Libro tercero
Ideología

 

Aquella parte de la filosofía que trata de la existencia, naturaleza y origen de las ideas, consideradas en general, es lo que aquí entendemos por Ideología. Esta noción o definición de la Ideología contiene y traza el camino que aquí nos proponemos seguir, tratando: 1º de la naturaleza y existencia de las ideas: 2º de los varios sistemas excogitados por los filósofos para explicar su origen: 3º del verdadero origen de las ideas. Tratamos estas cuestiones después de la Psicología, porque en realidad la Ideología puede considerarse como un complemento, corolario general y desarrollo de la Psicología, habida razón de las íntimas relaciones y enlace que existen entre los problemas ideológicos y los psicológicos. [386]

 

Capítulo primero
Naturaleza y existencia de las ideas

 

Artículo primero
Noción y clasificación de las ideas

Cualquiera que haya leído y meditado las múltiples y encontradas teorías de los filósofos sobre las ideas, habrá tenido ocasión de reconocer que una parte no escasa de la variedad y oposición de sistemas ideológicos, trae su origen de la falta de exactitud en fijar y determinar la significación y sentido de la palabra idea. Con el objeto de evitar esta confusión, y para que se pueda comprender nuestra teoría ideológica, comenzamos por fijar la significación de los términos, exponiendo a la vez la naturaleza y clasificación general de las ideas, doctrina que condensamos en las siguientes reflexiones, en gracia de la brevedad y claridad.

1ª Para algunos filósofos, la idea abarca lo mismo las representaciones de los sentidos, que las representaciones intelectuales: para otros, la idea se refiere únicamente a estas últimas. Entre los que circunscriben la idea al orden intelectual, algunos entienden por este nombre el objeto conocido; otros, una representación del objeto, distinta realmente del mismo. Para algunos la idea es distinta del acto del entendimiento, el cual se denomina idea, en cuanto dice orden al objeto conocido, y se llama intelección, en cuanto dice orden al entendimiento, que es su principio.

Nosotros aquí entendemos por ideas: 1º las que se refieren al conocimiento puramente intelectual con exclusión del sensible: 2º alguna cosa distinta del objeto conocido o que se trata de conocer; porque el mismo sentido común y la conciencia nos dicen, que una cosa es el objeto real propuesto fuera [387] de nosotros, y otra cosa el medio con que lo conocemos, y el concepto que nuestro entendimiento forma del mismo. Según la doctrina establecida en la Psicología, ya se sabe también que, en nuestra opinión, la idea no puede ni debe confundirse o identificarse con el acto intelectual, toda vez que éste es transeúnte, como lo es toda acción de la criatura, al paso que la idea intelectual permanece y se conserva habitualmente. Esta afirmación, además del testimonio de la experiencia interna, tiene en su apoyo la razón, no siendo posible explicar de una manera racional, en la hipótesis contraria, la diferencia entre el que posee una ciencia y el que la ignora completamente.

2ª Así, pues, por el nombre idea entendemos aquí la representación intelectual o inteligible del objeto, distinta de este, y distinta también del acto con que es percibido este objeto. Se dice representación intelectual o inteligible, no solo para excluir las ideas o representaciones sensibles, sino también

a) Para significar que esta representación es completamente inmaterial en sí misma, como lo es el entendimiento que por medio de ella obra y en quien existe.

b) Para indicar que representa el objeto como universal; porque la universalidad es uno de los caracteres fundamentales que separan y distinguen el orden intelectual del orden sensible.

3ª Esta representación o idea intelectual puede referirse al objeto de dos maneras o en dos momentos: 1º representando el objeto como cognoscible, o sea antes de ser conocido actualmente por el entendimiento: 2º representando el mismo objeto como conocido. La primera representación intelectual del objeto, es el efecto propio del entendimiento agente, el cual obrando sobre las representaciones sensibles, produce o da origen a la representación insensible y universal del objeto que la imaginación representaba bajo la forma sensible y singular; pues ya se ha visto que sin esta acción previa y transformativa de la actividad intelectual, la cual bajo este concepto recibe el nombre de entendimiento agente, no es posible explicar el tránsito del orden sensible y singular [388] al orden inteligible y universal. Esta representación es la que los Escolásticos apellidaban especie o idea impresa, species impressa.

A este primer momento representativo, sucede el segundo, es decir, el acto de entender, la intelección actual, la cual produce o determina en nuestro interior una representación del objeto ya conocido y como conocido, representación que no es otra cosa más que lo que ordinariamente llamamos concepto del objeto, idea de la cosa, palabra interna, como decían los Escolásticos, los cuales daban también a esta representación intelectual del objeto como conocido, el nombre de razón de la cosa, noción, concepción, noticia, palabra del entendimiento, término mental: ratio rei, notio, conceptio, notitia, conceptus, verbum mentis, terminus mentalis, y finalmente, para significar su diversidad y oposición relativa a la idea impresa, le daban el nombre de idea expresa, idea, species expressa.

4ª La idea impresa puede apellidarse principio formal de la intelección o acto del entendimiento: es principio, porque determina y mueve objetivamente al entendimiento para que ejercite su actividad sobre este objeto más bien que sobre aquél, es decir, sobre el objeto representado en la idea impresa: es principio formal, porque es como la forma que determina al entendimiento, el cual por sí mismo está indiferente para aplicarse al objeto A, o al objeto B, indiferencia que es removida por la idea impresa, que no es otra cosa que la representación intelectual de tal o tal objeto bajo la forma de universalidad. Por el contrario, la idea expresa se compara a la intelección como término; porque así como la palabra hombre es el término o producto del lenguaje oral, así el concepto o idea de hombre es el término o producto del acto con el cual el entendimiento percibe este objeto. Colígese de aquí, que el modo con que la idea expresa representa el objeto es más claro, más explícito y perfecto, que el modo con que el mismo objeto es representado por la idea impresa, por lo mismo que ésta representa el objeto como cognoscible, al paso que la expresa lo representa como conocido ya actualmente. [389]

5ª Cuando se dice que las ideas son adquiridas y producidas en nosotros por el entendimiento agente, se sobreentienden las ideas impresas, siendo, como es, incontestable que las expresas todas, sin excepción, son producidas por el entendimiento posible, puesto que acompañan inseparablemente el acto de entender como término del mismo. De aquí se infiere, que para los que no admiten la existencia de las ideas impresas, el problema relativo a las ideas innatas carece hasta de sentido; porque es a todas luces evidente e innegable para todo filósofo que no confunda e identifique la idea con el objeto, como Mallebranche, que las ideas expresas de los Escolásticos, las mismas que los modernos llaman simplemente ideas, son, o un efecto del acto intelectual, o el mismo acto intelectual, y que por consiguiente carece hasta de sentido el discutir si son innatas. Luego la cuestión de las ideas innatas sólo pude referirse a las ideas impresas, las cuales anteceden al acto con que se conoce el objeto. Luego es un contrasentido en buena filosofía proponer siquiera el problema de las ideas innatas, después de haber negado la realidad de las ideas impresas, y su distinción de las expresas.

Artículo II
Existencia de las ideas intelectuales

Expuesta la noción y diferencia general de las ideas intelectuales, es preciso establecer su realidad o existencia.

Tesis
Existen en nosotros ideas intelectuales, tanto impresas como expresas.

La primera parte o sea la existencia de las ideas impresas puede considerarse como probada de antemano por las razones aducidas para establecer la necesidad y existencia de las ideas o especies sensibles; porque, en realidad, las razones expuestas en la psicología empírica tienen igual fuerza respecto [390] de las ideas impresas, cuya necesidad y existencia es un corolario de lo que allí se dijo. Más todavía: las razones allí aducidas tienen mayor eficacia relativamente a las ideas impresas del entendimiento, por lo mismo que éste está más separado que los sentidos de los objetos materiales, los cuales llegan a la inteligencia pasando antes por la sensibilidad. Esto no obstante, puede probarse esto mismo con la siguiente

Razón. La percepción intelectual lleva consigo y exige la unión del objeto con la inteligencia, pues esta no puede percibir, ni obrar sobre un objeto, sino a condición de que este exista en la misma de una manera u otra: no siendo, pues, posible concebir ni explicar racionalmente esta unión del objeto con el entendimiento, sino por medio de la idea impresa, es preciso admitir su necesidad y existencia.

Para convencerse de la fuerza y legitimidad de este raciocinio, basta tener presente que esa unión objetiva del orden intelectual no puede verificarse: 1º por el mismo entendimiento, ya porque por sí mismo está indiferente para percibir este objeto o aquel, y por consiguiente su acción presupone algo que contenga la razón suficiente de su determinación objetiva; ya también porque su acción, siendo, como es, esencialmente inmanente, no se recibe ni pasa al objeto que existe fuera, sino al objeto existente dentro de la misma inteligencia: 2º ni por medio del mismo objeto, al menos cuando se trata de un objeto distinto realmente de nuestra alma; porque es claro que cuando percibo con el entendimiento un árbol o un animal, estos objetos no entran, ni están en mi inteligencia, según el modo de ser que tienen fuera de mí: 3º tampoco puede verificarse dicha unión por la presencia del objeto en las representaciones sensibles de la imaginación o de otros sentidos, y esto por dos razones principalmente:

1ª Porque el entendimiento, como facultad cognoscitiva de un orden superior y esencialmente diferente de la sensibilidad, exige también un modo de representación o de acción objetiva, esencialmente diferente y superior a la que corresponde al conocimiento o percepción de los sentidos.

2ª Porque los objetos externos solo se representan en la [391] sensibilidad bajo la forma de singularidad, pero al entendimiento se presentan bajo la forma de universalidad. Luego sólo por medio de las ideas impresas abstraídas de las representaciones sensibles mediante la acción del entendimiento agente, es posible explicar de una manera racional y filosófica la unión inteligible, ideal o intencional, como la llamaban los Escolásticos, del objeto con la facultad inteligente, unión que constituye una condición necesaria de toda percepción intelectual, al menos cuando se refiere a objetos distintos de la misma alma y de sus actos.

Por lo que hace a la segunda parte de la tesis, no necesita de pruebas; pues no siendo otra cosa las ideas expresas, más que el término de la acción intelectual, o lo que los filósofos apellidan verbum mentis, la concepción de la cosa, negar su existencia, sería lo mismo que negar la realidad de los actos intelectuales. Así es que la existencia de las ideas expresas puede decirse una verdad de sentido común entre los filósofos, y lo que es más, una verdad de sentido íntimo, porque todos experimentamos que al conocer o percibir con el entendimiento alguna cosa, hablamos interiormente y formamos conceptos o nociones que representan el objeto en cuanto conocido, y según la parte mayor o menor que de él conocemos.

Corolarios

1º Infiérese de lo dicho que es inadmisible la doctrina de Platón y de algunos ontologistas que confunden e identifican las ideas con los objetos. La idea, lejos de constituir el objeto conocido por el entendimiento, es más bien el medio de que éste se sirve, ya para conocer el objeto (idea impresa), ya para expresar y representar en el entendimiento el objeto conocido y como conocido (idea expresa); y esto de una manera habitual y permanente, sin lo cual no se explica ni concibe fácilmente la adquisición, progreso y conservación o permanencia de la ciencia en el individuo.

2º Tanto la impresa como la expresa, son esencial y necesariamente objetivas, porque una y otra tienen por oficio, si es lícito hablar así, representar el objeto, establecer la [392] unión objetiva, poner en relación la inteligencia con su objeto, sin más diferencia sino que la primera realiza esto en orden al objeto como cognoscible, y la segunda al mismo objeto como conocido intelectualmente. Por esto enseña con razón santo Tomás, que las ideas no son id quod cognoscitur; sino que son id quo aliquid cognoscitur; palabras y doctrina con las cuales se cierra la puerta al ontologismo y también al idealismo.

Objeciones

Obj. 1ª Lo que sólo tiene existencia en nuestro entendimiento es un ente de razón; es así que las ideas intelectuales, tanto impresas como expresas, sólo existen en nuestro entendimiento: luego no se puede decir que existen realmente dichas ideas.

Resp. Las ideas, tanto impresas como expresas, son accidentes o modificaciones reales del alma, que existen por consiguiente realmente en el entendimiento, accidentes y modificaciones que no pueden ni deben confundirse con lo que los filósofos llaman entes de razón, porque no tienen más existencia ni realidad que la que les da la concepción misma del entendimiento, como sucede cuando concebimos un centauro, o el concepto de animal como género y superior al concepto de hombre, &c.

Empero las ideas no consisten en la sola percepción o en el modo de concebir de nuestro entendimiento, sino que son entidades verdaderas, aunque accidentales, como es también una entidad o realidad verdadera, aunque accidental, el acto mismo del entendimiento.

Si se quiere responder en términos escolásticos, se puede distinguir la mayor; lo que solo tiene existencia objetiva o intencional en nuestro entendimiento, es ente de razón, conc. si además de la objetiva tiene existencia real, neg.

Obj. 2ª Para que la idea impresa pudiera determinar al entendimiento a percibir el objeto A o B, sería necesario que el entendimiento conociera o percibiera la misma idea impresa, lo cual se opone a la experiencia que nos enseña que [393] la actividad intelectual se aplica y dirige al objeto mismo antes que a su idea: luego son inútiles e inadmisibles las ideas impresas.

Resp. La idea impresa, por su misma naturaleza y hasta por las condiciones de su origen, toda vez que es abstraída de las representaciones imaginarias, es representativa del objeto, y consiguientemente es medio (id quo cognoscitur) para conocer el objeto, y no el objeto conocido directamente. Así, pues, como primero conocemos el objeto, que el acto mismo intelectual, no obstante que este es medio necesario para el conocimiento del objeto, lo mismo se debe decir de las ideas impresas. El acto directo se refiere, tiende y se aplica al objeto: la idea, lo mismo que el acto intelectual, sólo es conocida por reflexión, o por medio del acto reflejo, que presupone el directo. En otros términos: la idea impresa, como idea es el mismo objeto constituido en el orden inteligible, y bajo este punto de vista el primer término del acto intelectual: la idea impresa, en cuanto cosa o accidente real, no es el mismo objeto representado, y es término del acto reflejo o secundario del entendimiento.

Para ver el árbol A no necesito ver primero la especie o representación del mismo en la retina, ni tampoco necesito ver o percibir primero la visión misma; y, sin embargo, aquélla y ésta son medio para la percepción sensible o visible del árbol: la cosa que (id quod) veo o percibo con la vista es el árbol A: la especie visual y la visión son aquello con que (id quo) veo el árbol. [394]

 

Capítulo segundo
Sistemas principales acerca del origen de las ideas

Acomodándonos a las exigencias y condiciones propias de una obra elemental, y elemental compendiosa, reduciremos todos los sistemas filosóficos sobre el origen de las ideas, a tres escuelas fundamentales, que son la empírica, la ontológica y la psicológica, toda vez que las varias teorías de los filósofos sobre la materia son fases y aplicaciones más o menos completas de alguna de estas tres escuelas ideológicas.

