J U A N   X X I I I

MATER ET MAGISTRA

Carta encíclica sobre los recientes desarrollos
de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana


II

DETERMINACIONES Y DESARROLLO DE LAS ENSEÑANZAS DE LA "RERUM NOVARUM"

iniciativa personal, e intervención de los poderes públicos en el campo económico
"Socialización"
remuneración del trabajo
exigencias de la justicia frente a las estructuras productoras
propiedad privada
reafirmación del derecho de propiedad
propiedad pública
función social (prop. priv.)

iniciativa personal, e intervención de los poderes públicos en el campo económico

[51] Ante todo, debe afirmarse que el mundo económico es creación de la iniciativa personal de cada uno de los ciudadanos, ya en su actividad individual, ya en el seno de las diversas asociaciones para el logro de intereses comunes.

[52] En él, sin embargo, por las razones ya aducidas por Nuestros Predecesores, deben estar también activamente presentes los poderes públicos a fin de promover, en las formas debidas, el desarrollo productivo en función del progreso social para beneficio de todos los ciudadanos.

[53] Su acción, tiene carácter de orientación, de estímulo, de coordinación, de suplencia y de integración. Debe inspirarse en el principio de subsidiariedad[30] formulado por Pío XI en la encíclica Quadragesimo anno: Queda en la filosofía social fijo y permanente aquel importantísimo principio que ni puede ser suprimido ni alterado; como es ilícito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria pueden realizar para encomendarlo a la comunidad, así también es injusto, y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbación para el recto orden social, confiar a una sociedad mayor y más elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades menores e inferiores. Toda acción de la sociedad debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, mas nunca absorberlos y destruirlos[31].

[54] Es verdad que los actuales avances científicos y de las técnicas de producción ofrecen a los poderes públicos mayores posibilidades concretas de reducir los desniveles entre los diversos sectores de la producción, entre las diversas zonas dentro de las Comunidades políticas y entre las diversas Naciones en el plano mundial; como también de contener las oscilaciones en el sucederse de las situaciones económicas, y de afrontar con esperanza de resultados positivos los fenómenos de la desocupación de masas. Por consiguiente, los poderes públicos, responsables del bien común, no pueden menos de sentirse obligados a desenvolver en el campo económico una acción multiforme, más vasta, más profunda y más orgánica, como también a acomodar a esta finalidad las instituciones, los empleos, los instrumentos y los métodos de acción.

[55] Pero siempre debe afirmarse el principio de que la presencia del Estado en el campo económico, por extensa y profunda que sea, no se encamina a empequeñecer cada vez más la esfera de la libertad en la iniciativa personal de los individuos, sino más bien a garantizar a esa esfera la mayor amplitud posible, tutelando efectivamente, para todos y cada uno, los derecho esenciales de la persona; entre los cuales se ha de reconocer el derecho que cada persona tiene de ser y permanecer normalmente como primer responsable de su propia manutención y de la de su propia familia, lo cual exige que en los sistemas económicos esté permitido y facilitado, a cada individuo, el libre desarrollo de la actividad de una profesión provechosa.

[56] Por lo demás, la misma evolución histórica pone de relieve cada vez con mayor claridad que, entre los hombres, no puede existir una convivencia ordenada y fecunda sin una cooperación, en el campo económico, así de los particulares como de los poderes públicos; aportación simultánea, concordemente realizada y proporcional a las exigencias del bien común, todo ello según las variables condiciones de los tiempos y de las costumbres.

[57] Y así es como la experiencia atestigua frecuentemente que, donde falta la iniciativa personal de los particulares, domina la tiranía política; pero hay, además, estancamiento de los sectores económicos destinados a producir, sobre todo, la gama indefinida de los bienes de consumo y de los servicios que se refieren no sólo a las necesidades materiales, sino también a las exigencias del espíritu: bienes y servicios que exigen, de un modo especial, la genialidad creadora de los individuos.

[58] En cambio, donde falta o es defectuosa -en el orden económico- la debida actuación del Estado, reina un desorden irremediable, con el abuso de los débiles por parte de los fuertes menos escrupulosos, que prosperan en todas tierras y en todos tiempos, como la cizaña entre el trigo.

"Socialización" origen y amplitud de este fenómeno

[59] Uno de los aspectos típicos que caracterizan a nuestra época es la "socialización", entendida como un progresivo multiplicarse de las relaciones de convivencia, con diversas formas de vida y actividad asociada, e institucionalización jurídica. Como origen y fuente de este hecho aparecen múltiples factores históricos, entre los que deben contarse los progresos científico-técnicos, una mayor eficiencia productiva y un nivel de vida más alto en los ciudadanos.

