LAS  APARICIONES  DEL  RESUCITADO

A) HISTORIA DE LAS TRADICIONES

     1. Fórmulas breves

     2. Narraciones desarrolladas

     3. Los ciclos de narraciones

         a) La tumba vacía

         b) mujeres en el sepulcro

         c) apariciones a discípulos

B) EL CAPÍTULO 20

     1ª Escena : Magdalena y dos discípulos

     2ª Escena : apariciones en el cenáculo   

 

A) HISTORIA DE LAS TRADICIONES

Antes de entrar en la exégesis del capítulo 20 de san Juan resumiremos algunos datos de la crítica moderna sobre la historia de las tradiciones evangélicas acerca de las apariciones del resucitado.

Tendríamos que partir de los textos más antiguos que tenemos, que son las fórmulas de profesión de fe. Por lo pronto notamos una diferencia entre el relato de la pasión y el de las apariciones. En el primero se formó desde el principio una secuencia ordenada, fija y constante de todas las tradiciones (prendimiento, juicio judío y negaciones de Pedro, Pilato y condena a muerte, camino de la cruz, crucifixión y muerte). No es extraño, ya que hay una secuencia natural en estos acontecimientos que no pueden fácilmente ser cambiados de orden.

En cambio, en el caso de las apariciones la secuencia fija es más elemental: fue sepultado, resucitó, se apareció. Bastaría con narrar una o dos de las apariciones como botón de muestra. Probablemente cada comunidad había escogido sus relatos favoritos para ilustrar las apariciones, y probablemente no había en ellas ninguna localización geográfica.

El problema surge cuando los evangelistas quieren armonizar las tradiciones de las diversas comunidades en una secuencia ordenada de apariciones que arranque del sepulcro vacío. Cada uno hace su propia concordancia de la secuencia, sus arreglos redaccionales y su propia localización geográfica. De ahí que sea tan difícil armonizar los relatos evangélicos en una secuencia ordenada y coherente.

Hay un doble ciclo de relatos: los que se refieren a las mujeres en el sepulcro y los que se refieren a las apariciones a los discípulos. Es verdad que ambos están contaminados; no faltan alusiones a los discípulos en el primer ciclo (la escena de Pedro y el discípulo amado), ni falta la mención de apariciones en la escena de las mujeres en el sepulcro. Pero podríamos decir que la primera serie se centra más en el hecho de la tumba vacía y que en esos relatos hay más uniformidad secuencial y de contenido que en la serie de apariciones a los discípulos. Tratemos ahora de rastrear los estratos en el desarrollo de estas tradiciones.

1. Fórmulas breves

Son profesiones de fe que proceden de la predicación, catequesis y liturgia:

* 1 Co 15,3-7: murió, fue sepultado, resucitó, se apareció a…

* Hch 2,23-24; 4,10; 5,30-31; 10,39-40.

* Rm 1,4

* Mc 8,31.

 

2. Narraciones desarrolladas sobre apariciones

De estas narraciones desarrolladas distinguiremos seis textos fundamentales que se recogen en los cuatro evangelios:

* Mc 16,1-8                Mc 16,9-28

* Mt 28                      Jn 20

* Lc 24                      Jn 21

Con la casi totalidad de la crítica bíblica negamos la autenticidad del apéndice de Mc 16,9-29 (no su canonicidad). Estos versos no son la conclusión del evangelio, sino una interpolación tardía que no se debe a la pluma del mismo evangelista. Omiten este apéndice los manuscritos B à 304; C1, A1, Orígenes, Eusebio, Jerónimo. Añaden otra conclusión breve L, Y, 099, 0112, siríaca (lectio marginalis), sahídica, bohaírica, etiópica… Coincide con el texto canónico sólo la familia koiné (A C D L W…, latina. Justino, Tertuliano, Taciano, Afrates).

Muchos piensan que el verdadero final de Marcos se ha perdido. Otros que el evangelio terminaba abruptamente en Mc 16,8. En cualquier caso el apéndice actual (Mc 16,9,28) es posterior a todos los evangelios. Puede contener algún material original, pero es una síntesis.

Varios versículos de Lucas son textualmente dudosos (3, 6, 12, 36, 40, 51 y 52) pues no aparecen en el códice D ni en la Vetus latina, códices que se caracterizan no por sus omisiones, sino por sus frecuentes adiciones.

Presuponemos con la mayor parte de la crítica que Jn 21 fue escrito por un redactor distinto del evangelista, aunque la prueba textual confirma unánimemente que el evangelio nunca circuló sin este capítulo. 

3. Los ciclos de narraciones 

a) La tumba vacía

Los críticos suelen pensar que las referencias a las mujeres y al sepulcro vacío son tardías y posteriores a las tradiciones de las apariciones a los discípulos. Se basan en que las fórmulas de fe más antiguas no mencionan el sepulcro vacío y sí en cambio las apariciones (1 Co 15). Las apariciones de ángeles reflejan un estilo narrativo popular y fuertes elementos apologéticos tardíos.

Nosotros no estamos en absoluto de acuerdo con esta opinión. Es cierto que en los relatos de la tumba vacía hay muchos elementos tardíos, apologéticos y populares. Es cierto también que en los relatos de las mujeres hay datos que carecen de lógica (las mujeres compran aromas para ungir un cadáver que se supone que ya ha empezado a descomponerse; se ponen en camino sabiendo que hay una piedra inamovible…). Es cierto que la predicación cristiana primitiva no explicitaba el hecho de la tumba vacía. Pero porque era algo absolutamente evidente.

Si la tumba no hubiese estado vacía, ¿hubiera sido creíble la resurrección? ¿Cómo pudo correrse semejante tradición cuando todos los que vivían en Jerusalén podían comprobar que el cuerpo de Jesús estaba todavía allí?

De hecho los adversarios de Jesús nunca negaron que la tumba estuviese vacía; más bien tratan de dar una interpretación no milagrosa (robo, jardinero…) pero no niegan la presunción básica de que el cuerpo no estaba allí.

Los críticos más radicales dicen que Jesús fue enterrado en una fosa común, que nadie fue testigo del lugar de su enterramiento y que nunca se supo donde había estado su tumba. En este caso los evangelios han introducido tal falseamiento de los datos, que ya no cabe seguir discutiendo del tema; es mejor acabar diciendo que los evangelios son una patraña, que carecen de toda credibilidad, y que no vale la pena molestarse en continuar la investigación. Es la única solución coherente si negamos que hubiese una tumba vacía.

Además si el relato de la tumba vacía fue compuesto por fines apologéticos, no se explica que se haya escogido como testigos a las mujeres. Es más, el descubrimiento de la tumba vacía en el domingo es la única razón plausible para que unánimemente la tradición sitúe la resurrección al tercer día, es decir, el día de la verificación de la ausencia del cadáver de Jesús. Si, como dicen los críticos, las apariciones ocurrieron algunos días más tarde, y ya en Galilea ¿de dónde surgió la insistencia en que la resurrección ocurrió precisamente al tercer día? Y si se inventó esa fecha arbitrariamente para conectar con ciertas profecías del AT (Os 6,2; Jon 2,1) hay que reconocer que esas conexiones son muy vagas y podrían valer para confirmar un dato ya establecido por otras razones, pero no para inventarlo.

Por otra parte los relatos más antiguos sobre la tumba vacía no hacen ningún uso apologético de ese tema; es por tanto difícil decir que se inventó con fines apologéticos. Es sólo la versión de Mateo (28,8) la que redaccionalmente tratará de dar una finalidad apologética a este relato.

Tampoco es claro que haya una total ausencia de alusiones a la tumba vacía en el kerigma primitivo de Pablo. Sus referencias kerigmáticas al “fue sepultado” (1 Co 15,4) contienen una alusión a la importancia de la sepultura. Igualmente la imagen del “primogénito de entre los muertos” (Rm 8,29) y otras referencias al sepulcro de Jesús (Rm 6,4; Hch 2,29-32; 13,36-37) favorecen la idea de que se trata de un sepulcro vacío.

Por lo tanto en el núcleo original de la tradición figura el hecho de que el domingo unas mujeres fueron al sepulcro y lo encontraron vacío. Probablemente esta visita y el hallazgo de la tumba vacía constituían el final del relato de la pasión y la sepultura que fue incorporado al evangelio antes que el relato de las apariciones. 

b) Las mujeres en el sepulcro

Vamos a hacer un estudio comparativo de los relatos sobre las idas de las mujeres al sepulcro, considerando que todas las versiones evangélicas se refieren a un único episodio. Todas coinciden en los siguientes datos:

Una(s) mujer(es) que habían(n) seguido a Jesús fue(ron) al sepulcro el domingo por la mañana y lo encontr(aron) vacío y fue(ron) donde los apóstoles a dar la noticia. 

¿Quiénes?

Mc.- María Magdalena, María madre de Santiago, Salomé.

Mt.- María Magdalena y la otra María.

Lc.- María Magdalena, María la de Santiago y otras.

Jn.- María Magdalena 

Observamos que si bien los sinópticos mencionan otras mujeres, traen siempre a María Magdalena en primer lugar. Resultaría muy extraño que una mujer hubiese ido sola cuando era todavía oscuro a un huerto fuera de la muralla de la ciudad. Es más verosímil pensar que la visita fue hecha por un grupo de mujeres. Juan ha individualizado a la Magdalena según su tendencia a individualizar los diálogos para lograr un efecto dramático mayor y una personalización más intensa del discipulado.

