SEGUNDA PARTE

LAS IGLESIAS ORIENTALES CATÓLICAS


ESTA SEGUNDA parte nos introduce en la vida de cada una de las Iglesias orientales católicas, en su historia y en la actualidad. Se trata de un mundo eclesial desconocido para gran parte de los católicos que, cuando se descubre, no deja de fascinar y de sorprender por el sentido profundo de la liturgia y del culto, por la organización sinodal, por su concepción teológica y su espiritualidad peculiar.

Las iglesias particulares de tradición latina que están presentes en el mundo oriental no han de confundirse con las Iglesias orientales católicas de las que aquí se trata, cuya presencia es ostensible en Oriente y que en algunos casos están presentes en Occidente formando eparquías o exarcados. Unas y otras conforman la Iglesia católica y están unidas por la comunión eclesial, pero tanto unas como otras han de mantener fielmente sus tradiciones, a la par que enriquecen a la Iglesia católica en su diversidad.

El desconocimiento de las Iglesias orientales católicas que aún hoy día sigue existiendo en la comunidad católica hay que buscarlo y justificarlo en la fuerte afirmación de la unidad de la Iglesia, que en el segundo milenio ha sufrido distintos atentados contra su unidad. Como consecuencia, se sacrificó la diversidad y la variedad de sus tradiciones en favor de la unidad de la Iglesia católica que presidía la Sede romana. Se llegó a identificar en la práctica a la Iglesia católica con la tradición latina existente en la Iglesia romana. Incluso se entendía la universalidad de la Iglesia católica si se adoptaba la liturgia romana, la lengua latina y el derecho romano que, junto con la escolástica como forma de reflexión teológica, residía en la tradición latina.

El Vaticano II ha supuesto un cambio radical en la concepción eclesial de la Iglesia católica. La Iglesia católica, extensiva de oriente a occidente y extendida en Oriente y Occidente, se forma de todas las iglesias particulares que, juntas, la forman y conforman, y son llamadas generalmente diócesis en Occidente, o eparquías en Oriente'. Todas las iglesias particulares son porciones y no partes, con lo que cada una tiene todos los elementos que en su conjunto tiene toda la Iglesia católica2.

Sin embargo, a todas las iglesias particulares tanto de oriente como de occidente, las preside la Sede de Roma, como al colegio episcopal lo preside su cabeza, el obispo de Roma3:

«Dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias tradiciones, sin quitar nada al primado de la Sede de Pedro. Esta preside toda la comunidad de amor, defiende las diferencias legítimas y al mismo tiempo se preocupa de que las particularidades no sólo no perjudiquen a la unidad, sino que más bien la favorezcan»4.

Todas las tradiciones de Oriente y Occidente encuentran su lugar y su cometido en el conjunto de la Iglesia católica: manifiestan la unidad del pueblo de Dios y al mismo tiempo expresan la rica variedad y diversidad.

1. Existencia y reconocimiento

Las Iglesias orientales siempre han existido. Todas ellas afirmaron la fe ortodoxa firmándola en Calcedonia y han vivido la catolicidad presididas por Roma. A lo largo de la historia se han sucedido distintas separaciones, perdiendo tanto las que se separaban de la Sede romana como las que

1 In quibus et ex quibus (LG 23; CIC 368).
2 Porciones (CD 11 y 23) son las diócesis y sus equiparadas (CIC 370-371), al igual que las eparquías y Ios exarcados (CCEO 177.1 y 311.1).
3
LG13y22;OE3.
4 LG 13.

permanecían unidas: todas quedaban mermadas en sus miembros, y sobre todo quedaba mermada la fuerza de su testimonio, que dificultaba el anuncio del evangelio (UR 1). Las iglesias que se separaban perdían la catolicidad que significaba la Iglesia de Roma y, creyendo ganar en fidelidad, buscaban expresarla de otras formas.

Ante las separaciones, no faltaron reacciones tanto de pastores como de fieles que, aún siendo minoritarias, deseaban y querían seguir viviendo sus tradiciones propias y legítimas dentro de la comunidad católica presidida por la Iglesia de Roma. Tales reacciones hay que considerarlas como el precedente más inmediato de las Iglesias orientales católicas.

Sin embargo, no puede afirmarse que estos grupos de fieles y pastores que pedían unirse a Roma ya haya que considerarlos como una Iglesia oriental católica. La historia confirma estos ejemplos, pero también constata que años más tarde surgió el movimiento contrario: los mismos fieles, o la generación siguiente de fieles, con algún jerarca al frente, iniciaban el camino a la inversa, consistente en no estar unidos a la Sede romana.

Las Iglesias orientales católicas siempre se han considerado con todo rigor sucesoras legítimas de las primeras iglesias orientales, que Roma presidía en la caridad. Aquellas iglesias que abandonaron la unión con Roma también son legítimas, aunque se hayan desprendido de la primacía romana. Unas y otras, tanto las que permanecían unidas a Roma como las separadas de Roma, hay que considerarlas hermanas, ya que todas proceden del mismo tronco y se nutren de la misma savia, como es todo el patrimonio oriental común.

Generalmente las Iglesias orientales católicas se fueron gestando a partir de las separaciones a lo largo de la historia, y más exactamente a raíz de la desgraciada fecha del año 1054. Sin embargo, hay alguna iglesia oriental católica que siempre ha estado en unión con Roma, o por lo menos no consta que haya estado separada, porque no tiene ni consta haber tenido membresía ortodoxa.

Para que exista una Iglesia oriental católica como tal no es suficiente que un grupo de fieles y jerarcas pidan unirse a Roma: en primer lugar el grupo no puede ser constituido sólo por fieles o sólo por jerarcas sino por ambos, ya que la iglesia particular se integra por personas con una diversidad de funciones5. La participación en el sacerdocio de Cristo corrobora esta diversidad en el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, y ambos participan cada uno a su manera y se ordenan el uno al otro (LG 10).

Ha de expresarse la unión con Roma a través de un vínculo, bien sea reconociendo tácitamente al grupo de fieles y pastores, bien sea reafirmando expresamente la fe católica o mediante la firma de la unión. A lo largo de la historia se han dado varias formas para establecer la unión, como lo prueban algunos concilios en que se firmó la unión con algún grupo oriental.

El último paso es la erección del grupo de fieles y pastores por el que se constituye en iglesia particular por la competente autoridad romana, al menos como eparquía o como exarcado apostólico, puesto que estas circunscripciones y no otras se definen como «porción del pueblo de Dios»6.

Todas las Iglesias orientales católicas, reconocidas expresa o tácitamente como tales, con mayor o menor tiempo de comunión con Roma, con mayor o menor número de miembros, gozan del derecho a existir y regirse de acuerdo con sus peculiaridades que han de conservar celosamente (OE 5). Tienen el derecho de ser orientales y de estar unidas en la plenitud católica de Roma.

Sin embargo, la existencia de las Iglesias orientales católicas es desconocida para gran parte de los católicos o, por lo menos, su existencia pasa desapercibida. Motivos son el número reducido de estos católicos en el conjunto de la Iglesia católica (2% del catolicismo mundial), la existencia de estas

5 Cf LG 13;AA6;0E2.
6 CCEO 177.1 y 311.1. Otras circunscripciones, como los patriarcados, los arzobispados mayores y las metropolías, son estructuras canónicas.

Iglesias en condiciones precarias, las presiones latinas que entendían la catolicidad de forma exclusiva, el proceso de latinización del que no han sido ajenas.

Han tenido que afrontar incomprensiones: del lado católico eran consideradas como un apéndice, de tal forma que el decreto conciliar ha tenido que subrayar que son tan católicas las de Oriente como las de Occidente (OE 3 y 5), porque todas están confiadas al gobierno pastoral del Romano Pontífice. Del lado ortodoxo han sido calificadas de «uniatas», calificativo con que se las conoce en el Oriente ortodoxo por su infidelidad a la Ortodoxia, como si lo oriental y lo romano fueran realidades opuestas. En el fondo está la doble cruz de estas Iglesias que, para alcanzar la unidad con Roma, tienen que pagar el precio de la separación con quienes no desean unirse.

También han existido en las Iglesias orientales católicas diferencias y tensiones entre ellas mismas cuando conviven en un mismo territorio, más preocupadas por sus problemas particulares que por ofrecer un testimonio de unidad en fidelidad a las propias tradiciones orientales. La conservación del propio rito, o el cambio de uno a otro, eran los problemas más frecuentes. Con todo hay que señalar actualmente el cambio de actitud en temas comunes7. En este sentido, se recuerdan algunas instituciones y recursos en orden a favorecer la unidad de acción, como consultas periódicas, los consejos de jerarcas o el arbitraje de la Sede romana8.

Las Iglesias orientales católicas, incluso las ortodoxas, tanto las antiguas Iglesias orientales como las bizantinas, han estado sujetas a los avatares de la historia, a convivir en precarias condiciones con el mundo islámico y con regímenes totalitarios. Por ello se pide para todas las Iglesias orientales «que la plenitud de la fortaleza y el consuelo del Espí-

7 Cf Memorandum de los Responsables de las Comunidades cristianas para discutir el status de la Ciudad Santa de Jerusalén (14 de noviembre de 1994), firmado por las jerarquías cristianas de Jerusalén, Boletín Informativo de la Comisión Episcopal de Relaciones Intérconfesionales 46 (1995) 12-14.
8 Cf OE 4; CCEO 202 y 322.1-4.

ritu Santo se derrame sobre tantos cristianos, de cualquier Iglesia que sean, que soportan el sufrimiento y la opresión por confesar con valentía el nombre de Cristo»9.

El cambio de actitud de la Iglesia católica para con las Iglesias orientales católicas ha venido con el concilio Vaticano II. Nunca estas Iglesias orientales unidas a Roma habían logrado un reconocimiento de tal magnitud. El decreto conciliar Orientalium ecclesiarum superaba con creces otros documentos precedentes10.

Hasta las celebraciones conciliares del Vaticano II las Iglesias orientales católicas, por así decirlo, estaban en una situación de tolerancia. Se firmaban o ratificaban las bulas de unión por las que se permitía conservar todo el patrimonio espiritual, teológico, litúrgico y canónico, ya que la única tradición en Occidente era la latina, que es la tradición propia de la Iglesia romana. Durante esta época, situada entre la erección de cada iglesia oriental católica y el Concilio Vaticano II, la tradición latina llegó a tal superioridad, considerándola como signo de unidad, que surge así la tentación de latinizar otras tradiciones orientales que se permitían bajo la supremacía latina. A veces los mismos sínodos orientales, más que promover y conservar sus propias tradiciones, servían para defenderse de la tradición occidental. A pesar de todo, las Iglesias orientales católicas han ido afirmando a través de sus sínodos su identidad y su ofrecimiento al conjunto de la comunidad católica.

Ningún concilio de la Iglesia católica había tratado sobre las Iglesias orientales católicas. La elaboración del actual decreto Orientalium ecclesiarum a lo largo de seis redaccio-

9 OE 30.
10 Cf
LEÓN XIII, carta apostólica Orientalium dignitas (30 de noviembre de 1894); BENEDICTO XV, motu proprio Dei providentis, instituyendo la Sagrada Congregación para la Iglesia Oriental (1 de mayo de 1917) y motu proprio Orientis catholici, sobre la necesidad de fomentar los estudios orientales (15 de octubre de 1917): AAS 20 (1928) 277-288; Pío XI, carta encíclica Rerum orientalium, por el que se instituye el Pontificio Instituto Oriental (8 de septiembre de 1928); Pío XII, carta encíclica Orientales omnes, AAS 38 (1946) 33-63 y motu proprio Cleri sanctitati (2 de junio de 1957).

nes en tres años pone de manifiesto cómo los padres conciliares de Occidente pasan de un desconocimiento general al actual reconocimiento en la Iglesia católica. No parece que ningún padre conciliar español hiciera aportaciones a este decreto.

En 1960 comienza la gestación de este decreto con la creación de las comisiones preparatorias del Concilio y culmina con la aprobación de 2.149 votos contra 39 el día 21 de noviembre de 1964, coincidiendo con la aprobación de la constitución dogmática sobre la Iglesia y el decreto sobre el Ecumenismo. No se puede olvidar que estos documentos, providencialmente unidos en la aprobación, lo han sido también en su gestación y en las referencias mutuas.

La gran enseñanza del decreto conciliar, formulado positivamente, consiste en la afirmación de que el patrimonio de las Iglesias orientales católicas pertenece a toda la Iglesia. Y en sentido negativo, cabe deducir que ya no se puede identificar a la Iglesia católica con la Iglesia latina. Y además, tienen el derecho y el deber de regirse por su patrimonio oriental, que negativamente equivale a afirmar como ya superado el latinismo:

«Por ello el santo Sínodo no sólo profesa la debida estima y la justa alabanza a este patrimonio eclesiástico y espiritual, sino que también lo considera firmemente como patrimonio de toda la Iglesia de Cristo. Por eso declara solemnemente que las Iglesias de Oriente, lo mismo que las de Occidente, gozan del derecho y tienen el deber de regirse según sus propias disciplinas peculiares...»11.

Este párrafo viene a ser como el eje troncal del decreto: el reconocimiento contiene los adverbios latinos de firmiter referido al patrimonio y de solemniter sobre su ejercicio en paridad tanto en Oriente como en Occidente. La traducción española aplica el plural de Iglesias a unas y a otras, cuando en realidad sólo hay una Iglesia en Occidente y varias en

11 OE5.

Oriente. Ha de entenderse el plural de «Iglesias» como la suma de «las» de Oriente y «la» de Occidente. La redacción del texto del decreto es fluctuante. En el n. 3 se aplica el plural de «Iglesias» tanto a las de Oriente como a la de Occidente; por el contrario, en el n. 30 el plural se aplica a unas y a otras.

El decreto conciliar sobre las Iglesias orientales católicas marca un hito de incalculable avance: se supera la larga etapa de tolerancia que estas Iglesias tenían en el conjunto de la comunidad católica, y se afirma el reconocimiento y valoración que merecen, por estar recomendadas por su venerable antigüedad, ser más adaptadas a las costumbres de los fieles y parecer más aptas para procurar el bien de las almas (OE 5).

Con posterioridad a la promulgación del decreto, de aplicación en toda la Iglesia católica12 por lo que de derecho sustantivo y novedoso contiene para la Iglesia latina, como de derecho ejecutivo tiene para las Iglesias orientales católicas, se han publicado otros documentos reconociendo y valorando el conjunto de la tradición oriental13. Pero no se olvide el carácter provisional del Decreto: «Estas disposiciones jurídicas se establecen para las circunstancias actuales, hasta que la Iglesia católica y las Iglesias orientales separadas lleguen a la plenitud de la comunión»14. Ojalá llegue la unidad y permanezca el patrimonio oriental, compartido en la comunión eclesial.

2. Identidad de una Iglesia oriental católica

Todas las Iglesias particulares, tanto en Oriente como en Occidente, forman la santa Iglesia católica. Unidad y catoli-

12 J. PERARNAU, Decreto sobre las Iglesias orientales católicas, Castellón de la Plana 1965, 7.

13 JUAN PABLO II, constitución apostólica Sacri canones (18 de octubre de 1990), por la que se promulga el Código de Cánones de las Iglesias orientales; carta apostólica Orientale lumen (2 de mayo de 1995).

14 OE 30.

cidad son notas o propiedades que se dan tanto en la Iglesia universal como en cada una de las iglesias particulares, y así los obispos que las presiden son fundamento visible de unidad en cada una y colegialmente son solícitos de todas15. La Iglesia católica, en la que subsiste la única Iglesia de Cristo16, está formada por las iglesias particulares o locales (UR 14) y «en ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única»17.

El embrión o núcleo original de la Iglesia católica es la iglesia particular y no a la inversa, como subraya fuertemente la eclesiología nacida de la constitución dogmática sobre la Iglesia en el Vaticano II. Cuando surge una iglesia particular, allí está la Iglesia de Cristo, allí está la Iglesia católica. Todas las iglesias particulares están formadas a imagen de la Iglesia universal, y son definidas como porciones y no como partes de la Iglesia católica. La porción indica que conserva o mantiene todos los elementos que se dan en la totalidad; en cambio, la parte o trozo resta a la totalidad algún elemento. Las iglesias particulares definidas como «porción del pueblo de Dios» son la diócesis, la prelatura territorial, la abadía territorial, el vicariato apostólico, la prefectura apostólica y la administración apostólica, entre las circunscripciones latinas; y la eparquía y el exarcado entre las circunscripciones orientales18.

La identidad de una Iglesia oriental católica viene dada por sus elementos como iglesia, y por el significado de su condición oriental y católica. Veamos cada uno de ellos.

1) Una iglesia se forma con unos elementos componentes. En primer lugar, es necesario el grupo (coetus) de fieles junto con la jerarquía. Es insuficiente un grupo de fieles sin jerarquía, o ésta sin el grupo de fieles: ambos componentes

15 Cf N. Bux, Unidad y catolicidad de la Iglesia universal en las Iglesias particulares, Communio 1 (1987) 32-41.

16 LG 8; UR 4; DE 17.

17 LG 23

18 CIC 369-370; CCEO 177.1 y 311.1.

son inseparables19. Los fieles pueden ser clérigos (CCEO 323.1) o laicos (CCEO 399): unos y otros se necesitan, de tal forma que también el laicado es elemento fundamental de la Iglesia20.

La iglesia particular se constituye «unida a un pastor, que la reúne en el Espíritu Santo por medio del evangelio y la eucaristía» 21, y se concreta en los lazos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión22. Estos elementos fundamentales de la iglesia particular son igualmente válidos en Oriente y en Occidente; cuando estos elementos son configurantes de una iglesia, la autoridad jerárquica competente erige y establece la iglesia particular.

Sin embargo, en Oriente existen unas —no todas— determinadas iglesias particulares que gozan de tradiciones propias. El Código de Cánones de las Iglesias Orientales las denomina Iglesias sui iuris, y algunos documentos conciliares del Vaticano II señalan a las iglesias patriarcales23. Sin embargo, las mencionadas iglesias patriarcales y otras que gozan de tradiciones propias, son estructuras canónicas propias de Oriente «por estar recomendadas por su venerable antigüedad, ser más adecuadas a las costumbres de los fieles y parecer más aptas para procurar el bien de las almas» (OE 5).

Hay que advertir que el decreto Orientalium ecclesiarum designa a las iglesias particulares con el término equivalente de ritos. La palabra rito tiene un sentido amplio en Oriente, y se usa para designar todo el patrimonio oriental; en cambio, en Occidente, se restringe a determinados usos litúrgicos. El decreto es en este sentido algo fluctuante, y lo usa en las dos acepciones mencionadas.

19 OE 2; CCEO 27.
20CfAG21.
21 CD 11.
22 LG 14; OE 2; UR 2; CIC 205; CCEO 8.
23 LG 15 y 23;
OE; UR 14.

2) Una Iglesia oriental ha de haber nacido geográficamente en Oriente. En el origen de las Iglesias orientales está «la herencia transmitida por los apóstoles, recibida de diferentes formas y maneras, y por ello, desde los mismos comienzos de la Iglesia, se desarrolló de modo distinto en uno y otro lugar por causa tanto de la diversidad de mentalidad como de las condiciones de vida» (UR 14). Esta herencia transmitida por los apóstoles se concretó en una «inculturación» que consiste en el patrimonio litúrgico, disciplinar, espiritual y teológico. Elemento decisivo de una Iglesia oriental es, pues, haber nacido en Oriente.

Sin embargo las Iglesias de Oriente 'y Occidente, en virtud de la fuerza del evangelio, han salido de sus fronteras geográficas y se han extendido en mayor o menor proporción por otras partes del mundo. De esta forma existen en Oriente iglesias latinas y en Occidente iglesias orientales.

En la actualidad, la geografía no es el elemento decisivo de cada iglesia: Occidente no es para Ios latinos ni Oriente es para los orientales, y menos aún se puede identificar Europa con el catolicismo, Oriente con la ortodoxia y África con los musulmanes. Tal vez, por subrayar todavía en la actualidad el criterio geográfico para las distintas iglesias católicas y ortodoxas, se han producido roces que han generado y alimentado no pocos prejuicios24.

Hoy no se puede pensar que el desarrollo de cada iglesia particular se limite geográficamente, puesto que el evangelio no contiene límite alguno; por ello, ante la existencia en Occidente de iglesias orientales, se debe sustituir el término geográfico de «oriental» por «tradición oriental». Para el caso de la Iglesia latina en Oriente es distinto, ya que la tradición latina, propia de Occidente, no causa extrañeza al no mencionar vocablos con sentido geográfico.

24 JUAN PABLO II, Carta a los obispos del continente europeo sobre las relaciones entre católicos y ortodoxos en la nueva situación de Europa Central y Oriental (31 de mayo de 1991), PE 8 (1991) 233-238; PONTIFICIA COMISIÓN PARA RUSIA, Principios generales y Normas prácticas para coordinar la acción evangelizadora y el empeño ecuménico de la Iglesia católica en Rusia y en los otros países de la CEI (1 de junio de 1992), Boletín Informativo de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales 38-39 (1992) 4-7.

Todas y cada una de las Iglesias orientales católicas poseen un patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y canónico. Pero esto no significa que todas tengan idéntico patrimonio en su conjunto, ya que algunas difieren entre sí o comparten alguna parcela del patrimonio: algunas iglesias distintas tienen la misma liturgia, aunque con variantes peculiares, prácticamente todas conservan la misma espiritualidad y teología, pero todas tienen una jerarquía autónoma propia. Por ello, el elemento decisivo —aunque importante— no es la liturgia, sino la disciplina canónica común y particular, y concretamente la jerarquía propia.

Además, las Iglesias orientales están agrupadas en cinco tradiciones: la alejandrina, la antioquena, la armenia, la caldea y la constantinopolitana, llamada también bizantina (CCEO 28.2). El orden no es evidentemente el numérico ni el histórico, ni la importancia de la sede principal, sino el alfabético, que verosímilmente puede coincidir con el geográfico-cultural: el cristianismo se extendió rápidamente, pero arraigó primero en Alejandría y Antioquía, de esta última pasa a la Armenia y a Mesopotamia, hasta crear en Constantinopla la síntesis bizantina.

Las Iglesias orientales católicas son, pues, católicas: desarrollan la catolicidad en comunión con la Sede romana, y mantienen el patrimonio oriental propio de la Iglesia de Cristo. La figura del Romano Pontífice tiene suma importancia como árbitro y garante de la diversidad, porque «la Sede de Pedro preside toda la comunidad de amor, defiende las diferencias legítimas y al mismo tiempo se preocupa de que las particularidades no sólo no perjudiquen a la unidad, sino que más bien la favorezcan» (LG 13). Todas las iglesias particulares de Oriente y Occidente gozan, además, del derecho y tienen el deber de regirse según sus propias instituciones.