[60] La "socialización" es al mismo tiempo reflejo y causa de una creciente intervención de los poderes públicos aun en los sectores más delicados, como los relativos a la sanidad, la intrucción y la educación de las nuevas generaciones, la orientación profesional, los métodos para la reeducación y readaptación de sujetos en cualquier manera deficientes; pero es también fruto y expresión de una tendencia natural, casi incontenible, de los seres humanos: la tendencia a asociarse para conseguir los bienes que, siendo aspiración de cada uno, superan la capacidad y los medios de que aisladamente pueden disponer los individuos; tendencia, que ha dado vida, sobre todo en los últimos tiempos, a una rica serie de grupos, de movimientos, de asociaciones, de instituciones para fines económicos, culturales y recreativos, sociales, deportivos, profesionales y políticos, que han surgido doquier, dentro de cada una de las Comunidades nacionales, y en el plano mundial.

valoración

[61] Es claro que la "socialización" así entendida lleva consigo muchas ventajas. En efecto, hace que puedan satisfacerse muchos derechos de la persona, particularmente los llamados económico-sociales, como, por ejemplo, el derecho a los medios indispensables para el sustento humano, a la asistencia sanitaria, a una instrucción básica más elevada, a una formación profesional más completa, a la habitación, al trabajo, a un descanso conveniente, a la honesta recreación. Además, gracias a la organización, cada vez más perfecta, de los medios modernos de la difusión, del pensamiento -prensa, cine, radio, televisión- los particulares pueden participar en los acontecimientos humanos de esfera mundial, y ello doquier se encuentren.

[62] Pero al mismo tiempo la "socialización" multiplica las formas organizativas y hace cada vez más circunstanciada la reglamentación jurídica de las mutuas relaciones entre todos los ciudadanos. Consiguientemente restringe el radio de la libertad en la actuación individual de cada hombre, y utliza medios, sigue métodos y crea ambientes que dificultan el que cada uno piense independientemente de los influjos externos, obre por iniciativa propia, ejercite su responsabilidad y afirme y enriquezca su persona. ¿Habrá, pues, de concluirse que la "socialización", al crecer en amplitud y profundidad, convertirá necesariamente a los hombres en autómatas? Es una interrogación, a la cual se debe responder negativamente.

[63] La "socialización" no ha de considerarse como un producto de fuerzas naturales que obran fatalmente, sino que, como hemos observado, es creación de los hombres, seres conscientes, libres e inclinados naturalmente a obrar con responsabilidad, aunque en su acción se ven obligados a reconocer y respetar las leyes del desarrollo económico y del progreso social y no pueden sustraerse del todo a las influencias del medio ambiente.

[64] Por lo cual creemos que la "socialización" puede y debe realizarse de modo que se obtengan las máximas ventajas que consigo pueda traer, pero que se eviten o, por lo menos, se reduzcan cuanto posible sus efectos negativos.

[65] Mas para así lograrlo, se requiere que en los hombres investidos de autoridad pública presida y gobierne una recta concepción del bien común; concepción, que ha de respetar el conjunto de las condiciones sociales que permiten y favorecen, en los seres humanos, el desarrollo integral de su persona. Creemos, además, necesario que los organismos intermedios y las múltiples iniciativas sociales, en las cuales tiende ante todo a expresarse y realizarse la "socialización", gocen de una efectiva autonomía respecto a los poderes públicos y vayan tras sus intereses específicos con relaciones de leal colaboración mutua, y en subordinación a las exigencias del bien común. Y no es menos necesario que dichos organismos presenten el aspecto y el carácter de verdaderas comunidades, lo cual tan sólo se manifestará cuando los respectivos miembros siempre sean tratados como personas y sean estimulados a tomar parte activa en su vida societaria.

[66] En el desarrollo de las formas organizativas de la sociedad contemporánea, el orden se realiza cada vez más mediante el equilibrio renovado entre una exigencia de colaboración autónoma y activa de todos, individuos y grupos, y una oportuna actuación estatal, que coordina y dirige convenientemente la iniciativa privada.

[67] Si la "socialización" se cumple en el ámbito del orden moral siguiendo las líneas indicadas, no trae, de por sí, peligros graves de cargas excesivas en daño de los ciudadanos como individuos; en cambio, contribuye a fomentar en ellos la afirmación y el desarrollo de las cualidades propias de la persona; además, se concreta en una reconstrucción orgánica de la convivencia que Nuestro predecesor Pío XI en la encíclica Quadragesimo anno[32] proponía y defendía como condición indispensable para que queden satisfechas las exigencias de la justicia social.

remuneración del trabajo criterios de justicia y equidad

[68] Profunda amargura embarga Nuestro ánimo ante el espectáculo inmensamente triste de innumerables trabajadores de muchas Naciones y aun de Continentes enteros, a los cuales se les da un salario que les somete, a ellos y a sus familias, a condiciones de vida infrahumana. Esto, sin duda, se debe, además, al hecho de que en aquellas Naciones y en aquellos Continentes el proceso de la industrialización está o en sus comienzos o todavía en fase no suficientemente avanzada.

