tipo similar a las del texto ("occidental") de Beza, como así también a las del Diatesarón de Taciano y las obras seudoclementinas. En un artículo más reciente Quispel relaciona el Evangelio de Tomás con los encratitas más que con los gnósticos. Los Logia de Oxirrinco, que incluyen el celebrado "Levanta la piedra y me encontrarás", vuelven a aparecer en una forma que sugiere que pertenecieron a una antigua versión griega de dicho libro. Tomás (a quien probablemente se considera gemelo de Jesús) desempeña el papel central en la tradición, pero se afirma que Jacobo el Justo se convierte en el jefe de los discípulos, una de las varias indicaciones de que existe una fuente judeocristiana.

Este libro curioso e inconsecuente está plagado de problemas, pero hasta el momento parecería que con seguridad podemos ubicar sus orígenes en Siria (lo que posiblemente explique los semitismos que aparecen en el texto), donde siempre hubo una actitud más liberal hacia el texto del evangelio y más influencias nocivas que en otras partes.

El principal interés del Evangelio de Felipe (gnóstico, aunque resulta difícil descubrir la secta correspondiente) radica en su doctrina sacramental extraordinariamente perfeccionada, en la que hay mayores misterios en lo relativo al crisma y a la "cámara nupcial" que en lo relativo al bautismo. El lenguaje es repulsivo: el interés que pone en el repudio de lo sexual equivale a obsesión.

e. Los hechos "leucianos"

Los cinco principales "hechos" apócrifos tendrán que representar a un número considerablemente mayor. Los maniqueos, que seguramente los heredaron de fuentes gnósticas, los reunieron en un corpus. Fotio, bibliófilo del siglo IX, atribuyó todo el conjunto a un tal "Leucio Carino", pero es probable que Leucio haya sido simplemente el nombre ficticio del autor de los Hechos de Juan, el libro más primitivo (y menos ortodoxo) de todo el corpus.

Data del 150–160 d.C. aproximadamente y describe milagros y sermones (decididamente gnósticos) del apóstol Juan en Asia Menor. Refleja ideales ascéticos, pero contiene algunas anécdotas atractivas entre elementos menos dignos de aceptación. También pretende relatar lo que el propio Juan narró acerca de algunos incidentes con el Señor, como también su despedida y su muerte. Litúrgicamente resulta de algún interés e incluye la primera eucaristía por los muertos de que se tiene noticia.

También los Hechos de Pablo es de fecha temprana, porque Tertuliano conoció gente que justificaba la predicación femenina, como asimismo la facultad de bautizar, apoyándose en dicha obra. Dice que fue escrito ostensiblemente "por amor a Pablo" por un presbítero asiático, que por ello fue depuesto. Esto tiene que haber ocurrido antes del año 190 d.C., probablemente más cerca del 160 d.C. Esta obra refleja una época de persecución. Contiene tres secciones principales:

(i) Los hechos de Pablo y Tecla, una joven de Iconio que rompe su compromiso matrimonial después de escuchar la predicación de Pablo, es milagrosamente protegida del martirio (ganándose el interés de la "reina Trifena", Trifena y Trifosa), y ayuda a Pablo en sus viajes misioneros. Puede haber existido algún núcleo histórico, si bien no necesariamente una fuente escrita relativa a Tecla.
(ii) Correspondencia adicional con la iglesia de Corinto.
(iii) El martirio de Pablo (legendario).

El tono es intensamente ascético (comparese las bienaventuranzas de Pablo en relación con el celibato, cap(s). 5), pero por lo demás es ortodoxo. Hay muchos manuscritos incompletos, incluyendo una considerable sección del original griego.

