FERIAS PRIVILEGIADAS DE ADVIENTO

17 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 40, 1-11

Consolad a Jerusalén

«Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados».

Una voz grita:

«En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos —ha hablado la boca del Señor—».

Dice una voz:

«Grita».

«¿Qué debo gritar?».

Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre».

Súbete a lo alto de un monte, heraldo de Sión: alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá:

«Aquí está vuestro Dios».

Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede.

Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.

 

RESPONSORIO
 
R./ Hablad al corazón de Jerusalén y gritadle: * ya ha cumplido su milicia, su culpa está pagada.
V./ A Jerusalén me vuelvo con piedad; aún consolará el Señor a Sión y aún elegirá a Jerusalén.
R./ Ya ha cumplido su milicia, su culpa está pagada.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 2: PG 70, 955-958)

Dios Padre lo ha hecho para nosotros
misericordia y justicia

Ya antes hablamos largamente de Ciro, rey de medos y persas, que devastó la región de Babilonia y la arrasó por la fuerza, mitigó la esclavitud que en ella sufría Israel y aflojó las cadenas de su cautividad, reconstruyó el templo de Jerusalén, y fue incitado contra los caldeos por el mismo Dios, que le abrió las puertas de bronce y quebró los cerrojos de hierro.

Pero en dicha narración se trataba de un hecho particular, ya que únicamente los israelitas debían ser colocados en condiciones de tranquilidad y liberados de la angustia de la cautividad. Inmediatamente después, todo el interés de la narración se centra en el Emmanuel, enviado por Dios Padre para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para liberar del mal a los que se hallaban inevitablemente encadenados por sus pecados; para atraer nuevamente a sí a todos los moradores de la tierra, rescatados ya de la tiranía del diablo, y conducirlos de esta forma, por su mediación, a Dios Padre.

De este modo, se convirtió en el mediador entre Dios y los hombres, y por él somos reconciliados con el Padre en un solo espíritu, porque —como dice la Escritura— él es nuestra paz. Él restauró el lugar sagrado, esto es, su templo, que es la Iglesia. Pues él se la colocó ante sí como una virgen pura, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Por lo cual, nos es dado ver en Ciro y en sus gestas una maravillosa figura de los divinos y admirables beneficios concedidos por Dios a todos los habitantes de la tierra. Y este es el fin por el que estas gestas fueron recordadas.

Alégrese, pues, el cielo superior, esto es, los que viven en la ciudad del más-allá, afincados en una morada ilustre y admirable: los ángeles y los arcángeles. Decimos que fue motivo de alegría para los espíritus celestiales la conversión a Dios, por medio de Cristo, Salvador de todos nosotros, de los extraviados habitantes de la tierra, la recuperación de la vista por los ciegos, en una palabra, la salvación de lo que estaba perdido. Si se alegran ya por un solo pecador que hace penitencia, ¿cómo dudar de que exulten de gozo al contemplar salvado a todo el mundo? Por eso dice: Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria.

Entendemos por misericordia la caridad —que es el cumplimiento de la ley—, acompañada de la justicia evangélica, cuyo dispensador y doctor es, para nosotros, Cristo. Puede afirmarse también que la misericordia y la justicia, que nace y brota de la tierra, son nuestro Señor Jesucristo en persona, pues Dios Padre lo ha hecho para nosotros misericordia y justicia, si es que realmente hemos obtenido en él misericordia y, justificados con el perdón de las culpas pasadas, hemos recibido de él la justicia, que puede hacernos herederos de todos los bienes, y es el camino de nuestra salvación.

Y si a la tierra se le manda germinar la justicia, que nadie se ofenda, teniendo en cuenta que el salmista dice también de Dios Padre y del mismo Emmanuel: Obró la justicia en medio de la tierra. Cristo, en efecto, no se trajo nuestra carne de lo alto de los cielos, sino que, según la carne, nació de una mujer, una de las que están en la tierra. Así pues, cuando se dice que Cristo es fruto y germen de la tierra, debes entender —como acabo de decir— que nació según la carne de una mujer especialmente elegida para este ministerio, aun cuando era una más de las criaturas de la tierra.

 

RESPONSORIO
 
R./ Alégrese los cielos, exulte la tierra, prorrumpan los montes en gritos de alegría, * pues el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.
V./ En sus días florecerá la justicia, y la paz abundará.
R./ Pues el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.
 
 

ORACIÓN
 
Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María, siempre Virgen, escucha nuestras súplicas, y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



18 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 40, 12-18.21-31

Grandeza del Señor

¿Quién ha medido a puñados el mar o mensurado a palmos el cielo, o a cuartillos el polvo de la tierra? ¿Quién ha pesado en la balanza los montes y en la báscula las colinas? ¿Quién ha medido el aliento del Señor? ¿Quién le ha sugerido su proyecto? ¿Con quién se aconsejó para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto, para que le enseñara el saber y le sugiriese el método inteligente?