[69] Pero en algunas de esas Naciones la abundancia y el lujo desenfrendado de unos pocos privilegiados contrastan de manera estridente y ofensiva con las condiciones de extremo malestar de los más; en otras todavía hoy se obliga a la actual generación a vivir con privaciones inhumanas para aumentar la eficiencia de la economía nacional según ritmos acelerados que sobrepasan los límites que la justicia y la humanidad consienten; mientras en otras Naciones un elevado tanto por ciento de la renta se consume en robustecer o mantener un mal entendido prestigio nacional o se gastan sumas enormes en armamentos.

[70] Además, en las Naciones económicamente desarrolladas no es raro comprobar cómo se fijan altas, y aun altísimas compensaciones por prestaciones de poco esfuerzo o de discutible valor, en tanto que al trabajo asiduo y provechoso de enteras categorías de ciudadanos honrados y trabajadores les corresponden muy bajas retribuciones, insuficientes o ciertamente no proporcionadas a lo que contribuyen al bien de la comunidad o a la renta de las respectivas empresas o al bien total de la economía de la nación.

[71] Por eso creemos deber Nuestro afirmar una vez más que, así como la retribución del trabajo no se puede abandonar enteramente a la ley del mercado, tampoco se puede fijar arbitrariamente, sino que debe determinarse conforme a justicia y equidad. Esto exige que a los trabajadores les corresponda una retribución tal que les permita un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a su responsabilidad familiar; pero exige además que, al determinar la retribución, se mire a su efectivo influjo en la producción y a las condiciones económicas de la empresa; a las exigencias del bien común de las respectivas Comunidades políticas, particularmente en lo que toca a las repercusiones sobre el empleo total de las fuerzas laborales de toda la Nación, así como también a las exigencias del bien común universal, o sea, de las Comunidades internacionales de diversa naturaleza y amplitud.

[72] Claro está que los criterios que acabamos de exponer valen siempre y en todas partes; pero no se puede determinar el grado en que deben ser aplicados, en los casos concretos, sin tener en cuenta la riqueza disponible: riqueza que, en cantidad y en calidad, puede variar y de hecho varía de Nación a Nación y dentro de una misma Nación, de un tiempo a otro.

proceso de adecuación entre el desarrollo económico y el progreso social

[73] Mientras las economías de las diversas Naciones evolucionan rápidamente y con ritmo aún más intenso después de la última guerra, creemos oportuno llamar la atención sobre un principio fundamental, a saber: que al desarrollo económico debe ir unido y proporcionado el progreso social, de suerte que de los aumentos productivos puedan participar equitativamente todas las categorías de ciudadanos. Para ello es necesario vigilar atentamente y emplear los medios eficaces, de suerte que las desigualdades económico-sociales no aumenten, antes se atenúen lo más posible.

[74] También la economía nacional -observa justamente Nuestro predecesor Pío XII-, como fruto que es de la actividad de los hombres que trabajan unidos dentro de la comunidad del Estado, no tiene otro fin que asegurar sin interrupción las condiciones materiales en que pueda desarrollarse plenamente la vida individual de los ciudadanos. Donde esto se lograre en forma duradera, el pueblo será económicamente rico, porque el bienestar general y, por consiguiente, el derecho personal de todos al uso de los bienes terrenales, se realizará entonces conforme a la finalidad establecida por el Creador[33]. De donde se sigue que la riqueza económica de un pueblo no consiste tan sólo en la abundancia total de los bienes, sino también, y aún más, en la real y eficaz distribución según justicia para garantía del desarrollo personal de los miembros de la sociedad, pues tal es la verdadera finalidad de la economía nacional.

[75] No podemos dejar de señalar aquí el hecho de que hoy, en muchas economías, las empresas medianas y grandes obtienen frecuentemente un rápido e ingente aumento de su capacidad de producción gracias a la autofinanciación. En tal caso estimamos poder afirmar que a los obreros les sea reconocido un título de crédito frente a las empresas en las que trabajan, especialmente cuando se les da una retribución no superior al salario mínimo.

[76] Acerca de esto debe recordarse el principio propuesto en la encíclica Quadragesimo anno por Nuestro predecesor Pío XI: Es completamente falso atribuir sólo al capital o sólo al trabajo lo que es un resultado de la eficaz colaboración de ambos; y es totalmente injusto que el uno o el otro, desconociendo la eficacia de la otra parte, trate de atribuirse a sí solo todo cuanto se logra[34].

[77] La indicada exigencia de justicia puede ser cumplida de diversas maneras, sugeridas por la experiencia. Una de ellas, y de las más deseables, consiste en hacer que los obreros, en las formas y en los grados más oportunos, puedan llegar a participar en la propiedad de las mismas empresas, puesto que hoy, lo mismo y aún más que en los tiempos de Nuestro Predecesor, con todo empeño y todo esfuerzo se ha de procurar que, al menos para lo futuro, las riquezas adquiridas se acumulen con medida equitativa en manos de los ricos, y se distribuyan con bastante profusión entre los obreros[35].

[78] Pero, además, debemos recordar que la proporción justa entre la remuneración del trabajo y las rentas ha de realizarse en armonía con las exigencias del bien común, así de la propia Comunidad política como de la entera familia humana.

[79] En un plano nacional deben considerarse como exigencias del bien común: dar ocupación al mayor número de obreros; evitar que se constituyan categorías privilegiadas, incluso entre los obreros; mantener una adecuada proporción entre salarios y precios y hacer accesibles bienes y servicios al mayor número de ciudadanos; eliminar o contener los desequilibrios entre los sectores de la agricultura, de la industria y de los servicios; realizar el equilibrio entre expansión económica y desarrollo de los servicios públicos esenciales; ajustar, en los límites de lo posible, las estructuras productivas a los progresos de las ciencias y las técnicas; lograr, finalmente, que las mejoras en el tenor de vida de la generación presente sean tales que preparen también un porvenir mejor a las generaciones futuras.

[80] Son, en cambio, exigencias del bien común en un plano mundial: evitar toda forma de concurrencia desleal entre las economías de los varios Países; favorecer la colaboración entre las economías nacionales mediante convenios eficaces; cooperar al desarrollo económico de las Comunidades políticas económicamente menos adelantadas.

[81] Es obvio que las indicadas exigencias del bien común, así en el plano nacional como en el mundial, también han de tenerse en cuenta cuando se trata de determinar la parte de las utilidades que corresponde asignar, en forma de beneficios, a los responsables de la dirección de las empresas; y, en forma de intereses o de dividendos, a los aportadores de capitales.

exigencias de la justicia frente a las estructuras productoras estructuras conformes a la dignidad del hombre

[82] Las normas de justicia han de regir no sólo en la distribución de la riqueza, sino también en orden a la estructura de las empresas que desarrollan actividad productora. Porque a la naturaleza de los hombres va unida la exigencia de que, al desarrollar su actividad productora, tengan también posibilidad de cumplir su propia responsabilidad y perfeccionar su propia persona.

[83] Por lo tanto, si las estructuras, el funcionamiento, los ambientes de un sistema económico, son tales que comprometan la dignidad humana de cuantos en él despliegan su propia actividad, o les entorpezcan sistemáticamente el sentido de responsabilidad o les dificulten de algún modo la manifestación de su iniciativa personal, tal sistema económico es injusto, aun en la hipótesis de que la riqueza que produzca alcance un alto nivel y sea distribuida según criterios de justicia y equidad.

nueva confirmación de una directriz

[84] No es posible determinar en un solo esquema las estructuras de un sistema económico que mejor respondan a la dignidad de los hombres y sean más idóneas para desarrollar en ellos el sentido de responsabilidad. Sin embargo, Nuestro Predecesor Pío XII traza oportunamente esta directriz: En la agricultura, en las artes y en los oficios, en el comercio y en la industria, hay que garantizar y promover la pequeña y la mediana propiedad; las uniones cooperativas deben asegurarles los beneficios de las grandes empresas; y... ha de ofrecerse la posibilidad de moderar el contrato de trabajo mediante un contrato de sociedad[36].

empresa artesana y empresa cooperativa

[85] Por lo tanto, se deben conservar y promover, en armonía con el bien común y dentro de las posibilidades técnicas, la empresa artesana, la empresa agrícola de dimensiones familiares; y también las iniciativas cooperativas, que son el complemento y perfección de las dos precedentes.

[86] Más adelante hablaremos de la empresa agrícola de dimensiones familiares. Aquí creemos oportuno hacer alguna indicación tocante a la empresa artesana y a la cooperativa.

[87] Ante todo, se debe notar bien que ambas empresas, para ser vitales, deben incesantemente ajustarse, así en las estructuras como en su funcionamiento y en la producción, a las situaciones siempre nuevas determinadas por los progresos de las ciencias y de las técnicas, y también por las mudables exigencias y preferencias de los consumidores: acción de reajuste, que debe ser realizada en primer lugar por los propios artesanos y por los propios cooperativistas.

