EL LAVATORIO DE LOS PIES

 

 

 

A) PARALELOS SINÓPTICOS

 

B) CONTEXTO LITERARIO

 

C) ESTRUCTURA DEL PASAJE

 

D) EXÉGESIS DEL TEXTO

    

 

 

El episodio de la Última Cena incluye en Juan una acción profética, el Lavatorio de los pies, seguida de un discurso en tres secciones. Una vez más encontramos el típico esquema juánico que articula signos y discursos. 

A) PARALELOS SINÓPTICOS

Uno de los grandes escollos de los exegetas de todos los tiempos ha sido tratar de sincronizar la narración sinóptica de la Última Cena con la narración de Juan, y sobre todo el problema de la fecha.

Todos están de acuerdo en que Jesús murió un viernes, pero ¿qué día del mes? Según los sinópticos Jesús comió con sus discípulos la Cena pascual, siguiendo los ritos prescritos por la Ley (Lv 23,5), es decir la víspera del 15 de Nisán que era el día grande de la Fiesta.

En cambio según la narración juánica Jesús murió el día 14 de Nisán, el día de la preparación de la Pascua, a la hora en la que sacrificaban los corderos en el templo. Los judíos no quisieron entrar en el Pretorio de Pilatos para no contaminarse y poder comer la Pascua (18,28), lo cual es señal de que no la habían comido todavía. Esto explica las prisas para ejecutar a Jesús y disponer del cadáver antes de que al atardecer empezase la fiesta.

Según este esquema juánico la cena celebrada “antes de la Pascua” no fue una verdadera cena pascual. Efectivamente no hay alusiones a ninguno de los ritos típicos, y ni siquiera se dice que fuera la víspera, sino simplemente “antes de la Pascua” (13,1).

Se han lanzado decenas de hipótesis en los artículos de revistas especializadas intentando explicar esta discordancia. No podemos recogerlos aquí todos. Lo que está en juego no es dar la razón a los sinópticos contra Juan o a Juan contra los sinópticos, sino en saber si la Última Cena fue el seder pascual o no, ya que esto tiene una importancia teológica.

Ha habido intentos de concordar los datos y dar la razón a todos. Hay quien piensa que Jesús celebró la Pascua siguiendo un calendario distinto del calendario oficial judío, por ejemplo un calendario esenio. Según los esenios el día de Pascua caía siempre en miércoles. Siguiendo este calendario Jesús habría celebrado la Pascua la víspera del miércoles, y moriría el viernes, la víspera de la fiesta pascual oficial de los sacerdotes y del Templo. Esta explicación además de concordar los datos de los sinópticos y de Juan ofrece la ventaja de explicar mejor el desarrollo de la Pasión del Señor y dar más tiempo (de martes noche a viernes tarde) para toda la secuencia de idas y venidas y juicios que en la narración actual se aglomeran en un espacio de doce horas. Desgraciadamente no hay ninguna evidencia que pruebe que Jesús seguía el calendario esenio, por lo que esto no pasa de ser una conjetura.

Si nos vemos forzados a escoger habrá que decidirse por la cronología de Juan que adelanta la muerte a la víspera de la Pascua. Es más verosímil. Resulta impensable que en el mismo día de la fiesta se pudiesen realizar tantos trabajos (llevar la cruz, compra de perfumes, preparación de la tumba…). El texto nos dice que Simón de Cirene volvía del campo, cosa insólita en una fiesta en la que no se podía viajar ni trabajar. Entonces se nos presenta otro problema. ¿Por qué adelantó Jesús la cena pascual? Conociendo las costumbres judías es impensable que un particular cambie la fecha de la celebración de una fiesta. ¿Será porque preveía que lo iban a matar? ¿Seguía otro calendario? ¿Será más bien que la última Cena no fue una cena pascual? Pero en este caso, ¿por qué los sinópticos nos dicen de manera inequívoca que lo fue?