Artículo I
Escuela empírica, o teoría ideológica sensista

Observaciones

1ª Dejando a un lado la peregrina y grosera opinión de Epicuro, Demócrito y algunos materialistas antiguos, para los cuales las ideas eran imágenes corpóreas, o verdaderas y sutiles telillas que se desprenden de los cuerpos para entrar por los órganos de los sentidos, sabido es que para Hobbes, Toland, La Metrie con sus compañeros materialistas e incrédulos del pasado siglo, las ideas no son más que modificaciones, cualidades y movimientos de la materia y de las fibras del cuerpo, teoría renovada en nuestros días por los Moleschott, Büchner, &c. Lo que dejamos dicho acerca de la naturaleza del entendimiento humano y de su superioridad y distinción esencial, no solo de toda materia, sino de la sensibilidad, es más que suficiente para reconocer todo lo que hay de absurdo en semejante teoría, doctrina que por otra parte es rechazada hoy por todos los filósofos de crédito científico, como lo es también por el sentido común.

2ª Así es que la única teoría ideológica de alguna importancia [395] científica que se presenta en la escuela empírica, es la de Locke, según el cual

a) El origen de todas las ideas intelectuales es la experiencia, ya externa, mediante la cual percibimos los objetos existentes fuera de nosotros, ya interna, con la cual percibimos las mutaciones y afecciones del yo.

b) Luego la sensación y la conciencia son las dos únicas fuentes o causas de nuestras ideas y conocimientos intelectuales.

c) La reflexión o la conciencia refleja, aplicada a las ideas adquiridas o percibidas por medio de la sensación y la conciencia, puede reunirlas o separarlas, formando de esta suerte lo que llamamos ideas universales, como las ideas genéricas y específicas. Así, por ejemplo, la idea de sustancia la formamos reuniendo o combinando varias cualidades percibidas con los sentidos.

Tesis
El sistema ideológico de Locke es inadmisible y esencialmente sensualista.

Prueb. 1ª En toda filosofía no solo cristiana, sino racional y de buen sentido, es preciso admitir ideas universales, es decir, algún fenómeno, cualidad, accidente o modo intelectual que represente los objetos bajo la forma de universalidad; en otros términos, es preciso admitir ideas universales, distintas de las representaciones singulares y concretas de los sentidos, so pena de borrar la línea que separa el órgano intelectual del orden sensible. La teoría de Locke niega en realidad la existencia de verdaderas ideas universales, puesto que para él, éstas no son más que el resultado de la unión o agregación de varias ideas o representaciones singulares y sensibles. Por otra parte, la sensación y la conciencia o experiencia interna, únicas fuentes de las ideas, según el filósofo inglés, se hallan limitadas necesariamente a la percepción de fenómenos y objetos singulares, como consta por el sentido íntimo. Es por lo tanto incontestable que la teoría [396] ideológica de Locke es una teoría esencialmente sensualista.

2ª Si queremos examinar esta teoría a posteriori o por parte de sus deducciones y aplicaciones, tendremos una prueba más de lo mismo. En efecto; según los principios de esta teoría y las afirmaciones explícitas de su mismo autor, la idea de sustancia no es otra cosa más que la reunión o conjunto de las diversas cualidades que por medio de los sentidos percibimos. Esto vale tanto como decir: 1º que la noción o idea de sustancia universal no se distingue realmente de la noción o idea de los accidentes o cualidades de la misma: 2º que no tenemos idea de la sustancia universal, puesto que las cualidades sensibles que la constituyen, son todas singulares y percibidas como tales, siendo incontestable que los sentidos no perciben más que cosas singulares: 3º que no tenemos ni podemos tener idea de Dios, ni de sustancia alguna espiritual, insensible o puramente inteligible; porque estas sustancias y mucho más, la divina, no tienen cualidades sensibles o perceptibles por la experiencia, ni por la sensibilidad. Luego es absurda, inadmisible y esencialmente sensualista semejante teoría ideológica.

Si fuera necesario poner más de manifiesto la fuerza de este raciocinio a posteriori, bastaría tener presente el modo con que el filósofo inglés explica el origen de las ideas más capitales de entendimiento humano, y más fundamentales en el orden científico. Bastaría saber que para este filósofo la idea de causa no envuelve más que la sucesión simple de fenómenos; y que la idea de infinito se forma agregando o reuniendo cosas finitas.

Observación

El sistema sensualista de Locke fue desarrollado en sus aplicaciones y tendencias lógicas por Condillac, partidario declarado del sensualismo, y cuya teoría, se reduce a decir que las ideas todas y las diferentes manifestaciones de la actividad intelectual son sensaciones trasformadas. [397]

Artículo II
Escuela ontológica

Esta escuela presenta dos manifestaciones principales. La primera comprende los filósofos que defienden bajo una forma u otra la existencia de ideas innatas: la segunda comprende la escuela ontológica propiamente dicha, o sea los filósofos que buscan en Dios el origen de las ideas y conocimientos intelectuales del hombre.

§ I
Sistema o escuela de las ideas innatas.

Las escuelas principales que admiten ideas innatas, aunque bajo puntos de vista diferentes, son la de

A) Platón, cuya teoría abraza: 1º la preexistencia de las almas, su unión con el cuerpo humano como castigo de faltas cometidas en su existencia anterior; y como consecuencia lógica de todo esto, la afirmación de que cuando se realiza la unión con el cuerpo, llevan ya consigo las ideas que poseían antes.

2º Estas ideas, adormecidas y obliteradas en cierto modo a causa de la unión con la materia, reaparecen en la conciencia humana y son percibidas de nuevo por la inteligencia, a medida que los objetos que les corresponden se presentan a la sensibilidad o son percibidos por los sentidos.

3º De donde se infiere que las percepciones y representaciones sensibles, más bien que causas verdaderas y reales, son y deben apellidarse meras ocasiones de la ciencia y del conocimiento intelectual.

Con la teoría de Platón tiene no poca afinidad la de

B) Leibnitz, la cual puede reducirse a lo siguiente: 1º Dios, al crear las almas humanas, les infunde «ideas confusas e implícitas de todos los objetos contenidos en el Universo,» de [398] manera que el alma posee en su sustancia y desde su origen la representación, al menos confusa, del Universo y de todos los objetos en él contenidos.

2º Estas ideas innatas, pero confusas, implícitas y potenciales, pasan a ser distintas, explícitas y actuales, según que los objetos externos producen, o mejor dicho, ocasionan diversas mutaciones en el cuerpo con el cual está unida el alma. Bajo este último aspecto, la teoría de Leibnitz no difiere mucho de la de

C) Bonald, cuya teoría ideológica que suele denominarse tradicionalismo y también y también exteriorismo, puede condensarse en las siguientes afirmaciones:

1ª El alma humana lleva consigo desde su origen, si no todas las ideas que después aparecen o se manifiestan en la inteligencia, al menos aquellas que constituyen y contienen las verdades fundamentales de la metafísica y de la moral, como son la existencia de Dios, su unidad, la libertad e inmortalidad del alma, la vida futura, la distinción del bien y del mal moral, los principios o prescripciones de la ley natural, con otras verdades análogas del orden metafísico, moral y social.

2ª Estas nociones o ideas innatas u originarias, permanecen en la inteligencia en un estado imperfecto, o sea como implícitas, informes y en estado de involución, hasta que son fecundadas por el lenguaje externo y la enseñanza social, con cuyo auxilio se desarrollan, esclarecen y adquieren precisión dichas ideas.

3ª Y no solamente esas ideas o nociones fundamentales son innatas, sino que además el mismo lenguaje que sirve de medio para su desenvolvimiento y aplicación, no puede ser inventado por el hombre, y fue comunicado al género humano por infusión o revelación de Dios. [399]

Tesis
Es inadmisible en buena filosofía la teoría de las ideas innatas, 

tanto la de Platón, como las de Leibnitz y Bonald.