Hechos de Pedro es algo posterior, pero siempre dentro del siglo II. El manuscrito principal, en latín (a menudo llamado Hechos de Vercelli), empieza con la despedida de Pablo a los cristianos de Roma (quizás proveniente de otra fuente). A causa de las intrigas de Simón el mago la iglesia romana cae en la herejía, pero, en respuesta a la oración, llega Pedro y derrota a Simón en una serie de encuentros públicos. A esto sigue un complot contra Pedro iniciado por paganos cuyas esposas los habían dejado como resultado de su predicación, la huida de Pedro, que incluye la historia de ¿Quo Vadis?, y su retorno para ser crucificado, lo que se hizo cabeza abajo. Un fragmento copto alusiones a una porción perdida indican que otras historias se ocupaban de las preguntas que surgieron en la comunidad acerca del sufrimiento y la muerte. Al igual que en otros "hechos" apócrifos, las actividades de Pedro y Pablo se complementan, y la iglesia romana aparece como una fundación paulina. El tono ascético es tan intenso como siempre, pero el elemento gnóstico no siempre se impone; es posible, sin embargo, que tengamos ediciones expurgadas. Se disputa su lugar de origen, pero es casi seguro que tuvo origen oriental. Es digno de mencionar que en la biblioteca de Nag Hammadi los dos únicos documentos descritos como "hechos" se relacionan con Pedro. Los Hechos de Pedro, de origen copto, tienen alguna afinidad con los Hechos de Pedro, de origen latino, pero estos últimos son mucho más exagerados en su interés por destacar lo ascético.

Los Hechos de (Judas) Tomás se diferencian de los otros. Son producto del cristianismo sirio, y es casi seguro que fueron escritos en siria en Edesa, a principios del siglo III. Describen la manera en que los apóstoles echaron suertes para dividirse el mundo, y Judas Tomás, el mellizo, fue nombrado para ir a la India. Fue como esclavo, pero fue el instrumento de la conversión del rey "Gundafar" y de muchos otros indios notables. En todas partes predica la virginidad, y con frecuencia es encarcelado como consecuencia del éxito que obtiene. Finalmente es martirizado.

Esta obra tiene ciertas características gnósticas; por ejemplo el famoso "Himno del alma" que aparece en ella tiene el conocido tema gnóstico de la redención del alma de la corrupción de la materia: el hijo del rey es enviado a matar al dragón y a traer de vuelta la perla del país lejano. Evidentemente hay cierta relación, que todavía no se ha podido precisar, con el Evangelio de Tomás; y el título de Tomás, "mellizo del Mesías", es elocuente. El llamamiento a la virginidad es más pronunciado, más estridente, que en todos los demás "hechos", pero se trataba de una característica del cristianismo sirio. Pocos rastros hay de gnosticismo en el sentido de la posesión de misterios ocultos; el autor está demasiado ocupado en predicar y recomendar su evangelio.

Hay versiones completas en sirio y griego. Aparentenente estos "hechos" evidencian cierto conocimiento real de la historia y la topografía de la India.

Hechos de Andrés es el más reciente (ca. 260 d.C. [?]) y, en nuestros manuscritos, el más fragmentario de los "hechos" atribuidos a Leucio. Está estrechamente relacionado con los Hechos de Juan, y Eusebio menciona su carácter gnóstico. Describe predicaciones entre los caníbales, milagros, exhortaciones en favor de la virginidad, y, quizá añadido de otra fuente, el martirio en Grecia. Gregorio de Tours nos ofrece un resumen del mismo.

f. Epístolas Apócrifas

Las más importantes son la Tercera epístola a los corintios (véase Hechos de Pablo); la Epístola de los apóstoles, que en realidad es una serie de visiones apocalípticas de principios del ss. II preparadas en forma de un discurso en nombre de todos los apóstoles para trasmitir enseñanzas de Cristo posteriores a la resurrección (importante por ser uno de los ejemplos más primitivos de este tipo); la Correspondencia de Cristo y Abgar, en la que el rey de Edesa invita a nuestro Señor a su reino, y de la cual Eusebio nos ofrece una temprana traducción tomada del sirio; la Correspondencia de Pablo y Séneca en latín, apología del siglo III en defensa de la dicción de Pablo, evidentemente con el fin de conseguir que se leyeran las cartas genuinas en círculos distinguidos; y la Epístola a los laodicenses, en latín, un centón de lenguaje paulino que se evoca en Col. 4.16. El fragmento muratorio menciona epístolas a los laodicenses y a los alejandrinos, de origen marcionita, pero no hay pruebas de su existencia. La tan citada Carta de Léntulo, que describe a Jesús, y que pretendidamente estaba dirigida al senado, es medieval.

