Sección segunda
Lógica especial

 

Descartes, Arnauld, Locke con muchos otros filósofos modernos, dieron tal extensión a la Lógica, que hicieron entrar en ella las cuestiones relativas a la naturaleza de las facultades del alma, al origen de las ideas, a la naturaleza y origen del conocimiento, con otras cuestiones pertenecientes a la psicología y a la ideología. Por el contrario, algunos otros modernos circunscriben tanto las materias y objeto de la Lógica, que pretenden que sólo debe ocuparse de enseñar las reglas generales del silogismo puro, o abstraído de toda materia, lo cual equivale a reducirla a lo que los antiguos llamaban Lógica Menor, y es la misma contenida en la sección anterior, o sea la Lógica general.

Nosotros, apartándonos de estos dos extremos, creemos que la Lógica, además de esas nociones generales y de las leyes del silogismo contenidas en la sección precedente, debe tratar de ciertas materias que tienen una relación más o menos inmediata con esas nociones y leyes, y con especialidad que debe tratar de los criterios de la verdad, de la certeza, de la probabilidad, del método, con otras materias análogas. Trataremos, por lo tanto, en esta sección: 1º de la Lógica en sí misma: 2º de la verdad y sus criterios: 3º de la crítica en sus relaciones con la probabilidad, opinión y duda: 4º del método. [115]

 

Capítulo primero
De la Lógica

Así como los actos o movimientos naturales de la mano pueden subordinarse a ciertas reglas, lo cual da origen a la pintura, escultura, y otras artes, así también los actos naturales y espontáneos de la razón humana pueden subordinarse a ciertas reglas y a la dirección refleja de la misma razón (1), en virtud de las cuales el entendimiento realiza la investigación y alcanza la posesión de la verdad con cierta facilidad y seguridad. Y ésta dirección científica y refleja de los actos del entendimiento en orden a la verdad, es lo que constituye la Lógica, o mejor dicho, lo que se obtiene mediante ésta facultad. [116]

{(1) Esta observacion, que contiene la razon de ser y el orígen filosófico de la Lógica, no es nuestra, sino de santo Tomás, el cual la expone en los siguientes términos: «Ratio non solum dirigere potest inferiorum partium actus, sed etiam actus sui directiva est; hoc enim est proprium intellective parti, ut in seipsum, et similiter ratio de suo actu ratiocinare potest. Sicut igitur ex hoc quod ratio de actu manus ratiocinatur, adinventa est ars aedificatoria vel fabrilis, per quas homo faciliter et ordinate hujus actus exercere potest, eadem ratione ars quaedam est necessaria, quae sit directiva ipsius actus rationes, per quam, scilicet, homo in ipso actu rationes ordinate, et feciliter, et sine errore procedat: et haec est ars logica, id est, rationales scientia, quae est circa ipsum actum rationis sicut circa propriam materiam.» Poster., lib. I, lec. 1ª.}

Artículo primero
Noción e importancia de la Lógica

Definición.

Tomada la Lógica en un sentido general y lato, según que comprende la artificial y natural, es la facultad de discurrir rectamente. Puede dividirse en natural y artificial. La primera es la facultad o poder inherente a la razón humana para concebir, juzgar y discurrir acerca de las cosas, de manera que ésta se encuentra en todo hombre que tenga uso de razón, pero no en igual grado, puesto que observamos que unos piensan y discurren naturalmente con más rectitud, perfección y sagacidad que otros. La artificial puede definirse: un hábito adquirido, que nos enseña las leyes del recto raciocinio, mediante las cuales es dirigido el entendimiento a la posesión o descubrimiento de la verdad. Al decir que la lógica artificial enseña las leyes del raciocinio, se dice implícitamente que enseña también las de la percepción y el juicio, toda vez que el conocimiento y uso de las primeras, presupone necesariamente las segundas.

División de la Lógica.

Suelen algunos dividir la Lógica artificial o adquirida, en Dialéctica y Apodíctica, o sea en Lógica disputante, y Lógica demostrante. La primera tiene por objeto la materia probable, o mejor dicho, trata del silogismo probable en todas sus relaciones. La segunda trata del silogismo demostrativo, o sea de las leyes del raciocinio en orden a la materia o verdades necesarias. Más bien que como dos especies de lógica, deben considerarse como dos partes integrantes de ésta ciencia.

También solían dividir la Lógica en docente y utente, entendiendo por la primera el conjunto de las leyes e instrumentos racionales y dialécticos que se enseñan en la Lógica para discurrir o raciocinar bien; y por la segunda, la aplicación o uso de esas leyes e instrumentos a determinadas [117] materias. Fácil es reconocer por aquí, que la docente es la única que merece el nombre de Lógica, puesto que la utente, como tal, lo mismo se puede hallar en la Lógica que en otras ciencias.

Fin de la Lógica.

De la definición aducida de la Lógica artificial, se infiere que el fin próximo de la misma es dirigir las operaciones del entendimiento en la investigación y la adquisición de la verdad; el fin remoto es hallar y explicar la verdad, porque a ésto se enderezan y tienden de su naturaleza las leyes e instrumentos racionales y científicos del recto raciocinio.

Oficio de la Lógica.

Empero así como orador es aquél que habla del modo conveniente para persuadir, por más que realmente no persuada, no obstante de que la persuasión es el fin del orador, así también el oficio del lógico es conocer y aplicar las leyes e instrumentos convenientes para descubrir y explicar la verdad, lo cual se verifica principalmente por medio de la definición, la división y la argumentación, en las cuales se incluyen de una manera más o menos directa e inmediata todos los demás preceptos e instrumentos lógicos. De aquí es que el oficio de la Lógica tiene aplicación en todas y a todas las ciencias, las cuales se sirven de las definiciones, divisiones y raciocinios para llegar al conocimiento racional y científico de un objeto. Así es que la Lógica puede decirse la introducción general para las ciencias: y Aristóteles la apellidó con razón modus sciendi.

Importancia y utilidad de la Lógica.

Despréndese de lo que acabamos de consignar cuánta sea la importancia de la Lógica, toda vez que las demás ciencias dependen necesariamente de ella.

Conviene notar, sin embargo, que una ciencia puede considerarse: 1º en estado perfecto, es decir, en cuanto abraza el conocimiento completo de las verdades y conclusiones pertenecientes a la misma, y del enlace y relaciones que entre sí tienen: 2º en estado imperfecto, según que incluye el conocimiento de las verdades y conclusiones más fáciles de alguna [118] ciencia. Si hablamos de las ciencias bajo el primer punto de vista, bien puede decirse que la Lógica es necesaria para su adquisición; porque sin ella no es posible, ni hacer con seguridad las demostraciones científicas, principalmente cuando envuelven varios silogismos o raciocinios más o menos largos, ni tampoco es posible resolver éstas demostraciones en sus primeros principios, adquiriendo de esta suerte la seguridad refleja de su valor científico. Y dicho esto se está de suyo que ni lo uno ni lo otro es posible sin el auxilio de la Lógica artificial.

Si se trata empero de la ciencia imperfecta, o sea del conocimiento de las verdades más fáciles de la misma, la lógica artificial o adquirida no es absolutamente necesaria, bastando al efecto la natural, o sea la luz de la razón, especialmente si va acompañada de cierto grado de cultura y de cierta sagacidad espontánea, como se observa en muchos hombres.

Artículo II
Naturaleza de la Lógica

Observaciones previas.

Los Escolásticos solían señalar en nuestro entendimiento cinco hábitos o virtudes intelectuales, que son como otros tantos modos de relación de la razón humana con la verdad a cuya posesión aspira. Llamaban a estos cinco hábitos intelectuales;

a) Inteligencia que no es otra cosa más que el conjunto de los primeros principios cuya verdad es percibida por nuestro entendimiento de una manera connatural y espontánea. Santo Tomás la apellida algunas veces intellectus, y no es otra cosa en el fondo más que la aptitud o facilidad inherente a nuestro entendimiento, en cuanto es una impresión de la luz divina y una semejanza de la verdad increada, según la profunda expresión del mismo santo doctor, para conocer y asentir a la verdad necesaria, inmutable y universal que resplandece en [119] los primeros principios. En resumen: la inteligencia tomada subjetivamente, es la aptitud natural y la facilidad inherente al entendimiento para percibir instantáneamente la verdad de los primeros principios, y para asentir a ella de una manera necesaria. Tomada objetivamente, podemos decir que es el conjunto de esos mismos primeros principios que se conservan habitualmente en la razón (1).

{(1) Teniendo presente este doble aspecto de la inteligencia se comprenden y explican fácilmente algunos pasajes de santo Tomás y otros autores antiguos, que ofrecen variedad de nociones acerca de este hábito intelectual.}

Infiérese de lo expuesto: 1º que la inteligencia, considerada subjetivamente, es un hábito propiamente natural e innato: considerada objetivamente, aunque no es innato en todo rigor, porque presupone el acto de conocer por simple percepción, puede apellidarse connatural y cuasi-innato, en atención a que basta que los principios se presenten a la razón para ser conocidos por ésta como verdaderos: 2º que éste hábito intelectual es el principio fundamental de las ciencias; porque la verdad es que en cualquier ciencia la evidencia y la certeza científicas traen su origen y reciben su fuerza de los primeros principios; y por otra parte, toda ciencia viene a ser en el fondo, o la aplicación de los primeros principios a fenómenos y hechos particulares, o el desenvolvimiento lógico de las verdades contenidas virtualmente en los primeros principios.

b) Llámase sabiduría, el conocimiento cierto y evidente de las cosas por medio de sus causa superiores; y por eso este nombre solían reservarlo los antiguos para la metafísica y la teología, en razón a la sublimidad de objetos y superioridad de causas de que se ocupan estas dos ciencias. Porque el nombre de

c) Ciencia se reserva para el conocimiento cierto y evidente de las cosas por medio de sus causas inferiores o menos universales. Así es que todo conocimiento acerca de algún [120] objeto adquirido por medio de legítima demostración, puede recibir el nombre de ciencia.

d) Prudencia se llama aquel hábito que perfecciona al entendimiento en orden a las acciones humanas bajo el punto de vista de la moralidad. En los actos humanos podemos considerar su bondad o malicia física, y al mismo tiempo la bondad o malicia moral que necesariamente los acompaña en el mero hecho de ser libres. En el acto de pintar, por ejemplo, hay la bondad física, si la pintura es buena artísticamente considerada, y al propio tiempo puede ser mala moralmente si se ordena a un fin malo. La dirección conveniente de los actos humanos considerados en el orden moral, pertenece al hábito de la prudencia; pero su dirección en el orden físico pertenece al

e) Arte que puede definirse en general: cierta facilidad adquirida con el estudio y el uso, mediante la cual el entendimiento dirige y ejecuta convenientemente las obras exteriores (1). Así como la prudencia tiene pro principal objeto los actos humanos en sus relaciones con la libertad, los fines y la intención moral, así por el contrario el arte mira los actos humanos principalmente en cuanto se refieren a alguna materia externa. Los Escolásticos solían indicar esta diferencia, definiendo la prudencia: recta ratio agibilium, y al arte; recta ratio factibilium.

{(1) Ésta definicion se refiere a las artes mecánicas y puramente materiales, por decirlo así, pues aquí se prescinde de las artes liberales o superiores.}

En vista de lo expuesto, no será difícil determinar la naturaleza de la Lógica, y a cual de estos hábitos pertenece.

Tesis
La Lógica es una verdadera ciencia, pero participa algo del arte.

Pruébase la primera parte. Por ciencia entendemos [121] el conocimiento cierto y evidente de alguna cosa por sus causas, adquirido por medio de la demostración; es así que la Lógica demuestra con certeza y evidencia varias verdades relativas a su objeto; por ejemplo: demuestra que la definición esencial debe constar de género y diferencia; que el silogismo debe constar de tres términos; que dos proposiciones contradictorias no pueden ser las dos verdaderas o falsas, que el término medio del silogismo se debe tomar distributivamente en alguna de las premisas, con otras cosas análogas, reduciendo o resolviendo estas diferentes demostraciones en principios de evidencia inmediata, como son los del silogismo, y el principio de contradicción: luego reúne todas las condiciones necesarias para la razón de ciencia verdadera o propiamente dicha.

La 2ª parte no ofrece dificultad, siendo como es evidente que la Lógica se distingue de otras ciencias filosóficas, en que presente muchas de las verdades o investigaciones relativas a su objeto y materia bajo la forma de reglas o preceptos, como acabamos de ver en la Lógica General.

Bajo este punto de vista se dice que participa del arte, o lo que es lo mismo, que tiene cierta semejanza y analogía con las artes en cuanto al modo o forma con que expone y presenta algunas de sus verdades.

Puede objetarse contra esta tesis: 1º que la ciencia se refiere a cosas necesarias e inmutables, porque, como se dice vulgarmente, scientia non est de contingentibus: luego siendo la definición, la proposición, las argumentaciones y demás materias análogas de que trata la Lógica, cosas contingentes que pueden hacerse o no por nuestro entendimiento, parece que la Lógica, cuyo objeto constituyen, no puede ser verdadera ciencia.

2º El instrumento se distingue de aquellas cosas con respecto a las cuales es instrumento; es así que la Lógica es llamada y considerada con razón como instrumento de las ciencias: luego no lo será ella.

A la primera objeción se responde que la necesidad e inmutabilidad que exige la ciencia se refiere solamente a la [122] esencia y atributos o propiedades del objeto y no a su existencia; pues de lo contrario no podría haber más ciencia que la teodicea, que tiene por objeto a Dios, único ser que envuelve necesidad e inmutabilidad en cuanto a la existencia. Para que la Lógica, pues, sea verdadera ciencia, basta que la definición, el silogismo, &c., tengan una naturaleza y atributos o propiedades determinadas y necesarias, siendo indiferente al efecto que existan realmente tales definiciones o silogismos; porque las ciencias abstraen o prescinden de la existencia individual de los objetos. Que se formule o que no se formule el silogismo, siempre será verdad, y verdad necesaria, que el silogismo no puede ser concluyente y legítimo si no consta de tres términos combinados convenientemente o según reglas determinadas. Esta respuesta se condensa en términos de escuela en la siguiente distinción: «la ciencia se refiere a cosas necesarias e inmutables, quoad existentiam, neg. quoad essentiam et proprietates seu attributa cum ea connexa, conc.».

Para disipar la segunda objeción basta observar que la Lógica se refiere directa y principalmente a lo que constituye su objeto propio, cual es enseñar a definir, argumentar, &c., lo cual hace científicamente, según hemos visto, señalando la razón y las causas de la recta definición, argumentación, &c., y bajo este punto de vista le corresponde principalmente el nombre de ciencia. Al mismo tiempo podemos considerar la Lógica precisamente por la aplicación y uso que tiene en las demás ciencias, y bajo este punto de vista le conviene el ser instrumento general de las demás ciencias, y es lo mismo que los Escolásticos llamaban Lógica utens. Claro es que este uso de la Lógica en las otras ciencias, es un cosa accidental con respecto a la misma, y que lejos de impedir, más bien exige y presupone en ella la razón de ciencia. Si se quiere contestar en términos de escuela, bastará distinguir las premisas: El instrumento puro se distingue &c., conc, el instrumento científico, neg. La Lógica es considerada como instrumento puro, neg., como instrumento científico, conc. [123]

Artículo III
Objeto de la Lógica

Observaciones previas.

1ª Llámase objeto de una ciencia la materia o cosas que considera o investiga. Esta materia, considerada en sí misma, constituye el objeto material de la ciencia. El punto de vista especial, o la razón particular que en esta materia considera e investiga la ciencia, se llama su objeto formal. Un ejemplo aclarará esto. La luz es el objeto material de la óptica, porque es la materia a que se refieren sus investigaciones y las verdades que demuestra: el movimiento de la luz o sea la dirección de sus rayos constituye el objeto formal de la óptica; porque esta dirección de los rayos es lo que considera en la luz esta ciencia, prescindiendo de las demás propiedades o fenómenos y hasta de su naturaleza íntima. Una cosa análoga sucede con las potencias o facultades, ya sean perceptivas, ya sean afectivas. Los cuerpos son el objeto material de la vista, porque son las cosas que se ven: el color es su objeto formal, porque es lo que en los cuerpos percibe la vista. Los seres son el objeto material de la voluntad, porque son las cosas que ésta quiere o no quiere, ama o aborrece: la bondad es su objeto formal, porque lo que ésta quiere o ama, lo quiere o ama bajo la razón de bien. Los que han ridiculizado estas distinciones de los Escolásticos manifiestan haber meditado poco sobre su importancia y sobre su exactitud aun en el orden psicológico.

2ª Siendo toda ciencia un conocimiento adquirido por medio de demostraciones, y exigiendo ésta proposiciones de evidencia inmediata o primeros principios que sirvan de base y fundamento, toda ciencia encierra primeros principios, con cuyo auxilio la razón procede a demostrar las verdades relativas a su objeto. Estos primeros principios de cada ciencia constituyen su objeto formal quo, apellidado también por los Escolásticos ratio sub qua. [124]

3ª El objeto material y formal de una ciencia o facultad reunidos, constituyen el objeto total de aquella, y es la misma que los Escolásticos apellidan objectum attributionis.

Tesis
El objeto material de la Lógica son las cosas conocidas por el entendimiento: el objeto formal de la misma, es la disposición artificiosa que el entendimiento pone en ellas para favorecer el conocimiento.

La 1ª parte es evidente por sí misma, puesto que todas las cosas conocidas, o sean las ideas y nociones más o menos completas y exactas que tenemos de los varios objetos que se presentan a nuestro entendimiento, son las que suministran materia para las definiciones, divisiones, silogismos, proposiciones, reglas, &c., &c., de que trata la Lógica.

Pruébase la 2ª parte. Lo que la Lógica considera en las cosas por nosotros conocidas o cognoscibles, y lo que enseña y demuestra con respecto a las mismas, es la disposición conveniente o artificiosa de las mismas en forma de definición, argumentación, silogismo, división, &c. Luego esta forma artificial, mediante la cual los conceptos se ordenan y combinan del modo conveniente para llegar al conocimiento de lo desconocido, o para perfeccionar y completar los conocimientos imperfectos que poseemos, es lo que constituye el objeto formal de la Lógica. En otros términos: la Lógica en los conceptos o nociones que tenemos de los objetos, nociones que constituyen su materia u objeto material, considera, investiga y demuestra el modo o forma con que deben ordenarse y combinarse para facilitar el conocimiento de la verdad; y por consiguiente, esa forma o disposición artificiosa constituye su objeto formal; y se llama con propiedad ente de razón, porque no tiene más ser objetivo que el que le da el mismo entendimiento al concebirla en los objetos como conocidos. [125]

Objeciones

1ª La definición y la argumentación pertenecen al objeto formal de la Lógica; es así que la definición y la argumentación son operaciones del entendimiento: luego el objeto formal de la Lógica serán las operaciones del entendimiento y no la forma artificiosa o ente de razón.

Resp. distinguiendo la mayor. La definición, &c., en cuanto son acciones del entendimiento precisamente, pertenecen al objeto formal de la Lógica: neg. en cuanto incluyen o contienen la disposición conveniente de los conceptos, conc. La argumentación, lo mismo que la definición y otras operaciones de la razón, pueden considerarse: 1º precisamente en cuanto son acciones vitales determinadas del entendimiento, o si se quiere, diversas manifestaciones de la actividad intelectual: 2º en cuanto incluyen un orden determinado, o combinación relativa de conceptos. El tratar de la argumentación o raciocinio, juicio, &c., en cuanto son funciones y manifestaciones determinadas de la actividad intelectual, pertenece a la psicología y no a la Lógica, la cual sólo considera en aquellas operaciones el orden relativo de los conceptos a que se refieren y la disposición artificiosa que deben tener para formar una buena definición, un buen silogismo, &c. Hablando escolásticamente, se puede responder diciendo: La definición, argumentación, &c., effectivae, pertenecen al objeto formal, neg. quatenus effectus, conc.

2ª La disposición artificiosa de los conceptos es un ente de razón: luego no puede ser objeto formal de la Lógica. Prueb. la cons. Las ciencias se especifican y distinguen esencialmente por razón de sus objetos; es así que un ente de razón no puede especificar ni distinguir esencialmente a un ente real como es la Lógica, puesto que es una ciencia real y verdadera: luego si la disposición artificiosa, &c.

Resp. neg. la cons. y distinguiendo la may. de la prueba.