Quedan dos soluciones plausibles, o suponer que Jesús por motivos desconocidos adelantó la celebración de la cena pascual, o suponer que la última cena no fue una cena pascual, pero que la proximidad de la pascua llevó a los sinópticos a redondear la situación y forzar el paralelismo teológico presentando aquella cena como una verdadera cena pascual, aunque esto supusiese retrasar in día la muerte de Jesús haciéndola coincidir con el mismo día de la fiesta.

Aunque para Juan la Última Cena no fue una cena pascual, y Jesús murió la víspera de la Pascua, sin embargo es cierto que, día más día menos, hay en Juan múltiples alusiones a la fiesta de aquellos días. De hecho hemos visto cómo Juan es el evangelista que más importancia da a las fiestas judías. La hora de la muerte de Jesús coincide con la hora en que los corderos eran degollados en el templo, y la mención del hisopo tiene también resonancias pascuales. La narración comienza con la fechación explícita de una cena “antes de la Pascua”, relacionando todo lo que va a suceder después con aquella fiesta ya tan próxima.

¿Qué parecidos hay entre la cena de los sinópticos y la cena de Juan? Sin duda hay grandes diferencias. Aparte del cambio de fecha, Juan omite los preparativos de la comida (Mc 14,12-26), el relato de la institución de la Eucaristía (Mc 14,23-25), y añade elementos originales como el lavatorio y el largo discurso.

Sin embargo no faltan paralelos aun en detalles muy significativos, sobre todo con Lucas.

1.- El aviso de la traición de Judas se hace en ambos casos durante la comida (Jn 13,18-19; 21-23 = Mc 14,17-21). En ambos casos el traidor aparece como alguien que ha comido con Jesús (Jn 13,18 = Mc 14,18). Se repite también la referencia a mojar en el mismo plato (Jn 13,26-27 = Mc 14,20).

2. El anuncio de la negación de Pedro tiene lugar en ambas tradiciones durante la cena (Jn 13,38 = Lc 22,31-34).

3.- En ambas tradiciones se da durante la cena un anuncio de la dispersión de los discípulos (Jn 16,32 = Mc 14,27).

4. Ambas cenas relatan una lección a los discípulos sobre la humildad (Jn 13,12.17 = Lc 22,24-27).

5. El significado profundo del lavatorio viene a coincidir con el de la Eucaristía en cuanto que ambos son acciones proféticas que revelan la total entrega de Jesús a los suyos. 

 

B) CONTEXTO LITERARIO

Hay buenas razones para pensar que hay una ruptura significativa entre el final del capítulo 12 y el principio del 13 (aceptadas por Culpepper y Mlakuzhyl):

* solemne final del capítulo 12, resumiendo lo que Jesús tiene que decir al mundo.

* la cadenciosa introducción al capítulo 13.

* el cambio de auditorio; ya no son los judíos sino los discípulos.

* la inclusión de la palabra telos que aparece al principio del capítulo, y al final de la pasión con el último grito de Jesús en la cruz: Tetevlestai. 

Con todo otros (Staley, Rissi) piensan que el capítulo 13 está muy conectado con las escenas anteriores desde el punto de vista del relato, y que el verdadero corte hay que ponerlo al principio del capítulo 11, con el final del último viaje de Jesús a Jerusalén. La resurrección de Lázaro provoca la condena de los sacerdotes. 

Nosotros preferimos considerar que el evangelio se divide en dos partes y que la línea divisoria pasa entre el final del capítulo 12 y el principio del 13.

 

C) ESTRUCTURA DEL PASAJE

Indudablemente el lavatorio de los pies, como toda acción profética, pretende transmitir un significado a los discípulos. Disputan los autores sobre cuál es el significado principal pretendido en este gesto. Se ofrecen varias posibilidades.

a) Sentido moralizante: un ejemplo de humildad abnegada.

b) La purificación de los discípulos en virtud de la palabra de Jesús.

c) Un simbolismo sacramental: alusión a la Eucaristía o al bautismo o a ambos a la vez.

d) Simbolismo de la muerte y resurrección de Jesús.

Sería largo exponer las razones a favor de cada una de estas interpretaciones. Con R. Brown vemos en este pasaje un doble significado. Es frecuente en Juan esta polivalencia simbólica. Ya vimos como el discurso del pan de vida podía leerse en clave sapiencial o sacramental.

En este caso se van a dar en el evangelio dos interpretaciones distintas al hecho, una a continuación de la otra. La primera interpretación (vv. 7-11) se desarrolla en el diálogo mantenido entre Jesús y Pedro. Se trata, según nosotros, de la interpretación primaria y más profunda del lavatorio, aquella que los discípulos sólo pudieron comprender más tarde. Esta referencia primaria es la de una acción profética que simboliza la pasión y muerte de Jesús y su efecto salvífico sobre los discípulos.

La segunda interpretación, que llamaremos moralizante, se desarrolla en el discursito de Jesús después de ponerse sus vestidos y sentarse a la mesa (vv. 12-19). Aquí el lavatorio de los pies se nos propone como un ejemplo de humildad y servicialidad a imitar por los discípulos.

Dentro de la primera interpretación cabría ver ciertas resonancias más implícitas de tipo sacramental, sobre todo al bautismo.

Desde el punto de vista de la historia de redacción del texto, cabría preguntarse cuál de estas dos interpretaciones pertenece a la redacción original del evangelio y cuál ha sido añadida después en otras ediciones. Personalmente no vemos ninguna razón que nos obligue a dar prioridad temporal a ninguna de las dos interpretaciones. ¿Por qué van a tener que pertenecer necesariamente a diversas ediciones? ¿Por qué no pudieron estar presentes ya las dos en la primera edición?

Pasemos ya a exponer la exégesis del pasaje en el curso de la cual haremos ver el sentido de ambas interpretaciones, la cristológica (vv. 6-11) y la moralizante (vv. 12-19).

 

D) EXÉGESIS DEL TEXTO

v.1 Antes de la fiesta de la Pascua, consciente Jesús de que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final. 

En este pórtico al Libro de la gloria advertimos una gran solemnidad, cargada de profunda emoción. Fuera o no fuera cena pascual la última comida de Jesús con los suyos, no cabe duda de que en los sinópticos y también en Juan la narración tiene como telón de fondo la fiesta de la Pascua.

Recordemos que para Juan se trata de la tercer Pascua. En las dos anteriores Jesús ha realizado signos profundamente significativos de lo que va a representar esta tercera. La llegada de la Pascua había venido preceda por varios clarinazos de atención: “Estaba ya cerca la Pascua” (11,51). “Seis días antes de la Pascua” (12,1). Y ahora al llegar el momento dice: “Antes de la Pascua” (13,1).

Llega la hora esperada; hora que se define como la hora de pasar de este mundo al Padre. Pasar -metalambavnein- se usa en 5,24 y en 1 Jn 3,14. En los tres casos significa el paso de la muerte a la vida por amor. Desde Beda el Venerable muchos han visto aquí un juego de palabras con el nombre hebreo de la Pascua, que según algunos, entre ellos la Vulgata, significa en hebreo “paso” (Ex 12,11) o salto (Ex 12,13).

Toda la vida de Jesús es un movimiento pendular que va desde el Padre hacia el Padre. “Salí del Padre y viene al mundo; otra vez dejo el mundo y vuelvo al Padre” (16,22). Jesús va a consumar su éxodo, su salida de este mundo para entrar en la esfera del Padre.

Había amado a los suyos. Este ha sido el tema de la primera parte del evangelio, el libro de los signos. Los signos no han sido sino manifestaciones parciales de este amor, de la gloria de Jesús que equivale a su capacidad de amar.