Otra característica de las Iglesias orientales católicas referida a la catolicidad radica en su misión de anunciar el evangelio, que es derecho y deber propio y principal de toda la Iglesia. No hay, por tanto, limitación alguna, aunque ciertamente ha de hacerse bajo la moderación del Romano Pontífice25. Nótese, igualmente, esta cláusula final, en orden a evitar cualquier tipo de proselitismo en contacto con el mundo ortodoxo, o para inducir a alguien a cambiar de Iglesia oriental católica.

3) El calificativo de católica aplicado a las Iglesias orientales se introdujo para delimitar el ámbito del decreto conciliar, ya que en Oriente también conviven las Iglesias ortodoxas precalcedonenses y bizantinas, considerándose todas ellas hermanas por su mismo origen, por su patrimonio común y generalmente por la coexistencia en un mismo territorio.

Además del calificativo, la condición católica de estas Iglesias orientales se manifiesta en su vinculación a la Iglesia católica, no tanto a Roma como centro de la tradición latina sino como la primera iglesia local que sirve de referencia a la Iglesia universal. Esta vinculación ha producido incomprensiones y recelos por parte de otras iglesias orientales que las denominan con el término despectivo de «uniatas».

3. Tradición e identificación de cada Iglesia oriental católica

No es fácil lograr unanimidad entre los orientalistas sobre el número exacto de las Iglesias orientales católicas. El exiguo número de sus miembros en alguna de ellas, o la desaparición de sus fieles por la emigración o la persecución, o la anexión de alguna iglesia oriental católica en la estructura latina u ortodoxa, o su erección reciente en nuestro siglo,

25 Cf OE 3; CCEO 585.1 y 594. JUAN PABLO II, constitución apostólica Pastor bonus sobre la reforma de la Curia Romana (28 de junio de 1988) n. 60: «La acción apostólica y misionera en las regiones en que desde antiguo prevalecen los ritos orientales depende exclusivamente de esta Congregación (para las Iglesias orientales), aunque la desarrollen misioneros de la Iglesia latina».

motiva que alguna de ellas sea desconocida. Aún así, nuestra intención es dejar constancia, siquiera breve, de cada una.

Por otra parte, en ningún documento de la Iglesia católica se dice textualmente cuáles son las Iglesias orientales católicas. Tampoco el Código de Cánones de las Iglesias orientales menciona a cada una: solamente nos ofrece las cinco tradiciones orientales en las cuales se sitúan estas Iglesias (c. 28.2). En la práctica canónica se denominan las Iglesias orientales católicas como Iglesias sui iuris, que son las patriarcales, las arzobispales mayores, las metropolitanas, y otras «que se confían a un jerarca que la preside a tenor del derecho común y del derecho particular establecido por el Romano Pontífice»26. Entre estas últimas hay que señalar en primer lugar las eparquías y en segundo lugar los exarcados como «porción del pueblo de Dios»27, si bien en el primer caso el obispo eparquial es jerarca y en el segundo caso el exarca y el administrador apostólico (CCEO 234) que rige la eparquía por causas graves sólo son jerarcas del lugar28.

El criterio de enumeración más objetivo de cada Iglesia oriental católica es el que ofrece el Anuario Pontificio de la Iglesia católica, obviamente de publicación anual29. El orden de cada Iglesia no prejuzga su importancia numérica o histórica, sino que es alfabética según el italiano, lengua en que se publica el Anuario. Ofrece una lista de 21 Iglesias orientales católicas comprendidas en las cinco tradiciones orientales existentes.

La referencia de cada Iglesia será breve, y en algunos casos forzosamente breve, dada la escasez de datos, sin que ello signifique menosprecio de ningún género, ya que «estas Iglesias tienen la misma dignidad, de tal manera que ninguna de ellas aventaja a las demás por razón del rito» (OE 3). La referencia abarcará su origen o datos históricos, su peculiaridad si existe y su actualidad en datos estadísticos o de interés general.

26 CCEO 174.
27 CCEO 177.1 y 311.1.
28 CCEO 984.1-2.
29 Anuario Pontificio, Ciudad del Vaticano 1997, 1148-1151.

Las distintas Iglesias orientales católicas irán precedidas de una introducción a la respectiva tradición con la que están vinculadas. Se señalan, también, en cada Iglesia todas y cada una de las circunscripciones, la clasificación de la sede, fecha/s histórica/s de su erección, así como el número actual de católicos y de parroquias.

 

3.1. La tradición alejandrina

Integran la tradición alejandrina actualmente las Iglesias copta y etíope. Ya en el siglo XIII esta tradición está presente en Alejandría, tanto entre los monofisitas como en los grecomelkitas, si bien estos últimos la abandonan para integrarse en la bizantina. Estas dos Iglesias conservan su propia liturgia, que en su momento se estudiará: la copta en griego y árabe, y la etíope en gheéz.

Esta tradición se vincula a san Marcos, junto con otras referencias bíblicas, como el etíope bautizado por Felipe (He 8,38). Pero sobre todo se gloría de tener como residente por algún tiempo a la Sagrada Familia (Mt 2,14-15).

La tradición alejandrina está compuesta por la «Iglesia griega del patriarcado de Alejandría, la Iglesia copta de Egipto y la Iglesia etíope, que tienen en común con la Iglesia católica el origen y la herencia doctrinal y espiritual de los grandes Padres y santos no sólo de su tierra, sino de toda la antigua Iglesia. Ellas han trabajado y sufrido mucho por mantener vivo el nombre cristiano en Africa a través de las vicisitudes de los tiempos. Estas Iglesias dan todavía hoy testimonio de la vitalidad cristiana que reciben de sus raíces apostólicas, particularmente en Egipto y en Etiopía y, hasta el siglo XVIII, en Nubia»30

En contacto con el mundo árabe, a estas dos Iglesias de forma especial les corresponde promover el diálogo ecuménico con sus hermanas monofisitas y ortodoxas, y el diálogo

30 JUAN PABLO II, exhortación apostólica Ecclesia in Africa, del 14 de septiembre de 1995, n. 31.

interreligioso con los musulmanes, que en sus comienzos tal vez conocieron el cristianismo en forma monofisita, nestoriana o arriana31.

 

a) La Iglesia copta

El adjetivo «copto» proviene de al-gibt, deformación árabe del aegiptos griego. La Iglesia copta es, pues, la Iglesia de Egipto, cuya principal ciudad desde antiguo es Alejandría, célebre desde el punto de vista cultural como por su posición en el imperio romano. No es extraño que el cristianismo llegara muy pronto, aunque las noticias son oscuras, dado el carácter gnóstico que se atribuyó a esta Iglesia.

Durante las controversias cristológicas de los primeros concilios surgen los patriarcas alejandrinos de gran relieve en los siglos IV y V, como Atanasio, Teófilo o Cirilo. A partir del Concilio de Calcedonia comienza el declive con Dióscoro y la invasión árabe en el año 638.

Los primeros intentos de unión a Roma datan de la época de las cruzadas, no coronadas por el éxito, dadas las exigencias latinas. En el Concilio de Florencia se firma la unión en nombre del patriarca Juan XI (fi 1453), mediante la bula Cantate Domino, del 4 de febrero de 144232. No se alcanzó el fruto de la unión, aunque los esfuerzos continuaron, como lo prueba la invitación cursada al patriarca Gabriel 01568) para asistir al Concilio de Trento. En 1739 el obispo copto de Jerusalén Atanasio se une a Roma, y el papa Benedicto XIV (1740-1758) lo nombra en 1742 vicario apostólico de los coptos de Egipto.

El actual patriarcado de Alejandría de los coptos es creado el 15 de agosto de 1824 y restaurado por la bula Christi Domini de León XIII el 26 de noviembre de 1895, nombrando al obispo Cirilo Macario primer patriarca (1895-1908),

31 El Corán, introducción de J. JOMIER, Barcelona 1986, 17-18.
32
COD 567-583.

sucediéndole hasta 1947 Marcos II Khouzama, y posteriormente Stephanos I Sidarous. Componen el patriarcado:

Egipto:

Alejandría (1824; Patr.: 26-11-1895): 86.500 cat. y 47 par. Assiut (Ep.: 10-8-1947): 34.000 cat. y 41 par. Ismayliah (Ep.: 17-12-1982): 5.000 cat. y 12 par. Luqsor (Ep.: 26-11-1895): 18.000 cat. y 18 par. Minya (Ep.: 26-11-1895): 37.205 cat. y 25 par. Sohag (Ep.: 13-9-1981): 12.250 cat. y 23 par.

La población católica de todo el patriarcado suma 192.955 católicos en 166 parroquias. No existe eparquía o exarcado alguno fuera del patriarcado, lo que indica que no hay emigración, aunque hay dificultades dada la presencia mayoritaria del Islam. Actualmente el patriarca de Alejandría de los coptos es S.B. Stephanos II Gathas desde 1986.

b) La Iglesia etíope

Aunque la Iglesia etíope ciertamente es reciente e hija de la copta, con la que ha estado unida a lo largo de la historia, el cristianismo debió llegar a esta tierra con el tesorero de la reina de Candaces (He 8,27).

Las primeras noticias seguras las tenemos desde la mitad del siglo IV, cuando san Atanasio de Alejandría consagra obispo de Axum a Frumencio, y desde entonces la Iglesia etíope dependerá del patriarcado de Alejandría, de tal forma que al caer Alejandría en el monofisismo arrastró también a Etiopía.

Escasas son también las noticias desde el siglo VII con la llegada del Islam hasta el siglo XII en la época de las cruzadas: las comunicaciones de Etiopía con Occidente se hacen cada vez más difíciles por la presencia del Islam, realizándose a través de Egipto y Jerusalén, a donde los etíopes iban en peregrinación y logran constituir una comunidad.

En 1622 llegan a sus costas los portugueses, llegándose a firmar la unión entre Roma y la Iglesia etíope para latinizar el rito etíope, atrayéndose Roma el odio de los monofisitas. La actividad misionera de los lazaristas y capuchinos hizo que los etíopes se unieran a Roma conservando su propio rito. Como fruto de la actividad misionera de Justino de Jacobis (11860), se une a Roma un grupo de fieles con un sacerdote, miembros de la Iglesia nacional etíope, subordinada de la Iglesia copta ortodoxa.

La constitución de la Iglesia etíope unida a Roma data del 4 de junio de 1930, con la erección del Ordinariato de Eritrea que, más tarde, en 1951 dará lugar a la creación de los exarcados apostólicos de Addis Abeba y Asmara. Tiene liturgia propia.

En la actualidad la Iglesia etíope es metropolitana con sede en Addis Abeba, y está organizada en la forma siguiente:

Etiopía:

Addis Abeba (Metr.: 20-2-1961): 50.000 cat. y 24 par. Adigrat (Ep.: 20-2-1961): 16.546 cat. y 35 par.

Eritrea:

Asmara (Ep.: 20-2-1961): 40.127 cat. y 60 par. Barentu (Ep.: 21-12-1995): 35.478 cat. y 8 par. Keren (Ep.: 21-12-1995): 49.959 cat. y 36 par.

Al igual que la Iglesia copta, la Iglesia etíope, que cuenta con 192.110 católicos en 153 parroquias, no está extendida fuera de estas circunscripciones, aunque tenga también dificultades con el gobierno y con el Islam.

3.2. La tradición antioquena

Al igual que la tradición alejandrina, la tradición antioquena ha de considerarse como la más venerable por su antigüedad, ya que está atestiguada como el primer foco donde los cristianos fueron así llamados (Cf He 11,26).

La tradición antioquena la componen actualmente tres Iglesias: la malankar, la maronita y la siria. Las dos últimas —y hasta el siglo X hay que señalar también a la grecomelkita— tienen su origen en los cristianos de Antioquía y de numerosos lugares del medio Oriente, principalmente de Palestina y del norte de Mesopotamia. En la segunda mitad del siglo XVII se extiende desde el norte de Mesopotamia a la costa india de Malabar.

Las tres Iglesias de la tradición antioquena tienen su propia liturgia cada una: la malankar en lengua malayalam, la maronita y la siria en siríaco y árabe. Y las tres tienen su organización independiente: la primera es metropolitana, y las dos restantes son patriarcales.

El cristianismo en el medio Oriente preferentemente está relacionado con esta tradición: se extiende por Palestina, Siria, Líbano, Mesopotamia y Egipto, países en inestabilidad, en contacto con el Islam, con problemas interrituales y dispersión ocasionada por una fuerte emigración.

a) La Iglesia malankar

La reciente Iglesia malankar, de tradición antioquena, tiene su origen en la Iglesia malabar de tradición caldea. Ambas Iglesias se asientan en el sur de la India.

Con la llegada de los portugueses a estas costas descubren que el cristianismo allí existente es de origen nestoriano o caldeo, y su jerarquía dependía del antiguo patriarcado nestoriano de Seleucia-Ctesifonte. Los portugueses latinizaron esta Iglesia de origen nestoriano, suprimiendo usos y costumbres y poniendo sus fieles bajo la jurisdicción latina33. Poco después, en 1665 el patriarca de Antioquía envía misioneros y jerarquía, y una buena parte de los llamados

33 El actual arzobispo de Goa y Damao ostenta el título honorífico de Patriarca de las Indias Orientales, creado el 1 de septiembre de 1886. Con anterioridad, en el sínodo de Diamper (1599), se logra la renuncia a los errores nestorianos y la unión con Roma mediante el latinismo.

«cristianos de santo Tomás» de origen nestoriano pasan a la fe monofisita o jacobita. Las divisiones y subdivisiones de los cristianos jacobitas en Malabar motivaron que en 1930 se separaran, un grupo de 35.000 fieles con los obispos Mar Ivanios y Mar Teófilo, y se unieran, a Roma conservando la liturgia y jerarquía propias. De esta forma nació la Iglesia malankar, así llamada para diferenciarla de la Iglesia malabar, de tradición caldea.

La Iglesia malankar, reciente en cuanto a su constitución como tal, participa, junto con la Iglesia malabar, de sentirse heredera del cristianismo predicado por el apóstol santo Tomás. También se llama a esta Iglesia «siro-malankar» para recordar su tradición siria, o mejor, antioquena.

Actualmente esta Iglesia es metropolitana, con sede en Trivandrum, y está estructurada en la forma siguiente:

Trivandrum (Metr.: 11-6-1932): 245.743 cat. y 143 par. Battery (Ep.: 28-10-1978): 22.000 cat. y 105 par. Marthandom (Ep.: 16-12-1996):

Tiruvalla (Ep.: 11-6-1932): 55.245 cat. y 176 par.

Esta Iglesia, compuesta por 322.988 católicos y 424 parroquias, no tiene circunscripciones fuera de la India. Iglesia joven, que celebra fundamentalmente la liturgia antioquena en lengua malayalam.

 

b) La Iglesia maronita

Característica de la Iglesia maronita es su pertenencia católica siempre: no nació ni fue erigida como escisión de otra que buscara la unión, sino que siempre se conservó católica y logró a través de la historia mantener la unión con Roma, reafirmándola o renovándola.

No falta quien sostiene que los maronitas entraron en la comunión católica en la época de las cruzadas y que su unión con Roma fue integral, sin dejar una comunidad separada. Sin embargo, aunque no existen maronitas ortodoxos, hay que probar que esta Iglesia estuvo separada de Roma, e históricamente este extremo no se ha podido comprobar.

Esta Iglesia está ligada en cuanto a sus orígenes al Líbano y al monje san Marón (t433), sepultado en un monasterio situado en el valle del Orontes, en Apamea de Siria. Estos católicos de Antioquía, refugiados en las montañas y en el monasterio, se consideran como los baluartes de la unión con Roma que nunca abandonaron.

Cuando se condena la herejía monoteleta, que consistía en afirmar una sola voluntad en Cristo y en consecuencia era una prolongación de la herejía monofisita, el emperador Heraclio propagaba el monotelismo y eran fieles al emperador los maronitas, pero antimonofisitas. El Concilio III de Constantinopla, del año 681, sanciona la ortodoxia y condena el monotelismo: los maronitas quedan aislados del resto de la cristiandad debido a la invasión musulmana, razón por la cual algunos quieren ver cómo los maronitas siguieron la herejía monoteleta al ser fieles al emperador, aunque verosímilmente no pudieron ser monoteletas por no ser jamás monofisitas. La invasión musulmana y el refugio de los maronitas en las montañas del Líbano motivaron que no se hayan visto inmersos en la disputa monoteleta y el haberse organizado bajo la dirección de un patriarca, que tradicionalmente afirman que Juan Marón (685-707) fue el primero.

Durante las cruzadas, los maronitas contactaron con los latinos, sufriendo fuerte latinización, pero aumentaron más los lazos con Roma, de tal forma que en 1182 reafirmaron su comunión y obediencia al papa. Ya en el Concilio IV de Letrán, en 1215, estuvo presente el patriarca de los maronitas Jeremías II, y en el Concilio de Florencia fue representante de los maronitas el franciscano Juan de Beirut34

Los maronitas, cuyas costumbres están latinizadas, tienen

34 En el Condilio de Florencia se firma la unión con algunas Iglesias orientales, entre las que hay que señalar la unión con los caldeos y los maronitas de Chipre, mediante la bula Benedictus sit Deus (7 de agosto de 1445): COD 589-591.

su propia liturgia, siguen el calendario gregoriano y han estado protegidos por los papas, como Gregorio XIII, que crea en 1584 un colegio para maronitas. Hoy día el Presidente del Líbano ha de ser maronita tras la creación del actual Estado en 1926, en que se decidió de acuerdo con las creencias entonces existentes.

La Iglesia maronita está organizada en un patriarcado, con una población total de 2.949.246 católicos y 949 parroquias, y su composición es como sigue:

Líbano:

Antelias (Archiep.: 11-6-1988): 102.310 cat. y 82 par. Beirut (Archiep.: 1577): 350.000 cat. y 115 par.

Trípoli (Archiep.: s. XVII): 80.828 cat. y 118 par.

Tiro (Archiep.: 1838): 18.000 cat. y 18 par.

Baalbek-Deir El-Ahmar (Ep.: 1671): 35.000 cat. y 22 par. Batrun y Sarba (1678; Ep.: 9-6-1990): 298.000 cat. y 142 par. Jbeil (1673; Ep.: 9-6-1990): 300.000 cat. y 86 par.

Jounieh (Ep.: 4-8-1977): 191.928 cat. y 64 par.

Sidón (1838; Ep.: 18-2-1900): 65.000 cat. y 118 par. Zahleh (Ep.: 4-8-1977): 48.850 cat. y 33 par.

Chipre:

Chipre (Arz.: s.XIII): 10.000 cat. y 9 par. Israel:

Haifa y Tierra Santa (Archiep.: 8-6-1996): 7.380 cat. y 7 par. Jerusalén (Ex. patr.): 380 cat. y 2 par.

Egipto:

El Cairo (Ep.: 22-6-1946): 5.000 cat. y 8 par.

Siria:

Alepo (Archiep.: s.XVII): 3.700 cat. y 5 par. Damasco (Archiep.: 1527): 8.000 cat. y 1 par. Laodicea (1954; Ep.: 4-8-1977): 27.000 cat. y 32 par.

Fuera de Oriente, la Iglesia maronita está presente en otros lugares del mundo, debido a la fuerte emigración padecida, principalmente hacia América:

Argentina:

S. Charbel en Buenos Aires (Ep. 5-10-1990): 700.000 cat. y 4 par.

Brasil:

Na. Sa. Líbano en Sao Paulo (Ep. 29-11-1971): 446.000 cat. 6 par.

Estados Unidos:

Na. Sa. Líbano en Los Ángeles (Ep. 19-2-1994): 21.860 cat. 25 par.

San Marón en Brooklyn (Ep.: 27-6-1977): 30.000 cat. y 33 par.

Canadá:

San Marón en Montreal (Ep.: 27-8-1982): 50.000 cat. y 10 par.

Australia:

San Marón en Sydney (Ep.: 25-6-1973): 150.000 cat. y 9 par.

Méjico:

Na. Sa. Mártires del Líbano en Méjico (Ep.: 10-11-1995):

Su actual patriarca es el cardenal Nasrallah Pierre Sfeir. c) La Iglesia siria

Siria fue conquistada por Pompeyo entre los años 65-62 antes de Cristo, convirtiéndose en una provincia romana de grandes extensiones, desde la zona costera al río Éufrates. Esto motivó que Septimio Severo dos siglos después la subdividiera en dos provincias: la Syria Coele con capital en Antioquía, y la Syria Phoenice con capital en Beirut. Nuevamente en el siglo IV hay otra subdivisión, creándose además otras dos provincias a las dos ya existentes: Augusta Euphratensis y Augusta Libanensis. Estas circunscripciones civiles indican que la región de Mesopotamia formara una unidad con Siria.

Los escritos del Nuevo Testamento mencionan a Siria como el territorio de una provincia romana (Mt 4,24; Lc 2,2; He 15,23) donde el cristianismo pronto se difundió: Tiro y Tolemaida (He 21,7), Sidón (He 27,3), Damasco (He 9,22) y la capital, Antioquía. Aunque la presencia cristiana no está documentada hasta el siglo II o III, fue una de las regiones más cristianizadas del Imperio.

En las primeras controversias cristológicas, el monofisismo prendió en Antioquía, donde residían muchos enemigos del Concilio de Calcedonia. Cuando en el año 518 comienza la persecución contra los monofisitas, la emperatriz Teodora ampara la reorganización del monofisismo llevada a cabo por Jacobo Baradeo.

La Iglesia siria es, pues, de filiación jacobita (en recuerdo de su organizador) o monofisita, extendiéndose hasta el norte de Mesopotamia, y en el siglo XVII hasta la costa india de Malabar. Ya en las cruzadas hubo contactos entre latinos y sirios jacobitas, pero con el proceder de los latinos no hubo éxito, aunque eran enemigos de los bizantinos. La unión de los sirios con Roma se produce en el Concilio de Florencia35, pero sin perseverancia.

