EL DIÁLOGO  CON  LA  SAMARITANA

A) ENCUADRAMIENTO

B) EL DIÁLOGO CON LA MUJER

     1. División del diálogo

     2. El tema del agua viva

     3. El tema de los maridos

     4. El verdadero culto

C) DISCURSO A LOS DISCÍPULOS 

 

Antes de adentrarnos en el diálogo de Jesús con la samaritana, demos un vistazo al camino recorrido y a las líneas dinámicas que le dan unidad.

Jesús ha comenzado a realizar su obra de salvación manifestando su gloria por medio de signos y solicitando la fe de los hombres. Estos signos que realiza, además de mostrar el poder de Dios actuando en Jesús, muestran también la naturaleza de la salvación aportada por él, en cuanto que ha venido a dar plenitud a todas las figuras, personas, e instituciones de la antigua Ley. 

 

Caná

Templo

Jerusalén

Samaritana

Caná

Signo

vino

mercaderes

Muchos signos

Revelación pecados

Curación

Sustitución

Alianza de bodas

Templo y cuerpo

Ley y revelación

Culto

 

Reacción

Discípulos creen

Incredulidad judía

Fe incompleta

Fe de samaritanos

Fe de paganos

Los signos de Jesús tienen un carácter muy variado, y van desde un milagro (conversión del agua en vino) a una acción profética (expulsión de los mercaderes), a una revelación profética (caso de la samaritana) o una curación (hijo del régulo). Todos ellos muestran algo de la persona y misión de Jesús, en cuanto que él es quien ha venido a dar plenitud a la Alianza antigua, Ley antigua, el antiguo templo, el antiguo culto, para ser él mismo el esposo, el templo, el Hijo que nos hace hijos, la fuente de agua viva que nos permite adorar al Padre en espíritu y verdad.

Simultáneamente se estudian las reacciones diversas de los hombres confrontados con estos signos. Hay todo un tipo de reacciones desde la hostilidad de los judíos, a la fe y adhesión de los discípulos y samaritanos, pasando por la fe incompleta de Nicodemo y de los habitantes de Jerusalén.

También hay que notar la variedad de públicos con los que se establecen los diálogos de Jesús. Es un abanico que comprende a los discípulos y María (representantes de los verdaderos israelitas), Nicodemo (representante del rabinismo oficial), la Samaritana (representante del judaísmo herético), y el régulo (¿representante del paganismo?).

 

A) ENCUADRAMIENTO DEL DIÁLOGO

No existe ningún paralelismo sinóptico a este encuentro de Jesús con la samaritana, ni siquiera en Lucas que es el evangelista que más simpatiza con las mujeres -Isabel, María, Ana, la pecadora, María de Betania, Marta, la viuda de Naín, las mujeres que servían a Jesús, las hijas de Jerusalén…,- y de los samaritanos -buen samaritano (Lc 10,29-37), leproso agradecido (17,11-19). Más bien Lucas nos conserva un relato sobre la mala acogida que los samaritanos le hicieron a Jesús (9,52-53). El relato de Juan carece de todo tipo de confirmación en el NT, si excluimos el éxito que los apóstoles tuvieron en su evangelización en Samaría después de la Resurrección de Jesús (Hch 8,4-8).

Si tenemos en cuenta que en el resto del evangelio Juan hace sus elaboraciones literarias a partir de personajes reales, podemos sospechar que hay un cierto material tradicional recogido por el evangelista, a partir del cual “con su maestría para la escenificación y sus recursos ha desarrollado un soberbio guión teológico. El malentendido (v.11), la ironía (v.12), el cambio rápido ante un asunto embarazoso (v.19), los primeros y segundos planos (v.29), y el efecto de coro griego a cargo de la gente del pueblo (vv. 39-42), son otros tantos toques escénicos que se han empleado con habilidad para desarrollar una de las más vivas escenas que recogen los evangelios” (Brown I, p. 380).

