Oración

"Ninguno yerre: el que no estuviere presente al altar, se priva del pan de Dios. Si la oración de una u otra persona tiene tanta fuerza, ¿cuánto será más eficaz la oración del Obispo con toda la Iglesia? Aquél, pues, que no concurre a la junta, ya está hinchado con la soberbia, ya se ha separado y juzgado a sí mismo, porque escrito está: Dios resiste a los soberbios. (S. Ignacio, sent. 1, Tric. T. 1 p 338.)"

"La oración es una conversación con Dios, sin que se oiga la voz, y aun sin mover los labios estamos clamando en el fondo de nuestro corazón: el Señor oye las súplicas que le dirige nuestro corazón. Para orar, levantamos la cabeza y las manos al cielo, nos esforzamos a arrancar de la tierra nuestro cuerpo, elevando nuestra alma con las alas del deseo de los bienes eternos hasta el santuario de Dios; y mirando con los ojos de un espíritu sublime, consideramos como inferiores a El los lazos de nuestra carne como dignos de desprecio siempre que se opongan a la vida eterna. (S. Clemente, sent. 17, lib. 7 Tric.T. 1,p. 126.)"

"Algunos destinan ciertas horas fijas para la oración, como la de ^rcia, sexta y nona: mas el hombre verdaderamente espiritual, y que tiene verdadero conocimiento de Dios, procura estar toda la vida en la presencia de Dios por medio de la oración: cuando llega a este grado eminente de caridad, corta todo cuanto le es inútil, y sólo mira a Dios en sus deseos. (S. Clemente, sent. 18, ibid., ibid., ibid.)"

"El varón espiritual en todo lugar hará oración, pero sin dar a entender que ora: hace oración cuando camina, cuando descansa, cuando habla, cuando lee, y en todo cuanto ejecuta con deliberada intención; cuando él no haga más que pensar en Dios en lo secreto de su corazón, y enviarle de él afectuosos suspiros, está bien cierto de que Dios está pronto para oírle, aun antes de concluir su oración. (S. Clemente, sent. 19, ibid., ibid., ibid.).

"El que trae a Dios en su corazón, ninguna otra cosa desea: y dirigiéndose a El únicamente, abandona cuanto puede retraerle de unirse al Señor con estrechos lazos, y se aplica todo a la contemplación de las cosas divinas. (S. Clemente, sent. 20, ibid., ibid., ibid.)"

"Muchos se excusan de asistir a todas las oraciones del sacrificio, y les parece que pueden retirarse porque ya han recibido el cuerpo del Señor: ¿acaso la Eucaristía no podrá dispensar de las obligaciones de piedad y devoción, siendo un beneficio que por sí mismo nos pone en más estrecha obligación? (Tertuliano, lib. de la Oración, c. 14, sent. 8, adic.,Tric.T. 1,p. 197.)"

"Pidiendo el pan cotidiano, pedimos la perpetuidad de Cristo y ser individuo de su cuerpo místico. (Tertuliano, ibid., c. 6, sent. 9, adic., Tric.T. l.p.361.)"

"Absolutamente se nos manda no volver mal por el mal: a un hecho igual corresponder igualmente... ¿Qué honra sacrificaremos al Señor, nuestro Dios, si le usurpamos el arbitrio de nuestra defensa? (Tertuliano, ibid., c. 10, sent. 10, adic., Tric. ibid., ibid., ibid.)"

"Cuando decimos en las oraciones de la iglesia: Dios omnipotente, admítenos con tus Profetas y con los Apóstoles de Jesucristo, no se yo si penetramos el sentido de estas palabras: ellas quieren decir: Haced que seamos participantes de las persecuciones que padecieron los Profetas, y permítenos padecer lo que padecieron los Apóstoles: haced que prediquemos vuestra verdad a los hombres, de tal modo, que éstos nos persigan y aborrezcan. Es una cosa bien impropia que el que está pronto a padecer y sufrir con los Apóstoles y Profetas, le diga el Señor: Dame para con tus Profetas y Apóstoles. (Orígenes, Homl. 14, in Jerem., sent. 9, Tric. T. 1, p. 249.)" "El que tenga sed, llegúese a mí y beba, clamaba Jesucristo. La misma piedra nos convida con amorosos pechos para alimentamos; pero los impíos han abandonado la fuente de agua viva: no es la fuente la que se retira, pues Dios jamás se aparta de los que le buscan; mas los que se retiran lejos de Dios, perecerán. (Orígenes, Homl. 118, in Jerem., Tric.T. 1,p.249.)"

"Sea nuestra ocupación un continuo llanto y una continua oración: estas son las armas celestiales con que perseveran y se defienden nuestras almas. Ayudémonos unos a otros con oraciones, y consolémonos con recíproca caridad en nuestros trabajos. Aquel que por la misericordia del Señor mereciere ir primero, conserve siempre en la presencia de Dios su caridad, para con sus hermanos, para implorar la clemencia divina a favor de los fieles que dejó en el mundo. (S. Cipriano, carta 56 a Comelio, sent. 7, Tric. T. 1, p. 296.)"

"Cuando oramos para conseguir el perdón de nuestras culpas, tomemos las mismas palabras de Aquel que es nuestro mediador y abogado. Y pues nos asegura que el Padre celestial nos concederá cuanto le pidamos en su nombre: ¿con cuánta mayor prontitud nos lo concederá, si no solamente en su nombre le suplicamos, sino que oramos con sus mismas palabras? (S. Cipriano, de Orat. Dominica, sent. 18, Tric.T. 1,p.300.)"

"La voluntad de Dios es la que hizo Jesucristo, y la que nos enseñó. Esto es, que seamos humildes por toda la duración de nuestra vida, firmes en nuestra fe, modestos en nuestras palabras, justos en nuestras acciones, caritativos en nuestras obras, arreglados en nuestras costumbres, incapaces de hacer injuria a los otros, y determinados a sufrir las que nos hagan, viviendo siempre pacíficos con nuestros hermanos. También quiere Dios que le amemos con todo nuestro corazón, que le estimemos como a nuestro Padre, y le temamos como a nuestro Dios: que ninguna cosa miremos con preferencia a Jesucristo, así como este Señor a todo nos prefirió; que nos aficionemos inviolablemente a su amor: que abracemos su cruz con valor y confianza; que cuando se trata de confesar su nombre, o de defender su honra, manifestemos constancia en nuestras palabras, aliento en los tormentos, y paciencia en la muerte para conseguir la corona. Esto es PI'opiamente ser coherederos de Jesucristo, esto es observar los pre-ceptos de Dios, esto es cumplir la voluntad del Padre celestial (S. Cipriano, ibid., sent. 19, Tric. T. 1, p. 300 y 301.)"