El patriarcado antioqueno de los sirios católicos fue instaurado en 1662, siendo su primer patriarca Andrés Akhidijian (11677), obispo de Alepo. Los sirios católicos fueron perseguidos por los jacobitas: estos envenenaron a Ignacio Pedro IV, segundo patriarca (11702), permaneciendo sin patriarca hasta 1774, en que se convierte al catolicismo el obispo de Alepo Miguel Giarve, que reorganizó el patriarcado, y otros ocho obispos jacobitas. La aprobación de Roma llega en 1783, y en 1787 el papa Pío VI señala Beirut como la sede

35 Bula de unión con los sirios Multa et admirabilia (30 de noviembre de 1444): COD 586-589.

del patriarcado sirio católico. En 1830 las autoridades turcas reconocen a los sirios católicos como una iglesia distinta. Los sucesores del patriarca Miguel, Ignacio Efrén II (11929) e Ignacio Gabriel I (11967) continuaron organizando la Iglesia siria y su liturgia.

La Iglesia siria forma un patriarcado, al frente del cual está desde 1968 S.B. Ignacio Antonio II Hayek. La población total del patriarcado sirio de Antioquía se eleva a 110.747 católicos, repartidos en 61 parroquias y dispersos por los antiguos territorios de la provincia romana de Siria. Su composición actual es la siguiente:

Líbano:

Beirut (Ex. Patr.): 23.000 cat. y 6 par. Irak:

Irak y Kuwait (Ex. Patr.): 1.200 cat. y 1 par. Bagdad (Archiep.: 28-9-1862): 23.900 cat. y 4 par. Mossul (Archiep.: 1790): 27.800 cat. y 6 par.

Palestina:

Jerusalén (Ex. Patr.): 700 cat. y 3 par. Egipto:

El Cairo (Ep.: 3-12-1965): 2.070 cat. y 3 par. Siria:

Damasco (Metr.: 1633): 6.000 cat. y 4 par.

Homs (Metr.: 1678): 10.100 cat. y 15 par.

Alepo (Archiep.: 28-1-1659): 8.800 cat. y 2 par. Hassaké-Nisibi (Archiep.: 15-7-1957): 5.077 cat. y 7 par.

Turquía:

Turquía (Ex. Patr.): 2.100 cat. y 3 par.

Estados Unidos y Canadá:

Na. Sa. Deliberación en Newark (Ep.: 6-11-1995): ¿? cat. y 7 par.


3.3. La tradición armenia

Armenia es un pueblo de raza indogermánica asentado en las montañas de Asia Menor. Su situación entre Oriente y Occidente, entre turcos y persas, no tiene una unidad ni civil ni eclesiástica. La situación de Armenia entre distintos pueblos ha originado el estar sumisa a otros y el estar dividida en dos partes, la oriental y la occidental.

La tradición armenia se ha desarrollado de la antioquena, con influjos bizantinos y otros particulares, y desde la Edad media también están presentes otros elementos latinos. La lengua usada en la liturgia es el armenio antiguo, que data del siglo V.

Tradicionalmente las fuentes armenias señalan su origen apostólico en Tadeo y Bartolomé, el primero evangelizando en la Armenia meridional y el segundo en la septentrional, aunque históricamente no se puede comprobar. Con respecto al apóstol Tadeo existe una confusión con Addai (uno de los 72 discípulos que predicó en Edesa y convirtió a Abgar); con relación al apóstol Bartolomé se dice que murió en Arébanos.

El cristianismo llegó en el siglo II. Los misioneros de Armenia habrían venido de Siria, lo cual justifica la filiación de parte de la liturgia armenia de la siria, incluso en el uso de la misma terminología.

Solamente integra esta tradición la Iglesia armenia.


a) La Iglesia armenia

Tras la penetración del cristianismo en tierras de Armenia, el verdadero apóstol y organizador de esta Iglesia fue Gregorio el Iluminador (260?-328?). De ascendencia noble por pertenecer a una dinastía reinante, es perseguido por el rey Tirídates II, de su misma dinastía. En Cesarea de Capadocia es ordenado obispo y, vuelto a su tierra, el rey se convierte al cristianismo, con lo que la evangelización alcanzó a toda Armenia con un bautismo masivo hacia el año 301. En el siglo V se crea el alfabeto armenio junto con la lengua litúrgica, y así la Iglesia armenia logrará escapar a las influencias orientales y occidentales, alcanzando entonces una cierta unidad que no volverá a tener.

También en el siglo V se extiende la herejía nestoriana, pero la Iglesia armenia no la acepta, aunque más tarde, en el año 506, caerá en el monofisismo. Aunque no participó en el Concilio de Calcedonia por estar en lucha contra los persas, el monofisismo es aceptado como medio de ruptura con Bizancio que no les quiso ayudar en esta lucha. Se adhieren al monofisismo en el sínodo de Dvin (525-527), en que se condena al Concilio de Calcedonia convocado por los emperadores Marciano y Pulqueria. Más tarde, en el año 654, Armenia pasa al dominio musulmán y se desentiende de los bizantinos.

Los primeros contactos con Roma datan de la época de las cruzadas. En 1196 se decide en el sínodo de Tarso la unión con los católicos latinos, pero esta unión se rompe en el año 1375 al desaparecer el reino de Cilicia. En el Concilio de Florencia se firma la unión36, pero no tuvo éxito entre los monjes y sólo fue conservada por una minoría.

Durante los siglos XVI y XVII vuelven los contactos con Roma de forma esporádica, y el 12 de mayo de 1607 hacen acto de obediencia al papa aprobando Roma los usos y costumbres armenios. Este hecho motivó que el arzobispo armenio de Lviv (Ucrania) restableciera la unión con Roma en 1630, rota en 1375. El 26 de noviembre de 1742 el papa Benedicto XIV crea el patriarcado de Cilicia de los armenios y confirma a Abraham Ardzivian como patriarca elegido por los obispos dos años antes. Desde entonces tiene origen la Iglesia armenia católica, distinta de la Iglesia apostólica armenia37. Más tarde se unen los armenios de Constan-

36 Bula de unión con los armenios Exsultate Deo (22 de noviembre de 1439) COD 534-559.
37 Datos de la República de Armenia, L'Osservatore Romano (1991) 346.

tinopla, y en 1867 Pío IX, por la bula Reversurus proclamó la unión de todos los armenios bajo un solo patriarca.

La Iglesia armenia ha sufrido entre 1894-1896 y entre 1915-1916 grandes matanzas, provocando la dispersión de sus fieles y la emigración. Está presidida desde 1976 por el patriarca S.B. Jean Pierre XVIII Kasparian, con una población de 334.860 católicos repartidos en 96 parroquias. Está estructurado el patriarcado en la forma siguiente:

Líbano:

Beirut (Metr.: 23-6-1928): 12.000 cat. y 11 par.

Irán:

Ispahan (Ep.: 30-4-1850): 2.600 cat. y 1 par.

Irak:

Bagdad (Archiep.: 29-6-1954): 2.200 cat. y 1 par.

Egipto:

Iskanderiya (Ep.: 1885): 1.580 cat. y 3 par.

Siria:

Alepo (1710; Archiep.: 3-2-1899): 17.000 cat. y 6 par.
Kamachlié (Ep.: 29-6-1954): 5.000 cat. y 6 par.
Damasco (Ex. Ap.): 3.200 cat. y 1 par.

Turquía:

Estambul (Archiep.: 6-7-1830): 3.680 cat. y 10 par.

Palestina:

Jerusalén (Ex. Patr.):

Ucrania:

Lviv (Archiep.: s. XIV):

Francia:

Santa Cruz en París (Ep.: 30-6-1986): 30.000 cat. y 6 par.

Grecia:

Atenas (Ordinar.: 21-12-1925): 600 cat. y 2 par.

Argentina:

S. Gregorio de Narek en Buenos Aires (Ep.: 18-2-1989) 16.000 cat. y 1 par.

América Latina y Méjico:

América Latina y Méjico (Ex. Ap.:3-1-1988): 14.000 cat. y 2 par.

Rumania:

Gherla (Ordinar.: 5-6-1930): 1.000 cat. y 4 par.

Estados Unidos y Canadá:

Paterson (Ex. Ap.: 3-1-1981): 26.000 cat. y 6 par.

Europa Oriental:

Armenia (Ordinar.: 3-1-1991): 200.000 cat. y 36 par.

La Iglesia armenia, no muy numerosa, tal vez sea la más diseminada y dispersa de todas las Iglesias orientales católicas.

3.4. La tradición caldea

En el origen de la tradición caldea, llamada también sirooriental, está la predicación del evangelio por Addai o Adeo (Tadeo), uno de los 72 discípulos del Señor, y su discípulo Mari, ambos enviados por el apóstol Tomás, que evangelizaron Asiria, Media y Persia. El historiador Eusebio menciona a santo Tomás como el evangelizador de los partos.

Parece que el evangelio debió llegar muy pronto a «los partos, medos, elamitas y los habitantes de Mesopotamia» (He 2,9), no mediante la predicación de los Reyes magos a quienes se suele vincular con Caldea, sino a través de Antioquía y Jerusalén. Más tarde, en la controversia nestoriana, sus seguidores no permanecieron en Bizancio sino que se trasladaron a Persia, desarrollando la escuela de Edesa y llamándose asirios.

Conservan en la liturgia el siríaco, aunque distinto del empleado en Siria, y algo el árabe.

La tradición caldea se extiende por el Asia central y la India, y así las Iglesias caldea y malabar forman esta tradición, conservando cada una su liturgia. Ambas Iglesias tienen diferente estructura: la primera es patriarcal, y la segunda es arzobispal mayor.

a) La Iglesia caldea

Los orígenes de la Iglesia caldea hay que situarlos en el siglo IV cuando se organiza en torno a la sede de Seleucia-Ctesifonte, siendo la más representativa de todo el oriente.

La importancia de esta sede data del sínodo de Seleucia del año 410, en cuyo canon 21 se afirma que «la primera y principal sede es la de Seleucia-Ctesifonte, y el obispo que la ocupa es el supremo maestro y jefe de los obispos todos». En este sínodo también se adoptan los cánones del Concilio I de Nicea.

En el año 497 la Iglesia siro-oriental acepta oficialmente el nestorianismo, separándose de Antioquía. El nestorianismo llegó a Persia por las controversias de las escuelas de Edesa, a cuyo frente estaba Ibas, y de Nísibe. Posteriormente llegan en el siglo VII los árabes conquistando la Mesopotamia oriental y Persia, y en su conquista los nestorianos les prestaron su ayuda, por lo que estos favorecieron a los nestorianos enormemente. Nestorianos y árabes gozaron de un buen entendimiento. Con las incursiones de los mongoles y las persecuciones de los turcos y los kurdos comienza la decadencia.

La amistad con los católicos comienza cuando un emisario del catholicos visita Roma en 1287, siendo bien acogido y permitiéndole celebrar según el rito siro-oriental, lo que hizo posible a la inversa que misioneros católicos fueran también acogidos por los nestorianos. En el Concilio de Florencia se firma la unión38, pero como todas las firmas no fue duradera.

El año 1551 hay que considerarlo como el comienzo de esta Iglesia oriental católica. La sucesión del patriarca nestoriano, por costumbre, se buscaba dentro de su familia, pero tal costumbre no era compartida por todo el clero y el pueblo. Se decide romper con esta costumbre a la muerte del patriarca y se elige al monje Juan Sulaka: en Roma hace profesión de fe católica y es ordenado obispo el 4 de abril de 1551. Poco después, el 20 de abril de 1553 se crea el patriarcado de Babilonia de los caldeos por el papa Julio III (1550-1555). No todos los patriarcas permanecieron fieles: algunos, como Simón III (1662-1700) se hizo nestoriano. Con todo, los nestorianos fueron uniéndose a Roma.

Esta Iglesia caldea es patriarcal, al frente de la cual está S.B. Raphael I Bidawid desde 1989, con 308.459 católicos en 117 parroquias. También esta Iglesia ha sufrido persecuciones, matanzas y fuerte dispersión. Está integrada por:

Irak:

Bagdad (Metr.): 150.500 cat. y 30 par.
Kerkuk (Metr.: 1789): 5.197 cat. y 3 par.
Arbil (Archiep.: 7-3-1968): 12.500 cat. y 5 par.
Basora (s. V; Archiep.: 17-1-1954): 2.600 cat. y 2 par. Mossul (s. XVIII; Archiep.: 14-2-1967): 18.920 cat. y 9 par. Alquoch (Ep.: 24-10-1960): 14.900 cat. y 7 par.
Amadiyah (Ep.: 1785): 2.200 cat. y 6 par.
Aqra (Ep.: 24-2-1910): 192 cat. y 1 par.
Sulaimaniya (Ep.: 7-3-1968): 500 cat. y 1 par.
Zaku (Ep.: 1850): 6.500 cat. y 11 par.

38 Bula Benedictus sit Deus (7 de agosto de 1445): COD 589-591.

Irán:

Teherán (Metr.: 1853): 4.250 cat. y 5 par. Urmya (s. III; Metr.: 1560): 1.500 cat. y 2 par. Ahwaz (Archiep.: 3-1-1966): 500 cat. y 4 par. Salmas (Ep.: 1709):

Palestina:

Jerusalén (Ex. Patr.):

Líbano:

Beirut (Ep.: 3-7-1957): 10.000 cat. y 2 par.

Egipto:

El Cairo (Ep.: 23-4-1980): 500 cat. y 2 par.

Siria:

Alepo (Ep.: 3-7-1957): 15.000 cat. y 9 par.

Turquía:

Diarbekir (1553; Archiep.: 3-1-1966): 2.700 cat. y 6 par.

Estados Unidos:

Santo Tomás apóstol en Detroit (Ep.: 3-8-1985): 60.000 cat. 12 par.

Esta Iglesia está presente en países confesionalmente musulmanes, aunque muy dispersa en cuanto a sus miembros.


b)
La Iglesia siro-malabar

La Iglesia siro-malabar nació por la predicación del apóstol santo Tomás, quien, según una tradición bastante fidedigna, llegó el año 52 a Kodungallur, en la costa india del Estado de Kerala y tras veinte años de apostolado sufrió el martirio en Mailapur, cerca de Madrás, en la costa sudeste de la India. Se constituye una comunidad cristiana de siete iglesias, unida a la de Persia y Mesopotamia, dependiente del patriarcado siro-oriental39.

Las relaciones de la Iglesia siro-malabar con Siria se explican geográficamente, ya que las rutas del comercio entre Europa y la India pasaban por Siria y Seleucia-Ctesifonte. De esta forma se conoce la leyenda tanto en Oriente como en Occidente según la cual el apóstol Tomás tuvo relación con un rey parto-indio llamado Gundafar, que debió reinar entre los años 20 y 50 d.C. Semejante leyenda fue verosímilmente llevada a Siria por los comerciantes que recorrían aquellas rutas. Originariamente parece que esta Iglesia no guardó relación con Siria, aunque posteriormente el nestorianismo también llegó a la India por las mismas rutas comerciales y con él la misma dependencia jerárquica.

De la misma manera que estos cristianos malabares tenían relación con la jerarquía nestoriana, también existían relaciones con Roma por la vía comercial existente, pero no tuvieron resultados positivos, ni se puede afirmar que las hubieran interrumpido.

Con la llegada de los portugueses en 1498 se produce una fuerte latinización de los cristianos nestorianos y su desvinculación del patriarca de Seleucia-Ctesifonte. Los obispos malabares desaparecen en 1597 con la muerte del último, Mar Abraham, siendo sustituidos por obispos latinos, a la vez que se logra en el sínodo de Diamper en 1599 la unión con Roma40. En 1923 el papa Pío XI erige nuevamente la jerarquía siro-malabar. El papa Juan Pablo II elevó la Iglesia siro-malabar el 16 de diciembre de 1992 al rango de arzobispal mayor, con sede en Ernakulam-Angamaly.

Esta Iglesia, que se goza de servir a los «cristianos de santo Tomás», se distingue por su enorme vitalidad: sus iniciativas pastorales, caritativas y sociales, el compromiso

39 Erección de la Iglesia siro-malabar en arzobispado mayor, L'Osservatore Romano (1993) 113.

40 A finales del siglo XIX surgió una escisión en esta Iglesia: un obispo excomulgado profesó el nestorianismo. Esta diminuta comunidad se denomina Iglesia siro-malabar de Trichur.

misionero existente, la abundancia de vocaciones y su elevado número (3.283.566) de católicos, repartidos en 2.275 parroquias, todas ellas concentradas en la India, han motivado que esta Iglesia haya alcanzado el rango de arzobispal mayor, como recientemente ha reconocido el papa Juan Pablo II en su discurso a los obispos de esta Iglesia, reunidos en sínodo41.

Su estructura es la siguiente:

Changanacherry (1887; Metr.: 29-7-1956): 360.000 cat. y 215 par.
Kanjirapally (Ep.: 26-2-1977): 155.675 cat. y 112 par.
Kottayam (1887; Ep.: 21-12-1923): 120.182 cat. y 132 par.
Palai (Ep.: 21-7-1950): 334.000 cat. y 166 par.
Thakala (Ep.: 11-11-1996):
Ernakulam-Angamaly (Metr.: 21-12-1923): 410.075 cat. y 309 par.
Kothamangalam (Ep.: 20-7-1956): 467.550 cat. y 206 par.
Tellicherry (1953; Metr.: 18-5-1995): 273.826 cat. y 205 par.
Mananthavady (Ep.: 1-3-1973): 160.987 cat. y 140 par.
Thamarasserry (Ep.: 28-4-1986): 116.864 cat. y 80 par.
Trichur (1887; Metr.18-5-1995): 420.393 cat. y 204 par.
Irinjalakuda (Ep.: 22-7-1978): 248.325 cat. y 118 par.
Palghat (Ep.: 27-6-1974): 64.421 cat. y 76 par.
Bijnor (1972; Ep.: 26-2-1977): 1.305 cat. y 37 par.
Chanda (1968; Ep.: 26-2-1977): 23.250 cat. y 80 par.
Gorakhpur (Ep.: 19-1-1984): 1.948 cat. y 24 par.
Jagdalpur (1972; Ep.: 26-2-1977): 4.537 cat. y 14 par.
Kalyan (Ep.: 30-4-1988): 100.000 cat. y 41 par.
Rajkot (Ep.: 26-2-1977): 8.500 cat. y 45 par.
Sagar (1968; Ep.: 26-2-1977): 4.020 cat. y 26 par.
Satna (1968; Ep.: 26-2-1977): 2.328 cat. y 9 par.
Ujjain (1968; Ep.: 26-2-1977): 2.400 cat. y 36 par.

Esta Iglesia siro-malabar sólo se circunscribe a la India, al igual que su hermana la Iglesia malankar: ambas tienen que ofrecer el mensaje del evangelio en el extremo oriente a unas culturas y religiones orientales, y a la par antiguas.

41 Discurso del 8 de enero de 1996, L'Osservatore Romano (1996) 20.


3.5.
La tradición constantinopolitana o bizantina

Es la tradición oriental más numerosa y más cercana al mundo de Occidente. Abarca las Iglesias estrictamente bizantinas situadas en la costa mediterránea y las Iglesias eslavas de la Europa oriental. Esta tradición católica ha sido secularmente ortodoxa y ha sufrido como ninguna las consecuencias desgarradoras de la desunión producida en los comienzos del segundo milenio.

Es también la tradición que se ha conservado mejor y actualmente posee un patrimonio litúrgico, disciplinar, teológico y espiritual de mayor volumen. A excepción de la liturgia bizantina que posee cada Iglesia oriental católica y su hermana ortodoxa, y de la disciplina que tiene un derecho común a todas y un derecho sinodal particular de cada una, la espiritualidad y la reflexión teológica de todas las Iglesia orientales, católicas u ortodoxas (precalcedonenses o bizantinas) son prácticamente comunes a todas ellas.

Hay que tener en cuenta la situación geográfica y cultural entre Oriente y Occidente, entre Bizancio y Roma. La geografía y la cultura como la lengua son factores que en otras épocas disgregaron a las Iglesias, y que hoy tal vez las unen cada vez más y en consecuencia las enriquecen.

En la base de la tradición bizantina también está la evangelización apostólica. Muy pronto llegó el mensaje del evangelio a las dos capitales imperiales, Roma y Constantinopla: Roma debe la fundación de su comunidad cristiana a los apóstoles Pedro y Pablo, que en ella sufren el martirio y ambos, por caminos diversos, congregaron la única Iglesia de Cristo42; Constantinopla dedica al apóstol-protocleta san Andrés su vinculación apostólica. No se puede ignorar que los tres apóstoles citados recorrieron otras regiones cercanas; incluso sus inmediatos sucesores en las iglesias locales u otros varones apostólicos han tenido contacto con muchos

42 Misal romano, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, prefacio.

lugares de la zona mediterránea. Baste recordar las numerosas cartas de Pedro y Pablo dirigidas a alguna comunidad en la que se referencian otras comunidades.

A finales del primer milenio, la tradición bizantina o constantinopolitana arraiga en otros lugares, a muchos de los cuales había llegado el evangelio, por obra evangelizadora de los santos hermanos de Tesalónica Cirilo y Metodio. Las diferencias entre Constantinopla y Roma habían empezado a perfilarse como pretextos de desunión, aunque la deplorable escisión entre las dos partes de la misma cristiandad estaba aún lejana, pero ellos adaptaron a la lengua eslava los textos ricos y refinados de la liturgia bizantina, y adecuaron a la mentalidad y a las costumbres de los nuevos pueblos las elaboraciones sutiles y complejas del derecho grecorromano. Ellos conservaron una fidelidad total a la recta doctrina y a la tradición de la Iglesia perfectamente unida y, en particular, a las instituciones divinas y a las instituciones eclesiásticas sobre las que, según los cánones de los antiguos concilios, basaban su estructura y organización. Esta fidelidad les permitió permanecer en la plena unidad espiritual y canónica con la Iglesia Romana, con la Iglesia de Constantinopla y con las nuevas Iglesias, fundadas por ellos entre los pueblos eslavos43. Así llegó a los pueblos eslavos la tradición bizantina.

Con el segundo milenio llega la separación entre las Iglesias de Occidente y Oriente. En Occidente queda la única tradición existente en Roma, la tradición latina: desde entonces se confundirá y hasta se identificará la tradición latina, no con la Iglesia de Roma, sino con la Iglesia católica presidida por Roma. Y en Oriente quedará la tradición constantinopolitana o bizantina como la más representativa de todas. Se llegará incluso a imponer la latinización en Occidente, prevaleciendo la liturgia romana sobre otras liturgias particulares existentes desde antiguo; y en Oriente la latinización será la forma de vivir la unidad católica, sacrificando

43 Cf JUAN PABLO II, carta encíclica Slavorum apostoli, del 2 de junio de 1985 (San Pablo, Madrid 1985) nn. 12-14.

sus diferentes ritos, liturgias y costumbres que expresan la diversidad católica, al igual que se impondrá la tradición bizantina como forma de identificar a la Ortodoxia.

