AÑO IMPAR

1. TIEMPO DE ADVIENTO


DOMINGO I DE ADVIENTO

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 6, 1-13

La vocación del profeta Isaías

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. Y se gritaban uno a otro, diciendo:

«¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!».

Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije:

«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos».

Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:

«Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».

Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?».

Contesté:

«Aquí estoy, mándame».

El replicó:

«Vete y di a ese pueblo: "Oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender". Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta y sane».

Pregunté:

«¿Hasta cuándo, Señor?».

Y me contestó:

«Hasta que queden las ciudades sin habitantes, las casas sin vecinos, los campos desolados. Porque el Señor alejará a los hombres, y crecerá el abandono en el país. Y, si queda en él uno de cada diez, de nuevo serán destrozados; como una encina o un roble que, al talarlos, dejan sólo un tocón. Este tocón será semilla santa».

 

RESPONSORIO                    Cf. Ex 3, 7; 4, 13; Sal 79, 2
 
R./ Perdóname, Señor: mira la opresión de tu pueblo y envía a quien quieras; * ven a salvarnos, como lo has prometido.
V./ Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tu que estás sentado sobre querubines.
R./ Ven a salvarnos, como lo has prometido.

 

SEGUNDA LECTURA

San Elredo de Rievaulx, Sermón 1 sobre la venida del Señor (PL 195, 209-210)

Este tiempo nos recuerda las dos venidas del Señor

Debéis saber, carísimos hermanos, que este santo tiempo que llamamos Adviento del Señor, nos recuerda dos cosas: por eso nuestro gozo debe referirse a estos dos acontecimientos, porque doble es también la utilidad que deben reportarnos.

Este tiempo nos recuerda las dos venidas del Señor, a saber: aquella dulcísima venida por la que el más bello de los hombres y el deseado de todas las naciones, es decir, el Hijo de Dios, manifestó a este mundo su presencia visible en la carne, presencia largamente esperada y ardientemente deseada por todos los padres: es la venida por la que vino a salvar a los pecadores. La segunda venida –que hemos de esperar aún con inquebrantable esperanza y recordar frecuentemente con lágrimas— es aquella en la que nuestro Señor, que primero vino oculto en la carne, vendrá manifiesto en su gloria, como de él cantamos en el Salmo: Vendrá Dios abiertamente, esto es, el día del juicio, cuando aparecerá para juzgar.

De su primera venida se percataron sólo unos pocos justos; en la segunda se manifestará abiertamente a justos y réprobos, como claramente lo insinúa el Profeta cuando dice: Y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. Propiamente hablando, el día que dentro de poco celebraremos en memoria de su nacimiento nos lo presenta nacido, es decir, que nos recuerda más bien el día y la hora en que vino a este mundo; en cambio este tiempo que celebramos como preparación para la Navidad, nos recuerda al Deseado, esto es, el gran deseo de los santos padres que vivieron antes de su venida.

Con muy buen acuerdo ha dispuesto en consecuencia la Iglesia que en este tiempo se lean las palabras y se traigan a colación los deseos de quienes precedieron la primera venida del Señor. Y este su deseo no lo celebramos solamente un día, sino durante un tiempo más bien largo, pues es un hecho de experiencia que si sufre alguna dilación la consecución de lo que ardientemente deseamos, una vez conseguido nos resulta doblemente agradable.

A nosotros nos corresponde, carísimos hermanos, seguir los ejemplos de los santos padres y recordar sus deseos, para así inflamar nuestras almas en el amor y el deseo de Cristo. Pues debéis saber, hermanos, que la celebración de este tiempo fue establecida para hacernos reflexionar sobre el ferviente deseo de nuestros santos padres en relación con la primera venida de nuestro Señor, y para que aprendamos, a ejemplo suyo, a desear ardientemente su segunda venida.

Debemos considerar los innumerables beneficios que nuestro Señor nos hizo con su primera venida, y que está dispuesto a concedérnoslos aún mayores con su segunda venida. Dicha consideración ha de movernos a amar mucho su primera venida y a desear mucho la segunda. Y si no tenemos la conciencia tan tranquila como para atrevernos a desear su venida, debemos al menos temerla, y que este temor nos mueva a corregirnos de nuestros vicios: de modo que si aquí no podemos evitar el temor, al menos que, cuando venga, no tengamos miedo y nos encuentre tranquilos.

 

RESPONSORIO                Cf. Jer 3, 10
 
R./ Escuchad la palabra del Señor, naciones, y anunciadla en las islas más lejanas, * y decid: Vendrá nuestro Salvador.
V./ Anunciadlo y que se oiga en todas partes; proclamad la nueva, pregonadla a voz en grito.
R./ Y decid: Vendrá nuestro Salvador.
 
 

ORACIÓN
 
Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 7, 1-17
Ante el temor de la guerra, el signo del Emmanuel

Reinaba en Judá Acaz, hijo de Yotán, hijo de Ozías. Rasín, rey de Damasco, y Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacarla; pero no lograron conquistarla. Llegó la noticia al heredero de David:

«Los sirios acampan en Efraín».

