Qué es la Psicología

Por Jeronimo de MORAGAS


[Publicamos el primer capítulo de un excelente libro, que debiera conocer más ediciones. Lo publicamos aquí con fines exclusivamente pedagógicos]:


AUTOR: Jerónimo de Moragas
TÍTULO :Psicología del niño y del adolescente
EDICIÓN :3a ed., Barcelona : Labor, 1963.


Prólogo

Ésta es la tercera edición de este libro ; en seis años se han agotado las dos primeras ; lo que no se agotará nunca es la necesidad de irlo renovando. No me canso de decir a mis discípulos que tener vocación es no estar nunca satisfecho, es creer siempre que aquello que uno hace puede hacerse mejor, e intentarlo.

Durante ocho años consecutivos he explicado en la Universidad de Barcelona la asignatura que corresponde al título de este libro, a los alumnos de la sección de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras. No saben ellos cuánto han contribuido a las tres redacciones distintas de este libro. Con su mirada, con su sonrisa de aprobación o de contradicción, con su manera de estar presentes en clase, con su diálogo han ido conduciendo el hilo de mi pensamiento y han contribuido a darle forma expresiva. No saben esto y tampoco saben cuánto se lo agradezco.

Aprovecho la ocasión para que lo sepan y reciban mi gratitud, que hago extensiva a cuantos desde fuera de mi Barcelona, desde fuera de España, me han alentado a seguir viviendo.

J. de MORAGAS

ÍNDICE DE MATERIAS


I. Por qué y para qué del niño
1. Quehacer y lugar de la Psicología. - 2. Ser y estar siendo. - 3. La niñez es una realización. - 4. El niño es una semilla. - 5. El niño también es un ser comunitario. - 6. La niña es distinta del niño. - Resumen.

II.La persona
1. Qué es la persona. - 2. Atributos de la persona. - 3. Imagen del esquema corporal. - 4. La persona como proyecto. - 5. Bipolaridad de la persona. - Resumen.

III. Las etapas de la evolución
1. Factores de variabilidad. - 2. Siete etapas. - 3. Tiempo y espacio de la maduración. - Resumen.

IV. Etapa prenatal
1. Psique y animación. - 2. Manifestación de lo psíquico. - 3. Mundo exterior y mundo interior. - 4. Propioceptividad y troquelado afectivo. - Resumen.

V. El niño nace (Etapa egocósmica I)
1. De la seguridad al naufragio. - 2. Dos expresiones de la primera angustia. - 3. Un ser en marcha. 4. El impulso vital. - 5. Primer contacto con la madre. - 6. Continuación del troquelado. - Resumen.

VI. Contacto con el mundo (Etapa egocósmica II)
1. Yo y el mundo. - 2. Sincronización y ejercitamiento de las funciones. - 3. Respuestas psíquicas. - 4. Situación de los sentidos. - 5. Descubrimiento del espacio. - 6. Maduración motora. - Resumen.

VII. Relación con los otros (Etapa egocósmica III)
1. Reconocimiento de la madre. - 2. Relación con el padre y con los demás. - 3. Distinción de los objetos. - 4. La relación a través de la expresividad. - 5. Afecto y emoción como elementos de expresión. - Resumen.

VIII. El lenguaje (Etapa egocósmica IV)
1. Qué es el lenguaje. - 2. Cómo empieza el lenguaje. - 3. Invención e imitación. - 4. Significado de la palabra. - 5. La palabra-frase. - 6. Del nombre al pronombre. - 7. Elemento afectivo del lenguaje. -- 8. Cronología del lenguaje. - Resumen.

IX. Vida consciente y vida inconsciente
1. Un diálogo con la mismidad. - 2. La conciencia del niño. - 3. El inconsciente. - Resumen.

X. En el centro del mundo (Etapa egocéntrica I)
1. Estar en el centro del mundo. - 2. Diferencia entre egoísmo y egocentrismo. - 3. Necesidad de aislarse y necesidad de ser visto. - 4. Necesidad de protección y de afecto. - 5. Necesidad de compañía. - Resumen.

XI. El mundo como conflicto (Etapa egocéntrica II)
1. Necesidad del conflicto. - 2. El nonismo. - 3. La terquedad. - 4. Los conflictos de la curiosidad genital. - 5. Diferencias entre el niño y la niña. 6. El miedo. - 7. Los celos. - Resumen.

XII. Saber y sentir (Etapa egocéntrica III)
1. Necesidad de saber.- 2. La noción del tiempo.- 3. Vinculación con los padres. - 4. La imaginación. - 5. Los sentimientos. Resumen.

XIII. El mundo mágico.
1. Creación de un mundo imaginario. - 2. Por qué juega el niño. 3. El como si. - Resumen.

XIV. El mundo real (Etapa de la proyección I).
1. Conciencia de la realidad. - 2. Concepto de la inteligencia. - 3. Concepto de la voluntad. - 4. Estimativa de los valores. - 5. Comienza el carácter. - 6. Del querer al amar. - Resumen.

XV. Los conflictos de la vida (Etapa de la proyección II).
1. Verdad y mentira. - 2. Obediencia y desobediencia. - 3. Espíritu de contradicción. - 4. El origen del hombre como problema. - 5. La escuela. - Resumen.

XVI. El último contorno (Etapa de la proyección III).
1. Un contorno lejano. - 2. La vivencia religiosa. 3. La vivencia religiosa en el niño. - 4. Realidad de la muerte. - 5. Vergüenza de lo que se es. - Resumen.

XVII. Mundo exterior y mundo interior (Etapa de la Introyección I)
1. Una crisis. - 2. Utilización de la inteligencia. 3. Diálogo con los padres. - 4. Segunda entrada en la escuela. - Resumen.

XVIII. Del coexistir al convivir (Etapa de la introyección II)
1. El mundo extraescolar. - 2. Lo contradictorio de la vida. - 3. El mundo ético. - 4. Ampliación de la intimidad. - 5. La convivencia con el prójimo. - Resumen.

XIX. La adolescencia
1. Diferencia entre adolescencia y pubertad. - 2. Una existencia adolescencial. - 3. Los estímulos de la modificación corporal. - 4. Variaciones adolescenciales.-5. Variación en los deseos y las aspiraciones. - 6. Variaciones en el estado de ánimo. 7. Variación en la estimativa de los valores. - 8. Concepto del mundo interior y del mundo exterior. - 9. Sentido de la ética. -10. Nuevo enfrentamiento con lo religioso. - 11. Nuevo enfrentamiento con lo social. -12. Valoración de lo pasado y de lo futuro. - Resumen.

XX.La pubertad
1. Cómo se produce la pubertad. - 2. Por qué se produce la pubertad. - Resumen.

XXI. Curso de la adolescencia
1. Dependencia de la niñez. - 2. Continuación de la niñez. - 3. Cómo empieza la adolescencia. -- 4. Diferencias entre el muchacho y la muchacha. - 5. Complejidad y simplicidad de lo adolescencial a través de la inteligencia. - 6. Variación intelectual. 7. De la soledad a la rebeldía. - 8. El otro sexo. - 9. El compañero y el grupo de los "suyos". - 10. Postura adolescencial ante el deporte y las artes. - 11. Deseo de comunicación. - Resumen.

XXII. La etapa de la superación
1. Comienza un reintegro. - 2. Una autoexigencia. 3. Integración en la comunidad. - 4. Integración en el trabajo. - 5. Integración en lo religioso. - Resumen.

XXIII. Realización de la masculinidad y la feminidad
1. Posibilidad y realidad. - 2. Reencuentro con la madre. - 3. Ella y las otras. - 4. La última integración. - 5. Un ser imaginario. - 6. Necesidad de un arquetipo de lo masculino. - 7. Integración a través del otro. - 8. Integración a través de sí misma. - Resumen.


CAPITULO 1

Por qué y para qué del niño


1. Quehacer y lugar de la Psicología. - 2. Ser y estar siendo. - 3. La- niñez es una realización. - 4. El niño es una semilla. - 5. El niño también es un ser comunitario. - 6. La niña es distinta del niño. - Resumen

1. Quehacer y lugar de la Psicología
Antes de penetrar en la psicología evolutiva del hombre me parece conveniente intentar aclarar dos cuestiones previas. una, lo que es la Psicología; otra, el lugar donde deba ser emplazada.

¿Qué es la Psicología? El estudio de los fenómenos que acontecen en el ser humano en aquello que tiene que no depende de una manera total y exclusiva de su cuerpo.

Si el rubor, por ejemplo, fuera un fenómeno que dependiera sólo de una vasodilatación provocada desde el sistema neurovegetativo, no sería un fenómeno cuyo estudio también pudiera corresponder a la Psicología ; pero desde el momento en que esta vasodilatación puede ser provocada o condicionada por un estado de ánimo, el rubor deja de ser un fenómeno exclusivamente corporal y pasa a ser un fenómeno psíquico.

¿Qué es un fenómeno? Aquello que acontece en un momento dado y provoca una variación rápida o duradera en el espacio, forma o estructura del lugar donde acontece. Esto para cualquier clase de fenómeno. Entonces, para que un fenómeno sea psíquico, será preciso que la variación que provoca se produzca en el espacio anímico del hombre. No todos los fenómenos que acontecen en el ser humano son fenómenos psíquicos. Para que lo sean han de producirse en aquel espacio. El aumento de la nariz, el estrechamiento de las arterias, son dos fenómenos corporales, típico el uno de la pubertad, y el otro, de la senectud. Mientras permanecen en el espacio estricto de la nariz o de las arterias, son exclusivamente dos fenómenos corporales. Pero si la dimensión de la nariz o la estrechez de las arterias son sabidas y entran como preocupación en el acontecer del adolescente y del viejo, dejan de ser meros hechos biológicos y comienzan a ser también fenómenos psíquicos.

Cuando yo puedo pensar y escribir esto que estoy diciendo, cuando tú puedes leer y entender esto que está ahí escrito, esto ya no pertenece al espacio corporal de mi mano que escribe o al espacio corporal de tus ojos que leen, sino que es un fenómeno que pertenece a nuestro espacio anímico. Es decir, se trata de un fenómeno psíquico.

La Psicología no es la descripción de unas funciones mentales, y aun menos la determinación cuantitativa de tales funciones. La descripción me será imprescindible en algún momento y habré de servirme de ella para comprender lo que acontece en el perfil visible del ser o en su interioridad. Pero mi quehacer habrá de ser en todo momento un esfuerzo de comprensión. Y para comprender no podré quedarme detenido en la descripción, y mucho menos en la medición. Evidentemente, tendré que describir los fenómenos. Escribir un libro de Psicología es estar describiendo los fenómenos psíquicos; es decir, estar dibujándolos, representándolos de un modo que dé cabal idea de ellos. Pero habré de hacerlo de una manera que mi comprensión vaya más allá de mi descripción; de una manera que ésta consiga que la comprensión del que me lea vaya más allá de lo que mi descripción diga.

La medición de un fenómeno podrá serme útil para comprenderlo, porque me acerca a él, me pone en su contacto; incluso alguna vez me sirve para llamar a su puerta. Pero me quedaré siempre fuera de ella si sólo tomo su medida, si pierdo demasiado tiempo haciéndolo. El hombre es mucho más alto o mucho más bajo que el metro setenta y cinco que mide; es mucho más hombre que lo que señala su cociente intelectual de 110 ó 128.

Mientras describo un fenómeno humano, mientras lo mido, suponiendo que sea medible, descompongo al hombre, lo desarticulo. Comprender la fenomenología del espacio anímico del hombre es integrar todos sus elementos en una unidad superior.

¿Lograremos siempre esta comprensión? Por desgracia, muy pocas veces. Pero éstas aún serán menos si ya inicialmente parto de la intención de describir sólo hechos aislados, de tomarles, sólo, la medida.

¿Desde dónde he de mirar esta fenomenología? La cuestión tiene una cierta importancia, pero no quiero falsearla hipertrofiándola. Muy a menudo perdemos demasiadas horas queriendo, saber si lo que hacemos es o no es científico. Y cuando creemos saberlo, volvemos a perder el tiempo queriendo saber a qué tipo de ciencia pertenece.

Dada mi primera formación universitaria, podría suponerse que voy a contemplar la fenomenología psíquica desde el campo de las Ciencias Naturales; pero ocurre que estoy convencido de que la misma Medicina, en tanto que ha de ser una comprensión dialógica del hombre que está enfermo, no puede quedar completa con sólo ser una ciencia natural. Frente al hombre que está enfermo hemos de ver, observar, experimentar, comprobar, medir; pero si sólo hacemos esto, si no buscamos otras maneras de conocerlo desde las ciencias del espíritu, nos quedaremos sin comprender lo que haya sido la vida, la enfermedad y la muerte de un determinado hombre.

¿Entonces la Psicología no puede ser incluida entre las Ciencias Naturales? Prefiero dar la respuesta siguiendo un camino distinto al de la pregunta : la Psicología ha de partir de la Antropología, para volver a penetrar en ella después de haber utilizado todas las ciencias que le sean convenientes para aproximarse al hombre.

¿Qué es la Antropología? Para mí, fundamentalmente, el estudio total del hombre, en tanto que ser compuesto de alma y de cuerpo; que nace, vive, crece y muere en íntimo contacto con el mundo que lo rodea; pendiente del punto alfa de donde procede y atraído por el punto omega hacia el cual se dirige.

La Antropología es la ciencia del hombre en cuanto entidad biológica dentro de la Naturaleza. Para llegar al conocimiento de este hombre, necesita del concurso de la Biología, la Psicología y la Sociología; o sea, que como ciencia es menos una ciencia natural que una ciencia cultural. Al lado de esta Antropología cultural, a la que pertenece de lleno la Psicología, hay también una Antropología filosófica, que se ocupa en encontrar el puesto del hombre en el cosmos. Es decir, no considera al hombre en su ser natural, sino en su ser esencial. Para Max Scheler (1), la Antropología constituye el puente que une las ciencias positivas con la Metafísica. También la Psicología forma parte de la Antropología filosófica. Por lo menos, si con ella pretendemos acercarnos a un conocimiento del hombre, no podremos olvidarnos ni .por un momento, como psicólogos, de que el hombre es un ser que ocupa un lugar en el cosmos.

La visión del hombre, especialmente en sus etapas de la niñez, ha sido elaborada demasiadas veces a expensas de sus fenómenos exteriores. Por el temor de no parecer científicos se ha desestimado todo aquello que no fuera rigurosamente experimentable y susceptible de ser reducido a cifras. Con el empeño de mantenerse dentro del terreno de las Ciencias Naturales, se ha rehusado lo especulativo, lo no medible, lo no demostrable en el laboratorio psicotécnico. El resultado de todo ello ha sido el conocimiento casi exhaustivo, milimétrico, de la periferia de un hombre de cuya interioridad se había extirpado la conciencia, por no ser experimentable, y se había eliminado la persona.

Este libro está en un camino bastante distinto, y, sin renunciar de antemano a ninguno de los conocimientos útiles que las técnicas experimentales -nos han proporcionado, tampoco quiere renunciar al riesgo de parecer anticientífico, buscando una aproximación a la verdad por todos los caminos del pensamiento humano que le sean posibles.

2. Ser y estar siendo

No sé hasta qué punto es necesario dar definiciones de lo que uno está haciendo, y, ante todo, de lo que uno es. Me siento inclinado a suponer que no es muy necesario y que más bien estamos sumergidos en un momento en el que hay muchos hombres que se definen a sí mismos demasiadas veces. Pero me parece conveniente, dado lo joven, y, por tanto, cambiante que es la ciencia de la Psicología, indicar, mejor que lo que uno es, aquello que uno no es. No estoy adscrito a ninguna "secta" psicológica, ni me dejo llevar por la comodidad de un eclecticismo fácil. El tiempo me ha enseñado que no hay ninguna teoría totalmente mala, ni ningún sistema suficientemente bueno para encerrarme dentro de sus murallas. Es evidente que no soy conductista : las primeras páginas de este libro ya lo señalan. Tampoco soy psicoanalista -y no lo digo con desprecio-. Me siento bastante influido por la Psicología de la forma, bastante de acuerdo con la Psicología de la comprensión, y desearía ser considerado como perteneciente a la Psicología personalística.

Mi intención, por lo que se refiere a este libro, es la de escribir una Psicología evolutiva; pero como que ésta no tiene final; nunca está acabada; si es verdad, como yo creo, que en la vejez aún se está evolucionando, voy a ponerle el límite de la entrada en la juventud.