Mirad, las naciones son gotas de un cubo y valen lo que el polvillo de la balanza. Mirad, las islas pesan lo que un grano, el Líbano no basta para la leña, sus fieras no bastan para el holocausto. En su presencia, las naciones todas como si no existieran, valen para él nada y vacío.

¿Con quién compararéis a Dios, qué imagen vais a contraponerle? ¿No sabéis, no lo habéis oído, no os lo han anunciado de antemano? ¿No habéis comprendido quién fundó la tierra?

El que habita sobre el círculo de la tierra —sus habitantes parecen saltamontes-; el que tendió como toldo el cielo y lo despliega como tienda que se habita; el que reduce a nada los príncipes y convierte a los gobernantes en nulidad: apenas plantados, apenas sembrados, apenas arraigan sus brotes en tierra, sopla sobre ellos y se agostan, y el vendaval los arrebata como tamo.

¿A quién podéis compararme, que me asemeje? —dice el Santo—.

Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿Quién creó aquello? El que cuenta y despliega su ejército y a cada uno lo llama por su nombre; tan grande es su poder, tan robusta es su fuerza, que no falta ninguno.

¿Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo Israel: «mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa?». ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?

El Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. El da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.

 

RESPONSORIO
 
R./¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? * ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?
V./ ¿Con quién se aconsejó para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto?
R./ ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 4: PG 70, 806-807)

Mirad: viene con su salario, y su recompensa lo precede

Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda. Con estas palabras muestra a quienes se les ha confiado el ministerio de la divina y salutífera predicación, es decir, a los santos apóstoles y evangelistas e incluso —para decirlo de una vez por todas— a quienes en el correr de los tiempos iban a ser puestos al frente de la grey racional y se confiaría la celebración de los divinos misterios, cómo podrían llegar los amigos de Dios a adquirir celebridad y a cubrirse de gloria. No conviene —viene a decir el texto- que los predicadores del evangelio, al anunciar a todos y en todas partes la gloria y la salvación de Dios, lo hagan tímidamente y como en voz baja, como si buscaran pasar desapercibidos, sino como situados en un lugar eminente, y más visibles que los demás, convencidos de su sin igual libertad y libres de todo miedo. Alza, pues, la voz, no temas, dice el profeta. Di a las ciudades de Judá: Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Al decir mira, no permite que la esperanza de su venida se proyecte sobre un futuro lejano; demuestra más bien que el Redentor vendrá pronto, en breve: mejor, que está ya ahí, a las puertas. Pues parece como invitarles a extender el brazo y señalar con el dedo al que anuncian. Y que no ha de venir como uno de los santos profetas ni como un orante cualquiera sino con la autoridad del Señor y con el poder y dominio propios de un Dios, lo indica claramente al decir: Llega con poder, y su brazo manda.

Y que este misterio de la divina economía no iba a ser infructuoso para el que por nosotros se hizo nuestro, soportó la cruz y murió en ella, lo demuestra diciendo: Mirad, viene con su salario, y su recompensa lo precede. Y señala cuál va a ser el premio, fruto de su muerte según la carne. Dice en efecto: Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. Así que no carece de premio ni es infructuosa esta economía.

Además, sus rebaños le siguieron y se apacentaron ante sus ojos; y ante sus ojos y con el poder de su brazo, reunió a los corderos. Los creyentes en él, cual ovejas acabadas de engendrar y recientemente nacidas, han sido introducidos en la nueva vida, es decir, han conseguido de lo alto la regeneración por mediación del Espíritu. Por consiguiente, lo primero que apetecen es la leche auténtica y son alimentados como los niños; pero después van creciendo hasta conseguir la medida de Cristo en su plenitud. Los corderos son alimentados y algunas madres o preñadas reciben los cuidados oportunos. Bajo la imagen de los corderos recién nacidos podemos ver, y con razón, representados a los paganos convertidos.

 

RESPONSORIO
 
R./ Mira, vengo pronto y traigo la recompensa conmigo, dice el Señor, * para dar a cada uno según sus obras.
V./ Estas palabras son ciertas y verdaderas. Vengo pronto.
R./ Para dar a cada uno según sus obras.
 
 

ORACIÓN
 
Concédenos, Señor, a los que vivimos oprimidos por la antigua esclavitud del pecado ser liberados por el nuevo y esperado nacimiento de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



19 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 41, 8-20

Promesa de un nuevo éxodo

Tú, Israel, siervo mío; Jacob, mi elegido; estirpe de Abrahán, mi amigo. Tú, a quien cogí en los confines del orbe, a quien llamé en sus extremos, a quien dije: «Tú eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado». No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios: te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa.

Mira: se avergonzarán derrotados los que se enardecen contra ti; serán aniquilados, y perecerán los que pleitean contra ti; los buscarás sin encontrarlos a los que pelean contra ti; serán aniquilados, dejarán de existir los que guerrean contra ti. Porque yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra, y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio».

No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio —oráculo del Señor—», tu redentor es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado: trillarás los montes y los triturarás, harás paja de las colinas; los aventarás, y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor, te gloriarás del Santo de Israel.

Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed. Yo, el Señor, les responderé; yo el Dios de Israel, no los abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos, y alerces juntos. Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado.

 

RESPONSORIO
 
R./ Mirad a mi siervo, en quien tengo mis complacencias; * en él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia en las naciones.
V./ El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta de en medio de ti, de entre tus hermanos.
R./ En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia en las naciones.
 


SEGUNDA LECTURA

San Máximo de Turín, Sermón 61a, (1-3: CCL 23, 249.250-251)

La Navidad del Señor está cerca

Hermanos, aunque yo callara, el tiempo nos advierte que la Navidad de Cristo, el Señor, está cerca, pues la misma brevedad de los días se adelanta a mi predicación. El mundo con sus mismas angustias nos está indicando la inminencia de algo que lo mejorará, y desea, con impaciente espera, que el resplandor de un sol más espléndido ilumine sus tinieblas.

Pues mientras este sol, y teniendo en cuenta la brevedad de las horas, teme que su curso se esté acabando, indica que abriga cierta esperanza de que su ciclo anual sufra una transformación. Esta expectación de la criatura nos persuade también a nosotros a esperar que el nacimiento de Cristo, nuevo sol, ilumine las tinieblas de nuestros pecados; a desear que el sol de justicia disipe, con la fuerza de su nacimiento, la densa niebla de nuestras culpas; a pedir que no consienta que el curso de nuestra vida se cierre con una trágica brevedad, sino más bien se prolongue gracias a su poder.

Así pues, ya que hemos llegado a conocer la Navidad del Señor incluso por las indicaciones que el mundo nos ofrece, hagamos también nosotros lo que acostumbra a hacer el mundo: como en ese día el mundo empieza a incrementar la duración de su luz, también nosotros ensanchemos las lindes de nuestra justicia; y al igual que la claridad de ese día es común a ricos y pobres, sea también una nuestra liberalidad para con los indigentes y peregrinos; y del mismo modo que el mundo comienza en esa fecha a disminuir la oscuridad de sus noches, amputemos nosotros las tinieblas de nuestra avaricia.

Estando, hermanos, a punto de celebrar la Navidad del Señor, vistámonos con puras y nítidas vestiduras. Hablo de las vestiduras del alma, no del cuerpo. Adornémonos no con vestidos de seda, sino con obras preciosas. Los vestidos suntuosos pueden cubrir los miembros, pero son incapaces de adornar la conciencia, si bien es cierto que ir impecablemente vestido mientras se procede con sentimientos corrompidos es vergüenza mucho más odiosa. Por tanto, adornemos antes el afecto del hombre interior, para que el vestido del hombre exterior esté igualmente adornado; limpiemos las manchas espirituales, para que nuestros vestidos sean resplandecientes. De nada sirve ir espléndidamente vestidos si la infamia mancilla el alma. Cuando la conciencia está en tinieblas, el cuerpo entero estará a oscuras. Tenemos un poderoso detergente para limpiar las manchas de la conciencia. Está escrito en efecto: Dad limosna y lo tendréis todo limpio. Buen mandato éste de la limosna: trabajan las manos y queda limpio el corazón.

 

RESPONSORIO
 
R./ Ahora vendrá nuestra Salvación, el Redentor anunciado por Gabriel y concebido por María; * el Señor, viene a liberar al hombre perdido, que él mismo había plasmado.
V./ Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos, haz brillar tu rostro, y seremos salvos.
R./ El Señor, viene a liberar al hombre perdido, que él mismo había plasmado.


 
ORACIÓN
 
Dios y Señor nuestro, que en el parto de la Virgen María has querido revelar al mundo entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu gracia, para que proclamemos con fe íntegra y celebremos con piedad sincera el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



20 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 41, 21-29

El Señor, único Dios, es quien anuncia al liberador Ciro

Presentad vuestro pleito, dice el Señor; aducid vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob; que se adelanten y nos anuncien lo que va a suceder:

Narradnos vuestras predicciones pasadas y prestaremos atención; anunciadnos el futuro, y conoceremos el desenlace; narrad los sucesos futuros, y sabremos que sois dioses. Haced algo, bueno o malo, que nos demos cuenta y lo veamos todos. Mirad, vosotros sois nada; vuestras obras, vacío; es abominable elegiros.

Yo lo he suscitado en el norte, y ha venido; en oriente lo llamé por su nombre; pisará gobernantes como barro, como pisa el alfarero la arcilla. ¿Quién lo anunció de antemano para que se supiera, por adelantado, para que dijeran: «¿Tiene razón?».

Ninguno lo narra, ninguno lo anuncia, nadie oye vuestro discurso. Lo anuncié yo el primero en Sión y envié un heraldo a Jerusalén. Busqué: pero entre ellos no había nadie, ningún consejero a quien preguntarle para que me informara. Todos juntos eran nada; sus obras, vacío; aire y nulidad sus estatuas.

