Catequesis 1: DIOS SALVA CREANDO

1. El primer acto creador de Dios

Los hebreos conocieron a Dios en la experiencia del Éxodo como Salvador, y más tarde llegaron a conocerle como creador. En realidad lo importante no es tanto creer en un Dios creador, cuanto en un Dios salvador. No importa tanto saber si existe Dios o no, lo que importa es saber si existe un Dios capaz de salvar.

Pero para poder salvar a Israel de todo peligro, Dios tenía que ser dueño del universo, y para dominar el universo tenía que ser su Hacedor (Sal 95,3-5). El dios que la ha creado es el único que puede tener control sobre toda la naturaleza. Al contemplar el cielo el israelita no sólo admira la grandeza de Dios, sino que se siente seguro al saber que hay alguien que lo gobierna.

El relato sacerdotal de la creación nos presenta a Dios salvando al mundo del caos, del no ser. La más horrible opresión es la de no existir. Todas las salvaciones empiezan por ésta: el paso del no-ser al ser. Pero los hebreos no tienen un concepto abstracto para describir la nada, que es algo demasiado filosófico, y prefieren hablar del tohu wabohu: lo confuso, lo turbio, lo vacío. La creación tiene tres fases: iluminar, venciendo las tinieblas; ordenar: separando lo que está confuso; aguas de aguas, aguas de tierra; ornamentar: llenar lo que está vacío.

Existe una continua amenaza de regresar otra vez al caos. Todos nuestros miedo reflejan últimamente el temor al caos (Jb 1,13-19). En un momento todo el mundo ordenado de Job se le viene abajo. La imagen más poderosa es la de las aguas turbulentas que todo lo arrebatan a su paso.

Dios crea por la eficacia de su palabra. "Dijo Dios, y se hizo", sin esfuerzo. La Palabra de Dios no es como la palabrería humana, es creadora de realidad, es un acontecimiento. el uso del verbo ברא bara', exclusivo de la acción divina, refleja la absoluta novedad de lo que Dios hace (Is 48,6-7). En este sentido los hombres no somos capaces de "crear" nada.

2. Nuevas obras creadoras de Dios en la historia de Israel.

En todas las acciones de Dios a lo largo de la historia se repiten los mismos rasgos creadores del Génesis. El éxodo es un acto creador. Del tohu wabohu de Egipto Dios crea un pueblo (Ex 34,10).

El regreso de Babilonia se describe por los profetas como un nuevo acto creador de Dios. El 2º Isaías se refiere al "pueblo que yo me he creado- ברא" (Is 43,21). En Is 65,17 se describe la restauración de la comunidad como "creación de cielos y tierra" . Jeremías usa el mismo lenguaje para describir la restauración dela comunidad postexílica (Jr 31,22). También 1 Pedro considera la constitución de la comunidad cristiana como acto creador (1 P 2,10).

Sobre todo es Ezequiel quien describe el retorno como una resurrección en la alegoría de los huesos secos (Ex 37). Ver también la alegoría de Israel como niña a quien Dios encuentra revolcándose en su sangre, y comparar las fases del relato con las fases del relato sacerdotal de la creación en el Génesis.

El Salmo 51 utiliza la palabra ברא para describir la obra de Dios creando un corazón puro. Estamos ya a las puertas del NT (Sal 51,12).

3. La Nueva creación en Jesús según Juan.

a) El prólogo (Jn 1,1): "En el principio" (cf. Gn,1,1). Contraposición entre las dos luces.

b) En el c. 5 hay una confrontación con la idea del descanso sabático: Dios no descansó, sigue trabajando, creando, dando vida: 5,17.

c) Jesús es el Hombre, el nuevo Adán que trasmite su soplo a los hombres (19,30; 20,22).

d) En Jesús se nos ofrece la novedad mediante la posibilidad de un nuevo nacimiento (1,12-13; 3,5-6).

e) En la escena de la lanzada puede haber alusiones al relato yavista de la costilla de Adán dormido.

f) La doble mención del día primero en las apariciones de Jesús (20,1.19.26) quizás esté ya revalorizando el domingo como recordatorio de la nueva creación.

g) La escena de la curación del ciego de nacimiento es una catequesis bautismal en las que aparecen los temas del Génesis del agua, del barro y de la luz ((Jn 9).

4. La Nueva creación en Jesús según Pablo.

"El que está en Cristo es una nueva criatura. Pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Co 5,17). "Hechura suya somos, creados en Cristo Jesús (Ef 2,10). La nueva criatura en nosotros lleva la imagen del nuevo Adán. "Nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo" (Rm 8,29). Lo mismo que llevamos la imagen del primero, debemos llevar la imagen del "último Adán, espíritu que da la vida" (1 Co 15,45-49).

Pablo habla mucho del hombre nuevo (Ef 2,15; 4,24; Col 3,10). Sólo en Cristo será posible ese hombre nuevo que propugnan tantas ideologías de hoy. Cristo es el primogénito de una nueva creación, y es también el primogénito de entre los muertos (Col 1,15-20).

5. Cielos nuevos y tierra nueva.

Estamos en un parto en el que está por nacer algo nuevo (Rm 8,22-24). Esperamos cielos nuevos y tierra nueva (2 P 3,13). El Apocalipsis adelanta la descripción del mundo futuro calcándolo de la descripción del Génesis. Ya no hay mar ni aguas turbulentas (Ap 21,1).

El paraíso es un nuevo jardín, regado por el río de la vida (Ap 22,1-2). En lugar de los astros de la antigua creación, la única lámpara ahora es el cordero (Ap 21,13). "Jesús le puede decir al buen ladrón: "De verdad hoy estarás conmigo en el paraíso". En la cruz se han abierto las puertas del paraíso perdido al hombre pecador (Lc 23,47).

6. Novedad.

Vino nuevo, odres nuevos (Mt 9,17), mandamiento nuevo (Jn 13,34), nuevo régimen (Rm 7,6), hombre nuevo (Ef 2,15), camino nuevo (Hb 10,20), nombre nuevo (Ap 2,17), cántico nuevo (Ap 5,9), cielo nuevo y tierra nueva (Ap 21,1), nueva alianza (Lc 22,20), nueva creación (Ga 6,15), nueva Jerusalén (Ap 21,1), lengua nueva (Mc 16,17), corazón nuevo (Ez 36,26), espíritu nuevo (Ez 36,26), vestido nuevo (Lc 5,36), todo nuevo (2 Co 5,17).

7. Preguntas.

¿Qué experiencias de creación he tenido en mi vida? ¿Qué novedades se han producido en mi manera de vivir, en mi psicología, en mi modo de relacionarme con los demás, que antes me hubieran parecido imposibles?

¿Cómo experimento en mí el miedo a regresar al tohu wabohu? He tenido vivencias fuertes de un caos incipiente dentro de mí?

¿Soy capaz de infundir esperanza a personas que acuden desesperadas y que humanamente no parecen tener ninguna salida? O más bien creo que hay casos perdido, personas incorregibles, situaciones sin remedio.

¿Creo que sobre toda situación por más caótica que sea revolotea el espíritu de Dios? ¿En qué medida estoy abierto a la novedad de Dios en mi vida?


Catequesis 2: EL HOMBRE DESTRUYE LA CREACIÓN

1. El drama del paraíso

El hombre fue situado en un paraíso, suficientemente bueno pero con limitaciones. Adán y Eva eran felices en un mundo "bueno", sin conocer el bien y el mal. "Las obras del Señor son todas buenas" (Si 39,33-34).

Cuando el hombre quiere divinizarse, empieza a hablar de cosas buenas y malas, rechaza los límites de su felicidad natural. Lo que introduce el pecado es el juicio del hombre "Esto es malo". "Esto es peor que aquello". "La vida te da mucho si le pides poco, pero si le pides demasiado, te lo quita todo".

El pecado comienza con una mentira: "¿Por qué os ha dicho Dios que no comáis de ninguno de los árboles?" (Gn 3,1). Cuando no se me da un capricho tiendo a pensar que soy desgraciado y ya no sé disfrutar de lo que tengo. Me meto en deudas o en robos para vivir por encima de mis posibilidades. Si no consigo un capricho, me parece que me han quitado todo lo que vale la pena en la vida. El demonio "era homicida y mentiroso" (Jn 8,44). Las mentiras que nos decimos a nosotros mismos son las que nos matan.

Cuando el hombre desborda sus límites, se convierte en fiera que destruye todo a su paso (Stg 4,1-2). Su deseo insaciable no conoce límite y roba y mata para conseguir lo que quiere. Caín mara a Abel. Y con todo siempre se siente frustrado. Al no reconocer a Dios como único absoluto, absolutiza su deseo, su necesidad, su capricho. Esto es lo único que cuenta. Todos están al servicio de sus pasiones. El dios es el propio yo erigido sobre un pedestal, y al que se le ofrecen sacrificios humanos.

2. Naturaleza del pecado

El pecado viene definido en el Génesis como el "deseo de ser como dioses", es decir:

*Soberbia: querer ser autónomo, romper los lazos que nos religan a Dios. Dictaminar el bien y el mal conforme a mis necesidades y no a un orden objetivo. Hacerme a mí mismo centro del mundo, medirlo todo por su relación a mí.

*Abandono de Dios y su ley, para buscar la fuente de la felicidad fuera de Dios (Jr 2,13). No reconocer que todo viene de Dios (Os 2,7).

*Decir: "Hágase mi voluntad". No aceptar la guía de nadie. Tomar la herencia toda junta e irme lejos de la mirada del Padre (Lc 15,11-24).

*Codiciar tener más. Buscar mi identidad en las cosas, en el tener y no en el ser. Entrar en el terreno competitivo. No gozar de lo que ya tengo por mi deseo de tener más.

*Buscar en la vida otras seguridades distintas de la confianza en la bondad de Dios (Lc 12,19). No aceptar recibir el maná día a día (Ex 17,7).

*Practicar la magia, tratando de forzar a la naturaleza o a Dios mediante ritos coactivos. Hacerme un dios manejable, a la medida de mis caprichos (Ex 32,4).

*Rehuir los compromisos con las personas. Querer vivir la vida "a mi manera", sin crear lazos que me aten con nadie (Mc 5,4). Hacer consistir mi libertad en la ausencia de compromisos y evitar el amor que nos hace dependientes y vulnerables.

*Infidelidad en sus dos vertientes: falta de fe y traición, idolatría y adulterio (Os 2,7-11,3). Irse detrás de los amantes, que pensamos son los que nos dan nuestro pan u felicidad.

El gesto de Adán queriendo ser Dios sólo puede ser redimido por el gesto de Dios aceptando ser hombre, humillándose y rompiendo la dinámica del pecado: Flp 2,6-9.

Podemos ver en los salmos el reverso del hombre pecador. El salmista religado a Dios hace de él la fuente de su felicidad: (Salmo 62,2-3; 73,25-28; 119,49-50; 146,3; 16,2-3).

En la oración del Shema se expresa la adoración al único Dios. Amar a Dios sobre todas las cosas es preferir perderlo todo antes que perderlo a él ( Dt 6,4-5).

 

 

 

3. Consecuencias del pecado: ruptura de la armonía

a) Ruptura de la relación con Dios. Adán se esconde de Dios. Dios le llama: "¿Dónde estás?" (Gn 3,8-9). Se ha roto la comunicación. Ya nos paseamos con él a la hora de la brisa. La presencia de Dios se convierte en algo amenazador, indeseable.

b) Ruptura de la relación con los hombres. El hombre se excusa echando la culpa a la mujer (Gn 3,12). El hombre se avergüenza de estar desnudo y se tapa, oculta su intimidad también ante el otro, que se ha convertido en amenaza (Gn 3,7).

c) Ruptura de la armonía con la naturaleza: espinas, sudor (Gn 3,18-19). El jardín se convierte en un desierto, cuando nuestra ambición no respeta sus límites. Y la naturaleza se venga de él.

4.- El pecado avanza en la historia

Así como hay una historia de la salvación, hay una historia del pecado. El pecado es contagioso, como lo son los virus. Es como un cáncer que se va extendiendo y propagando, comiendo todo lo bueno. La familia que debería ser un paraíso se convierte en un infierno.

El pecado se consolida en estructuras, para irse haciendo aceptable. Pongamos el ejemplo de las coimas. Pero el mundo de las coimas es el que impide el progreso de América latina. Todo el mundo lo hace. Sin pagar coimas no podemos obtener nuestros derechos. Tan necesario para la coima es el coimeador como el que paga la coima. El corporativismo, el compadrismo. Los hombres se agrupan para taparse unos a otros. Nunca un policía denuncia a un policía. Nunca un médico denuncia a otro médico. Se crean grupos de presión no para defender derechos legítimos, sino para conseguir la impunidad de sus miembros en sus fechorías.

La atmósfera se va haciendo irrespirable. Llega la situación previa al diluvio. Dios no envía el diluvio como castigo de los pecados, es el propio pecado el que genera el diluvio, la lluvia ácida, la destrucción de la capa de ozono, la contaminación del agua, el calentamiento global, las guerras, las epidemias. Vuelve el tohu wabohu. Y en ese desastre sufren justos y pecadores.

Hay una cadena por la que las consecuencias de los pecados se van pasando de generación en generación a través del ADN, a través del maltrato, a través del abandono, de las carencias afectivas. Los hijos pagan las culpas de sus padres hasta la tercera y cuarta generación. Pero esto no es castigo de Dios. Esto es consecuencia del pecado que avanza como un tsunami

Imaginemos un mundo sin pecado. Sería un paraíso. Imaginemos que mañana en Jaén no se comete ningún pecado. ¿Cómo sería la edición del "Ahora Jaén" de mañana?

5.- Se mantiene la promesa de la redención (Gn 3,15).

Dios no se arrepiente de haber creado al hombre, y al venir el diluvio manda a Noé construir un arca de salvación para la humanidad, para salvar a un resto y renovar con ellos su alianza. El hombre expulsado del paraíso no sabía encontrar el camino para volver. Pero en Jesús se ha vierto este camino (Ga 3,28). Se han abierto de nuevo al ladrón las puertas del paraíso (Lc 23,43). La serpiente no tiene la última palabra. Será finalmente vencida.

6. Preguntas:

¿De qué paraísos he sido expulsado, y a qué infiernos me he visto arrojado por no aceptar las limitaciones de mi vida?

¿Qué ídolos hay en mi vida? ¿Qué realidades siento como absolutamente necesarias par poder ser mínimamente feliz? ¿Amo a Dios sobre todas las cosas? Puedo decir con sinceridad: "Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta?

¿Qué limitaciones de mi vida hoy me resulta más difícil aceptar? ¿En qué terrenos entro en competencia con los demás: posición, social, estudios, nivel de trabajo, talento, radicalidad...?

¿He renegado alguna vez de Dios, me he revuelto contra él cuando he perdido alguna persona o cosa que juzgaba indispensable para mi felicidad? ¿Me he rebelado contra los caminos de Dios en mi vida?

 

 

Catequesis 3: DIOS SALVA DESTRUYENDO

1. Sentido salvífico del diluvio:

Bipolaridad del agua en Israel: salvación y destrucción: en el diluvio, en la canastilla de Moisés, en la barca de Pedro, en las aguas del Mar Rojo (Ex 14, 19-31), en los ríos simbólicos de Asiria y Babilonia (Is 8,6-7). La misma agua que es fuente de bendición puede también traer muerte y desolación: la gota fría de nuestro Levante. La intervención de Dios es para "ruina y levantamiento de muchos" (Lc 2, 34). El profeta es puesto para plantar y arrancar, derribar y construir (Jr 1,10). Sin la destrucción del mal que hay en el pueblo, no se puede salvar un pequeño "Resto" que será germen de un nuevo pueblo (ver nota a Is 4,3 en Biblia de Jerusalén). La intervención de Dios no es inocua. A los ciegos trae la luz, pero a los que ven les ciega (Jn 9,39). Acelera el proceso del pecado en los que se resisten (Jn 15,22; 1 P 2,6-8). La ley dada para vida puede causar muerte (Rm 7,10; 2 Co 2,16). El hombre, inexcusable.

También dentro de cada individuo algo tiene que ser destruido para que la persona se salve. Tiene que morir el hombre viejo, crucificado con Cristo (Rm 6,6). Por el Espíritu hay que hacer morir las obras de la carne (Rm 8,13; Col 3,5). Llevando en nosotros la muerte, se manifiesta la vida (2 Co 4,10).

2. Simbología del bautismo.

El bautismo realiza en nosotros el misterio salvífico del diluvio (1 P 3,20-21). Este texto de Pedro explicita la relación que existe entre diluvio y bautismo. Tabla salvadora en el naufragio del mundo, la Iglesia es barca de salvación en la tempestad.

San Pablo ha desarrollado el tema de estos dos momentos, destructivo y salvífico, tal como tienen lugar en el bautismo por inmersión. En un primer momento la inmersión figura la muerte (Rm 6,4). El hombre se ahoga dentro del agua, se entierra en ella como Cristo en el sepulcro. La salida del agua representa la salvación del hombre nuevo. Sin que muera el hombre viejo, es imposible que el nuevo comience a vivir. Tan radical es esta conciencia de novedad, que el bautizado recibirá un nombre distinto. Ya no es la misma persona de antes. Aquella se ahogó murió sepultada en las aguas.

3. Amenazas y castigos en la Biblia.

Castigo intrínseco: el pecado trae su propio castigo (Pr 11,17; 26,27). El pecado destruye y mata (Stg 1,13-15). No se trata de que Dios venga a castigarnos desde fuera como un verdugo. El santo temor de Dios en realidad santo temor de uno mismo. El pecado trae consigo la penitencia. Más que hablar del santo temor de Dios habría que hablar del santo temor de uno mismo, porque yo soy la única persona que me puedo hacer daño. El pecado trae consigo la penitencia. "A sí mismo se perjudica el hombre cruel" (Prov 11,17).

El pecado activa dinamismos de destrucción que acaban recayendo sobre el que lo comete. "El que excava una fosa caerá en ella. El que hacer rodar una piedra, se le vendrá encima" (Prov 26,27).

Hay un tipo de castigo medicinal, que es fruto del amor de Dios y sirve para nuestra corrección (Hb 11,6-11). "cuando corrige con la desgracia no está abandonando a su pueblo" (2 M 6,12-26; Jdt 8,27).

