CONSTITUCION
APOSTOLICA
DEL SUMO PONTIFICE
JUAN PABLO II
SOBRE LAS UNIVERSIDADES CATOLICAS
INTRODUCCION
1. NACIDA DEL CORAZON de la Iglesia, la Universidad Católica
se inserta en el curso de la tradición que remonta al origen mismo de la
Universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro
incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la
humanidad. Por su vocación la Universitas magistrorum et scholarium se
consagra a la investigación, a la enseñanza y a la formación de los
estudiantes, libremente reunidos con sus maestros animados todos por el mismo
amor del saber(1). Ella comparte con todas las demás Universidades aquel gaudium
de veritate, tan caro a San Agustín, esto es, el gozo de buscar la verdad,
de descubrirla y de comunicarla(2) en todos los campos del conocimiento. Su
tarea privilegiada es la de «unificar existencialmente en el trabajo
intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tiende a oponer como
si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la
fuente de la verdad»(3).
2. Durante muchos años yo mismo viví la benéfica
experiencia, que me enriqueció interiormente, de aquello que es propio de la
vida universitaria: la ardiente búsqueda de la verdad y su transmisión
desinteresada a los jóvenes y a todos aquellos que aprenden a razonar con
rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad.
Deseo, por tanto, compartir con todos mi profunda estima
por la Universidad Católica, y expresar mi vivo aprecio por el esfuerzo que en
ella se viene realizando en los diversos campos del conocimiento. En particular,
deseo manifestar mi alegría por los múltiples encuentros que el Señor me ha
concedido tener, en el transcurso de mis viajes apostólicos, con las
Comunidades universitarias de los distintos continentes. Ellas son para mí el
signo vivo y prometedor de la fecundidad de la inteligencia cristiana en el
corazón de cada cultura. Ellas me dan una fundada esperanza de un nuevo
florecimiento de la cultura cristiana en el contexto múltiple y rico de nuestro
tiempo cambiante, el cual se encuentra ciertamente frente a serios retos, pero
también es portador de grandes promesas bajo la acción del Espíritu de verdad
y de amor.
Quiero expresar también aprecio y gratitud a tantos
profesores católicos comprometidos en Universidades no Católicas. Su tarea
como académicos y científicos, vivida en la perspectiva de la luz cristiana,
debe considerarse sumamente valiosa para el bien de la Universidad en la que
enseñan. Su presencia, en efecto, es un estímulo constante para la búsqueda
desinteresada de la verdad y de la sabiduría que viene de lo Alto.
3. Desde el comienzo de mi pontificado, ha sido mi propósito
compartir estas ideas y sentimientos con mis colaboradores más inmediatos, que
son los Cardenales, con la Congregación para la Educación Católica, así como
también con las mujeres y los hombres de cultura de todo el mundo. En efecto,
el diálogo de la Iglesia con la cultura de nuestro tiempo es el sector vital,
en el que «se juega el destino de la Iglesia y del mundo en este final del
siglo XX»(4). No hay, en efecto, más que una cultura: la humana, la del hombre
y para el hombre(5). Y la Iglesia, experta en humanidad, según expresión de mi
predecesor Pablo VI hablando a la ONU(6), investiga, gracias a sus Universidades
Católicas y a su patrimonio humanístico y científico, los misterios del
hombre y del mundo explicándolos a la luz de la Revelación.
4. Es un honor y una responsabilidad de la Universidad
Católica consagrarse sin reservas a la causa de la verdad. Es ésta su
manera de servir, al mismo tiempo, a la dignidad del hombre y a la causa de la
Iglesia, que tiene «la íntima convicción de que la verdad es su verdadera
aliada ... y que el saber y la razón son fieles servidores de la fe»(7). Sin
descuidar en modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, la
Universidad Católica se distingue por su libre búsqueda de toda la verdad
acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios. Nuestra época, en efecto, tiene
necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es el de proclamar
el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la
libertad, la justicia y la dignidad del hombre. Por una especie de humanismo
universal la Universidad Católica se dedica por entero a la búsqueda de todos
los aspectos de la verdad en sus relaciones esenciales con la Verdad suprema,
que es Dios. Por lo cual, ella, sin temor alguno, antes bien con entusiasmo
trabaja en todos los campos del saber, consciente de ser precedida por Aquel que
es «Camino, Verdad y Vida»(8), el Logos, cuyo Espíritu de inteligencia
y de amor da a la persona humana la capacidad de encontrar con su inteligencia
la realidad última que es su principio y su fin, y es el único capaz de dar en
plenitud aquella Sabiduría, sin la cual el futuro del mundo estaría en
peligro.
5. Es en el contexto de la búsqueda desinteresada de la
verdad que la relación entre fe y cultura encuentra su sentido y significado.
«Intellege ut credas; crede ut intellegas»: esta invitación de San
Agustín(9) vale también para la Universidad Católica, llamada a explorar
audazmente las riquezas de la Revelación y de la naturaleza, para que el
esfuerzo conjunto de la inteligencia y de la fe permita a los hombres alcanzar
la medida plena de su humanidad, creada a imagen y semejanza de Dios, renovada más
admirablemente todavía, después del pecado, en Cristo, y llamada a brillar en
la luz del Espíritu.
6. La Universidad Católica, por el encuentro que
establece entre la insondable riqueza del mensaje salvífico del Evangelio y la
pluralidad e infinidad de campos del saber en los que la encarna, permite a la
Iglesia establecer un diálogo de fecundidad incomparable con todos los hombres
de cualquier cultura. El hombre, en efecto, vive una vida digna gracias a la
cultura y, si encuentra su plenitud en Cristo, no hay duda que el Evangelio,
abarcándolo y renovándolo en todas sus dimensiones, es fecundo también para
la cultura, de la que el hombre mismo vive.
7. En el mundo de hoy, caracterizado por unos progresos
tan rápidos en la ciencia y en la tecnología, las tareas de la Universidad Católica
asumen una importancia y una urgencia cada vez mayores. De hecho, los
descubrimientos científicos y tecnológicos, si por una parte conllevan un
enorme crecimiento económico e industrial, por otra imponen ineludiblemente la
necesaria correspondiente búsqueda del significado, con el fin de
garantizar que los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de
cada persona y del conjunto de la sociedad humana. Si es responsabilidad de toda
Universidad buscar este significado, la Universidad Católica está llamada de
modo especial a responder a esta exigencia; su inspiración cristiana le permite
incluir en su búsqueda, la dimensión moral, espiritual y religiosa, y valorar
las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva total de la
persona humana.
En este contexto, las Universidades Católicas están
llamadas a una continua renovación, tanto por el hecho de ser universidad, como
por el hecho de ser católica. En efecto, «está en juego el significado de
la investigación científica y de la tecnología, de la convivencia social,
de la cultura, pero, más profundamente todavía, está en juego el significado
mismo del hombre»(10). Tal renovación exige la clara conciencia de que,
por su carácter católico, la Universidad goza de una mayor capacidad para la búsqueda
desinteresada de la verdad; búsqueda, pues, que no está subordinada ni
condicionada por intereses particulares de ningún género.
8. Habiendo dedicado ya a las Universidades y Facultades
eclesiásticas la Constitución Apostólica Sapientia Christiana,(11) me
ha parecido un deber proponer a las Universidades Católicas un documento de
referencia análogo, que sea para ellas como la «magna charta», enriquecida
por la experiencia tan amplia y fecunda de la Iglesia en el sector
universitario, y abierta a las realizaciones prometedoras del porvenir, el cual
exige audaz creatividad y al mismo tiempo rigurosa fidelidad.
9. El presente documento va dirigido especialmente a los
dirigentes de las Universidades Católicas, a las Comunidades académicas
respectivas, a todos aquellos que se interesen por ellas, particularmente a los
Obispos, a las Congregaciones Religiosas y a las Instituciones eclesiales y a
los numerosos laicos comprometidos en la gran misión de la enseñanza superior.
La finalidad es hacer que se logre «una presencia, por así decir, pública,
continua y universal del pensamiento cristiano en todo esfuerzo tendiente a
promover la cultura superior y, también, a formar a todos los estudiantes de
manera que lleguen a ser hombres insignes por el saber, preparados para desempeñar
funciones de responsabilidad en la sociedad y a testimoniar su fe ante el mundo»(12).
