El Bautismo y las tentaciones

 


1. Relato sinóptico del bautismo 
 

2. Relato sinóptico de las tentaciones  


3. Marco lucano de las tentaciones


4. Contraste entre Mateo y Lucas


5. Jesús el nuevo Adán

   

   

    1. El relato sinóptico del Bautismo de Jesús

El relato pertenece a la triple tradición, y aparece situado en los tres sinópticos en el mismo emplazamiento, después de la predicación del Bautista y antes de las tentaciones en el desierto. El texto de Mateo tiene 98 palabras, el de Marcos 53 y el de Lucas 43. Sólo tienen 16 palabras en común entre los tres, incluyendo variantes de tiempos, número (cielo-cielos). Aunque las tres perícopas parecen muy semejantes, bien analizadas, vemos que hay acentos teológicos diversos. El género literario es el mismo: teofanía de tipo apocalíptico; cielos rasgados, descenso del Espíritu, visión... Escena de revelación.

 

a) El bautismo en Marcos

Marcos no tiene el discurso escatológico del Bautista (procedente de Q en Mt y Lc). El discurso del Bautista se limita al anuncio de la venida del Mesías, su inminencia y la superioridad de Jesús respecto al Bautista. Subraya la subordinación diciendo: “agachándome”. Subraya la oposición entre bautismo de agua y bautismo de Espíritu. Mateo y Lucas en cambio en línea con el discurso escatológico del Bautista, añaden el tema del bautismo de fuego.

Comienza su relato con kai ejgevneto ejn evkeivnai" tai'" hJmevrai". Netamente comienza una nueva perícopa. Termina como en los otros dos evangelios con la voz celeste en estilo directo.

El texto puede dividirse en dos partes: el bautismo y la teofanía. El bautismo de Marcos nos narra el único encuentro entre Jesús y el Bautista. Marcos fija más la atención que los otros dos sinópticos en el hecho mismo del bautismo, que refiere con un verbo principal en indicativo, mientras que en los otros dos sinópticos está en una oración subordinada.

Se da una presentación mesiánica de Jesús conforme a las expectaciones proféticas. La escena del bautismo en Marcos podría considerarse un midrash al texto de Is 63,11 ™ . ¿Quién es éste que sube del mar, el pastor del rebaño? ¿Quién es éste que pone el Espíritu santo en medio de ellos?

Is 63,16: Tú eres nuestro Padre

Is 64,1: ¡Ojalá rasgaras (scizein) los cielos y descendieras! Este mismo verbo se usará más tarde para describir el rasgado de la cortina del Templo. Sólo en Marcos y en Isaías los cielos se rasgan. En Mateo y en Lucas sólo se abren (anoigein)

Is 42,1-2 TM: Mi siervo (pai" en griego) en quien me complazco

Sal 2,7: Tú eres mi hijo

Gn 22,2,12.16: agaphto", el amado, el hijo único

La paloma sobre el Jordán puede aludir al Espíritu que se cernía sobre las aguas, o a la paloma del diluvio, testigo de la nueva creación que sale de las aguas, o quizás pueda aludir a algún texto rabínico que nos es desconocido. La paloma es el símbolo de Israel en Os 11,11; Ct 1,15. Quizás la referencia no es tanto a la paloma misma, cuanto al modo como la paloma se posa suavemente, sin hacer ruido. El espíritu descendió sobre Jesús de la misma manera que se posa una paloma.

El texto de Marcos subraya el movimiento ascendente y descendiente (Mc 1,10). “Subiendo del agua... vio el espíritu descendiendo” (ajnabaivnwn - katabaivnwn).

La voz del cielo se dirige a Jesús en segunda persona; no se dirige a la multitud Se trata de una experiencia interior de Jesús que no tiene por qué trascender a los demás.

 

b) El bautismo en Mateo

Comienza la perícopa con tote (91 veces en Mt; 6 Mc y 15 Lc). También la perícopa de las tentaciones empezaba de la misma manera. En el contexto actual puede tener un matiz adversativo. Después de narrarnos las expectativas apocalípticas del Bautista en su sermón, el tote indicaría un contraste entre dichas expectativas y la manera sencilla y humilde como Jesús se presenta. Lo traduciríamos: “pero entonces” (Mt 3,13). Lejos de parecer un juez temible, más fuerte que Juan, Jesús aparece en comunión con esa humanidad pecadora.

Se subraya en Mateo esta comunión. “Tenemos que cumplir toda justicia”. La palabra justicia y la palabra cumplir son típicas de Mateo. Se trata de la justicia del Reino en la que hay que abundar más que escribas y fariseos (Mt 5,20), la justicia de la que hay que tener hambre y sed (Mt 5,6) y que hay que buscar por encima de las otras cosas que sólo se nos darán por añadidura (Mt 6,33), la que no hay que practicar para ser vistos por los hombres (Mt 6,1). También el verbo “cumplir” pertenece al vocabulario mateano. Jesús no ha venido a abolir, sino a dar cumplimiento (Mt 5,17).

La teofanía se compone de dos partes, introducidas cada una por la expresión kai ijdou. “Y los cielos se abrieron" “Y vio...” Hay una referencia velada a Ez 1,1. En Ezequiel encontramos un profeta junto a la orilla de un río cuando se oye una voz.

La apertura de los cielos no es objeto de la visión personal de Jesús, sino un hecho objetivo público. En cambio la visión de la paloma “que desciende y viene sobre él” es una visión exclusiva de Jesús.

La voz, como en Is 42,1 está formulada en tercera persona, y no está dirigida a Jesús. ¿A quién se dirige la voz del Padre? No se menciona el destinatario, con lo cual podemos pensar que la voz va dirigida al lector. El evangelio eclesial de Mateo, anuncia a la comunidad la revelación de la identidad de Jesús.[1]

 

c) El bautismo en Lucas

No se menciona al Bautista. De hecho para el momento del bautismo, Lucas ha narrado ya su arresto y prisión (cf. ficha 1-17) La gente está siendo bautizada (pasiva sin sujeto). La referencia al bautismo se hace mediante un participio pasivo, y no con verbo principal (Lc 4,21). Jesús menciona en 12,49-50 el bautismo que tiene que recibir como signo del misterio pascual.

Lucas retrotrae su genealogía hasta Adán. Como veremos más tarde, quiere presentar a Jesús como el nuevo Adán en su secuencia de bautismo + genealogía + tentaciones. Lucas comienza su relato con un semitismo que le es típico: egeneto de en tw+ infinitivo. Se refiere al cielo en singular -ourano"- y no en plural que sería la traducción literal de arameo y hebreo, tal como aparece en Mateo y Marcos.

Lucas presenta a Jesús orando durante su bautismo. Señalaremos más tarde que uno de los rasgos redaccionales más típicos de Lucas es su interés por la oración de Jesús (cf. p.51). La oración sobre todo en el libro de Daniel puede ser una preparación antes de recibir revelaciones de tipo apocalíptico (Dn 2,18; 9,3.21). De este modo la oración de Jesús es el prólogo a la teofanía. Por otra parte la oración en Lucas está especialmente encaminada a la recepción del Espíritu (cf. p. 52), que es el don que el Padre nunca negará a los que le piden (Lc 11,13). Una variante en algunos manuscritos añade en el Padrenuestro la petición: “Que tu Espíritu Santo venga sobre nosotros y nos purifique” (Lc 11,3). La venida del Espíritu en Hechos es respuesta a la oración de la comunidad (Hch 1,14; 4,31; 8,15).

Lucas es el único que no hace referencia a una visión por parte de Jesús. El abrirse el cielo se narra como un hecho objetivo. Parece que Lucas subraya la objetividad del fenómeno, insistiendo en que el Espíritu descendió “en forma corporal” (Lc 4,22).

Sólo Lucas designa al Espíritu en esta ocasión como el Espíritu “santo”. Para Mateo es el “Espíritu de Dios”, y para Marcos simplemente “el Espíritu” (cf. ficha 7-1). Lucas ha asociado también el don del Espíritu con la unción profética y mesiánica de Jesús (Lc 4,18; Hch 10,37). Jesús está “ungido de Espíritu y poder”. Este rasgo redaccional lucano favorece la autenticidad de un añadido del texto occidental: “Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy” (Justino, clemente de Alejandría, Orígenes, Hilario, Agustín...). El salmo 2 es uno de los salmos mesiánicos más evidentes y explícitos. Ahora bien, Lucas nos ha hablado ya de cómo la gente se preguntaba acerca de Juan si sería “el Cristo”. La cita del salmo 2 sería la respuesta a este interrogante, viendo a Jesús presentado ante el pueblo como Mesías. El bautismo sería el momento de la investidura real y mesiánica de Jesús. En Hechos 13,33 Lucas cita el salmo 2 al referirse a la investidura de Jesús en el momento de la resurrección, pero ya sabemos que Jesús para Lucas era Mesías desde su nacimiento, y bien puede ser que su investidura ha sido adelantada al momento de su bautismo.

