EL EPÍLOGO

 

 

A) CRÍTICA LITERARIA

     1. Relación con el resto del Evangelio

     2. Historia de las tradiciones

B) EXÉGESIS DEL TEXTO

    

 

A) CRÍTICA LITERARIA

 

1. Relación entre Jn 21 y el resto del Evangelio

 

a) Apéndice, suplemento, epílogo

Desde el punto de vista textual el evangelio siempre circuló con el epílogo. No existen manuscritos en los que falte.

Sin embargo, por motivos de crítica interna, muchos especialistas piensan que el capítulo 21 fue añadido después de compuesto el evangelio, y probablemente por alguien distinto del propio evangelista.

Razones principales:

* En 20, 30-31 hay un final claro que suena a acorde final.

* En 20,29, después de narrar las apariciones se consigna una bienaventuranza de los que no han visto. Es raro que después de esto se vuelva a narrar otra aparición más.

* El relato del capítulo 21 enlaza mal con el 20. Después de haber visto a Jesús en Jerusalén, ¿por qué han vuelto los discípulos a Galilea a su vida ordinaria? Si ya le han visto dos veces, ¿por qué les cuesta tanto reconocerle?

No nos gusta hablar de apéndice (es el nombre utilizado para hablar del apéndice de Marcos, escrito en una óptica diversa a la del resto del evangelio). En Jn 21, sin embargo, nos mantenemos en la órbita del evangelio.

Tampoco nos gusta suplemento, porque algunas de las noticias aportadas por Jn 21 no son necesariamente posteriores a las de Jn 20.

Preferimos hablar de epílogo, un discurso añadido a una pieza dramática para completar algunas ideas que quedaron pendientes. De este modo el epílogo viene a equilibrar el prólogo puesto al principio.

 

b) ¿Escrito por el evangelista o por un redactor?

Indudablemente Jn 21 pertenece al corpus juánico. Las afinidades teológicas, literarias y gramaticales son muy grandes. En cualquier caso el autor del prólogo debió ser un cristiano de la comunidad juánica. Veamos algunos de los rasgos típicamente juánicos:

* Mar de Tiberíades (cf. 6,1).

* Simón Pedro (1,40…) Tomás el Mellizo (11,16).

* �wjyavrion para “pez” (6,9.11).

* La pareja de Pedro y discípulo amado.

* El fuego de brasas (18,18).

* El número en la secuencia de apariciones en v.14.

* Referencia a otras obras del Señor (20,30).

* Uso del verbo scivzein, rasgarse (19,24).

* Nombre del padre de Simón (1,42).

* Natanael de Caná de Galilea (1,45-49).

* La imagen de las ovejas (10,1-2: passim).

* El doble Amén y el simbolismo del v.18.

* Reminiscencias de 6,11 en el desayuno.

* Tema del testigo auténtico (19,35).

* Uso del verbo eJlkuvein arrastrar (6,42; 12,32).

* Importancia del amor a Jesús.

* Seguimiento de Pedro en la muerte (13,36).

Se entenderá mejor lo que queremos decir contrastando el epílogo con el episodio de la adúltera (7,53-8,11), que también es un añadido al evangelio, pero que no pertenece en absoluto a la órbita juánica.

A pesar de estas afinidades literarias y teológicas hay ciertas diferencias de estilo que sugieren que el capítulo 21 es de una mano distinta de la del evangelista.

* Los hijos del Zebedeo (nuevos)                    * ajpov con sentido partitivo en v.10.

* El contig: su;n sovi del v. 3.                           *verbo epistrevfein strevfein (v12,40).

* prwi?a del v.4 en vez de prwiv (20,1).             * la causativa ajpov del v.6.

* 28 palabras originales de Jn 21                     * ijscuvein en vez de duvnasqai (passim). 

Un poderoso argumento para razonar que no ha sido el evangelista el que ha añadido el epílogo, es que si hubiese sido el mismo, habría retocado la conclusión del capítulo 20. Pero el redactor ha tratado con tal reverencia el evangelio como si fuese para él un testo ya sagrado y canónico, y no se ha atrevido a cambiar nada, sino que se ha limitado a añadir nuevos materiales.

Pensamos que el redactor fue un discípulo juánico que compartía la misma espiritualidad y desearía completar el evangelio con nuevos materiales procedentes ellos también de la escuela juánica.

Al mismo tiempo deseaba subrayar ciertos temas teológicos concretos. Esto no quiere decir, como pretende Bultmann, que el redactor quisiera corregir el evangelio: subrayar la sacramentalidad en un evangelio antisacramental o subrayar la eclesialidad en un evangelio antieclesial. Pero sí hay claramente indicios de que el redactor quería intensificar determinadas líneas teológicas que para su gusto no estaban suficientemente resaltadas en el resto del evangelio.

En concreto, el epílogo resalta la misión apostólica con la imagen de la pesca, reseña la rehabilitación de Pedro y su preeminencia en la Iglesia, corrige una interpretación errónea acerca de la muerte del discípulo amado. En conjunto todos estos temas inciden en una mayor eclesialidad del cap. 21, y en una visión más armónica de la relación de la comunidad juánica con las otras iglesias apostólicas, que quizás responda a un progresivo movimiento de incorporación de la comunidad juánica en el seno de la gran Iglesia.

 

2. Historia de las tradiciones

Un detallado análisis del c. 21 ha llevado a muchos exegetas a concluir que la estructura del pasaje es muy compleja. Se postula como posible solución a esta complejidad el que se hayan fusionado aquí dos escenas diversas referentes a distintas apariciones de Jesús. Una se centraría en la persona de Pedro y hablaría sobre una pesca. La otra se fijaría en el grupo de los discípulos y se centraría en una comida. Ambas tradiciones le llegaron quizás ya fundidas al redactor, que luego ha introducido muchos elementos redaccionales típicamente juánicos.

