EL DISCURSO DEL BUEN PASTOR

A) ENCUADRAMIENTO

B) GÉNERO LITERARIO

C) TRASFONDO DE LAS PARÁBOLAS

D) ANÁLISIS DE LAS PARÁBOLAS

     1. La puerta

     2. El pastor

 

     Comienza este discurso de una manera abrupta, sin ser introducido por ninguna frase que lo encuadre. La única indicación que abre el discurso es el solemne Amen, Amen (10,1).

Lo mismo que el episodio del ciego de nacimiento, este pasaje debe situarse en los tres meses que median entre los Tabernáculos y la Dedicación del Templo. La fiesta de la Dedicación o Hanukká se llama también fiesta de los Tabernáculos de Kislev, y en ella se celebran las victorias de los Macabeos y la rededicación del templo después de la profanación de Antíoco Epífanes. (167-164 a.C.). La Fiesta de los Tabernáculos celebra la consagración del primer templo de Salomón, de modo que el tema común de ambas fiestas es la consagración del Templo.

A lo largo del discurso del Buen Pastor se recogen alusiones a la curación del ciego de nacimiento que acaba de tener lugar. Unas veces son alusiones explícitas (10,21), otras implícitas, refiriéndose a la expulsión de la sinagoga con el verbo ejkbavllein, sacar fuera, que es un verbo muy repetido en este pasaje.

Por otra parte la alusión a los ladrones y bandidos puede relacionarse con la fiesta de la Dedicación, en la que se recordaba a los sumos sacerdotes Jasón y Menelao que habían traicionado a su pueblo y a su ministerio sagrado. Según A. Guilding, en el ciclo de lecturas sinagogales, el sábado antes de la Dedicación se leían lecturas relacionadas con el tema del pastor y las ovejas.

 

B)  EL GÉNERO LITERARIO

Se va a usar en este pasaje el género literario parabólico, tan común en los sinópticos, y que también se usa en el 4Ev, aunque de una manera más sobria: la vid verdadera (15,1-6), la siega (4,35-38), el grano de trigo (12,24), el parto (16,21), el aprendiz (5,19-20), el viento (3,8), el camino a oscuras (11,9-10).

Algunas de estas comparaciones -paroimiva- constan de una sola pincelada. Otras están más elaboradas. El género bíblico parabólico (mashal) abarca tanto la parábola como la alegoría, el proverbio, la metáfora. La parábola es una simple comparación en la que el elemento de referencia consiste en un solo punto. En cambio en la alegoría se van encontrando múltiples semejanzas entre los dos términos comparados.

Probablemente la enseñanza de Jesús consistía en parábolas simples, aunque la comunidad luego ha ido transformando las parábolas en alegorías, tratando de encontrar un mayor número de semejanzas en los pequeños detalles. Así por ejemplo en la parábola del buen samaritano, se ha intentado buscar un significado al aceite y al vino, la posada, el posadero, las monedas que el samaritano da al posadero. Todo esto es ya un proceso alegorizador.

En el mismo evangelio encontramos ya los primeros pasos de este proceso alegorizador. En la parábola del sembrador, la comparación inicial bien puede atribuirse al mismo Jesús, pero la amplificación de parábola a todos los detalles puede ser obra de la catequesis de la comunidad.

¿Qué encontramos en el texto del buen pastor, una alegoría o una parábola? En realidad lo que encontramos en una colección de pequeñas parábolas entrecruzada y difícilmente reducibles a un esquema lógico. Resulta muy difícil dividir racionalmente este discurso, porque las ideas se van entrecruzando y se salta de una imagen a la otra con mucha libertad.

Se ha comparado muchas veces el avance de las ideas en Juan con el de las olas de la marea que sube “cabalgando unas sobre otras ganan terreno lentamente, pero de modo continuo” (Durand). “A la ola que acaba de morir sobre la arena le sucede otra que la envuelve y sobrepasa; de un modo parecido Juan expone un tema en una perícopa y luego lo vuelve a repetir en la siguiente, pero para desarrollarlo más o completarlo con otro” (Lacan). Juan analiza, contempla la verdad desde diversos aspectos y estos rayos de luz acaban por convertirse en un haz, en integrarse en una forma definitiva (Lagrange).