10. Además de las Universidades Católicas, me dirijo
también a las numerosas Instituciones Católicas de estudios superiores. Según
su naturaleza y objetivos propios, ellas tienen en común alguna o todas las
características de una Universidad y ofrecen una particular contribución a la
Iglesia y a la sociedad, sea mediante la investigación sea mediante la educación
o la preparación profesional. Si bien este documento se refiere específicamente
a la Universidad Católica, también pretende abarcar a todas las Instituciones
Católicas de enseñanza superior, comprometidas en la transmisión del mensaje
del Evangelio de Cristo a los espíritus y a las culturas.
Es, por tanto, con gran confianza y esperanza que invito
a todas las Universidades Católicas a perseverar en su insustituible tarea. Su
misión aparece cada vez más necesaria para el encuentro de la Iglesia con el
desarrollo de las ciencias y con las culturas de nuestro tiempo.
Junto con todos los hermanos Obispos, que comparten
conmigo las tareas pastorales, deseo manifestaros mi profunda convicción de que
la Universidad Católica es sin duda alguna uno de los mejores instrumentos que
la Iglesia ofrece a nuestra época, que está en busca de certeza y sabiduría.
Teniendo la misión de llevar la Buena Nueva a todos los hombres, la Iglesia
nunca debe dejar de interesarse por esta Institución. Las Universidades Católicas,
en efecto, con la investigación y la enseñanza, ayudan a la Iglesia a
encontrar de un modo adecuado a los tiempos modernos los tesoros antiguos y
nuevos de la cultura, «nova et vetera», según la palabra de Jesús(13).
11. Me dirijo, en fin, a toda la Iglesia, convencido de
que las Universidades Católicas son necesarias para su crecimiento y para el
desarrollo de la cultura cristiana y del progreso. Por esto, toda la Comunidad
eclesial es invitada a prestar su apoyo a las Instituciones Católicas de enseñanza
superior y a asistirlas en su proceso de crecimiento y renovación. Ella es
invitada especialmente a tutelar los derechos y la libertad de estas
Instituciones en la sociedad civil, a ofrecerles apoyo económico, sobre todo en
aquellos Países que tienen más urgente necesidad de él y a contribuir al
establecimiento de nuevas Universidades Católicas, allí donde sean necesarias.
Espero que estas disposiciones, fundadas en la enseñanza
del Concilio Vaticano II y en las normas del Código de Derecho Canónico,
permitan a las Universidades Católicas y a los demás Institutos de Estudios
Superiores cumplir su imprescindible misión en el nuevo Adviento de gracia que
se abre con el nuevo Milenio.
I PARTE
IDENTIDAD Y
MISION
A. IDENTIDAD DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA
1. Naturaleza y objetivos
12. La Universidad Católica, en cuanto Universidad,
es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la
tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la
investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las
comunidades locales, nacionales e iternacionales(14). Ella goza de aquella
autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente
y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos
de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien
común(15).
13. Puesto que el objetivo de una Universidad Católica
es el de garantizar de forma institucional una presencia cristiana en el mundo
universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura(16),
ella debe poseer, en cuanto católica, las características esenciales
siguientes:
14. «A la luz de estas cuatro características, es
evidente que además de la enseñanza, de la investigación y de los servicios
comunes a todas las Universidades, una Universidad Católica, por compromiso
institucional, aporta también a su tarea la inspiración y la luz del mensaje
cristiano. En una Universidad Católica, por tanto, los ideales, las
actitudes y los principios católicos penetran y conforman las actividades
universitarias según la naturaleza y la autonomía propias de tales
actividades. En una palabra, siendo al mismo tiempo Universidad y Católica,
ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan
diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que el
catolicismo está presente de manera vital»(18).
15. La Universidad Católica es, por consiguiente, el
lugar donde los estudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos
propios de cada disciplina académica, contribuyendo así al enriquecimiento del
saber humano. Cada disciplina se estudia de manera sistemática, estableciendo
después un diálogo entre las diversas disciplinas con el fin de enriquecerse
mutuamente.
Tal investigación, además de ayudar a los hombres y
mujeres en la búsqueda constante de la verdad, ofrece un eficaz testimonio, hoy
tan necesario, de la confianza que tiene la Iglesia en el valor intrínseco de
la ciencia y de la investigación.
En una Universidad Católica la investigación abarca
necesariamente: a) la consecución de una integración del saber; b)
el diálogo entre fe y razón; c) una preocupación ética y d) una
perspectiva teológica.
16. La integración del saber es un proceso que
siempre se puede perfeccionar. Además, el incremento del saber en nuestro
tiempo, al que se añade la creciente especialización del conocimiento en el
seno de cada disciplina académica, hace tal tarea cada vez más difícil. Pero
una Universidad, y especialmente una Universidad Católica, «debe ser
"unidad viva" de organismos, dedicados a la investigación de la
verdad ... Es preciso, por lo tanto, promover tal superior síntesis del saber,
en la que solamente se saciará aquella sed de verdad que está inscrita en lo más
profundo del corazón humano»(19). Guiados por las aportaciones específicas de
la filosofía y de la teología, los estudios universitarios se esforzarán
constantemente en determinar el lugar correspondiente y el sentido de cada una
de las diversas disciplinas en el marco de una visión de la persona humana y
del mundo iluminada por el Evangelio y, consiguientemente, por la fe en Cristo-Logos,
como centro de la creación y de la historia.
17. Promoviendo dicha integración, la Universidad Católica
debe comprometerse, más específicamente, en el diálogo entre fe y razón,
de modo que se pueda ver más profundamente cómo fe y razón se encuentran en
la única verdad. Aunque conservando cada disciplina académica su propia
identidad y sus propios métodos, este diálogo pone en evidencia que la «investigación
metódica en todos los campos del saber, si se realiza de una forma auténticamente
científica y conforme a las leyes morales, nunca será en realidad contraria a
la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en el
mismo Dios»(20). La vital interacción de los dos distintos niveles de
conocimiento de la única verdad conduce a un amor mayor de la verdad misma y
contribuye a una mejor comprensión de la vida humana y del fin de la creación.
18. Puesto que el saber debe servir a la persona humana,
en una Universidad Católica la investigación se debe realizar siempre preocupándose
de las implicaciones éticas y morales, inherentes tanto a los métodos
como a sus descubrimientos. Aunque presente en toda investigación, esta
preocupación es particularmente urgente en el campo de la investigación científica
y tecnológica.
«Es esencial que nos convenzamos de la prioridad de lo
ético sobre lo técnico, de la primacía de la persona humana sobre las cosas,
de la superioridad del espíritu sobre la materia. Solamente servirá a la causa
del hombre si el saber está unido a la conciencia. Los hombres de ciencia
ayudarán realmente a la humanidad sólo si conservan "el sentido de la
trascendencia del hombre sobre el mundo y de Dios sobre el hombre"»(21).
19. La teología desempeña un papel
particularmente importante en la búsqueda de una síntesis del saber, como
también en el diálogo entre fe y razón. Ella presta, además, una ayuda a
todas las otras disciplinas en su búsqueda de significado, no sólo ayudándoles
a examinar de qué modo sus descubrimientos influyen sobre las personas y la
sociedad, sino dándoles también una perspectiva y una orientación que no están
contenidas en sus metodologías. A su vez, la interacción con estas otras
disciplinas y sus hallazgos enriquece a la teología, proporcionándole una
mejor comprensión del mundo de hoy y haciendo que la investigación teológica
se adapte mejor a las exigencias actuales. Considerada la importancia específica
de la teología entre las disciplinas académicas, toda Universidad Católica
deberá tener una Facultad o, al menos, una cátedra de teología(22).