 

a) La aparición a Pedro

La primera aparición de la lista de 1 Co 15,5 es la aparición a Cefas. Pablo no la localiza. Lc supone que esta aparición tuvo lugar el mismo día de Pascua y en Jerusalén, porque al regresar los de Emaús la aparición a Pedro ya había tenido lugar (Lc 24,34).

Hay motivos para pensar que la localización lucana de todas las apariciones en Jerusalén obedece a motivos redaccionales, aunque también hay motivos para pensar que las primeras apariciones tuvieron lugar en Jerusalén, tal como lo cuentan Lucas y Juan.

En Mc 16,7 el ángel da instrucciones a los discípulos y a Pedro de que vayan a Galilea, pues allí verán a Jesús, con lo que parece mostrarse totalmente ignorante de una aparición a Pedro en Jerusalén en el domingo de Pascua.

El evangelio apócrifo de Pedro sitúa en Galilea la primera aparición de Jesús a Pedro. Por otra parte en Jn 21 no hay ninguna alusión a que Jesús se hubiese aparecido anteriormente a Pedro. Antes bien, la lentitud de éste en reconocerlo parece excluir esta posibilidad. La actitud de Pedro ante el Maestro delata el embarazo y el remordimiento propio de un primer encuentro después de las negaciones. Si Jesús se hubiese aparecido ya antes a Pedro no se explica por qué volvió otra vez a la pesca en el lago, a su vida ordinaria.

Lo que sí parece claro es que en el relato tradicional de la aparición de Jesús a Pedro, Pedro estaba solo. Es precisamente esta aparición uno de los motivos para la singularidad de Pedro en la primera Iglesia. Parece incluso que Pedro fue el encargado de robustecer la fe de los otros apóstoles, y de congregarlos, en virtud de aquel encuentro personal que había tenido con el Señor. Este puede ser el sentido de Lucas cuando dice: “Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22,32). Esto favorece el hecho de que en esta aparición Pedro estaba solo, y que fue anterior a la aparición a los Once.

El hecho de que en el epílogo Pedro aparezca acompañado de los discípulos, puede ser una señal de que en este caso se están fundiendo dos relatos de apariciones, una a San Pedro solo y otra a los Once.

Así pues el epílogo nos estaría narrando aquí a su modo la tradición de la aparición a Pedro a la que aluden Pablo, Marcos y Lucas. Quizás puedan pertenecer a esta tradición algunos de los detalles que los sinópticos han situado en la vida pública de Jesús. Me voy a referir en concreto a tres pasajes sinópticos, dos de Mt y uno de Lc que pueden encontrar paralelos en Jn 21. Es claro que tanto en Mt como en Lc estos pasajes han sido añadidos, pues no pertenecen ni a la triple tradición ni a la fuente Q. ¿Cuál había sido el contexto original de estos relatos? Aventuramos que hubiera podido ser precisamente la aparición a Pedro que Juan ha reflejado en Jn 21. Estudiaremos cada uno de los tres textos. 

Pedro camina sobre las aguas (Mt 14,25-33).

Aunque ya Juan nos ha narrado este episodio en el capítulo 6, allí no se nos habla de que Pedro saliese de la barca. Sólo Mateo nos dice que Pedro se tiró al agua al encuentro de Jesús. Si Mateo conocía un material postpascual de Pedro yendo a Jesús sobre el agua y no pensaba narrarlo en sus apariciones, éste hubiera sido un buen momento para incluirlo. Algunas semejanzas son notables.

* Pedro ve a Jesús a cierta distancia.

* No lo reconoce al principio.

* El miedo al fantasma (Mt 14,26) era un elemento en los relatos de apariciones (Lc 24,27).

* Se dirige a Jesús con el título de “Señor”.

* Salta fuera de la barca hacia Jesús.

* Jesús socorre a Pedro después de haberlo reñido.

Pero hay que reconocer también que son muchas las diferencias, sobre todo en el hecho de que en Jn 21 Pedro va a Jesús nadando, y no hay ninguna alusión al carácter milagroso del camino de Pedro sobre las aguas que es evidente en Mateo. 

Pedro roca fundamental de la Iglesia (Mt 16,16-19).

Los tres sinópticos recogen la escena en la que Pedro declara que Jesús es el Mesías. Sólo Mateo consigna la respuesta de Jesús a Pedro cambiando su nombre y haciéndole una serie de promesas. Una vez más Mateo ha añadido aquí un texto que no venía en Marcos o en Q. ¿Dónde encontró la fuente de Mateo este material y estos logia de Jesús? Muchos piensan que en la escena de la aparición de Jesús a Pedro después de la resurrección. Quizás habría una narración muy extensa de esta conversación, de la que Mateo tomó las imágenes de la roca, del primer ministro (llaves) y del atar y desatar, mientras que Jn 21 ha tomado la imagen del pastor y la de perdonar e imputar. Por otra parte el cambio de nombre de Simón que Mateo trae en este contexto, ya lo había adelantado Juan al primer encuentro de Jesús y Pedro al principio del ministerio apostólico (1,42). 

La pesca milagrosa (Lc 5,1-15).

Lucas ha añadido el episodio de la pesca milagrosa al relato de la vocación de los discípulos junto al lago narrado por MM. De nuevo surge la pregunta: ¿Ha añadido Lucas o han abreviado MM? Nos inclinamos claramente por lo primero. Y si es Lucas el que ha añadido, cuál era el contexto del relato de la pesca tal como estaba en la fuente utilizada por Lucas?

La crítica interna del pasaje lucano no aporta pruebas decisivas a favor de una u otra posibilidad. En cambio sí impresiona ver los muchos paralelismos entre la pesca de Lc 5 y la de Jn 21.

* Toda la noche pescando sin coger nada.

* Jesús les dice que echen las redes.

* Al obedecer se recoge una pesca abundantísima.

* Se menciona el efecto del peso de la pesca sobre las redes.

* Pedro es el único que reacciona ante aquella captura.

* Se le da a Jesús el título de Señor.

* Los otros pescadores permanecen mudos.

* Al final aparece el tema de seguir a Jesús.

* La pesca simboliza el éxito de la tarea apostólica cristiana.

* Lucas usa por única vez el nombre de Simón Pedro (5,8) que es una expresión exclusiva de Juan (1,40; 6,8.68; 13,6.9.24.36; 18,10.15.25; 20,2.6; 21,2.3.7.11).

* Hay semejanzas de vocabulario en los términos náuticos.

* Se mencionan los hijos de Zebedeo.

* Pedro reconoce su condición de pecador. 

No es verosímil que se trate de dos pescas distintas. ¿Cuál de los dos evangelios nos presenta la forma más original del relato y su encuadramiento cronológico? ¿Cuándo tuvo lugar la pesca milagrosa, durante el ministerio de Jesús o en una de sus apariciones?

Nos inclinamos a pensar que es Juan quien nos conserva el verdadero contexto, al tener en cuenta que en general las transposiciones han tenido siempre lugar de la Pascua al ministerio de Jesús y no viceversa. Por otra parte, dada la intención clara de Lucas de no sacar ya a Jesús de Jerusalén una vez que culmina allí su vida, se ve claro que no podía narrar la aparición en el lago y por eso ha tenido que hacer el montaje de la pesca milagrosa en otro lugar de su evangelio. Su opción de incluir este material en el momento en que el relato de Marcos nos narra la vocación de los pescadores, ha sido una elección muy feliz.

Resumiremos citando a Brown a quien hemos seguido muy de cerca en este estudio: “La pri­mera aparición de Jesús a Pedro se produjo mientras éste estaba pescando. Hubo una pesca mi­lagrosa al obedecer Pedro la orden de un personaje en la orilla a quien Pedro reconoció sólo después como Jesús resucitado. Pedro saltó de la barca para ir a su encuentro, y en el curso del relato sub­si­guiente reconoció su pecado, fue restablecido en la amistad de Jesús y recibió una misión por la que adquirió una autoridad destacada en la comunidad”. Juan ha conservado este relato más fielmente que Lucas y lo ha mantenido en su original contexto pascual. Además ha mezclado materiales procedentes de otra tradición de comida de Jesús con los Once discípulos, que Lucas ha situado con­forme a su cuadro redaccional en Jerusalén. También ha elaborado mucho la conversación entre Jesús y Pedro, la triple pregunta y la confesión en lenguaje juánico, y ha añadido el tema del contraste entre Pedro y el discípulo amado.

Pero no olvidemos que no todos están de acuerdo en situar la aparición a Pedro en el lago. Es verdad que éste es el emplazamiento de Jn 21, y del evangelio de Pedro que la sitúa en el lago “el último día de los ácimos”. El emplazamiento galileo viene también abonado por las palabras del ángel a las mujeres en Mt y Mc.

Pero si, como pensamos, es muy probable que las primeras apariciones fueran en Jerusalén el mismo domingo de Pascua (p 41), entonces es allí donde habría que situar la aparición a Pedro, que sin duda fue anterior a las otras apariciones a los discípulos. Algunos piensan que la leyenda del Quo Vadis, en la que Jesús se aparece a Pedro cuando éste huye de Roma, puede estar inspirada en la tradición de que Jesús se apareció a Pedro en el momento mismo en que éste huía de Jerusalén camino de Galilea (Fuller, Burkitt). Es claro que de haberse producido la aparición en este contexto, que por otra parte es paralelo al contexto de los de Emaús, la reacción de Pedro habría sido la misma que la de los de Emaús: regresar inmediatamente a Jerusalén.

 

b) La comida en la playa

Decíamos al principio que en Jn 21 se habían fusionado quizás dos tradiciones distintas: la de la aparición a Pedro y la de la comida de los discípulos. Ya hemos estudiado la primera, pasemos a ver la segunda.

Según MM (mensaje del ángel a las mujeres) las apariciones de Jesús a los discípulos tuvieron lugar en Galilea. Mateo sitúa concretamente la aparición en el monte donde Jesús les había citado. Pero teniendo en cuenta el simbolismo teológico que el monte ha tenido a lo largo de todo el evangelio, bien puede tratarse de un dato redaccional.

Si los discípulos volvieron a Galilea es posible que el encuentro tuviese lugar en el lago, donde vivían los discípulos. Reconstruiríamos la escena así: “En algún lugar de las inmediaciones del lago un hombre invitó a los discípulos hambrientos a comer una comida consistente en pan y pescado. El aspecto de aquel hombre era familiar. Vacilaban y no se atrevían a preguntar. Finalmente cayeron en la cuenta de que era el Señor cuando éste les dio de comer con unos gestos que recor­daban la multiplicación de los panes”.

En las apariciones lucanas en Jerusalén Jesús se aparece en el contexto de una comida. El relato de Jn 21 y el de Lucas son muy diferentes, pero tienen también muchas semejanzas. Quizás podría ser otra versión de la misma aparición a los discípulos del cap. 21.

 

c) Otras tradiciones

Junto con estos dos relatos tradicionales de la aparición a Pedro y la comida con los Once, encontramos en Jn 21 otros fragmentos que derivan de tradiciones exclusivas de la comunidad juánica, como el logion del Señor sobre la muerte del discípulo amado, y la confrontación de su destino con el de Pedro.  Este tema ya estaba insinuado en 13,36: “Me seguirás después”. Sin duda cuando se redacta el evangelio el martirio de san Pedro ya había tenido lugar. 

Muchos escrituristas no están de acuerdo con la versión sintética que hemos ofrecido aquí, que reduce a un mínimo el número de tradiciones sobre las apariciones de Jesús, y trata de entender las diferencias entre las distintas apariciones como debidas a actividad redaccional de los evangelistas. Pudiera bien ser que en realidad los distintos evangelios estén siguiendo tradiciones de apariciones diversas de Jesús, y que las diferencias entre los relatos no obedezcan a distinta actividad redaccional sino a diversas tradiciones, y últimamente a diversas apariciones. Es prácticamente imposible llegar a un acuerdo unánime sobre este tema.

 

 

v.1: Algún tiempo después se manifestó de nuevo Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades y se manifestó de esta manera.  

Una introducción tan vaga apenas puede ligar este episodio con el último que se narró en el evangelio. Esto favorece la tesis de que el cap. 21 es un epílogo.

El verbo manifestarse -fanerou'n- lo usa Juan muy a menudo (6 veces) pero no para referirse a apariciones del Resucitado. El apéndice de Marcos usa este verbo para referirse a las apariciones (16,12.14).

En Juan este verbo denota un surgir de la oscuridad, una manifestación de la gloria (2,11), del nombre de Dios (17,6), de Jesús a Israel (1,31). Jesús se negará a las pretensiones de sus familiares de “manifestarse al mundo” (7,4).

También en 6,1 se llama al lago “mar de Tiberíades”, adaptándose al uso de los gentiles. Juan es el único de los evangelistas en llamar al lago de esta manera.

 

v.2: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. 

Los discípulos están juntos formando una comunidad. Insistiremos a lo largo de este capítulo en la dimensión comunitaria eclesial del texto. Pedro es mencionado el primero según la forma exclusivamente juánica de referirse a él: Simón Pedro.

Ciertamente sólo son siete, y no once. Juan no da tanta relevancia al grupo de los Doce en cuanto tal, ni nos da una lista de sus nombres, ni narra el momento de su designación. Sin embargo sí conoce la existencia de este grupo pues en dos ocasiones menciona el hecho de que un discípulo pertenece a los Doce: Judas (6,71) y Tomás (20,24). En cuanto grupo sólo aparece después de la multiplicación de los panes, en el momento de la gran crisis (6,67.70).

Algunos han visto en este minimizar la importancia de los Doce una intención de no ligar demasiado la Iglesia con el Israel de las doce tribus. Jesús no reconstituye el nuevo Israel, sino que viene a crear un pueblo abierto a los gentiles. Por eso quizás no le interesa subrayar la institución de los Doce, aunque no la rechaza (Ap 21,12-14). Otros piensan que no quiere prestigiar demasiado la institución de los Doce porque el discípulo amado no sería uno de ellos, y no quiere debilitar su status evangélico. Otros piensan que Juan quiere subrayar sólo la categoría igualitaria del discípulo y creyente, sin primar otros status jerárquicos dentro de la comunidad.

Ya en la introducción estudiamos la importancia que puede tener la lista de discípulos en este pasaje al tratar de identificar la personalidad del discípulo amado (p. 9). Para algunos el DA sería uno de los dos innominados; para otros sería uno de los hijos del Zebedeo. Según el evangelio de Pedro los innominados eran Andrés y Leví.

 

v.3: Les dijo Simón Pedro:

-Voy a pesar.

Le contestaron:

Vamos también contigo. 

Muy interesante este versículo si consideramos que la pesca simboliza a lo largo de todo el pasaje la actividad apostólica de la comunidad.

La iniciativa es tomada por Pedro; los demás la secundan y le acompañan. Pedro es la figura central del episodio. El tiene la iniciativa y dirigirá también la operación del arrastre de los peces.

 

v.3b: Salieron, subieron a la barca, pero aquella noche no cogieron nada. 

La noche simboliza la ausencia de Jesús, cuando no se puede trabajar (9,4). “Sin mí no podéis hacer nada” (15,5). Están destinados a ir y dar fruto abundante, pero sólo en comunión con Jesús. También en el cap. 6 se nos presentó a los discípulos solos en la barca sin Jesús, sin poder avanzar porque el viento era contrario. Sin embargo desde el punto de vista técnico la noche es el momento más propicio para la pesca, como subraya Lucas en su relato. Así se pone de relieve lo prodigioso de la pesca y su no dependencia de las mediaciones y técnicas humanas. La palabra de Jesús es más poderosa que todas las circunstancias favorables. Aunque este dato esté más puesto de relieve por Lucas, la conclusión es tan obvia que no ha podido pasar desapercibida al autor de Jn 21.

 

v.4: Al llegar el amanecer se presentó Jesús en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.

El amanecer es el final de la noche y coincide con la presencia de Jesús. Esta presencia es gradual como la luz de la mañana. También se mencionó en el relato de la Magdalena (20,14). Gradualmente va a ir amaneciendo en el corazón de los discípulos que lo irán reconociendo poco a poco. Jesús aparece en la línea divisoria entre el día y la noche, entre el agua y la tierra. Tenemos una sugerencia de lo que hemos dado en llamar un paisaje psicológico.

 

v.5: Les pregunto Jesús:

-Muchachos, ¿habéis cogido algo para comer?

Ellos contestaron:

No.

El término “muchachos” -paidviva- es un diminutivo. Jesús lo usa aquí como lo usaría un hombre para dirigirse a un grupo de pescadores desconocidos con un matiz coloquial: chicos.

Por otra parte la expresión era usada en la forma griega coloquial para preguntar a cazadores o pescadores si habían tenido suerte. Los chistes y bromas sobre cazadores o pescadores frustrados perteneces a todas las épocas y culturas.

En este brevísimo diálogo hay un fino matiz de ironía, tanto en la pregunta de Jesús como en la respuesta seca y malhumorada de los discípulos. Es parte del talento dramático de Juan. De hecho, dice Brown, en el evangelio los discípulos no son capaces de pescar un solo pez sin Jesús.

Para designar los peces se usan en este pasaje tres palabras diversas: ijcquv", prosfavgion y wjyavrion. Prosfavgion es una palabra genérica que designa lo que se come con el pan, companaje, y que pasó a designar el pescado, dada la costumbre de comerlos juntos. Por eso lo traducimos no por “pez”, sino por “algo para comer”. Quizás la variedad de nombres para designar los peces se deba a las diversas fuentes que han sido incorporadas.

 

v.6: El les dijo:

-Echad la red a la parte derecha de la barca y encontraréis.

La echaron, pues, y no tenían fuerzas para arrastrarla, dada la multitud de los peces. 

(Varios códices importantes traen una adición tomada de Lc 5,5: P66, Sinaítico, versión etiópica).

El verbo arrastrar es una variante del que usa Juan para designar el poder de atracción de Jesús. “Si mi Padre no lo atrae” (6,44); “Atraeré todos hacia mí” (12,32). Recordemos que el último texto venía a propósito de los griegos que querían ver a Jesús. El Resucitado cumple su promesa de atraer a todos hacia sí. La palabra “muchedumbre” de peces -plh'qo"- la había utilizado ya el evangelista para designar a la muchedumbre de enfermos en la piscina de Betesda (5,5).

 

v.7: El discípulo a quien amaba Jesús le dice entonces a Pedro:

-Es el Señor. 

La primacía del reconocimiento la tiene el DA, tal como se ha venido haciendo a lo largo de todo el evangelio, especialmente en 20,2. En la abundancia de la pesca reconoce la presencia de su Señor. Ya dijimos que es el amor el que le da una sensibilidad especial para conocer las señales.

No se negará a Pedro su primacía en el orden de la organización de la comunidad, en el dirigir las faenas de la pesca, en apacentar los corderos, pero la primacía de la intimidad la tiene siempre el DA.

 

Simón Pedro, al oír que era el Señor, se recogió el blusón, pues estaba desnudo debajo, y se tiró al mar. 

Veamos primero cuál fe la acción de Pedro, antes de estudiar su sentido simbólico. Pedro no estaba desnudo, porque entre los judíos no es estilaba la desnudez y además era el amanecer. Lleva puesto el blusón, pero no tiene ropa interior. Al tirarse al agua, lo lógico es que se hubiese quitado el blusón que le estorbaba para nadar. Pero al no llevar nada debajo no se lo pudo quitar, sino que se lo recogió un poco, remetiéndoselo en el cinturón. El blusón es el ejpenduvth" o prenda interior.

Algunos han querido ver en la desnudez de Pedro un símbolo que representaría su situación pe pecado. El vestirse significaría la conversión y el echarse al agua la purificación del bautismo. Todos estos simbolismos son posibles, sólo si se interpreta este pasaje de un modo diverso a como lo hemos hecho nosotros, diciendo que estaba desnudo y se puso el blusón para tirarse al agua. Pero ya hemos dicho que esta interpretación es inverosímil, porque Pedro no estaba desnudo, y porque es absurdo ponerse más ropa para tirarse al agua.

Lo que sí está expresamente buscado es el rasgo impulsivo del carácter de Pedro y su prisa por llegar a Jesús. De hecho las dos veces en que aparece Pedro después de Pascua está corriendo o nadando en un deseo precipitado de llegar pronto a Jesús.

 

v.8: Los otros discípulos fueron con la barca arrastrando la red llena de peces. No estaban lejos de la orilla, sólo a unos cien metros.

v.9- Al saltar a tierra vieron unas brasas y un pescado puesto sobre ellas y pan. 

Uno de los signos que ayudará a los discípulos a conocer a Jesús es precisamente este sencillo acto de benignidad que tantos recuerdos les trae. El Señor siempre sale a su encuentro pidiendo y ofreciendo alguna cosa.

Es el mismo Señor que un día les lavó los pies. No ha cambiado. Aquello no fue una humillación momentánea antes de subir al trono de la gloria. Aquella era la manifestación permanente de la divinidad.

Las brasas se habían mencionado con ocasión de las negaciones de Pedro, ahora serán nuevamente citadas en el momento de la rehabilitación.

 

v.10: Les dijo Jesús:

-Traed de los peces que acabáis de coger.

Subió entonces Simón Pedro y arrastró la red hacia tierra, llena de peces grandes, ciento cincuenta y tres. Y a pesar de ser tantos, no se rompió la red. 

Juan añade dos datos muy significativos que faltan en el relato de Lucas, el número de los peces y el hecho de que no se rompió la red. El número tiene indudablemente un significado simbólico, porque sería extraño que se hubiese recordado el número exacto. Hay cientos de explicaciones sobre el significado simbólico de este número, casi tantos como peces. Jerónimo alude a que los zoólogos griegos admitían 153 especies de peces. Agustín ve la suma total de todos los números del 1 al 17. Cirilo de Alejandría descompone la cifran en 100, 50 y 3, todos ellos números simbólicos.

La gematría trata de buscar palabras cuyas letras sumen 153. Sobre este hecho se han hecho cábalas originalísimas. Algunos ven una alusión al número de todos los forasteros residentes en Jerusalén cuyo censo hizo Salomón: 153.600. Sería interesante la alusión al hecho de que fueran extranjeros, pues el pasaje tiene un claro simbolismo a la misión de los gentiles. En cualquier caso, sea cual fuere el significado del número, es claro que indica la abundancia y el carácter universal de la misión apostólica.

Al decir que no se rompió la red usa el verbo scivzein de la misma familia que la palabra cisma. Es el mismo verbo que se usó en 19,24 para indicar que los soldados no rasgaron la túnica de Jesús (p. 41). El hecho de que a pesar del número de peces la red no se rompa significa que la comunidad cristiana no tiene por qué romperse por muchos y diferentes que sean todos los cristianos comprendidos en ella. De hecho la comunidad juánica se caracteriza por integrar varios tipos de cristianos diversos, judeo-cristianos, gentiles, samaritanos, y conservó una admirable unidad. Los cismas sólo comenzaron después de escrito el evangelio. En las cartas se ven ya las claras divisiones que llegaron a formarse.

