LAS FORMAS LITERARIAS

A. Los Himnos

B. Alabanza narrativa comunitaria

C. La alabanza del individuo

 

D. La lamentación individual

 

E. La lamentación comunitaria

  

F. Salmos didácticos                 

 

A. LOS HIMNOS

 

1. Naturaleza de los Himnos

 Podemos verificar la teoría de Gunkel tomando como ejemplo uno de sus tipos principales de salmos, el de los himnos o cantos de alabanza descriptiva. El himno es un canto litúrgico singular, propio de cualquier comunidad que se reúne para alabar a Dios. Este tipo de canto es común a todas las religiones, y se suele cantar con la ayuda de los más variados instrumentos musicales.

 Este canto no evoca un fenómeno particular, sino que puede ser utilizado cada vez que la comunidad se reúne para dar culto a Dios. Durante el exilio los salmos se utilizaron en privado, y un poco más tarde en las sinagogas. Los salmos de alianza se transfirieron del Templo a las sinagogas. Donde quiera que se entona un himno comienza el culto, ya sea en la pieza de una casa donde la familia se reúne para orar, o en una prisión como la de Filipos, o en una catedral gótica. Veamos el análisis de la forma literaria de estos Himnos, y notemos cómo el contenido está vinculado a una forma literaria que trataremos de describir con cierto detalle. 

   a) Obertura

Convocación o invitatorio. La llamada a la alabanza va en imperativo. “Venid a alabar al Señor”. Al principio era una auténtica convocación, y no una parte del mismo salmo, sino un preludio Nehemías 9.5 ilustra bien este punto. Más adelante el invitatorio fue incluido dentro del salmo

Al principio esta convocatoria consistía en una sola frase: HALLELUYA, “Alabad a YAH”. Más tarde se añadieron otros imperativos: Shiru, enu, zameru, hodu, harninu, hari'u... “Cantad, alabad, salmodiad, dad gracias...”

 Podemos encontrar también formas yusivas en 3ª persona. tales como: yehi shem meboraj (“que el nombre del Señor sea alabado”). También formas cohortativas de 1ª persona: nerannenu, nari'a, nashira, nagila... (“alegrémonos, aclamemos, cantemos, regocijémonos...”)

  Esta convocatoria a la alabanza se va ensanchando cada vez más, y llega a repetirse a la mitad y al final del salmos. En algunos casos encontramos un salmos que es todo él invitatorio, como en el caso del salmo 150, que está totalmente dominado por el imperativo.

b) Motivación

A continuación del invitatorio encontramos la parte principal del salmo con un doble enunciado sobre Dios, haciendo referencia a sus propiedades divinas o a sus obras. Estas acciones pueden pertenecer al dominio de la naturaleza, la sociedad, o la historia.

Los motivos para la alabanza se dan siempre en una forma gramatical precisa. Se pueden expresar ya sea mediante participios, ya sea mediante una frase comenzada por éë  ki (porque) o una oración de relativo comenzando con øùà -asher- (que). 

 c) Otros ingredientes

Se trata de adornos que incluyen cuestiones retóricas con  éî -‘mi’-: ¿quién? 89,9, 106,2.

-Frases negativas con  ïéà -‘ein’-: No hay Dios como tú, los muertos no alaban al Señor... 33,16; 96,5; 147,10.

- Frases de advertencia con  ìà -'al’-: no os fiéis de los príncipes. 146,3. 

   d) Acorde Final

Todas las criaturas son invitadas a tomar parte de esta alabanza.

 

 2. Una lista de himnos

El himno o cántico de alabanza está representado fuera del Salterio en el cántico de Ana (1 S 2, 1-10), el de Ezequías (Is 38: 10-20), Habakuk (Ha 3), los tres jóvenes (Dn 3,52-90), y los tres cantos de Lucas en el Evangelio de la Infancia (Zacarías, María y Simeón).

Dentro ya del Salterio podemos considerar como himnos los salmos 8, 19, 29, 33, 100, 103, 104, 111, 113, 117, 135, 136, 145, 146, 147, 148, 149, 150. Hay otros salmos que también podrían ser incluidos en este epígrafe, pero que no corresponden exactamente a la estructura que hemos dado aquí. También los salmos reales (47, 93, 96-99) pueden ser incluidos en esta sección. 

 

3. Un ejemplo: El salmo 113

Veamos un ejemplo de Himno en el salmo 113.

   Verso 1-3. Invitatorio o convocatoria. El convocante experimenta la realidad de Dios de una forma irresistible, conmocionante. Su llamada a la alabanza no es una forma litúrgica muerta, sino que se hace eco de esta experiencia interior. No guardéis silencio (Sal 30,12). Hay un deseo de extender la alabanza hasta las extremidades del tiempo y del espacio. La creación misma, todas las criaturas animadas e inanimadas son convocadas para alabar a Dios. El más pequeño insecto es un testigo de la gloria divina no menos elocuente que la grandeza del sol. El microscopio revela tanto de su grandeza como el telescopio. La alabanza no se confina al reducto del Templo, desborda sus muros para llegar a los confines del tiempo y del espacio. “Desde la salida del sol hasta su ocaso, mi nombre será grande entre los Gentiles” (Mal 1,11). “A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro extremo, y nada escapa de su ardor” (Sal 19,7).

Este intenso deseo de alabanza, tan presente en el Salterio, es recogido en la oración cristiana: “Santificado sea tu nombre”. 

   Verso 4-9. Estos versos nos dan los motivos para la alabanza, son como el desarrollo de la alabanza. En los himnos en general esta parte enumera uno detrás de otro los distintos aspectos de la realidad divina o se fijan sólo en un punto concreto con todos sus detalles.

En el caso del salmo 113, oímos el eco sorprendente de una experiencia de Dios básica. Dios es sublime en su grandeza, y sin embargo nos mira hasta lo más hondo que hay en nosotros. Oye los gritos de sus hijos bajo el yugo de la esclavitud y viene a librarlos. Para el Dios de Ana, estos dos enunciados se pertenecen mutuamente, son como los dos polos de un mismo campo magnético Los versos 4-6 describen en detalle la majestad de Dios que se hace presente en la profunda miseria de los que sufren y los levanta para acercarlos a sí.

La intervención divina cambia el curso de los acontecimientos. El sufrimiento no es simplemente un sufrimiento material, sino que está situado en su contexto social. La persona que sufre se ve arrastrada a una marginación de soledad y vergüenza. El salmo escoge dos ejemplos de entre la gran masa de los sufrientes: un hombre y una mujer, el indigente y la mujer estéril. Esas personas que habían sido excluidas del clan de la gente decente y honorable, van a ser establecidas en un puesto de honor. La alabanza de Dios en el cielo acaba proyectándose sobre una pequeña habitación donde una madre se alegra con su niño pequeño en sus brazos. “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”. La sorpresa se desborda al descubrir por una parte “qué admirable es su nombre en toda la tierra”, y por otra el que se incline sobre el hombre para coronarlo de gloria y esplendor” (Sal 8,6).

  El enunciado de que Dios mira desde arriba y se compadece hasta el fondo de los que viven en la miseria, se repite en los salmos 33,13; 136,23; 147, 6. Fuera del salterio podemos encontrarlo también en el Magnificat de Lucas.

 

B) ALABANZA NARRATIVA DE LA COMUNIDAD

 

La alabanza comunal de Israel a Dios a lo largo de su historia debió jugar un papel importante, pero quedan muy pocos salmos en el salterio que pertenecen a este género literario de AC.

Westermann lo atribuye al hecho de que las colecciones de los salmos son postexílicas, y han dejado fuera muchos cantos de la época del primer Templo, porque ya no eran relevantes en los últimos tiempos en que la nación, en cuanto tal, no experimentaba los actos de liberación divina, ya que habían perdido su independencia política.

Para buscar ejemplos de este tipo de cantos debemos acudir a otros textos pre-exílicos. La forma más pura y más sencilla la encontramos en el cántico de Miriam de Ex 15,21: “Cantad a YHWH pues se cubrió de gloria, arrojando en el mar caballo y carro”. Sólo dos frases, una para el invitatorio, y la otra para la acción concreta que motiva la alabanza. Cantos semejantes encontramos en Sal 66,8-12; 81,6-7; 85; 2-4; 93.3-4; 126,2-3. Se trata sólo de fragmentos incrustados en otro Salmo más complejo, de forma contaminada. Los dos únicos salmos que responden a esta estructura en su totalidad son los Salmos 124 y 129. Fuera del Salterio encontramos Dt 32;43, Is 25,1-5... En el Nuevo Testamento tenemos el Benedictus de Lc 1,68-75.

Gunkel distinguió en este apartado dos subespecies. Una, la que acabamos de citar, “Cantos de Acción de gracias de Israel”. La otra son los “Cantos de victoria”. Ambos están llenos del gozo de la liberación. En ambos grupos la estructura es común

    1.-¡Alabado sea Dios, que nos ha liberado!

    2.- La alabanza es respuesta directa a la acción divina.

    3.- La alabanza se expresa con gozo.

La diferencia está en que en el primer grupo no hay ninguna alusión a batallas, mientras que en canto de victoria el relato de la batalla ocupa un lugar importante   

 

1. Cantos de acción de gracias comunitaria: Salmo 124 

Su Sitz im Leben es una celebración litúrgica en el templo (1 Mc 4,54; 13,51; 2 Mc 10,7). Estas fiestas de acción de gracias no correspondían a un calendario cíclico fijo, como tampoco las celebraciones comunitarias. Estaban más bien provocada por circunstancias históricas puntuales e imprevisibles, como el hecho de la lluvia después de una larga sequía, o la retirada de los enemigos que sitiaban una ciudad. Cada vez que el pueblo se sentía liberado celebraba una fiesta de acción de gracias en el templo. Las pocas indicaciones que tenemos sobre este tipo de fiestas hablan de alegría y júbilo desbordante (Is 12,36; 25,9; Sal 67,5; 1 Mc 5,54; 2 Mc 10,6) acompañado de cítaras y trompetas (1 Mc 13,51).

La forma más desarrollada de este canto lo encontramos en los salmos 124 y 129.  Ambos salmos empiezan con un yusivo: “Que lo diga ahora Israel” (124,1; 129,1; cfr. también 118,2-4). Muy probablemente al principio del género había imperativos de invitación, tal como sucede en los himnos.

En el salmo 124 Israel acaba de librarse de un terrible peligro. Como siempre, dado el carácter formal de los salmos, no es posible saber de qué se trataba. Sólo nos dan frases generales: “Nos habrían tragado vivos”, “las aguas nos habrían anegado”, “habría pasado sobre nosotros un torrente...”, “presa de sus dientes”, “lazo de cazadores”.

Analicemos brevemente el Salmo 124. El salmo tiene dos partes principales y una conclusión

v. 1-5: En la primera se expresa lo que hubiera podido pasar, de no haberse dado una circunstancia histórica concreta. Se enuncia una condición irreal, y se imagina uno como hubiera sido todo si esta condición irreal se hubiera dado. El yusivo en 3ª persona: "Que lo diga Israel", reemplaza al imperativo de 2ª persona que era propio del invitatorio de los Himnos (alabanza comunitaria descriptiva). Pero con una forma literaria nueva reencontramos así el invitatorio en la alabanza comunitaria narrativa

v. 6-7: En la segunda parte se afirma la situación positiva del presente, una vez que la condición irreal no se dio, y se alaba al Señor que ha conducido el desarrollo de ese episodio por cauces de liberación.

v. 8: Conclusión: El último verso es como una moraleja, que condensa la experiencia vivida, y la saca de su contexto histórico para enunciarla como verdad permanente, que es válida en el pasado, presente y futuro, y se convierte en el ancla de la esperanza para el futuro.

Esta división queda substanciada por el hecho de que las dos partes principales comienzan con el nombre de YHWH en segunda posición, y contienen la palabra åðùôð naphshenu, nuestra alma, en el segundo hemistiquio.

La repetición de la oración condicional, con el yusivo "Que lo diga Israel" intercalado, puede sugerir que el salmo se recitaba de un modo antifonal, y había un recitado a dos coros entre lector y comunidad.

La estructura del salmo depende toda ella de esa oración condicional irreal repetida dos veces al principio: "Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte". Se menciona al Señor no como protagonista de una acción salvífica concreta, sino de una presencia. Según Schökel esta es una fórmula clásica de los oráculos de salvación que se condensa en el nombre de Emmanuel, el Dios presente, el Dios con nosotros (Is 43,2). 

A) Lo que hubiera podido suceder se enuncia en dos imágenes: a) "Nos habría devorado vivos el incendio de su ira", b) "Nos habrían arrollado las aguas (imagen repetida dos veces). El fuego y el agua son los agentes de destrucción. Podemos recordar como ambos agentes aparecen en Is 43,2: "Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán; si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará". (Cfr. también Si 51,3-5). En Mt 17,15, cuando el padre describe la penosa situación del muchacho endemoniado, dice: "Muchas veces se cae en el fuego y muchas en el agua". Fuego y agua se han convertido en una bina clásica para expresar las situaciones de peligro. Junto con esta bina explícita, tenemos la presencia de otra imagen de peligro: el Hades que traga vivos, el abismo en el que podemos hundirnos. Este abismo puede reflejarse con las dos imágenes clásicas del mar que traga, y de la fiera que traga. 

B) En la descripción hay dos imágenes opuestas o correlativas: el cazador que caza y la fiera que traga. El conjunto de imágenes amenazantes es resumido así por Schökel: "el enemigo es fuego, es agua que arrolla, devora como la tierra, es fiera que descuartiza y es cazador que caza en la trampa”. Dada la brevedad y la rapidez del poema, esta concentración de imágenes, condensa una gran energía e intensidad emocional. 

Delitzsch señala que dada la naturaleza tardía de este salmo, está todo él cuajado de reminiscencias de otros salmos anteriores, citados implícitamente. Comenta Schökel; "El estilo de reminiscencias produce el efecto de sentirse uno en casa, lo contrario de la sorpresa”.

-aguas amenazadoras            18,5.7; 69,2-3

-tragar vivos                             55,16; Pr 1,12

-bendito el Señor                     28,6; 31,22

-la trampa del cazador           91,3

-insolencia íéðåãæ                         86,14; 119,51.78

-invocar el nombre de Dios    20,8                                                  

 

2. Cantos de Victoria 

  Otro tipo de salmo comunitario de alabanza narrativa es el canto de victoria. Parece ser que existía una colección separada de cánticos en el libro llamado "Libro de las Guerras del Señor" (Nm 21,14). La mayor parte de estas canciones no fue recogida en el salterio, porque en la época postexílica Israel no experimentó victorias militares, hasta el tiempo de los Macabeos.

No tenemos ningún ejemplo completo de estos cantos de victoria. Sólo existen algunos fragmentos que, al parecer de Gunkel, son bastante tardíos (Sal 46,9-10; 48,13-14; 76,4-7; 118,15; Jdt 16,4-6).

Normalmente este canto era interpretado en el mismo campo de batalla o en la tienda del rey victorioso, aunque también podía repetirse cuando el ejército regresaba a la ciudad en triunfo, y entonces todo el pueblo participaba también en el canto. Los textos no relacionan estos cantos con el templo ni con ningún contexto cúltico.

En el desarrollo del canto, la victoria es siempre atribuida a Dios, que ha participado personalmente en la batalla, aun sirviéndose de hombres débiles. En el canto se describe el resultado de la batalla, mostrando las armas enemigas desparramadas por el campo, los cadáveres, el botín...

El género es narrativo. YHWH aparece en 3 persona. A menudo hay un invitatorio en el que se invita al pueblo a acudir al campo de batalla para ver el resultado de la victoria (46,9; 66,5), o a contemplar desde fuera la altura de los baluartes que han impedido la conquista enemiga (48,13-14a).

La canción de victoria en su estadio más primitivo la encontramos en la canción de Miriam de Ex 15,21, o la canción de los filisteos tras la victoria sobre Sansón en Jc. 16,24. Podemos compararla con otros cantos plenamente desarrollados como el canto de Débora en Jc 5.

Los cantos de victoria son cantos litúrgicos, que tienen u puesto en el desarrollo de la guerra santa, que comienza con un oráculo, consultando a YHWH, y termina con un canto de victoria al final de la guerra. Además del canto de Débora tenemos otros fragmentos de cantos de victoria en textos bíblicos tales como Jos 10,12-13; Sal 126,3; 118,15-16. Judit 16 es una imitación tardía.

La parte principal del canto de victoria es la descripción de la epifanía divina (Jc 5,4-5; Sal 18,7-15; 68,7-8; Jdt 16,15) La descripción de Dios que sacude cielo y tierra cuando llega a salvar a su pueblo. Esta teofanía también está descrita fuera de los cantos de victoria (Hb 3,3-15; Dt 33; Is 30,27-33), y muy a menudo se inspira en el acontecimiento del Mar Rojo. 

Veamos el esquema de la canción de Débora como paradigma de los cantos de victoria. Podemos estructurar el salmo de la siguiente manera

          Jueces 5:

2-3:    Invitatorio a bendecir y a escuchar

4-5:    Descripción de la epifanía divina

6-8:    Retrospectiva de la situación de peligro

9-11:  Invitación renovada a la alabanza

12-30:  Relato de la victoria

31:      Conclusión y súplica

 

C. LA ALABANZA DEL INDIVIDUO

     

El salmo de alabanza individual hay que estudiarlo en relación con la lamentación del individuo. Ambos se articulan como los dos actos de un mismo drama. Al final de la lamentación se escucha un voto o promesa de alabar a Dios: “Cantaré al Señor que ha hecho maravillas conmigo” (Sal 13,6). Este voto se cumple ahora en el salmo de acción de gracias. La conclusión de muchos lamentaciones individuales es la misma que el principio de los salmos de alabanza individual. El voto de alabar a Dios con el que terminaba la lamentación se ve cumplido en el anuncio con el que se abre el salmos de alabanza.

    Podemos comparar el final del salmo 13: “A YHWH cantaré por el bien que me ha hecho; salmodiaré al nombre de YHWH, el Altísimo”, con el comienzo del salmo 30,1: “Yo te ensalzo, YHWH, porque me has levantado, y no dejaste reírse de mí a mis enemigos”.

Algunos de los salmos de alabanza narrativa por parte del individuo los tenemos en 9; 18; 30; 31,7-8. 19-24; 40,1-12; 66,13-20; 92; 116; 138; Jonás 2; Lm 3;25-58; Job 33:26-28; Sir 51 o también en las conclusiones de alabanza de algunas lamentaciones (7,18; 56,13; 57,9-12; 63,4-6). En los Hodayot de Qumrán encontramos otros textos paralelos. 

 

1. La acción litúrgica 

En el interior del salmo es posible descubrir algunos rasgos del tipo de acción litúrgica en la que se recitaban estos salmos. La palabra hebrea que designa esta alabanza es todah, äãåú, palabra que designa tanto la alabanza en general como el sacrificio de alabanza” (Sal 116,17). De ahí podemos concluir que esos salmos se recitaban mientras tenía lugar el sacrificio de alabanza, que era uno de los géneros del sacrificio de comunión (Lv 3,1-17; 22,29-30).

Por ejemplo el salmo 66,13-14 expresa esta conexión: “Con sacrificios entraré en tu Casa, te cumpliré mis votos, los que abrieron mis labios, los que en la angustia pronunció mi boca”.  Y a partir de ahí sigue un texto de alabanza narrativa, en la que se narra la liberación experimentada. El salmo 22,26-27 se refiere a una comida ritual que se tenía en dicha ocasión o a danzas en corro (cfr. 30,12). Según el salmo 116,19 estas celebraciones litúrgicas tenían lugar en el patio del templo (cfr. 27,6; 56,13; Jon 2,10).

Pero poco a poco se fue debilitando la conexión de este tipo de salmos con el sacrificio de alabanza, como puede verse en los salmos 34 y 92 que combinan temas sapienciales y que por tanto difícilmente pueden asociarse con una acción cúltica.

 

 

2. Estructura de la alabanza individual

 

a) Proclamación de intenciones

El orante manifiesta su voluntad de alabar a Dios mediante el modo voluntativo en primera persona. “Quiero alabarte...”, “Quiero ensalzarte”, “Bendeciré al Señor en todo tiempo...” El nombre de YHWH debe ser mencionado expresamente, porque hay que explicitar en todas las religiones cananeas a qué dios va dirigido el canto.

Aquí vemos la diferencia con el himno, que empezaba con un invitatorio en imperativo. La alabanza del individuo comienza con la declaración de la decisión de alabar a Dios, que es expresada mediante el voluntativo del verbo. 

b) Breve resumen de la acción divina que motiva la alabanza

A continuación de esta declaración de intenciones, se explicitan los motivos que han llevado a este deseo de alabar a Dios “Porque ha oído la voz de mi súplica” (116,1), “En el día en que te invoqué me escuchaste” (Sal 138,3). Sigue un breve resumen de la acción divina que será narrada en detalle más adelante en la parte quinta. 

c. Invitación a la alabanza

Este resumen lleva a una invitación a los circunstantes, exhortándoles a escuchar y a compartir la alabanza. “Os contaré lo que el Señor ha hecho conmigo” (Sal 66,16; 30,56; 34,6). En este momento se habla de Dios en 3ª. persona.

d. Descripción de la crisis

Se describen tanto la crisis como la súplica que se elevó a Dios en ese momento

e. Narración del rescate

Por ejemplo en el salmo 40: “Me sacó de la fosa fatal, del charco cenagoso. Puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios”. Se narra el profundo cambio que ha tenido lugar. La alabanza no es algo que tiene lugar después del rescate, sino que el rescate consiste precisamente en haber pasado desde el abatimiento a la alabanza (cf. Is 61,3).

Por eso este tipo de salmos nunca termina con la narración del rescate, sino con la alabanza que su consumación más lograda. La vida del que ha sido rescatado del she’ol es precisamente la alabanza. Sólo los vivos alaban a Dios (Is 38,18).

Pero en este momento la alabanza narrativa da paso a la alabanza descriptiva, que ya no se fija en un beneficio concreto, sino que se convierte en un modo de vida. Una vez que nuestros ojos y nuestra boca se han abierto, uno es capaz de instalarse en la alabanza permanente a Dios, por ser él quien es, y por el modo habitual que tiene de comportarse.

Una última nota de estos salmos es que la alabanza es expresada siempre con alegría. No se trata simplemente de una “alegría cúltica”, sino de la alegría de la salvación (92,5; 107,30; 66,20; 30,12). 

 

3. Un ejemplo: Salmo 30

 

a. Declaración de intenciones: verso 2a

“Yo te ensalzo, YHWH, porque me has levantado”. Dios es ensalzado cuando los hombres confiesan públicamente las grandes acciones que realizó en su favor. 

b. Breve resumen de la acción divina: versos 2b - 4

“YHWH, Dios mío, clamé a ti y tú me sanaste. Tú has sacado YHWH mi alma del she’ol, me has recobrado de entre los que bajan a la fosa”.

En este salmo el breve resumen de la acción divina es más largo que lo habitual. No consiste en una única frase. El orante se ve impulsado a contar todo lo que pasó. Hubiera bastado la primera frase: “Porque no dejaste que mis enemigos se rieran de mí”, pero el autor quiere dar más detalles: a) todo sucedió en presencia de los mismos enemigos b) y sucedió como respuesta al grito de petición de ayuda c) la liberación fue nada menos que un rescate de la muerte, porque en realidad una vida miserable no puede ser llamada verdadera vida. En el sufrimiento y angustia operan las fuerzas de la muerte, y es de la muerte de lo que Dios nos libera. 

C. Invitación a la alabanza: versos 5-6

“Salmodiad a YHWH los que le amáis, alabad su memoria sagrada”.

En este momento el relato se interrumpe para invitar a todos los circunstantes a unirse a la alabanza, teniendo en cuenta que la liberación del orante es sólo un caso más de algo que tiene una significación universal. Su pequeña anécdota se convierte en testimonio de un poder de vida que puede extenderse a todos cuantos se encuentran en las garras de la muerte.

Cuando hizo el voto de alabar a Dios, el salmista estaba solo en su angustia. Pero ahora cuando viene al templo a cumplir su voto, está rodeado de sus amigos que le acompañan, y que festejan con él su liberación. Antes, desde su soledad prometía alabar a Dios en medio de la asamblea. Ahora ya se encuentra en medio de esa asamblea (cf. 34,3). El salmo era recitado por un solista acompañado de una comunidad cúltica, los piadosos, justos, santos, humildes... (22,24; 30,5; 32,11; 34,10; 66,16), o incluso de una gran asamblea (40,10). El arpa y la cítara eran empleadas para acompañar el canto (Sal 34,4; 71,22). La presencia de estos invitados a los sacrificios votivos está atestiguada en la Escritura (1 S 9,13.22.24; 2 S 15,11; So 1,7).

La experiencia de liberación le autoriza al orante para dirigirse a los demás y arrastrarles a la alabanza. El salmista sabe que la liberación es posible, y puede probarlo. Su caso no es sino un una instancia más de una regla general que puede ser perfectamente enunciada y tiene validez universal “De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana, gritos de alborozo”. 

d. Exposición de la crisis: versos 7-11

Es la parte más detallada. El salmista comienza narrando la situación que condujo al momento crítico. Se volvió demasiado seguro de sí mismo y no comprendió que su prosperidad dependía sola y exclusivamente de Dios. Y pasó lo que tenía que pasar. Vino la catástrofe.

Pero esta fue la oportunidad para conocer mejor quién era Dios verdaderamente. El orante se volvió hacia él desde su profunda turbación, y le pidió que le salvase. La oración es reproducida en detalle; se aducen los motivos (“¿Qué ganancia...?”), y se transcribe la petición misma que se hizo en aquel momento: (“¡Escucha, YHWH, y ten piedad de mí! ¡Sé tú, YHWH, mi auxilio!”). 

e. Realidad de la liberación: versos 12 -13

La narración es muy breve y reviste una forma poética: “Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría”.

Concluye el salmo con una intención renovada de seguir alabando a Dios. El salmista no se limita a decir gracias una vez, y ahí queda todo. Muestra su voluntad de que la alabanza a Dios siga retiñendo hasta la eternidad. Quiere que su alabanza siga siempre viva en su corazón,

De este modo, desde la alabanza narrativa, ligada a un incidente concreto, llegamos a la alabanza descriptiva que no necesita ocasiones especiales, porque Dios es siempre grande, siempre digno de alabanza. A través del reconocimiento de una acción concreta, el creyente es llevado a instalarse permanentemente en la alabanza como modo de vida.

Es curioso notar que en la alabanza narrativa no se nos dice nada nunca de lo que les pasó a los enemigos, ni si fueron castigados o no. Aquí el autor se limita a mencionarlos cuando describe la crisis. Pero con el gozo de su salvación no se recrea en la desgracia de sus enemigos. Lo importante es la liberación personal, no la venganza. La acción divina va mucho más allá de una simple retribución.

 

Las Polaridades en el Salmo

Schökel ha hecho notar cómo las antítesis se multiplican en este salmo. Estas son algunas de las palabras enfrentadas en cada polaridad: 

vida       abismo                                 afianzamiento desconcierto

vida       fosa                                      favor               rostro oculto

favor     cólera                                   danza              luto

vida       terror                                   ceñir                desatar

amanecer  atardecer                          fiesta               sayal

júbilo     llanto                                    cantar             callar 

Es un número enorme para un salmo tan breve. En todos los ejemplos hay una bina generatriz, se trata de la polaridad vida/muerte. Esa es la contraposición radical. El salmista había tocado las fronteras de la muerte, y ahora se encuentra instalado en el país de la vida. Dos ejes del poema son bajada/subida y silencio/canto. La muerte está abajo, y la vida arriba. La muerte es silencio, y la vida es canto (Sir 17,27).

 

D. LA LAMENTACIÓN DEL INDIVIDUO

 

1. Medio de vida de la lamentación individual 

El salmo individual de lamento es una oración para ser utilizada en el culto. La historia de la madre de Samuel nos muestra el lugar que ocupaba este tipo de salmo en el culto del antiguo Israel. Una persona profundamente acongojada viene al santuario para descargar allí toda la amargura de su corazón. Ana oró “con su alma llena de amargura”, “con lágrimas abundantes”, “muy afligida”, “desde lo profundo de su pena y su despecho”. Pero en el templo, por la mediación del sacerdote, Ana va a recibir una nueva seguridad que produce en ella un cambio total: “Se marchó, comió y se le cambió el rostro” (1 Sm 1,10).

Podemos encontrar un caso semejante en Isaías 38. El rey Ezequías estaba gravemente enfermo. Desde su lecho pidió a Dios que lo curase. El profeta Isaías fue enviado por Dios para decirle que había escuchado su oración y que no moriría. Se nos incluye un texto muy breve con la oración que Ezequías dirigió a Dios durante la enfermedad (LI: Is 38,3) y un largo cántico de acción de gracias después de haber recobrado la salud (AI: Is 38, 9-20).

Habitualmente los salmos de lamentación reproducen sólo la oración de la persona afligida y no su acción de gracias posterior. La respuesta que Dios da no se consigna dentro del salmo mismo; sin embargo en la mayor parte de estos salmos hay una inflexión en la queja. En un momento dado parece como si la persona recibiera una palabra de ánimo que viene de fuera de sí misma, ese ánimo que la oración siempre da a todos los que derraman su corazón en la presencia de Dios. Este consuelo recibido es señal de que la oración ha sido escuchada.