En cambio, en lo que respecta a la aparición, más bien nos inclinamos a pensar que la tradición más antigua mencionaba sólo a la Magdalena, y es Mt quien ha introducido a las otras mujeres como testigos.

Postulamos por tanto dos tradiciones originales distintas, que luego han sido diversamente combinadas. Una, la visita de un grupo de mujeres a la tumba en la mañana del domingo, y el hallazgo de la tumba vacía, sin ninguna aparición. Otra la de la aparición de Jesús a una sola mujer, la que aparece siempre primera en las listas. Esta cristofanía no se menciona en las listas tradicionales de las apariciones, como la de la Primera Corintios, porque la tratarse de una mujer, no tenía valor jurídico probatorio. 

¿Cuándo?

Mc.- Muy temprano. Cuando ya había salido el sol.

Lc.- De madrugada.

Mr.- Temprano.

Mt.- Al clarear el primer día.

Jn.- Temprano   Cuando aún estaba oscuro.

Quizás la oscuridad de Juan sea redaccional, para indicar una situación en María Magdalena de incredulidad, lo que hemos dado en llamar un paisaje psíquico.

¿Para qué?

Mc y Lc.- Para ungir el cuerpo de Jesús.

Mt.- Para inspeccionar la tumba. Como Mateo es el único que nos ha contado la presencia de los guardias, no puede decir que las mujeres iban a embalsamar el cuerpo, ya que el sepulcro según él en teoría estaba sellado.

Jn.- No explica el motivo. La unción de Betania fue para él claramente una unción de cara a la sepultura.

¿Cuál de las dos versiones en más verosímil? Es difícil asegurarlo, aunque resulta extraña la idea de ungir un cadáver tres días después de su entierro, cuando ya puede estar empezando la descomposición. Pero por otra parte, para la devoción de aquellas mujeres nada debe resultarnos extraño. 

¿Qué sucede?

Mc.- Ven la gran piedra corrida

Lc.- Encuentran la piedra corrida.

Mt.- Ante ellas desciende un ángel y corre la piedra y se sienta sobre ella. Hay un terremoto. Los guardias se quedan como muertos.

Jn.- Ve la piedra ya quitada. 

 

Mc.- Un ángel. Entraron y vieron un joven vestido de blanco.

Lc.- Dos hombres. Entraron, no vieron el cuerpo y se extrañaron. Se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes,

Mt.- Un ángel, el mismo que corrió la piedra con un vestido fulgurante, es el que les habla.

Jn.- Dos ángeles. María se vuelve a avisar a los discípulos. Sólo en un segundo viaje al sepulcro ve dos ángeles vestidos de blanco, uno a la cabeza y otro a los pies.

 

¿Qué dice el ángel(es)

Mc.- No temáis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis como os dijo. Ellas salieron huyendo, pues un gran temblor… y no dijeron nada a nadie.

Lc.- ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre… Ellas regresaron del sepulcro y anunciaron estas cosas a los Once.

Mt.- Se llenaron de miedo. El ángel les dijo: “No temáis vosotras. Sé que buscáis a Jesús el crucificado. Ha resucitado como dijo. Venid a ver el lugar donde estaba puesto. Pero id enseguida y decid a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. He aquí que os lo anuncio. Se fueron enseguida del sepulcro con un gran miedo y alegría y corrieron a llevar la noticia a los discípulos.

Jn.- Mujer, ¿por qué lloras?. Ella contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. 

 

Aparición de Jesús

Mc.- No hay aparición a las mujeres.

Lc.- No hay aparición a las mujeres.

Mr.- Se apareció a María Magdalena y ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él… y no creyeron.

Mt.- Jesús se aparece a las dos Marías. Ellas le adoran. Jesús les repite el mismo mensaje del ángel.

Jn.- Jesús se aparece a María Magdalena sola y le da el encargo de ir a avisar a sus hermanos. 

Como vemos la composición es muy diversa según que se vaya a contar o no la aparición de Jesús. Se ve que los relatos de mujeres en la tumba vacía y los ángeles por una parte, y la aparición de Jesús por otra, provienen de tradiciones distintas y cada evangelista ha ensamblado las tradiciones a su modo.

Mc y Lc sólo tienen el relato de las mujeres en la tumba sin aparición. El mensaje está todo en los labios del ángel (Mc) o de los dos hombres (Lc).

Mr narra sólo la aparición a María Magdalena y el encargo que cumple. (No narra la escena de las mujeres ante el sepulcro, porque es una inserción en el evangelio de Marcos donde esta historia ya había sido narrada.

Mt y Jn traen los dos relatos. En Mt. la aparición de Jesús es muy breve y no hace sino repetir lo que ya había dicho el ángel. Probablemente en la tradición de la aparición no había ningún mensaje concreto y el evangelista lo ha suplido repitiendo el mismo mensaje que figuraba en la otra tradición. Juan tiene los dos relatos, aunque en medias ha insertado el episodio de los dos discípulos corriendo hacia el sepulcro. En Juan el mensaje es puesto en labios de Jesús, y el diálogo con el ángel no es más que un duplicado anticipado de la primera parte del diálogo con Jesús que viene a continuación.

 

c) Apariciones a los discípulos

Los relatos de las apariciones a los Once suelen ser muy concisos. Cabe encontrar en ellos una estructura simple que se repite en todos, tal como puede verse en el cuadro sinóptico: ausencia, aparición, saludo, reconocimiento y misión.

Por eso muchos críticos piensan que se trata en todos los casos de una única aparición a los Once, que ha sido narrada en forma muy libre por cada evangelista. Unos la sitúan en Galilea, otros en Jerusalén. Unos dentro de casa, otros al aire libre. En unos la misión recibida por los discípulos es la de bautizar, en otros la de perdonar pecados, en otros la de predicar.  Juan trae dos apariciones en dos domingos consecutivos, pero básicamente detrás de los dos relatos no hay más que una aparición única que el evangelista ha podido duplicar por motivos redaccionales.

Aparte de esta aparición oficial hubo otras apariciones a discípulos en el camino, a Santiago, a Pedro, a los quinientos hermanos... Pero los evangelistas se han sentido muy libres para manejar los detalles de la aparición a los Once al servicio de su teología.

Leyendo a Lucas, Jn 20 y quizás Mr, uno podría pensar que Jesús se apareció a los suyos sólo en Jerusalén y que estos nunca volvieron a Galilea. En cambio, según Mt y Mc las apariciones sólo tuvieron lugar en Galilea, que es a donde remite el mensaje del ángel. En Galilea está situada también la tradición de Jn 21.

Estábamos acostumbrados a los concordismos, según los cuales había habido apariciones primero en Jerusalén y luego en Galilea y finalmente otra vez en Jerusalén. Así se intentaba armonizar los relatos conflictivos de los distintos evangelios. Pero este concordismo fuerza mucho los datos en aras de una apologética barata.

Si hubiese que elegir entre Galilea y Jerusalén, habría que decir que la localización de Galilea está mejor fundada. Los discípulos se dispersaron y huyeron. Las mujeres habrían ido a Galilea a avisar a los discípulos que ya estaban allí. Las apariciones en Jerusalén son o mera localización redaccional de Lucas y de Juan, o tuvieron lugar después, tras el regreso de los discípulos a la ciudad santa. Si Jesús se hubiese aparecido a los suyos en Jerusalén, ¿qué sentido tendría el que estos hubieran vuelto a Galilea a ejercer su tradicional trabajo de pescadores? ¿Por qué estos son tan reticentes en creer cuando se les aparece después en Galilea?

Sin embargo hay quienes lo ven todo de distinta manera y no descartan que hubiera apariciones en Jerusalén. Los discípulos tras el arresto de Jesús se escondieron, pero no viajaron. Era la Pascua y no podían viajar en ese día, ni tampoco durante el sábado. El primer día hábil para viajar hubiera sido el domingo, tal como hicieron los de Emaús. Pero ya el domingo muy temprano empiezan los primeros rumores sobre la tumba vacía. ¿Es verosímil pensar que en ese momento los discípulos se fuesen de Jerusalén sin verificar los rumores?

El que después de la primera aparición de Jesús se fuesen a Galilea y continuasen pescando, no tiene por qué ser algo contradictorio. No fue hasta Pentecostés cuando adquirieron una clara conciencia de su misión en Jerusalén. Incluso aunque veamos la venida del Espíritu Santo como un proceso de clarificación y de fortalecimiento, este proceso ha tomado un tiempo. Es sólo después del regreso de los apóstoles a Jerusalén, quizás con motivo de la fiesta de Pentecostés, cuando este proceso de clarificación sobre su misión se consuma.

En cuanto a la reticencia de los apóstoles en Galilea para creer en el Resucitado, dicha reticencia puede ser redaccional del texto, en atención al lector implícito que no ha sido informado de estas apariciones anteriores. Esto explica la reticencia en el caso del evangelio de Mateo, que no ha narrado antes ninguna aparición en Jerusalén (Mt 28,16). En el caso de Juan 21, en el actual montaje sí ha habido ya dos apariciones anteriores, pero la reticencia puede venir arrastrada de la fuente utilizada en la que no se contemplaba ninguna aparición previa.

