11. En un mundo de sanadores

 


I. El contexto remoto

   a) Tradición bíblica de sanación

   b) En la literatura intertestamentaria

   c) En el mundo grecorromano

II. Jesús y los carismáticos galileos

   a) Joni el trazador de círculos

   b) Janiná ben Dosa

   c) Evolución de las tradiciones rabínicas

   d) Carismáticos y fariseos

   e) Conclusiones

Bibliografía

Notas

 

I. EL CONTEXTO REMOTO

 El paralelismo entre Jesús y los carismáticos galileos de su época ha quedado ya para siempre ligado al nombre de Geza Vermes. En su primer libro sobre el judaísmo de Jesús Vermes dedica un capítulo al estudio de Jesús y el judaísmo carismático.[1] “Mientras no se emplace a Jesús dentro de esta corriente, en compañía de otras personalidades religiosas afiliadas a diversos movimientos y grupos, será imposible apreciar con auténtica perspectiva y proporción su obra y su personalidad”.[2]

Vermes ha llamado la atención sobre la existencia de un tipo de personajes que jugaron un papel especial en la vida religiosa judía del final de la era del Segundo Templo. Son los Jasidim, santos o devotos carismáticos que se desmarcan claramente del grupo de rabinos de tradición farisea. Estudiaremos el caso de los dos jasidim más famosos. Expondremos los razonamientos de Vermes, y al final nos haremos eco de muchas de las críticas que se le han dirigido, sobre todo por parte de S. Freyne,[3] cuya contestación a Vermes ha sido definida por Meier como “demoledora”.[4]

 

a) La tradición bíblica de la sanación 

Jesús indudablemente ejerció un ministerio de sanador y exorcista. Vermes nos ha invitado a estudiar este ministerio en el contexto del judaísmo carismático. Pero antes de estudiar el caso de estos carismáticos sanadores de Galilea, queremos dar una perspectiva más amplia de las tradiciones sobre sanación que pueden guardar relación con Jesús.

En la Escritura la sanación es monopolio divino. Se condena a Asá porque no buscó la guía del Señor en su enfermedad, sino que recurrió a médicos (2 Cr 16,12). En el Antiguo Testamento los únicos que podían curar como delegados de Dios eran los sacerdotes (diagnosis, lepra, ritos de purificación) o los profetas como Elías y Eliseo. Así por ejemplo Isaías curó a Ezequías con un ungüento de higos (2R 20,7).

La actitud de Joni, uno de los carismáticos citados por Vermes, está puesta claramente en paralelo con la de Elías en ambos Talmudes. También Elías se puso ante Dios sin moverse (1 R 17,1; 18,41-46). Como veremos, Joni tenía el poder para abrir y cerrar el cielo, y, como Elías, tenía las llaves de la lluvia en sus manos.

Elías y su discípulo Eliseo son los protagonistas de dos ciclos de narraciones en el libro de los Reyes. Ambos actuaron en el Reino del Norte: Samaría, Galilea y Transjordania septentrional. El estilo de estas narraciones se asemeja a los fioretti. Se trata de dos personajes carismáticos que influyen decisivamente en el curso de los acontecimientos políticos del país, llegando incluso a poner y quitar reyes.

Nos interesa ahora especialmente su faceta taumatúrgica que acompaña a su condición de hombres santos. Elías puede abrir y cerrar el cielo con su fuerza intercesora. Junto al torrente es alimentado milagrosamente por un cuervo que le lleva pan y carne, y más tarde por el desierto es alimentado por el ángel que le proporciona una torta cocida y un jarro de agua. En Sarepta Elías hace que la provisión de alimentos de la pobre viuda se mantenga milagrosamente hasta el final de la sequía, y posteriormente resucita al hijo de dicha viuda. Más tarde hace bajar fuego del cielo para consumir el holocausto en la cumbre del Carmelo. Golpeando el río con su manto, Elías consigue que se abran las aguas del Jordán y finalmente es arre­batado al cielo en un carro de fuego.

El ciclo de Eliseo está aún más lleno de prodigios, algunos de los cuales son duplicados de los milagros de Elías. Eliseo resucita muertos, multiplica los alimentos, sanea las aguas de las fuentes y una olla de alimentos envenenados, instruye a Naamán sobre el modo de sanarse de la lepra en las aguas del Jordán.

Sabemos el enorme influjo del ciclo de Elías y Eliseo en la redacción de los milagros del NT sobre todo en las narraciones lucanas.[5] Algunos de estos milagros de Elías y Eliseo encuentran su correlato en las acciones de Jesús de Nazaret, que resucita al hijo de una viuda, multiplica los panes de cebada, sana a los leprosos, es servido por los ángeles. Es importante la raigambre bíblica que tienen todas estas acciones de Jesús

Frente a una visión exclusivamente religiosa de la sanación tal como aparece en la Biblia hebrea, más tarde Ben Sira da respetabilidad al oficio de médico, en un claro proceso de secularización influido por el helenismo (Si 38, 1-15). Pero aun en el caso de médicos profesionales, la curación requiere la oración a Dios, el arrepentimiento por el pecado, y la ofrenda de  limosnas y sacrificios. Sólo después de haber realizado estos deberes religiosos se podía consultar al médico, el cual a su vez también tenía que rezar a Dios pidiendo la sanación. Por eso vemos que el conocimiento profesional es secundario respecto al requisito básico del curador que es la santidad.

En cuanto a los exorcismos hay que señalar que la creencia en el influjo diabólico entró en el judaísmo postexílico por la influencia iraní. Recordemos el libro de Tobías, y el efecto del hígado del pez quemado que ahuyenta al demonio (Tb 6,8. 17; 8.2).

 

b) La sanación en la literatura intertestamentaria

 También en la literatura intertestamentaria se nos habla de la curación en contextos religiosos. Enoc etíope nos habla del Rafael como ángel curador que ata al demonio Azazel.[6]  El libro de los Jubileos nos dice que Dios ordenó a los ángeles que enseñasen a Noé las medicinas.[7] Moisés en la Biblia realiza milagros, pero no aparece como sanador. Sin embargo en el siglo II a.C., el judío helenístico Artapano alude a una cura sobrenatural atribuida a Moisés. Moisés susurró el Tetragrama en el oído del faraón y este murió, pero luego Moisés lo levantó y revivió.[8]

David ahuyentó con su música el demonio de Saúl. El Seudofilón en el s. I d.C. reproduce un poema compuesto por David para controlar al demonio. “Ahora deja de importunar, porque eres una criatura secundaria... Recuerda el infierno en que caminas...”[9]

Josefo acepta como válidos todos los milagros bíblicos. En el caso de Moisés insiste en que no se trata de actos de magia equiparables a los de los magos egipcios.[10] Josefo acepta la existencia de los milagros, aunque no desdeña encontrarles a menudo alguna explicación de tipo racionalista.

Nos cuenta un rito esenio de exorcismo, realizado por Eleazar delante de Vespasiano. Expulsó el demonio colocando un anillo en la nariz del poseso con raíces prescritas por Salomón.[11] “Cuando el hombre lo olía, expulsaba al demonio de sus narices”. Parece ser que era importante nombrar a la autoridad en cuyo nombre se hacía la expulsión (Lc 10,20). Josefo también nos dice que Salomón era un maestro en artes mágicas: “Compuso fórmulas mágicas para curar las enfermedades y dejó varias formas de exorcismos con los que echar a los demonios de los que estaban poseídos por él, y que no volvieran ya más”.[12]

Para Josefo no se trata de un caso aislado, sino que expresamente afirma que “esta habilidad para curar sigue siendo muy poderosa entre nosotros, incluso hoy día”.[13] Los esenios, según Josefo, se interesaban por los libros de medicina.[14] Para Vermes esenios equivale a curadores.[15]

El judaísmo atribuía poderes curativos a los santos. En los escritos de Qumrán hay dos textos interesantes al respecto. El primero está en Génesis apócrifo que nos presenta a Abrahán con poderes de curación.[16] A raíz del episodio en que el faraón Zoan tomó a Sara por mujer, se nos dice que fue castigado por Dios con toda clase de plagas. Ningún médico egipcio pudo curar al faraón, sino sólo Abrahán que expulsó al mal espíritu. “Pero ahora, ruega tú por mí y por mi casa, para que sea expulsado de nosotros este espíritu maligno... Yo recé e impuse mis manos sobre su cabeza. El castigo se apartó de él”.  

Curiosamente el texto apócrifo hace una refundición de los dos textos del Génesis en los que Sara fue tomada por mujer primero por el faraón (Gn 12,10-20) y luego por Abimelej, rey de Guerar (Gn 20,1-18). El apócrifo sitúa la intercesión de Abrahán en la corte del faraón, siendo así que en el relato bíblico tiene lugar en la corte de Abimelej.

Vemos cómo las fuentes contemporáneas al NT atribuían el éxito del exorcista al cumplimiento literal del ritual, lo cual revela una tendencia semimágica. Mientras que en el texto bíblico (Gn 20,17) Abrahán se limitaba a orar por Abimelej, en cambio en el apócrifo hay todo un rito de sanación.

Hay algunos paralelismos entre este texto y los exorcismos de Jesús. En estos últimos aparece el término increpar -ejpitima'n- que corresponde al arameo G>R. En cambio hay una diferencia notable entre el texto qumránico y los evangelios. Abrahán impone las manos para expulsar el demonio, mientras que en los evangelios la imposición de manos no está asociada a los exorcismos, sino a las curaciones.[17]

El segundo texto qumránico es el de Nabonido, rey de Babilonia afligido por una úlcera maligna,[18] a quien un gazer o exorcista perdonó sus pecados y le curó. En el libro de Daniel gazer se aplica a los adivinos. En cambio en el apócrifo de Qumrán gazer significa exorcista, según Dupont-Sommer.[19] El gazer es el que decreta la expulsión del demonio. A Janiná Ben Dosa se le aplica también este verbo cuando nos cuentan que decretó la expulsión de la reina de los demonios.[20]  Nabonido dice del gazer: “Él perdonó mis pecados “. Según Vermes esta frase equivale a curar, y la relaciona con la curación evangélica del paralítico que bajaron por el techo. Según los rabinos nadie podía curarse si no se le perdonaban los pecados.

En la literatura rabínica posterior hay un paralelismo iluminador. Simeón Ben Yohay y Eleazar ben Yose exorcizaron a la hija del emperador diciendo: “Vete, ben Temalión, vete ben Temalión”.[21]

El método de Jesús era muy simple comparado con el esoterismo de otros métodos. Sólo en contadas ocasiones usó la saliva o tocó al enfermo.

 

c) La sanación en el mundo grecorromano 

Es importante también estudiar el fenómeno de curaciones y exorcismos en el contexto más amplio de la cultura mediterránea, especialmente en el medio pagano del mundo helenístico. A este respecto se citan comúnmente las sanaciones que tenían lugar en el templo de Epidauro y las curaciones del gran taumaturgo Apolonio de Tiana.

G. Barbaglio ha recogido tres milagros narrados en los exvotos del templo de Epidauro.[22] En estas curaciones la fe es posterior al prodigio, y no es una fe previa como en el caso de los evangelios. Es más, en muchas de las 80 narraciones se insiste en la incredulidad de los enfermos, que realza más aún el poder del dios Esculapio. Por otra parte las curaciones son realizadas directamente por el dios, sin intervención de ningún taumaturgo humano, y tienen lugar mientras sus devotos duermen en el santuario.

Distintas son las curaciones atribuidas a Apolonio de Tiana, filósofo neopitagórico itinerante de la segunda mitad del siglo I. Se nos conserva una vida escrita por Filóstrato a comienzos del siglo III,[23]  y unas cartas apócrifas que no merecen mucho crédito a juicio de Penella, que ha hecho una edición crítica de dichas cartas.[24] Según Penella estas cartas espúreas fueron falsificadas por Filóstrato o bien éste las encontró en una falsificación anterior a él.

Filóstrato pretende haber utilizado un diario de un tal Damis como fuente para escribir la biografía. Varios estudiosos ponen en duda la existencia de dicho diario, y su fiabilidad.  Kee llega a decir: “El material tomado de Damis, está tan lleno de anacronismos históricos y errores geográficos de bulto que no se podría confiar en Damis como informador si verdaderamente existió el diario”.[25] En general todo lo relativo a Apolonio ha suscitado muchas dudas de parte los críticos.[26]

El retrato que emerge de Apolonio es el de un profeta y taumaturgo, reformador del culto y de la moral e interesado por conocer tradiciones esotéricas de hombres santos de otras tierras.

Como vemos, en el fondo casi todo nuestro conocimiento sobre Apolonio viene de Filóstrato, un escritor tardío, cuyo valor histórico es hasta hoy objeto de debate. Ya en tiempos antiguos Eusebio de Cesarea trató de desacreditarlo en un tratado en el que acusaba a Apolonio de falsario. Respondía Eusebio a Hierocles, un gobernador del Bajo Egipto, en la época del gran combate de Diocleciano contra el Cristianismo. Hierocles mostraba a Apolonio como gran taumaturgo, igual que Jesucristo. Eusebio afirmaba, contra Hierocles, que todos los milagros de Apolonio habían sido realizados por arte de magia o por la ayuda de los malos espíritus.

Es curioso observar cómo ese tipo de debate se ha renovado en la época moderna en la que autores racionalistas han querido restar originalidad a los milagros de Jesús aludiendo a que hechos semejantes se dieron también el paganismo contemporáneo.

Petzke ha hecho un estudio comparativo de los relatos sobre Apolonio y sobre Jesús,[27] y se ha dedicado a la búsqueda del “Apolonio histórico”. Como muestra J.P. Meier, en realidad hay muy pocos datos sobre Apolonio anteriores a la obra de Filóstrato, y hay un eslabón perdido de más de cien años entre su muerte y la redacción de su Vida. Meier acusa a Petzke de ser cicatero a la hora de valorar la historicidad de Jesús, y excesivamente generoso a la hora de valorar los datos sobre Apolonio.

Además es normal suponer que son las tradiciones sobre Jesús de Nazaret las que han influido en Filóstrato al redactar su biografía de Apolonio. Bien pudo Filóstrato haber tomado de los evangelios algunos elementos a la hora de presentar a Apolonio como sabio y taumaturgo.

La conclusión de J.P. Meier es que “las serias dudas que surgen sobre las fuentes y la fiabilidad histórica de la Vida de Apolonio hacen difícil hablar de este personaje como de una figura paralela a Jesús de Nazaret”.[28]

Un tercer punto de comparación entre la taumaturgia de Jesús y la del mundo pagano de su época serían los milagros atribuidos a Vespasiano en las historias de Suetonio[29] y de Tácito.[30] Según ambos historiadores, estando Vespasiano en Alejandría, se acercaron un cojo y un ciego pidiéndole que les curase. Serapis les había dado a conocer que Vespasiano podría curarles poniendo saliva en los ojos del ciego y tocando son su mano el pie del cojo (En la versión de Tácito se trata de una mano enferma y no de un pie). Vespasiano se sentía muy incrédulo y pidió consejo a sus amigos que le animaron a hacerlo. En la versión de Tácito se asesoró antes con los médicos sobre si había alguna esperanza humana de curación y estos le respondieron afirmativamente. Vespasiano hizo cuanto se le pedía y los dos enfermos se curaron. El relato de Suetonio tiene un claro matiz irónico, mientras que en el de Tácito hay un intento de racionalizar las curaciones.

J.P. Meier se niega a establecer ningún paralelismo entre los milagros evangélicos y aquella “farsa callejera” o “pantomima” propagandística, que no merece el nombre de un milagro. Uno de los puntos más llamativos de esta historia es el uso de saliva para curar al ciego, que nos recuerda el relato evangélico de Marcos en el que Jesús usa la saliva para curar al sordomudo de la Decápolis (Mc 7,31-37) y al ciego de Betsaida (Mc 8,22-26), y también al relato del ciego de Siloé en el cuarto evangelio (Jn 9,6). Aun negando el carácter milagroso, podemos asomarnos a ver cómo eran los métodos curativos utilizados en aquella época por los sanadores, y comprobamos que en este caso no son muy distintos de los usados por Jesús.

 

II. JESÚS Y LOS CARISMÁTICOS GALILEOS 

 

a) Joni el trazador de círculos

 Vamos a pasar ya a hablar del paralelo más próximo a los milagros de Jesús. Se trata, como dijimos, de los así llamados “carismáticos galileos” de la época final del segundo templo. Por orden cronológico empezaremos hablando de Joni “hamme>agel”, el trazador de círculos (m.Ta>an. 3.8; p.Ta>an. 3.9; b.Ta>an. 23, p.Ta>an 3,9,66d; t.Ta>an 3,8; Midrás a los Salmos, Salmo 126,1; Flavio Josefo, Ant. 14,22-24; GenR 13,7).

En el libro de las Antigüedades de los Judíos Flavio Josefo se refiere a él con el nombre griego de Onías y nos dice que fue un “hombre recto y agradable a Dios”. Vivió en la primera mitad del siglo I antes de Cristo y murió el año 63 a.C. durante la guerra civil entre Hircano y Aristóbulo, fuera de los muros de Jerusalén.

Al parecer, Aristóbulo, uno de los dos hermanos pretendientes, estaba den­tro de la ciudad, sitiado por las tropas de Hircano. Los partidarios de este último quisieron forzara Joni a pronunciar una maldición contra los sitiados en la ciudad. Como Joni no quiso pronunciar la maldición, lo lapidaron hasta la muerte.[31] La tradición judía venera su tumba en una gruta cerca de Hatsor, junto con sus nietos Abba Jilkiah y Hanan hannehba.

 De él nos dice también Josefo que “rezó una vez en tiempo de sequía a Dios porque enviase la lluvia, y Dios oyó su oración y la envió”.

Este relato sobre la lluvia nos invita a identificar al Onías de Josefo con el Joni hamme>agel (trazador de círculos) del que nos habla la literatura rabínica.

Ocurrió una vez que dijeron a Joni el marcador de círculos que orara para que descendiesen las lluvias...

... Oró, pero no descendieron las lluvias. ¿Qué hizo? Trazó un círculo se colocó en el centro y dijo ante El: “Señor del universo tus hijos se han dirigido a mí por cuanto que yo soy como un hijo de casa ante ti. Juro por tu gran nombre que no me moveré de aquí en tanto que no desciendan las lluvias”. Comenzaron entonces a desprenderse unas gotas. Exclamó: “No te he pedido esto, sino la lluvia de las cisternas, de las fosas y de las grutas”. Comenzó luego a llover con furia. Exclamo: “No es esto lo que te pedí, sino lluvia de benevolencia, bendición y de generosidad”. Descendieron las lluvias con moderación.[32]

Cuenta también la Misná en el mismo tratado que Simeón ben Shetá, el rabino más influyente de aquella época, dijo a propósito de Joni: “Si tú no fueras Joni, te impondría la excomunión. Pero ¿qué puedo hacer yo contigo? Tú te comparas con Dios como un importuno y El cumple tu voluntad, como un niño que importuna a su padre y éste le satisface su deseo”.[33]

Aunque la tradición talmúdica posterior ha querido presentar a Joni, como un gran rabino, sin embargo su personalidad carismática se desmarca claramente de la línea rabínica, y el texto más antiguo de la Misná que acabamos de citar más bien insinúa que los rabinos sentían una cierta prevención frente a este tipo de personalidades. De hecho en la literatura rabínica no se nos conserva ninguna sentencia de Joni a propósito de la halajáh, o comentario a la Ley.

El pueblo lo veneraba[34] y más adelante surgieron toda clase de leyendas sobre él. Así se decía que tras su asesinato sopló un viento secó que destruyó las cosechas en Palestina.

Otra leyenda nos cuenta que durmió durante setenta años seguidos.[35] Esta leyenda nos ha llegado en versiones distintas en los dos Talmudes. Según el Talmud de Babilonia, Joni se durmió al pie de un algarrobo recién plantado por un campesino y se despertó setenta años más tarde cuando un nieto del campesino cosechaba las primeras algarrobas. Joni se identificó ante los rabinos que no quisieron creer su historia.[36]

Según el Talmud de Jerusalén Joni se durmió cuando la destrucción del templo y se despertó setenta años más tarde, cuando el templo fue reedificado[37]. Como puede verse fácilmente, este segundo Joni vive un siglo después del Joni histórico al que se refieren los demás relatos.

Diógenes Laercio atribuye una historia semejante a Epiménides, el taumaturgo de Knosos del siglo VI a.C., y hay también otra historia semejante en el apócrifo libro IV de Baruc.[38]

Al comparar a Joni con Jesús llama la atención en Joni su familiaridad filial con Dios y su absoluta confianza en Dios que llegaba hasta el extremo de la “importunidad”. Es muy interesante subrayar que Joni se refería a Dios como Abba con lo cual presenta un precedente a uno de los rasgos que se han considerado más característicos en Jesús. La diferencia entre los dos está en que Jesús utiliza el término Abba como vocativo, al dirigirse a Dios en la oración, mientras que Joni habla de Dios como Abba siempre en tercera persona. En su oración a Dios Joni se dirige a él como “Ribbonó shel >olam”, “señor del universo”.

Al igual que Jesús, Joni no quiso inmiscuirse en las luchas de los revolucionarios de su época y mantuvo su neutralidad de una forma heroica, hasta llegar al martirio como Jesús.

El midrás Rabbah nos dice que “No ha existido hombre alguno comparable a Elías y a Joni el Trazador de círculos, en mover los hombres a servir a Dios.[39]

En cambio no hay indicio serio para pensar que Joni fuese galileo lo cual debilita mucho la tesis de Vermes, que tiene que recurrir a conjeturas muy subjetivas.[40] Y tampoco se puede hablar de Joni como realizador de sanaciones. Lo que las fuentes nos conservan sobre él es su poder intercesor y su familiaridad con Dios.

 

b) Janiná ben Dosa 

Son muchas más las referencias rabínicas a Janiná ben Dosa, quien claramente fue un galileo de la segunda mitad del siglo I d.C, y vivió sólo algunas décadas después de la época de Jesús. Sobre él tenemos mucha más información que sobre Joni:

 (m.<Abot 3:9-10; m.Sot 9,15; m.Ber 5,1; b.Ber 33; b. Ber 34; b.Ber 17b; b.Ber 61b;

b.Ta>an. 24b�25a; b.Bat. 74b; b.Hag 14ª; b.Pesahim 112b; b.Yoma 53b; p.Ber 4; 5,9a; 6;

p.Dem 1:22a; t.Ber 3; Midr. RabQoh; Pirqe R. El. 204�5).

Janiná ben Dosa residió en Arab, en la baja Galilea, al norte del valle de Netofa, 15 kms. al norte de Nazaret. Dosa o Dositeo es un nombre griego, pero esto no era un hecho anormal entre los rabinos de la época.

Los parecidos de algunos de los milagros de Janiná y Jesús son tan notables que con razón se extraña Vermes de que los autores cristianos apenas hayan caído en la cuenta de dicho paralelismo.

Janiná fue discípulo de Yojanán ben Zakkai, y por tanto habría que catalogarle entre los sabios tanaítas de la primera generación. Su sabiduría fue muy ponderada por la literatura talmúdica que en varias ocasiones nos trasmite algunos dichos atribuidos a él  Ya en la Misná hay dos citas suyas. En una de ellas dice: “En el que los hombres se complacen, se complace también Dios y en aquel en quien los hombres no se complacen, tampoco se complace Dios”.[41] Posteriormente su fama se fue extendiendo también a la generación de los amoraítas, en la que Janiná fue tenido por un hombre sabio.[42]

También hay una vena en la tradición sobre Janiná que nos le presenta como celoso cumplidor de la Ley. Así por ejemplo se nos dice que se distinguía por su observancia del sábado desde el viernes al mediodía,[43] por su escrupulosidad al dar el diezmo aun de las cosas más pequeñas[44] y por su esmero al devolver a sus dueños la propiedad perdida.[45]

Comparte con Joni (Onías) la fama de santidad y de íntima familiaridad con Dios, confirmada por una voz del cielo.[46] que decía: “El mundo entero se sostiene en función de mi hijo Janiná, y Janiná mi hijo tiene que subsistir con un qab de algarrobas desde el sábado por la tarde hasta la siguiente víspera del sábado”.[47] El perfil de Janiná es el de alguien gracias al cual sus contemporáneos se sintieron inmensamente bendecidos por Dios.[48] La Misná nos dice que cuando el rabino Ben Dosa murió, se acabaron los hombres de hechos.[49]

Pero a nosotros más que esta faceta rabínica, lo que más nos interesa es estudiar la figura de Janiná ben Dosa como personalidad carismática, y taumatúrgica. Se nos cuentan de él dos milagros principales, las dos curaciones del hijo del rabino Gamaliel,y[50]  del hijo de Yojanán ben Zakkai.

Tanto Janiná como Jesús eran conscientes de la eficacia de sus curaciones. La Misná nos cuenta que Janiná sabía si su oración había sido escuchada o no según que la oración fuera fluida en su boca o no lo fuera.[51]

Los dos Talmudes nos cuentan la curación del hijo de Gamaliel.[52] Se trata de una curación a distancia, como en el caso del milagro evangélico del hijo del centurión (Mt 8,5-13) o del hijo del funcionario real (Jn 4,46-53).

Dos discípulos de Gamaliel advierten a Janiná de la gravedad del enfermo. Janiná se retira a una habitación en el piso de encima y al bajar anuncia que el niño está curado. Los discípulos anotan la hora, que es la misma en la que el hijo de Gamaliel estaba pidiendo que le dieran de comer. La expresión “se le quitó la fiebre” aparece tanto en el relato del cuarto evangelio como en el del Talmud de Babilonia.  En la narración rabínica, los discípulos hacen a Janiná una pregunta malévola: “¿Eres profeta?” En el cuarto evangelio inmediatamente antes del milagro de la curación del niño se nos dice que Jesús dio testimonio de que ningún profeta es honrado en su propia patria (Jn 4,44).

Las semejanzas entre los relatos postulan un cierto contacto literario. Es más probable que sea el relato evangélico el que ha influido en el rabínico, o quizás ambos tienen el influjo de un “phylum” común.[53]

El relato de la curación del hijo de Yojanán ben Zakkay, el fundador de la Academia de Yavne, aparece sólo en el Talmud de Babilonia y se parece mucho a la curación que acabamos de narrar. Contiene algunos detalles interesantes: Janiná se pone de rodillas para orar, como Elías en el Carmelo. Al final Yojanán reconoce que su propio estatus es superior al de Janiná: “Él es como un servidor ante el rey, y yo como un príncipe delante del rey”.

Más tarde se desarrollaron leyendas acerca de la persona de Janiná. Una de ellas nos cuenta que se concentraba tanto en la oración que en una ocasión le mordió un reptil venenoso (un escorpión o una serpiente), sin que Janiná interrumpiese su oración. Poco después los discípulos encontraron al escorpión muerto cerca de su nido y exclamaron: “¡Ay del hombre a quien muerde una serpiente!, pero ¡ay de la serpiente que muerde a Janiná ben Dosa!”[54]  Janiná se convierte así en modelo de la figura ideal del jasid. Aunque el rey salude a uno que está en oración, “no se le ha de contestar. Incluso cuando una serpiente se haya enroscado en el propio pie, no se ha de interrumpir (su recitación).[55]

El Talmud de Babilonia en su tratado Ta>anit nos narra una catena de siete milagros seguidos atribuidos a Janiná.[56] El primero tiene que ver con la lluvia. Janiná se empieza a mojar por el camino y ora para que cese la lluvia. Luego al llegar a casa ora para que vuelva a llover.  El segundo milagro tiene que ver con la multiplicación del pan, aunque el contexto y los detalles no guardan ninguna semejanza con el milagro de Jesús. Otros milagros incluidos en la misma catena son los de la pata de la mesa de oro, el vinagre que arde como si fuese aceite, las cabras que llevan un oso en los cuernos, las vigas de un tejado que se alargan, las gallinas que se reproducen rápidamente.

En otros tratados del Talmud babilónico encontramos más milagros atribuidos a Janiná.[57]  En uno de ellos hay un diálogo entre Janiná y Azrath la que controla dieciocho miríadas de demonios. Azrath reconoce que no puede hacer daño alguno a Janiná porque goza de una protección especial en el cielo. Janiná consigue que los ángeles de destrucción no puedan rodar por los espacios habitados todos los días, como antes hacían. Pero Azrath obtiene de él permiso para que al menos puedan hacerlo solo las noches del miércoles y del sábado. El número tan grande de demonios, y el hecho de que Janiná acceda a la petición de suavizar su sentencia nos recuerdan el milagro evangélico de la legión de demonios a quien se les permite entrar en los puercos (Mc 5,9.12).[58]

Además de estos dos grandes jasidim carismáticos algunos incluyen también dentro de este modelo a Jilkíah el jasid. Abba Jilkíah fue, según el Talmud, un gran  jasid,[59] que vivió en la segunda mitad del siglo I d.C. y fue nieto del gran Joni, a quien ya nos hemos referido. Como su famoso abuelo podía controlar también la lluvia. De él se nos dice que era tan pobre que tenía que pedir prestado el manto y contratarse como peón para poder subsistir. Aunque se nos cuentan de él varios hechos misteriosos y admirables, en realidad nunca se le atribuye ninguna curación.

 

c) Evolución de las tradiciones rabínicas sobre los carismáticos 

B.M. Bokser ha estudiado el distinto tratamiento que dan las fuentes rabínicas a la taumaturgia. [60]. La literatura tanaítica recogida en la Misná y la Tosefta carece casi por completo de historias de milagros atribuibles a los rabinos. Los fenómenos milagrosos en dicha literatura se restringen al mundo de los relatos bíblicos. Janiná es la única excepción, pero, como observa M. Smith, los milagros son hechos en favor de Janiná, pero no es él personalmente quien realiza los milagros.[61]

En cambio los amoraítas han multiplicado los relatos milagrosos. Pero Bokser se ha fijado en que la imagen de Janiná tal como aparece en los dos Talmudes es ligeramente distinta. Para empezar, los contextos son diversos. El retrato de Janiná en el TB se inscribe en una galería de líderes que interceden por el pueblo. El retrato de Janiná en el TP se incluye en una galería de personajes piadosos respetados por la gente y protegidos sobrenaturalmente por Dios.

Estas dos perspectivas se pueden relacionar con dos fenómenos más amplios. En general el TB incluye más milagros que el TP, y sobre todo, milagros que se acomodan más al modelo de la oración de intercesión.

Las distintas versiones de Janiná se acomodan también a diferentes actitudes postbíblicas respecto al modo como Dios obra en el mundo. El TP está más abierto a las intervenciones directas de Dios en violación del curso normal de la naturaleza. En cambio en el TB los milagros ocurren sin que haya una interrupción de las leyes de la naturaleza.

De la distinta presentación de Janiná en las diversas obras rabínicas deduce Bokser que los redactores de estas obras han revisado sus fuentes o tradiciones para acomodarse al mensaje que podría ser relevante para sus lectores contemporáneos. Así en la época tanaítica no se subraya lo milagroso, porque los rabinos quieren subrayar que el Judaísmo es accesible a todos por igual. No quieren limitar el acceso a Dios a ciertos individuos solamente. Por eso al tratar las tradiciones sobre Janiná han puesto sordina a todo lo milagroso.

Aquí está la razón de las reservas que hay en la literatura tanaítica respecto a los carismáticos del siglo I. Exaltar los dones carismáticos especiales de algunas personas habría significado debilitar la autoridad institucional de la comunidad. En la época tanaítica los rabinos pretendían arrogarse la autoridad que anteriormente había estado en manos de los sacerdotes y por tanto “cualquier judío que reivindicase un acceso a Dios al margen de la nueva estructura rabínica les hubiera resultado sospechoso.”[62]

¿Por qué entonces los amoraítas han dado mayor relieve a lo milagroso en las tradiciones de Janiná y de otros carismáticos? El motivo es un cambio en la manera de percibir a los líderes religiosos del pueblo.  A partir del siglo III es ya bien visto el que algunos líderes se distancien del resto de la sociedad y se singularicen. Es un fenómeno que se da también en la sociedad helenística tanto pagana como cristiana.

Las fuertes crisis que padecieron las comunidades judías en Babilonia a manos de los Sasánidas y en Palestina a manos de los bizantinos hicieron necesaria una confianza renovada en líderes dotados de cualidades extraordinarias.

En cuanto a la diferencia entre los dos talmudes, podríamos estudiar las diferencias sociales entre las comunidades judías iranias y palestinas.  Los rabinos en Irán tenían una mayor autoridad sobre sus comunidades, y por tanto querían reforzar el principio de autoridad. Por ello, los milagros que narran no acaban de apartarse del todo de las leyes de la naturaleza. Los taumaturgos son personas constituidas en autoridad que se sienten responsables de sus comunidades, y como tales interceden por ellas ante Dios en virtud de la autoridad de que gozan.

En cambio en Palestina los rabinos no tienen ninguna autoridad delegada por el imperio bizantino, y por tanto se presentan ante la comunidad simplemente como hombres piadosos que ejemplifican la protección divina a los piadosos.

En cualquier caso el estudio de la evolución de la imagen de los personajes carismáticos a lo largo de la literatura rabínica nos hace cuestionar hasta que punto podemos acceder hoy día a los “carismáticos históricos” en cuanto contrapuestos a los carismáticos de la literatura.

 

d) Carismáticos y fariseos 

Tanto Joni como Janiná no parecen haber sido rabinos autorizados. Es común con Jesús su falta de interés por los asuntos legales y rituales y su concentración exclusiva en asuntos morales. A Janiná no se le cita jamás como autoridad legal en la Misná ni en el Talmud. De Joni no se conserva ninguna sentencia legal en la literatura rabínica. Tampoco de Jesús, aunque sí sabemos que Jesús opinó sobre la exégesis apropiada de la halajáh.

En el caso de Janiná, tres de sus logia se reproducen en el tratado Ética de los Padres, o Pirqe Avot, incluido en el orden 4 de Neziqim, que expande el dicho de Proverbios de que “el principio de la sabiduría es el temor de Dios” (Prov 9,10; Sal 111,10). Podemos ver que estos dichos no versan sobre asuntos legales, sino que son más bien de tipo sapiencial..

“En todo hombre en quien el miedo al pecado supere a su sabiduría, la sabiduría perdurará; pero si su sabiduría supera a su miedo al pecado, su sabiduría no perdurará” En aquél cuyas obras son más numerosas que su ciencia, ésta se mantiene, pero en aquel cuya ciencia es más numerosa que sus obras, su ciencia no se mantiene.[63] Aquél en el que los hombres se complacen, se complace también Dios, y aquél en el que los hombres no se complacen, tampoco se complace Dios.[64]

La relación de estos jasidim con los fariseos es polémica. Büchler trató de reaccionar contra la idea de que los jasidim eran esenios, y defendió que eran fariseos estrictos. Hoy día S. Safrai opina que la práctica que enseñaban los jasidim era muy individual y opuesta a lo que generalmente se creía. Aunque los jasidim fueron venerados por los rabinos no eran idénticos a ellos[65]. Flusser habla de la inevitable tensión entre milagros carismáticos y judaísmo institucional.[66]

Hay dos causas de esta tensión. Los carismáticos no estaban dispuestos a ceder en cuestiones de conducta y de observancia religiosa, y además suponían una amenaza para los que controlaban la institución religiosa,

Por ejemplo Janiná contravenía el código rabínico caminando solo de noche cuando se encontró con la reina de los demonios, poseía cabras, y cogió el cadáver impuro de una serpiente. Jesús de Nazaret se hubiera sentido muy cómodo en su compañía.

También es verdad que en algunas cosas se nos dice que Janiná era más escrupuloso que los fariseos, empezaba el sábado antes y pagaba sus diezmos más escrupulosamente.[67] Pero para ellos era periférico tanto la severidad como la laxitud.

Simeón ben Shetá quiso excomulgar a Joni, pero no se atrevió.[68] Los rabinos hasta despreciaban la voz del cielo que vino para defender la opinión de Eliezer ben Hircano. Se acabó imponiendo la opinión mayoritaria, frente a cualquier tipo de influjo místico o carismático.

Aunque la tradición talmúdica muy posterior ha querido presentar a Joni, como un gran rabino, sin embargo su personalidad carismática se desmarca claramente de la línea rabínica, y el texto más antiguo de la Misná más bien insinúa que los rabinos sentían una cierta prevención frente a este tipo de personalidades.

A partir del siglo II el rabinismo oficial empieza a desinteresarse por los milagros, e incluso a oponerse. Quizás hay en ello un deseo de oponerse al cristianismo. Jesús habría sido condenado por brujería.[69] Hay una larga historia sobre una disputa rabínica en el que Eliezer ben Hircano intentaba convencer al resto de los rabinos de una opinión legal.[70] Hizo todo tipo de milagros, el algarrobo se trasplantó a cien codos de su lugar, el agua de un arroyo fluyó hacia arriba, los muros de una escuela se inclinaron, y vino una voz del cielo, bat qol para confirmarle. Ni aun así el resto de los rabinos quisieron aceptar la opinión minoritaria de Eliezer.

Hay otra historia de R. Eleazar ben Dama que se quiso hacer curar por un rabino discípulo de Jesús, de una mordedura de serpiente (120 d.C.). Eleazar murió antes de la intervención. Esto lo considera la Tosefta una bendición, porque así no llegó a hacer una brecha en el muro de los Sabios.[71]

Los verdaderos milagros para los rabinos son la Creación y la Providencia divina.

 

e) Conclusiones 

Son innegables algunos de los paralelismos señalados por Vermes: la fuerza intercesora, la familiaridad con Dios, algunos detalles narrativos en el relato de las curaciones, las semejanzas con Elías...

Resumiremos ahora algunos de los rasgos que hemos ido mencionando a lo largo de este capítulo. Ya señalamos lo sorprendente de la familiaridad filial de Joni con Dios y su absoluta confianza hasta el extremo de la “importunidad”. Al igual que Jesús, Joni se mantuvo al margen de las luchas de los revolucionarios de su época, y puede ser considerado un mártir de la paz y de la reconciliación

Es curiosa la tensión que existe en ambos casos entre el taumaturgo y las autoridades oficiales. En el caso de Joni, Ben Shetá creía que había que excomulgarle. Esta tensión es aún mucho más fuerte en el caso de Jesús.

Otra característica de la piedad jasídica es el menosprecio por los bienes materiales. Janiná, a despecho de su mujer, vivió en pobreza.[72] La Misná atribuye al hombre piadoso la frase “Lo mío es tuyo, y lo tuyo de ti mismo”.[73] Según Eleazar de Modiin, odió la ganancia pecaminosa, “odiaba su propio dinero y aún más el mammon de otras gentes”.[74]

Según Vermes, por tanto, Jesús debe ser considerado parte del judaísmo carismático, como un jasid. Su caridad y bondad despertaron el afecto de las gentes, pero son sus milagros los que causaron más impacto. En el Testimonio de Josefo se considera a Jesús, “hombre sabio capaz de realizar hechos maravillosos”.[75] Hay también un texto rabínico que atribuye a Jesús y sus discípulos hechos milagrosos.[76]

Para Vermes este tipo de judaísmo asociado a los milagros es propio de Galilea. Janiná era galileo de Arab, y uno de los nietos de Joni, Abba Jilkíah, era un jasid de Kefar Imi, pueblo galileo.[77] Recordemos también que en Galilea había una referencia especial a Elías.

Pero la principal objeción a la tesis de Vermes es que resulta muy difícil hablar de los carismáticos galileos como un “grupo” consistente. Para empezar sólo conocemos la existencia de dos o tres personajes que responden a este perfil. No son los suficientes para constituir un grupo suficientemente significativo. Además estos personajes se extienden por un período que abarca casi 200 años, y de hecho ninguno de ellos es estrictamente contemporáneo de Jesús.

También se puede poner en duda la “galileidad” como factor común de estos personajes. En el caso de Joni la argumentación de Vermes es favor de su galileidad resulta bastante poco convincente.

Las diferencias entre Joni y Janiná son ya de suyo suficientemente notables como para impedirnos agruparlos sin más bajo un mismo epígrafe. De Joni no se nos cuenta propiamente ningún milagro, salvo el de la lluvia, pero en la versión de Josefo, que es la más antigua Josefo muestra claramente que quien hace caer la lluvia es Dios y no Onías/Joni. Difícilmente se puede hablar de Joni como taumaturgo.

Cuando más tarde la Misná vuelve a hablarnos del poder intercesor de Joni se nos habla ya no de una instancia puntual de su poder intercesor, sino de un poder permanente mediante el cual Joni puede conseguir cuanto quiera de Dios sólo con pedirlo de un modo casi desvergonzado. En la literatura posterior de los amoraítas se produce un proceso de rabinización de Joni y de lo milagroso que va desfigurando la pureza de las antiguas tradiciones.

En el caso de Janiná la dimensión rabínica está más presente desde su primera aparición en la Misná, donde se le llama Rabí.[78] Uno de los tres primeros textos de la Misná nos habla ya del poder intercesor de Janiná.[79] Sabía cuando la oración iba a ser escuchada, dependiendo en el modo como la oración fluía de su boca. Pero en ningún momento se nos dice que tuviese él mismo poder ninguno para sanar. En cuanto al tercer texto en que se describe a Janiná como el último “hombre de hechos”,[80] es más que dudoso que esta expresión signifique taumaturgo. El contexto más bien parece referirse a obras de misericordia, o al cumplimiento de los mitsvót o preceptos de la Torah. De lo cual deducimos que ninguno de los tres textos antiguos de la Misná presentan una figura clara de Janiná como taumaturgo.

Es sólo en los talmudes donde la tradición taumatúrgica se ha visto notablemente enriquecida con todo tipo de anécdotas y en algún caso de leyendas fantásticas.

Resume así Meier lo endeble de la base que hay para comparar a Janiná con Jesús:

“En definitiva, todo lo que se puede decir con bastante probabilidades de acierto sobre el Haniná histórico es que fue un judío palestino que vivió en el siglo I d.C., que era conocido por rogar por los enfermos y que tuvo la fama de gozar del don de precognición en lo tocante al resultado de sus plegarias. Que viviese en Galilea no está atestiguado por escrito antes de los dos talmudes. Su pobreza y ascetismo no constan tampoco en las tradiciones más antiguas”.[81]

En general las fuentes sobre Jesús están mucho más próximas a su vida que las fuentes de los carismáticos con relación a la vida de éstos.

En cuanto a los milagros de Ben Janiná, hay que constatar que sólo dos de ellos son milagros de curación. La mayoría de los otros tienen como finalidad justificar determinados halajot o costumbres. Los milagros de Jesús, en cambio, nacían de su compasión por el sufrimiento de los hombres. Jesús nunca pretendió usar los milagros en servicio propio, ni para probar nada. Se negó a que los ángeles que le sostuviesen al caer del pináculo del templo. Ligaba los milagros a la venida escatológica del reino de Dios, mientras que los milagros de los jasidim no tenían esta función escatológica.

Subraya Van Cangh que una diferencia entre los carismáticos y Jesús es que aquellos actúan como intermediarios, sólo por la fuerza de la oración, mientras que en ocasiones Jesús parece atribuirse a sí mismo la eficacia de la curación, y “obra” realizando algunos gestos y dando órdenes.

Concluimos por tanto, que los carismáticos “galileos” de Vermes, no constituyen un grupo dentro del cual encuadrar el ministerio de Jesús, pero sí nos ofrecen un trasfondo judío dentro del cual podemos ver como la personalidad de Jesús está encuadrada dentro de un mundo sociológico y religioso en el que es posible encontrar todo tipo de lazos y paralelismos. Según la feliz expresión de G. Barbaglio, Jesús aparece como “sanador en un mundo de sanadores”.[82]

 

Bibliografía sobre sanadores 

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Notas al tema 9

 

[1] G. Vermes, Jesús el judío. Los evangelios leídos por un historiador, Muchnik editores, Barcelona 1977.

[2] Ibid., p. 63-64.

[3] Freyne, S., “The Charismatic”, en J.J. Collins y J.W. Nickelsburg (eds.), Ideal Figures in Ancient Judaism. Profiles and Paradigms, (SBLSCS 12), Chico CA 1980, 223-258.

[4] J.P. Meier, Un judío marginal, II/2, p. 677.

[5] T.L.Brodie ha dedicado una serie de artículos a estudiar la relación literaria que hay entre narraciones lucanas y el ciclo profético de Elías y Eliseo: Luke the Litterary Interpreter; Luke-Acts as a Systematic Rewriting and Updating of the Elijah-Elisha Narrative, Roma 1987; “Greco-Roman Imitation of Texts as a Partial Guide to Like’s use of sources”, en C.H. Talbert (ed.), Luke-Acts. New Perspectives from the society of Biblical Litterature, New York 1984, 17-46; “The Accusing and Stoning of Naboth (1Kgs 21,8-13) as One Component of Stephen Text (Acts 6,9-14; 7,58a) CBQ 45 (1983) 417-432; “Luke 7,36-50 as an Internalization of 2 Kings 4,1-37. A Study in Luke’s Use of Rhetorical Imitation”, Bib 64 (1983) 457-485; “Towards Unravelling Luke’s Use of the Old Testament: Luke 7,11-17 as an Imitation of 1 Kings 17,17-24, NTS 32 (1986) 247-267; “Towards Unravelling the Rhetorical Imitation Sources in Acts: 2 Kings 5 as One Component of Acts 8,9-40”, Bib 67 (1986) 41-67; “The Departure for Jerusalem (Luke 9,51-56) as a Rhetorical Imitation of Elijah’s Departure for the Jordan (2 Kings 1,1-2.6), Bib 70 (1989) 96-109; “Luke-Acts as an Imitation and Emulation of the Elijah-Elisha Narrative”, en E. Richard (ed.), New Views On Luke and Acts, Collegeville, Minn. 1990.

[6] I 7,1; 8,3; 10,4-8.

[7] Jubileos 10,10-14.

[8] Fragmento que aparece en la obra de Eusebio de Cesarea Praeparatio evangelica 9,29,24-25. Citado por G. Vermes.

[9] Liber Antiquitatum Biblicarum 60,1-3.

[10] Ant. 2,13,3.

[11] Ant. 8,46-47.

[12] Ant. 8,45.

[13] Ant. 8,2,5.

[14] Ant. 8,44-45.

[15] Ver la polémica de Vermes con G. Schönfeld sobre el significado de los qerapeuvtai en Filón: G. Vermes, “Essenes and Therapeutai”, RQ 3 (1961-62) 495-504.

[16] Gen Ap. 20,16,19.

[17] Cf. J.P. Meier, Un judío marginal, II/2, p. 682.

[18] 4QOrNab 6, o 4Q242.

[19] A. Dupont-Sommer, The Essene Writings from Qumran, Oxford 1961, p. 322, n.3. Citado por Vermes.

[20] bPes 112,b.

[21] bMeilah 17b.

[22] G. Barbaglio, Jesús, hebreo de Galilea, Salamanca 2003, p. 221. Cita el artículo de A. George, “Miracoli nel mondo ellenistico” en X. Léon Dufour (ed.), I mircoli di Gesù, Brescia 1980, 79-90.

[23] Hay una traducción en español a cargo de A. Bernabé Pajares, Vida de Apolonio de Tiana, Gredos, Madrid 1992.

[24] R.J. Penella, The Letters of Apolonius  of Tyana. A Critical Text with Prolegomena. Translation and Commentary, Brill, Leiden 1979.

[25] Kee, H.C., Miracle in the Early Christian World. A Study in the Sociohistorical Me­thod, Yale, New Haven/Londres 1983, p. 256. Citado por J.P. Meier.

[26] Cf. entre otros M. Dzielska, Apollonius of Tyana in Legend and History, L’Erma, Roma 1986; E.L. Bowie, “Apollonius of Tyana: Tradition and Reality”, en ANRW II/16.2 (1978) 1652-99: J.-M. Van Cangh, “Santé et salut dans les miracles  d’Épidaure, d’Apollonius de Tyane et du Nouveau Testament”, en J. Reis (ed.), Gnosticisme et monde hellénistique, Louvain-la Neuve 1982.

[27] G. Petzke, Die Traditionen über Apollonius von Tyana und das Neue Testament, Brill, Leiden 1970. Cf. también “Die historische Frage nach der Wundertaten Jesu“, NTS 22 (1975-76) 180-204.

[28] J.P. Meier, o.c., II/2, p. 672.

[29] Suetonio, Vida de los Doce Césares, VIII,7; edición de R.M. Agudo Cubas, Gredos, Madrid 1992, vol. II, p. 276.

[30] Tácito, Historias, V, 81; edición de J.L. Moralejo Álvarez, Akal, Madrid 1990, p. 299.

[31] Antigüedades 14, 22-24.

[32] m.Ta>anit  3,8.  Traducción de Carlos del Valle. Cf. p.Ta>anit 3,9.

[33] m.Ta>anit  3,8.

[34] b. Ta>anit 23a. “Lo que mandes se realizará. Tú diste una orden sobre la tierra y Dios realizó tu palabra en los cielos. Y la luz brillará en tu camino. Iluminaste con la oración a la generación que estaba en la oscuridad”.

[35] J.-M. Van Cangh ha hecho un seguimiento de esta leyenda sobre la lluvia a lo largo de la literatura  rabínica: “Miracles des rabbins et miracles de Jesús”, Nouvelle Revue Theologique 15 (1984), 28-53.

[36] b. Ta>an 23a.

[37] p. Ta>an 3,9.66d.

[38] Paralipomena Jeremiae V,1-VI,8. Se nos cuenta aquí la leyenda de Abimelej, servidor de Jeremías que  durmió durante 66 años.

[39] GenR. 13,7. En las versiones de A. Rabean y J. Neusner se menciona solo a Elías.

[40] G. Vermes, o.c., p. 77.

[41] m.<Ab 3:10.

[42] b.Ber. 34a; Pirqe R. El. 204–5; p. Ber. 4, 5, 6; b. Ber. 34b.

[43] Gen. R. 10,8.

[44] p.Dem. 1,3.

[45] b.Ta'an  25a.

[46] b.Ta>an. 24b–25a; b. B. Bat. 74b; b. Ber. 17b.

[47] b. Ber. 17b.

[48] b.Hag 14a.

[49] b.Sot 9,15.

[50] Según Vermes, se trataría de Gamaliel el viejo, el maestro de san Pablo, lo cual situaría a Janiná en el período anterior a la destrucción de Jerusalén. Cf. G. Vermes, Jesús el judío, p. 78.

[51] m.Ber 5,5.

[52] b.Ber 34b; p.Ber 5,9d.

[53] Van Cangh, o.c., p. 40.

[54] t.Ber 2,20; b.Ber 33a.

[55] m.Ber 5,1.

[56] b.Ta>an. 24b-25a.

[57] b.<Erubim 29b; b.Pesajim 112b-113a.

[58] b.Pesajim 112b-113a.

[59] b.Ta>an. 23a.

[60] B.M. Bokser, “Wonder-working ant the Rabbinic Tradition: The Case of Hanina Ben Dosa”, JSJ 16 (1985) 42-92.

[61] M. Smith, Tannaitic Parallels to the Gospels, Filadelfia 1951, p. 81.

[62] B.M. Bokser, o.c., p.81. Cita Bokser a este respecto a W.S. Green,  “Palestinian Holy Men: Charismatic Leadership and Rabbinic Tradition”, ANRW 2/19/2 (1979) p. 625 y 641.

[63] m. <Ab 3,9.

[64] m. <Ab 3,10.

[65] Safrai, S., “The Teachings of Pietists in Mishnaic Literature”, JJS 16 (1965) 19-20.33.

[66] D. Flusser, Jesus, Nueva York, 1969, p. 56 (citado por Vermes).

[67] p.Ber 7c; p.Dem 22a.

[68] m.Ta>an 3,8.

[69] b.San 43a.

[70] b.Baba metsia 59b.

[71] t.Hullin 2,21-23.

[72] b.Ta>an 24b-25a.

[73] m. <Ab 5,10.

[74] Mejiltá al Éxodo 18,21.

[75] Ant. 18,3.3.

[76] T.Hul 2,22.

[77] p.Ta>an  23a

[78] m. <Ab 3,9

[79] m.Ber 5,5.

[80] m.Sot  9,15.

[81] J.P. Meier, o.c., II/2 p. 680.

[82] G. Barbaglio, o.c.. Se trata del título al capítulo 7 de la obra, pp. 211-248.

 

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