Cruz
"Haced la señal de la cruz al comer, al beber,
cuando os sentáis y cuando os acostáis, y para decirlo en una palabra, en
todos tiempos y en todas ocasiones. (S. Cirilo de Jerusalén, Cath.
4, sent. 3, Tric. T. 2, p. 336.)"
"Armaos
en todas vuestras acciones con la señal de la cruz como con un escudo; porque,
pues nadie se atrevería a ofender al que lleva el sello de un Rey de la tierra,
¿qué podemos tener de parte ninguna los que llevamos la insignia sagrada del
Soberano Emperador del cielo? (S. Efren., de Paroch., sent. 23, Tric.
T. 3, p.
80 y 81.)"
Por
la cruz se cumplen todos los misterios que contribuyen a nuestra salvación: si
estamos reengendrados con las aguas sagradas del Bautismo, usaron de la señal
de la cruz; si comulgamos el sagrado cuerpo de Jesucristo, y nos imponen las
manos para consagrarnos al ministerio del Señor, también tiene la cruz su
parte; por último, en cuanto se hace, en todo se usa de esta señal de nuestra
victoria. La tenemos en nuestras casas, la pintamos en nuestras paredes, la
grabamos en nuestras puertas, la señalamos en la frente, y la imprimimos más
profundamente en nuestro corazón. Porque la cruz es una señal que nos trae a
la memoria la obra de nuestra salud, la restitución de nuestra antigua
libertad, y la infinita misericordia de nuestro Salvador. (S. Juan Crisóst., Homl. 55, in c. 16, Math., sent.
63, Tric. T. 6, p. 311.)"
"No
nos avergoncemos de usar de las señales de nuestra salvación, las que debemos
considerar como gloriosas y sublimes; todo cuanto se hace en la Religión
Cristiana, pertenece a nuestra salvación, y se obra con la señal de la cruz.
Cuando renacemos de nuevo, cuando tomamos el alimento místico, cuando se
ordenan los Clérigos, y en lodo acto de religión que ejecutamos, nos servimos
de la señal de la cruz, y tenemos mucho cuidado de hacerlos pintar y grabar no
sólo en la portada y paredes de nuestra casa, sino en lo interior, llevándola
también sobre la frente y mucho más profundo en el corazón, por ser la señal
evidente y nada equívoca de nuestra salud, de nuestra común libertad y de la
bondad de nuestro Dios. (S. Juan Crisóst., de adorat. pret. Cr. sent. 152, Tric. T. 6, p.
328.)"
"Cuando
hacéis la señal de la cruz, representaos toda la virtud que en la cruz se
contiene, y este será un medio oportuno para sosegar la ira y reprimir en
vuestras almas lodos los movimientos rebeldes a la razón. Cuando hagáis, pues,
la señal de la cruz en la frente, en el pecho, en los ojos y en todo el resto
de vuestro cuerpo, ofreceos a Dios al mismo tiempo en espíritu. (S. Juan
Crisóst., ibid., sent. 153, Tric. ibid., p. 329.)"
"En
todas las cosas de nuestra religión nos valemos de la señal de la cruz. Por
esto la cruz se llama signo, porque usamos de ella con el fin de que no se
acerque mal alguno que nos infeste. (S. Juan Crisóst., de adorat, pretiosae
crucis, sent. 257, Tric. T. o, p. 353.)"
"No
se avergonzó Jesucristo de entregarse al infame suplicio de la cruz por vuestro
amor, y vosotros os avergonzáis de hacer la noble procesión de honrar y de
agradecer un beneficio tan incomprensible. (S. Juan Crisóst., Tric. T. 6, p.
304.)"
"La
cruz nos trae admirable utilidad: ella nos sirve de armas saludables y es un
escudo impenetrable contra los tiros del demonio. Armémonos con la cruz en la
guerra que nos hace, no llevándola solamente como estandarte, sino sufriendo
los trabajos que son el verdadero aparato de la cruz. (S. Juan Crisóst., Homil.
13, Ep. ad Philip., sent. 355, Tric. T. 6, p.
377.)"
"Los
fieles tienen la costumbre de armarse con la señal de la santa cruz, y nosotros
nos hemos servido siempre de ella para destruir los enredos y celadas del
demonio y resistir a sus ataques, porque consideramos la cruz como un muro
impenetrable; en ella ponemos toda nuestra gloria, y creemos que nos procura la
salud: por esto el grande Doctor, San Pablo, escribe: que sentiría gloriarse en
otra cosa que no fuese la cruz de Jesucristo. (S. Cirilo Alejandrino, in Isal.
p. 294, Tom. 4, sent.
6, Tric. T. 8, p. 98.)"
"La cruz de Jesucristo es una especie de altar
en donde fue sacrificado en la humana naturaleza, como una hostia saludable.
Sobre aquel altar borró la sangre del cordero sin mancha la culpa de la antigua
prevaricación y quedó destruido el imperio tiránico del demonio; la humanidad
triunfó de la soberbia; fue tan eficaz la virtud de la fe, que de los ladrones
que fueron crucificados cuando el Señor, quedó justificado a un instante el
que creyó en él, y se halló digno de entrar en el Paraíso. (S. León, Papa,
Serm.
53, de Pas. Dom., sent. 43, Tric. T. 8, p. 392 y
393.)"
"¡Oh maravilloso poder de la cruz! ¡Oh gloria
inefable de la pasión! La cruz es como el tribunal de Dios, desde donde está
juzgando al mundo y ostentando su poder. (S. León, Papa, Serm. 57, sent. 46, Tric. T. 8, p.
393.)"
"Por
débil que el hombre sea, siempre puede vencer con el auxilio de la cruz:
ninguno hay que no pueda sentir la eficacia de la oración del Salvador: si esta
fue útil para los que le perseguían, ¿qué frutos no sacarán los que siguen
su partido? (S. León, Papa, Serm. 62, sent. 50, Tric. T. 8, p.
394.)"
"La
cruz de Jesucristo, instrumento de la redención del género humano, es
justamente sacramento y modelo; es sacramento que nos comunica la gracia, y es
ejemplo que nos excita a la devoción: porque, libres ya de la cautividad,
tenemos la ventaja de poder imitar a nuestro Redentor. Porque si la sabiduría
humana tanto se lisonjea en sus errores, que sigue las costumbres, opiniones y
modales del que ha escogido por cabeza, ¿qué razón para que nosotros,
cumpliendo con el carácter de cristianos, no sigamos inseparablemente a
Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida? Hs el camino de la santa
conversación, es la verdad de la doctrina divina, y es la vida de la eterna
bienaventuranza. (S.
León, Papa, Serm. 72, e. I. sent. 59, Tric. T. 8, p. 396.)"
"Debemos
adorar la cruz, porque Jesucristo siempre se hallará en donde esté su
representación; pero tengamos cuidado de no adorar jamás el metal o madero de
que está hecha la figura de la cruz. (S. Juan Damas., de fide ortodox., c. 1 1,
sent. 4, Tric.
T. 9, p. 292.)"
"La
ignominia de la cruz es agradable para el que no es ingrato al Crucificado. (S.
Bern., Serm. 25, in Cant., n. 8, sent. 85, Tric. T. 10, p. 327.)"