¿Qué decir entonces del mensaje del ángel en Marcos convocando a los discípulos a Galilea para manifestarse a ellos allí? ¿Es ésta la tradición más antigua? O más bien ¿no habría que pensar que este mensaje ha sido manipulado por Marcos dado que no tenía intención de contar las apariciones en Jerusalén? En este caso Lucas al modificar a Marcos por motivos redaccionales, y omitir hábilmente el dato de la cita en Galilea, habría desmotando un montaje marcano que a él no le servía en la dinámica de su narración en la que no pensaba contar ninguna aparición en Galilea.

En cuanto a las dos apariciones del capítulo 20 de San Juan, a los Diez y a los Once, probablemente la segunda aparición no es sino un duplicado redaccional de la única aparición. Juan prefiere los diálogos individuales a los colectivos. El desdoblar la aparición en dos, le permite subrayar en el diálogo de la aparición segunda el tema de la fe. El hecho de que Juan narra la efusión del Espíritu mediante el soplo de Jesús en el día de Pascua, no debe ser contrapuesto a la efusión lucana de Pentecostés. La efusión del Espíritu es una realidad viva ligada a la glorificación de Jesús. Los Hechos nos cuentan varias de estas efusiones. Si bien alguna de ellas ha podido ser más dramática que las otras, y ha podido tener lugar precisamente en el día de Pentecostés, no hay duda de que la escena de Hechos tiene un carácter dramático y simbólico, y concentra en un momento una experiencia del Espíritu que tuvo lugar a través de un lento proceso en los días posteriores a la Pascua.

A través de las apariciones diversas, y la reflexión iluminada de los apóstoles que leen la Escritura a la luz del resucitado, la experiencia del Espíritu se va abriendo camino en la comunidad de un modo más gradual y difuso. Pero desde el punto de vista del contenido la Pascua de Juan es equivalente al Pentecostés de Lucas. Ambos han tratado de relacionar el don del Espíritu procedente del Resucitado con la cincuentena pascual, pero en dos fechas diversas.

Ver cuadro sinóptico de apariciones a discípulos

 

B) EL CAPÍTULO 20: APARICIONES

 

Escena I: La Magdalena. Los dos discípulos 

1. Estructura juánica 

En esta primera escena podemos rastrear tres episodios diversos que se han dado cita. Dos de ellos corresponden a las tradiciones sinópticas (mujeres en el sepulcro, aparición a mujeres); una tercera es exclusivamente juánica: Pedro y el discípulo amado.

Originariamente estos tres episodios estaban separados y han sido unidos en el evangelio. Los puntos de sutura en la narración pueden aún ser observados.

-Magdalena acude sola a la tumba en el v.1 pero dice “no sabemos” en plural en el v.2. ¿Quiere esto decir que en la redacción original había otras mujeres junto a ella? En el v. 2 dice que han robado el cadáver, pero hasta el v. 11 Magdalena no se ha asomado al sepulcro.

-No se nos dice cuándo regresa Magdalena después de haber ido a hablar con los discípulos.

En la tradición original

a) varias mujeres han ido al sepulcro; han encontrado la tumba vacía y la piedra descorrida

b) han visto los ángeles que les han dado el encargo

c) van a comunicarse con los apóstoles. (Así Mt, Lc y Mc).

 

Aparte está la tradición de la aparición de Jesús a las mujeres con otros tres momentos:

a´) aparición de Jesús (Mr Mt),

b´) Mujer(es) le adoran,

c´) mensaje de ir a anunciar (Mr Mt).

Al unir estos dos relatos que originariamente eran independientes, los evangelistas se ven obligados a repetir dos veces el mensaje de una manera que resulta un tanto forzada. Mt opta por dar el mensaje por extenso por boca de los ángeles y dejar en boca de Jesús sólo un breve resumen. Mr ni siquiera referirá el mensaje de Jesús, sino que se limitará a constatar el hecho de que Magdalena fue a hablar con los discípulos.

Juan en cambio traslada todo el mensaje a la conversación de Magdalena con Jesús, con lo cual los ángeles ya no tienen nada que decir, y se convierten en un residuo de la tradición que apenas juega ningún papel y podría suprimirse en la narración. Quizás el papel que juegan es el de “guardias de la ciudad” a quien la esposa pregunta si han visto al amado de su alma, en el paralelismo de esta escena con el Cantar de los Cantares.

Juan nos trae los dos episodios completos (a,b,c + a´,b´,c´), pero al insertar en medio la visita de los dos discípulos no lo ha hecho por la sutura del medio, sino que ha desplazado (b) a la segunda parte, con lo cual la secuencia queda actualmente: a,c -dos discípulos- b + a´,b´,c´. En esta distribución el relato de los ángeles ha quedado desprovisto de significado y todo el contenido de su mensaje se traslada al diálogo entre Jesús y la Magdalena.

Pensamos que la tradición de la aparición a la Magdalena es muy antigua, aunque su inserción en el evangelio de Mc y Mt ha sido tardía. Sólo esta aparición puede explicar la importancia que todos los evangelistas dan a esta mujer, que no parece haberse singularizado por ninguna otra cosa.

Pensamos que también Mr y Jn siguen con más fidelidad la tradición al hablar de que Jesús se apareció a la Magdalena estando ella sola. En cambio Mateo, al narrar la aparición inmediatamente después del relato de la visita de las mujeres al sepulcro, ha hecho de la otra mujer también testigo de la aparición junto con la Magdalena, alterando el relato original de una aparición a Magdalena sola.

Juan en cambio ha hecho exactamente lo contrario de Mateo. Por una parte ha mantenido el dato tradicional de la aparición de Jesús a la Magdalena sola, pero en cambio ha prescindido de la presencia de las otras mujeres en el relato de la visita a la tumba vacía; de esta presencia sólo queda una pequeña reliquia, el “sabemos” plural del v. 2. Para Bultmann este plural no es un verdadero plural, sino un modo de hablar oriental en que el plural representa a un singular. Este uso está bien documentado tanto en el arameo de Galilea, como en el griego de la koiné). 

Tradición

visita de varias mujeres

aparición a una mujer (Magdalena)

Mateo

visita de varias mujeres

aparición a varias mujeres

Juan

visita de una mujer (Magdalena)

aparición a una mujer (Magdalena)

La presencia de los ángeles en los relatos sinópticos (aunque Lc hable de dos hombres, y Mc de un joven, es claro que son ángeles), tiene una finalidad bien concreta: interpretar el significado del sepulcro vacío. Efectivamente la ausencia del cuerpo de Jesús ayudó a los cristianos a entender el hecho de las apariciones. La experiencia interior de las apariciones confrontada con el hecho del sepulcro vacío sirvió para iluminar el sentido de todo lo que había sucedido. Por eso los sinópticos utilizan el recurso literario de los ángeles para desentrañar el significado del sepulcro vacío. En Juan, dados los arreglos redaccionales, los ángeles son una reliquia que no cumple un papel teológico fundamental.

En cuanto al episodio de la visita de los dos discípulos al sepulcro, encontramos ciertas huellas en Lc 24,12.24. El versículo de Lc 24,12 nos habla de la vista al sepulcro de Pedro solo. Es una de las omisiones en el códice D llamadas “no interpolaciones occidentales (omisión en un códice que se caracteriza más bien por sus adiciones). Sin embargo forma parte sin duda de la redacción del evangelio. El v.24 en cualquier caso confirma la tradición de la visita de los discípulos al sepulcro vacío y se refiere a ella en plural: “Algunos de nosotros”. De este modo la presencia del DA no entra en conflicto con la tradición recibida.

Lo que sí ha hecho Juan es trabajar mucho esta visita. Donde la tradición hablaba de Pedro y otros, Juan ha introducido al discípulo amado, por las razones teológicas que veremos en la exégesis. La introducción del DA ha dejado también algunas huellas de suturas en el relato, como son algunas repeticiones : dos indicaciones de dirección (prov") en el v. 2; una extraña secuencia de singular y plural en el v. 3: “Pedro salió y marcharon hacia”; la repetición de lo que vieron los discípulos en los vv. 5 y 6; la inconsecuencia entre el “vio y creyó” del v.8 con el “no habían entendido” del v. 9, y el hecho de que la fe del discípulo no tenga ninguna repercusión sobre los demás cuando Jesús se aparece a los Once en el v. 19.

Hartmann piensa que el acompañante de Pedro en el relato original era la propia Magdalena. Cuando esta última va donde Pedro a comunicarle la noticia del sepulcro vacío, Pedro decide ir a comprobarlo y la Magdalena lo acompaña. Esto explicaría la presencia de Magdalena en el sepulcro después de que Pedro regresa a su casa.

Probablemente en la forma tradicional del relato, Pedro y su acompañante no llegaban a creer. Tampoco la visita de las mujeres terminaba con un acto explícito de fe. Todo esto habla a favor de la historicidad de estas tradiciones, que sólo posteriormente fueron enriquecidas con adiciones apologéticas: el ángel intérprete o la fe del discípulo amado. 

2. Exégesis

PRIMER EPISODIO: HALLAZGO DEL SEPULCRO VACÍO 

v.1: El primer día de la semana, temprano, siendo oscuro todavía, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada del sepulcro.

El día que murió Jesús había sido el “último día”, el de la efusión del Espíritu (7,37). Ahora estamos en el primer día de una nueva semana, de una nueva creación. Es el amanecer, pero todavía hay tinieblas en el corazón de los discípulos tardos a creer. Sin embargo la luz de la fe está ya muy próxima.