Nosotros en este caso vamos a fragmentar el sermón del 4Ev y luego lo recompondremos en una forma lógica, tratando de reagrupar los fragmentos que pertenecen a una misma imagen.

Sucesivamente Jesús se describe a sí mismo como “el que entra por la puerta”, “la puerta”, “el pastor que saca las ovejas”, “el pastor que da su vida por las ovejas”, y finalmente “el que dará unidad al rebaño”.

Cada una de estas parábolas tienen su propio valor propio y nos explica un aspecto de la relación de Jesús con los suyos. La imagen de las ovejas da unidad a las diversas parábolas desarrolladas.

 

C) TRANSFONDO DE LAS PARÁBOLAS

Son muy numerosos los puntos de empalme con los sinópticos en los que repetidamente Jesús hace uso de imágenes pastoriles: la multitud de ovejas sin pastor (Mc 6,34; Mt 9,36), la oveja perdida (Lc 15,3-7; Mt 18,12-14; 10,6), el pequeño rebaño (Lc 12,32), las ovejas en medio de lobos (Mt 10,16), la dispersión de las ovejas tras la herida del pastor (Mt 26,31; Mc 14,27), el pastor que separa las ovejas de las cabras (Mt 25,32-33).

Moisés (Ex 32,1) y David (1 Sm 16) habían sido pastores, y por eso en un pueblo de gran tradición de pastoreo se utilizó la figura del pastor para designar a los jefes del pueblo. Dios mismo se presenta como pastor. “Tú que guías a José como un rebaño” (Sal 80,2). “Sacó a su pueblo como a ovejas, cual rebaño los guió por el desierto” (Sal 78,52). La primera parte del Salmo 23 es una bellísima alegoría sobre el cuidado que Dios tiene por su pueblo, expresado en la imagen del pastor.

Pero el texto principal que hay que buscar como trasfondo al 4Ev es la profecía de Ezequiel en el capítulo 34. Allí arremete contra los malos dirigentes “que se apacientan a sí mismos” (Ez 34,2). “Habéis sacrificado a las ovejas más pingües” (v.3). “No habéis fortalecido a las ovejas débiles; no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida; no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la que estaba perdida, sino que las habéis dominado con violencia y dureza” (v.4).

Dios promete que va a ser él en persona quien va a cuidar el rebaño y buscará a la oveja perdida, curará la herida y confortará a la enferma (vv. 11.16). En este momento se introduce el tema del pastor escatológico, el descendiente de David. “Yo suscitaré para ponérselo al frente a un solo pastor que las apacentará: mi siervo David. El las apacentará y será su pastor. Yo YHWH seré su Dios y mi siervo David será príncipe en medio de ellos” vv. 23-24).

Esta profecía de Ezequiel encuentra muchos lugares paralelos en el AT. Jeremías dice: “Yo recogeré al resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus estancias; criarán y se multiplicarán. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca estarán medrosas ni asustadas, ni faltará alguna” (Jr 23,3).

 

D) ANÁLISIS DE LAS PARÁBOLAS

 

1. La puerta

La primera parte de este sermón versa sobre la imagen de la puerta (10,1-10). La segunda desarrolla la imagen del pastor (10,11-18). Resulta con todo difícil establecer una diferencia nítida entre ambas parábolas, ya que muchos de sus términos se entrecruzan.

En la primera parte Jesús se identifica simultáneamente con la puerta y con el que entra por ella. Para entender esta parábola necesitamos recordar todo lo que hemos ido viendo a lo largo del evangelio. La tarea de Jesús es entrar donde están las ovejas para sacarlas de allí y llevarlas a los buenos pastos. El lugar donde están las ovejas se designa como atrio -aujlhv. Es una palabra que antes que designar un aprisco o corral de animales, designa en los LXX el atrio del Templo de Jerusalén (cf. también Ap 11,2).