Dios "cierra nuestros caminos" (Os 2,8-9) para que volvamos a él. el pródigo sólo vuelve cuando pasa hambre (Lc 15,18). Este cierre de caminos cuando vamos extraviados puede llamarse fracaso, enfermedad, accidente, quiebra económica, desengaño amoroso... ¡Cuántas personas han encontrado a Dios en la quiebra y el fracaso! Pero cuando con esos castigos medicinales no consigue hacernos reaccionar, sólo le queda a Dios el recurso de llorar (Mt 23,37; Lc 19,41).

4. Preguntas:

¿Recuerdo alguna experiencia en mi vida en la que el "diluvio" (fracaso, enfermedad...) haya sido el punto de partida para empezar de nuevo una vida que no iba bien orientada?

Comenta el texto de Hb 11,6-11. ¿qué piensas de la pedagogía del padre al corregir a sus hijos en nuestra sociedad de hoy?

¿Eres consciente de que las intervenciones salvíficas son un arma de dos filos y nos hacen daño si las rechazamos?

 

 

 

 

Catequesis 4: DIOS SALVA CONGREGANDO

1. La Torre de Babel. El orgullo disgrega.

Babel fue siempre el símbolo de ciudad pervertida. Los profetas han dedicado tremendas invectivas contra esta encarnación del orgullo humano (Is 13,1; 21,1-10; 47,1-5; Jr 50-51... En el NT Roma será la nueva versión de Babilonia. Allí fecha Pedro su primera carta (1 P 5,13). El Apocalipsis usa a menudo esta denominación (Ap 18).

El episodio de la torre a lude a los ziggurats, o templos escalonados. Se han descubierto más de 30 de estos templos. Se trata de construir un templo y una ciudad. Símbolo del intento humano por construir montajes grandiosos, sobre la imposición y la bota militar. La unidad como uniformidad a base de hacer desaparecer las diferencias culturales. Es Babilonia todo aquel que piensa que sólo habrá armonía cuando todos piensan como él. El resultado de esta política no es la unidad, sino la dispersión, figurada en la confusión de lenguas (Gn 11,8). Los hombres no se entienden.

El contraste con el proyecto Babel es el proyecto de Dios Jerusalén. Allí por medio del Espíritu cada uno habla su lengua, pero todos se entienden. Es el amor el que congrega y no el imperialismo. La unidad que se nos da de arriba, no la que construimos nosotros.

2. Congregación y dispersión en el Antiguo Testamento.

Ya vimos a Adán y Eva extrañados y alienados mutuamente por el pecado. El pecado disgrega. Cuando el pueblo peca, termina yendo al exilio. Las ovejas se dispersan (Ez 34,2-6). Dispersión y exilio son el salario del pecado.

Pero la intervención de Dios congrega y es fuente de unidad para el género humano. Dios reúne a los hombres en una familia (Abrahán), en un pueblo (Moisés) y finalmente en una comunidad universal: la Iglesia. La imagen más utilizada es la del pastor que reúne a las ovejas que se habían dispersado (Jr 3,14-18; 23,3-5; Mi 2,12-13). el Señor reúne a los deportados de Sión (Sal 147,2; Is 11,12; 49,22).

El pastor es ante todo el encargado de velar por la unidad del rebaño. Así fue Moisés (Nm 27,16-17) y David, pastorcito de Belén (1 Sm 18,11; Sal 78, 70-72;). David es el tipo del futuro pastor mesiánico que se promete para los últimos tiempos (Ez 34,23-24).

Nos hablan también los profetas de la confluencia de pueblos que acudirán todos en peregrinación hacia Jerusalén (Is 2,2-3; 56,6-8; 60,11-14; Sal 87). Esta peregrinación es el trasfondo del relato de los magos en el evangelio de Mateo (Mt 2,1-2) y el episodio de Pentecostés (Hch 2,5-11).

3. Dispersión y congregación en el Nuevo Testamento.

Los pecadores para Jesús aparecen como ovejas perdidas (Lc 15,4) y siente lástima por una humanidad "dispersa como ovejas sin pastor" (Mt 9,36). En la parábola del hijo pródigo vemos también la relación de pecado y exilio. El hijo vive solo y entre puercos (Lc 15, 11-18). El castigo escatológico es ante todo un "ser arrojado fuera", a las tinieblas de afuera (Mt 22,13; Jn 15,6), a semejanza de la primera expulsión del paraíso.

Hay una disciplina de la Iglesia que hace visible la separación espiritual mediante la excomunión (cf. Mt 18,17; 1 Co 5,1-13), de modo que esto le ayude a tomar conciencia y reaccionar.

Jesús aparece en el NT como buen Pastor (Jn 10,14). que congrega las ovejas dispersas en días de bruma, para que haya un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10,16). Se ha reconstituido la unidad de la familia humana rota en Babilonia. Pero esta comunidad no es un imperio poderoso, sino un "rebañito pequeño" (Lc 12,32) que a la muerte de Jesús es confiado a sus amigos: "Apacienta mis corderos" (Jn 21,16). Allí ya no hay ni griego ni judío, ni hombre, ni mujer, sino que todos son uno en Cristo (Ga 3,28), con la misma unidad que existe entre Cristo y el Padre (Jn 17,21). Símbolos de esta unidad en Juan son la túnica y la red que no se rasgan (Jn 19,24; 21,11).

En Pentecostés se reúne la Iglesia. Ecclesia = congregación, convocación, de hombres de oriente y occidente (Mt 8,11). en torno a una mesa en comunión con Cristo (Hch 2,42). Los que antes estaban lejos ahora están cerca por la sangre de Jesús (Ef 2,13), de manera que ya nadie es extraño ni forastero (Ef 2,19).

El carisma de lenguas expresa simbólicamente algo muy profundo. Cada uno habla su lengua. No se trata del don de una lengua universal, un latín o un esperanto. No se trata de la uniformidad, sino de la unidad en el pluralismo. Cuando estamos llenos del Espíritu comprendemos el idioma de las personas del otro sexo, de otras lenguas, de otras clases sociales, de otras culturas. Pero esto sólo ocurre cuando nuestras relaciones interhumanas no son de dominio y sumisión, sino de relaciones de amor.

4. Preguntas.

. ¿He tenido alguna experiencia en mi vida de cómo el pecado me ha alejado de los demás y me ha llevado a la soledad y la incomunicación? ¿He tenido alguna experiencia de cómo la acción de la gracia me ha llevado a un sentimiento más profundo de comunión y comprensión? Recuerda estas experiencias y descríbelas.

¿Es mi comunidad jesuítica un lugar donde entendemos las distintas lenguas de los otros miembros de la comunidad, o quiero yo imponer mi propia lengua como "lengua del imperio", y única válida? ¿Comprendo el lenguaje de otros de distinta edad, de distinta posición social, de distinta cultura?

¿Buscamos en la Compañía la unidad dentro del pluralismo? ¿Somos una comunidad monocolor, o nos vamos haciendo verdaderamente católicos?

¿Es la Compañía un "rebañito pequeño", o aspiramos a construir torres demasiado altas, y ciudades demasiado estructuradas? ¿Construimos el templo del Espíritu o un ziggurat babilónico?

Catequesis 5: DIOS SALVA ELIGIENDO

1. Abrahán, modelo de elegido.

Dios salva al mundo escogiendo para ello hombres concretos como instrumentos de salvación. La elección no es ante todo un privilegio, sino una misión. Dios tiene unas constantes en los criterios que usa para elegir personas: hombres insignificantes a los ojos del mundo.

Abrahán fue un jeque nómada insignificante en la historia universal. Arrastra una herida, la de su falta de descendencia. No se nos conserva su nombre en ninguna crónica egipcia o babilónica.

Es un hombre que arrastra una herida, un hondo conflicto personal. Es un hombre agotado, anciano, sin fuerzas para engendrar. Y es él precisamente el elegido para ser padre de un pueblo numeroso y de la familia del Mesías.

El pueblo hebreo aparece en la historia como marginal. Los hapiru, chusma marginal, como los gitanos o los beduinos de hoy, no integrados en la sociedad urbana. "Mi padre fue un arameo errante" (Dt 26,5). En Dt 7,7-8 se nos da la razón teológica del por qué de la misteriosa elección divina: "no porque seáis numerosos..., sino por el amor que os tiene."

2. Predilección de Dios por los humildes en el AT.

Historia de Gedeón. "Demasiado numeroso es el pueblo que te acompaña. no se vaya a enorgullecer Israel a mi costa diciendo: 'Mi propia mano me ha salvado'" (Jc 7,1-8). Dios no quiere salvar al pueblo con un ejército demasiado numeroso, para que no se enorgullezcan de su propia victoria. "Igual le da a Dios dar la victoria con muchos que con pocos" (1Sm 14,6).

Tema de la esterilidad. Grandes personajes son hijos de madres estériles y/o ancianas: Isaac (Gn 18,9-15), Sansón (Jc 13,1-7), Samuel (1 Sm 1,4-17), Juan Bautista (Lc 1,5-20). En el caso de María llegamos al extremo, Dios puede hacer concebir incluso sin concurso de varón; para él no hay nada imposible" (Lc 1,37).

David fue escogido de entre sus hermanos siendo el más pequeño. "No mires su gran apariencia ni estatura porque yo lo he descartado... La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, mas Dios mira el corazón" (1 Sm 16,7). El pequeño David es el que hace frente al gigante Goliat y sin armadura ni espada, derrota al filisteo y lo mata con sus propias armas (1 Sm 17).

Dios escoge a Moisés tartamudo (Ex 4,10), a Jeremías que no sabe hablar, porque es un muchacho (Jr 1,4), a Isaías que es hombre de labios impuros (Is 6,5). Todas esas deficiencias no le estorban a Dios. Dios no necesita las cualidades humanas y puede hacer maravillas con los que se abandonan y creen en su capacidad para obrar.

3. Elección de los humildes en el N.T.

María resume en su cántico la constante de este modo divino de actuar. Derriba del trono a los poderosos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,52).

Jesús fue despreciado por la humildad de sus orígenes; de Nazaret no podía salir nada bueno" (Jn 1,46). "Estúdialo bien y verás que de Galilea no puede salir ningún profeta (Jn 7,41.52). Es el hijo del carpintero (Mc 6,3), sin estudios (Jn 7,15), con acento galileo, hijo de padre dudoso (Mc 6,3). En su cántico Jesús alabará la sabiduría del Padre que revela sus misterios a los sencillos (Mt 11,25). No se rodeó de gente importante, sino de gentuza. "¿Acaso ha creído en él algún intelectual o algún fariseo? Sólo esa gentuza que no conoce la ley y son unos malditos" (Jn 7,48-49). En el centro de su comunidad quiso poner al pequeño, y ser pequeño es condición indispensable para entrar en el Reino (Mc 9,36; Mt 18,3).

San Pablo recuerda a los de Corinto la humildad de sus orígenes, según un designio de Dios para confundir al los sabios y poderosos. "Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados. No hay muchos sabios..., ni de la nobleza. Ha escogido Dios lo débil y despreciable..." (1 Co 1,26-29).

El mismo Pablo tuvo que experimentar en sí cómo sus limitaciones personales no eran obstáculo a la elección divina (2 Co 12,9-10). Rogó a Dios que le quitase esas debilidades que le impedían un ministerio apostólico más eficaz. "Te basta mi gracia, porque mi fuerza se muestra perfecta en tu debilidad". Después de haber aprendido esta dura lección, Pablo eso se gloriaba en sus debilidades, porque entonces habitaba en él la fuerza de Cristo.

4. Preguntas

¿Qué conciencia tengo de mi elección? ¿Para qué me siento elegido en concreto? ¿Cuál es mi vocación personal y única?

¿Cuáles son las limitaciones principales que experimento para realizar esa misión? ¿Cuáles son los principales miedos que surgen en mí? ¿Cómo formulo mis protestas a la manera de Moisés, Jeremías, Pedro...?

¿He tenido alguna experiencia de cómo mis debilidades no han estorbado la obra de Dios, sino que la han favorecido? Recuerda y verbaliza esas experiencias. ¿Presumo como Pablo de mis debilidades, o me avergüenzo de ellas?

Catequesis 6: RESPUESTA A LA ELECCION: LA FE

1. La fe de Abrahán

Si Dios escoge a personas ineptas para realizar sus designios, ¿qué es lo único que espera de ellos? La fe. Fe en que Dios es capaz de realizar por medio de ellos aquello para lo que humanamente se sienten incapaces.

Iniciativa total de Dios: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que he sido yo el que os he elegido a vosotros" (Jn 15,16). "Dios nos amó primero" (1 Jn 4,19). Abrahán era idólatra cuando fue escogido (Jos 24,2). La elección no se basó en ningún mérito suyo anterior. Pero fue llamado a ser amigo de Dios (Is 41,8; 2 Cr 20,7; Stg 2,22). Amigo y confidente, hombre de confianza (Gn 18,17). Como los apóstoles llamados a ser amigos y entrar en los secretos (Mt 13,11; Jn 15,14).

Igualmente fue predestinado Jacob sobre su hermano Esaú. "Antes de haber nacido, y cuando no habían hecho ni el bien ni el mal, para que se mantuviese la libertad de la elección divina, que depende no de las obras, sino del que llama, le fue dicho a Rebeca: 'El mayor servirá al menor'. Como dice la Escritura: 'Amé a Jacob más que a Esaú'" (Rm 9,10-13). "Somos elegidos de antemano, según el previo designio del que lo realiza todo conforme a su voluntad" (Ef 1,11). "Habéis sido salvados por la gracia, mediante la fe, y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos, creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos" (Ef 2,8-10). Predestinados a reproducir la imagen del Hijo primogénito (Rm 8,29).

2. Fe y abandono

La fe bíblica es creer ante todo en el amor que Dios nos tiene (1 Jn 4,16), a pesar de ser conscientes de nuestro pecado y debilidad. "Todo lo puedo en aquel que me da fuerzas" (Flp 4,13). "Dichosa porque has creído que todo se cumplirá" (Lc 1,45).

Abrahán creyó cuando Dios le pidió salir sin saber donde iba (Gn 12,1). Lo abandona todo para recibir en esperanza una nueva patria y una nueva familia. Cambia una posesión por una promesa, un pájaro en mano por ciento volando. "Sé de quién me he fiado" (2 Tm 1,12).

Abrahán creyó que Dios podía darle un hijo, a pesar de la esterilidad de su mujer. "Tuvo como digno de fe al que se lo prometía. Por lo cual, de uno solo y ya gastado, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo" (Hb 11,11-12). "Abrahán creyó contra toda esperanza para hacerse padre de un gran pueblo. No vaciló su fe al ver su cuerpo ya sin vigor., con el convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo que prometió (Rm 4,18-19,21). Hoy más de dos mil millones de hombres se consideran sus hijos, judíos, musulmanes y cristianos.

Abrahán creyó en Dios cuando le pidió sacrificar a Isaac su hijo, "respecto del cual se le había dicho: 'Por Isaac tendrás descendencia'. Pensó que poderoso era Dios aun para resucitar a uno de entre los muertos. Por eso lo recobró para que Isaac fuese también figura" (Hb 11,18-19). La carta a los Hebreos en el cap. 11 repite 17 veces el estribillo "Por la fe", aplicado a todos los personajes bíblicos que caminaron en la fe.

3. Los hijos de Abrahán

Abrahán fue justificado por la fe (Gn 15,6). "Al que trabaja no se le cuenta el salario como favor, sino como deuda; en cambio, al que sin trabajar cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta como justicia" (Rm 4,4-5). Por su obediencia será bendición para todos los pueblos, destruyendo la maldición de Adán (Gn 12,3). Creyó contra toda esperanza (Rm 4,17).

Las promesas se hicieron a Abrahán y sus descendientes. En Cristo todos somos hijos de Abrahán (Ga 3,16). En Cristo somos sus herederos (Ga 3,29). Sus verdaderos descendientes son "los que tienen la misma fe que él" (Ga 3,6). "Los verdaderos circuncisos somos nosotros" (Flp 3,3). Jugando con las palabras banim (hijos) y 'abanim (piedras), decía el Bautista: "No os forjéis ilusiones diciendo: 'Tenemos por padre a Abrahán'. Aun de las mismas piedras podría Dios sacar hijos a Abrahán" (Mt 3,9).

El evangelio ensalza la fe de María (Lc 1,45). Creyó que podía ser madre sin dejar de ser virgen. Fue la única que creyó en su Hijo. Lo apostó todo y lo arriesgó todo. Arriesgó su relación con José, su buena fama, su seguridad, y aun su vida, cuando tuvo que huir precipitadamente a Egipto.

4. Preguntas:

¿Me siento objeto de una predilección de Dios a pesar de constatar mis miserias? ¿Me resulta fácil o difícil acoger ese amor, creer en ese amor?

¿Qué promesas he recibido de Dios y que aún no se han cumplido? ¿Sigues creyendo que Dios las puede realizar en ti? ¿En cuáles has dejado ya de esperar?

Creer significa arriesgar. ¿Cuánto te estás jugando actualmente en el seguimiento de Jesús? ¿Apuestas a la vez a varias cartas por si una te falla?

¿Cuál ha sido el momento de tu vida en que has tenido que hacer un mayor acto de fe? ¿Qué ejemplos de fe has conocido en tu familia, en la Compañía, en la Iglesia, que te pueden estimular a abandonarte a Dios?

 

Catequesis 7: DIOS SALVA LIBERANDO

1. Egipto modelo de servidumbre

La opresión descrita en Ex 1,8-14 cubre toda la existencia humana:

-opresión laboral: cada día más cargas. Es casa de servidumbre. Recuerda las penalidades de obreros y mineros durante la revolución industrial (Ex 13,3; 20,2; Dt 5,6)

-discriminación racial: prejuicios antisemitas (Ex 1,13-14).

-esclavitud: falta de libertad de movimientos para ir y venir

-genocidio: exterminio sistemático de los niños varones, a lo Hitler.

-estructuras de pecado: Estas circunstancias provocan una alienación religiosa que impide dar culto al verdadero Dios (Ex 5,1).