La mujer es un personaje vivo y real, pero a la vez cargado de simbolismos. Si la reducimos a un puro símbolo, perdemos toda la belleza del encuentro personal entre dos personas de carne y hueso con todos sus matices psicológicos. Si por el contrario la reducimos a una simple anécdota, a una historieta, perdemos toda la inmensa riqueza simbólica de lo que esta mujer representa. Hay pues que analizar paralelamente la dimensión psicológica (el relato del encuentro de una mujer de vida irregular con Jesús) y la simbólica (la confrontación de Jesús con el Israel adúltero, el tema nupcial sugerido, el verdadero culto, y la conversión de los samaritanos y su incorporación a la comunidad juánica).

La presentación de los personajes es magistral. Es la hora del mediodía. Jesús está cansado del camino y tiene sed (quaerens me sedisti lassus: cansado de buscarme te sentaste). Jesús está solo. Hay un pozo y algún árbol que dé sombra. Una mujer acude con el cántaro en la cabeza y se inicia la conversación.

En el trasfondo se sugiere el tema de los encuentros con mujeres junto al pozo (Isaac y Rebeca -Gn 24,11-; Jacob y Raquel -Gn 29,10-; Moisés y Séfora -Ex 2,17). Todos estos encuentros acaban en boda, dan origen a una relación nupcial.

También en el trasfondo está el tema del agua como don. El pozo que nos dio Jacob nuestro Padre, el pozo que en la tradición rabínica significa la Ley “que nos fue dada por Moisés” (1,17). Pozo simbólico, pero a la vez real, que puede muy bien ser el que hasta hoy se puede visitar.

Igualmente la mención de la hora tiene un significado simbólico, al mismo tiempo que sirve para ambientar el calor y el cansancio de Jesús. En el encuentro entre Jacob y Raquel junto al pozo el Génesis contaba el detalle de que “todavía era muy de día” (Gn 29,7).

Otra explicación al dato de la hora sexta puede ser el relacionarla con la hora sexta en que Pilato hizo sentar a Jesús, lo declaró rey y lo condenó a muerte. En Samaría a la hora sexta, Jesús se sienta en el pozo como Salvador; en el Pretorio de Pilato, como rey (19,14). ejkavqisen ejpi. No dice Juan que Jesús se sentó junto al pozo, sino sobre el pozo, quizás para indicar que él mismo era el pozo. La sed de Jesús también está relacionada con la sed de la cruz (19,28).

La fatiga es a la vez real y simbólica. A esta hora del día es lógico que Jesús estaría cansado del camino. Pero su fatiga representa las fatigas misioneras del predicador evangélico a las que se aludirá al final del pasaje. “Yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga” (4,38). En todos estos casos aparece el mismo término -kopia'n- que también utiliza mucho S. Pablo para referirse a las fatigas apostólicas (Rm 16,6.12; 1 Co 4,12; 15,10; Ga 4,11…).

Si, como sospechamos, hay varias alusiones al tema nupcial, resultan también muy significativas la soledad y el hecho de que la mujer sea de Samaría. ¿Cómo no recordar el tema nupcial de Oseas, el profeta de Samaría? En su propia vida había experimentado el pecado del pueblo en la persona de su propia esposa, adúltera. Si leemos atentamente el pasaje de Oseas, descubriremos múltiples resonancias en el texto de Juan. Dios promete a la adúltera que volverá a desposarla, que la llevará al desierto para seducirla de nuevo, que le hablará al corazón (Os 2,16). Aquella mujer se había prostituido yéndose detrás de los amantes (los ídolos) que le daban su pan y su agua… (2,7). “Yo no habían conocido que era yo quien se lo daba…” (Os 2,7.10). “Si conocieras el don de Dios…” (Jn 4,10).

Por otra parte la conversación de Jesús, además de suscitar la admiración de la samaritana (4,9), suscita también la admiración de los discípulos (“Se sorprendían de que hablar con una mujer”). Jesús supera todos los prejuicios y tabúes, raciales o sexuales, y se muestra un hombre extraordinariamente libre).

