JESUCRISTO: EL HIJO DE DIOS
CATEQUESIS 7-10

Unión íntima entre el Padre y el Hijo

8-VII-1987

 

1. 'Abbá Padre mío': Todo lo que hemos dicho en la catequesis anterior, nos permite penetrar más profundamente en la única y excepcional relación de! hijo con el Padre, que encuentra su expresión en los Evangelios, tanto en los Sinópticos como en San Juan, y en todo el Nuevo Testamento. Si en el Evangelio de Juan son más numerosos los pasajes que ponen de relieve esta relación (podríamos decir 'en primera persona'), en los Sinópticos (Mt y Lc) se encuentra, sin embargo, la frase que parece contener la clave de esta cuestión: 'Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar' (Mt 11, 27 y Lc 10, 22).

El Hijo, pues, revela al Padre como Aquel que lo 'conoce' y lo ha mandado como Hijo para 'hablar' a los hombres por medio suyo (Cfr Heb 1,2) de forma nueva y definitiva. Más aún: precisamente este Hijo unigénito el Padre 'lo ha dado, a los hombres para la salvación del mundo, con el fin de que el hombre alcance la vida eterna en El y por medio de El (Cfr Jn 3, 16).

2. Muchas veces, pero especialmente durante la última Cena, Jesús insiste en dar a conocer a sus discípulos que está unido al Padre con un vinculo de pertenencia particular. 'Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío', dice en la oración sacerdotal, al despedirse de los Apóstoles para ir a su pasión. Y entonces pide la unidad para sus discípulos, actuales y futuros, con palabras que ponen de relieve la relación de esa unión y 'comunión' con la que existe sólo entre el Padre y el Hijo. En efecto, pide: 'Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a éstos como me amaste a mí' (Jn 17, 21-23).

3. Al rezar por la unidad de sus discípulos y testigos, revela Jesús al mismo tiempo qué unidad, qué 'comunión' existe entre El y el Padre: el Padre está 'en el' Hijo y el Hijo 'en el' Padre Esta particular 'inmanencia', la compenetración recíproca )expresión de la comunión de las personas) revela la medida de la recíproca pertenencia y la intimidad de la recíproca realización del Padre y del Hijo. Jesús la explica cuando afirma: 'Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío' (Jn. 17, 10). Es una relación de posesión recíproca en la unidad de esencia, y al mismo tiempo es una relación de don. De hecho dice Jesús: 'Ahora saben que todo cuanto me diste viene de ti' (Jn. 17, 7).

4. Se pueden captar en el Evangelio de Juan los indicios de a atención, del asombro y del recogimiento con que los Apóstoles escucharon estas palabras de Jesús en el Cenáculo de Jerusalén, la víspera de los sucesos pascuales. Pero la verdad de la oración sacerdotal de algún modo ya se había expresado públicamente con anterioridad el día de la solemnidad de la dedicación del templo. Al desafío de los que se habían congregado: 'Si eres el Mesías, dínoslo claramente', Jesús responde: 'Os lo dije y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi'. Y a continuación afirma Jesús que los que lo escuchan y creen en El, pertenecen a su rebaño en virtud de un don del Padre: 'Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco... Lo que mi Padre me dio es mejor que todo, y nadie podrá arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa' (Jn 10, 24-30).

5. La reacción de los adversarios en este caso es violenta: 'De nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearlo'. Jesús les pregunta por qué obras provenientes del Padre y realizadas por El lo quieren apedrear, y ellos responden: 'Por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios'. La respuesta de Jesús es inequívoca: 'Si no hago las obras de mi Padre no me creáis; pero si las hago, ya que no me creéis a mí, creed a la obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mi y yo en el Padre' (Cfr Jn 10, 31-38).

6. Tengamos bien en cuenta el significado de este punto crucial de la vida y de la revelación de Cristo. La verdad sobre el particular vínculo, la particular unidad que existe entre el Hijo y el Padre, encuentra la oposición de los judíos: Si tú eres el Hijo en el sentido que se deduce de tus palabras, entonces, siendo hombre, te haces Dios. En tal caso profieres la mayor blasfemia. Por lo tanto, los que lo escuchaban comprendieron el sentido de las palabras de Jesús de Nazaret: como Hijo, él es 'Dios de Dios' ('de la misma naturaleza que el Padre'), pero precisamente por eso no las aceptaron, sino que las rechazaron de la forma más absoluta, con toda firmeza. Aunque en el conflicto de ese momento no se llega a apedrearlo (Cfr. Jn 10, 39); sin embargo, al día siguiente de la oración sacerdotal en el Cenáculo, Jesús será sometido a muerte en la cruz. Y los judíos presentes gritarán: 'Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz' (Mt 27, 40), y comentarán con escarnio: 'Ha puesto su confianza en Dios: que El lo libre ahora, si es que lo quiere, puesto que ha dicho: soy el Hijo de Dios' (Mt 27, 42-43).

