PRESENTACIÓN


ME HONRA prologar un libro tan interesante como útil que ve la luz en el horizonte del tercer milenio. A lo largo de sus páginas se percibe cómo la Iglesia ha experimentado con dolor los ataques contra su unidad y diversidad, al mismo tiempo que ha suspirado por estar y manifestarse al mundo unida y fiel a su único Señor.

En efecto: las postrimerías del segundo milenio se han visto interpeladas por dos hechos de incalculables consecuencias. Por una parte, la Iglesia católica experimentó en las celebraciones conciliares del Vaticano II una fuerte llamada a la unidad, descubriendo en el ecumenismo el motor que impulsara las relaciones con otros cristianos. No se trataba de una vuelta a la Iglesia cuanto de una conversión a Cristo, ya que todos los cristianos, unos y otros, estamos mutuamente separados y en consecuencia nos presentamos divididos ante el mundo. Surgieron por doquier nuevos modelos de unidad, pero se ha ido abriendo camino un modelo que, sin abdicar de la unidad, afirme la riqueza de la diversidad. Las Iglesias orientales católicas tratan, pues, de afirmar y presentar tanto la unidad en la fe como la diversidad en su forma de vivirla.

Por otra parte, la vieja Europa, donde prendió la vetusta raíz del cristianismo, también se ha visto sacudida en los últimos tiempos por planteamientos unitarios que acabaron sofocando la diversidad de pueblos y naciones, creando fronteras, muros y bloques. Muchos países del centro y del este europeo se han visto envueltos en regímenes totalitarios y unidireccionales, afectando a numerosas comunidades cristianas. La nueva Europa resultante trata de descubrir sus raíces, reintegrar sus pueblos y solidarizarse con ellos. Las Iglesias orientales católicas aportan en este sentido nuevas experiencias y ofrecen la riqueza del filón oriental.

Juan Pablo II, buen conocedor del mundo oriental, a todos nos invita «a recorrer la historia de las Iglesias, para escribir finalmente una historia de nuestra unidad, y remontarnos así al tiempo en que, inmediatamente después de la muerte y de la resurrección del Señor Jesús, el evangelio se difundió en las culturas más diversas, y comenzó un intercambio fecundísimo, que aún hoy siguen testimoniando las liturgias de las Iglesias». Y más adelante hace esta constatación: «Hemos visto cada vez con mayor claridad que lo que desgarró el tejido de la unidad no fue tanto un episodio histórico o una simple cuestión de preeminencia, cuanto un progresivo alejamiento, que hace que la diversidad ajena ya no se perciba como riqueza común, sino como incompatibilidad» (OL 18).

Los tiempos futuros, el tercer milenio en su alborada, van a reclamar grandes dosis de pluralidad e integración en planteamientos humanos a la par que eclesiales. La Iglesia católica, en todas sus tradiciones de Oriente y Occidente, ha de ofrecer la paz que ella vive y siente, y llevarla al hombre en actitud servicial.

El autor, del presbiterio diocesano de León y colaborador en el Secretariado de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, presenta en esta obra a las Iglesias orientales católicas en los avatares de la historia, en su viva actualidad y en la sorprendente diversidad y riqueza patrimonial. Sin duda alguna prestará un gran servicio a seminarios y centros de formación de la Iglesia católica y de otras Iglesias en la docencia del ecumenismo, como también a los cristianos sensibles por estos temas eclesiales, para quienes servirá de obligada referencia.

Hago votos porque este libro aumente el deseo de conocer la riqueza oriental de la Iglesia católica y nos anime a vivir más y mejor el ecumenismo, tarea de todos.

 

Valencia, 14 de febrero, fiesta de san Cirilo, monje,
y san Metodio, obispo, de 1997.

+ AGUSTÍN,

Arzobispo de Valencia,

Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales