Crecimiento y desempleo

Jung Mo Sung

La población mundial está hoy en torno a los 5.600 millones de personas. De ellas, 2.800 millones están en capacidad de trabajar. Pero no todos los que desean o necesitan trabajar consiguen un trabajo: 120 millones de personas están desempleadas en el mundo, y otros 700 millones están subempleados.

Esta situación en el campo del trabajo genera, como una de sus consecuencias, un mundo en el que mil millones de personas «viven» con el equivalente a un dólar por día , y otros tres mil millones viven con dos dólares diarios. Si un marciano llegase a la tierra y viese estas estadísticas, quedaría impresionado con semejante pobreza en un planeta con tanta riqueza natural. Probablemente, propondría como solución la creación de más empleos, a través de un esfuerzo de crecimiento económico y de una distribución de la renta que privilegiase a los más pobres.

Una sociedad con tantos pobres tiene muchos más problemas -como la violencia y el deterioro de la calidad de vida- que una sociedad más igualitaria. Es cuestión simplemente de sensatez.

Tal vez quedase mucho más impresionado cuando se enterase de que, en realidad, no estamos viviendo en una época de calamidades naturales o de una disminución importante de la producción. Al contrario, la economía mundial va razonablemente bien, y nunca aumentó tanto el número de milmillonarios como en estos últimos años.

El gran problema -mirando las cosas desde los intereses de los pobres- es que, aparte del proceso de concentración de la riqueza que se da en todo el mundo, el crecimiento económico no conlleva creación de empleos. Como podemos ver en los noticiarios o en algunas propagandas de la televisión, la empresas aumentan su producción a la vez que despiden a trabajadores. Es el resultado de la revolución tecnológica y de la revolución gerencial.

El problema no es exclusivamente de los países más pobres o «en vías de desarrollo, sino que se da también en los países ricos e industrializados. El desempleo y la pobreza están aumentando asustadoramente en Estados Unidos y en Europa. Tanto, que en 1 994, por primera vez en la historia, el problema del desempleo fue el tema central de la reunión de los presidentes de los siete países más ricos del mundo, los del G-7.

Cualquiera con sentido común podría preguntar: ¿para qué tanta riqueza, tanto crecimiento económico, revolución tecnológica y gerencial y tantas otras cosas, si lo que hacen es que aumente el desempleo y la pobreza en el mundo?

La respuesta es sencilla... y también extraña: en el sistema capitalista, el crecimiento económico y la revolución tecnológica no tienen como finalidad última una vida mejor para las personas, sino un aumento de la propia riqueza. El «espíritu» que mueve a los agentes y a las instituciones económicas es el de «ganar más dinero para ganar más dinero». Los seres humanos son «algo secundario», en esa lógica perversa.

Extraño mundo éste en que vivimos.

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