[88] Para tal fin, es necesario que unos y otros tengan buena formación en el aspecto técnico y en el humano, y que estén profesionalmente organizados; y es también indispensable que se realice una conveniente política económica relativa sobre todo a la instrucción, los impuestos, el crédito y los seguros sociales.

[89] Por otra parte, la acción de los poderes públicos en favor de los artesanos y los cooperativistas halla su justificación, además, en el hecho de que unos y otros son portadores de genuinos valores humanos y contribuyen al progreso de la civilización.

[90] Invitamos, por tales razones, con paternal ánimo a Nuestros carísimos hijos artesanos y cooperativistas, esparcidos por todo el mundo, a que sean muy conscientes de la nobleza de su profesión y de su valiosa contribución, para que mantengan firmes en las Comunidades nacionales el sentido de la responsabilidad y el espíritu de colaboración y permanezca en ellos ardiente la aspiración a producir obras de un trabajo fino y original.

presencia activa de los trabajadores en las empresas grandes y medianas 

[91] Además, moviéndonos en la dirección trazada por Nuestros Predecesores, también Nos consideramos que es legítima en los obreros la aspiración a participar activamente en la vida de las empresas, en las que están incorporadas y trabajan. No es posible prefijar los modos y grados de tal participación, pues se hallan en relación con la situación concreta que cada empresa presente; situación, que puede variar de una empresa a otra, y que en lo interior de cada empresa está sujeta a cambios, a menudo rápidos y fundamentales. Creemos, sin embargo, oportuno llamar la atención sobre el hecho de que el problema de la presencia activa de los obreros existe siempre, sea pública o privada la empresa; y, en cada caso, se debe tender a que la empresa llegue a ser una verdadera asociación humana, que con su espíritu influya profundamente en las relaciones, funciones y deberes de cada uno de sus individuos.

[92] Esto exige que las relaciones entre los empresarios y dirigentes, por una parte, y los dadores de obra, por la otra, lleven en cada empresa el sello del respeto, la estima, la comprensión, la leal y activa colaboración e interés como en una obra común; y que el trabajo sea concebido y vivido por todos los miembros de la empresa, no sólo como fuente de ingresos, sino también como cumplimiento de un deber y prestación de un servicio. Eso implica también que los obreros puedan hacer oír su voz y prestar su aportación para el eficiente funcionamiento y desarrollo de la empresa. Observaba Nuestro predecesor Pío XII: La función económica y social que todo hombre aspira a realizar exige que el desarrollo de la actividad de cada uno no esté totalmente sometido a una voluntad ajena[37]. Una concepción humana de la empresa debe, sin duda, salvaguardar la autoridad y la necesaria eficacia de la unidad de dirección; pero no puede reducir a sus colaboradores de cada día a la condición de simples silenciosos ejecutores, sin posibilidad alguna de hacer valer su experiencia, enteramente pasivos respecto a las decisiones que dirigen su actividad.

[93] Conviene, por último, recordar que el ejercicio de la responsabilidad, por parte de los obreros, en los organismos de producción, al mismo tiempo que responde a las legítimas exigencias propias de la naturaleza humana, está también en armonía con el desarrollo histórico en el campo económico-social-político.

[94] De lamentar es que, como ya hemos indicado y se verá más ampliamente después, no son pocos los desequilibrios económico-sociales que en nuestro tiempo ofenden a la justicia y a la humanidad, y profundos errores dan forma a la actividad, fines, estructuras y funcionamiento del mundo económico. No obstante, es un hecho indiscutible que los regímenes económicos, por el impulso de los progresos científico-técnicos, se van hoy modernizando y se tornan más eficientes, con ritmo mucho más rápido que en lo pasado. Esto exige de los obreros aptitudes y cualidades profesionales más elevadas. Simultáneamente, y como consecuencia, se ponen a su disposición mayores medios y más amplios márgenes de tiempo para que se instruyan y se pongan al día, para su cultura y su formación moral y religiosa.

[95] Se hace también posible un aumento de los años destinados a la instrucción básica y a la formación profesional de las nuevas generaciones.

[96] De ese modo se crea un ambiente humano que favorece en las clases trabajadoras el que puedan tomar funciones incluso de grave responsabilidad, en sus respectivas empresas; mientras las Comunidades políticas muestran cada vez mayor interés en que todos los ciudadanos se sientan responsables de la realización del bien común en todos los sectores sociales.

presencia de los trabajadores en todos los sectores

[97] La época moderna ha logrado un amplio desarrollo del movimiento asociativo de los trabajadores y su reconocimiento general en los ordenamientos jurídicos de los diversos Países y en el plano internacional, para los fines específicos de colaboración, sobre todo mediante el contrato colectivo. No podemos, sin embargo, dejar de hacer notar cuán oportuno o necesario es que la voz de los obreros tenga posibilidad de hacerse oír y escuchar más allá del ámbito de cada empresa productora, y aun en cualquiera de los estratos nacionales.

[98] La razón consiste en que cada uno de los organismos productores, por muy amplias que puedan ser sus dimensiones y elevada e influyente su eficiencia, están vitalmente insertados en la estructura económico-social de las respectivas Comunidades políticas y condicionados por ella.

[99] Pero las resoluciones que más influyen sobre aquella estructura no son tomadas en lo interior de cada uno de los organismos productores; son, por lo contrario, decididas por poderes públicos o por instituciones que operan en plano mundial, o regional, o nacional, o de sector económico, o de categoría productora. De ahí la oportunidad o la necesidad de que, así en los poderes públicos como en las referidas instituciones, además de los que aportan capitales o de quienes representan sus intereses, también se hallen presentes los obreros o quienes representan sus derechos, exigencias y aspiraciones.

[100] Nuestro afectuoso pensamiento y Nuestro paternal estímulo se dirigen hacia las asociaciones profesionales y los movimientos sindicales de inspiración cristiana, presentes y actuantes en diversos Continentes, y que en medio de muchas y a veces graves dificultades han sabido trabajar y continúan trabajando por la eficaz defensa de los intereses de las clases obreras y por su elevación material y moral, tanto en el ámbito de cada una de las Comunidades políticas como en el plano mundial.

[101] Con satisfacción creemos obligado el poner bien de relieve que su meritoria obra no debe medirse tan sólo por sus resultados directos o inmediatos, fácilmente comprobables, sino también por sus positivas repercusiones en todo el mundo del trabajo, en medio del cual difunde ideas rectamente orientadoras y al que lleva un impulso cristianamente renovador.

[102] Tal creemos, también, que debe considerarse la acción que Nuestros amados hijos ejercen con ánimo cristiano en otras Asociaciones profesionales y movimientos sindicales que, inspirados en los principios naturales de la convivencia, respetan -en lo moral y en lo religioso- la libertad de las conciencias.

[103] Y también Nos complacemos en expresar Nuestro cordial aprecio hacia la Organización Internacional del Trabajo (O. I. T.), que desde hace decenios presenta su eficaz y preciosa colaboración para instaurar en el mundo un orden económico-social ajustado a los principios de la justicia y de la humanidad, en el que encuentran su expresión incluso las demandas legítimas de los obreros.

propiedad privada cambios modernos

[104] En estos último decenios, como es sabido, la separación entre propiedad de los bienes de producción y responsabilidades directivas en los mayores organismos económicos se ha ido acentuando cada día más. Sabemos que esto crea difíciles problemas de control por parte de los poderes públicos para garantizar que los objetivos pretendidos por los dirigentes de las grandes organizaciones, sobre todo aquellas que mayor repercusión tienen en la entera vida económica de una Comunidad política, no estén en contraposición con las exigencias del bien común. Son problemas, como la experiencia atestigua, que se plantean igualmente tanto si los capitales que alimentan las grandes empresas son de propiedad de ciudadanos particulares como si proceden de entidades públicas.

[105] También es verdad que no son pocos actualmente -y su número va creciendo- los ciudadanos que encuentran la razón de mirar con serenidad el porvenir en el hecho de contar con la seguridad social o con otros sistemas de seguros; serenidad, que en otro tiempo se fundaba en la propiedad de patrimonios, siquiera fueran modestos.

[106] Por último, ha de observarse que en nuestros días se aspira, más que a convertirse en propietario de bienes, a adquirir capacidad profesional, y se tiene mayor confianza en los recursos que se obtienen del trabajo o de los derechos fundados en el trabajo que en las rentas cuya fuente es el capital o derechos fundados sobre el capital.

[107] Eso, por otra parte, está en armonía con el carácter preeminente del trabajo como expresión inmediata de la persona, frente al capital, que es un bien de orden instrumental, por su naturaleza; lo cual ha de ser considerado, por lo tanto, un paso hacia adelante en la civilización humana.