Para tratar del niño, lo primero que he de hacer es evitar el error de creer que hay una sola manera de ser niño. No existe un solo ejemplar de niño, y aunque tantas veces mi punto de partida es un niño burgués que vive en una determinada calle de Barcelona --porque yo soy un simple burgués y un afortunado barcelonés-, no podré limitarme al conocimiento del niño urbano y burgués, porque también existen los otros dándonos una comprensión más amplia y más cierta de la Psicología.

Los otros son el niño proletario, el niño pobre, el demasiado rico, el del suburbio, y el de pequeña ciudad, y el niño rural, y el que vive desgajado, casi sin familia, sin parroquia, sin escuela.

Pero aún he de hacer más: tener presente que no son iguales entre sí todos lo niños urbanos, o todos los niños rurales. Cada uno es niño a su manera y distinto de los otros. ¿Voy a trazar entonces una Psicología diferencial? Lo será en tanto que habrá de servirme para establecer una diferencia entre una persona y otra, no desde uno de sus elementos, sino desde su totalidad; es decir, me servirá para comprender eso que nos ocurre en la labor cotidiana de cada uno de nosotros: que tres niños de 7 meses, y otras tantas niñas de 4 años, no son dos grupos de niños, sino seis seres completamente distintos y de los cuales cabe esperar diferentes situaciones, manifestaciones opuestas.

Me servirá para comprender que una clase con 20 niños y su maestra, y otra clase con 20 niños y su maestra, no es una escuela con dos clases, sino una escuela con 42 personas.

Pero la Psicología que voy a trazar no será una Psicología diferencial, en tanto que ésta, con sus tests mentales, se interesa en el estudio de las funciones y no en los hombres que poseen estas funciones.

Para mí, lo fundamental de las diferencias humanas consiste no tan sólo en que dos individuos son diferentes, sino en que en un mismo individuo caben diversas situaciones dentro de un mismo tiempo. Se parte demasiado de la idea de qué el niño es, olvidándose de que, además de ser, está siendo. El niño sería sólo lo que es si hubiese llegado al mundo completamente hecho, con todas sus posibilidades ya formadas, con todas sus leyes genéticas cumplidas. Pero ello no es así, puesto que llega al mundo sin estar acabado y va a ser un fruto en maduración constante durante muchos años, que habrá de adaptarse a unas influencias culturales y ambientales, las cuales, a su vez, cambiarán constantemente porque él las irá adaptando a su manera, hasta el punto de que, al llegarle la muerte, ya bien entrada la madurez, aún estará siendo cada día un ser nuevo, con una nueva posibilidad, con una nueva influencia, con una nueva adaptación.

Este estar siendo del niño - y del hombre-, si queremos acercarnos a la verdad, nos obliga a ver los seres con su propia diferenciación de momento a momento y a no aceptar que un niño, una niña, un joven, un hombre, una mujer, sean siempre de una misma manera. Nadie es exactamente el mismo en todos los momentos de su vida, porque cada uno de estos momentos tiene su peso, y la suma de estos pesos nos va inclinando hacia las diferentes laderas del camino.

He aquí, pues, que la Psicología que voy a trazar será una Psicología diferencial; no a través de ninguna consideración en torno a los datos de un "análisis factorial", a las cifras de una determinación de cocientes intelectuales de dos seres anónimos que asisten a una misma escuela y estudian unas mismas matemáticas, sino porque me referiré especialmente a estas dos condiciones humanas ; Que cada ser tiene su peculiaridad, porque "ser" también quiere decir "no ser otro ser", y que cada ser es distinto a sí mismo dentro de su vivir, porque "ser" no es estar ya acabado, sino "estar siendo".

3. La niñez es una realización

La Psicología no tiene por misión averiguar el por qué y el para qué de la existencia, pero el psicólogo que no se plantee estas dos cuestiones tan sólo podrá dar una descripción de lo que acontece en la periferia del cuerpo. Especialmente en el caso del niño.

¿Por qué y para qué se es niño? Si no se resuelven estas dos preguntas, persistirá el error de considerarlo como si fuera un hombre en pequeño, continuará la actitud de esa buena gente que cuando se acerca a los niños reduce toda su adecuación a ellos al uso de los diminutivos.

El niño no es un diminutivo de nada. No es niño porque calce unos zapatitos, sino porque su pie está adecuado a sus necesidades, y es distinto al del adulto por algo más que su tamaño. El niño es un ser que ha venido al mundo para ser todo lo niño que debía ser. Toda su esencia y toda su existencia son de niño, no de adulto; ni del adulto en pequeño, ni de pequeño que se prepara para ser adulto. Esto de la preparación para la adultez ha creado una de las situaciones más adversas que pudieran darse al niño. El río viene preparado por los torrentes, pero los torrentes no se preparan para ser ríos. Lo serán luego y a larga distancia, pero en sus comienzos, y durante un largo trayecto, el torrente sólo es torrente. El niño, durante la niñez, es niño y sólo niño, y tanto más podrá convertirse en hombre cuanto más niño haya sido. Dentro de esta multitud de jóvenes que no se deciden a ser hombres, dentro de esa infinidad de hombres y mujeres que andan por el mundo arrastrando el fracaso de su inmadurez, palpita todavía un niño que no pudo resolver su infancia porque un padre que partía de la imagen de un hijo ideal e inexistente, o una escuela que partía de un cuadro de honor inoperante, quisieron que fuera más hombre de lo que podía. No, la niñez no es una preparación. Es una realización. No es una etapa para que se forme todo el hombre de mañana, sino para que se consuma todo el niño de hoy.