El 4Ev no se refiere al “tercer día”. El tiempo de la resurrección de Jesús se fijó de acuerdo con el momento en que fue hallada la tumba vacía. Sólo después se encontraron referencias bíblicas que aludían a un tercer día como el fin del sufrimiento. “Dentro de dos días nos dará la vida; al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos” (Os 6,2). El Midrash al Gn 42,17 dice: “El Santo, bendito sea, nunca deja al justo en angustia más de tres días”. Las predicciones de Jesús hablaban ya del tercer día, pero es claro que los apóstoles nunca las entendieron antes de la Pascua, y sólo post eventum pudieron encontrar en ellas un sentido.

Iremos viendo a lo largo del comentario diversas alusiones al Cantar de los Cantares. Magdalena buscando a Jesús reproduce la búsqueda nupcial de esposa y esposo. Todavía siendo muy oscuro la esposa se puso en camino para buscar al amor de su alma (Ct 3,1).

La losa era signo de la muerte definitiva con la que quedaba irresistiblemente aplastado el hombre. Jesús había mandado quitarla del sepulcro de Lázaro (11,38-39-41). Ahora esta losa está quitada.

Muy probablemente Juan ha eliminado la presencia de las otras mujeres en el relato tradicional para dramatizar más la búsqueda personal y el encuentro personal con la Magdalena.

 

v.2: Fue corriendo, pues, y llegó donde Simón Pedro y el otro discípulo a quien amaba Jesús y les dijo: “Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto”. 

Es interesante la identificación que se hace aquí entre la figura del “otro discípulo” y el discípulo “a quien amaba Jesús” (13,23-26; 19,25-27; 21,7.20-40). Este hecho favorece mucho la misma identificación en el caso del “otro discípulo” que acompañó a Pedro al patio del palacio de Anás (18,15-16), aunque en este caso no esté explícitamente formulada. No queda en cambio tan clara la identificación con el discípulo innominado de 1,37-42.

Es notable cómo este discípulo amado aparece siempre en relación a Pedro en 13,23-26; 18,15-16; 20,2-9 y 21,7.23. El único episodio sobre el DA en el cual no aparece en relación y una cierta competición con Pedro es al pie de la cruz en 19,25-27. En el texto que comentamos ahora se establece claramente un contraste entre los dos. Ambos van a ver en el sepulcro las mismas cosas, pero sólo el amado va a creer. El amor de Jesús le ha dado una mayor sensibilidad hacia los signos.

En este contraste no se trata de rebajar a Pedro, sino de realzar al amado, y el modo cómo el amor sensibiliza para reconocer a Jesús (cf. 21,7). En cualquier caso este contraste no refleja ninguna hostilidad, ni es un elemento de especial relieve. Sencillamente Pedro no es el héroe preferido del autor juánico, y si bien se le reconoce su primado como pastor, la primacía del amor la ostenta claramente el amado. Para algunos la confrontación entre Pedro y el DA representaba la confrontación entre la comunidad judío-cristiana y la étnico-cristiana. La judía entró primero, pero la gentil acabaría teniendo la primacía de la fe. Sin negar del todo esta posible extrapolación a las dos comunidades, nosotros hemos preferido ver en el texto una confrontación entre las figuras representativas mismas, más bien que entre las comunidades representadas por ellas.

El robo de las tumbas o su violación era un delito sancionado con pena de muerte. Precisamente en Nazaret se halló una copia de un decreto de Claudio, dado pocos años después de la Pascua de Jesús, condenando a pena de muerte cualquier violación de una tumba. La severidad de tal decreto puede mostrar que el robo de tumbas no era un hecho infrecuente en la época.

El mensaje de María está totalmente cerrado a la posibilidad de la resurrección. En sus palabras sólo cabe pensar en el robo del cadáver. Está todavía en tinieblas.

 

v.3: Salió, pues, Pedro y el otro discípulo y llegaron al sepulcro.

v.4: Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corría más rápido que Pedro, se adelantó y llegó primero al sepulcro. 

Nueve veces se menciona el sepulcro en este pasaje. Es la obsesión de la comunidad por la muerte. La prisa expresa el amor por Jesús, y por eso el discípulo amado corre más deprisa, porque ama más. Se ha querido relacionar esta velocidad con el hecho de que fuese más joven. Isshodad de Merv lo atribuye al hecho de que era célibe (¡!). Pedro sin duda lleva el peso de la culpabilidad y de su negación a cuestas, que no le dejan correr tanto.

 

v.5 Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. 

Los lienzos eran visibles desde el exterior. Ya ha amanecido y hay luz. Los lienzos han quedado atrás, mientras que en el caso de Lázaro el muerto los llevaba puestos. ¿Será porque tendría todavía que usarlos otra vez? En cambio Jesús ha dejado atrás definitivamente estos signos de muerte.

En el no entrar de Juan se han querido ver significaciones teológicas (deferencia hacia Pedro como jefe de los doce; paralelismo entre la comunidad petrina y la juánica… Aparte de posibles significados teológicos, desde el punto de vista dramático se consigue así retrasar la entrada y dejar el clímax de la fe para el final.

 

v.6: Llegó también Simón Pedro tras de él y entró al sepulcro. Y vio los lienzos por el suelo y el sudario que había estado sobre su cabeza no puesto en el suelo con los lienzos, sino aparte, enrollado en un mismo lugar. 

Es difícil reproducir la localización de los lienzos y sobre todo el influjo que esta colocación tuvo sobre la fe des discípulo. Según Balagué habría que entender: Vio los lienzos lisos, no abultados; es decir los vio vacíos. El sudario, en cambio estaba en el mismo lugar, pero no liso, sino enrollado, haciendo bulto, se entiende por debajo del lienzo, en el lugar correspondiente a la cabeza. Balagué entiende que el sudario era un paño enrollado que se había usado para sujetar la mandíbula y anudado encima de la cabeza.

Según Brown la contraposición no es entre lienzos lisos y sudario abultado, sino entre los lienzos yaciendo en el suelo, y el sudario aparte en otro sitio. ¿Qué había en la disposición de aquellos lienzos que llevó al discípulo a creer? Para algunos (S. Juan Crisóstomo) se trata sólo del mero hecho de los lienzos vacíos. Un ladrón se habría llevado el cadáver con los lienzos puestos, sin molestarse en desenvolver el cuerpo.

Otros valoran mucho la disposición de los lienzos como el factor que genera la fe en el discípulo. La posición de los lienzos sólo sería explicable por la volatilización del cuerpo de Jesús que habría pasado a través de ellos como luego atravesará las puertas cerradas. Con todo resulta llamativo que Pedro no creyese también si la disposición de los lienzos era tan llamativa.

 

v.8: Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero. Vio y creyó.

v.9: Es que hasta entonces no habían entendido la Escritura de que tenía que resucitar de entre los muertos. 

Se presenta la dificultad del cambio del singular al plural. Por una parte “vio y creyó”, por otra parte “no habían entendido”. Hay algunas variantes textuales: el códice de Beza trae: “no creyó”. Agustín y otros entienden que creyó lo que había dicho la Magdalena de que no estaba el cuerpo.

Pensamos que el evangelista se refiere a la fe en la resurrección; en caso contrario no tendría sentido introducir la figura del discípulo amado para llegar a una conclusión tan de perogrullo como que el cuerpo no estaba ahí. Sin embargo en ninguna otra parte del evangelio aparecen ecos de esta fe del discípulo, ni en la aparición en el cenáculo ni en la del lago.

El DA percibe siempre antes que Pedro las señales de Jesús (13,23.25; 18,15; 21,7). En paralelo con las siguientes escenas, Magdalena, los Once, Tomás, todas acaban con un acto de fe.

¿A qué texto de la Escritura puede referirse? Unos piensan en una referencia genérica. Otros en algún texto concreto, especialmente aquellos que ya han sido citados anteriormente en el evangelio: Sal 18,19; Os 6,2; Is 26,19-21 LXX). La Escritura es un punto de referencia continuo del Señor resucitado. Cuando no comprendemos los sucesos de nuestra historia la Escritura debe ayudarnos a discernir los signos ambiguos que nos son dados, para encontrar en ellos la presencia del resucitado.

Para Schnackenburg el verso 9 estaba en la fuente del evangelista, porque la expresión que se usa allí: “tenía que resucitar de entre los muertos”, no es una expresión juánica, sino sinóptica.

 

v.10: Los discípulos entonces se volvieron a casa. 

Hemos traducido “a casa” la expresión griega pro;" aujtouv". Esto nos ha llevado a recordar otra expresión parecida, cuando se nos dice que el DA llevó a María eij" ta; i{dia. Algunos han querido pensar en que el DA llevó la noticia de su fe a María.

Nosotros en cambio cuando hablamos de María y el DA no interpretábamos las palabras eij" ta; i{dia como una referencia a la casa. Acabamos de decir que no hay ninguna constancia de que el DA al volver a casa contara nada a nadie, y mucho menos de que influyese positivamente en la fe de ninguno.

 

SEGUNDO EPISODIO: JESÚS SE APARECE A LA MAGDALENA 

v.11: Entretanto María estaba fuera junto al sepulcro llorando. Sin dejar de llorar se inclinó a mirar al sepulcro.

Termina aquí la narración juánica de la primera tradición de “mujeres en el sepulcro”, que había quedado interrumpida por la visita de los dos discípulos. Ya hicimos notar cómo no consta cuándo volvió María al sepulcro.

Hay un contraste entre los que se vuelven a casa y María que se queda. Sólo esta última en su perseverancia es la que va a contemplar al Señor. Las lágrimas de María reflejan ya lo anunciado por Jesús: “Lloraréis y os lamentaréis” (16,20). Las lágrimas nacen de la ausencia de Jesús. Pero “otro poco y me volveréis a ver, y se alegrará vuestro corazón” (16,16.22).

 

v.12: Y vio dos ángeles vestidos de blanco, uno sentado a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cuerpo de Jesús.

v.13: Le preguntaron ellos:

- Mujer, ¿por qué lloras?

Les dijo:

-Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. 

La aparición de ángeles es un rasgo típico del relato “mujeres ante el sepulcro” en los cuatro evangelios. En Juan queda como una reliquia del relato original donde los ángeles tenían el papel fundamental de dar un mensaje y explicitar el sentido del sepulcro vacío. En Juan en cambio no tienen nada importante que decir.

En Lucas son dos hombres y se aparecen de pie, dentro del sepulcro (Lc 24,4-4). En Mateo es un ángel que acaba de quitar la piedra y se sienta fuera (Mt 28,2-3). En Marcos es un joven situado dentro a la derecha (Mc 16,5). En Juan son dos ángeles dentro sobre la repisa (arcosolium) en la que había estado depositado el cuerpo, uno a los pies y otro a la cabecera.

La sepultura dentro de la cueva podría tener lugar en un nicho, en la cual el cadáver era metido con la cabeza por delante, o un arcosolio, en el cual el cuerpo era depositado paralelo a la pared. Sólo en un arcosolio hubiese sido posible contemplar los dos ángeles que estaban uno a la cabecera y otro a los pies. El arcosolio comenzó a hacerse popular en el siglo I de nuestra era. De hecho el Santo Sepulcro de Jerusalén es una tumba de arcosolio.

Se ha buscado un simbolismo en la posición de los ángeles. Se ha hablado de un paralelismo con los dos ladrones, o en los dos querubines que estaban sobre el propiciatorio del arca de la alianza, en medio de los cuales se sentaba la gloria de Dios.

Los ángeles no comunican ningún mensaje. Se limitan a preguntar. Quizás su presencia le puede servir al evangelista para continuar el paralelismo del Cantar: “De noche me levanté, recorrí la ciudad, buscando al amor de mi alma. Lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardas que rondan la ciudad. ¿Visteis al amor de mi alma?” (Ct. 3,2-3). Los ángeles jugarían el papel de los guardias de la ciudad a quienes la desconsolada esposa pregunta en medio de su búsqueda.

 

v.14: Dicho esto se volvió y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. 

Lo buscaba muerto, por eso no lo reconoce vivo. Habría reconocido a un Jesús yacente, pero no lo reconoce puesto en pie. Lo buscaba dentro del sepulcro, por eso no lo reconoce al verlo fuera.

El tiempo dedicado a narrar cómo María no reconoce a Jesús introduce un tema teológico importante. Jesús resucitado ha experimentado un cambio profundo. Mr dirá que se apareció en otra forma  (Mc 16,1). Pablo señala esta simultánea permanencia y transformación con la imagen de lo que se siembra y lo que brota (1 Co 15,42).

Las narraciones del sepulcro vacío subrayan la continuidad; las escenas del trabajoso reconocimiento subrayan la transformación.

Juan ha conservado algunos materiales del relato original de la aparición (tiempo y lugar, lágrimas de la Magdalena, aparición y reconocimiento, gesto de abrazarse a sus pies, mensaje a los hermanos (cf. Mt 28,9-10).

Pero Juan va a introducir novedades redaccionales para hacer de esta escena una página magistral de la teología y la psicología, como ya hizo con la Samaritana o con Pilato. El dramatismo psicológico del relato es bellísimo, pero al mismo tiempo los personajes se transforman en símbolos. Juan es un maestro en el arte de presentar personajes llenos de vida y al mismo tiempo fuertemente simbólicos.

 

v.15: Jesús le preguntó:

-Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

Tomándole por el hortelano ella le dijo:

-Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré. 

El tema “buscar” estaba ya en la tradición sobre la conversación de los ángeles y las mujeres de Mateo, pero aquí debemos verlo en el contexto teológico juánico del primer diálogo de Jesús con los discípulos: “¿Por qué me buscáis? (1,38). También entonces los discípulos le llamaron Rabí. Ahora la Magdalena le llamará en arameo Rabbuni, maestro mío.

En la mención del hortelano algunos buscan significados simbólicos. Los que interpretan el pasaje en clave del jardín del Edén, podrían ver en Jesús el nuevo Adán encargado de cuidar el jardín. En cualquier caso hay una ironía de parte del evangelista. Dentro de la falta de lógica de su interpelación al jardinero “Si te lo has llevado…” María está diciendo una gran verdad sin saberlo. Aquél hombre de hecho se ha llevado el cuerpo, lo ha arrebatado del sepulcro.

 

v.16: Jesús le dijo:

-María.

Ella se volvió y exclamó en hebreo:

Rabbuni (que significa Maestro). 

Las palabras “en hebreo” faltan en algunos códices occidentales. En realidad la palabra Rabbuni no es hebrea sino aramea, pero Juan acostumbra a llamar al arameo hebreo (5,2; 19,13.17; Ap. 9,11; 16,16).

Aunque Juan da la misma traducción griega para la palabra rabí, sin embargo puede que Rabbuni tenga un matiz de afecto. Albright sugiere: “Mi querido rabí” como la traducción óptima. Mateos siguiendo su paralelismo nupcial hace notar que Rabbuni podía ser usado por la mujer para llamar al marido. Así llama Sara a Abrahán en Gn 18,12; se estaría mezclando la imagen del maestro con la del esposo.

Causa extrañeza la expresión “ella se volvió”. Ya antes en el v.14 se ha dicho que María se volvió (estaba mirado al sepulcro y se volvió para mirar hacia fuera al hortelano). Ahora se repite el verbo. Unos lo interpretan como huella un tanto desmañada de la composición del relato. Otros suponen que María se había retirado para mirar de nuevo al sepulcro y Jesús le llama de nuevo (suposición totalmente gratuita).

Más bien nos inclinamos a pensar que el verbo tiene un significado espiritual. Se trata del verbo hebreo Shub, que en sentido figurado denota la conversión de María que, al escuchar la voz de Jesús, se convierte de su obstinada incredulidad. Varias veces hemos hecho notar el tema juánico de la voz de Jesús. La voz del pastor (10,4), la voz del novio (3,19), la voz del Hijo de Dios (5,25). María reconoce a Jesús cuando éste la llama por su nombre, como el pastor llama a las ovejas por su nombre y éstas le reconocen (10,14-27).

El tema de la voz del novio encaja también en las múltiples insinuaciones nupciales que contiene el pasaje. “Estaba durmiendo, mi corazón en vela, cuando oigo la voz de mi amado” (Ct 5,2).

Entre sus lágrimas María reconoce al Señor. El sol sale entre sus lágrimas en un hermoso arco iris. Magdalena había iniciado su peregrinación en tinieblas. En este momento acaba de salir el sol.

 

v.17: Le dijo Jesús:

-Suéltame, que aún no he subido a mi Padre. Anda, ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” 

Teológicamente éste es el verso más denso y más juánico. El tema sinóptico del mensaje del resucitado ha sido acuñado aquí en vocabulario y fraseología juánica.

Primero dice: “¡Suéltame! (literalmente, no sigas tocándome). Supone que María se ha abrazado a los pies de Jesús, tal como constaba en el relato tradicional (Mt 28,9). J. Maiworn recoge doce tipos distintos de explicaciones de esta expresión, algunas verdaderamente peregrinas. Unos hablan de la impureza ritual de tocar un cuerpo muerto, otros de que las heridas están todavía tiernas, otros suponen que María le había pedido a Jesús la comunión, otros que no le toque porque está desnudo. Asombra a la vez el candor y la fantasía de algunos comentaristas.

Detrás de este verbo hay que ver de nuevo una referencia al Cantar. “Encontré al amor de mi alma, lo agarraré y no lo soltaré” (Ct 3,4). Las alusiones nupciales pueden estar poniendo de relieve el simbolismo de la pareja Jesús/Magdalena y la pareja Adán/Eva en el jardín del paraíso. En este caso la esposa está representada por una mujer que ha renacido al pie de la cruz, lavada en el agua que brota del costado de Jesús.

Nosotros partiremos de una interpretación global de la escena. Sólo desde ahí se puede explicar la presencia del verbo “suéltame”. El tiempo de las apariciones es un tiempo intermedio entre la vida mortal y la vida del Verbo junto al Padre en la gloria. La presencia normal del resucitado será su presencia en el Espíritu. Las apariciones no son el modo normal de presencia de Jesús glorificado a los suyos. María al abrazar a Jesús interpreta falsamente que Jesús se dispone a reanudar su anterior tipo de existencia tras el breve paréntesis de la tumba, y que esta aparición es el modo habitual de su presencia nueva.