Los judíos tenían prohibido usar los mismos vasos de los samaritanos porque tenían miedo de contaminarse. El contacto de una mujer durante su regla era causa de impureza, y las mujeres samaritanas se suponía que tenían la impureza desde la cuna (Niddah 4,1), y su trato producía impureza ritual.

Se nos conservan dichos rabínicos que vienen a decir: “No estés nunca a solas con una mujer casada”. “No se debe estar solo con una mujer ni en el albergue, ni con la propia hermana, o con la propia hija, a causa de los pensamientos de los demás. No se debe charlar con una mujer en el camino…” “Cada vez que uno se entretiene un largo rato con una mujer, va al encuentro de la desdicha, abandona la palabra de la Ley, y finalmente hereda la Gehenna” (textos citados por Panimolle I, 387).

Algunos autores han querido ver también en este pasaje una alusión a cómo se realizó la evangelización de Samaría durante la época apostólica, y a la entrada de los samaritanos opuestos al templo en la comunidad juánica en algún momento de su desarrollo histórico (p. 22).

Son muchas las semejanzas, sobre todo en la segunda parte del discurso de Jesús, con el relato de Hechos sobre la evangelización de Samaría, en que hubo una diferencia entre los sembradores (Felipe) y los cosechadores (Pedro y Juan): Hch 4,35-38.

El rechazo del culto de Jerusalén alude a las personas que al convertir a los samaritanos querían hacer de ellos primero judíos ortodoxos y luego cristianos, o les obligaban a acudir al templo de Jerusalén. La abundante cosecha puede referirse al fruto de la primera misión de Felipe. El acento a la importancia del Espíritu puede aludir a los fenómenos carismáticos que acompañaron la predicación en Samaría y la disputa con Simón Mago. De este modo se explicaría simbólicamente el “Yo os envié a segar”, aludiendo a un contexto postpascual.

El pasaje que estudiamos puede dividirse en dos secciones: la conversación de Jesús y la mujer, y el diálogo de Jesús con los discípulos acerca de la misión. Al final hay una conclusión en la que se funden ambas escenas y vuelve a aparecer la mujer que había sido la primera evangelizadora. Veremos ahora en detalle la estructura y la exégesis de cada una de las partes.

 

B) DIALOGO CON LA MUJER

Esta escena contiene dos temas principales, el del agua viva y el del verdadero culto. El punto en que se unen ambos temas es en el Espíritu, que es a la vez el agua viva, y el don por el que podemos dar culto al Padre. Por otra parte la escena está llevada de un modo dramático hasta culminar en la revelación de Jesús: YO SOY (4,26).

Hay todo una avance progresivo en la manera cómo la samaritana se dirige a Jesús, cada vez con más respeto, dejando regado el pasaje de títulos cristológicos progresivos: Tú (v.9), Señor (Kyrie: vv. 11.15), Profeta (v.19), Mesías (v.25). Todo se culmina con el más solemne de los títulos: YO SOY (v.26). La segunda parte vendrá también coronada por otro gran título cristológico en boca de los samaritanos: “Salvador del mundo” (v.41).

1. División del diálogo

El diálogo con la mujer está compuesto de dos escenas, cada una con un doble juego de pregunta y respuesta (cfr. Brown I,380).

ESCENA 1ª: El agua viva

a) El desafío

     Jesús pide agua a la mujer (4,7).

     La mujer muestra extrañeza y se burla (4,9).

     Jesús lanza un desafío en dos partes (4,10).

                     Si conocieras al que te habla

                     Tú pedirías agua viva

Ambos desafíos se cumplirán. Al final de la primera escena la mujer le pide agua. Al final de la segunda, le reconoce. Orden quiástico ABBA. Reconocer, pedir agua, pedir agua, reconocer. 

b) El agua viva

     La mujer malinterpreta el agua (4,11-12).

     Jesús aclara la naturaleza de este agua (4,13-14).

     La mujer PIDE AGUA (4,15).

 

ESCENA 2ª: El verdadero culto 

     a) Los maridos

     Jesús entra en la vida personal de la mujer (4,16).

     La mujer trata de dar una evasiva (4,17).

     Jesús descubre la conducta de la mujer -signo profético- (4,18).

 

      b) El culto

     La mujer se vuelve hacia la luz. Plantea el tema del culto (4,19-20).

     Jesús introduce la enseñanza central sobre el culto (4,21-24).

     La mujer RECONOCE A JESÚS (4,25).

 

Si admitimos el simbolismo que ve en la samaritana una representación de la mujer de Oseas, entonces las distintas partes de este diálogo se articulan con mayor lógica interna. Los cinco maridos representarían los ídolos samaritanos, y el marido de ahora, que no lo es de verdad, sería el propio YHWH adorado de forma no conveniente. De ahí que la mujer al volverse a Dios pregunte cuál es la mejor forma de adorarle. Y Jesús introduce el tema del culto en el Espíritu, que empalma precisamente con el tema del agua viva de la parte anterior. Hay que abrirse al don de Dios para recibir al Espíritu, y sólo desde el Espíritu se puede dar culto verdadero a Dios. 

2. El tema del agua viva

¿A qué se refiere Jesús cuando promete dar agua viva? Jesús mismo no es el agua. El es más bien el pozo (sentado sobre el pozo). El agua es un don que mana de él. Hay dos interpretaciones principales que no se excluyen mutuamente, sino que se completan: el agua de la revelación y el agua del Espíritu.

El tema de la revelación como agua es ya un viejo tema sapiencial. “La enseñanza del sabio es fuente de vida” (Pr 13,14). “Las palabras de la boca del hombre son agua profunda, torrente desbordado, fuente de sabiduría” (Pr 18,4). “Oídlo, sedientos todos, acudid por agua” (Is 55,1). El que come tendrá más hambre y el que me bebe tendrá más sed” (Si 24,21). “El que abraza la ley, logra la sabiduría… Ella le sale al encuentro y le da a beber agua de sabiduría…” (Si 15,4).

En los textos de Qumrán es frecuente usar la imagen del agua para referirse a la Ley, así como también la palabra “don de Dios”. El pozo de Jacob era en la tradición rabínica figura de la Ley. El pozo de Harán se identifica con el pozo de Moisés en el desierto, y también con Sión, centro del culto judío.

Jesús cumple todas esas instituciones, mostrándose así más grande que Jacob, como la samaritana dirá en burla, según la técnica juánica de la ironía. Mediante esta ironía las personas sin darse cuentan enuncian grandes verdades. Jesús es la sabiduría divina y su revelación puede ser comparada con el agua viva, según la imagen ya clásica del AT.

Pero al mismo tiempo el agua viva, don de Dios, puede significar el Espíritu Santo. Contamos con la prueba explícita en Jn 7,37-39. En varios lugares del NT se llama al Espíritu “don de Dios” (Hch 2,38; 8,40; 10,45; 11,17; Hb 6,8). Y ya en el diálogo con Nicodemo se había relacionado el Espíritu con el agua como causa de un nuevo nacimiento.

San Pablo habla del agua bautismal no sólo como agua en la que somos sumergidos, sino también como agua que bebemos. “Todos fuimos bautizados con el único espíritu para formar un solo cuerpo, y todos hemos bebido un solo Espíritu (1 Co 12,13). Entre los signos cristianos del bautismo está el ciervo bebiendo en las corrientes de las aguas (Sal 42) y en las catacumbas aparece también la samaritana en contexto bautismal. 

3. El tema de los maridos

Si la alusión a los maridos de la mujer fuera una mera anécdota histórica sobre la vida de la samaritana, no se explica bien el salto al tema del culto verdadero. Pero si en la situación marital de la samaritana vemos también un simbolismo, entonces el paso del tema del agua al del culto en el Espíritu se hace de una manera muy coherente.

Ya dijimos que Samaría representa en la Biblia a la mujer infiel, al pueblo que se va tras los ídolos. Este paralelismo entre idolatría en infidelidad esta reforzado por el doble significado de la palabra Ba’al en hebreo (ídolo y marido). La mujer infiel se iba detrás de otros amantes que le daban su agua (Os 2,7), sin darse cuenta de que era YHWH quien se la daba (2,10). A esta mujer le dice el Señor: “Yo no soy su marido y ella no es mi mujer” (Os 2,4), pero al mismo tiempo le promete un nuevo desposorio: “Yo te desposaré conmigo para siempre… te desposaré conmigo en santidad, y tú conocerás a YHWH” (Os, 2.21-22). “Aquel día me llamarás esposo mío, y no Baal mío” (Os 2,18).

Además tengamos en cuenta que en 2 R 29-31 se nos habla de cinco templos samaritanos consagrados a los ídolos, y que los samaritanos en la época adoraban a YHWH pero con un culto falso. A esta luz entenderemos: “Has tenido cinco maridos (baales), y el que ahora tienes (YHWH) no es tu marido, porque tu yahvismo no es legítimo.

También en los libros sapienciales la relación matrimonial se compara con el agua del pozo. Al marido se le dice que no vaya tras otras mujeres, sino que se goce sólo en su esposa legítima: “Bebe el agua de tu cisterna, la que brota de tu pozo… Sea tu fuente bendita, gózate en la mujer de tu mocedad” (Pr 5,15.18).

La mujer pregunta entonces dónde hay verdaderamente que adorar al verdadero marido, al verdadero Dios, si en Jerusalén o en el monte Garizín. Comprende todavía la fidelidad en términos materiales de templos o de religiones instituidas. Jesús le va a llevar a una espiritualización del culto.

Si no vemos el simbolismo del marido como ídolo, habría que ver en todo este tema de los maridos una mera ocasión para que Jesús proféticamente revelase a la mujer una situación personal de pecado en la que se encontraba metida, y mediante este signo profético abrir su corazón para recibir la revelación sobre la persona de Jesús.

En cualquier caso, en un lenguaje profundo más psicoanalítico, la sed de la mujer representa la insatisfacción radical del hombre cuyo deseo no puede ser saciado por ninguna criatura. Aquella mujer había emprendido diversas aventuras sentimentales, pensando que cada una de ellas le iba a aportar la felicidad. Había bebido del agua de cinco pozos, y de cada uno de ellos había salido desengañada y con sed. Jesús promete no un agua estancada, sino un agua de manantial, un agua viva que tiene un sabor diferente.

Nótese como en la promesa de Jesús el agua se convierte en fuente. El agua brota de Jesús, pero al llegar al corazón del creyente hace que no sólo este sacie su sed, sino que se convierta él mismo en fuente. Es la misma idea que el texto de 7,37-38 nos da en una lectura ambigua en la que puede leerse tanto que la fuente del agua es el corazón de Jesús, como el corazón del creyente. 

4. El verdadero culto

Jesús desplaza la pregunta de la samaritana del dónde se debe adorar al cómo se debe adorar. Ciertamente la contraposición no es entre culto exterior y culto interior. En el NT hay abundantes pruebas de que la comunidad cristiana tributaba a Dios también un culto exterior con himnos, reuniones, eucaristías…

La contraposición no es tanto entre exterior e interior, cuanto entre culto carnal y espiritual, en el mismo sentido del diálogo con Nicodemo. Aunque ahora no aparezca la palabra carne. El culto, como toda la vida del discípulo debe ser una realidad nueva, en cuanto que brota de un nuevo principio de vida que actúa en el interior del cristiano. Sólo el que ha nacido de agua y Espíritu puede dar a Dios un culto en Espíritu y verdad.

El verdadero culto al Padre sólo pueden tributárselo los que son hijos. Para tener a Dios por Padre hace falta haber renacido del Espíritu, que es el don de Dios, el agua viva que se recibe en el bautismo y se convierte en el interior del creyente en un bullicioso manantial de vida. De este manantial brota el verdadero culto.

¿Qué es el culto en Espíritu y verdad? El Espíritu en Juan es el espíritu de la verdad (14,17), el que guía al creyente hacia la verdad plena. Este Espíritu nos consagra, nos sella. Juan se refiere por igual al Espíritu o a la verdad. La verdad, así como el Espíritu es aquello que nos consagra y santifica. “Santifícalos en la verdad” (17,17-19). El Espíritu y la verdad son como un sello, una unción que nos consagra, que hace de nosotros pueblo santo, y nos convierte en verdaderos adoradores. El concepto de pureza ritual necesario para el culto en el antiguo templo, se convierte ahora en la pureza de la verdad.

Jesús reconoce que hasta entonces el verdadero conocimiento de Dios se había mantenido entre los judíos (v.22). Lejos de cualquier tipo de antisemitismo, Jesús ha nacido de los judíos como salvador del mundo.

Pero llega la hora en que estas cosas han dejado de tener importancia. El salvador ya está aquí. Lo importante es adherirse a él. La sección anterior había terminado con el reconocimiento de Jesús como profeta por parte de la samaritana. Ahora al final de todo el diálogo va a ser reconocido como Mesías. El coloquio termina con la frase YO SOY, una de las más solemnes declaraciones de la identidad de Jesús.

Termina el diálogo con un precioso rasgo literario. Exit la samaritana al llegar los discípulos. Pero la mujer deja el cántaro, como el ciego de Jericó en Marcos soltó su manto. Aquel cántaro es ya inútil. La mujer se va a la ciudad a convertirse en mensajera, en evangelizadora de sus paisanos. Estos acuden, se ponen en camino para conocer a Jesús. Y mientras los samaritanos llegan hay un entreacto, en el que tiene lugar la conversación de Jesús y sus discípulos a propósito de la tarea apostólica.

 

C) EL DISCURSO A LOS DISCÍPULOS

Este discurso es una de las partes del evangelio en la que se encuentran mas paralelos con el material sinóptico, con palabras en las que se emplean términos como siembra, siega, fruto, mies, trabajo, salario de los peones… Por otra parte en este discurso apenas aparece el vocabulario juánico típico. Algunos suponen que sería una elaboración del evangelista a base de antiguos dichos de Jesús provenientes de una antigua tradición paralela a la sinóptica.

Especialmente se relaciona la frase: “Levantad vuestros ojos y contemplad los campos que ya están amarillos para la siega” con el dicho sinóptico “La mies es mucha, pero los obreros pocos” (Mt 9,37; Lc 10,2). Estas palabras están puestas al comienzo del sermón misionero de Jesús, cuando envió a sus discípulos a predicar. También aquí en torno a este logion se ha articulado un discurso de misión. 

1. Estructura del discurso

Llegan los discípulos. Se va la mujer. Los samaritanos se ponen en camino. 

El alimento de Jesús (diálogo).

   Frase equívoca de Jesús sobre el alimento -brw'si"- (v.32).

   Malentendido de los discípulos (v.33).

   Explicación de Jesús: el verdadero alimento (v.34).

                     HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE = Salvación de los hombres 

 

La mies abundante (discurso).

   Dos proverbios populares: Uno se niega y el otro se afirma.

   a) Deben pasar cuatro meses para la siega (Jesús lo niega). La siembra sigue a la siega.

   b) Uno siembra y otro distinto siega. Jesús lo afirma. Discípulos cosechan lo no sembrado. 

Epílogo: La fe de los samaritanos. Proclamación cristológica de Jesús Salvador del mundo. 

2. El alimento de Jesús

     Recurre nuevamente Juan a la técnica de los malentendidos. Jesús habla de su alimento y los discípulos lo entienden de modo material. Por eso Jesús tiene que aclarar que su alimento es su misión, la tarea de salvación. “Esta es la voluntad del que me ha enviado, que no pierda nada de lo que él me ha dado” (6,39).

Jesús es el totalmente disponible. Toda su vida está puesta al servicio de una gran pasión: la voluntad del Padre. No ha venido para hacer la voluntad propia, sino la voluntad del Padre (6,38). “Yo no puedo hacer nada por mi cuenta… porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado” (5,30). Por eso Jesús puede decir al término de su vida dirigiéndose al Padre en oración: “Yo te he glorificado sobre la tierra llevando a cabo la obra que tú me encomendaste realizar” (17,4). También los sinópticos, a propósito del alimento de Jesús, recordaban que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4 citando Dt 8,3). 

3. La mies abundante

Ya llegan los samaritanos desde el pueblo. Jesús los ve llegar y se llena de alegría, como se llenará de alegría más tarde cuando vea que se le acercan los griegos, primicia del mundo gentil (Jn 12,20-24). En ambos casos hay una alusión al tema de la cosecha y la fecundidad. Aquí se nos habla de las mieses amarillas, allí del grano de trigo que lleva fruto. Aquí se nos habla de fatigas, allí de muerte. En ambas escenas hay una importante presencia de los discípulos. Aquí se nos habla de ellos como segadores. Allí Felipe y Andrés son los encargados de acercar a los griegos a Jesús.

Cita Jesús en este discurso dos proverbios populares.  

Primer proverbio:

“Faltan cuatro meses para la siega”. Puede ser un proverbio de validez general que viene a decir que todas las cosas llevan su tiempo. “No se tomó Zamora en una hora”, “Las cosas de palacio van despacio”. En cambio esta vez no va a ser así, se va a romper el ciclo natural que exige tiempo para madurar, y la siega va a venir inmediatamente después de la siembra. Puede ser una alusión a las profecías sobre los tiempos mesiánicos en los que desaparecerán los intervalos entre las diversas faenas agrícolas (Am 9,13), y el salario sería cobrado inmediatamente.

Otros prefieren ver en esta observación de Jesús no un proverbio, sino una constatación de hecho. Sería el mes de enero, y faltaban cuatro meses para la cosecha material, pero en cambio la cosecha espiritual ya estaba madura.

En cambio en la primer interpretación nos situaríamos en abril o mayo, y Jesús haría ver la semejanza entre aquellos campos ya granados con los samaritanos que se acercan. Levantad los ojos y ved esas mieses amarillas y a los samaritanos dispuestos a creer. 

Segundo Proverbio

“Uno es el que siembra y otro es el que siega” (v.37). También hay diversas interpretaciones. Todos están de acuerdo en que los segadores son los discípulos, que no han trabajado. Pero ¿quién es el sembrador que se fatigó para que ellos pudieran cosechar?

Algunos piensan que el sembrador fatigado sería el propio Jesús (es la interpretación menos rebuscada). Otros piensan en el Bautista, o en otras personas que previamente habían preparado el corazón de los samaritanos a creer.

Otra respuesta a esta pregunta sería relacionarla con la perspectiva postpascual de la misión cristiana entre los samaritanos que fue tan fructuosa. El “Yo os envié de Jesús” puede aludir a la futura misión postpascual tal como aparecen en Hch 8, o podría referirse a algún momento histórico en el interior de la propia comunidad juánica en la que entró en ella un grupo de samaritanos.

Quizás el significado del proverbio no hay que referirlo a ninguna anécdota presente o futura, sino que nos encontramos aquí con un enunciado sobre la naturaleza de la misión apostólica en la que con mucha frecuencia el que cosecha no es el mismo que el que ha sembrado.

 

4. Conclusión. La fe de los samaritanos

En contraste con la incredulidad de los propios judíos, ahora los samaritanos van a reconocer en Jesús al salvador del mundo. Nicodemo había encontrado difícil creer que el Padre había enviado a su Hijo para salvar al mundo.

De los samaritanos se nos dice: “Sabemos”. Este verbo saber es usado por Juan para las profesiones de fe. (3,2; 11,22.14; 16,30).

Y le rogaron que se quedase con ellos. No olvidemos la carga teológica que tiene el verbo mevnein, quedarse, permanecer, vivir en comunión (4,40, 1,39; 15,3.9). Gracias a esta permanencia, la fe de los samaritanos se confirma, de manera que aquello que habían oído se convierte ahora en una experiencia sapiencial: Sabemos.