 

RESPONSORIO
 
R./ Les suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca; * y él les dirá todo lo que yo les mande.
V./ Enviaré a mi amado Hijo; éste es ciertamente el profeta que ha de venir al mundo.
R./ Y él les dirá todo lo que yo les mande.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 4: PG 70,1035-1038)

El profeta inspirado vaticinó al Dios-con-nosotros

Está escrito: Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. El ángel Gabriel, al revelar a la santa Virgen Madre de Dios el misterio, le dice: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él salvará a su pueblo de los pecados. ¿Se contradijeron aquí, acaso, el santo ángel y el profeta? En absoluto. Pues el profeta de Dios, hablando en espíritu del misterio, vaticinó al Dios-con-nosotros, dándole un nombre en sintonía con la naturaleza y la economía de la encarnación, mientras que el santo ángel le impuso un nombre de acuerdo con la misión y su eficacia propia: salvará a su pueblo. Por eso le llamó salvador.

Efectivamente: cuando por nosotros se sometió a esta generación según la carne, una multitud de ángeles anunció este fausto y feliz parto a los pastores, diciendo: No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor. Es llamado Emmanuel porque se hizo por naturaleza Dios-con-nosotros, es decir, hombre; y Jesús, porque debía salvar al mundo, él, Dios mismo hecho hombre. Así que cuando salió del vientre de su madre —pues de ella nació según la carne—, entonces se pronunció su nombre. Sería inexacto llamar a Cristo el Dios Verbo antes de su nacimiento que tuvo lugar —repito— según la carne. ¿Cómo llamarle Cristo si todavía no había sido ungido?

Cuando nació hombre del vientre de su madre, entonces recibió una denominación adecuada a su nacimiento en la carne. Dice que Dios hizo de su boca una espada afilada. También esto es verdad. Pues de él está escrito, o mejor, dice el mismo profeta Isaías: La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Herirá al violento con la vara de su boca. La predicación divina y celestial, es decir, evangélica, anunciada por Cristo, era una espada aguda y sobremanera penetrante, blandida contra la tiranía del diablo, que eliminaba a los poderes que dominan este mundo de tinieblas y a las fuerzasdel mal. De hecho, disipó las tinieblas del error, irradió sobre los corazones de todos el verdadero conocimiento de Dios, indujo al orbe entero a una santa transformación de vida, convirtió a todos los hombres en entusiastas de las instituciones santas, destruyó y erradicó del mundo el pecado: justificando al impío por la fe, colmando del Espíritu Santo a quienes se acercan a él y haciéndoles hijos de Dios, comunicándoles un ánimo esforzado y valiente para la lucha, poniendo en sus manos la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios, para que, resistiendo a los que antes eran superiores a ellos, corran sin tropiezo a la consecución del premio al que Dios llama desde arriba.

Que esta disciplina e iniciación a los divinos misterios aportada por Cristo haya derrocado en los habitantes de la tierra el poder tiránico del demonio, lo afirma claramente el profeta Isaías cuando dice: Aquel día, castigará el Señor con su espada, grande, templada, robusta, al Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al Dragón.

 

RESPONSORIO
 
R./ Mirad, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, dice el Señor; * y será llamado Consejero maravilloso, Dios fuerte.
V./ Se sentará sobre el trono de David y reinará para siempre.
R./ Y será llamado Consejero maravilloso, Dios fuerte.


 
ORACIÓN
 
Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo: tú que la has transformado, por obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



21 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 42, 10-25

Himno al Dios salvador. Ceguera de Israel

Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la tierra; muja el mar y lo que contiene, las costas y sus habitantes; alégrese el desierto con sus tiendas, los cercados que habita Cadar; exulten los habitantes de Petra, clamen desde la cumbre de las montañas; den gloria al Señor, anuncien su alabanza en las costas.

El Señor sale como un héroe, excita su ardor como un guerrero, lanza el alarido, mostrándose valiente frente al enemigo.

«Desde antiguo guardé silencio, me callaba, aguantaba; como parturienta grito, jadeo y resuello. Agostaré montes y collados, secaré toda su hierba, convertiré los ríos en yermo, desecaré los estanques; conduciré a los ciegos por el camino que no conocen, los guiaré por senderos que ignoran; ante ellos convertiré la tiniebla en luz, lo escabroso en llano.

Esto es lo que pienso hacer, y no dejaré de hacerlo. Retrocederán avergonzados los que confían en el ídolo, los que dicen a la estatua: «Tú eres nuestro Dios».

Sordos, escuchad y oíd; ciegos, mirad y ved:

¿Quién es ciego sino mi siervo, quién es sordo sino el mensajero que envío? ¿Quién es ciego como mi enviado, quién es sordo como el siervo del Señor? Mirabas mucho sin sacar nada, con los oídos abiertos no te enterabas.

El Señor, por amor de su justicia, quería glorificar y engrandecer su ley; pero son un pueblo saqueado y despojado, atrapados todos en cuevas, encerrados en mazmorras. Lo saqueaban, y nadie lo libraba; lo despojaban, y nadie decía: «Devuélvelo».