Pero Jesús quiere hacerle ver lo transitorio de la economía de las apariciones. “No te apegues a ellas. Sólo pretenden ayudarte a descubrir la verdadera presencia resucitada que no es carnal sino espiritual. “Suéltame” quiere decir: “No te agarres a esta aparición, no quieras poseerla. Mi nueva presencia es en el Espíritu. Me puedes ver así todavía porque aún no he subido a mi Padre, pero subo ya a mi Padre, y estas apariciones no van a durar”.

De algún modo Jesús ya ha ascendido al Padre, ya ha sido glorificado. Juan no establece un período tan marcado como el de Lucas de cuarenta días antes de la Ascensión. El Jesús juánico describe su victoria en términos de exaltación, más bien que en términos de resurrección. Su exaltación es un “retorno al Padre” (12,32-33; 14,38; 16,5.10.28). Cuando el 4Ev habla en términos temporales de un antes y un después de haber ascendido, no está refiriendo esas categorías a la situación personal de Jesús (El ya está plenamente glorificado, plenamente ascendido), sino que se refiere a la percepción de Jesús glorificado por parte de los discípulos. Esta percepción sí tiene un antes y un después. El antes es la época de las apariciones, como etapa transitoria. El después definitivo será cuando la visión desaparezca y su presencia se viva totalmente en el Espíritu. Jesús le dice a la Magdalena que no se agarre a lo transitorio.

No te agarres, porque además no es el tiempo de la contemplación sino de la misión. No es el tiempo de hacer tres tiendas, sino de cumplir un envío. Traduciéndolo a nuestra experiencia espiritual las apariciones designan los momentos de consolación. No son duraderos porque estamos todavía en la intermitencia de “un poco y me veréis y otro poco y me volveréis a ver”. Lo importante es cumplir la misión que el Resucitado nos encarga, la de llevar el anuncio a los hermanos.

Jesús se refiere a sus discípulos como sus hermanos. Nunca antes los ha llamado así. Quizás hay una alusión a que el don del Espíritu les ha transformado en hijos de Dios, y por tanto en hermanos de Jesús. Después de la glorificación de Jesús se han convertido en hijos.

Algunos han pretendido ver en la expresión “mi Padre y vuestro Padre” una diferenciación teológica entre el tipo de paternidad que Dios tiene para con Jesús y el que tiene para con nosotros. Jesús no puede hablar de “nuestro” Padre común. El sería el hijo natural, y nosotros los hijos adoptivos, en terminología paulina. Esto es cierto, pero pensamos que no es lo que quiere decir el evangelio en este punto. Más bien está subrayando lo que uno sobre lo que diferencia, la comunidad de filiación lograda por la muerte de Jesús.

En Rut 1,16, Rut le dice a Noemí su suegra: ligaré mi suerte con la tuya por siempre. “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Jesús y los suyos vivirán en común perteneciendo a la familia trinitaria, en el mismo hogar en la casa del Padre, donde hay sitio para muchos. La plena ascensión de Jesús se realiza mediante el don del Espíritu que se dará en el episodio siguiente.

 

v.18: Fue María a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor" que le había anunciado estas cosas.

Curiosa mezcla de estilo directo e indirecto, poco elegante en griego. Diversos manuscritos han tratado de normalizarlo. Algunos piensan que se puede encontrar la clave de esta expresión tan torpe en la crítica literaria, mostrando que se han unido aquí frases de dos relatos, uno que estaba en estilo directo y otro que estaba en estilo indirecto.

El cumplimiento de la misión confiada por Jesús es parte de los relatos de “mujeres en el sepulcro”. Esta misión nunca pudo haber sido inventada por la comunidad. San Agustín busca una significación teológica: “Nonne viris resurrectio eius per feminas nuntiata est, ut contraria arte serpes vinceretur? Quia enim ille mortem primo homini per feminam nuntiavit, et viris vita per feminam nuntiata est.” ¿Acaso no fue su resurrección anunciada a los varones por medio de las mujeres, de forma que la serpiente fuera vencida por un método contrario? Efectivamente ella (la serpiente) anunció la muerte al primer hombre por medio de la mujer, y la vida ha sido anunciada a los varones por una mujer” (PL 35,1998). 

 

Escena II: Aparición a los Once 

1. Estructura juánica

Decíamos que en la escena anterior se habían integrado tres relatos tradicionales: el de las mujeres en el sepulcro vacío, el de Pedro y otros visitando el sepulcro, y el de la aparición a la Magdalena.

En cambio ahora, para esta escena segunda pensamos que no existe más que un sólo relato básico de aparición a los Once que subyace a todas las versiones evangélicas y a los dos relatos consecutivos del 4Ev, sin Tomás y con Tomás.

La segunda aparición, a los ocho días, probablemente no venía recogida como tal en ninguna tradición y es un desdoblamiento que hace el evangelista como recurso literario para dividir en dos el abundante contenido teológico que hubiera recargado demasiado la escena de una sola aparición. Gracias a este desdoblamiento se puede también alternar nítidamente la dimensión grupal de la aparición (primer domingo) y el diálogo personalizado al que Juan es tan aficionado (segundo domingo).

En los relatos evangélicos de aparición a los Once existe siempre el tema de la incredulidad. Este tema lo ha desplazado el 4Ev al segundo domingo, estando Tomás presente. Para ello ha omitido en la primera aparición cualquier referencia al tema de la fe o de las dudas, para tratar de este tema monográficamente en el contexto de la segunda aparición. Como sutura en el punto de donde se eliminó la referencia a la fe en la primera aparición, queda la mención de las llagas. Esta mención queda como colgada en el aire, al habérsele quitado la significación que había tenido y que ha sido desplazada a la segunda aparición.

¿Por qué ha escogido el evangelista precisamente a Tomás para protagonizar el tema de la fe en la aparición desdoblada? ¿Es una invención caprichosa? No necesariamente. Quizás la única tradición sobre la aparición a los Once daba un especial relieve a Tomás como exponente de las dudas del grupo. O Tomás sencillamente era uno de los discípulos citados nominalmente, tal como ocurre en el c. 21. En cualquier caso, lo que se nos narra sobre Tomás guarda una cierta coherencia con la psicología que se nos describe en 11,16 y 14,5. Probablemente, pues, el haber escogido a Tomás como exponente de las dudas del grupo no ha sido una opción totalmente caprichosa o arbitraria del 4Ev

De entre los diversos relatos de aparición a los Once, nuestra doble aparición está más cercana a la versión de Lucas que a cualquier otra. Hagamos un breve recuento de paralelos.

* La fecha: tarde del domingo

* El lugar: Jerusalén, dentro de una casa.

* El modo: “se puso en medio” (Lc 24,36), “Se puso en el medio” (Jn 20,19).

* Las llagas: en Juan llagas en manos y costado, en Lucas manos y pies (Lc 24,39).

* El saludo: Paz con vosotros (Jn 20,19 = Lc 24,36).

* El don del Espíritu: prometido en Lucas (24,49), insuflado en Juan (20,22).

* El perdón de los pecados: Jn 20,23; Lc 24,41.

* La alegría de los discípulos: Jn 20,20; Lc 24,41.

* El tema de la incredulidad: Lc 24,41; desplazado en el 4Ev hasta la segunda aparición.

* La misión: Jn 20,21; Lc 24,47-48. 

A este esquema común Lucas ha añadido por su cuenta un largo discurso y el desarrollo apologético de la comida con Jesús. Juan, aparte de su desarrollo redaccional de las escenas comunes y el desdoblamiento de la aparición, ha añadido como realidad otorgada el Espíritu Santo y el perdón de los pecados que en el relato de Lucas era sólo promesas. Además ha reformulado en lenguaje juánico el tema de la misión y ha añadido el gesto de la insuflación y de la llaga del costado.

Sobre todo se ha ampliado el tema de la fe/incredulidad que en Lc y en los otros sinópticos está sólo insinuado. Al tratarlo monográficamente en la aparición desdoblada, puede abordarlo muy por extenso, integrando así el mandato “NO seas incrédulo sino creyente” (20,27), una profesión de fe (20,28) y un macarismo (20,29). Una vez, como tantas veces hemos apuntado, Juan usa la figura de Tomás como símbolo, pero sin restarle nada al dramatismo palpitante y al análisis psicológico del personaje.

No olvidemos que Tomás había tenido un arranque de generosidad en su disposición a volver a Jerusalén a morir por Jesús. “Vayamos también nosotros a morir con él” (11,16). Este arranque de generosidad es paralelo al de Pedro: “¿Por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti (13,37).

En el caso de Pedro Jesús le recrimina su autosuficiencia haciéndole ver qué pronto le va a negar tres veces. en el caso de Tomás no hay ninguna recriminación por parte de Jesús. pero el relato se encargará de mostrar hasta qué punto eran frágiles la fe y la generosidad de Tomás. Así contrasta mejor la condescendencia de Jesús para con la fragilidad del discípulo que como cualquiera de nosotros da muestras en ocasiones de una gran generosidad y en otras de una gran torpeza y tozudez.

 

PRIMER EPISODIO: APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS SIN TOMÁS 

v.19: Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando atrancadas las puertas del lugar donde estaban los discípulos por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en el medio y les dijo:

-La paz con vosotros. 

Se inicia el pasaje también ahora indicando la oscuridad, el miedo, las puertas cerradas.

El hecho de mencionar el día primero de la semana en las dos apariciones puede estar indicando la costumbre de la comunidad de reunirse a celebrar el recuerdo de Jesús en ese día. Por el Apocalipsis sabemos que el domingo era para la comunidad juánica “el día del Señor” (Ap. 1,10). Hay algunos otros rasgos litúrgicos insinuados: el saludo, la adoración, el acto de fe…

Los cuatro evangelistas mencionan con insistencia el hecho del miedo. Miedo ante la aparición angélica, ante el terremoto… En Juan son los judíos la causa del miedo. Miedo era también el sentimiento de los discípulos en la barca la noche en que Jesús no estaba con ellos y el viento era contrario (Jn 6,20). Las puertas cerradas pueden ser una pincelada psicológica para describir la actitud interior de los discípulos. Algunos han querido ver también una alusión a que el cuerpo de Jesús puede atravesar paredes. No pensamos que se haya pretendido esto. La piedra del sepulcro estaba quitada. Jesús no la atravesó. En ningún momento se dice que Jesús atravesase las paredes, sino que se puso en medio de ellos. En realidad ya estaba dentro; su presencia lo llena siempre todo. Simplemente se hace visible en determinados momentos.

Jesús en medio de su comunidad es uno de los temas más sugerentes en este episodio. La frase de saludo, aunque reproduzca la fórmula habitual de saludarse los hebreos, está aquí cargada de sentido teológico. Es el cumplimiento de la promesa de Jesús en discurso de despedida. “La paz os dejo, mi paz os doy” (14,22). “Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón” (16,22). La paz y la alegría son manifestaciones que acompañan el don del Espíritu que Jesús va a comunicar en este pasaje.

 

v.20: Dicho esto les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor.

El tema de las heridas está amplificado en la segunda aparición. Pero ya desde aquí vemos que el Resucitado conserva las huellas de su pasión. No se avergüenza de ellas, le identifican, son las huellas de su amor. En Lucas Jesús también les enseña las llagas de las manos (y los pies) para aliviar su miedo. El enseñar las llagas es ante todo una manera de identificar al Resucitado con el Crucificado. Se trata del mismo Jesús que ellos conocieron y que murió en la cruz.

La alegría está asociada en el 4Ev con el regreso de Jesús. “Os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y vuestra alegría no os la podrá quitar nadie” (16,22). “Vuestra tristeza se convertirá en gozo” (16,20).

¿Quiénes son los discípulos? ¿Los Once o un grupo más amplio? Ciertamente en todos los pasajes paralelos y en la tradición se trataba de los Once. ¿Ha omitido Juan intencionadamente este dato? Es un tema que incide mucho en controversias eclesiales. Porque ¿a quién se otorgó el poder de perdonar pecados, a los Once o a los discípulos en general? Protestantes y católicos tratan de llevar un poco el agua a su molino en la exégesis de este texto.

Algunos han pensado que en el 4Ev hay una intención deliberada de rebajar el puesto de los Doce en la Iglesia. Los menciona como grupo en raras ocasiones. Nunca los llama apóstoles, sino discípulos, aunque también es cierto que no tiene nada negativo que decir contra los doce. De hecho Ap 21,14 dará el nombre de los doce a los cimientos del muro de la Jerusalén celestial.

Lo que sí suele hacer Juan es tomar el grupo de los Doce/Once no en su ministerio específico intracomunitario, sino como representantes de un auditorio más amplio, constituido por todos aquellos que creen o habrán de creer. El 4Ev se refiere sobre todo a los dones que los Doce comparten con el resto de los discípulos, y no tanto en su ministerio específico. Ni se afirma ni se niega que los Doce tuvieran un ministerio específico o unos poderes específicos en contraposición con el resto de los fieles. Esto habría que iluminarlo con los otros evangelios, o por medio de ciertas deducciones. Juan no lo afirma explícitamente (Excluimos por supuesto el pasaje de Pedro en Jn 21, pues nos estamos refiriendo ahora al grupo de los Doce).

 

v.21: Jesús repitió:

-La paz con vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

En todos los evangelios la aparición a los Once va acompañada de una misión. Lo característico de la teología juánica es la explicitación de la relación existente entre la misión de Jesús y la de sus discípulos. Ya había sido enunciada en la oración sacerdotal: “Como tú me enviaste al mundo, también yo les envío al mundo” (Jn 17,18). La misión de los apóstoles prolonga la misión del Hijo. Del mismo modo que quien ve al Hijo ve también al Padre que lo ha enviado (12,45; 14,7), así también ahora el que acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoge a mí, acoge a aquél que me ha enviado (Jn 13,20).

No es que Jesús delegue su misión en los apóstoles para que ellos la continúen en su lugar. Simplemente comparte su misión con ellos, les asocia a la misión que él sigue llevando a cabo mediante ellos, y mediante la comunicación del Espíritu.

En el texto de la oración sacerdotal, los discípulos eran consagrados en la verdad, en orden a la misión. Ahora van a recibir el Espíritu de la verdad, el que dispone a esta misión. Efectivamente el Espíritu dentro de ellos es el que da testimonio (15,26-27). Y además el Espíritu es el que engendra hijos de Dios (3,5-6). Por eso la misión juánica está en estrecha relación con el don del Espíritu.

 

v.22: Dicho esto, sopló y les dijo:

-Recibid el Espíritu Santo 

El 4Ev ha juntado en un solo día Pascua y Pentecostés. La glorificación de Jesús coincide con el don del Espíritu (Jn 7,37). De algún modo ya había sido adelantado simbólicamente en la misma muerte de Jesús (“Entregó el Espíritu” - 19,30). El hecho de que Juan coloque esta aparición en el mismo domingo de Pascua ya hemos dicho que probablemente es redaccional. También quizás lo es la fecha en la que Lucas sitúa el acontecimiento de Pentecostés. Nada nos fuerza a elegir entre Juan y Hechos. Lo importante no es la escenificación o la datación del hecho, sino el hecho en sí del don del Espíritu en los días de Pascua, como culminación de la ascensión o glorificación de Jesús y su nueva presencia en la comunidad.

El verbo usado por Juan es el mismo que usan los LXX al traducir Génesis 2,7, al describir la insuflación que da vida al barro de Adán. El soplo creador de Dios es ahora el soplo vivificante del Resucitado. Es el mismo verbo que se usa en Sabiduría 15,11: “Le inspiró una alma activa y le infundió un espíritu vivificante” -ejmfusa'n-. La misma palabra se usa en Ez 37,9 cuando el profeta pide que el Espíritu sople sobre los huesos secos.

Este es precisamente el momento del bautismo de los discípulos. A partir de ahora el Padre de Jesús es también el Padre de ellos y pueden ser de verdad hermanos de Jesús.

Algunos han tratado de buscar una diferencia entre el don del Espíritu en Pascua según san Juan y el don del Espíritu en Pentecostés según san Lucas, pensando que se trata de dos efusiones distintas del Espíritu con matices diferentes. La primera, inicial; la segunda consumada. La primera para dar la vida nueva, la segunda para otorgar un poder ministerial… Es hacer puro concordismo para tratar de encajar el distinto modo en que cada evangelista presenta la donación del Espíritu.

Mientras que Juan quiere insistir en la unidad del misterio pascual -muerte, glorificación, ascensión, Espíritu- colocándolos en contigüidad temporal. Lucas en cambio ha dispuesto estos aspectos del misterio: -muerte, resurrección, ascensión, donación del Espíritu-, en una secuencia temporal durante un total de cincuenta días. Juan y Lucas son muy prácticos en el arte de acomodar la cronología a la teología, y no tienen ningún escrúpulo en hacerlo en otras ocasiones.

 

v.23: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los imputéis, les quedan imputados. 

A quienes perdonéis: aoristo de subjuntivo: ajfh'te

A quienes imputéis: presente de subjuntivo: krath'te

El aoristo tiene un valor puntual, algo que sucede de una vez para siempre: el perdón. En cambio el tiempo presente tiene una valor durativo: seguir reteniendo, manteniendo, sujetando.

Les quedarán perdonados: perfecto pasivo (en algunos manuscritos futuro o presente pasivo).

Les quedarán imputados: perfecto pasivo.

Para el primer miembro de las dos sentencias no hay duda en la traducción. Donde podrían surgir dudas es en los segundos miembros. J.R. Mantey sugiere que el perfecto de los segundos miembros implica una acción pasada, y que las traducciones con presente o futuro son manipulaciones para favorecer el sacramento de la reconciliación. El traduciría: “les han sido perdonados”, implicando que no son los apóstoles los que perdonan, sino que meramente declaran el perdón que ha tenido ya lugar.

La Iglesia católica ha visto aquí la base sólida para el sacramento de la reconciliación, y por eso convendría detenernos en un estudio más detenido de este versículo. Ofrece paralelismos con el de Mt 16,19 y 18,18, que es material exclusivo de Mateo y no aparece en los otros sinópticos. La imagen que Mateo usa es ligeramente diversa: atar y desatar.

Curiosamente veremos como el 4Ev encaja dentro de las apariciones algunos de los materiales flotantes que Mt o Lc han encajado durante el ministerio de Jesús (p. 41), pero que no pertenecían originariamente al contexto en el que han sido encajados. Estos logia de Mateo sobre atar y desatar pudieron estar anteriormente en el contexto de las apariciones de Jesús.