[108] Los indicados aspectos que presenta el mundo económico han contribuido ciertamente a difundir la duda sobre si hoy ha dejado de ser válido o ha perdido importancia un principio, del orden económico-social, constantemente enseñado y propugnado por Nuestros Predecesores, es decir, el principio en que se establece el derecho natural de la propiedad privada de los bienes, incluso de los bienes de producción.

reafirmación del derecho de propiedad

[109] Esa duda no tiene razón de existir. El derecho de propiedad privada de los bienes, aun de los de producción, tiene valor permanente, precisamente porque es derecho natural fundado sobre la prioridad ontológica y de finalidad de los seres humanos particulares, respecto de la sociedad. Por otra parte, en vano se insistiría en la libre iniciativa privada en el campo económico, si a dicha iniciativa no le fuese permitido disponer libremente de los medios indispensables para su afirmación. Además, la historia y la experiencia atestiguan que, en los regímenes políticos que no reconocen el derecho de propiedad privada de los bienes incluso de producción, son oprimidas y sofocadas las expresiones fundamentales de la libertad; por eso es legítimo deducir que éstas encuentran garantía y estímulo en aquel derecho.

[110] En esto halla su explicación el hecho de que ciertos movimientos político-sociales que se proponen conciliar y hacer convivir la justicia con la libertad, y que eran hasta ayer netamente negativos respecto al derecho de propiedad privada de los bienes instrumentales, hoy, más plenamente informados sobre la realidad social, rectifican su propia posición y asumen, respecto a aquel derecho, una actitud substancialmente positiva.

[111] Hacemos, pues, Nuestras, en esta materia, las observaciones de Nuestro predecesor Pío XII: Luego, cuando la Iglesia defiende el principio de la propiedad privada, persigue un alto fin ético-social. Ella ya no pretende, pura y simplemente, mantener el actual estado de cosas, como si en él viera la expresión de la divina voluntad, ni proteger por principio al rico y al plutócrata contra el pobre y el menesteroso; ¡muy al contrario! Pero la Iglesia persigue, ante todo, que la institución de la propiedad privada sea tal cual debe ser según los designios de la divina sabiduría y las disposiciones de la naturaleza[38]. Es decir, que sea garantía de la libertad esencial de la persona y al mismo tiempo un elemento insustituible del orden de la sociedad.

[112] Además, ya lo hemos advertido, hoy, en muchas Comunidades políticas, los procedimientos económicos van aumentando rápidamente su eficiencia productora; pero, creciendo las ganancias, la justicia y la equidad exigen, según ya se ha visto, que dentro de los límites consentidos por el bien común sea también elevada la remuneración del trabajo; ello permite más fácilmente a los obreros ahorrar y formarse así un patrimonio. No se comprende, por lo tanto, cómo puede ser negado el carácter natural de un derecho que halla su origen principal y su perenne alimentación en la fecundidad del trabajo; que constituye un medio apropiado para la afirmación de la persona humana y el ejercicio de la responsabilidad en todos los campo; un elemento de consistencia y de serenidad para la vida familiar y de pacífico y ordenado progreso en la convivencia.

efectiva difusión

[113] No basta afirmar el carácter natural del derecho de propiedad privada, incluso de los bienes de producción, sino que también se ha de propugnar insistentemente su efectiva difusión entre todas las clases sociales.

[114] Según afirma Nuestro predecesor Pío XII, la dignidad de la persona humana exige normalmente, como fundamento natural para vivir, el derecho al uso de los bienes de la tierra, al cual corresponde la obligación fundamental de otorgar a todos, en cuanto posible sea, una propiedad privada[39]; y, por otra parte, entre las exigencias que se derivan de la nobleza moral del trabajo, también se halla comprendida la conservación y el perfeccionamiento de un orden social que haga posible una segura, aunque modesta, propiedad privada a todas las clases del pueblo[40].

[115] Tanto más debe propugnarse y realizarse la difusión de la propiedad en un tiempo como el nuestro, en el cual, según ya se idnicó, los sistemas económicos de un número creciente de Comunidades políticas están en camino de rápido desarrollo; por lo cual, si se utilizan recursos técnicos, de diversa naturaleza pero de comprobada eficacia, no resulta difícil promover iniciativas y llevar adelante una política económico-social que aliente y facilite una más amplia difusión de la propiedad privada de bienes de consumo duraderos, de la vivienda, del predio [familiar], de los enseres propios de la empresa artesana y agrícola-familiar, de acciones en las sociedades grandes o medianas; como ya se está practicando ventajosamente en algunas Comunidades políticas económicamente desarrolladas y socialmente avanzadas.

propiedad pública

[116] Cuanto se ha venido exponiendo no excluye, como es obvio, que también el Estado y las demás entidades públicas puedan legítimamente poseer en propiedad bienes de producción, especialmente cuando llevan consigo tal preponderancia económica que no se podría, sin poner en peligro el bien común, dejarlos en mano de los particulares[41].