Las ciencias se especifican, &c., extrínsecamente conc. por modo de especificativo interno, neg. Una naturaleza puede [126] recibir determinación específica y distinción esencial en virtud de la relación trascendental que dice a otra cosa puesta fuera de ella, y en este sentido se dice que las ciencias y las potencias o facultades vitales se distinguen y especifican por sus objetos, como el entendimiento se distingue de la voluntad, porque aquél incluye una relación esencial y necesaria a lo verdadero, así como la voluntad la incluye a lo bueno, ad bonum. Por eso y en este sentido se dice que el objeto especifica y distingue las ciencias extrínsecamente, es decir, como específicamente externo; pues el interno es la misma relación trascendental de la ciencia al objeto. Si se tratara del especificativo interno de una naturaleza, como lo es el alma racional respecto del hombre, no podría ser un ente de razón, siendo la Lógica un ser real; porque lo que especifica y distingue interne es una parte de la misma cosa especificada, y por consiguiente, si ésta es real, también lo será lo que la especifica y distingue esencialmente de otras cosas.

Para prevenir instancias de la objeción, téngase presente que esta relación al objeto no es predicamental, sino trascendental, y por consiguiente embebida e identificada realmente con el hábito de la ciencia.

 

Capítulo segundo
De la verdad y la certeza

Aunque el tratar de la verdad en sí misma pertenece a la Metafísica, es conveniente y hasta necesario tratar aquí de ella bajo diferentes puntos de vista, por la intima relación que tiene con el objeto y materias propias de la Lógica; así como también lo es tratar de los varios estados de la razón con respecto a la verdad.

Artículo I

Para evitar confusión expondremos primero ciertas ideas generales acerca de la verdad, y después trataremos de la verdad lógica, cuyo conocimiento es más necesario para el lógico.

§ I
Nociones generales sobre la verdad

1ª La experiencia y atenta observación nos enseña que la denominación de verdadero se atribuye, ya a los objetos en sí mismos, ya a los conceptos de nuestro entendimiento, ya a los signos con que expresamos éstos conceptos, o sea al lenguaje. De aquí la división de la verdad en metafísica, física y moral.

2ª Verdad metafísica es la realidad objetiva de las cosas en cuanto éstas por medio de su esencia corresponden a la idea típica de las mismas, preexistente ab aeterno en el entendimiento divino. En efecto, todo ser real tiene una esencia propia, determinada y distinta de la que tienen las demás cosas, esencia que se halla contenida y representada desde la eternidad en alguna de las ideas divinas que representan, no sólo los seres todos reales y actuales, sino los posibles. Luego todo ser real, en el mero hecho de serlo, se halla en relación y dependencia necesaria con la idea divina que le corresponde, lo cual constituye su verdad metafísica, o sea su ecuación con el entendimiento divino. Así, pues, cualquiera ente real, v. gr., el oro, es verdadero con verdad metafísica, según que tiene en la realidad la esencia, atributos y cualidades que corresponden a la idea típica de oro, preexistente en el entendimiento de Dios.

En atención a las varias relaciones y puntos de vista que podemos considerar en esta verdad metafísica, recibe diferentes nombres. Se llama: 1º veritas rei, verdad real, [127] verdad de la cosa, porque se identifica con la esencia de la cosa: 2º verdad trascendental, porque no se limita a alguna clase de seres, sino que conviene a todos, sea cual fuere su grado de perfección o imperfección: 3º verdad objetiva, y esto por dos razones: 1ª porque se identifica con los objetos reales de nuestro entendimiento: 2ª porque estos objetos reales, por lo mismo que tienen verdad metafísica, son capaces o aptos para determinar en nosotros conocimientos verdaderos acerca de tales objetos. Este metal, por lo mismo que es verdadero oro, puede servir de objeto a mi razón y determinar en ella un conocimiento o juicio verdadero.

De aquí se deduce que el ente real, además de la comparación y ecuación actual con el entendimiento divino, incluye otra comparación secundaria, o sea una ecuación virtual y potencial con el entendimiento humano; puesto que todo lo que tiene realidad objetiva o verdad metafísica, puede servir de objeto a nuestro entendimiento; y su verdad metafísica puede servir de regla y medida de la verdad de nuestros juicios con respecto a dicha realidad objetiva.

3ª La verdad lógica, que suele llamarse también verdad subjetiva, verdad de conocimiento o in cognoscendo, verdad formal, puede definirse: la conformidad o ecuación del entendimiento como cognoscente de la cosa conocida. Porque en efecto, el conocimiento en tanto se dice verdadero, en cuanto se conforma con la cosa que le sirve de objeto, o en otros términos, en cuanto es la expresión de la realidad objetiva. De esto se colige, que así como la idea divina es la medida, la norma y como la razón de la verdad metafísica, así ésta verdad metafísica o de la cosa es la medida, la regla y como la razón de la verdad lógica o de conocimiento.

4ª La verdad moral es la conformidad o ecuación del lenguaje externo con el juicio interno del sujeto: toda vez que entonces decimos que el lenguaje de un sujeto es verdadero moralmente o veraz, cuando sus palabras son la expresión de sus conceptos o juicios internos.

5ª En atención a que cosas contrarias u opuestas tienen opuestos atributos, no habrá inconveniente en dividir la [129] falsedad en metafísica, física y moral, aplicándoles definiciones opuestas a las que se refieren a la verdad. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la falsedad metafísica, si se toma en rigor, o no existe, o sólo puede acomodarse a la nada absoluta; la cual, en cuanto niega o excluye toda realidad, no tiene ecuación con las ideas divinas. Empero si se toma en un sentido impropio y secundario con relación a nuestro entendimiento, diremos que hay falsedad metafísica en laguna cosa cuando por sus condiciones puede dar ocasión a un juicio falso; y en este sentido solemos decir que este metal es oro falso, porque presenta algunos accidentes que a primera vista pueden inducirnos a juzgar que es oro, no siéndolo en realidad.

De todo lo que dejamos consignado en el presente artículo, se deduce que la razón propia y el carácter distintivo de la verdad consiste en la relación y consonancia entre alguna cosa y algún entendimiento. La verdad metafísica o trascendental, consiste en la conformidad del ser con el entendimiento divino: la verdad formal o de conocimiento, en la conformidad entre nuestro entendimiento y la cosa conocida por él: la verdad moral, en la conformidad entre las palabras externas y los conceptos internos del entendimiento. Luego es tan profunda como filosófica la definición que da santo Tomás de la verdad: ecuación de la cosa y del entendimiento: adaequatio rei et intellectus.

§ II
La verdad lógica o de conocimiento

Observaciones.

1ª De lo dicho en el párrafo anterior se desprende que la verdad tiene una relación más inmediata y directa con el entendimiento que con las cosas. En efecto: la verdad metafísica lo es, porque la cosa real que recibe la denominación de verdadera está en armonía con el entendimiento divino, o sea con la idea que en él le corresponde, y de la cual depende [130] como de su regla, medida y causa. La verdad lógica o de conocimiento se halla únicamente en el juicio, como luego veremos. Finalmente, que la verdad moral se refiere también más principalmente el entendimiento que a las cosas, se evidencia porque aun cuando las palabras expresen realmente una cosa falsa, sin embargo habrá verdad moral, si se conforman con el entendimiento del que habla, o son la expresión de sus conceptos o juicios internos.