La niñez y la adolescencia son un proceso largo con mucho camino por recorrer. Desde un primer momento se dirigen hacia aquello que han de ser; mas precisamente porque queda tanto camino, es por lo que hay que andar muy bien, pisando firme y sin provocar fatigas excesivas que hagan imposible llegar a la meta final. Quien desde el comienzo anda mirando al final de la última etapa, tropieza indefectiblemente con las piedras del camino. Nadie puede penetrar en otra etapa de la gran carrera de la vida sin haber terminado por completo las etapas anteriores. Nadie consigue el prestigio y la respetabilidad de la senectud si antes fue un adulto inmaduro. Nadie consigue el recto proceder y la claridad de entendimiento de la madurez si antes no pasó por el inquietante tanteo de la juventud. La única manera exacta que tiene el niño de prepararse para la edad adulta es siendo todo lo niño que debe .ser.

Este concepto sobre el niño no puede servir para que parezca correcta la actitud de aquellos padres que, ahorrando a su hijo todo esfuerzo, toda privación, todo dolor y sufrimiento, lo inmovilizan en etapas de su propia niñez que ya debiera haber superado. Dejar ser niño al niño significa todo lo contrario de anquilosar la infancia en una de sus etapas. Dejar ser niño al niño es dejar que madure toda la semilla que lleva dentro. Dejar ser niño al niño es procurar que cada día lo sea un poco menos, que lo sea sólo cuanto deba serlo en cada momento (figura 4). .

Un sinfín de aparentes fracasos escolares no son otra cosa sino el intento del niño por estancarse en una etapa de su maduración como reacción a una exigencia escolar excesiva; gran número de vidas inauténticas, sin vocación ni adecuación para el trabajo, son el resultado de una educación que supeditó el desarrollo actual del niño al desarrollo posterior del hombre; muchos hombres, muchas mujeres no consiguen la madurez porque están volviendo siempre a una infancia que no pudieron terminar.

4. El niño es una semilla

Una desviación de los conceptos psicoanalíticos nos ha conducido al error de considerar que todo lo que no había ocurrido durante los cuatro primeros años de la vida, ya no iba a ocurrir nunca, atando el hombre a su pasado, amputándolo de sus grandes posibilidades, que se le mostrarán en la edad escolar, la adolescencia, la juventud, la madurez. Es decir, dejándolo sin tiempo futuro. De otra parte, aquella idea de que el niño, durante sus cuatro primeros años, demostraba ya todo lo que será de adulto, ha conducido a la errónea suposición de que lo que el niño está desarrollando durante su niñez es ya su adultez. El niño es igual que una semilla, y así como ésta, antes de desarrollar el árbol, ha de desarrollarse a sí misma, así el niño, durante su niñez, está desarrollando hasta el máximo lo que lleva de niño.

Si la semilla sólo es semilla durante unas semanas y al cabo de muy poco ya es un tallo con sus ramas y hojas expuestas al viento, ¿por qué me empeño en decir que el niño es sólo semilla durante tantos años? En este por qué se halla el misterio de la vida del hombre. Es inútil cerrar los ojos ante esa enorme pregunta ontológica. El hijo nacido del hombre es distinto al nacido del elefante, que vive muchos más años que él, porque el hombre, durante su existencia, ha de realizar una misión mucho más elevada que la de cualquier otro ser viviente. Como el hijo del elefante, como el polluelo de la gallina, tiene un mismo punto alfa dentro de la Creación ; pero sólo él, el hijo nacido del hombre, tiene un punto omega en la contemplación de su Creador, un fin que no tiene ningún otro ser. Podrán vivir otros más que él, podrán ir más deprisa que él, pero él es el único que desde el primer día se está preparando para algo más allá de la muerte (fig. 5).

El por qué del hombre tiene un parecido con el de todos los seres, pero sólo él tiene un para qué. En este puente trazado entre su por qué y su para qué, el hombre tiene inscrita su vida totalmente distinta de la de los demás seres. Su peculiar forma de madurar exige de él que en cada momento sea sólo lo que debe ser. Por ello es por lo que el niño ha de ser niño, y el adolescente, sólo adolescente, y el joven, sólo joven. El niño es una semilla que para dejar de serlo necesita de un tiempo mucho más largo que todas las demás semillas, porque ninguna otra lleva dentro de sus maravillosas posibilidades la de conseguir una conciencia que lo dirija hacia la contemplación de Dios.

De otra parte, esta suprema razón ontológica va acompañada de razones biológicas que obligan a que el hombre, en cada una de las etapas de su maduración, sea sólo aquello que está siendo. Podría suponerse que el niño sólo es semilla cuando está en lo hondo del surco de su madre; pero sigue siendo semilla mucho tiempo después de haber recibido la luz, porque no está terminado aún ni en su dimensión endocrina, ni en su forma metabólica, ni en su estructura encefálica.