Prueb. la 1ª parte, o sea en orden a la teoría de Platón.

a) Esta teoría es, en primer lugar, completamente gratuita, y por consiguiente inadmisible en toda buena filosofía, puesto que estriba toda ella en la hipótesis gratuita de la preexistencia de las almas y de su unión con el cuerpo en castigo de culpas.

b) Se halla en contradicción con la experiencia interna y la observación psicológica que nos enseñan de consuno, que los sentidos, sus percepciones y representaciones, son algo más que meras ocasiones de las ideas y conocimientos intelectuales, y que ejercen un verdadero y real influjo en la producción y determinación de estos fenómenos. Lo que observamos en los ciegos de nacimiento y en los que carecen de cualquier sentido, demuestra con bastante claridad que entre las representaciones sensibles y las inteligibles, existen relaciones más íntimas, necesarias, directas y eficaces, que las que convienen a meras ocasiones.

c) Como observa con mucha razón santo Tomás, con semejante teoría sería imposible señalar la razón suficiente de la unión del alma con el cuerpo, cuando menos habría que decir que esta unión no es natural al alma, ya porque tendría razón de castigo o pena, ya también porque determinaría el impedimento de las funciones intelectuales, cuyo ejercicio constituye la principal perfección del hombre.

Teoría de Leibnitz o 2ª parte de la tesis.

a) No es menos inadmisible en buena filosofía; puesto que esa idea congénita e innata del Universo, es pura y [400] simplemente una hipótesis gratuita, sin más apoyo ni fundamento que la inventiva de la imaginación (1).

{(1) Es esto hasta tal punto exacto, que el mismo Leibnitz confiesa que su teoría ideológica es un juego de la imaginación. «Ni pertenece a los filósofos, escribe, tratar siempre en serio las cosas, pues también hacen experiencia de las fuerzas de su ingenio, excogitando o fingiendo hipótesis.»}

b) Se opone, lo mismo que la de Platón, a la experiencia y observación interna, las cuales enseñan y demuestran la existencia de un influjo real y de verdadera causalidad entre la sensibilidad y la producción de las ideas intelectuales.

Añádase a esto, que a ser verdadera la teoría de Leibnitz, no podríamos tener ideas de aquellos objetos que no obran sobre los sentidos, ni pueden producir mutaciones en el cuerpo unido al alma, según exige la teoría de Leibnitz. Esto vale tanto como decir que no podemos tener ideas explícitas, actuales y distintas de la verdad, del orden o relación, de los ángeles, de Dios, &c.

Teoría de Bonald, o 3ª parte de la tesis.

Estribando toda ella en la hipótesis de que el lenguaje humano es el que constituye nuestras ideas, haciéndolas pasar de implícitas a explícitas, de informes a formadas, del fieri al esse, o del acto primero al acto segundo, basta demostrar la falsedad de semejante hipótesis, o sea que el lenguaje no puede producir dichas ideas. Esto se demuestra, porque

Si el lenguaje engendra las ideas en la mente, o esto se verifica cuando se conoce y sabe el significado en la palabra, o cuando no se conoce su significado. No puede verificarse en el primer caso; porque conocer o saber el significado de la palabra, equivale a poseer idea del objeto significado por la palabra, y por consiguiente ésta no puede ser causa de [401] aquella o engendrarla en nuestra mente, como pretende la teoría bonaldiana. Tampoco puede verificarse en el segundo caso, toda vez que la experiencia de todos los días nos enseña claramente, que el lenguaje o palabra pronunciada en presencia de un hombre que ignora su significación, por ignorar el leguaje o idioma a que pertenece, no engendra en su mente idea alguna del objeto que corresponde a aquella palabra en tal idioma.

Objeciones

Obj. 1ª Existen en nosotros ciertos principios o verdades que se llaman naturales, como son el principio de contradicción, el principio fundamental del orden moral, bonum est faciendum et malum vitandum, y en general, lo que llamamos primeros principios de las ciencias; es así que estas verdades no pueden decirse naturales, sino a condición de que las ideas que las constituyen lo sean también, y por consiguiente innatas o recibidas con y en la misma naturaleza: luego es preciso admitir algunas ideas innatas.

Resp. Los primeros principios de la razón, y con particularidad el principio de contradicción, pueden decirse connaturales e innatos, no porque ellos, ni las ideas que les sirven de elementos preexistan en la razón humana de una manera formada, actual, completa y explícita, sino porque las ideas que en ellos se contienen y sus relaciones, son formadas y conocidas por un movimiento espontáneo y natural de la inteligencia, bastando cualquier desarrollo de ésta, por imperfecto que sea, para que brillen en ella estas ideas, cuyas relaciones y valor objetivo son conocidos de una manera instantánea, fácil y clara por la razón, que entra en posesión de sí misma y de estas ideas por medio de una especie de intuición inmediata. La razón de esto debe buscarse en la naturaleza misma de la razón, la cual, como se ha dicho, consiste en una participación de la Inteligencia divina que contiene las ideas de todas las cosas; es una impresión de las razones eternas o de las ideas divinas más universales e [402] inmutables de su naturaleza, cuales son las de bien, mal, relación, causa, efecto, ser y no ser, &c., impressio rationum aeternarum, como la apellida santo Tomás. En suma: las ideas que constituyen los elementos de los primeros principios o verdades naturales, eternas, universales e inmutables, aunque no son innatas, en el sentido propio y riguroso de la palabra, pueden apellidarse innatas virtualmente, o in fieri próximo.

Obj. 2ª La experiencia demuestra que por medio y con el auxilio del lenguaje hablado y escrito, adquirimos ideas y conocimientos que antes no teníamos: luego el lenguaje engendra y produce las ideas en nosotros, como supone la teoría ideológica de Bonald.

Resp. El lenguaje por sí solo es incapaz de engendrar ninguna idea. Supóngase un niño ante el cual se pronuncian toda clase de palabras o sonidos articulados: jamás estas palabras producirán en él la idea o representación intelectual del objeto, si al mismo tiempo no se le hace comprender con señales, ademanes, &c., que a tal palabra corresponde tal objeto. Lo que hace el lenguaje articulado es desarrollar las ideas y conocimientos preexistentes, y esto de dos maneras principalmente: 1ª induciéndonos y ayudándonos a fijar nuestra atención sobre las ideas adquiridas de antemano, reflexionando sobre ellas, comparándolas con otras, y descubriendo nuevas relaciones y analogías: 2ª según que las palabras de otros hombres, al expresar sus ideas, sus juicios, raciocinios, &c., sirven de guía a nuestra razón, la llevan en pos de sí, y la conducen a procedimientos análogos. Por eso enseña con razón santo Tomás, que la palabra del maestro no es la causa principal de la ciencia del discípulo, sino más bien un mero instrumento, que coopera y auxilia la razón del discípulo, razón que es la verdadera causa eficiente de la ciencia que en el mismo se produce o engendra (1). [403]

{(1) En confirmación de esto, escribe también el mismo santo doctor: «Secundum hoc unus alium docere dicitur, quod istum [403] discursum rationis quem in se facit, alteri exponit per signa: et sic ratio naturalis discipuli, per hujusmodi sibi proposita, sicut per quaedam instrumenta pervenit in cognitionem ignotorum.» QQ. Disp. De verit., cuest. 11, art. I.}

Escolio

Hay otros filósofos, que sin ser partidarios tan explícitos y completos de las ideas innatas, como los tres cuyas teorías acabamos de discutir, se acercan más o menos a dichas teorías, presentando ciertos rasgos de afinidad con las mismas. Así podemos decir, que bajo este punto de vista, Descartes se aproxima a Platón, bien que en esta materia, como en otras muchas, se contradice a sí mismo, vacilando entre encontradas afirmaciones. Después de clasificar las ideas en adventicias, facticias e innatas, añade con imperturbable serenidad: «acaso también puedo pensar que todas son adventicias, o todas innatas, o todas hechas.» Sabido es que la teoría ideológica de Wolf coincide, en su mayor parte, ya que no completamente, con la de Leibnitz, así como Beautain, Lamennais y los tradicionalistas en general, se aproximan más o menos a la teoría ideológica de Bonald. Rosmini, al mismo tiempo que rechaza las ideas innatas, admite y considera como tal la idea de ente.