Tras los distintos Concilios medievales, calificados de unionísticos, no toda la tradición bizantina deseaba permanecer en la Ortodoxia: generalmente muchas iglesias locales pedían la unión con Roma, conservando su patrimonio tal como la habían recibido o vivido en el primer milenio. Este fenómeno, conocido entre los ortodoxos como el «uniatismo» y entre los católicos como «los ortodoxos unidos a Roma», provoca que comunidades de fieles y pastores, conservando todo el patrimonio y no sólo una parte, se separen de la Ortodoxia. Con ello, se logra la unidad a costa de la división, y por ello estas Iglesias orientales católicas nos hablan de su provisionalidad y de su deseo —para ellas ya es realidad— de alcanzar la plena unidad en la Iglesia única de Cristo44.

En realidad, el llamado «uniatismo» es un fenómeno de distinta consideración entre las Iglesias católica y ortodoxa. La Iglesia católica considera que hay cristianos orientales que por razones de conciencia piden ser recibidos en la plena comunión de la Iglesia católica. Es posible que esta petición haya podido ser mal formulada o no obedezca a razones de conciencia sino de conveniencia o tenga otras motivaciones. La Iglesia católica proclama la libertad religiosa para sí y para otros grupos, pero de acuerdo con la libertad religiosa, derecho que tiene hondas raíces en el evangelio, no puede negar la comunión católica a quien la pide recta y correctamente45. Y si en algún momento «se ha dado a veces un comportamiento menos conforme con el espíritu evangélico, e incluso contrario a él, no obstante siempre se mantuvo la doctrina de la Iglesia de que nadie debe ser forzado a abrazar la fe» (DH 12).

En la Ortodoxia se ha querido entender lo que se denomina «uniatismo» como una especie de centralismo romano

44 OE 30.
45 oE 25; DE 99; CCEO 896-900.

o proselitismo e injerencia a la hora de circunscribir la atención de los fieles, como si sólo las estructuras canónicas orientales hubieran de ser ortodoxas en atención a su condición de ser iglesias hermanas46. Se ha de superar la mentalidad geográfica de que el oriente es ortodoxo y el occidente es católico: allí donde existan fieles de una y otra Iglesia han de ser atendidos personal, pastoral y eclesialmente.

La situación creada por la legalización de alguna Iglesia oriental católica tras el régimen comunista es un problema coyuntural, que ha tenido sus fricciones entre las Iglesias católica y ortodoxa, aunque poco a poco se va solucionando con mucho diálogo y caridad47.

Participan de la tradición constantinopolitana o bizantina numerosas Iglesias, con la liturgia bizantina como base, aunque algunas tengan sus particularidades, con una variada estructura canónica y con una común reflexión teológica y espiritualidad. Son trece Iglesias: albanesa, bielorrusa, croata, búlgara, griega, greco-melkita, italo-albanesa, rumana, rusa, rutena, eslovaca, ucrania y húngara48.


a) La Iglesia albanesa

La presencia cristiana en Albania se remonta a los albores del cristianismo y ha sido sellada con la sangre de numerosos mártires, entre ellos san Astio, obispo de Durazzo, en el siglo II. Las fuentes históricas coinciden en afirmar que los apóstoles Pedro y Andrés por separado evangelizaron Epiro, parte de la Albania actual. Se considera que la sede de Durazzo es de origen apostólico, fundada por el mismo san Pablo.

Con la división del imperio romano el año 395, Albania quedó bajo la jurisdicción civil de Constantinopla, pero bajo

46 Cf supra nota 24.

47 El uniatismo, método de unión del pasado y la búsqueda de la plena comunión, Balamand (Líbano), 23 de junio de 1994: PE 11 (1994) 275-285 (cf el Apéndice 3).

48 El orden de cada una de estas Iglesias es el alfabético, según el Anuario Pontificio, que se edita en italiano. Se ha preferido denominar como «Iglesia croata» a la eparquía de Krizevci, en atención al carácter nacional o regional que tiene cada una de las Iglesias orientales católicas.

la jurisdicción eclesiástica de Roma. En el año 733 Albania pasó a la jurisdicción del patriarca de Constantinopla. Después del cisma del año 1054 el norte del país volvió a la comunión con Roma, pasando al rito latino. El sur, por el contrario, permaneció siempre bajo la influencia del patriarcado de Constantinopla, adoptando la liturgia bizantina.

En los siglos VIII-IX la Iglesia albanesa resistió las invasiones de los bárbaros, y desde el siglo XIV el país tuvo que afrontar la penetración de los otomanos, lo que dejó una profunda huella. Sin embargo, en el siglo XVIII se registra una renovación eclesial y un impulso pastoral, y se restablece la jerarquía.

El 8 de octubre de 1886 el papa León XIII eleva la diócesis de Escútari a sede arzobispal, con tres diócesis sufragáneas y una abadía nullius para el rito latino. Ya en 1920 un sacerdote y algunos fieles son admitidos a la comunión con Roma, conservando su propio rito bizantino. En 1938 Albania meridional quedó bajo la jurisdicción exclusiva de la Congregación para las Iglesias Orientales que instituyó allí la administración apostólica para Albania meridional. Allí trabajan los basilianos, los frailes menores conventuales y los lazaristas de rito bizantino, así como varias comunidades femeninas también de rito oriental, como las religiosas basilianas, las obreritas de Acri y otras.

La administración apostólica para los católicos de rito oriental fue confiada temporalmente al delegado apostólico y no tuvo otro titular después de la expulsión de éste en 1945. Desde la navidad de 1992 la administración apostólica de Albania meridional, creada el 11 de noviembre de 1939, ya está regida por su propio Administrador. Los católicos de rito bizantino de la Iglesia albanesa son 1.405 repartidos en doce parroquias.

Tras muchos años de régimen comunista49 en el «primer Estado ateo del mundo» la tarea de la Iglesia en el momento

49 Cf F. STRAllARI, Albania, viaje al país de los cerrojos, Vida Nueva 1653 (1988) 2115-2121.

presente ha de consistir en una recomposición de su jerarquía, juntamente con la evangelización en un ambiente ateo, con el testimonio de caridad y con la esperanza de resurgir la vida cristiana.


b) La Iglesia bielorrusa

La fe cristiana se difunde en Bielorrusia a partir del siglo X, favorecida por el comercio entre el mar Báltico y el mar Negro. El cristianismo se convierte en religión oficial en el año 989 cuando el príncipe de Polock Izaislavo y su madre Rahnieda reciben el bautismo50

A mediados del siglo XIII los principados bielorrusos componen un Estado, llamado el Gran Ducado de Lituania, con capital en Novogrodek. En 1386 se realiza la unión política con Polonia, que duró hasta 1772. Eclesiásticamente, en 1291 el patriarca de Constantinopla, Juan Gilca, creó la sede metropolitana de Novogrodek, que comprendía, además, las eparquías de Polock y Turov. Más tarde, la sede metropolitana de Kíev se traslada en 1325 a Moscú.

Después del Concilio de Florencia se produjo la división definitiva de la metrópoli de Kíev. Los metropolitas del territorio ruso, al hacerse autocéfalos en 1448, tomaron el título de Moscú, mientras que los metropolitas del reino polaco-lituano continuaron llevando el título de Kíev. El primer metropolita después del Concilio de Florencia en Bielorrusia, Gregorio, compañero del cardenal Isidoro, enviado a Roma, intentó en vano restablecer su jurisdicción también en Moscú. Le sucede Misail Prucki, elegido en 1476 por el sínodo de los obispos de Novogrodek, quien comunicó al papa Sixto IV su elección, pero sus sucesores volvieron a pedir la confirmación a Constantinopla y la división se perpetuó.

Después de la Unión de Brest-Litovsk en 1596, los fieles

50 Establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República de Bielorrusia, L'Osservatore Romano (1992) 644-645.

de la sede metropolitana unida de Kíev eran en gran parte bielorrusos, de tal manera que los arzobispos de Polock casi siempre eran elegidos metropolitas de Kíev. Digno de reseñar fue san Josafat Kuncewick, arzobispo mártir de Polock, que ejerció el ministerio en Bielorrusia.

Tras la repartición de Polonia en el siglo XVIII, Bielorrusia fue asignada a Rusia y pronto pereció la unión por la presión política de los zares y de los patriarcas de Moscú. El 12 de marzo de 1839 la Iglesia unida de Bielorrusia se separó de Roma y pasó a la Iglesia ortodoxa rusa de Moscú. Pero muchísimos sacerdotes y fieles, a pesar de la persecución y las deportaciones, permanecieron fieles a la Iglesia católica. En 1905 el zar Nicolás II concede la libertad de religión y cerca de 230.000 bielorrusos vuelven a la Iglesia católica, sin ser autorizados a organizar comunidades de rito bizantino, sino adoptando el rito latino. Tras la 1 Guerra mundial, al volver la parte occidental de Bielorrusia al Estado polaco, cerca de 30.000 fieles regresan a la Iglesia católica conservando el rito bizantino. La Santa Sede envía en 1931 a un obispo como visitador apostólico, pero muere en 1959 tras trece años en campos de concentración. Las comunidades católicas de rito latino también vivieron en la clandestinidad y en el aislamiento.

Actualmente esta Iglesia de rito bizantino no tiene oficialmente circunscripción alguna, por lo que no puede darse número de miembros. Solamente se han reorganizado las diócesis de rito latino el 13 de abril de 1991, pero cabe esperar un renacimiento espiritual, tras la dura experiencia de un pasado de persecuciones continuas, como precio a su fiel permanencia católica.


c) La Iglesia croata

Ya en el siglo VII los croatas reciben el cristianismo. El papa Juan IV (640-642) envía a su Dalmacia natal al abad Martín a recoger las reliquias de los mártires. Tras este primer contacto, acrecentado por la herencia espiritual de los

santos hermanos Cirilo y Metodio y el uso de la lengua glagolítica, el cristianismo formará parte de su identidad nacional. En tiempos del papa Agatón (678-681), los croatas establecen un pacto con la Sede apostólica. Más tarde, el papa Juan VIII (872-882) escribe una carta el 7 de junio de 879 al príncipe Branimiro, reconociendo su independencia y, tras celebrar la misa por el pueblo croata, bendice al príncipe y a su pueblo51.

Croacia celebra el milenio del cristianismo, con el bautismo de Jelena, reina de los croatas, esposa del rey Mihailo Kresimir II (949-969), quien muere el 18 de octubre del año 976. Gregorio VII (1073-1085) envía en 1076 al abad Gebizón a coronar al rey Dusitar Zvonimir, como Rex Chroatiae Dalmatiaeque, renovando la fidelidad a la Santa Sede. Y los papas apoyan y ayudan a los croatas, sobre todo en la invasión de los otomanos. Como reconocimiento de fidelidad, el papa León X concede en 1519 a los croatas el título de scudum saldissimum et antemurale Christianitatis.

La presencia ortodoxa en Croacia data de la invasión turca. Como consecuencia de la Unión de Uzhorod (1646), no faltaron cristianos que deseaban ser católicos y vivir las tradiciones de Oriente. Este fue el motivo de la erección de la eparquía croata de Krizevci, Crisio, sufragánea de Zagreb, por el papa Pío VI (1775-1799) el 17 de junio de 1777, a instancias de la emperatriz María Teresa.

Consta de 48.932 fieles, distribuidos en cincuenta parroquias. Una parte de esta eparquía se encuentra en territorio de Macedonia, donde hay 6.100 fieles en cinco parroquias, atendidos pastoralmente por el obispo de Skopje en calidad de visitador apostólico52.

51 Carta pastoral de los obispos croatas, Tredeci secoli di cristianessimo dei croad (Zagreb 1976); La nunciatura apostólica en Croacia, L'Osservatore Romano (1993) 90.

52 Cf L'Osservatore Romano (1995) 2.


d) La Iglesia búlgara

Bulgaria, al igual que los países balcánicos del sur de Europa oriental, acoge el cristianismo en los primeros siglos. País situado entre los mundos bizantino y eslavo, entre Roma y Constantinopla, recibe el influjo de la actividad apostólica de los santos hermanos Cirilo y Metodio, quienes introdujeron el búlgaro como lengua cultual.

El zar búlgaro Boris solicitó en el año 866 al papa Nicolás I (858-867) el envío de dos obispos con el fin de organizar la iglesia y poderse constituir en patriarcado. Como el papa no accediera a esta pretensión, acudió al patriarca de Constantinopla el año 870. Desde entonces la Iglesia de Bulgaria ha oscilado entre Roma y Constantinopla.

Tras los hechos acaecidos en el año 1054, Bulgaria depende jurisdiccionalmente de Constantinopla. En el año 1204 se logra la unión con Roma, aunque fue de escasa duración por motivos fundamentalmente políticos. Más tarde, con la conquista de Constantinopla por los turcos, los búlgaros vuelven ya definitivamente a estar sometidos al patriarca bizantino.

A lo largo de la historia, Bulgaria siempre buscó la unidad con Roma, no conseguida por la inestabilidad política y sus continuas dependencias. La comunidad católica es relativamente pequeña en un país mayoritariamente ortodoxo. Los católicos de rito latino datan del siglo XVII, gracias a las predicaciones de los franciscanos entre los eslavos. En el siglo XVIII un grupo de búlgaros se une a Roma, gracias a la mediación de los armenios católicos. En el siglo XIX surge una pequeña comunidad católica de rito bizantino, que llegó a ser Vicariato apostólico en 1883.

Actualmente los católicos búlgaros de rito bizantino están constituidos en Exarcado apostólico, con sede en Sofía, creado en 1926. Su población asciende a 20.000 fieles, que constituyen 14 parroquias.

Al servicio diplomático de la Iglesia búlgara estuvo el que luego sería papa Juan XXIII como delegado apostólico durante el trienio 1931-1934. El régimen comunista años más tarde lanzará una dura persecución contra la Iglesia católica, tanto latina como bizantina53


e) La Iglesia griega

La presencia del cristianismo en Grecia salpica todos los libros del Nuevo Testamento, desde los griegos que querían ver a Jesús (Jn 12,20-22) hasta la revelación de Juan en Patmos (Ap 1,9). Los Hechos de los apóstoles y numerosas cartas paulinas presentan el mundo griego como la apertura del pueblo gentil al evangelio.

La cultura griega y la iglesia bizantina forman tal unidad en Grecia que el calificativo griego vendrá a ser sinónimo de bizantino: algo parecido ocurría con lo latino en relación con lo romano y en consecuencia con todo lo católico. Ya en la Edad media se habla del llamado «cisma de los griegos» y de sus errores54, y los Concilios II de Lyon (1274) y Florencia (1439) trataron de alcanzar la unión tan efímera que no perseveró.

A partir del siglo XVII algunos fieles y pastores griegos, a título exclusivamente personal, buscaron la unión con Roma, hecho que les ocasionó grandes dificultades por la incomprensión entonces existente entre griegos y latinos. Uno de los mayores obstáculos a la existencia de los católicos griegos unidos a Roma procedía de la legislación turca por la que no se les concedía la emancipación civil de los patriarcas ortodoxos.

Tampoco los tiempos actuales son mejores: Grecia es el único país confesionalmente ortodoxo, y la posición hegemónica de la Iglesia ortodoxa griega no deja libertad suficiente tanto a sus fieles como a otras Iglesias para organizarse. Es frecuente la discriminación hacia los católicos,

53 Cf M. ALCALÁ, Iglesias europeas en catacumbas, Valencia 1991, 193-209.
54
Concilio IV de Letrán, constitución 4: COD
235-236.

quienes se quejan de la falta de libertad religiosa que la Iglesia ortodoxa griega reclama en otros lugares55

A mediados del siglo XIX comienza a formarse una comunidad de rito bizantino en Turquía, creándose el Exarcado apostólico de Estambul el 11 de julio de 1911. Hoy no quedan más que cincuenta fieles formando una parroquia. En Grecia, años más tarde, por causa de la emigración turca, se forma otra comunidad católica de rito bizantino, creándose también otro Exarcado apostólico para Grecia en 1923: lo componen 2.300 fieles integrados en dos parroquias.

Esta Iglesia griega de rito bizantino no ha sido perseguida, pero su situación es realmente angustiosa, ahogada en Turquía por el poder y en Grecia por la mayoritaria Iglesia ortodoxa. Las relaciones ecuménicas, si existen, son parcas y a veces tensas, con prejuicios hacia la propia Iglesia católica y particularmente hacia el Romano Pontífice.


f) La Iglesia greco-melkita

La Iglesia greco-melkita es la única de tradición bizantina que no nació circunscrita a un determinado país de origen. La identificación de greco-melkita indica dos características propias: su condición étnica, compuesta de sirios, árabes y griegos (estos últimos acabarán por servir de referencia en cuanto a la identificación de esta Iglesia) y su condición de melkitas o partidarios del emperador (derivación del siríaco malka, que designa al emperador).

El calificativo de melkitas procedía de los monofisitas, quienes lo aplicaban despectivamente a aquellos cristianos que aceptaron el Concilio de Calcedonia y se mantuvieron en comunión con el patriarca de Antioquía, nombrado por Constantinopla. Su dependencia de la sede imperial provocó un proceso de gradual bizantinización con el consiguiente abandono del rito sirio-antioqueno. Hoy día el calificativo

55 Cf J. LORENTE, Iglesia-Estado en la nueva Grecia, Vida Nueva 1305 (1981) 2263-2267; Ecclesia 2762 (1995) 1687.

de melkita se aplica solamente a las comunidades de rito bizantino residentes en el ámbito del patriarcado antioqueno o dependientes de él, que a partir del siglo XVII se unieron a Roma. No se usa, por tanto, este calificativo en la actualidad referido a otras iglesias ortodoxas.

El origen de la Iglesia greco-melkita arranca de las cruzadas, como muchas iglesias de tradición bizantina. En contacto con los cruzados surgen los primeros conatos de unión sin resultado alguno, pero esto ya significa el ansia por la unidad. Habrá que esperar al trabajo pastoral de diferentes órdenes religiosas, como capuchinos, jesuitas o carmelitas. Durante los siglos XVI y XVII se producen algunas uniones con Roma, alternando con separaciones. A lo largo de una historia un tanto complicada se constituye una doble jerarquía en 1684.

A finales del siglo XVII se fue difundiendo en el episcopado ortodoxo un deseo de acercamiento a Roma, apoyado por el patriarca Cirilo V en 1717. Poco después, en 1720 se trabajaba por reintegrar a toda la Iglesia greco-melkita en la comunión con Roma, pero la muerte de Cirilo V lo impidió y su sucesor Alejandro IV se declaró hostil a la unión, hasta que fue elegido Serafín Tanas, llamado Cirilo VI. Su elección no agradó a Constantinopla, que propuso al griego Silvestre, por lo que Cirilo VI hubo de refugiarse en el Líbano y la Santa Sede no pudo confirmar su elección hasta el año 1744.

En 1724 los greco-melkitas se separan definitivamente de los ortodoxos, siendo su primer patriarca Cirilo VI (1724-1759), y desde entonces los patriarcas greco-melkitas han tenido una sucesión ininterrumpida. En 1743, por la bula Demandatum coelitus, el papa Benedicto XIV erige el patriarcado greco-melkita. Un siglo después, por bula del papa León XIII, del 30 de noviembre de 1894, se concede al patriarca grecomelkita, con residencia en Damasco desde 1833, el título de «Patriarca de Antioquía y de todo el Oriente, de Alejandría y de Jerusalén». Sin embargo, los patriarcas greco-melkitas siempre manifestaron una cierta independencia de Roma, hecho que produjo sus dificultades y sospechas. Ya en las celebraciones del Concilio Vaticano II su patriarca Máximos IV se convirtió en portavoz del catolicismo oriental.

Esta Iglesia ha conocido una gran emigración hacia América, aunque mayoritariamente está presente en Siria y Líbano. Su estructura es patriarcal, con S.B. Máximos V Hakim desde 1967 como patriarca, y sus circunscripciones están situadas en los siguientes países:

Siria:

Alepo (s. IV; Metr.: 1790): 18.000 cat. y 9 par.
Bosra (s. III; Metr.: 1881): 27.000 cat. y 47 par.
Homs (s. III; Metr.: 4-3-1849): 25.000 cat. y 13 par.
Lattaquié (Archiep.: 28-4-1961): 10.000 cat. y 16 par.

Líbano:

Beirut y Gilbail (s. IV; Metr.: 16-8-1881): 150.000 cat. y 73 par.
Tiro (s. II; Metr.: 1683):\ 8.298 cat. y 9 par.
Baalbek (s. IV; Archiep.: 18-11-1964) 25.000 cat. y 11 par.
Baniyas (s. IV; Archiep.: 18-11-1964): 3.600 cat. y 11 par.
Sidón (1693; Archiep.: 18-11-1964): 20.000 cat. y 51 par.
Trípoli del Líbano (Archiep.: 18-11-1964): 6.000 cat. y 11 par.
Zahleh y Furzol (Arz.: 1774 y 1724): 126.000 cat. y 44 par.

Jordania:

Petra y Filadelfia (Archiep.: 2-5-1932): 30.000 cat. y 30 par.

Palestina:

Acre (s. III; Archiep.: 18-11-1964): 45.000 cat. y 27 par.
Jerusalén (Ex. Ap.): 3.100 cat. y 8 par.

Brasil:

Na. Sa. Paraíso en Sao Paulo (Ep.: 29-11-1971): 398.000 cat. y 6 par.

Estados Unidos:

Newton (Ep.: 28-1-1976): 27.742 cat. y 38 par.

Canadá:

San Salvador en Montreal (Ep.: 1-7-1984): 43.000 cat. y 12 par.

Méjico:

Na. Sa. Paraíso en Méjico (Ep.: 27-2-1988): 2.500 cat. y 1 par.

Irak:

Irak (Ex. Patr.): 600 cat. y 2 par.

Egipto y Sudán:

Egipto y Sudán (Ex. Patr.): 7.000 cat. y 15 par.

Kuwait:

Kuwait (Ex. Patr.): 4.500 cat. y 1 par.

Australia:

San Miguel en Sydney (Ep.: 26-3-1987): 45.000 cat. y 7 par.

Venezuela:

Caracas (Ex. Ap.: 19-2-1990): 48.000 cat. y 2 par.

La Iglesia greco-melkita la forman 1.093.340 fieles en 144 parroquias. Tiene esta Iglesia muy viva la tradición oriental y acepta la comunión con el obispo de Roma tal como existía en el primer milenio, antes de la gran separación del año 1054, y es su deseo reunificar progresivamente el patriarcado de Antioquía como mejor forma de superar el llamado «uniatismo».


g) La Iglesia italo-albanesa

Siempre el sur de Italia ha estado en contacto con la cultura helénica, lo que ha permitido que desde una época antigua se celebrara la liturgia bizantina, y por razones de proximidad geográfica con Grecia existieran comunidades de cristianos de origen griego en las provincias italianas de Puglia, Basilicata, Calabria, Sicilia y Roma. Algunos papas de la segunda mitad del primer milenio fueron de origen italogriego: Teodoro I (642-649), Juan VI (701-705), Juan VII (705-707), san Zacarías (741-752), más los sicilianos san Agatón (678-681) y san León II (682-683). En la Edad media eran numerosos los monasterios griegos en Roma.

La presencia de los griegos en Italia fue motivada fundamentalmente por las persecuciones iconoclastas en Oriente, hecho que motivó que Ios cristianos bizantinos buscaran refugio en el sur de Italia. Más tarde fue la presión de los turcos sobre los territorios griegos, y el comercio existente entre las costas latinas y griegas. Cuando los normandos conquistan Sicilia a los árabes, se debilitó mucho el rito griego, siendo sumido por el latino, y sustrajeron los monasterios griegos a la jurisdicción de los obispos bizantinos.

La Iglesia italo-griega desaparece definitivamente en Puglia y Basilicata ya en el siglo XV, aunque en Calabria resistirá hasta los siglos XVI y XVII. Pero en el momento en que desaparecía el cristianismo bizantino de origen griego, comienza el fenómeno de las migraciones albanesas desde el Epiro y el Peloponeso a los reinos aragoneses de Nápoles a partir del año 1461. La Iglesia italo-albanesa ha de considerarse, en cuanto a su asiento en el sur de Italia, continuadora de la italo-griega. Una y otra celebraban la liturgia bizantina.

Los albaneses ya celebraban en los ritos bizantino y latino antes de ser presionados por los turcos en el siglo XV, y dentro del rito bizantino había ortodoxos y católicos entre los emigrantes a esta zona de la Italia meridional. Unos y otros se integraron de tal forma que, sin suscribir nunca un acta de unión, conservaron la liturgia bizantina y el papa Benedicto XIV (1740-1758) los organizó con un estatuto canónico especial, mediante la Constitución Etsi pastoralis del 26 de mayo de 1742. Ya en este siglo, Benedicto XV (1914-1922) regula su situación por la Constitución Catholici fideles graeci ritus en 1919.

Componen la Iglesia italo-albanesa 61.597 fieles católicos en las siguientes circunscripciones:

Lungro (Ep.: 13-2-1919): 33.000 cat. y 28 par.
Piana (Ep.: 26-10-1937): 28.500 cat. y 15 par.
Sta. Mª Grottaferrata56: (Ab.: 26-10-1937): 97 cat. y 1 par.

Esta Iglesia oriental de tradición bizantina, asentada en Italia junto con la tradición latina, tiene el especial cometido de servir de foco de cultura y espiritualidad bizantinas a través de prestigiosas revistas (Bolletino de Grottaferrata y Oriente cristiano de Palermo), de formación del clero en el Colegio Griego de Roma, de iconografía bizantina con pintores autóctonos, y especialmente de contactos ecuménicos entre greco-ortodoxos e italo-albaneses57.


h) La Iglesia rumana

Rumanía actualmente es un Estado compuesto de tres principados rumanos: Valaquia, Moldavia y Transilvania, que logran formar una unidad nacional el año 1600, aunque su unión fue efímera. En el siglo pasado, junto con la Iglesia ortodoxa rumana, Rumanía llegará a ser un Estado en 1859 y la Iglesia ortodoxa alcanzará su autonomía, para ser más tarde elevada al rango de patriarcado58.

Este país corresponde a la Dacia trajana, convertida en provincia romana por el emperador Trajano (105-106), aunque abandonada más tarde por el emperador Aureliano (271-275). El cristianismo pronto aparece por estas tierras, debido principalmente a los contactos permanentes entre las pobla-

56 Abarca, además, esta abadía, cuatro monasterios: Grottaferrata, San Basilio en Cosenza, Piana de los albaneses y Mezzojuso en Palermo.

57 Esta circunstancia ha sido muy tenida en cuenta en los viajes papales por las diócesis italianas del sur: concretamente en su visita a Bari el 26 de febrero de 1984 (cf L'Osservatore Romano [1984] 173-174).

58 El Patriarcado ecuménico de Constantinopla concede, mediante el Tomos patriarcal n. 1579, del 30 de julio de 1925, el rango de Iglesia patriarcal.

ciones locales dacio-romanas de las dos orillas del Danubio. Su desarrollo llegará en la época de Constantino el Grande y sus sucesores, cuando se reconstruyen fortalezas en ambas orillas del río, se repara la vía romana y se anexiona de nuevo al imperio la llanura comprendida entre el Danubio y los Cárpatos. Puede afirmarse que el cristianismo rumano es de origen apostólico, ya que tradicionalmente se señala en Escitia, en las desembocaduras del Danubio y en las orillas del mar Negro, la actividad apostólica de san Andrés.

Rumanía es una nación culturalmente romanizada y eclesiásticamente bizantinizada; por ello ha de considerarse, por su posición geográfica, como puerta hacia oriente, como país romano y latino en cuanto a su origen étnico y lingüístico, y como país bizantino y oriental por su espiritualidad y liturgia. La presencia de los húngaros magiares en Transilvania a partir del siglo XVI, cuando Hungría es ocupada por los turcos, trae la Reforma protestante en su doble versión de calvinista y luterana.

Más tarde, la actividad misionera emprendida por los jesuitas desde Austria y propiciada por los Habsburgo, origina que en un sínodo de 1698 celebrado en Alba lulia 2.200 sacerdotes, de un sector de la Iglesia ortodoxa que quería vivir en unidad con Roma, acepten formar una comunidad católica de rito bizantino nacida en Transilvania. Una parte de fieles y del clero, presididos por el metropolita de Transilvania Atanasio Angel, firman el acta de Unión en 1700 con la Iglesia católica presidida por Roma, en que se establece lo siguiente:

«Nosotros, los abajo firmantes, obispo, arciprestes y sacerdotes de las parroquias rumanas, hacemos público ante todos los fieles lo que es debido, sobre todo, ante el país de Transilvania:

Examinando la inconstancia de este mundo engañoso, la inestabilidad y la inmoralidad de las almas a quienes debemos la mayor importancia más que a todas las cosas, por nuestra propia voluntad nos unimos a la Iglesia católica de Roma y nos confesamos ser miembros de esta Santa Iglesia Católica de Roma; por esta carta de testimonio nuestro y con aquellos privilegios (señalados) queremos vivir, del mismo modo como viven los curas de esta Santa Iglesia, según promete su Majestad el Emperador (de Austria) y el coronado nuestro monarca en su misericordioso Decreto de su Alteza nos hace partícipes.

Esta misericordia de su Alteza, no queriendo abandonar según se merece por parte de los fieles de su Alteza, esta carta de testimonio tanto ante su Alteza como también ante el país de Transilvania, la hacemos conocida...

Pero, de este modo nos unimos y confesamos ser miembros de la Santa Iglesia Católica de Roma, sólo si a nosotros y a nuestros descendientes no nos alteren las costumbres de nuestra Iglesia oriental, sino que en todas las ceremonias, fiestas, ayunos, conforme hasta ahora, también de ahora en adelante seamos libres de respetar y practicar según el calendario antiguo.

Y al venerable nuestro obispo Atanasio, nadie hasta la muerte de su Eminencia tenga poder para relevarle de su trono. E incluso, después de su muerte, cúmplase la voluntad del Sínodo para elegir obispo, a quien, luego su Santidad el papa y su patriarca bajo cuyo poder esté lo consagre según la costumbre, la tradición y las leyes de los arciprestes, leyes que están vigentes y que nadie, de ningún modo se entrometa, sino que respete todo como estaba hasta ahora.

Y si no nos dejaran a nosotros y a nuestros descendientes en esta tradición, entonces los sellos y nuestras firmas que acabamos de dar, no tengan fuerza ni valor. Hecho que hemos dado y fortalecido con el sello de nuestra Metropolía en pro del más firme testimonio»59

La constitución de la Iglesia oriental rumana no estuvo exenta de dificultades desde su inicio: por parte ortodoxa se trataba de una separación que abría heridas y enconaba ánimos; por parte católica hubo intentos de latinización y hasta una reordenación sacerdotal del metropolita Atanasio Angel el 24 de marzo de 1701 en la capilla de Santa Ana de los jesuitas de Viena; al día siguiente es ordenado obispo, según el rito latino, por el cardenal Colonici y dos obispos magiares60. Desde entonces serán conocidos como «uniatas» los que abandonen la Ortodoxia y se unan a la Iglesia católica.

59 Cf T. MOLDOVAN, Pluralismo religioso en Rumania. Su tradición y su actualidad, PE 7 (1990) 329-330.
60 Ib,
330.

En 1867 se establece el imperio austro-húngaro, y se incorpora Transilvania, que permanecerá hasta el 1 de diciembre de 1918 en que nuevamente forme parte del reino de Rumanía, que terminará cuando el rey Miguel I sea expulsado el 30 de diciembre de 1947.

Con la llegada en 1948 del gobierno ateo-marxista, todas las Iglesias van a pasar por la prueba de la persecución: la Iglesia ortodoxa rumana sufría dificultades en el apostolado, prohibiéndose la educación religiosa, la vida monacal quedaba reducida a los confines del monasterio, y toda la Iglesia ortodoxa era separada del Estado y totalmente marginada. Para los católicos de rito latino la persecución aún era mayor: se redujeron drásticamente las diócesis, pasando de cinco a dos (Timisoara e Iasi), los obispos «sobrantes» son detenidos y encarcelados hasta la muerte, los católicos latinos son considerados como dependientes de una potencia extranjera, las órdenes religiosas son disueltas y los religiosos reagrupados, incluso hubo de procederse a las ordenaciones episcopales en secreto por el nuncio, y los obispos consagrados fueron torturados y encarcelados.

La Iglesia católica de rito bizantino fue declarada, por decreto n. 358 del partido comunista imperante, fuera de la ley el 1 de diciembre de 1948, previo pseudo-sínodo de Cluj el 1 de octubre, donde se aprueba por unanimidad la anexión de la comunidad católica bizantina a la comunidad ortodoxa bizantina, prestando obligada obediencia al patriarca ortodoxo que aprueba las conclusiones sinodales. El patriarca ortodoxo recibe el escrito de anexión, no firmado por ningún obispo católico bizantino, y oficialmente se celebra la fiesta de la anexión el 21 de octubre de 1948 en Alba Iulia con un discurso patriarcal. Todos los obispos católicos bizantinos fueron conminados a dejar la obediencia al papa y fueron encarcelados por oposición a la unidad nacional.

Semejantes atrocidades se vieron aumentadas cuando los dos mil templos catedralicios y parroquiales, los seminarios y otros inmuebles fueron a parar a otra iglesia hermana, dejando una iglesia huérfana. Se celebraba por la Ortodoxia que la Iglesia católica de rito bizantino hubiera «regresado» al seno ortodoxo, y comenzaba para nuestra Iglesia rumana un largo suplicio: dejaban de existir cinco diócesis por espacio de cuarenta años61

El año 1989 fue el año providencial en que Dios determinó en su designio cambiar «la tristeza en gozo» (Jn 16,20). Fue un año especialmente significativo en el orden social, político y religioso: se celebraba el centenario de la encíclica social Rerum novarum, la caída del muro de Berlín y de los regímenes comunistas, y la consiguiente libertad de cultos en los países de Europa oriental y central, particularmente en Rumanía62. El 31 de diciembre de 1989 quedaba derogado el decreto sobre la no existencia de la Iglesia católica rumana.

En el orden eclesial, 1990 es año de transformaciones. La Iglesia ortodoxa rumana vive en enero de 1990 la paradoja de la renuncia del patriarca por razones de salud y edad avanzada, y la asunción inexplicable del patriarcado por la misma persona el 4 de abril. Para la Iglesia católica tanto latina como bizantina significa el dotarlas de sus pastores y el comienzo de la reivindicación de sus posesiones ante las autoridades rumanas. Así se expresaba el papa:

«Recientemente, diversos pueblos de Europa del Este han recuperado —gracias a Dios sin derramamiento de sangre— el derecho al respeto de las libertades civiles, incluida la religiosa, que durante decenios había sido limitada, reprimida o suprimida en aquellas tierras... El anterior clima de aversión a la libertad religiosa y de abierta persecución impactó, de una u otra forma, a todos los creyentes: católicos, ortodoxos, protestantes y miembros de otras religiones. La persecución alcanzó su grado más alto en los casos en que, como en Ucrania, Rumania y Checoslovaquia, las Iglesias locales católicas de tradición bizantina, mediante métodos autoritarios y falsos, fueron disueltas o declaradas inexistentes. Se hicieron presiones, algunas

61 M. ALCALÁ, o.c., 170-179; Rumania, un año después, Vida Nueva 1771 (1991) 23-32; F. STRAllARI, Tempestad en la Iglesia ortodoxa rumana, Vida Nueva 1725 (1990) 341-348.

62 JUAN PABLO II, carta encíclica Centessimus annus, del 1 de mayo de 1991, nn. 22-29.

veces violentas, para que los católicos se incorporasen a las Iglesias ortodoxas... Esta nueva y positiva situación ha hecho posible la reorganización de la Iglesia católica de rito latino en diversas naciones y la normalización de la vida de las Iglesias católicas de rito bizantino en aquellos países en los que habían sido suprimidas. La historia está reparando un acto de grave injusticia. El Señor me ha concedido la gracia de nombrar los obispos para tales Iglesias de rito bizantino en Ucrania occidental y Rumania; éstas van recuperando ahora el proceso normal de la vida eclesial pública al salir de la clandestinidad en la que la persecución las había confinado dolorosamente. Igualmente he podido designar obispos para las diócesis latinas, que durante años habían permanecido desprovistas de ellos...»63

El llamado «uniatismo», o mejor, «la nueva situación» volvía a enfrentar a las dos Iglesias hermanas bizantinas, la ortodoxa y la católica. Las tensas relaciones quedaron puestas de relieve en las quejas ortodoxas, que se traducían en una reconsideración del diálogo teológico existente entre Roma y Constantinopla, y que ponían en cuestión el fenómeno «uniata» como forma de llegar a la comunión plena y total64.

No cabe duda que las dos Iglesias bizantinas han de cultivar el diálogo y ofrecerse a colaborar tras los sucesos desencadenados el año 1989. Ambas han sufrido en mayor o menor medida, y ambas han dado fortaleza en la dificultad: ahora han de mirar al futuro con esperanza y no violentar el presente con la fuerza de la restitutio in integrum65. La Iglesia católica bizantina en Rumanía, que no conoció el Concilio Vaticano II, se enfrenta a la nueva evangelización que reclaman los nuevos tiempos de libertad en el país y a la formación de sus pastores.

63 JUAN PABLO II, Carta a los obispos del continente europeo sobre las relaciones entre católicos y ortodoxos en la nueva situación de Europa central y oriental, PE 8 (1991) 233-238.

64 Mensaje de los Primados de las Santas Iglesias ortodoxas (15 de marzo de 1992), PE 9 (1992) 101-106. El uniatismo, método de unión del pasado y la búsqueda actual de la plena comunión, Balamand (Líbano, 23 de junio de 1994), PE 11 (1994) 275-285 (cf el Apéndice 3).

65 Declaración de los obispos de la Iglesia greco-católica de Rumanía (29 de enero de 1990), PE 7 (1990) 233-234.

Esta Iglesia rumana unida a Roma es metropolitana y sus eparquías están todas en Rumania, a excepción de una:

Rumania:

Fagaras y Alba Iulia (Metr.: 18-5-1721): 354.000 cat. y 537 par.
Cluj-Gherla (Ep.: 5-7-1930): 505.000 cat. y 112 par.
Lugoj (Ep.: 26-11-1853): 32.000 cat. y 64 par.
Maramures (Ep.: 5-7-1930): 477.000 cat. y 255 par.
Oradea Mare (Ep.: 23-7-1777): 50.500 cat. y 218 par.

Estados Unidos:

San Jorge en Cantón (Ep.: 26-3-1987): 3.500 cat. y 15 par.

La población total de católicos de esta Iglesia asciende a 1.423.800 fieles, distribuidos en 1.201 parroquias. En cuanto al número de católicos, aunque los datos son oficiales y publicados por el último Anuario Pontificio, ha de considerarse aún orientativo: muchos fieles católico-bizantinos tuvieron que hacerse ortodoxos para permanecer fieles a la fe cristiana y seguir viviendo con el mismo patrimonio oriental, al ser declarada fuera de la ley su propia Iglesia. Por ello es previsible que algunos fieles católicos bizantinos de Rumania, a quienes se hizo abandonar en 1948 y que en años posteriores vincularon su situación eclesial a la Iglesia ortodoxa rumana, expresen sus raíces católicas y recuperen su identidad original.


i) La Iglesia rusa

Tras la celebración del Concilio de Florencia, en que se proclama la unión con los griegos, el metropolita Isidoro de Kiev, presente en el Concilio en representación de Rusia, tras anunciar en Ucrania la unión, se dirige a Moscú con idéntico fin. Allí es apresado en la catedral del Kremlin y gracias a su huida pudo salvar su vida. La unión con Roma no tuvo el mínimo efecto, ya que la nobleza, la clerecía y el pueblo temían perder su identidad nacional, que sólo creían poder conservar en la Iglesia ortodoxa rusa, que más tarde, en 1589, se convertirá en patriarcado, primero de los llamados modernos. Con la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 145366, Moscú se considerará «la tercera Roma».

Son muy pocos los datos que se conocen de la Iglesia rusa. Parece, como nota característica, que esta Iglesia se formó de la inmigración rusa; es decir, los rusos emigran a Europa y conocen en el extranjero la Iglesia católica: vueltos a su país deciden seguir siendo católicos, pero conservando el patrimonio oriental.

Antes de la revolución bolchevique había en las grandes ciudades algunas comunidades católicas rusas. Ya en 1917 existía un exarcado apostólico para Rusia, pero con la detención del exarca Feódorov y tras dos años de encarcelamiento en Vyatka, en la Rusia septentrional, fallece en 1935, extinguiéndose con él la jerarquía católica de rito bizantino en territorio soviético. En más de setenta años de persecución no parece que existan comunidades católicas bizantino-eslavas. Tras la caída del régimen comunista no hay constancia de la existencia de estas comunidades: en 1991 sólo se reorganizan en la Unión Soviética la archidiócesis de Mohilev, las diócesis de Minsk, Pinsk y Grodno, y las administraciones apostólicas de Moscú, Novosibirsk y Karaganda, todas de rito latino67.

Sin embargo, la Unión Soviética abarcaba también la Rusia asiática o Siberia. El 20 de mayo de 1928 se crea el exarcado apostólico de Harbin en China. Se sabe que el delegado apostólico en China, monseñor Celso Constantini, consagró obispo el 2 de febrero de 1924 en Harbin al primer y único vicario apostólico para los católicos latinos, monseñor Sliwowski, quien fallecerá el 6 de enero de 1933.

No se tiene, pues, noticia alguna, sobre los exarcados

66 En 1721 el patriarcado ortodoxo de Moscú fue suprimido por el zar Pedro el Grande (1689-1725) hasta que el 24 de agosto de 1917 fue nuevamente restaurado con la revolución bolchevique.

67 La Iglesia católica en la Unión Soviética, L'Osservatore Romano (1991) 210-211.

apostólicos de Rusia y China, ni están provistos de pastor alguno, ni consta el número de fieles, siquiera orientativo, de esta Iglesia eslava unida a Roma.


j) La Iglesia rutena

Esta Iglesia oriental católica de la Rutenia subcarpática tuvo una gestación y un desarrollo similar a la Iglesia católica ucrania.

La Iglesia rutena nace como consecuencia del deseo de unión ratificado en el Concilio de Florencia, del que el metropolita Isidoro de Kíev fue su principal impulsor en la región de los Cárpatos. Al mismo tiempo, y como consecuencia de la Reforma protestante, muchos cristianos se inclinan a buscar la unión con Roma ante la política seguida por los señores feudales de Mukacevo en hacerse protestantes, y especialmente por la presión de la familia calvinista de los Rakoczky.

El 24 de abril de 1646 es la fecha del acta del nacimiento de esta Iglesia: ya el día 2 de abril 63 sacerdotes bizantinos de la eparquía de Mukacevo, bajo la guía del monje Basilio Partenio Petrovyc, en la iglesia del castillo de Uzhorod, en presencia del obispo latino de Eger, Giorgio Jakusics, fueron recibidos en la comunión plena con la Sede de Pedro. A este acto se le conoce como la Unión de Uzhorod68.

La Iglesia rutena estuvo vinculada, en los ideales que perseguía con la unión a Roma, a Ucrania. Ambas Iglesias suscriben la unión en la misma época, con la diferencia de cincuenta años. Ambas sintieron igualmente la herencia cirilo-metodiana que, sin renunciar a la comunión católica con Roma, tampoco renunciaron a la tradición oriental de Cons-

68 JUAN PABLO II, carta a monseñor Ivan Semedi, obispo de Mukacevo, del 25 de marzo de 1995, L'Osservatore Romano (1995) 271; Carta apostólica del 18 de abril de 1996, Ecclesia 2789 (1996) 746-748. Ambas cartas se enmarcan en las celebraciones jubilares del 350 aniversario de la Unión de Uzhorod.

tantinopla, y ambas sufrieron el dolor de la persecución, de la cárcel y del sacrificio, como lo prueba en épocas recientes el obispo de la eparquía de Mukacevo Teodoro Romza. La Iglesia rutena ha sido doblemente fiel en la prueba, conservando la unión con Roma y la riqueza de la tradición oriental. Hoy esta Iglesia ha recuperado la plena libertad religiosa y ha de buscar, al igual que el resto de las Iglesias orientales, la reconciliación entre católicos y ortodoxos.

De la Unión de Uzhorod nacen varias circunscripciones eclesiásticas: la más importante y representativa es la erección de la eparquía católica de Mukacevo69 el 19 de septiembre de 1771, mediante la bula Eximia regalium principum del papa Clemente XIV (1769-1774). Otras eparquías nacidas de la Unión son las de Krizevci en Croacia, Presov en Eslovaquia y Hajdúdorog en Hungría: aunque cada una de ellas conforma la tradición oriental en sus respectivos países, todas son herederas de esta Unión y conservan el mismo patrimonio oriental, incluida la liturgia.