2ª Esto es lo que quiere significar santo Tomás cuando dice que la verdad conviene primero y más perfectamente al entendimiento que a las cosas: veritas prius et perfectius congruit intellectui quam rebus. Las indicaciones consignadas aquí y en el párrafo anterior demuestran que esta afirmación es tan profunda como exacta.

Veamos ahora lo que corresponde a la verdad lógica en orden al conocimiento humano.

Tesis 1ª
La verdad lógica o de conocimiento sólo se encuentra con perfección y propiedad en el juicio: si se toma en un sentido impropio, conviene también a la simple percepción.

Pruébase la 1ª parte. 1º La observación psicológica y el sentido común, nos enseñan que la verdad y falsedad no existen en rigor y con propiedad en nuestros conocimientos hasta que afirmamos o negamos algo, y por consiguiente la verdad lógica o de conocimiento es inherente y peculiar a aquél acto de nuestro entendimiento que incluye afirmación o negación, cual es el juicio. Así es que mientras nos limitamos a concebir alguna cosa, sin afirmar ni negar nada de ella, no puede decirse con propiedad y en rigor que hay verdad o falsedad en nuestro conocimiento; pero desde el momento que formamos juicio acerca de la misma, habrá verdad o falsedad.

2º La verdad lógica o de conocimiento es la ecuación de nuestro entendimiento con la cosa conocida: luego debe [131] convenir con propiedad a aquel acto del entendimiento mediante el cual se verifica dicha ecuación. Es así que esto corresponde únicamente al juicio, mediante el cual el entendimiento ejerce o realiza su ecuación con la cosa, afirmando o negando que esta es o no es lo que concibe y piensa de ella: luego sólo en el acto de juzgar se encuentra con propiedad la verdad lógica.

3º La verdad lógica, por lo mismo que es una afección y perfección peculiar del entendimiento, debe corresponder a aquel de sus actos por razón y en virtud del cual posee un modo de conocer superior al de los animales que también conocen. Luego debe corresponder al juicio, ya porque este acto no conviene con propiedad a los animales, no obstante que les conviene la simple percepción de los objetos sensibles, ya también porque el juicio es el acto principal y fundamental, como hemos dicho arriba, al cual se refieren y se subordinan los demás actos del entendimiento humano. Siendo, pues, la verdad la perfección propia y principal del entendimiento, corresponde con propiedad al acto principal y fundamental de éste.

La primera prueba, aunque más fácil y perceptible para todos, es a posteriori, y por consiguiente inferior en sí misma a las dos últimas, que pueden decirse a priori, como fundadas en la naturaleza misma de la verdad y del entendimiento.

Pruébase la 2ª parte. 1º Porque toda vez que la verdad lógica consiste en la conformidad del entendimiento con la cosa conocida, donde quiera que se encuentre esta conformidad, diremos que se encuentra de alguna manera la verdad lógica; es así que la simple percepción envuelve cierta conformidad del entendimiento con la cosa, y esto bajo dos puntos de vista: 1º porque la percepción lleva consigo la representación intelectual del objeto, y es claro que entre la representación y la cosa representada existe cierta conformidad: 2º porque la percepción se refiere necesariamente a algún objeto determinado; pues el que percibe, algo determinado percibe. Luego es indudable que la simple percepción [132] envuelve naturalmente conformidad, al menos imperfecta, y por decirlo así, incoada con la cosa real.

2º Añádese a esto que la simple percepción se ordena por su misma naturaleza al juicio, en el cual se halla con propiedad la verdad lógica: luego la percepción debe participar algo de esta verdad; pues siendo la percepción un elemento natural y necesario, un principio y como la incoación del juicio, deberá convenirle también inchoative la verdad, que es atributo del juicio.

Tesis 2ª
La verdad imperfecta que conviene a la simple percepción acompaña a ésta siempre cuanto es de sí; sin embargo, esta percepción puede estar sujeto a falsedad accidentalmente.

Pruébase la 1ª parte. La verdad que se encuentra en la simple percepción es la interna representación inteligible del objeto, sin afirmación ni negación alguna, tanto en orden a sus atributos, como en orden a su existencia real. Siendo, pues, indudable que esto tiene lugar en toda percepción, puesto que el que percibe y piensa, necesariamente percibe y piensa algún objeto; es preciso admitir que el modo o razón imperfecta de verdad de que es susceptible la simple percepción, según lo expuesto en la tesis anterior, acompaña siempre a esta. Y esto es lo que quiere significar santo Tomás, cuando dice que «nuestro entendimiento siempre es verdadero al percibir alguna esencia o cualquiera naturaleza, sin afirmar ni negar nada de ella.»

Para probar la 2ª parte bastará explicar su sentido. Considerada la simple percepción de los objetos, en cuanto se refiere naturalmente al juicio como fundamento, principio e incoación de éste, se dirá que es falsa accidentalmente, per accidens, cuando va acompañada de circunstancias que pueden dar ocasión fácilmente a que se forme juicio falso o inexacto acerca del objeto percibido. Si concibo, por ejemplo, un centauro, puede decirse que esta percepción es falsa indirecta o accidentalmente, en cuanto que ésta percepción [133] envuelve cierta disposición a juzgar que el centauro existe realmente. Bajo este punto de vista, puede decirse que toda percepción oscura, incompleta, confusa, o defectuosa por cualquier capítulo, es falsa, en atención a que puede dar ocasión a juicios falsos.

Corolarios

Luego toda verdad incluye orden o relación al entendimiento. Ya queda demostrado que si la verdad es metafísica, dice orden al entendimiento divino; si es lógica o moral, al entendimiento humano. Con razón, pues, escribe santo Tomás: De quocumque dicatur verum, oportet quod hoc sit per respectum ad intellectum.

Luego todos los grados y géneros de verdad son participaciones o derivaciones de una verdad primera y única. Hemos visto, en efecto, que la verdad o veracidad moral depende de nuestro entendimiento; la verdad de éste, o lógica, depende y dimana de la verdad de las cosas reales; por último, la verdad de las cosas tiene su razón de ser, su principio y su medida en el entendimiento divino, que es la verdad por esencia, y por consiguiente la verdad única y primera.

Luego una proposición no puede decirse más verdadera que otra. Consistiendo la verdad lógica, que es la que conviene a la proposición, en la conformidad del entendimiento con la cosa conocida, no puede haber aquí más y menos; porque la conformidad, o existe o no existe, y entre el ser y el no ser no hay grados intermedios. Únicamente en un sentido muy impropio, es decir, por referirse la proposición a un objeto más perfecto y noble, podría decirse más verdadera que otra que se refiere a un ser menos perfecto en la escala de la creación.

Objeciones

Obj. 1ª Donde hay comparación del entendimiento con la cosa, hay ecuación, y por consiguiente, conformidad, en la cual consiste la verdad lógica; es así que en la simple [134] percepción del entendimiento conoce por comparación a la cosa, puesto que cuando piensa o concibe, v. gr. animal racional, refiere estos conceptos al hombre y no a otra cosa: luego, &c.