Los salmos individuales de lamento son con mucho la oración más frecuente en el Salterio. Hay unos 50 (un tercio) que pertenecen a este género

Salmos: 3-17 (excepto 8, 9, 15); 22-28 (excepto 24); 31; 35-43 (excepto 37); 51-64 (excepto 60); 69, 71, 73, 86, 88, 102, 109, 130.

Fuera del libro de los Salmos encontramos bonitos ejemplos de lamentos personales en Jr 11; 15; 17-18; 20. Este género aparece continuamente en el libro de Job. En cuanto a los tipos de lamentos individuales, en muy pocos casos llega uno a enterarse cuál era el problema que afligía al salmista. Se nos da una descripción muy genérica de los motivos de su sufrimiento. Por eso no podemos agrupar los salmos según la naturaleza de los problemas concretos que afligen a sus distintos autores. Muchos salmos (22, 38, 39, 41, 71, 88, 102) hablan mucho de enfermedad, pero raramente la enfermedad es la única causa del lamento.

Otro conjunto de salmos puede ser considerado la oración de una persona injustamente acusada (3, 4, 7, 11, 17, 26, 27, 35, 69). pero incluso aquí encontramos la injusticia unida a un sufrimiento de otro tipo. Por eso todas las tentativas de atribuir los salmos a situaciones individuales han fracasado. 

 

2. Estructura del salmo individual de lamento 

En su conjunto la LI se adapta al modelo de los salmos de la LC. Ambos consisten en quejas y súplicas para salir de la prueba, dirigidas a Dios. Esto explica por qué este género posee muchos de los mismos componentes del salmo de lamentación comunitaria (LC)

    a. Apelación: a menudo con un vocativo introductorio en 2ª persona

    b. Queja:

             dirigida contra Dios: queja en 2ª persona

             a propósito de la acción del enemigo: queja en 3ª persona

             descripción del sufrimiento personal: queja en 1ª persona

    c. Súplica: para ser liberado de la miseria profunda. 

Sin embargo hay algunas diferencias entre el salmo individual y el comunitario. La liberación que se pide en la LI se describe de una forma más clara y presente que en la LC. El tiempo de un individuo es más corto que el tiempo de una comunidad, y por eso la liberación tiene que aparecer en un horizonte más inmediato.

El recuerdo de las ayudas de Dios en el pasado es un rasgo típico de la LC (Sal 77,12-21; 80,9-12), mientras que sólo se produce raramente en los salmos LI (22,10-11; 143,5). Todo el énfasis en la lamentación individual está en la profesión de confianza, con la adición de palabras para expresar la certeza de haber sido escuchado. En sus conclusiones numerosos salmos LI se transforman en palabras de alabanza a Dios (13; 22; 35; 37), cosa que se produce raramente en los salmos LC. Examinemos ahora cada uno de los componentes de esta forma literaria. 

a. Apelación

    La oración se dirige a Dios por su nombre: YHWH. En esta interpelación se establece el primer contacto que nos permite hablar con Dios. La mayor parte de las veces se le llama a Dios por su nombre, sin añadir ninguno de sus atributos. Esta manera de acercarse a Dios contrasta con la abundancia de atributos doxológicos típicos de los salterios babilonios y egipcios.

Cuando nos dirigimos a una persona llamándole por su título oficial, presuponemos una cierta distancia con relación a ella.  Es un tratamiento protocolario, formal. En cambio cuando nos dirigimos a una persona llamándole por su nombre, se da una relación más íntima.

A menudo a continuación de esta apelación encontramos una breve petición introductoria, anterior a la lamentación, petición que se repetirá más extensamente después de la lamentación. En este caso vemos que la súplica ocupa dos lugares diversos dentro del mismo salmo. 

b. Queja

Como ya hemos dicho, la queja se expresa en las tres relaciones que constituyen a una persona: la existencia en sí misma, la existencia en común con otros, y la existencia frente a Dios. No hace falta que estas tres dimensiones aparezcan siempre en el mismo salmo. La posibilidad de poner el énfasis en una u otra permite una gran variedad de matices.

La queja contra Dios (Queja en 2ª persona) puede tomar la forma de un “¿por qué? o de un “¿hasta cuándo?”. En el “por qué” expresamos nuestra falta de comprensión de esta situación terrible. En el “¿hasta cuándo?” decimos que ya no podemos aguantar más, que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas. Estas quejas muestran que quienes las formulan se toman a Dios en serio, y son capaces de interpelarle seriamente.

La queja a propósito de mi sufrimiento (queja en 1ª persona) manifiesta a la vez mi sufrimiento y la vergüenza que este sufrimiento me causa. Aun la lamentación más individual siempre tiene lugar en el contexto de una comunidad. Normalmente esta queja se expresa de manera viva y dramática y puede ocupar muchos versículos en el salmo.

La queja contra mis enemigos (queja en 3ª persona) está casi siempre presente, aun en el caso de un sufrimiento personal causado por una enfermedad o por otra causa natural. La reacción hostil y el ostracismo de los demás hacen el sufrimiento de nuestra enfermedad más intolerable a nuestros propios ojos. 

c. Petición

    Se trata de una súplica nacida de una profunda angustia. No encontramos nunca en los salmos ese tipo de oración de los fieles, o de oración litánica, en la que se expresa una larga lista de problemas o necesidades humanas. La petición en los salmos es siempre monocorde: ser liberado de la profunda angustia.

La petición tiene dos partes: una llamada a Dios para que nos oiga, para que nos preste atención (¡Ven!, ¡Escucha!, ¡Inclínate hacia mí!). Y otra llamada en la que se le pide a Dios que intervenga. Ninguna oración será escuchada a menos que en ella se haya producido un encuentro con el Dios vivo. Previamente a la solución de nuestros problemas, establecemos un contacto con él.

Como ya hemos mencionado, solemos encontrar al final de la LI una alabanza a Dios, como si la liberación demandada ya hubiera tenido lugar. Nos recuerda el consejo evangélico: “Todo lo que pidáis en la oración, creed que ya os ha sido concedido, y lo obtendréis” (Mc 11,24). La queja original se transforma en alabanza y éste es ya el primer fruto de la oración.

 

3. Un ejemplo: El Salmo 13

     En su brevedad y su simplicidad, este salmo ejemplifica muy bien la estructura básica de la forma literaria en la LI.

a. Apelación

Encontramos en ella el nombre de YHWH, tal como nos lo podíamos esperar en un salmo que pertenece al salterio Yavista (3-41).  Es de notar la ausencia de atributos doxológicos o de títulos oficiales. Aparece sólo el nombre de YHWH.

b. Queja

Se expresa a través de unas frases interrogativas paralelas que comienzan con “¿Hasta cuándo?”.

Los dos primeros “¿Hasta cuándo?” expresan una queja en 2ª persona, dirigida a Dios. Van juntas como parte de un mismo verso. La idea de abandono está expresada por dos verbos paralelos: çëù = olvidar y êéðô úà øéúñä   = ocultar el rostro. La vida humana depende hasta tal punto de la participación divina que cuando nos falta la alegría, la libertad o la salud es como si Dios mismo estuviese ausente de nuestra vida.

El tercer “¿Hasta cuándo?” se refiere a la queja en 1ª persona. También aquí encontramos dos enunciados paralelos sobre todo lo que el poeta tiene que sufrir y la dimensión en la que sufre: éùôðá úåöò  = pena en mi alma;   ááìá ïåâé = dolor en mi corazón.

El cuarto “¿Hasta cuándo?” es la queja en 3ª persona. Se trata de un enunciado simple, sin estructura paralela. El triunfo del enemigo refuerza la impresión de que Dios está ausente. Con el refuerzo de esta ¿”Hasta cuándo?” el orante muestra que ya no puede sufrir más con este dolor continuo, sin falta de perspectivas de una mejoría. Sin embargo nunca llegamos a saber qué es lo que le aflige. La triple queja no nos da ningún indicio. Sólo se mencionan los síntomas, pero no las causas. Lo que cuenta sobre todo es el malestar en sí mismo, en tanto en cuanto afecta la triple relación que caracteriza la vida del hombre: Dios, los demás y él mismo. 

c. Petición

También encontramos las fórmulas típicas de la petición. Primeramente el orante se vuelve a Dios pidiéndole que le ayude. Se siente cortado de Dios, de un Dios que se percibe lejano.  Por encima de todo está el deseo de acercarse a él de nuevo y restablecer la relación con él: “Mira y responde”.

Podemos también ver cómo la muerte se menciona en un esfuerzo por exorcizar su amenaza inminente. La muerte no se ve sólo como el final de la vida física del hombre, sino como una fuerza que se proyecta ya ahora en nuestro presente. Se anuncia, se anticipa en cada uno de los sufrimientos por los que tenemos que pasar.

Pero al final del salmo vemos cómo el afligido avanza sobre su queja inicial, en la línea de una intensificada confianza en Dios. Penetra en el dominio donde la queja puede ser silenciada: “cuento con tu fidelidad”.

La primera frase se presenta como un deseo, pero es algo más que wishful thinking. En su confianza renovada, el orante da un paso en su proceso de liberación y puede alegrarse en el Señor y comenzar a cantar.

Se ha dado un giro radical respecto al momento en que se inició la queja. En un breve tiempo de oración el orante ha pasado del lamento a la confianza, a la certeza de que su oración ha sido escuchada, a una jubilación anticipada que sienten todos aquellos que confían en que la liberación ya está en marcha.

 

 

E. LA LAMENTACIÓN COMUNITARIA

 

1. Medio de vida de la lamentación comunitaria 

A través del AT se alude a menudo a situaciones que dan lugar a una lamentación colectiva. Algunas veces como en Jl 1-2 el ritual se describe lentamente, pero más a menudo se expresa con una sola frase : “Entonces los hijos de Israel clamaron a Dios” (Jc 20, 23-26; 1 Re 8, 33ss; Jr 36, 6-9).

Por los ejemplos mencionados y por otros textos podemos saber exactamente cómo era el proceso de una lamentación. De hecho lo que mejor conocemos de toda la tradición de Israel es esa institución que se denomina “ayuno”. Los días de ayuno y lamento no venían de forma previsible según el calendario. Se observaban espontáneamente en tiempo de crisis tales como las langostas o la sequía, el ataque de un enemigo o una derrota catastrófica, o la destrucción de una ciudad o de un santuario.