Y se agitó su corazón y el del pueblo, como se agitan los árboles del bosque con el viento. Entonces el Señor dijo a Isaías:

«Sal al encuentro de Acaz, con tu hijo Sear Yasub, hacia el extremo del canal de la Alberca de Arriba, junto a la Calzada del Batanero, y le dirás: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos dos cabos de tizones humeantes, la ira ardiente de Rasín y los sirios y del hijo de Romelía. Aunque tramen tu ruina diciendo: `Subamos contra Judá, sitiémosla, apoderémonos de ella, y nombraremos en ella rey al hijo de Tabeel'. Así dice el Señor: No se cumplirá ni sucederá: Damasco es capital de Siria, y Rasín, capitán de Damasco; Samaria es capital de Efraín, y el hijo de Romelía, capitán de Samaria. Dentro de cinco o seis años, Efraín, destruido, dejará de ser pueblo. Si no creéis, no subsistiréis"».

El Señor volvió a hablar a Acaz:

«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».

Respondió Acaz:

«No la pido, no quiero tentar al Señor».

Entonces dijo Dios:

«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.

Comerá requesón con miel, hasta que aprenda a rechazar el mal y a escoger el bien. Antes que aprenda el niño a rechazar el mal y a escoger el bien, quedará abandonada la tierra de los dos reyes que te hacen temer. El Señor hará venir sobre ti, sobre tu pueblo, sobre tu dinastía, días como no se conocieron desde que Efraín se separó de Judá».

 

RESPONSORIO                 Lc 1, 31.32
 
R./ Concebirás y darás a luz un hijo, * y lo llamarás Jesús.
V./ El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.
R./ Y lo llamarás Jesús.
 


SEGUNDA LECTURA

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre el salmo 14, (4-5: CSEL 22, 86-88)

El cimiento de nuestro edificio es Cristo

El primero y más importante escalón que ha de ascender el que tiende a las cosas celestiales es habitar en esta tienda y allí –apartado de las preocupaciones seculares y abandonando los negocios de este mundo– vivir toda la vida, noche y día, a imitación de muchos santos, que jamás se apartaron de la tienda.

Bajo el nombre de «monte» —sobre todo tratándose de cosas celestiales–, hemos de imaginar lo más grande y sublime. ¿Y hay algo más sublime que Cristo? ¿y más excelso que nuestro Dios? «Su monte» es el cuerpo que asumió de nuestra naturaleza y en el que ahora habita, sublime y excelso sobre todo principado y potestad y por encima de todo nombre. Sobre este monte está edificada la ciudad que no puede permanecer oculta, pues como dice el Apóstol: Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. Por consiguiente, como los que son de Cristo han sido elegidos en el cuerpo de Cristo antes de que existiera el mundo, y la Iglesia es el cuerpo de Cristo, y Cristo es el cimiento de nuestro edificio así como la ciudad edificada sobre el monte, luego Cristo es aquel monte en el que se pregunta quién podrá habitar.

En otro salmo leemos de este mismo monte: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? Y lo corrobora Isaías con estas palabras: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob». Y de nuevo Pablo: Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo. Ahora bien: si toda nuestra esperanza de descanso radica en el cuerpo de Cristo y si, por otra parte, hemos de descansar en el monte, no podemos entender por monte más que el cuerpo que asumió de nosotros, antes del cual era Dios, en el cual era Dios y mediante el cual transformó nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con tal que clavemos en su cruz los vicios de nuestro cuerpo, para resucitar según el modelo del suyo.

A él, en efecto, se asciende después de haber pertenecido a la Iglesia, en él se descansa desde la sublimidad del Señor, en él seremos asociados a los coros angélicos cuando también nosotros seamos ciudad de Dios. Se descansa, porque ha cesado el dolor producido por la enfermedad, ha cesado el miedo procedente de la necesidad, y gozando todos de plena estabilidad, fruto de la eternidad, descansarán en los bienes fuera de los cuales nada puedan desear.

Por eso a la pregunta: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?, responde el Espíritu Santo por el profeta: El que procede honradamente y practica la justicia. En la respuesta, pues, se nos dice que el que procede honradamente y vive al margen de cualquier mancha de pecado es aquel que, después del baño bautismal, no se ha vuelto a manchar con ningún tipo de inmundicia, sino que permanece inmaculado y resplandeciente. Ya es una gran cosa abstenerse de pecado, pero todavía no es éste el descanso que sigue al camino recorrido: en la pureza de vida se inicia el camino, pero no se consuma. De hecho el texto continúa: Y practica la justicia. No basta con proyectar el bien: hay que ejecutarlo; y la buena voluntad no basta con iniciarla: hay que consumarla.

 

RESPONSORIO                  Cf. Heb 7, 4.2.3
 
R./ Considerad ahora cuán grande es éste, que viene a salvar a los pueblos: * Él es el rey de justicia, sin comienzo de días, ni fin de vida.
V./ Ha entrado por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec.
R./ Él es el rey de justicia, sin comienzo de días, ni fin de vida.
 
 
ORACIÓN
 
Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías

El hijo del profeta es propuesto como señal

El Señor me dijo:

—Coge una tabla grande, y escribe con caracteres ordinarios: «Pronto-al-saqueo, Presto-al-botín».

Entonces yo tomé dos testigos fieles: Urías, sacerdote, y Zacarías, hijo de Baraquías.

Me llegué a la profetisa; ella concibió y dio a luz un hijo. El Señor me dijo:

—Ponle por nombre Pronto-al-saqueo, Presto-al-botín. Porque antes que el niño aprenda a decir «papá, mamá», las riquezas de Damasco y el despojo de Samaria serán llevadas a presencia del rey de Asiria.

El Señor volvió a dirigirme la palabra:

Ya que ese pueblo ha despreciado el agua de Siloé, que corre mansa, por la arrogancia de Rasín y del hijo de Romelía, sabed que el Señor hará subir contra ellos las aguas del Éufrates, torrenciales e impetuosas: (el rey de Asiria, con todo su ejército); remontan las orillas, desbordan las riberas, invaden Judá, rebosan, crecen y alcanzan hasta el cuello. Y se extenderán sus bordes hasta cubrir la anchura de la tierra, ¡oh Dios-con-nosotros!

Sabedlo, pueblos, y seréis derrotados; escuchadlo, países lejanos: armaos, que seréis derrotados; armaos, que seréis derrotados. Haced planes, que fracasarán; pronunciad amenazas, que no se cumplirán, porque tenemos a Dios-con-nosotros.

Así me dijo el Señor, mientras su mano me agarraba y me apartaba del camino de este pueblo:

No llaméis aliados a los que ese pueblo llama aliados, no temáis ni os asuste lo que él teme. Al Señor de los ejércitos llamaréis Santo, él será vuestro temor, él será vuestro terror. El será piedra de tropiezo y roca de precipicio para las dos casas de Israel, será lazo y trampa para los habitantes de Jerusalén: tropezarán en ella muchos, caerán, se destrozarán, se enredarán y quedarán cogidos.

Guardo el testimonio, sello la instrucción para mis discípulos. Y aguardaré al Señor, que oculta su rostro a la casa de Jacob, y esperaré en él. Y yo con mis hijos, los que me dio el Señor, seremos signos y presagios para Israel, como testimonio e instrucción de parte del Señor de los ejércitos, que habita en el monte Sión.

 

RESPONSORIO                   Cf. Jer 31, 10
 
R./ Escuchad la palabra del Señor, naciones, y anunciadla en las islas más lejanas, * y decid: Vendrá nuestro Salvador.
V./ Anunciadlo y que se oiga en todas partes; proclamad la nueva, pregonadla a voz en grito.
R./ Y decid: Vendrá nuestro Salvador.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 1, or. 2: PG 70, 67-71)

Visión escatológica de la Iglesia

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles. Esta profecía ha tenido cumplimiento en beneficio de los mortales en esta etapa final, esto es, en las postrimerías de este mundo, en que se manifestó el Verbo unigénito de Dios hecho carne, nacido de mujer; cuando él se representó y presentó a sí mismo la mística Judea o Jerusalén, es decir, la Iglesia, como una virgen casta, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada, como está escrito.

Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos pos sus sendas». No creo que sea necesario acudir a largas explicaciones para demostrar que todos los pueblos fueron constreñidos e integrados en la Iglesia por la fe: pues los mismos acontecimientos están ahí, patentes y verídicos, para atestiguarlo. La multitud de las naciones no recibió el llamamiento a través de la pedagogía de la ley ni por medio de los santos profetas; fue más bien congregada por una gracia divina y misteriosa, que iluminaba las inteligencias y les infundía, por medio de Cristo, el deseo de la salvación.

Primero suben, después cuidan de que se les anuncie la palabra de Dios y prometen marchar por los caminos del Señor, es decir, por las sendas del evangelio, al cual se entra por la purificación que viene de la fe. Pues los que desean ser instruidos en los caminos del Señor, se sobrentiende que han de comenzar abjurando de su inveterado error de profanidad. De lo contrario no tendría sentido la apetencia de cosas mejores, si no ha precedido la abdicación del pasado. ¿Y cuál es su mistagogo? ¿Quién los condujo al conocimiento de la verdad y los llevó a la persuasión de que, calificando de ridículas las anteriores creencias, se lanzaran a abrazar la fe nueva? ¿Es que no fue Dios? El fue quien iluminó sus inteligencias y corazones y los movió a decir y a sentir al unísono: De Sión saldrá la ley; de Jerusalén, la palabra del Señor.

Así, pues, el profeta predijo el tiempo de la vocación y conversión de los gentiles, al decir: Cuando Dios, Rey y Señor del universo, juzgue a las gentes, esto es, cuando ejerza su derecho de juzgar y de hacer justicia sobre todos los pueblos. Prevaleció la injusticia entre los pueblos que mutuamente se destruían y se entregaban a todo género de crueldad y disolución. Pero una vez suprimido este estado de cosas, Dios instauró el reinado de la justicia y la rectitud.

Cuando sobre las naciones reinó Cristo, que es la paz, desaparecieron de en medio las disensiones, las contiendas, las refriegas y toda clase de apetencias; desaparecieron asimismo las consecuencias negativas de la guerra, y el miedo a que las guerras dan origen. Todo esto lo consiguió la voluntad de aquel que nos dijo: La paz os dejo, mi paz os doy.

 

RESPONSORIO                    Cf. Sal 71, 3; Is 56,1
 
R./ Juro, dice el Señor, que no me irritaré más contra la tierra: * Traigan los montes paz al pueblo, y justicia los collados, y una alianza de paz será estable en Jerusalén.
V./ Muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia.
R./ Traigan los montes paz al pueblo, y justicia los collados, y una alianza de paz será estable en Jerusalén.
 
 

ORACIÓN
 
Señor y Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en nuestro desvalimiento; que la presencia de tu Hijo, ya cercano, nos renueve y nos libre de volver a caer en la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 8, 23b-9, 6
El príncipe de la paz

En otro tiempo humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí; ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles.

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro los quebrantaste como el día de Madián. Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada en sangre serán combustible, pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor lo realizará.

 

RESPONSORIO                     Lc 1, 32.33; Is 9,5
 
R./ El Señor Dios le dará el trono de David su padre; * y reinará para siempre sobre la casa de Jacob.
V./ Será llamado: Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de La Paz.
R./ Y reinará para siempre sobre la casa de Jacob.
 


SEGUNDA LECTURA

Pedro de Blois, Sermón 3 sobre la venida del Señor (PL 207, 569-572)

Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario,
para pagar a cada uno su propio trabajo

Siguiendo el consejo del Apóstol, llevemos ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios. Hay una religión del hombre para con el Señor, una honradez para con el prójimo y una sobriedad para consigo mismo. La venida del Señor puede sernos perniciosa, si no la esperamos religiosa, sobria y honradamente. Tres son las venidas del Señor: la primera en la carne, la segunda en el alma, la tercera en el juicio. La primera tuvo lugar a medianoche, la segunda por la mañana, la tercera al mediodía. Respecto a la primera venida citemos las palabras de verdad del evangelio: A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo!». Pienso que era medianoche cuando, en medio de un profundo silencio, la noche llegó a la mitad de su carrera. Era noche para los judíos, cuyos ojos había oscurecido la malicia para que no pudieran ver. Y lo mismo el pueblo de los paganos, que caminaba en tinieblas. Llega el esposo y se oye una voz.

Rompióse el silencio en la noche. Llegó el que ilumina lo escondido en las tinieblas; ahuyentó la noche e hizo el día. ¿Y por qué a medianoche se oyó una voz, sino porque cuando un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche en su carrera, la Palabra todopoderosa decidió descender desde el trono real de los cielos, conociendo los profetas la venida de Cristo, prorrumpieron en gritos de triunfo y alegría, rompiendo de la noche el profundo silencio? Grande era ciertamente el griterío, al que singular y colectivamente se sumó el coro de los profetas.

Si queremos que la venida de Cristo nos sea causa de redención, preparémonos para su llegada, como nos amonesta el profeta en la persona de Israel: Prepárate, Israel, y sal al encuentro del Señor que se acerca. También vosotros, hermanos, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

La primera venida pertenece ya al pasado. Cristo apareció en el mundo y vivió entre los hombres. Cristo vino para dar personalmente cumplimiento a la ley por nosotros; y como, según el Apóstol, un testamento sólo adquiere validez a la muerte del testador, Cristo convalidó el testamento de nuestra redención en la cruz de palabra, por el Espíritu y con las obras.

Nos encontramos en el tiempo de la segunda venida, a condición sin embargo de que seamos tales que Cristo se digne venir a nosotros. Pero podemos estar seguros de que, si le amamos, él vendrá a nosotros y hará morada en nosotros. Esta venida a nosotros es incierta.

Por lo que se refiere a la tercera venida, hay una cosa ciertísima: que vendrá; y una cosa inciertísima: cuándo vendrá. ¿Hay algo más cierto que la muerte? Y sin embargo nada más incierto que la hora de la muerte. En esta vida sólo podemos estar seguros de una cosa: de que no estamos seguros. Tan pronto estamos sanos como caemos enfermos; tan pronto nos sonríen todos los éxitos como se dan cita todas las desgracias; hoy existimos, mañana dejamos de existir: la muerte no perdona ni edad ni sexo.