La servidumbre es total, en todos sus aspectos laborales, culturales, políticos y religiosos. El éxodo no es ni una mera liberación política, ni una mera liberación espiritual. Es la liberación integral de un pueblo. La alienación básica es la lejanía de Dios, las otras alienaciones son la consecuencia.

Lo peor es que el pueblo alienado se ha contentado con su suerte. "No escucharon a Moisés consumidos por la dura servidumbre" (Ex 5,20-21). Incluso cuando afronten los riesgos de la libertad, añorarán las seguridades de la jaula, "los ajos y cebollas de Egipto" (Ex 14,11-12; 16,3; Nm 11,5), porque no saben qué hacer con su libertad. La tentación continua es volver atrás.

La Biblia relaciona continuamente pecado y esclavitud. Ya vimos cómo la consecuencia del pecado fue la esclavitud: el hombre esclavo de la tierra, la mujer esclava del hombre; ambos esclavos de sus pasiones. El libro de los Jueces nos ofrece una lectura teológica de la historia. A los pecados del pueblo sucede siempre la derrota frente a los enemigos y la esclavitud (Jc 2,11-23).

La esclavitud exterior significa la interior del pecado. "Todo el que comete pecado es esclavo" (Jn 8,34; Rm 6,17-19). Esclavitud interior descrita patéticamente por Pablo en la carta a los Romanos. No soy libre; sólo hago lo que me ordena mi amo el pecado que es quien manda dentro de mí, No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero (Rm 7,14-21).

2. La salvación como liberación.

Toda opresión se vive a un nivel psicológico y aun somático. Es una sensación física de ahogo, agobio, dificultad respiratoria. La sensación de una carga pesada (Sal 38,5-7.11), de encerramiento (Sal 88,7-9). La liberación es ante todo interior. Pablo y Silas en la cárcel son hombres libres, podían cantar y no necesitaban huir (Hch 16,25-34). Uno puede ser ya libre dentro de la cárcel, pero la libertad interior va creando nuevos espacios de libertad. No hay liberación integral sin cambiar las estructuras que alienan al hombre de su ser auténtico.

La vuelta de Babilonia se concibió como un nuevo éxodo (Is 40,3-4; 41,17-20; 43,16-21; 48,20-21; 49,7-11; 51,9-11). El Señor va a ponerse nuevamente a la cabeza de su pueblo para guiarlo a Israel. Se repiten todas las imágenes: camino (40,3), paso del mar (43,16-21; 51,10; 63,11-33), el agua (48,21), la marcha (52,12).

Unos entendían la liberación en sentido espiritual, como en el Sal 130,8 o el Benedictus (Lc 1,68-79). Otros de modo más nacionalista. Los de Emaús dirán: "Nosotros esperábamos que era él quien iba a libertar a Israel" (Lc 24,21; Hch 1,6).

Jesús inicia su ministerio con la profecía sobre la liberación (Lc 4,18-19). Quiere llevarnos a la libertad de los hijos de Dios. Vocación a la libertad (Ga 5,13). "Manteneos, pues, firmes, y no os dejéis oprimir otra vez por el yugo" (Ga 5,1). "Si el Hijo os libera seréis verdaderamente libres" (Jn 8,36). "Donde está el Espíritu de Dios allí está la libertad" (2 Co 3,17).

 

 

 

3. De la esclavitud al servicio

El endemoniado de Gerasa grita su falta de vínculos, su absoluta independencia y libertad, pero es un esclavo de sus impulsos y sus instintos. La liberación de Jesús le lleva a establecer lazos de amor y solidaridad (Mc 5,4.19).

"Que no reine el pecado de nuevo en vuestra vida mortal" (Rm 6,12). el pecado sigue existiendo, pero ya no reina a sus anchas. Es continuamente hostigado, denunciado, desestabilizado. El cristiano sigue pecando, pero no pacta con el pecado, ni se rinde nunca a él.

La libertad no debe confundirse con el libertinaje, pues nos lleva a hacernos siervos de los otros por amor (Ga 5,13). El éxodo es el paso de la servidumbre al servicio. Amor vinculante. De la servidumbre forzosa a los demonios que nos dominan, al servicio libre por amor. Los deseos del otro son órdenes. La verdadera felicidad consiste en hacer feliz al ser amado, poner la propia felicidad en la felicidad del otro.

Preguntas:

¿Cuáles son tus experiencias nuevas de libertad? ¿Qué cosas te sientes libre de hacer ahora que antes no podías?

Todos tenemos algunas áreas de nuestro ser donde no somos plenamente libres. ¿Cuáles son tus esclavitudes interiores? ¿Cómo las vives?

¿Cómo conjugas tu vivencia de libertad con la de sentirte vinculado, comprometido? ¿Se da en ti un conflicto entre ambas experiencias?

Catequesis 8: DIOS SALVA CELEBRANDO LA PASCUA

1. Orígenes de la fiesta de la Pascua

El éxodo arranca de los sucesos que determinaron la salida de Israel de Egipto: la petición de Moisés de salir para dar culto en el desierto, las repetidas negativas del faraón, las nueve primeras plagas, el sacrificio del cordero, la comida en familia, los dinteles teñidos en sangre, el paso del ángel exterminador y la salida de Egipto (Ex 12). La fiesta del cordero puede ser incluso anterior a la salida de Egipto: éste sería el sacrificio que Israel quería celebrar en el desierto: Ex 5,1-3.

La fiesta del cordero es propia de un pueblo nómada, ganadero, y está relacionada con la primavera, la época en la que paren las ovejas. Las primicias del ganado se consagran a Dios. Este sacrificio estaba íntimamente ligado con la salida de Egipto. Más tarde se fundió con otra fiesta agrícola, la de los panes ázimos, que celebraba la primicia de la cosecha. Fiesta del cordero y fiesta de los ázimos constituyen así una fiesta única que mantiene su vinculación con el éxodo. Jesús la celebró con los suyos siguiendo todos los ritos: cordero, yerbas amargas, cuatro copas, panes ázimos, cántico de bendición, la haggadá (relato de la salida de Egipto).

La palabra Pascua en hebreo se dice פסח pésaj, y viene del verbo pasaj que significa saltar o cojear. Designa ante todo el hecho de que el ángel se saltase las casas hebreas en su tarea de exterminio. En un sentido más amplio cubre los sentidos del verbo pasar español:

a) pasar = acontecer. Preguntamos: ¿qué pasa? ¿Pasa algo? Nos referimos a algo que llama la atención. La historia de salvación es un tejido de pascuas o acontecimientos que van dejando un recuerdo imborrable.

b) pasar = ir por medio, atravesar una región o por medio de un grupo de personas. Dios pasa por medio de su pueblo trayendo ruina y salvación, condenando a egipcios y salvando a israelitas.

c) pasar = avanzar. Cuando llaman a la puerta decimos: "Pase". Paso de los hombres hacia Dios, paso de este mundo al Padre (Jn 13,1), paso de la muerte a la vida (Jn 5,24).

Un importante tema bíblico es el del primogénito. Si Dios salvó a los primogénitos hebreos, éstos en agradecimiento ofrecían a Dios los primogénitos de todos los animales (Ex 13,2; Lv 5,7). También el primogénito humano había que consagrarlo al Señor, pero después se podía rescatar mediante cinco shékels. Es lo que María y José hicieron con Jesús (Lc 2,22-24). Jesús es el primogénito de toda criatura (Col 1,15).

2. El sacrificio del cordero

El banquete pascual se abre con el sacrificio de un cordero macho, nacido en el año, sin tacha (Ex 12,3-6). No se le debe romper hueso alguno (Nm 9,12). Su sangre se unta sobre el dintel de la puerta (Ex 12,7.22). La carne se come asada al fuego, sin que pueda sobrar nada. Los restos se queman (Ex 12,10).

Ya Abel sacrificaba a Dios corderos y era agradable al Señor (Gn 4,3). La vida de Isaac fue perdonada a cambio de un carnero enredado en la maleza (Gn 22,1-19). Abrahán ofreció a Dios este cordero en sustitución de su hijo único.

En la época del destierro Isaías nos habla de un misterioso siervo que cargará con el pecado del pueblo. Fue llevado al degüello como un cordero inocente (Is 53,6-7). En arameo una misma palabra designaba al siervo y al cordero.

San Juan nos presenta a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29). Cuando Jesús muere en la cruz, a la hora en que se sacrificaban los corderos en el templo, Juan nos dice que "no le quebraron ningún hueso", dando a entender que Jesús era el verdadero cordero pascual (Jn 19,36).

San Pedro recoge este tema (1 P 1,18-19). Y el Apocalipsis nos presenta a Cristo en el cielo como cordero inmolado por cuya sangre hemos sido comprados (Ap 5,6-14) y lavados (Ap 7,14). Jesús cumple todos los rasgos: fue inocente y sin tacha, sacrificado en reemplazo nuestro, cargó con nuestros pecados sin abrir la boca. Signados con su sangre nos hemos librado del exterminio. Con su sangre hemos sido lavados.

3. La Eucaristía nuestro banquete pascual

En la antigua Pascua hubo un sacrificio y un banquete, También en el pacto de la alianza en el Sinaí hubo una sangre y un banquete de comunión (Ex 24,11). En este banquete se expresa la unidad creada por el sacrificio: unión de los hombres con Dios y entre sí. La cena pascual era para los judíos el memorial del paso del Señor y de la liberación de Egipto.

La muerte y resurrección de Cristo se presentan como una nueva pascua en la que somos liberados de la muerte por la sangre de Jesús. Este sacrificio establece una nueva alianza y un nuevo pueblo de Dios. En la eucaristía, memorial de la Pascua, están unidos el tema del sacrificio y el del banquete de comunión. Se rememora la muerte redentora de Jesús, como en la pascua se rememora la muerte del cordero. "Cuantas veces coméis este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Co 11,26).

El sacrificio eucarístico realiza la máxima unión del hombre con Dios. "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6,56). Es una unión comparable a la que existe entre el Padre y el Hijo (Jn 6,57). El comulgante llega a transformarse en Cristo: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20). Posee la vida divina que el Hijo recibe del Padre. El sacrificio eucarístico realiza también la unidad del nuevo pueblo (1 Co 10,17).

"Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos" (1 Jn 3,14). El amor es una pascua que nos libera del egoísmo para hacernos vivir en fraternidad. Los Hechos nos presentan a la Iglesia centrada en torno a la fracción del pan (Hch 2,42). Por eso el peor sacrilegio es celebrar la Eucaristía cuando vivimos egoístamente y no compartimos nuestra vida. Es lo que Pablo reprochaba a los corintios que no ponían en común sus bienes (1 Co 11,17-22). En un mismo cuerpo no pueden darse esas diferencias.

Preguntas

¿Qué conciencia tengo de que mi salvación ha venido del sacrificio de Cristo? ¿Qué resonancias tiene en mí la sangre de Cristo? ¿He tenido alguna experiencia personal sobre el poder de esa sangre?

¿Qué lugar ocupa la eucaristía en el conjunto de mi vida espiritual? ¿Cómo vivencio mi unión con Cristo en esos momentos? ¿Es para mí la Eucaristía una experiencia de paso de la muerte a la vida, o una rutina con poco sentido y poco impacto?

¿Me ayuda la eucaristía a experimentar la comunión en el seno de mi comunidad y de la Iglesia? ¿Me compromete la Eucaristía a compartir más ampliamente mis bienes con mis hermanos?

Catequesis 9: DIOS SALVA GUIANDO POR EL DESIERTO

1. El desierto lugar privilegiado de experiencia de Dios

En el desierto Israel aprendió a conocer y amar a Dios. Es la época del noviazgo, el viaje de novios. "De ti recuerdo tu cariño juvenil, aquel seguirme tú por el desierto, la tierra no sembrada (Jr 2,2). "Yo me acordaré de la alianza que pacté contigo en los días de tu juventud" ( Ez 16,60).

Otra imagen es la de la infancia. Un padre recuerda cuando su hijo era pequeño y sus primeros pasitos. "Cuando Israel era niño, yo lo amé... Yo enseñé a Efraín a caminar, tomándole en mis brazos... Era para ellos como quien alza un niño contra su mejilla, me inclinaba ante él y le daba de comer" (Os 11,1-4). El desierto es el tiempo de los mimos de Dios. "Marcha delante de vosotros, según cuanto hizo en el desierto. Has visto cómo te llevaba YHWH tu Dios, como lleva un hombre a su hijo, por todo el camino que habéis recorrido hasta llegar a este lugar" (Dt 1,30-32).

El tiempo del primer amor es el de las primeras experiencias espirituales. Normalmente en la vida espiritual hay al comienzo una etapa primaveral que deja una huella profunda. Continuamente habrá que reavivar este amor del principio (Ap 2,4). Para los apóstoles esta etapa fueron sus primeros días de conocer a Jesús en Galilea. Por eso tras la profunda crisis de la muerte del Señor, la cita es en la Galilea de los primeros encuentros (Mt 28,7).

En los momentos difíciles de la historia Dios lleva al pueblo al desierto para seducirlo allí de nuevo. "Yo la voy a seducir de nuevo, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón" (Os 2,14). En el desierto Dios recupera la capacidad de seducción que tuvo en un principio.

2. Los tiempos fuertes de oración

Periódicamente uno siente la necesidad de regresar al desierto para un reencuentro con Dios. Moisés tuvo su primer encuentro junto a la zarza (Ex 3), cuando huía del faraón. Allí también Elías, huyendo de Ajab, buscará fortaleza y alimento (1 R 19,4-14). Elías viaja cuarenta días al Horeb y allí encuentra al Dios de la alianza en la suave brisa.

La multitud de cosas nos dispersa, y nos hace olvidar lo esencial. Hace falta crear un silencio de cosas, en despojamiento, para que Dios pueda mostrar su grandeza. En el desierto sólo hay arena y nada oculta un sol muy grande que domina todo el horizonte. En el desierto se experimenta que quien a Dios tiene nada le falta, y que sólo Dios basta. Es lugar de teofanía. En el Tabor aparece Jesús flanqueado por Moisés y Elías, los testigos del Horeb (Mc 9,2-8). Allí hay que volver a cargar las pilas. La iglesia aconseja tiempos fuertes de oración y de desierto periódicamente.

La ciudad suele ser símbolo del mal, el orgullo, el consumo, las prisas, la contaminación (Gn 11,4). Allí construye rascacielos a su mayor gloria. La nube de la polución oculta el cielo y las estrellas. Hasta los templos están contaminados del culto al dios dinero (Jn 2,13-16). Jesús quiere sacar a los suyos de este sistema (Jn 10,3). y llevarles a celebrar la Pascua al desierto. "No sois del mundo, porque yo, al elegiros os he sacado del mundo" (Jn 6,1-3; 15,19).

Muchos cristianos entendieron literalmente este consejo y buscaron la pureza del desierto, siguiendo al Bautista (Mt 3,1) y del propio Jesús (Lc 4,1). Pero en realidad el cristiano debe encontrar su propio desierto en la ciudad. No se trata de un éxodo espacial, sino metafórico. "Ellos están en el mundo, pero no son del mundo... No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17,11.14-15).

3. Los prodigios del desierto

En el desierto sólo se puede vivir de la Providencia de Dios, y no de las providencias de los hombres. Hay que sentirse uno admirado ante el continuo milagro que es la vida. No hay que permitir que el manantial del asombro se seque en nosotros. Estos prodigios tienen la naturaleza de signos. Son como guiños de complicidad que sólo se entienden desde la fe, pero al mismo tiempo la robustecen. Estos signos se multiplican sobre todo en la etapa del primer amor.

El evangelio de Juan ha hecho una trasposición cristiana de todos los signos: cruce del mar (6,1.16-21), la tienda del encuentro (1,14), el monte (6,3.15), el maná (6,31), las codornices (6,51), el YO SOY (8,24.28.58), la roca herida por la vara (19,34), la serpiente de bronce (3,14), la ley nueva (13,34), el camino (8,12), el agua (Ex 17,6; Jn 7,37; 4,10-14), la columna de fuego (8,12), la liberación (8,31-32). El pastor saca a las ovejas del atrio de los sacerdotes y las lleva al descampado, a los buenos pastos, donde pueden recostarse con seguridad (Jn 6,10).

En el desierto Jesús nos alimenta. Elías fue confortado con un alimento del cielo (1 R 19,6), y los ángeles sirvieron a Jesús en el desierto (Mt 4,11). Jesús mismo multiplicó los panes en el desierto haciendo ver que no es Moisés quien dio el maná, sino mi Padre quien os da el verdadero pan (Jn 6,1-15). Se trata a la vez del pan de la sabiduría en la primera parte del discurso de l sinagoga de Cafarnaún, y finalmente del pan de la Eucaristía, "su carne para la vida del mundo".

El otro gran peligro del desierto es la sed. Moisés hizo brotar agua de la roca (Ex 17,6). Jesús promete un agua que quita la sed para siempre (Jn 4,10-14; 7,37). De su corazón herido por la vara, brota el agua (Jn 19,34).

Preguntas:

¿Cuándo y cómo fue para ti tu etapa del "primer amor"? La traes a la memoria con frecuencia? ¿Qué necesidad de desierto experimentas en tu vida? ¿Hay momentos en que te hastía el mundo? ¿Qué tiempos de desierto hay en tu vida?

¿Qué necesidad de desierto hay en tu vida? ¿Lo añoras? ¿Te hastía el mundo en ocasiones? ¿Qué tiempos de desierto programas en tu vida?

Qué signos han acompañado tu camino espiritual? Enuméralos. ¿En qué medida han sido un apoyo para tu fe? ¿Cómo te enfrentas con el problema de su ambigüedad?

Catequesis 10: EL DESIERTO, LUGAR DE TENTACION

1. Las tentaciones históricas del desierto

Paradójicamente el desierto es también lugar de aridez y tentación. "Tierra sombría por donde nadie pasa, por donde nadie se asienta" (Jr 2,7), "soledad poblada de aullidos" (Dt 32,10; "enorme y terrible desierto" (Dt 1,19). Allí el pueblo es llevado, antes de entrar en la tierra prometida "para humillarte, probarte y conocer los sentimientos de tu corazón" (Dt 8,2-4).

El desierto es una experiencia purificadora porque pone a prueba nuestra confianza en Dios. Allí hay que vivir colgado de su providencia, sin despensas ni graneros. El maná se recibe cada día, pero no se puede guardar para el día siguiente, porque entonces se pudre (Ex 16,19-20). Añoramos el tiempo cuando "nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos" (Ex 16,3). Nos resulta incómodo ir recibiendo el pan cada día, y preferimos pedir la herencia toda junta, como el pródigo para administrarla lejos de la mirada del Padre. La Nube es otro símbolo. Marca la etapa de cada día. Como en el mar, no hay caminos en el desierto, sino estelas (Ex 40,37). Allí sólo se puede vivir de fe. Sólo podemos pedir el pan de cada día, y el plan de cada día.

Pero el pueblo no estuvo a la altura de la prueba: "Dudaron de mí, aunque habían visto mis obras" (Sal 95,9). Es el día de Masá y Meribá. "¿Está o no está Dios con nosotros? (Ex 17,7). Tentamos a Dios, le exigimos signos tangibles, respuestas inmediatas. A la vista de los peligros prorrumpen en llantos: "Es un país más fuerte que nosotros..., un país que devora a sus habitantes, habitado por gigantes, ante los que nos sentimos como saltamontes..." (Nm 13,25-14,45).

Nos resulta incómodo ese Dios, y preferimos otro más manipulable. "Aquí está este becerro. Es tu dios, el que te sacó de Egipto" (Ex 32, 4). Preferimos un dios, a quien podamos llevar que un dios que nos lleve a nosotros. Pensamos que esos dioses nos hacen felices y nos dan seguridad, porque los tenemos controlados.

2. La tentación en la vida de Jesús

En el desierto fue tentado y venció donde Israel había sucumbido (Mt 4,1-11). El Espíritu empuja a Jesús al desierto (Lc 4,1). La voz del tentador trata de desfigurar la voz del Padre en el Jordán: "Si eres hijo..." (Mt 4,2). Configuración falsa de su filiación, como privilegio, en vez de como llamada al servicio. Exige un salvoconducto para librarse de los riesgos de la condición humana.

Tres tentaciones reproducen las del pueblo en el desierto. Tentación de pan. Hacer de las cosas necesidades absolutas, y no la palabra que sale de la boca de Dios (Dt 8,3). La segunda es la tentación de espectacularidad: evitar la ambigüedad y el riesgo, exigiendo signos que nos autentifiquen a los ojos de los demás, tentando a Dios. La tercera es tentación de poder, para la eficacia de la misión. Jesús, cabeza del nuevo Israel fiel, rechaza la tentación y acepta un camino de fe sin triunfalismos ni privilegios, sin más poder que la verdad y el amor en el servicio humilde a la voluntad del Padre.

Toda la vida Satanás tentó a Jesús. Normalmente tienta a través de personas y circunstancias. A través de los fariseos que piden una señal en el cielo (Mc 8,11), los familiares que quieren que se exhiba ostentosamente al mundo (Jn 7,3-4), el pueblo que quiere hacerle rey (Jn 6,15), Pedro que intenta desviarle del camino del sufrimiento (Mc 8,33), los sacerdotes que le piden que se baje de la cruz (Mc 15,32; Mt 27,43). Pero Jesús no exige nada al Padre y sigue creyendo en él a pesar de la ausencia de signos y de las tinieblas del Calvario.

3. La tentación en la vida del cristiano.

También en la vida cristiana hay etapas de desierto, aridez, oscuridad. En ese itinerario, después de una etapa bautismal, llena de consolaciones y de signos, suele venir una larga etapa de aridez. La oración se hace seca y aburrida. Desaparece la presencia de Dios sensible y gozosa y los signos que la acompañaban. Surge la nostalgia de los ajos y cebollas, de los goces del mundo que nuestra imaginación exagera.

La monotonía lo invade todo. Hay una necesidad de fabricar ídolos, frente a ese Dios intangible y trascendente. Nos invade el miedo de los gigantes, y las dificultades se agigantan en nuestra imaginación. Surge el deseo de dar marcha atrás, de volver a Egipto. Dudamos de los signos, luces y misión que un día vimos claramente.

San Ignacio ha descrito esta acción de la desolación Dios permite las tentaciones "por probarnos para cuánto somos y cuánto nos alargamos en su servicio y alabanza sin tanto estipendio de consolaciones y crecidas gracias" (EE 322, cf. Jb 1,6-12). La tentación nos purifica de la soberbia de creernos ya santos y perfectos, para que sintamos que no es de nosotros tener devoción crecida... mas que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor, y porque en cosa ajena no pongamos nido, atribuyendo a nosotros la devoción (Sal 30,7-8).

En la tentación hay que convencerse de que Dios no nos ha abandonado (EE 320). "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas" (1 Co 10,13). Hay que pensar que pronto pasará (EE 318, 321). Un poco más y no me veréis y otro poco más y me volveréis a ver (Jn 16,16).

Preguntas

¿Cuál ha sido en mi vida la etapa más larga de desierto que he atravesado en mi vida? ¿Qué faceta de la tentación se hace más fuerte en mí: duda, aridez, nostalgia de Egipto, miedo a los gigantes, rechazo de la provisionalidad, necesidad de ídolos tangibles, exigencia de signos...?

¿Qué consecuencias positivas ha tenido para mí la etapa de desierto? ¿Cómo ha contribuido a purificarme? ¿Cómo ha purificado en mí también la imagen de Dios? ¿Qué he aprendido de estas experiencias de cara a emprender nuevas travesías?

Catequesis 11: DIOS SALVA DANDO UNA TIERRA

1. El regalo de la tierra

En la alianza nupcial hay un regalo de bodas que el novio entrega: la tierra de Israel, las arras que son prenda de todos los bienes (Dt 8,7-11). La frase estereotipada es "tierra que mana leche y miel" (Ex 3,8), "lugar donde no falta nada de lo que se puede tener en la tierra" (Jc 18,10). "Es un país bueno, muy bueno" (Nm 14,7). Para nómadas del desierto aquella tierra debió parecerles un vergel, aunque no sea demasiado fértil. Importa la valoración de aquello que tenemos como recibido en la vida: familia, infancia, trabajo, amigos, comunidad, dotes físicas...

La tierra es un don gratuito, obtenido sin fatiga: "ciudades que no has edificado, viñas que no has plantado" (Jos 24,13). "Les dio su tierra en heredad" (Sal 135,12). "Lo introduces y lo plantas en el monte del Señor" (Ex 15,17). La Jerusalén que esperamos no es fruto de nuestras luchas. "Baja del cielo de junto a Dios, como una novia adornada para su esposo" (Ap 21,2).

La tierra se encuentra al final de un largo camino, y se presenta como meta y final, happy end. Los pequeños oasis en el camino sólo son anticipo. "El Señor te dará el descanso" (Dt 25,19). "Apresurémonos a entrar en ese descanso" (Hb 4,11). En esa tierra prometida futura se recobra el paraíso perdido sin ambigüedades "donde ya no habrá muerte, ni llanto, ni gritos, ni fatigas, porque lo viejo ya ha pasado" (Ap 21,4).

Pero esa tierra está siempre más allá del Jordán, como horizonte al que uno nunca acaba de llegar. En esta vida continúa la peregrinación. "No tenemos aquí ciudad permanente, sino que seguimos buscando la del futuro" (Hb 13,14). La misma tierra de la comunidad, que es lugar de descanso y arraigo, tiene con todo un carácter de provisionalidad". Aun en nuestra propia tierra somos extraños y peregrinos (1 P 2,11). El don que recibimos es sólo arras (Ef 1,14), que encierran una tensión escatológica entre el "ya sí pero todavía no".

2. Poseer la tierra en continuo hostigamiento

Nunca el país de Canaán llegó a ser propiedad exclusiva del pueblo de Israel. La explicación aparece en Jc 2,20-23, que es un texto básico y programático. "Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no ha escuchado mi voz, tampoco yo arrojaré en adelante de su presencia a ninguno de los pueblos que dejó Josué cuando murió. Era para probar con ellos a Israel, para ver si seguían o no los caminos de YHWH como los habían seguido sus padres. YHWH dejó en paz a estos pueblos en lugar de expulsarlos enseguida". Las dificultades presentes siguen siendo prueba para que sigamos siendo viviendo en dependencia del Señor.

El don se convierte en tarea de fidelidad. el cristiano nunca puede "dormirse sobre los laureles". Sin pruebas continuas, podríamos llegar a darlo todo por supuesto, a prescindir de Dios, a "olvidar al Señor y envanecer tu corazón diciendo: 'Es la fuerza y el poder de mi mano los que me han dado la victoria?" (Dt 8,11-20). Por eso el Señor no nos da nunca una victoria total sobre los enemigos, nuestras pasiones, nuestro hombre viejo. Hay que convivir con ellos para que nuestro corazón no se engría.

La condición para seguir disfrutando la tierra que el Señor nos ha regalado es la fidelidad a los mandamientos, La mayor amenaza es "seréis arrojados de la tierra en la que vais a entrar" (Dt 28,63). Los profetas recordarán siempre al pueblo esta posibilidad (Am 5,27; Jr 4,23-28).

3. Los combates en la lucha espiritual

Los libros históricos nos hablan de guerras. La conquista de la tierra se hizo a través de guerras incesantes Pero nosotros ahora, desde el sermón del monte, ¿cómo hacer la lectura de estas guerras? ¿Cómo interpretar y trasponer estos pasajes guerreros?

Jesús no justifica ninguna guerra, ninguna "cruzada" contra los enemigos. "Los mansos heredarán la tierra" (Mt 5,4). "Todos los que empuñan espada a espada perecerán" (Mt 26,52). No hay fronteras entre la tierra de buenos y malos. La frontera atraviesa el corazón de cada hombre, es la tierra a conquistar, el control de la propia agresividad: "No te dejes vencer por el mal. Vence el mal con el bien" (Rm 12,21).

Pero el evangelio nos revela que hay un combate de dimensiones cósmicas en el que no podemos ser neutrales, sino beligerantes. Hay un pacifismo bobalicón que rehuye los conflictos para buscar así la paz. Pero Jesús no rehuye el conflicto. "¿Pensáis que vine a traer paz? No vine a traer paz, sino espada" (Mt 10,34). "El que no está conmigo, está contra mí" (Mt 12,30).

El Apocalipsis nos presenta dramáticamente la realidad del combate y los dos ejércitos, el de la Bestia (Ap 13), y el del Cordero (Ap 14). San Ignacio desarrolla esta estrategia en las dos Banderas.

El NT nos exhorta continuamente al combate espiritual. La carta a los Efesios nos habla de este combate contra los poderes de las tinieblas (Ef 6,12). Hay que luchar no dando golpes al buen tun tun (1 Co 9,26,27)., sino con estrategia, sabiendo disciplinarse. San Pablo estaba orgulloso al final de su vida de haber librado bien el combate (2 Tm 4,7). Y para ello hay que armarse. "Revestios de las armas de Dios para poder resistir..." (Ef 6, 13-17).

Preguntas

¿Me gusta mi tierra? ¿La describo en términos tan entusiastas como Dt 8,7-11? Puedo decir con el Salmo: "Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad"? (Sal 16,6). ¿La atribuyo al poder de mi brazo o al don de Dios?

¿Cuáles son los enemigos con los que tengo que convivir en esa tierra? ¿Qué zonas se mantienen rebeldes? ¿Qué sentido y qué ventajas tiene el no haber alcanzado la plena posesión? ¿Suspiro por la patria definitiva? ? ¿Vivo como peregrino?

¿Soy consciente del gran combate que se libra en mí y en el mundo? ¿Rehuyo el conflicto? ¿Pretendo ser no beligerante? ¿Cómo me disciplino para el combate? ¿Cuáles son las armas que adopto en mi vida espiritual?

Catequesis 12: DIOS SALVA INSTAURANDO SU REINO

1. Contenido objetivo de la idea del Reinado de Dios en el AT

La monarquía se instauró en Israel en uno de los momentos de mayor crisis. El país estaba en caos a causa de la crisis filistea. David establece una edad de oro que será punto de referencia perpetuo en el pasado. La salvación siempre se imaginará ya como una repetición de lo que sucedió con David (Ez 34,26). Dios enviará a su ungido, un Mesías, descendiente de David, que traerá la solución a la crisis e instaurará un nuevo reinado de Dios. La buena noticia es: "Tu Dios reina" (Is 52,7). Este reinado se extenderá a la tierra entera (Za 14,9; Is 24,23). El futuro está indisolublemente unido a un rey de la dinastía davídica (2 Sm 7,14; Sal 89,21-38).

¿Qué bienes produjo la instauración del reinado de David? Se distinguen dos momentos históricos. Cuando Dios no reina, todo es caos, inseguridad, derrotas, opresión del pobre, ignorancia, idolatría... Cuando Dios empieza a ejercer su reinado aparece la libertad, paz, seguridad y expansión de fronteras, leyes justas, prosperidad económica, conocimiento verdadero de Dios... Leer el Salmo 72 y su descripción idílica.

2. Grados en la realización del reinado de Dios

Puede hablarse de situaciones en las que Dios reina más que en otras, aunque en un cierto sentido reine siempre como "rey grande sobre toda la tierra (Sal 11,4; 47,3), y haga todo lo que le agrada (Sal 115,3; Jdt 16,17).

Dios reina también sobre la historia venciendo a los enemigos y realizando su plan para siempre "YHWH frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos. Mas el plan de YHWH subsiste por siempre, los proyectos de su corazón de edad en edad" (Sal 33,10-11) "Se amotinan las gentes y trazan planes vanos... Se confabulan contra YHWH. El que mora en los cielos se ríe. YHWH se burla de ellos" (Sal 2). Incluso cuando los babilonios o asirios triunfan sobre Israel no son sino un instrumento de castigo en mano de Dios (Is 10,6). Les utiliza como utiliza un padre una vara para corregir a su hijo, pero ellos no tienen ninguna fuerza por sí mismos. "Las naciones son como una gota, valen lo que el polvillo de la balanza..." (Is 40,15)

Pero aunque Dios reine incluso cuando los enemigos parecen triunfar, es sobre todo salvando como Dios reina. Algunos entendían esta salvación como una independencia política, como un "reinado de este mundo" (Mc 10,35; Hch 1,6; Lc 24,41). Así era el mesianismo de los zelotas que acabaron llevando a Israel a la confrontación armada con los romanos. Otros lo entendían de una forma espiritualista, íntima, mediante la observancia de la ley en el seno de un pueblo manso y humilde, fiel a las promesas. Otros de una manera apocalíptica, mediante una intervención cósmica asociada al día de YHWH y a la llegada de un Hijo del Hombre que desciende del cielo..

3. El reinado de Dios en la predicación de Jesús

Jesús es el rey prometido por Dios, según la presentación de los evangelios. Descendiente de David (Lc 1,32; 2,4; Mt 1,1; 22,43-45; Rm 1,3). Entra en Jerusalén aclamado como "Hijo de David" (Mt 21,9; Lc 19,38). El nombre de Mesías o Cristo atestigua este carácter real de Jesús. El mismo se confiesa rey ante Pilato (Jn 18,27), como lo declara el título sobre la cruz (Jn 19,19).

La predicación de Jesús nos habla de la llegada del Reino en su persona, pero rechazó a sus paisanos que querían coronarlo rey (Jn 6,15), ni quiso el poder que Satanás le ofrecía (Lc 4,6) porque su reino no es de este mundo (Jn 18,27). Es ante todo un reinado interior (Lc 17,21). No se impone hay que acogerlo mediante la conversión personal de quienes libres del pecado se someten a la autoridad de Dios. Es un reinado que no se impone, hay que acogerlo mediante la conversión personal. Pero este reino interior es a la vez visible en una pequeña grey (Lc 12,32), que se constituye como pueblo disperso de las doce tribus (Lc 22,30).

Dios reina cuando los hombres acceden a una justicia que supera a la de escribas y fariseos (Mt 5,20), una vida nueva en el amor que es plenitud de la ley, el perdón, la mansedumbre, la pobreza y comunión de bienes, la renuncia a todo lo que se posee, pureza de corazón, alegría en las persecuciones, fidelidad a compromisos, sinceridad absoluta. Dios reina en una comunidad que vive los valores del Reino.

Ya ha comenzado con unos orígenes muy modestos, como una pequeña semilla que crece (Mt 13,31). Se deja observar como trigo que crece entre cizaña, rodeado de ambigüedades no resueltas (Mt 13,24), y está llamado a incorporar a gente de todas las naciones (Lc 13,28). Ya está pero todavía no ha llegado a su plenitud. Por eso hay que pedir continuamente su venida, su culminación (Mt 6,10).

Un día más allá de la historia llegará este reino en su plenitud, de forma que todos lo verán, los enemigos serán destruidos y se dictará el juicio definitivo de Dios. Ese día Jesús volverá como rey glorioso (Mt 25,34). Pero este juicio se hace presente ya a través de juicios anticipados, como el que tiene lugar en la destrucción de Jerusalén (Mt 24).

Preguntas

¿Quién reina hoy en ti? ¿Qué fuerzas son las que te dominan? ¿Reina Dios? ¿Es tu vida una cabeza de puente de ese reino de Dios que ya ha comenzado a implantarse?

¿Cuáles de los bienes mesiánicos gozas ya en tu vida y en la de tu comunidad? ¿Reconoces el reino en sus orígenes modestos? ¿Sigue siendo para ti un tesoro escondido que te hace renunciar gozosamente a todo lo demás?

¿En qué sentido puedes decir que contribuyes a que Dios reine en tu mundo? ¿cuál es tu contribución al advenimiento de ese Reino? ¿Reconoces que ese Reino puede llegar a través de tu vida no precisamente en tus triunfos, sino en tus fracasos?

 

 

Catequesis 13: DIOS SALVA HABITANDO EN SU PUEBLO

1. Presencia de Dios en el antiguo Templo

Todas las religiones han tenido lugares sagrados donde habitaba la divinidad, y donde ésta se mostraba propicia a los ruegos de sus fieles. La religiosidad natural distingue lo sagrado de lo profano. Lo profano es el ámbito ordinario del hombre, lo sagrado es el ámbito de Dios. El encuentro con el dios sólo puede darse abandonando lo profano para situarse en lo sagrado: lugares sagrados, tiempos sagrados, personas sagradas, vestiduras sagradas, objetos sagrados. Lo sagrado es algo apartado para el dios, para su uso exclusivo. No puede dedicarse a otros usos cotidianos, porque entonces ya no valdría para el encuentro con Dios.