[117] En la época moderna existe la tendencia hacia una progresiva ampliación de la propiedad cuyo sujeto es el Estado u otras entidades de derecho público. Este hecho encuentra una explicación en el desarrollo de las funciones cada vez más vastas que el bien común exige a los poderes públicos. Mas también en esta materia debe seguirse el principio de la subsidiaridad, ya enunciado; según el cual, ni el Estado ni las otras entidades de derecho público deben extender su propiedad sino tan sólo cuando lo exigen motivos de manifiesta y verdadera necesidad del bien común, y no con el fin de reducir la propiedad privada, y menos aún de eliminarla.

[118] Ni ha de olvidarse que las iniciativas de naturaleza económica del Estado y de otras entidades de derecho público deben confiarse a las personas que a una excepcionalmente sólida competencia junten una honradez ejemplar y un vivo sentido de responsabilidad para con el País. Además de que sus actuaciones deben estar sujetas a un cuidadoso y constante control, incluso para evitar que en el seno de la propia organización del Estado se formen centros de poder económico, con daño de su misma razón de ser, que es el bien de la comunidad.

función social (prop. priv.)

[119] Otro punto de doctrina propuesto constantemente por Nuestros Predecesores es que, al derecho de propiedad privada sobre los bienes, le es intrínsecamente inherente una función social. En efecto, en el plan de la creación, los bienes de la tierra están destinados, ante todo, para el honesto sustento de todos los seres humanos, como sabiamente enseña Nuestro predecesor León XIII en la encíclica Rerum novarum: Quienes han recibido de la munificencia de Dios mayor abundancia de bienes, ya exteriores y corporales, ya internos o espirituales, los han recibido a fin de servirse de ellos para su perfección, y al mismo tiempo como administradores de la divina Providencia, en beneficio de los demás. Por lo tanto, el que tenga talento, cuide no callar; el que abundare en bienes, cuide no ser demasiado duro en el ejercicio de la misericordia; quien posee un oficio de que vivir, haga participante de sus ventajas y utilidades a su prójimo[42].

[120] En nuestro tiempo, tanto el Estado como las entidades de derecho público han extendido y siguen extendiendo el campo de su presencia e iniciativa; pero no por esto ha desaparecido, como algunos erróneamente se inclinan a pensar, la razón de ser de la función social de la propiedad privada, ya que dicha función social brota de la naturaleza misma del derecho de propiedad. Además, siempre hay una amplia variedad de situaciones dolorosas y de necesidade delicadas y a la par agudas, que las formas oficiales de la acción pública no pueden alcanzar, y que, en todo caso, no están capacitadas para satisfacer; por lo cual siempre queda abierto un vasto campo para la sensibilidad humana y la caridad cristiana de los particulares. Por último, ha de observarse que, para la promoción de los valores espirituales son a menudo más fecundas las múltiples iniciativas de personas aisladas o de grupos, que la acción de los poderes públicos.

[121] Nos complacemos aquí en recordar cómo en el Evangelio es considerado legítimo el derecho de propiedad privada sobre los bienes; pero al mismo tiempo el Maestro Divino dirige frecuentemente a los ricos apremiantes llamadas para que muden en bienes espirituales, sus bienes materiales, dándolos a los necesitados, bienes que el ladrón no roba, ni la polilla o el orín corroen y que ellos encontrarán aumentados en los graneros eternos del Padre Celestial: No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el gusano los consumen, o donde los ladrones perforan y roban. Antes bien, amontonad tesoros en el cielo: allí no hay ni la polilla ni el gusano que los consuman, ni ladrones que perforen y roben[43]. Y el Señor considerará como hecha o negada a Sí mismo, la caridad hecha o negada a los indigentes: En verdad yo os lo digo, en la medida en que lo hicisteis a uno de estos mis más pequeños hermanos, a Mí lo hicisteis[44].


[30] Cf. A. A. S. 23 (1931) 203.
[31] Cf. ibid. 203.
[32] Cf. ibid. 222 ss.
[33] Cf. A. A. S. 33 (1941) 200.
[34] Cf. A. A. S. 23 (1931) 195.
[35] Cf. ibid. 198.
[36] Nuntius radioph. d. d. 1 sept. 1944: cf. A. A. S. 36 (1944) 254.
[37] Allocutio hab. d. 8 sept. 1956. Cf. A. A. S. 48 (1956) 799-800.
[38] Nuntius radioph. d. d. 1 sept. a. 1944, Cf. A. A. S. 36 (1944) 253.
[39] Nuntius radioph. d. d. 24 dec. a. 1942; cf. A. A. S. 35 (1943) 17.
[40] Cf. ibid. 20.
[41] Litt. enc. Quadragesimo anno: A. A. S. 23 (1931) 214.
[42] AL 11 (1891) 114.
[43] Mat. 6, 19-20.
[44] Mat. 25, 40.

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