La persecución de esta Iglesia comienza el 10 de febrero de 1949 cuando es apresado el obispo auxiliar de la eparquía de Mukacevo (su obispo Teodoro Romza había fallecido por accidente el 1 de noviembre de 1947). En agosto de 1977 se consagra secretamente obispo a Konstantyn Sabov, quien rige la eparquía hasta el 18 de diciembre de 1982, año en el que le sucede su actual obispo, monseñor Iván Semedi.

Como consecuencia de la persecución religiosa y de la emigración, esta Iglesia rutena se ha extendido notablemente por América. Actualmente sus circunscripciones son las siguientes:

69 La eparquía de Mukacevo fue creada en la parte nordeste del antiguo reino de Hungría, en las tierras que habitaban los rutenos y en una pequeña parte que habitaban los eslovacos y los rumanos. Desde 1918 este territorio pertenecía a Checoslovaquia, en 1939 volvió a ser de Hungría, y desde 1945 forma parte de la República Ucrania de la URSS. La eparquía católica de Mukacevo fue anexionada oficialmente a la Iglesia ortodoxa el 28 de agosto de 1949.

Estados Unidos:

Pittsburg (1963; Metr.: 11-3-1977): 90.150 cat. y 86 par.
Parma (Ep.: 21-2-1969): 12.788 cat. y 39 par.
Passaic (Ep.: 6-7-1963): 69.450 cat. y 101 par.
Van Nuys (Ep.: 3-12-1981): 3.500 cat. y 16 par.

Ucrania:

Mukacevo (Ep.: 19-9-1771): 320.000 cat. y 264 par.

República Checa:

Praga (Ex. Ap.: 18-1-1996):

Conforman esta Iglesia rutena 495.888 católicos y 506 parroquias. Especialmente importante es el cometido de esta Iglesia por lo que a la paz eclesial se refiere: la tarea de la evangelización en términos totalmente nuevos, con el impulso de formar sus pastores y una catequesis para los fieles, y de cara a las relaciones con otras Iglesias orientales, la reconciliación plena allí donde existan divisiones.


k)
La Iglesia eslovaca

Heredera de la Unión de Uzhorod (1646), en Eslovaquia fue erigida la eparquía de Presov el 22 de septiembre de 1818.

El cristianismo en Eslovaquia recibió un gran impulso con la actividad apostólica desarrollada en los pueblos eslavos por los santos hermanos Cirilo y Metodio. Sin embargo, la tradición eslava en comunión con Roma se establece en Eslovaquia siguiendo el ejemplo de los rutenos.

Desde 1818 los avatares políticos se suceden e influyen negativamente en la comunidad católica, tanto latina como bizantina. En 1918, al desaparecer el imperio austrohúngaro, se forma la República de Checoslovaquia, integrada por Eslovaquia, Bohemia y Moravia —estas dos últimas conforman la actual República de Chequia desde 1990-. A partir de 1948 comienza una etapa de represión total a la Iglesia católica, marcada por la época estalinista: confinamiento y deportación de sus pastores, confiscación de bienes eclesiásticos y supresión de órdenes religiosas eran las primeras medidas políticas.

La Iglesia eslovaca de Presov, al igual que en Rumanía y en Ucrania, fue suprimida y anexionada a la Ortodoxia. Para ello, se celebra un sínodo cismático el 28 de abril de 1950 en Presov, donde se decide por unanimidad la separación de Roma y la anexión a la Iglesia ortodoxa rusa, bajo la obediencia al patriarca de Moscú: sus templos y bienes, junto con 145.000 fieles, pasan a engrosar las filas ortodoxas. La jerarquía latina, que no era adicta al régimen comunista, no fue reconocida por el gobierno, y los obispos latinos sufrieron procesos y terminan siendo desterrados. La respuesta del gobierno fue la fundación de un movimiento de sacerdotes, distanciado de la jerarquía y cercano al gobierno. Ante tal situación, comienzan las ordenaciones sacerdotales y episcopales en secreto, algunas al parecer con problemas de validez en ser reconocidas. Ya en 1968, durante la llamada «primavera de Praga», comienza la tolerancia: muchas parroquias «oficialmente» ortodoxas deciden manifestarse públicamente como católicas. Sin embargo, el giro vendrá a partir de 1989, cuando se reorganicen las diócesis, se disuelva la asociación política de los sacerdotes denominada Pacem in terris y se recupere la libertad de la Iglesia, a la que se devuelven los bienes confiscados70.

También esta Iglesia ha conocido la emigración al Canadá principalmente. En la actualidad la componen dos eparquías y un exarcado apostólico, con una población de 229.190 fieles católicos y 281 parroquias:

Eslovaquia:

Presov (Ep.: 22-9-1818): 209.190 cat. y 261 par. Kosice (Ex. Ap.: 20-2-1997)71.

70 M. ALCALÁ, O.C., 109-135.
71 El número de fieles y parroquias, desmembrados de la eparquía de Presov, asciende a 77.170 fieles y 82 parroquias (Cf Vatican Information Service en español 7 [1977] n. 944)

Canadá:

Ss. Cirilo-Metodio en Toronto (Ep.: 13-10-1980): 20.000 cat. y 20 par.


1) La Iglesia ucrania

Sin lugar a dudas, la Iglesia ucrania es la mayor de cuantas componen la tradición bizantina y la que más ha sufrido en su largo calvario, siendo declarada ilegal y proscrita durante varias décadas. Es la Iglesia más representativa de la tradición bizantina, por cuanto puede considerarse que en ella se ha cebado más la persecución, la dispersión y la aniquilación: ella ha sido como el paradigma para las otras, también perseguidas. Esta Iglesia, además, se encuentra situada entre los mundos bizantino y eslavo, y políticamente en el corazón del estalinismo ateo.

El precio pagado por la Iglesia ucrania es muy alto. Las distintas Iglesias allí presentes72 componen un mosaico plurieclesial, que el gobierno stalinista sacrificó y centralizó en la ya extinta URSS. Del lado ortodoxo fue suprimida la Iglesia ucrania autoproclamada independiente, y del lado católico también fue suprimida la Iglesia greco-católica ucrania. Ambas Iglesias fueron forzosamente obligadas a reconocer el

72 En Ucrania el cristianismo, o mejor, la ortodoxia cristiana está fragmentada en varias Iglesias: La Iglesia ortodoxa de Ucrania, dependiente del patriarcado de Moscú y que goza de una cierta autonomía, siendo también la más numerosa; la Iglesia ortodoxa de Ucrania, autoproclamada independiente y con status canónico de patriarcado, formada en 1919 con ucranianos residentes en América (Estados Unidos y Canadá), que después de 1917 se negaron a reconocer la autoridad patriarcal de Moscú, por lo que fue perseguida y suprimida definitivamente en 1940 por Stalin; la Iglesia ortodoxa de Ucrania autocéfala en el exilio, formada en 1946 tras la celebración de un sínodo en Alemania; y la Iglesia ortodoxa rusa o viejos creyentes, que datan del cisma raskol o cisma del siglo XVII: las cuatro Iglesias ortodoxas están enfrentadas entre sí. Del lado católico hay que señalar a la Iglesia católica, en sus tradiciones latina y bizantina: la primera se sitúa en los territorios fronterizos con Polonia; la segunda —llamada también greco-católica— está presente de forma mayoritaria en la Ucrania occidental, y es aquí estudiada detenidamente.

patriarcado de Moscú, pasando a engrosar las filas de la Ortodoxia reconocida por la política del momento.

La historia política y religiosa en Ucrania se confunden, como en tantas naciones e iglesias. El cristianismo en Ucrania enlaza con la evangelización del apóstol san Andrés en las riberas del mar Negro, y después con la del papa san Clemente (88-97), deportado por el emperador Trajano al Quersoneso táurico, en Crimea, donde ya había cerca de dos mil cristianos. Allí san Clemente evangelizó y padeció el martirio, al igual que el papa san Martín (649-655) siglos después. Las reliquias del papa san Clemente fueron encontradas el 30 de enero del año 861 por san Cirilo, quien llevó algunas a Constantinopla. Dos años más tarde, los santos hermanos de Tesalónica inician su actividad apostólica, y en el año 867 llevan las reliquias de san Clemente a Roma, donde el papa Adriano II (867-872) las deposita en la basílica de San Clemente; sin embargo, la devoción a san Clemente continuó en tierras eslavas.

La actividad apostólica de san Cirilo y san Metodio comenzó a dar su fruto. La primera en recibir el bautismo fue la princesa Olga, que lo hizo hacia el año 955. Se dirigió al emperador germano Otón I y le pidió un obispo y sacerdotes. Su sobrino, el gran duque de Kíev, Vladimiro (979-1015) recibió el bautismo en rito bizantino en el año 988 y todo el pueblo siguió su ejemplo73. En tiempos de su sucesor Jaroslav el Sabio (1015-1045), el cristianismo, según la tradición bizantina y con el uso de la lengua eslava, se difundió en todo el Estado.

De Constantinopla recibió Kíev la evangelización de los

73 Con motivo del milenario del bautismo de la Rus de Kíev, cf: JUAN PABLO II, carta apostólica Euntes in mundum (25 de enero de 1988), L'Osservatore Romano (1988) 211-214; mensaje Magnum baptismi donum a los católicos ucranios con ocasión del milenio del bautismo de la Rus de Kíev (14 de febrero de 1988), L'Osservatore Romano (1988) 261-262; homilía durante la divina Liturgia en rito bizantino-ucranio (10 de julio de 1988), L'Osservatore Romano (1988) 517-518; mensaje de la Iglesia Ortodoxa rusa, Ecclesia 2354 (1988) 83-86. Una síntesis sobre el milenario del bautismo de la Rus de Kíev, en Vida Nueva (1988) 893-904.

santos hermanos Cirilo y Metodio. Pero la nefasta fecha del año 1054 hizo que la Iglesia de Kiev siguiera el ejemplo de la Iglesia-madre, aunque los contactos con Roma no cesaron nunca74. El 17 de abril de 1075 el papa san Gregorio VII (1073-1085) dio el título real a los príncipes de Kiev en su Carta a Demetrio regi Ruscorum et reginae uxori eius, quienes habían pedido que el reino estuviese bajo la protección de San Pedro. De esta época data la erección de la eparquía polaca de Przemysl (1087), a la que se anexionan posteriormente las de Sanok y Sambir.

A mediados del siglo XIII surgen las dificultades de comunicación con Roma debido a las invasiones de mongoles y tártaros. Pero tampoco se interrumpe la comunión: un arzobispo ruteno de nombre Pedro Akerowycs participó en 1245 en el Concilio I de Lyon proporcionando noticias sobre los tártaros, como también lo hará en 1247 el legado de Inocencio IV, el franciscano Juan de Pian del Carpine, al Gran Khan de Mongolia.

La fuerza del latinismo ya se había hecho sentir en esta época, por lo que en tiempos del rey polaco san Casimiro (1333-1370) se establece la jerarquía latina en Ucrania, erigiéndose la diócesis metropolitana de Halycs por la bula Debitum pastoralis officii de Gregorio XI (1370-1378), del 13 de febrero de 1375, y que más tarde será transferida a Leópolis, como ya se había hecho con la jerarquía bizantina: los obispos de la eparquía de Halycs, creada en 1141, se trasladarán a Leópolis o Lviv, mientras la sede metropolitana de Kíev será transferida en 1299 a Vladimir y luego a Moscú.

En 1418, al término del Concilio de Constanza, el metropolita de Kiev, Gregorio Chambla, presenta al papa

74 Esta tesis, ampliamente defendida, sostiene que no puede considerarse a la Iglesia ucrania como unida a Roma, o «uniata», puesto que nunca estuvo separada: la Unión de Brest ha de considerarse como la renovación de la comunión con Roma nunca quebrantada, ya que no puede afirmarse que hubo separación en Kíev en 1596 sino en Constantinopla en 1054. Cf J. CROMA, La Iglesia greco-católica en Ucrania: ¿Iglesia uniata?, PE 10 (1993) 89-97.

Martín V (1417-1431) el proyecto de un concilio común para todas las Iglesias orientales, proyecto que ve la realidad veinte años después en el Concilio de Florencia, cuyo protagonista fue el metropolita de Kíev y de toda la Rus, Isidoro. A su vuelta de Roma tras la celebración conciliar, proclama la unión en Ucrania, en Lviv y en Kíev, siendo favorablemente aceptada, pero enérgicamente rechazada por Moscú el 19 de marzo de 1441, valiéndole la prisión por orden del Gran Duque Basilio III, aunque más tarde pudo huir y refugiarse en Roma, siendo nombrado cardenal. A partir de este momento, Moscú se separa de Kíev, proclamándose autocéfala en 1448 cuando es elegido Jonás (1448-1461) como metropolita de Moscú, sin pedir confirmación al patriarca de Constantinopla y siendo todavía metropolita de Kíev y de toda la Rus Isidoro.

En 1458 el papa Calixto III (1455-1458), y luego el papa Pío II (1458-1464), previa la renuncia del metropolita Isidoro de Kíev, esta metropolía se divide en dos partes: Rusia superior, con capitalidad en Moscú, que permanecerá bajo el metropolita Jonás, y Rusia inferior, con capitalidad en Kíev y que se encomendará al metropolita Gregorio, confirmado también en 1470 por el patriarca de Constantinopla y conservando las relaciones con Roma. Desde entonces, la Sede romana considerará sólo el territorio de la Rusia inferior.

En 1589 Moscú alcanza la dignidad patriarcal e intenta extender su jurisdicción sobre la metropolía de Kíev, actitud que provocará, poco después, como reacción, la permanencia unida a Roma a través de la Unión de Brest-Litovsk. En efecto, los obispos de la metropolía de Kíev, a iniciativa de su metropolita Miguel Rabosa, deciden en un sínodo de 1594 la unión con Roma como forma de no caer bajo los dominios de Moscú, aspirante a ser «la tercera Roma».

El papa Clemente VIII (1592-1605) reconoce la Unión el 23 de diciembre de 1595 por la Constitución apostólica Magnus Dominus et laudabilis nimis, recibiendo a los obispos Cirilo Terleckyj e Itpatio Potij, representantes de la metropolía de Kíev, y ratificada en Brest-Litovsk, junto al río Bug, el 16 de octubre de 1596. Poco antes la Unión había sido sellada por Roma el 23 de febrero de 1596 por la bula de Clemente VIII Decet Romanum Pontificem, por la que la metropolía de Kíev y Halycs, y otras eparquías de Bielorrusia y Volynia se adherían, reconociendo al metropolita Miguel Rahosa de Kíev y Halycs el privilegio de consagrar auctoritate et nomine Sedis Apostolicae a los obispos, sin recurrir a Roma. Un siglo después, entre los años 1682-1702 se asocian a la Unión las eparquías de Przemysl, Lviv y Luck.

En este contexto hay que situar el inicial florecimiento de la Iglesia ucrania, pero hay que constatar igualmente el período de persecución que tuvo tras la firma de la Unión, y que motivó el martirio de san Josafat Kuncewick, obispo de Polock y Vitebsk, el domingo 12 de noviembre de 162375.

Este mártir de la unidad de la Iglesia ucrania recibe el bautismo, imponiéndosele el nombre de Juan. Nacido hacia 1580, en 1604 es admitido a la vida monástica de San Basilio, cambiando el nombre por el de Josafat. Tras ser ordenado sacerdote, es elegido archimandrita y superior del monasterio, comenzando su actividad en favor de la unidad; conduciendo a gentes de toda condición, y en especial a Sokolinski de Polotzk, a Tyszkivicz de Novgorod y a Mieleczko de Smolensko. Ya elegido obispo, se distingue, además, por la pobreza, hasta llegar a empeñar su «omoforio». Escribió tratados sobre el primado de San Pedro, sobre el bautismo de San Vladimiro y la defensa de la fe católica. Nació de padres separados de la unidad, pero vivió la unión desde el bautismo, el celo por la unidad en su vida y el testimonio de su vida con su muerte.

Tras la repartición de Polonia en el siglo XVIII, el territorio de la Iglesia ucrania que quedó bajo el dominio ruso sufrió la persecución, hasta que los zares rusos Nicolás I (1825-1855) y Alejandro 11 (1855-1881) y la zarina Catalina II (1762-

75 Cf Pío XI, carta encíclica Ecclesiam Dei (12 de noviembre de 1923). El 12 de noviembre la liturgia romana celebra su memoria.

1796) hacen desaparecer de sus dominios a la Iglesia católica al no aceptar en sus territorios otros cristianos orientales que no fueran ortodoxos. Así se llega en 1839 a la supresión de la metropolía de Kíev; por el contrario, se crea la metropolía de Leópolis o Lviv, bajo dominio austro-húngaro y por bula de Pío VII (1800-1823) In universalis Ecclesiae regimine, del 24 de febrero de 1807, se confirman las facultades ya concedidas por el papa Clemente VIII sobre la elección de obispos, adquiriendo el prestigio de la capitalidad de la Iglesia ucrania.

Si detenidamente se enjuician los datos históricos, políticos y religiosos por los que ha atravesado la Iglesia ucrania, fácilmente se percibe que no hubo separación ni unión, sino permanencia de la unión o renovación de la unión. Los avatares políticos, junto con la dependencia o anexión por parte de distintos Estados, han ocasionado que la metropolía de Kíev, que no se vio envuelta en la controversia del año 1054 sino que permaneció fiel a la tradición bizantina y en comunión con la Iglesia de Roma, haya tenido la necesidad de reafirmar la unión.

Los vaivenes políticos, los cambios de fronteras, las dependencias entre Moscú y Constantinopla han incidido en una presentación unilateral de esta Iglesia, como si se tratara de un grupo que se separa de la Ortodoxia, cuando históricamente se comprueba lo contrario. Así como numerosas Iglesias orientales han llegado a la plena comunión con la Iglesia de Roma a costa de separarse del resto de la Ortodoxia, en el caso de la Iglesia ucrania es a la inversa: de esta Iglesia siempre unida a Roma, que reafirma su Unión con ella, se llega a crear una separación, que se traducirá en una independencia de Roma y en una vinculación a Moscú.

Ya en pleno siglo XX esta Iglesia va a sufrir el martirio más silencioso y prolongado. Con la I Guerra mundial y tras el breve paréntesis de la República de Ucrania (1917), Galitzia y Volinia pasan a depender de Polonia, y Transcarpacia continúa bajo el imperio austro-húngaro, pero todos estos territorios pasarán a depender de la Unión Soviética tras la II Guerra mundial. Desde entonces, la persecución se abatirá sobre la Iglesia ucrania de rito bizantino.

El 11 de abril de 1945 fueron hechos prisioneros el metropolita de Lviv, monseñor Josyf Slipyj (1944-1984), cabeza de la Iglesia ucrania, y su auxiliar, junto con el obispo de Stanislav, también con su auxiliar. Más tarde, el 19 de septiembre del mismo año, también fueron arrestados el obispo de Przemysl y su auxiliar. También, en 1945, fue obligado a abandonar la diócesis el arzobispo de Lviv de los latinos, quien se refugia en la parte polaca de esta diócesis76.

Con la desaparición de la jerarquía ucrania en 1945 mediante encarcelamientos y muerte, a excepción del metropolita de Lviv, condenado a trabajos forzados en Siberia y que, tras cuarenta años, logrará sobrevivir, en 1946 es significativo recordar la celebración de un «pseudo-sínodo», celebrado en Lviv del 8 al 10 de marzo a instancias de un grupo de sacerdotes que creaban una corriente de opinión favorable a la anexión, y por el que esta Iglesia quedaba al margen de la ley, y sus bienes y pertenencias pasaban a la Iglesia ortodoxa. De esta forma se privaba a esta Iglesia de sus pastores y se la desmontaba de sus cosas.

Ante esta situación tan dramática, y teniendo en cuenta que faltaba la comunicación con Roma —no la comunión—, los obispos encarcelados o confinados, al estar sus comunidades desgraciadamente desprovistas de sus pastores por largo tiempo, se deciden a proceder a las ordenaciones secretas en esta obligada clandestinidad que ha durado más de cuarenta años. Se trataba de una medida excepcional para hechos imprevistos a la par que extraordinarios.

Las dos eparquías en Ucrania entonces existentes, que estaban privadas de sus pastores, eran Lviv o Leópolis, con categoría de arzobispado, y Stanislav o la actual eparquía de Ivano-Frankivsk.

En primer lugar, monseñor Slipyj, arzobispo de Lviv, tras

76 La Iglesia católica en Ucrania, L'Osservatore Romano (1991) 68-70.

dieciocho años en las cárceles de Siberia, consagra secretamente un obispo para su diócesis como locum tenens o lugarteniente, antes de abandonar la Unión Soviética. Sin embargo, la policía soviética descubre más tarde este hecho, por lo que procede a la expulsión del obispo quien, antes de marchar, consagra el 19 de julio de 1964 a otro obispo, que pasará en 1972 a ser locum tenens. La liberación de monseñor Slipyj, gracias a la petición de Juan XXIII ante las autoridades soviéticas, se produce el 9 de febrero de 1963, en que llega a Roma, siendo recibido por el papa, participa ya en las celebraciones del Vaticano II y finalmente muere en Roma en 1984.

Para la eparquía de Stanislav, actual Ivano-Frankivsk, su anciano obispo murió en la cárcel en diciembre de 1945, pero su auxiliar poco antes de morir ordena secretamente a su sucesor el 27 de noviembre de 1957, y éste, a su vez, ordena el 30 de noviembre de 1968 a otro obispo, quien le sucederá en la sede eparquial el 2 de diciembre de 1973. Con estas ordenaciones, se trataba de asegurar la jerarquía de forma extraordinaria para estas sedes impedidas. A partir de 1990, la Sede romana confirmará los pastores de estas comunidades católicas, procediendo a la reconstitución de esta Iglesia martirial.