Resp. La simple percepción envuelve comparación con la cosa por parte del modo con que se verifica la simple percepción, es decir, porque ésta incluye la representación inteligible del objeto, y toda representación incluye comparación con la cosa representada. Empero para que resulte la verdad lógica completa, se necesita además comparación entre el entendimiento y el objeto por parte de la cosa conocida, lo cual se verifica cuando el entendimiento, distinguiendo y comparando el objeto con otro, o sus diferentes partes, afirma o niega algo del mismo. Esta respuesta se puede condensar distinguiendo la menor: El entendimiento, &c., conoce por comparación ex parte modi cognoscendi, conc. ex parte rei cognitae, neg.

Obj. 2ª La verdad y la falsedad pertenecen al mismo acto del entendimiento; es así que la simple percepción está sujeta a falsedad, como sucede cuando refiere o concibe en orden a una cosa la definición que pertenece a otra, o cuando concibe interiormente una definición en la que entran conceptos que se excluyen, v. gr. si uno concibe el círculo como figura triangular: luego la verdad lógica puede hallarse en la simple percepción.

Resp. Para contestar a esta objeción basta tener presente lo que dejamos consignado acerca del modo con que la falsedad puede atribuirse a la simple percepción, a saber; que cuando ésta es defectuosa por cualquier capítulo, puede denominarse falsa per accidens, no porque lo sea propiamente por sí misma, puesto que mientras no se afirme o niegue algo determinadamente, no puede haber falsedad ni verdad: sino porque en el mero hecho de ser defectuosa, y como tal, tiende a ocasionar un juicio defectuoso o falso. Si al concebir, pues, el círculo me represento una figura con ángulos, no hay per se falsedad en el entendimiento mientras no juzgue o afirme que el círculo es angular; habrá sí falsedad per accidens, en [135] atención a que la concepción o representación del círculo como figura angular, predispone y prepara el camino para que el entendimiento afirme que el círculo es una figura angular. Lo mismo puede aplicarse a la simple percepción cuando envuelve la definición de alguna cosa. Si al pensar en el hombre, concibo y me represento la animalidad y la racionalidad, pero sin afirmar ni negar que se encuentran realmente en el hombre, tendré simple percepción de los elementos que constituyen la definición esencial; tendré también una percepción verdadera imperfectamente o inchoative, en cuanto que éste modo de concebir al hombre, tiende naturalmente y dispone al entendimiento a juzgar rectamente acerca de este objeto real; pero por más que yo tenga en mi entendimiento los conceptos de animal y racional; por más que al pensar en el hombre tenga la representación intelectual de animalidad y racionalidad, no habrá en rigor verdad lógica, hasta que juzgo o afirmo que el hombre es animal racional.

Artículo II
De la certeza

§ I
Naturaleza y división de la certeza

La verdad, que es la perfección más propia del hombre y el objeto o fin general de todas las ciencias, puede poseerse, o de una manera completa, perfecta, y por decirlo así, científica y racional, o de un modo imperfecto. Lo primero corresponde a la certeza; lo segundo a la opinión y la duda, las cuales, junto con la ignorancia y el error, representan los varios estados del entendimiento con respecto a la verdad. Es de la mayor importancia poseer ideas exactas acerca de estas cosas.

A) La certeza. [136]

a) Decimos que hay certeza en nuestro entendimiento cuando éste, conociendo o creyendo conocer algún objeto con toda claridad y evidencia, forma acerca de él algún juicio acompañado de tal firmeza y seguridad, que excluye todo temor de que sea falso o erróneo. He dicho o creyendo conocer, porque sucede alguna vez que el entendimiento se adhiere y asiente con entera firmeza o seguridad a alguna cosa, la cual, no obstante esto, no es realidad como expresa el juicio cierto. Ésta es la que se llama certeza falsa, o falaz, cuyas causas más frecuentes y poderosas son: 1º la precipitación en juzgar sin haber examinado el objeto con la atención que merece, atendidas sus condiciones: 2º y acaso lo principal y más frecuente, la influencia de la voluntad, la cual, como dueña y causa de los actos humanos quoad exercitium, mueve, induce y aplica al entendimiento a asentir con firmeza, sin que preceda la evidencia necesaria al efecto.

Así, pues, la certeza, considerada como estado determinado del entendimiento con respecto a la verdad, puede definirse: la adhesión firme y estable del entendimiento a alguna cosa, de manera que excluya todo temor de lo contrario.

b) Además de esta certeza que podemos llamar subjetiva, porque denota un estado determinado del entendimiento con respecto a la verdad, es preciso admitir otra certeza relativa al objeto de dicha adhesión del entendimiento, y que por lo mismo puede llamarse objetiva. Esta certeza no es más que la capacidad o aptitud del objeto para producir en el entendimiento asenso firme y estable. Y digo en el entendimiento humano, porque una cosa que es dudosa o probable para el entendimiento humano, puede ser cierta para una inteligencia superior. Llámase con razón objetiva, porque se refiere principalmente a la condición del objeto o verdad cognoscible; pues ya sea que el entendimiento asienta o no asienta con firmeza a esta proposición, el todo es mayor que la parte, siempre será innegable que dicha proposición es cierta con certeza objetiva, o lo que es lo mismo, que por su misma naturaleza exige producir asenso firme en el entendimiento del hombre. [137]

c) La certeza se divide en metafísica, física y moral. Habrá certeza metafísica, cuando el asenso del entendimiento y el motivo que lo determina radican en la esencia del objeto, de manera que la conexión o repugnancia entre el predicado y el sujeto es inmutable y necesaria. Física es la certeza que estriba en las leyes constantes de la naturaleza, y por lo mismo sólo envuelve necesidad e inmutabilidad hipotética, pero no absoluta, como la metafísica. La certeza moral es la que, o estriba en las leyes morales a que obedece generalmente la naturaleza humana, las cuales pueden faltar en algún caso singular y concreto, o la que estriba en el testimonio de otros hombres. Ésta es la más imperfecta; porque la no existencia de la conexión o repugnancia entre el predicado y el sujeto, no lleva consigo ni la suspensión o defecto de las leyes físicas y constantes de la naturaleza, como sucede en la física, ni la destrucción de la esencia, ni del principio de contradicción, como la metafísica. Sin embargo, la certeza moral que estriba en el testimonio de los hombres, algunas veces va acompañada de tales condiciones y circunstancias, que equivale a la física; así, por ejemplo, la existencia de París es para mi tan cierta como pueda serlo la caída de la piedra abandonada a sí misma en el aire; porque la falsedad de lo primero llevaría consigo o exigiría que faltasen simultáneamente varias leyes morales relativas al hombre. Las proposiciones: el todo es mayor que la parte: los radios tirados desde el centro a la circunferencia en un círculo son iguales, pueden servir de ejemplos para la certeza metafísica.

d) Aunque esta división de la certeza se puede acomodar a la subjetiva, según se desprende de lo que acabamos de exponer, conviene, sin embargo, y se refiere con más propiedad a la objetiva; porque la verdad es que lo que separa y distingue principalmente la certeza moral de la física, y ésta de la metafísica, son los motivos o fundamentos que inducen a asentir con mayor o menor firmeza, en relación con la naturaleza y condiciones del objeto.

e) La certeza subjetiva, si se toma adecuadamente, puede decirse indivisible, en atención a que cualquiera que sea su [138] condición o especie, es preciso que excluya el temor de la parte contraria. Mas si se considera la certeza subjetiva parcialmente, inadaequate, o sea bajo un punto de vista determinado, no hay inconveniente en decir que es divisible, según que la adhesión al objeto se realiza con mayor o menor celeridad, ímpetu y firmeza. Para mejor inteligencia de esto téngase presente que la certeza subjetiva consta, por decirlo así, de dos elementos, uno positivo, que es la adhesión del entendimiento, y otro negativo, que es la negación o exclusión de temor por la parte contraria. Por parte del elemento negativo la certeza es indivisible y no admite grados; por parte del positivo, no veo inconveniente en decir que es susceptible de grados.