Las ovejas que estaban en el templo destinadas al sacrificio recuerdan aquella masa de enfermos de la piscina junto a la puerta Ovejera. Es una humanidad doliente secuestrada por los malos dirigentes que no son capaces de aportar salvación, sino que tienen montado su negocio a costa de esa religiosidad legalista que no se preocupa por las necesidades del hombre, sino sólo por sus propios ritos, sábados y demás legalismos.

La palabra puerta tampoco se usa para los rediles, sino para las casas humanas y sobre todo para las puertas del Templo. Para rescatar a las ovejas Jesús tiene primero que entrar en la institución judía. El puede entrar porque es el pastor; sus ovejas escuchan su voz y le reconocen y le siguen. Pensemos en los que han creído en Jesús y le han seguido fuera del Templo para celebrar la segunda Pascua en el descampado, o en el ciego que por seguir a Jesús ha sido expulsado de la sinagoga. En este nuevo éxodo Jesús va delante y sus ovejas le siguen.

Frente a esta imagen de Jesús que entra por la puerta, están las de los ladrones y salteadores. De estos se nos dice que vienen a “robar, matar y destruir” (10,10). Nótese que se usa el verbo quvein = sacrificar y no habla simplemente de matar. La expresión sacrificar tiene connotaciones cúlticas y puede ser una manera de designar a los sacerdotes que sacrificaban las ovejas en el templo.

Por otra parte, el uso de la palabra “echar fuera” -ejkbavllein- no es nuevo en el evangelio. Su utilizó para designar la expulsión de las ovejas fuera del templo. Y en 9,34, cuando expulsan al ciego de la sinagoga. Jesús vendría a decir que no hace falta esperar a que los judíos expulsen a los que creen en él. Es él mismo quien ha venido a sacarlas fuera para llevarlas a buenos pastos, esa hierba verde que había en el lugar donde Jesús multiplica los panes en la segunda pascua (6,16). Allí pueden “recostarse” los que le han seguido “al otro lado del mar”. En el salmo 23 YHWH conducía a sus ovejas hacia los prados de hierba tierna.

Los suyos conocen su voz. El ciego de nacimiento acaba de reconocerle y le ha seguido, mientras que no ha escuchado la voz de los sacerdotes (los extraños de 10,5), sino que ha huido de ellos. Jesús supone que hay una afinidad activa entre aquellos que le pertenecen y el mensaje que él proclama. “El que es de Dios escucha las palabras de Dios” (8,47). “Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz” (18,37).

La imagen es la siguiente. En un mismo redil duermen rebaños de distintos pastores. Por la mañana se acerca un pastor, abre la puerta. El portero le deja entrar. Atrae con halagos a sus ovejas y las llama por sus nombres. Estas conocen su voz y le siguen, mientras que las que pertenecen a otros pastores se quedan quietas.

Tras una breve indicación de cómo los fariseos no entendieron estas palabras (10,6), Jesús prosigue su razonamiento dando un salto lírico. Hasta ahora había hablado de sí mismo como el que entra y sale por la puerta. Pero ahora va a referirse a sí mismo como la puerta misma.

Este salto es tan grande, que en algunas versiones (sahídica P75) en lugar de poner puerta, ponen pastor, con lo cual evitan este salto con aparente falta de lógica. Pero esta confusión de términos comparativos es frecuente en Juan. Jesús es a la vez meta y camino (Jn 14,4.5). Ahora se presenta como el que saca y como la puerta: camino y puerta, única vía hacia el Padre.

La expresión “encontrará pastos” (10,9) equivale a “nunca pasará hambre y nunca pasará sed” (6,34) en el discurso del pan de vida. Resuena aquí el eco del Segundo Isaías cuando describe la salida de Babilonia como un nuevo éxodo, utilizando las imágenes del pastor y las ovejas (Is 49,9-11; 40,11) que son utilizadas también en el Apocalipsis para indicar cómo el Cordero será Pastor (Ap 7,16-17). El pasto del que Jesús habla es el pan de vida. Quizás haya implícito un juego de palabras entre pasto -nomhv- y ley -novmo". Jesús propondría su pasto como una alternativa a la Ley. No se desarrolla explícitamente en esta parábola el segundo tema del Salmo 23, el de las aguas tranquilas que aparece también en los textos de Isaías y el Apocalipsis que acabamos de citar. Pero recordemos que justamente en el pasaje anterior Jesús ha enviado al ciego a lavarse con agua en la piscina para recobrar la vista, con lo cual este tema no está del todo ausente.