 

v.12: Les dijo Jesús:

-Venid a almorzar. Ningún discípulo se atrevía a preguntarle quién era, sabiendo bien que era el Señor.

v. 13: Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió y lo mismo el pescado. 

No sabemos exactamente si se comió el pescado que ya había preparado Jesús sobre las brasas, o también algo de lo que acababan de pescar. Este es el sentido que tendría el que Jesús pidiese que trajeran los peces recién pescados (v.10). Qué pueda significar esta doble procedencia del pescado no es claro. Puede deberse a que ambos tipos de peces proceden de los dos relatos diversos, el de la pesca y el de la comida, o bien es posible buscar algún significado simbólico.

Hay un evidente paralelismo con la escena de la multiplicación de los peces, realizada también junto al lago, cuando Jesús les dio pan y pescado, aunque en la secuencia clásica de los cuatro verbos falta el eujcaristei'n, dar gracias (lo añaden el códice de Beza y la versión siríaca). En cualquier caso estas primeras comidas de Cristo resucitado con los suyos fueron siempre leídas por la primera comunidad cristiana en clave eucarística.

 

v.14: Esta fue la tercera vez que se manifestó Jesús a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. 

Es un versículo que sirve para ensamblar el epílogo con el capítulo 21, donde se habían mencionado dos apariciones a los discípulos. Por otra parte ofrece claramente una cesura de transición hacia la segunda parte del relato que es la rehabilitación del Pedro.

Para la idea de resucitar se utiliza la voz pasiva del verbo ejgeivrein, el mismo que se usó para designar el templo no hecho por mano de hombre (2,22). En cambio en 20,9 se usaba ajnistavnai un verbo intransitivo.

 

v.15: Después de comer, le pregunta Jesús a Simón Pedro:

-Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Contestó Pedro:

-Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

-Apacienta mis corderos. 

Esta conversación pertenecía originalmente a la aparición de Jesús a Pedro. En la redacción actual, al haberse añadido el relato de la comida y de la aparición a los discípulos, la conversación no sigue inmediatamente al relato de la aparición a Pedro.

Vamos a encontrar en él la misma pregunta repetida tres veces, y las tres respuestas y los tres mandatos de misión. Se nota una fluctuación en el vocabulario en lo que respecta a las tres palabras claves: amar, apacentar y ovejas. Para amar se barajan los verbos filei'n y ajgapa'n; para apacentar bovskein y poinavnein; para las ovejas arniva y provbata.

La distribución es así: (P = pregunta: R = respuesta; M = mandato)

1. P.-         ajgapa'n                        1. R.- filei'n                     3. M.- bovskein arniva

2. P.-         ajgapa'n                        1. R.- filei'n                     3. M.- poimavnein provbata

3. P.-         filei'n                          1. R.- filei'n                    3. M.- bovskein provbata 

Se ha discutido mucho si esta variedad de palabras tiene sólo una función estilística de variedad, o si encierra algún mensaje especial. Algunos han querido ver, por ejemplo, que la diferencia entre los corderos -arniva - y las ovejas -provbata- podría designar a dos grupos distintos dentro del redil que Pedro debía pastorear, es decir, los obispos y los fieles, o los cristianos principiantes y los adultos en la fe…

De igual modo se ha especulado sobre la alternancia de las dos formas del verbo amar. ¿Son sinónimas? Pedro usa las tres veces el mismo verbo -filei'n-. Jesús en cambio en sus dos primeras preguntas usa ajgapa'n, y en la tercera filei'n.

Entre los que ven distinto matiz no hay acuerdo sobre cuál de los dos verbos designa el amor más noble. Para algunos ajgapa'n sería sólo una estima, una valoración, y filei'n un amor fuerte de amistad. Para otros en cambio Jesús comienza pidiendo un amor más fuerte ajgapa'n, para contentarse al final con una simple amistad filei'n. Esta rebaja en las expectativas de Jesús es lo que habría hecho a Pedro ponerse triste.

Para nosotros los dos verbos son sinónimos e intercambiables. En nuestra traducción castellana hemos mantenido la alternancia acudiendo a dos sinónimos castellanos: amar y querer. Tengamos en cuenta que en hebreo no hay más que un solo verbo para decir amar, por tanto resulta difícil buscar estos matices en la conversación original entre Jesús y Pedro. Según el uso habitual de Juan los dos verbos griegos parecen perfectamente intercambiables.

¿Qué significa el “más que éstos”? Alguno lo ha leído en neutro: “¿me amas más que a estas cosas, la barca, las redes…?”

Nos parece más probable la interpretación tradicional. En el tono de la voz habría una reconvención a Pedro sobre su fanfarronería expresada en 13,3. (Esta fanfarronería de Pedro, con todo, no es tan grande en el 4Ev como en los otros evangelistas; comparar con Mc 14,29 y Mt 26,33: “Aunque todos se escandalicen, yo no”).

Jesús pregunta a Pedro: “¡Qué! ¿Sigues diciendo que me amas más que estos otros discípulos?” La respuesta de Pedro es agachar la cabeza y negarse a entrar en el campo de las comparaciones, pero al mismo tiempo confesar humildemente la verdad de su amor.

 

v.16: Le preguntó de nuevo por segunda vez:

-Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

-Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Le dijo:

-Pastorea mis ovejas. 

Ya hablamos sobre los dos verbos que significan pastorear. Son sinónimos, pero (que hemos traducido por apacentar) designa el cuidado de llevar los animales al pasto, en cambio (que traducimos pastorear) tiene un sentido más amplio. Además evoca la figura del pastor, a la que Juan dedicó el capítulo 10. Jesús está haciendo a Pedro pastor del mismo rebaño del que él es pastor. Por eso al final de la conversación se le pedirá dar la vida, porque ya se dijo que lo típico del buen pastor es dar su vida por las ovejas (10,11).

 

v.17: Le dijo por tercera vez:

-Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez “¿me quieres?, y le dijo:

-Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

-Apacienta mis ovejas. 