Tan semilla es el niño, que cuando ya ha salido del surco, sigue necesitando la tierra nutricia de sus nueve meses de, gestación. El desarrollo del niño se realiza a través del lazo afectivo que lo une a sus padres. Especialmente a través de lo que Rof Carballo llama la diada niño-madre. El niño percibe de su madre cosas que el adulto no acierta comprender : "• La tibieza de la piel, la muscular cenestesia, matices olfatarios imperceptibles, tonos de voz, suavidad o brusquedad de movimientos, lo que envuelve al niño en un mundo que, a su vez, lo modela y penetra " (1). El niño percibe a su madre tocando con sus dedos los senos de ella, tocándola con la boca, mirándola mientras mama, sonriéndole. " El niño, en el primer año de su vida, vive psíquicamente en su madre, como vivía físicamente antes de nacer ", ha dicho Neumann (2). Para que el cerebro del niño pueda ser algún día el integrador de todas las funciones psíquicas, es preciso que madre e hijo vivan íntimamente unidos durante mucho tiempo a través de sus vertientes psíquicas. La madre gesta el cuerpo de su hijo durante nueve meses, pero la gestación del-intracuerpo, del alma y del espíritu, dura mucho más. El niño llega a ser todo lo que es, a través de su madre., su instintividad, su impulsividad, sus afectos y voliciones, su manera de entender el mundo, todo se forma a través del ser que le da la luz dos veces. Porque la madre, en el momento del parto, da al hijo la luz del día que va a iluminarlo durante toda su existencia ; pero esa otra luz espiritual que nos da nuestra dimensión humana necesita un parto no de dos horas, sino de largos días y largos años de convivencia efectiva y afectiva entre el hijo y sus padres. Por eso el niño, e incluso el adolescente, hasta que no se siente totalmente responsable de sus actos y totalmente consciente de sus situaciones y vivencias, .sigue siendo una semilla que está germinando.

5. El niño también es un ser comunitario

Ni biológica ni espiritualmente es comprensible el hombre sin la presencia del otro. Aquel que con su presencia, convirtiendo la vida en diálogo, le ofrece su propia imagen, le devuelve el eco de su intimidad. De este diálogo con el otro saldrá la comunidad, y el hombre será tanto más él mismo cuanto más se encuentre dentro de la comunidad de sus semejantes. El hombre es él y su circunstancia; su paisaje, su calle, su casa, el otro hombre, la otra mujer que, como él, viven en su paisaje y en su calle, dentro de su casa, y que son como son porque él también está presente devolviéndoles su imagen, ofreciéndoles el eco de su intimidad. También la circunstancia es ella y su hombre; también es según lo que el hombre hace con ella.

La vida es un diálogo entre el hombre y las cosas que lo rodean, entre el hombre y los demás hombres; es decir, un diálogo dentro de la comunidad.

También el niño es él y su circunstancia. También su circunstancia es como es porque él está presente en ella. Más que el mismo adulto quizá. Nada varía tanto la circunstancia de una comunidad de adultos como la llegada de un niño, creando nuevas distinciones entre ellos, provocando nuevos intereses.

Para estudiar y comprender al niño habré de considerarlo íntimamente ligado a su circunstancia, considerarlo desde dentro de su comunidad, porque el niño también es un ser comunitario, que tiene sus conflictos con la sociedad. De la forma en que ésta lo trate y de la manera como él Ja influya va a depender su manera de ser y la manera de ser de la comunidad. Para ver y entender cualquier fenómeno del niño, para intuir y comprender cualquiera de sus situaciones y vivencias, habré de verlo enclavado dentro de esta comunidad de la que él forma parte y que está intentando formarlo o deformarlo, según el suceder cotidiano de las cosas.

El niño siempre será el niño con su por qué y su para qué particularísimos. Pero el niño concreto, el que se llama Juan, o Pedro, o María ; el que vive en un lugar determinado, dentro de una familia singular, en medio de una sociedad plural, no es nunca él solo : es él y su comunidad. Es él y su familia, él y su barrio, y su parroquia, y su escuela, y su grupo, y su espacio verde o su espacio polvoriento, y su espectáculo, y su deporte, y su semanario. Su manera de ser depende de lo que la comunidad le ofrezca y le exija, de la ayuda que su sociedad le preste para su unión con Dios, o del ejemplo que le dé para su inmersión en el materialismo. Su manera de ser depende de la ética que su familia y su barrio le ofrezcan ; de la política que su grupo social realice; de la economía que él trabajo de los suyos le imponga. El niño es lo que es: un niño con su circunstancia, un niño en medio de la comunidad.

6. La niña es distinta del niño

A lo largo de este libro, la palabra niño surgirá en dos acepciones distintas: designando al ser humano, varón o hembra, durante el período de su niñez, unas veces, y diferenciando otras al varón, durante su niñez. Lo mismo ocurrirá con el término adolescente.

Pero en otras ocasiones surgirán el término niña, y el término la adolescente, porque desde el primer momento de la existencia hay unas substanciales diferencias biológicas y psíquicas entre el niño y la niña, entre el adolescente y la adolescente que hacen del varón y la hembra algo muy distinto, no sólo por las diferencias de su morfología genital, sino por su manera personal de ser y por su manera distinta de estar en el mundo.

Usar indistintamente el término niño para designar también a la niña tiene dos peligros. Uno, el de olvidarse. - sobré las páginas del libro - de la existencia de la niña con todas sus distinciones peculiarísimas. Otro, más grave, el de inducir a tratar - sobre las páginas de la vida - a la niña como si no fuera un maravilloso ser que necesite un trato adecuado a su feminidad.

¿Es que realmente la niña ya es femenina desde el primer momento? Indudablemente, como también el niño es masculino, a pesar de la inicial bisexualidad biológica de los dos, no totalmente extinguida. Lo que ocurre es que no nos damos cuenta de la diferencia, porque no sabemos observar correctamente, porque el descubrimiento de los detalles es difícil, confuso en algún punto, y en algún momento, imposible. Pero hemos de esforzarnos todos en ver la esencial diferencia masculina del niño y la esencial diferencia femenina de la niña ya mucho antes de que ésta se manifieste por hábitos externos que no modifican la esencia de la niñez. Yo me siento obligado a hacer esta distinción en tanto que redactor de este libro, y también en tanto que por mí mismo, y a través de mis discípulos intento intervenir en la educación de la niñez, de la adolescencia y la juventud.