No hay otra puerta para salir hacia el Padre ni para encontrar los pastos y las aguas de vida abundante. Sólo Jesús promete un agua que bulle (4,14) porque da el Espíritu sin medida (3,34). 

2. El Pastor

En la segunda parte del sermón Jesús continúa hablando de su relación con las ovejas, pero ahora con la imagen del pastor, aportando tres paralelos que enriquecen la comparación. 

a) El Pastor da la vida por las ovejas

El primer contraste no se establece entre el pastor y el ladrón, sino entre el pastor y el asalariado. El tema del pastor que da la vida por las ovejas es completamente nuevo y no tiene ningún antecedente en todos los textos bíblicos del AT que hemos citado hasta ahora.

Jesús se va a definir a sí mismo como el pastor modelo, el pastor bueno, el pastor hermoso -kalov"- que “pone” la vida. Para comunicar vida abundante tiene que poner la suya. No hay vida comunicada sin vida entregada.

Juan subraya cómo en todo momento Jesús va a la Pasión como señor absoluto de todos sus actos, en su libre aceptación de la voluntad del Padre. “Nadie me quita la vida, yo la doy por decisión propia” (10,17). Jesús no sucumbe a ningún tipo de fatalidad, no es víctima inconsciente del juego de los acontecimientos. Nadie puede arrebatarle nada de lo que él no se haya despojado libre y voluntariamente. En la exégesis del lavatorio de pies estudiaremos los verbos utilizados por el evangelista para designar cómo Jesús se quita y se pone los vestidos y veremos cómo son los mismos que se utilizan aquí para el acto de despojarse de su vida y volverla a tomar (p. 41).

Donde hay amor hasta el extremo hay vida hasta el límite. Dar la vida por aquellos a quienes uno ama es el extremo del amor (15,13) y el extremo de la abundancia de la vida comunicada.

Sólo el que entrega voluntariamente la vida puede recobrarla, porque al entregarla se ha abandonado al Padre cumpliendo su mandamiento. El Hijo muestra su amor al Padre entregando su vida, y por esto mismo el Padre le ama (10,17) y le demuestra su amor devolviéndole la vida.

Además del contraste entre el pastor y el asalariado se da un segundo contraste entre la obra del pastor que da vida abundante y la del lobo que viene a destruir (10,10). El lobo puede identificarse con la figura del ladrón. En un trasfondo se adivina la presencia del diablo que “era homicida desde el principio” (8,44), pero el evangelio se fija en las mediaciones. La palabra utilizada para designar al bandido es lhsthv". Es la misma palabra que utiliza Flavio Josefo para designar a los zelotes rebeldes, y es también la misma palabra con la que el 4Ev designa a Barrabás (18,40).

Barrabás no era probablemente un simple ladrón, sino un rebelde contra Roma a quien Pilatos tras muchos esfuerzos había conseguido capturar. Un revolucionario que tendría muchos seguidores entre ese pueblo que decepcionado con el mesianismo de Jesús opta por el liderazgo que Barrabás ofrece.

Pilato presenta al pueblo dos tipos de dirigentes para que escojan entre ambos. De un lado el bandido que ocasionará la más grande tragedia para el pueblo judío; el mesianismo político revolucionario. De otra parte el pastor que rehúsa ser rey cuando el pueblo le ofrece la corona, pero que verdaderamente es rey, porque para eso nació, para pastorear en la verdad (19,37). 

b) Conocimiento mutuo entre el Pastor y las ovejas

Como hemos visto, este tema ya estaba insinuado en la parábola anterior de la puerta. El pastor conoce a sus ovejas por sus nombres y las llama por sus nombres (10,3). Recordamos el salmo que nos dice que Dios conoce el número de las estrellas y llama a cada una por sus nombres (Sal 147,4). Adán había dado nombre a todos los animales (Gn 2,19-20). Conocer el nombre es establecer una relación de posesión con la cosa nombrada. “Te he llamado por tu nombre, eres mío” (Is 43,1). Magdalena reconocerá a Jesús en el momento en que éste la llame por su nombre: “¡María!” (20,16).