7. También en la hora del Calvario Jesús afirma la unidad con el Padre. Como leemos en la Carta a los Hebreos: 'Y aunque era Hijo, aprendió por sus padecimientos la obediencia' (Heb 5, 8). Pero esta 'obediencia hasta la muerte' (Cfr. Flp 2, 8) era la ulterior y definitiva expresión de la intimidad de la unión con el padre. En efecto, según el texto de Marcos, durante a agonía en la cruz, 'Jesús... gritó: !Eloi, Eloi, lama sabactani?!, que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?' (Mc 15, 34). Este grito (aunque las palabras manifiestan el sentido del abandono probado en su psicología de hombre sufriente por nosotros) era la expresión de la más intima unión del Hijo con el Padre en el cumplimiento de su mandato: 'He llevado a cabo la obra que me encomendaste realizar' (Cfr. Jn 17, 4). En este momento la unidad del Hijo con el Padre se manifestó con una definitiva profundidad divino-humana en el misterio de la redención del mundo.

8. También en el Cenáculo, Jesús dice a los Apóstoles: 'Nadie viene al Padre sino por mí. Si me habéis conocido, conoceréis también a mi Padre...Felipe, le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dijo: Felipe, ¿tanto tiempo ha que estoy con vosotros y aún no me habéis conocido? El que me ha visto (ve) a mí ha visto (ve) al Padre... ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?' (Jn 14, 6-10).

'Quien me ve a mí, ve al Padre' El Nuevo Testamento está todo plagado de la luz de esta verdad evangélica. El Hijo es 'irradiación de su (del Padre) gloria", e 'impronta de su subsistencia' (Heb 1, 3). Es 'imagen del Dios invisible' (Col 1, 15). Es la epifanía de Dios. Cuando se hizo hombre, asumiendo 'la condición de siervo' y 'haciéndose obediente hasta la muerte' (Cfr. Flp 2, 7-8), al mismo tiempo se hizo para todos los que lo escucharon 'el camino': el camino al Padre, con el que es 'la verdad y la vida' (Jn 14, 6).

En la fatigosa subida para conformarse a la imagen de Cristo, los que creen en El, como dice San Pablo, 'se revisten del hombre nuevo...', y 'se renuevan sin cesar, para lograr el perfecto conocimiento de Dios' (Cfr. Col 3,10), según la imagen del Aquel que es 'modelo'. Este es el sólido fundamento de la esperanza cristiana.


Cumplir la voluntad del Padre, vida del Hijo

15-VII-1987

 

1. En la catequesis anterior hemos considerado a Jesucristo como Hijo íntimamente unido al Padre. Esta unión le permite y le obliga a decir: 'El Padre está en mí y yo en el Padre' no solamente en la conversación confidencial del cenáculo, sino también en la declaración pública hecha durante la celebración de la fiesta de los Tabernáculos (Cfr. Jn. 7, 28-29). Y más aún, todavía con más claridad Jesús llega a afirmar: 'Yo y el Padre somos una sola cosa' (Jn. 10, 30). Dichas palabras son consideradas blasfemas y provocan a la reacción violenta de los oyentes: 'Trajeron piedras para apedrearle' (Cfr. Jn. 10, 31). En efecto, según la ley de Moisés la blasfemia debía ser castigada con la muerte (Cfr. Dt 13, 10-11).

2. Ahora bien, es importante reconocer que existe un lazo orgánico entre la verdad de esta íntima unión del Hijo con el Padre y el hecho de que Jesús-Hijo vive totalmente 'para el Padre'. Sabemos, en efecto, que toda la vida, toda la 'existencia' terrena de Jesús está orientada constantemente hacia el Padre, y 'entregada al Padre' sin reservas. Cuando tenía doce años, Jesús, Hijo de María, tenía una clara conciencia de su relación con el Padre y adoptaba una actitud coherente con su certeza interior. Por ello, ante el reproche de su Madre, cuando juntamente con José lo encontraron en el templo después de haberlo buscado durante tres días, responde: '¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?' (Lc. 2,49).