§ II
Ontologismo propiamente dicho o ideológico.

Entre los partidarios del ontologismo ideológico ocupa el primer lugar.

A) Mallebranche, cuya teoría, después de consignar que nuestra alma puede conocer las cosas, o por sí mismas inmediatamente, o por medio de sus ideas, o por el sentido íntimo, o por conjetura, afirma: 1º que conocemos a Dios por visión [404] inmediata y directa: 2º que conocemos los seres finitos y con especialidad los cuerpos en Dios, o sea viéndolos en las ideas arquetipas contenidas en la mente divina.

B) Gioberti profesa también el ontologismo ideológico, afirmando: 1º que nuestro entendimiento posee dos manifestaciones de su actividad o fuerza, una directa, o sea la intuición inmediata, espontánea y primitiva del ser Ideal-real, que es el ser absoluto, y por consiguiente el mismo Dios: otra secundaria y refleja, mediante la cual desenvuelve y desentraña los elementos contenidos en la intuición directa del Ideal-real, o sea del ser divino y absoluto.

2º Toda vez que la intuición indicada se refiere a Dios, según es o existe realmente, abarca simultáneamente: 1º la percepción del ser absoluto en sí mismo: 2º la creación libre mediante la cual se comunica a otros seres distintos: 3º los seres finitos que reciben el ser o la existencia por medio de esta creación.

3º Pero estas tres cosas las percibimos simultáneamente con la intuición arriba indicada, en cuanto que por medio de ésta percibimos o vemos la acción creadora en Dios. De aquí es que el fundamento real, o mejor dicho, la síntesis general de toda ciencia y de todos los conocimientos humanos, es la siguiente afirmación: el Ente crea las existencias.

C) Schelling pertenece también al ontologismo, porque su teoría ideológica es un conjunto de panteísmo y de ontologismo, estableciendo: 1º que el objeto o ser del cual procede toda realidad, a la vez que el conocimiento humano, es el Ente absoluto, en el cual se identifican y confunden el sujeto y el objeto, la cosa y la idea, la existencia y el conocimiento, la materia y el espíritu.

2º Nuestra inteligencia se eleva al conocimiento de este Ser absoluto y sustancial, o realidad única, por medio de una intuición intelectual inmediata, primitiva y trascendental, anterior por lo mismo y superior al testimonio o manifestación de nuestra conciencia. [405]

Tesis
Son absurdos e inadmisibles los sistemas o teorías ideológicas expuestas 

de Mallebranche, Gioberti y Schelling.

Razones contra la teoría de Mallebranche.

1ª Si el hombre viera a Dios en sí mismo, y esto con una visión inmediata y directa, como pretende Mallebranche, seríamos semejantes a los bienaventurados, toda vez que en esta hipótesis veríamos a Dios cara a cara, facie ad faciem, y no per speculum et in aenigmate, visión que constituye la gloria y el estado de los bienaventurados en el cielo, según la doctrina de san Agustín, de santo Tomás y de la teología católica, doctrina basada sobre la enseñanza del Apóstol: videmus nunc per speculum et in aenigmate, tunc autem facie ad faciem. Y esta razón adquiere mayor fuerza, si se tiene en cuenta que, según Mallebranche, Dios se manifiesta a nuestra mente y la ilumina por medio de su misma sustancia. Si a esto se añade, que la experiencia y la razón nos enseñan de consuno, que el conocimiento que de Dios alcanzamos en la vida presente, lejos de ser intuitivo y directo, es muy imperfecto y lo adquirimos por medio de raciocinios más o menos difíciles, subiendo de las cosas visibles, temporales y contingentes, a las invisibles, eternas y necesarias, no podrá menos de reconocerse que la teoría de Mallebranche, en esta parte, es absolutamente insostenible, y que no se halla en armonía con la tradición y enseñanza de la filosofía cristiana.

2ª Esta teoría es una hipótesis completamente gratuita y destituida de fundamento racional y filosófico, a no ser que se considere como tal el ocasionalismo, que es la verdadera y única base de la misma. Sabido es, por lo demás, que la razón, la experiencia y el sentido común condenan y rechazan la teoría ocasionalista del filósofo francés cuando pretende, por una parte, que los sentidos no suministran al hombre ningún conocimiento de los cuerpos, y por otra que el conocimiento sensible es una pura ocasión del intelectual, sin ejercer verdadera influencia sobre su origen y desarrollo. [406]

3ª Finalmente, esta teoría presenta, entre otros, los inconvenientes: 1º de admitir la visión de los cuerpos de Dios, al mismo tiempo que no admite la del alma, o de la mente, siendo así que el alma está más cerca de Dios que los cuerpos: 2º mientras que por un lado afirma que vemos los cuerpos en las ideas divinas por una especie de intuición inmediata y directa, por otro lado afirma que no podemos conocer con certeza la existencia de los cuerpos sino por revelación: 3º establécese en esta teoría que es muy difícil saber si los cuerpos tienen alguna propiedad o atributo, fuera de la extensión, mientras que por otro lado nos dice expresamente su autor que el conocimiento que de los cuerpos alcanzamos es perfectísimo, aserción rechazada además por la misma experiencia.

Razones contra la teoría de Gioberti.

1ª La intuición primitiva y espontánea de Dios creando las existencias o seres finitos, es pura y simplemente una ficción de la imaginación, y una hipótesis no solo gratuita, sino en contradicción con la conciencia, la cual, lejos de dar testimonio de semejante intuición de Dios, ni menos de su acción creadora, nos revela por el contrario, que solo llegamos al conocimiento más o menos perfecto de estas dos cosas por medio de raciocinios más o menos laboriosos. Ciertamente que si en nosotros existiera semejante intuición de la creación, debieron ser por demás estúpidos Pitágoras, Platón, Sócrates, Aristóteles y todos los grandes filósofos de la antigüedad, que no supieron concebir o explicar el origen del mundo por creación.

2ª Esta teoría conduce lógicamente al panteísmo. En efecto; por más que su autor rechace este error, es lo cierto que al desenvolver su teoría ideológica, afirma explícitamente que las existencias o seres creados no tienen en sí y por sí inteligibilidad. Siendo, pues, incontestable en buena filosofía, y sobre todo en la filosofía cristiana, que la inteligibilidad de una cosa se identifica a parte rei con su realidad objetiva, puesto que en tanto una cosa es inteligible en cuanto es algo real, síguese de aquí que si las existencias creadas o seres [407] finitos carecen de inteligibilidad propia, carecen también de realidad propia. La consecuencia lógica y necesaria de esta doctrina es la afirmación de la sustancia o realidad única de los panteístas. Si a esto se añade, que para el filósofo italiano, la producción de los fenómenos se puede y debe apellidar verdadera creación, aparecerá más de bulto el fondo panteísta de su doctrina.

Por lo que hace a la teoría de Schelling, ya se ha visto que es esencialmente panteísta, y por consiguiente militan contra ella todos los absurdos e inconvenientes que lleva consigo el panteísmo.

Por otra parte, el mismo Schelling confiesa que la intuición intelectual del ser absoluto o de Dios, que constituye el fondo y la base de su teoría, es anterior y superior a la conciencia subjetiva o del yo; lo cual equivale a confesar que esta teoría es una hipótesis gratuita y una concepción a priori, sin fundamento alguno racional ni psicológico.

Objeciones

Obj. 1ª Dios se halla unido y presente a nuestra inteligencia de una manera inmediata e íntima: luego puede y debe ser conocido por el hombre por intuición inmediata y directa, como afirma Mallebranche: afirmación que parece conforme con el pensamiento de san Agustín, cuando escribe: inter mentem nostram et veritatem, id est, lucem interiorem, per quam illum (Deum) intelligimus, nulla interposita creatura est.

