Fromm, Erich : Entre Freud y Marx

Traducción de Nina Bakman



Ofrecemos un breve informe de documentación (descriptivo, no crítico), que sitúa la figura de Erich Fromm dentro de la escuela neofreudiana y expone su relación con el marxismo.

Erich Fromm fue, con Wilhelm Reich, uno de los primeros psicoanalistas que intentó elaborar a partir de la teoría freudiana una psicología social. Nacido en 1900 en Frankfurt, colaboró, al comienzo de los años 30 en la revista Zeitschrift für Sozialforschung, editada en Frankfurt por el Instituto del mismo nombre, al que pertenecían Adorno, Horkheimer y Marcuse.

Colaboró con ellos en el estudio crítico Autorität und Familie publicado en 1936 en París, donde el “Institut für Sozialforschung” se refugió después de la llegada al poder de Hitler; el análisis que Fromm hace del autoritarismo (sado-masoquismo que encuentra placer en someterse) explica su receptividad para la ideología fascista.

Fromm emigró en 1934 a los Estados Unidos, donde continuó sus trabajos en diversas universidades. Actualmente es profesor de psicoanálisis en la Universidad de México. El exilio americano ha tenido una influencia decisiva en su orientación. En sus primeros artículos, aparecidos en Alemania, unía a Freud y Marx para interpretar las relaciones entre la vida psíquica del individuo y la realidad socio-económica. Después su visión de Freud cambió, y también la de Marx. Modificó profundamente la teoría freudiana. La concepción “biológica” de los instintos que tenía Freud fue sustituida por una doctrina “cultural”, según la cual el hombre no es determinado desde la infancia por el destino de sus instintos, sino formado por el contorno social. En cuanto a Marx, Fromm dejó de lado su teoría económica, para poner el acento en la antropología de los escritos de juventud.

Marxismo y psicoanálisis

Ahora que el intento de unir marxismo y psicoanálisis vuelve a apasionar los espíritus, Suhrkamp edita una recopilación de nueve artículos escritos por Fromm en 1931-1934 y 1968-1970. Si este intervalo de treinta años no permite reconstruir la evolución de Fromm, los dos grupos de escritos muestran bien cuál fue su punto de partida y lo que hoy le separa de él; permanece constante una preocupación, que constituye el tema del libro: la relación entre los factores psíquicos y sociales.

En un artículo aparecido en 1932, Fromm esboza el “método y tarea de una psicología social analítica”. Y funda esta psicología social sobre la teoría freudiana de las pulsiones. Es sabido que, según Freud, la pulsión (que traduce mejor el alemán Trieb que el término instinto) es un impulso energético que tiene su origen en una excitación corporal y tiene como fin suprimir esta tensión. Dos factores determinan los instintos: la constitución del individuo, y su vida, su “destino”. El segundo factor es objeto del psicoanálisis; su tarea es analizar la influencia de la vida de un individuo sobre sus instintos. Freud ha mostrado que los instintos son modificables y se adaptan a la realidad.

Para Fromm, es la realidad socioeconómica lo que modifica los instintos. El método psicoanalítico puede, pues, ser aplicado a la psicología social: los individuos de un mismo grupo social tienen rasgos psíquicos comunes, determinados por las condiciones socioeconómicas en que viven. Cada sociedad tiene una estructura económica, social y política específica, a la cual se adaptan los instintos. Cada sociedad tendrá, por tanto, una estructura psíquica propia. La influencia social se ejerce sobre el individuo a través de la familia, “agencia psicológica de la sociedad”.

La tarea de una psicología social basada en el psicoanálisis será estudiar la estructura psíquica de una sociedad, tal como viene determinada por la realidad económica y social. Podría así completar el marxismo. Marx afirmó que la ideología emana de la infraestructura, pero, carente de una psicología apropiada, no pudo mostrar cómo se opera esta transformación. Para Fromm, se hace por el conducto de las pulsiones: influidas por la realidad socio-económica, engendran deseos y necesidades que son racionalizados bajo forma de ideología.