¡Dichoso el que puede decir confiado: Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme! Este tal percibe el fruto de gracia de la primera venida, y recogerá de la segunda venida el fruto de salvación y de gloria. La primera da acceso a la segunda, y ésta prepara para la tercera. La primera venida fue oculta y humilde, la segunda es secreta y admirable; la tercera será manifiesta y terrible. En la primera vino a nosotros, para entrar en la segunda dentro de nosotros; en la segunda entró dentro de nosotros, para no tener que venir en la tercera contra nosotros. En la primera venida nos otorgó su misericordia, en la segunda nos confiere su gracia, y en la tercera nos dará la gloria, porque el Señor da la gracia y la gloria.

El Señor dará a los santos la recompensa de sus trabajos. De esta venida él mismo dice: Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno su propio trabajo. Que Cristo Jesús, a quien hemos recibido como salvador y esperamos como juez, nos salve, no según las malas obras que hayamos hecho nosotros, sino según su gran misericordia.

 

RESPONSORIO                Cf. Sab 10, 17
 
R./ He aquí que nuestro rey vendrá, con todos sus santos, * a otorgar la recompensa de sus trabajos.
V./ He aquí que el Señor, el rey de los reyes vendrá.
R./ A otorgar la recompensa de sus trabajos.

 
ORACIÓN
 
Señor y Dios nuestro, prepara nuestros corazones con la fuerza de tu Espíritu, para que cuando llegue Jesucristo, tu Hijo, nos encuentre dignos de sentarnos a su mesa y él mismo nos sirva en el festín eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.



JUEVES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 10, 5-21

El día del Señor

¡Ay Asur, vara de mi ira, bastón de mi furor! Contra una nación impía lo envié, lo mandé contra el pueblo de mi cólera, para entrarle a saco y despojarlo, para hollarlo como barro de las calles. Pero él no pensaba así, no eran los planes de su corazón; su propósito era aniquilar, exterminar naciones numerosas.

Decía:

¿No son mis ministros reyes? ¿No fue Calno como Cárquemis? ¿No fue Jamat como Arpad? ¿No fue Samaría como Damasco? (Como mi mano alcanzó aquellos reinos, de ídolos e imágenes mayores que los de Jerusalén y Samaría). Lo que hice con Samaria y sus imágenes, ¿no lo voy a hacer con Jerusalén y sus ídolos? (Cuando termine el Señor toda su tarea en el Monte Sión y en Jerusalén, castigará el corazón orgulloso del rey de Asiria, la arrogancia altanera de sus ojos).

El decía:

Con la fuerza de mi mano lo he hecho, con mi saber, porque soy inteligente. Cambié las fronteras de las naciones, saqueé sus tesoros y derribé como un héroe a sus jefes. Mi mano cogió, como un nido, las riquezas de los pueblos; como quien recoge huevos abandonados, cogí toda su tierra, y no hubo quien batiese las alas, quien abriese el pico para piar.

¿Se envanece el hacha contra quien la blande? ¿Se gloría la sierra contra quien la maneja? Como si el bastón manejase a quien lo levanta, como si la vara alzase a quien no es leño. Por eso, el Señor de los ejércitos meterá enfermedad en su gordura; y debajo del hígado le encenderá una fiebre, como incendio de fuego.

La luz de Israel se convertirá en fuego, su Santo será llama: arderá y consumirá sus zarzas y sus cardos en un solo día. El esplendor de su bosque y de su huerto lo consumirá Dios de médula a corteza, un consumirse de carcoma. Arboles contados quedarán en su bosque, un niño los podrá numerar.

Aquel día, el resto de Israel, los supervivientes de Jacob, no volverán a apoyarse en su agresor, sino que se apoyarán sinceramente en el Señor, el Santo de Israel. Un resto volverá, un resto de Jacob, al Dios guerrero.

 

RESPONSORIO             Jl 2, 1.2; 2 Pe 3,10
 
R./ Tiemblen todos los habitantes del país, porque llega el día del Señor, porque está cerca. * Día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa nube.
V./ El día del Señor llegará como un ladrón, en aquel día los cielos desaparecerán por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella será consumida.
R./ Día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa nube.
 


SEGUNDA LECTURA

San Odilón de Cluny, Sermón 10 sobre el admirable nacimiento de san Juan Bautista, el Precursor (PL 142, 1019-1020)

Mira, yo envío mi mensajero delante de ti

Para repeler y ahuyentar las densísimas y negras tinieblas de la ignorancia y de la muerte, que el autor de las tinieblas había introducido en el mundo, tuvo que venir la luz que ilumina a todo el mundo. Ahora bien: era natural que a esta inefable y eterna luz le precediera un sinnúmero de antorchas temporales y humanas. Me estoy refiriendo a los patriarcas de la antigua alianza. Iluminados y adoctrinados con su virtud, su ejemplaridad y su enseñanza, los pueblos fieles —disipada la calígine de la inveterada ceguera— fueron capaces de conocer si no en su totalidad, sí al menos en parte, aquella gran luz que se avecinaba.

Fueron, pues, antorchas: pero antorchas sin luz propia ni recibida de otra fuente, sino derivada de aquella suprema luz que los iluminaba. Es decir, que fueron amantes de los preceptos celestiales: unos antes de la ley, otros bajo la ley y otros finalmente bajo los jueces, los reyes y los profetas; pregoneros de los misterios del nacimiento del Señor, de su pasión, resurrección y ascensión. Tras ellos, apareció fulgurante Juan, el Precursor del Señor, quien con meridiana claridad, expuso públicamente las predicciones de todos los patriarcas y los vaticinios de los profetas.

Este hombre santo no sólo fue justo, sino que nació de padres justos. Justo en la predicación, justo en toda su conducta, justo en el martirio. El arcángel Gabriel anunció su nacimiento, su justicia, su santidad y toda su intachable conducta; y la narración evangélica trazó ampliamente su retrato. No hay palabras de humana sabiduría capaces de expresar los dones de santidad y de gracia celestial de que el Precursor del Señor fue enriquecido; pero no debemos silenciar lo que de él y a él se le dijo.

¿Pero qué puede añadir a un hombre tan grande la palabra de un pobre hombre? ¿Qué podrá decir en su elogio la pequeñez humana, cuando habla de él nada menos que la suma e inefable Trinidad? Habla de él Dios Padre en un salmo, habla también en el evangelio. En el salmo: Enciendo una lámpara para mi ungido. De él escribe el santo evangelista: Él era la lámpara que ardía y brillaba. En el evangelio se le dice: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar.

Algunos testimonios que el Espíritu Santo enuncia a través de Isaías y Jeremías aludiendo primariamente a la persona del Salvador, pueden ser convenientemente atribuidos, según el magisterio celeste y el sentido católico, a la persona de su Precursor. De él dio testimonio mucho más claramente el Espíritu Santo del que estuvo repleto desde el vientre materno: a la llegada de la Madre del Señor —como nos cuenta el evangelio—, saltó milagrosamente de alegría, no por instinto natural, sino al impulso de la gracia. El mismo Señor Jesús, de quien Juan dio testimonio diciendo: Este es el cordero de Dios, éste es el que quita el pecado del mundo, durante su vida pública afirmó de él: No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; al decir que es el más grande de los nacidos de mujer, insinuó que estaba exento del vicio de ligereza y de amor a los placeres; afirmó que era un profeta y un super-profeta; y aquel a quien él, con el poder de su divinidad, adornó con tal cúmulo de privilegios en virtud y gracia, que superó los méritos de todos los mortales, es llamado por Dios mensajero y fue enviado delante de él a preparar los caminos de la salvación, tal como el Señor nos lo enseñó aduciendo un oráculo del profeta Malaquías.

 

RESPONSORIO            Cf. Jn 5, 35; Mal 3, 1; Mc 1, 4
R./ Éste es el precursor inmediato, lámpara que arde delante del Señor, * es Juan quien preparó al Señor el camino en el desierto y señaló al Cordero de Dios, iluminando las mentes de los hombres.
V./ Apareció Juan en el desierto, predicando un bautismo de conversión.
R./ Es Juan quien preparó al Señor el camino en el desierto y señaló al Cordero de Dios, iluminando las mentes de los hombres.
 

ORACIÓN
 
Despierta tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza; que tu amor y tu perdón apresuren la salvación que nuestros pecados retardan. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 11, 1-16
La raíz de Jesé. Retorno del resto del pueblo de Dios

Así dice el Señor:

«Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.

No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar.

Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

Aquel día, el Señor tenderá otra vez su mano para rescatar el resto de su pueblo: los que queden en Asiria y Egipto, en Patros y en Cus y en Elam, en Senar y en Hamat y en las islas. Izará una enseña para las naciones, para reunir a los dispersos de Israel, y congregará a los desperdigados de Judá, de los cuatro extremos del orbe. Cesará la envidia de Efraín y se acabarán los rencores de Judá: Efraín no envidiará a Judá, ni Judá tendrá rencor contra Efraín. Hombro con hombro marcharán contra Filistea a occidente, y unidos despojarán a los habitantes de oriente: Edom y Moab caerán en sus manos, y los hijos de Amón se les someterán.

El Señor secará el golfo del mar de Egipto, y alzará la mano contra el río; con su soplo potente herirá sus siete canales, que se pasarán en sandalias. Y habrá una calzada para el resto de su pueblo que quede en Asiria, como la tuvo Israel cuando subió de Egipto».

 

RESPONSORIO                Is 5, 26; 56, 8; 55, 13
 
R./ El Señor izará una enseña para un pueblo remoto, * y reunirá a los dispersos de Israel.
V./ Será para gloria del Señor, para señal eterna que no será borrada.
R./ Y reunirá a los dispersos de Israel.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 5: PG 70, 850-851)

Nos llamamos cristianos y en Cristo está puesta
toda nuestra esperanza

El Verbo nacido de la Virgen era y es siempre Rey y Señor del universo. Pero después de la encarnación asumió la condición propia de la naturaleza humana. Así, pues, podemos creer con verdad y sin ningún género de duda que fue hecho a semejanza nuestra. Por lo cual, cuando se afirma que ha recibido el dominio sobre todas las cosas, hay que entenderlo referido a su naturaleza humana, no a la preeminencia divina por la que sabemos que él es ya Señor del universo. Dios le llama Jacob e Israel, en cuanto nacido, según la carne, de la sangre de Jacob, llamado también Israel. Dice en efecto: Jacob es mi siervo, a quien sostengo; Israel, mi elegido, a quien prefiero. Pues el Padre cooperaba con el Hijo y obraba maravillas como si procedieran de su propio poder. Y es realmente el elegido, porque es el más bello de los hombres; el estimado, por ser el amado en quien el Padre Dios descansa. Por lo cual dice: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.

Lo que se dice de él que fue ungido según el modo humano y hecho partícipe del Espíritu Santo, cuando es él el que comunica el Espíritu y el que santifica la criatura, lo aclaró al decir: Sobre él he puesto mi Espíritu. Se nos dice en efecto que, una vez bautizado el Señor, se abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma y se posó sobre él. Ahora bien: si en su condición de hombre recibió el Espíritu Santo en el momento del bautismo, esto pudo ocurrir en muchas otras ocasiones. Porque no fue santificado en cuanto Dios al recibir el Espíritu, ya que es él el que santifica, sino en cuanto hombre en atención a la economía divina.

Así pues, fue ungido para juzgar a las naciones. El juicio a que aluden estas palabras es llamado juicio justo: condenando a Satanás que las tiranizaba, justificó a las naciones. Es lo que él mismo nos enseñó, diciendo: Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

Condenó, pues, a muerte al que se había apoderado de toda la tierra, reservando para su juicio santo a los que se habían dejado engañar por él. Pero —dice— no gritará, no clamará, no voceará por las calles. El Salvador y Señor del universo se comportó en el tiempo de su peregrinación, con mucha discreción y humildad, y como sin estrépito, sino silenciosa y calladamente a fin de no quebrar la caña cascada ni apagar el pábilo vacilante.

Y ¿qué es lo que hará y cómo gobernará a las naciones? Promoverá fielmente el derecho. Aquí «derecho» parece sinónimo de «ley». Pues está escrito de Dios, Señor de Israel y del mundo entero: Tú administras la justicia y el derecho, tú actúas en Jacob. Proclamó en toda su verdad el derecho o la ley medio oculta en las figuras; mostró, con el oráculo evangélico, el estilo de vida acepto a sus ojos, y transformó el culto de la ley basado en la letra, en un culto radicado en la verdad.

El evangelio fue predicado por toda la tierra y sus vaticinios quedaron como esculpidos. Pues está escrito: Tu justicia es justicia eterna, tu voluntad es verdadera. En su nombre —dice— esperarán las naciones. Una vez que le hayan reconocido como verdadero Dios, aunque sea un Dios encarnado, depositarán en él su confianza, como dice el salmista: Tu nombre es su gozo cada día. Nos llamamos cristianos y en Cristo está puesta toda nuestra esperanza.

 

RESPONSORIO                  Cf. Mi 4, 9; Is 40, 27
 
R./ Jerusalén, pronto vendrá tu salvación. ¿Por qué clamas? * ¿Han perecido tus consejeros, que un espasmo te atenaza? No temas, te salvaré y te libraré.
V./ ¿Por qué dices, Jacob, y hablas, Israel: Oculto está mi camino para el Señor, y a mi Dios se le pasa mi derecho?
R./ ¿Han perecido tus consejeros, que un espasmo te atenaza? No temas, te salvaré y te libraré.
 
ORACIÓN
 
Despierta tu poder y ven, Señor; que tu brazo liberador nos salve de los peligros que nos amenazan a causa de nuestros pecados. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 13, 1-22a
El día del Señor

Oráculo contra Babilonia, que recibió el profeta Isaías hijo de Amós:

Sobre un monte pelado izad la enseña, gritadles con fuerza agitando la mano, para que entren por las puertas de los príncipes. Yo he dado órdenes a mis consagrados, he reclutado a los soldados de mi ira, entusiastas de mi honor.

Escuchad: tumulto en los montes, como de gran muchedumbre, escuchad: alboroto de reinos, naciones reunidas. El Señor de los ejércitos revista su ejército para el combate. Van llegando de tierra lejana, del confín del cielo: el Señor con las armas de su ira, para devastar la tierra.