B) Por lo que hace a los demás estados posibles del entendimiento al orden a la verdad, pueden reducirse a los siguientes:

a) El error que viene a ser la adhesión del entendimiento a una cosa falsa que aprende como verdadera. Esta adhesión unas veces va acompañada de certeza subjetiva, pero nunca de la objetiva, porque ésta es incompatible con la adhesión a una cosa falsa: otras veces va acompañada de sólo probabilidad y entonces resultan las opiniones falsas.

b) La duda se opone diametralmente a la certeza, y es aquel estado de entendimiento en el cual éste suspende el juicio acerca de un objeto o proposición sin asentir ni disentir. Si esta suspensión de juicio acerca de una proposición procede de la carencia de razones o motivos en pro y en contra, habrá duda negativa; v.g., en esta proposición: las estrellas son pares, si suspendo el juicio porque no tengo razón alguna para afirmar que son pares ni para afirmar que no lo son, tendré duda negativa. Si la suspensión del juicio reconoce por causa la igualdad de razones en pro y en contra de una proposición, entonces la duda se llama positiva.

c) La opinión viene a ser como un estado intermedio entre la duda y la certeza, y puede definirse: el asenso del entendimiento a una proposición con temor de que la contradictoria sea verdadera. Claro es que este estado del entendimiento [139] es susceptible de grados; pues cuanto más fundado y firme sea el asenso a una parte de la contradicción, menor será el temor de la parte opuesta y viceversa. La sospecha puede considerarse como un principio o primer grado de la opinión.

d) Finalmente, la ignorancia es la privación o carencia de conocimiento. Si esta carencia se refiere a todos los objetos, como acontece al niño recién nacido, será ignorancia absoluta; si tiene lugar con respecto a algún objeto, se dirá relativa. Ésta última, si es de tal naturaleza que nada conocemos acerca de un objeto determinado, se podrá decir completa con respecto a aquél objeto; si conocemos algunas cosas de él, por ejemplo, la existencia, sin conocer otras, se dirá incompleta.

Corolario

De lo dicho aquí y en el artículo anterior se deduce que toda verdad que lleva consigo certeza metafísica, se debe llamar necesaria, eterna e inmutable: porque esta verdad es la expresión parcial o total de la esencia de la cosa, la cual, a su vez, es la expresión de la idea arquetipo, en eterna, necesaria e inmutable que le corresponde en el entendimiento divino. Por el contrario, las verdades de certeza física o moral, sólo son necesarias e inmutables hipotéticamente, es decir mientras no falten las leyes físicas o morales a que se refieren. Entiéndese todo lo dicho de la verdad objetiva porque si hablamos de la verdad subjetiva o considerada como afección particular del entendimiento, toda verdad es mudable en absoluto, o sea en atención a la defectibilidad absoluta del entendimiento que puede ser aniquilado por Dios; y faltando el entendimiento claro es que faltaría ex consequenti la verdad en él. A la luz de estas reflexiones será fácil reconocer en qué sentido es verdadera aquella proposición axiomática: veritas est necessaria et inmutabilis. [140]

§ II
Existencia de la certeza

Observaciones previas.

1º Llámanse dogmáticos en filosofía los que afirman que el hombre puede conocer y conoce de hecho muchas verdades con certeza.

Escépticos y también pirrónicos suelen denominarse los filósofos que niegan la existencia de la certeza. Entre estos, algunos, aunque niegan la existencia de la certeza en el hombre admiten su posibilidad absoluta, y algunos hasta admiten que hay certeza con respecto a la existencia de los hechos de conocimiento o sentido. Éstos pueden llamarse escépticos moderados, al paso que los que niegan al hombre hasta la posibilidad de la certeza, se dicen acatalépticos. La tesis que ponemos a continuación se refiere a estos últimos, y también a los que niegan la existencia de toda certeza en el hombre.

Tesis
El escepticismo perfecto que rechaza la existencia de toda verdad cierta, es absurdo en sí mismo a la vez que incompatible con la sociedad y la religión.

Pruébase la primera parte. 1º El que rechaza toda certeza, o lo hace porque niega positivamente la existencia de la certeza, o porque duda de ella. Si lo primero, se contradice a sí mismo, porque admite como cierta esta proposición: no existe certeza alguna. Si lo segundo, admite y afirma implícitamente como cierta esta proposición: se debe dudar de todo. Si se dice que suspenden el juicio acerca de todo, inclusa la proposición indicada, siempre resultara que para él es cierto que se debe suspender el juicio o asenso sobre todas las cosas. Luego el escepticismo absoluto no niega toda certeza, implica contradicción y es absurdo por su naturaleza.

2º La experiencia y la misma naturaleza del hombre demuestran con toda evidencia lo absurdo del escepticismo [141] absoluto. ¿Quien podrá persuadirse, en efecto, que un hombre puede dudar seriamente que existe, que piensa, que ve, o por lo menos que le parece que ve, que oye, &c., con otros fenómenos análogos de la conciencia interna? ¿ Hay razonamiento capaz de persuadir al hombre más ignorante, que no es cierto que toca la mesa o que le parezca que la está tocando, o que no es cierto que él exista?

No es menos incontestable la segunda parte de la tesis:

1º Porque si se realizara en la sociedad la duda universal de los escépticos, ésta no podría subsistir, siendo como es imposible la sociedad humana sin la fe en la palabra de aquellos con quienes se vive; sin medios para conocer y distinguir los padres, distinguir las personas, los títulos de propiedad &c., sin tener las nociones morales de bueno y malo, justo e injusto, verdadero y falso, &c. Es así que todo esto es incompatible con la duda universal de los escépticos: luego esta duda lo es con la sociedad humana.

2º Una cosa análoga sucede con respecto a la religión, la cual no puede ni siquiera concebirse, cuanto menos existir, desde el momento que se supone que nos hallamos en completa ignorancia y duda acerca de la diferencia entre el bien y el mal moral, acerca de la ley natural y divina, de la libertad o inmortalidad del alma, existencia de Dios con otras verdades análogas absolutamente indispensables, no solo para la religión católica o revelada, sino para toda religión natural.