20. Dada la íntima relación entre investigación y
enseñanza, conviene que las exigencias de la investigación, arriba indicadas,
influyan sobre toda la enseñanza. Mientras cada disciplina se enseña de manera
sistemática y según sus propios métodos, la interdisciplinariedad,
apoyada por la contribución de la filosofía y de la teología, ayuda a los
estudiantes a adquirir una visión orgánica de la realidad y a desarrollar un
deseo incesante de progreso intelectual. En la comunicación del saber se hace
resaltar cómo la razón humana en su reflexión se abre a cuestiones
siempre más vastas y cómo la respuesta completa a las mismas proviene de lo
alto a través de la fe. Además, las implicaciones morales, presentes en
toda disciplina, son consideradas como parte integrante de la enseñanza de la
misma disciplina; y esto para que todo el proceso educativo esté orientado, en
definitiva, al desarrollo integral de la persona. En fin, la teología
católica, enseñada con entera fidelidad a la Escritura, a la Tradición y al
Magisterio de la Iglesia, ofrecerá un conocimiento claro de los principios del
Evangelio, el cual enriquecerá el sentido de la vida humana y le conferirá una
nueva dignidad.
Mediante la investigación y la enseñanza los
estudiantes deberán ser formados en las diversas disciplinas de manera que
lleguen a ser verdaderamente competentes en el campo específico al cual se
dedicarán en servicio de la sociedad y de la Iglesia; pero, al mismo tiempo,
deberán ser preparados para dar testimonio de su fe ante el mundo.
2. La Comunidad universitaria
21. La Universidad Católica persigue sus propios
objetivos también mediante el esfuerzo por formar una comunidad auténticamente
humana, animada por el espíritu de Cristo. La fuente de su unidad deriva de su
común consagración a la verdad, de la idéntica visión de la dignidad humana
y, en último análisis, de la persona y del mensaje de Cristo que da a la
Institución su carácter distintivo. Como resultado de este planteamiento, la
Comunidad universitaria está animada por un espíritu de libertad y de caridad,
y está caracterizada por el respeto recíproco, por el diálogo sincero y por
la tutela de los derechos de cada uno. Ayuda a todos sus miembros a alcanzar su
plenitud como personas humanas. Cada miembro de la Comunidad, a su vez, coadyuva
para promover la unidad y contribuye, según su propia responsabilidad y
capacidad, en las decisiones que tocan a la Comunidad misma, así como a
mantener y reforzar el carácter católico de la institución.
22. Los docentes universitarios esfuércense por
mejorar cada vez más su propia competencia y por encuadrar el contenido, los
objetivos, los métodos y los resultados de la investigación de cada una de las
disciplinas en el contexto de una coherente visión del mundo. Los docentes
cristianos están llamados a ser testigos y educadores de una auténtica vida
cristiana, que manifieste la lograda integración entre fe y cultura, entre
competencia profesional y sabiduría cristiana. Todos los docentes deberán
estar animados por los ideales académicos y por los principios de una vida auténticamente
humana.
23. Se insta a los estudiantes a adquirir una
educación que armonice la riqueza del desarrollo humanístico y cultural con la
formación profesional especializada. Dicho desarrollo debe ser tal que se
sientan animados a continuar la búsqueda de la verdad y de su significado
durante toda la vida, dado que «es preciso que el espíritu humano desarrolle
la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y llegue a ser
capaz de formarse un juicio personal y de cultivar el sentido religioso, moral y
social»(23). Esto les hará capaces de adquirir o, si ya lo tienen, de
profundizar una forma de vida auténticamente cristiana. Los estudiantes deben
ser conscientes de la seriedad de su deber y sentir la alegría de poder ser el
día de mañana «líderes» calificados y testigos de Cristo en los lugares en
los que deberán desarrollar su labor.
24. Los dirigentes y el personal
administrativo en una Universidad Católica deben promover el desarrollo
constante de la Universidad y de su Comunidad mediante una esmerada gestión de
servicio. La dedicación y el testimonio del personal noacadémico son
indispensables para la identidad y la vida de la Universidad.
25. Muchas Universidades Católicas han sido fundadas
por Congregaciones Religiosas y continúan dependiendo de su apoyo. Se
pide a las Congregaciones Religiosas que se dedican al apostolado de la enseñanza
superior, que ayuden a estas Instituciones a renovarse en su tarea y que sigan
preparando religiosos y religiosas capaces de ofrecer una positiva contribución
a la misión de la Universidad Católica.
Además, las actividades universitarias han sido por
tradición un medio gracias al cual los laicos pueden desarrollar un
importante papel en la Iglesia. Hoy, en la mayor parte de las Universidades Católicas,
la Comunidad académica está compuesta mayoritariamente por laicos, los cuales
asumen en número siempre creciente altas funciones y responsabilidades de
dirección. Estos laicos católicos responden a la llamada de la Iglesia «a
estar presentes, a la enseña de la valentía y de la creatividad intelectual,
en los puestos privilegiados de la cultura, como es el mundo de la educación:
Escuela y Universidad»(24). El futuro de las Universidades Católicas depende,
en gran parte, del competente y generoso empeño de los laicos católicos. La
Iglesia ve su creciente presencia en estas instituciones con gran esperanza y
como una confirmación de la insustituible vocación del laicado en la Iglesia y
en el mundo, con la confianza de que ellos, en el ejercicio de su propia misión,
«iluminen y ordenen las realidades temporales, de modo que sin cesar se
desarrollen y progresen y sean para gloria del Creador y del Redentor»(25).
26. En muchas Universidades Católicas la Comunidad
universitaria incluye miembros pertenecientes a otras Iglesias, a otras
Comunidades eclesiales y religiones, e incluso personas que no profesan ningún
credo religioso. Estos hombres y mujeres contribuyen con su formación y su
experiencia al progreso de las diversas disciplinas académicas o al desarrollo
de otras tareas universitarias.
3. La Universidad Católica en la Iglesia
27. Afirmándose como Universidad, toda Universidad Católica
mantiene con la Iglesia una vinculación que es esencial para su identidad
institucional. Como tal, participa más directamente en la vida de la Iglesia
particular en que está ubicada, pero al mismo tiempo, -estando incorporada,
como institución académica, a la comunidad internacional del saber y de la
investigación-, participa y contribuye a la vida de la Iglesia universal,
asumiendo, por tanto, un vínculo particular con la Santa Sede en razón del
servicio de unidad, que ella está llamada a cumplir en favor de toda la
Iglesia. De esta estrecha relación con la Iglesia derivan, como consecuencia,
la fidelidad de la Universidad, como institución, al mensaje cristiano,
y el reconocimiento y adhesión a la Autoridad magisterial de la Iglesia en
materia de fe y de moral. Los miembros católicos de la Comunidad universitaria,
a su vez, están también llamados a una fidelidad personal a la Iglesia, con
todo lo que esto comporta. De los miembros no católicos, en fin, se espera el
respeto al carácter católico de la institución en la que prestan su servicio,
mientras que la Universidad, a su vez, deberá respetar su libertad
religiosa(26).
28. Los Obispos tienen la particular responsabilidad de
promover las Universidades Católicas y, especialmente, de seguirlas y
asistirlas en el mantenimiento y fortalecimiento de su identidad católica
incluso frente a las Autoridades civiles. Esto se conseguirá más fácilmente
estableciendo y manteniendo relaciones estrechas, personales y pastorales, entre
la Universidad y las Autoridades eclesiásticas, caracterizadas por la confianza
recíproca, colaboración coherente y continuo diálogo. Aunque no entren
directamente en el gobierno de las Universidades, los Obispos «no han de ser
considerados agentes externos, sino partícipes de la vida de la Universidad Católica»(27).
29. La Iglesia, aceptando «la legítima autonomía de
la cultura humana y especialmente la de las ciencias», reconoce también la
libertad académica de cada estudioso en la disciplina de su competencia, de
acuerdo con los principios y métodos de la ciencia, a la que ella se
refiere(28), y dentro de las exigencias de la verdad y del bien común.
También la teología, como ciencia, tiene un puesto legítimo
en la Universidad junto a las otras disciplinas. Ella, como le corresponde,
tiene principios y método propios que la definen precisamente como ciencia. A
condición de que acepten tales principios y apliquen el correspondiente método,
los teólogos gozan, también ellos, de la misma libertad académica.
Los Obispos deben animar el trabajo creativo de los teólogos.
Ellos sirven a la Iglesia mediante la investigación llevada a cabo respetando
el método teológico. Ellos tratan de comprender mejor, de desarrollar
ulteriormente y de comunicar más eficazmente el sentido de la Revelación
cristiana como es transmitida por la Sagrada Escritura, por la Tradición y por
el Magisterio de la Iglesia. Ellos estudian también los caminos a través de
los cuales la teología puede proyectar luz sobre las cuestiones específicas,
planteadas por la cultura actual. Al mismo tiempo, puesto que la teología busca
la comprensión de la verdad revelada, cuya auténtica interpretación está
confiada a los Obispos de la Iglesia(29), es elemento intrínseco a los
principios y al métodos propios de la investigación y de la enseñanza de su
disciplina académica, que los teólogos respeten la autoridad de los Obispos y
adhieran a la doctrina católica según el grado de autoridad con que ella es
enseñada(30). En razón de sus respectivos roles vinculados entre sí, el diálogo
entre los Obispos y los teólogos es esencial; y esto es verdad especialmente
hoy, cuando los resultados de la investigación son tan rápida y tan
ampliamente di fundidos medios de comunicación social(31).
B. LA MISION DE SERVICIO DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA
30. La misión fundamental de la Universidad es la
constante búsqueda de la verdad mediante la investigación, la conservación y
la comunicación del saber para el bien de la sociedad. La Universidad Católica
participa en esta misión aportando sus características específicas y su
finalidad.
1. Servicio a la Iglesia y a la Sociedad
31. Mediante la enseñanza y la investigación la
Universidad Católica da una indispensable contribución a la Iglesia. Ella, en
efecto, prepara hombres y mujeres, que, inspirados en los principios cristianos
y motivados a vivir su vocación cristiana con madurez y coherencia, serán
también capaces de asumir puestos de responsabilidad en la Iglesia. Además,
gracias a los resultados de las investigaciones científicas que pone a
disposición, la Universidad Católica podrá ayudar a la Iglesia a dar
respuesta a los problemas y exigencias de cada época.
32. La Universidad Católica, como cualquier otra
Universidad, está inmersa en la sociedad humana. Para llevar a cabo su servicio
a la Iglesia está llamada -siempre en el ámbito de su competencia- a ser
instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto para las personas
como para la sociedad. Sus actividades de investigación incluirán, por tanto,
el estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la
dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad
de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la
paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los
recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva
mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional. La investigación
universitaria se deberá orientar a estudiar en profundidad las raíces y las
causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especial atención a
sus dimensiones éticas y religiosas.
Si es necesario, la Universidad Católica deberá tener
la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión
pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico
de la sociedad.
33. Deberá darse una especial prioridad al examen y a
la evaluación, desde el punto de vista cristiano, de los valores y normas
dominantes en la sociedad y en la cultura modernas, y a la responsabilidad de
comunicar a la sociedad de hoy aquellos principios éticos y religiosos que
dan pleno significado a la vida humana. Es ésta una ulterior contribución
que la Universidad puede dar al desarrollo de aquella auténtica antropología
cristiana, que tiene su origen en la persona de Cristo, y que permite al
dinamismo de la creación y de la redención influir sobre la realidad y sobre
la justa solución de los problemas de la vida.
34. El espíritu cristiano de servicio a los demás en
la promoción de la justicia social reviste particular importancia para
cada Universidad Católica y debe ser compartido por los profesores y fomentado
entre los estudiantes. La Iglesia se empeña firmemente en el crecimiento
integral de todo hombre y de toda mujer(32). El Evangelio, interpretado a través
de la doctrina social de la Iglesia, llama urgentemente a promover «el
desarrollo de los pueblos, que luchan por liberarse del yugo del hambre, de la
miseria, de las enfermedades endémicas y de la ignorancia; de aquellos que
buscan una participación más amplia en los frutos de la civilización y una
valoración más activa de sus cualidades humanas; que se mueven con decisión
hacia la meta de su plena realización»(33). La Universidad Católica siente la
responsabilidad de contribuir concretamente al progreso de la sociedad en la que
opera: podrá buscar, por ejemplo, la manera de hacer más asequible la educación
universitaria a todos los que puedan beneficiarse de ella, especialmente a los
pobres o a los miembros de grupos minoritarios, que tradicionalmente se han
visto privados de ella. Además, ella tiene la responsabilidad -dentro de los límites
de sus posibilidades- de ayudar a promover el desarrollo de las Naciones
emergentes.
35. En su esfuerzo por ofrecer una respuesta a estos
complejos problemas, que atañen a tantos aspectos de la vida humana y de la
sociedad, la Universidad Católica deberá insistir en la cooperación entre las
diversas disciplinas académicas, las cuales ofrecen ya su propia contribución
específica a la búsqueda de soluciones. Además, puesto que los recursos económicos
y de personal de cada Institución son limitados, es esencial la cooperación en
proyectos comunes de investigación programados entre Universidades Católicas,
y también con otras Instituciones tanto privadas como estatales. A este
respecto y también en lo que se refiere a otros campos de actividades específicas
de una Universidad Católica, se reconoce la función que tienen las distintas
asociaciones nacionales e internacionales de Universidades Católicas. Entre éstas
cabe mencionar especialmente la misión de la Federación Internacional de
las Universidades Católicas, constituida por la Santa Sede(34), la cual
espera de ella una fructífera colaboración.
36. Mediante programas de educación permanente
de adultos, permitiendo a los docentes estar disponibles para servicios de
asesoría, sirviéndose de los modernos medios de comunicación y en varios
otros modos, la Universidad Católica puede hacer que el creciente acervo de
conocimientos humanos y una comprensión siempre mejor de la fe puedan ponerse a
disposición de un público más amplio, extendiendo así los servicios de la
Universidad más allá de los límites propiamente académicos.
37. En el servicio a la sociedad el interlocutor
privilegiado será naturalmente el mundo académico, cultural y científico
de la región en la que trabaja la Universidad Católica. Se deben estimular
formas originales de diálogo y colaboración entre las Universidades Católicas
y las otras Universidades de la Nación para favorecer el desarrollo, la
comprensión entre las culturas y la defensa de la naturaleza con una conciencia
ecológica internacional.
Junto con otras Instituciones privadas y públicas, las
Universidades Católicas, mediante la educación superior y la investigación,
sirven al bien común; representan uno de entre los varios tipos de
instituciones necesarias para la libre expresión de la diversidad cultural, y
se esfuerzan en promover el sentido de la solidaridad en la sociedad y en el
mundo. Ellas, por lo tanto, tienen todo el derecho a esperar, de parte de la
sociedad civil y de las Autoridades públicas, el reconocimiento y la defensa de
su autonomía institucional y de la libertad académica. Idéntico derecho
tienen en lo que respecta a la ayuda económica, necesaria para que tengan
asegurada su existencia y desarrollo.
2. Pastoral universitaria
38. La pastoral universitaria es aquella actividad de la
Universidad que ofrece a los miembros de la Comunidad la ocasión de coordinar
el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios
religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe. Dicha
pastoral concretiza la misión de la Iglesia en la Universidad y forma parte
integrante de su actividad y de su estructura. Una Comunidad universitaria
preocupada por promover el carácter católico de la institución, debe ser
consciente de esta dimensión pastoral y sensible al modo en que ella puede
influir sobre todas sus actividades.
39. Como natural expresión de su identidad católica,
la Comunidad universitaria debe saber encarnar la fe en sus actividades
diarias, con momentos significativos para la reflexión y la oración.
De esta manera, se ofrecerán oportunidades a los
miembros católicos de la Comunidad para asimilar en su vida la doctrina y la práctica
católicas. Se les animará a participar en la celebración de los sacramentos,
especialmente del sacramento de la Eucaristía, como el más perfecto acto del
culto comunitario. Aquellas comunidades académicas que tienen en su seno una
importante presencia de personas pertenecientes a diferentes Iglesias,
Comunidades eclesiales o religiones, respetarán sus respectivas iniciativas de
reflexión y oración en la salvaguardia de su credo.