"Pedimos que este pan, que es nuestro, nos lo de Dios todos los ulas, temiendo que nos suceda, el que los que estamos incorporados con Jesucristo y recibimos todos los días la Eucaristía como un alimento para la salud, nos veamos separados del cuerpo de Jesucristo, por haber merecido que nos priven de la comunión y de la participación de este pan celestial con alguna culpa grave. (S. Cipriano, ibid., sent. 20, Tric. T. 1,p.301.)"

"No debemos suspirar por una vida dilatada: pues hay una especie de contradicción es desear permanecer por largo tiempo en el mundo, y con todo eso suplican a Dios que llegue pronto su reino. (S. Cipriano, ibid., sent. 21, Tric. ibid., ibid.)"

"Cuando empezamos nuestras súplicas, confesemos humildemente nuestra insufuciencia, y cuando todo el bien le atribuimos a Dios, nos concede benéfico el Señor cuanto le pedimos con humildad y con aquel respeto y temor que le debemos. (S. Cipriano, sent. 22, Tric. ibid., ibid.)"

"Cuando oramos debemos aplicar todo nuestro corazón: es preciso desterrar todos los pensamientos camales y del siglo, y atender únicamente a la acción que estamos ejecutando. Por esta razón el Sacerdote u Obispo antes de empezar la oración, prepara los espíritus de los fieles con esta advertencia: Elevad vuestros corazones, para que el pueblo responda: Ya los tenemos levantados al Señor, se acuerde de que por entonces solamente en Dios ha de pensar. (S. Cipriano, sent. 23, Tric. T. 1, p. 30 y 302.)"

"¿Cómo queréis que Dios os entienda en la oración, si vosotros mismos no os entendéis? ¿Cómo podéis pedirle que no os olvide, al mismo tiempo que vosotros os estáis olvidando? El que así ora con tanta negligencia, ofende a la Divina Majestad: están vigilantes nuestros ojos, y dormido nuestro corazón, siendo así que el corazón de un cristiano debe velar aun cuando sus ojos duerman, según aquellas palabras que dijo la Esposa en el Cántico de los Cánticos, y en nombre de la Iglesia: Yo duermo, pero mi corazón vela. (S. Cipriano, sent. 24, ibid.. Tric. ibid., p. 302.)"

"Empleemos nuestros ojos en la lección de las divinas Escrituras: nuestras manos, en el ejercicio de las buenas obras; y nuestro espíritu en pensar en Dios: oremos sin cesar aplicándonos continuamente a las santas acciones, para que siempre que nuestro enemigo se acerque a sorprendemos, nos halle armados para rechazarle, y cerradas todas las avenidas de nuestro corazón. (S. Cipriano, lib. de la Orat., sent. 34, Tric.T. 1,p.305.)" "Cuando decimos a Dios: Hágase vuestra voluntad, así en la tierra como en el cielo, no queremos decir que Dios haga lo que quiere, sino que nos conceda que hagamos nosotros lo que es voluntad de Dios. Porque ¿quién habrá que pueda resistir a Dios e impedirle que haga lo que quiere? Mas porque el demonio hace resistencia procurando que nuestros deseos y acciones no se sujeten en todo a Dios, oramos y pedimos que se haga en nosotros la voluntad de Dios; esto es, de su protección y del socorro de su gracia; porque ninguno hay que por sus propias fuerzas adquiera tanta fortaleza, y solamente puede vivir seguro por un efecto de la bondad y misericordia de Dios (S. Cipriano, ibid., sent. 36, Tric. T. 1, p. 306.)"

"Muchas cosas acordes y juntas no se pueden vencer del todo: lo que muchos piden juntos, lo concede Dios a los pacíficos. (S. Cipriano, Epist. 57, ad Comel., sent. 5, adic., Tric. T. 1, p. 379.)"

"Dios viene a ser padre de los criados por su bondad, recibiendo en sus corazones su Espíritu Santo, que los hace clamar: Padre mío, Padre mío. Porque siendo los hombres por su naturaleza unas puras criaturas, no pueden llegar a ser hijos de Dios, si no reciben en sí el Espíritu del Aquel que por su naturaleza es Hijo de Dios. (S. Atana-sio, sent. 16, Tric. T. 2, p. 175.)"

"Porque el Hijo de Dios invoca en nosotros a su Padre, se llama Dios Padre, nuestro. Por lo cual, los que tienen al Hijo de Dios en el corazón, no tienen derecho para llamar a Dios Padre nuestro. (S. Atanasio, sent. 17, Tric. T. 2, p. 175.)"

"El justo ora sin cesar cuando todas sus acciones son agradables a Dios y hechas con el fin de su bondad y gloria: toda su vida es una continua oración, y como pasa los días y las noches en continua oración según el orden de la ley de Dios, se puede decir que todo el tiempo de la noche y del día es en él una perpetua meditación de la ley divina. (S. Hilario, in Psalm. prim., sent. 9, Tric. T. 2, p. 258.)"

"Yo me acordé de vuestro nombre por la noche. El Profeta sabía muy bien que en especial durante la noche debemos recurrir a Dios. Sabía que entonces es preciso atender más a observar la ley, por ser el tiempo en que los impuros deseos se introducen en el alma. Este es el tiempo en que estando el cuerpo lleno de viandas, excitan más las pasiones impuras. Entonces, pues, se debe apelar al nombre de Dios. Entonces es cuando se debe gardar su ley, la que prescribe el pudor, la continencia y el temor de Dios. Por lo que, cuando en tan peligroso tiempo despertamos, no se abandone el espíritu a la ociosidad, antes blen; ocúpese en la oración y confesión de sus pecados, para que en aquellos momentos que son tan favorables a los vicios del cuerpo, pueda destruirlos y disiparlos la meditación de la ley divina. (S. Hilario, Salm. 118, sent. 11, Tric. T. 2, p. 259.)"

