LAS BODAS DE CANÁ

 

A) COMIENZO DE LOS SIGNOS

B) LA BODA

C) EL VINO

D) NUEVA ALIANZA

E) LA MUJER

F) LA HORA

G) DISCÍPULOS - DIÁCONOS

H) NOTAS

 


     El pasaje de las bodas de Caná articula dos partes del evangelio. Por una parte se nos dice que tiene lugar al tercer día, dos días después (NOTA 1), empalmando así con la primera semana del ministerio de Jesús que termina en el día sexto. Por otra parte se nos dice que es el comienzo de los signos, con lo cual nos situamos ya en la siguiente sección del libro de los signos.

Hemos ido viviendo día a día esta primera semana. El prólogo se abría con las mismas palabras del Génesis: “En el principio” (1,1). Hemos ido viendo alusiones más o menos veladas al libro del Génesis, la luz (1,9), el Espíritu que se cierne sobre las aguas (1,32), el Logos creador. En esta primera semana del ministerio se va formando la comunidad de discípulos a través de distintos encuentros. Esta comunidad queda completada en el día sexto, el día de la creación del hombre. A. Serra ha visto una paralelismo con la tradición judía (textos targúmicos y rabínicos) que describía un tipo de semana semejante al relatar la revelación del Sinaí.

En Caná ya está formada la comunidad en torno a Jesús. Los versos que nos dan esta clave están precisamente al final. “Jesús manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos”. Este es el clímax de la narración. Se entrecruzan varios temas teológicos, pero el principal es el de la revelación de la gloria de Jesús a sus discípulos y el de la fe de éstos. Manifestación y fe todavía incipientes, pero que de alguna manera coronan esta etapa vocacional. Resuenan las palabras del prólogo: “Los que le recibieron, los que creen en su nombre, han contemplado su gloria” (1,14). Comienza a realizarse la promesa de Jesús a Natanael de que iban a ver cosas mayores (1,50). 

 

A) COMIENZO DE LOS SIGNOS

La gloria de Jesús comienza a revelarse ya en los signos. Los milagros del evangelio no deben ser considerados en su aparatosidad, como trucos escénicos efectivos, como recursos apologéticos. Los milagros son signos que tienen un sentido sacramental, simbólico. En repetidas ocasiones estos signos van acompañados de un discurso que desentraña su significado. La curación del ciego nos presenta a Jesús como luz del mundo; la resurrección de Lázaro, como resurrección y vida, etc…

Estos signos ponen de manifiesto la nueva realidad que empieza a despuntar en contraste con la antigua. Otro de los temas del prólogo era la sucesión de las dos economías de la gracia (cavri" ajnti; cavrito"). Todas las antiguas gracias eran sólo sombras, figuras de la gracia verdadera que se nos da en Jesús, verdadera luz, verdadera viña, verdadero pan. Jesús lleva a su cumplimiento las instituciones judías. Su misión se describe con rasgos tomados de personas, instituciones, objetos, narraciones de la antigua alianza, como ya estudiamos en nuestras fichas de introducción: buen pastor, pozo de Jacob, maná, cordero pascual…

El relato es muy breve, pero sumamente expresivo. Hay tres escenas: María y Jesús. Jesús y los sirvientes, el maestresala y el novio. La solicitud de María es el punto de unión entre la primera y la segunda escena. La ejecución de la orden es el eslabón entre la segunda y la tercera. Las palabras del maestresala cortan la narración y siguen resonando como mensaje final.

 

B) LA BODA

Nos preguntamos, pues, ¿qué significa el cambio del agua en vino? ¿qué aspecto de la gloria de Jesús se nos muestra simbólicamente en este signo?

De entrada vemos que el signo se realiza en el contexto de una boda. Las bodas en Israel son largas y de una alegría desbordante. Cuando la novia es virgen, duran una semana. La boda evoca inmediatamente la alianza de Dios con su pueblo descrita tantas veces por los profetas en términos de una relación matrimonial.

En el AT la boda es figura de los tiempos mesiánicos. “Como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia, se gozará por ti tu Dios” (Is 63,2). “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y derecho, en amor y compasión, te desposaré en fidelidad, y tú conocerás el amor de YHWH” (Os 2,21-22).