Resp. Dios, como causa eficiente creadora y conservadora actualmente y siempre de nuestra alma y sus facultades, está siempre presente a nuestra mente, y existe en ella como existe en todos los seres reales. Empero esta presencia, en razón de causa eficiente y como ser infinito, por íntima e inmediata que sea, no basta para que sea conocido de una manera intuitiva e inmediata por nosotros, sino que para esto se requiere su presencia y unión con la mente en razón de objeto inteligible. Nada más íntimo y presente a nuestra mente que la misma sustancia y esencia del alma; y sin embargo, no [408] solamente no tenemos intuición de la misma, sino que ni siquiera conocemos su existencia y atributos sino por medio de sus actos, que le comunican, por decirlo así, la presencia objetiva e inteligible. Si se quiere responder a la objeción en términos de escuela, se puede distinguir el antecedente: Dios se halla unido, &c., como causa eficiente y conservante, in ratione causae efficientis et conservantis actualiter, conc., teniendo presente que la conservación es una creación continuada: in ratione objecti vel entis intelligibilis, neg.

Por lo que hace a las palabras de san Agustín, no significan otra cosa sino que la razón o inteligencia del hombre es una participación de la inteligencia divina y como una derivación inmediata de la misma. Y en conformidad a esto escribe santo Tomás, aplicando y desenvolviendo el pensamiento de san Agustín: Ipsum enim lumen intellectuale, quod est in nobis, nihil est aliud quam quaedam participata similitudo luminis increati, in quo continentur rationes aeternae.

Obj. 2ª La operación intelectual y el orden de conocer deben estar en relación con la realidad de los objetos conocidos; es así que la realidad de los objetos o seres finitos procede de la creación y es posterior naturalmente a la realidad de Dios: luego con razón enseña Gioberti que nuestros conocimientos intelectuales deben comenzar por la intuición de Dios o del ser creante.

Resp. Si por estas palabras se quiere significar que las condiciones de nuestro conocimiento, principalmente en orden a su verdad o falsedad, está en relación con la realidad de los objetos conocidos, no se hace más que establecer una doctrina profesada por todos los filósofos, y con especialidad por santo Tomás, cuando enseña que la verdad subjetiva del entendimiento o sea la verdad cognitionis, consiste en la ecuación del entendimiento con la cosa conocida, o sea con la realidad y entidad del objeto. Empero si se pretende significar que el orden y sucesión de los actos de nuestro entendimiento, corresponde al orden y sucesión de los objetos conocidos, la afirmación es completamente gratuita e inexacta, toda vez que la experiencia misma nos enseña que sucede con [409] frecuencia lo contrario. Así, pues, como primero conocemos los fenómenos y accidentes que la sustancia, los efectos que las causas, así también podemos conocer y en efecto conocemos primero las criaturas que el Creador.

Artículo III
Escuela psicológica

Ya hemos dicho que Descartes pertenece en parte a la escuela ontológica o sea a una de sus fases, según que admite la existencia de ideas innatas. Esto no impide que bajo otro punto de vista pueda colocársele entre los partidarios del psicologismo ideológico, habida razón de la doctrina que más de una vez consigna, al considerar el yo o los fenómenos de conciencia como la fuente real y el origen de los conocimientos intelectuales. Así es que su teoría ideológica puede considerarse como una mezcla de ontologismo y psicologismo. Dejando, pues, a un lado la teoría cartesiana, examinaremos la teoría de Fichte, genuino y lógico representante del psicologismo ideológico.

Para Fichte todos los conocimientos intelectuales, y por consiguiente todas las ideas, no son más que manifestaciones de la actividad del yo puro. Este yo puro se pone a sí mismo en cuanto y porque se conoce, y pone todas las demás cosas o el no yo, de la misma manera. Es decir, que el yo puro es la única realidad que existe, del cual nacen o salen todas las cosas: en otros términos, todas las demás cosas no son más que modos, fenómenos, apariencias, fases varias del yo puro que se pone a sí mismo conociéndose, y se conoce poniéndose. El yo empírico o sean las almas singulares, lo mismo que el no yo o el mundo externo, son modos y conocimientos del yo puro, el cual es pensamiento puro, o lo que es lo mismo, no envuelve ni sujeto ni objeto determinado.

Esta teoría ideológica, si es que tal nombre merece este conjunto de absurdos que produce vértigos cuando el pensamiento trata de fijarse sobre él, se halla refutada en primer [410] lugar por todas las razones e inconvenientes que militan contra el panteísmo, y lo que es más, contra un panteísmo nihilista. Porque en realidad de verdad la teoría de Fichte niega y destruye toda realidad, toda vez que el yo puro, con el cual, en esta teoría, se identifican las almas, el mundo y Dios, se constituye por el pensamiento puro, o sea con precisión de todo sujeto y de todo objeto. Ahora bien; un pensamiento sin objeto pensado, ni sujeto pensante, es una mera abstracción del entendimiento, es nada en sí misma o a parte rei. En segundo lugar, al suponer y afirmar que el yo pone o comunica la existencia a las cosas conociéndolas, atribuye al hombre lo que es propio de Dios, o mejor dicho, supone que el hombre es Dios, y hasta más que Dios, toda vez que la producción o existencia real de las cosas no depende del solo conocimiento especulativo de las mismas, como supone Fichte, sino del conocimiento práctico o acompañado de la determinación libre de la voluntad divina.

Añádase ahora a esto, por una parte, que todas las afirmaciones contenidas en esta teoría no son más que ficciones de la imaginación e hipótesis tan gratuitas como absurdas, y por otro lado, que envuelve el ateísmo más explícito y repugnante, toda vez que Dios es puesto por el yo puro, es una modificación o fase del mismo, sin realidad sustancial, ni existencia propia. Después de esto, no puede menos de reconocerse que la única teoría ideológica presentada por la escuela psicológica hace poco honor a ésta.

Artículo IV
Teorías ideológicas especiales

Además de las teorías relativas al origen de las ideas que acabamos de exponer y discutir, hay algunas otras que se podrían llamar intermedias o eclécticas, porque sin pertenecer en rigor a las escuelas expuestas, participan más o menos de las mismas. Las más importantes son:

A) La de Kant, cuya teoría ideológica, aunque finalmente [411] viene a parar en escepticismo e idealismo, encierra a la vez puntos de vista ontológicos, empíricos, y también escolásticos o conformes a la doctrina de santo Tomás.

a) Kant se acerca, en efecto a la escuela ontológica, cuando enseña que las formas y conceptos de espacio, tiempo, cantidad, modalidad, &c., son formas subjetivas y a priori de la sensibilidad y del entendimiento; pues esto no es otra cosa en el fondo que admitir la existencia de nociones o ideas innatas.

b) Con la escuela empírica conviene: 1º en cuanto supone que todo conocimiento intelectual, en lo que tiene de objetivo, nace de las representaciones sensibles como de su causa y materia inmediata: 2º y principalmente, cuando afirma que no podemos conocer con certeza la realidad objetiva de las cosas puramente espirituales e insensibles. Más todavía: el filósofo alemán, al enseñar que no podemos conocer con certeza si el sujeto pensante o el yo, es una sustancia real o un fenómeno, va más lejos que los partidarios más exagerados del empirismo.

c) Con la teoría de santo Tomás tiene afinidad más o menos marcada la de Kant: 1º según que enseña que entre el orden sensible y el inteligible, entre la sensibilidad y el entendimiento existe una diferencia esencial, primitiva y absoluta: 2º en cuanto que considera los conceptos, como resultado o producto de la actividad del entendimiento aplicada a las representaciones o intuiciones de la sensibilidad: 3º en cuanto enseña que estos conceptos del entendimiento son como los elementos del juicio explícito o actual: 4º según que admite en principio que la sensibilidad es la que suministra al entendimiento la materia para el conocimiento intelectual, bien que no conviene con santo Tomás en cuanto al modo con que esto se verifica.

B) Por su parte Cousin presenta una teoría ideológica que tiene puntos de contacto con la escuela psicológica y también con la ontológica; pues enseña

a) Que el hombre contiene en la propia conciencia o en el yo humano las tres ideas capitales y fundamentales de las [412] cuales emanan todas las demás, y consiguientemente la ciencia humana: estas ideas son las de finito, la de infinito y la de relación entre los dos.

b) Hay en nosotros una manifestación espontánea de la actividad intelectual, y otra manifestación refleja. Con la primera percibimos confusamente las tres ideas expresadas, las mismas que constituyen los elementos del conocimiento intelectual y científico: con la segunda percibimos de una manera explícita, clara y distinta esas mismas ideas, desarrollándolas y aplicándolas. Como se ve, esta doctrina coincide bastante con la de Gioberti.

c) La razón humana de cada individuo percibe las verdades absolutas y necesarias en la Razón divina, impersonal y universal, que se comunica o revela a cada uno de los hombres, sin ser propia, individual o personal a ninguno de ellos.

La refutación de estas teorías se halla contenida en lo que se ha dicho acerca de las tres escuelas ideológicas, así como al hablar del panteísmo y escepticismo.

C) Hay otra tercera teoría ideológica que apellidaremos teoría de la representación sensible, y que puede condensarse en las siguientes afirmaciones:

1ª El entendimiento humano es, por su misma naturaleza o esencia, una facultad capaz de percibir y conocer los objetos espirituales y puramente inteligibles, y también los materiales y sensibles de un modo espiritual e insensible, o sea bajo la forma de universalidad.

2ª Esta facultad no se reduce al acto segundo, es decir, no puede entender actualmente sino a condición de ser aplicada o unida al objeto; pues la misma experiencia nos enseña que no podemos pensar sobre un objeto, sin que éste se halle presente de alguna manera con la facultad pensante, o en otros términos, sin que el objeto pensado se halle dentro de nuestro entendimiento, o unido de una manera u otra.

3ª Para realizar esta presencia y establecer esta comunicación o unión inteligible del objeto con el entendimiento, basta la presencia o existencia del objeto en la sensibilidad, [413] bien sea que la sola sensación haga presente al entendimiento la cosa sentida, como pretenden algunos; bien sea que el entendimiento se una al objeto como representado o contenido en las representaciones sensibles, según quieren otros.

Balmes, el P. Cuevas, con algunos otros escritores modernos de filosofía católica, abrazan y defienden esta teoría ideológica, la cual, aunque sencilla, fácil y exacta a primera vista, está muy lejos de resistir al examen imparcial y severo de la razón, por parte de la tercera afirmación, que es la que separa esta teoría de la doctrina de santo Tomás; pues por lo que hace a las dos primeras afirmaciones, se halla en completo acuerdo con la teoría del doctor angélico.

Que la teoría de la representación sensible es contraria a la doctrina de santo Tomás, y falsa en realidad en orden a la tercera de sus afirmaciones, se evidencia con el siguiente raciocinio. Nuestro entendimiento no puede entender objeto alguno sin que éste posea inteligibilidad actual, o como decían los Escolásticos, si no es actu intelligibile; porque primero es naturalmente el ser inteligible que es ser entendido actualmente, así como, según el orden de la naturaleza, el cuerpo no puede ser visto sino a condición de ser visible; es así que las cosas u objetos, según el modo que existen en la sensibilidad, no son inteligibles actualmente, es decir, no poseen las condiciones necesarias para la inteligibilidad actual: luego es inadmisible en buena y racional filosofía el decir que el entendimiento percibe su objeto en las representaciones sensibles, o que se une con su objeto, según el modo con que éste existe en la sensibilidad. En efecto; así como la inteligibilidad primaria, remota y fundamental, se constituye por la realidad y ser del objeto, el cual en tanto es inteligible en cuanto tiene realidad y ser propio, así también la inteligibilidad próxima e inmediata se constituye por la universalidad, siendo una verdad de sentido común en filosofía, que el objeto propio del entendimiento es el universal: luego siendo igualmente incontestable que el objeto contenido y representado en la sensibilidad y representaciones sensibles, sin excluir las de la imaginación, se presenta como singular, [414] es preciso admitir que el objeto, bajo estas condiciones, no es inteligible, o no posee la inteligibilidad próxima, actual e inmediata que exige y presupone el acto del entendimiento. Luego la teoría ideológica de la representación sensible es inadmisible en buena filosofía, e incompatible con la distinción real y primitiva entre el orden sensible y el orden inteligible, entre el objeto del entendimiento puro y el objeto de los sentidos, entre la inteligibilidad remota, potencial y radical del objeto, y la inteligibilidad próxima, actual e inmediata del mismo.

 

Capítulo tercero
Teoría general sobre el origen de las ideas

Indicadas y discutidas en los precedentes capítulos las principales teorías de los filósofos acerca del origen de las ideas, vamos a exponer nuestra opinión sobre la materia, conforme en el fondo con la teoría ideológica de santo Tomás, bien que modificada en algunos puntos, o si se quiere, desarrollada en algunas de sus fases y aplicaciones posibles. Sentaremos primero las bases de nuestra teoría, reasumiendo las doctrinas psicológicas más directamente relacionadas con el presente problema.

Artículo I
Bases y nociones previas para explicar el origen de las ideas

1ª El entendimiento humano es a la vez una facultad nobilísima, y una facultad imperfectísima. Es facultad nobilísima, en el mero hecho de ser facultad inteligente; porque decir facultad inteligente equivale a decir facultad superior infinitamente a las facultades todas sensibles, por nobles y [415] elevadas que las suponga: equivale a decir, facultad, en cierto sentido, infinita, puesto que su acción alcanza y se extiende a lo espiritual y lo material, a lo inteligible y lo sensible, a lo posible y a lo ideal lo mismo que a lo existente y real, y por decirlo de una vez, a lo finito y a lo infinito. Al propio tiempo, para reconocer que es una facultad muy imperfecta en el orden inteligible, basta tener presente: 1º que en sí misma u originariamente, no posee ninguna idea, ninguna noción, ningún conocimiento objetivo, dormitando, por decirlo así, en su pasividad y receptividad inicial e innata: 2º que para salir de su estado pasivo necesita ser excitada por el ejercicio de la sensibilidad, recibiendo a la vez de ésta los materiales para su desarrollo y para la elaboración de las ideas y conocimientos intelectuales: 3º que aun después de excitada y puesta en movimiento su actividad, no llega al conocimiento científico de las cosas sino por medio de una elaboración sucesiva, gradual, y sobre todo, trabajosa, difícil y vacilante: 4º que lejos de conocer los objetos y entrar en posesión de la verdad objetiva por medio de simples intuiciones y juicios inmediatos, como Dios y los ángeles, se ve obligada a proceder ordinariamente por medio de raciocinios, deductivos unas veces, e inductivos otras, pero siempre más o menos difíciles y complejos. Considerada bajo el primer aspecto nuestra inteligencia, dice de ella con razón santo Tomás que es quodammodo infinita, y también que es impressio quaedam Veritatis Primae; y en otros términos, participata similitudo Luminis increati, in quo continentur rationes aeternae. Considerada bajo el segundo punto de vista, es apellidada por él mismo con profunda razón filosófica, pura potentia in ordine intelligibili.