"El Señor es la porción de mi herencia. Pocos hay que puedan decir a Dios estas palabras con esta confianza. Es preciso renunciar al mundo y a cuando está pendiente de él, para que sea verdad que el Señor es la porción única de nuestra herencia. Si la ambición nos da el impulso, si la avaricia nos posee, si los encantos de la sensualidad nos arrebatan, si los cuidados de nuestros domésticos enteramente nos ocupan entonces no será Dios la única suerte de nuestra herencia, porque estaremos divididos o poseídos de las pasiones e inquietudes por las cosas del mundo. (S. Hilario, Salm. 118, sent. 12, Tric. T. 2, p. 259.)"

"En el Evangelio nos pide Dios, que oremos en silencio en secreto de nuestras almas, para que nuestra oración sea más bien obra del corazón que de la lengua. Podrá ser esta sentencia contraria a las palabras del Profeta: ¿Yo he clamado con todo mi corazón? No por cierto: pues sabía muy bien aquel Profeta, que más consiste en el clamor del corazón que en el de la boca. Es la oración un grito de la fe, un grito del alma que penetra el cielo y sube hasta el trono de Dios, no con el esfuerzo de la voz, sino con la virtud de la fe. Aquel, pues, clama a Dios con todo su corazón, que le pide grandes cosas, que le suplica le de los bienes celestiales, que espera los bienes eternos, y vive entre tanto en la inocencia y temor de Dios. (S. Hilario, ibid., sent. 13, Tric. T. 2, p. 260.)"

"Pedimos la salud como una cosa que se nos debe, y como si Dios estuviera obligado a concederla. Desde luego pedimos, pero sin preparamos con nuestras oraciones, y aun siquiera que le suplicásemos con el clamor de nuestro corazón: pero las más veces movemos los labios, entre tanto que el corazón o el espíritu está disipado y ocupado en otras cosas, y por consiguiente, incapaz de seguir con los afectos, el oficio de la lengua. (S. Hilario, ibid., sent. 14, Tric. ibid., ibid.)"

"Cuando decimos a Dios, santificado sea tu nombre, venga a nos vuestro reino, hágase vuestra voluntad en la tierra como en el cielo. no es porque deseamos que esto suceda para gloria de Dios, más bien lo queremos por nuestra utilidad: no es con el fin de que todas nuestras acciones sirvan para que el nombre de Dios sea santificado, y de que no tengamos otra esperanza, sino en la que puede contribuir para establecer en nosotros su reino, ni con el de querer que nada nos agrade, sino aquello que puede hacer que alabemos a Dios eternamente. (S. Hilario, in Psalm. 134, sent. 15, Tric. ibid., ibid.)"

"No despreciéis mi oración. Dios desprecia las oraciones hechas con ligereza, destituidas de confianza, aplicadas a cosas inútiles, turbadas con los cuidados del siglo, embarazadas con diversos deseos, y estériles en buenas obras. Estas son unas oraciones dignas del desprecio de Dios, indignas de su atención: de las que dice el Profeta Isaías: Cuando levantéis vuestras manos para orar, yo apartaré de vosotros mis ojos. (S. Hilario, in Psalm. 54, sent. 29, Tric. T. 2, p. 265.)"

"Vivid siempre llenos de confianza; jamás os alejéis por desaliento en las buenas obras ni en los combates que tengáis por la piedad, porque debéis estar ciertos de que nada se ha de perder de cuanto hagáis. Todas vuestras oraciones están escritas en la presencia de Dios: no cantáis un Salmo, sea en particular o en público, que no se apunte como en una especie de diario. (S. Cirilo de Jerusalén, Cath. 15, sent. 9, Tric. T. 2, p. 338.)"

"Jamás ceséis de orar: arrodillaos cuando podáis, y cuando no, invocad a Dios de corazón, por la noche, por la mañana y al mediodía. Si tenéis cuidado de orar antes de poneros al trabajo, y si al levantaros empezáis por ofrecer a Dios vuestra oración, como las primicias de vuestras acciones, persuadios a que el pecado no hallará entrada en vuestra alma. (S. Efreén, de Oratione, sent. 5, Tric. T. 3, p. 78.)"

"Es preciso implorar el auxilio divino, procurando no pedirle con tibieza; porque si se ora sin aplicación, en vez de conseguir lo que se pide, se merece la indignación de Dios, y la oración se convierte en pecado. Cuando estamos en presencia de algún Príncipe, o le hablamos, estamos con grande respeto de cuerpo y de alma, y sólo con grande molestia levantamos los ojos; ¿con cuánta reverencia, pues, será razón que estemos en la presencia de Dios y cuánta deberá ser la atención de nuestro espíritu para no permitir que otra cosa le distraiga? (S. Basilio, Const. c. 1, sent. 77, Tric. T. 3, p. 204.)"

"Hasta que sea voluntad de Dios no se conseguirán nuestros deseos: porque el Señor conoce mejor que nosotros lo que conviene; y Bun puede ser que dilate concedemos lo que nos ha dado, con el fin de ^ue se lo pidamos con más frecuencia y fervor, o para que conozcamos que es don suyo y que si nos le confiere debemos conservarle Gon cuidado. (S. Basilio, ibid., sent. 78, Tric. T. 3, p. 204.)" "Orarás sin intermisión si tu oración no se reduce a solas palabras, sino que todo el método de tu vida es conforme a la divina voluntad, de tal modo, que puede y merezca tu vida llamarse una continua oración. (S. Basilio, Homl. in Martyr. Julittam, sent. 5, adic.. Tric. T. 3,p.380.)"

"Suele el piloto mirar al cielo, y en sus disposiciones conoce el curso de su navegación... Tú, pues, levanta al cielo los ojos, según lo que dice David: A ti, Señor, que habitas en los cielos, levanté mis ojos: mira aquel Sol de justicia que está en el cielo, y observa tú como astros resplandecientes sus Mandamientos. (S. Basilio, sent. 8, adic., Tric. T. 3, p. 381.)"

"Admirad la grande bondad de Dios: pues recibe nuestro deseo como si fuera una cosa preciosísima. Se abrasa en deseos de que nosotros nos abrasemos en su amor. Recibe como beneficio el que nosotros le pidamos sus favores: más gusto tiene Dios en dar, que nosotros en recibir lo que El nos da: no tengamos otro cuidado que el de no ser indiferentes ni cortos en nuestras pretensiones con el Señor: jamás le pidamos cosas pequeñas o indignas de la divina magnificencia. (S. Gregorio Nacian., Orat, 40, sent. 50, Tric. T. 3, p. 360.)"