Conocer a Jesús es primeramente sentirse conocido por él, sentirse uno llamado por su nombre. La aspiración última es a llegar a “conocer como soy conocido” (cf. 1 Co 13,12). Por eso el pastor conoce a sus ovejas y correlativamente éstas le conocen a él (10,14). El conocimiento de Dios es una promesa de los profetas del AT para los últimos tiempos. “Yo te desposaré en fidelidad y tú conocerás a YHWH” (Os 2,22). “La tierra estará llena del conocimiento de YHWH como las aguas cubren el mar” (Is 11,9). Un conocimiento tan personal que este verbo es utilizado también para las relaciones sexuales de Adán y Eva (Gn 4,1), Judá y Tamar (Gn 35,26), Elqana y Ana (1 Sm 1,19)…

Pero ahora el 4Ev remonta el vuelo y compara el conocimiento mutuo entre Pastor y ovejas con el conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo: “Como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre” (10,15). Es un proceso que lleva a la inmanencia mutua, a la unidad profunda del ser. 

c) La unidad del rebaño

¿Qué representan las ovejas que aún no pertenecen al redil? Algunos como
Ash­ton han querido ver aquí a miembros de otras comunidades cristianas distintas de la comunidad juánica, que deberían entrar en esta comunidad para encontrar allí la plenitud de la revelación. Esta visión supone una concepción excesivamente sectaria de la comunidad juánica y se opone a la evidencia que encontramos en otros pasajes sobre el respeto con el que se trata a Pedro, el que recibe el pastoreo de las ovejas de parte de Jesús. Sería contradictorio pensar que las ovejas de Pedro deberían sumarse a la comunidad juánica.

Preferimos pensar con la mayoría de los exegetas que se trata de personas que todavía no conocen a Jesús y que la referencia es a los gentiles y otras personas de buena voluntad, que ya pertenecen a Jesús pero todavía no pertenecen a su rebaño, a su comunidad. Quizás estén aquí incluidos también a otros miembros del pueblo judío que todavía tienen que incorporarse a la comunidad de Jesús.

En realidad estas otras ovejas no se nos representan como agrupadas en otros rebaños, sino sólo a título individual. La imagen utilizada no habla tanto de integración de rebaños, cuanto de integración de ovejas.

El tema de la misión a los gentiles no figuró probablemente de una forma explícita en las palabras de Jesús. De otro modo no se comprenderían los titubeos y los escrúpulos de san Pedro en ir a casa de Cornelio o en bautizar a los que estaban en su casa, y la necesidad de tener que justificar luego su proceder. Es sólo a la luz del Espíritu Santo que va guiando a la verdad plena como los apóstoles pudieron ir viendo la trascendencia de ciertas medias palabras de Jesús que insinuaban su talante universal.

La esperanza escatológica ansiaba la congregación de las doce tribus dispersas (11,52). La perspectiva ahora es más amplia. Los hijos de Dios congregados por Jesús continúan la existencia de Israel. La unidad del rebaño más que una tarea es un don a recibir de Dios y nace fundamentalmente de la unicidad del Pastor.

Necesariamente habría que interpretar estos textos con una referencia obligada al capítulo 21 en el que se concede a Pedro el pastoreo de las ovejas. Este ministerio es una de las formas como Jesús sigue dando unidad al rebaño (21,15-17). Otros símbolos de la unidad de la Iglesia que aparecen en Juan son el de la túnica inconsútil que no fue rasgada (19,23), y la red de peces que no se rasgó a pesar de ser tantos (21,11).