Los hebreos tuvieron su lugar sagrado donde habitaba la gloria de Dios significada en la nube que se posaba sobre él. Durante la época errante del desierto, se trataba de una tienda portátil, la tienda del encuentro, diseñada toda ella conforme al modelo que Dios había enseñado a Moisés en el monte (Ex 25,40). Es lugar de presencia y cercanía de Dios, "para que pueda vivir en medio de vosotros" (Ex 25,8). Los hebreos se sentían muy orgullosos de esta cercanía: "¿Qué nación hay que tenga los dioses tan cercanos?" (Dt 4,7). La gloria de Dios es esa luz brillante que se reflejaba en el rostro de Moisés (Ex 39,24); significa la majestad inaccesible de Dios que va a llenar la tienda (Ex 40,43) y luego el templo de Salomón (1 R 8,10). Abandonará el templo poco antes de la caída de Jerusalén (Ez 11,22), pero volverá al nuevo templo que Ezequiel prevé proféticamente durante el destierro (Ez 43,1).

Salomón realizó el proyecto de construir un templo de piedra para reemplazar la tienda itinerante. En el sancta sanctorum del templo se guardaba el arca de la alianza con las tablas de la ley. Allí sobre el propiciatorio encima del arca, habita Dios, sentado entre los querubines (Sal 99,1). En el recinto sólo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año el día del Yom Kippur para hacer la expiación. Con todo, nunca piensa la Biblia que Dios pueda habitar materialmente en el interior del templo, como los ídolos habitan en los suyos. "¿Podrá Dios realmente habitar con los hombres en la tierra? Los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta casa que te he construido!" (1 R 8,27).

En la oración de consagración del templo se explicita su otra función: es el lugar donde Dios acoge propicio las súplicas de sus fieles (leer despacio 1 R 8,30-51) donde se recogen todas las necesidades del pueblo). Dios respondió a la oración de Salomón diciendo: "He consagrado esta casa para que mi nombre esté en ella por siempre. Mis ojos están abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar" (2 Cr 7,13-15).

Con todo, los profetas previenen contra un culto puramente formal. Ya Amós (5,21-25) e Isaías (1,11-15) expresan las náuseas que Dios siente ante los fieles que ofrecen sacrificios en el templo, pero no practican la justicia (cf. Is 29,13-14; 58,1-8; Mi 6,5-8); Jr 6,20). Jeremías desengañaba a quienes creían que el templo era una garantía para que la ciudad no cayera en manos de los babilonios (Jr 7,3-4). En definitiva el verdadero templo es el corazón humilde: "¿Qué casa vais a edificarme o que lugar para mi reposo, si todo lo hizo mi mano?... ¿En quién voy a fijarme? En el humilde y contrito que tiembla ante mi palabra" (Is 66,1-2).

2. Jesתs el Nuevo Templo

Para san Juan la Humanidad de Jesús es el lugar donde habita la gloria de Dios. "El Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros y hemos contemplado su gloria" (Jn 1,14). Dios habita ahora en la persona de Jesús y allí los hombres pueden ver su gloria sin tener que morir (cf. Ex 33,20). Los apóstoles vieron la nube sobre Jesús y la gloria escondida en él sobre el monte (Mc 9,7).

Jesús purificó el templo de Jerusalén y anunció su ruina inminente. El santuario se había quedado desierto. Dios había huido ya de allí (Mt 23,38). El velo del templo se rasgó al morir Jesús (Mc 15,38), como anticipo de la destrucción total que tendría lugar pocos años después (Mt 24,2). Jesús profetizó: "Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días", y añade que se refería al "templo de su cuerpo" (Jn 2,19.21).

En Jesús tenemos continuamente acceso al Padre, al trono de la gracia (Hb 4,16). Hablando con la samaritana Jesús espiritualiza el concepto del templo y de lugar sagrado. El mundo entero está habitado por la gloria de Dios. Los verdaderos adoradores adoran al Padre en espíritu y verdad, no en éste o en aquel templo; es decir, adoran al Padre desde la comunión con Jesús (Jn 4,23). Dios escucha nuestras oraciones no porque las hagamos en este o en aquel lugar, sino porque las hacemos en Jesús, en comunión con él: "Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo concederá" (Jn 15,16).

Por eso en la Jerusalén que desciende del cielo ya no hay lugar para templos. "Yo no vi allí templo alguno en aquella ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son ellos mismos el templo" (Ap 21,22).

3. La Iglesia templo espiritual

La Iglesia es el cuerpo de Cristo (Ef 1,23), y en esa misma medida el templo donde habita Dios y donde Dios nos escucha. Es Templo porque en ella habita el Espíritu de Dios (Ef 2,19-22), compuesta, no de piedras muertas, sino de piedras vivas: "para ofrecer los sacrificios espirituales que, gracias a Jesús, son aceptos a Dios, y lleguéis a ser piedras vivas de un templo espiritual" (1 P 2,5-6). La piedra angular es Cristo.

En la Iglesia Jesús está presente en los sacramentos. Allí es posible encontrarnos con él. Hoy día no hay un teléfono directo con Dios que no pase por la mediación de la comunidad cristiana. Ella me trasmite su palabra, su perdón, su curación, su cuerpo y su sangre, su acogida continua, la seguridad en su amor inquebrantable. "El que a vosotros oye, a mí me oye" (Lc 10,16). Por eso también todos debemos comprometernos a integrarnos en la construcción de este templo de la comunidad, contribuyendo desde dentro a su crecimiento (Ef 4,1-16).

No sólo la comunidad, sino cada cristiano es un templo. ¿No os dais cuenta de que sois templos de Dios y el Espíritu Santo habita en vosotros? Al que destruya el templo de Dios, Dios lo destruirá. Porque el templo de Dios es sagrado, y ese templo sois vosotros" (1 Co 3,16-17). Por eso Pablo nos exhorta a llevar una vida de pureza en nuestro cuerpo que es sagrado (1 Co 6,19).

Pero especialmente la figura del hermano pobre y marginado es el templo donde Dios quiere que le adoremos. "A mí me lo hicisteis" expresa la profunda comunión de identidad que se da entre el marginado y Jesús, que quiere ser servido en él (Mt 25,31-46). El sacerdote y el levita, hombres al servicio del templo, desconocieron que Dios estaba presente en la cuneta, en el hombre herido (cf. Lc 10,32).

Preguntas

¿Me cuesta vivir habitualmente la presencia de Dios en mi vida ordinaria? ¿Soy contemplativo en la acción? ¿Sé convertir en un templo los lugares donde vivo: casa, oficina, clase, taller, cafetería...?

¿En qué medida vivencio la presencia de Jesús en el templo de mi comunidad? ¿Soy piedra viva? ¿Contribuyo a construir un lugar significativo?

¿Qué experiencias tengo de haber descubierto la presencia misteriosa de Jesús en el templo del marginado, el enfermo, el encarcelado?

Catequesis 14: DIOS SALVA DANDONOS SU ALABANZA

1. El grito de guerra

Juntamente con el Templo de Jerusalén reflexionaremos sobre la liturgia que tenía lugar en él. Es una liturgia de alabanza. El templo es el lugar donde el pueblo grita a una sola voz: "¡Gloria!" (Sal 28,9). Pero la liturgia de alabanza de Israel tuvo su origen en el campamento militar.

La palabra aclamar se dice en hebreo heri'a הריע y el sustantivo aclamación תרוּעה teru'ah. La raíz de estas palabras expresa la idea de romper los tímpanos con un gran ruido. La aclamación fue primeramente el grito de guerra que lanzaba todo el ejército en orden de batalla, como esos gritos que escuchamos en las películas de indios. Antes de iniciarse el combate se invocaba el nombre del Señor sobre todo el ejército con un ruido ensordecedor. Esta invocación no es una súplica, sino una alabanza. Se agradece la victoria por anticipado, se aclama al Dios de las victorias. Uno de los ritos de iniciación del pueblo era precisamente aprender a dar ese grito. "Dichoso el pueblo que ha prendido el grito de aclamación" (Sal 89,15). Sabemos que era acompañado por el sonido de trompetas especiales, llamadas trompetas de aclamación (Nm 31,6).

El episodio más dramático en que se nos describe este grito es el de la toma de Jericó (Jos 6,5). Ante el estrépito caen las murallas. El grito estaba asociado con el arca de la alianza. "Cuando el arca de YHWH llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un gran clamor que hizo retumbar la tierra" (1 S 4,5). Este clamor enardece los ánimos del propio ejército y al mismo tiempo amedrenta a los enemigos. "temieron los filisteos, pues se dijeron: 'Dios ha venido al campamento'" (1 S 4,6).

El principal efecto que produce este grito es la liberación. La experiencia carismática que asocia alabanza y liberación está ya firmemente anclada en la tradición de Israel. "Cuando ya en vuestra tierra partáis para el combate con un enemigo que os oprime, tocaréis las trompetas a aclamación; así se acordará vuestro Dios de vosotros y seréis liberados de vuestros enemigos" (Nm 10,9). No es difícil hacer la trasposición de este grito a las batallas del cristiano contra los poderes del mal (Ef 6,12).

2. La alabanza en la liturgia del Templo

También el templo de Salomón resonaba este grito. Los salmos invitan a entonarlo: "Aclama al Señor, tierra entera, tocad la música para su nombre" (Sal 66,1). "Gritad de gozo en honor de Dios" (Sal 81,1). "Demos gritos a la roca que nos salva" (Sal 95,1). Aquel sonido recordaba los mugidos del mar o de los ríos, y estaba acompañado por el batir de palmas. "todos los pueblos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo" (Sal 47,1). "Muja el mar y cuanto contiene... Aplaudan los ríos, aclamen los montes" (Sal 98,7-8). Mientras tanto el pueblo alzaba las manos (Ne 8,6). Este gesto era normal para expresar la alabanza (Sal 63,5; 141,2).

Pieza esencial de la liturgia de alabanza era la música. Instrumentos y cantores tenían un lugar muy importante en el templo: trompeta, lira, arpas, tambores, cítaras, címbalos resonantes... (Sal 150,3-5); panderetas y castañuelas (2 Sm 5,6). En las procesiones iban primero los cantores, luego las doncellas con las panderetas, y finalmente los músicos con instrumentos (Sal 68,24). También la danza estaba presente en la alabanza (Sal 149,3). Y David mismo danzaba desenfrenadamente delante del arca (2 Sm 6,5).

Toda esta liturgia tan bella y expresiva producía un gran gozo en los participantes. "¡Felices los que viven en tu casa alabándote siempre!" (Sal 84,4). "La música es buena y dulce la alabanza" (Sal 147,1). "¡Qué bueno es alabarte, Señor, y cantar a tu nombre!" (Sal 92,1). De ahí la nostalgia de los que vivían lejos de esta liturgia y su deseo de peregrinar a Jerusalén para participar en ella. El salmo 84 es testigo de ello y también el salmo 137, o balada del desterrado. Isaías decía: "Yo le curaré, le guiaré y daré ánimos a él y a los que con él lloraban, poniendo alabanza en sus labios" (Is 57,18). Y el principal don mesiánico es "dar alabanza en vez de espíritu abatido" (Is 61,3).

Pero Dios no quiere un culto puramente formal: "Este pueblo me alaba con los labios, pero su corazón está lejos de mí" (Is 29,13). Los profetas denuncian músicas y cantos que no van acompañados con justicia. Dios los aborrece. "Aparta de mi lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas. Que fluya la justicia como el agua (Am 5,21).

3. La alabanza en el Nuevo Testamento

Lucas es el evangelista de la alabanza y de los pobres. En el evangelio de la infancia nos presenta ese pequeño "resto de Israel", pobre y humilde (cf. So 3,12.14-17) que esperan en Dios y viven en la alabanza, entonando los tres himnos del Magnificat (Lc 1,46-55), el Benedictus (Lc 1,68-79) y el Nunc Dimittis (Lc 2,29-32). El grito de Isabel al saludar a María reproduce la teru'ah ante el arca de la alianza (Lc 1,42). "Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído" (Lc 2,20) y los ángeles cantan la Gloria de Dios (Lc 2,14).

Cada vez que Jesús obraba un milagro, Lucas subraya las alabanzas del pueblo y de los enfermos curados: el paralítico (5,25), el ciego (18,43), el cojo de la puerta hermosa (Hch 3,8), todos los discípulos (19,37; 24,52-53). Lucas subraya el volumen de los gritos: 1,42; 17,15. Si los niños callasen deberían gritar las piedras (19,40). Y el propio Jesús nos enseñó a alabar a Dios: "Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: 'Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra..." (Lc 10,21). Ante la tumba de Lázaro, Jesús no pide nada; se limita a dar gracias: "Te doy gracias, Padre, porque siempre me escuchas" (Jn 11,41).

Esta alabanza resuena en la comunidad cristiana, "pueblo escogido para cantar las alabanzas del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 P 2,9). Las cartas de los apóstoles están llenas de himnos y de exhortaciones a la alabanza. "Bendito sea Dios que no s ha bendecido..." (Ef 1,3; 3,21; 2 Co 1,3; Ga 1,5...) Nos invitan a alabar a Dios en toda oportunidad son "salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él" (Col 3,16-17). El propio Pablo supo cantar himnos inspirados desde lo más hondo de una cárcel en Filipos a media noche con los pies en el cepo y las espaldas llagadas.

La comunidad que canta ensaya la liturgia celeste donde se entonará la teru'á como "voz de una gran multitud, como la voz del océano o el bramido del trueno que gritaba: ¡Aleluya!" (Ap 19,7).

Preguntas:

¿Sé alabar al Señor en todo? ¿Qué cosas bloquean más mi alabanza? Tengo una mirada benevolente o una mirada crítica sobre la realidad? ¿Me suelo fijar más en lo bueno que en lo malo?

¿Qué libertad tengo para alabar a Dios "en medio de la asamblea" con mi voz, mi canto? ¿He descubierto en mi vida el poder de la alabanza? ¿Es algo que ha crecido mí? Recuerda alguna experiencia liberadora de la alabanza en tu vida.

Catequesis 15: DIOS SALVA

MEDIANTE LOS SACRIFICIOS DEL CULTO

1. Sentido de los sacrificios en el AT:

En todas las religiones el hombre da culto a Dios rindiéndole sacrificios. El sacrificio supone la consagración a Dios de un animal o un alimento, que el hombre sustrae a su uso propio para ser consagrado a Dios. Si es un animal, se le quita la vida; si es un líquido, se vierte. La vida del animal ofrendado viene de algún modo a representar la vida propia como tributo máximo de adoración y entrega. De este modo reconocemos que la vida es sólo de él. En algunas religiones se llegaba a ofrecer sacrificios humanos, inmolando a otros hombres o niños sobre el altar, a veces los propios hijos.

Pronto en Israel se desvincularon de cualquier sacrificio humano. El cordero sustitutorio que aparece en el monte Moria significa que Dios reprueba los sacrificios humanos de los pueblos del entorno, y se contenta con el sacrificio de animales sustitutorios (Gn 22).

La Biblia considera que la vida está en la sangre (Dt 12,23). Al ofrecer así a Dios la sangre del animal inmolado, es la vida la que está siendo ofrecida. Por eso se puede comer la carne del animal, pero nunca se puede tomar su sangre, porque la sangre es la vida, que pertenece sólo a Dios. Hasta hoy los judíos no toman sangre, y desangran totalmente la carne antes de poderla comer.

El sacerdote no puede acercarse a Dios si no es llevando la sangre de la vida y ofreciéndola. Mediante esta sangre se le asegura al hombre el acceso a Dios, y en sentido inverso la llegada de las bendiciones de Dios al hombre, como fruto de este "encuentro", de este "acercamiento" הקרבה. El Levítico codifica el ritual de los distintos sacrificios que se llevaban a cabo en el templo de Jerusalén. Pero hay una progresiva tendencia a espiritualizar estos sacrificios, viendo más la intención que el desarrollo litúrgico. Esta tendencia se refuerza en las épocas en que el templo está destruido y no se pueden ofrecer los sacrificios rituales. "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas; si te ofreciera un holocausto no lo querrías; mi sacrificio a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, oh Dios, tú no lo desprecias" (Sal 51,18-19; Dn 3,38-41).

2. El sacrificio de Cristo

Muchos textos de la Biblia nos presentan a Jesús como el sumo sacerdote de la nueva alianza, y su muerte redentora se nos presenta como el sacrificio que de una vez para siempre nos reconcilia con Dios y nos abre el acceso permanente a Dios.

Sólo Dios puede purificar al pueblo impuro. Pero ¿cómo podrá un pueblo impuro acercarse a Dios para ser purificado por él? Mediante un rito litúrgico y una sangre que simboliza la vida del pueblo llevada ante la presencia divina. El texto que desarrolla mejor esta idea es la carta a los Hebreos, con una lectura simbólica, aplicada a Cristo, de lo que sucedía en el Yom Kippur, el día de la expiación.

El sumo sacerdote entraba en el sancta sanctorum llevando la sangre de un animal, que significaba simbólicamente la vida de un pueblo alejado de Dios, manchado de pecado, que necesita acercarse al Dios vivo para ser purificado. Al meter dentro del velo esta sangre, es el pueblo entero el que está siendo introducido en la presencia del Dios purificador, que va a renovar su alianza.

Con la sangre se rocía el propiciatorio de oro donde se asienta la gloria de Dios. La sangre es "la vida de Israel, renovada y plenamente realizada por la proximidad de Dios recuperada" (F. Varone). Al salir del santuario el sacerdote rocía al pueblo con la sangre. Dios devuelve al pueblo su vida renovada y hecha de nuevo perfecta.

Cristo es el sacerdote (Hb 3,1) que en representación del pueblo entra a la presencia de Dios (9,24), al otro lado del velo (10,20), llevando la sangre no de toros, sino su propia sangre (9,12), para hacer la expiación de una vez para siempre (9,26), y llevarnos a un estado de permanente reconciliación con Dios (10,10).