 En el episodio del Tabor Lucas tampoco llama a Jesús “el amado”, sino el “elegido” (Lc 9,35), lo cual por paralelismo, favorecería la versión occidental en la escena del Bautismo. Por ello aunque el peso de la evidencia externa favorece la omisión de la cita del salmo 2, en cambio la evidencia interna está a favor de la autenticidad de esta cita.

 

d) Historicidad

La historicidad del bautismo de Jesús no ha sido nunca puesta en duda. Difícilmente un hecho así pudo haber sido inventado por la comunidad. Todos los relatos muestran una cierta incomodidad al presentar a Jesús sometido al Bautista. Sienten la necesidad de dar alguna explicación apologética para aminorar el posible escándalo causado por una tal subordinación al Bautista. De hecho Juan omite el relato totalmente, y deja sólo una alusión en boca de Juan diciendo que vio la paloma y da testimonio de ello.

¿Hubo una teofanía visible en el Jordán? No es tan claro. Si hubiera habido una teofanía visible, ¿cómo es que más tarde Juan, o sus discípulos al menos, dudan sobre la identidad de Jesús? (Mt 11,3). En la tradición cristiana el momento de la investidura mesiánica de Jesús es la resurrección, y la importancia del bautismo ha sido reducida. (Hch 2,36; Rm 1,4). En Marcos todo parece suceder dentro de la conciencia de Jesús más bien que como un fenómeno objetivo. De otro modo no habría lugar para el secreto mesiánico que ocupa un lugar tan prominente en la primera parte de su evangelio.

En cualquier caso, los cristianos, convencidos de que Jesús es el siervo lleno del Espíritu Santo, utilizaron esta escena llena de implicaciones teológicas como solemne prólogo al ministerio de Jesús.

¿Tuvo Jesús una experiencia profunda relacionada con su bautismo? Es muy probable. En la vida de Jesús podemos pensar que hubo momentos especiales en los que experimentó el amor de su Padre y la llamada a realizar su misión. Quizás éste fue el momento en que Jesús decidió comenzar su vida pública y separarse del grupo del Bautista para comenzar su propio ministerio independiente.

 

     2. El relato sinóptico de las tentaciones en el desierto

a) Las tentaciones en Marcos

Algunos piensan que el verso 13 no es original de Marcos. Sería más bien un añadido del redactor para tratar de armonizarlo con Lucas.

El acento en Marcos está puesto sobre la escatología profética, el retorno a las condiciones del pueblo en el desierto, según Oseas 2,16 (“La seduciré de nuevo y la llevaré al desierto”). La restauración de la relación con los animales es lugar común en la escatología profética (Is 11,6-9; Ez 34,23-28; Is 65,25). El servicio de los ángeles del salmo 91,11-13 indica una protección divina. En el testamento de Neftalí hay un texto semejante.

Los cuarenta días evocan la revelación de Moisés (Ex 34,28), el camino de Elías hacia el Horeb (1 R 19,1-8) y los cuarenta años de estancia de Israel en el desierto.

Marcos no especifica las tentaciones, tal como hacen Mateo y Lucas, probablemente con material de la fuente Q. Pero en el transcurso del evangelio Marcos deja traslucir las tentaciones de Jesús a través de los otros personajes. La tentación del protagonismo, cuando le dicen: “Todo el mundo te busca”, y Jesús responde: “Vámonos a otra parte” (Mc 1,35). La tentación del poder mundano tras la multiplicación de los panes, cuando Jesús manda a sus discípulos que se alejen (Mc 6,45). La tentación del rechazo de la cruz que le llega a través de Pedro, que se convierte en portavoz de Satanás (Mc 8,31).

 

b) Las tentaciones en Mateo

Mateo edita el relato de las tentaciones, añadiendo el material de la fuente Q, e insistiendo en el paralelismo con las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto. Jesús, proclamado como hijo de Dios, es llevado al desierto lo mismo que Israel había sido llevada al des. La cita de Dt 8,5 se refiere al camino que el Señor tu Dios te ha hecho caminar por el desierto para ponerte a prueba.