g. Los apocalipsis

El Apocalipsis de Pedro es la única obra estrictamente apócrifa de la cual tenemos pruebas concluyentes de que mantuvo una posición cuasi canónica durante algún tiempo. Aparece en el fragmento muratorio, pero va acompañada de una nota que dice que algunos se oponen a que se lea en la iglesia. Al parecer Clemente de Alejandría se refirió a ella en una obra perdida, considerándola canónica, y en el siglo V era leído el viernes santo en algunas iglesias de Palestina. Pero nunca se la aceptó universalmente, y su canonicidad no era una cuestión candente en los días de Eusebio. Parecería ser sustancialmente ortodoxa. Una antigua esticometría le asigna 300 líneas; aproximadamente la mitad aparece en la copia principal del Evangelio de Pedro. Contiene visiones del Señor transfigurado, y espeluznantes relatos de los tormentos de los condenados, quizás con una confusa referencia a un futuro período de prueba.

Hubo varios Apocalipsis de Pablo gnósticos, uno de ellos conocido por Orígenes, inspirado en 2 Co. 12.2ss. Una versión de uno de ellos (que influyó en Dante) ha sobrevivido.

En la biblioteca de Nag Hammadi el libro V comprende cuatro apocalipsis, uno de Pablo, dos de Jacobo y uno de Adán. El Apocalipsis de Pablo en esta colección es diferente a los que se conocían anteriormente. Todas estas obras son gnósticas en su enseñanza.

h. Otras obras apócrifas

Las Predicaciones de Pedro (o Kerygmata Petrou) nos son conocidas sólo por fragmentos, en su mayor parte conservados por Clemente de Alejandría. Orígenes tuvo que vérselas con eruditos gnósticos que las utilizaban y los desafió para que demostraran su autenticidad (en Jn. 13.17). Esta obra ha sido postulada como fuente de la obra clementina original. Los fragmentos que tenemos pretenden preservar palabras de nuestro Señor y de Pedro, y por lo menos uno de ellos concuerda con el Evangelio de los hebreos.

Las Homilías clementinas y las Recogniciones clementinas son las dos formas principales de un relato en el que Clemente de Roma, en busca de la verdad suprema, viaja por los mismos lugares que el apóstol Pablo, y finalmente se convierte. Es probable que ambos deriven de una novela cristiana inmensamente popular del siglo II, que puede haber utilizado las Predicaciones de Pedro. Los problemas literarios y teológicos que encierra son sumamente complejos. Las homilías, en particular, promueven una forma sectaria de cristianismo judaizado.

El Apocrifón de Juan era popular en los círculos gnósticos, y ha reaparecido en Nag Hammadi. El Salvador aparece a Juan en el Monte de los Olivos, le ordena que escriba doctrinas secretas, las deposite en lugar seguro y las imparta solamente a aquellos cuyo espíritu pudiera entenderlas y cuyo modo de vida fuese digno. Hay una maldición para todo el que imparta la doctrina con fines de lucro a personas indignas. Ha de fecharse antes de 180 d.C., probablemente en Egipto. En los documentos de Nag Hammadi hay un relato de la creación, la caída y la redención de la humanidad.

El Apocrifón de Jacobo también se ha descubierto en Nag Hammadi. Es una exhortación a buscar el reino, en forma de un discurso posterior a la resurrección, dirigido a Pedro y a Jacobo, que ascienden con el Señor, pero no pueden entrar en el tercer cielo. Su interés reside en que es muy antiguo (125–150 d.C. [?]), en la prominencia de Jacobo (el Justo [?]), que envía a los apóstoles a hacer su obra después de la ascensión, y, en opinión de van Unnik, en que está libre de influencias gnósticas. F. E. Williams, en sus acotaciones introductorias a su traducción del texto de Nag Hammadi en The Nag Hammadi, cree encontrar indicios de temas gnósticos y sugiere que es de origen gnóstico-cristiano.