3. También en la presente catequesis hacemos referencia, sobre todo, al texto del cuarto evangelio, porque la conciencia y a actitud manifestadas por Jesús, cuando tenía doce años, encuentra su profunda raíz en lo que leemos al comienzo del gran discurso de despedida que, según San Juan, pronunció durante la última Cena, al término de su vida, mientras que se disponía a cumplir su misión mesiánica. El evangelista dice de El que 'llegada su hora...(sabía) que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y que había salido de Dios y a El se volvía' (Jn 13, 3).

La Carta a los Hebreos pone de relieve la misma verdad refiriéndose en cierto modo a la misma preexistencia)existencia de Jesús)Hijo de Dios: Por lo cual, entrando en este mundo, Cristo dice: 'Tú no has querido holocaustos y sacrificios por el pecado. Entonces he dicho: Heme aquí que vengo (en el volumen del libro está escrito de mí) para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad (Heb 10, 5-7).

4. 'Hacer la voluntad' del Padre, en las palabras y en las obras de Jesús, quiere decir vivir para el Padre totalmente 'Como el Padre, que tiene la vida, me ha enviado... yo vivo por el Padre' (Jn 6, 57), dice Jesús en el contexto del anuncio de la institución de la Eucaristía.

Que cumplir la voluntad del Padre sea para Cristo su misma vida, lo manifiesta El mismo con las palabras dirigidas a los discípulos tras el encuentro con la Samaritana: 'Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra' (Jn 4, 34). Jesús vive de la voluntad del Padre. Este es su alimento'.

5. El vive de esta forma, es decir, totalmente orientado hacia el Padre, puesto que 'ha salido del Padre y al Padre va', sabiendo que el Padre 'le ha puesto en las manos todas las cosas' (Jn 3, 35). Dejándose guiar en todo por esta conciencia, Jesús proclama ante los hijos de Israel: 'Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, porque las obras que mi Padre me dio a hacer, esas obras que yo hago, dan en favor mío testimonio de que el Padre me ha enviado' (Jn 5, 36). Y en el mismo contexto: 'En verdad, en verdad, os digo que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque lo que éste hace, lo hace igualmente el Hijo' (Jn 5, 19). Y añade: 'Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da la vida' (Jn 5, 21).

6. El pasaje del discípulo eucarístico (de Juan 6), que hemos citado anteriormente: 'Como el Padre, que tiene la vida, me ha enviado..., yo vivo por el Padre', a veces es traducido bajo esta otra forma: 'Yo vivo por medio del Padre' (Jn 6. 57). Las palabras de San Juan 5, que acabamos de citar, sintonizan con esta segunda interpretación Jesús vive 'por medio del Padre' en el sentido de que todo lo que hace corresponde plenamente a la voluntad del Padre: es lo que el mismo Padre hace.

Justamente por esto la vida humana del Hijo, su actuación, su existencia terrena, está de forma tan completa orientada hacia el Padre. Jesús vive plenamente 'por el Padre', porque en El la fuente de todo es su eterna unidad con el Padre: 'Yo y el Padre somos una sola cosa' (Jn 10, 30). Sus obras son la prueba de la estrecha comunión de las divinas Personas En Ellas la misma divinidad se manifiesta como unidad del Padre y del Hijo: la verdad que ha suscitado tanta oposición entre los oyentes.

7. Casi en previsión de las ulteriores consecuencias de aquella oposición, Jesús dijo en otro momento de su conflicto con los judíos: 'Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que soy Yo, y no hago nada por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, hablo. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que es de su agrado' (Jn 8, 28-29).

8. Verdaderamente Jesús ha cumplido la voluntad del Padre hasta el final. Con la pasión y muerte en la cruz ha confirmado que ha hecho siempre las cosas gratas al Padre: Ha cumplido la voluntad salvífica para la redención del mundo, en la cual el Padre y el Hijo están unidos, porque 'Yo y el Padre somos una sola cosa' (Jn 10, 30).

Cuando estaba muriendo sobre la cruz, Jesús 'gritó' con gran fuerza: 'Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu' (Cfr. Lc 23, 46). Estas sus últimas palabras dan testimonio de que hasta el final toda su existencia terrena estaba dirigida al Padre. Viviendo como Hijo 'por medio del Padre vivía totalmente' por el Padre. Y el Padre, como El había predicho, 'no lo dejó solo'.