Hay una conexión evidente entre las tentaciones y la escena del Bautismo, lo mismo que en Lucas. Esta relación se establece mediante las palabras de Satanás: “Si eres el hijo de Dios”, que son la cita de la voz del Padre que se dejó oír en el momento del Bautismo.

Moisés ayunó cuarenta días y noches: Ex 34,28; Dt 9,9. La tentación del hambre es previa al don del maná. En Éxodo 16,3 hay una queja: ¿Has traído este pueblo al desierto para matar de hambre a toda la comunidad? “Él te humilló y te hizo pasar hambre (Dt 8,3). La respuesta de Jesús a la primera tentación es su negativa a usar sus poderes en beneficio propio. Jesús considera que ninguna cosa creada es absolutamente necesaria. El único absoluto en la vida es la referencia al Padre. Por tanto responde: “No sólo de pan vive el hombre …” (Dt 8,3)

La segunda tentación es paralela al episodio de Masá y Meribá (Dt 6,16). “No tentarás al Señor tu Dios”. O la tentación de Ex 17,1-7: “Cuando los israelitas tentaron a Dios a propósito del agua diciendo: ‘¿Está o no está Dios con nosotros?’”

La tercera tentación reproduce la situación de Moisés en el monte Nebo. Allí contempla la tierra cuya posesión se le había prometido (Dt 34,1-4). Satanás parece aún más generoso; ofrece no sólo la tierra de Canaán, sino toda la tierra. La respuesta de Jesús a Satanás tiene que ver con el episodio del becerro de oro (Dt 6,13; Ex 32; Dt 9,7-29). La montaña alta es un tema favorito de Mateo que aparece como escenario del sermón del monte: Mt 5,1 (Lc = llanura). El monte de las curaciones: Mt 15,29.  El monte del final del evangelio: Mt 28,16. Estos cuatro montes son redaccionales de Mateo.

 c) Historicidad

Es muy probable que Jesús se retirara al desierto al comienzo de su ministerio. El relato evangélico dramatiza la realidad de la tentación en la vida de Jesús. Q ha creado una viñeta para dramatizar la realidad de la tentación durante toda la vida de Jesús, tal como se nos dice en la carta a los Hebreos: “Fue probado en todo menos en el pecado (Hb 4,15). Lucas 22,28 se refiere a los discípulos como “aquellos que habéis perseverado conmigo en mis pruebas”. Por supuesto Satanás tienta a Jesús a través de muchas mediaciones: los fariseos que quieren un signo del cielo (Mc 8,11), los sacerdotes que el piden que se baje de la cruz (Mc 15,32), sus parientes que le pedían que se mostrase al mundo (Jn 7,3-4), la multitud que quería coronarle como rey (Jn 6,15), Pedro que trata de desviarle de su curso y a quien Jesús tiene que reprender llamándole “Satanás” (Mc 8,33), los discípulos en Getsemaní que le preguntan: “¿Herimos con la espada?” (Mt 26,53).  De todos estos modos diferentes vemos cómo la tentación fue tan real en la vida de Jesús.

 

    3. El marco de la escena de las tentaciones en Lucas

Las principales diferencias de la escena lucana con relación a la escena de Mateo son fáciles de detectar. Siguiendo a la fuente Q, Lucas también desarrolla como Mateo el contenido de las tres tentaciones, aunque con un cambio importante en el orden. El clímax de la tercera tentación en Lucas tiene lugar en Jerusalén, mientras que el clímax de la escena en Mateo tiene lugar en el monte.

Entre el bautismo y las tentaciones Lucas ha insertado la genealogía, vinculando así estos episodios con la identidad de Jesús como Hijo de Dios.

Es muy importante también fijarse en cómo termina la escena de las tentaciones en Lucas. Mientras que en Mateo las tentaciones se terminan en el desierto y dan lugar al servicio de los ángeles, en Lucas las tentaciones no terminan ahí. “El diablo le dejó hasta otra ocasión” (Lc 4,13). Esta ocasión es sin duda la oración en el jardín de los olivos. Lucas la describe como una agonía, un combate. Satanás reaparece en 22,31 entrando en Judas, y en 22,53 ahechando a los discípulos como el trigo.

El evangelista, consciente de que las tentaciones no han terminado aún, se guarda la visita angélica hasta el momento del jardín. Allí es donde finalmente Jesús supera al tentador, y allí es donde el ángel viene a confortarle. Pero la ayuda que el ángel le presta no es evitando que su pie tropiece contra la piedra (Lc 4,11), no es evitándole la muerte, sino fortaleciéndole para que consume su existencia humana en la fidelidad a lo absoluto de Dios.

¿Cuál era el orden original de las tentaciones en la fuente Q, el de Mateo o el de Lucas? Según la mayoría de los exegetas Mateo es más arcaico. Su orden de tentaciones termina en el pecado más odioso, postrarse ante Satanás. Hay también una gradación: desierto, Jerusalén, mundo entero. Para Lagrange el ritmo de la narración de Mateo es más primitivo, menos pensado. En la tercera tentación Jesús se dirige a Satanás con su nombre, desenmascarándolo finalmente. La razón más convincente a favor de la prioridad de Mateo es su paralelismo con Éxodo 16 (el hambre), 17 (la sed y el tema de tentar a Dios), 32 (el becerro de oro).

Además Lucas tenía sus propias razones para haber cambiado el orden de Q. La genealogía de Adán está situada entre bautismo y tentaciones presentando a Jesús como el punto de partida de una nueva humanidad, el prototipo del bautizado. En las tentaciones Jesús es el prototipo de la nueva humanidad en su lucha contra Satanás. Como hemos visto ya, Jerusalén juega un papel principal en el marco general del evangelio, y Lucas tenía poderosas razones para resituar en Jerusalén el clímax de las tres tentaciones.

En MM Jesús es “llevado” por el Espíritu al desierto (viaje carismático que nos recuerda las veces en que los profetas eran llevados por el Espíritu). En Lucas Jesús va al desierto no apo (ablativo de causa) sino “en” el Espíritu Santo, Mantiene su propia iniciativa como agente durante todo el proceso de su estancia y durante todo el tiempo de las tentaciones. Mientras que en MM el Espíritu era el agente, en Lucas Jesús mantiene el protagonismo.

El Espíritu Santo es un poder (Lc 4,14) en la lucha contra Satanás, contra el poder que le ha sido dado (Lc 4,6), el poder del enemigo Lc (10,19). El poder del Espíritu Santo vendrá sobre vosotros (Hch 1,8). (Estos cuatro textos se encuentran sólo en Lucas). Este poder contrasta con el poder de las tinieblas (Lc 22,53), y el poder de Satanás en Hch 26,18.

 

     4. El contraste entre Mateo y Lucas

Las tentaciones en Mateo son mesiánicas. Jesús es tentado en su misión de Mesías. Los paralelismos que se trazan se refieren siempre al pueblo de Israel en el desierto. Esas tentaciones no tienen su equivalente en la vida del cristiano normal. La finalidad de Mateo no es ex­hortar al cristiano en su lucha contra el diablo. En cambio en el caso de Lucas encontramos una dimensión humana. Jesús es tentado no en cuanto Mesías del pueblo de Israel, sino en cuanto hombre, como cabeza de una nueva humanidad. En este sentido podemos percibir un tono más parenético.

La expresión “lleno del Espíritu” es típicamente lucana. Aparte de este texto en que se aplica a Jesús (Lc 4,1), se aplica también a los diáconos (Hch 6,3-5), Esteban (7,55) y Bernabé (11,24). También en las narraciones de la infancia se aplica a Juan Bautista (Lc 1,15), Isabel (Lc 1,41), y Simeón (Lc 2,25.27). Se aplica especialmente al pueblo que acaba de bautizarse, como por ejemplo los discípulos en Pentecostés (Hch 2,4; 4,31), Pedro (4,8), Pablo (9,17) [plhrhv" (3), plhqei'n (7)]. Nunca aparece en los otros evangelios. Jesús se comporta como un cristiano recién bautizado, lleno del Espíritu, que va al desierto a derrotar a Satanás.

Satanás se dirige a Jesús como a un hombre normal, más bien que como al Mesías. En la tentación mateana de la montaña, Satán se refiere al dominio sobre el mundo que según el salmo 2 tiene que ser dado al Mesías.

Pero Lucas añade: “La autoridad y la gloria, porque me han sido dadas a mí”. Podemos sospechar que fue tras el pecado de Adán cuando el poder le fue entregado a Satanás; fue entonces cuando él empezó a usurpar esta prerrogativa divina y puede compartir este privilegio con quien él quiera. Satanás no está ofreciendo a Jesús el triunfo final como Mesías; le ofrece el poder para someter el mundo entero, el poder que Dios le prometió a Adán en el jardín del paraíso. La palabra ejxousiva, poder, es usada por Lucas con frecuencia para denotar el poder político (Lc 7,8; 12,11; 18,17; 20,20; 23,7).

