Terrorismo psicológico homosexual
Jesús Ortiz López
Los
fanáticos terroristas pervierten la religión para cometer sus odiosos
atentados: la religión es víctima del fanatismo. Ahora los homosexuales
condenan la intolerancia de la Iglesia y hacen chantaje para tapar la boca a
la verdad: la Iglesia es víctima de la intolerancia. Un mundo al revés. El
llamado lobby carmesí avanza poderoso lanzando botes de humo, y su
actitud ha pasado en pocos años del tímido desinhibicionismo al
exhibicionismo tierno, y ahora a la exultante procacidad.
La estrategia homosexual avanza inexorablemente de país en país, y en estos
momentos da otra vuelta de tuerca a la opinión pública en España. El
sacerdote que sale del armario con gran estruendo, y a la vista de todos los
telespectadores, se suma al manido orgullo gay, y al enésimo intento
del derecho de adopción por parte de parejas homosexuales: son modos de
cumplir una estrategia ya planificada. No deberíamos caer en la trampa del
terrorismo psicológico que acusa de intolerante y presiona a la Iglesia para
aplauda un desorden moral objetivo. Ya se llevaron por delante al Card.
Bernardin, acusado falsamente y verdadero mártir del lobby ; ahora lo
intentan con otros. Hay toda una estrategia que dosifica noticias de
homosexuales para hacerse omnipresentes en la opinión pública, como si fuera
el gran problema de la sociedad y su número fuera casi infinito, como el de
los necios, al decir de la Escritura. Porque la presencia habitual de temas y
personajes homosexuales en el cine y en la televisión no es proporcionada a
la realidad de sus problemas.
Hace años que destacados representantes de la comunidad homosexual planearon
su estrategia para ganar la batalla de la normalidad frente a las familias y a
las iglesias. Pueden reducirse a tres sus objetivos. Primero, insensibilizar
al público para que vea la homosexualidad como algo normal, y para ello
hablar mucho sobre el tema y hacerlo en términos favorables. Segundo,
insistir en que los gays son víctimas de los intolerantes y poner de su parte
a la opinión pública. Y tercero, presentar a la Iglesia católica y a los
defensores de la familia como fanáticos para que sientan vergüenza por su
alta valoración de la normalidad.
La televisión ha sido el caballo de Troya para introducir en los hogares
personajes homosexuales, su mejor arma secreta en la batalla por
insensibilizar al público. Ante el personaje surge la pregunta ¿cuánto le
dan por su infidelidad a los compromisos adquiridos? Y otra pregunta más
importante es ¿qué puede hacer la mayoría de la gente? Primero sería no
cegarse los ojos con los botes de humo y mantener los ojos limpios para darse
cuenta de que se está ejercitando un terrorismo psicológico sobre la Iglesia
para que cambie su doctrina moral y el celibato. Lo segundo comprometerse
seriamente en la defensa de la familia, amenazada por una cultura hedonista y
la relativización de los valores, que es responsabilidad de todos. No se
trata de plantear un conflicto entre defensores y contrarios a la
homosexualidad, pero sí hay que resistir a la presión del lobby carmesí.
Hay que actuar con verdad y claridad para defender la santidad del sacerdocio
católico y la santidad de la familia para el bien de nuestra civilización,
por el futuro de nuestro hijos.
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL