Medita la Pasión de Jesús
con escenas de la película

 

LA ÚLTIMA CENA

Ya lo había dicho Jesús: EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE TENDRÁ LA VIDA ETERNA. Nadie entendía lo de comer su Carne. Muchos lo tildaban de loco. Otros de blasfemo. Pero Él había dicho que era EL CORDERO DE DIOS, EL QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO, y que se iba a inmolar por nosotros. Y en los sacrificios había que comer de la víctima. Aquella noche de Jueves Santo, el Señor tenía reservadas muchas sorpresas. En el Cenáculo iba a hacer maravillas: convirtió el pan en Cuerpo Suyo, y el vino en Sangre Suya. Y se lo dio a sus discípulos como alimento espiritual. Hizo aquella noche el mayor milagro de todos los tiempos: hacer posible su presencia REAL entre nosotros siempre. Para ello instituyó el SACERDOCIO, dando un poder extraordinario a los elegidos para este Ministerio que jamás había tenido hombre alguno, y en estos momentos sigue siendo el mayor poder que Dios da a los llamados a participar de su sacerdocio. El Señor iba a morir e iba a resucitar. Se iba a marchar junto al Padre, pero hico posible la maravilla jamás soñada de poder al mismo tiempo quedarse con todos nosotros hasta el final de los tiempos. Por eso son sagradas las manos de los sacerdotes, porque a ella viene Dios cada vez que celebra la Santa Misa. Los sacerdotes, aunque seamos pecadores, tenemos un poder inmerecido para servir al Pueblo de Dios: el de CONSAGRAR. Y esa es nuestra misión más importante. Yo te invitaría que a que en este día rezases un poco por los sacerdotes. Que seamos más y mejores. Y que los hombres nos puedan utilizar para lo que Dios nos ha encomendado: DAR DE COMER AL HAMBRIENTO OFRECIÉNDOLE EL CUERPO DE CRISTO ESCONDIDO EN UN TROZO DE PAN. Yo le doy gracias a Dios hoy por mi sacerdocio, y pido por mis hermanos. ¿Es mucho pedirte que me acompañes en esta oración?

   Juan García Inza
juanagainza@ono.com