En el misterio pascual de la muerte y de la resurrección se han cumplido las palabras: 'Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces sabréis que soy Yo'. 'Yo soy', las mismas palabras con las que una vez el Señor (el Dios vivo) respondió a la pregunta de Moisés a propósito de su nombre (Cfr. Ex 3, 13).

9. Leemos en la Carta a los Hebreos expresiones extraordinariamente consoladoras: 'Por ello Jesús puede salvar perfectamente a los que por medio de El se acercan a Dios, estando siempre vivo para interceder en su favor' (Heb 7, 25). El que, como Hijo 'de la misma naturaleza que el Padre', vive 'por medio del Padre', ha revelado al hombre, el camino de la salvación eterna. Tomemos también nosotros este camino y avancemos por él, participando de aquella vida 'por el Padre' cuya plenitud dura para siempre en Cristo.


La oración de Jesús

22-VII-1987

 

1. Jesucristo es el Hijo íntimamente unido al Padre; el Hijo que 'vive totalmente para el Padre' (Cfr. Jn 6, 57); el Hijo, cuya existencia terrena total se da al Padre sin reservas. A estos temas desarrollados en las últimas catequesis, se une estrechamente el de la oración de Jesús: tema de la catequesis de hoy. Es, pues, en la oración donde encuentra su particular expresión el hecho de que el Hijo esté íntimamente unido al Padre, esté dedicado a El, se dirija a El con toda su existencia humana. Esto significa que el tema de la oración de Jesús ya está contenido implícitamente en los temas precedentes, de modo que podemos decir perfectamente que Jesús de Nazaret 'oraba en todo tiempo sin desfallecer' (Cfr. Lc 18, 1 ). La oración era la vida de su alma, y toda su vida era oración La historia de la humanidad no conoce ningún otro personaje que con esa plenitud )de ese modo) se relacionara con Dios en la oración como Jesús de Nazaret, Hijo del hombre, y al mismo tiempo Hijo de Dios, 'de la misma naturaleza que el Padre'.

2. Sin embargo, hay pasajes en los Evangelios que ponen de relieve la oración de Jesús, declarando explícitamente que 'Jesús rezaba'. Esto sucede en diversos momentos del día y de la noche y en varias circunstancias. He aquí algunas: 'A la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó, salió y se fue aun lugar desierto, y allí oraba' (Mc 1, 35). No sólo lo hacía al comenzar el día (la 'oración de la mañana',), sino también durante el día y por la tarde, y especialmente de noche. En efecto, leemos: 'Concurrían numerosas muchedumbres para oírle y ser curados de sus enfermedades, pero El se retiraba a lugares solitarios y se daba a la oración' (Lc 5, 15)16). Y en otra ocasión: 'Una vez que despidió a la muchedumbre, subió a un monte apartado para orar, y llegada la noche, estaba allí solo' (Mt 14, 23).

3. Los evangelistas subrayan el hecho de que la oración acompañe los acontecimientos de particular importancia en la vida de Cristo: 'Aconteció, pues, que, bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo...' (Lc 3, 21), y continúa la descripción de la teofanía que tuvo lugar durante el bautismo de Jesús en el Jordán. De forma análoga, la oración hizo de introducción en la teofanía del monte de la transfiguración: ' tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió aun monte para orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó...'(Lc 9, 28-29).

4. La oración también constituía la preparación para decisiones importantes y para momentos de gran relevancia de cara a la misión mesiánica de Cristo. Así, en el momento de comenzar su ministerio público, se retira al desierto a ayunar y rezar (Cfr. Mt 4, 1)11 y paral.); y también, antes de la elección de los Apóstoles, 'Jesús salió hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sí a los discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes dio el nombre de apóstoles' (Lc 6, 12)13). Así también, antes de la confesión de Pedro, cerca de Cesarea de Filipo: '...aconteció que orando Jesús a solas, estaban con El los discípulos, a los cuales preguntó: ¿Quién dicen las muchedumbres que soy yo? Respondiendo ellos, le dijeron: 'Juan Bautista; otros Elías; otros, que uno de los antiguos Profetas ha resucitado'. Díjoles El: 'Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?' Respondiendo Pedro, dijo: 'El Ungido de Dios' (Lc 9, 18-20).