Tras las celebraciones del milenario del cristianismo en Rusia (988-1988), los acontecimientos se aceleran: en 1989 llega el final de la era comunista con la política de la perestroika; en 1990 se reconoce a la Iglesia ucrania de rito bizantino, se procede a dotar de pastores a las sedes desprovistas, por primera vez se reúnen con el papa sus obispos, se devuelve la catedral de Lviv el 15 de agosto, junto con otros templos, además de aprobarse el 26 de septiembre el proyecto de ley «Sobre libertad de conciencia y organizaciones religiosas»77. Años después también hay otros acontecimientos que reseñar, como el traslado del cadáver embalsamado del difunto cardenal, monseñor Slipyj desde Roma (iglesia de Santa Sofía) a la catedral de Lviv el 27 de agosto de

77 Cf supra nota 63.

1992. Desde entonces, su sucesor, monseñor Myroslav Ivan Lubachivsky, reside en su sede.

Los problemas de varias décadas no encuentran fácil solución en materia de devoluciones, por lo que las comisiones mixtas han de hacer renovados esfuerzos por apaciguar los ánimos, que dan origen a revanchas impropias de cristianos, al empleo de la fuerza para ocupar templos, o reivindicar unos legítimos derechos que ocasionan dejar a la otra iglesia hermana desprovista de los mismos, a la división salomónica de parroquias según el número de miembros... Si todas las Iglesias orientales tienen la especial tarea de promover la unidad, han de emplearse todos los medios, diplomáticos y jurídicos, pero pastorales y ecuménicos78. Allí donde no hay entendimiento entre los cristianos, o existen «manzanas de discordia», tampoco hay ecumenismo, y hay que afirmar rotundamente que donde no hay ecumenismo, las sectas no tardan en aparecer.

Actualmente la Iglesia ucrania tiene ante sí la tarea ingente de formar sus pastores, que apenas conocen el Concilio Vaticano II, la formación de sus fieles como exigencia de la nueva evangelización, el conocimiento y la observancia en fidelidad a sus propias tradiciones orientales, y el dotarse de medios que permitan reconstruir esta Iglesia, a la que otras Iglesias orientales católicas de tradición bizantina miran con especial veneración. El ateísmo oficial de décadas pasadas y la presencia de sectas en la actualidad, pueden sembrar descrédito y crear confusión entre los cristianos y en la Iglesia católica, en sus ritos latino y bizantino79.

La Iglesia católica ucrania de rito bizantino es arzobispal mayor desde el 23 de diciembre de 1963, presidida por el

78 A. PELAYO, Ucrania, de las catacumbas a la luz, Vida Nueva (1991) 691-698.

79 JUAN PABLO II, discurso a los obispos de la Iglesia greco-católica ucrania (24 de noviembre de 1995), L'Osservatore Romano (1995) 692; J. L. CELADA, Las Iglesias de la antigua URSS cinco años más tarde, Vida Nueva (25 de octubre de 1995) 27-28.

cardenal Myroslav Ivan Lubachivsky desde el 7 de septiembre de 1984, y ha conocido la emigración por distintos países de América y Europa. La componen las siguientes circunscripciones:

Ucrania:

Lviv (1540; Metr.: 22-2-1807): 1.607.008 cat. y 829 par.
Ivano-Frankivsk (Ep.: 26-3-1885): 640.000 cat. y 314 par.
Kolomya-Chernivci (Ep.: 20-4-1993): 583.892 cat. y 318 par.
Sambir-Drohobych (Ep.: 20-4-1993): 450.000 cat. y 177 par.
Ternopil (Ep.: 20-4-1993): 594.000 cat. y 525 pan.
Zboriv (Ep.: 20-4-1993): 374.279 cat. y 381 par.
Kyiv-Vyshhorod (Ex.
Arz.): 300.000 cat. y 55 par.

Polonia:

Przemysl-Varsovia (1087; Metr.: 24-5-1996): 67.000 cat. y 66 par.
Wroclaw-Gdansk (Ep.: 24-5-1996): 53.000 cat. y 46 par.

Estados Unidos:

Filadelfia (1913, Metr.: 10-6-1958): 65.000 cat. y 80 par.
San Josafat en Parma (Ep.: 5-12-1993): 11.540 cat. y 37 par.
San Nicolás en Chicago (Ep.: 14-7-1961): 12.000 cat. y 36 par.
Stamford (1956; Ep.: 10-7-1958): 32.296 cat. y 50 par.

Canadá:

Winnipeg (1912, Metr.: 3-11-1956): 45.000 cat. y 74 par.
Edmonton (Ep.: 3-11-1956): 26.250 cat. y 90 par.
New Westminster (Ep.: 27-6-1974): 4.000 cat. y 23 par.
Saskatoon (Ep.: 3-1 1-1956): 15.480 cat. y 131 par.
Toronto (Ep.: 3-11-1956): 83.700 cat. y 78 par.

Gran Bretaña:

Gran Bretaña (Ex. Ap.: 10-6-1957): 17.000 cat. y 14 par.

Australia:

Ss.Pedro y Pablo en Melbourne (Ep.: 24-6-1982): 37.500 cat. y 9 par.

Alemania:

Alemania (Ex. Ap.: 17-4-1959): 23.396 cat. y 22 par.

Francia:

Francia (Ex. Ap.: 22-7-1960): 16.000 cat. y 13 par.

Brasil:

San Juan Bautista en Curitiba (Ep.: 29-11-1971): 140.000 cat. y 25 par.

Argentina:

Sa. Ma. Patrocinio en Buenos Aires (Ep.: 24-4-1978): 125.000 cat. y 13 par.

El número de católicos de toda la Iglesia ucrania asciende a 5.322.841 fieles, repartidos en 3.406 parroquias.


m)
La Iglesia húngara

La última Iglesia de tradición bizantina en señalar y reseñar es la Iglesia húngara: no se puede buscar otro motivo sino en el orden alfabético que siempre se ha observado, tanto en la presentación de cada tradición oriental, como de cada una de las Iglesias que componen cada tradición o rito. No es el número de fieles, ni la historia de cada Iglesia, ni la precedencia tal como se aplica a los patriarcados o a los arzobispados mayores80, ni los méritos testimoniales o fecundos de una Iglesia. Se ha observado el criterio alfabético italiano de la presentación de cada Iglesia en el actual Anuario Pontificio: la Chiesa Ungharese o Iglesia húngara es, pues, la última81.

La Iglesia húngara de rito bizantino está representada por la eparquía de Hajdúdorog, creada por la bula Christi fideles graeci ritus del papa san Pío X (1903-1914) el 8 de junio de

80 CCEO 59.1-4 y 154.
81 Anuario Pontificio, Ciudad del Vaticano 1997, 1148-1151.

1912. Se trata de una Iglesia nacida del vigoroso árbol de la Unión de Uzhorod82 que concreta la tradición bizantina en tierras húngaras y que celebran por ello la liturgia bizantina en lengua griega, aunque actualmente la mayor parte de la liturgia se celebra en húngaro.

La presencia cristiana en Hungría data, por lo menos, de la época de los santos hermanos de Tesalónica, quienes impulsan el cristianismo allí existente. Ya en el año 962 el príncipe Taksony pidió al papa Juan XII (955-964) el envío de un obispo, siendo ordenado y enviado Zaqueo. Sin embargo, el verdadero organizador de la Iglesia húngara fue el rey san Esteban83 (969?-1038), bajo cuyo reinado, se había erigido la sede de Esztergom el año 1001 como mater et caput de otras diócesis erigidas en aquella época.

Cuando es erigida la Iglesia húngara de rito bizantino, Hungría conoce un período de relativa paz hasta la llegada del nazismo en 1942 y posteriormente en 1945 el estalinismo. Aprovechando esta época de colaboración entre el Estado y la Iglesia católica, mayoritaria en el país, se celebra el Congreso Eucarístico de Budapest en 1938, presidido por el cardenal Eugenio Pacelli, meses después futuro papa Pío XII.

Las persecuciones se inician en 1948: confiscación de bienes eclesiásticos, oposición a la Iglesia húngara y en particular a su primado, condenado a muerte y después conmutado por el de cadena perpetua. El gobierno comunista funda en 1950 el movimiento «Sacerdotes para la paz», similar al checoslovaco. Mientras tanto, las diócesis se van quedando vacantes, con obispos confinados y el primado refugiado en la legación norteamericana antes que salir de su país y separarse de su pueblo. Poco a poco van siendo puestos en libertad, lo que les irá permitiendo participar en el Concilio

82 JUAN PABLO II, carta apostólica a los fieles con motivo de los 350 años de la Unión de Uzhorod (18 de abril de 1996), Ecclesia (1996) 746-748.

83 Venerado en la liturgia romana de la Iglesia católica el 16 de agosto; igualmente es venerada el 17 de noviembre santa Isabel de Hungría como mujer que vivió el carisma asistencial dos siglos después.

Vaticano II, y el primado húngaro sale de su refugio diplomático para instalarse en Viena y desde allí poder gobernar a los exiliados católicos húngaros, hasta que fallece el 5 de marzo de 1974. Tras su muerte, comienza la normalización de la Iglesia católica, nombrándose nuevos obispos, hasta el desmoronamiento del régimen comunista en 1989, se anula el decreto de abolición de las órdenes religiosas, son trasladados los restos mortales del arzobispo primado desde Mariazell (Austria) a su sede primada el 3 de mayo de 1990, y finalmente Juan Pablo II visita Hungría en agosto de 199184 y recientemente en 1996. El mismo afirma:

«La Iglesia de Hungría, sometida a duras pruebas en los últimos tiempos, comparte ahora la alegría de todo el pueblo por la libertad felizmente recuperada y da gracias al Señor porque ahora ya tiene la posibilidad de mostrar libremente a la sociedad la luz de Cristo y de su evangelio»85.

Aunque en la época comunista existió emigración, esta se centró en Austria fundamentalmente, y al término de esta época la mayoría de los católicos magiares regresaron a su patria, por lo que no hay erigidas otras comunidades bizantinas fuera de Hungría. La Iglesia húngara de tradición bizantina está compuesta por tan sólo dos circunscripciones eclesiásticas, que reagrupan 278.750 fieles en 166 parroquias:

Hajdúdorog (Ep.: 8-6-1912): 253.000 cat. y 135 par.
Miskolc (Ex. Ap.: 4-6-1924): 25.750 cat. y 31 par.


4.
Tarea de las Iglesias orientales católicas

La exposición de la historia y actualidad de cada una de las Iglesias orientales católicas quedaría incompleta si solamen-

84 M. ALCALÁ, o.c., 137-164.

85 JUAN PABLO II, carta apostólica por la que se reorganizan las circunscripciones eclesiásticas en Hungría (30 de mayo de 1993), L'Osservatore Romano (1993) 289.

te se limitara a ofrecer unos datos y no se subrayara el cometido que tienen:

«Corresponde a las Iglesias orientales que están en comunión con la Sede Apostólica Romana la especial misión de promover la unidad de todos los cristianos, sobre todo de los orientales, según los principios del decreto de este santo Sínodo sobre el ecumenismo, principalmente con la oración, con el ejemplo de vida, con la escrupulosa fidelidad a las tradiciones orientales, con un mejor conocimiento mutuo, con la colaboración y estima fraterna de las cosas y de los espíritus»86.

Es evidente que la tarea de fomentar la unidad de todos los cristianos corresponde a toda la Iglesia católica globalmente entendida: es consecuencia del mandato de Cristo «para que el mundo crea y se bautice, id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura» (Mc 16,15-16). La Iglesia católica ha de proponer el evangelio proclamándolo en unidad de fe y de acción, de lo contrario nuestro mundo va a percibir la presentación de un evangelio distinto, tanto en sus contenidos diferentes como en sus mensajeros divididos. Cuando así es presentado el mensaje salvífico «esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el evangelio a toda criatura»87.

Esta situación así creada está constantemente provocando en los cristianos y en la Iglesia entera la necesidad ineludible de promover con todas las fuerzas la unidad entre los cristianos.

Además, esta tarea es deber de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores: a todos afecta y por todos debe ser conocida. Ha de ser animada por los pastores y ser secundada por los fieles: solamente así el ecumenismo será una tarea conjuntada por cuantos integran la Iglesia de Cristo, sin hacer del ecumenismo un campo de experiencias

86 OE 24 (cf CCEO 903).
87 UR 1.

pastorales a merced de cada cual, sino el ecumenismo tal y como lo entiende la Iglesia católica, es decir, de acuerdo con los principios católicos sobre el ecumenismo, expuestos en el decreto Unitatis redintegratio y concretados en el actual directorio88.


4.1.
Expresión del deseo de unidad completa

Las Iglesias orientales católicas están ciertamente obligadas a trabajar por la unidad en virtud de su pertenencia católica, sean de la tradición que sean. Han de ser conscientes de los múltiples atentados contra la unidad que se han producido a lo largo de la historia, e igualmente conscientes de que el ecumenismo, por ello, no se desarrolla al mismo ritmo en unos lugares que en otros, como en unos tiempos y otros, como entre las Iglesias orientales y las Comunidades nacidas a partir de la Reforma, dando lugar a distintas variaciones motivadas por factores políticos, sociales, culturales, geográficos o étnicos89.

Sin embargo, las Iglesias orientales católicas tienen, además del cometido que afecta a toda la Iglesia, la especial misión de trabajar por la unidad con sus hermanas las Iglesias orientales, tanto las precalcedonenses como las bizantinas. Es una tarea no exclusiva, pero sí especialmente indicada en la cual están seriamente implicadas.

Conviene distinguir en las Iglesias orientales católicas el llamado uniatismo del deseo de vivir en la unidad católica. El uniatismo es un término que generalmente se aplica por parte de algunas Iglesias orientales, normalmente de tradición bizantina, a las Iglesias que, sin sacrificar las tradiciones orientales, vienen a la plenitud católica, representada y presidida por la Iglesia de Roma.

Las Iglesias orientales católicas han llegado a la unidad con Roma sin ningún tipo de violencia o coacción, aunque

88 UR 2-4; DE 9-34.
89 Cf DE 33.

sí han existido presiones y violencias en el mantenimiento de la comunión católica: han pedido ser recibidas en la comunión católica como exigencia de la fe y en virtud de la libertad religiosa, sin obligar a actuar en contra de la conciencia y sin impedir que se actúe de acuerdo con ella90, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales o de cualquier potestad humana. Esta decisión de vivir la unidad católica es un acto personal o socialmente intrasferible, según se trate, y que se plasma expresamente en la firma de la unión o tácitamente en un reconocimiento.

Cuando no se observan fielmente las exigencias de la fe y el derecho a la libertad religiosa, que se funda en la misma naturaleza humana y no en una concesión de la autoridad, se cae en el defecto que representa el uniatismo: «Todo tipo de acciones que puedan tener sabor a coacción o persuasión deshonesta o menos recta, sobre todo cuando se trata de personas incultas o necesitadas»91. Esta afirmación conciliar, referida obviamente a los orientales, hace alusión al ingreso en una comunidad religiosa como al abandono de la misma.

En el caso de las Iglesias orientales católicas pudo darse a veces, por los avatares de la historia, un comportamiento menos conforme con el espíritu evangélico e incluso contrario a él, pero esto jamás empaña la doctrina de la Iglesia católica, según la cual nadie debe ser forzado a abrazar la fe o a ingresar en ella. Todo fiel y todo grupo religioso gozan del derecho de ejercer la libertad religiosa.

El uniatismo u otros medios afines, como el irenismo o el proselitismo, han de ser siempre considerados como formas superadas para alcanzar rectamente la unidad. Sin embargo, desde una óptica ortodoxa, se ha dado al uniatismo otro contenido diferente: aquellos cristianos ortodoxos que, conservando las tradiciones propias del oriente —no las tradiciones ortodoxas—, se han unido a Roma. Este término no se aplica entre las Iglesias y Comunidades nacidas de la

90 DH 2-3.
91DH4.

Reforma a partir del siglo XVI, referido a los fieles y pastores que piden ser recibidos en la Iglesia católica. En definitiva: el término uniatismo es solamente usado en oriente y desde la Ortodoxia.

Desde el lado católico, el uniatismo es considerado como un defecto de libertad de quien, proviniendo de la Ortodoxia, ingresa en la Iglesia católica por otras motivaciones ajenas a su conciencia, y desde el lado ortodoxo, como el método según el cual para alcanzar la unidad cristiana hay que romper con la Ortodoxia: son dos visiones complementarias inadecuadas, por lo que se debe renunciar al empleo de este término, siempre con sentido peyorativo y casi insultante. Nunca es usado por la Iglesia católica y debe ser desterrado su uso entre la Ortodoxia.

Las Iglesias orientales católicas son un fiel reflejo del ansia por alcanzar la unidad todavía no lograda en plenitud. Han venido alimentando a lo largo de la historia el deseo de unidad cuando iba calando en la Iglesia la realidad de la separación. Por ello es lógico que estas Iglesias suspiren por la unidad a medida que se va tomando conciencia de la separación.

La decisión de estas Iglesias de vivir unidas a Roma no fue producto de un acto momentáneo, sino que se trata de un proceso constituido por distintos y sucesivos pasos. Constatada la separación a comienzos del segundo milenio, se intenta poner remedio a esta situación que empieza a ser inquietante en los concilios medievales. El Concilio de Florencia fue el momento culminante en que el ansia por la unidad era compartida, aunque de distinta forma: se logra la unión con los griegos, los armenios, los coptos, los sirios y los caldeos y maronitas de Chipre. Por vez primera se establecía la unión mediante las correspondientes bulas con las Iglesias que representaban las tradiciones orientales.

Desgraciadamente el éxito inicial no fue correspondido finalmente. Pero no por ello quedó apagado el deseo de la unidad. Salvo alguna excepción, todas las Iglesias orientales católicas nacen a partir de este gran Concilio, que tuvo la unidad como principal meta. No se puede afirmar que estas Iglesias hayan de ser consideradas como traidoras a la Ortodoxia y a la tradición oriental: estas Iglesias ortodoxas tenían la misma unidad dogmática aunque distinta unidad teológica, de tal forma que ésta se identificará con aquélla. Por ello, cuando piden ser recibidas en la comunión plena de la Iglesia católica siguen siendo «ortodoxas» en la misma fe cristiana, aunque en distinta concepción teológica, y siguen conservando fielmente las tradiciones orientales.

Si en la Edad media se desarrolló en la Iglesia católica el latinismo, que incluso se quiso imponer y que ya se ha censurado anteriormente por lo que de imposición tenía, por sacrificar también otra tradición o uso en beneficio de la unidad, y por la identificación existente o subsistente entre Iglesia católica e Iglesia latina, también en Oriente el bizantinismo se impuso, sobresaliendo por encima de cualquier otra tradición oriental, de tal manera que también se identificó la Ortodoxia con la tradición bizantina. Estas dos posturas, latinismo y bizantinismo, se convirtieron en antagónicas y se identificaron con las Iglesias occidental y oriental.

En Oriente, el proceso de bizantinización, iniciado por san Cirilo y san Metodio, quienes lo extendieron entre los eslavos, fue muy fuerte a raíz del año 1054 y sobre todo con la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453. En Occidente, el proceso de latinización ya había tenido su culminación en la época de las cruzadas.

A partir del Concilio de Florencia el ansia por la unidad se vio dificultada por estos dos elementos: el bizantinismo, por lo que la unidad con Roma era reprimida o, cuando menos, era no exigida, y el islamismo, que impedía la unión con la Iglesia católica al estar ampliamente extendido en el medio Oriente. A estas dos dificultades, la unión a la Iglesia católica tenía el peligro de perder las propias tradiciones, siendo sacrificadas por el latinismo.

Con todas estas dificultades, la llama por el deseo de la unidad nunca se apagó. Y es posible que estas dificultades se hayan revelado providenciales para no acceder nunca a una unión poco o nada meditada, o simplemente por motivos de conveniencia.

Las Iglesias orientales católicas han sido y son conscientes del paso dado cuando han sido constituidas. No han nacido por improvisación y constituyen un reto para todas, católicas y ortodoxas: la unidad es posible, es viable y es realizable.

4.2. Enriquecimiento al dar y al recibir

La unidad y la comunión plena en la Iglesia católica son cualidades que adornan a las Iglesias orientales católicas: ellas han logrado alcanzar la unidad y la mantienen en comunión tras no pocas dificultades, tanto por factores no eclesiales como eclesiales. Por ello estas Iglesias conforman la unidad y comunión católicas perseverando fieles a sus propias tradiciones.

Toda Iglesia oriental ha de mostrarse fiel a su propio patrimonio. Ya el Concilio Vaticano II se mostró garante de las tradiciones orientales: «Sepan y tengan por seguro todos los orientales que pueden y deben conservar siempre sus propios ritos litúrgicos y su disciplina, y que no se deben introducir cambios sino por razón del propio progreso orgánico»92. «Es deseo de la Iglesia católica que las tradiciones de cada Iglesia particular o rito se conserven y se mantengan íntegras, y quiere igualmente adaptar su forma de vida a las distintas necesidades de tiempo y lugar»93. La tarea de conservar las tradiciones orientales corresponde no sólo a los católicos sino también a todos los ortodoxos, porque unos y otros están y se sienten más hermanos cuanto más vivan unidos y celosamente custodien este rico patrimonio.

No se puede identificar fidelidad con inmovilismo. La fidelidad a la propia tradición no significa vivir con nostalgia formas pasadas o añorar privilegios perdidos, ni equivale

92 OE 6; cf UR 15-17.
93 OE 2.

a no introducir los cambios necesarios que sean requeridos, no como forma de modernidad sino en virtud del propio proceso orgánico que toda institución conlleva; lo mismo que si se hubiesen apartado indebidamente, procuren con empeño volver a las antiguas tradiciones (OE 6).

Las Iglesias orientales católicas han de mostrar siempre la virtud de la apertura, tanto para ofrecer como para recibir. Ofrecen lo propio de su tradición, ya que contribuyen a realzar y embellecer a toda la Iglesia católica, que se mostrará más rica en la diversidad de sus tradiciones, y más unida porque integran un patrimonio que corresponde a toda la Iglesia. El ofrecer la propia tradición no significa acabar imponiendo. Muchas veces las disensiones entre cristianos han estado motivadas por cuestiones rituales, provocando separaciones eclesiales o animosidad de unos ritos frente a otros. Los problemas existentes entre las distintas Iglesias orientales católicas tienen aquí su raíz, sobre todo cuando han de convivir en un mismo territorio. De ahí la recomendación de arbitrar distintas soluciones, como el recurso a la Sede apostólica y a reuniones periódicas de sus jerarcas94.

Pero también, al mismo tiempo que ofrecen, reciben con sentido de apertura y se enriquecen. Las Iglesias orientales católicas también reciben de las distintas tradiciones occidentales y de las experiencias pastorales un enriquecimiento aún mayor, además de recibir la ayuda material que puedan necesitar. El sentido de apertura las capacitará más para el diálogo entre ellas mismas, con sus hermanas ortodoxas y con el conjunto de la Iglesia católica.

Por otra parte, también las comunidades de Occidente han de compartir proyectos de servicio, mostrándose dispuestas a favorecer a los hermanos de las Iglesias de Oriente, así como a crecer en un conocimiento recíproco95.

De la misma forma que el ofrecimiento de las tradiciones orientales al conjunto de la Iglesia católica ha de hacerse de

94 Cf OE 4; CCEO 322.
9s OL 23-24.

forma voluntaria y no impositiva, así también pueden recibir voluntariamente mutuas influencias, como lo prueba el proceso de formación de las distintas liturgias durante el primer milenio, y no la imposición de algunas liturgias como sucedió en el segundo.

Hay que afirmar vigorosamente que todas las tradiciones orientales constituyen el patrimonio de toda la Iglesia católica, que por ello ha de conservarse celosamente sin caer en ningún género de conservadurismo, y que todas tienen la virtud de la complementariedad y de la rica diversidad. Todo esto se pone de relieve en una actitud de diálogo, no ya como intercambio de ideas, sino como enriquecimiento de dones96.

4.3. Pacificar el mundo en el que viven

Todas las Iglesias orientales católicas han de ser conscientes que su tarea, al igual que toda la Iglesia católica, consiste en poner paz y concordia, tener un mismo corazón y un mismo sentir, como recuerda el apóstol Pablo (2Cor 13,11).

Han de estar en concordia entre ellas mismas, no buscando diferencias ni privilegios, como si unas aventajaran a otras, ya que todas gozan por igual de los mismos derechos y deberes, sino que todas tienen la misma dignidad, que se fundamenta en la dignidad e igualdad de todo ser humano creado por Dios. La concordia entre las Iglesias orientales católicas, salvando la precedencia de honor correspondiente a Ios patriarcas que ellas mismas han establecido97, no se basa en la antigüedad, ni en la preeminencia de la sede patriarcal cuando exista, ni en el mayor número de fieles: se basa en que todas ellas están confiadas por igual al gobierno pastoral del Romano Pontífice, porque todas forman parte de la Iglesia católica.

La verdadera paz eclesial ha de ser también una realidad

96 Cf UUS 28.
97 OE 8; CCEO 59.1.

con las iglesias de Occidente, no considerándolas inferiores al no contar más que con una tradición; ni que la Iglesia de Occidente, al constatar que es numéricamente mayor y de mayor peso que todas las de Oriente por estar implantada en todas las partes del mundo, a diferencia de las orientales. «También necesita conversión la Iglesia latina, para que respete y valore plenamente la dignidad de los orientales y acoja con gratitud los tesoros espirituales de los que son portadoras las Iglesias orientales católicas en beneficio de toda la comunidad católica»98. La paz eclesial se fundamenta en la igual dignidad y en una verdadera fraternidad.

Con las Iglesias orientales, ya sean precalcedonenses o bizantinas, con quienes aún la fraternidad es más evidente, con más razón han de mostrarse como Iglesias hermanas, rica terminología teológica ya iniciada por el diálogo de la caridad:

«Por el bautismo somos uno en Cristo Jesús. En virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la eucaristía nos unen más íntimamente... Durante siglos hemos vivido esta vida de Iglesia-hermana, celebrando juntos los concilios ecuménicos, que defendieron el depósito de la fe contra toda alteración. Ahora, después de un largo período de división y de recíproca incomprensión, el Señor nos permite redescubrirnos como Iglesias-hermanas» 99.

Esta fraternidad se apoya no sólo en el bautismo, común a todos los cristianos, sino en la sucesión apostólica, el sacerdocio y la eucaristía, según el orden en que vienen expuestos (UR 15) y que también por este orden han sido tratados por los actuales documentos de diálogo entre la Ortodoxia y la Iglesia católica.

Todas las Iglesias orientales católicas, por su misión de ser puente y lazo de unión en el Oriente, servirán también

98 OL 21.
99 TA 176: documentación de las relaciones entre la Santa Sede y el Patriarcado de Constantinopla (1958-1972),
Al encuentro de la unidad,
Madrid 1973, 156.

para pacificar el mundo en el que conviven, frecuentemente aquejado por la falta de paz en numerosas regiones.


4.4. Perseverancia y sacrificio en favor de la unidad

A lo largo de la historia, todas y cada una de las Iglesias orientales católicas han recorrido el camino hacia la unidad plena en la comunión católica: ha sido el mismo camino, aunque haya discurrido por distintos países y situaciones eclesiales y sociales. Sin embargo, la perseverancia ha comportado para algunas de ellas un sacrificio aún mayor que el que tuvieron que afrontar en sus comienzos. Bien pueden aplicarse a todas estas Iglesias aquellas palabras de san Pablo: «Completo en mi carne y en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, lo que falta» (Col 1,24), ya que la Iglesia entera es y constituye la continuación de Cristo.

Desde antiguo el mensaje del evangelio se inculturó en una sociedad y en unos lugares concretos, dando lugar a distintas tradiciones eclesiales, nacidas de los apóstoles y continuadas por los Padres100 Estas tradiciones existentes en Oriente cristalizaron en cinco. En Occidente sólo existe la latina, aunque puede revestir diferentes formas en aspectos concretos.

Cada una de las tradiciones orientales ha tenido su propia historia, y este criterio ha de ser tenido en cuenta a la hora de tratar a cada una de forma particular. Sin embargo, las cuatro primeras tradiciones orientales tienen en común haber seguido un mismo esquema: se desarrollan en unos pueblos limítrofes —salvo algún caso aislado de las tradiciones antioquena y caldea, que llegan hasta la India— y con una realidad interpelante como es el Islam mayoritario, que a su vez les impide mantener relaciones con otras Iglesias y ejercer el derecho a la evangelización, tarea fundamental de toda la Iglesia.

100 Cf OE 1.

No cabe, pues, reprochar a estas Iglesias orientales, sean católicas u ortodoxas, el haber descuidado la evangelización, ya que el Islam, con su visión absoluta y omnipresente, excluye el derecho a proponer el evangelio y lo interpreta como forma superada por el Corán y como proselitismo contra una religión revelada. Alguna de estas Iglesias lograron superar las fronteras del Islam, llevando el evangelio hasta la India o a las regiones eslavas. Pero todas estas Iglesias, que están en contacto permanente con el Islam, reivindicarán para sí y para otras el respeto a la libertad religiosa y el derecho a exponer el mensaje evangélico sin ningún tipo de imposición ni contraprestación, sino únicamente como oferta generosa.

La aparición del Islam influyó notablemente en el conjunto de las Iglesias orientales. Las cuatro primeras tradiciones orientales señaladas conocen el Islam en sus comienzos: ya en el siglo VIII estaba ampliamente difundido entre estas Iglesias. La constitución de las Iglesias orientales católicas nacidas de estas tradiciones no tuvo la beligerancia que en la tradición bizantina, ya que nacieron con el único motivo de unirse a la Iglesia católica que el factor del Islam les impedía. No hubo, en consecuencia, drama en su creación, ya que todas ellas estaban en una situación de minoría frente al Islam.

Distinto es el caso de la tradición bizantina. Cuando el Islam llega a Constantinopla en 1453, lo hace siete siglos después que el resto de la cristiandad oriental y tres siglos más tarde de aquella fecha emblemática del año 1054 en que se rompe la comunión entre los patriarcados orientales y la Sede de Roma. Todo el Oriente queda fragmentado por la presencia del Islam y consecuentemente por las cruzadas. No es de extrañar que todo el Oriente viera en Constantinopla el factor único que las aglutinara, llegando a ser dominante en la cristiandad oriental la tradición bizantina.

El nacimiento de las Iglesias orientales católicas de tradición bizantina equivalía a restar aún más el significado que desde antiguo tenía Constantinopla, que poco a poco iba perdiendo importancia y peso social. La presencia del Islam en el corazón de la capital imperial significaba con más razón la necesidad de actuar como un frente común. Siglos antes, por obra de san Cirilo y san Metodio, la tradición bizantina se extiende por los pueblos eslavos del centro y este de Europa, con lo que la cristiandad oriental oscila hacia países europeos.

La tradición bizantina arraiga fuertemente en nuevos países de Europa. Y será en estos países de Europa donde van a nacer otras Iglesias orientales católicas de tradición bizantina en medio de un clima de abandono de Constantinopla para integrarse en Roma. Ha de tenerse presente este hecho significativo que a lo largo del primer milenio fue subrayado: Roma y Constantinopla eran entonces sedes que pugnaban por la preeminencia. Aún así, en el conjunto de las tradiciones orientales, la tradición bizantina sobresalía e incluso las superaba en número101.

Por otra parte, las Iglesias ortodoxas de tradición bizantina eran mayoritarias en algunos países europeos, lo que hacía aún más fácil la animosidad contra quienes deseaban separarse en el seno de una tradición que era considerada como la más representativa del Oriente y de toda la Ortodoxia. También esta característica ha de ser tenida en cuenta para valorar el nacimiento de las Iglesias orientales católicas de tradición bizantina y el mérito de mantener la comunión católica que pedían a Roma. No es extraño que a estas Iglesias se las califique de «uniatas», en el sentido que han traicionado a la Ortodoxia y en consecuencia a todo lo bizantino y oriental.

Las dificultades no sólo han existido a la hora de constituirse como Iglesias en comunión con Roma, al igual que en el primer milenio, sino también en el mantenimiento de la comunión. Las Iglesias ortodoxas, que conceden una prima-

101 En relación con las Iglesias orientales católicas basta comprobar que cuatro tradiciones orientales (la alejandrina, la antioquena, la armenia y la caldea) reúnen 7.694.931 fieles, mientras que la bizantina, aunque la conformen trece Iglesias de membresía desigual, congrega a 8.978.093 fieles.

cía de honor a la Iglesia de Constantinopla, se han configurado con los países donde han arraigado, por lo que todas ellas se han comprendido como iglesias nacionales. En consecuencia la unión con Roma planteaba problemas con la Ortodoxia y con el Estado en orden a su pervivencia.

Desde el siglo XVI, iniciada por la Unión de Brest-Litovsk (1596), surge la Iglesia de Ucrania, y medio siglo después la rutena (1642), de la que han nacido otras Iglesias, como la croata de Krizevci (1777), la húngara (1912) o la eslovaca (1918), sin olvidar a la rumana de Transilvania en 1700. Todas estas Iglesias han nacido en contextos enfrentados con la Ortodoxia, reacia a admitir una vinculación con Roma, y en unos países con un continuo cambio de fronteras. Para el resto de las Iglesias orientales católicas existentes en la actualidad (la albanesa, la búlgara, la griega y la greco-melkita), como para las no existentes por falta de datos fiables (la rusa y la bielorrusa) —excepción hecha de la italo-albanesa— que han tenido más estabilidad en sus fronteras, han estado ahogadas en un mundo mayoritariamente ortodoxo.

Una característica muy común entre ellas, si exceptuamos a la Iglesia greco-melkita, presente en varios países, y a la Iglesia griega, presente en un país confesional de la Unión Europea, es el pertenecer a la Europa continental, tanto del centro como del este, y el estar regidas durante largo tiempo por políticas dictatoriales. Por ello, estas Iglesias católicas bizantinas, tras la caída del régimen comunista imperante, tienen un sacrificio añadido como tarea: contribuir a que la libertad religiosa sea reconocida y respetada allí donde la política fue uniformemente dictatorial.

La llegada del comunismo ateo-marxista ha hecho sufrir a todas las Iglesias, tanto ortodoxas como católicas, tanto en sus ritos latino como bizantino. El sacrificio mayor ha recaído en las católicas de tradición bizantina, a las que algunos Estados declararon fuera de la ley, o limitaron la actuación o se las ignoró por completo. Como los gobiernos entre 1945 y 1989 fueron monocolores en todos los países vinculados al régimen de Moscú, en todos ellos se observará idéntico esquema: persecución, acoso, pseudo-sínodos, inserción ortodoxa y problemas derivados de la ilegalidad por espacio de varias décadas, que degenerarán en enfrentamientos, algunos todavía existentes y quiera Dios desaparezcan, tratando de reivindicar sus derechos y posesiones.

Los sacrificios hechos por las Iglesias orientales católicas de tradición bizantina han sido enormes por mantener la supervivencia de la comunión católica en contextos difíciles: ahora estas Iglesias han recuperado una mayor libertad de actuación y se enfrentan a la recomposición de su organización, y sobre todo, a la evangelización y catequesis tras muchos años de estar reducidas al silencio.

Por último, todas las Iglesias, ortodoxas y católicas, latinas o bizantinas, tienen el deber de contribuir a la recomposición de Europa, de hondas raíces cristianas, dividida en bloques Este-Oeste y herida por las secuelas de tantas décadas de ateísmo y de recientes guerras, tanto en el Cáucaso como en los Balcanes. Europa no se puede comprender sin el cristianismo: dividida entre pueblos102 y bloques103, donde los valores humanos no pueden realizarse en libertad, incluida la libertad religiosa, y donde los valores cristianos se oscurecen cuando no se vive la conciencia cristiana. Así se expresaba el papa Juan Pablo II en un conocido y profético discurso:

102 El muro de Berlín, barrera de 46 kms. reforzada con alambre espinoso para evitar la fuga de alemanes a Occidente, fue construido en 1961 por la República Democrática Alemana, proclamada el 7 de octubre de 1949, tras la división de Alemania a finales de 1948. Este muro, denominado de la vergüenza y que marcó durante décadas la división entre el Occidente libre y el Oriente comunista, fue abatido el 9 de noviembre de 1989.

103 El cuadro político posterior a la II Guerra mundial se caracteriza por la existencia de dos bloques contrapuestos, designados con los convencionales nombres del Este y del Oeste, o de Oriente y Occidente. Cada bloque tiende a asimilar y agregar a otros países o grupos de países, inspirándose en los sistemas del capitalismo liberal en Occidente o del colectivismo marxista en Oriente. Cada bloque, con su ideología, tiene distinta visión sobre el hombre, su libertad y su cometido social, generando, a su vez, una contraposición militar, dando origen a dos bloques de potencias armadas (cf JUAN PABLO II, carta encíclica Sollicitudo rei socialis, del 30 de diciembre de 1987, nn. 20-21).

«La historia de la formación de las naciones europeas va a la par con su evangelización, hasta el punto que las fronteras europeas coinciden con las de la penetración del evangelio. Después de veinte siglos de historia, no obstante los conflictos sangrientos que han enfrentado a los pueblos de Europa, y a pesar de las crisis espirituales que han marcado la vida del continente, se debe afirmar que la identidad europea es incomprensible sin el cristianismo, y que precisamente en él se hallan aquellas raíces comunes, de las que ha madurado la civilización del continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad de expansión constructiva también en los demás continentes; en una palabra, todo lo que constituye su gloria...

No puedo silenciar el estado de crisis en el que se encuentra (Europa) al asomarse al tercer milenio de la era cristiana. La crisis alcanza la vida civil como la religiosa. En el plano civil, Europa se encuentra dividida. Unas fracturas innaturales privan a sus pueblos del derecho de encontrarse todos recíprocamente en un clima de amistad, y de aunar libremente sus esfuerzos y creatividad al servicio de una convivencia pacífica, o de una contribución solidaria a la solución de problemas que afectan a otros continentes. La vida civil se encuentra marcada por las consecuencias de ideologías secularizadas, que van desde la negación de Dios o la limitación de la libertad religiosa, a la preponderante importancia atribuida al éxito económico respecto a los valores humanos del trabajo y de la producción; desde el materialismo y el hedonismo, que atacan los valores de la familia prolífica y unida, los de la vida recién concebida y la tutela moral de la juventud, a un nihilismo que desarma la voluntad de afrontar problemas cruciales como los de los nuevos pobres, emigrantes, minorías étnicas y religiosas, recto uso de los medios de información, mientras arma las manos del terrorismo.

Europa está, además, dividida en el aspecto religioso: no tanto ni principalmente por razón de las divisiones sucedidas a través de los siglos cuanto por la defección de bautizados y creyentes en las razones profundas de su fe y del vigor doctrinal y moral de esa visión cristiana de la vida, que garantiza equilibrio a las personas y comunidades...»104

104 JUAN PABLO II, discurso en el Acto europeísta en Santiago de Compostela (9 de noviembre de 1982).

Estas palabras pronunciadas siete años antes de 1989 no han perdido actualidad. Y retaba a la vieja Europa en raíces, pero joven en retoños:

«Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tu misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades»105

Nuestras Iglesias tienen un especial compromiso con Europa: la unidad espiritual por la que han de trabajar ecuménicamente han de motivar la unidad europea de la que hoy tanto se habla. Y, a su vez, la Unión Europea, que se la ha denominado como casa común, ha de acercar más a los cristianos en torno a la mesa común de la eucaristía. Esta doble unidad, europea y eclesial, será posible si se dan las cualidades de la pacificación y de la reconciliación que las Iglesias cristianas han de ofrecer y promover106


5. Las Iglesias orientales católicas en la España actual

De entrada hay que afirmar que las Iglesias orientales en España son absolutamente desconocidas, y hasta es posible que se las identifique con otras Iglesias y acaso con alguna secta oriental. Una conocida diócesis española, a través de la Vicaría General, calificaba de matrimonio mixto el contraído entre un católico (latino) y un maronita.

Para el católico español medio sólo existe la liturgia católica, que se identifica con la liturgia romana. Hasta se ha llegado a olvidar que dentro de la tradición latina u occiden-

105 Ib.
106 Cf documentación de la II Asamblea Ecuménica Europea, Reconciliación: don de Dios y fuente de vida nueva, Graz 1997.

tal ha habido otras liturgias, particularmente la liturgia hispana, que casi milagrosamente se ha conservado en nuestro suelo. Por otra parte, también es frecuente que se identifique a las liturgias orientales con aquellas que se celebran en la Ortodoxia, ignorando que la Iglesia católica, además de la tradición latina u occidental, en la que todavía se conservan algunas liturgias como la ambrosiana107 y la hispana108, existen otras cinco tradiciones orientales, en las que existen una o más liturgias en cada tradición.

La existencia de fieles de otras Iglesias orientales católicas en España únicamente se puede datar desde mediados de este siglo, motivados por la emigración proveniente de los países del este y centro de Europa. Desde 1945 estos católicos orientales, generalmente de origen ucraniano, comienzan a estar atendidos pastoralmente gracias a los desvelos del jesuita P. Santiago Morillo, fundador de la Obra del Oriente Cristiano. A partir de 1953 la atención pastoral de los católicos ucranios la presta monseñor Segundo Benito y Galindo, sacerdote abulense y conocedor de los orientales desde su etapa de formación en el Russicum romano.

Actualmente el número de católicos ucranios no supera los cien fieles, constituidos en una comunidad o «Misión católica ucrania», dependiente de la Congregación para las Iglesias Orientales109 No atiende a otros fieles católicos orientales de otras tradiciones e iglesias.

107 Además de la diócesis de Milán, en 1971 usaban la liturgia ambrosiana otras 93 parroquias: 55 en la diócesis de Lugano, 31 en la de Bérgamo y 7 en la de Novara (cf A. M. TRIACCA, Ambrosiana, Liturgia, en D. SARTORE-A. M. TRIACCA-J. M. CANALS, Nuevo Diccionario de Liturgia, Madrid 1987, 53-96).

108 La celebración de la liturgia hispana ha quedado reducida a seis parroquias toledanas; esporádicamente se celebra también en la catedral salmantina, en la basílica leonesa de San Isidoro y en algún otro lugar por especial concesión.

109 La Guía de la Iglesia católica en España, 1996 (página 493) menciona a la Parroquia personal para toda España del rito bizantino-ucranio. En realidad celebra la divina Liturgia o eucaristía en paleoeslavo; pero no puede afirmarse con todo rigor que se trate de una parroquia en cuanto tal: no ha sido erigida por un obispo eparquial, ni pertenece a eparquía alguna, aún en el caso de que se trate de una parroquia personal (CCEO 279-280), como tampoco tiene un párroco nombrado por el correspondiente obispo eparquial. Tampoco esta comunidad ucrania posee archivo parroquial, por lo que carece de registro, siendo inscritas las oportunas partidas sacramentales preceptivas en derecho (CCEO 296) en otras parroquias latinas. A nuestro juicio, se trata de una comunidad de fieles orientales, que provee a sus necesidades por medio de visitadores o personal análogo (JUAN PABLO II, constitución apostólica Pastor bonus [28 de junio de 1988] n. 59).

Tampoco se conoce él número de sacerdotes españoles que gozan de la facultad de celebrar en otras liturgias orientales, o pertenecen por adscripción a alguna Iglesia oriental católica por el bautismo en ella recibido o por concesión posterior. Ciertamente existen algunos, pero sin poder precisar si celebran por concesión al gusto oriental o por verdaderas razones pastorales de algún grupo o familia. También aquí debiera haber suficiente claridad, pues de lo contrario significaría una usurpación litúrgica o una mezcla de ritos de diferentes liturgias que causaría admiración y extrañeza, tanto entre católicos latinos y orientales, como entre ortodoxos. Incluso pudiera ser visto como una forma actual de latinizar.

Aunque el número de fieles católicos ucranios es muy pequeño, es posible que, dada su dispersión, la no existencia de archivo parroquial y su posterior seguimiento, e incluso la creciente emigración a España de otros países del centro y del este de Europa, su número sea quizás superior. La población cristiana de la Iglesia ortodoxa rumana en Madrid, que ha ido creciendo en número, avala la presunción de que fieles de las Iglesias católicas ucrania y rumana, e incluso otras, también haya crecido, y por falta de información y coordinación no tengan más remedio que participar en el culto católico latino o en el culto ortodoxo existente en España110

Sería deseable conocer de una forma más fiable el número de todos los católicos de cualquier tradición oriental: así

110 En Madrid existen las parroquias ortodoxas griega y rumana, con dos mil y quinientos fieles respectivamente. En Barcelona consta la existencia de otras dos parroquias: una de la Iglesia Ortodoxa Española, dependiente del patriarcado de Serbia, y otra de la Iglesia Ortodoxa Apostólica, de las que se desconoce el número de fieles (cf J. GARCÍA HERNANDO, Pluralismo religioso I, Madrid 1992, 23-55 y 227-245).

se podría prestar una atención pastoral, tanto en la acogida como en su permanencia en España: los obispos españoles procurarían mejor su atención especial111 o se designaría un Ordinario para los fieles de diversas Iglesias orientales que están desprovistos de Ordinario del propio rito112.

111CD 23.3; CIC 383.2; 476; 479.2.
112 Cf
CCEO 916.4-5.


Carlos de Francisco Vega. LAS IGLESIAS ORIENTALES CATÓLICAS. Identidad y patrimonio