Este amor mostrado hasta ahora parcialmente por los signos, el agua, la luz, el pan, el vino, la resurrección de Lázaro, va a ser mostrado ahora en toda su perfección. La muerte de Jesús va a ser la revelación insondable del amor de Jesús por los suyos, amor mostrado en obras, pero también en palabras. “Como el Padre me ha amado, así también os he amado yo” (Jn 15,9). Si no hay mayor amor que dar la vida, es lógico que en la muerte de Jesús se muestre la manifestación más cumplida del amor.

Hasta el extremo -ei[" tevlo"- tiene un doble significado: a) total, absolutamente; b) hasta el final de la vida, hasta el último suspiro. Y esto es precisamente lo que va a significar el lavatorio de los pies en su interpretación cristológica. El verbo telein aparece en las últimas palabras de Jesús en la cruz: “Todo se ha cumplido”, es decir, “el amor ha llegado hasta el fin”, tetevlestai (19,30). Aparece así una inclusión que abarca el relato entero de la Pasión.

Por otra parte Jesús llega a la muerte conscientemente. Nadie le va a quitar la vida. Su muerte no es un accidente. El amor se adelanta a la cita. La muerte no puede quitar nada a Jesús de lo que él no se haya despojado antes previamente por amor. 

v.2: Estaban cenando. El enemigo ya le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregar a Jesús.

El texto según los códices Sinaítico y Vaticano puede significar: “El enemigo ya se había metido en su cabeza que Judas traicionase a Jesús.

Tres veces se alude a la traición de Judas a lo largo del lavatorio. Una al principio (13,2), otra al medio (v.11) y otra al final (v.18). La luz va a brillar más en contraste con la tiniebla. Cuanto más densa es la tiniebla, más resalta el triunfo de la luz. Judas-judíos-Judea son un campo semántico de instrumentos del enemigo en aquella coyuntura. Judas se ha hecho servidor del dinero, el dios a quien adoraban las estructuras mercantiles del templo. Pertenece totalmente a la codicia de este mundo que no puede recibir a Jesús (cf. 1 Jn 2,16).

Judas entrega a Jesús. Se utiliza continuamente el verbo paradidovnai. Todos le entregan. Satanás entrega a Jesús a Judas. Judas le entrega a los sacerdotes (13,2); éstos le entregan a Pilatos (18,30); Pilato a los verdugos (19,16). Pero con ironía Juan nos hace ver que es Jesús el que se ha entregado antes. 

v.3: Jesús consciente de que el Padre había puesto todo en sus manos, y sabiendo que de Dios procedía y a Dios volvía

Continúa el estilo solemne y se repite la idea de la plena conciencia de Jesús (p. 41). Él sabe de dónde viene y a donde va. No es un juguete a merced de un destino ciego. Está seguro de su itinerario y de que su muerte es sólo el tránsito hacia la afirmación total de la vida.

Esas manos en las que reposa todo el poder del Padre, se van a ocupar en el humilde ministerio de lavar los pies. Manos que serán agujereadas y donde Tomás podrá introducir sus dedos (20,20.27). 

v.4: Se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ciño una toalla.

v.5: echó agua en una jofaina y se puso a lavar los pies de sus discípulos y a secarlos con la toalla que llevaba ceñida.

Después de una solemnísima introducción con largos períodos, se quiebra el estilo literario para dar lugar a una serie sucesiva de verbos que narran con minuciosidad unos detalles aparentemente banales. El contraste tan hábil pretende precisamente llamar la atención de que esa sucesión de pequeñas y humildes acciones encierra un mensaje profundísimo. A la hora de la verdad las grandes frases bonitas se tienen que encarnar en pequeños gestos de servicio. Jesús repite con los suyos la acción que la mujer había realizado con él, secando �ejknavssein- sus pies (12,3).

Cuidadosamente escoge sus verbos el evangelista. Se quitó el manto. Utiliza el mismo verbo griego -tiqevnai-que usó para hablar de cómo Jesús depone su vida. No es un verbo griego que se utilice para quitarse uno los vestidos. Cuando se vuelva a poner el manto se utiliza el verbo lambavnein que es el mismo que se usa en 10,17.18 para recobrar la vida. Jesús se quita la vida y la recobra, lo mismo que depone el manto y se lo vuelve a poner. En este tipo de acciones proféticas como las de Jeremías o Ezequiel, los elementos usados adquieren una dimensión simbólica. El lavatorio de pies significa la muerte y resurrección de Jesús. Antes de que los soldados le despojen de los vestidos, Jesús se ha despojado de ellos voluntariamente. Nadie le quita la vida, él la da (10,17). La sucesión de verbos es semejante a la del relato de la Eucaristía.

Correspondiendo a la doble acción de deponer y tomar el manto, está la acción de levantarse de la mesa y volver a sentarse. ¿Simboliza el momento de volverse a sentar junto al Padre, después de haberse puesto a los pies de los hombres para redimirles?

El amor va a llevar a Jesús a humillarse y adoptar la forma de un siervo. El lavatorio de los pies es una hermosa visualización del himno de Filipenses 2. Además de ser un acto de devoción humilde, lavar los pies significa también un acto de amor. En el relato judío alejandrino de la época de Cristo titulado “José y Asenath”, cuando Asenath, prometida de José pretende lavarle los pies, José protesta diciendo que esto puede hacerlo una esclava. Asenath replica llena de devoción: “tus pies son mis pies… Ninguna otra debe lavar tus pies” (20,1: citado por Brown, tomado de Schwank).

En Mekilta Exodus 21.2.82a se dice que el lavado de pies es un servicio humillante que no deben realizar los esclavos judíos, sino los gentiles. En el tratado Pe’a de la Mishnah (1.15c.14) se cuenta que la madre del rabí Ismael quiso lavarle los pies, y éste se negó a consentir en que su madre lo hiciese. Ella en cambio alegó que esto no era una humillación sino un honor, y pidió a un tribunal de rabinos que reprendiesen a su hijo.  

v.6: Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo:

-Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

v.7: Jesús contestó:

-Lo que hago no lo entiendes ahora, lo comprenderás más tarde. 

Se inicia el diálogo con Pedro que va a ser la clave para el significado primario del pasaje. Vemos a Pedro impulsivo, como siempre, y notamos una vez más la habilidad de Juan para mezclar la psicología y la simbología. Aunque sus personajes representan símbolos, conservan los rasgos psicológicos que nos son conocidos por otras fuentes tradicionales. Marta y María conservan en Juan la misma caracterización psicológica que tenían en Lucas. En modo impulsivo de Pedro en el 4Ev coincide con lo que sabemos de él por los sinópticos. La vivacidad e ingenio del ciego de nacimiento contrastan con lo torpe y desmañado del paralítico.

La respuesta de Jesús a Pedro nos introduce en un significado misterioso de la acción de Jesús, que sólo podrá ser comprendido más tarde, cuando el Espíritu lleve a los creyentes a la verdad completa (16,13) y les recuerde todo lo que Jesús les dijo (14,26). Evidentemente que tiene que tratarse de algo más profundo que una mera lección de humildad y servicialidad que hubiera podido ser entendida por los discípulos en aquel mismo momento. Son continuas las alusiones juánicas a un momento interpretativo situado en el futuro en contexto postpascual (2,22; 12,16; 20,9). 

v.8: Le dijo Pedro:

-“No me lavarás los pies jamás”.

Le respondió Jesús:

-“Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. 

Esta frase de Jesús es la clave para comprender el significado cristológico del lavatorio. Hace posible que los discípulos reciban la herencia (literalmente: “tener parte con”). Pero parte (mevro" = heleq) es el término técnico que en los LXX traduce la parte de la herencia (Nm 18,20; Dt 12,12). La humillación de Jesús es causa de salvación para quienes se dejan lavar, se dejan salvar por él.