La sociedad burguesa vista por Fromm

El breve y clarividente análisis que hace Fromm del “espíritu del capitalismo” en un artículo dedicado a la caracterología (1932) ilustra cómo se propone aplicar su método. Fromm estudia los rasgos psíquicos que caracterizan la sociedad burguesa: limita el goce como fin en sí; sustituye el amor por el placer de economizar, acumular y poseer; pone el orden, la propiedad y el cumplimiento del deber como valores supremos, y suprime toda compasión en las relaciones con los demás. Fromm constata que estos rasgos son típicos del carácter anal descrito por Freud, según el cual rasgos de carácter ligados al estadio anal de la infancia pueden persistir en el adulto. Del mismo modo, la estructura psíquica de la sociedad burguesa corresponde a una organización anal de la libido. Este carácter resulta de una adaptación a la estructura económica del capitalismo, y se convierte en una “fuerza productiva” necesaria para su propio desarrollo.

Al afirmar que las condiciones económicas y sociales son determinantes para la evolución psíquica del hombre, Fromm va más lejos que Freud. Abre al psicoanálisis un campo de investigación nuevo, le permite a la vez extender y concretar su método colocando al individuo en un contexto colectivo. Pone, en fin, los fundamentos de una psicología social crítica, que interprete la relación dinámica entre el individuo y la sociedad.

Marx: ¿creador de una psicología humanista?

El grupo de artículos recientes revela, aunque de modo muy parcial, la distancia que separa hoy a Fromm de Freud. El, que había mostrado lo que tenían en común el marxismo y el psicoanálisis, ambas teorías materialistas, critica la concepción freudiana del hombre oponiéndola a la del joven Marx. La psicología “biologista” de Freud se funda en el modelo de un “hombre máquina” aislado, que se sirve del otro para satisfacer los deseos que surgen de sus instintos. Marx, por el contrario, parte de la relación dinámica que el hombre tiene con el mundo; el otro no es para él un medio de satisfacer sus deseos, sino un fin. Fromm ve en Marx el creador de una psicología humanista; en ella podría basar la ética, cuya ausencia deplora en Freud.

En un último artículo titulado La crisis del psicoanálisis (1970). Fromm recuerda la evolución del psicoanálisis después de Freud. Teoría radical en su origen, el psicoanálisis ortodoxo, según él, ha naufragado en el conformismo, por recelar de cualquier modificación de la teoría freudiana. Sólo una minoría de psicoanalistas, como Bernfeld, Reich, Fenichel y, en nuestros días, Laing, se han atrevido a rebasar a Freud desarrollando lo que su doctrina tenía de revolucionario. Marcuse, en cambio, falsea los conceptos freudianos; su idea del hombre nuevo en una sociedad no represiva no es más que el ideal de la regresión a un estadio infantil de la organización psíquica. El propio Fromm no se define de manera explícita. Se le suele clasificar dentro de la escuela neofreudiana, con Sullivan y Karen Horney, por su rechazo de la teoría de la líbido y la primacía que concede a los factores culturales. Pero, mientras que Horney y Sullivan tienen una concepción tradicional de la cultura, Fromm declara basarse en un “análisis dinámico” de la sociedad.


Marcuse contra Fromm

Se reprocha con frecuencia a la escuela neofreudiana haber empobrecido la teoría de Freud y haber reducido el psicoanálisis a una simple técnica de adaptación. La crítica más radical a Fromm, que milita en esta escuela, ha sido formulada por Marcuse en Eros y civilización. Al desplazar el acento del nivel biológico al nivel cultural, al alterar la teoría de las pulsiones, Fromm ignoraría la represión que ejerce la sociedad sobre ellas en la primera infancia del individuo. Además su ética resultaría ambigua: se refiere a valores como amor, felicidad, justicia, como si fuesen realizables en una sociedad que el propio Fromm califica de alienada.

Al abandonar los conceptos fundamentales de Freud y al limitarse al joven Marx, Fromm quedaría desprovisto de los criterios que le permitirían abordar la realidad psicológica y social con la agudeza de sus primeros trabajos. Acabará pidiendo al hombre que asuma su libertad, y a la democracia que planifique su economía, en nombre de una vaga ética idealista, de un “humanismo radical”.

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