¿Quién de vosotros prestará oído, y atento escuchará el futuro? ¿Quién entregó a Jacob al saqueo, a Israel al despojo? ¿No fue el Señor contra quien pecamos no queriendo seguir sus caminos ni obedecer su ley? Derramó sobre él el ardor de su ira, el furor de la guerra; lo rodeaban sus llamas, y no se daba cuenta; lo quemaban y no hacía caso.

 

RESPONSORIO
 
R./ Conduciré a los ciegos por el camino que no conocen, los guiaré por senderos que ignoran; * ante ellos convertiré las tinieblas en luz, lo escabroso en llano.
V./ El que me sigue no camina en tinieblas.
R./ Ante ellos convertiré las tinieblas en luz, lo escabroso en llano.
 


SEGUNDA LECTURA

San Odilón de Cluny, Sermón 1 en la Navidad del Señor (PL 142, 993-994)

Mirad, llegan días en que suscitaré a David
un vástago legítimo

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Si el Señor prometió a sus fieles estar con ellos todos los días, ¡cuánto más se nos ha de hacer presente el día de su nacimiento, si acentuamos el fervor de nuestro servicio! El que dice por Salomón: Yo —la sabiduría— salí de la boca del Altísimo, la primogénita de la creación; y de nuevo: El Señor me estableció al principio de sus tareas al comienzo de sus obras antiquísimas En un tiempo remoto fui formada; y por Jeremías dice: Yo lleno el cielo y la tierra, es el mismo que, nacido por un admirable designio de la economía divina, es colocado en un pesebre. Aquel a quien Salomón nos muestra existiendo eternamente antes de los siglos, Jeremías afirma no estar ausente de ningún lugar.

No puede faltarnos el que existe desde siempre, y en todas partes está presente. La veracidad y autenticidad de los testimonios de los antiguos vates sobre la eternidad de Cristo y sobre la inmensidad de su divina presencia, la pregona aquella sonora trompeta del mensajero celestial: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. Y el mismo Salvador a los judíos en el evangelio: Antes que naciera Abrahán existo yo. Pero comoquiera que poseía el ser antes de que existiera Abrahán o, mejor, antes de la creación, desde siempre y en unión con Dios Padre, quiso sin embargo nacer en el tiempo de la descendencia de Abrahán. De hecho, Dios Padre le dijo a Abrahán: Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia.

También el santo patriarca David mereció el insigne privilegio de una promesa semejante, cuando Dios Padre, instruyéndole en el secreto de su sabiduría, dijo: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono. Y el profeta Isaías al considerar, bajo la acción del Espíritu Santo, la magnificencia de este nobilísimo vástago y la sublimidad y excelencia de su dulcísimo fruto, vaticinó así: Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país.

Estos dos padres que, con preferencia a otros, recibieron de modo muy explícito la promesa de la venida del Salvador, en la genealogía del Señor según san Mateó, merecieron justamente un primero y destacado lugar. El exordio del evangelio según san Mateo suena así: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Con estas palabras del evangelio están de acuerdo tanto los oráculos de los profetas como la predicación apostólica. Que el Mediador entre Dios y los hombres debía nacer, según la carne, del linaje de Abrahán, el profeta Isaías se preocupó por inculcarlo de manera tajante, cuando dijo en la persona de Dios Padre: Tú, Israel, siervo mío; Jacob, mi elegido; estirpe de Abrahán, mi amigo. Tú, a quien cogí.

Aquel que, liberado de las tinieblas de la ignorancia e iluminado con la luz de la fe, llamó, en el evangelio, Hijo de Dios al Hijo de David, mereció recibir no sólo la luz del espíritu, sino también la corporal. Cristo, el Señor, quiere ser llamado con este nombre, porque sabe que no se nos ha dado otro nombre que pueda salvar al mundo. Por lo cual, amadísimos hermanos, para merecer ser salvados por él que es el Salvador, digamos todos individualmente: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! Amén.

 

RESPONSORIO
 
R./ Mirad que vienen días, dice el Señor, en que suscitaré a David un germen justo, que reinará como rey prudente, y practicará el derecho y la justicia en la tierra; * y éste es el nombre con que lo llamarán: Señor-nuestra-justicia.
V./ En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro.
R./ Y éste es el nombre con que lo llamarán: Señor-nuestra-justicia.


 
ORACIÓN
 
Escucha, Señor, la oración de tu pueblo, alegre por la venida de tu Hijo en carne mortal, y haz que cuando vuelva en su gloria, al final de los tiempos, podamos alegrarnos de escuchar de sus labios la invitación a poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



22 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 43, 1-13

Liberación de Israel

Y ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob; el que te formó, Israel:

No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará.

Porque yo, el Señor, soy tu Dios; el Santo de Israel es tu salvador. Como rescate tuyo entregué a Egipto, a Etiopía y Sabá a cambio de ti; porque eres de gran precio a mis ojos, eres valioso y yo te amo; entregué hombres a cambio de ti, pueblos a cambio de tu vida: no temas, que contigo estoy yo; desde oriente traeré a tu estirpe, desde occidente te reuniré.