¿Dónde está la masculinidad del niño, dónde la feminidad de la niña? No he de exponer ahora una lista exhaustiva de los rasgos diferenciales que he de confesar aún no he logrado para mí mismo. Pero he de esforzarme en el propósito de irlos señalando a medida que se presentan en el curso evolutivo del ser, diferenciando a ella de él, y he de esforzarme, sobre todo, ante cada situación nueva, ante cada etapa de la maduración, en no crear demasiadas confusiones con el uso indiferenciado de la palabra niño. Porque el niño, biológica y psíquicamente, ya desde su nacimiento, tiene a veces unos rasgos faciales, unas metáforas expresivas, unos impulsos, unas tendencias, una manera de estar en el mundo que no son idénticas a las de la niña. Que nos cueste ver esta distinción, descubrir esta diferencia, no significa que no existan. Sólo indica nuestra insuficiencia. Que haya tantos seres anodinos que desde su adultez aún no hayan logrado poner en evidencia su masculinidad o su feminidad, es una desgracia para ellos, pero no hemos de suponer que en todos los seres ocurra lo mismo. Los hay que ya desde el primer día, y cada vez más a lo largo de su maduración, van realizando sus rasgos masculinos o femeninos. Hay seres que antes de las veinticuatro horas son completamente niños o completamente niñas, requiriendo ser tratados como lo que realmente son. ¿Y no cabría - me pregunto yo ahora - que aquellos seres anodinos fueran tan poco masculinos o tan poco femeninos porque ya desde el primer momento recibieron un trato indiferenciado y los obligaron a jugar a un determinado juego, vestir de una determinada manera, sin tener en cuenta que hay juegos, lugares y vestidos para el niño, y lugares, juegos y vestidos para la niña?

Hay una diferencia expresiva, una distinta manera de establecer las relaciones, de provocar las reacciones, una diferente manera de jugar, de hablar, dé sentir los intereses, manifestar las preferencias, una distinta manera de emocionarse y una opuesta ordenación de la conducta que en todo momento hacen que el niño sea un ser masculino y la niña un ser femenino, que no es conveniente confundir, ni para alcanzar su conocimiento, ni para establecer con ellos una relación humanamente efectiva y pedagógicamente eficiente.

RESUMEN

Quehacer y lugar de la Psicología:

La Psicología es el estudio de los fenómenos que acontecen en el ser humano en aquello que tiene que no depende de una manera total y exclusiva del cuerpo. Fenómeno es aquello que acontece en un momento dado y provoca una variación rápida o duradera, en el espacio, forma o estructura del lugar donde acontece. El fenómeno psíquico produce una variación en el espacio anímico del hombre. La Psicología no es la descripción de unas funciones mentales, y aun menos su determinación cuantitativa. La descripción será imprescindible en algún momento, pero lo fundamental del quehacer psicológico es el esfuerzo de comprensión. La medición de un fenómeno puede ser útil, pero se queda en su periferia. Además, describir y medir fenómenos es descomponer al hombre, mientras que comprenderlo es integrar todos sus elementos en una unidad superior. La Psicología ha de partir de la Antropología para volver a ella después de haber utilizado todas las ciencias que sean convenientes. La Antropología es el estudio total del hombre, en tanto que ser compuesto de alma y cuerpo ; que nace, vive, crece y muere en íntimo contacto con el mundo que lo rodea; pendiente del punto alfa de donde procede y atraído por el punto omega hacia el cual se dirige. Es menos una ciencia natural que una ciencia cultural. Más allá de una Antropología cultural, a la que pertenece la Psicología, hay una Antropología filosófica, que busca el puesto del hombre en el cosmos. La Psicología forma también parte de ella. Con el empeño de mantener la Psicología dentro de las Ciencias Naturales, se ha rehusado lo especulativo, lono medible, y el resultado ha sido el conocimiento milimétrico de la periferia de un hombre del que se había extirpado la conciencia y eliminado la persona. Este libro, sin renunciar a ninguno de los conocimientos útiles que las técnicas experimentales han proporcionado, tampoco quiere renunciar a la búsqueda de la verdad por todos los caminos del pensamiento humano que le sean posibles.

Ser y estar siendo:

El autor de este libro no está adscrito a ninguna a "secta" psicológica, ni se deja llevar por la comodidad de un eclecticismo fácil. Cree que no ay ninguna teoría totalmente mala, ni ningún sistema suficientemente bueno para encerrarse dentro de sus murallas. No es conductista, ni psicoanalista. Se siente influido por la Psicología de la forma, por la Psicología de la comprensión y, sobre todo, por la Psicología personalística. Este libro es un libro de Psicología evolutiva al que se le ha impuesto como límite final el de la entrada en la juventud. Evita caer en el error de creer que hay una sola manera de ser niño. Cada niño es niño a su manera, y lo es de una manera distinta a los otros, y en cada uno de ellos caben diversas situaciones dentro de un mismo tiempo. El niño, además de a ser ",está siendo ", porque ha llegado al mundo sin estar acabado y va a ser un fruto en maduración constante, que habrá de adaptarse a nuevas influencias culturales y ambientales, y estará siendo cada-día un ser nuevo, con una nueva posibilidad, una nueva influencia, una nueva adaptación. Hemos de ver los seres con su propia diferenciación de momento a momento, y no podemos aceptar que nadie sea siempre de la misma manera. Cada ser tiene su peculiaridad, porque e ser " quiere decir también "no ser otro ser". Cada ser es distinto a sí mismo dentro de su vivir, porque " ser " no es estar ya acabado, sino "estar siendo".