Pedro rechaza la oferta de Jesús no sólo por que le dé apuro ver a Jesús a sus pies, sino porque rechaza la cruz. Esta frase estaría en paralelo con la de Marcos 8,32, cuando Pedro rechaza la primera predicción de la pasión. Como entonces, también ahora Jesús se muestra firme con Pedro, y le dice que si no acepta la salvación que viene de la cruz, no puede tener parte en la herencia.

Pedro debe dejarse salvar. Debe dejar la iniciativa a otro. Debe primero dejarse lavar, porque él no puede salvarse a sí mismo. Pedro se cree capaz de luchar y combatir por Jesús. Se cree capaz de dar la vida por él (13,37). No comprende que a donde Jesús va él no puede seguirle ahora (13,36). Sólo más tarde es cuando podrá seguirle glorificando a Dios en una muerte como la suya (21,19). Sólo Jesús puede ceñirse a sí mismo. Más tarde le tocará a Pedro el turno de dejarse ceñir (21,7.18).

Antes que nada Pedro debe experimentar su propia debilidad y sentirse perdonado y amado por Jesús. 

v.9: Le dijo Simón Pedro:

-Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. 

Reencontramos la técnica del malentendido. Pedro no ha comprendido lo que Jesús quería decirle. Si el lavado permite compartir la herencia, Pedro piensa que cuanto más lavado, más herencia. Desde su mentalidad competitiva, entiende el lavatorio como un rito que admite un más y un menos. Pero por aumentar la extensión de lo lavado, o por repetir más o menos veces las acciones purificatorias no se aumenta la herencia.

La simpleza de Pedro en su malentendido permite que Jesús, tomando de nuevo la palabra, explique el significado profundo de lo que ha realizado. 

v. 10: Jesús le dijo:

-El que se ha bañado no necesita lavarse. Está todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos. 

La primera frase “el que se ha bañado no necesita lavarse” tiene una crítica textual muy difícil. Existen nada menos que siete variantes en los manuscritos. La mas común es aquella que añade “no necesita lavarse sino los pies”. Pensamos que es una adición de un copista que no había entendido el significado profundo de la acción evangélica y quiso explicarla enredándola más. La lectura que hemos escogido aquí (la lectura breve) viene atestiguada entre otros por el códice sinaítico y los padres latinos anteriores a san Ambrosio.

Se oponen aquí dos verbos louvein y nivptein. El que está bañado -lelounevno"- no necesita lavarse -nivyasqai. El primer verbo es el que se usa en el NT en contexto bautismal, para designar el lavado que representa el Bautismo, cuando el cuerpo entero se sumerge en el agua (cf. Hb 10,22; Ap 1,15; 2 P 2,22 y el sustantivo baño -loutrovn- en Ef 5,26 y Ti 3,5).

El que se ha bañado está todo limpio (también los pies). Vosotros estáis limpios ahora, después de haberos lavado yo. El baño que han recibido es precisamente el lavatorio de pies, entendido no como un rito purificatorio, sino como un rito sacramental. De hecho a Judas le han lavado también los pies, pero no está limpio, porque el lavado no actúa de modo mágico, automático, prescindiendo de las disposiciones interiores. Se disputa si hay que leer en todo este pasaje una alusión al bautismo cristiano. Nosotros pensamos que el bautismo no está en el primer plano de la atención, pero que bien podría estar implicado en el trasfondo.

Jesús trata de evitar que se identifique su acción profética con las abluciones purificatorias judías, las de las hidrias viejas de Caná que tenían que estarse repitiendo continuamente y producían una neurosis de mancha y de limpieza.

Algunos que mantienen la lectura larga del texto han querido ver en ella una alusión a la penitencia. Los que han sido lavados de una vez para siempre en el bautismo, ya sólo necesitan repetir el lavatorio de pies (la penitencia). Cullmannn dice que esta interpretación es luminosamente obvia. Pero nos parece que esta interpretación, basada en la lectura larga, pierde de vista el significado principal del lavatorio como momento de una purificación total e irrepetible que consiste en la inmersión en el misterio de la humillación del Hijo que nos salva de una vez para siempre. 

v.11: Es que sabía quién le iba a entregar, por eso dijo: “No estáis todos limpios”.