La tristeza de Pedro pone de manifiesto la relación estrecha que existe entre las tres preguntas de Jesús y las tres negaciones. El rasgo estilístico de mencionar las brasas sirve también, como ya vimos, para aproximar ambas escenas. La tristeza de haber ofendido al amigo es una de las manifestaciones más finas de amor. Junto con la gran densidad teológica de la escena, notemos la aguda penetración psicológica en los sentimientos de Pedro y de Jesús. Esta tristeza de Pedro corresponde a las lágrimas que narraron los sinópticos (Mc 14,72; Lc 22,62). El “Tú lo sabes todo” nos recuerda a 1 Jn 3,20: “Si nuestro corazón nos reprocha algo, Dios es más grande que nuestro corazón y lo conoce todo”.

En el Próximo Oriente es costumbre expresar algo por tres veces ante testigos para solemnizar contratos que confieren determinados derechos. Este triple encargo de misión está dando una especial solemnidad a la palabra de Jesús a Pedro. Se trata del algo muy importante.

Hoy días son ya muchos los protestantes que aceptan la realidad de que a Pedro le fue conferida una misión singular en la Iglesia naciente: dirigir la primera Iglesia de Jerusalén y abrir la Iglesia a los gentiles y a la predicación misionera.

La palabra que se le dirige a continuación: “Sígueme” se refiere a seguirle en la muerte que es el rasgo característico del pastor. Pedro debe seguir a Jesús pastor. Su seguimiento, común a todos los discípulos, tiene en él un matiz especial.

Curiosamente es Juan, a quien se le ha achacado una noción individualista y poco eclesial de la fe, quien va a dejar mejor establecida la realidad de que Jesús ha dejado una función de pastoreo en su Iglesia. La imagen del pastor eclesial debe ser enriquecida con toda la densísima teología del AT en el que Dios pastor delegaba su autoridad a hombres concretos. La imagen del pastor es más bíblica que la imagen del gran visir, el que tiene las llaves, que aparece en Mt 16,19.

Es muy importante ver la relación establecida entre el amor y la misión del pastor en la Iglesia. Jesús sólo se atreve a dejar a Pedro el pastoreo de su rebaño después de comprobar que Pedro le ama y se amoldará en todo a la voluntad de Jesús. La autoridad en la Iglesia no es una necesidad organizativa, un mal menor para garantizar un mínimo de orden. Es un servicio de amor, es una de las formas de presencia del Jesús resucitado en medio de los suyos. En la raíz de las decisiones de Pedro está el amor que Jesús le concede.

Es curioso que las tres veces en que se menciona en los evangelios la posición especial de Pedro hay una reprimenda por parte de Jesús aludiendo a sus defectos o a sus faltas (Mt 16,16-19; Lc 22,31-32 y Jn 21). El mandato de cuidar el rebaño no lo confía Jesús a un superhombre, sino a un hombre débil que ha necesitado toda una rehabilitación.

La 1ª Pedro tiene un bonito pasaje sobre la actividad pastoral en paralelo con el pasaje de Jn 21 (cf. 1 P 5,2-3). Al mismo tiempo hay la conciencia de que el verdadero pastor sigue siendo Jesús, el pastor, el príncipe de los pastores (cf., 1 P 2,25). Como notó san Agustín Jesús le dice a Pedro: “Apacienta mis ovejas”. No dice “tus” ovejas, porque las ovejas son de Jesús y no de Pedro (PL 35,1967).

El punto en el que aún resta división entre católicos y protestantes es sobre si esta misión singular de Pedro debía o no ser transmitida a sus sucesores. Este problema no se puede zanjar por la sola exégesis bíblica de Jn 21. Pero siempre queda en pie la pregunta: ¿Por qué consideró necesario el redactor de Jn 21 (y Mateo y Lucas) recordar en su evangelio la autoridad pastoral de Pedro, si para entonces Pedro llevaba ya veinte o treinta años muerto? ¿Se habría molestado en añadir un epílogo a su evangelio para reseñar un mero hecho pasado que no tenía ninguna relevancia para su comunidad?

 

v.18: Sí, en verdad te digo, cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías, pero cuando llegues a viejo, extenderás tus brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde tú no quieres.

v.19: Esto lo dijo aludiendo a la muerte con la que iba a manifestar la gloria de Dios. Dicho esto añadió:

-Sígueme. 

Sólo se entenderá este pasaje a la luz de la conversación de la última Cena. “Ir” ha venido significando “morir” a lo largo del evangelio (cf. uJpavgein: 7,36; 8,22). Especialmente en 13,36 tenemos la siguiente conversación: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde. Le dijo Simón Pedro: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Pondré mi vida por ti”.

Nadie podía preceder a Jesús en su muerte. Pedro podrá seguirle sólo después. Ahora que Jesús ya ha muerto y resucitado, le toca el turno a Pedro de ir detrás de Jesús. Se usa el verbo técnico para el seguimiento del discípulo: ajkolouqei'n. El discípulo es el acólito que sigue a Jesús hasta la muerte, pero siempre detrás, nunca delante, como Pedro hubiese querido en un principio.

El tema del martirio está íntimamente unido al tema del pastor que da la vida por las ovejas. Con su muerte. Pedro sigue a Jesús en su condición de pastor.

Notemos también otro gran tema juánico, el de la gloria. La hora de Jesús, la hora de su gloria fue precisamente la hora de su muerte. También para el discípulo que sigue a Jesús la muerte es el momento principal para manifestar la gloria de Dios, el amor de Dios que vence el miedo a la muerte.

Para cuando se escribe este epílogo Pedro ya había muerto muchos años antes. La alusión a “extender los brazos” muy probablemente designa la manera de morir Pedro, es decir, crucificado. Los pasajes del AT en los que se nos habla de extender los brazos fueron interpretados por la epístola de Bernabé, Justino, Cipriano e Ireneo como imágenes anticipadas de la crucifixión de Jesús.