Lucas ha eliminado las alusiones al monte (Nebo). No cita la palabra monte, sino un lugar altísimo. A Jesús se le pide cambiar sólo “una” piedra en pan, para saciar su hambre. En Mateo las muchas piedras podían recordar el prodigio del maná en el desierto, mientras que en Lucas la piedra única es una referencia a Adán en el jardín del paraíso.

La ausencia de las “cuarenta noches” en Lucas debilita el paralelismo con el ayuno de Moisés (Ex 34,28; Dt 9,9). Las dos citas del Deuteronomio contenidas en la respuesta de Cristo son más breves en Lucas que en Mateo.

Mateo se dirigía a judeo-cristianos. Quería mostrar la relación entre las dos alianzas, la justicia vieja y la justicia más perfecta, entre el antiguo pueblo de Dios que fracasó en el desierto y el pueblo reconstituido en Cristo que triunfa sobre Satanás.

Lucas se dirige a étnico-cristianos. Quiere mostrarles a Jesús como Salvador y ejemplo de una nueva humanidad, para que vean el nuevo camino de salvación que ellos tendrán que recorrer, reproduciendo las actitudes de Jesús en el bautismo y en el desierto.

La comparación que Lucas establece en su genealogía entre Jesús y Adán nos permite trazar el paralelismo entre la tentación de Adán y la de Jesús. En la genealogía dos de los eslabones no son naturales, el primero y el último. Adán como hijo de Dios, y Jesús como hijo de José, son dos nacimientos diferentes del modo como los hombres normales nacen en este mundo. En el bautismo la voz del Padre va a referirse a Jesús como a su hijo. En el desierto la voz del diablo citará la voz de Dios: “Si eres hijo...”. En medio de ambas escenas la genealogía nos remonta a Adán, hijo de Dios, para mostrarnos la diferencia entre el primer hijo de Dios y el último.

 

     5.- Jesús como nuevo Adán

La única mención explícita de Adán tiene lugar en la genealogía: “Hijo de Adán, hijo de Dios” (Lc 3,38), pero si prestamos atención podemos ver cómo Adán está omnipresente en toda la escena de las tentaciones lucanas.

¿Cómo entender la genealogía? Su posición es crítica para nuestra exégesis. No al principio del evangelio, como en Mateo, sino más bien entre el bautismo y las tentaciones. Bautismo (Lc 3,22), genealogía (Lc 3,23.38) y tentaciones (Lc 4,3.9) son tres episodios ligados por la triple referencia a Jesús como hijo de Dios.

Mateo relaciona a Jesús sobre todo con dos figuras del Antiguo Testamento, Abrahán y David. En Lucas Jesús también es relacionado con ambas figuras, pero su genealogía se remonta hasta Adán. Jesús pertenece a la historia universal. No vino al mundo en un rincón. En él termina una era y comienza otra nueva. Tanto Adán como Jesús se nos presentan como hijos de Dios. En el judaísmo tardío esto viene a significar justo y obediente (Filón, Jubileos, Sabiduría), idea tomada básicamente de Dt 14,1.

Lucas vincula a Jesús con Adán, no en cuanto pecador, sino en cuanto justo y cabeza de la humanidad. En la genealogía hay 70 generaciones, como las 70 naciones del mundo en Génesis 10. Jesús es la plenitud del tiempo y el salvador del mundo entero.

Las genealogías implican una personalidad colectiva en la que algo de los antecesores se reproduce en los descendientes. Tanto Adán como Jesús viven sus vidas como “Hijos de Dios”. Adán no pudo pasar a sus descendientes esta condición, pero Jesús restaura este título para la humanidad. Hay a la vez una comparación y un contraste. Ambos son cabeza de un período de historia. Adán es la cabeza de la historia de pecado de la humanidad. Jesús es la cabeza del tiempo de la salvación.

Adán no consiguió vivir su relación como hijo de Dios, en obediencia y justicia. Lucas, tras darnos su genealogía, muestra cómo Jesús es el verdadero hijo de Dios superando las tentaciones. El material viene de la fuente Q. Lucas lo ha editado de modo que pueda servir mejor a su intención cristológica. El cambio más evidente es la posición de la genealogía dentro del conjunto del texto.