Como hemos insinuado, está exclusión impide tomar la frase de Jesús en un sentido mágico o mecánico. Aunque Judas se ha lavado los pies no está limpio. Es él mismo quien se ha excluido de recibir en sí el efecto del lavatorio. 

v.12: Cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, volvió a ocupar su puesto y les dijo:

-¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 

Termina la acción profética con el doble gesto de Jesús que vuelve a tomar el manto (la vida) y vuelve a ocupar su puesto (de donde salió para su humillación). Jesús toma la palabra. El discursito que pronuncia da una segunda interpretación a la acción profética, una explicación que los apóstoles son capaces de comprender en el acto. En la primer interpretación el discípulo tenía una actitud pasiva. Tenía que dejarse hacer, tenía que dejarse salvar. El lavado interior produce en él una configuración con la muerte de Cristo que le permitirá insertarse en su dinámica de humillación salvífica. Ahora ya será él también capaz de actuar como Jesús.

Sin la primera interpretación caeríamos en un simple moralismo, en el que Jesús se limitaría a ser un simple ejemplo de virtudes que nosotros podríamos imitar sin más. Y no es así. Para poder lavar los pies a los demás primero debemos dejarnos lavar de nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia. Sólo con un corazón limpio podremos lavar los pies de los otros.

Pero sin la segunda interpretación el lavatorio podría quedarse en un simple rito que no nos cambia interiormente. La pascua de Jesús debe llevarnos a una pascua propia en la que pasemos de la muerte a la vida. Sólo sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida cuando amamos a los hermanos (1 Jn 3,14). En esto sabemos que verdaderamente estamos limpios, si obramos como obró Jesús. 

v.13: Vosotros me llamáis “Maestro” y “Señor”, y con razón, pues lo soy.

v.14: Pues si yo, el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. 

Algunos han pensado si la escena del lavatorio sería sólo una dramatización del evangelista para presentar en acción el dicho lucano “Yo estoy en medio de vosotros como quien sirve” (Lc 22,27). No es éste el estilo de Juan. Su genio es precisamente explicitar el sentido profundo teológico no de escenas inventadas por él, sino de escenas que le llegan de la tradición. El núcleo básico de la historia nunca lo inventa, si bien lo manipula con mucha libertad para conseguir unos resultados más efectistas en lo dramático y en lo teológico. Nada nos hace pensar que la escena del lavatorio haya sido inventada por Juan. Jesús realizó este tipo de acciones proféticas en su vida; recordemos cuando se montó en el borrico, o la maldición de la higuera estéril. El lavatorio es una más de estas acciones.

Si bien no podemos reducirnos a un moralismo estrecho, sin embargo sí es cierto que el cristiano debe imitar las acciones de Jesús, el estilo de vida de Jesús, desde el espíritu en el que Jesús actuó. El amor pascual nos pone a los pies los unos de los otros, y los discípulos deben amarse unos a otros “como Jesús les amó” (cf. 13,34). El amor se concretiza en actos de servicio mutuo, que la Iglesia practicó desde el principio, aun a la letra. Las viudas de las primitivas comunidades debían practicar la hospitalidad para con los santos y lavarles los pies (cf. 1 Tm 5,10). 

v.15: Porque os dejo un ejemplo para que hagáis igual que yo he hecho con vosotros. 

Esta frase hay que entenderla en un sentido amplio. No se limita al mero hecho de lavar los pies. Lo que hay que imitar ante todo es una actitud que florecerá en miles de pequeños y grandes actos de servicio que llegarán hasta dar la vida.

El episodio del lavatorio no es una instancia aislada que haya que imitar, es más bien una clave de lectura y de comprensión de la vida de Jesús. 

v.16: En verdad, en verdad os digo que el criado no es más que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. 