40. Cuantos se ocupan de la pastoral universitaria
invitarán a los profesores y estudiantes a ser más conscientes de su
responsabilidad hacia aquellos que sufren física y espiritualmente. Siguiendo
el ejemplo de Cristo, se preocuparán especialmente de los más pobres y de los
que sufren a causa de las injusticias en el campo económico, social, cultural y
religioso. Esta responsabilidad se ejercita, en primer lugar, en el interior de
la comunidad académica, pero encuentra aplicación también fuera de ella.
41. La pastoral universitaria es una actividad
indispensable; gracias a ella los estudiantes católicos, en cumplimiento de sus
compromisos bautismales, pueden prepararse a participar activamente en la
vida de la Iglesia. Esta pastoral puede contribuir a desarrollar y alimentar
una auténtica estima del matrimonio y de la vida familiar, promover vocaciones
para el sacerdocio y la vida religiosa, esti mular el compromiso cristiano de
los laicos e impregnar todo tipo de actividad con el espíritu del Evangelio. El
acuerdo entre la pastoral universitaria y las Instituciones que actúan en el ámbito
de la Iglesia particular, bajo la dirección o con la aprobación del Obispo, no
podrá ser sino de beneficio común(35).
42. Las diversas Asociaciones o Movimientos de vida
espiritual y apostólica, sobre todo los creados específicamente para los
estudiantes, pueden ser de una grande ayuda para desarrollar los aspectos
pastorales de la vida universitaria.
3. Diálogo cultural
43. Por su misma naturaleza, la Universidad promueve la
cultura mediante su actividad investigadora, ayuda a transmitir la cultura local
a las generaciones futuras mediante la enseñanza y favorece las actividades
culturales con los propios servicios educativos. Está abierta a toda
experiencia humana, pronta al diálogo y a la percepción de cualquier cultura.
La Universidad Católica participa en este proceso ofreciendo la rica
experiencia cultural de la Iglesia. Además, consciente de que la cultura humana
está abierta a la Revelación y a la trascendencia, la Universidad Católica es
el lugar primario y privilegiado para un fructuoso diálogo entre el
Evangelio y la cultura.
44. La Universidad Católica asiste a la Iglesia
precisamente mediante dicho diálogo, ayudándola a alcanzar un mejor
conocimiento de las diversas culturas, a discernir sus aspectos positivos y
negativos, a acoger sus contribuciones auténticamente humanas y a desarrollar
los medios con los cuales pueda hacer la fe más comprensible a los hombres de
una determinada cultura(36). Si es verdad que el Evangelio no puede ser
identificado con la cultura, antes bien trasciende todas las culturas, también
es cierto que «el Reino anunciado por el Evangelio es vivido por personas
profundamente vinculadas a una cultura, y la construcción del Reino no puede
dejar de servirse de ciertos elementos de la cultura o de las culturas humanas»(37).
«Una fe que se colocara al margen de todo lo que es humano, y por lo tanto de
todo lo que es cultura, sería una fe que no refleja la plenitud de lo que la
Palabra de Dios manifiesta y revela, una fe decapitada, peor todavía, una fe en
proceso de autoanulación»(38).
45. La Universidad Católica debe estar cada vez más
atenta a las culturas del mundo de hoy, así como a las diversas tradiciones
culturales existentes dentro de la Iglesia, con el fin de promover un constante
y provechoso diálogo entre el Evangelio y la sociedad actual. Entre los
criterios que determinan el valor de una cultura, están, en primer lugar, el significado
de la persona humana, su libertad, su dignidad, su sentido de la
responsabilidad y su apertura a la trascendencia. Con el respeto a la
persona está relacionado el valor eminente de la familia, célula
primaria de toda cultura humana.
Las Universidades Católicas se esforzarán en discernir
y evaluar bien tanto las aspiraciones como las contradicciones de la cultura
moderna, para hacerla más apta para el desarrollo integral de las personas
y de los pueblos. En particular se recomienda profundizar, con estudios
apropiados, el impacto de la tecnología moderna y especialmente de los medios
de comunicación social sobre las personas, las familias, las instituciones y el
conjunto de la cultura moderna. Se debe defender la identidad de las culturas
tradicionales, ayudándolas a incorporar los valores modernos sin sacrificar el
propio patrimonio, que es una riqueza para toda la familia humana. Las
Universidades, situadas en ambientes culturales tradicionales, tratarán
cuidadosamente de armonizar las culturas locales con la contribución positiva
de las culturas modernas.
46. Un campo que concierne especialmente a la
Universidad Católica es el diálogo entre pensamiento cristiano y ciencias
modernas. Esta tarea exige personas especialmente competentes en cada una de
las disciplinas, dotadas de una adecuada formación teológica y capaces de
afrontar las cuestiones epistemológicas a nivel de relaciones entre fe y razón.
Dicho diálogo atañe tanto a las ciencias naturales como a las humanas, las
cuales presentan nuevos y complejos problemas filosóficos y éticos. El
investigador cristiano debe mostrar cómo la inteligencia humana se enriquece
con la verdad superior, que deriva del Evangelio: «La inteligencia no es nunca
disminuida, antes por el contrario, es estimulada y fortalecida por esa fuente
interior de profunda comprensión que es la palabra de Dios, y por la jerarquía
de valores que de ella deriva ... La Universidad Católica contribuye de un modo
único a manifestar la superioridad del espíritu, que nunca puede, sin peligro
de extraviarse, consentir en ponerse al servicio de ninguna otra cosa que no sea
la búsqueda de la verdad»(39).
47. Además del diálogo cultural, la Universidad Católica,
respetando sus fines específicos y teniendo en cuenta los diversos contextos
religioso-culturales y siguiendo las orientaciones dadas por la Autoridad eclesiástica
competente, puede ofrecer una contribución al diálogo ecuménico, con el fin
de promover la búsqueda de la unidad de todos los cristianos, y al diálogo
inter-religioso, ayudando a discernir los valores espirituales presentes en las
diversas religiones.
4. Evangelización
48. La misión primaria de la Iglesia es anunciar el
Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la
persona individual como en el contexto socio-cultural en que las personas viven,
actúan y se relacionan entre sí. Evangelización significa «llevar la Buena
Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde
dentro, renovar a la misma humanidad ... No se trata solamente de predicar el
Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o en poblaciones cada vez más
numerosas, sino de alcanzar y como trastocar mediante la fuerza del Evangelio
los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las
líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la
humanidad que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de
salvación»(40).
49. Según su propia naturaleza, toda Universidad Católica
presta una importante ayuda a la Iglesia en su misión evangelizadora. Se trata
de un vital testimonio de orden institucional de Cristo y de su mensaje, tan
necesario e importante para las culturas impregnadas por el secularismo o allí
donde Cristo y su mensaje no son todavía conocidos de hecho. Además todas las
actividades fundamentales de una Universidad Católica deberán vincularse y
armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia: la investigación
realizada a la luz del mensaje cristiano, que ponga los nuevos descubrimientos
humanos al servicio de las personas y de la sociedad; la formación dada en un
contexto de fe, que prepare personas capaces de un juicio racional y crítico, y
conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana; la formación
profesional que comprenda los valores éticos y la dimensión de servicio a las
personas y a la sociedad; el diálogo ?con la cultura, que favorezca una mejor
comprensión de la fe; la investigación teológica, que ayude a la fe a
expresarse en lenguaje moderno. «La Iglesia, porque es cada vez más consciente
de su misión salvífica en este mundo, quiere sentir estos centros cercanos a sí
misma, desea tenerlos presentes y operantes en la difusión del mensaje auténtico
de Cristo»(41).
II PARTE
NORMAS
GENERALES
Artículo 1. La naturaleza de estas Normas Generales
§ 1. Las presentes Normas Generales están basadas en
el Código de Derecho Canónico(42), del cual son un desarrollo ulterior, y en
la legislación complementaria de la Iglesia, permaneciendo en pie el derecho de
la Santa Sede de intervenir donde se haga necesario. Son válidas para todas las
Universidades Católicas y para los Institutos Católicos de Estudios Superiores
de todo el mundo.
§ 2. Las Normas Generales deben ser
concretamente aplicadas a nivel local y regional por las Conferencias
Episcopales y por otras Asambleas de la Jerarquía Católica(43), en conformidad
con el Código de Derecho Canónico y con la legislación eclesiástica
complementaria, teniendo en cuenta los Estatutos de cada Universidad o Instituto
y -en cuanto sea posible y oportuno- también el Derecho Civil. Después de la
revisión por parte de la Santa Sede,(44),dichos «Ordenamientos» locales o
regionales serán válidos para todas las Universidades Católicas e Institutos
Católicos de Estudios Superiores de la región, exceptuadas las Universidades y
Facultades Eclesiásticas. Estas últimas Instituciones, incluidas las
Facultades Eclesiásticas pertenecientes a una Universidad Católica, se rigen
por las normas de la Constitución Apostólica Sapientia Christiana(45).
§ 3. Una Universidad, erigida o aprobada por la Santa
Sede, por una Conferencia Episcopal o por otra Asamblea de la Jerarquía católica,
o por un Obispo diocesano, debe incorporar las presentes Normas Generales
y sus aplicaciones, locales y regionales, en los documentos relativos a su
gobierno, y conformar sus vigentes Estatutos tanto a las Normas Generales
como a sus aplicaciones, y someterlos a la aprobación de la Autoridad eclesiástica
competente. Se entiende que también las demás Universidades Católicas, esto
es, las no establecidas según alguna de las formas más arriba indicadas, de
acuerdo con la Autoridad eclesiástica local, harán propias estas Normas
Generales y sus aplicaciones locales y regionales incorporándolas a los
documentos relativos a su gobierno y -en cuanto posible- adecuarán sus vigentes
Estatutos tanto a las Normas Generales como a sus aplicaciones.
Artículo 2. La naturaleza de una Universidad Católica
§ 1. Una Universidad Católica, como toda Universidad,
es una comunidad de estudiosos que representa varias ramas del saber humano.
Ella se dedica a la investigación, a la enseñanza y a varias formas de
servicios, correspondientes con su misión cultural.
§ 2. Una Universidad Católica, en cuanto católica,
inspira y realiza su investigación, la enseñanza y todas las demás
actividades según los ideales, principios y actitudes católicos. Ella está
vinculada a la Iglesia o por el trámite de un formal vínculo constitutivo o
estatutario, o en virtud de un compromiso institucional asumido por sus
responsables.
§ 3. Toda Universidad Católica debe manifestar su
propia identidad católica o con una declaración de su misión, o con otro
documento público apropiado, a menos que sea autorizada diversamente por la
Autoridad eclesiástica competente. Ella debe proveerse, particularmente
mediante su estructura y sus reglamentos, de los medios necesarios para
garantizar la expresión y la conservación de tal identidad en conformidad con
el § 2.
§ 4. La enseñanza y la disciplina católicas deben
influir sobre todas las actividades de la Universidad, respetando al mismo
tiempo plenamente la libertad de conciencia de cada persona(46). Todo acto
oficial de la Universidad debe estar de acuerdo con su identidad católica.
§ 5. Una Universidad Católica posee la autonomía
necesaria para desarrollar su identidad específica y realizar su misión
propia. La libertad de investigación y de enseñanza es reconocida y respetada
según los principios y métodos propios de cada disciplina, siempre que sean
salvaguardados los derechos de las personas y de la comunidad y dentro de las
exigencias de la verdad y del bien común(47).
Artículo 3. Erección de una Universidad Católica
§ 1. Una Universidad Católica puede ser erigida o
aprobada por la Santa Sede, por una Conferencia Episcopal o por otra Asamblea de
la Jerarquía Católica, y por un Obispo diocesano.
§ 2. Con el consentimiento del Obispo diocesano una
Universidad Católica puede ser erigida también por un Instituto Religioso o
por otra persona jurídica pública.
§ 3. Una Universidad Católica puede ser erigida por
otras personas eclesiásticas o por laicos. Tal Universidad podrá considerarse
Universidad Católica sólo con el consentimiento de la Autoridad eclesiástica
competente, según las condiciones que serán acordadas por las partes(48).
§ 4. En los casos mencionados en los §§ 1 y 2, los
Estatutos deberán ser aprobados por la Autoridad eclesiástica competente.
Artículo 4. La Comunidad universitaria
§ 1. La responsabilidad de mantener y fortalecer la
identidad católica de la Universidad compete en primer lugar a la Universidad
misma. Tal responsabilidad, aunque está encomendada principalmente a las
Autoridades de la Universidad (incluidos, donde existan, el Gran Canciller y/o
el Consejo de Administración, o un Organismo equivalente), es compartida también
en medida diversa, por todos los miembros de la Comunidad, y exige por tanto, la
contratación del personal universitario adecuado especialmente profesores y
personal administrativo que esté dispuesto y capacitado para promover tal
identidad. La identidad de la Universidad Católica va unida esencialmente a la
calidad de los docentes y al respeto de la doctrina católica. Es
responsabilidad de la Autoridad competente vigilar sobre estas exigencias
fundamentales, según las indicaciones del Código de Derecho Canónico(49).
§ 2. Al momento del nombramiento, todos los profesores
y todo el personal administrativo deben ser informados de la identidad católica
de la Institución y de sus implicaciones, y también de su responsabilidad de
promover o, al menos, respetar tal identidad.
§ 3. En los modos concordes con las diversas
disciplinas académicas, todos los profesores católicos deben acoger fielmente,
y todos los demás docentes deben respetar la doctrina y la moral católicas en
su investigación y en su enseñanza. En particular, los teólogos católicos,
conscientes de cumplir un mandato recibido de la Iglesia, deben ser fieles al
Magisterio de la Iglesia, como auténtico intérprete de la Sagrada Escritura y
de la Sagrada Tradición(50).
§ 4. Los profesores y el personal administrativo que
pertenecen a otras Iglesias, Comunidades eclesiales o religiones, asimismo los
que no profesan ningún credo religioso, y todos los estudiantes, tienen la
obligación de reconocer y respetar el carácter católico de la Universidad.
Para no poner en peligro tal identidad católica de la Universidad o del
Instituto Superior, evítese que los profesores no católicos constituyan una
componente mayoritaria en el interior de la Institución, la cual es y debe
permanecer católica.
§ 5. La educación de los estudiantes debe integrar la
dimensión académica y profesional con la formación en los principios morales
y religiosos y con el estudio de la doctrina social de la Iglesia. El programa
de estudio para cada una de las distintas profesiones debe incluir una adecuada
formación ética en la profesión para la que dicho programa prepara. Además,
se deberá ofrecer a todos los estudiantes la posibilidad de seguir cursos de
doctrina católica(51).
Artículo 5. La Universidad Católica en la Iglesia
§ 1. Toda Universidad Católica debe mantener la comunión
con la Iglesia universal y con la Santa Sede; debe estar en estrecha comunión
con la Iglesia particular y, en especial, con los Obispos diocesanos de la región
o de la nación en la que está situada. De acuerdo con su naturaleza de
Universidad, la Universidad Católica contribuirá a la acción evangelizadora
de la Iglesia.
§ 2. Todo Obispo tiene la responsabilidad de promover
la buena marcha de las Universidades Católicas en su diócesis, y tiene el
derecho y el deber de vigilar para mantener y fortalecer su carácter católico.
Si surgieran problemas acerca de tal requisito esencial, el Obispo local tomará
las medidas necesarias para resorverlos, de acuerdo con las Autoridades académicas
competentes y conforme a los procedimientos establecidos(52) y -si fuera
necesario- con la ayuda de la Santa Sede.
§ 3. Toda Universidad Católica, incluida en el Art. 3,
§§ 1 y 2, debe enviar periódicamente a la Autoridad eclesiástica competente
un informe específico concerniente a la Universidad y a sus actividades. Las
otras Universidades deben comunicar tales informaciones al Obispo de la diócesis
en la que se encuentra la sede central de la Institución.
Artículo 6. Pastoral universitaria
§ 1. La Universidad Católica debe promover la atención
pastoral de los miembros de la Comunidad universitaria y, en particular, el
desarrollo espiritual de los que profesan la fe católica. Debe darse la
preferencia a aquellos medios que facilitan la integración de la formación
humana y profesional con los valores religiosos a la luz de la doctrina católica,
con el fin de que el aprendizaje intelectual vaya unido con la dimensión
religiosa de la vida.