2ª A pesar de su pasividad o receptividad inicial, el entendimiento humano es una verdadera potencia activa, ya porque es el principio próximo vital de la intelección o acción de entender, ya porque incluye lo que hemos llamado con los Escolásticos entendimiento agente, o sea la fuerza y actividad necesarias para transformar las representaciones sensibles, abstrayendo y elaborando las ideas inteligibles o [416] impresas, representativas de los objetos bajo la forma de universalidad, sin lo cual no podrían determinar y servir de objeto a la acción intelectiva. Ni es preciso imaginar que la elaboración de estas ideas o representaciones inteligibles mediante la acción del entendimiento, sea anterior con duración de tiempo a la acción del mismo entendimiento con la cual percibe el objeto, bastando al afecto la prioridad de naturaleza. Antes bien es más probable que las abstracciones y la intelección son acciones simultáneas o coexistentes, aunque la primera precede a la segunda prioritate naturae. Este modo de ver se halla en armonía con santo Tomás cuando afirma que de la acción del entendimiento agente (abstracción o formación de las ideas impresas) y de la acción del entendimiento posible (la intelección, el conocimiento intelectual del objeto), resulta un acto perfecto: resultat unus actus perfectus.

3ª Además de la abstracción de las especies o ideas inteligibles, función que pertenece al entendimiento agente en orden a las representaciones sensibles, puede y debe admitirse otra abstracción propia del entendimiento posible; pues éste, al pensar sobre un objeto, puede dividirlo en varios conceptos parciales, y reuniéndolos o comparándolos entre sí y con otros formar representaciones intelectuales de realidades objetivas determinadas, respecto de las cuales estas ideas o representaciones formadas por el entendimiento posible, tendrán lugar o harán el oficio de ideas impresas.

4ª Las ideas todas existentes en nuestro entendimiento pueden reducirse a cuatro clases: 1ª ideas que representan o se refieren a objetos corpóreos y sensibles en universal, como la representación inteligible y universal del hombre, del caballo, del mármol: en gracia de la claridad llamo a estas, ideas de abstracción primaria: 2ª ideas relativas a objetos o realidades objetivas, las cuales, aunque incluidas y encerradas en cosas corpóreas y sensibles, no están limitadas o circunscriptas a ellas, sino que pueden existir en cosas incorpóreas e insensibles, como las ideas de causa, efecto, bueno, malo, existencia, sustancia, contingencia, necesidad, &c., las [417] apellidaremos ideas inteligibles: 3ª ideas que se refieren a sustancias espirituales, como las de Dios, de los ángeles, del alma racional, las cuales pueden decirse ideas espirituales: 4ª finalmente, la idea de ente, la cual constituye un género especial, por razón de su universalidad suprema y de su inseparabilidad de las funciones o manifestaciones del entendimiento humano.

Esto supuesto, veamos ahora el origen más probable de cada una de estas clases de ideas.

Artículo II
Exposición sumaria del origen de las ideas

Las nociones expuestas en el artículo anterior, en relación con las doctrinas psicológicas de antemano consignadas, nos conducen a la siguiente teoría ideológica, que puede considerarse como un corolario general de la Psicología, y que puede condensarse en los siguientes puntos:

1º Si se trata de las ideas expresas, todas son producidas por el entendimiento posible, es decir, por el entendimiento en cuanto incluye o significa la facultad de entender los objetos por medio de percepciones, juicios y raciocinios universales, que esto y no otra cosa es el entendimiento posible. No siendo las ideas expresas más que los conceptos o nociones que el entendimiento forma de los objetos que conoce o en cuanto sometidos a la intelección, claro es que deben considerarse como un efecto y producto del entendimiento posible.

2º Si se trata de las ideas impresas, o sea de aquella idea o representación intelectual que establece comunicación actual entre el objeto cognoscible y el entendimiento cognoscente, sirviendo de medio para que el objeto se haga presente al entendimiento con presencia inteligible y bajo la forma de universalidad, entonces es preciso distinguir:

a) Si se trata de las ideas de primera abstracción, estas son producidas por la acción del entendimiento agente sobre las representaciones sensibles, lo cual equivale a decir [418] que son producidas y elaboradas en virtud de la fuerza innata o actividad connatural y espontánea que tiene el entendimiento, para determinar la representación universal del objeto contenido y representado en la sensibilidad con representación singular y sensible.

b) Si se trata de las ideas que hemos llamado inteligibles, estas proceden a la vez de los dos entendimientos: del agente, en cuanto que en las ideas de primera abstracción, por ejemplo, en la idea de hombre, se hallan incluidas otras puramente inteligibles, como la razón de causa, efecto, sustancia, existencia, &c. Proceden también el entendimiento posible o cognoscente; porque este, al conocer o entender al hombre, siguiendo el ejemplo indicado, descubre en él y pasa sucesiva y voluntariamente a pensar y concebir cada una de las realidades objetivas correspondientes a las ideas de causa, sustancia, contingencia y otras puramente inteligibles.

3º Por lo que hace a las ideas puramente espirituales, también es preciso distinguir.

a) La idea o representación inteligible de Dios, bajo el concepto de ser necesario e infinito, resulta de la síntesis o reunión de las ideas de ser con las de necesidad absoluta, o negación de límites y determinaciones respectivamente. Si Dios se presenta bajo el concepto de causa primera, entonces se forma del mismo modo que las ideas inteligibles.

b) Si se trata de los ángeles, formaremos ideas o representaciones inteligibles de estas sustancias, por analogía con la sustancia de nuestra alma; de donde se infiere que son producto del entendimiento posible más bien que del agente.

c) Finalmente, los actos o funciones ejercen el oficio de ideas impresas, sin serlo propiamente, con respecto a nuestra alma, cuya sustancia y atributos conocemos mediante la intuición experimental de sus actos. De aquí se infiere, que en realidad, no hay idea impresa del alma, supliendo sus veces los actos que de ella proceden, y que son manifestaciones y como presentaciones de su ser.

4º La idea de ente, como condición necesaria que es de la actividad intelectual y de su ejercicio, puede considerarse [419] como una idea innata implícita et in fieri, bastando cualquiera excitación de dicha actividad para que se haga explícita, actual, perfecta y clara en la inteligencia, que depende de ella en su desarrollo subjetivo y objetivo.

5º Infiérese de lo dicho que todas las ideas intelectuales pueden decirse dependientes de la sensibilidad bajo dos puntos de vista generales: 1º porque en el hombre no se manifiesta ni desarrolla el conocimiento intelectual, ni adquiere ideas o nociones intelectuales de los objetos, sin que haya precedido el conocimiento sensitivo o la percepción de algún objeto singular por medio de los sentidos: 2º porque, hablando en general, primero conocemos los singulares que los universales, y por otra parte las representaciones sensibles son las que originariamente excitan la actividad intelectual y constituyen, o la materia, o la ocasión respectivamente, para la formación de las ideas y conocimientos intelectuales. En este sentido, puede admitirse como verdadero y exacto el apotegma antiguo: nihil est in intellectu quin prius fuerit in sensu.

6º Este mismo apotegma será inadmisible y conducirá al sensismo, como condujo a Locke, si se toma literalmente como suena. Porque la verdad es: 1º que los sentidos no son verdadera causa eficiente de las ideas y conocimientos intelectuales, sino causa material, cuando más: la razón de causa eficiente corresponde al mismo entendimiento: 2º que con respecto a algunas ideas, ni siquiera tienen razón de causa material; pues las ideas que hemos apellidado inteligibles, solo dependen o proceden de las representaciones sensibles de una manera indirecta y remota; a lo cual se añade, que con respecto a las espirituales de los ángeles y del alma racional, y más todavía con respecto a la idea fundamental del ser, ni siquiera tienen razón de causa material remota, pues esta clase de ideas solo proceden de la sensibilidad como de causa ocasional.

Conviene no perder de vista estas indicaciones, si se quiere saber el sentido o significación en que santo Tomás y otros Escolásticos hacen uso del axioma nihil est in intellectus quod non prius fuerit in sensu.