Este verso tiene hondas resonancias sinópticas. “Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo” (Mt 10,24). “Un discípulo no es más que su maestro, aunque cuando haya terminado su aprendizaje llegará a ser como su maestro” (Lc 6,40). Mateo en cambio dice: “Le basta al discípulo ser como su maestro” (Mt 10,25). Probablemente unos y otros dichos se inspiran en diversas colecciones de dichos del Señor. De hecho Jn 12 y 13 son los capítulos que reproducen varios dichos similares a los de Mt 10 (Jn 12,25 = Mt 10,39; Jn 12,26 = Mt 10,38; Jn 12,44 = Mt 10,40; Jn 13,16 = Mt 10,24-25; Jn 13,20 = Mt 10,40; Jn 15,18-16,4 = Mt 10,17-25). Probablemente Jesús estaba citando un proverbio que no era suyo, sino que era un dicho popular de la época.

Es interesante fijarse que también Lucas tiene un discursito sobre la humildad situado en este mismo contexto de después de la Cena. ¿Se habrán dado contactos literarios o será una simple coincidencia? 

v.17: ¿Lo entendéis? Pues dichosos vosotros si lo cumplís. 

Se ha acusado a Juan de un cierto gnosticismo, es decir, de poner la perfección del hombre en el conocimiento, y de un cierto luteranismo, es decir basar toda la conducta humana en la fe. Sin embargo en Juan no basta el conocer, ni basta sólo el creer. El evangelio no es una gnosis ni un fideísmo. La bienaventuranza de este verso no se refiere a los iniciados en ciencias ocultas para filósofos o místicos. Son bienaventurados los que lo ponen en práctica.

El género literario del macarismo (“Bienaventurados…”) es típico del lenguaje bíblico y del lenguaje de Jesús en los sinópticos. Mateo recoge 13 macarismos, Lucas 15. Marcos en cambio curiosamente no tiene ningún macarismo, lo cual revela que este género procede de la fuente Q. Juan sólo tiene dos macarismos, éste del lavatorio, y otro al final del evangelios: “Dichosos los que sin ver creerán” (20,29). El Apocalipsis en cambio contiene 7 macarismos. 

v.18: No lo digo por todos vosotros -yo sé bien a quién elegí- sino para que se cumpla la Escritura: ‘El que come mi pan me ha puesto la zancadilla’.

v.19: Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que YO SOY. 

Tercera alusión a la traición. Queda claro que Jesús era consciente de lo que estaba pasando. No fue un ingenuo engañado. Ya cuando eligió a Judas sabía qué clase de hombre era. Pero todo sucedió para que se cumpliese la Escritura.

La cita del Salmo 41,10 también está en el transfondo de la afirmación de Mc 14,18: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar, uno que está comiendo conmigo”, si bien Mc cita más conforme al texto de los LXX y Jn conforme al TM.

Esta cita y especialmente el uso del verbo trwvgein y no ejsqivein de Mc y los LXX, nos recuerda la segunda parte del discurso del Pan de Vida, en el que tanto se usaba el verbo trwvgein al referirse a la carne del Hijo del Hombre (56,51-58), añadiendo en el mismo contexto una alusión a la traición de Judas.

Se repite la fórmula YO SOY que ya hemos analizado en varias ocasiones. 

v.20: En verdad, en verdad, os digo que quien reciba a cualquiera que yo mande, me recibe a mí; y quien me reciba a mí, recibe a quien me envió. 

Este dicho de Jesús está emparentado con otro que aparece en Mateo en el capítulo 10,24-25. En Jn aparece totalmente fuera de lugar y no guarda ninguna relación aparente ni con el lavatorio ni con lo que sigue. La única intención del evangelista ha podido ser el conservar este dicho junto con los otros ya precedentes de la misma fuente y que habían sido citados en el contexto de la cena. No teniendo otra oportunidad mejor para incluirlo, el evangelista lo metió aquí de una manera un tanto forzada.