Lo que nos reconcilia con Dios no es sólo la muerte de Cristo, es su vida toda. "No quisiste sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo... Entonces dije: 'He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (10,5-7). La vida de Cristo fue una vida plenamente consagrada a Dios, dedicada toda ella a hacer su voluntad; una vida sin pecado que puede así ser lugar de encuentro entre Dios y la humanidad pecadora. Fue hombre, "igual a nosotros en todo menos en el pecado". Ofreció oraciones y súplicas y fue escuchado por su obediencia" (5,7-8). Al otro lado del velo, fue hecho perfecto (2,10; 5,9), llegó a la perfección de una vida consumada en Dios, resucitada, y nos lleva a la perfección a nosotros haciéndonos participar de su vida resucitada (10,14).

"Nadie me quita la vida, yo la doy" (Jn 10,18). Jesús vive su vida en una oblación, haciendo de la voluntad del Padre el pan de cada día (Jn 4,34), viviendo continuamente colgado de esa voluntad. Este es el sacrificio, el acto de culto que agrada a Dios y denuncia la voluntad de autonomía del pródigo. Jesús es el hijo obediente que realiza en una vida coronada por la cruz la identificación entre caridad y culto.

3. El sacrificio espiritual

En el cristianismo ya no hay sacrificios rituales, ni sacerdotes sacrificadores. Queda abolida la distinción entre sagrado y profano. Todo el pueblo es sacerdotal. La vida entera es un acto de culto cuando se vive en el amor. Cristo continúa en nosotros su ofrenda amorosa al Padre. "Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma" (Ef 5,1). "No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios" (Hb 13, 16). "Ofreceos a vosotros mismos como víctimas vivas, tal debe ser vuestro culto espiritual" (Rm 12,1).

La vida del creyente es un "sacrificio continuo". Pero lo que se sacrifica no es un gozo, sino una autonomía. El acento no se pone sobre lo costoso, sino en la coincidencia con la voluntad del Padre. La primera actitud será ya "no complacerse a sí mismo" (Rm 15,3), sino "agradar a Dios" (Rm 12,1). Nuestro esfuerzo no es elegir una vida "sacrificada", sino dejar que Dios la elija en nuestro lugar. La ética cristiana es simplemente agradar a Dios, y no conformarse con el mundo, sino conformar la voluntad con la del Padre.

La Eucaristía nos lleva a hacer esto en "recuerdo mío" (Lc 22,19), a vivir nuestra vida en la entrega al Padre, sirviendo de alimento a los demás. Así entramos en profunda comunión con la actitud sacrificial de Jesús, y vivimos en el amor nuestra vida entera.

Preguntas:

¿Cómo sé armonizar en mí el culto y la vida? ¿Me doy cuenta de que lo que le agrada a Dios en mí no son mis "actos religiosos", sino mi vida acorde con su voluntad?

¿Qué sacrificios son los que más me cuesta hacer? ¿Qué renuncia a mi propia voluntad me resulta más costosa?

¿Qué significa para mí la eucaristía? ¿Es el momento más lúcido en el que entro en comunión con Cristo sacerdote para vivir una vida consagrada? ¿Hay relación entre la Eucaristía y el resto de mi vida?

Catequesis 16: DIOS SALVA REVELANDO SU PALABRA

1. El Profetismo en el Antiguo Testamento

"De muchas maneras y en distintos tiempos habló Dios a nuestros padres por los profetas, pero en nuestro tiempo, en los últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo" (Hb 1,1-2). El Dios de los israelitas no es un dios mudo (1 Co 12,2; Sal 115,5), sino un Dios que habla y crea por su palabra: "Dijo Dios y se hizo" (Gn 1).

El profeta es ante todo un portavoz de Dios. En Ex 4,15-16 se nos dice que Aarón hablará en nombre de Moisés, porque éste era tartamudo. Establecen entre los dos hermanos una relación dios-profeta, es decir que Aarón tendrá que servir a Aarón con la actitud con que el profeta sirve a Dios: pronunciando sus palabras.

Los primeros profetas de Israel eran simples videntes (1 Sm 9,9-12) . Se acudía a ellos para encontrar animales perdidos, o para saber cuando las suertes son favorables (1 Re 22). Solían entrar en trance al dar sus oráculos (2 Re 8,10), y actuaban bajo la influencia de la música (2 Re 3,15; 1 Sm 10,5).

Algunos profetas tenían un puesto oficial en la corte con un sueldo y un status especial. Normalmente se dejaban manipular por los reyes, y procuraban agradar con sus oráculos a los poderosos (1 Re 22,9-28). Gran parte de la turba de videntes, nigromantes y adivinos de Israel apenas se diferencian de los que existen en todas las religiones, echadores de cartas, gitanas, agoreros...

Pero en Israel surgen unos videntes distintos, especiales, que serán los moderadores de la conciencia religiosa del pueblo. Normalmente no son profetas "profesionales". Amós es un agricultor que de repente se ve sometido a una imperiosa llamada de Dios (Am 7,14). Otros como Isaías eran hombres de la corte, pero no se dejaban manipular por la política de los reyes y se atrevían a denunciarles, como Natán denunciaba sus pecados al rey David (2 Sm 12) o Miqueas le anuncia la derrota al rey Ajab (1 Re 22), O Elías denuncia a la reina por haber despojado a Nabot (1 Re 21).

El verdadero profeta recibe una irresistible llamada de Dios a hablar en su nombre (Jr 20). A veces intenta huir como Jonás, pero al final el designio de Dios prevalece. (Jon 1). Ver en detalle la vocación de Isaías y Jeremías en Is 6,1-10 y Jr 1,4-10.

El verdadero profeta da testimonio no sólo con sus palabras sino con su vida. Su existencia suele ser trágica: el fracaso matrimonial de Oseas (Os 1,2), la viudez de Ezequiel (Ez 24,15), el celibato de Jeremías (Jr 16,1-9). Muchos fueron apresados (2 Cr 16,10, Jr 26) y asesinados (Mt 23,37).

Su mensaje es siempre el de la alianza. Recuerdan al pueblo la alianza que un día hizo Dios con su pueblo. Su mensaje es doble: destruir y edificar (Jr 1,10). Hay amenazas de Dios para los pecados de los hombres, y un libro de consolación para estimular por encima de todo la esperanza.

2. Jesús el profeta esperado. La Iglesia pueblo profético.

Ya en el Deuteronomio se anuncia que surgirá un profeta (Dt 18,15). Aunque el NT. presenta a Jesús con muchos rasgos de profetismo no suele darle el título de profeta, sino el de Ungido. Pero en Jesús, como en los antiguos profetas reside el Espíritu de Dios (Lc 4,18), anuncia la inminencia del castigo y la salvación, revela el significado de los signos de los tiempos (Mt 16,2). La samaritana le reconoce como el profeta, al verse descubierta en los secretos de su corazón (Jn 4,19). Al igual que los profetas Jesús es también rechazado y asesinado (Mt 13,13). Tras el rechazo a su predicación viene para el pueblo una etapa de destrucción y de exilio, como sucedió con los grandes profetas del siglo VIII y VII.

Jesús viene en "el espíritu de Elías" (Mt 11,10; Mal 3,23), y los Hechos lo reconocen explícitamente como el profeta. Pero en realidad Jesús es más que un "predicador", o anunciador de un mensaje. El se nos presenta como el mensaje mismo, como la palabra de Dios no sólo en sus dichos, sino sobre todo en sus obras, y aun en su misma persona. Jesús no es el portador de la palabra, sino la palabra misma, que puede no sólo ser escuchada, sino vista. "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 14,19).

En Pentecostés se derrama el Espíritu sobre toda la comunidad. Se ha cumplido la profecía de Joel (Hch 2,16). "Vuestros hijos e hijas profetizarán..." (Jl 3,9). Se cumple el viejo deseo de Moisés: "Ojalá que todo el pueblo de Israel fuesen profetas, Y YHWH les diese el Espíritu a todos" (Nm 11,29). San Pablo aprecia muchísimo este carisma de la profecía en la comunidad (1 Co 14,5). Existe un ministerio especial dentro de la comunidad: los profetas (1 Co 12,28; Rm 12,6-8; Ef 4,11). Los profetas no son personas de autoridad, y por eso se someten a los que tienen el espíritu de discernimiento.

3. El carisma de profecía en la Iglesia.

Hoy día se ha completado la revelación pública de Dios. Al encarnarse su Hijo, Dios nos lo ha revelado ya todo y no tiene nada más que decirnos. "Este es mi Hijo amado, escuchadle" (Mc 9,7). La Sagrada Escritura y la revelación están cerradas. Pero sigue existiendo el carisma de profecía y de revelación privada, para recordarnos la palabra de la Escritura y actualizarla en nuevas situaciones concretas. San Pablo creía que era el carisma principal de todos (1 Co 14,1; 1 Ts 5,19).

Veremos algunas funciones que la profecía realiza en la Iglesia de siempre. El texto más rico sobre cómo se ejerce el carisma de la profecía lo tenemos en Ap 2-3.

a) Reconocer y señalar quiénes son las personas más aptas para desempeñar cualquier ministerio (Hch 13,3; 1 Tm 4,14).

b) Leer los corazones e interpretar la vida de las personas (Jn 4,40; Lc 1,33.35; 1 Co 14,24-25).

c) Exhortar y consolar: 1 Co 14,24-25. La mayoría de las veces la profecía no revela nada nuevo, sino que se limita a anunciar con fuerza la verdad ya conocida.

d) Denunciar todo lo que hay de reprobable en la conducta de la comunidad o de sus miembros en particular (Ap 3,15-19).

Anunciar el futuro. Ágabo anunció el hambre que se extendería por el imperio (Hch 11,28) o la prisión de Pablo en Jerusalén (Hch 21,11).

f) Dar orientaciones concretas sobre el curso a seguir en una determinada situación (Ap 2,7.20).

Las comunicaciones proféticas pueden llegar de muchos modos, mediante los sueños (Hch 10,11; 16,9; 27,23), mediante revelaciones hechas durante la oración (Hch 22,18.21; Hch 13,2; 1 Co 14,24-25). En la Iglesia actual sigue habiendo comunicaciones proféticas que fundamentan la renovación continua y la reforma de la Iglesia, las vidas de los santos reformadores, las revelaciones privadas, los grandes movimientos espirituales. Y en la vida diaria de la comunidad cada día se hacen presentes palabras del Señor que van construyendo poco a poco la comunidad.

Preguntas:

¿Qué lugar tiene la palabra profética en mi vida personal? ¿Qué palabras he recibido en momentos claves de mi vida? ¿Qué lugar tiene la palabra profética en la edificación de mi comunidad? ¿Qué hacemos para atesorarlas y vivirlas?

¿Me he sentido utilizado alguna vez para dar una palabra profética a alguien? ¿Cómo me sentí al hacerlo? ¿qué efectos tuvo? ¿Recibo palabras en mi oración?

Catequesis 17 DIOS SALVA ENTRANDO EN ALIANZA

1. La Alianza matrimonial entre Dios y el pueblo

Poco antes de la caída de Samaría, un hombre engañado por su mujer sigue amándola todavía y descubre que su propio amor traicionado es una parábola de las relaciones que existen entre Dios e Israel. Las dos cualidades que mejor definen en hebreo la esencia de ese Dios de los profetas es חסד ואמת amor tierno y fiel.

El relato bíblico es una historia de amor, en la que Dios se ha enamorado del pueblo, porque él es Amor (1 Jn 4,8; Jn 1,14). Es un amor con un amplio registro de matices: tierno y fiel, pero también celoso (Dt 4,24).

Tuvo su etapa de noviazgo, de luna de miel durante el viaje de novios por el desierto (Jr 2,2). Dios encontró a Israel oprimido en Egipto, "en el arroyo", y se enamoró de ella cuando estaba revolcándose en su sangre (Ez 16,3-8). El cantar de los Cantares puede ser aplicado sin dificultad a este amor, semejante al de una pareja. Al leerlo hoy debemos dejarnos piropear por Dios que nos expresa lo preciosos que somos ante é: "toda hermosa eres, amor mío, y sin tacha alguna" (Ct 4,7; Is 42,3).

Pero Israel al llegar a la tierra prometida empezó a dar culto a otros dioses, los dioses de la agricultura, pensando que eran ellos quienes hacían la tierra fecunda y le daban su pan y su vino (Os 2,6-10). Al presentar a Baal las primicias, es como si una esposa diese a sus amantes los regalos que el marido le había hecho a ella (Ez 16,17-18). Israel era como una hembra en celo (Ez 23,34; Jr 2,23-24).

La idolatría se describe como adulterio, la búsqueda de seguridad en otros dioses. Hacerles regalos para pedirles que nos protejan, porque en el fondo no nos fiamos sólo de Dios. Hoy día son nuestros ídolos aquellas realidades que consideramos fuente imprescindible de nuestra felicidad: estudios, posición social, destinos, relaciones...

El primer mandamiento es: "Escucha, Israel, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas" (Dt 6,4-5). Amar a Dios sobre todas las cosas es querer antes perderlas que ofenderle. Son ídolos todas las cosas que preferimos a Dios.

Al alejarse de Dios y entregarse a los amantes que no saben amar, el pueblo se hace víctima de ellos y vendrán a esquilmarla y desolarla. "Te arrancarán la nariz y las orejas, te despojarán de tus vestidos y se apoderarán de tus joyas. Te dejarán completamente desnuda" (Ex 23,22-29; Os 2,5; Jr 25,8-13). ¡Cómo paga la droga, por ejemplo, a los que han hecho de ella un dios!

2. Promesa de una nueva alianza

Pero toda esta ruina es la ocasión para que Israel vuelva a Dios. Una vez que ve sus malos caminos cerrados con espinos, piensa: "Volveré a mi primer marido, porque entonces me iba mejor que ahora" (Os 2,9).

En este nuevo desierto en el que ha quedado transformada, Dios muestra su capacidad para seducirla de nuevo. "Yo la voy a seducir de nuevo, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Y ella me llamará: "Marido mío", y no me llamará más "Baal mío" (Os 2,16-18).

Dios nos invita a volver a él. A pesar de que el Deuteronomio prohíbe acoger en casa a la esposa infiel, porque ha quedado deshonrada (Dt 24,1-4), Dios nos invita a volver y está siempre dispuesto a acogernos. "Vuelve a casa" (Jr 3,13; 31,3-4).

Con esta imagen del matrimonio se reformula el antiguo concepto de alianza, como un pacto que establece una relación de exclusividad. "Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios". "Seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos" (Ex 19,5).

En aquellos días duros de destrucción y de exilio. Dios promete una nueva alianza, un nuevo desposorio. "Te desposaré conmigo para siempre" (Os 2,21-22). "No se dirá jamás de ti 'abandonada', ni a tu tierra 'desolada', sino que a ti se te llamará 'mi complacencia', y a tu tierra 'desposada'" (Os 62,1-5). "He aquí que vienen días, palabra del Señor, en que yo sellaré con la casa de Israel una alianza nueva" (Jr 31,31-33; Ez 36, 25-27). "con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti" (Jr 31,1-13; Is 54,7-10).

3. La Iglesia, esposa de Cristo

Jesús se presenta como "el novio" (Jn 3,29), "el amado" (Ef 1,13). Su presentación pública se hace en una boda (Jn 2,1-12), donde aporta el vino de la fiesta que simboliza el amor (Ct 1,2) y la alegría (Sal 4,8; 104,15). Cuando el novio está presente, sus amigos no pueden ayunar (Mc 2,19). La llegada del Reino se significa en un banquete de bodas del hijo del rey (Mt 22,2), y en el Apocalipsis se describe la consumación del reino como una boda: "Han llegado las bodas del cordero y su esposa se ha engalanado" (Ap 19,7-9).

La Iglesia es la esposa, el Israel de Dios, la Eva que surge del costado abierto de Adán (Jn 19,34). "Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el baño del agua y la palabra, y presentarla ante sí mismo resplandeciente, sin mancha ni arruga, ni nada semejante, sino santa e inmaculada" (Ef 5, 25-28; Sal 45, 10-14).

El amor fiel de Dios se nos ha entregado para siempre en Cristo. "Me amó y se entregó por mí" (Ga 2,20). "vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros" (Ef 5,2). Esta alianza es a la vez "nueva" (Lc 22,20) y eterna, bodas de sangre que se realizan en su propia muerte, que acaba sacando amor de donde no había amor.

Este amor lleva a la unidad, a formar una sola carne (Mt 19,6; Gn 2,24). El matrimonio cristiano es "un gran misterio" (Ef 5.32), porque hace visible el amor y la unió entre Cristo y su Iglesia. Por eso es indisoluble, porque expresa la fidelidad de un Dios que sigue siendo fiel, aun cuando la otra parte no sea fiel. "Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo" (2 Tm 2,11). Es el amor que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Co 13,5-7).

El Apocalipsis presenta también a la Humanidad recreada como la Nueva Jerusalén, "engalanada como una novia ataviada para su esposo" (Ap 21,2). Novia que espera ahora todavía el regreso de su Señor, manteniendo la lámpara encendida, y deseando impacientemente su vuelta. "El Espíritu y la Novia dicen: 'Ven'"" (Ap 22,17). "Maran atha" (1 Co 16,22).

Preguntas:

¿Qué experiencias he tenido del amor de Dios? ¿En qué momentos o circunstancias se me ha manifestado más fuertemente?

¿Qué cosas o personas se me presentan como dioses que me tientan a poner en ellas mi seguridad, mi felicidad? ¿Qué sacrificios puedo estar dispuesto a ofrecer a estos ídolos?

Cuenta alguna experiencia de tu vida o en la de otros, en la que haya ídolos que han pagado muy mal el culto que se les tributaba, y hayan hecho la vida muy desgraciada.

Catequesis 18: DIOS SALVA IMPONIENDO SU JUSTICIA

1. La justicia en las leyes de la Torah

Los profetas de Israel vienen a anunciar que los hombres han roto la alianza. Pero esta alianza se rompe no sólo cuando los hombres niegan al Señor sus derechos, dando culto a los ídolos, sino también cuando se niegan sus derechos unos a otros, rompiendo el sentido de la fraternidad y la justicia interhumana.

La alianza establece una sociedad fraternal. "No habrá pobres entre vosotros" (Dt 15,4).. Establece unas estructuras sociales y económicas fraternales. La propiedad de la tierra está dividida, y no puede concentrarse en unas pocas manos. Se reparte según el tamaño de cada familia (Nm 26,53-55). A partir de este reparto equitativo, las tierras no pueden venderse para siempre, porque se privaría de ellas a los descendientes. Así se evita el acaparamiento (Lv 25,23; 1 Re 21,3). En el año jubilar se redistribuyen las tierras y se vuelve al reparto inicial.

Los hombres nunca son dueños de la tierra, sino arrendatarios y tienen que pagar a Dios, el dueño, un arriendo -diezmos y primicias- (Dt 14,22-27). Estos arriendos sirven entre otras cosas para crear todo un sistema de seguridad social en favor de los pobres (Dt 14,28-29). Además los pobres tienen el derecho de la rebusca en la cosecha (Dt 24,19-21) y de percibir los frutos que la tierra da por sí en el año sabático en que queda en barbecho (Ex 23,11).

Se prohíbe literalmente el capitalismo. El dinero no trabaja. Por eso está prohibido prestar a interés. El dinero es para ser usado por el que lo necesita en ese momento (Dt 15,7-8; Ex 22,25; Dt 23,20). Y cada siete años quedaban condonadas las deudas. La alianza condena también a los jueces que se dejan llevar de influencias en favor de los poderosos, y les prohíbe cualquier lucro, o recibir cualquier regalo (Ex 23,1-3.8).

YHWH amenaza con que escuchará el clamor de los pobres si son oprimidos, y vindicará su causa personalmente. "No vejarás a la viuda ni al huérfano; si les vejas y claman a mí, no dejaré de oír su clamor. Porque se encenderá mi ira y os mataré a espada" (Ex 22,22).

2. Denuncia profética contra la injusticia.

Esta alianza fraternal fue continuamente rota y pisoteada tanto en el Norte como en el Sur. Se formaron grandes latifundios. "¡Ay de los que juntan casa con casa y campo con campo" (Is 5,8; Mi 2,2). El lujo de los grandes era insultante (Am 3,15). "Acostados en camas de marfil, arrellanados en sus lechos, comen corderos y becerros, canturrean al son del arpa y se ungen con los mejores perfumes" (Am 6,4-6).

Se construían casas lujosas, negando el justo salario a los trabajadores (Jr 22,3-14). "Las cosas robadas a los pobres llenan vuestras casas" (Is 3,14-15; Jr 5,26-28). La avaricia llevaba a exprimir al humilde, al fraude y a las balanzas falsas (Am 8,4-6). Especialmente se denuncian los sobornos de jueces venales (Is 1,23), a los opresores del justo que atropellan a los pobres en el tribunal (Am 5,12).

Las señoronas samaritanas, lustrosas como "vacas de Basán" (Am 4,1), incitan a sus maridos al lujo y a la orgía. Las mujeres de Jerusalén se adornan con una enorme variedad de alhajas. Ver una lista en Is 3,14-16.

Los profetas denuncian especialmente el culto dado a YHWH por parte de personas que explotan a los pobres. Dios rechaza las ofrendas vanas de los ricos devotos. Dice que le dan asco, que le provocan vómito (Is 1, 11-17). Rechaza el ayuno de los que oprimen a sus servidores (Is 58,1-10). Rechaza la música y la alabanza y el olor del incienso de los que no practican la justicia (Am 5,21-14). Dios no escucha las oraciones de los que arrancan la piel a los pobres (Mi 3,2-4).

Por eso los profetas anuncian que si el pueblo no se arrepiente, Dios va a intervenir. Los ricos injustos no disfrutarán de sus rapiñas. No habitarán las casas que han construido, no beberán del fruto de sus viñas (So 1,13). Las mujeres que se maquillaban con lujo, se quedarán calvas (Is 3,24). "Ese día YHWH barrerá toda inmundicia (So 1,14-15)., como un tormenta purifica la atmósfera contaminada, y dejara un resto, un pueblo modesto y humilde (So 3,12-13).

3. La justicia en el Nuevo Testamento

El Bautista invitaba a volver a la sociedad fraterna de la alianza. "El que tiene dos túnicas dé una al que no tiene, y el que tenga alimentos, que haga lo mismo. No hagáis extorsión; no hagáis denuncias falsas y conformaos con vuestro sueldo" (Lc 3,11-14).

Jesús mira las riquezas como un ídolo capaz de alejar nuestro corazón de Dios (Mt 13,22). "No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16,13). "¡Ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo" (Lc 6,24). "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos" (Mt 19,24). Jesús prohíbe acaparar bienes y exhorta a despojarse: "Vended vuestros bienes y dad limosna" (Lc 12,32-33).

El dinero es "injusto", no sólo porque tenga orígenes deshonestos, sino porque es deshonesto en sí mismo el tener muchos lujos cuando hay hermanos que carecen de todos, tal como aparece en la parábola de Epulón y Lázaro (Lc 16,19-31), o la del hombre que quería tener cada vez graneros más grandes (Lc 12,16-21). El joven rico era honesto, pero sus bienes le alejaron de Jesús (Mc 10,22).

El juicio definitivo tendrán en cuenta nuestro comportamiento para con el que tenía hambre, o estaba desnudo, enfermo o en la cárcel. "A mí me lo hicisteis" (Mt 25,31-45).

La primera comunidad cristiana de Jerusalén había resuelto el problema de la pobreza. "No había pobres en medio de ellos" (Hch 4,34). "No tenían por propia cosa alguna, antes todo lo tenían en común" (Hch 4,32). La fraternidad exige compartir los bienes. "El que tenga bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad, le cierra el corazón ¿cómo puede morar en él el amor de Dios? (1 Jn 3,17-18). No se permite la acepción de personas en una asamblea dispensando trato de favor al rico con anillos de oro por encima del pobre de vestido raído (Stg 2,2-4).

Las cartas apostólicas denuncian que la riqueza está podrida (Stg 5,1-4) y contienen continuas exhortaciones a la limosna. San Pablo dedicó muchos de sus esfuerzos a una colecta que organizó entre los cristiano de sus comunidades en favor de los pobres de Jerusalén (2 Co 8,13-15; 9,6-8).

Preguntas

¿En qué medida tus experiencias religiosas te han llevado a una mayor solidaridad con los hombres? ¿qué cambios se han producido en ti en relación con el dinero desde que has tenido una mayor experiencia del Espíritu? Cuenta algunas vivencias o algún testimonio.

¿Dónde está tu tesoro? ¿Qué es lo que te da seguridad para el futuro, para la vejez: tus ahorros, tus pensiones, tus ojos, o tu confianza en Dios?

 

 

Catequesis 19: DIOS SALVA POR EL SUFRIMIENTO REDENTOR

1. Crisis de la doctrina tradicional sobre el sufrimiento

La primera explicación que Israel dio sobre el sufrimiento fue atribuirlo al pecado. A la vida recta siguen las bendiciones de Dios (salud, vida larga, hijos, buenas cosechas). Al pecado siguen las maldiciones que se traducen en muerte prematura, enfermedad, guerras, malas cosechas... (cf. Dt 28 y Lv 26).

Hay que tener en cuenta que Israel al principio no tenían una noción clara del más allá. Los premios o castigos tienen que suceder en esta vida. Cuando uno se va "ya no existe más" (Sal 39,14). Los difuntos bajan al sheol donde ya no siguen viviendo (Is 38,18). Son sombras, sueños. En la muerte no hay alabanza a Dios (Sal 6,6).

En el destierro de Babilonia entra en crisis esta idea tan simple de la retribución en esta vida. En realidad había que estar ciego para no ver que en esta vida no hay correspondencia entre pecado y sufrimiento. Hay justos que mueren prematuramente o son pobres, mientras que hay malvados que mueren ancianos y llenos de riquezas.

Job no comulga con ruedas de molino y denuncia esta interpretación tradicional. Ha conocido "malvados que mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y la paz, repletos de grasa sus ijares" (Jb 21,13-14). El salmo 73 también está a punto de escandalizarse por ello de envidiar la suerte de los malvados (Sal 73,3-5.12).

Job se rebela contra la respuesta tradicional, pero todavía no tiene otra mejor. Sólo sabe que sus sufrimientos no son fruto del pecado. A los amigos de Job les resultaba blasfema esta interpretación, y le insisten para que reconozca que todo lo que le está pasando es castigo de Dios, según la tesis tradicional (Jb 11,4-6; 15,2-6; 34,35-37). Pero hasta que los hebreos no pasen a creer en otra vida en la que pueda darse una verdadera retribución, no pueden encontrar una solución al problema.

Con el influjo de la filosofía griega se abren los hebreos a la inmortalidad, y allí descubren la verdadera solución. En las guerras de los Macabeos hay inocentes que sufren la muerte no por sus pecados, sino precisamente por ser fieles a Dios. "todo este castigo nos llegó sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza" (Sal 44,18).

Para ellos no hubo bendición de larga vida. Pero "Dios os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes" (2 Mc 7,23). En el libro de la Sabiduría se descubre el sentido de la muerte prematura del justo (Sb 3,4-5).

2. El sufrimiento redentor del siervo.

En esta época aparece también en Israel la idea de un sufrimiento redentor del inocente, que es debido no a los propios pecados, sino a los pecados de los demás.

Por lo pronto ya resulta difícil admitir que haya alguien tan inocente que no merezca castigo por sus propios pecados. "Ningún hombre vivo es inocente frente a ti" (Sal 143,2). Pero la luz de Dios empieza a revelar ya la posibilidad de un sufrimiento redentor, preparando el episodio del Gólgota, cuando "a quien no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros" (2 Co 5,21).

Esta extraña figura del inocente castigado por los pecados de los demás se perfila ya en los cuatro cánticos del siervo de YHWH que aparecen el Isaías II (Is 42,1-9; 49,1-6; 50,4-11; 52,13-53,12). Al leer hoy estos cánticos podemos todavía hacernos la pregunta del eunuco; "¿De quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo o de otro? (Hch 8,34). Algunos lo han identificado con la comunidad de Israel, sufriente en Babilonia, pero no todos los rasgos se pueden aplicar a Israel. Otros lo han identificado con Jeremías o alguno de los profetas, o el propio autor de los cánticos.

El misterio sobre la identidad de este personaje sólo queda resuelto en el NT. Las profecías del siervo fueron continuamente utilizadas por los discípulos para explicar los sufrimientos de Cristo. "Era necesario que el Mesías padeciera para entrar así en su gloria" (Lc 24,26). Así está escrito que el Mesías padeciera" (Lc 24,46).

En el relato de la Pasión hay innumerables detalles en los que se ven realizadas las profecías hasta en las pequeñas cosas: "Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban" (Is 56,6 = Mt 27,26). "Mis mejillas a los que mesaban mi barba, mi rostro no hurté a insultos y salivazos (Is 50,6 = Mt 27,30). "como oveja ante los que la trasquilan está muda, no abrió su boca (Is 53,7 = Mt 27,60). "Se puso entre los ricos su tumba" (Is 53,9 = Mt 37,60). "con los rebeldes fue contado" (Is 53,12 = Lc 23,33).

También el Salmo 22 tiene un tema semejante al de los cantos del Siervo y fue muy utilizado en el NT. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Sal 22,1 = Mt 27,46). "Todos los que me ven, de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza. Se confió a YHWH, que él le libre si tanto lo quiere" (Sal 22,8-9 = Mt 27,43). "Mi paladar está seco y mi lengua pegada a la garganta" (Sal 22,16 = Jn 19,28). "Atan (otras versiones dicen 'cavan, hieren') mis manos y mis pies" (Sal 22,17). "Repártense entre sí mis vestidos y sortean mi túnica" (Sal 22,19 = Mt 27,35).

Jesús es el inocente, el que tenía que sufrir mucho (Mc 8,31), y "familiarizarse con el sufrimiento" (Is 53,3). Sólo así puede ser el grano de trigo que cae en tierra y muere para llevar mucho fruto (Jn 12,24). Gracias a estos sufrimientos redentores conseguirá "que vuelvan a YHWH los confines de la tierra" (Sal 22,28; Is 49,6).

3. Completando lo que falta a la Pasión de Cristo

"Si obrando bien, soportáis el sufrimiento, esto es cosa bella ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas" (1Pe 2,20-21). El sufrimiento realmente meritorio es el sufrimiento inocente, no el culpable. Justo lo contrario de lo que pensamos nosotros.

Para San Pablo no se trata sólo de sufrir "como" Jesús, sino de entrar en comunión con sus padecimientos (Flp 3,10-11). y completar los sufrimientos de Jesús en su cuerpo total (Col 1,24). Se trata de configurarnos con su misterio pascual.

Este misterio de muerte comienza en el bautismo. Allí somos simbólicamente sepultados con Cristo en su muerte (Rm 6,4), para que vivamos una vida nueva, aunque escondida (Col 3,1). Crucificados con Cristo, es Cristo quien vive en nosotros (Ga 2,19-20). Pablo hace un largo recuento de ese morir de Cristo para que la vida pueda manifestarse en él (2 Co 4,10). Hace la lista de sus padecimientos: azotes, apedreamientos, naufragios, zancadillas, preocupaciones... (2 Co 11,23-29).

Pero a pesar de estos padecimientos la vida de Pablo no es algo tétrico o sombrío, sino una vida abundante (2 Co 1,5). En la cárcel canta himnos de noche (Hch 16,25), y desde la cárcel escribe la carta de la alegría (Flp 4,4).

También Pedro constata en su carta que esta alegría se produce en medio de los padecimientos (1 Pe 1,6; 4,13). Este sufrimiento es principio de vida para los demás, y por eso es redentor. Produce en nosotros muerte, pero en vosotros vida (2 Co 4,12).

Preguntas

¿Cuáles son los sufrimientos principales que hay en tu vida? Enuméralos y catalógalos.

¿Cuál es el origen de estos sufrimientos? ¿Vienen de tus pecados, de tu vida desordenada, de la frustración de tus pasiones, del rechazo que te mereces? O más bien son inocentes e inmerecidos? ¿Cuáles de tus sufrimientos son parte de la pasión de Cristo en ti, porque te vienen de tu fidelidad a Cristo? ¿Los vives con gozo? ¿Ves un valor redentor en ellos?

 

Catequesis 20: DIOS SALVA DÁNDONOS SU LEY

1. La Torah, ley de Moisés

Al regreso del exilio los judíos perdieron su independencia política y obedecieron al rey de Persia, pero tenían un cierto margen de autonomía y se regían por sus propias leyes. El libro de Nehemías nos cuenta cómo se organizó esta comunidad post-exílica en torno a la ley que fue leída públicamente, y "todo el pueblo, alzando las manos, respondió: 'Amén, amén!" (Ne 8,5-6).

Los estratos más antiguos de la Ley o torah pueden remontarse a Moisés. En el Pentateuco hay toda una serie de distintos cuerpos legislativos, el decálogo con sus dos redacciones, elohista (Ex 20,1-17) y deuteronomista (Dt 5,6-21), el Código de Alianza de la época del asentamiento (Ex 20,23-23,33), la ley de santidad de la obra sacerdotal (Lv 17-26) y el gran código deuteronómico (Dt 12,26). Cada una de estas colecciones de leyes reflejan distintas épocas y situaciones de la historia de Israel. Sus leyes abarcan todos los aspectos de la vida de la comunidad: derecho constitucional, civil, penal, procesal, canónico, aparte de muchas normas éticas de derecho natural.

Dentro de los cuerpos legislativos incluidos en la ley, el más próximo al NT en su talante es el cuerpo deuteronómico, inspirado en la predicación de Oseas y los profetas. Más que un código de leyes, el libro del Dt es un tratado sobre el amor de Dios, el misterio de la elección (Dt 10) que sólo tiene su origen en el amor (Dt 7,6-7), y se desenvuelve bajo la continua providencia amorosa de Dios (Dt 1,31; 32,10-11).

A este cuidado amoroso de Dios Israel corresponde amando y obedeciendo a YHWH (Dt 6,4-5). El cumplimiento de la ley es la respuesta del pueblo que nunca debe olvidar que toda su prosperidad le viene de ser fiel a los mandamientos (Dt 8,11-18).

Esta ley es más sabia que ninguna de las de los pueblos vecinos (Dt 4,8). El salmo 119 canta la belleza de esta ley "delicia del fiel" (v.24), "dulce al paladar más que la miel a la boca" (103), "antorcha para mis pies y luz en mi sendero" (105), "mi herencia para siempre, la alegría de mi corazón" (11), "un gran botín" (162), "consuelo en mi miseria" (50), "mi refugio y mi escudo" (114), mejor que miles de monedas de oro y plata" (72), "cantares para mí en mi mansión de forastero" (54).

2. La promesa de una Ley nueva

Ya los profetas vieron que el pueblo no podía cumplir esa ley y anunciaron una ley interiorizada. "Pondré mi ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré" (Jr 31,31-33). "Les daré un corazón para conocerme" (Jr 24,7; 32.39). al quitar el corazón de piedra y darnos un corazón de carne, Dios hace posible "que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y cumpláis mis leyes" (Ex 36,27).

Pablo el fariseo, el que había intentado salvarse mediante el cumplimiento de la ley, es el que denunciará su impotencia. La ley se limita a decirme lo que tengo que hacer, pero no me da la fuerza para cumplirlo (Rm 7,21-23). Sólo me sirve para tener mala conciencia, para hacer que peque más conscientemente (Rm 7,7). en este sentido, multiplica los pecados (Rm 5,20), porque no tiene capacidad de vivificar (Rm 3,21).

La ley, al fomentar mi mala conciencia, me hace sentir la necesidad de salvación (Rm 7,24), y en este sentido es un pedagogo hacia Cristo (Ga 3,23-24)., porque me hace sentir la necesidad de su gracia.

El don del Espíritu se contrapone al de la ley. En Pentecostés celebran los judíos el aniversario de Sinaí. Ese día reciben los cristianos el viento huracanado y el fuego, el don del Espíritu para un nuevo régimen de libertad (Rm 8,1-2). El Espíritu nos da un corazón de hijos (Ga 4,6) y produce en nosotros los frutos de una nueva vida (Ga 5,22-25). Ahora ya es posible agradar a Dios, no como esfuerzo sino como don (Ef 2,8-10).