Se ha supuesto que el atar y desatar a renglón seguido de las llaves del reino puede ser el eco de Is 22,22 en que la entrega de las llaves significa la concesión del puesto de primer ministro. “La llave de la casa de David; abrirá y no cerrará; cerrará y nadie abrirá”. Mateo habría adaptado esta imagen a un conocido logion rabínico que designa la acción de determinar qué acciones son permitidas o prohibidas por la ley. Otro significado de este mismo par de verbos es el significado judicial que se expresa en imponer o levantar la prohibición de asistir a la sinagoga y participar en la comunidad. Juan va a usar otro par de verbos que connotan este acto judicial de perdonar o imputar un pecado.

Sin excluir otros significados concomitantes, perdonar e imputar significan en Juan promulgar la obra de juicio que Jesús mismo realizó en su vida. Jesús vino para un juicio que ponía en evidencia las obras de cada uno, al confrontarles con la luz de su palabra. Para un juicio había venido, para que los ciegos viesen, y los videntes aparecieran como ciegos. Los discípulos predicando el evangelio hacen que los hombres se definan y por consiguiente acepten la luz o se juzguen y condenen a sí mismos al rechazarla. Es fundamentalmente mediante la palabra predicada como se lleva a cabo este juicio. Unos se acercan a la luz y son perdonados, otros se endurecen y son condenados.

Los discípulos portan una palabra que implica perdón o condena. Esta tarea la hacen los discípulos bajo el poder del Espíritu Santo. Al Paráclito se le ha confiado la tarea de un juicio de carácter discriminatorio. Pero es el mismo Espíritu el que purifica del pecado en los sacramentos. La comunidad hace llegar el perdón a través de la efusión del Espíritu derramado inicialmente en el bautismo y a través del ejercicio continuado del perdón dentro de la comunidad.

Se ha discutido si el perdón de los pecados del que se habla aquí es el que se otorga en el bautismo, o el del sacramento de la reconciliación. No hay por qué escoger entre estas dos alternativas. Se refiere al perdón que es otorgado en el momento de la primera conversión, y también de conversiones sucesivas en la vida del cristiano.

Reproduciremos el texto de Brown, valorando la incidencia de este texto sobre el sacramento de la reconciliación.

“Es imposible zanjar esta disputa sobre bases puramente exegéticas… Dudamos que haya pruebas para limitar el poder de perdonar pecados o de imputarlos, otorgado en Jn 20,23, a un ejercicio específico de esta potestad en la comunidad cristiana, sea la admisión al bautismo, sea el perdón a través del sacramento de la penitencia. Estas son únicamente manifestaciones parciales de una potestad más amplia, concretamente la potestad de aislar, rechazar y negar el mal y el pecado, una potestad otorgada por Jesús en su misión y que él comunica a su vez a través del Espíritu a sus enviados. Se trata de una potestad eficaz, no meramente declarativa, contra el pecado; un poder que afecta a los antiguos y a los nuevos seguidores de Cristo, y que supone también un desafío para los que se niegan a creer. Juan no nos explica cómo o por quiénes se ejercía esta potestad en la comunidad a la que dirige su evangelio, pero el hecho de que se mencione indica que se ejercía”.

 

SEGUNDO EPISODIO: APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS CON TOMÁS 

v.24: Pero Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

v.25: Los otros discípulos le dijeron:

-Hemos visto al Señor.

Él les dijo:

-Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no meto mi mano en su costado, no creeré.

Tomás no estaba con ellos. Se subraya el hecho de que se ha alejado de la comunidad y por ello se ha privado de la visita de Jesús. La única mención que teníamos de Tomás es su disposición a ir a la muerte con Jesús: “Vayamos también a morir con él” (11,16), y su pregunta en la Cena sobre el camino hacia el Padre (14,5). En ambas ocasiones se nos presenta como un hombre impulsivo, pero un tanto romo y escéptico. A lo largo del capítulo 20 hemos ido viendo varias actitudes psicológicas de los discípulos: la reacción afectiva de la Magdalena, la perspicacia del DA, la masiva lentitud de Pedro, y ahora el escepticismo de Tomás. A cada uno se le acerca Jesús de un modo diverso. El Señor muestra a los suyos su cariño, y se aviene a acomodarse a sus ritmos, sus lentitudes, sus prejuicios, sus tozudeces.

La frase de los compañeros: “Hemos visto al Señor” nos recuerda aquella gozosa de los primeros días: “Hemos encontrado al Mesías” (1,41). A los discípulos les había bastado con que Jesús les mostrase las manos y el costado. Tomás en cambio exige una comprobación más minuciosa de las heridas.

 

v.26: Ocho días después estaban de nuevo sus discípulos dentro de casa y Tomás con ellos. Llegó Jesús con las puertas atrancadas, se puso en medio y dijo:

-La paz con vosotros. 

La llegada de Jesús se cuenta de una forma que se limita a repetir los datos de la primera aparición y contribuye a reforzar la opinión de los que piensan que nos encontramos con un duplicado redaccional y no con una nueva tradición. Pero no se cita ya el miedo a los judíos incompatible con el Espíritu que Jesús les ha infundido en la anterior aparición. Con todo las puertas siguen estando cerradas.

 

v.27 Luego dice a Tomás:

-Trae aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.

El evangelista encuentra reprensible la actitud de Tomás su empeño en comprobar los aspectos milagrosos. Sin embargo muestra cómo Jesús se aviene a someterse a las condiciones del discípulo. Las palabras de Jesús repiten punto por punto las exigencias que había mostrado Tomás. Éste se manifiesta descubierto y confundido. No se dice que Tomás llegase a tocar a Jesús. Más bien Tomás cree sin llegar a tocar sus heridas. Quizás para excitar la fe son mucho más eficaces el cariño y la condescendencia mostrados por Jesús que la mera comprobación objetiva.

 

v.28: Contestó Tomás:

-Señor mío y Dios mío.

El segundo concilio de Constantinopla insiste en que estas palabras se referían a Jesús y no eran simplemente una exclamación en honor al Padre (contra Teodoro de Mopsuestia). Hoy día todos piensan que la exclamación va dirigida a Jesús.

El evangelio ha estado puntuado por las confesiones cristológicas de los interlocutores de Jesús (1,29.32.41.49; 3,2.28; 4,19.42; 6,69; 9,38; 11,27; 12,13; 16,30; 20,16). Llegamos ahora a la confesión teológica más sublime, el clímax del evangelio. La divinidad de Jesús, el nombre sobre todo nombre, expresado de un modo inequívoco. Esta confesión de fe al final del evangelio forma una inclusión con el Prólogo: “El Verbo era Dios” (1,1).

Se unen los dos títulos usados en los LXX combinadamente para referirse a Dios: kuvrio" y qeov", que corresponden a YHWH y Elohim. Jesús glorificado puede ser ya reconocido por los suyos en la plenitud de su misteriosa personalidad. “Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que YO SOY (8,28). Ya todos pueden “honrar al Hijo como honran al Padre” (5,23).

Se trata de una doxología en contexto litúrgico. Tomás habla en nombre de la comunidad. La fe ha alcanzado su punto más alto.

 

v.29: Le dijo Jesús:

-Porque me has visto, has creído. Dichosos los que sin haber visto creen. 

El evangelio de Juan sólo trae dos macarismos. Éste y el de 13,17 “Dichosos vosotros si sabiendo estas cosas las cumplís”. Un macarismo de fe y otro de obras. En cambio el Apocalipsis utiliza este breve género literario con gran abundancia. Hay nada menos que siete bienaventuranzas (1,3; 14,13; 16,15; 19,9; 20,5; 22,7; 22,14).

El evangelio se abre a una perspectiva más amplia, la de los futuros creyentes, del mismo modo que en la oración sacerdotal Jesús se abría también a los que habrían de creer por el testimonio de los discípulos (17,20).

No se contrasta la incredulidad de Tomás con la fe de otros. Tomás ya es un creyente. Se contrasta la fe de los que vieron a Jesús y la de los que no tendrán esa oportunidad de ver. También 1 P 1,8 dice a los cristianos de su época: “Sin haberle visto le amáis: aunque ahora no le veis, creéis en él, y os alegráis con un gozo intenso e inefable”.

Recordemos que una de las situaciones existenciales a las que intenta responder el evangelio es la muerte de los testigos oculares y la primera generación apostólica, en concreto la muerte del discípulo amado.

El evangelio anima a sus lectores. Todos seguirán viendo al Señor de un modo especial, aunque distinto del de las apariciones. “El mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis” (14,19). Visión por connaturalidad. Sólo los vivos pueden ver al Viviente. La fe en Jesús es fruto de la experiencia de vida abundante que nos ha sido dada por él. 

CONCLUSIÓN 

v.30: Cierto que Jesús realizó todavía otros muchos signos en presencia de sus discípulos que no están escritos en este libro.

v.31: Éstos quedan escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo tengáis vida en su nombre.

Esta era la conclusión del evangelio en su redacción original. El capítulo 21 lo consideramos un epílogo añadido por un redactor.

¿A qué otros signos se refiere Juan? Unos piensan que se trata de otras apariciones, otros que se trata de signos milagrosos como los que están recogidos en el Libro de los Signos. Para nosotros puede referirse tanto a unos como a otros. Las apariciones son también signos.

La intención del evangelista es clara, y nadie puede llamarse a engaño. Él no ha escrito una crónica sobre Jesús, sino un libro que solicita la fe. No es un atestado imparcial de lo sucedido, sino la interpretación de un creyente y un miembro de la comunidad, pero que necesita verse robustecido e ilustrado en su fe.