Sin embargo durante el exilio había conmemoraciones especiales de la destrucción del Templo y cuatro días de ayuno fijos. No estamos seguros de si esas conmemoraciones continuaron durante el segundo Templo, pero los salmos que hacen referencia a esta destrucción nos lo hacen suponer. Fuera de este caso, o de la lamentación de Joel a propósito de las langostas, es casi imposible determinar con exactitud las circunstancias históricas a las que alude un salmo, porque nos faltan muchos detalles concretos.        

Hay que distinguir claramente las lamentaciones comunitarias de los cantos fúnebres. Estos últimos no están situados en un contexto religioso, ni guardan ningún lazo espiritual con YHWH; son por eso cantos profanos. Ver el canto de David por Saúl y Jonatán (2 Sm 1, 19-27), o el de la muerte de Abner (2 Sm 3, 34).

Dado que el día de ayuno estaba motivado por una crisis y no pertenecía a un ciclo del calendario, había que proclamarlo para que la gente se preparase. Había que convocar a la comunidad entera, incluidas mujeres y niños. Podemos ver una convocatoria en Joel 2,14; Jon 3,5; Ez 21,12.

La purificación y el el uso de vestidos de luto por parte de los fieles, formaban parte de la observancia del ayuno (Jl 1,14). El vestirse de saco (Is 22,12; Jr 4,8), el esparcirse ceniza en el pelo (Jos 7,6; Ne 9,1), y los gestos de humillación y de súplica delante del Señor (Jc 20,23-26; Jr 14,12) formaban parte de estas prácticas. Los salmos de lamentación eran utilizados durante la liturgia del Templo.

El carácter democrático original de las tribus de Israel se preserva en la lamentación comunitaria. Efectivamente vemos que incluso en el culto oficial del Templo, el pueblo mismo sigue siendo el sujeto de la lamentación, mientras que en Babilonia era el rey el protagonista, el orante en nombre del pueblo en primera persona del singular. En Israel el rey no era el orante, sino todo lo más el objeto de intercesión del pueblo (Sal 84,10;21)

No se nos han preservado muchos salmos de LC en el Salterio: 44, 60, 74 (77). 79, 80, 83, 89. Fuera del libro de los salmos encontramos varias plegarias de este género en los libros proféticos. A veces capítulos (Jr 14, Ha 1, Lm 5), o también a veces sólo fragmentos.

Algunas veces encontramos fragmentos de lamentaciones en mitad de un salmo de alabanza. Esto se debe a que con frecuencia en los salmos de acción de gracias se describe la aflicción de la que el fiel se ha visto librado. Esta descripción de la angustia pasada puede ser reemplazada por una cita de la lamentación que se hizo en mitad de la tribulación, para mostrar así la grandeza de la salvación del Dios que escuchó aquel lamento. 

 

2. Estructura de la lamentación comunitaria 

Ya hemos explicado la naturaleza y las estructura de las lamentaciones al hablar de la súplica individual. Apelación, queja y demanda. Podemos observar que en el lamento comunitario hay además otros elementos, como el recuerdo de las acciones pasadas de Dios en contraste con la realidad actual decepcionante. Vemos también como elemento nuevo la presencia de un oráculo divino, transmitido por los profetas o los levitas del templo. Daremos una breve explicación de cada parte. 

a.- Invocación

El recurso a Dios establece un contacto que hace posible hablar con él. Es como si se abriera una puerta. Es un contacto que pone en comunicación al que invoca y al que es invocado. Casi siempre se invoca a Dios sin ningún calificativo (Sal 44,1; 74,1; 79,1; 83,1; Lm 5,1). Ya hemos explicado el sentido de esta invocación breve y sobria.

A veces hay una petición preliminar en demanda de auxilio, aunque en realidad la petición detenida vendrá al final del salmo. Pero desde el principio el fiel desea encontrar a Dios. Este encuentro es más importante que la solución del problema que le aflige.

Durante toda oración hay una teofanía. La lamentación se desgrana ante un rostro. El hecho de que Dios contemple, de que haga brillar su rostro, es la evidencia que es misericordioso y escucha nuestras oraciones.

“Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu amor” (Sal 31, 17). "Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro" (Sal 4,7). "Haznos volver, haz brillar tu rostro y seremos salvos" (Sal 80,4). Buscar el rostro del Señor es la obsesión del salmista, que pide ante todo que Dios no vuelva su rostro, y no lo oculte. "De ti dice mi corazón: ‘Busca su rostro’. Tu rostro busco, no me escondas tu rostro" (Sal 27, 8-9).

Contemplar el rostro de Dios es también el objetivo final de los que peregrinan al templo. El salmista desea vivir en la presencia de Dios todos los días “Los corazones rectos contemplarán su rostro” (Sal 11,7). "Yo en mi justicia contemplaré tu rostro y al despertarme me saciaré de tu semblante (Sal 17,15). "¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?" (Sal 42,3). "Tú salvas mi alma de la muerte para que camine delante de tu rostro en la tierra de los vivos" (Sal 56,14; 116,9). "Delante de tu rostro, plenitud de gozo” (Sal 16,11).

Como ya hemos mencionado al hablar de la lamentación individual, primero se le pide a Dios que preste atención. El uso del imperativo es muy eficaz. He aquí la lista de los imperativo más comunes:

Muéstrate: : 94,1 òפéåä

Álzate: íå÷, äîå÷: 3,7; 7,7; 9,20; 10,12; 35,2; 74,22; 82,8; 94,2.

Despierta: 7,7; 44,24; Levántate, ven junto a mí y mira (59,5).

Vuélvete a mí: 69,17; 86,16; 119,132.

Vuelve: áåù, äáåù: 6,5; 80,15; 90,13.

Algunos de los imperativos tienen que ver con los sentidos corporales de vista y oído:

Escucha: 17,1; 55,2; 80,2; 84,9; 86,6; 140,7; 141,1; 143,1.    

Escucha a mi grito de auxilio; que mis palabras lleguen a tus oídos; ten en cuenta mis suspiros,      no me seas sordo (28,1).

Inclina tu oído;  íééðæåà äèä : 17,6; 31,3; 71,2; 86,1; 88,3; 102,3

Respóndeme:  éððò: 4,2; 13,4; 27,7; 55,3; 69,14.17-18; 86,1; 102,3; 119,145; 143,1.7.

Mira: äèéáä: 13,4; 80,15; 142,5.

Date prisa: äùåç : 22,20; 38,23; 40,14; 70, 2.6; 143,7.

El orante le pide a Dios que se incline hacia él. “Inclina hacia mí tu oído” (102,3). "Inclina tus cielos y desciende" (144,5). "Observa desde el cielo y mira" (80,15). Y quiere que todo sea “deprisa” øäî: 31,3; 69,18; 102,3. 

b.- Queja

La queja contra Dios toma la forma de una pregunta: “¿por qué?, ¿cuánto tiempo?”, o bien la forma de una frase descriptiva como “Has destruido sus muros”.

La queja en 1ª persona tiene dos partes: el sufrimiento y la vergüenza que este sufrimiento causa. La queja en 3ª persona explica la crueldad que han mostrado los enemigos en todas sus acciones. Esta es la parte más desarrollada y contiene descripciones literarias dramáticas de las pruebas por las que el pueblo ha tenido que pasar. Veamos algunos ejemplos.

 à: DESCRIPCIÓN DE LAS TRIBULACIONES

-Matanzas: “Han derramado la sangre como agua alrededor de Jerusalén y no hay sepultureros" (Sal 79,3). "Los cadáveres humean como estercolero en pleno campo, como las hierbas detrás del segador y nadie las ata" (Jr 9,21).  "Los cadáveres son entregados en pasto a las aves del cielo, y la carne de los tuyos a las bestias del campo" (Sal 79,2). 

-Destrucción de ciudades: Has hecho brecha en sus murallas (Sal 80,13). Jerusalén está reducida a un montón de escombros, y la puerta está rota en pedazos " (Is 24,2). "La montaña de Sión está desolada y los chacales merodean " (Lm 5,18). 

-Silencio: “El gozo y la alegría han desaparecido de los campos. En las viñas no hay regocijo ni gritos de gozo, ni vino que pisar en el lagar. El bullicio ha cesado” (Is 16,10). "Los jóvenes han abandonado su música " (Lm 5,14). "La guirnalda ha caído de nuestras cabezas" (Lm 5,16). "Los pastos del páramo han sido incendiados; nadie pasa ya por allí, ni se escucha el sonido de los rebaños " (Jr 9,9). 

-Sufrimiento del inocente: "Han violado a las mujeres en Sión, y a las vírgenes en las ciudades de Judá. El rostro de los ancianos no ha sido respetado. Los adolescentes tenían que hacer girar la piedra del molino y jovencitos se han desplomado bajo el peso de la carga (Lm 5,11-13). 

-Derrota "Ya no sales con nuestros ejércitos. Nos haces retroceder frente al adversario, nuestros enemigos nos han saqueado victoriosos” (Sal 44, 10-11). 

-Hambre: "Dan sus joyas a cambio de alimento para encontrar la vida" (Lm 1,11). “Niños y lactantes desfallecen en las plaza de la ciudad (Lm 2,12).  ¿Dónde hay pan? (Lm 4,4).  "¿Tenían las mujeres que comer a sus frutos, a sus niños de pecho?” (Lm 2,20; Jr 19,8). “Con sus propias manos, mujeres de tierno corazón cocieron a sus hijos.  Triste alimento fueron para ellas en la ruina de la hija de mi pueblo” (Lm 4,10). 

