EVANGELIO DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

25 de diciembre
 

Mt 1, 1-25
(para los tres ciclos)

Ciclo A:

HOMILÍA

Teodoto de Ancira, Sermón en la Natividad del Salvador (Edic Schwartz, ACO t. 3, parte 1,157-159. Cf. La vie spirituelle, dic. 1967, 509-510)

El Dueño de todo vino en forma de siervo

El Dueño de todo vino en forma de siervo, revestido de pobreza, para no ahuyentar la presa. Habiendo elegido para nacer la inseguridad de un campo indefenso, nace de una pobrecilla virgen, inmerso en la pobreza, para, en silencio, dar caza al hombre y así salvarlo. Pues de haber nacido en medio del boato, y si se hubiera rodeado de riqueza, los infieles habrían dicho, y con razón, que había sido la abundancia de riqueza la que había operado la transformación de la redondez de la tierra. Y si hubiera elegido Roma, entonces la ciudad más poderosa, hubieran pensado que era el poderío de sus ciudadanos el que había cambiado el mundo.

De haber sido el hijo del emperador, su obra benéfica se habría inscrito en el haber de las influencias. Si hubiera nacido hijo de un legislador, su reforma social se habría atribuido al ordenamiento jurídico. Y ¿qué es lo que hizo? Escogió todo lo vil y pobre, todo lo mediocre e ignorado por la gran masa, a fin de dar a conocer que la divinidad era la única transformadora de la tierra. He aquí por qué eligió una madre pobre, una patria todavía más pobre, y él mismo falto de recursos.

Aprende la lección del pesebre. No habiendo lecho en que acostar al Señor, se le coloca en un pesebre, y la indigencia de lo más imprescindible se convierte en privilegiado anuncio de la profecía. Fue colocado en un pesebre para indicar que iba a convertirse en manjar incluso de los irracionales. En efecto, viviendo en la pobreza y yaciendo en un pesebre, la Palabra e Hijo de Dios atrae a sí tanto a los ricos como a los pobres, a los elocuentes como a los de premiosa palabra.

Fíjate cómo la ausencia de bienes dio cumplimiento a la profecía, y cómo la pobreza ha hecho accesible a todos a aquel que por nosotros se hizo pobre. Nadie tuvo reparo en acudir por temor a las soberbias riquezas de Cristo; nadie sintió bloqueado el acceso por la magnificencia del poder: se mostró cercano y pobre, ofreciéndose a sí mismo por la salvación de todos.

Mediante la corporeidad asumida, el Verbo de Dios se hace presente en el pesebre, para hacer posible que todos, racionales e irracionales, participen del manjar de salvación. Y pienso que esto es lo que ya antes había pregonado el profeta, desvelándonos el misterio de este pesebre: Conoce el buey a su amo, y el asno, el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita. El que es rico, por nosotros se hizo pobre, haciendo fácilmente perceptible a todos la salvación con la fuerza de la divinidad. Refiriéndose a esto decía asimismo el gran Pablo: Siendo rico, por nosotros se hizo pobre, para que nosotros, con su pobreza, nos hagamos ricos.

Pero, ¿quién era el que enriquecía?, ¿de qué enriquecía?, y, ¿cómo se hizo él pobre por nosotros? Dime, por favor: ¿quién, siendo rico, se ha hecho pobre con mi pobreza? ¿Quizá el que apareció hecho hombre? Pero éste nunca fue rico, sino que nació pobre de padres pobres. ¿Quién, pues, era rico y con qué nos enriquecía el que por nosotros se hizo pobre? Dios —dice— enriquece a la criatura. Es, pues, Dios quien se hizo pobre, haciendo suya la pobreza del que se hacía visible; él es efectivamente rico en su divinidad, y por nosotros se hizo pobre.

 

RESPONSORIO
 
R./ ¡Oh rey del cielo al cual todo el mundo está sometido! Es puesto en un establo aquel que sostiene el mundo, * yace en un pesebre y truena sobre las nubes.
V.    El que rige el cielo y la tierra y gobierna todo el universo,
R./ Yace en un pesebre y truena sobre las nubes.
 


Ciclo B:

HOMILÍA

San Pedro Crisólogo, Sermón 145 (PL 52, 588)

Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel

Es mi propósito hablaros hoy, hermanos, de cómo nos relata el santo evangelista el misterio de la generación de Cristo. Dice: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: La madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, ¿cómo se compagina esta bondad con la resolución de no discutir la gravidez de su esposa? Las virtudes no pueden sostenerse separadamente: la equidad desprovista de bondad se convierte en severidad, y la justicia sin piedad se torna crueldad. Con razón, pues, a José se le califica de bueno, porque era piadoso; y de piadoso, por ser bueno. Al pensar piadosamente, se libra de la crueldad; al juzgar benignamente, observó la justicia; al no querer erigirse en acusador, rehuyó la sentencia. Se requemaba el alma del justo perpleja ante la novedad del evento: tenía ante sí una esposa preñada, pero virgen; grávida del don no menos que del pudor; solícita por lo concebido, pero segura de su integridad; revestida de la función maternal, sin perder el decoro virginal.

¿Cuál debía ser la conducta del esposo ante tal situación? ¿Acusarla de infidelidad? No, pues él era testigo de su inocencia. ¿Airear la culpa? Tampoco, pues era él el guardián de su pudor. ¿Inculparla de adulterio? Menos aún, pues estaba plenamente convencido de su virginidad. ¿Qué hacer, entonces? Piensa repudiarla en secreto, pues ni podía ir por ahí aireando lo sucedido ni ocultarlo en la intimidad del hogar. Decide repudiarla en secreto y confía a Dios todo el negocio, ya que nada tiene que comunicar a los hombres.

José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de los pecados. Veis, hermanos, cómo una sola persona representa toda una raza, veis cómo un solo individuo lleva la representación de toda una estirpe, veis cómo en José se da cita la serie genealógica de David.

José, hijo de David. Nacido de la vigésima octava generación, ¿por qué se le llama hijo de David, sino porque en él se desvela el misterio de una estirpe, se cumple la fidelidad de la promesa, y en la carne virginal luce ya el sello de la sobrenatural concepción de un parto celeste? La promesa de Dios Padre hecha a David estaba expresada en estos términos: El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará: «A uno de tu linaje pondré sobre tu trono». Del fruto de tu vientre: sí, fruto de tu vientre, de tu seno, sí, porque el huésped celeste, el supremo morador de tal modo descendió al receptáculo de tus entrañas que ignoró las limitaciones corporales; y de tal modo salió del claustro materno, que dejó intacto el sello de la virginidad, cumpliéndose de esta manera lo que se canta en el Cantar de los cantares: Eres jardín cerrado, hermana y novia mía; eres jardín cerrado, fuente sellada.

La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Concibió la virgen, pero del Espíritu; parió la virgen, pero a aquel que había predicho Isaías: Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa «Dios-con-nosotros»).

 

RESPONSORIO
 
R./ Dichosa la estirpe de la cual nació Cristo. * ¡Gloria a la Virgen que concibió al Rey del cielo!
V./ ¡Todas las gentes te llamarán dichosa, oh santa virgen María!
R./ ¡Gloria a la Virgen que concibió al Rey del cielo!”

 

Ciclo C:

HOMILÍA

Beato Elredo de Rievaulx, Sermón 1 de la Natividad del Señor (PL 195, 226-227)

Hoy nos ha nacido un Salvador

Hoy, en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador: El Mesías, el Señor. La ciudad de que aquí se habla es Belén, a la que debemos acudir corriendo, como lo hicieron los pastores, apenas oído este rumor. Así es como soléis cantar —en el himno de María, la Virgen—: «Cantaron gloria a Dios, corrieron a Belén». Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Ved por qué os dije que debéis amar. Teméis al Señor de los ángeles, pero amadle chiquitín; teméis al Señor de la majestad, pero amadle envuelto en pañales; teméis al que reina en el cielo, pero amadle acostado en un pesebre. Y ¿cuál fue la señal que recibieron los pastores? Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. El es el Salvador, él es el Señor. Pero, ¿qué tiene de extraordinario ser envuelto en pañales y yacer en un establo? ¿No son también los demás niños envueltos en pañales? Entonces, ¿qué clase de señal es ésta? Una señal realmente grande, a condición de que sepamos comprenderla. Y la comprendemos si no nos limitamos a escuchar este mensaje de amor, sino que, además, albergamos en nuestro corazón aquella claridad que apareció junto con los ángeles. Y si el ángel se apareció envuelto en claridad, cuando por primera vez anunció este rumor, fue para enseñarnos que sólo escuchan de verdad, los que acogen en su alma la claridad espiritual.

Podríamos decir muchas cosas sobre esta señal, pero como el tiempo corre, insistiré brevemente en este tema. Belén, «casa del pan», es la santa Iglesia, en la cual se distribuye el cuerpo de Cristo, a saber, el pan verdadero. El pesebre de Belén se ha convertido en el altar de la Iglesia. En él se alimentan los animales de Cristo. De esta mesa se ha escrito: Preparas una mesa ante mí. En este pesebre está Jesús envuelto en pañales. La envoltura de los pañales es la cobertura de los sacramentos. En este pesebre y bajo las especies de pan y vino está el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. En este sacramento creemos que está el mismo Cristo; pero está envuelto en pañales, es decir, invisible bajo los signos sacramentales. No tenemos señal más grande y más evidente del nacimiento de Cristo como el hecho de que cada día sumimos en el altar santo su cuerpo y su sangre; como el comprobar que a diario se inmola por nosotros, el que por nosotros nació una vez de la Virgen.

Apresurémonos, hermanos, al pesebre del Señor; pero antes y en la medida de lo posible, preparémonos con su gracia para este encuentro de suerte que asociados a los ángeles, con corazón limpio, con una conciencia honrada y con una fe sentida, cantemos al Señor con toda nuestra vida y toda nuestra conducta: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor, a quien sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO                    Lc 2, 10-12
 
R./ El ángel dijo a los pastores: os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: * Hoy os ha nacido en la ciudad de David un salvador que es el Cristo Señor.
V./ Encontraréis un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
R./ Hoy os ha nacido en la ciudad de David un salvador que es el Cristo Señor.