En 1 Clemente 5,4 se alude al martirio de Pedro sin especificar cómo fue. La crucifixión de Pedro se menciona explícitamente por primera vez en Tertuliano (PL 2, 151B) hacia el año 210. El que fuera crucificado cabeza abajo lo trae Eusebio en su Historia (II,25,5).

No es claro el significado de ser ceñido por otro. Puede referirse al hecho de ser atado, prisionero. Recordemos que Jesús se había ceñido a sí mismo al realizar la acción simbólica del lavatorio. Quizás puede tener un sentido más general abarcando no sólo el momento de la muerte de Pedro, sino también el hecho de que por su condición de pastor deja de ser dueño de sí mismo, pierde su autonomía, porque en adelante se debe a los demás. Pero entonces no se ve muy claro por qué habla de la vejez de Pedro. No está claro tampoco qué relación puede haber entre esta alusión a ceñirse y el hecho de haberse ceñido Pedro el vestido unos versículos antes (21,7).

 

v.20: Volviéndose Pedro, ve que iba en seguimiento el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado quién le iba a entregar.

v.21: Al verlo, preguntó Pedro a Jesús:

-Señor, y éste ¿qué? 

Se relaciona en este versículo la muerte de Pedro con la del DA. Muy probablemente este último había muerto también, pero no como mártir. Esto planteaba a la comunidad juánica un problema respecto a su padre espiritual. Por una parte se había corrido la voz que el discípulo que había vivido muchísimos años no moriría hasta la segunda venida. Su muerte tuvo que producir un gran desconcierto. Por otra parte, el hecho de que no hubiese muerto mártir podría colocarle en una situación desfavorable con respecto a Pedro y a los otros apóstoles martirizados.

De un modo simbólico se nos da en estos versos una respuesta a ambas inquietudes. En primer lugar se nos dice que el DA también seguía a Jesús, aunque no murió mártir. Como dice Barrett, seguir a Jesús es negarse uno a sí mismo en completa obediencia, aunque no signifique necesariamente el martirio sangriento. Con muertes diversas Pedro y el DA siguen a Jesús y manifiestan su gloria en su muerte.

 

v.22: Contestó Jesús:

-Y si quiero que se quede aquí hasta que yo vuelva, ¿a ti que te importa? Sígueme. 

No hay que acentuar ningún tipo de rivalidad entre los dos discípulos. Aunque el evangelio no deja ninguna duda de su mayor simpatía por el DA, fundador de la comunidad, nunca le atribuye el rol de pastor universal de la Iglesia. La única autoridad que se le atribuye es la de ser un testigo autorizado.

Este verso plantea una expectativa de la segunda venida de Cristo que ya ha sido insinuada en otras partes del evangelio (5,27-29; 14,3). Sin embargo la escatología del cuarto evangelio se presenta más en términos de escatología realizada insistiendo en que los tiempos últimos ya se han hecho presentes y en que gozamos ya ahora de los bienes escatológicos.

Pero no debemos oponer demasiado escatología realizada y escatología final, como si esta última fuese una corrección de última hora para hacer el evangelio más digerible en la gran Iglesia. Es cierto que a lo largo del evangelio la escatología realizada tiene un especial relieve, pero la final no está del todo ausente.

La última palabra de Jesús en el evangelio de Juan es: “Sígueme”. Es la misma invitación qué recibieron los discípulos en la primera escena en la que aparece Jesús. Allí la primera palabra del evangelio era: “¿Qué buscáis?” (1,37). De esta manera el evangelio se cierra con una inclusión que sirve como marco a todo el camino de discipulado que se ha ido recorriendo a lo largo de las páginas del evangelio.

 

v.23: Se corrió, pues, entre los hermanos el comentario de que aquel discípulo no iba a morir. Pero Jesús no dijo que no iba a morir, sino: “Si quiero que se quede aquí hasta que yo vuelva, ¿a ti que te importa? 

Los cristianos han pasado a llamarse hermanos. En 20,17 esta palabra la había usado el Resucitado para referirse a los discípulos. Ahora se usa para referirse a los miembros de la comunidad juánica de las siguientes generaciones. Este uso de “hermanos” para designar a los miembros de las comunidades cristianas está también atestiguado en Hechos (57 veces).

Coincide la referencia evangélica con otras tradiciones que tenemos de que el discípulo amado murió muy viejo, y de que murió después que todos los demás apóstoles. Por tanto debió haber sido muy joven cuando conoció a Jesús, probablemente un adolescente. De ahí su manera de correr al sepulcro (20,4), aparte de la carga simbólica que este dato pueda tener. 

 

v.24:  Este es el discípulo que da testimonio de estos hechos; el mismo que los ha escrito y sabemos que su testimonio es verdadero.

Comienza aquí la segunda conclusión del evangelio. El discípulo “da testimonio” en presente; “escribió” en aoristo. El aoristo supone que el evangelio ya estaba redactado cuando se escribió el epílogo. La autoría del DA no hay que entenderla necesariamente en el sentido de que él lo escribiese de su puño y letras, sino de que él es la autoridad que respalda el evangelio, que está en la base de las tradiciones evangélicas.

El “sabemos” plural contrasta con 19,35: “Sabe que dice la verdad”. Nos encontramos ahora con un plural que designa no sólo al redactor del epílogo, sino a la comunidad juánica representada en uno de sus “ancianos” (cf. 3,2.11).

 

v.25: Hay todavía otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni en el mismo mundo cabrían todos los libros que pudieran escribirse.

Una frase parecida aparecía al final de la primera conclusión. Quizás ahora el redactor del epílogo está justificando haber hecho un añadido al evangelio, diciendo que ésta es sólo una de las muchísimas que se podrían añadir.

Y esta misma frase usada por el redactor es una buena manera de terminar también nosotros nuestro comentario.