-Profanación de cosas sagradas: "Todo en el santuario lo ha devastado el enemigo. En el lugar de las asambleas sagradas rugían los adversarios; pusieron sus enseñas, enseñas que no se conocían, en el frontón de la entrada. Machetes en bosque espeso, a una cercenaban sus jambas, y con hacha y martillo desgajaban. Prendieron fuego a tu santuario, por tierra profanaron la mansión de tu nombre.” (Sal 74,4-7). "El Señor ha rechazado su altar, su santuario ha desdeñado, ha dejado a merced del enemigo los muros de los palacios. Por los gritos que se daban en la casa de YHWH se hubiera dicho que era un día de fiesta” (Lm 2,7). 

-Sufrimiento que no remite: "Esperábamos la paz, y no viene nada bueno; el tiempo de la cura, y viene la turbación" (Jr 14,19). 

-Vulnerabilidad: “¿Por qué has destrozado sus defensas y todos los que pasan por el camino la vendimian, y el jabalí del monte la saquea y la bestia del campo la devora? (Sal 80,13-14). “Esclavos dominan sobre nosotros y nadie nos libra de su mano” (Lm 5,8). 

Ausencia de Dios: "El Señor ha sido como un enemigo. Ha destruido a Israel" (Lm 2,5). “¿Es que no está el Señor en Sión? ¿Su rey no mora en ella?” (Jr 8,19). Ya no vemos nuestros signos ni hay profetas. Ninguno de nosotros puede decir: ‘¿Hasta cuándo?’” (74,9).

 

á. VERGÜENZA E IRRISIÓN DE NUESTROS ENEMIGOS 

    Por encima de todos los sufrimientos físicos, las lamentaciones insisten en el hecho de que los fieles han perdido su honra y se han convertido en la irrisión de sus enemigos.

    "Por tu causa los enemigos nos insultan. Nos haces la irrisión de nuestros vecinos, burla y escarnio de nuestros circundantes. Mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos" (Sal 44, 14-15; 79,4). "Todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza..." (22,8).

    Lo que deploran no es su afrenta personal, sino la burla hacia todo lo que es más sagrado para ellos, el rey, el templo, Dios mismo. “El celo de tu casa me devora, y los insultos de los que te insultan recaen sobre mí” (Sal 69,10).

    "Acuérdate, Señor, de los insultos a tu servidor (el rey). Llevo en mi seno los ultrajes de los pueblos. Así ultrajan tus enemigos, YHWH, así ultrajan las huellas de tu ungido" (Sal 89,51-52). "Has desechado la alianza con tu servidor, has profanado por tierra su diadema... A sus adversarios la diestra has exaltado. a todos sus enemigos has llenado de gozo. Has embotado el filo de su espada y no les has sostenido en el combate” (89, 39-45).

    El salmista continúa insistiendo en que esos insultos van dirigidos hacia Dios y le pide que tome esa ofensa como ofensa personal, como su problema personal, ya que todo ocurre “por causa de tu nombre”. “Di algo en tu favor”. “Es tu trono de gloria lo que deshonran”. “Me dicen todo el día: ‘¿Dónde está tu Dios?’” (Sal 42,4).

    "Acuérdate del insensato que blasfema contra ti todo el día. No olvides el tumulto de los adversarios, el clamor de los enemigos que crece sin cesar” (Sal 74,18). "No nos rechaces más, por el honor de tu nombre. No profanes el trono de tu gloria" (Jr 14,21). "¿Por qué has de ser como un extranjero en este país, como uno que va de paso y sólo se detiene por la noche? ¿Por qué has de ser como un pasmado, como un guerrero incapaz de librar?” (Jr 14,8-9). 

c.- Recuerdo de las acciones pasadas de Dios

El contraste entre las maravillas pasadas que Dios ha realizado y la situación de angustia presente es típica de estos salmos de LC. No se trata meramente de la nostalgia de tiempos mejores. Se traen al recuerdo las acciones pasadas de Dios bajo la presión de una fuerte crisis.  Al comparar el pasado con el presente, el pueblo toma conciencia de la coherencia que hay en su historia, y trata de integrar dentro de ella los nuevos sucesos incomprensibles.

Hay una tendencia en la gente que se encuentra pasando por duras pruebas a consolarse pensando en los momentos felices del pasado, en el recuerdo de un paraíso original que le da seguridad y renueva su confianza en Dios. “Eres tú el que me ha sacado del vientre, y me has confiado a los pechos de mi madre; a ti fui confiado al salir de sus entrañas. Desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios” (22, 10-11). En el exilio el pueblo se acuerda de las grandes fiestas y ceremonias cuando tomaba parte en la liturgia del templo. “Lo recuerdo y mi alma se expansiona. Cómo caminaba hacia la tienda admirable, hasta la casa de Dios, en medio de gritos de algazara de la multitud jubilosa” (Sal 42,5).

Estos recuerdos nos consuelan en el momento en que “somos los más pequeños de todas las naciones y estamos humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados. Ya no hay jefe ni profeta, ni príncipe, holocausto, sacrificio, oblación o incienso, o un lugar donde ofrecer primicias y encontrar gracia delante de tus ojos” (Dn 3, 37-39). "¿Dónde están las primicias de tu amor, Señor?" (Sal 89,50). "Me acuerdo de los días de antiguo, me repito todas tus obras, medito sobre la obra de tus manos” (143,5).

“¿Es para siempre que Dios nos rechaza? ¿Ya no nos mostrará más su favor? ¿Se ha agotado su palabra para siempre? ¿Es que Dios se ha olvidado de compadecerse, o la cólera cierra sus entrañas? Y me digo: ‘Mi pena es que ha cambiado la diestra del Altísimo” (Sal 77,8-11).

    Entre estas maravillas está el relato detallado de las obras de Dios en la creación y en la historia. Se le recuerda a Dios su creación, su lucha contra el caos inicial con matices míticos: “Tú quebrantaste la cabeza del Leviatán y se la diste como pasto a las bestias salvajes. Tú haces brotar torrentes y manantiales, tú desecas río inagotables. Tuyo es el día, tuya es la noche; tú colocaste la luz y el sol; tú has puesto los linderos del orbe, el verano y el invierno eres tú el que los has creados” (Sal 74, 14-17; Is 51,9-10).

Pero sobre todo se le recuerda a Dios su obra de salvación. Las relaciones de Dios con su pueblo son un tesoro de recuerdos transmitidos de generación en generación. “Oh Dios, lo hemos oído con nuestras propias orejas, nuestros padres nos han contado la obra que hiciste en sus días, los días de antaño, por su mano” (Sal 44, 2). El salmo 80 resume toda esa historia con la parábola del agricultor que planta y cuida una viña. Otros salmos contienen también pequeños resúmenes de historia de salvación ( 44,3-4; 77,15-21).

También se recuerdan las palabras que Dios pronunció y las promesas que hizo en el templo por medio de oráculos proféticos. Algunas veces estos oráculos son reproducidos palabra por palabra dentro de la lamentación misma. “Dios prometió una vez en su santuario: ‘Victorioso parcelaré Siquén..." (60,8-10). "Una vez hablaste en visión y dijiste a tus amigos... (sigue a continuación la cita de promesas hechas a los reyes de Israel, y al final hay una dramática descripción del presente tan distinto de aquellas promesas hechas). “Tú has rechazado, y despreciado a tu ungido y te has encolerizado contra él. Has desechado la alianza con tu siervo, has profanado por tierra su diadema." (89,20-38). 

d.- Petición

Cuando hablamos de la LI explicábamos ya la naturaleza de la petición en las lamentaciones. Alude siempre a la liberación deseada, sin añadir una letanía de otro tipo de peticiones. Utilizan la forma de súplica con un lenguaje profundamente emotivo. “No entregues a las aves de rapiña la vida de tu tórtola, ni olvides sin remedio la vida de los pobres” " (Sal 74,20). "Piensa en la alianza" (74,21).

A menudo una petición viene razonada con motivos convincentes: “A causa de tu nombre (Sal 79,9). "¿Por qué han de decir las naciones: ¿Dónde está su Dios?’" (79,10). "Estamos saciados de desprecios (123,3-4). "Ya no podemos más” (79,8). "Redímenos por tu amor" (44,27).

Tal como era de esperar, algunas veces la petición se centra en una súplica por el rey: “Que tu mano proteja al hombre que está a tu derecha, al hijo del hombre a quien has fortalecido” (80,18). A menudo encontramos súplicas de venganza contra los enemigos, Hablaremos de ellas despacio cuando nos refiramos a los salmos imprecatorios. 

e.- La respuesta divina

La parte más importante de la celebración litúrgica era la respuesta divina. El pueblo se reunía para exponer ante Dios la prueba por la que estaba pasando y pedir ser liberado de ella. En ese momento, después de la petición, la asamblea esperaba que Dios hablase de una u otra forma. Por ejemplo, en el salmo 85, después de la petición: “Haznos volver”, se oye una voz en off, en forma de solo, que comienza a decir: “Yo escucho. ¿Qué dice el Señor? El Señor habla de paz para su pueblo y sus amigos... (85,9).

Esta respuesta divina llega a través del ministerio de los profetas del primer Templo, y de los sacerdotes y levitas en el segundo Templo. En el pasaje de 2 Cr 20,3-17 vemos cómo el rey Josafat, amenazado por los moabitas y amonitas decide recurrir a YHWH y proclama un ayuno. El texto bíblico nos conserva la oración del rey en términos detallados. Y después, en medio de la asamblea, el Espíritu de Dios vino sobre Yehaziel. Este gritó: “Prestad oído... No temáis, no os asustéis ante esa horda inmensa. El combate no es vuestro. Es el de Dios”.

En los salmos se conserva raramente el oráculo que era pronunciado en ese momento, o se hace alusión a él (60,8-10; 81,7; 85,9-10). Sin embargo este oráculo aparece a menudo en los textos proféticos (Is 33,10-13; Jr 4,1-2). Los salmos de lamentación dejan también abierta la posibilidad de que Dios guarde silencio (Hb 1,13b) o “se envuelva en una nube que ninguna plegaria puede penetrar" (Lm 3,44).