Objeciones

Obj. 1ª El conocimiento humano se halla en relación con el objeto del cual depende como de su regla y medida; es así que los objetos que se presentan al entendimiento son inciertos, puesto que son contingentes y sujetos a mutación: luego también es incierto el conocimiento que a los mismos se refiere.

Resp. Para disipar esta objeción hasta tener presentes los siguientes puntos: 1ª es falso que todos los objetos del conocimiento humano sean contingentes y mudables, puesto que [142] entre estos objetos se halla Dios, el cual no esta sujeto a contingencia ni mutación, y acerca del cual podemos conocer no pocas verdades, como su existencia, su unidad, su eternidad, y su providencia &c.

2º Aun cuando se admitiera que todos los objetos del entendimiento humano fuesen contingentes, esta contingencia no impide la certeza y necesidad de conocimiento; porque aquélla se refiere a su existencia real, y éste se refiere a su esencia y atributos, los cuales son independientes de la existencia en cuanto a su cognoscibilidad científica. La piedra puede existir o dejar de existir realmente, pero en todo caso siempre será una verdad que la piedra no es racional; que es cuerpo, que es extensa, &c.

En términos de escuela se responde dist. la men. Los objetos todos que representan, &c., neg. muchos de ellos sub. dist. quod existentiam, conc. quod essentiam et nexum praedicati cum subjecto, neg.

Obj. 2ª Todos nuestros conocimientos traen su origen de los sentidos; es así que los sentidos excluyen la certeza, puesto que la experiencia nos manifiesta que se engañan con frecuencia: luego, &c.

Resp. 1ª En primer lugar puede y debe negarse la menor, porque es falso que los sentidos nos engañen con frecuencia siendo mayor sin comparación el número de veces en que no engañan, o mejor dicho, no dan ocasión de error. En segundo lugar, los sentidos nunca engañan hablando con propiedad, porque siempre perciben y presentan los objetos de la manera que deben percibirlos y representarlos en virtud de las condiciones que acompañan su uso o ejercicio. El error, pues, si existe en los casos a que alude la objeción, no procede de los sentidos, sino del entendimiento que no examina debidamente aquellas condiciones antes de juzgar. En términos de escuela: los sentidos engañan o son causa de error per se neg. occasionaliter o per accidens, conc.

Resp. 2ª Se puede responder también distinguiendo la mayor; porque si bien se puede admitir que todos nuestros conocimientos traen su origen de los sentidos bajo un [143] punto de vista general en cuanto que el ejercicio de la sensibilidad es anterior a todo conocimiento intelectual, y por consiguiente viene a ser ocasión general y origen remoto de éste; no hay necesidad de admitir por eso que todos los conocimientos traigan su origen de los sentidos, como si éstos suministraran la materia para todos, o fueran la regla necesaria de todos los juicios intelectuales. Para convencerse de esto y penetrar su sentido bastará tener presente: 1ª que hay ciertos conocimientos intelectuales, v. gr. yo existo, es imposible que una sea y no sea al mismo tiempo, y otros análogos, a los cuales los sentidos, suministran ocasión, pero no materia.

2º Que aun con respecto a los conocimientos intelectuales a los cuales puede decirse que suministran la materia los sentidos, como son los que se refieren a los cuerpos y sus accidentes, las impresiones y representaciones sensibles no son la regla o medida del juicio, puesto que el entendimiento forma conceptos distintos de aquéllos, los cuales, juntamente con los principios a priori y con los preceptos lógicos, sirven de elementos y reglas para la formación de juicio. Además, que el entendimiento como facultad de conocimiento infinitamente superior y más perfecta que los sentidos, puede examinar, comparar y depurar las impresiones y representaciones de los sentidos para juzgar por sí mismos y no por aquéllas, acerca de los objetos a que se refieren.

En términos de escuela se puede distinguir la mayor: Todos nuestros conocimientos traen su origen de los sentidos, tamquan ab occasionibus conc. tamquam vel materiam ministrantibus, vel ita ut regula semper necessaria judicii, neg.

Obj. 3ª No poseemos certeza acerca de alguna verdad sino viendo con toda evidencia que el predicado conviene o repugna al sujeto de la proposición; es así que de esto nunca podemos tener seguridad y verdadera evidencia; porque sería necesario que conociéramos toda la esencia del sujeto con todas sus propiedades y atributos, conocimiento que no poseemos al menos con respecto a la mayor parte de los objetos: luego, &c. [144]

Resp. que en primer lugar, la mayor no es del todo exacta, porque hay cosas que producen en nosotros completa y absoluta certeza independientemente de la percepción de la conexión entre el predicado y el sujeto. Tal sucede con los hechos o fenómenos de conciencia, en los cuales no necesitamos atender a la conexión del predicado con el sujeto, para tener completa certeza de que yo pienso, existo, veo, &c.

2º Aunque la anterior respuesta bastaría para destruir la fuerza de la objeción, debe negarse la menor; porque es absolutamente falso que para poder adquirir y poseer la certeza de que tal o cual predicado conviene o repugna al sujeto, sea necesario conocer la esencia de éste con todos sus atributos y propiedades. Para tener completa certeza de la verdad de esta proposición: el círculo no es triángulo, no necesito saber o conocer todos los atributos del círculo, sino que me basta saber que uno de ellos es la redondez, la cual es incompatible con la figura triangular.

Obj. 4ª El entendimiento divino nunca se engaña ni está sujeto a error, porque es infinito: luego el entendimiento humano siempre se engaña y esta sujeto a error, porque es finito.

Resp. negando la consecuencia. Para que el entendimiento se diga y sea realmente finito, no es necesario que se haya siempre sujeto a error, y basta que pueda errar alguna vez. Más todavía: aun en la hipótesis de que el entendimiento humano no errara nunca en sus juicios, no por eso dejaría de ser finito e inferior infinitamente respecto del divino, ya porque éste conoce infinitos objetos actuales o posibles que no conoce el hombre, ya también porque el modo de conocer de Dios por medio de un acto solo, puro y simplicísimo, revela una perfección infinita de que carece el hombre.

Obj. 5ª Los que están entregados al sueño o sujetos a delirio, juzgan que perciben y que existen cosas que realmente no perciben, ni existen: luego no es posible la certeza absoluta para el hombre.

Resp. negando la consecuencia: 1º porque los que sueñan o deliran, al mismo tiempo que tienen certeza falaz [145] acerca de la existencia objetiva de lo que perciben, tienen certeza veraz acerca del hecho de conciencia que les representa u ofrece aquéllos objetos: 2º porque, aun admitido el antecedente, es ilegítima la conclusión relativamente a la tesis, la cual se refiere a la posibilidad y existencia de la certeza para los hombres que están en el uso de la razón, y no para los que sueñan y deliran. Si los escépticos solo trataran de negar la certeza respecto de los que sueñan y deliran, su opinión, aunque falsa, sería tolerable y no llevaría consigo los absurdos e inconvenientes consignados en las pruebas.