La
homosexualidad en el Catecismo de la Iglesia Católica
La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o
mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante,
hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los
siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida
inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura, que los presenta como
depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que «los actos
homosexuales son intrínsecamente desordenados». Son contrarios a la ley
natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una
verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación
en ningún caso. Un número apreciable de hombres y mujeres presenta
tendencias homosexuales profundamente arraigadas.
Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de
ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y
delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación
injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su
vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las
dificultades que puedan encontrar a causa de su condición. Las personas
homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de
sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo
de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y
deben acercarse gradual y resueltamente
a la perfección cristiana.
Catecismo de la Iglesia católica (nn. 2357-2359)