"Es grande locura pedir solamente cosas temporales a Dios, que es eterno: bienes terrenos al Dios del cielo; dones viles y despreciables al que es infinitamente superior a todo; una felicidad baja y terrena al que da un reino celestial, y, por último, pedir al que nos hace esperar bienes perpetuos que nadie nos puede quitar el uso por poco tiempo de aquellos bienes que poseemos como extraños, cuya pérdida es infalible, cuyo usufructo es temporal, y cuya administración es muy peligrosa. (S. Gregorio de Nisa, de Orat., or., sent. 8. Tric.T.4,p. 114.)"

"El que dice a Dios en la oración, santificado sea tu nombre, le dice, según las fuerzas de estas palabras: Haced, Señor, por medio de vuestra protección y vuestros auxilios que yo sea irreprensible, justo y piadoso; que yo diga la verdad y haga lo bueno; porque es cierto que Dios no puede ser glorificado por el hombre, sino cuando su virtud y piedad son tan excelentes, que persuadan a los otros que es preciso que sea la omnipotencia de Dios la que ha producido tan grande efecto. (S. Gregorio de Nisa, Orat. 2, de or. Dom., sent. 9, Tric. T. 4. p.114.)"

"La oración del Señor nos enseña a purificar de tal modo nuestra vida, que haciéndola semejante a la vida del cielo, halle en nosotros el cumplimiento de la voluntad de Dios tan poco obstáculo como en los espíritus celestiales: los que jamás sienten impedimento alguno para la ejecución del bien. (S. Gregorio de Nisa, Orat., 4, set. 11, Tric. T. 4, p.114.)"

"El señor nos manda buscar sólo lo suficiente para la conservación de la vida, cuando dice: Dadnos nuestro pan; no lo que sirve para el lujo y las delicias, no las riquezas ni alguno de los otros bienes de la tierra que apartan de nuestra alma el cuidado principal que debe emplear en las cosas de Dios, sino sencillamente dadnos pan. (S. Gregorio de Nisa, ibid., sent. 12, Tric. T. 4, p. 115.)"

"Es la oración una conversación con Dios, contemplación de las cosas invisibles, confianza cierta de conseguir lo que se desea, elevación a la misma honra de los Angeles, progreso y aumento de los bienes, ruina de los males, enmienda de las culpas, fruto de lo presente y seguridad de lo futuro. (S. Gregorio de Nisa, in Eccies. H. 2, sent. 7, adic.. Tric. T. 4, p. 385.)"

"Cuando el Señor enseña a invocar a mi Padre celestial, se ve que pretende traerme a la memoria aquella buena patria, para volver a ponerme en el camino que allá guía, infudiéndome deseos más vehementes de poseer aquellos bienes. (S. Greg. de Nisa, ibid., sent. 8, adic., Tric. T. 4, p. 358.)"

"El principal de todos los bienes, es que el nombre Dios sea glorificado por medio de mi vida. (S. Gregorio de Nisa, ibid., sent. 9, adic.. Tric. T. 4, p. 359.)"

"Sería desconfiar del poder de Dios pensar que no nos puede oír si no resuenan a sus oídos los clamores de nuestra boca. Clamemos a Dios con nuestra buenas obras, clamemos con nuestra fe, clamemos con nuestros afectos, clamemos con nuestra paciencia en los trabajos, clame nuestra sangre como la de Abel: porque Aquel que nos purifica en el secreto de nuestro corazón, nos oye también en lo más oculto de nuestros pensamientos. (S. Ambrosio, de Abel y Caín, lib. 1, c. 9, sent. 10, Tric. T. 4, p. 315.)"

"Mis ojos previnieron al día para meditar desde la madrugada sobre vuestras palabras. Debe serviros de grande vergüenza que los rayos del sol que sale, os halle ociosos en la cama sin haber pensado ^n orar: es una pereza digna de reprensión haber pasado toda la noche sin haber ofrecido a Dios algún fruto de vuestra devoción, ni sacrifi-gio alguno espiritual. ¿No sabes, ¡oh cristiano! que todos los días debes presentarle las primicias de tu corazón y de tu voz? No hay día e^ que no tengas cosecha nueva y nuevos frutos que recoger. (S. Ambrosio, in Psalm. 118, sent. 70, Tric. T. 4, p. 326 y 327.)"

"¿Hasta cuándo te han de tener atado el sueño o las cosas del mundo? A lo menos reparte tu tiempo entre Dios y el mundo; y cuando la oscuridad te impida emplearte por fuera en tus negocios, dale a Dios una parte de la noche: empléala en la oración, y canta salmos para despertar de tu somnolencia; prívate con este piadoso engaño de alguna parte del sueño; levántate temprano, para ir a la iglesia a llevar las primicias de tus oraciones y de tu piedad; y si después te llaman a otra parte los asuntos del mundo, no te impedirán antes que digas: Mis ojos han prevenido al día para meditar desde la madrugada sobre vuestras palabras. Entonces podrás ocuparte con seguridad en tus negocios. ¡Qué agradable cosa es empezar el día con himnos y cánticos en alabanza de Dios! ¡Cuánta ventaja llevamos en que su palabra nos prevenga desde el amanecer con sus bendiciones. Pero al mismo tiempo que repasas en tu memoria con los cánticos espirituales las misericordias de Dios, aplícate también al estudio y práctica de alguna virtud particular, para reconocer en tus acciones el mérito y los efectos de la bendición divina. (S. Ambrosio, in Psalm. 118, sent. 71, Tric. T. 4, p. 327.)"

"Dice el Apóstol: Yo rogué al Señor por tres veces: para damos a entender que no siempre concede Dios lo que le pedimos, porque sabe que no nos conviene. (S. Ambrosio, lib. 7, in c. 11, sent. 86, Tric. T. 4, p. 330.)"

"Por todo el cuerpo se debe orar, por todos los que son miembros de tu madre, que tiene la mutua caridad por divisa. Porque si solamente orara por ti, serás solo a rogar por ti; y no se consigue tanta gracia cuando cada uno ora por sí. Mas todos piden para el que ruega por todos. Si orares, pues, por todos, todos suplicarán por ti. En esto no hay arrogancia alguna; antes bien, es mayor la humildad y más abundante el fruto. (S. Ambrosio, de Abel y Caín, c. 9, sent. 5, adic., Tric. T. 4, p. 394.)"

"Tened siempre un libro en la mano: aprended de memoria todo el Salterio; sea continua vuestra oración; velad sin cesar sobre los sentidos, y no os dejéis distraer con vanos y malos pensamientos. Por último, trabajad en alguna obra para que el demonio os halle siempre ocupados. (S. Jerónimo, Ep. ad Rust. 125, sent. 11, Tric. T. 5, p. 240.)"

"Así que sintáis algún movimiento impuro, clamad a Dios y decidle: ¡Señor, Vos sois mi protector! No debéis permitir que crezca en vosotros este mal pensamiento ni dejar que se forme alguna producción de Babilonia. Quitad la vida a este enemigo antes que sea mayor y más fuerte; arrancad esa cizaña antes que tenga tiempo para crecer. Miserable hijo de Babilonia, dice la Escritura, dichoso aquel que toma tus pequeños hijos y los estrella contra la piedra. En esta piedra está significado Jesucristo. (S. Jerónimo, ad Eustoch., c. 22, sent. 17, Tric. T.5,p.341.)"

"Aunque el Apóstol nos mandó orar siempre, y a los Santos, aun el mismo sueño les sirve de oración, conviene, no obstante, destinar a este ejercicio ciertas horas, para que si sucede hallamos empeñados en alguna ocupación, la misma hora nos advierte que es preciso ir a la obligación. (S. Jerónimo, Ep. ad Eustoch., c. 22, sent. 23, Tric. T. 5, p. 242.)"

"Cuando yo habré clamado y suplicado. El desechará mi oración. Dios Todopoderoso, conociendo lo que nos conviene, hace del que no oye la voz de nuestro dolor, con el fin de procurarnos lo que sabe que nos es más conveniente para purificar nuestra vida con las penas que nos deja padecer, y para obligamos a buscar en otra parte la tranquilidad y descanso que no se puede hallar en este mundo. Pero hay muchos (aun entre los fieles) que no conocen la gracia que se oculta en esta disposición de la Divina Providencia. (S. Jerón. in Lament. Jerm., lib. 2, sent. 67, Tric. T. 5, p. 249 y 250.)"

"Levantemos a Dios nuestros corazones al mismo tiempo que nuestras manos: porque dos cosas deben concurrir en la presencia de Dios, esto es: es preciso que las buenas obras sostengan y den fuerzas a la oración, y que la oración sostenga y confirme las buenas obras. (S. Jerón., in Lament. Jerem., lib. 2, sent. 70, Tric. T. 5, p. 250.)"

"A los que, no conociendo lo que les conviene, piden a Dios lo contrario, les importa mucho que el Señor no los oiga. Por esto en la oración dominical, decimos al Padre que está en el cielo: Hágase vuestra voluntad: esto es, aquella voluntad que procede del conocimiento cierto de las cosas que están por venir, y no nuestra voluntad, que es tan ciega y tan expuesta a engañarse. De este modo, es algunas veces grande felicidad no conseguir que Dios nos oiga. (S. Jerónimo, lib. 3, in Ezech., c. 8, sent. 74, Tric. T. 5, p. 251.)"

"Buscadme y viviréis: porque desde el punto que se busca al Señor, se empieza a vivir. (S. Jerón., in amos, c. 5, sent. 85, Tric. T. 5, P. 254.)"

"Pues es cierto que Dios da a los que le piden, que los que buscan hallan y que se abre a los que llaman a la puerta: se ve claro que aquel que no ha recibido, que no ha hallado, ni le han abierto, no pidió bien, no buscó bien, ni llamó bien a la puerta. (S. Jerónimo, lib. 1, in Matth., c. 5, sent. 93, Tric. T. 5, p. 255.)"

"Es preciso pedir a Dios que destruya en nosotros todo cuanto es extraño, y lo que proviene de nosotros mismos, para edificar solamente lo que es suyo. (San Paulino, Ep. 24, ad Sever., sent. 4, Tric. T. 5, p. 330.)"

"Pidamos a Dios que nos haga conocer nuestro fin, para que veamos lo que nos falta, y que nos haga cumplir lo bueno que no hemos ejecutado, para que no estemos sin cesar pasando días inútiles, o tejiendo toda nuestra vida una tela de araña, ocupados continuamente en obras vacías de todo bien. (S. Paulino, Ep. 36, ad Amand., sent. 12, Tric. T. 5, p. 331.)"

"No temáis, no dudéis, en nada os detengáis: haced fuerza al mismo Dios, y arrebatadle el reino de los cielos: aquel Señor que nos prohibe tocar los bienes de otro, gusta de que le robemos los suyos: al mismo tiempo que condena la rapiña de la avaricia, alaba y aprueba el santo robo que su ley nos manda hacer. (San Paulino, Ep. 34, sent. 21, Tric. T. 5, p. 332.)"

"Son las oraciones unas armas maravillosas, tesoros inagotables y puertos seguros. Son las causas, principios, fuentes y rafees de todos los bienes. No digo esto de las oraciones tibias, flojas e indiferentes: solamente lo entiendo de las oraciones vivas que salen de un alma penetrada del arrenpentimiento de sus pecados, y de un corazón verdaderamente contrito. Porque estas oraciones son las que verdaderamente tienen virtud para llegar hasta el cielo. (S. Juan Crisóst., Homl. 30, de incompr., Dei Nat. 5, sent. 25, Tric. T. 6, p. 305.)"

"Cuando nos presentamos a Dios para pedirle alguna cosa, lo hacemos con tanta flojedad, que parece que no tenemos gran deseo de conseguirla. No llevamos a la oración un corazón lleno de fe y de fervor, estamos como si nada tuviéramos que pedir y desear: estamos como soñolientos, sin aplicación y sin vigor. (S. Juan Crisóst., Homl. 123, sent. 48, Tric. T. 6, p. 309.)"

"Dos condiciones debe tener la oración, es a saber: pedir con fervor, y no pedir sino lo que se debe. (San Juan Crisóst., Homl. 24, sent. 50, Tric. T. 6, p. 309.)"

"Puede ser que me digáis: ¿En qué consiste que pidiendo yo a Dios cosas espirituales, no me las concede? Eso es porque no la pedís con fervor; es porque os habéis hecho indignos de recibirlas o porque habéis dejado de suplicar antes de tiempo. (S. Juan Crisóst., Homl. 24, sent.|51, Tric. ibid., ibid.)" "Ora? siepnpre, dice el Apóstol, y orad en espíritu. No solamente con la lengua, sino con incesantes aplicación y en espíritu; quiero decir, pidiendo siempre cosas espirituales y razonables, orando con la mayor atención. (S. Juan Crisóst., Homl. 30, sent. 98, Tric. T. p. 317.)" )

"Bien pudiera Dios darnos lo que nos conviene, antes de pedírselo, pero dilata el concederlo para hacernos dignos de su cuidado. Suceda, pues, que consigamos, o que no consigamos lo que les hemos pedido, siempre debemos perseverar en la oración, y darle gracias, no sólo cuando concede, sino también cuando niega nuestras peticiones. Porque como sólo Dios conoce lo que nos conviene, y nosotros lo ignoramos, le debemos el mismo reconocimiento que si nos lo concediera. (S. Juan Crisóst., Homl. 30, sent. 99, Tric. T. 6, p. 317 y 318.)"

"Cuando llegó Jacob al pozo del juramento, sacrificó a Dios. En esto nos enseña que cuando queremos emprender una acción, un negocio, un viaje, debemos empezar ofreciendo a Dios el sacrificio de oración, invocando su asistencia: de este modo debemos dar principio a nuestras empresas, imitando la piedad de aquellos antiguos justos. (S. Juan Crisóst., Homl. 65, in Genes., sent. 109, Tric. t. 6, p. 319.)"

"Jesucristo y después San Pablo, nos enseñaron a hacer oraciones cortas y frecuentes, y a reiterarlas de cuando en cuando: porque si las hacemos muy largas, como regularmente no las acompaña mucha atención, damos motivos al demonio para que nos entre y aparte nuestro espíritu de la aplicación con que debemos estar cuando pedimos a Dios. Si de tiempo en tiempo interrumpimos nuestras oraciones y la reiteramos a menudo, adquiriremos mucha vigilancia, y las diremos con exacta atención. (S. Juan Crisóst., Serm. 1, sent. 112, Tric. T. 6, p. 320.)"

"Muchas razones hay (además de su bondad) para que Dios nos oiga: primero, si nos juzga dignos; segundo, si nuestra oraciones son conformes a su santa ley; tercero, porque son perseverantes y frecuentes; cuarto, porque nada pedimos de lo que sólo pertenece a esta vida, sin respecto a la eterna: quinto, porque solamente deseamos lo que conviene a nuestra salvación; sexto, porque hacemos todo cuanto está de nuestra parte. Muchas personas nos propone la Escritura, a quienes oyó Dios por alguna de estas razones, es a saber: al Centurión Come-lio, por su buena vida: a la Cananea, por su perseverancia en la oración; a Salomón, por el estilo de su súplica, y al Publicólo, por causa de su humildad: mas en todo necesitamos su gracia. (S. Juan Crisóst., Homl. Psalm. 7, sent. 121, Tric. T. 6, p. 322.)"

"Cantad los Salmos con sabiduría. Quiere decir no oréis solamente con las palabras, sino también con las acciones; no con la lengua simplemente, sino también con la vida. (S. Juan Crisóst., in Psalm. 48, sent. 127, Tric. T. 6, p. 323.)"

"Todos nuestros deseos tiran a la vida eterna, refiriendo todas nuestras acciones a aquel último fin; porque con el de ejercitamos a no perder de vista aquella morada celestial, nos ordenó Jesucristo que dijéramos: Venga a nos el tu reino. (S. Juan Crisóst., in Psalm. 114, sent. 138, Tric. T. 6, p. 325.)"

"Los judíos solamente en Sión invocaban a Dios: pero los cristianos, en todas partes le invocan, en el campo, en su casa, en las calles, en la soledad, en el mar y en sus camas. Por último, no hay lugar en donde les esté prohibido el orar, si sus costumbres corresponden a sus oraciones. (S. Juan Crisóst., in Psalm. 133, sent. 141, Trie T 6 p 326.)"

"Todos los que somos perezosos y flojos en la oración, consideremos cuánta es su virtud y eficacia. Aquel mal siervo que el Evangelio nos representa cargado de una deuda excesiva para con su Señor, no le hizo presente sus ayunos, su pobreza, ni otra consideración semejante: mas con estar tan desnudo de virtudes, así que conoció la obligación de suplicarle, el mismo divino Dueño se inclinó a tratarle con misericordia. No nos cansemos, pues, de orar. (S. Juan Crisóst., Serm. in Parb., sent. 187, Tric. T. 6, p. 337.)"

"Cuando Jesucristo ordenó a sus discípulos que dijesen en su oración: No nos dejes caer en la tentación: y esto es lo que el Señor practicó, cuando estando para sufrir su pasión, dijo a su Padre: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz: pretendió enseñar a los Santos a no exponerse por sí mismos a los riesgos, y a no precipitarse temerariamente en las ocasiones peligrosas. (S. Juan Crisóst., Homl. 7, sent. 195, Tric. T. 6, p. 338.)"

"Considerad pues, la fuerza de las palabras de la oración del Señor, y la virtud, de las doctrinas que contiene; y advertí como prescribe la ley al amor recíproco entre los hombres, pues no nos mandó decir: Padre mío, sino Padre nuestro, para que enseñándonos que tenemos un Padre común, nos inclinase a tener todos el afecto de hermanos unos a otros. (S. Juan Crisóst., sent. 196, Trie T. 6, p 338.)"

"Cuando decimos a Dios: Santificado sea tu nombre, no le conferimos la santidad, sino que nos esforzamos por ensalzar con nuestras alabanzas la santidad que tiene por naturaleza: porque es lo mismo que decir: Glorificado sea tu nombre. Lo que nos advierte, cuan virtuosa debe ser nuestra vida, para que los hombres que la ven, glorifiquen a nuestro padre que está en el cielo. (S. Juan Crisóst., sent. 197, Tric. T. 6, p. 339.)"

"Venga a nos el tu reino. Oprimidos, como lo estamos, por la tiranía de nuestras pasiones, y expuestos a tentaciones infinitas, tenemos grande necesidad del reino de Dios. (S. Juan Crisóst., sent. 198, Tric. ibid., ibid.)"

"El Señor, después que nos hace renunciar a todos los deseos de la tierra, y vivir en continua esperanza de su reino, quiere que digamos: Hágase tu voluntad, así en la tierra, como en el cielo. Cuando ya nos ha inspirado el amor de los eternos bienes, quiere que poseídos de este deseo, le digamos: Haced, Señor, que nosotros imitemos aquí la vida del cielo, y que queramos todo lo que Vos queréis: ayudadnos en el cumplimiento de las buenas intenciones de nuestra alma, que aún está muy débil, para que de este modo ejecute lo que desea hacer por serviros, a pesar de la enfermedad de esta carne que la detiene. (S. Juan Crisóst., sent. 199, Tric. T. 6, p. 339.)"

"Dadnos hoy nuestro pan sustancial: no la vianda superfina, sino el alimento necesario que repare en nosotros lo que cada día pierde nuestro cuerpo de su sustancia, y aparte de nosotros la muerte, que nos podía sobrevenir por falta de sustento: porque el cristiano, según estas palabras, no debe desear la diversidad de manjares delicados, ni todas esas pastas, ni esas viandas exquisitas que no hacen otra cosa que cargar el estómago, agravar el alma, cegar el espíritu y dar el cuerpo armas para combatirle; no es esto lo que nos enseña esta divina oración que pidamos a Dios; sino el pan sustancial, que es propio para convertirse en la sustancia de nuestro cuerpo, y aun no le pedimos para largo tiempo, sino solamente para el día, conforme a otro precepto del Evangelio, que nos dice: No estéis solícitos del día siguiente. (S. Juan Crisóst., sent. 20, Tric. ibid. ibid.)"

"Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. Aquí nos da el Señor tres advertencias: primera, enseña a los que han llegado a más alto grado de virtud a concebir siempre humildes sentimientos de sí mismo, y a no confiar en sus mismas fuerzas, antes bien, a vivir temerosos con la memoria de sus culpas, como el Apóstol San Pablo; segunda, quiere que los que han caído después del bautismo, no caigan también en la desesperación de su salvación, enseñándole cuanto deben esperar de aquel Soberano médico de las almas el remedio de sus pecados; tercera, nos dice cuánta debe ser nuestra benevolencia y humildad para con nuestros hermanos, porque solamente seremos dignos del perdón, a proporción que le concedamos a los que nos han ofendido. (S. Juan Crisóst., 201, Tric. T. 6, p. 340.)"

"Si queremos aliviar las penas de los difuntos hagamos por ellos mucha oración y demos mucha limosna. Y si no están en estado de recibir misericordia, servirán siempre para hacemos a Dios más favorable. (S. Juan Crisóst., Homl. 24, sent. 269, Tric. T. 6, p. 355.)"

"A los que hacéis vida cristiana, os declaro que mereceréis un severo juicio de Dios, si viendo alguno de vuestro hermanos inmodesto y desordenado, principalmente al tiempo de la oración de los fieles, no le advertís y reprendéis: más os valdrá esta corrección, que la oración que pudiereis hacer. Interrumpid sin escrúpulo vuestra oración para corregirle, y ganaréis lo uno y lo otro. (S. Juan Crisóst., Homl. 24, c. 11, sent. 272, Tric. T. 6, p. 356.)"

"No hizo Dios la noche solamente para dormir o para divertimos en la ociosidad y la pereza. Los artesanos y las gentes de tráfico nos hacen ver esta verdad; y la misma Iglesia se levanta a media noche a la oración, porque entonces el alma está más depurada, más desprendida de pensamientos del mundo, y más capaz de contemplar las cosas celestiales. También contribuyen mucho la oscuridad y el silencio para inspiramos sentimientos de compunción. Levantaos, pues, y conservad esta loable costumbre de velar en oración una parte de la noche. (S. Juan Crisóst., Homl. 26, c. 13, sent. 273, Tric. ibid., ibid.)"

"Tengamos en nuestra casa un bolsillo cerca del lugar donde acostumbramos a orar, para que todas las veces que entremos a hacer oración, echemos alguna limosna antes de empezarla. (S. Juan Crisóst., Homl. 43, c. 16, sent. 324, Tric. T. 6, p. 370.)"

"Sin duda nos aplicaríamos con más atención a orar, si considerásemos quién es el Dios con quien hablamos, si nos representásemos que es un misterioso sacrificio el que le ofrecemos y para él le llevamos en nuestras manos la espada, la leña y el fuego: si abrimos con el pensamiento las puertas del cielo, si entramos en espíritu, si degollamos la víctima con el cuchillo que el Espíritu Santo nos ha puesto en la mano, si le sacrificamos nuestra vigilancia, si derramamos en su presencia lágrimas de compunción, que son la verdadera sangre de la víctima espiritual. No os dejéis, pues, ocupar el corazón en aquel momento de ningunos pensamientos humanos. Representaos que cuando Abraham quiso ofrecer a Dios semejante sacrificio, no permitió que asistiesen a él, ni su mujer ni sus criados: haced vosotros lo mismo, y no permitáis que ningún pensamiento ni afecto civil y temporal ocupa vuestro espíritu mientras oráis; subid solos a lo alto del monte, como el Santo Patriarca, y nadie suba con vosotros. Si advertís que se levanta en vuestra alma algún pensamiento que quiera subir con vosotros, mandadle absolutamente que se quede fuera, como lo ejecutó Abraham, hasta que hayáis adorado a Dios. Desterrad, pues, todo pensamiento bajo y criminal, así como Abraham dejó el asnillo con los criados al pie del monte; y elevaos y subid a Dios con todo lo que sea racional y espiritual en vuestra alma, así como llevó Abraham consiguió a su hijo Isaac. (S. Juan Crisóst., Homl. 5, ad Corint., sent. 333, Tric. T. 6, p. 372, y 373.)"

"Empezad por la oración todo cuanto emprendáis. Si tenéis que hablar, orad antes de hablar. Por esta razón ponemos el nombre de Dios a la cabeza de todas las cartas que escribimos: porque bajo el nombre del Señor, todo es favorable y venturoso. (S. Juan Crisósto-mo. Homl. 9, in Ep. ad Colon., sent. 358. Tric. T. 6, p. 378.)"

"¿Queréis que Dios os oiga? Pues pedidle el único bien. Sea Dios sólo el fin de vuestros deseos, pues El es el único que les puede dar satisfacción. (S. Agust., Psalm. 26, sent. 8, Tric. T. 7, p. 454.)"

"Si el salmo ora, orad con él; si gime, gemid también: si se alegra en Dios, alegraos igualmente: si espera, esperad asimismo, si teme, temed también: porque todo cuanto está escrito en el salmo, es como un espejo, con el cual se debe conformar nuestra alma. (S. Agust., Psalm. 30, sent. 15, Tric. T. 7, p. 455.)"

"Los verdaderos clamores que Dios oye, no salen de la boca, sino del corazón: muchos en el silencio de los labios han clamado fuertemente a Dios desde lo íntimo del corazón y otros, por el contrario, dando grandes gritos con la boca, al mismo tiempo que su corazón estaba apartado de Dios, nada han podido conseguir. Si clamáis, pues, a Dios, clamad en lo interior, que es donde os oye. (S. Agust., Psalm. 30, sent. 18, Tric. T. 7, p. 455.)"

"El que todo lo ha hecho, os dice: Pedidme lo que quisiereis. Pedid, pues, al mismo que todo lo hizo, y tendréis en El y de El todas las cosas que ha hecho. (S. Agust., Psalm. 32, sent. 33, Tric. T. 7, p. 457.)"

"Si queréis orar sin cesar, desead continuamente el eterno descanso. (S. Agust., Psalm. 37, sent. 40, Tric. T. 7, p. 458.)"

"El que clama a Dios desde lo más profundo de su miseria, ya no está en lo profundo, ya empieza a levantar su voz. Otros hay que están en lo profundo de este abismo, y éstos son los que no conocen que están en él. (S. Agus., Psalm. 39, sent. 50, Tric. T. 7, p. 458.)"

"¿Pedís que Dios os de alguna cosa que pueda ser vuestra? Pues el mismo Dios que todo lo puede dar, es vuestro. ¿Qué cosa hay más preciosa ni más grande? Buscáis sus dádivas y sanáis al mismo que las da. (S. Agust., Psalm. 49, sent. 66, Tric. T. 7, p. 460.)"

"Oid los clamores de David en sus salmos, para clamar a Dios con él; escuchad sus gemidos para gemir con él; y sus llantos, para juntar los vuestros, oid su voz después que se convirtió; para que os sirva de consuelo y esperanza. (S. Agust., Psalm. 50, sent. 68, Tric. ibid., ibid.)"

"¿Queréis que Dios oiga vuestra oración? Sed como los pobres: salga vuestra voz del fondo de la necesidad y del dolor, y no de la plenitud y del fastidio. (S. Agust., Psalm. 67, sent. 110, Tric. T. 7, p. 464.)"

"Yo me veo como un pobrecito huérfano; mi alma está destituida de consuelo y asistencia: clamo por vuestro socorro y confieso sin cesar mi flaqueza. (S. Agust., Psalm. 69, sent. 111, Tric. T. 7, p. 465.)"

"Cuando leéis, os habla Dios, cuando oráis, estáis hablando con Dios. (S. Agust., Psalm. 78, sent. 133, Tric. T. 7, p. 467.)"

"Nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios. Algunas veces nos conviene que no suceda lo que deseamos. Dios es justo, y su bondad infinita. Por un efecto de su misericordia, nos niega lo que sin duda nos había de perjudicar. (S. León, Papa, Serm. 54, sent. 44, Tric. T. 8, p. 393.)"

"Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo le beba, hágase vuestra voluntad. Estas palabras de nuestra cabeza son la salud de todo el cuerpo, y la instrucción de todos los fieles. Estas son las que encendieron el celo de todos los confesores, y las que coronaron a los mártires. ¡Quién hubiera podido sufrir las persecuciones del mundo, el ímpetu de las tentaciones y el furor de los perseguidores, si Jesucristo no nos hubiera enseñado a decir a su Eterno Padre: Hágase vuestra voluntad! Aprendan esta lección los que fueron rescatados con tan subido precio, para cuando se vean en alguna violenta tentación, y recurran a la oración eficaz para vencer los temores y sufrir con paciencia, los trabajos. (S. León Papa, Serm. 56, sent. 45, Tric. T.

8, p. 393.)"

"Lo que debemos pedir a Dios, en todo tiempo, así para nosotros, como para los demás, es que se digne concedemos lo que sabe que conviene a nuestras almas. Sobre todas las oraciones hemos de dirigir al Señor la del Padre nuestro, pues no debemos dudar que oirá una oración que El mismo instituyó. (S. Cesáreo de Arles, Serm. 82, sent. 17, Tric. T. 9, p. 47.)"

"No es suficiente complacerse con la suavidad del canto, es necesario entrar en los afectos que inspiran los salmos que se rezan, y forman interiormente los actos de las virtudes que allí se expresan. (S. Cesáreo de Arles, Serm. Aug., sent. 20, Tric. T. 9, p. 47.)"

"Orar verdaderamente, es que resuenen con la compunción los gemidos del amor y no las palabras estudiadas. (S. Greg. el Grande, lib. 30, Mor., c. 21, sent. 5, adic., Tric. T. O, p. 379.)"

"Orad con incesante lágrimas: orad continuamente y en todo tiempo: aplicaos a menudo a la oración; rogad a Dios de día y de noche; sea la oración frecuente, y orad siempre con continuación; gemid como la paloma; levantáis de noche a orar, y pasadla algunas veces toda en este santo ejercicio; multiplicad las vigilas para hablar con Dios: no interrumpa el sueño por mucho tiempo esta sagrada conversación, y en tomando un breve reposo, volved a orar. (S. Anselmo, Exhort. ad contemptum temporalium, sent. 7, Tric. T. 9, p. 340.)"

"Rogad a Dios de día y de noche, sin dejar correr vuestra vida por diferentes objetos, y sin conceder cosa alguna a la curiosidad de los ojos. Quitad la ocasión: cortad todo cuanto pueda ser materia de pecado o puerta de la tentación. Disponedlo todo sin perturbación y con paz. A ninguno juzguéis con más severidad que a vosotros mismos. (S. Anselmo, ibid., sent. 31, Tric. T. 9, p. 346.)"

"¿En qué podéis pensar que sea más útil que la salvación, que en tan digna ocupación de vuestro entendimiento, (hablo de la oración) que en los inmensos beneficios de vuestro Criador? Meditad, pues, con el más suave sentimiento, y con la dilatación de un corazón humilde y penetrado de Dios: considerar la nobleza y excelencia que el Señor os dio desde el instante de la creación, y pensad bien con qué amor y con qué profundo respeto le debéis adorar. (S. Anselmo, 1.a Meditat., sent. 36, Tric. T. 9, p. 348.)" "La acción, acredita las palabras; pero la oración, atrae la gracia que hace eficaces las obras y las palabras. (S. Bem., Epist., 221, n. 3. sent. 116, Tric. T. 10, p. 329.)"

"Después de cenar no hemos de ir a la cama, sino a la oración, ss no queremos vivir una vida más animal que las de las mismas bestias. (S. Juan Crisóst., de Lázaro, Conc. 1, n. 8, sent, 190, Tric. T. 6, p. 332.)"