Discurso de Juan Pablo II
a un grupo de peregrinos polacos


TEMA:

La fidelidad es la primera condición de la existencia y del desarrollo de la Iglesia en el mundo


 

1. «Te alabamos, Señor. En ti confiamos (...). Te alaba el blanco ejército de los mártires». Estas palabras, tomadas del himno de acción de gracias Te Deum, fueron el lema de mi encuentro con la Iglesia de Bielsko­Zywiec, en Skoczow. Hoy las repito en Roma, ante las tumbas de los Apóstoles, como saludo a un grupo tan numeroso de peregrinos de esa diócesis.

Saludo con alegría al querido monseñor Tadeusz, ordinario de la diócesis de Bielsko­Zywiec, a su colaborador monseñor Janusz y a los sacerdotes que representan a todo el presbiterio de la diócesis. Saludo a los representantes del voivodato y de las ciudades.

Doy la bienvenida y saludo cordialmente a todos los peregrinos aquí reunidos. A través de vosotros quiero saludar también a los ausentes, unidos espiritualmente a nosotros. Cuando me hallaba en la colina de Kaplicowha, abarcaba con mi mirada y con mi corazón la sierra de Bielsko, Zywiec, la Silesia de Cieszyn, Oswiecim, Kety y Andrychow. Hoy, desde la colina vaticana, mi mirada se dirige hacia toda la Polonia meridional, que está siempre muy cerca de mi corazón por mis raíces, por el recuerdo de su admirable belleza, pero sobre todo por el testimonio antiguo y actual de su fidelidad al Evangelio y a la Iglesia, de la que me he alimentado abundantemente desde los anos de mi adolescencia.

Os saludo con las palabras del Te Deum porque habéis venido aquí a fortalecer, juntamente con el Papa y con toda la Iglesia, el sentimiento de gratitud por el don del santo mártir Jan Sarkander y del santo mártir Melchor Grodziecki, hijos de la sierra de Cieszyn. Sé que es una acción de gracias constante. Vuestra peregrinación a Roma ha sido precedida por largos preparativos, con encuentros de oración mensuales en vuestras parroquias. Al mismo tiempo, deseo agradecer vivamente a monseñor Tadeusz sus palabras, tan cordiales y profundas, que facilitan nuestra mutua comprensión durante este encuentro.

El testimonio de los mártires

2. Queridos hermanos y hermanas, sois una Iglesia joven. La juventud posee un dinamismo con el que se pueden acometer y afrontar sin miedo desafíos siempre nuevos. Es preciso que la Iglesia de Bielsko­Zywiec, con tenacidad y voluntad, realice el esfuerzo de forjar su presente y su futuro. Un desafío parecido tuvieron que afrontar los discípulos de Cristo al inicio de la historia de la Iglesia. Los Hechos de los Apóstoles describen la vida diaria de las primeras comunidades cristianas. También hoy podemos aprender de ellas lo que conviene hacer para poder aprovechar esa vitalidad interna de una Iglesia joven con vistas a su desarrollo. «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. (...) Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartía el precio entre todo, según la necesidad de cada uno. Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo» (Hch 2, 42­47).

La tradición apostólica que la Iglesia recibía era el mensaje de la salvación, de la vida, de la muerte y de la resurrección de Cristo. Era también el mensaje para el hombre que reconoce que Cristo ha muerto por él y, en consecuencia, no quiere permanecer indiferente a ese amor redentor. Era también un llamamiento a la fidelidad. Han cambiado los tiempos, han cambiado las situaciones, han cambiado los gobernantes; pero los discípulos de Cristo han permanecido en la enseñanza de los Apóstoles. A algunos esta fidelidad les ha costado cara; con frecuencia, por ella dieron su vida.

En Skoczow dije: «El testimonio de los mártires es siempre un desafío pare nosotros, nos compromete, nos obliga a reflexionar. Frente a quien prefiere dar la vida antes que traicionar la voz de su conciencia se puede sentir admiración u odio, pero no se puede quedar indiferente. Los mártires tienen mucho que decirnos; pero, ante todo, nos interpelan acerca del estado de nuestra conciencia, acerca de la fidelidad a nuestra conciencia, (Homilía durante la misa en honor de san Jan Sarkander, 22 de mayo de 1995, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de junio de 1995, p. 13).

Hoy repito estas palabras, porque esta fidelidad es la primera condición de la existencia y del desarrollo de la Iglesia. Si los hijos de la Iglesia tienen viva conciencia de su identidad, la comunidad eclesial no debe temer ningún peligro. Hoy en Polonia se intenta ridiculizar la religión y poner en tela de juicio la autoridad de la Iglesia mediante manipulaciones de la información o desinformación programada de la sociedad sobre el tema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Son peligrosos los intentos de arruinar a las generaciones jóvenes mediante la promoción de un estilo de vida carente de sentido de responsabilidad hacia la dignidad y la forma de la propia vida y de la de los demás. Hoy parece que el principio que reinaba en tiempos de san Jan Sarkander: «Cuius regio, eius religio», está cobrando el aspecto de vida programada en una perspectiva atea.

3. Frente a esta realidad, resultan muy actuales las palabras del Papa san León Magno: «¡Conoce, cristiano, tu dignidad!». E1 discípulo de Cristo debería saber que está llamado a llevar con dignidad el nombre de cristiano. Este sentido de la propia dignidad es una obligación. Requiere recta conciencia.

Recuerdo lo que dije en Skoczów: ser hombre de conciencia quiere decir «escuchar la propia conciencia en toda situación, sin ahogar su voz», «comprometerse en el bien, multiplicarlo en sí mismo y levantarse después de haber caído», «comprometerse en la construcción del reino de Dios, un reino de verdad y de vida, de justicia y de paz».

Defensa de la familia

El ambiente en el que la conciencia se forma más profundamente es la familia. La familia ha constituido siempre el valor que, de forma unánime, ha sido considerado inalienable y fundamental pare el desarrollo humano y para la felicidad. Hoy en día, por desgracia, se pone en tela de juicio el significado de la familia. La Iglesia tutela a la familia, pero también la familia misma debe defender su propia existencia y los derechos que le competen por naturaleza. La misma familia cristiana debe dar testimonio de la gran importancia que tiene para el hombre el amor, la fidelidad, la indisolubilidad del matrimonio y el amor a la vida.

El valor de la unidad

4. En los Hechos de los Apóstoles leemos que los primeros cristianos permanecían en comunidad. La Iglesia, para poder desarrollarse de forma adecuada necesita unidad. Se trata de una exigencia que brota del amor eterno del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que debería reflejarse en la Iglesia. Es preciso hacer todo lo que sea posible para que toda la comunidad de la Iglesia esté unida, con todos sus miembros, en la realización de los planes de Dios. La unidad del obispo con los sacerdotes y con los fieles; la unidad del colegio presbiteral; la unidad de los grupos laicos de la vida apostólica, son el signo de la unión con Cristo que el Espíritu Santo realiza ininterrumpidamente en la Iglesia desde Pentecostés.

La Iglesia de Bielsko­Zywiec, formada por una parte de las antiguas Iglesias de Cracovia y Katowice, construye esta unidad mediante un intercambio de todos los bienes espirituales producidos por enteras generaciones de fieles en ambas diócesis.

Es preciso construir las estructuras sociales de la nueva diócesis. Eso exige muchas fuerzas y medios, sobre todo una buena preparación de los sacerdotes y de los laicos para nuevas tareas a causa de los profundos cambios sociales, económicos e ideológicos que se han llevado a cabo en Polonia y en el mundo. La construcción de las estructuras debe ir unida al desarrollo espiritual de todos los que construyen esta sociedad.

Se hace necesario un nuevo diálogo con la cultura de la formación de elites religiosas y laicas, porque éstas deben convertirse en la base para la renovación de los ambientes antiguos y para la creación de ambientes nuevos de la vida religiosa.

Espero que en este campo desempeñe un papel importante la Acción católica, que en cierto sentido habéis traído a Roma para afianzarla en el testimonio apostólico de los Santos Pedro y Pablo. Asimismo, el ecumenismo es una dimensión muy importante para el fortalecimiento de la unidad de la Iglesia. En la diócesis de Zywiec, en la que la tradición del diálogo con la Iglesia evangélica es muy antigua, tenéis una ocasión particular para profundizar una comprensión recíproca. Hace falta un conocimiento mutuo, una profundización de la riqueza de la tradición y de la liturgia; es preciso buscar lo que une, para que la verdad pueda librar de los prejuicios y convertirse en fundamento del amor recíproco.

Intercambio de dones

5. Un intercambio unificante de dones se lleva a cabo también en el aspecto material. En los Hechos de los Apóstoles leemos: «Lo tenían todo en común». La Iglesia de Bielsko­Zywiec ha sido llamada a la vida y se desarrolla en una situación particular. Los cambios sociales producidos en Polonia están vinculados con una nueva situación de la economía y de los ciudadanos. Se ahonda cada vez más la brecha entre ricos y pobres. La pobreza afecta sobre todo a las familias que tienen muchos hijos. Estas familias requieren una ayuda, material y moral, inmediata y eficaz. La Iglesia no puede sentirse ajena a estos problemas. La comunidad de los creyentes que desea desarrollarse de modo justo debe prestar atención particular a los niños y a los jóvenes. Todos, religiosos y laicos, estáis llamados a crear un ambiente en el que el joven pueda encontrar acogida y afecto, y en el que él mismo pueda expresar la riqueza de su personalidad. Sólo entonces el joven, a menudo privado de perspectivas, sin poder realizar sus propios deseos y sueños, no perderá el espíritu de Dios y la esperanza que brota de la fe.

Un programa comprometedor

6. Así, la vida de la Iglesia primitiva, descrita en las páginas de los Hechos de los Apóstoles, traza las líneas fundamentales del desarrollo de la joven Iglesia de Bielsko­Zywiec. Este programa es comprometedor, pero no os falta el Espíritu, que reaviva la fe y suscita los más profundos propósitos de bien en las personas y en la sociedad. Decía san Pablo: «En todo dad gracias (…). No extingáis el Espíritu» (1Ts 5, 18-19). Creo que participando asiduamente en la fracción del pan, como los primeros discípulos de Cristo, conservaréis sin cesar este Espíritu en vosotros mismo, le permitiréis que os guíe y descubriréis en él la plenitud de la vocación cristiana.

Que la Madre santísima, a la que veneráis en numerosos santuarios, proteja a la Iglesia de Bielsko­ Zywiec y obtenga para ella de Dios todas las gracias necesarias para el desarrollo interior y exterior.

De todo corazón, bendigo todos vuestros esfuerzos al afrontar el nuevo desafío. Dios os recompense por esta visita.

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