3. Jesús legislador de una ley nueva

A nueva alianza, ley nueva. La ley antigua se dio en el Sinaí, la nueva en el monte de las Bienaventuranzas (Mt 5,1). Alí Jesús se atreve a enmendar la plana a Moisés, repitiendo 6 veces el estribillo: "Habéis oído que se dijo a los antiguos... en cambio yo os digo" (Mt 5,21-22; 27-28; 31,32; 33-34; 38,39; 43-44). Habla con autoridad propia, no como los escribas (Mt 7,29). el es el Señor del sábado (Mt 12,8). La nueva ley viene a dar cumplimiento (Mt 5,17) y exige una justicia mayor que la de los escribas (Mt 5,20). Jesús denuncia sobre todo tres aspectos de la justicia farisea.

a) Multiplican las leyes sin distinguir lo importante de lo secundario. Pagan el diezmo de anís, menta y comino, pero descuidan la justicia, misericordia y lealtad (Mt 23,23). Cuelan el mosquito y filtran el camello (Mt 23,24).

Para Jesús la misericordia tiene la primacía sobre la ley positiva, y vale más que el sacrificio (Mt 9,13). No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre (Mc 2,27). Para los fariseos era más importante cumplir las leyes que salvar a un hombre (Lc 13,15-16; Mt 12,9-14). El amor es la plenitud de la ley (Rm 13,8-10), el vínculo de la perfección (Col 3,14). El mandamiento nuevo es el del amor fraterno (Jn 13,34).

b) Los fariseos prestan más atención a lo de fuera que a lo de dentro. "Practican la justicia a los ojos de los hombres para ser vistos por ellos" (Mt 6,1). "Limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia" (Mt 23,25-28). Jesús en cambio se fija no en las acciones exteriores, sino en la intención del corazón, que es lo que contamina al hombre (Mt 15,18). El que odia a su hermano ya ha matado (Mt 5,21), el que desea a una mujer, ya ha adulterado (Mt 5,28).

c) Los fariseos quieren concretar las leyes lo más posible para poder sentirse satisfechos de haberlas cumplido. Por eso se creían justos (Lc 18,11-112). Pero Jesús radicaliza la ley del amor hasta el punto de que siempre nos tengamos que sentir deficientes. Su horizonte es la perfección de la misericordia del Padre (Mt 5,48; Lc 6,35). Al radicalizar las exigencias de la ley, los hombres dicen: "Así, ¿quién podrá salvarse?" (Mt 19,25). "así no trae cuenta casarse" (Mt 19,10). Es el momento del gran anuncio: "Para los hombres es imposible, pero para Dios es posible" (Mt 19,26).

Ya no es el hombre quien se justifica por sus obras (Rm 3,28), sino Dios quien justifica por su gracia al hombre pecador, pero sólo a aquel que se confiesa incapaz de cumplir la ley (Mt 9,13). Por eso, frente a la carga pesada de la ley (Mt 23,4), Jesús propone "su yugo suave y su carga ligera" (Mt 11,28-29), el yugo de su gracia, que se lleva entre dos. El amor de Dios se demuestra en que nos amo cuando todavía éramos pecadores (Rm 5,6-10). No ha venido para los justos -los que cumplen la ley-, sino para los pecadores -los que se sienten incapaces de cumplirla- (Mt 9,12).

Preguntas

¿Qué comportamientos de religiosidad farisaica detecto en mi vida? Citar alguna ocasión en que me sorprendo a mí mismo más preocupado por leyes pequeñas que por las exigencias del amor. ¿Cómo reacciono ante ellos?

Me he sorprendido a mí mismo cuidando las apariencias y cumpliendo sólo de puertas para fuera? Citar algunos aspectos en los que no coincide la imagen que doy con lo que realmente pienso y siento.

¿Me siento mejor que los demás? ¿Me cuesta encontrar pecados a la hora de confesarme? ¿Con quién me identifico más: el fariseo la pecadora (Lc 7,36-50), el hijo mayor menor (Lc 15,11-32), el fariseo o el publicano? (Lc 18,9-14).

 

Catequesis 21: DIOS SALVA DERRAMANDO SU ESPIRITU

1. El Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento

Hay dos palabra hebreas para designar el concepto de los psíquico o espiritual: ruaj y nefesh. Ruaj es el viento que hace mecerse las copas de los árboles, cuya voz se escucha sin que sepamos de dónde viene o a dónde va (cf. Jn 3,8). nefesh es el soplo de la respiración, el aliento que empaña el espejo y demuestra que hay vida. todo lo que aletea, todo lo que alienta, está vivo. La comunicación del Espíritu es la comunicación de la vida de Dios en el nivel de la naturaleza y de la gracia.

El Espíritu estaba ya presente en la creación como energía que aleteaba sobre las aguas (Gn 1,2). Es también el soplo de las narices de YHWH según la atrevida metáfora del yavista, el soplo que da la vida al barro de Adán, y así "resulta Adán un ser viviente" (Gn 2,7). Cuando Dios retira ese aliento, los seres vivos mueren. "Les retiras tu aliento y mueren y al polvo retornan. Envías tu soplo y son creados y repueblas la faz de la tierra" (Sal 104,29-30).

El Espíritu es también la energía divina que transforma a los hombres para que sean instrumentos de Dios a la hora de construir la comunidad de alianza. Para ello el Espíritu irrumpe en ellos y los energetiza (1 Sm 10,6). Así irrumpe en los 70 ancianos que compartieron el ministerio de Moisés (Nm 11,25). Se abalanza sobre Sansón y le da fuerzas para vencer al león (Jc 14,6). Esta inspiración se ejerce incluso sobre los orfebres y artesanos del templo (Ex 35,30-31).

Pero también actúan los malos espíritus que tienen efectos negativos sobre el psiquismo, como el espíritu de depresión que atormentaba a Saúl (1 Sm 16,14). Sólo cuando la acción del espíritu sobre nuestro psiquismo está al servicio de la palabra de Dios y de su plan de salvación, se convierte en una energía creadora que renueva y da vida. Los grandes profetas de la cautividad anuncian para los tiempos mesiánicos de la nueva alianza una nueva efusión del Espíritu, como en la profecía de los huesos secos. "Infundiré mi Espíritu en vosotros y viviréis" (Ez 37,14). Apunta no sólo a un resurgir de Israel, sino a una transformación interior, el corazón nuevo. Y esta promesa es de alcance universal. En la profecía de Joel se nos dice que Dios derramará su Espíritu no ya sólo sobre Israel, sino sobre toda carne (Jl 3,1-5).

La obra del Espíritu incluye dentro del nuevo corazón una nueva conciencia, la capacidad de conocer al Señor de una forma superior: "Tú conocerás a YHWH" (Os 2,22; Jr 31,35). Entre los dones atribuidos al Espíritu están también los dones sabiduría, inteligencia y ciencia (Is 11,2).

2. Jesús lleno del Espíritu Santo

Lucas presenta a Jesús como el hombre del Espíritu. Su encarnación es atribuida al Espíritu que aletea sobre el seno de María (Lc 1,35), y en el bautismo reposa sobre Jesús visiblemente (Lc 3,22). Al comienzo de su misión se presenta en la sinagoga de Nazaret, ungido por el Espíritu para evangelizar a los pobres (Lc 4,18). Con la fuerza del Espíritu va al desierto y expulsa y derrota a los malos espíritus (cf. Mt 12,18). Jesús trasmite a los apóstoles esa promesa del Padre (Lc 24,49), poder del Altísimo (Lc 1,35), dedo de Dios (Lc 11,20), fuerza para ser testigos (He 1,8).

San Juan es el otro evangelista que ha elaborado una teología del Espíritu. Es el don de Dios (Jn 4,10), significado en el agua viva que se promete a la samaritana, y que correrá de su seno el día de su glorificación (Jn 7,37-39). Esta promesa se cumple cuando del costado de Jesús brota agua (Jn 19,34), como había brotado de la roca herida por Moisés (Ex 17,6), o como la fuente que brotaba del costado derecho del templo en la profecía de Ezequiel (Ez 47). Da acceso a un nuevo nacimiento que nos da entrada en el Reino de Dios (Jn 3,5). Jesús comunica el Espíritu a los suyos el domingo de Pascua, soplando sobre ellos como Dios sopló sobre Adán (Jn 20,22).

El sermón de la Cena le llama el Paráclito, el abogado y consolador que viene a hacer las veces de Jesús (Jn 16,7). El guiará hacia la verdad plena (Jn 16,13), porque mantendrá vivo el recuerdo de Jesús (Jn 14,26) y le reivindicará y le dará la razón frente a los que lo condenaron (Jn 16,8-9), y dará testimonio de Jesús (Jn 15,26). El Espíritu es quien hace presente a Jesús a través de los siglos, con una presencia más eficaz que la que tuvo cuando estaba en la carne. Por eso "os conviene que yo me vaya, porque si no me voy el Espíritu no vendrá, pero si me voy os lo enviaré de junto al Padre (Jn 16,7)

3. El Espíritu Santo y la Iglesia naciente

El Espíritu es fuente de vida en el corazón de cada cristiano, al derramarse sobre él en el momento del bautismo (Rm 5,5). Nos relaciona con Dios de un modo nuevo, pues es espíritu de adopción que nos hace sentirnos hijos, y nos lleva a llamarle "Abba, papá" (Rm 8,15). Da muerte en nosotros a las obras de la carne (Rm 8,13). y nos hace caminar en una vida nueva (cf. Ga 5,22). El Espíritu ora en nosotros con gemidos inefables, y nos enseña a orar (Rm 8,26).

El Espíritu se comunica a la Iglesia en Pentecostés, para crear una comunidad de amor entre los hombres de toda raza y lengua (Hch 2,1-14). Se hace sentir visiblemente, y uno puede reconocerlo por los signos que lo acompañan y los efectos que produce, entre otros el canto en lenguas y la profecía (Ga 3,2; Hch 4,31; 10,44-46; 19,6).

Construye la comunidad dando una variedad de carismas (1 Co 12,14), ilumina a la Iglesia a la hora de tomar decisiones importantes (He 10, 15.28), señala quiénes han de desempeñar los cargos (He 13,2; 20,28), da valentía para ser testigos (He 4,31; 5,32; 6,10), inspira la oración y la alabanza litúrgica (Ef 5,18-19). Es principio de unidad para todo el cuerpo pues lo mantiene siempre unido (Ef 4,3) y constituye un anticipo, las arras de la herencia (Ef 1,13-14).

Preguntas:

Cuenta a los demás la experiencia más fuerte de efusión del Espíritu y los signos que la acompañaron.

¿Qué carismas crees haber recibido para la construcción de la comunidad ¿Qué haces para crecer en ellos, como los empleas?

¿Es tu oración una oración inspirada? ¿Dejas al Espíritu orar en ti? ¿Estás abierto a ser dócil a su guía a través del discernimiento de mociones?

Catequesis 22: DIOS SALVA COMUNICANDO SU SABIDURÍA

1 Orígenes de la Sabiduría en Israel.

El género sapiencial según la Biblia se remonta a Salomón (1 R 5,10). En su corte florecieron consejeros, funcionarios reales y escribas. Dentro de los libros sapienciales encontramos diversos géneros literarios: oraciones, himnos, poemas de amor, enigmas, proverbios. Por una ficción, toda esta literatura se atribuye al rey Salomón, aunque la mayor parte de ella es muy posterior. Sobre todo en la época helenística alcanzará su máximo desarrollo.

La sabiduría de Israel no es del todo original. Debe mucho a la literatura paralela de otros pueblos del Oriente. En aquella época se apreciaba mucho la sabiduría de Egipto y los proverbios árabes y edomitas. Mucho material de la Biblia está tomado casi a la letra de estos libros extranjeros de lo que podíamos llamar el Mercado común de la sabiduría en el Oriente. Al final del Antiguo Testamento habrá una fuertísima influencia de la cultura griega.

Sin embargo los sabios israelitas no se han limitado a copiar, sino que han releído esta sabiduría humanista a la luz de la experiencia religiosa de Israel: el temor de Dios, la piedad, son el origen de toda sabiduría (Prov 1,7). No se trata simplemente de una moral laica, al margen de la vivencia religiosa.

El origen de la sabiduría estaba en el pueblo, en la vida de la familia, en los trabajos del campo, en la observación del clima y la naturaleza. Sin embargo los recopiladores de esta sabiduría serán los escribas. Ellos darán forma a la sabiduría popular y la irán presentando a través de sucesivas ediciones corregidas y aumentadas. Ver el elogio del escriba en Si 39,1-7). "Aplica su alma a meditar la ley del Altísimo, rebusca la sabiduría, conserva los relatos, busca los secretos..."

2. Sabiduría y salvación

¿En qué sentido puede considerarse esa sabiduría humanista "revelación de Dios" o "salvación de Dios? Aparentemente es sólo fruto de la experiencia, de la observación, del sentido común. Uno puede llegar a sus conclusiones sin necesidad de una revelación explícita de Dios. No pertenecen a las verdades de la historia de salvación, sino a las verdades intemporales, eternas.

Muchas veces en estos refranes el hombre no se eleva sobre sí mismo, sino que se limita a decir cosas tan obvias que casi pueden parecer perogrulladas. Pero la Biblia recoge estos refranes y nos los trasmite como verdad divina, los aureola con la autoridad de Dios y nos los presenta para ser creídos no sólo por su evidencia intrínseca, sino con la garantía y el sello de Dios que los autentifica.

De este modo se establece un puente entre la revelación sobrenatural y los resultados del pensamiento humano, entre la historia y la naturaleza. La Palabra de Dios no anula lo bueno que el hombre es capaz de pensar por sí mismo, sino que lo asume. Así nos hace ser respetuosos ante todo lo que el hombre ha llegado a conseguir a la luz de su razón. ¡Qué lejos estamos del concepto luterano que ve la razón humana como una prostituta!

La sabiduría de Israel comenzó la tarea del diálogo entre fe y cultura, tratando de asimilar todo lo que había de válido en la sabiduría de la época. Sobre todo al final del AT. dialoga con la sabiduría griega, tarea que luego continuarán los Padres de la Iglesia. Hoy debemos también asumir cuanto hay de válido en el pensamiento contemporáneo (Flp 4,8). También ahí se hacen presentes las semillas del Verbo y la salvación de Dios.

Daremos una selección de proverbios populares que siguen siendo muy válidos en la cultura de hoy: "Más vale un plato de legumbres con cariño, que un buey cebado con odio" (Prov 15,17). En las muchas palabras no faltará pecado; quien controla los labios es sensato" (Prov 10,19). El corazón alegre mejora la salud, el espíritu abatido seca los huesos" (Prov 17,22). "Un hermano ayudado por un hermano es una plaza fuerte y alta" (Prov 18,19).

Cuando se acaba la leña, se apaga el fuego; cuando no hay chismosos, se apacigua la disputa" (Prov 26,20). "Leales son las heridas del amigo; falsos los besos del enemigo" (Prov 27,6). "Goteo incesante en día de lluvia y mujer chismosa son iguales" (Prov 27,15). "Como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio (Qo 7,6). "Donde abunda sabiduría abundan penas, quien acumula ciencia, acumula dolor" (Qo 1,18). "Como pasión de eunuco por desflorar una doncella, así es el que ejecuta la justicia con violencia" (Si 20,4).

"Donde no hay mujer, gime el hombre a la deriva" (Si 36,25). "Hay quien por timidez hace promesas a su amigo, y así por nada se gana un enemigo" (si 20,23). "En el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el horno de la tribulación" (Si 2,5).

3. La Sabiduría personificada

No todos los libros sapienciales se mueven en este nivel puramente práctico. En ocasiones remontan el vuelo y nos ofrecen páginas donde alienta un espíritu profético. La sabiduría es por una parte esfuerzo del hombre: "Adquiere sabiduría a costa de todos tus bienes, haz acopio de ella" (Prov 4,7-8), pero al mismo tiempo es un don de Dios: "YHWH es el que da la sabiduría, de su boca nacen la ciencia y la prudencia" (Prov 2,6).

En ocasiones esta sabiduría que Dios comunica llega a identificarse con el mismo Dios en su autodonación: una persona nacida de Dios que le asiste en las obras de la creación. "YHWH me creó como primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas... Cuando asentó los cielos, allí estaba yo... Yo estaba allí como arquitecto, y era todos los días su delicia..." (Prov 8,22-31).

Al representar la Sabiduría no como un atributo divino abstracto, sino como una persona divina, el autor sagrado estaba diciendo más de lo que e mismo sabía. Hay aquí ya como una intuición de lo que será la revelación del Nuevo Testamento de una Sabiduría o un Logos, nacido del Padre, una persona subsistente, Dios de Dios, Luz de luz... Así lo presenta Juan: "en el principio existía la Palabra" (Jn 1,1).

En el discurso del Pan de Vida Jesús prolonga el tema sapiencial del pan de la sabiduría (cf. Jn 6,34 = Si 24,19,22). La Sabiduría ha preparado un banquete (Prov 9,5-6; Is 55,1-3) e invita a todos a venir a comer. Pero se trata de una Sabiduría misteriosa, escondida (1 Co 2,7), no porque Jesús desprecie la mente humana, sino porque la verdadera sabiduría sólo se revela a los pequeños y se oculta a los sabios (Mt 11,25; 1 Co 1,24-25). Pablo predica su mensaje no con palabras sabias, sino con el mensaje de la cruz, que es necedad para los intelectuales de su época (1 Co 1,21; He 17,32).

Preguntas:

Recordar algunas palabras de sabiduría humana que me han iluminado en mi vida: por ejemplo frases del refranero, máximas que repetían nuestros padres o maestros. Constatar cómo estas frases nos han podido servir de salvación.

Repasar los libros sapienciales y aportar cada uno una selección de proverbios que más nos hayan gustado, explicando el sentido, lo que significan para nosotros, y las aplicaciones que hemos descubierto en ellos.

¿En qué sentido puedes decir que tus sabiduría es Cristo crucificado? ¿Qué significa para ti esa frase? ¿En qué hechos de tu vida ha llegado a hacerse realidad?