La niñez es una realización: Si no nos preguntamos "por qué" y "para qué" se es niño, persistirá el error de considerarlo como si fuera un hombre en pequeño y la costumbre de hablar de sus cosas en diminutivo. El niño no es un diminutivo de nada. Es un ser que ha venido al mundo para ser todo lo niño que debía ser. Su esencia y su existencia son de niño. No de pequeño que se prepara para ser adulto. El niño durante la niñez, es sólo niño, y tanto más podrá convertirse en hombre cuanto más niño haya sido. La niñez no es una preparación; es una realización. No es una etapa para que se forme todo el hombre de mañana, sino para que se consuma todo el niño de hoy. Nadie puede entrar en otra etapa de la maduración sin haber terminado por completo las etapas anteriores. La única manera exacta que tiene el niño de prepararse para la edad adulta es siendo todo la niño que debe ser. Ello no equivale a inmovilizarlo en una de sus etapas ; dejar ser niño al niño es procurar que cada día lo sea un poco menos.

El niño es una semilla: Aunque los cuatro primeros años de la vida sean tan decisivos, no podemos dejar al niño atado a su pasado, amputándolo de su futuro, ni podemos suponer que lo que está desarrollando sea ya su adultez. El niño es una semilla que está desarrollando al máximo lo que lleva de niño. ¿Por qué es semilla durante tantos años? En este por qué se halla el misterio de la vida humana. En el niño, el ser semilla dura tanto porque si dentro de la Creación tiene el mismo punto alfa de los demás seres es el único que tiene un punto omega en la contemplación del Creador. Él hombre es el único ser que desde el primer día se está preparando para más allá de la muerte. EL niño es una semilla que para dejar de serlo necesita de un tiempo más largo que todas las demás semillas, porque ninguna otra lleva dentro de sus maravillosas posibilidades la de conseguir una conciencia que lo dirija hacia la contemplación de Dios. Además, hay razones biológicas para esta lentitud. El niño sigue siendo semilla después de haber recibido la luz, porque aún no está terminado y sigue necesitando la tierra nutricia de sus nueve meses de gestación. El desarrollo del niño se realiza a través del lazo afectivo con sus padres. Para que el cerebro del niño pueda ser algún día el integrador de todas las funciones psíquicas, es preciso que madre e hijo vivan íntimamente unidos durante mucho tiempo a través de sus vertientes psíquicas. La madre gesta el cuerpo de su hijo durante nueve meses, pero la gestación del intracuerpo, del alma y del espíritu, dura muchos años. La madre, en el momento del parto, da la luz del día, pero esta otra luz espiritual que nos da nuestra dimensión humana necesita un parto de largos días y de largos años de convivencia efectiva y afectiva entre el hijo y sus padres.

El niño también es un ser comunitario: Biológica y espiritualmente, el hombre necesita del N otro ", aquel que le ofrece su propia imagen y le devuelve el eco de su intimidad. De este diálogo sale la comunidad. El hombre es él y su circunstancia, pero también ésta es ella y su hombre. También el niño es él y su circunstancia, y también su circunstancia es como es porque él está presente en ella. Para comprender al niño hemos de considerarlo desde dentro de su comunidad. También tiene conflictos con la sociedad. De la forma cómo ésta lo trate y de la manera cómo él la influya va a depender su manera de ser y la manera de ser de la comunidad. El niño será siempre el niño, con su por qué y su para qué; pero el niño concreto que vive en un lugar determinado, dentro de una familia singular, en medio de una sociedad plural, es él y su comunidad. Su manera de ser depende de lo que la comunidad le ofrezca y le exija. De la ayuda y del ejemplo que le den en lo religioso. De la ética de su familia y de su barrio. De la política de su grupo social. De la economía que el trabajo de sus mayores le imponga. El niño es lo que es : un niño con su circunstancia en medio de la comunidad.

La niña es distinta del niño: Cuando decimos niño podemos referirnos al ser humano, varón o hembra, durante el período de su niñez. Pero también específicamente al varón. Sería necesario usar también el término niña para designar a la hembra en su niñez, porque desde el primer momento hay unas substanciales diferencias biológicas y psíquicas entre el niño y la niña. No sólo por su morfología genital, sino por su manera personal de ser, por su manera distinta de estar en el mundo. La niña es femenina desde el primer momento, como el niño es masculino. Desde su nacimiento, a veces, tienen ya unos rasgos faciales, unas metáforas expresivas, unos impulsos, unas tendencias, una manera de estar en el mundo masculina o femenina. Que nos cueste verlo no quiere decir que no exista la diferencia. A lo largo del libro iremos viendo una diferencia expresiva, una distinta manera de establecer las relaciones, de provocar las reacciones, una diferente manera de jugar, de hablar, de sentir los intereses, de manifestar las preferencias, una distinta manera de emocionarse y una opuesta ordenación de la conducta, que en todo momento hacen del niño un ser masculino y de la niña un ser femenino.


Bibliografía
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NEUMANN, E., La angustia, Tribuna de la "Revista de Occidente", 1960.
ROF CARBALLO, J., Cerebro interno y mundo emocional, Ed. Labor, S.A., 1952. - Urdimbre afectiva y enfermedad, Ed. Labor, 1961.
SCHELER, M., El puesto del hombre en el cosmos, "Revista de Occidente", 1929.
STERN, W., Psicología General, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1951.
STONE, J., y CHURCH, J., Niñez y adolescencia, Ed. Hormé, Buenos Aires, 1959.



Notas:

(1) SCHELER, M., El puesto del hombre en el cosmos, "Revista de Occidente", 1929.
(1) ROF CARBALLO, J., Urdimbre afectiva y enfermedad, pág. 72, Ed. Labor, S. A., 1961.
(2) NEWMANN, E., La angustia, pág. 96, Tribuna de la "Revista de Occidente", 1960.

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