 

F. SALMOS DIDÁCTICOS

 

1. Los Salmos didácticos como género literario 

Hay una familia de salmos diversos que tienen un rasgo común: reflexiones sapienciales, lecciones de la historia, exhortaciones proféticas, instrucciones litúrgicas. Podríamos llamarlos "Salmos didácticos". 

En estos salmos lo didáctico predomina sobre lo lírico. Más que la transmisión de vivencias o sentimientos, se trata de comunicar reflexiones y enseñanzas. El maestro se dirige al discípulo, el padre al hijo, para impartir una enseñanza que viene de la historia, o que viene de la observación o del sentido común.

Dentro de esta familia incluimos los Salmos históricos, o narrativas hímnicas que describen los acontecimientos decisivos de la Historia de salvación, las "magnalia Dei" que se nos han conservado tradicionalmente en el Credo histórico de Dt 26,5ss. Estos salmos no son meramente una narrativa hímnica. sino que tratan también de sacar lecciones de la historia, haciendo de Israel y sus actitudes el sujeto de una meditación. La historia es la epifanía de Dios y de su designio. Hay muchos fragmentos que responden a este enfoque didáctico de la historia, pero sólo dos salmos ofrecen este género en de modo totalmente desarrollado: 78 y 105.

 

2. Salmos sapienciales 

Queremos estudiar ahora un tipo de salmos didácticos denominado "Salmos Sapienciales". Estos salmos nos presentan un tipo único de literatura, que supone el puente entre los poemas para el culto, y las instrucciones sapienciales.

Los salmos sapienciales no tienen una estructura literaria fija. Algunos de ellos son alfabéticos: 37, 112 y 119. El "mashal", (proverbio, dicho o sentencia), representa la forma más antigua y simple de la literatura sapiencial. La forma proverbial aparece frecuentemente en el Salterio, así como otras expresiones típicas de Sabiduría tales como los macarismos, normalmente al principio del salmo (“Felices los que...” (Sal 1,1; 32,1; 112,1; 119,1; 128, 1...)

En los textos de la Sabiduría se suele distinguir entre "dichos sapienciales" y "canciones sapienciales". Ambos tipos aparecen en los salmos. En la pequeña colección de cantos de peregrinación, encontramos unos cuantos dichos sapienciales, que no tiene relación con el culto, tal como por ejemplo: "Si el Señor no construye la casa en vano fatigan los albañiles..." (Sal 127,1) o "Dichosos los que temen al Señor y siguen su camino" (Sal 128,1). Estos salmos podrían incluirse en el Libro de los Proverbios tal como están sin cambiar una palabra. Su presencia en el salterio es una prueba de que en los últimos tiempos los Salmos y la Sabiduría llegaron a ser campos interrelacionados.

Según Gunkel los salmos sapienciales carecen de "forma", y su medio de vida no es el culto. Estas son dos características que los diferencian de los otros salmos. Tampoco los autores subsiguientes han conseguido ofrecer una descripción consensuada de las características comunes de estos salmos que nos permiten identificarlos o catalogarlos como tales. Von Rad habla de "una cierta erudición y cualidad didáctica, una preponderancia de pensamientos teológicos..." El salmo más característico de este grupo sería el salmo 1. Otros candidatos serían los salmos 32, 34, 37, 49, 112, 119 y 128. Muchos incluyen también el salmo 73.

Recientemente muchos han protestado contra la tendencia a separar demasiado lo didáctico de lo cúltico. Textos como Ex 12,25-27 (valor catequético del Seder de Pascua para los niños) muestran cómo los textos litúrgicos tenían también una finalidad didáctica. Las confesiones litúrgicas de la fe sirven para que los orantes se autoinstruyan en los artículos de su fe.

Además no todo el culto en Israel tenía lugar en el Templo. Tardíamente se va generalizando un tipo de culto privado. Daniel oraba y alababa a Dios tres veces diarias (Dn 6,10-11). El autor del salmo 119 presume de hacerlo siete veces al día (v. 164). La costumbre de repetir las palabras de la Ley día y noche es a la vez meditativa y orante.

El salmo 1 parece haber sido puesto al principio del salterio intencionadamente como prefacio, indicando al lector el modo como el salterio debería ser utilizado. El salmo 1 en sí mismo no es una oración, no está dirigida a Dios. Opone el camino del malvado al del justo. Lo que caracteriza al justo es su modo de meditar, recitar y deleitarse en la ley ("Ley" aquí tiene un sentido amplio, que no se reduce al Pentateuco, y que de hecho incluye el Salterio mismo). Por supuesto este uso meditativo privado del Salterio no excluye su otra finalidad de libro litúrgico para el templo. Ambas finalidades no son incompatibles.

El deseo de utilizar el Salterio para este fin didáctico-meditativo privado ha producido importantes cambios en la edición tardía del libro. Por una parte todo el conjunto ha sido precedido por un Salmo sapiencial, el salmo 1, quizás compuesto especialmente para cumplir esta tarea. La presencia del salmo 1 al inicio da la tónica para una lectura meditativa del salterio, bien distinta de la aplicación litúrgica tradicional. Esta misma tónica ha podido producir otros cambios en la edición final del Salterio a) Ha llevado a reordenar algunos salmos, para que sean leídos uno a continuación de otro. b) Ha hecho pequeñas adaptaciones en algunos para que cumplan mejor su nuevo rol. c) Ha llevado incluso a incluir en el Salterio salmos totalmente nuevos de carácter sapiencial.

a) Se pueden distinguir pequeños grupos de salmos que leídos consecutivamente tienen una unidad. Whybray cita los salmos 90 a 92, 105 y 106.

b) Pequeñas adiciones tardías han podido favorecer esta actitud meditativa. Whybray cita el caso del verso final del Sal 107, que es un canto de acción de gracias. El último verso dice" "¿Hay algún sabio? Que guarde estas cosas y comprenda el amor de YHWH". En el salmo 32 la acción de gracias es interrumpida por una voz en off en los versos 8 y 9: "Voy a instruirte, a enseñarte el camino a seguir..." El salmo 94, una lamentación, está interrumpido por una consideración sapiencial en los versos 8-14: "comprended estúpidos del pueblo..."

c) Los salmos nuevos que quizás hayan sido introducidos en el salterio tardíamente, serían los salmos exclusivamente sapienciales 1, 32, 34, 37, 49, 112 y 128, así como el larguísimo salmo 119 alfabético (al igual que el 37 y el 112). (Cf. R.N. Whybray, "The Wisdom Psalms", en J. Day ed., Wisdom in ancient Israel, (Cambridge 1995). 

 

3. El problema sapiencial de la retribución 

El gran problema que Israel lucha por resolver es el problema de la retribución. ¿Por qué si Dios es justo, parece muchas veces que a los buenos les va mal en esta vida, y a los malos les va bien?

La respuesta tradicional es repetir la ideología dominante: No es verdad; Dios premia a los buenos y castiga a los malos. El sufrimiento es siempre un castigo por el pecado. El justo tendrá riquezas y abundancia. Supuesto que en la época de redacción del Salterio no existe todavía una fe clara en el más allá, los premios o retribuciones tienen que ocurrir ya en esta vida.

Cuando uno muere, "ya no existe más" (Sal 39,14). Los difuntos bajan al she’ol donde no se puede decir que signa viviendo. Son sombras, sueños. En la muerte ya no hay recuerdo ni alabanza de Dios. "En la muerte nadie de ti se acuerda; en el she’ol ¿quién te puede alabar?" (Sal 6,6).

El pensamiento hebreo no es muy filosófico, y no interesa demasiado por el tipo de existencias de esas sombras. Aun suponiendo que se diera esa existencia, lo cierto es que a eso no se le puede llamar "vida". Vivir es amar, es reír, es comer, es sentarse en el porche bajo la parra, es contemplar a los nietos jugando, es oír cantar a los pájaros, y por encima de todo es alabar a Dios. Ciertamente no hay nada de eso en el she’ol, sino polvo, tinieblas, silencio, olvido, sombras y sueño.

Por tanto los premios o castigos de YHWH no pueden aplazarse a la "otra vida", por no hay otra "vida". Por eso la mayor desgracia es morir joven, y la mayor bendición morir como Abraham "en buena ancianidad, viejo y lleno de días" (Gn 25,8). Llegar a ver a los hijos de los hijos (Sal 128,6). "El temor de YHWH prolonga los días; los años de los malos son acortados" (Pr 10,27). “Amando al Señor está tu vida y la prolongación de tus días" (Dt 30,20). De aquí la legendaria longevidad de los patriarcas. A medida que el pecado va echando raíces en el mundo, la vida media de la humanidad se va acortando.

Por tanto Dios premia a los buenos aquí. Veamos cómo lo enuncia uno de los Salmos sapienciales: "Dichoso el hombre que teme al Señor... Fuerte será en la tierra su estirpe... Hacienda y riquezas en su casa... No tiene que temer noticias malas... (Sal 112).

En el libro del Deuteronomio la promulgación de la ley va acompañada de una serie de bendiciones y maldiciones. Bendiciones materiales para los que cumplan la ley (Dt. 28,1-14), y maldiciones también materiales para los que la incumplan (Dt 28,15-68).

Sin embargo con el paso de los años, esta ideología no supera la prueba de una confrontación con la realidad. La realidad es distinta. Hay justos que mueren jóvenes, y malvados que vive muchísimos años. La contestación de la ideología tradicional vino a Israel en un momento clave de su historia. El peor de sus reyes, Manasés (2 R, 21, 2.11.17), fue el que reinó más años, 55, y murió con 65 años. Mientras que uno de los mejores reyes, su nieto Josías, murió joven, a la edad de 39 años.

La ideología que postula premios y castigos en este vida se ve rebatida por los hechos. El que no quiere comulgar con ruedas de molino tiene que reconocer que muchos justos mueren prematuramente y muchos malvados mueren muy ancianos, en pleno disfrute de sus riquezas.

Job aún a riesgo de escandalizar dio un vigoroso mentís a la doctrina tradicional: El ha conocido malvados "que mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz, repletos de grasa sus ijares, bien empapado el meollo de sus huesos" (Job 21,23-24; 21,30). Esto es lo que dice a Job la voz de la experiencia, lo que cuentan los "viandantes". "¿No habéis interrogado a los viandantes?¿No os han pasmado los casos que os refieren?" (21, 29). "¿Cómo pues me consoláis tan en vano? ¡Pura falacia son vuestras respuestas...!" (v.34).

Este escándalo está recogido patéticamente en otro salmo sapiencial, el 73. El autor se siente tentado a envidiar a los malvados. "Celoso estaba de ellos... No hay congojas para ellos, su cuerpo está sano y rollizo, no comparten la pena de los hombres... Siempre tranquilos, aumentan sus riquezas" (73,3-5.12). El salmista está a punto de escandalizarse como Job "Por poco mis pies se extravían. Poco faltó para que mis pasos resbalaran" (v.2). "Me puse a pensar para entenderlo, ¡ardua tarea ante mis ojos!" (v.16). Pero no tiene la valentía de Job, de rebelarse contra los consejos de sus amigos. La resistencia de Job a aceptar que sus sufrimientos tengan que ser necesariamente resultado de un pecado, parece una blasfemia a sus amigos. Pero Job sabe que es mucho más blasfemia creer que todo sufrimiento sea necesariamente un castigo. El que piensa que Dios está de acuerdo con las injusticias que caracterizan el mundo presente, el que se resigna piadosamente a esta situación, está blasfemando de Dios.

La rebeldía de Job contra Dios, es la afirmación de una justicia divina superior, que no entendemos, pero que no debemos explicar facilonamente con frases piadosas que no convencen a nadie. Por supuesto el problema no encontrará una solución hasta que en contacto con la filosofía griega el pueblo de Israel venga a creer en la otra vida.

Esta creencia en la otra vida, donde se dará la verdadera retribución, es muy tardía en Israel, y sólo aparece en la literatura de la época helenística, en los Macabeos, en Sabiduría, en Daniel...

Por eso el autor del Salmo 73, falto todavía de una verdadera respuesta al problema, después de haber sido tentado a rechazar la teoría tradicional acaba aceptándola de forma no crítica, y dice: "Aunque veces parece que a los malvados les va bien, al final son rechazados, empujados a la ruina... Pronto quedan hechos un horror, desaparecen sumidos en pavores" (v.18-19). La presencia de esta teoría tradicional sería una prueba de la antigüedad de estos salmos sapienciales, que contienen una sabiduría antigua, que todavía no ha sido purificada por la prueba. La verdadera solución no puede ser diferir la justicia divina simplemente a un futuro dentro de nuestra realidad de hoy, sino a un futuro transcendente, a otra vida más allá de nuestra vida y de nuestro tiempo. 

 

4. Un ejemplo de Salmo sapiencial: Salmo 37 

Este es el caso del salmo 37. Desde el punto de vista temático y formal tiene mucho en común con la literatura sapiencial. Pensemos por ejemplo en la exhortación a no exasperarse por los malvados  øçúú ìà (37,1) y a no envidiarlos àð÷ú ìà (37,7.9). La exhortación a no envidiar a los malvados la encontramos en Pr. 3,51; 23,17; 24,1; 24,28. Y la exhortación a no exasperarse por ellos la encontramos en Pr 24,18.

El salmo 37 se mantiene totalmente en las líneas de la piedad tradicional. Dios premia a los buenos y castiga a los malos. El salmo se hace eco de la crisis ideológica que ya también sufría el autor del salmo 73, aunque no la expresa de una manera tan dramática. Nos exhorta a no "exasperarnos por los malvados, a no envidiarlos". Esto supone que la tentación de escandalizarse no está ausente del todo en este salmo. Pero es sólo una mal pensamiento que cruza por la mente y en seguida es rechazado. Todo sigue siendo claro. El autor del salmo 37 no ha oído a los viandantes de Job (21,29).  El problema de la prosperidad de los malvados no es "ardua tarea ante sus ojos" como lo era para el autor del salmo 73 (v. 16). En el salmo 37 no hay ningún problema, todo está claro. "Fui joven, ya soy viejo; nunca he visto a un justo abandonado ni a su linaje mendigando pan" (v. 25). "Vi un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro frondoso; volví a pasar y ya no estaba; lo busqué y no lo encontré" (v.35-36)

 No se trata de una oración. Las reflexiones del texto no se dirigen a Dios, sino que se dirigen a los hombres. Dios aparece siempre en tercera persona, nunca en segunda. El salmo habla sobre Dios, pero no habla con Dios. Tal como está podría perfectamente ser un capítulo del libro de los Proverbios o de Ben Sira.

La estructura, el estilo y el tema estilo son sapienciales.

         a) La estructura es alfabética, con dos versos en cada letra (la letra Ain está hoy día desfigurada). Esta estructura no se presta para un desarrollo ideológico riguroso progresivo, sino circular. Las mismas ideas son expresadas repetidas veces con distintas imágenes, y no se da un progreso en el desarrollo del tema.

         b) El estilo sapiencial se muestra en el gusto por el paralelismo antitético en frases simples; la alternancia de pensamientos (en 3ª persona) y consejos (en 2ª persona); la apelación a la experiencia como justificativa de las reflexiones.

         c) El tema del contraste entre el justo y el malvado y el de poseer la tierra o verse excluido de ella. Se describen las situaciones de dos tipos de personas en su relación a la posesión de la tierra: los malvados y los justos.

          1. Malvados y justos

Los malos son designados como malvados: 10, 12, 14, 16, 17, 20, 21, 28, 32, 34, 35, 38, 40 ; (inicuos: 1,9);  malhechores 1;  enemigos de Dios: 20;  impíos: 38; malditos: 22. En un total de 19 designaciones se usan 6 términos; el término "malvados" aparece 13 veces.

Los buenos son designados como los que esperan en el Señor: 9), humildes: 11, justos: 12,16, 17, 21, 25, 29, 30, 32, 39); pobres: 14; indigentes: 14; íntegros: 18, 37; benditos: 22; piadosos: 28; rectos: 37; rectos en su camino: 14; varón: 23. En un total de 21 designaciones se usan 11 términos; el término "justos" aparece 9 veces.

La mayor parte de las veces estos términos aparecen contrapuestos de la siguiente manera:     

           a) los que esperan en YHWH / los inicuos (9)

           b) humildes / malvados (10-11)

           c) justos / malvados (12, 16, 17, 21, 32, 39-40)

           d) pobres, indigentes, rectos en sus caminos / malvados (14)

           e) íntegros  / malvados, enemigos de YHWH (18-20)

           f) benditos / malditos (22)

           g) piadosos / estirpe de malvados (28).          

2. Poseer la tierra o ser excluido:

La segunda contraposición es entre el lexema "poseer la tierra" õøà ùøé , que aparece cinco veces (9.11.22.29.34) y "ser excluido" úøëéé que aparece otras cinco (9.22.28.29.34). La tercera contraposición aparece en la letra Lamed (v.22), que es la letra central, con la que comienza la segunda mitad del alfabeto.

El mensaje del salmo no consiste meramente en decir que los justos heredarán la tierra y los malvados serán excluidos, como si se tratase meramente del enunciado de una regla general de retribución divina.

La maldad del malvado de este salmo consiste precisamente en que quiere excluir al justo de la posesión de la tierra. No se le denuncia al malvado su impiedad o su rebeldía contra Dios, sino su acción contra el justo; esto es únicamente lo que lo convierte en enemigo de Dios. Comenta Schökel que frente a una interpretación pietista centrada en comportamientos religiosos, este salmo denuncia una situación social de injusticia interhumana "agresiva, calculada, sin detenerse ante el asesinato, incluso por cauces aparentemente legales". 

3. Presente y futuro

En el presente el justo ha sido desposeído por el malvado. El malvado intriga contra el honrado y rechina los dientes contra él (12); desenvaina la espada, para abatirlo (14); pide prestado y no devuelve; espía al honrado e intenta darle muerte (32). Parece triunfar empleando la intriga (7), prospera como cedro frondoso (35), vive en la opulencia (16), es envidiable (1). El justo perseguido es llamado "pobre," "indigente" y humilde", bien porque ha sido desposeído por el malvado, o bien porque estando ya desposeído previamente, ahora no tiene cómo defenderse. Por tanto se distinguen en el salmo dos situaciones con respecto a la suerte del malvado y el justo. Una situación presente en la que el malvado parece prosperar, y el justo es amenazado y perseguido con intrigas, y otra situación futura en la que se volverán las tornas.

La situación futura de desposesión del malvado es descrita con mucho colorismo: "Se secarán como la hierba... (2); serán excluidos (9.22.28.34); su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán (15); se les romperán los brazos; perecerán, se marchitarán como la belleza de un prado, como humo se disiparán (20), serán aniquilados en masa, su porvenir quedará truncado (38).

La situación de posesión del justo es igualmente descrita con todo lujo de colores: Dios les dará lo que pide su corazón (4); sacará adelante su derecho como el amanecer y su causa como el mediodía (6); poseerán la tierra (9.11.22.29.34); disfrutarán de prosperidad abundante (11); su herencia durará por siempre (18); no se agostarán en tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán (19); aunque tropiecen, no caerán, el Señor los tiene de la mano (24); siempre tendrán una casa (27); sus pasos no vacilan (31); tienen un porvenir (37); el Señor los protege y los libra (40).

Vemos que las promesas para los justos, en lugar de promesas generales, son siempre muy concretas; tienen que ver con su triunfo frente a las intrigas de los malvados, sacar adelante su derecho, poseerán la tierra, tendrán una casa, no vacilarán, serán liberados de las intrigas.

El cambio de fortuna y la retribución vienen a vindicar al Dios justo. Esta es la tesis de la sabiduría tradicional. Sin embargo esta justicia no siempre se deja ver en esta vida. El salmo ignora las situaciones en la que los justos, como Nabot, son desposeídos, o los malvados llegan a viejos en plena posesión de sus riquezas. Este problema aguarda aún una respuesta que nuestro salmo y toda la sabiduría tradicional no son capaces de dar.