Como hemos dicho, en el trasfondo de Mateo estaba Jesús como nuevo Moisés, con abundantes referencias a la experiencia del desierto en el libro del Deuteronomio. El trasfondo de Lucas es el libro del Génesis y las tentaciones en el jardín.

Primera tentación: Comer el fruto prohibido. Comida en desobediencia. Adán se hizo esclavo de Satanás y perdió su status como hijo de Dios. El tentador sugirió: “Dios te ha dicho que eres su hijo, ¿cómo puede privarte de pan? No des fe a la voz que escuchaste en el bautismo”. Jesús se negó a convertir la piedra en pan para aliviar su hambre (Lc 4,2) y así rechazó lo que era agradable al gusto y bello ante sus ojos (Gn 3,6). Contrariamente a lo que hizo Adán, Jesús no comió y con ello prefirió la obediencia a Dios al alimento.

  Segunda tentación. Adán recibió dominio sobre todas las cosas (Gn 1,26-30), y con todo Satanás le ofreció el poder de ser como Dios, conocedor del bien y del (Gn 3,5). Adán perdió el poder y quedó sometido al pecado y a la muerte. En cambio a Jesús le ofrecieron todo el poder sobre el mundo entero. Rechazando este poder que Satanás le ofrecía, Jesús se negó a dar culto a Satanás y proclamó su fidelidad radical a Dios como hijo incondicional.

Tercera tentación. Adán fue creado inmortal. Satanás le prometió que si comía del árbol no moriría. Adán comió y pecó y se vio sometido a la muerte. También Jesús tuvo la tentación de desafiar a la muerte tirándose desde el pináculo del Templo. Un hijo de Dios debería ser inmortal. Pero Jesús rechaza esta mentira.

Lucas coloca esta tentación en el lugar del clímax, lo cual está de acuerdo con la importancia central que Jerusalén tiene en su evangelio, y en su insistencia en la muerte de Jesús como consumación del plan de Dios y la voluntad de Dios. Jesús “se resolvió a ir a Jerusalén” (Lc 9,51), “avanzaba en su camino hacia Jerusalén”. En el Tabor su conversación con Moisés versaba sobre el “éxodo que tenía que cumplir en Jerusalén” (Lc 9,31). Ya desde el relato de las tentaciones Jerusalén es el lugar del desenlace, el lugar de la muerte de Jesús (Lc 18,31-33). Ningún profeta muere fuera de Jerusalén” (Lc 13,33-34). Satanás le dice a Jesús que Dios ha dado órdenes a sus ángeles para que no muera en Jerusalén. Pero Jesús sabe que no es voluntad de su Padre que él se escape de la muerte en Jerusalén. Precisamente porque es hijo de Dios acepta la muerte en obediencia a la voluntad de Dios.

Al final del relato de las tentaciones Lucas ha omitido el dato de MM, según el cual los ángeles sirvieron a Jesús. Lucas dice en cambio que el diablo se retiró hasta otra ocasión. En Getsemaní es cuando Satanás volverá a la carga y entonces, cuando de verdad se acaben las tentaciones, los ángeles vendrán a servir a Jesús. Para Lucas el papel del ángel del jardín no es, como para Mateo, impedir la captura de Jesús (Mt 26,53), sino fortalecerle. Dios no envía sus ángeles para librarnos del peligro, sino para darnos fuerza para ser fieles en medio de él. La figura del ángel encaja por otra parte en el contexto del jardín. Los ángeles expulsaron a Adán pecador del paraíso. El segundo Adán en cambio tiene un ángel junto a él para protegerle. El ángel de Lucas viene a confirmar que verdaderamente Jesús es el hijo de Dios que permanece fiel a su Padre en Getsemaní.

    Sinopsis

Lc 4,1-13                                            Lc 22,40-46

1. Jesús, hijo de Dios obediente.    Dios es Padre, y Jesús hijo obediente.

2. Satanás promete a Jesús que no morirá Jesús acepta la muerte como voluntad de Dios

3. Peirasmov": tentación de Satanás Agonía, combate contra asaltante sin nombre

4. El castigo del primer pecado: tristeza      Jesús no padece esta tristeza

5. Jesús vence. Satanás no tiene poder       Jesús muere, pero vence. Satanás sin poder

 Lucas subraya la absoluta fidelidad de Jesús, su santidad, su inocencia y su intimidad con Dios (cf. ficha 4-1). Satanás vuelve a tentarle. Está detrás del complot para matarle. Ha entrado en Judas y ha puesto su plan en marcha. La partida que sale a arrestarle pertenece al bando de las tinieblas. Pero ni en la misma muerte estuvo nunca Jesús bajo el poder de Satanás.

La palabra “agonía” significa combate, y debe ser interpretada en paralelo con la palabra peirasmov" de Lc 4,2.13. Satanás amenazaba con volver después del primer ataque. Su regreso tiene lugar en la agonía de 22,44. Lucas se había referido a su regreso en el momento oportuno”.  Comienza por atacar a Judas (Lc 22,3) y a Pedro (Lc 22,31). Pero todavía estos ataques no son contra Jesús sino contra sus discípulos. El ataque directo contra Jesús tiene lugar en la agonía del huerto y finalmente en la cruz.

Hay tres grupos distintos que se van a burlar de Jesús, invitándole a salvarse a sí mismo, los dirigentes (Lc 23,35), los soldados (Lc 23,37) y el mal ladrón (Lc 23,39). Satanás que entró en Judas sigue hablando a Jesús por boca de estos tres interlocutores. Todos repiten frases muy semejantes. “Que se salve, si es el Cristo de Dios, el elegido”, “sálvate a ti mismo si eres el rey de los judíos”, “sálvate a ti y a nosotros”. El número de tres coincide con el de las tentaciones en el desierto. En ambos casos la tentación se le dirige a Jesús, en virtud de su especial relación con Dios. “Si eres el hijo de Dios...( Lc 4,3.9), el Cristo de Dios, el elegido... El mensaje que trasmiten es exactamente el de la tercera tentación, sugiriendo a Jesús que use su condición divina para escapar de la muerte en Jerusalén.

Adán murió como castigo de su pecado y desobediencia. La muerte del nuevo Adán será el resultado de su fidelidad y obediencia a Dios. Muere, pero en lugar de perder el paraíso lo abre a los demás. Satanás quería cribar a los discípulos. Todos experimentaron la tentación, pero Satanás sólo pudo entrar en Judas. No pudo entrar en Pedro, porque Jesús había orado por él. Pero a través de Judas trama la muerte de Jesús.

Vemos, pues, cómo la escena del desierto y la del jardín están tan íntimamente trabadas que reflejan cómo Jesús fue tentado en su calidad de nuevo Adán, pero no sucumbió a la tentación, sino que abrió a los hombres, empezando por el buen ladrón, las puertas del paraíso. La muerte de Jesús es salvífica en cuanto que es precisamente en esa muerte donde llega al clímax su fe y su obediencia .

La desobediencia de uno trajo la muerte, y la obediencia de uno trae la vida. Jesús se convierte en Cabeza de una nueva humanidad, la de los últimos tiempos, es “Guía y Salvador” -ajrchgo;" swthvr- (Lc 9,23; 14,17; 19,28; 23,26; Hch 3,15; 5,31; cf. Hb 2,10; 12,2). La figura de Archegós en cuanto fuente de vida para los demás, no simplemente como un modelo a imitar, o como un hombre sabio que nos da buenos consejos a seguir. Es Salvador porque inaugura una nueva Humanidad que trae consigo la victoria sobre la pecaminosidad que nos tenía esclavizados.

Sólo el justo, el santo, el que no tenía pecado, puede ser nuevo Adán para iniciar una nueva era salvífica. Por eso Lucas ha insistido tanto en Jesús como “el justo” y “el santo”. Y éste es precisamente el contenido del concepto de “Hijo de Dios” en una cristología todavía baja. Adán fue también hijo de Dios, pero no se comportó como tal, y perdió para la humanidad este título (cf. ficha 4-12). Jesús ha vivido como Hijo de Dios en su inocencia (cf. ficha 4-1), su justicia, su santidad.

Podemos ver ahí por qué Lucas no ha degradado la afirmación del centurión en Marcos de que “este hombre era Hijo de Dios”, al decir: “Este hombre era Justo” (Lc 23,47). En la teología lucana, “Justo” equivale a “Hijo de Dios”.

 

[1] Cf. J.F. Bandoz, Lire les évangiles en synopse. Cinq exercises de lecture, Cahiers d’Évangile 103, Du Cerf, Paris 1998, p. 31.