Diré al Norte: «Entrégalo»; al Sur: «No lo retengas»; tráeme a mis hijos de lejos y a mis hijas del confín de la tierra; a todos los que llevan mi nombre, a los que creé para mi gloria, a los que hice y formé.

Sacad al pueblo ciego, aunque tiene ojos; a los sordos, aunque tienen oídos; que se reúnan las naciones y se junten los pueblos: ¿Quién de ellos puede contárnoslo o informarnos de predicciones pasadas? Que presenten testigos para justificarse, que los oigamos, y diremos: «Es verdad».

Vosotros sois mis testigos –oráculo del Señor– y mis siervos, a quienes escogí, para que supierais y me creyerais, para que comprendierais quién soy yo. Antes de mí no habían frabricado ningún Dios y después de mí ninguno habrá: Yo, yo soy el Señor; fuera de mí no hay salvador. Yo predije, y salvé; yo anuncié, y no teníais dios extranjero.

Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor—; yo soy Dios, desde siempre lo soy. No hay quien libre de mi mano; lo que yo hago, ¿quién lo deshará?

 

RESPONSORIO
 
R./ Vosotros sois mis testigos - oráculo del Señor - y mis siervos, a quienes escogí, * para que supierais y me creyerais, para que comprendierais que soy yo.
V./ El que ha venido del cielo está por encima de todos y habla como testigo de cosas que ha visto y oído.
R./ Para que supierais y me creyerais, para que comprendierais que soy yo.
 


SEGUNDA LECTURA

De unos sermones antiguos traducidos del griego al latín (Sermón 12: PLS 4, 770-771)

Nos fue enviado el Señor como redentor, vida y salvación

Puesto que ha llegado el tiempo de hablar a vuestra venerable caridad de la venida y encarnación del Señor, no son días éstos en que se pueda callar. Regocíjate, Sión; mira que viene tu rey. Regocíjate, pues, Sión, es decir, nuestra alma, pensando en los bienes futuros, rechazando de sí los males. Mira, viene a habitar en medio de ti. ¿Quién es este morador sino el que quiso hacernos suyos, congregarnos y confirmarnos como pueblo predilecto? Este morador es aquel de quien en otro lugar cantó el profeta, diciendo: Habitaré y caminaré con ellos; seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

Cuando este morador se posesione de nuestro mundo interior, hará de modo que en nosotros todo sea santo, perfecto, irreprensible. Que él posea a quienes redimió, perfeccione lo que comenzó, conduzca a la meta a quienes sacó de Babilonia. Este nuestro morador descansa en nosotros, es glorificado en nosotros, cuando los hombres vean nuestras buenas obras y den gloria a nuestro Padre que está en el cielo. De este Padre somos hijos no a causa de nuestra obsequiosidad o de nuestros méritos ni tampoco de nuestro buen comportamiento, sino que por su misericordia hemos recibido la libertad y hemos sido escogidos para la adopción de hijos.

Así pues, Dios es glorificado en nosotros de este modo: cuando progresamos en sentimientos de caridad, hacemos lo que él mandó y nos mantenemos firmes en lo que él ordenó. Entonces es Dios glorificado en nosotros. Ahora sabemos que nos fue enviado el Señor como redentor, vida y salvación, piedad y gracia gratuita. Y cuando vemos que de la arcilla del suelo él nos eleva a los premios celestiales, alégrese y regocíjese el corazón de los creyentes: busque nuestra alma al Señor, no como muerta sino como exuberante de vida.

¿Cómo pagaremos al Señor por estos bienes? Dobleguemos la cerviz, agachemos la cabeza y golpeémonos el pecho, repitiendo lo que dijo el publicano: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Y como en su piedad perfecciona lo imperfecto, prosigue diciendo: Se escribían todas en tu libro. Alegraos por tantos beneficios, regocijaos de tantas bondades: no os apropiéis lo que de él habéis recibido, no sea que perdáis lo que tenéis. Debéis saber que nada poseéis que no hayáis recibido: Y, si lo habéis recibido, no os gloriéis como si no lo hubierais recibido, para que lo que habéis recibido se os mantenga y el bien de que carezcáis, se os dé en plenitud. Amén.

 

RESPONSORIO
 
R./ Todos los profetas dan testimonio de él: todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados. * Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
V./ La promesa es para cuantos llame el Senor Dios nuestro.
R./ Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.


 
ORACIÓN
 
Señor Dios, que con la venida de tu Hijo has querido redimir al hombre sentenciado a muerte, concede a los que van a adorarlo, hecho niño en Belén, participar de los bienes de su redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



23 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 43, 18-28

Renovación de Israel

No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?

Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo; te glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.

Pero tú no me invocabas, Jacob; tú te esforzabas por mí, Israel; no me ofrecías ovejas en holocausto, no me honrabas con tus sacrificios; yo no te avasallé exigiéndote ofrendas, ni te cansé pidiéndote incienso; no me comprabas canela con dinero, no me saciabas con la grasa de tus sacrificios; pero me avasallabas con tus pecados, y me cansabas con tus culpas.

Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados; recuérdamelo tú, y discutiremos; cuéntamelo tú, y saldrás absuelto.

Ya tu primer padre pecó, tus jefes se rebelaron contra mí; por eso profané a príncipes consagrados, entregué a Jacob al externimio y a Israel a los insultos.

 

RESPONSORIO
 
R./ Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? * Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.
V./ Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
R./ Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.
 


SEGUNDA LECTURA

San Jerónimo, Tratado sobre el salmo 84 (CCL 78,107-108)

El que nació una vez de María, nace a diario en nosotros

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. ¡Qué amistad más excelente! La misericordia y la fidelidad se encuentran. ¿Eres pecador? Escucha lo que dice: «Misericordia». ¿Eres santo? Escucha lo que dice: «Fidelidad». Ni desesperes si eres pecador, ni te ensoberbezcas si eres santo. Ensayemos otra interpretación.

Dos son los pueblos creyentes: uno integrado por los paganos y otro formado por los judíos. A los judíos se les prometió un salvador; a nosotros que vivíamos al margen de la ley, no se nos prometió. Por tanto, la misericordia se ejercita con el pueblo de los paganos, la fidelidad, en el de los judíos, ya que se cumplió lo que se les había prometido, es decir, lo prometido a los padres tuvo su cumplimiento en los hijos.

La justicia y la paz se besan. Mirad lo que dice: la justicia y la paz se besan. Es lo mismo que dijo anteriormente: misericordia y fidelidad. Pues misericordia equivale a paz, y fidelidad es sinónimo de justicia. Si alguna cosa dice relación con la paz, dice relación con misericordia; y si algo tiene que ver con la fidelidad, tiene que ver con justicia. Mirad en efecto lo que dice: La justicia y la paz se besan. Esto es, la misericordia y la fidelidad se hicieron amigas, es decir, judíos y paganos están bajo el cayado de un solo pastor: Cristo.

La fidelidad brota de la tierra. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. El que dijo: Yo soy la verdad, brotó de la tierra. Y ¿cuál es esta verdad que ha brotado de la tierra? Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Y en otro lugar: Tú, oh Dios, ganaste la victoria en medio de la tierra. Mirad, la verdad, el Salvador, brotó de la tierra, es decir, de María.

Y la justicia mira desde el cielo. Era justo que el Salvador tuviera compasión de su pueblo. Mirad lo que dice: ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! La verdad brota de la tierra, esto es, el Salvador. Y de nuevo: Y la justicia mira desde el cielo. La justicia, esto es, el Salvador. ¿Cómo brotó de la tierra? ¿Cómo miró desde el cielo?

Brotó de la tierra, naciendo como hombre; miró desde el cielo, porque Dios está siempre en los cielos. Esto es, brotó, es verdad, de la tierra, pero el que nació de la tierra está siempre en el cielo. Esto es, apareció en la tierra sin abandonar el cielo, pues está en todas partes. Miró, porque mientras pecábamos, apartaba de nosotros su vista. Lo que dice es esto: Es justo que el alfarero tenga compasión de la obra de sus manos, que el pastor se compadezca de su rebaño. Nosotros somos su pueblo, somos sus criaturas. Para esto, pues, brotó de la tierra y miró desde el cielo: para cumplir toda justicia y tener compasión de su obra.

Finalmente, para que sepáis que la palabra «justicia» no connota crueldad, sino misericordia, mirad lo que dice: El Señor nos dará la lluvia. Para esto miró desde el cielo: para compadecerse de sus obras. Y nuestra tierra dará su fruto. La fidelidad brotó de la tierra, así, en pretérito. Ahora se expresa en futuro: Y nuestra tierra dará su fruto.

No debéis desesperar por haber nacido una sola vez de María: a diario nace en nosotros. Y la, tierra dará su fruto: También nosotros, si queremos, podemos engendrar a Cristo. Y la tierra dará su fruto: del que se confeccione el pan celestial. De él dice: Yo soy el pan bajado del cielo.

Todo lo dicho se refiere a la misericordia de Dios, que vino precisamente para salvar al género humano.

 

RESPONSORIO
 
R./ Misericordia y verdad s encontrarán: justicia y paz se abrazarán. * El Señor esparcirá su bien, y nuestra tierra dará su fruto.
V./ Nos indicará sus caminos, y seguiremos sus sendas.
R./ El Señor esparcirá su bien, y nuestra tierra dará su fruto.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, al acercarnos a las fiestas de Navidad, te pedimos que tu Hijo, que se encarnó en las entrañas de la Virgen María y quiso vivir entre nosotros, nos haga partícipes de la abundancia de su misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



24 de diciembre


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 44, 1-8.21-23

Regeneración de Israel

Y ahora, escucha, Jacob, siervo mío; Israel, mi elegido: Así dice el Señor que te hizo, que te formó en el vientre y te auxilia:

No temas, siervo mío, Jacob, mi cariño, mi elegido; voy a derramar agua sobre lo sediento y torrentes en el páramo; voy a derramar mi aliento sobre tu estirpe, y mi bendición sobre tus vástagos. Crecerán como hierba junto a la fuente, como sauces junto a las acequias. Uno dirá: «Soy del Señor»; otro se pondrá el nombre de Jacob; uno se tatuará en el brazo: «Del Señor», y se apellidará Israel.

Así dice el Señor, Rey de Israel, su redentor, el Señor de los ejércitos:

Yo soy el primero y yo soy el último; fuera de mí no hay dios. ¿Quién se parece a mí? Que se levante y hable, que lo explique y me lo exponga. ¿Quién anunció de antemano el porvenir, quién nos predice lo que ha de suceder? No temáis, no tembléis: ¿No lo anuncié y lo predije por adelantado? Vosotros sois testigos: ¿Hay un dios fuera de mí? No existe roca que yo conozca.

Acuérdate de esto, Jacob; de que eres mi siervo, Israel. Te formé, y eres mi siervo, Israel, no te olvidaré. He disipado como niebla tus rebeliones; como nube tus pecados: vuelve a mí, que soy tu redentor.

Aclamad, cielos, porque el Señor ha actuado; vitoread, simas de la tierra, romped en aclamaciones, montañas, y tú, bosque, con todos tus árboles; porque el Señor ha redimido a Jacob y se gloría en Israel.

 

RESPONSORIO
 
R./ Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; * di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios».
V./ Alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén.
R./ Di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios».
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 4: PG 70, 802-803)

Todos verán la salvación de Dios

Habiendo cantado el profeta la liberación de Israel y el perdón de los pecados de Jerusalén; habiendo solicitado para ella el consuelo —un consuelo ya próximo y como quien dice, pisando los talones a lo ya dicho—, añadió: viene nuestro salvador. Le precede como precursor enviado por Dios el Bautista, que en el desierto de Judá grita y dice: Preparad el camino del Señor, allanad los senderos de nuestro Dios.

Habiéndoselo revelado el Espíritu, también el bienaventurado Zacarías, el padre de Juan, profetizó diciendo: Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos. De él dijo el mismo Salvador a los judíos: Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pues el sol de justicia y la luz verdadera es Cristo.

La sagrada Escritura compara al Bautista con una lámpara. Pues si contemplas la luz divina e inefable, si te fijas en aquel inmenso y misterioso esplendor, con razón la medida de la mente humana puede ser comparada a una lamparita, aunque esté colmada de luz y sabiduría. Qué signifique: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos, lo explica cuando dice: Elévense los valles, desciendan los montes y colinas: que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.

Pues hay vías públicas y senderos casi impracticables, escarpados e inaccesibles, que obligan unas veces a subir montes y colinas y otras a bajar de ellos, ora te ponen al borde de precipicios, ora te hacen escalar altísimas montañas. Pero si estos lugares señeros y abruptos se abajan y se rellenan las cavidades profundas, entonces sí, entonces lo torcido se endereza totalmente, los campos se allanan y los caminos, antes escarpados y tortuosos, se hacen transitables. Esto es, pero a nivel espiritual, lo que hace el poder de nuestro salvador. Mas una vez que se hizo hombre y carne —como dice la Escritura—, en la carne destruyó el pecado, y abatió a los soberanos, autoridades y poderes que dominan este mundo. A nosotros nos igualó el camino, un camino aptísimo para correr por las sendas de la piedad, un camino sin cuestas arriba ni bajadas, sin baches ni altibajos, sino realmente liso y llano.

Se ha enderezado todo lo torcido. Y no sólo eso, sino que se revelará la gloria del Señor, y todos verán la salvación de Dios. Ha hablado la boca del Señor. Pues Cristo era y es el Verbo unigénito de Dios, en cuanto que existía como Dios y nació de Dios Padre de modo misterioso, y en su divina majestad está por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. El es el Señor de la gloria y hemos contemplado su gloria que antes no conocíamos, cuando hecho hombre como nosotros según el designio divino, se declaró igual a Dios Padre en el poder, en el obrar y en la gloria: sostiene el universo con su palabra poderosa, obra milagros con facilidad, impera a los elementos, resucita muertos y realiza sin esfuerzo otras maravillas.

Así pues, se ha revelado la gloria del Señor y todos han contemplado la salvación de Dios, a saber, del Padre, que nos envió desde el cielo al Hijo como salvador.

 

RESPONSORIO
 
R./ Sed perseverantes: veréis la salvación que el Señor obrará por vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis: * mañana saldréis: el Señor estará con vosotros.
V./ Purificaos, hijos de Israel, dice el Señor, y estad preparados.
R./ Mañana saldréis: el Señor estará con vosotros.


 
ORACIÓN
 
Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.