5. Profundamente conmovedora es la oración de antes de la resurrección de Lázaro: 'Y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: !Padre: te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviados!'(Jn 11, 41-42).

6. La oración en la última Cena (la llamada oración sacerdotal), habría que citarla toda entera. Intentaremos al menos tomar en consideración los pasajes que no hemos citado en las anteriores catequesis. Son éstos: '... Levantando sus ojos al cielo, añadió (Jesús): !Padre, llegó la hora; glorifica a tu Hijo para que tu hijo te glorifique, según el poder que le diste sobre toda carne, para que a todos los que tú le diste les dé El la vida eterna!' (Jn 17, 1-2). Jesús reza por la finalidad esencial de su misión: la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Y añade: 'Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios Verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, tú, Padre glorifícame cerca de ti mismo con la gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo existiese' (Jn 17, 3-5).

7. Continuando la oración, el Hijo casi rinde cuentas al Padre por su misión en la tierra: 'He manifestado tu nombre a los hombres que de este mundo me has dado. Tuyos eran, y tú me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora saben que todo cuanto me diste viene de ti' (Jn. 17, 6-7) Después añade: 'Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo, sino por los que tú me diste, porque son tuyos...' (Jn 17, 9). Ellos son los que 'acogieron' la palabra de Cristo, los que 'creyeron' que el Padre lo envió. Jesús ruega sobre todo por ellos, porque 'ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti' (Jn 17, 11). Ruega para que 'sean uno', para que 'no perezca ninguno de ellos' (y aquí el Maestro recuerda 'al hijo de la perdición'), para que 'tengan mi gozo cumplido en sí mismos' (Jn 17,13): En la perspectiva de su partida, mientras los discípulos han de permanecer en el mundo y estarán expuestos al odio porque 'ellos no son del mundo', igual que su Maestro, Jesús ruega: 'No pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal' (Jn 17, 15).

8. También en la oración del cenáculo. Jesús pide por sus discípulos: 'Santifícalos en la verdad, pues tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envié al mundo, y yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad' (Jn 17, 17-19). A continuación Jesús abraza con la misma oración a las futuras generaciones de sus discípulos. Sobre todo ruega por la unidad, para que 'conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a éstos como tú me amaste a mí' (Jn 17, 25). Al final de su invocación, Jesús vuelve a los pensamientos principales dichos antes, poniendo todavía más de relieve su importancia. En ese contexto pide por todos los que el Padre le 'ha dado' para que 'estén ellos también conmigo, para que vean mi gloria, que tú me has dado; porque me amaste antes de la creación del mundo' (Jn 17, 24).

9. Verdaderamente la 'oración sacerdotal' de Jesús es la síntesis de esa autorrevelación de Dios en el Hijo, que se encuentra en el centro de los Evangelios. El Hijo haba al Padre en el nombre de esa unidad que forma con El ('Tú, Padre, estás en mí y yo en ti' Jn 17, 21). Y al mismo tiempo ruega para que se propaguen entre los hombres los frutos de la misión salvífica por la que vino al mundo. De este modo revela el mysterium Ecclesiae, que nace de su misión salvífica, y reza por su futuro desarrollo en medio del 'mundo'. Abre la perspectiva de la gloria, a la que están llamados con El todos los que 'acogen' su palabra.

10. Si en la oración de la última Cena se oye a Jesús hablar al Padre como Hijo suyo 'consubstancial', en la oración del Huerto, que viene a continuación, resalta sobre todo su verdad de Hijo del Hombre. 'Triste está mi alma hasta la muerte. Permaneced aquí y velad' (Mc 14, 34), dice a sus amigos al llegar al huerto de los olivos. Una vez solo, se postra en tierra y las palabras de su oración manifiestan la profundidad del sufrimiento Pues dice: 'Abbá, Padre, todo te es posible; aleja de mí este cáliz, mas no se haga lo que yo quiero sino lo que tú quieres' (Mt 14, 36).

11. Parece que se refieren a esta oración de Getsemaní las palabras de la Carta a los Hebreos. 'El ofreció en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte'. Y aquí el Autor de la Carta añade que 'fue escuchado por su reverencial temor' (Heb 5, 7). Sí. También la oración de Getsemaní fue escuchada, porque también en ella )con toda la verdad de su actitud humana de cara al sufrimiento) se hace sentir sobre todo la unión de Jesús con el Padre en la voluntad de redimir al mundo, que constituye el origen de su misión salvífica.

12. Ciertamente Jesús oraba en las distintas circunstancias que surgían de la tradición y de la ley religiosa y de Israel, como cuando, al tener doce años, subió con los padres al templo de Jerusalén (Cfr. Lc 2, 41 ss.), o cuando, como refieren los evangelistas, entraba 'los sábados en la sinagoga, según la costumbre' (Cfr. Lc 4, 16). Sin embargo, merece una atención especial lo que dicen los Evangelios de la oración personal de Cristo. La Iglesia nunca lo ha olvidado y vuelve a encontrar en el diálogo personal de Cristo con Dios la fuente, la inspiración, la fuerza de su misma oración. En Jesús orante, pues, se expresa del modo más personal el misterio del Hijo, que 'vive totalmente para el Padre', en íntima unión con El.


Continua acción de gracias de Jesús al Padre

29-VII-1987

 

1. La oración de Jesús como Hijo 'salido del Padre' expresa de modo especial el hecho de que El 'va al Padre' (Cfr. Jn 16, 28). 'Va', y conduce al Padre a todos aquellos, que el Padre 'le ha dado' (Cfr. Jn 17). Además, a todos les deja el patrimonio duradero de su oración filial: 'Cuando oréis, decid: ¡Padre nuestro...!' (Mt 6, 9; cfr. Lc 11, 2). Como aparece en esta fórmula que enseñó Jesús, su oración al Padre se caracteriza por algunas notas fundamentales: es una oración llena de alabanza, llena de un abandono ilimitado a la voluntad del Padre, y, por lo que se refiere a nosotros, llena de súplica y petición de perdón. En este contexto se sitúa de modo especial la oración de acción de gracias.

2. Jesús dice: 'Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos...' (Mt 11, 5). Con la expresión 'Te alabo', Jesús quiere significar la gratitud por el don de la revelación de Dios, porque 'nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quisiere revelárselo' (Mt 11, 27). También la oración sacerdotal (que hemos analizado en la última catequesis), si bien posee el carácter de una gran petición que el Hijo hace al Padre al final de su misión terrena, al mismo tiempo está también impregnada en un profundo sentido de acción de gracias. Se puede incluso decir que La acción de gracias constituye el contenido esencial no sólo de la oración de Cristo, sino de la misma intimidad existencial suya con el Padre. En el centro de todo lo que Jesús hace y dice, se encuentra la conciencia del don: todo es don de Dios, creador y Padre; y una respuesta adecuada al don es la gratitud, a acción de gracias.

3. Hay que prestar atención a los pasajes evangélicos, especialmente a los de San Juan, donde esta acción de gracias se pone claramente de relieve. Tales, por ejemplo, la oración con motivo de la resurrección de Lázaro: 'Padre te doy gracias porque me has escuchado' (Jn 11, 41). En la multiplicación de los panes (junto a Cafarnaún) 'Jesús tomó los panes y, dando gracias, dio a los que estaban recostados, e igualmente de los peces...' (Jn 6, 11). Finalmente, en la institución de la Eucaristía, Jesús, antes de pronunciar las palabras de la institución sobre el pan y el vino 'dio gracias' (Lc 22, 17; cfr., también Mc 14,23; Mt 26, 27). Esta expresión la usa respecto al cáliz del vino, mientras que con referencia al pan se habla igualmente de la 'bendición'. Sin embargo, según el Antiguo Testamento, 'bendecir a Dios' significa también darle gracias, además de 'alabar a Dios', 'confesar al Señor'.

4. En la oración de acción de gracias se prolonga la tradición bíblica, que se expresa de modo especial en los Salmos. 'Bueno es alabar a Yahvéh y cantar para tu nombre, oh Altísimo... Pues me has alegrado, oh Yahvéh, con tus hechos, y me gozo en las obras de tus manos' (Sal 91/92, 2-5). 'Alabad a Yahvéh, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan así los rescatados de Yahvéh... Den gracias a Dios por su piedad y por los maravillosos favores que hace a los hijos de los hombres. Y ofrézcanle ale sacrificios de alabanza (zebah todah) (Sal 106/197, 1.2.21-22). 'Alabad a Yahvéh porque es bueno, porque es eterna su misericordia... Te alabo porque me oíste y fuiste para mí la salvación... Tú eres mi Dios, yo te alabaré; mi Dios, yo te ensalzaré' (Sal 117/118, 1.21.28). '¿Qué podré yo dar a Yahvéh por todos los beneficios que me ha hecho? Te ofreceré sacrificios de alabanza e invocaré el nombre de Yahvéh' (Sal 115/116, 12.17). 'Te alabaré por el maravilloso modo con que me hiciste; admirables son tus obras, conoces del todo mi alma' (Sal 138/139,14). 'Quiero ensalzarte, Dios mío, Rey, y bendecir tu nombre por los siglos' (Sal 144/145, 1).