§ 2. Deberá nombrarse un número suficiente de
personas cualificadas -sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos- para proveer
una acción pastoral específica en favor de la Comunidad universitaria, que se
ha de desarrollar en armonía y colaboración con la pastoral de la Iglesia
particular y bajo la guía o la aprobación del Obispo diocesano. Todos los
miembros de la Comunidad universitaria deben ser invitados a comprometerse en
esta labor pastoral y a colaborar en sus iniciativas.
Artículo 7. Colaboración
§ 1. Con el fin de afrontar mejor los complejos
problemas de la sociedad moderna y de fortalecer la identidad católica de las
Instituciones, se deberá promover la colaboración a nivel regional, nacional e
internacional en la investigación, en la enseñanza y en las demás actividades
universitarias entre todas las Universidades Católicas, incluidas las
Universidades y Facultades eclesiásticas.53 Tal colaboración debe ser,
obviamente, promovida también entre las Universidades Católicas y las demás
Universidades e Instituciones de investigación y enseñanza, privadas o
estatales.
§ 2. Las Universidades Católicas, cuando sea posible y
de acuerdo con los principios y la doctrina católicos, colaboren en programas
de los gobiernos y en los proyectos de Organizaciones nacionales e
internacionales en favor de la justicia, del desarrollo y del progreso.
NORMAS TRANSITORIAS
Art. 8. La presente Constitución entrará en vigor el
primer día del año académico de 1991.
Art. 9. La aplicación de la Constitución se encomienda
a la Congregación para la Educación Católica, a la que corresponderá proveer
y dictar las disposiciones necesarias a tal fin.
Art. 10. Cuando con el pasar del tiempo las
circunstancias lo requieran, compete a la Congregación para la Educación Católica
proponer los cambios que se deban introducir en la presente Constitución, para
que se adapte continuamente a las nuevas necesidades de las Universidades Católicas.
Art. 11. Quedan abrogadas las leyes particulares o
costumbres, actualmente en vigor, que sean contrarias a esta Constitución.
Igualmente quedan abolidos los privilegios concedidos hasta hoy por la Santa
Sede a personas físicas o morales, y que estén en contra de esta Constitución.
CONCLUSION
La misión que la Iglesia confía, con gran esperanza, a
las Universidades Católicas reviste un significado cultural y religioso de
vital importancia, pues concierne al futuro mismo de la humanidad. La renovación,
exigida a las Universidades Católicas, las hará más capaces de responder a la
tarea de llevar el mensaje de Cristo al hombre, a la sociedad y a las culturas:
«Toda realidad humana, individual y social, ha sido liberada por Cristo: tanto
las personas, como las actividades de los hombres, cuya manifestación más
elevada y personificada es la cultura. La acción salvífica de la Iglesia sobre
las culturas se cumple, ante todo, mediante las personas, las familias y los
educadores ... Jesucristo, nuestro Salvador, ofrece su luz y su esperanza a
todos aquellos que cultivan las ciencias, las artes, las letras y los numerosos
campos desarrollados por la cultura moderna. Todos los hijos e hijas de la
Iglesia deben, por tanto, tomar conciencia de su misión y descubrir cómo la
fuerza del Evangelio puede penetrar y regenerar las mentalidades y los valores
dominantes, que inspiran las culturas, así como las opiniones y las actitudes
que de ellas derivan»(54).
Con vivísima esperanza dirijo este documento a todos
los hombres y mujeres que están empeñados, de formas diversas, en la alta misión
de la enseñanza superior católica.
Queridos Hermanos y Hermanas, mi aliento y mi confianza
os acompañen en vuestro arduo trabajo diario, cada vez más importante, urgente
y necesario para la causa de la evangelización y para el futuro de la cultura y
de las culturas. La Iglesia y el mundo necesitan de vuestro testimonio y de
vuestra competente, libre y responsable contribución.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 15 de agosto
-solemnidad de la Asunción de María Santísima- del año 1990, duodécimo de
mi pontificado.
1 Cf. Carta del Papa Alejandro IV a la Universidad de
París, 14-IV-1255, Introducción: Bullarium Diplomatum..., t. III,
Torino 1858, p. 602.
2 SAN AGUSTIN, Confes., X, XXIII, 33: «La vida
feliz es, pues, gozo de la verdad, porque éste es un gozo de ti, que
eres la verdad, ¡oh Dios mio, luz mia, salud de mi rostro, Dios mio!»: PL 32,
793-794. Cf. SANTO TOMAS DE AQUINO, De Malo, IX, 1: «Es, en efecto,
natural al hombre aspirar al conocimiento de la verdad».
3 JUAN PABLO II, Discurso al Instituto de París,
1-VI-1980: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. III/1 (1980), p. 1581.
4 JUAN PABLO II, Discurso a los Cardenales, 10-XI-1979: Insegnamenti
di Giovanni Paolo II, vol. II/2 (1979), p. 1096; cf. Discurso a la UNESCO,
París, 2-VI-1980: AAS (1980), pp. 735-752.
5 Cf. JUAN PABLO II, Discurso a la Universidad de
Coimbra, 15-V-1982: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. V/2 (1982),
p. 1692.
6 PABLO VI, Alocución a los Representantes de los
Estados, 4-X-1965: Insegnamenti di Paolo VI, vol. III
(1965), p. 508.
7
JOHN HENRY Cardenal NEWMAN, The Idea of a University, p. XI, Londres,
Longmans, Green and Company, 1931.
8 Jn
14,6.
9
Cf. SAN AGUSTIN, Serm. 43, 9: PL 38, 258. Cf también, SAN
ANSELMO, Proslogion, cap. I: PL 158, 227.
10 Cf. JUAN PABLO II, Alocución al Congreso
Internacional de las Universidades Católicas, 25-IV-1989, n. 3: AAS 18
(1989), p. 1218.
11 JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Sapientia
Christiana sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas, 15-IV-1979:
AAS 71 (1979), pp. 469-521.
12 CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Católica Gravissimum educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p. 737.
13 Mat 13, 52.
14 Cf. Carta Magna de las Universidades Europeas, Bolonia,
Italia, 18-IX-1988, «Principios fundamentales».
15 Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral
sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo Gaudium et spes, n. 59: AAS
58 (1966), p. 1080; Gravissimum educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p.
737. «Autonomía institucional» quiere significar que el gobierno de una
institución académica está y permanece dentro de la institución. «Libertad
académica» es la garantía, dada a cuantos se ocupan de la enseñanza y de la
investigación, de poder indagar, en el ámbito del propio campo específico del
conocimiento y conforme a los métodos propios de tal área, la verdad por
doquiera el análisis y la evidencia los conduzcan, y de poder enseñar y
publicar los resultados de tal investigación, teniendo presentes los criterios
citados, esto es, la salvaguardia de los derechos del individuo y de la
comunidad en las exigencias de la verdad y del bien común.
16 El concepto de cultura, expresado en este
documento abarca una doble dimensión: la humanística y la socio-histórica.
«Con la palabra genérica "cultura" se indica todo aquello con lo
que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y
corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y
trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la
sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones;
finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras
grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a
muchos, e incluso a todo el género humano. De aquí se sigue que la cultura
humana presente necesariamente un aspecto histórico y social, y que la palabra
"cultura" asuma con frecuencia un sentido sociológico y etnológico»
(Gaudium et spes, n. 53: AAS 58 [1966], p. 1075).
17 Las Universidades Católicas en el mundo moderno.
Documento final del II Congreso de Delegados de Universidades Católicas, Roma,
20- 29 nov. 1972, § 1.
18 Ibid.
19 JUAN PABLO II, Alocución al Congreso Internacional
sobre las Universidades Católicas, 25-IV-1989, n. 4: AAS 81 (1989), p.
1219. Cf. también Gaudium et spes, n. 61: AAS 58 (1966), pp.
1081-1082. El Cardenal Newman observa que una Universidad «declara asignar a
todo estudio, que ella acoge, su propio puesto y sus límites precisos; definir
los derechos sobre los que basa las recíprocas relaciones y de efectuar la
intercomunicación de cada uno y entre todos» (Op. cit, p. 457).
20 Gaudium
et spes, n. 36: AAS 58 (1966), p. 1054. A un grupo de científicos
hacía observar que «mientras razón y fe representan sin duda dos órdenes
diferentes de conocimiento, cada uno autónomo en relación a sus métodos,
ambos, en fin, deben converger en el descubrimiento de una sola realidad total
que tiene su origen en Dios» (JUAN PABLO II, dirigiéndose al Convenio sobre
Galileo, 9-V-1983, n. 3: AAS 75 [1983], p. 690).
21 JUAN PABLO II, Discurso a la UNESCO el 2-VI-1980, n.
22: AAS 72 (1980), p. 750. La última parte de la cita recoge mis palabras
dirigidas a la Pontificia Academia de las Ciencias, el 10-XI-1979: Insegnamenti
di Giovanni Paolo II, vol. II/2
(1979), p. 1109.
22
Cf. Gravissimun educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p. 737.
23 Gaudium
et spes, n. 59: AAS 58 (1966), p. 1080. El Cardenal Newman describe
así el ideal perseguido: «Se forma una mentalidad que dura toda la vida y
cuyas características son la libertad, la equidad, el sosiego, la moderación y
la sabiduría» (Op. cit., pp. 101-102).
24 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal Christifideles
laici, 30-XII-1988, n. 44: AAS 81 (1989), p. 479.
25 CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre
la Iglesia Lumen gentium, n. 31: AAS 57 (1965), pp. 37-38. Cf.
Decreto sobre el apostolado de los seglares Apostolicam actuositatem, passim:
AAS 58 (1966), pp. 837 ss. Cf. también Gaudium et spes, n. 43: AAS
58 (1966), pp. 1061-1064.
26 Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la
libertad religiosa Dignitatis humanae n. 2: AAS 58 (1966) pp.
930-931.
27 JUAN PABLO II, Palabras dirigidas a los líderes de
la Educación Superior Católica, Universidad Javier de Luisiana, U.S.A.,
12-IX-1987, n. 4: AAS 80 (1988), p. 764.
28 Gaudium
et spes, n. 59: AAS 58 (1966), p. 1080.
29 Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática
sobre la Divina Revelación Dei verbum, nn. 8-10: AAS 58 (1966),
pp. 820-822.
30
Cf. Lumen gentium, n. 25: AAS 57 (1965), pp. 29-31.
31 Cf. «Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo»
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 24-V-1990.
32 Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Sollicitudo rei
socialis, nn. 27-34: AAS 80 (1988), pp. 547-560.
33 PABLO VI, Carta Encíclica Populorum progressio,
n. 1: AAS 59 (1967), p. 257.
34 «Habiéndose, por tanto, tan felizmente propagado
tales centros superiores de estudios, ha parecido sumamente útil que sus
profesores y alumnos se reunieran en una común asociación, la cual, apoyándose
en la autoridad del Sumo Pontífice, como padre y doctor universal, actuando de
común acuerdo y en estrecha colaboración, pudiese más eficazmente difundir y
extender la luz de Cristo» (Pío XII, Carta Apostólica Catholicas studiorum
universitates, por la que erigió la Federación Internacional de las
Universidades Católicas: AAS 42 [1950], p. 386).
35 El Código de Derecho Canónico señala la
responsabilidad general del Obispo respecto a los estudiantes universitarios: «El
Obispo diocesano ha de procurar una intensa cura pastoral para los estudiantes,
incluso erigiendo una parroquia o, al menos, mediante sacerdotes destinados
establemente a esta tarea; y cuide de que en las universidades, incluso no católicas,
haya centros universitarios católicos que proporcionen ayuda, sobre todo
espiritual, a la juventud» (CIC, can. 813).
36 «La Iglesia, al vivir durante el transcurso de la
historia en variedad de circunstancias ha empleado los hallazgos de las diversas
culturas para difundir y explicar el mensaje cristiano en su predicación a
todas las gentes, para investigarlo y comprenderlo con mayor profundidad, para
expresarlo mejor en la celebración litúrgica y en la vida de la multiforme
comunidad de los fieles» (Gaudium et spes, n. 58: AAS 58 [1966],
p. 1079).
37 PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi, n. 20: AAS 68 (1976), p. 18. Cf.
Gaudium et spes, n. 58: AAS 58 (1966), p. 1079.
38 JUAN PABLO II, Palabras dirigidas a los
intelectuales, estudiantes y personal universitario en Medellín, Colombia,
5-VII-1986, n. 3: AAS 79 (1987), p. 99. Cf. también Gaudium et spes, n.
58: AAS 58 (1966), p. 1079.
39 PABLO VI, A los Delegados de la Federación
Internacional de las Universidades Católicas, 27-XI-1972: AAS 64 (1972), p.
770.
40 Evangelii nuntiandi, nn. 18 ss.: AAS 68
(1976), pp. 17-18.
41 PABLO VI, dirigiéndose a los Presidentes y Rectores
de las Universidades de la Compañía de Jesús, 6-VIII-1975, n. 2: AAS 67
(1975), p. 533. Hablando a los participantes en el Congreso Internacional sobre
las Universidades Católicas, 25-IV-1989, decía yo: «En una Universidad Católica
la misión evangelizadora de la Iglesia y la misión investigadora y de enseñar
van unidas y coordinadas»: cf. AAS 81 (1989), p. 1220.
42 Cf. en particular el capítulo del Código: «De las
Universidades Católicas y otros Institutos Católicos de Estudios Superiores»
(Cánones 807-814).
43 Las Conferencias Episcopales se hallan constituidas
en el Rito Latino Otros Ritos tienen otras Asambleas de la Jerarquía católica.
44
Cf. Canon 455 § 2, CIC.
45
Cf. Sapientia Christiana: AAS 71 (1979), pp. 469-521. Universidades
y Facultades eclesiásticas son aquellas que tienen el derecho de otorgar grados
académicos por la autoridad de la Santa Sede.
46 Cf. Dignitatis humanae, n. 2: AAS 58 (1966),
pp. 930-931.
47
Cf. Gaudium et spes, nn. 57 y 59: AAS 58 (1966), pp. 1077-1080; Gravissimum
educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p. 737.
48 Sea el establecimiento de una tal Universidad, sean
las condiciones por las que pueda considerarse Universidad Católica, deberán
ser conformes a las normas precisas dictadas por la Santa Sede, la Conferencia
Episcopal u otra Asamblea de la Jerarquía Católica.
49 El Canon 810 del CIC especifica la responsabilidad de
la Autoridad competente en esta materia: § 1. La autoridad competente según
los estatutos debe procurar que, en las Universidades Católicas, se nombren
profesores que destaquen, no sólo por su idoneidad científica y pedagógica,
sino también por la rectitud de su doctrina e integridad de vida; y que, cuando
falten tales requisitos, sean removidos de su cargo, observando el procedimiento
previsto en los estatutos. - § 2. Las Conferencias Episcopales y los Obispos
diocesanos interesados tienen el deber y el derecho de velar para que en estas
Universidades se observen fielmente los principios de la doctrina católica».
Cf. también, infra, artículo 5, 2.
50 Lumen gentium, n. 25: AAS 57 (1965), p.
29; CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación Dei
verbum, nn. 8-10: AAS 58 (1966), pp. 820-822; cf. CIC, can. 812: «Quienes
explican disciplinas teológicas en cualquier Instituto de Estudios Superiores
deben tener mandato de la Autoridad eclesiástica competente».
51
Cf. CIC, can. 811, § 2.
52 Para las Universidades, de las que habla el art. 3,
§§ 1 y 2, estos procedimientos deben estar establecidos en los estatutos
aprobados por la Autoridad eclesiástica. Para las otras Universidades Católicas,
serán determinados por las Conferencias Episcopales o por otras Asambleas de la
Jerarquía Católica.
53
Cf. CIC, can. 820. Cf., también, Sapientia Christiana, Normas
Comunes, art. 49: AAS 71 (1979), p. 512.
54 JUAN PABLO II, al Pontificio Consejo de la Cultura, 13-I-1989, n. 2: AAS 81 (1989), pp. 857-858.