El Bautista nos presenta a Jesús como el novio, el que viene a llevarse a la novia (3,29). El Esposo está ya presente al comienzo de las bodas. De hecho el maestresala piensa equivocadamente que es el novio el que ha traído el vino último y lo felicita. Quizás encontremos aquí un ejemplo mas de ironía juánica por la que los personajes dicen grandes verdades que ignoran. En este caso efectivamente ha sido el novio quien ha procurado el vino, pero no el novio en quien piensa el maestresala, sino el verdadero novio de aquella boda que es Jesús, a quien el Bautista señala como novio.

La comparación del Reino con un banquete de bodas forma parte de la tradición sinóptica más antigua (Mt 22,1-14; 25,1-13). Esta misma tradición nos dirá que los discípulos en presencia de Jesús son como los invitados a una boda que no deben ayunar en tanto que el novio está con ellos (Mc 2,19).

También en el Apocalipsis se nos presentará la Boda del cordero. El Cordero de Dios que acaba de ser señalado por el Bautista, está ya presente en la fiesta de bodas (Ap 19,7.9).

 

C) EL VINO

Se le llama precisamente “el vino de la boda” (2,3: NOTA 2). También la tradición sinóptica hacía referencia a un logion de Jesús sobre el vino nuevo (Mc 2,22). La abundancia de vino era una de las señales de los tiempos mesiánicos. “Destilarán vino los montes” (Am 9.13; cf. Os 14,8; Jr 31,12). En el segundo libro de Baruc tenemos una fantástica descripción de esta abundancia de vino: cada cepa dará mil sarmientos; cada sarmiento, mil racimos; cada racimo mil uvas; cada uva 500 litros de vino (29,5).

El vino representa el gozo de la fiesta, la alegría del corazón del hombre. “Has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan en trigo y en vino” (Sal 4,8). “El vino alegra el corazón del hombre” (Sal 104,15).

El vino es también símbolo del amor nupcial en el Cantar, libro al que el 4Ev alude muchas veces. “Son mejores que el vino tus amores” (Ct 1,2). “Tu boca es vino generoso” (7,10). “Te daré a beber vino aromado” (8,2).

Pero la antigua alianza se nos presenta en este pasaje como una boda en la que se ha terminado el vino, la alegría, el amor. Todo ha quedado reducido al legalismo. Las tinajas de piedra están vacías (2,6).

Jesús ofrece un vino nuevo que renueva la fiesta y el amor. Otros autores han desarrollado el paralelismo entre el vino y el Espíritu. Así la carta a los Efesios: “No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien con el Espíritu Santo y cantad…” (Ef 5, 18-19). La efusión de Pentecostés dará a los discípulos la semejanza de hombres llenos de mosto (Hch 2,13). El mismo evangelio es ese vino bueno, según san Agustín. (Bonum enim vinum Christus servavit usque adhuc, id est, Evangelium suum” (PL 35,1459).

Reaparece aquí, siquiera como un débil eco el tema sapiencial del Logos-Sabiduría que invita a los hombres al banquete. Ya en la vocación de los discípulos se escuchaban vagos ecos de la Sabiduría que “se deja ver fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan” (Sa 6,12) y que “va de un lado a otro buscando a los que la merecen y los aborda benignamente por los caminos (Sa 6,16).

Ahora en el banquete nos viene el recuerdo de la Sabiduría de Dios que invita a los hombres: “Venid y comed mi pan, bebed del vino que he mezclado” (Pr 9.5; cf. Is 55,1-3; Si 15,3; 24,19.21). En la abundancia del vino se entrecruzan temas sapienciales y proféticos que son el trasfondo bíblico de este relato.

 

D) PASO DE UNA ALIANZA A OTRA

De diversas formas se insiste en Juan en aspectos negativos del judaísmo y en las instituciones que van a ser sustituidas por la gracia de Jesús.

A la alianza antigua pertenecen las tinajas de piedra. Algunos ven en ellas muchos simbolismos. El número de seis (siete menos uno) indica imperfección. Hay en Juan seis días, seis fiestas. El hecho de que las tinajas sean de piedra es una dato interesante desde el punto de vista de las costumbres relacionadas con la pureza ritual. Las vasijas de piedra, a diferencia de las de cerámica, son siempre ritualmente puras. Pero también la idea de piedra trae ecos de las tablas de la ley que eran de piedra (Ex 31,18; Dt 4,13; 1R 8,9), o del corazón de piedra del que nos habla Ezequiel (Ez 36,26).

El hecho de que estén vacías significa la vaciedad de los ritos purificatorios. El hecho de que las abluciones tuviesen que repetirse continuamente mostraba su ineficacia para purificar el corazón del hombre. La obsesión por la pureza ritual puede revelar una sensibilidad morbosa, una compulsividad casi neurótica de búsqueda de mecanismos de purificación. La Ley creaba una continua conciencia de impureza, pero no revelaba el amor de Dios como agua que purifica definitivamente el corazón del hombre.

La fiesta que debería haber sido la alianza matrimonial de Dios con su pueblo se ha agotado junto con el vino viejo. El maestresala, celoso guardián de la institución y mantenedor de la fiesta, ni siquiera se ha dado cuenta de que no había vino. Pero Jesús va a donar el vino nuevo, de mejor calidad y cantidad que el vino antiguo.

 

E) LA MUJER

Nos toca ahora explicar la presencia de otro personaje de extraordinaria importancia: la madre de Jesús. En el evangelio de Juan nunca se le llama por su nombre. María cumple un papel no meramente anecdótico, sino teológico. El hecho de que Jesús se dirija a ella como “Mujer” (manera inusitada de dirigirse un hijo a su madre) es una llamada de atención del evangelista al lector para que penetre en el significado teológico del personaje.

En un plano más superficial María representa el antiguo Israel fiel, que al contrario que el maestresala, es consciente de que en la alianza se ha terminado el vino. Israel espera el cumplimiento de la promesa. Es el Israel que ve en Jesús al esposo.

En Ap. 12 aparece una misteriosa figura de Mujer que ocupa un puesto clave en el drama de la salvación. Esta denominación de “mujer” en su lucha contra el dragón no puede dejar de evocar a la “mujer” del Génesis, y la eterna enemistad entre ambas descendencias (Gn 3,15). La Mujer da a luz un varón que es el Mesías, arrebatado al cielo. En este punto el dragón se vuelve contra la mujer y el resto de su descendencia (Ap 12,17). La Mujer simboliza a la vez a Israel, en cuanto madre del Mesías, y a la Iglesia en cuanto madre de los restantes hijos.

Pero sobre todo este pasaje del corpus juánico debe ser puesto en relación con la presencia de la Mujer al pie de la cruz. Allí también Jesús se dirige a ella llamándola mujer, y hay otros paralelismos importantes entre ambas escenas. Los dolores de parto mencionados en Gn 3,16 y Ap 12,2 pueden relacionarse con la muerte de Jesús (cf. Jn 16,21-22). La Mujer se hace también madre del grupo de los discípulos. En el comentario a la pasión estudiaremos el pasaje de la madre y el discípulo al pie de la cruz (p. 41).

Vemos que en las dos escenas en que aparece María existe una relación con los discípulos. Pero la intervención de María en la manifestación de la gloria de Jesús es diferida hasta la última hora. Cualquiera que sea el significado que se quiera dar a la respuesta de Jesús “¿Qué a ti y a mí?” (NOTA 3), no hay en ella un rechazo total de la intervención de María, sino más bien un aplazamiento. El motivo de cuestionar la intervención de María es que aún no ha llegado la hora. Es entonces cuando esta intervención tendrá su lugar propio. La hora de la manifestación plena de la gloria de Jesús será también la hora del papel de María en el alumbramiento espiritual de los discípulos. Mediante esta división (antes y después de la hora) pretende Juan explicar por qué María desempeñó en la comunidad postpascual una función en el seno de la comunidad que no tuvo durante el ministerio histórico. Juan estaría dando razón de los silencios de Marcos.

Todavía no es la hora de la exaltación de Jesús, ni la de su plena manifestación de la gloria a los discípulos, ni de la efusión del Espíritu. Caná no es todavía la hora de la maternidad espiritual de María. Pero en la medida en que Caná es ya un signo que anuncia aquella hora, en esta misma medida María tiene un papel que jugar en Caná. La que estará presente en el momento de la plenitud de la manifestación de esa gloria junto al discípulo amado, está ya presente también junto a los discípulos en el momento de la manifestación incipiente y de la fe incipiente.

 

F) LA HORA

Aparece por primera vez en el evangelio esta palabra clave en la teología de Juan. Le hemos dedicado una ficha en la introducción. Digamos ahora simplemente que la Hora en Juan es la de la manifestación de su gloria en su exaltación en la cruz. Es también la hora de la nueva creación y de la efusión del espíritu. Esta hora tendrá lugar más adelante, pero continuamente se nos anuncia como próxima (4,21.13; 5,25,28…) Finalmente se nos presenta como una hora que ya ha llegado (12,23; 13,1; 17,1).

Pero de alguna manera la hora se adelanta ya durante el ministerio de Jesús por medio de los signos. Los signos no son todavía la hora, pero al manifestar parcialmente la hora de Jesús, son puntos de referencia para señalizar y preparar la hora de la plenitud.

 

G) LOS DISCÍPULOS - DIÁCONOS

Nos falta ya estudiar sólo dos grupos de personajes: los discípulos y los servidores. En realidad más que dos grupos diversos se trata de las mismas personas en dos imágenes diversas. Los servidores de la boda representan simbólicamente a los discípulos mismos. Recordemos como Caná viene a poner fin a la primera semana del ministerio de Jesús que ha consistido precisamente en reunir junto a si un grupo de discípulos. Una vez que ya les ha convocado, les quiera manifestar su gloria para que crean en él.

Los servidores, a diferencia del maestresala sí saben el origen del vino nuevo (2,9). Se ponen al servicio de Jesús para llenar las tinajas y sacar el vino; acogen las indicaciones de María (2,5) como luego también el discípulo amado acogerá a María junto a la cruz. Más adelante se invitará a los discípulos a convertirse en diáconos, ministros, servidores. “Si alguno me sirve, que me siga, y allí será mi servidor” (Jn 12,26).

La frase de María a los servidores evoca las palabras de la antigua alianza en el Éxodo: “Haremos todo lo que dice el Señor” (Ex 19,8), y todavía aún más literalmente la frase del Faraón al pueblo hambriento: “Id a José y haced cuanto él os diga” (Gn 41,55). El contexto de escasez es semejante. El hambre cunde en Egipto. El Faraón manda a la gente que se pongan a las órdenes de José que había acumulado grano “como la arena del mar” (Gn 41,49) y podía abastecer “a todo Egipto” (41,56). Los discípulos más adelante actuarán como diáconos en el episodio de la multiplicación de los panes, siguiendo las instrucciones de Jesús (Jn 6,10-13). Ministros del pan y del vino. La impresión que deja todo el pasaje es que la gente no se enteró del milagro. Sólo los servidores. La manifestación de la gloria de Jesús ha ido destinada a los ministros y por eso aún no ha sido pública, porque todavía no ha llegado la hora.

 

 

1. Al tercer día a partir del último día mencionado. Dada la manera judía de contar habría que traducir “dos días después”. Podría haber aquí una alusión velada la resurrección. 

2. Faltó el vino. Hay una variante textual occidental más larga: “Ya no tenían vino, porque el vino de la fiesta se había agotado”. Es la lectura del códice sinaítico entre otros.

3. ¿Qué a ti y a mí? Es una traducción literal del hebreo. Puede tener varios sentidos:

a- ¿Quién te mete a ti en mis asuntos? (Mc 1,24; 5,7-8).

b- ¿Qué tengo yo que ver contigo?: (1 R 17,18).

c- ¿Qué te he hecho yo para que vengas a atacarme?: (Jc 11,12).

d- ¿Qué nos importa a ti y a mí? (2 S 16,10; 19,23).

Si aceptamos la traducción (d) la respuesta de Jesús implicaría: “A nosotros no nos atañe el resultado de la antigua alianza. No te preocupes por su éxito o por su fracaso”. Sería una invitación a María a pensar en algo totalmente nuevo, no meramente a prolongar la duración de la fiesta.

Si se acepta la traducción (a) Jesús estaría rechazando la intervención de María en sus asuntos, aplazándola hasta la hora final.

Según nuestra interpretación, el énfasis hay que ponerlo en el aplazamiento. La solución definitiva a todos los problemas sólo tendrá lugar cuando llegue la hora. Aunque Jesús de hecho realice el signo, hay que verlo sólo en relación a la hora definitiva.