Ululad, que está cerca el día del Señor: como azote del Todopoderoso llegará. Por eso los brazos desfallecerán desmayarán los corazones humanos, espasmos y angustias los agarrarán, se retorcerán como parturienta. Unos a otros se mirarán espantados; rostros febriles, sus rostros. Mirad: llega el día del Señor, implacable, con cólera e incendio de ira, para hacer de la tierra una desolación y exterminar de ella a los pecadores. Los astros del cielo, las constelaciones, no destellan luz; se entenebrece el sol al salir, la luna no irradia su luz.

Tomaré cuentas al orbe de su maldad, a los perversos de su crimen. Terminaré con la soberbia de los insolentes, el orgullo de los tiranos lo humillaré. Haré a los hombres más escasos que el oro; a los mortales, más que el metal de Ofir. Porque sacudiré el cielo y se moverá la tierra de su sitio. Por la cólera del Señor, el día del incendio de su ira. Y serán como cierva acosada, como rebaño que nadie congrega: uno se vuelve a su pueblo, el otro huye a su tierra. Al que alcanzan lo atraviesan, al que agarran lo matan a espada. Estrellan a los niños ante sus ojos, saquean sus casas, violan sus mujeres.

Mirad: yo incito contra ellos a los medos, que no estiman la plata ni les importa el oro: sus arcos acribillan a los jóvenes, no perdonan a los niños, sus ojos no se apiadan de las criaturas.

Quedará Babilonia, la perla de los reinos, joya y orgullo de los caldeos, como Sodoma y Gomorra en la catástrofe de Dios. Jamás la habitarán ni la poblarán de generación en generación. El beduino no acampará allí ni apriscarán los pastores. Apriscarán allí las fieras, los búhos llenarán sus casas, anidará allí el avestruz y los chivos brincarán; aullarán las hienas en las mansiones y los chacales en los palacios de placer.

Ya está a punto de llegar su hora, sus días no tardarán.

 

RESPONSORIO             Cf. Jl 2, 11.12.13; Ap 6, 17.16
 
R./ El día del Señor es grande y terrible: ¿quién podrá soportarlo? * Volved al Señor vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo.
V./ Ha llegado el día grande de la ira del que está sentado en el trono y del Cordero: ¿quién podrá resistir?
R./ Volved al Señor vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo.
 


SEGUNDA LECTURA

San Máximo de Turín, Sermón 88, (1-3: (CCL 23, 359-360)
Todavía hoy la voz de Juan nos interpela

La Escritura divina no cesa de hablar y gritar, como se escribió de Juan: Yo soy la voz que grita en el desierto. Pues Juan no gritó solamente cuando, anunciando a los fariseos al Señor y Salvador, dijo: Preparad el camino del Señor, allanad los senderos de nuestro Dios, sino que hoy mismo sigue su voz resonando en nuestros oídos, y con el trueno de su voz sacude el desierto de nuestros pecados. Y aunque él duerme ya con la muerte santa del martirio, su palabra sigue todavía viva. También a nosotros nos dice hoy: Preparad el camino del Señor, allanad los senderos de nuestro Dios. Así, pues, la Escritura divina no cesa de gritar y hablar.

Todavía hoy Juan grita y dice: Preparad los caminos del Señor, allanad los senderos de nuestro Dios. Se nos manda preparar el camino del Señor, a saber: no de las desigualdades del camino, sino la pureza de la fe. Porque el Señor no desea abrirse un camino en los senderos de la tierra, sino en lo secreto del corazón.

Pero veamos cómo ese Juan que nos manda preparar el camino del Señor, se lo preparó él mismo al Salvador. Dispuso y orientó todo el curso de su vida a la venida de Cristo. Fue en efecto amante del ayuno, humilde, pobre y virgen. Describiendo todas estas virtudes, dice el evangelista: Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

¿Cabe mayor humildad en un profeta que, despreciando los vestidos muelles, cubrirse con la aspereza de la piel de camello? ¿Cabe fidelidad más ferviente que, la cintura ceñida, estar siempre dispuesto para cualquier servicio? ¿Hay abstinencia más admirable que, renunciando a las delicias de esta vida, alimentarse de zumbones saltamontes y miel silvestre?

Pienso que todas estas cosas de que se servía el profeta eran en sí mismas una profecía. Pues el que el Precursor de Cristo llevara un vestido trenzado con los ásperos pelos del camello, ¿qué otra cosa podía significar sino que al venir Cristo al mundo se iba a revestir de la condición humana, que estaba tejida de la aspereza de los pecados? La correa de cuero que llevaba a la cintura, ¿qué otra cosa demuestra sino esta nuestra frágil naturaleza, que antes de la venida de Cristo estaba dominada por los vicios, mientras que después de su venida ha sido encarrilada a la virtud?

 

RESPONSORIO                   Lc 1, 17.76
 
R./ Él irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, * para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
V./ Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos.
R./ Para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
 
ORACIÓN
 
Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu Hijo a este mundo, concede a los que esperamos con devoción su venida alcanzar la gracia de la libertad verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.