5. En el Libro del Eclesiástico se lee también: 'Bendecid al Señor en todas sus obras. Ensalzad su nombre, y uníos en la confesión de sus alabanzas. Alabadle así con alta voz: Las obras del Señor son todas buenas, sus órdenes se cumplen a tiempo, pues todas se hacen desear a su tiempo... No ha lugar a decir: ¿Qué es esto, para qué esto? Todas las cosas fueron creadas para sus fines' (Sir 39, 19-21.26). La exhortación del Eclesiástico a 'bendecir al Señor' tiene un tono didáctico.

6. Jesús acogió esta herencia tan significativa para el Antiguo Testamento explicitando en el filón de la bendición (confesión) alabanza la dimensión de acción de gracias. Por eso se puede decir que el momento culminante de esta tradición bíblica tuvo lugar en la última Cena cuando Cristo instituyó el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre el día antes de ofrecer ese Cuerpo y esa Sangre en el Sacrificio de la cruz. Como escribe San Pablo: 'El Señor Jesús, en la noche en que fue entregado, tomó el pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: 'Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía' (1 Cor 11, 23-24). Del mismo modo, los evangelistas sinópticos hablan también de a acción de gracias sobre el cáliz: 'Tomando el cáliz después de dar gracias, se lo entregó, y bebieron de él todos. Y les dijo. 'esta es mi Sangre de a alianza, que es derramada por muchos' (Mc 14, 23)24; cfr. Mt 26.27; Lc 22, 17).

7. El original griego de la expresión 'dar gracias' es 'ucaris thsaz' (de'eujaristein'), de donde Eucaristía así pues, el Sacrificio del Cuerpo y de la Sangre instituido como el Santísimo Sacramento de la Iglesia, constituye el cumplimiento y al mismo tiempo la superación de los sacrificios de bendición y de alabanza, de los que se habla en los Salmos (zebah todah) Las comunidades cristianas, desde los tiempos más antiguos, unían la celebración de la Eucaristía a acción de gracias, como demuestra el texto de la 'Didajé' (escrito y compuesto entre finales del siglo I y principios del II, probablemente en Siria, quizá en la misma Antioquía):

'Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa vida de David tu Siervo, que nos has hecho desvelar por Jesús tu Siervo...'

'Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos has hecho desvelar por Jesucristo, tu Siervo'

'Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre, que has hecho habitar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has hecho desvelar por Jesucristo tu Siervo' (Didajé 9, 2-3; 10, 2).

8. El Canto de acción de gracias de la Iglesia que acompaña la celebración de la Eucaristía, nace de lo íntimo de su corazón, y del Corazón mismo del Hijo, que vivía en acción de gracias. Por eso podemos decir que su oración, y toda su existencia terrena, se convirtió en revelación de esta verdad fundamental enunciada por la Carta de Santiago: 'Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces ' (Sant 1,17). Viviendo en la acción de gracias, Cristo, el Hijo del hombre, el nuevo 'Adán', derrotaba en su raíz misma el pecado que bajo el influjo del 'padre de la mentira' había sido concebido en el espíritu 'del primer Adán' (Cfr. Gen 3) La acción de gracias restituye al hombre la conciencia del don entregado por Dios 'desde el principio' y al mismo tiempo expresa la disponibilidad a intercambiar el don: darse a Dios, con todo el corazón y darle todo lo demás. Es como una restitución, porque todo tiene en El su principio y su fuente.

'Gratias agamus Domino Deo nostro': es la invitación que la Iglesia pone en el centro de la liturgia eucarística. También en esta exhortación resuena fuerte el eco de a acción de gracias, del que vivía en la tierra el Hijo de Dios. Y la voz del Pueblo de Dios responde con un humilde y gran testimonio coral: 'Dignum et iustum est', 'es justo y necesario'.