Lujo
"Si traes costosos y exquisitos vestidos, y te
presentas en público, de suerte que te lleves los ojos de la juventud, o
arrastres sus afectos, dando ocasión a concupiscencia, aun cuando tú no te
pierdas, no podrás evitar la ruina de tus prójimos, siéndoles más perniciosa
que el hierro y el veneno: ¿y tendrás entonces excusa que te disculpe, o podrás
pensar que eres casta de espíritu? (S. Cipriano, lib. del traje de las Vírgenes,
sent. 9, Tric. T. 1, p. 297.)"
La profanidad de los trajes, los afeites del rostro,
y todo lo que contribuye a relevar la hermosura, solamente corresponde a las
mujeres deshonestas y prostitutas: pues ninguna cuidan más de adornar su
cuerpo, que las menos cuidadosas de su honor. La Escritura pintándonos una
ciudad entregada a la fornicación, nos la representa en la figura de una
cortesana gallardamente vestida, y dice: que sus mismos adornos la producirán
su ruina: procuren, pues, las doncellas castas evitar la compostura de las
mujeres licenciosas. (S. Cipriano, ibid., sent.
11, Tric. T. l.p.298.)"
"El temor de Dios que la fe me inspira y la
caridad paterna que me anima, me obligan a exhortar no sólo a las doncellas y
viudas, sino también a las casadas, a no pintarse el rostro o cabellos, porque
dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. ¿Habrá quien se
atreva a enmendar y alterar la obra de Dios? querer reformar lo que el mismo
Dios ha formado, es levantar la mano contra Dios: todo cuanto nace, es obra del
mismo Dios: y cuanto en esto se muda, es hechura del demonio. (S. Cipriano, ibid., sent. 12, Tric. T. 1, p.
208.)"
"Yo os concedo que esos disfraces no os hagan
mujer impúdica en el sentir de los hombres, mas, ¿no sois peor que una adúltera
cuando procuráis corromper de ese modo la hechura de Dios? La pintura de que usáis
tira a destruir la obra del Señor, y a alterar la verdad y sencillez de la
naturaleza. Imitáis los ojos encendidos de laserpiente, pero como copiáis del
diablo, que es vuestro enemigo, los artificios que empleáis en adornamos, algún
día arderéis con él en el abismo. Vean ahora las mujeres casada si las podrá
servir de excusa el lisonjearse de que se adornan sin otro fin que el de agradar
a sus maridos. Examinen bien si es cierto que enredan a sus esposos en la
complicidad de su delito por el consentimiento que las dan. (S. Cipriano, ibid., sent. 13, Tric. T. 1, p.
298.)"
"Vuestros vestidos deben ser sencillos y
sin invenciones: no lo debéis traer tanto por ornamento, sino por necesidad,
porque es preciso guardarse de que con pretexto de necesidad de cubrir la
desnudez vergonzosa, no caigáis en otro exceso indecoroso a un cristiano, cual
es el de cubrirse con vestidos demasiado ricos y magníficos. (S. Cirilo de
Jerusalén, Cath. 4, sent. 6, Tric. T. 2, p.
337.)"
Las mujeres no deben de modo alguno pretender
dar realce a su hermosura con el adorno, sino ocuparse en buenas obras,
persuadidas a que estas son todo el adorno de las mujeres cristianas. (S. Basilio, Reg. 73, c. 5, sent. 50, Tric. T. 3, p.
198.)"
"Sea la gracia y no los cabellos el
adorno de las mujeres, la perla de la castidad, y no las piedras preciosas:
despidan de sí la fragancia de las buenas obras y no la de los costosos
perfumes. Tengan presente que son hijas de aquella hija del Rey que tiene en su
interior toda su gloria. (S.
Paulino, Ep. 4, ad Sever., sent. 5, adic., Tric. T. 5, p. 361.)"
"Siempre es malo adornarse con el oro,
pero todavía es mucho peor venir con esta magnificencia al templo. (S. Juan Crisóst., Homl. 90, c. 28, sent. 77, Tric. T.
6, p. 313.)"
"El gran cuidado del adorno exterior del
cuerpo, es señal de la fealdad interior del alma; el andar buscando las
delicias de los sentidos, da a entender el hambre y esterilidad del corazón; y
la afectación en los vestidos que cubren la carne, es un testimonio de la
desnudez del alma. A la verdad, es imposible que el que tiene mucho cuidado de
su alma y trabaja por hermosearla, tenga gran pasión por adornar su cuerpo;
pues la aplicación a los exteriores adornos, es incompatible con el cuidado de
adornar el interior. (S. Juan
Crisóstomo, Homl. 37, in Genes., sent. 105, Tric. T. 6, p. 318
y 319.)"
"Cuando las Escrituras santas prohiben a
las mujeres adornarse, mucho más dan a entender, que es menos conveniente a un
hombre el adorno, y que el vestido de éste, sólo debe servir a la necesidad;
por lo cual, el Apóstol, no dice con qué vestimos, sino con que cubrimos, para
dar a entender, que no ha de ser para adornamos. (S. Juan Crisóst., sent. 253, Tric. T. 6, p.
352.)"
"Es una señal de estupidez, pequenez de espíritu
y blandura del alma, hacer caso de la hermosura de la riqueza y de la compostura
de los vestidos; porque como el alma es para otras cosas más grandes, si llega
una vez a saber, en qué consiste su verdadero adorno, mirará con desprecio
todo ese vano resplandor que sólo brilla en los vestidos. (S. Juan Crisót., ibid., sent. 254, Tric. ibid., ibid.)"
"¿Quieres, mujer cristiana, pasar por hermosa y
bien adornada? sean pues, suficientes para ti los adornos que Dios puso en ti
cuando te crió. ¿Por qué va a buscar fuera el oro y la pedrería? ¿Para qué
empleas disfraces, como para reformar y corregir la obra de Dios. ¿Quieres que
te estimen por hermosa? revístete, pues, de la limosna de la virginidad, de la
modestia y la templanza, y despójate de todo fausto y vanidad. Estos son unos
adornos mucho más preciosos que el oro y los diamantes. (S. Juan Crisóst., Homl. 10, c. 4, Ep. ad Colem.,
sent. 359, Tric. T. 6, p. 378.)"
"¿No es una cosa ridicula ver entrar en la
iglesia algunas mujeres tan adornadas y compuestas? ¿No es burlarse de Dios
venir cubiertas de oro y pedrería a un lugar en donde vienen a aprender que no
deben las cristianas adornarse con el oro y piedras preciosas, ni llevar
suntuosos vestidos? ¿Para qué venir así a la iglesia? ¿Venís a insultar a
los Santos Apóstoles? ¿Venís a decir a San Pablo, que aunque repitiera mil
veces la misma doctrina, no le habíais de seguir ni mudar de conducta? (S. Juan Crisóst.,'Homl. 28, ad Hebr., sent. 390, Tric.
T. 6, p. 385.)"
"Los vestidos preciosos y delicados indican la
debilidad del ánimo. (S. Bern.,
Apol., ad Guil., c. 9, sent. 139.)"
"El regalo de la garganta que en tanto se estima
hoy, apenas se extiende al espacio de los dedos. (S. Bem., de Convers., ad Cler., n. 13.)"